La Independencia en Tamaulipas Final

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La independencia en Tamaulipas Antecedentes Siglo XVIII El ambiente pre revolucionario que privaba hispano América a principios del XIX, la decadencia del imperio español y el desarrollo e influencia de Estados Unidos desde 1776, determinaron el inicio de una lucha por la independencia desde la Nueva España hasta la Argentina. La revolución de independencia fue una revolución popular y violenta que suprimió una estricta dependencia y motivó a las nuevas naciones hacia el mejor régimen que podía formar en este tiempo la vida constitucional de las repúblicas nacientes: el sistema presidencialista federal. 1808 año de definición La noticia del levantamiento del Dos de Mayo de 1808 en Madrid, llegó a la sociedad novohispana en agosto, mismo mes en que Iturrigaray desconoció a la Junta de Oviedo, que se proclamó soberana del Imperio Español en ausencia de Fernando VII. Este hecho fue visto por la sociedad de peninsulares radicados en México como la declaración informal de independencia por parte del virrey. La crisis política de 1808 en México hace referencia al conjunto de hechos que trastornaron la sociedad del Virreinato de Nueva España en el ámbito político, socio-económico y militar, que con el paso de los años serían los causantes de la decadencia del protectorado novohispano y del inicio de la Guerra de Independencia de México. Factores detonantes de esta crisis fueron la Invasión francesa a España y la consecuente lucha de los españoles por liberarse de las tropas de Napoleón Bonaparte. El Nuevo Santander Noticias y partes oficiales que se recibieron en Nuevo Santander durante los primeros meses del año 1810, presagiaban los acontecimientos por venir. El gobernador Herrera de Tejas informó reservadamente al gobernador Iturbe del Nuevo Santander, según oficio del 26 de febrero de dicho año, tener “noticia segura y por sujeto autorizado de que en la Nueva Orleáns se trama por algunos españoles mal contentos con nuestro gobierno y mezclados con franceses y americanos de formalizar una revolución en este reyno…”. En el mismo mes de enero se recibió en San Carlos, capital del Nuevo Santander, copia de un oficio que envió Luis de Onís, embajador de España en Estado Unidos, al virrey de Nueva España. En dicho oficio se expresaba el temor de que “varias personas de Luisiana se internen en nuestras posesiones por los puntos del Nuevo Orleans, Nacogodoches y Natchitoches…” recomendando vigilar la conducta de dicha gente en caso de que entrasen a territorios dominados por España y evitar que fomenten “ideas subversivas del buen orden”. 1810 El “grito” El Grito de Dolores es considerado el punto cronológico con que inicia la guerra de Independencia de México.

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La independencia en TamaulipasAntecedentes Siglo XVIII El ambiente pre revolucionario que privaba hispano América a principios del XIX, la decadencia del imperio español y el desarrollo e influencia de Estados Unidos desde 1776, determinaron el inicio de una lucha por la independencia desde la Nueva España hasta la Argentina.

La revolución de independencia fue una revolución popular y violenta que suprimió una estricta dependencia y motivó a las nuevas naciones hacia el mejor régimen que podía formar en este tiempo la vida constitucional de las repúblicas nacientes: el siste-ma presidencialista federal.

1808 año de definición La noticia del levantamiento del Dos de Mayo de 1808 en Madrid, llegó a la sociedad novohispana en agosto, mismo mes en que Iturrigaray desconoció a la Junta de Oviedo, que se proclamó soberana del Imperio Español en ausencia de Fernando VII. Este he-cho fue visto por la sociedad de peninsulares radicados en México como la declaración informal de independencia por parte del virrey.

La crisis política de 1808 en México hace referencia al conjunto de hechos que tras-tornaron la sociedad del Virreinato de Nueva España en el ámbito político, socio-econó-mico y militar, que con el paso de los años serían los causantes de la decadencia del protectorado novohispano y del inicio de la Guerra de Independencia de México.

Factores detonantes de esta crisis fueron la Invasión francesa a España y la conse-cuente lucha de los españoles por liberarse de las tropas de Napoleón Bonaparte.

El Nuevo Santander Noticias y partes oficiales que se recibieron en Nuevo Santander durante los primeros meses del año 1810, presagiaban los acontecimientos por venir.

El gobernador Herrera de Tejas informó reservadamente al gobernador Iturbe del Nuevo Santander, según oficio del 26 de febrero de dicho año, tener “noticia segura y por sujeto autorizado de que en la Nueva Orleáns se trama por algunos españoles mal contentos con nuestro gobierno y mezclados con franceses y americanos de formalizar una revolución en este reyno…”.

En el mismo mes de enero se recibió en San Carlos, capital del Nuevo Santander, copia de un oficio que envió Luis de Onís, embajador de España en Estado Unidos, al virrey de Nueva España. En dicho oficio se expresaba el temor de que “varias personas de Luisiana se internen en nuestras posesiones por los puntos del Nuevo Orleans, Na-cogodoches y Natchitoches…” recomendando vigilar la conducta de dicha gente en caso de que entrasen a territorios dominados por España y evitar que fomenten “ideas subversivas del buen orden”.

1810 El “grito” El Grito de Dolores es considerado el punto cronológico con que inicia la guerra de In-dependencia de México.

El llamado que el cura Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende y Juan Aldama, ha-cen a los parroquianos con el fin de que estos desconocieran y se sublevaran en contra de la autoridad virreinal de la Nueva España en la mañana del 16 de septiembre de 1810. El llamado lo hace al tañir la famosa Campana de Dolores, ubicada en el campa-nario oriental de la iglesia parroquial del poblado de Dolores.

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1810 Nuevo Santander Por motivos que se ignoran, los ayuntamientos de las capitales de Texas, Nuevo San-tander, Nuevo Reino de León y Coahuila no hicieron la designación de diputados.

Pero en septiembre, en Saltillo, alguien allí muy conocido, Miguel Ramos Arizpe, fla-mante doctor en leyes, y en cánones, convenció al ayuntamiento saltillense designarlo diputado.

Ramos Arizpe, representó dignamente a las cuatro Provincias formulando peticiones fundadas para su mejor gobierno y exponiendo una serena y documentada critica a la situación reinante en esas provincias.

Por otra parte, Nuevo Santander sufría aún en 1810 la inestabilidad de una coloniza-ción en proceso y de una pacificación todavía no lograda, pues además de los asaltos de comanches y apaches, los núcleos de nativos existentes en el territorio, aun cuando reducidos, presentaban resistencia en las montañas y atacaban los pequeños pueblos creando un ambiente de intranquilidad.

Cuando las noticias de la rebelión alcanzaron Nuevo Santander, Jose Bernardo Gutié-rrez de Lara, se unió rápidamente a la causa, desde Revilla, (hoy Reynosa), y empezó a enviar propaganda impresa por correo a Aguayo, (hoy Ciudad Victoria), y a Béxar, capi-tal de Tejas. El trabajo voluntario que desarrollaba y su influencia familiar y personal hicieron mucho para que cundiera la revolución en ambas provincias.

Bernardo fue a Saltillo en marzo de 1811 a ofrecer personalmente sus servicios a Mariano Jiménez, lugarteniente de Hidalgo que estaba enfrentando fuerte oposición en su esfuerzo por arrebatar las Provincias Interiores Orientales de las tropas de los Rea-listas.

Los encontró en la Hacienda de Santa María y Bernardo les ofreció su ayuda, su for-tuna personal, y, si fuera menester, su vida. Conociendo ya la actividad de Gutiérrez de Lara por las tácticas que había empleado en el Río Grande, los jefes revolucionarios lo llevaron con ellos a Monclova y lo nombraron teniente coronel del Ejército de América.

1811 Nuevo Santander Al mismo tiempo, le dieron su primera comisión. Debía volver a Nuevo Santander para organizar una fuerza patriota y tomar prisionero a todos los Realistas que pudiera.

Hidalgo recibió noticias de que habían sido capturados en Béxar, los agentes que había despachado para pedir ayuda a los Estados Unidos. Los patriotas necesitaban con urgencia armas, municiones y el reconocimiento de los Estados Unidos.

Bernardo desplegó la audacia que marcó toda su vida: se ofreció a ir como plenipo-tenciario a los Estados Unidos, y ya lo veremos como primer gobernador de Tejas inde-pendiente, derrotado y retirado, y lo veremos regresar a la actividad independentista hasta la llegada de Francisco Xavier Mina en 1817.

1811 Hidalgo, Allende y Aldama fusilados Nuevo Santander

No es posible precisar la fecha de la proclamación de la independencia en Aguayo, pero los documentos disponibles permiten pensar que la sublevación en la villa fue durante el mes de enero de 1811 y no en octubre de 1810 como afirman algunos cronistas, por existir documentos de octubre y diciembre de 1810 que expresan que el gobernador Iturbe despachaba en la capital de San Carlos en ese tiempo.

¿Qué sucedió en Nuevo Santander? ¿Qué pasó en la villa de Aguayo? ¿Cuál es la verdad histórica de los acontecimientos que se desenvolvieron en la provincia del Seno Mexicano? Por los datos que tenemos, apoyados en documentos de la época y en los relatos presumiblemente ciertos, los acontecimientos de Nuevo Santander que se des-encadenaron poco después de la insurrección de Dolores, se iniciaron con los soldados de la guarnición de la villa de Aguayo al mando de los capitanes Guerra y Benavides

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que proclamaron la independencia nacional, proclamación que hicieron también las tropas provinciales de la segunda compañía volante de Nuevo Santander con cuartel en la villa de Padilla y por las tropas de San Carlos, Santo Domingo de Hoyos y la mayo-ría de las poblaciones de la provincia.

Cuando estalló la revolución de Independencia en 1810, el coronel Manuel Iturbe, trató de reunir tropas suficientes para combatir la rebelión. No obstante, las tropas reu-nidas se declararon a favor de la Independencia, se apoderaron de la capital (San Car-los) e hicieron huir a Iturbe.

Mateo Acuña inició un movimiento contra las autoridades virreinales con motivo de la iniciación de la Feria de Tula, el 4 de diciembre, cuando Bernardo López de Lara co-nocido como el “Huacal”, penetró al cuartel de los dragones de Tula y tomó las armas para los insurgentes, junto a Mateo y Lucas Zúñiga y Martín Gómez de Lara.

Rápidamente la insurgencia empezaba a crecer, aunque no con la debida organiza-ción por lo que cesó virtualmente, con la designación de Joaquín Arredondo, quien aprehendió a Fray Luis Herrera, Juan José Treviño, el Coronel Benítez que se había apo-derado de Padilla y Aguayo, Ildefonso Blancas, José Ignacio Villaseñor.

Por otra parte Arredondo dictó algunas medidas de gobierno que de alguna manera limitaban la causa insurgente y reorganizaban a la colonia política y militarmente.

El 12 de abril de 1811, Arredondo derrotó a Luis Herrera y Blancas, y a Juan de Ville-rías en Estanque Colorado, el 19 de mayo de ese año.

La insurgencia en Tamaulipas tuvo un fuerte brote popular en las zonas de Tula y Palmillas y fue una genuina revolución, mientras que la insurrección de Aguayo tomó la forma de una rebelión militar.

El 21 de mayo de 1811 la fuerza del insurgente tulteco Mateo Acuña, combatió contra Joaquín Arredondo en “El huesito” y después de una cruenta lucha, los realistas tomaron prisionero a Acuña quien fue ahorcado al día siguiente en el mismo Tula, Ta-maulipas.

Tula fue re-ocupada por tropas realistas al mando de Joaquín de Arredondo. La caída de Tula constituye la primera de una cadena de derrotas, en las que son ejecutados los jefes insurgentes, Bernardo Gómez de Lara, Juan Nepomuceno Jiménez y Juan Bautista de las Casas.

Bernardo Gómez, el "Indio Huacal", reunió un nuevo ejército y el 9 de junio de 1811 y tomó Matehuala, San Luis Potosí, que era defendida por el teniente José Velázquez. El 28 de agosto de 1811, se enfrentó en los Altos del Romeral al realista Cayetano Quinte-ro. Gómez de Lara fue fusilado en la cárcel de San Miguel el Grande, Guanajuato el 17 de Noviembre de 1811

Los acontecimientos que tuvieron lugar en el Nuevo Reyno de León y en Coahuila se reflejaron en Nuevo Santander en el mes de enero de 1811 después de las batallas de Aguanueva (7 de enero) y Puerto de Carneros (20 de enero) en que triunfaron las fuer-zas insurgentes al mando de Mariano Jiménez, quien días antes había recibido de Hidal-go el nombramiento de teniente general de América. Jiménez entró triunfalmente a Saltillo el 8 de enero y se dice que “envió fuerzas a Monterrey, Parras, Monclova y luga-res de Nuevo Santander”.

En Monterrey el gobernador Manuel de Santa María, apoyado por el coronel Ramón, proclamó la independencia el 17 del mismo enero, cundiendo la revolución rápidamen-te en el Nuevo Santander, para extenderse también a Texas donde el Juan Bautista Ca-sas aprehendió al gobernador Manuel María Salcedo y al coronel Simón de Herrera, en Béjar (San Antonio). El capitán Casas era originario de Croix, Nuevo Santander, villa que después adoptó el nombre del oficial con el que se le conoce actualmente.

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Mientras, el Teniente Coronel José Bernardo Gutiérrez de Lara que con la encomien-da de Allende, Jiménez e Hidalgo, viajó a Tejas, donde a la cabeza de quinientos aven-tureros y ocupó en 1812 Nacogdoches, Trinidad y Bahía del Espíritu Santo.

En Marzo de 1813 Gutiérrez se hizo cargo del mando de las tropas españolas y an-glo-americanas en la fortaleza situada en la Bahía del Espíritu para luchar por la causa de la independencia contra los Comandantes realistas, el General de Brigada Herrera y Coronel Salcedo. Estas se retiraron a Béjar, y allí se rindieron el día 2 de Abril.

El 18 de Agosto de 1813 Gutiérrez fue alcanzado por los realistas de Arredondo a pocas leguas de distancia de Béjar. El General Elizondo persiguió a los fugitivos hasta Salcedo, una ciudad fundada pocos años antes a orillas del Trinidad, Río de las Flores o Magdalena, y la noticia llegó hasta Nacogdoches, 40 leguas más al Este, y todos sus habitantes huyeron hacia los Estados Unidos buscando protección, deteniéndose en el antiguo asentamiento de Adaix o Adaises, a 7 leguas a este lado de Nachitoches, don-de han permanecido hasta la fecha.

Derrotó a las fuerzas realistas en las batallas de Rosillo, San Antonio de Béjar y el Arroyo del Alazán. Como diplomático mostró indignación ante las propuestas anexionis-tas de los Estados Unidos.

La envidias consiguieron desprestigiarlo por lo que se retiró de todo intento, hasta que regresó a la causa con Xavier Mina, lo cual y al consumarse la independencia, se-ría gobernador de su tierra natal y después comandante de las Provincias Internas de Oriente.

1812 José Julián Canales

José Julián Canales, indio principal de la Misión de Santa Ana de Camargo y Capitán de los Carrizos, el 8 de abril de 1812, intimó a los vecinos de Camargo con una proclama en la que invitó a los americanos a despertar “de aquel pesado sueño”, pues de otra manera “nunca se conseguirá la tranquilidad de nuestras familias, la quietud de nues-tra patria y la severidad de nuestro reino”.

Canales envió de Linares una carta al Presbítero Juan B. Cantú y otra a la Junta Gu-bernativa del Nuevo Reino de León, en las que participaba haberse revelado a favor de la Independencia, tomado la plaza de Santa Anna de Camargo, en rebeldía contra el rey de España, Fernando VII, y pedía instrucciones.

No se conocen noticias del destino final del indio José Julián Canales.

1813

José Antonio Guerra, capitán de las milicias de Aguayo, se integró a la insurgencia a las órdenes de Felipe Garibay, junto con Antonio Baca Cevallos y José María García Salinas.

En marzo de 1813 Calleja fue nombrado virrey de la Nueva España. En mayo de ese mismo año fue jurada la Constitución Política de la Monarquía Española.

A partir de 1814, el proceso libertario desaparece virtualmente en el Nuevo Santander. Es hasta 1817, con la llegada de Mina, que renace brevemente la llama independiente

A partir de 1814, la insurgencia tomó un giro distinto en la provincia del Nuevo Santan-der siguiendo lo que ocurría en San Luis Potosí. En febrero el virrey Calleja emitió un bando ordenando la delación y el fusilamiento de los que habían participado en el mo-vimiento libertario. El proceso continuó durante 1815 y se calcula que fueron fusilados más de 400 insurgentes. La llama de la revuelta se reenciende brevemente en 1817, con la llegada a Soto la Marina del vasco Francisco Xavier Mina y Espoz.

1815

La Sierra Gorda fue un territorio en el que las ideas insurgentes tuvieron entusiasta acogida: en 1815, pueblos como Xichú, Casa Viejas y Tierra Blanca juraron en sus festi-vidades públicas la Constitución de Apatzingán.

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El proceso en la Huasteca fue diferente. El movimiento insurgente se organizó princi-palmente en el sur de la región Huasteca potosina: al norte de El Higo en el río de Tan-tojón, en Tancanhuitz, Tamazunchale, Huehuetlán, Xilitla, Tamasopo, Sierra Gorda, Xi-chú. Sin embargo, los grupos realistas de Valles, Aquismón y Tamazunchale no permi-tieron que, al menos en los años de 1811 a 1813, el movimiento se extendiera por toda la región, lo que provocó que la insurgencia huasteca se desplazara hacia la zona de Huejutla en la actual huasteca hidalguense.

Entre los insurgentes huastecos destacados se encontraba Julián de Villagrán, quien incluso se denominó emperador de la Huasteca. Otros insurgentes de los que se con-serva memoria fueron Francisco Peña, José Andrés de Jáuregui y Lobatón. Entre los je-fes realistas que se reconocen en la región están Alejandro Álvarez de Guitián, José Pablo Jonguitud y el capitán fray Pedro Alcántara Villaverde. Hacia 1813 se formaron milicias con las compañías realistas de la Villa de los Valles, llamadas Compañías de Valles, bajo el mando del capitán fray Pedro Alcántara Villaverde. Este capitán después fue ministro en Aquismón y maestro en Huehuetlán.

1816

Francisco Javier Mina conoció en Londres al regiomontano Fray Servando Teresa de Mier, con quien proyectó una expedición naval militar a México, con el propósito de contribuir a la lucha de Independencia. En mayo de 1816, Mina, Fray Servando y 32 oficiales italianos, españoles e ingleses zarparon de Liverpool con destino a América.

1817

Los expedicionarios desembarcaron en el lugar conocido actualmente con el nombre de la Pesca, que forma parte del municipio de Soto la Marina, el 15 de abril del 17.

Mina y sus hombres ocuparon Soto la Marina instalando autoridades civiles; asimis-mo se instaló la primera imprenta de Tamaulipas. J. Manuel Bangs, originario de Boston, fue el impresor bajo la dirección del doctor Joaquín infante, de la Habana. Esta impren-ta fue la primera que operó en Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Texas.

Los insurgentes dividieron sus fuerzas en dos: una para la construcción y defensa de un fuerte y la plaza. La otra entraría en el territorio de México al mando de Mina, que inició su marcha el 24 de mayo de 1817, asaltando la Hacienda del coronel realista Ca-yetano Quintero, llamada el Cojo, que después fue del General Manuel González.

A las huestes de Mina se incorporaron 300 tamaulipecos voluntarios.

En el fuerte de Soto la Marina, Mina, dejó cien hombres a las órdenes del mayor José Sardá, a quien nombró comandante del fuerte y conminó a que se sostuviera de todos modos hasta que él regresara “asegurándole que volvería dentro de poco tiempo y obligaría al enemigo a levantar el sitio, si se atrevía a ponerlo durante su ausencia”.

Dice William Davis Robinson en su libro Memorias de la revolución de México y de la expedición del general Francisco Javier Mina:

“Con aquella minúscula fuerza iba a desafiar todo el poderío de los virreyes de Nueva España. ¿Se daba cuenta de su verdadera situación? Al aventurarse hacia el corazón de México era evidente que se lanzaba a una de las más audaces em-presas militares que jamás se han concebido”.

El virrey don Juan Ruiz de Apodaca comenzó a preparar sus fuerzas con calma. Man-dó vigilar la costa con la fragata Sabina y dos goletas, y envió contra Mina a los regi -mientos de Navarra y Zaragoza, los dragones de San Carlos, San Luis y Realistas a las órdenes del mariscal de campo don Pascual Sebastián de Liñán.

De nuevo Robinson relata:

“Si Liñán era hombre de talento, Mina no lo era menos; y si los soldados de Liñán se batían admirablemente, los aventureros de Mina luchaban como fieras”.

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La temeridad de la empresa empezó entonces a dibujarse en toda su amplitud ante el arrojado cabecilla hispano. Sin conocimiento del terreno ni la magnitud de sus adver-sarios, se batió heroicamente durante seis meses.

Sorprendido en el cortijo de Venadito por los realistas, Mina con veinticinco hombres fueron aprehendidos por el coronel don Francisco de Orrantía y llevados al campamen-to de Remedios.

Liñán era amigo de Mina, a quien había conocido en la guerra contra Napoleón, y quiso salvarle. Propuso a los sitiados en el fuerte de Remedios que si entregaban la plaza le perdonaría la vida; ellos no aceptaron. Y allí, en un altozano, a la vista de los campos enemigos, suspendidas las hostilidades, en un silencio profundo, fue fusilado por la espalda, el héroe de Navarra y México a las cuatro de la tarde del 11 de noviem-bre de 1817.

Robinson nos dice:

“La prisión de Mina fue considerada por el gobierno español como suceso de tan-ta importancia —escribe un contemporáneo— que el virrey don Juan Ruiz de Apo-daca, recibió en galardón el título de Conde del Venadito. A Liñán y Orrantía se dieron decoraciones militares, y el dragón que se apoderó de Mina fue nombrado cabo, concediéndosele además una pensión”.

Mientras Soto la Marina era sitiada por Arredondo del 12 al 15 de junio de 1817

Los insurgentes comandados por el Mayor José Sardá fueron derrotados después de 4 días de sitio, por el Gral. Brigadier Joaquín de Arredondo y Mioño que contaba con 2,200 hombres y 19 piezas de artillería. Sardá estaba al mando de 113 hombres. Mina le había dicho que resistiera hasta el final pues este regresaría pronto.

Al final del sitio sólo sobrevivieron 37 insurgentes mientras que los españoles tuvie-ron alrededor de 300 muertos.

Soto la Marina era el único foco de resistencia importante que tenían los rebeldes. Sardá empezó la construcción de una pequeña fortificación y para su defensa, ubicó dos piezas de campaña, dos obuses y un mortero.

Después de diez y ocho días de espera, el enemigo se presentó a tambor batiente. El comandante general de las provincias orientales, don Joaquín Arredondo apareció dispuesto a poner sitio al fuerte rápidamente con varias baterías.

El 11 de junio ocupó el rancho de San José, a una legua de distancia de la fortaleza.

Por no estar completo el fuerte, la guarnición continuó trabajando día y noche para completarlo, manteniendo, al mismo tiempo, un fuego muy vivo siempre que el enemi-go se presentaba. Se destinaron algunos hombres a cargar los fusiles en tanto que los otros los disparaban. Dice Robinson: “Mil fusiles cargados y con bayoneta armada, es-taban constantemente listos para en caso de asalto”.

Las Memorias del expedicionario William Davis Robinson, documento de primera mano para estudiar la expedición, ofrece material abundante para componer un diario del arrojo de Sardá en la infortunada campaña.

Si el coronel norteamericano Perry y sus cincuenta y tres compatriotas que habían abandonado la causa de Mina y Sardá, hubieran vuelto al fuerte —dice enfáticamente Robinson— es muy probable que la resistencia hubiera sido más larga. “Confirman esta conjetura, no sólo el valor de los pocos hombres que hicieron la defensa, sino la falta de talento y de dirección de los sitiadores”.

El miedo —anota el historiador catalán Miquel i Vergés— había hecho un boquete en las almas: fray Servando Teresa de Mier sin gran capacidad para el heroísmo, virtud que siempre era propenso a confundir con el suicidio, fue el primero en escapar. Dos oficiales importantes —los capitanes Andreas y La Salas— desertaron infortunadamen-

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te. La ocurrencia inspiró mucho recelo porque ambos estaban muy enterados de los pormenores de la situación del fuerte y podían dar noticias que acelerarían su reduc-ción. Pero el ánimo de los sitiados no decayó. Vemos lo que reporta William Davis Ro-binson:

“Cuatro días duró la lluvia de fuego realista sobre la pequeña fortaleza de Soto la Marina, sin que la presencia de los muertos, esparcida por distintos lugares del reducto, ni la deserción de los oficiales, quebrantara la voluntad de Sardá, dis-puesto a morir sin renunciamiento alguno —escribe un testigo irrecusable— Que su temple se fortalecía ante la constatación de la cobardía de algunos militares nos lo pregona el acto magnífico, con tono de teatro romántico, realizado des-pués de las deserciones”.

“El mayor Sardá convocó todos los oficiales a un consejo de guerra, y después de una corta conferencia, estos cruzaron las espadas en alto y sonando los filos de las unas en contra de las otras, juraron defender los muros hasta la última extre-midad”.

Por indicación de los oficiales tránsfugas, los realistas abrieron un nutridísimo fuego sobre la orilla del río para impedir que los defensores se proveyeran de agua. El calor, la sofocación y la sed iban creciendo hasta la desesperación. De pronto, una mujer me-xicana ofrece arrostrar los peligros y exponer la vida, atravesando bajo el fuego enemi-go, se llegó al río, llenó un cántaro y regresó ilesa a la guarnición.

Por tres veces repite su hazaña infundiendo con su ejemplo el mayor entusiasmo entre los sitiados, “que hacían prodigios de valor, luchando sin cesar con una audacia milagrosa contra un enemigo tan formidable”.

Tres veces —relata un contemporáneo— emprende Arrendondo el ataque con redo-blado furor, y tres veces es dolorosamente escarmentado, habiendo de replegarse de-jando el campo cubierto de cadáveres.

El padre Mier, confirma en sus Memorias el arrojo de Sardá:

“El comandante de la plaza, que era un catalán honrado y valiente, me dijo que no rendiría el fuerte confiado por su general sin batirse primero para capitular con honor. Así lo hizo cuatro días —en las historias y estudios monográficos se prolongan a cinco— desde el 11 de junio, y hubiera durado más la resistencia, si muertos tres artilleros, los demás, que eran franceses, no se hubieran pasado casi todos al enemigo”.

Debido a las deserciones y las bajas los realistas perdían mucha gente en aquellos ataques, y al cabo decidió Arredondo enviar un parlamentario al fuerte, exigiendo la rendición incondicional. En peligro de morir en la acción había estado él varias veces; manifiesto era su deseo de rematar la contienda cuanto antes.

Reunió Sardá a los soldados que le quedaban y les preguntó si querían acompa-ñarle en la resistencia o si preferían entregarse. Contestáronle que estaban re-sueltos a morir con él.

Volvióse entonces hacia el parlamentario y le expresó con voz llena:

—“Decid a vuestro jefe que intente su tercer ataque”.

Por segunda vez un mensajero realista pidió a la guarnición que se rindiera, ase-gurando, en esta ocasión, que sería respetada la vida de los sitiados. El resultado fue igualmente negativo, pero el rechazo más enfático.

—“Aquí tenéis a los extranjeros que de distintos países han venido a defender vuestra causa, —dijo a sus tropas— ellos piensan morir antes de ceder a las ver-gonzosas proposiciones del enemigo. ¿Y vosotros?”.

Una exclamación unánime de solidaridad —refiere un autor— juntó todos los propó-sitos de los hombres del Fuerte, de los soldados de la libertad, porque aún los que no

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sabían exactamente lo que defendían, qué ambicionaban, qué se buscaba en aquella lucha desigual, se encontraron atraídos por la fuerte solidaridad de la sangre, del dolor y de la muerte.

—“Estamos prontos a morir...”

Ante tal decisión, propone entonces Arredondo —prosigue el relato de Robinson— la más honrosa capitulación, capitulación sin ejemplo en aquel país.

El texto de ella, desconocido en nuestra bibliografía histórica, bien merece la pena de ser reproducido:

“Primero: Comprende esta capitulación todos los individuos que componen la guarnición del Fuerte de Soto la Marina y los que se hallan en la actualidad en el río y en la barra. Serán prisioneros de guerra y se les concederá un sueldo corres-pondiente a sus grados. Los oficiales estarán bajo palabra de honor.

Segundo: La propiedad particular será respetada.

Tercero: Los extranjeros serán enviados a los Estados Unidos en la primer oca-sión. Los naturales del país se retirarán a sus casas y no tendrán que padecer por su anterior conducta.

Cuarto: La guarnición dejará las armas después de haber salido del fuerte con los honores de guerra”.

Firmado el documento al atardecer del día 15 de junio de 1817, la guarnición sale con los honores de la guerra:

“Los hombres del fuerte, después de cuatro días de lucha sin descanso, presenta-ban un triste aspecto: sucios, con los ojos hundidos en las órbitas, la mayor parte ensangrentados, sedientos...”

¡Sólo eran treinta y siete soldados los que restaban del centenar largo de sitiados!

Al verlos salir “tambor batiente y con sus armas”, los aguerridos cuadros del Rey no pudieron contener su admiración y espontáneamente les honraron con los saludos de ordenanza.

Cuando el general Arredondo —relata un testigo— vio aquella escasa porción de hombres salir del fuerte, se acercó al comandante y le preguntó:

—“¿Es esta toda la guarnición?”

—“Toda, —respondió lacónicamente el comandante”.

—“¿Es posible?” —exclamó Arredondo volviéndose con la mayor extrañeza al comandante de Fernado VII”.

“Hubo un largo silencio; hubiérase dicho que Arredondo iba a abrazar a Sardá y a devolverle la espada, pero en la guerra de la independencia de México, contienda cruel en la que se fusilaba a los prisioneros, o se les torturaba, no cabían estos sentimientos”.

1818, 1819, 1820 no ocurrió nada

1821

La proclamación del Plan de Iguala del 24 de febrero de 1821 como derivación del pac-to político y militar celebrado entre Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide, dio lugar a adhesiones que pusieron fin al poderío colonial. En Nuevo Santander conspiraban por la Independencia en la Villa de Aguayo, desde abril de 1821, Eleno de Vargas, Francisco Guerra, Pedro, Francisco y Miguel de la Garza y José Honorato de la Garza, en cuyo do-micilio se hacían las juntas que presidía el alcalde José Antonio Fernández de Córdova.

La conspiración cobró fuerza al recibirse la invitación de Zenón Fernández, quien se adhirió a la causa de Iguala en Río Verde. José Antonio Fernández de Córdova, alcalde de Aguayo, acompañado por los vecinos de la Villa, invitó al gobernador José Ma. Eche-garay a secundar el movimiento de Independencia, renunciando a la gubernatura, y

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designando una junta de notables como gobernador a Felipe de la Garza, empezando así en Tamaulipas una vida soberana y libre.

La independencia se proclamó en nombre del Departamento del Nuevo Santander, aunque por la costumbre se le designaba en documentos oficiales como provincia, siendo facultada para nombrar diputados provinciales y para que gobernara una dipu-tación provincial. Felipe de la Garza gobernó la entidad hasta el 26 de septiembre de 1822, siendo reemplazado por Pedro José Lanuza, por la protesta e intento de rebelión contra el autoritarismo del emperador Iturbide. Fue designado por el congreso constitu-yente del estado, el coronel José Bernardo Gutiérrez de Lara.

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Mateo Acuña

Nació en Tula, Tamaulipas y en noviembre de 1810 encabezó el movimiento insurgente en Tula, a lado de Lucas Zúñiga, y de los hermanos Martín y Bernardo Gómez de Lara. De origen campesino y escasos recursos, vendió sus bueyes y aperos de labranza para comprar armas y participar en la insurgencia. Sumó a la causa al gobernador Reyes Pérez, jefe de los indios de la misión Mascorro. Al arribar a Tula, el realista Joaquín de Arredondo, Mateo Acuña y Bernardo Gómez de Lara se enfrentaron a las fuerzas realis-tas y perdieron la batalla. Tomado prisionero, Mateo Acuña fue ahorcado el 22 de mayo de 1811.

José Antonio Gutiérrez de Lara

Al ser perseguido por las fuerzas virreinales, se ocultó en Linares en la casa de un pa-riente cercano y más tarde en los pliegues fangosos de la montaña, donde pasó tres años. El Comandante Joaquín de Arredondo y Mioño y el obispo diocesano le concedie-ron el indulto en lo civil y en lo eclesiástico y el 22 de noviembre de 1814 fue levantado el embargo que existía sobre sus bienes. Vuelto del indulto pasó un tiempo en Valle del Pilón (Montemorelos) y de allí fue a ocupar la Rectoría del Seminario de Monterrey. En este cometido lo sorprendió la consumación de la Independencia. En enero de 1822 viajó en compañía del padre Miguel Ramos Arizpe para representar a la provincia de Nuevo Santander ante el Primer Congreso Constituyente.

Juan Villerías

El lego Juan Villerías nació en 1775 en Real de Catorce. Pertenecía a la orden de San Juan de Dios. En 1810 se levantó en armas en San Luis Potosí, convenció al capitán de lanceros de San Carlos, Joaquín Sevilla y Olmedo, de adueñarse de la ciudad de San Luis, lo que ocurrió el 10 de noviembre de 1810 por la noche. Indígenas procedentes de Mexquitic y de los alrededores de la ciudad apoyaron la rebelión. Hostigado por Rafael Iriarte se retiró a Guanajuato, donde se entrevistó con Ignacio Allende, quien lo destacó en las tropas de Mariano Jiménez.

Participó en la acción de Aguanueva y realizó la campaña en Nuevo León. Tras la captura de los líderes insurgentes se incorporó a las fuerzas de Ignacio López Rayón, con quien participó en la batalla de Piñones para luego distanciarse de él.

Fue a Nuevo Santander, donde sufrió sucesivas derrotas a manos del realista Joaquín de Arredondo.

Volvió a San Luis Potosí, donde fue abatido y muerto en combate por el ex insurgen-te José María Semper.

Cayetano Quintero Romero (1782-1832)

Militar realista de la época de la guerra de independencia y opulento terrateniente due-ño de la antigua hacienda de San Melchor del Cojo. Hijo de Juan Quintero y Niebla y Josefa Romero Garrido. Militó a las órdenes del comandante Joaquín de Arredondo des-de 1811 con el grado de capitán. Estuvo al mando de la columna que persiguió y derro-tó al lego insurgente Juan Villerías en la acción de Estanque Colorado el 9 de mayo de 1811.

Después de las derrotas de los insurgentes en las regiones de Aguayo y Tula, el Co-mandante Arredondo comisionó a Quintero, juntamente con Felipe de la Garza, enton-ces también capitán, para custodiar la parte alta del amplio distrito que comprende la sierra de Ixmiquilpan, la Huasteca, Río Verde, Alaquines y Valle del Maíz, con cuartel general en esta localidad a donde llegaron el 7 de agosto de 1811. Derrotaron Quintero y Garza en campaña en Ciénega de Cárdenas al indio Rafael y a los insurgentes Cama-cho y Desiderio Zárate y el 29 del mismo mes de agosto se empeñaron los realistas en importante batalla en el lugar llamado Amoladeras siendo derrotados los insurgentes.

Estas acciones y la derrota del coronel Felipe Landaverde en la sierra de Jalapa con-solidaron el prestigio de Quintero, cuyos triunfos contribuyeron a la pacificación de la

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Huasteca y las regiones mencionadas. Al consumarse la independencia se encuentra Cayetano Quintero como residente y “poblador primitivo” de la villa de Altamira, ha-biéndosele adjudicado dos solares al repoblarse Tampico en 1823.

José Daisemberg

Oficial del ejército fijo de Veracruz que al mando del coronel Joaquín de Arredondo acu-dió a Nuevo Santander a reducir las rebeliones insurgentes que obligaron al gobernador Manuel de Iturbide e Iraeta a huir hacia Altamira a principios de 1811.

Daisemberg comandaba una brigada del ejército compuesta de ciento veinte infan-tes, los que juntamente con ciento cuarenta hombres de caballería al mando del enton-ces capitán Felipe de la Garza, batieron y derrotaron a fuertes grupos de insurgentes en Valle del Maíz, Alaquines, Romeral, Ciénega de Cárdenas y Amoladeras, durante el mes de septiembre de 1811, campaña que dirigió el coronel realista Cayetano Quinte-ro.

José Bernardo Gutiérrez de Lara

Cuando las noticias de la rebelión alcanzaron Nuevo Santander, Jose Bernardo Gutié-rrez de Lara, se unió rápidamente a la causa. De Revilla, empezó a enviar propaganda impresa por correo a Aguayo, (hoy Ciudad Victoria), y a Béjar, capital de Tejas. El traba-jo voluntario que desarrollaba y su influencia familiar y personal hicieron mucho para que cundiera la revolución en ambas provincias.

Bernardo fue a Saltillo en marzo de 1811 a ofrecer personalmente sus servicios a Mariano Jiménez, lugarteniente de Hidalgo que estaba enfrentando fuerte oposición en su esfuerzo por arrebatar las Provincias Interiores Orientales de las tropas de los Realis-tas.

Encontró al general en la Hacienda de Santa María con Hidalgo y Allende, a quienes Bernardo les ofreció su ayuda, su fortuna personal, y, si fuera menester, su vida. Cono-ciendo ya la actividad de Gutiérrez de Lara por las tácticas que había empleado en el Río Grande, los jefes revolucionarios lo llevaron con ellos a Monclova y lo nombraron teniente coronel del Ejército de América.

Al mismo tiempo, le dieron su primera comisión. Debía volver a Nuevo Santander para organizar una fuerza patriota y tomar prisionero a todos los Realistas que pudiera.

Por esos días, Hidalgo recibió noticias de que habían sido capturados los dos agen-tes que había despachado para pedir ayuda a los Estados Unidos en Béxar. Grande fue su desilusión, porque contaba con en el éxito de su misión. Los patriotas necesitaban con urgencia armas, municiones y el reconocimiento de los Estados Unidos.

A estas alturas Bernardo desplegó la audacia que marcó toda su vida: se ofreció a ir como plenipotenciario a los Estados Unidos.

Con el grado de Teniente Coronel se dirigió a Tejas en donde organizó quinientos aventureros ocupando en 1812 Nacogdoches, Trinidad y Bahía del Espíritu Santo.

Derrotó a las fuerzas realistas en las batallas de Rosillo, San Antonio de Béjar y el Arroyo del Alazán. Como diplomático mostró indignación ante las propuestas anexionis-tas de los Estados Unidos.

Álvarez Toledo consiguió desprestigiarlo por lo que se retiró de todo intento, hasta que regresó a la causa con Xavier Mina, lo cual y al consumarse la independencia, se-ría gobernador de su tierra natal y después comandante de las Provincias Internas de Oriente.

Fray Luis Herrera.

Poca, son las noticias que se tienen de este insurgente, que fue de los primeros en tor-nar el partido de la revolución y que expedicionó por San Luis Potosí y Tamaulipas. Era lego de la orden religiosa de San Juan de Dios, y cirujano, se incorporó a Hidalgo en Celaya el 19 de Septiembre de 1810. Recibió del Generalísimo la comisión do Insurrec-

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cionar la Provincia de San Luis. Calleja, que ya estaba prevenido, había dado orden do aprehender á todos los sospechosos; por lo que fue detenido en el camino el lego, que apenas tuvo tiempo de deshacerse de su nombramiento y en unas cartas que llevaba para Fray Gregorio de la Concepción, Lanzagorta, Sevilla y otros comprometidos de la ciudad. Fue encerrado en el convento del Carmen, donde se puso de acuerdo con Fray Gregorio, y en seguida hizo que lo pasaran al de San Juan de Dios, que era el de su orden, donde había más comprometidos.

En la noche del 10 de Noviembre se verificó la revolución y quedó libre y al frente de una partida de 80 hombres, con los que abrió la cárcel a los presos del orden común. Allende despachó a Herrera a que propagase la revolución en el Nuevo Santander, a las Ordenes de Jiménez, y sin necesidad de dar batallas, pues la opinión era favorable a la Independencia, dejó reducido a la impotencia al Gobernador Don Manuel Iturbe en Alta-mira, regreso a San Luís.

Ya con el grado de Mariscal y teniendo por segundo al Brigadier Blancas, derrotó el 11 de Febrero de 1811 en San Francisco, a una partida realista y fusiló a los españoles que iban en ella, saqueó San Luis, obligó a huir, para librarse de la muerte, al Intenden-te Flores, puesto por los insurgentes, y sólo descansó cuando supo que Calleja so apro-ximaba; salió de San Luis, se retiró violentamente al Valle del Maíz. Don Diego García Conde que lo perseguía, lo derrotó en la batalla que le presentó el lego el 22 de Marzo. Herrera y Blancas se refugiaron en la villa de Aguayo (hoy Ciudad Victoria). Los pronun-ciados de la guarnición, al saber la aproximación del realista Arredondo, que iba prece-dido de una fama terrible, se despronunciaron y para congraciarse con el jefe español se apoderaron de Herrera, de Blancas y de cuarenta y ocho oficiales y soldados que los seguían. Arredondo fusiló a los dos y a otros dos jefes el 6 o el 17 de Abril, en la plaza central de la villa de Aguayo y a los demás los envió a Veracruz a trabajar en Ulúa

Juan Nepomuceno Antonio Jiménez Garza. (1781-1811).

Nació en la villa de Santander, hoy Jiménez, el primero de septiembre de 1781; sus padres fueron Manuel Jiménez y Dominga Garza.

Nada se sabe sobre su vida antes de febrero de 1811, cuando Mariano Jiménez, lu-garteniente de Miguel Hidalgo en el noreste novohispano, lo nombró comandante de las fuerzas del Nuevo Santander que acababan de adherirse a la causa insurgente en Padilla. Cuando se trasladó a la villa de Aguayo se reunió con los insurgentes potosinos comandados por Fray Luis de Herrera, Ignacio Villaseñor e Ildefonso Blancas; Juan Ne-pomuceno Jiménez que ostentaba el grado de coronel otorgado por Mariano Jiménez, entregó el mando a brigadier Blancas en razón de su mayor rango. Dicha renuncia al mando también pudo estar motivada por algunas desavenencias que probablemente tuvo con los líderes de las tropas novosantanderinas, que se negaban a reconocer la autoridad de Mariano Jiménez.

A principios de abril, cuando se supo del desembarco de Joaquín de Arredondo en Tampico, los milicianos reunidos de la villa de Aguayo decidieron congraciarse con las autoridades virreinales y apresaron a los insurgentes potosinos que estaban con ellos. Tal parece que Juan Nepomuceno Jiménez desaprobó la conducta de sus compañeros y la decisión de Joaquín de Arredondo, pues se retiró a su casa en la villa de Santander.

Unos días después, y a propósito de la campaña que Arredondo preparaba contra los indios rebeldes de Tula, el líder insurgente y fraile Juan Villerías, que operaba en el te-rritorio de Nuevo León, invitó a Juan Nepomuceno Jiménez a conspirar contra Arredon-do. El plan consistía en atacar al comandante realista al internarse en la Sierra desde dos flancos; Villerías atacaría por el lado de Jaumave y los milicianos novosantanderi-nos por la retaguardia

Tal parece que Jiménez aceptó participar en la conspiración y para ello, durante un juego de cartas, invitó a otros oficiales a unírsele. Por desgracia, uno de ellos, Gordiano del Castillo, lo denunció ante Arredondo quien de inmediato ordenó su aprehensión

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junto con Antonio Boeta y Viviano Farías. A los dos últimos los liberó Arredondo poco tiempo después, pero a Juan Nepomuceno Jiménez se lo llevó consigo el 3 de mayo en su viaje hacia Tula. Un día después, al llegar al paraje conocido como El Salto, en el camino de las minas, el jefe realista ordenó colgar de una encina a Jiménez. Su cuerpo estuvo pendiendo del árbol hasta el día 7, cuando el capitán Miguel de la Garza lo bajó y trasladó el cadáver a la villa de Aguayo donde fue sepultado.

El 31 de octubre de 1827 el Congreso del estado de Tamaulipas dispuso que la villa de Santander cambiara su nombre por el de villa de Jiménez en honor al insurgente originario de dicho lugar. Quizá porque a diferencia de la mayoría de los milicianos no-vos-antanderinos se mantuvo fiel a la causa insurgente incluso a costa de su propia vida.

Juan José Vázquez Borrego Imperial

Héroe de la insurgencia. Fue hijo de José Vázquez Borrego y Josefa Imperial, fundadores de la hacienda de Dolores en la jurisdicción de Laredo en la margen izquierda del río Bravo. Era sacerdote, se adhirió a la causa de la independencia y fue ejecutado en Chihuahua el año de 1811.

Su hermano Macario también se adhirió a la causa de la independencia, pero se su-mó a la traición de Elizondo.

José Ramón Díaz de Bustamante y Berroterán (1756-1813)

Nació en el pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe de Nueva Vizcaya. Se incorporó al ejército realista y estuvo comisionado en Nuevo Santander en la época de la guerra. Era apodado “Capitán Colorado”. En 1771 el rey le encomendó la jefatura de la tercera compañía de Nuevo Santander con residencia en la villa de San Agustín de Laredo, donde fue también justicia mayor.

Lucas Alamán lo conoció en 1808 en la casa de su cuñado el gobernador de Nuevo Santander Manuel de Iturbe e Iraeta en San Carlos, describiéndolo como “muy grueso, de pelo rubio y de singular calma, contando siempre aventuras de las guerras con los indios, lo que hacía con mucha gracia y con tantas exageraciones, que en la familia quedó por mucho tiempo en decir, cuando alguna parecía muy abultada: eso será como en los cuentos del capitán Colorado”.

Intervino en diversas acciones contra lipanes y comanches en el norte; al iniciarse la guerra de independencia fue invitado por la insurgencia, pero permaneció leal a los realistas; el 20 de marzo de 1811 partió de Laredo a Monclova con 170 hombres, a donde llegó ocho días después con prisioneros y dinero que rescató de una partida de insurgentes sorprendidos en el Real de Bocas de Leones, hoy Villa Aldama.

Fue gobernador provisional de Nuevo Santander en el año de 1792 y a principios de 1813, la primera vez supliendo a Manuel de Escandón, Segundo Conde de Sierra Gorda y la segunda al comandante Joaquín de Arredondo. Fue comandante de la Villa de Rey-nosa en 1812. El Comandante de las Provincias Internas lo nombró gobernador del Nue-vo Reino de León, en abril de 1813. Murió en funciones de gobernador el veintidós de dicho mes y año.

Ildefonso Blancas

Religioso lego insurgente. Fray Luis de Herrera lo nombró su brigadier durante los días de la revolución de independencia en San Luis Potosí. A Ildefonso Blancas se le calificó como “un hombre feroz por su cara y por sus hechos”, conociéndosele por “el gafo”.

Juntamente con Herrera y las fuerzas insurgentes que evacuaron la ciudad de San Luis Potosí ante la llegada del ejército de Calleja, atacaron Santa María del Río y derro-taron a los realistas al mando de Juan Antonio Reyes e Ignacio Iragoni, fusilando a los españoles y azoando a los criollos prisioneros. Al retirarse de Santa María del Río pasa-ron a Río Verde y Valle del Maíz donde fueron sorprendidos y derrotados por García Conde. Huyeron los insurgentes potosinos hacia Nuevo Santander con sus fuerzas de-

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rrotadas, sabedores de que la guarnición de Aguayo (hoy Ciudad Victoria) había procla-mado la independencia.

En Aguayo tomaron Herrera y Blancas el mando, pero unos cuantos días después Joaquín de Arredondo ocupó la plaza, aprehendió a los rebeldes y ordenó el fusilamien-to de Blancas, Herrera, Marín, Villaseñor y otros, quienes fueron ejecutados el 6 de abril de 1811. Sus soldados fueron enviados a San Juan de Ulúa. Calleja castigó con rigor a los que simpatizaron y apoyaron a los insurgentes.

Maximino González.

Insurgente originario del Real de Borbón, hoy Villagrán, conocido por el apodo de “Bo-tas”. Se incorporó a principios de 1811 a las fuerzas de Juan Villerías; fue hecho prisio-nero por los realistas, procesado por infidencia y se le ahorcó el 9 de enero de 1812.

Juan Villerías

Juan Villerías (¿?, 1775 - Real de Catorce, San Luis Potosí; 1811). Insurgente que perte-necía a la orden de San Juan de Dios. En 1810 se levantó en armas en San Luis Potosí, pero hostigado por Rafael Iriarte se retiró a Guanajuato, donde se entrevistó con Igna-cio Allende, quien lo destacó en las tropas de Mariano Jiménez.

Participó en la acción de Aguanueva y realizó la campaña en Nuevo León. Tras la captura de los líderes insurgentes se incorporó a las fuerzas de Ignacio López Rayón, con quien participó en la batalla de Piñones para luego distanciarse de él.

Fue a Nuevo Santander, donde sufrió sucesivas derrotas a manos del realista Joaquín de Arredondo. Volvió a San Luis Potosí, donde fue abatido y muerto en combate por el ex insurgente José María Semper.

Juan José Vázquez Borrego Imperial

Héroe de la insurgencia. Fue hijo de José Vázquez Borrego y Josefa Imperial, fundadores de la hacienda de Dolores en la jurisdicción de Laredo en la margen izquierda del río Bravo. Era sacerdote, se adhirió a la causa de la independencia y fue ejecutado en Chihuahua el año de 1811.

Su hermano Macario también se adhirió a la causa de la independencia, pero se su-mó a la traición de Elizondo.

Juan Bautista de las Casas.

Militar y caudillo insurgente. Nació en Croix, hoy Villa de Casas, población donde de-sempeño el cargo de Capitán y Justicia Mayor. Encabezó la conspiración independentis-ta contra el Gobernador de Texas, Manuel María de Salcedo. En la madrugada del 22 de enero de 1811, apoyado por cuatro sargentos y gente del Cuartel de la Villita, dirigió un asalto a la Casa de Gobierno de Béxar aprehendiéndolo con sus cercanos colaborado-res, entre ellos Simón de Herrera, comandante de milicias y fuerzas auxiliares. De las Casas fu proclamado como Jefe del Gobierno Provisional, ordenó la confiscación de los bienes de los residentes españoles y envió agentes a Nacogdoches, La Bahía y otros lugares para fomentar la revolución, a la vez que se informó del éxito obtenido a los insurgentes de Coahuila.

Ordenó que Salcedo y Herrera fueran encadenados y humillados en presencia de la tropa, remitiéndolos resguardados a Monclova donde fueron confinados y enviados a la hacienda de Valle de Santa Rosa, de donde después escaparon y se reincorporaron a las fuerzas realistas de Ignacio Elizondo, que capturaron a los caudillos de la insurgen-cia en las Norias de Baján.

La insurrección de Juan Bautista de las Casas se extendió por la provincia de Texas, pero una contrarrevolución dirigida por el Subdiácono de la Iglesia de San Fernando, Juan Manuel Zambrano, obligó a De las Casas a rendirse sin resistir, el dos de marzo del mismo año, estableciéndose nuevamente el dominio realista en Texas. El capitán de

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Croix fue enviado a Monclova donde se le fusiló y decapitó, y su cabeza llevada a Béxar para exponerle en la plaza pública.

En Tamaulipas, se promulgó el 31 de octubre de 1827 un decreto que honró a De las Casas imponiendo a Villa de Croix el nombre de Villa de Casas.

Hutchinson.

Oficial norteamericano que formó parte de la expedición del general Mina, fue fusilado con veintiocho de sus hombres después de la capitulación de Soto la Marina al sorpren-derlos una partida de realistas, al mando de Felipe de la Garza, invocando éste que se encontraban fuera de los lugares convenidos en la capitulación del fuerte.

Hutchinson tenía el grado de teniente y estaba herido gravemente cuando fue fusi-lado.

Así se entregó el pequeño fuerte de barro de Soto la Marina —concluye reflexiva-mente William Davis Robinson—, después de haber sostenido valientemente un ataque vivísimo. Si se hubiera hecho semejante defensa en cualquier parte del mundo civiliza-do, hubiera ocupado un lugar distinguidísimo en las gacetas y anales militares de la edad presente, o al menos, el comandante y los soldados hubieran sido respetados en sus personas y no se hubieran violado de un modo pérfido y cruel los términos de la capitulación...

Otros personajes de la expedición: Samuel Bangs

El padre Mier trajo en la expedición un arma poderosa: la imprenta, adquirida en Lon-dres. A su paso por los Estados Unidos trajo también al impresor, Samuel Bangs. De esta prensa salieron bandos, proclamas y todo género de propaganda a favor de la cau-sa. A la caída de Mina, el brigadier Joaquín de Arredondo capturó la imprenta y la tras-ladó a Monterrey.

Los periodistas Godwin B. Cotten y Samuel Bangs, americanos que llegaron a Nuevo Santander el año de 1817, en la expedición de Francisco Javier Mina. Entre los primeros periodistas tamaulipecos que colaboraron con Cotten y Bangs y luego dirigieron sus propios periódicos se encontraban Juan Aguirre, Juan Bautista Palacio, Vicente Parra, Antonio Contreras y Ramón Sánchez.

Teniente Gabet.

Militar francés incorporado a la expedición del general Mina que desembarcó en Tamau-lipas. Formó parte de la división que salió de Soto la Marina con dirección al interior al país. Murió cruzando el río Guayalejo frente a la antigua población de Horcasitas, al caer con su caballo y ahogarse en la corriente el 7 de junio de 1817.

Otros personajes de la guerra de independencia del Nuevo Santander:

Felipe de la Garza Cisneros

Militar y político tamaulipeco. Hijo de Evaristo de la Garza y de Tomasa Cisneros, nació en Soto la Marina, Tamaulipas. Sirvió al ejército realista como oficial durante la guerra de independencia. En enero de 1811 se incorporó como capitán, en Padilla, a la comiti-va, oficiales y soldados que encabezados por el gobernador Manuel de Iturbe e Iraeta, el teniente Ramón Perea, el capitán Juan Fermín de Juanicotena y el comandante Joa-quín Vidal de Lorca, huyeron hacia Altamira ante el impacto de la sublevación de la mayor parte de la tropa que proclamó la independencia en Aguayo, hoy Ciudad Victo-ria, Padilla y otras poblaciones del centro de Nuevo Santander.

En Altamira, Iturbe y sus oficiales se pusieron al servicio del comandante Joaquín de Arredondo participando en las diversas acciones que redujeron a los insurgentes de Tula, de San Luis Potosí y del norte. Arredondo, por órdenes del virrey se había traslada-do por mar de Veracruz hacia Altamira el seis de febrero de dicho año de 1811 al man-do de un sector del Regimiento Fixs de Veracruz, habiéndole prestado De la Garza efi-caces servicios en la campaña de exterminio de los insurgentes en Nuevo Santander.

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De la Garza concurrió al sitio y expugnación de Soto la Marina en 1817 donde capi-tuló una pequeña guarnición que dejó el general Francisco Javier Mina al mando del mayor José Sardá, quien acompañaba Fray Servando Teresa de Mier. En 1821 cuando se proclamó el Plan de Iguala, al renunciar al gobierno de Nuevo Santander José María Echeagaray, una junta de vecinos insurgentes en Aguayo designó a Felipe de la Garza, primer gobernador de Tamaulipas independiente.

José Antonio Fernández de Córdova (1788- ?)

Nació en Ciudad Victoria en 1788, hijo de Nicolás Fernández y María de Córdova. Fue alcalde de la Villa de Aguayo, y encabezó en julio de 1821 la conspiración y movimien-to que proclamaría el Plan de Iguala obligando al gobernador José María Echeagaray a renunciar el 7 de ese mes, para designar como primer gobernador de Nuevo Santander ya independiente, al Coronel Felipe de la Garza.