La Iglesia y El Cine

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    LA IGLESIAY EL CINE, POR SALVADOR CANALS EDICIONES RIALP,MADRID1965.

    CAPTULOIII

    CINEY

    TIEMPO

    LIBRE

    CAPTULOVLASRESPONSABILIDADESDELCRTICOCINEMATOGRFICO

    CINE Y TIEMPO LIBRE

    Que en nuestros das se ha establecido una profunda y estrecharelacin entre el tiempo libre de los hombres y el espectculocinematogrfico es un hecho de tal modo admitido, que nadie puedeponerlo en duda.

    En su primer discurso sobre la pelcula ideal (21 de junio de 1955), elSanto Padre Po XII contaba, en efecto, que durante 1954 el nmero de

    los espectadores en todos los pases del mundo haba sido de doce milmillones, de los cuales dos mil quinientos millones haban sidoamericanos; mil trescientos millones, ingleses, y ochocientos millones,italianos.

    No parece que estas cifras hayan disminuido sensiblemente en losaos sucesivos, no obstante la progresiva difusin de la televisin y lasno fciles crisis que corroen el mundo del cine, y de las que omos hablarcontinuamente.

    Cualidades tcnicas en continua superacin, elementos artsticos cadavez ms refinados y una progresiva profundizacin de la psicologa, yasea en cuanto se refiere a explicar el modo cmo la pelcula obra sobrelos hombres, ya sea en cuanto se aplica conscientemente para hacer unaimpresin ms viva sobre los espectadores, son factores que concurren adelinear la fisonoma actual del cine, a los sesenta aos de su nacimiento,

    y a proporcionar una explicacin vlida de su singular poder para hacerque durante horas y horas se detengan ante la pantallay no por cierto

    gratuitamente

    un nmero de espectadores que puede cifrarse en milesde millones.

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    Y si, como recientemente afirmaba un clebre exponente delsindicalismo americano, es cierto que estamos a punto de entrar en unsiglo de diversinage of entertainment, llevados a ello por ladisminucin de las horas de trabajo que ha de implicar el proceso de

    automatizacin industrial, resulta fcil prever entonces que el hombrehabr de dedicar cada vez ms al cine su propio tiempo libre.

    UNGRANHECHOHUMANO

    De estas sencillas y rpidas consideraciones se deduceinmediatamente que el cinematgrafo es, en estos das, un hechohumano de enorme importancia. El cardenal Siri, al conmemorar en

    octubre de 1956 el veintenio de la encclica Vigilanti cura, del SantoPadre Po XI, observaba, en efecto, que la psicologa, la actitud de losespritus, la opinin pblica, la educacin, el vestido, la direccin de lospueblos e incluso el orden o el desorden acabarn por depender, en nodespreciable parte, del uso de este gran instrumento. Hoy, en verdad,nadie ignora que el cine es un factor que, en unin de otros, actaprofundamente en la historia. Hombres de las ms dispares culturas yopiniones admiten, por lo dems, la gravedad de los problemas

    planteados por este medio de expresin, que no slo permite al hombredesentraar el macrocosmos y el microcosmos, sino penetrar tambin enel mundo interior del hombre mismo: en su imaginacin, en suinteligencia, y en su vida afectiva, sensitiva y espiritual.

    LA IGLESIA, ANTE ESTE GRAN HECHO HUMANO

    Para encuadrar este gran fenmeno en sus valores sobrenaturales y

    humanos, en sus posibilidades y en sus peligros, hemos de referirnos a laactitud y a la enseanza de la Iglesia; y tomando igualmente como normaal magisterio de la Iglesia, hemos de resolver la ecuacin que planteaeste estudio: cine y tiempo libre en la vida cristiana del hombre de hoy.

    La Iglesiaobservaba el cardenal Siri, en la ocasin antes recordadano se siente ni se puede sentir simplemente como una compaera de

    viaje, como una recogida y apartada espectadora, indiferente y extraa,de los hechos humanos, especialmente si son grandes por su extensin y

    por su profundidad. Ante todo aquello que, aun cuando est fuera de loshombres, entra, sin embargo, en los hombres, a la Iglesia le interesa ver y

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    juzgar si puede favorecer o no a la eterna salvacin de la humanidad.Porque la Iglesia considera siempre los hechos desde ese elevado puntode vista.

    Por eso la Iglesia ha dedicado siempre su atencin a este gran hecho

    humano que es el cine; una atencin cordial y profunda, aunque nodesprovista de cierto temblor por el uso que ha solido hacerse de estemedio expresivo.

    Pero la Iglesia misma, aun teniendo miras eternas, ha demostrado ydemuestra estar siempre sensible y pronta para alborozarse tantascuantas veces una nueva nota se libera del intelecto y del humano sentir.El juicio favorable que sobre el cine, incluso entendido como puro hechohumano, expresan los documentos pontificios, refleja verdaderamente

    esta sensibilidad, esta apertura y esta simpata suyas por cualquierconquista humana.

    En efecto, el juicio de la encclica Vigilanti cura, del 29 de junio de1936, sobre la real y vlida eficiencia del cine, sobre su intrnsecaposibilidad de ser portador de valores artsticos, sobre su bondadfundamental como medio expresivo, as como sobre su perspicua eficaciadidctica y pedaggica, es todo menos pesimista, sobre todo si seconsidera que la Carta Encclica de Po XIprimer documento papal que

    afronta la cuestin de forma completaapareci en una poca en la cualel juicio completo del hecho estaba ms bien vagamente intuido queexpresado.

    El finsimo anlisis que de la pelcula ideal hizo el Santo Padre Po XII,en sus discursos del 21 de junio y del 28 de octubre de 1955, al colocar lapelcula al nivel de las grandes y cabales obras de arte, perdurar comoclaro testimonio de un elevado juicio sobre la validez del cine, aunque nose lo quiera mirar sino como un gran hecho humano.

    La conocida encclica Miranda prorsus, del Santo Padre Po XII, del 8de septiembre de 1957, se basa toda ella sobre una clara estimacin delcine y de sus posibilidades en orden a la formacin y a la elevacin de loshombres. Naci de una sincera admiracin por las tcnicas modernas dedifusin, de un profundo conocimiento de sus problemas y del ardientedeseo de llevar al cine al alto puesto que le ha sido destinado por el planprovidencial de Dios. Las dos primeras palabras con que comienza eldocumento (Miranda prorsus), y que le dan su nombre segn el uso de la

    Curia Romana, casi anticipan el tono positivo de la encclica y la miradade simpata y de aliento con que son examinados y tratados esos

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    verdaderamente admirables inventos de la tcnica de que se glorannuestros tiempos.

    LOS VALORES DEL CINE

    Si de la consideracin del puro y simple hecho humano pasamos alencuadramiento cristiano del problema, debemos decir que la aguda ypenetrante mirada del creyente, guiada por el magisterio de la Iglesia, veen esos admirables inventos tcnicos que son los medios de difusin noslo al fruto del ingenio y del trabajo humano, sino a otros tantos donesde Dios, nuestro Creador, del cual proviene toda obra buena.

    El magisterio de la Iglesia ha considerado siempre estos medios

    tcnicos en toda su profundidad, en cuanto que tocan de cerca la vida delespritu. Y Po XII ha recordado en la encclica Miranda prorsus quesirven directamente, o mediante la expresin artstica, a la difusin deideas, y ofrecen a las muchedumbres, en manera fcilmente asimilable,imgenes, noticias y enseanzas, de que se alimenta su espritu, y elloaun durante los tiempos de distraccin y de descanso1.

    EL CINE Y LA ENSEANZA

    El magisterio de la Iglesia ha afirmado siempre que la cinematografaes verdaderamente una leccin de cosas que amaestra para el bien o parael mal (Vigilanti cura)2 El cine es siempre escuela: no tan slo cuandopor la pantalla pasan pelculas de carcter cultural y cientfico que tienenla finalidad concreta de ensear, sino tambin cuando presenta pelculasespectaculares que no se proponen otro fin que el de divertir al pblicoprocurando algunas rentas a los productores.

    El cinematgrafo tiene una fuerza singular sobre el espritu humano,en cuanto que, a diferencia de cualquier otra forma recreativa yformativa, capta y envuelve en su fascinacin a todo el hombre, encuerpo y en alma; alcanza todas las potencias: sensitivas, intelectivas yafectivas, materiales y espirituales.

    Este gran medio expresivo habla a travs de imgenes visuales ysonoras, que son las ms vivas e impresionantes. Todas estas imgenes,por un proceso psicolgico que cada vez se va analizando ms

    profundamente, se convierten en ideas y en juicios. Y como las ideasinfluyen sobre las acciones, esclareciendo y reduciendo las potencias

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    volitivas y afectivas, se puede as afirmar con seguridad que las imgenesque impresionan las pupilas clavadas en la pantalla estn en findestinadas a influir y a orientar la misma vida interior del hombre: su

    vida intelectual y moral.

    Entre todas las cosas que hoy conocemos, el cine conduce ms quecualquier otra hacia unos impulsos internos intelectivos, volitivos yemotivos, al travs de las cosas sensibles; procedimiento que, por ser elcanon fundamental de cualquier didctica, justifica plenamente elcarcter de escuela que al mismo cine se atribuye. Y es, en efecto, unaescuela popular, porque ensea con facilidad; pero tambin una escuelauniversal, porque a todos ensea.

    EL CINE COMO DIVERSIN

    Nunca ha tenido el hombre tanta necesidad de un sano recreo comohoy. Y parece no ya justo y razonable, sino hasta providencial, que el cinepueda ofrecerle un descanso sano y distensivo. Por lo cual es tambinnecesario que consideremos el aspecto cristiano del espectculocinematogrfico desde ese punto de vista.

    Y, en efecto, el Santo Padre Po XII confa tambin a la pelcula ideal el

    cometido de reposar y distender: Se concede sin duda al film idealsonpalabras del Papael guiar al espritu cansado y hastiado a los umbralesdel mundo de la ilusin, para que goce de una breve tregua en medio dela realidad oprimente 3.

    La diversin es, por tanto, una exigencia psicolgica del hombre encualquier condicin, en cualquier edad. El Santo Padre Po XI hacanotar que de vez en cuando conviene distenderse entre una accin y laotra. Todos saben lo que se dice del arco, que si se tensa con exceso, se

    rompe. Hace falta un poco de diversin. Divertirsees decir, diverteresignifica dirigir por otros derroteros las facultades, tanto las del cuerpocomo las del espritu; apartarse del trabajo para elevarse un momento,para dejar que las facultades del pensamiento y las fibras del cuerpodescansen. Es una ley de la naturaleza, una justicia de la naturaleza 4.

    El cine aparece como un medio fcil, al alcance de todos, parasatisfacer precisamente dicha exigencia; la satisfaccin que ofrece es delas ms completas y, por tanto, de las ms buscadas, y justamente por

    eso se ha convertido el cine en una de las formas ms comunes dediversin.

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    El trabajo, tanto manual como intelectual, produce una realdesarmona en el cuadro de las energas humanas, porque mantiene bajopresin y, por tanto, agota y fatiga alguna particular facultad. Ladiversin y el recreotrmino que ms bien indica el efecto de la

    diversinrestablecen el equilibrio y con ello renuevan la capacidad detrabajo.

    El recreo, cuando es sano, produce adems buenos efectos en el campomoral y educativo, puesto que empea todas las facultades del hombre ypermite huir del ocio.

    EL CINE COMO INSTRUMENTO DE ELEVACIN CRISTIANA

    Como tuvimos ya ocasin de ver, el cine es al mismo tiempo diversiny enseanza, normalmente cultura y alguna vez arte. Si consideramosque todos estos aspectos humanos y cristianos del cine son en s mismos

    buenos y nobles, y si nos damos cuenta de que, en las condiciones de lavida moderna, son ms o menos necesarios y tiles, es obvio que el juiciomoral sobre el cine, en s mismo considerado, tiene que ser positivo.

    Sin que queramos de ningn modo ignorar, minimizar o menospreciarlos graves daos morales producidos por el cine inmoral, tampoco

    debemos olvidar que la Iglesia, en los documentos de su magisterio,determin siempre una clara definicin de la bondad natural intrnsecadel instrumento cine, adscribindole adems la versatilidad propia detodos los instrumentos que estn en manos de los hombres, los cualespueden dirigirlos libremente hacia el bien o hacia el mal.

    La intrnseca bondad del cine y las posibilidades reversibles al bien oal mal del instrumento han servido siempre de base a los documentoseclesisticos en esta materia, y las directrices referentes al apostolado

    cinematogrfico han tenido siempre como eje estas dos afirmacionesfundamentales.

    La cinematografaescriba Po XI en la encclica Vigilanti curaesverdaderamente una leccin de cosas que amaestra para el bien o para elmal... De otra parte, las buenas representaciones pueden, al contrario,ejercer una influencia profundamente moralizadora en quienes lascontemplan 5.

    El Santo Padre Po XII, en su primer discurso sobre el film idealdel

    21 de junio de 1955, se plantea esta pregunta: Porque, ciertamente,cmo podra dejarse a merced de s mismo o condicionado solamente

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    por ventajas econmicas un medio de suyo tan noble, pero tan eficaz,tanto para levantar como para rebajar los nimos; un vehculo tan aptopara promover el bien, pero al mismo tiempo para difundir el mal? 6.

    Po XII concluye su discurso dirigiendo este consejo a los

    representantes del mundo del cine: Presentad, en lugar de espectculosinconvenientes o perversos, visiones sanas, nobles y bellas, que sin dudaalguna pueden ser avasalladoras sin turbulencias y aun llegar al pice delarte 7.

    En su segundo discurso sobre el film ideal28 de octubre de 1955, elPapa hace votos porque los hombres de cine produzcan pelculas talesque el espectador, al final, salga de la sala ms alegre, ms libre y, en lontimo, mejor que cuando entr 8.

    Y en la encclica Miranda prorsus8 de septiembre del ao 1957, elRomano Pontfice antepuso esta motivacin a las directrices apostlicasdictadas: Habiendo considerado ponderadamente las posibilidadesapostlicas que estos medios audiovisuales ofrecen y la necesidad detutelar la moralidad del pueblo cristiano, fcilmente amenazada porciertos espectculos... 9.

    El magisterio de la Iglesia ensea, por consiguiente, que el cine no espor s mismo malo, ni peligroso por su propia naturaleza. El cine llega a

    ser malo y peligroso per accidens, accidentalmente; o sea, por el mal usoque suelen hacer de l los responsables; mientras que si es bien usado,puede llegar a ser un instrumento de educacin, de elevacin espiritual,de formacin humana y cristiana.

    Los cristianos deben, pues, abstenerse de las malas representaciones;pero es necesario que sepan aprovechar las buenas. Una pelcula positivaha de aconsejarse tanto como un buen libro; incluso podra llegarse aafirmar que a menudo la pelcula resulta ms eficaz que el libro, por la

    particular sugestividad del lenguaje cinematogrfico.Por tanto, una actitud decididamente negativa no sera cristiana, sino

    injusta e injustificada, ante un don de la liberalidad de Dios que utiliza laluzprimera criatura de Diosy que puede llegar a iluminar la verdad, yque, al deleitar, puede formar y elevar las almas.

    El cine ha de colocarse entre las diversiones que en s mismas no sonpecaminosas, pero que pueden ser peligrosas. Hay una cinematografa

    buena y otra mala, y si la primera constituye una diversin sana y con

    frecuencia educativa, la segunda es una diversin peligrosa que puedellegar a ser pecaminosa.

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    A veces, el desorden moral se halla no en la accin re-creativa, sino encualquier circunstancia que la acompaa. En tal caso, el desorden no esuna cuestin de sustancia, sino de modo y de medida, porque lasdiversiones no slo deben ser honestas, sino moderadas, es decir,

    contenidas en sus justos lmites, de modo que no perjudiquen alcumplimiento de los propios deberes.

    LA CONCIENCIA CINEMATOGRFICA

    Cuanto hasta ahora hemos sostenido con relacin a la intrnsecabondad del cine, es obvio que no autoriza para deducir que sea lcitoverlo todo ni que se pueda asistir sin ninguna cautela a cualquier

    espectculo.La adopcin de una actitud cristianamente positiva con respecto al

    cine lleva a afrontar conscientemente el problema y a resolverlo en lapropia conciencia, es decir, all donde los catlicos resuelven sus propiosproblemas.

    Es, en efecto, absolutamente necesario que los catlicos consideren elproblema cinematogrfico como un problema moral. Y el primer paso eneste camino de seriedad y de responsabilidad ha de ser la formacin en

    los catlicos de una conciencia cinematogrfica, que no ser otra cosaque la conciencia de sus propios deberes en relacin con el cine.

    No es exagerado afirmar que esta conciencia slo ha alcanzado sumadurez en pocos catlicos. En cambio, en muchos otros pareceencontrarse hasta ahora en un estado de infantilidad. Y en algunospodra, en fin, considerarse, con razn, como si todava no hubieranacido.

    Pues lo mismo que existey hoy se habla mucho de ella una

    mentalidad cinematogrfica, tambin existe, a pesar de que apenas se lamencione, una conciencia cinematogrfica. La primera se relaciona conel arte; la segunda, con la moral. La primera tiene por objeto lo bello; lasegunda, el bien.

    La mentalidad cinematogrfica sirve, en efecto, para indicar aqulladisposicin espiritual, aquella estructura interior que se requiere paracomprender, seguir y encuadrar una pelcula conforme a los cnonesespecficos del sptimo arte. No es otra cosa que la sensibilidad artstica

    en relacin con el cine.La conciencia cinematogrfica crea en el fiel aquella consciente y

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    vigilante disposicin interior que le hace advertir casi instintivamente loque en una pelcula es lcito o ilcito, educativo o antieducativo. Es, enfin, la sensibilidad moral en relacin con el cine.

    La relacin cine-tiempo libre debe ser resuelta por el catlico en el

    marco de una actitud claramente positiva, pero con la seriedad y laconsciencia que requiere todo problema moral.

    LA ELECCIN DE LOS ESPECTCULOS

    La conciencia cinematogrfica debe, ante todo, guiar al catlico en laeleccin de los espectculos. Todos saben que la Iglesia se ha preocupadode instituir en cada pas una Oficina permanente nacional de revisin,

    que pueda promover la produccin de pelculas buenas, clasificar lasotras y hacer llegar este juicio a los sacerdotes y a los fieles 10 (encclica

    Vigilanti cura). Esta Oficina Nacional es, para Italia, el Centro CatlicoCinematogrfico, que dicta y difunde a su debido tiempo lascalificaciones cinematogrficas, las cuales contienen, adems de un

    juicio esttico, otro moral sobre cada pelcula.El magisterio de la Iglesia ha recordado siempre el doble aspecto que

    deben tener para los fieles las calificaciones cinematogrficas. Un

    aspecto de informacin que debe llegar a todos los fieles mediante laoportuna y eficaz difusin de tales juicios, y otro aspecto que se definecomo normativo, en cuanto que est dirigido a guiar su conducta durantela visin de los espectculos cinematogrficos.

    La encclica Miranda prorsus ha sido particularmente clara sobre esteparticular, en cuanto que recomienda vivamente que se recuerde confrecuencia a los fieles sus deberes en esta materia y en particular laobligacin grave que tienen de informarse sobre los juicios morales y de

    ajustar a ellos su conducta11En otro fragmento, el mismo documento suministra todos los

    elementos necesarios para la formacin de una sensible concienciacristiana con respecto a la eleccin de los espectculos, sealando conclaridad los motivos morales que han de ser tenidos presentes: Los

    juicios moralesafirma el Santo Padre, al indicar claramente qupelculas se permiten a todos y cules son nocivas o positivamente malas,darn a cada uno la posibilidad de escoger los espectculos, de los cuales

    habr de salir ms alegre, ms libre y, en su interior, mucho mejor quecuando entr, y harn que evite los que podran ser daosos para su

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    alma, dao que ser ms grave an por hacerse responsable de favorecerlas producciones malas y por el escndalo que da con su presencia 12.

    1 P. ENRICO BARAGLI S. J., O. c., 190, n. 450 (ed. esp. cit., p. 1223, n.1).2 Ibidem,, 69, n. 78 (ed. esp. cit., p. 680, n. 9).3 Ibidem, 151, n. 339 (ed. esp. cit., p. 164, n. 47).4 Discurso a, los aspirantes de la J. C. de Roma, del 4 de marzo de 1928.5 P. Enrico Baragli S. J., O. c., 69-70, nn. 78-80 (ed. esp. cit., p. 690, nn.9 y 10).

    6 Ibidem, 145, n. 309 (ed. esp. cit., p. 157, n. 17).7 Ibidem, 146, n. 314 (ed. esp. cit., p. 158, n. 22).8 Ibidem, 153, n. 343 (ed. esp. eit., p. 165, n. 51). (La cita corresponde, pues, al primero, y no al segundo, de losdiscursos papales. N. DEL T.)9 P. ENRICO BARAGLI S. J., O. c., 215, n. 523.10 Ibidem, 78, n. 103 (ed. esp. cit., p. 683, n. 15).11 Ibidem, 220, n. 537 (ed. esp. cit., p. 1232, n. 22).

    12 Ibidem, 219, n. 536 (ed. esp. cit., p. 1232, n. 22).

    LAS RESPONSABILIDADES DEL CRTICO

    CINEMATOGRFICO

    Han pasado casi veinticinco aos desde que Po XI, dirigiendo lapalabra a los representantes de la prensa cinematogrfica, les planteesta apremiante pregunta: Sera el cinematgrafo lo que es y haratodo el mal que hace si la prensa no lo sostuviese y se opusiera, encambio, resueltamente, contra tanta inmoralidad ? En otros trminos:no es quiz el cine, en gran parte, como la prensa lo hace? 1.

    CUARTO PODER Y SPTIMO ARTE

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    Para ilustrar las inteligencias y para el bien de las almas resulta enverdad til tratar de llamar serenamente la atencin de los catlicos y delos hombres honestos sobre el profundo influjo que el cuarto poder (esdecir, la prensa) ejerce sobre el sptimo arte (es decir, el cine). Estas

    pginas son una invitacin a meditar sobre este problema, y para ello, y ala luz de la enseanza de la Iglesia, trazan la figura del crticocinematogrfico, explican su funcin y valoran su alcance moral.

    La profunda conviccin del bien que para el hombre y para la mismacinematografa poda derivar de dicho influjo, con tal de que se ejercieseen sentido cristiano, fue ciertamente lo que movi al Santo Padre Po XIa lanzar, en diversos pasajes de la encclica Vigilanti cura, una clida yconmovedora apelacin tendiente a obtener la colaboracin de los

    crticos catlicos para la obra de elevacin de la cinematografa, en tuteladel bien de los individuos y de las comunidades. Efectivamente, en unpunto de su encclica, y hablando no slo en nombre de la religin, sinomirando a la salvacin de todas las gentes, escribe: Con toda insistenciaexhortbamos a todas las personas de buena voluntad (no slo ennombre de la religin, sino tambin en nombre del verdadero bienestarmoral y civil de los pueblos) a que se empeasen por todos los medios asu alcance, y precisamente por la prensa, para que el cinematgrafo

    pueda convertirse verdaderamente en un coeficiente precioso deinstruccin y de educacin, y no ya de destruccin y de ruina, para lasalmas 2.

    Po XII, a propsito de la relacin entre prensa y cine y de tantasposibles y daosas complicidades, nos ha dejado una incisivaexhortacin en su primer discurso sobre el film ideal. Pues, en efectoobserv, la tentacin del camino fcil es grande, tanto ms cuantoque el filmel Poeta dira galeotose presta fcilmente a llenar salas y

    cofres y provocar frenticos aplausos y a recoger en las columnas dealgunos peridicos recensiones demasiado serviles y benvolas. Y alcondenar esta actitud y esta conducta, tan equvocas y culpables,concret: Pero todo esto nada tiene de comn con el cumplimiento deun deber ideal. Es en realidad decadencia y degradacin; es, sobre todo,renuncia a elevaciones excelsas 4.

    Y mientras acentuaba una vez ms tal relacin, recordando susdeberes a los crticos catlicos, Po XII, en la encclica Miranda prorsus,

    aadi: Muy lamentable sera que los diarios y publicaciones catlicos,al hablar sobre los espectculos, no informaran a sus lectores sobre el

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    valor moral de los mismos 5.A esta aguda y meditada consideracintomada de los documentos

    papalesde la profunda influencia que la prensa y crticacinematogrfica ejercen sobre el cine, y precisamente sobre la

    orientacin de la produccin cinematogrfica y sobre los gustos delpblico, no hace a veces, por desgracia, un adecuado contraste laactividad profesional de algunos crticos cinematogrficos catlicos en elcumplimiento de su alta y delicada misin. Pues, a pesar de estaradheridos a la Iglesia de Cristo y de sentirse deseosos de llevar al mundocontemporneo el bienestar de la civilizacin cristiana, algunos de ellostienen todava un sentimiento tan agudo de la libertad que el artistanecesita, que a menudo acaba por paralizarlos en el cumplimiento de su

    apostolado.Ya es sabido que en el siglo pasado los sabios cristianos eran

    injustamente acusados de carecer, a causa de su fe, de aquella plenalibertad que es siempre necesaria a un sabio digno de este nombre. Puesas tambin hoy los crticos catlicos, casi para huir de una injustaacusacin semejante, sienten la tentacin de adoptar cierta comoindependencia con respecto a las prescripciones morales y religiosas dela Iglesia, con el fin de que nunca se pueda sospechar que, por causa de

    su fe religiosa, carecen ellos de esa libertad exigida por todo verdaderoarte.

    De tal actitud deriva, entre otras cosas, el desconcertante hecho de queciertos crticos cinematogrficos puedan ejercer su profesininclusodurante largo tiempo, escriban y discutan, sin que sea posible saber sise hallan adheridos a un credo religioso y cul sea ste. Nos vemos casiobligados a concluir que, para ellos, un gran abismo separa el arte de lareligin, o que, a su juicio, a la religin le interesa no mezclarse en las

    cosas del arte.Trataremos de encuadrar y de resolver, a la luz de la doctrina catlica,

    estas y otras actitudes errneas y ambiguas, cuando tracemos la figuradel crtico cinematogrfico, que forma el nexo de unin entre la prensa yel cine, y que, por la fuerza de su misma profesin, est llamado a ejerceruna profunda influencia sobre el cine y sobre el pblico.

    LA FIGURA DEL CRTICO CINEMATOGRFICO

    Al analizar su figura y sus principales y ms tpicas funciones,

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    habremos de observar que el crtico cinematogrfico se nos presentainmediatamente como un intermediario entre la obra flmica y elpblico. Pues todo crtico lleva a su pblico una idea, un mensaje, un

    juicio, sobre las pelculas que ya aparecieron y que dentro de poco

    tiempo proyectarn sus luces o sus sombras en las pantallas de las salaspblicas. La voz del crtico nunca es, por el delicado e importantecometido de esta profesin, voz que clama en el desierto, puesresuena, en efecto, en el mundo de la cultura, determinando actitudes,reacciones, polmicas y corrientes doctrinales; repercute as sobre eldestino econmico de la obra cinematogrfica, logrando que le sonrauna mayor o menor fortuna comercial, e incide tambin sobre laconciencia de los hombres en sentido positivo o negativo. Si se mira la

    crtica cinematogrfica con ojos cristianos y se medita sobre suimportancia y sobre sus responsabilidades, se ha de decir que es unservicio pblico de justicia y de caridad. La justicia ha de observarsedelicadamente con respecto a la obra cinematogrfica examinada, puesel crtico catlico tiene unos deberes concretos para con el autor y sucreacin, que han de ser juzgados con reflexin, sin prejuicio, sin mirasde lucro, sin mezquindad y con la nica preocupacin de analizarobjetivamente mritos y defectos sin ceder a una excesiva severidad o a

    una indulgencia demasiado amplia. La caridad ha de ejercitarse sobretodo en relacin con el pblico, que no slo ha de ser informado yformado, desde el punto de vista cultural y del gusto, por el crticosiste tiene conciencia de su misin, sino tambin ilustrado y guiado enel campo moral, para que sepa lo que puede comprender y ver sin correrriesgo ni peligros.

    El crtico, si de verdad es catlico, juzgar as de las obrascinematogrficas con conciencia extraa a todo compromiso y a todo

    prejuicio, e informar, formar y orientar a su pblico dndose cuentade sus concretos deberes de caridad. Los crticos catlicos que hacenhonor a tal calificacin informarn su actividad profesional en la frasepaulina: veritatem fatientes in charitate (viven en la verdad y la sirvencon caridad).

    ANLISIS DE LA FUNCIN DEL CRTICO

    Si de una mirada sinttica sobre la figura del crtico pasamos a unexamen analtico de sus funciones, son varias las consideraciones

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    necesarias para desarrollar cuanto acabamos de escribir.Puesto que la funcin del crtico es la de unir dos extremos, la obra

    cinematogrfica y el pblico, todas las consideraciones que hagamosposteriormente versarn sobre uno u otro de dichos extremos. Ante todo

    ser necesario que el crtico, para cumplir bien y a conciencia su funcin,est en situacin de encuadrar con rectitud y totalmente la obra que hade juzgar, y que tenga un profundo conocimiento del pblico para el cualescribe y al que se dirige.

    Es claro que al crtico, para encuadrar recta y totalmente la obracinematogrfica que ha de juzgar y presentar a su pblico, le hacen faltanumerosos conocimientos que forman, por as decirlo, su preparacin

    bsica.

    Adems de poseer un adecuado conocimiento de los problemas dellenguaje cinematogrfico, de la historia del cine, de su esttica y de todolo que constituye la cultura cinematogrfica, el crtico debe estar dotadode una particular sensibilidad esttica. Y para poder dar un juiciocompetente como catlico, al crtico digno de este nombre no le debefaltar una slida cultura religiosa, pues para valorar y apreciar los

    variados matices de la moral y de la espiritualidad de una pelcula esnecesario tener una cierta familiaridad con los principios de la moral y

    de la espiritualidad cristiana y saberlos aplicar con mtodo y rigor.Pero el crtico catlico no debe detenerse en una buena preparacin

    cultural religiosa, conseguida en la gran fuente de la teologa y de laespiritualidad. Porque, adems de la cultura religiosa, al crtico le hacefalta el sentido catlico, que no es otra cosa que el sentido religiosoaplicado a la vida. Tan slo en este nivel y bajo esta luz se hallar endisposicin de encuadrar recta y totalmente aquellas obras que quizestn dotadas de una inspiracin ms amplia o que estn impregnadas

    por una doctrina ms meditada y profunda, evitando tanto el apartarsede la gran lnea del pensamiento catlico cuanto el caer en las redes deun ruin conformismo.

    Sin profundizar en el problema de las relaciones entre acto y moral, noobstante, y para mejor analizar la funcin del crtico catlico, esmenester evocar otra vez sus principios; y lo haremos recurriendo a lassintticas palabras de Sertillanges: La teora que consideraindependiente al arte se basa en un equvoco. Pues el arte, en s mismo,

    es independiente en el sentido de que tiene un objeto propio distinto delde la moral; pero, en cuanto es ejercido por el hombre, debe someterse a

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    la ley del hombre y es tributario de la moralidad. Nada ms natural, porconsiguiente, que en la obra del crtico catlico vuelva a encontrarse lahuella de su fe. En cambio, sera mucho ms ilgico, y sntoma de graveincoherencia, tener que comprobar su ausencia. El que es

    verdaderamente catlico deja la huella de su fe en todo lo que hace,porque la religin no es para l algo marginal, sino una segundanaturaleza suya, que transforma todas sus acciones, incluida su actividadde crtico. Y no se objete, en este punto, que el crtico catlico vendra ahallarse casi imposibilitado por causa de su religin para ser un buen

    juez, porque su juicio sera casi descontado y determinado desde suarranque. No se puede, en verdad, concebir no ya un crtico, sino nisiquiera un hombre, que no tenga una propia mentalidad e ideas, gustos

    y tendencias propias. Todo hombre juzga, en efecto, conforme a su modode ser y a su psicologa. Las condiciones para la crtica son, en sustancia,

    verdaderamente iguales para todos.De cuanto llevamos dicho hasta ahora, resulta con bastante claridad

    que el juicio emitido por el crtico catlico ha de ser un juicio completo:un juicio de belleza, que eduque y oriente el gusto del pblico; un juiciosobre los valores de verdad expresados por el artista, y un juicio de

    bondad moral, tanto en relacin con el espectador como respecto al

    contenido de la obra.Todo lo cual resultar fcil al crtico catlico si sabe juzgar las obras

    cinematogrficas midindolas con el mtodo profundamente humanoque concret el Santo Padre Po XII cuando traz la figura de la pelculaideal: Como el film mira al hombre, ser ideal en cuanto al contenido loque se ajusta, en forma perfecta y armnica, a las exigenciasprimordiales y esenciales del hombre mismo, y que fundamentalmenteson tres: la verdad, la bondad, la belleza, a manera de refracciones, a

    travs del prisma del conocimiento, del reino ilimitado del ser, que seextiende fuera del hombre, en el cual ellas ejercen un influjo cada vezms vasto en el ser mismo 6.

    Encuadrado el hecho artstico en la visin finalista cristiana, resulta deello que el arte, como cualquier otro don de Dios, es un medio paratributar gloria a Dios; pues aunque al arte, en efecto, no se le hayarequerido una misin explcitamente tica o religiosa, cumpleadecuadamente con esta su elevada funcin de glorificar al Seor

    elevando al hombre. Lo cual se ha subrayado varias veces en losdocumentos pontificios. Para no abundar demasiado en las citas, nos

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    limitaremos a transcribir dos fragmentos bastante significativos, debidosa los dos ltimos Pontfices. Po XI, en la encclica Vigilanti cura, haescrito: ...Tambin al cinematgrafo es necesario aplicar, para que noatente continuamente a la moral cristiana o simplemente humana, segn

    la ley natural, la norma suprema que debe regir y regular el gran don delarte. Ahora bien, como finalidad esencial y aun como su propia razn deser, la tiene el arte en su condicin de ser un elemento de perfectibilidadde la personalidad moral del hombre; por lo tanto, l mismo tambintiene que ser moral 7. Y Po XII, en el discurso que dirigi el 26 deagosto de 1945 a los autores y actores dramticos, ense dos puntos:El oficio y la misin del arte cuando se utiliza rectamente es el deelevar, por medio de la vivacidad de la representacin esttica, al

    espritu, hacia un ideal intelectual y moral que excede la capacidad de lossentidos y el campo de la materia, hasta levantarlo hacia Dios, que es elsupremo Bien y la Belleza absoluta 8. Por eso suele decirsey conraznque el arte moraliza elevando, no predicando. Pues, en efecto, nose va al cine para or un sermn, sino para conseguir un goce esttico.Pero hace falta que dicho goce siga siendo humano y que ese arte respetela naturaleza espiritual del hombre, las leyes morales y la moralidadcristiana del hombre.

    A la luz de tales consideraciones, que encuadran el hecho artstico queha de ser juzgado por el crtico, se comprende perfectamente que elaspecto esttico de toda obra cinematogrfica deba subordinarse siemprea los fines generales del hombre y del cristiano, y que el crtico catlico,en sus juicios, no podr prescindir del valor moral de la pelcula que estllamado a juzgar. A la luz de estas mismas consideraciones, secomprenden tambin perfectamente las normas y las directrices dadaspor Po XII a la crtica catlica, en la encclica Miranda prorsus: Muy

    til ser en esta materia la actuacin del crtico cinematogrfico catlico,quien no dejar de acentuar los valores morales, teniendo en cuenta quedichos juicios habrn de ser una norma directiva segura para evitar elpeligro de deslizarse hacia un deplorable relativismo moral o deconfundir la jerarqua de los valores 9. No menos claras y precisas sonestas otras palabras contenidas en el mismo documento y escritas acercade la calificacin moral de las pelculas: Culpable sera, por lo tanto,toda suerte de indulgencia para con cintas que, aunque ostenten mritos

    tcnicos, ofenden, sin embargo, al orden moral, o que, respetandoaparentemente las buenas costumbres, contienen elementos contrarios a

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    la fe catlica 10.Ha de recordarse tambin sobre este punto una de las conclusiones del

    Congreso de la O. C. I. C., celebrado en Pars, del 16 al 19 de junio de1958. He aqu su texto: Se hacen votos porque los crticos, sobre todo

    los catlicos, aunque tengan presentes, como es justo, los mritosestticos de una obra, no subviertan la jerarqua de los valores y nuncadejen de subrayar el aspecto moral del trabajo, recordando as que elcine ha de respetar la dignidad del hombre

    CONCEPCIONES ERRNEAS DE LA CRTICA CINEMATOGRFICA

    A esta recta y completa concepcin del arte y de la crtica catlica se

    oponen algunas actitudes doctrinales y prcticas equivocadas que hoyestn bastante difundidas, y sobre las cuales conviene que hagamosalgunas consideraciones.

    Est hoy, en efecto, de lo ms difundida, la llamada crticaimpresionista, la cual, adems de quedarse corta con respecto a la obracinematogrfica, que valora exclusivamente al travs de las personalesreacciones del crtico y, por tanto, tan slo subjetivamente, se quedacorta tambin en relacin con el pblico, para el cual resulta casi siempre

    desconcertante e incomprensible. Es obvio que semejante crtica nopuede cumplir aquellos cometidos de informacin y de formacin delpblico que le son esenciales.

    El impresionismo arranca de una actitud esttica frente a la verdadobjetiva. El crtico impresionista desvaloriza desde un principio la obrade arte que ha de juzgar, en cuanto que la considera como una ilusinagradable, y se limita a referir las impresiones, no menos ilusorias, queprovoca en su nimo. Con slo examinar estas premisas, resulta claro

    con cunta dificultad se puede hablar en este caso de juicio, y cmo ste,aunque se le considera tal, no puede tener valor sino para el que loformula y tan slo para aquel particular momento y en aqueldeterminado estado de nimo.

    La crtica impresionista, simple reaccin subjetiva del momento,nunca podr elevarse al nivel de las exigencias de una autntica crtica,porque en la prctica se niega a reconocer al arte un fondo inmutable, uncarcter universal y perenne, como el espritu humano al que se dirige.

    Otro error todava ms difundido es el esteticismo o formalismoesttico. Los fautores de esta crtica no consideran la obra

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    cinematogrfica en su conjunto, sino que la juzgan tan slo desde elpunto de vista formal. La crtica esteticista, en efecto, hace abstraccindel tema y del mensaje de la obra, para no considerar ms que su

    virtuosismo, su novedad y su belleza total. Para estos crticos nada

    importa si la obra esconde ideas revolucionarias, si manifiestaintenciones deshonestas o si envilece al hombre; todo esto es para elloscuestin de poca importancia y es, sobre todo, algo extrao al arte y, porese mismo motivo, desdeable. No hay necesidad de repetir una vez msqu abismo tan grande separa estas crticas de la verdadera crticacatlica, y cmo el esteticismo no puede responder a esa funcininformativa y de formacin del pblico de la que antes hablamos.

    Si, como ya hemos recordado varias veces, la crtica cinematogrfica

    catlica ha de ser total y ha de respetar la jerarqua de los valores,parece necesario que los crticos catlicos, al juzgar las pelculasdogmticas o moralmente reprobadas, procedan con justicia en cuantose refiere a la obra; pero, tambin y siempre, con caridad en relacin conlos espectadores y con los lectores, y se expresen as de modo que stoscomprendan fcilmente dnde se esconde el veneno, los errores y lospeligros que la pelcula pueda presentar.

    Cabe incluir aqu otra falsa actitud que se querra justificar aduciendo

    motivos de orden prctico o de hecho, es decir, el propsito de evitar laeventual propaganda que podra derivar para la obra de una claradenuncia de sus desrdenes morales. Sobre tal equivocada actitud, quellevara a los crticos a pasar en silencio las insidias y los peligros moralespara no hacer propaganda a las obras cinematogrficas moralmentenegativas, queremos aadir una consideracin. Aceptamos con gusto elprincipio de que la condena o crtica de tal pelcula deba ser hecha demodo que no se transforme en propaganda de lo que se denuncia,

    contribuyendo a aumentar el prestigio y la popularidad de la obraproscrita. Pero eso no puede ser llevado ms all de este motivo ytransformarse en vlida razn para que el crtico catlico pueda eximirsede poner muy en claro el aspecto moral y pueda abstenerse de condenarcuanto haya de reprobable en el espectculo; y si la malicia de algunostomase de tal crtica o condena ocasin o estmulo para asistir a talesespectculos, se hara bien en recordarlesaunque a algunos lespudieran parecer demasiado duras para la sensibilidad de hoyaquellas

    palabras de Ezequiel: Mas si, habiendo t amonestado al malvado, nose convierte l de su maldad y de sus perversos caminos, l morir en su

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    iniquidad, pero t habrs salvado tu alma 12.Tan slo con estas concretas condiciones de claridad, plenitud y

    respeto de la jerarqua de los valores, podr ejercer el crtico catlicosu alta funcin de informacin y de formacin del pblico. Pues la crtica

    as concebida alcanza, en efecto, el alto nivel de un servicio pblico dejusticia y caridad, y, por lo dems, cumple perfectamente con aquelloscometidos verdaderamente apostlicos de sealar las pelculasmoralmente perjudiciales y de ilustrar a la opinin pblica, inducindolaa apreciar los valores morales.

    Apartarse de esta lnea querra decir que la crtica cinematogrfica sehaca responsable de esas culpas morales que se catalogan bajo elnombre de cooperacin al mal y de escndalo.

    Pero si el aspecto esttico debe estar adecuadamente subordinado alos fines generales del hombre y del cristiano, como hemos repetido

    varias veces, esto no quiere decir que sea justo considerar tan slo elaspecto moral de la pelcula, pues as como existe un formalismo estticoo esteticismo, existe tambin un formalismo moral o moralismo,que ha de rechazarse en el ejercicio de la crtica cinematogrfica porquepeca con exceso y disminuye el valor y el significado moral de la obra.Por lo dems, al crtico cinematogrfico le incumbe, y muy

    especficamente, la tarea de formar el gusto del pblico y de desarrollarla cultura de sus lectores, para enderezarlos a emitir juicios, lo msequilibrados que puedan, sobre las obras, los autores, los gneros y lasescuelas artsticas. La necesidad e importancia de esta obra educativa delpblico, incluso desde el punto de vista moral, ha sido tambinsubrayada por la encclica Miranda prorsus: Esta convenienteformacin de los espectadores har disminuir los peligros morales,mientras permitir al cristiano que pueda aprovecharse de toda clase de

    nuevos conocimientos, que le sern ofrecidos por el espectculo, paralevantar el espritu a la meditacin de las grandes verdades de Dios 13.Por ltimo, no ha de confundirse la obra de la crtica cinematogrfica,aunque se halle seriamente comprometida desde el punto de vistacatlico, con la funcin de los revisores que tienen un mandato oficial dela Iglesia para clasificar las pelculas desde el punto de vista moral. Lafuncin de los revisores no es la de dar un juicio artstico o tcnico deuna pelcula-aunque no falten en sus indicaciones laudables y

    autorizados consejos sobre este punto, sino ms bien la de poner enguardia a los fieles contra los peligros morales de la pelcula.

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    El error que hemos denunciado bajo el nombre de formalismo moralpodra llevar a algunos crticosciertamente poco ilustrados y, desdeluego, no adecuadamente formadosa no tener en cuenta el valor deconjunto de la obra o a aprobar algunas pelculas en las cuales ningn

    elemento merezca condena por s mismo conforme a los esquemasestablecidos, pero cuyo significado de conjunto sea nocivo oprofundamente negativo. Tal actitud podra llevar tambin a condenarciertas obras fuertes, considerndolas como obran pornogrficas, y encambio a aprobar y quiz incluso a exaltar otras obras necias e insulsas.Pero todo esto es obvio que son defectos que no se compaginan con lasexigencias de una crtica catlica digna de este nombre.

    En su juicio, el crtico deber saber captar el significado intrnseco de

    la pelcula mediante un anlisis minucioso y concreto de la obra, y novalorar en abstracto y con independencia de su forma, sus valoresespirituales y morales. El crtico cinematogrfico que se haya conducidode ese modo habr hecho crticas cinematogrficas catlicas, elevando suprofesin a la altura de un verdadero apostolado y hacindose merecedorde amplia alabanza en el campo espiritual y moral.

    1 P. ENRICO BARAGLI S. J., carta de la Secretara de Estado de 22 dejunio de 1955 a las Jornadas Internacionales de Dubln, 53, n, 38 (ed.esp. cit., p. 677, n. 2).2 Ibidem, 62, n. 60 (ed. esp. cit., p. 677, n, 2).3 Ibidem, 152, n. 343 (ed. esp. cit., p. 165, n. 51).4 Ibidem, 152, n. 343 (ed. esp. cit., p. 165, n. 51).5 Ibidem, 221, n. 540 (ed. esp. cit., p. 1233. H, 23).

    6 Ibidem, 155, n. 353 (ed. esp. cit., p. 169, n. 8).7 Ibidem, 62, n. 59 (ed. esp. cit., p. 677, n. 2).8 Ibidem, 90, n. 140 (ed. esp. cit., p. 1232, n. 23).9 Ibidem, 220, n. 539 (ed. esp. cit., p. 1232, n. 22).10 Ibidem, 219, n. 535 (ed. esp. cit., p. 1232, n. 22).11 La Rivista del Cinematgrafo, 224, nn. 7-8; 1958.12 Ez 3, 19.I. ENRICO BARAGLI S. J., O. c., 212, n. 514 (ed. esp. cit., p. 1230, n.18).