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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA UNIVERSIDAD DEL ZULIA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS
MAESTRÍA EN HISTORIA DE VENEZUELA
LA INTELECTUALIDAD MARACAIBERA ANTE EL PROCESO DE
CENTRALIZACIÓN EN VENEZUELA (1890-1926)
Trabajo de grado para optar al título de
Magíster en Historia de Venezuela
Autor: Reyber Parra Contreras
C.I V-12.847.684
Tutor: Dr. Rutilio Ortega González
MARACAIBO, NOVIEMBRE 2003
2
LA INTELECTUALIDAD MARACAIBERA ANTE EL PROCESO DE
CENTRALIZACIÓN EN VENEZUELA (1890-1926)
3
Este jurado aprueba el trabajo de grado La intelectualidad maracaibera ante el
proceso de centralización en Venezuela (1890-1926), que el Lic. Reyber Parra
Contreras, presenta al Consejo Técnico de la División de Estudios para Graduados
de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad del Zulia, para
optar al título de Magíster en Historia de Venezuela.
Maracaibo, noviembre 2003.
JURADO
Nombre: Nombre:
C.I: C.I:
Dr. Rutilio Ortega González
Tutor
4
DEDICATORIA
Dedico esta obra a quienes por gracia de Dios han sido mis compañeros de camino: A mis padres, hermanos y sobrinos. A Magdelis Vera y a mis amigos. A Mons. Ramiro Díaz Sánchez y los Oblatos de María Inmaculada.
5
AGRADECIMIENTO
Agradezco al maestro Rutilio Ortega y a mis profesores de la Universidad del Zulia por la formación académica brindada.
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RESUMEN
PARRA CONTRERAS, Reyber Antonio. La intelectualidad maracaibera ante
el proceso de centralización de Venezuela (1890-1926). Universidad del Zulia,
Facultad de Humanidades y Educación, División de Estudios para Graduados.
Programa: Historia de Venezuela, nivel Maestría. Maracaibo, 2003. Trabajo de
Grado.
Se identifican varias generaciones de intelectuales en Maracaibo con el propósito
de analizar la participación de éstas a favor o en contra del proceso de
centralización gubernamental en Venezuela entre 1890 y 1926. Para ello, se aplicó
la propuesta de investigación histórica de Ortega y Gasset, por considerar que la
misma ofrece un procedimiento válido para entender la intervención de las
generaciones en los procesos históricos. Simultáneamente, se analizó la
información localizada en diversas fuentes (hemerográficas, documentales y
bibliográficas) sobre el tema de estudio. En el marco de la historia regional y
nacional pudo visualizarse la posición asumida por los intelectuales en tres
momentos críticos de la reivindicación autonomista del estado Zulia, a la par que
se hizo seguimiento a las contradicciones de quienes en determinadas
circunstancias salían en defensa de los intereses de la región zuliana, y en otras
procedían en detrimento de la autonomía regional, para favorecer la centralización
impulsada por los gobiernos de turno.
Palabras claves.- Centralización, generaciones de intelectuales, autonomía
regional.
7
ÍNDICE Pág.
Veredicto
Dedicatoria
Agradecimiento
Resumen
Índice
Introducción
08-13
Capítulo I. Fundamentos teóricos y metodológicos de la investigación
15-48
Capítulo II. Los intelectuales maracaiberos ante la reivindicación autonomista del Zulia en 1890
49-87
Capítulo III. La llegada de Cipriano Castro al gobierno central de Venezuela en 1899, antecedentes y reacciones en la intelectualidad maracaibera
88-126
Capítulo IV. Los intelectuales maracaiberos: entre el golpe de Estado de 1908 y la entrada del petróleo en la historia de Venezuela
127-185
Conclusiones
186-190
Anexos
191-199
Lista de Referencias 200-212
8
Introducción Cómo respondieron los intelectuales de Maracaibo ante la centralización
gubernamental en Venezuela entre 1890 y 1926 es la pregunta a la que se le busca
dar respuesta en las páginas que conforman este trabajo de investigación. El
mismo se llevó a cabo con el propósito de analizar la participación de los
intelectuales en la confrontación entre la reivindicación autonomista regional y el
proceso centralizador del país, durante el lapso de tiempo transcurrido entre dos
momentos importantes del proceso histórico local y nacional: la recuperación del
Zulia de su condición de estado en 1890 y la introducción de la economía minero-
exportadora como principal ingreso fiscal de Venezuela en 1926.
A finales del siglo XIX Maracaibo cuenta con una intelectualidad
fortalecida gracias a la presencia del Colegio Federal, el cual fue elevado al rango
de universidad en septiembre de 1891. Este escenario propicio para la
consolidación de una elite intelectual, hizo que la ciudad experimentara la
participación de este grupo social en la dinámica del poder.
Al mismo tiempo, entre 1890 y 1926 el país presentó la intensificación de
la centralización gubernamental, la cual se insertaría en su historia contemporánea
como una condición estructural. En torno a la misma se edificó un sistema político
y de administración pública caracterizado por la escasa autonomía de los
liderazgos regionales y locales para tomar decisiones sin la intervención del
gobierno central del país.
Estudiar la actuación de los intelectuales de Maracaibo ante la
centralización gubernamental en Venezuela exigió conocer los vínculos políticos
9
de los mismos en relación con los gobiernos centrales de turno, así como las
contradicciones de quienes al buscar la concreción de intereses personales
renunciaban a algunos de sus ideales, como la defensa de la autonomía regional y
los derechos del Zulia en general.
Para ello se llevó a cabo una revisión de diversas ediciones de órganos
informativos impresos de Maracaibo y Caracas, entre ellos: El Fonógrafo, Los
Ecos del Zulia, Panorama, Unión, Paz i Trabajo [sic], La Universidad del
Zulia y El Cojo Ilustrado, entre otros. También se escrutaron algunos
documentos oficiales y obras publicadas por diversos intelectuales, entre las
cuales abundan poemarios, novelas, ensayos y trabajos científicos.
De esta manera, se hizo seguimiento de las actividades públicas de quienes
integraban la intelectualidad de Maracaibo, lo que permitió identificar el discurso
que los mismos presentaron en tres momentos críticos del proceso de
reivindicación autonomista del Zulia: a) el año 1890 y la recuperación de la
condición de estado soberano; b) el enfrentamiento entre el gobierno de Cipriano
Castro y líderes maracaiberos en 1899; c) la protesta de la sociedad maracaibera
en 1909 ante las medidas arbitrarias adoptadas por el gobierno de Juan Vicente
Gómez en contra del interés regional.
A su vez, hasta el año 1926 fue posible conocer el estado de las relaciones
políticas entre el gobierno gomecista y los intelectuales maracaiberos. En dichas
relaciones no faltaron los acuerdos que apuntaban al beneficio de ambas partes;
tampoco estuvieron ausentes las presiones características de un gobierno
represivo, el cual reforzaría la centralización en Venezuela a través de los ingresos
10
petroleros, cuya administración ejercería excluyendo a los grupos dirigentes de los
estados del país.
El trabajo de investigación exigió identificar las generaciones de
intelectuales que se hicieron presentes en Maracaibo entre 1890 y 1926. Para ello
se aplicó la propuesta metodológica aportada por José Ortega y Gasset, en la cual
existe una clara orientación sobre cómo abordar los procesos históricos desde la
perspectiva generacional. Dicha propuesta permitió elaborar una cronología sobre
la sucesión de generaciones desde la época en que Francisco Eugenio Bustamante
–según nuestro criterio el hombre más representativo de la lucha autonomista del
Zulia a finales del siglo XIX - dio inicio a su actuación pública, hasta la aparición
de la generación de 1929. En total fueron cinco las generaciones de intelectuales
que se hicieron presentes en Maracaibo durante el período indicado: las de 1869,
1884, 1899, 1914 y 1929.
Los fundamentos teóricos y metodológicos de la cronología elaborada, así
como del estudio de los procesos históricos a través de las generaciones, se
encuentran presentes en el primer capítulo de este escrito. En el mismo han sido
descritos algunos acontecimientos del proceso histórico regional, por ser éstos
antecedentes del período seleccionado. A la par, se ofrece una visión panorámica
del contexto socio-cultural de Maracaibo, pues el mismo es importante para
entender cómo surgieron las generaciones intelectuales indicadas. También se
ofrece una biografía del Dr. Francisco Eugenio Bustamante, con el propósito de
justificar su escogencia, de acuerdo con la propuesta de Ortega y Gasset, como el
personaje central de las generaciones identificadas.
11
Posteriormente, en el segundo capítulo, se recogen las dificultades
atravesadas por algunos representantes de las generaciones de 1869, 1884 y 1899
al intentar lograr, en 1890, el reconocimiento de la condición de estado del Zulia y
su separación del estado Falcón. En mayo del referido año alcanzan con éxito la
meta propuesta, lo cual se explica a partir de la relación de entendimiento entre
intelectuales destacados de Maracaibo y el gobierno central presidido por el Dr.
Andueza Palacio.
En el estudio de este momento crítico de la reivindicación autonomista
también se tomaron en cuenta las posiciones de intelectuales contrarios a la
autonomía del Zulia, quienes por intereses personales y vínculos políticos
defendieron la anexión de la región zuliana al estado Falcón. La presencia de estas
posiciones disidentes en 1890, hablan de diferencias políticas en la intelectualidad
maracaibera, pero no niegan que la misma haya presentado un relativo consenso a
favor de la autonomía regional.
En lo que respecta al tercer capítulo, el mismo reconstruye los sucesos que
condujeron a la ruptura del acuerdo político entre Andueza Palacio y personajes
relevantes de la elite intelectual de Maracaibo, entre los que destaca el nombre del
Dr. Francisco Eugenio Bustamante. Él y varios personajes de las generaciones de
1881 y 1899 salen a respaldar la “Revolución Legalista” del general Joaquín
Crespo, y al hacerlo establecen una relación de entendimiento que permanecería
hasta la muerte de este caudillo. Estos hechos antecedieron la llegada de Cipriano
Castro al gobierno central en 1899. Los mismos son analizados para identificar la
falta de vínculos políticos entre el líder de la “Revolución Liberal-Restauradora” y
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la elite maracaibera, razón que explica, en parte, la oposición que ésta llevó a cabo
en contra de aquél.
El momento crucial de la resistencia autonomista se hizo presente en
diciembre de 1899, con el alzamiento en Maracaibo de los simpatizantes del
general José Manuel Hernández. Los hechos fueron propiciados por algunos
intelectuales afectos a su discurso autonomista; otros, en menor número, militaron
a favor de la permanencia del régimen de Castro. Nuevamente, los intelectuales
responden movidos por vínculos políticos e intereses personales: las
circunstancias les llevan a fijar posición, con lo cual se hacen evidentes sus
diferencias.
En este capítulo se plantea, además, que dichas diferencias iban más allá
de la aceptación o rechazo que se tuviera hacia un gobernante; también respondían
a la incompatibilidad de creencias y posiciones filosóficas entre los intelectuales
positivistas y quienes mantenían actitudes tradicionales y conservadoras.
Seguidamente, en el último capítulo, se dan a conocer algunas cifras sobre
el dinamismo comercial del puerto de Maracaibo en la etapa de transición del
siglo XIX al siglo XX; la prosperidad económica de la ciudad explica en parte
cómo fue afianzándose en sus habitantes la conciencia autonomista y el carácter
independiente de los mismos.
El lapso de tiempo que se abarca en este capítulo es extenso: va desde los
hechos posteriores al fracaso de la toma de Maracaibo por parte de los mochistas
en 1899, hasta la introducción definitiva del petróleo en la historia de Venezuela
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en 1926, momento en el que este rubro se convierte en el principal ingreso del
país. A pesar de ello, no existe la pretensión de reconstruir, en tan dilatada
extensión temporal, el proceso histórico del Zulia. Sólo se aspira visualizar las
respuestas de los intelectuales ante la profundización de la centralización
gubernamental llevada a cabo en los gobiernos de Cipriano Castro y Juan Vicente
Gómez.
Es por ello que, luego de describir la posición asumida por algunos
representantes de la intelectualidad frente a las medidas centralizadoras de Castro,
se pasa a analizar la inconformidad de varios integrantes de las generaciones de
1884, 1899 y1914 ante la reforma constitucional de 1909, en la que se legalizó la
anexión de Palmarito al estado Mérida. Esa sería una de las primeras acciones de
gobierno que la elite intelectual de Maracaibo fustigó; lo hizo en momentos en
que el régimen se encontraba afectado por la inestabilidad política: al igual que en
hechos anteriores, los intelectuales se enfrentaron al régimen de turno cuando las
circunstancias les eran favorables.
El surgimiento de una relación de entendimiento entre buena parte de la
intelectualidad y el gobierno gomecista, unido a las medidas represivas de éste, se
identifican como factores que condujeron a muchos intelectuales a buscar formar
parte de la representación de dicho gobierno en el Zulia. Al emerger la generación
de 1929 esta simbiosis se vio afectada por las acciones de protesta que la misma
llevó a cabo en contra de las arbitrariedades del régimen.
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“Pero nadie prestaba atención al relato, porque el sol viajaba de oriente a occidente, y las horas que crecen a la derecha de los relojes deben alargarse por la pereza, ya que son las que más seguramente llevan a la muerte”.
Alejo Carpentier
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Capítulo I: Fundamentos teóricos y metodológicos de la investigación.
“La historia tiene que dejar de ser una exposición de momias y convertirse en lo que verdaderamente es: un entusiasta ensayo de resurrección. La historia es una guerra ilustre contra la muerte.”
José Ortega y Gasset
Lucien Febvre1 (citado por Rama, 1959) nos dice que “la historia es el
estudio del cambio en la humanidad”. Esta afirmación encuentra un gran consenso
entre los historiadores, pues todos ellos se interesan por conocer cómo las
sociedades cambian en el tiempo.
Algunos historiadores consideran que el cambio social es consecuencia de
la intervención de héroes, gobernantes o individualidades en los procesos
históricos; este es el caso Thomas Carlyle2 (citado por Lefevbre, 1974), quien
entendió que la acción del Espíritu en la historia se lleva a cabo a través de la
mediación de “grandes hombres”, a los cuales identificó como los verdaderos
sujetos de la historia, pues ellos son “los conductores de los pueblos, sus
forjadores, sus modelos y, en un sentido amplio, los creadores de todo lo que la
masa humana, considerada en su conjunto, ha llegado a alcanzar”.
Otras voces nos dicen que los cambios históricos son el resultado de la
interrelación social de los hombres, por lo que la historia debe ocuparse de 1 Lucien Febvre (1878 – 1956). Historiador francés. Fundador de la revista Anales de Historia Económica-Social (1929). Profesor de la Universidad de Estrasburgo. Autor de: a) Felipe II y el Franco-Condado (1911); b) Combates por la Historia (1953); c) Martín Lutero: Un Destino; d) La Contrarreforma y el Espíritu Moderno. 2 Thomas Carlyle (1799-1881). Filósofo e historiador británico. Autor de: a) Los Héroes, el Culto de los Héroes y lo Heroico en la Historia (1840); b) Pasado y Presente (1843); c) Historia de la Revolución Francesa (1837); d) Panfletos de Nuestros Días (1850).
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estudiar cómo los hombres modifican su mundo en el tiempo. Así encontramos
que para L. Halkin “la historia es la disciplina que estudia el pasado de los
hombres y presenta un cuadro de sus acciones de alcance social” (Halkin, 1968).
Mucho tiempo antes, Jules Michelet3 (citado por Rama, 1959) sostuvo que “el
estudio del hombre individual será la filosofía y el estudio del hombre social será
la historia”. También José Ortega y Gasset (1996) sentenció que:
(...) la historia no se ocupa sólo de tal vida
individual; aun en el caso de que el historiador
se proponga hacer una biografía, encuentra la
vida de su personaje trabada con las vidas de
otros hombres, y la de éstos, a su vez, con
otras... cada vida está sumergida en una
determinada circunstancia de una vida
colectiva (...) (p. 81).
El conocimiento histórico, entonces, no se agota en el plano biográfico
porque la historicidad o “...condición general del hombre que hace su vida
espiritual y material inmerso en lo temporal y condicionado por las
circunstancias” (Cruz, 2002: 171) no es patrimonio exclusivo de individualidades
aisladas; es una condición inherente a todo ser humano, lo cual exige del
historiador un esfuerzo metodológico para captar en las sociedades del pasado las
consecuencias de la convivencia llevada a cabo por la mayor parte de sus
integrantes.
3 Jules Michelet (1798-1874). Historiador y político francés. Profesor de la Sorbona y del Colegio de Francia. Autor de: a) Historia de Francia (1869); b) Historia de la Revolución Francesa (1847); c) Historia del Siglo XIX .
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Lo anterior supone un reto para cualquier estudioso de la historia, más aun
si tomamos en cuenta que el conocimiento histórico no puede concebirse en
forma fragmentada pues se trata de una unidad en la que las diversas expresiones
de la convivencia social (aspectos políticos, sociales, económicos y culturales)
forman un todo que conocemos como “realidad social”. Sobre el particular,
Lucien Febvre (citado por Bauer, 1957) es enfático al sostener que “no hay
historia económica y social. Hay historia a secas, en su unidad: la historia, que es
toda social, por definición”.
Para lograr conocer, o al menos acercarse a una visión amplia de la
“totalidad histórica”, el historiador debe hurgar en el carácter dual de la historia,
es decir, debe valerse de la unísona condición científica y artística del
conocimiento histórico para extraer de esos dos componentes los procedimientos a
emplear en la reconstrucción del pasado.
La observación indirecta de ese pasado a través de las fuentes históricas, el
análisis de los hechos revelados por ellas y el trabajo hermenéutico de las mismas,
son algunos procedimientos que derivan de la historia como conocimiento, la cual
posee un carácter científico especial de acuerdo con R. C Collingwood (citado por
Rama, 1959), pues se trata de una “ciencia que estudia hechos no accesibles a
nuestra observación, y estudia estos hechos por deducción, arguyendo hasta ellos
a partir de algo que si es accesible a nuestra observación, y que el historiador
llama ‘evidencia’ para los hechos que le interesan”.
Pero la historia también es arte, y lo es según L. Halkin (1968) “por su
esfuerzo de reconstitución y de exposición de un pasado caducado”. Cuando el
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historiador observa el pasado a través de las fuentes lleva a cabo un ejercicio de
re-creación del mismo, tal y como el artista re-crea una materia al transformarla
en obra artística. En ese proceso de re-creación intervine un considerable
componente subjetivo por parte del historiador, quien despliega su imaginación
para intuir cómo convivían los hombres del pasado. Este componente subjetivo, al
ir acompañado por los procedimientos científicos de la investigación histórica,
puede contribuir al logro de la comprensión del complejo objeto de estudio de la
historia: las sociedades del pasado.
También es cierto que la investigación histórica presenta serias
dificultades. Resulta cuesta arriba comprender en su totalidad a una determinada
sociedad sin contar con investigaciones predecesoras que aporten información
sobre la misma. También es difícil, y tal vez inviable a corto y mediano plazo,
llevar a cabo una investigación donde se persiga presentar todo el conjunto de
factores que intervinieron en el pasado de dicha sociedad. Estos obstáculos
conducen a la necesaria delimitación temporal de las investigaciones históricas y a
la observación del pasado desde uno de sus ángulos, es decir, se requiere estudiar
ese pasado haciendo seguimiento a la actuación de determinados sectores o
grupos sociales que estuviesen interactuando en el mismo, para ir avanzando
progresivamente con diversos estudios hacia la realización de un ejercicio de
síntesis histórica.
Estos colectivos humanos los podemos encontrar viviendo en una
coyuntura histórica, la cual es expresión abierta y manifiesta de la conflictividad
del conjunto estructural en un lapso de tiempo más o menos breve (Tuñón de
19
Lara, 1981: 15). En lo que respecta a la historia de Maracaibo, a finales del siglo
XIX es posible identificar en ella una coyuntura que se prolonga hasta las
primeras décadas del siglo XX: la reivindicación autonomista como respuesta
conflictiva al proceso de centralización en Venezuela.
Antes del referido período surgen algunos acontecimientos o antecedentes
de dicha coyuntura, en los cuales es evidente la confrontación entre las elites
maracaiberas y caraqueñas por el control del espacio marabino. Estos
acontecimientos son: a) los primeros intentos de conformación de un Estado
federal venezolano, independiente de la metrópoli española (1810-1830); b) la
ruptura definitiva del régimen hispánico y el paso de la colonia a la república,
etapa en la que Maracaibo experimentó el desenvolvimiento de dos bandos
políticos denominados “campesinos” y “tembleques” (1830-1848); c) el
aniquilamiento de los partidos políticos tradicionales anteriormente mencionados
y el surgimiento de nuevos actores que se enfrentan abiertamente al régimen de
los Monagas entre 1848 y 1858 (A. Urdaneta, 1998); d) los intentos de la elite
maracaibera por hacer cumplir la constitución federal durante la hegemonía
política del liberalismo amarillo (1863-1899) y muy particularmente al
consumarse la pérdida de la autonomía regional en la gestión del general Guzmán
Blanco en el período 1881- 1890 (Silva,1995).
Los momentos identificados nos hablan de una constante presente en la
región zuliana del siglo XIX: tensiones y reacomodos entre la dirigencia política
regional y la elite caraqueña ante la disputa por el ejercicio del poder
gubernamental. Rutilio Ortega (2001) sostiene que en el referido siglo XIX “la
20
élite marabina asumió la defensa de su espacio social ante los intentos
centralizadores de Caracas”, lo cual, según él, queda manifiesto en los siguientes
hechos:
(...) la postura del cabildo marabino al
rechazar la declaración de independencia
‘nacional’ liderizada por la elite caraqueña en
1811, permanecer fieles a España hasta 1821 y
declararse independiente en este año para
surgir como república autónoma y
democrática. Tan evidente como esta actitud
fueron las acciones tomadas por los caudillos
zulianos Jorge Sutherland y Venancio Pulgar
(...) quienes apoyados por las fuerzas vivas de
la entonces provincia de Maracaibo (...) por
tres veces seguidas, en 1863, 1868 y 1869,
ante el acoso centralista de los gobiernos de
Páez y Monagas y el estado de guerra del país,
decidieron romper con el gobierno nacional,
reasumiendo la provincia de Maracaibo su
soberanía original hasta tanto se respetasen sus
derechos provinciales (...) (pp. 40-41).
Posterior a los hechos referidos por Ortega, en 1881 se le impone a los
zulianos la anexión de los mismos a una entidad política denominada Gran Estado
Falcón Zulia, la cual en 1883 presentó como capital a la población falconiana de
Capatárida. De esta manera “el Zulia fue convertido en una de las dos secciones
de ese Estado, perdiendo así su entidad como Estado soberano de la Federación y
Maracaibo perdió su condición de capital de la región, la cual detentaba desde el
21
siglo XVII” (Ortin de Medina, 2002: 75). El gobierno del Presidente Antonio
Guzmán Blanco buscó, de esta manera, reducir a sus opositores políticos que se
encontraban en Maracaibo. Esta fusión político-administrativa fue, a juicio de
Rutilio Ortega (2001), “uno de los ataques más fuertes del centralismo
guzmancista (...) con lo cual el Zulia perdía totalmente su autonomía y capacidad
de independencia política” (p.42). A esto debemos agregar que en 1875 el
gobierno central había trasladado la aduana de Maracaibo a Puerto Cabello
(Atencio, 2002: 63).
La medida de unificación del Zulia con Falcón fue una táctica de la elite
gubernamental central para “debilitar el proceso histórico que había conformado
la región marabina y transferir al centro del país los beneficios que arrojaba la
pujante economía cafetalera” (Ortin de Medina, 2002: 74).
Estas medidas centralizadoras despertaron en el colectivo maracaibero,
fundamentalmente en su elite política y económica, una respuesta de rechazo
hacia las mismas. Mas que una respuesta violenta, se trató de una reacción
civilista pues durante esta crisis autonómica “se evidenció un impulso en el
desarrollo urbano [de Maracaibo], organizado por la elite en donde participaron
industriales, intelectuales, gremios, políticos y estudiantes” (Atencio, 2002: 64).
Además de esto se “promovió toda una campaña de prensa y de conferencias
públicas, ‘aleccionando a la población maracaibera sobre la ilegalidad y desatino
de aquella medida’, y se decretó en Maracaibo la enseñanza obligatoria de la
historia y geografía del Zulia” (Ortega, 2001: 42).
22
En ese contexto de tensiones entre la dirigencia regional y central del país,
la elite maracaibera llevó a cabo obras que negaban la minusvalía que se le
pretendía atribuir a la región con su anexión a Falcón. En la década de los ochenta
del siglo XIX puede observarse en Maracaibo la aparición de instituciones y obras
progresistas como: la Escuela de Artes y Oficios (1888), el Banco de Maracaibo
(1882), la publicación de El Zulia Ilustrado (1888), así como la inauguración del
Teatro Baralt (1883), de las líneas de tranvía (1884), del alumbrado eléctrico
(1888) y del servicio telefónico en 1879. De esta manera se buscó “demostrar por
qué el Zulia demandaba la recuperación de su autonomía y por qué Maracaibo
merecía seguir siendo la capital de ese estado autónomo” (Ortin de Medina: 2002:
80).
Juan Besson (citado por Atencio, 2002), llevado por la emotividad
regionalista, afirmó al respecto que:
(...) se vio un resurgimiento de energías en
todo el territorio zuliano, porque los pueblos
aquilatan en la desgracia sus virtudes y sus
fuerzas ocultas saltan a compensar lo que el
tirano les arrebataba, desde entonces el Zulia...
se bastó a sí mismo. No esperando (...) nada
del Gobierno Nacional, siguió siendo por el
sólo esfuerzo de sus hijos, el pueblo viril,
luchador, eminentemente cívico, que marchaba
aun sin nombre estatal, a la vanguardia de la
República (...) (p. 72).
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La elite maracaibera poseía, según Silva Olivares (1995), un proyecto
global que tenía como meta la autonomía zuliana en relación con el gobierno
central. Para ello, la misma:
(...) se planteó con toda claridad que la
autonomía nunca sería posible, que la lucha
por su conquista sería infructuosa, si se estaba
huérfano de apoyo popular (...) era
absolutamente imprescindible el concurso del
pueblo (...) para ello apelaron a la realización
de conferencias, publicación de artículos en
periódicos y revistas, lectura de discursos en
concentraciones públicas (...) (pp. 84-85).
A su vez, algunos intelectuales se dedicaron a dar a conocer mediante sus
escritos las potencialidades económicas y culturales de los maracaiberos para de
esta manera formar una conciencia autonomista. Se intentó promover en la
población alfabetizada la conciencia de vivir en una ciudad – puerto próspera,
poblada de hombres que en toda su historia han sido cultos y capaces de dirigir el
destino del Zulia. Jesús María Portillo, escribió en 1889 –poco tiempo antes de
morir- una obra titulada La ciudad de Maracaibo, en la cual se centró en exaltar
las bondades de su terruño natal; su objetivo le llevó a describir en forma poética
e idealizada el espacio urbano de Maracaibo:
(...) Difícil sería hacer una descripción que
pudiera ser original en el sentido de su belleza
poética que ella encierra... Tierra del Sol
Amada la llama el más egregio de sus hijos;
24
copia embellecida de la Reina del Adriático la
nombra otro (...)
Según algunos viajeros, cuando se entra á
Maracaibo por el augusto estrecho
denominado la Barra, al llegar á las
extremidades del Lago que confinan con ella,
la ciudad aparece más bella que Nápoles y
Constantinopla, deduciendo de éstas todo lo
que el arte les ha dado de hermoso y
encantador (...) (pp. 5-9).
Para este año de 1889, el Presidente Rojas Paúl envió un delegado para
que mediara en favor del entendimiento político de los cuatro partidos de la
sección Zulia; el referido delegado designó unilateralmente al gobernador
seccional, lo que llevó a un grupo de zulianos a pronunciarse en contra de esta
medida, valiéndose para ello del anonimato: “(...) En principio, somos enemigos
de esas delegaciones, como que regularmente han sido encaminadas á sostener en
las localidades autonómicas los intereses políticos del poder contra la libre
voluntad del pueblo (...)” (El pacto de unión entre los partidos electorales del
Zulia y su artículo sexto).
En la etapa final de este mismo año se presentó una polémica en torno a la
división político-administrativa del país, en la que volvió a plantearse la
permanencia del estado Falcón Zulia. Esta vez, en forma abierta y sin anonimatos,
los diversos sectores que conformaban la sociedad maracaibera se pronunciaron
en contra de esa posibilidad y, entre otras manifestaciones de protesta, el 22 de
25
diciembre el gremio de comerciantes salió a la plaza San Juan de Dios para
rechazar la pretendida anexión (El Zulia y su autonomía ante la nación, 1890: 30).
Este momento es relevante en el proceso coyuntural de reivindicación
autonomista de la región zuliana; en el mismo logra superarse el escollo impuesto
al desarrollo del Zulia por parte del régimen centralista de Guzmán Blanco. Y
esto se da gracias a un consenso regional en favor de la autonomía y la condición
estatal del Zulia. Los gremios, grupos políticos, económicos e intelectuales
supieron sacar provecho de la reforma constitucional de 1889-1890 y de la
decadencia política de Guzmán Blanco y sus partidarios para exigir el
reconocimiento de los derechos autonómicos del Zulia. La dirigencia regional se
vio fortalecida con este triunfo político, pero esto no bastó para frenar la
arremetida centralista que se presentaría posteriormente en toda Venezuela con el
régimen gomecista y la administración que el mismo hizo de los recursos
generados a través de la economía minero-exportadora.
En 1890 el Zulia inicia una etapa favorable para el ejercicio de la
autonomía, pero la misma va a resentirse durante los gobiernos de Cipriano Castro
y Juan Vicente Gómez. Será en esta última gestión gubernamental cuando en
1926 se concrete el desplazamiento de la economía agro-exportadora como
principal ingreso fiscal de Venezuela y se imponga, simultáneamente, la
hegemonía de la renta petrolera, con lo cual se abrieron las puertas a la
centralización administrativa de este recurso y con ello la consolidación del
centralismo político del país.
26
Entre 1890 y 1926 pueden identificarse tres momentos en los que la
confrontación autonomía-centralización fue evidente: a) el año 1890 y la
recuperación por parte del Zulia de su condición de estado soberano; b) el
enfrentamiento entre el gobierno de Cipriano Castro y líderes maracaiberos,
quienes se opusieron en 1899 a las medidas centralistas del mismo; c) la protesta
de la sociedad maracaibera en 1909 ante las medidas arbitrarias adoptadas por el
gobierno de Juan Vicente Gómez en detrimento de la región.
Las respuestas de los sectores de la sociedad maracaibera ante los
momentos identificados no debieron ser homogéneas; los intereses y vínculos
entre éstos y los demás actores involucrados pudo haber influido en la actitud que
asumieron ante los hechos. Estudiar cómo actuaron los referidos sectores en esas
situaciones del proceso histórico regional y nacional requiere de múltiples
investigaciones. Acá, en el presente trabajo de investigación, se ha estudiado la
participación de la intelectualidad de Maracaibo frente a esos momentos críticos
de la reivindicación autonomista regional.
Para ello se adoptó la propuesta de investigación histórica presentada por
José Ortega y Gasset (1996) en su obra En torno a Galileo, en la cual expone que
el concepto fundamental de la historia es el de generación. Dicho concepto es
central en la visión de la historia de este filósofo, pues para él “la generación es
una y misma cosa con la estructura de la vida humana en cada momento. No se
puede intentar saber lo que de verdad pasó en tal o cual fecha si no se averigua
antes a qué generación le pasó” ( p. 117).
27
Por generación entiende la existencia de un colectivo humano que presenta
unos atributos primarios, a saber: comunidad de fecha y comunidad espacial;
también lo asume como el conjunto de hombres que comparten una misma edad,
pero no una edad cronológica sino una edad vital, en la cual puede observarse un
cierto modo de vivir y de percibir el mundo: “La vida es tiempo –como ya nos
hizo ver Dilthey y hoy nos reitera Heidegger- (...) Por eso el hombre tiene edad.
La edad es estar el hombre siempre en un cierto trozo de su escaso tiempo (...) La
edad es, dentro de la trayectoria vital humana, un cierto modo de vivir” (pp. 85-
90).
Poseer la misma edad vital nos lleva a formar parte de una generación que
en la misma obra cataloga de coetánea:
(...) el conjunto de los que son coetáneos
en un círculo de actual convivencia es una
generación. El concepto de generación no
implica, pues, primariamente más que estas
dos notas: tener la misma edad y tener algún
contacto vital (...) Pero eso indica, a su vez:
1°., que si toda generación tiene una
dimensión en el tiempo histórico, es decir, en
la melodía de las generaciones humanas, viene
justamente después de tal otra –como la nota
de una canción suena según sonase la anterior-
; 2°., que tiene también una dimensión en el
espacio (...) (p. 86).
En la contemporaneidad, conviven en forma articulada varias generaciones
(Barraclough, 1973: 15), las cuales según sus diversas edades construyen la
28
realidad histórica. Con esto coincide Ortega y Gasset (1996), cuando afirma:
“Todos somos contemporáneos, vivimos en el mismo tiempo y atmósfera –en el
mismo mundo- pero contribuimos a formarlo de modo diferente. Sólo se coincide
con los coetáneos. Los contemporáneos no son coetáneos: urge distinguir en la
historia entre coetaneidad y contemporaneidad (...)” (pp. 85-86).
El hombre, hasta los treinta años aproximadamente, va absorbiendo su
tiempo; las ideas, convicciones o el “espíritu del tiempo” marcan el mundo que le
corresponde vivir. Ese mundo ha sido construido por las generaciones anteriores,
y las generaciones posteriores tendrán que darle continuidad o ir progresivamente
introduciendo modificaciones en el mismo. El espíritu vigente o el mundo vigente
(convicciones y valores asumidos por los hombres) “cambia en cada generación
porque la anterior ha hecho algo en el mundo, lo ha dejado más o menos distinto
de como lo encontró” (Ortega y Gasset, 1996: 96).
Cuando una sociedad experimenta un cambio significativo, el mismo
puede servir de punto de partida para ubicar cronológicamente las generaciones
que conviven en ese momento. El cambio es impulsado por una generación
decisiva, aquella que finalmente expresa los valores de una nueva época. El
historiador tiene la opción de establecer una cronología identificando al personaje
más destacado de una generación decisiva o “la figura que con mayor evidencia
represente los caracteres substantivos del período”. En la Edad Moderna, Ortega y
Gasset selecciona como personaje emblemático de la misma a Descartes; entre
1600 y 1650 se da una maduración del tiempo moderno y en 1626 Descartes
cumple 30 años, es decir termina de absorber su mundo y comienza a “hacer
29
mundo”. La fecha de la generación de Descartes es, entonces, 1626; para
identificar la generación anterior se ubica la “zona de fechas”, en la cual se asume
que toda generación surge entre otras dos y que cada una confina con otra en un
lapso de tiempo cronológico que estima en quince años. De modo que “toda vida
humana, por su esencia misma, está encajada entre otras vidas anteriores y otras
posteriores” (p. 84). Así, en 1611 puede ubicarse la generación próxima anterior
de Descartes, en la cual se ubicarían Hobbes, Hugo Grocio y Vanini.
Coexisten simultáneamente en la sociedad generaciones de hombres que
experimentan etapas distintas en sus vidas, según el tiempo vital de las mismas:
hay una etapa de formación o de absorción del mundo, la cual se extiende hasta
los 25 y 30 años de edad; luego se presenta una etapa donde la generación
introduce cambios en el espíritu del tiempo y la misma se ubica entre los 30 y 45
años; finalmente, se presenta la etapa de predominio entre los 45 y 60 años de
edad, donde la generación busca darle permanencia a lo que modificó en la etapa
anterior. Ortega y Gasset (1996) explica esto de la siguiente manera:
Normalmente, el hombre, hasta los
veinticinco años no hace más que aprender,
recibir las noticias sobre las cosas que le
proporciona su contorno social –los maestros,
el libro, la conversación. En esos años, pues,
se entera de lo que es el mundo (...)
(...) la más plena realidad histórica es
llevada por hombres que están en dos etapas
distintas de la vida, cada una de quince años:
de treinta a cuarenta y cinco, etapa de
30
gestación o creación y polémica; de cuarenta y
cinco a sesenta, etapa de predominio y mando.
Estos últimos viven instalados en el mundo
que se han hecho (...) (pp. 82-100).
Lo antes expuesto presenta algunos planteamientos que requieren ser
aclarados:
Cuando Ortega y Gasset propone identificar a la figura histórica que mejor
represente un tiempo o época determinada, no está con ello afirmando que
dicha figura sea el único factor a considerar en la explicación de los procesos
históricos. Lo que sí plantea es que en un lapso de tiempo puede aparecer un
personaje que exprese a cabalidad el mundo que él y la sociedad en general
estén experimentando. Si la vida de ese personaje refleja la realidad social y
cultural de una época, entonces la misma puede servir de punto de partida para
elaborar una cronología que le permita al historiador captar cómo se van
presentando los cambios en el tiempo.
Las generaciones como experiencia histórica nos revelan que los hombres
que comparten un mismo espacio y tiempo vital transitan por un mundo con
características culturales particulares; los que integran una generación pueden
darle continuidad a ese mundo o perseguir la transformación del mismo, lo
cual no significa que todos los miembros de esa generación van a proceder de
la misma manera frente a determinada realidad: no existe homogeneidad de
criterios y posiciones en una generación, pues quienes la integran están de
alguna manera condicionados por sus circunstancias.
31
Son varias las generaciones coetáneas de intelectuales maracaiberos que
compartieron una misma contemporaneidad durante el período coyuntural de
1890-1926. Todas ellas reaccionaron en forma heterogénea frente a los momentos
críticos de la reivindicación autonomista. Dichos momentos se hicieron presentes
en el marco de un notable fortalecimiento de las potencialidades culturales de
Maracaibo, condición que fue alcanzada en buena parte gracias al espíritu
emprendedor de los intelectuales. El período comprendido entre la década de los
años ochenta del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX ha sido considerado “la
edad de oro” en la historia cultural de la ciudad; según Adolfo Romero Luengo
(1974): “hasta un poco más de la primera década de este siglo [el siglo XX], a
pesar de todas las dificultades de diverso orden afrontadas por la región,
Maracaibo vive una época que bien ha sido llamada de ‘oro’ en su cultura” (p.51).
El mismo Romero Luengo nos presenta algunas reflexiones del Dr. Héctor
Cuenca sobre el mencionado período:
(...) Era la clara época de nuestra cultura,
las prensas de Maracaibo editaban obras de
todo orden... los hombres de espíritu marcaban
la hora del progreso regional. En que los
hombres responsables de su obligación social
creaban hospitales, bancos, asilos, empresas de
todo orden (...) (Cuenca, en: Romero, 1974:
51).
Según Abraham Belloso (1956) “los hombres de aquel ayer, pusieron al
servicio de la tierra de su nacimiento, todo el caudal de sus iniciativas, buena
32
voluntad, trabajo, capitales; i hasta sacrificaron parte de su bienestar personal,
para cristalizar en hechos, todo un programa de engrandecimiento” (p. 339).
En el período indicado la ciudad de Maracaibo “era cuna de la cultura, y
de intelectuales, escritores, médicos, abogados y un alto conglomerado de figuras
ilustres, representantes de la elite política y económica” (Atencio, 2002: 104). Una
de las condiciones que da testimonio de esa etapa de esplendor cultural fue la
producción intelectual, la cual en los dos últimos lustros del siglo XIX llegó a
aportar un total de 104 libros publicados, más otros 75 que salieron a la luz
pública en la primera década del siglo XX (Cardozo, 1999: 237). Al mismo
tiempo, entre 1891 y 1897 llegaron a circular en Maracaibo seis y cinco diarios
respectivamente (Bermúdez, 2001: 12).
Esta experiencia coincide con la fundación de la Universidad del Zulia en
1891, la cual vino a reforzar el trabajo intelectual que ya se venía ejecutando en el
Colegio Federal de Maracaibo, donde para 1889 se cursaban las mismas carreras
que se ofrecían en la Universidad de Caracas (Alegría, 1969: 204). A su vez,
Maracaibo contaba con los recursos mínimos necesarios para favorecer el estudio
y la reflexión intelectual: en la última década del siglo XIX, la Biblioteca Pública
del Zulia disponía de más de 3.000 volúmenes y la biblioteca de la Universidad
del Zulia poseía 2.125, a los cuales hay que sumar los 1.000 que existían en la
Sociedad Mutuo Auxilio (Besson, 1951: IV, 122) y los 2.535 ejemplares de la
Biblioteca Médica fundada en 1894 (Alegría, 1969: 213).
Aunque la desaparición de la Universidad del Zulia trastrocó el ritmo
ascendente de la vida cultural de Maracaibo, esto no fue óbice para impedir que la
33
intelectualidad progresista de la ciudad mantuviera su labor a favor del
sostenimiento de la vida cultural de la misma. Según Gregorio Coello (1991):
(...) podemos decir, sin lugar a dudas, que
si nos ponemos a recopilar la poesía, la prosa y
dentro de estos, la filosofía, que se generó
entre 1904 y 1946, debemos de entender que
aquí si brilló en ese período la intelectualidad;
y que si bien materialmente la universidad no
existía, espiritualmente conservó con creces su
existencia simbólica, representada en muchos
nombres de intelectuales de entonces (...) (pp.
1-12).
Pero si bien el cierre de la universidad no impidió que Maracaibo
mantuviera su esplendor cultural, la desaparición física de quienes fueron los
principales artífices del mismo si echó por tierra la línea ascendente del desarrollo
cultural de la ciudad, con lo cual llegó a su fin la llamada “etapa de oro”. Para
Hercolino Adrianza (1976), el año 1921 “fue aciago para el Zulia. Algunos de sus
grandes héroes civiles desaparecieron (...) el Zulia sintió el peso de sus grandes
muertos. Sucumbía el Dr. José del Carmen Ramírez (...) el Pbro. Carlos Flores y
el Dr. Francisco Eugenio Bustamante (...) y un año antes se había ido el valioso
vate (...) Dr. Ildefonso Vásquez (p. 21)”.
Este criterio fue compartido por Rafael Yepes Trujillo (1974) quien
afirmó que “con la muerte de Marcial Hernández, de Udón Pérez y de Elías
Sánchez Rubio [muertes acaecidas en la década de los años veinte], la tierra del
sol lloró llantos de luz y tuvo resignación de tinieblas” (p. 57). De igual manera, el
34
insigne Jesús Enrique Lossada (comp. de Pérez, 1951) sostuvo el 24 de agosto de
1926 que la desaparición de Udón Pérez:
(...) asume el aspecto de un
derrumbamiento sociológico. Varones
distinguidos, inteligencias ilustres nos fueron
arrebatadas por la muerte, i aunque nos
conmovió su pérdida, nos consolábamos con
los tristes hados porque el gran poeta
compartía (...) ¡Ahora, cuán distinto! El ábside
del templo cedió, i con él se ha derribado el
edificio entero (...).
La etapa de oro de la historia cultural de Maracaibo coincide con la etapa
de predominio de la generación encabezada por el Dr. Francisco Eugenio
Bustamante, personaje que puede ser considerado la figura más representativa de
la lucha autonomista regional para la época y el hombre que por sus atributos
académicos, políticos y económicos, ejerció gran influencia sobre su generación y
el conjunto de generaciones de intelectuales con las que se relacionó. Él es “la
expresión de una generación de intelectuales zulianos, los cuales dejaron una
importante producción de ideas” (Quevedo, 2003: 28).
La vida del Dr. Bustamante se dilató en el tiempo y la misma es la prueba
más convincente de su escogencia como la figura que, en términos de Ortega y
Gasset, “mejor representa los caracteres substantivos” de Maracaibo y su
exigencia autonomista entre 1890 y 1926. Podemos decir con Juan Besson que su
vida quedó íntimamente ligada a la historia del pueblo del Zulia (Besson, 1951:
IV, 286).
35
Bustamante nace en tierras falconianas en 1839, año de la fundación del
Colegio Nacional de Maracaibo. A pocos años de edad, sus padres Antonio
Bustamante (prócer de la independencia venezolana) y María Concepción
Urdaneta (familiar del general Rafael Urdaneta), deciden trasladar la familia a
Maracaibo. Uno de sus discípulos, Juan Lossada Piñeres sostuvo que si bien
Bustamante no nació en el Zulia “es zuliano por la sangre, por el corazón y
también por el martirio” (Lossada Piñeres, 1890: 13), refiriéndose con ello a los
servicios prestados por su maestro al Zulia.
En 1854 comienza a cursar estudios de bachillerato en Maracaibo,
precisamente cuando el Dr. Joaquín Esteva Parra (quien fuera discípulo del Dr.
José María Vargas) asume la cátedra de anatomía en dicha ciudad, dando inicio a
la Escuela Médica del Zulia en la cual descollaría Bustamante. Para 1864 se
gradúa de médico en la Universidad de Caracas; tenía para el momento 25 años de
edad. Al año siguiente viaja a Francia para cursar estudios médicos en la Facultad
de Medicina de París, donde hasta 1868, año en que regresa a Maracaibo, recibe
conocimientos de “los grandes maestros franceses, y desde que llegó manifestó
poseer en grado eminente los dotes sobresalientes que le han dado un puesto
distinguido entre los cirujanos de Venezuela” (Rodríguez, 1896: 38).
Entre sus méritos como profesional de la medicina sobresale el haber
practicado por primera vez en Venezuela la ovariotomía, lo cual fue considerado
en su momento una “barbaridad quirúrgica” por el éxito alcanzado, pues para
1874, año en que practica la operación, muy pocas experiencias de este tipo
habían culminado satisfactoriamente. Según Ceferino Alegría (1969): “el Dr.
36
Bustamante empleó en su operación la técnica usada entonces en Europa por los
más famosos cirujanos, en cuyas clínicas había aprendido la técnica operatoria de
la ovariotomía en aquel mismo año de su regreso de Francia” (p. 392). Esta osadía
de Bustamante le convirtió en el fundador de la cirugía abdominal en Venezuela,
mérito que le fue reconocido por el mismo Dr. Luis Razetti en 1914 (Alegría,
1969: 394).
Su contacto con la vanguardia médica del mundo le permitió introducir en
Venezuela nuevos conocimientos operatorios y de tratamiento medicinal:
aplicación de los aparatos de Richet y de Velpeau para la reducción de fracturas
(1869), manejo de la pinzas hemostáticas de Pean (1874), resección del maxilar
superior (1886), aplicación del método Galeswozky para la incisión del fondo del
saco conjuntival (1895), colesistostomía y cura operatoria de fístula vesicovaginal
en 1896 (Alegría, 1969: 400-403), y ejecución de la operación de Talaguier en un
niño de 12 años que sufría de deformación en los miembros inferiores (Mármol,
1902). En su época también se le atribuía el haber promovido “el uso de las
inhalaciones de cloroformo, con el objeto de combatir el tétanos de origen
traumático y la eclampsia puerperal (...) y la primera pleurotomía en un caso de
pleuresía purulenta; también se le debe el haber introducido la compresión digital
en el tratamiento de las aneurismas” (Rodríguez, 1896: 39).
Publicó varios trabajos científicos, entre ellos: Estudio sobre la placenta
(trabajo presentado en París); Resección del tercio anterior de la octava costilla,
1885; Absceso del seno frontal izquierdo, 1885; Extirpación de higroma de la
región rotuliana, 1889; Quiste dermoideo del ovario. Ovariotomía, 1897;
37
Osteotomía y sutura metálica por consolidación viciosa de los huesos de la
pierna, 1907; Lujación de la cadera, 1908 (Alegría, 1969: 405).
También dejó constancia por escrito de su posición filosófica, mediante
una obra titulada El gran libro (1883). En sus páginas se mostró partidario de las
ideas positivistas y evolucionistas; en ellas se aleja de lineamientos religiosos y
presenta su posición materialista (Quirós, 1933: 36). En este y otros escritos,
Bustamante “se confiesa partidario de Darwin, de la mutación de las especies, del
hombre originado de los primates por evolución y opuesto abiertamente a la
creación por Dios de especies separadas. Nos encontramos con un positivista en
versión darwiniana-evolucionista” (Gotera, 1987: 86).
Su espíritu combativo y rebelde, así como su persistente empeño en
desplazar las ideas y creencias que no compartía con sus contemporáneos -e
incluso con varios de sus coetáneos- le llevó a enfrentarse abiertamente con la
Iglesia al señalar en el mencionado libro “cómo de la institución eclesiástica
habían surgido acciones que atentaban contra la humanidad misma y contra los
principios de la doctrina del amor propagado por Jesucristo” (Quevedo, 2003: 24).
Se trató de una actitud propia de un hombre identificado con la masonería, la cual
históricamente ha mantenido fricciones persistentes con la Iglesia4.
Esta manera de entender el mundo le ganó el calificativo de “libre
pensador”, una especie de estigma otorgado por los sectores intelectuales 4 Es pertinente señalar que el pensamiento positivista es compatible con la visión del mundo adoptada por los masones, pues estos se han aferrado al “...espíritu racional y científico de los tiempos modernos...” (Isidoro Requena, en: Lossada, 1982: 15), lo cual es una aproximación a la tesis positivista del progreso indetenible que debe aportar el conocimiento científico a la humanidad, creencia que se adoptó en el desarrollo de la modernidad.
38
conservadores de Maracaibo. Su adhesión a las ideas positivistas-evolucionistas y
a la vivencia masónica “chocaron muy fuerte con el imaginario tradicional
religioso del común y de los círculos académicos que defendían el creacionismo y
el escolasticismo” (Quevedo, 2003: 03).
Mas esto no impidió que Bustamante fuera ampliamente reconocido y
aceptado en la sociedad maracaibera de finales del siglo XIX; tampoco representó
un obstáculo al momento de asumir algún tipo de liderazgo dentro y fuera de la
intelectualidad. Basta con observar el gran número de cargos y responsabilidades
que logró ejercer para confirmar lo expresado:
En el campo académico destacó como catedrático de medicina en el
Colegio Nacional de Maracaibo (1869) y en la Universidad del Zulia. Siendo
senador por el estado Zulia contribuyó a impulsar la fundación de dicha
universidad en 1891. Fue su Rector en el período 1897-1899 y director-fundador
del periódico La Universidad del Zulia. En esta institución ejerció la Cátedra de
Clínica Médico-Quirúrgica (1895). Fue miembro de la Academia Nacional de
Medicina, la cual lo homenajeó al conmemorarse en 1914 su jubileo doctoral.
También estuvo incorporado a la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y
Artes de Cádiz y al Centro Literario del Zulia. Fundó y dirigió la Sociedad
Médico Quirúrgica del Zulia (1917). Fue presidente del II Congreso Médico
Venezolano celebrado en Maracaibo en 1917 y se desempeñó como médico de la
Sociedad Mutuo Auxilio en la circunscripción sur de Maracaibo (1908-1909).
A temprana edad se involucra en el terreno político. En 1859 interviene en
la conflictividad política nacional incorporándose como soldado voluntario para
39
enfrentar la rebelión de Pedro Vicente Aguado (García Díaz, 1965). Poco tiempo
después, en 1862, se encontraba acompañando a Venancio Pulgar con el propósito
de enfrentar al secretario de gobierno de José Antonio Páez. En 1868 se une a los
opositores políticos de Jorge Sutherland en Maracaibo, respaldando de esta
manera a Venancio Pulgar, quien poco tiempo después sería su rival político,
hasta el punto de llegar a planificar una invasión a Maracaibo para derrocarle
(Pons, 1978). Bustamante llegó a fundar y presidir el “Partido de la Juventud” en
1874, al lado de José María Rivas y Eduardo J. Delgado, quienes se oponían al
régimen de Guzmán Blanco. También fundó, junto con Alejandro Urbaneja, el
Partido Republicano (1893), grupo adverso a los liberales amarillos (Velásquez,
1993). Integró la comisión preparatoria de la Asamblea Constituyente del estado
Zulia (1890). Fue Ministro Plenipotenciario y enviado extraordinario en
Washington (1892) y Ministro de Fomento (1893) durante el gobierno del general
Joaquín Crespo. Ocupó un curul en el Senado de la República en varias
oportunidades (1874, 1891 y 1898).
Su labor como empresario fue exitosa al lado de su hermano Antonio
Bustamante, con quien además de compartir las creencias masónicas, compartió el
interés por acrecentar el patrimonio familiar. Este personaje, al momento de morir
en 1892, había participado de la vida empresarial de Maracaibo a través de las
principales organizaciones económicas que existían para la época: Mutuo Auxilio,
Monte de Piedad, Caja de Ahorro, Banco de Maracaibo y su casa comercial “A.
Bustamante” (Añez, 1910). También lo había hecho Francisco Eugenio, quien
fundó y presidió la Asociación Monte de Piedad (1880) y tiempo después
40
presidiría la Sociedad Mutuo Auxilio (1904-1905). A su vez, poseía acciones en la
empresa “The Maracaibo Electric”, la cual disponía de un capital de 336.000
dólares para 1896 (Koch, 1896); también fundó y adquirió acciones en la
Compañía Anónima Proveedora de Agua de la ciudad de Maracaibo (1895), cuyo
capital ascendía a los 400.000 bolívares (Estatutos de la Compañía Anónima
Proveedora de Agua, 1895).
Entre sus discípulos, muchos de ellos médicos, se encontraban: Dr. Adolfo
d’Empaire, Dr. Ramón Soto González, Dr. Aniceto E. Serrano, Dr. Guillermo
Quintero Luzardo, Venancio J. Hernández, Dr. Guillermo Cook Yépez, Dr. John
Coates Cole (García Díaz, 1965), Dr. Helímenas Finol, Aniceto Ramírez, Dr.
Candelario Oquendo (Lossada Piñeres, 1890), Dr. Antonio Acosta Medina, Dr.
Ramiro A. Parra, Dr. Adolfo Pons, Br. Udón A. Pérez, Dr. Marcial Hernández,
Dr. José Otilio Mármol, Eurípides Quintero Guzmán, Carlos Luis Chirinos, entre
otros.
Tras su desaparición física el 30 de diciembre de 1921, Don Ismael
Urdaneta (1922) diría de él lo siguiente:
(...) Es una noble figura que desaparece;
de aquellas que sintetizan un época i se
destacan sobre el porvenir, por cima del
presente i del pasado (...)
Por su ciencia i por sus vastos
conocimientos representa una gloria patria que
se extingue. Venezuela pierde en él un
exponente de su cultura.
41
Maracaibo llora la desaparición de uno de
sus hijos mejores, de los que siempre procuran
honrarla con su vida, su obra o sus hechos (...).
Bustamante es, por tanto, el principal representante de una generación
cuyo año de referencia cronológica es 1869, por ser el momento en que este
personaje cuenta con treinta años de edad y sale a “hacer mundo”, acompañado de
otras figuras intelectuales. Para seleccionar los nombres de los intelectuales que
compartieron con Bustamante la misma coetaneidad debe tomarse en cuenta que
el proceso de agrupación de los integrantes de una misma generación se hace a
través de fechas de generaciones y no de personas; esto quiere decir que
pertenecerán a una misma generación “los que hayan cumplido treinta años, siete
años antes o siete años después” de la fecha que se asume como el “centro de la
zona de fechas” (Ortega y Gasset, 1996: 111), es decir, el año 1869.
De esta manera, pertenecen a la generación de Bustamante los siguientes
intelectuales: Dr. Manuel Dagnino (1834-1901), Dr. José Trinidad Montiel (1839-
1901), Dr. Ildefonso Vásquez (1840-1920), Ramón Troconis Vale (1840-1912),
Pbro. Francisco J. Delgado (1842-1923), José María Rivas (1843-1920), Pbro.
José Tomás Urdaneta (1843-1923), Eduardo Gallegos Celis (1844-1906), Dr.
Miguel Celis (muere en 1899), Dr. Jesús María Portillo (1844-1889), Manuel
Antonio Marín-hijo-(1846-1927) y Simón González Peña (1846-1931).
Esta generación de coetáneos estuvo precedida y sucedida respectivamente
en el tiempo por otras generaciones, las cuales se ubican temporalmente restando
o sumando quince años al centro de la zona de fechas (Ortega y Gasset, 1996:
42
110); esto quiere decir que la generación próxima anterior es la de 1854, en la cual
destacan los nombres de los doctores Francisco Suárez (1827-1897) y José del
Carmen Ramírez (1830-1901).
A su vez, la generación de Bustamante estaría sucedida en el tiempo por la
generación de 1884, donde se hicieron presentes las siguientes figuras: Dr.
Candelario Oquendo (1847-1907), Dr. Francisco Ochoa (1849-1907), José de
Jesús Olivares (1849-1908), Dr. Francisco Rincón (1849-1921), bachiller Sísoes
Finol (1849-1932), Eduardo López Rivas (1850-1913), Manuel Montiel Pulgar
(nace en 1850), José Vicente Matos Ávila (1850-1938), Trinidad Bracho
Albornoz (nace en 1850), Dr. Alejandro Andrade (1851-1904), Carlos Marín
(1851-1897), Dr. Helímenas Finol (1852-1905), Pablo Vílchez (1852-1908), Dr.
Simón Montiel Pulgar (1852-1929), Dr. Rafael López Baralt (1852-1918), Dr.
Leopoldo Sánchez (1853-1928), Lic. Juan Crisóstomo Fuenmayor (1853-1892),
Dr. José Antonio Chaves (1854-1933), Octavio Hernández (1856-1925), Dr.
Temístocles Vaamonde (1857-1907), Dr. Ramón Antonio Infante (1858-1892),
Pbro. Jesús María Zuleta (1860-1956), Bartolomé Osorio (1860-1942), Dr. Pedro
Guzmán (1860-1947), Dr. Antonio Acosta Medina (1861-1935), bachiller Agustín
Bracho (1861-1936) y Dr. Alcibíades Flores (segunda mitad del siglo XIX-1949).
Posteriormente encontramos la generación de 1899. En ella convergen los
nombres de: Dr. Jaime Luzardo Esteva (1862- primera mitad del siglo XX), Julia
Áñez Gabaldón (1865-1886), Jesús Carruyo (1865-1932), Ing. Raúl Cuenca
(1866-1945), Dr. Enrique Acosta (1867-1947), Dr. Venancio José Hernández
(1867-1945), Armando Troconis Montiel (1867-1896), Dr. Guillermo Quintero
43
Luzardo (1868-1930), Dr. Ramiro A. Parra (1868-1936), Dr. Orángel Rodríguez
Boscán (1869-1927), Dr. Asdrúbal Araujo (1870-1912), Dr. Trinidad Montiel
Moreno (1870-1939), Dr. Fulgencio María Perozo (1870-1941), Dr. José María
Alegretti (1871-1908), bachiller Udón Pérez (1871-1926), Ramón R. Villasmil
(1871-1949), Ing. Aurelio Beroes (1872-1948), Dr. Juan Evangelista Fernández
(1872-1959), Dr. Santiago Rodríguez (1872-1954), Dr. Ramón Soto González
(1873-1928), Dr. Adolfo d’Empaire (1873-1947), Dr. Mariano Parra (1873-1928),
Dr. Aniceto E. Serrano (1874-1913), Dr. Marcial Hernández (1874-1921), Dr.
José Encarnación Serrano (1874-1952), Dr. José Otilio Mármol (1874-1959),
Pbro. Candelario Raggio (1875-1928), Dr. Juan Bautista Araujo (1876-1953),
Diódoro Alvarado (segunda mitad del siglo XIX), Dr. Pármenas Rosales (segunda
mitad del siglo XIX) y Valerio Perpetuo Toledo (segunda mitad del siglo XIX).
Muchos de los integrantes de las generaciones de 1854, 1869, 1884 y 1899
eran conocidos en el ámbito intelectual venezolano. El escritor Manuel Landaeta
Rosales (1894) publicó en El Cojo Ilustrado de Caracas un trabajo en el que daba
a conocer los nombres de quienes a su juicio formaban parte, para ese momento,
de la intelectualidad venezolana. Allí encontramos los nombres de los siguientes
zulianos: Francisco Eugenio Bustamante, Manuel Dagnino, Rafael López Baralt,
Francisco Ochoa, José del Carmen Ramírez, Octavio Hernández, Ildefonso
Vásquez, Antonio Aranguren, Trinidad Bracho, Fulgencio María Carías, Manuel
Celis, Manuel Cadenas Delgado, Francisco J. Delgado, Carlos E. Echeverría,
Manuel M. Fernández, Simón González Peña, José A. Gando Bustamante,
Eduardo Gallegos Celis, Ramón A. Infante, Eduardo López Rivas, Manuel
44
Montiel Pulgar, José Núñez de Cáceres, Candelario Oquendo, Bartolomé Osorio,
Udón Pérez, Eduardo Pérez, José A. Serrano, Víctor Raúl Sandoval, Adalberto
Toledo, Ramón Troconis Vale, Enrique Vilches, Pablo Vilches y José Ramón
Yepes.
En 1914 se hace presente la generación de Víctor Raúl Sandoval (1877-
1952), Guillermo Trujillo Durán (1878-1967), Abraham Belloso Rossell (1879-
1955), Aniceto Ramírez y Astier (1879-1956), José Antonio Butrón Olivares
(1880-1956), Carlos López Bustamante (1880-1950), Eduardo López Bustamante
(1881-1939), Rogelio Illarramendi (1881-1960), Elías Sánchez Rubio (1881-
1927), Dr. Juan Besson (1881-1951), David Belloso Rossell (1882-1984),
Emiliano Hernández (1882-1919), Dr. Jesús María Semprum (1882-1931), Dr.
Néstor Luis Pérez (1882-1949), Sisoes Molero Romero (1882-1950), Dr. Pedro
París (1883-1950), Carlos Medina Chirinos (1884-1946), Dr. Guillermo Cook
Yépez (1885-1918), Dr. Juan Bautista Jiménez (1886-1952), Ismael Urdaneta
(1887-1928), bachiller Ciro Nava (1888-1979), Jorge Schmidke (1890-1981) y
Rafael Yepes Trujillo (1890-1972).
Finalmente, en 1929 encontramos la generación conformada por: Dr. Jesús
Enrique Lossada (1892-1948), Dr. Pedro Guzmán Rivera (1894-1981), Dr. Héctor
Cuenca (1897-1961), Dr. Eduardo Matthyas Lossada (1898-1969), Valmore
Rodríguez (1900-1955) e Isidro Valles (1903-1985).
Aparte del modelo que acá se presenta para la agrupación generacional de
los intelectuales maracaiberos existen otros modelos; los mismos son valiosos
porque ofrecen una visión de conjunto acerca de los diversos grupos de
45
intelectuales que compartieron experiencias en Maracaibo a lo largo del siglo
XIX. Se trata de intentos por ordenar temporalmente el recorrido desplegado por
los intelectuales seleccionados, con la limitación de no exponer los criterios
cronológicos que se emplearon al realizar la clasificación o el agrupamiento de los
mismos. Al respecto podemos citar las propuestas generacionales de Carlos
Montiel Molero y Adolfo Romero Luengo. Para el primero (1951), existe una
generación conformada por
(...) los nombres de aquellos inspirados
portaliras que se llamaron Ildefonso Vázquez,
Diego Jugo Ramírez, Manuel María Bermúdez
Ávila, J.A. Gando Bustamante, Apálico
Sánchez (...) Eduardo López Rivas.
Más tarde aparecen (...) Pablo Vílchez,
Octavio Hernández, Abraham Ramírez,
Guillermo y Sisoes Finol, Simón González
Peña, Juan C. Villasmil, Bartolomé Osorio
Urdaneta y Clodomiro Rodríguez, artífices de
la palabra escrita (...)
Tócale después su turno a la época de
Udón [Pérez] (...) Con Udón son muy pocos
los que actúan. De su grupo salieron Marcial
Hernández (...) Astolfo Paz y Silfredo Flores
(...) Poco tiempo después les siguen Guillermo
Trujillo Durán (...) y Armando Troconis
Montiel (...) Luego Toribio Urdaneta (...)
Años más tarde aparece la inquieta
generación de Ariel, de donde salen (...) Jesús
46
Semprum, Elías Sánchez Rubio, Emiliano
Hernández y Rogelio Yllarramendy. Luego la
generación en que descollaron Jorge
Schmidke, Ismael Urdaneta, Alejandro
Fuenmayor, Carlos Medina Chirinos y Román
Montiel (...) (Montiel Molero, 1951: 08-09).
Por su parte, Adolfo Romero Luengo (1974) identifica las siguientes
generaciones de escritores maracaiberos a finales del siglo XIX y comienzos del
XX: Ildefonso Vázquez, Diego Jugo Ramírez y Francisco Ochoa. Posteriormente,
Pablo Vílchez, Bartolomé Osorio Urdaneta, Clodomiro Rodríguez, Rafael López
Baralt y Pedro Guzmán. Seguidamente, Marcial Hernández, Toribio Urdaneta,
Víctor Raúl Sandoval, Aniceto Serrano, Udón Pérez y Guillermo Trujillo Durán.
Previo al surgimiento del grupo Ariel se identifican los nombres de Juan Tinoco,
Eduardo López Baralt, Dimas Ramírez, Aniceto Ramírez y Astier, Juan Besson.
En la generación de Bustamante y en las cuatro posteriores a la misma
existen unas características comunes, a saber.
Muchos integrantes de las generaciones de intelectuales identificadas (las
de 1869, 1884, 1899, 1914 y 1929) estuvieron involucrados en la conducción
política del Zulia y de Venezuela. Carlos Medina Chirinos afirmó al respecto
que la dirigencia política del Zulia fue ocupada en su mayoría por
universitarios (citado por Ortín de Medina, 2002). Este sector de la
intelectualidad maracaibera puede considerarse progresista, no sólo en lo
relacionado con la producción literaria y científica sino también en lo político,
pues se dedicaron a desarrollar actividades científicas y al mismo tiempo
47
ocuparon cargos políticos a escala regional y nacional (Y. Urdaneta, 2000:
36).
Salvo casos excepcionales como el de Udón Pérez, quien asume la poesía
como alternativa profesional y vocacional, la mayor parte de los intelectuales
maracaiberos prefirieron ejercer una de las dos profesiones liberales que la
ciudad de Maracaibo les ofrecía, esto es: la medicina y el derecho (Mandrillo,
1988: 20).
Los intelectuales, en el caso de Maracaibo, se organizaron en grupos
encabezados por personajes reconocidos y siguiendo afinidades ideológicas
(como la masonería, el positivismo y las posiciones conservadoras) y políticas.
De los intelectuales que poseían la capacidad de constituirse en fuerza
centrípeta, aglomerante de sus homónimos, sobresalen los nombres de:
Francisco Eugenio Bustamante, Manuel Dagnino y Rafael López Baralt, en el
campo de la medicina; Francisco Ochoa y José del Carmen Ramírez, en el
estudio de la jurisprudencia; Octavio Hernández, Ildefonso Vásquez, Udón
Pérez y Rafael Yepes Trujillo en producción de prosa y versos.
Un grupo significativo de intelectuales -principalmente los más
reconocidos- no sólo se dedicó a sus actividades profesionales; también se
movían en el mundo de los negocios, como bien puede observarse en los casos
de Francisco E. Bustamante, Manuel Dagnino, Pedro París, Abraham y David
Belloso Rossell, entre otros prominentes empresarios de la época.
48
En la etapa final del siglo XIX, los intelectuales de Maracaibo –de manera
particular quienes ejercían la medicina- estaban distanciados desde el punto de
vista ideológico como consecuencia de la incompatibilidad de las posiciones
asumidas en torno a las ideas positivistas, darwinistas y evolucionistas, las
cuales fueron atacadas por el sector conservador de la intelectualidad. Esto
hizo surgir, de acuerdo con el testimonio del Dr. Adolfo Pons, “resonantes
discusiones y polémicas” entre los que defendían estas ideas (a cuya cabeza se
encontraba el Dr. Francisco E. Bustamante) y los que se aferraban a la
tradición católica, entre ellos el Dr. Manuel Dagnino, coetáneo de Bustamante
(citado por Hernández d’Empaire, 1980: 26). También, a comienzos del siglo
XX, se observa un distanciamiento entre el sector conservador de la
intelectualidad y los integrantes del grupo Ariel, quienes eran partidarios del
positivismo y la corriente literaria modernista.
49
Capítulo II. Los intelectuales maracaiberos ante la reivindicación
autonomista del Zulia en 1890.
“La política en Venezuela es similar a un
gallinero”.
José Tadeo Monagas
Los primeros meses que transcurren en Venezuela durante el año 1890
estuvieron marcados por el ambiente electoral; en esa etapa se dio la escogencia
de quien reemplazaría a Juan Pablo Rojas Paúl en el gobierno central. El Consejo
Federal, en su sesión del 06 de marzo de 1890, procedió a proclamar Presidente de
la República para el bienio 1890-1892, al Dr. Raimundo Andueza Palacio (Siso
Martínez, 1956: 615). En la escogencia no hubo sorpresas pues la misma recayó
sobre la persona propuesta por el mismo Rojas Paúl.
El nuevo gobierno se inició con el apoyo político de un sector considerable
del conservatismo; a su vez el mismo había logrado el consenso de guzmancistas
y antiguzmancistas. De esta manera Andueza Palacio asume la presidencia el 19
de marzo de 1890 (Nikita Harwich Vallenilla, en: Diccionario Multimedia de
Historia de Venezuela, 1994). Un año después la alianza política entre el nuevo
presidente y Rojas Paúl se resquebrajaría, hasta el punto de llegar éste a conspirar
en contra de aquél desde Curazao (Velásquez, 1993: 246).
El gobierno de Andueza Palacio inicia su gestión en medio de una bonanza
fiscal que le permitió la culminación de obras iniciadas en gobiernos anteriores;
esta situación favorable de la economía duraría muy poco pues el comercio
50
cafetalero, que representaba para Venezuela el 74 % de las exportaciones,
comenzó a resentirse por la baja de los precios del café, lo cual fue consecuencia
de la sobreproducción de este rubro a partir de 1890 por parte de Brasil y
Colombia (Avendaño, 1982: 41).
La producción venezolana también fue significativa y la misma
experimentó un crecimiento sostenido entre 1881 y 1891. El principal puerto de
exportación de café de la época fue el de Maracaibo, el cual servía de punto de
salida para las cosechas de la región andina; le seguía en orden de importancia el
puerto de La Guaira. Algunos cálculos sobre las exportaciones de Venezuela
indican las siguientes estimaciones en sacos de café (Estadísticas del café, 1892):
Puer
to
A
ño
1881
1882
1883
1884
1885
1886
1887
1888
1889
1890
1891
Mar
acai
bo
244.631
253.322
232.129
246.635
232.352
280.162
290.417
286.220
322.030
263.072
308.597
La
Gua
ira
133.079
191.060
126.587
142.868
162.020
186.209
137.050
242.890
198.330
111.207
143.314
Exportación de café por los principales puertos de Venezuela (1881 – 1891)
A la par que se alcanzaban en Maracaibo las mayores movilizaciones de
café hacia el exterior de Venezuela, se aprobaron en esta ciudad desde 1890
“medidas arancelarias para favorecer importaciones y exportaciones de productos
y mercancías. Disposición que facilitó y fortaleció a los pequeños y grandes
comerciantes, extranjeros y criollos” (Atencio, 2002: 110), cuya presencia en
51
Maracaibo fue significativa si tomamos en cuenta la cantidad de casas comerciales
establecidas en ella (Firmas comerciales partícipes de la colecta a favor de los
afectados por las inundaciones del distrito Colón del estado Zulia en 1890):
Minlos Breuer & Cía. Eduardo Bozo & Cía.
Blohm & Cía. Parra Pocaterra & Cía.
Van Dissel Thiess & Cía. Henríquez & Cía.
Cabrera y Luciani Urdaneta & Troconis
H.L Boulton Jr. & Cía. Lucas Rincón & Cía.
J.A Fereira & Cía. Jongh Henríquez & Cía.
Bruno Lagomaggiore & Cía. M.N Rincón & Cía.
Christern & Cía. París Hermanos & Cía.
Ángel Urdaneta & Cía. Augusto Oquendo & Cía.
De Lima Jr. & Cía. José [Sariol] & Cía.
D´Empaire & Cía. Fielstedz & Cía.
J.R Ramírez & Cía. D.C Gómez & Cía.
Troconis & Cía. M. Dagnino & Cía.
Nemecio García & Cía. Willson & Cía.
Algunas firmas comerciales de Maracaibo a finales del siglo XIX
Otras firmas presentes en Maracaibo para 1890 fueron las pertenecientes a
E. Von Jess, A. Bustamante, C.G Pinedo, Eduardo & Mac Gregor y G. Cook e
52
hijos (Junta Directiva de la Sociedad Queseras del Medio, 1890). Algunas de ellas
habían logrado obtener ganancias significativas en sus operaciones comerciales, lo
cual les permitió convertirse en prestamistas ocasionales del gobierno regional.
Así ocurrió en 1890 cuando el gobierno transitorio de Ramón Ayala recibe de
varias casas comerciales un préstamo de diez mil bolívares para cubrir los gastos
de la celebración del centenario de José Antonio Páez (Anzola, 1890).
Los intelectuales de la ciudad participaron en la posesión de varias de las
casas comerciales mencionadas. La familia Bustamante era propietaria de la firma
“A. Bustamante”, bajo la conducción de Antonio hasta su muerte en 1892; de la
misma generación de Francisco E. Bustamante, el Dr. Manuel Dagnino presidía la
firma “M. Dagnino”. La familia d’Empaire, a la cual pertenecía el Dr. Adolfo
d’Empaire, intelectual de la generación de 1899, era propietaria de la firma
“d’Empaire”; a su vez, los París, familia del Dr. Pedro París, intelectual de la
generación de 1914, poseían la firma “Hermanos París” y otro representante de
esta generación, el Dr. Guillermo Guillermo Cook fue copropietario de “G. Cook
e hijos”. En años posteriores encontraremos a otros intelectuales empresarios
como los hermanos Belloso Rossell.
Los dueños de estas y otras firmas comerciales de la ciudad, así como
algunos integrantes de sus respectivos núcleos familiares, tendrían la oportunidad
de salir al exterior a cursar estudios universitarios. La mayor parte de los que
contaban con esta opción realizaron estudios de doctorado en ciencias médicas o
jurídicas; los lugares más frecuentados fueron Francia, Italia y Norteamérica.
Quienes regresaban del exterior luego de un período de formación académica, lo
53
hacían en medio del reconocimiento de sus coterráneos, algunos de los cuales
pasarían a ser sus discípulos en el Colegio Federal o en la Universidad del Zulia.
Poseer al mismo tiempo prestigio profesional y participación en el comercio de la
ciudad, les abrió a algunos las puertas de la actividad política, por lo que se harían
presentes en diversas instituciones de gobierno de la región y del país.
Entre tanto, el despojo arbitrario de la condición de estado, que hiciera el
gobierno de Guzmán Blanco en 1881 en contra del Zulia, finalmente fue
superado en 1890, año en el que por decreto legislativo del día 03 de mayo se
oficializó la separación de las secciones Zulia y Falcón para que las mismas se
constituyeran en estados soberanos. La medida fue refrendada por el Dr.
Raimundo Andueza Palacio, quien luego de la promulgación del decreto procedió
a designar las nuevas autoridades regionales. Por disposición del gobierno central,
el general Ramón Ayala asumió la presidencia provisional del Zulia hasta que se
llevaran a cabo elecciones para el período constitucional del nuevo gobierno que
se iniciaría en enero de 1891(López de Sagredo y Bru, 1964: 30).
Asimismo, se designó Presidente interino del estado Falcón al general J.
Manuel Urrutia (Andueza, 1891). La salida definitiva del Zulia de manos del
gobierno falconiano fue rechazada por el sector gubernamental de dicho estado.
Por este motivo los concejos municipales de los distritos que conformaban para
1890 la sección Falcón (Petit, Zamora, Falcón, Democracia, Colina y Coro)
protestaron el decreto legislativo que ordenaba la separación de ambas entidades y
exigían al gobierno central la no aprobación del mismo (Comunicados de los
concejos municipales de la sección Falcón, 1890).
54
La discusión sobre la división del estado Falcón causó notables diferencias
entre la elite maracaibera y la dirigencia falconiana; esta última buscó mantener la
unidad de la referida entidad administrativa para de esa manera incidir en el
control de una amplia región del occidente venezolano, lo que evidentemente se
interponía en la conducción política y económica que los sectores más influyentes
de Maracaibo venían ejerciendo sobre dicha región desde la época colonial.
Estas medidas de presión no surtieron efecto, por lo que en el mes de
marzo, al conocerse en Maracaibo que el Congreso no aprobaría la anexión del
Zulia a Falcón, la llamada “Sociedad Patriótica” organizó comisiones para festejar
la recuperación de la autonomía del Zulia. Dichas comisiones tenían encomendada
la tarea de recaudar fondos para sufragar los gastos de la celebración. En ellas
participaron gremios integrados por intelectuales, como fue el caso del gremio
médico y el gremio de estudiantes. En el primero se delegaron responsabilidades
en los doctores Alcibíades Flores, Segundo Flores y Pármenas Rosales; por los
estudiantes se incorporaron Hermágoras Araujo, Carmelo París, Rafael París,
Julio C. Belloso y Marcial Hernández (Lista de comisiones que ha nombrado la
Sociedad Patriótica con el objeto de recolectar fondos con que celebrar la
devolución al Zulia de su autonomía, 1890).
A su vez, esta agrupación contó como secretario de su junta directiva al
periodista y poeta Carlos Marín, personaje que meses antes de su fundación se dio
a la tarea de escribir acerca de los méritos y el carácter autónomo de Maracaibo
(1889):
Tu rango y tu altivez, en toda parte,
55
de pueblo libre, asunto es de alabanza (...) La ciencia te honra, te enaltece el arte,
la gloria en pos del porvenir te lanza (...) Y el laurel que recojes á tu paso, colocas en la frente de tus hijos
con rayos de lumbre que despides.
La “Sociedad Patriótica” nació en enero de 1890 con la misión de
defender la autonomía del Zulia. Como bien lo expresó el periodista Trinidad
Bracho Albornoz en el acto de instalación de dicha agrupación: “Reivindicar
nuestros fueros autonómicos ha de ser el objeto principal de las gestiones de la
nueva asociación que acaba de instalarse” (El Zulia y su Autonomía ante la
Nación, 1890: 74-75).
Pero en el proceso de recuperación del Zulia de su condición de estado
autónomo en 1890 no faltaron dificultades que hicieran temer a finales de 1889
que se mantuviera la unidad del estado Falcón-Zulia. Para el momento se intentó
llevar a cabo una reforma constitucional en la que entró en debate si se debía
conceder rango constitucional al decreto guzmancista de anexión del Zulia al
estado Falcón. Dicho debate debía darse principalmente en las legislaturas
estatales, para posteriormente remitir la decisión final al Congreso de la
República.
Ante el temor de que volviera a ser atropellada la autonomía del Zulia se
buscó alcanzar en la región un consenso político en bloque con el propósito de
enfrentar la arremetida centralista. Para quienes integraban la denominada “Junta
Central Reivindicadora de la Autonomía del Zulia”, era “una aspiración
generalizada en oradores, escritores y periodistas la reconquista de la autonomía.
56
No hay división política, distinciones sociales, partidos, ni disidencia alguna sobre
el particular” (El Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890: 05).
Dicha junta estuvo encabezada por intelectuales locales; la misma se
encontraba presidida por representantes del gremio médico y de abogados,
quienes estuvieron acompañados por estudiantes y personalidades del comercio y
el sector productivo de la ciudad. Los doctores Miguel Celis y Baldomero Barrios
ocuparon la presidencia y vicepresidencia, respectivamente; por los estudiantes
fue incorporado como vocal el bachiller Julio C. Belloso Rincón y por los
comerciantes participó Antonio Bustamante, hermano del Dr. Francisco E.
Bustamante.
El Pbro. José Tomás Urdaneta (representante de la generación de 1869, al
igual que el Dr. Miguel Celis), quien se había doctorado en Derecho Civil en la
Universidad de Caracas en 1883 (Hernández y Parra, 1999: 2200), por iniciativa
propia le solicitó al Dr. Celis que incluyera su nombre en el grupo de zulianos que
integraban la referida junta autonomista. Le manifestó, en carta de 06 de enero de
1890 (El Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890), sentirse afectado por:
(...) las desgracias de la patria; y por esto
que ya como sacerdote de una religión de
caridad (...) ya como hijo del Zulia (...)
después de dar mis parabienes á usted y á los
muy honorables sujetos que con usted
colaboran en la grandiosa obra de la
reivindicación zuliana, he querido encarecerle,
suplicarle se digne asociar mi humilde nombre
á los de los dignos del Zulia (...) (p. 106).
57
Un sector de la intelectualidad de Maracaibo, numéricamente considerable,
tuvo claras intenciones de establecer estrategias que permitieran defender la
autonomía del Zulia. En ellos se hizo presente la iniciativa de participar en la
conducción política de la región y del país, lo que les llevó a alzar la bandera de
los derechos autonómicos del estado Zulia, para de esa manera identificarse con
las aspiraciones de la elite y de los zulianos en general: alcanzar la administración
de las riquezas de la región y la conducción política de la misma, sin mayores
injerencias por parte del gobierno central.
El Dr. Miguel Celis formó parte del grupo de intelectuales interesados en
los asuntos públicos del Zulia. Presidió la Junta Central Reivindicadora de la
Autonomía del Zulia; fue considerado por el Dr. Francisco Ochoa uno de los
abogados más preclaros del Zulia (Álbum fúnebre, 1899). Formó parte de la
generación del Dr. Bustamante y estuvo vinculado al Banco de Maracaibo, en el
cual prestó sus servicios como apoderado judicial en 1883 (Belloso Rosell y
Villalobos, 1984); fue accionista de la empresa “The Maracaibo Electric Light” en
1896 (Koch, 1896). Poco antes de morir en 1899 fungió como asesor jurídico de
la empresa “Tranvía de Maracaibo”. Su labor a favor de la autonomía regional fue
correspondida por la dirigencia maracaibera al ser nombrado, en junio de 1890,
Ministro Suplente de la Corte Suprema del estado Zulia (Celis, 1890).
La presencia de este jurista y demás intelectuales en la referida junta le dio
a la misma el conocimiento de los argumentos legales, económicos y culturales
que justificaban la existencia autónoma del Zulia. Estos argumentos fueron
presentados en el Congreso de Venezuela a través de un documento fechado en
58
Maracaibo el 10 de febrero de 1890 (El Zulia y su Autonomía ante la Nación,
1890), en el cual se expresa lo siguiente:
Con perfecto conocimiento de sus
intereses políticos (...) y con la conciencia del
derecho irrevocable que el Pacto Federal le
reconoce, el Zulia aspira en justicia conservar
y mantener su autonomía como Estado
Soberano e independiente de la Federación
Venezolana, y á volver por sus fueros
autonómicos, perdidos en el hecho a
consecuencia de un pacto, ilegal por demás,
que operó su unión con el Estado Falcón (...)
(...) [En el Zulia] están los dictados de una
sabia política, que no hiere nunca interés
legítimo (...) están los consejos de toda buena
administración, de no entrabar la libre acción
de los pueblos en el natural desenvolvimiento
de su progreso y su cultura social; están la
geografía y la historia que le señalan en el
espacio y el tiempo puesto aparte (...) están
hasta las peculiares condiciones de carácter en
sus hijos, que distinguen al zuliano entre los
otros pueblos que constituyen la unión (...)
(pp. 03 – 06).
Antes de la constitución de esta junta, en el contexto regional habían
surgido algunos vigías que alertaban desde la prensa maracaibera sobre las
consecuencias que podía ocasionarle al Zulia una reforma constitucional
desfavorable a su autonomía. El periodista Trinidad Bracho Albornoz, en
59
diciembre de 1899 (citado por Ortín de Medina, 2002), cuando corría con más
fuerza el rumor de la vigencia del estado Falcón-Zulia, desde el periódico El
Noticioso convocaba a la protesta contra cualquier arbitrariedad:
(...) es necesario que el Zulia entero
levante su voz para protestar contra la
formación del Nuevo estado; organícense
asociaciones: créense periódicos; convóquense
mítines, agrúpense los individuos de cada
gremio, para que todos a una eleven su voz
hasta el Jefe de la República, hasta el
Congreso, hasta la Nación entera protestando
contra el inconsulto maridaje de Coro y
Maracaibo (p. 82).
Don Trinidad Bracho Albornoz había sido, además de redactor de El
Noticioso, administrador del periódico El Tribunal en 1889; a su vez fue
propietario y director de Las Noticias en 1890 (Hernández y Parra, 1999: 462).
Un mes después de haber publicado la referida convocatoria a la protesta, en el
acto de instalación de la Sociedad Patriótica (la misma agrupación que se
encargaría de organizar la celebración de la autonomía del Zulia) se preguntaba
(El Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890):
(...) ¿no es un sarcasmo irritante que se
nos llame entidad autonómica, y que a la vez
se consigne en la carta fundamental como una
obligación, el que cedamos al Gobierno
Federal el territorio que tenga á bien pedir
cada vez que á él le plazca decir que va á hacer
un fuerte, un astillero (...) (pp. 75 – 76).
60
Esta situación tensa se presentó cuando un proyecto de reforma
constitucional en el que se contemplaba la permanencia de la unión Falcón-Zulia
fue aprobado en primera discusión por un sector de la legislatura de Capatárida,
en el cual se encontraba presente el bachiller Sísoes Finol, intelectual maracaibero
de la generación de 1884. Esta actitud de Finol contrasta con la posición optimista
de la Junta Central Reivindicadora de la Autonomía del Zulia cuando sostuvo que
no existía “división política, distinciones sociales, partidos, ni disidencia alguna”
sobre la autonomía del Zulia.
Sísoes Finol fue un poeta y músico maracaibero que se graduó en 1866 de
bachiller en filosofía en el Colegio Nacional de Maracaibo. Allí cursó estudios al
lado de algunos de sus coetáneos intelectuales, entre los que destaca el Dr.
Francisco Ochoa (Olivares, 1991: 151). A raíz de su polémico voto a favor del
proyecto constitucional que lesionaba la autonomía del Zulia, se convirtió en el
ojo de un vendaval político que estuvo caracterizado por la confrontación y el
desentendimiento entre este personaje y sus compañeros de tolda partidista,
quienes estaban agrupados en el Partido Republicano, a cuya cabeza se encontraba
el Dr. Francisco E. Bustamante. En el mismo estaban incorporaron los doctores
Antonio Acosta Medina, Alcibíades Flores y el periodista Trinidad Bracho
Albornoz, todos ellos de la misma generación de Finol.
Estas personalidades, a las que debemos sumar el nombre de Eduardo
López Rivas, acusaron públicamente a Finol de atentar contra los intereses del
Zulia al aliarse con la dirigencia falconiana para intentar darle permanencia al
61
estado Falcón-Zulia. El Dr. Alcibíades Flores (1890) puso a circular un folleto en
el cual se lee lo siguiente:
(...) [Sisoes Finol] pidió y aprobó, entre
otras retrogradaciones de las cuales el lector
conoce varias, que el Zulia se pusiera a
discreción de Coro. Pobre Maracaibo que en
tan buenas manos tiene puesta su suerte! (...)
La anomalía es haber elegido Diputado al
agente sensato para que fuera á hacer lo del
cangrejo (...) (p. 76).
En el mismo folleto, el Dr. Flores cita un artículo publicado en Los Ecos
del Zulia, muy probablemente a comienzos de 1890, donde se afirma que:
(...) Por lo que hace al señor Finol, fuerza
es que le juzguen arreglado á las mismas
causas que le han puesto en escena, ocupando
el banco de los acusados. Si lograse que le
oigan, dirán cuando menos, ¿quién será este
cometa aparecido en la actual atmósfera
política del Zulia, descargando pestes y
abriendo volcanes (...) (p. 09).
Junto con el bachiller Finol, representaban al Zulia en la legislatura de
Capatárida los doctores Alcibíades Flores, Antonio Acosta Medina, J.M Cepeda
Pinillo y Blas Montero. Todos ellos arremetieron contra Finol después de que este
avalara la aprobación del polémico proyecto constitucional que lesionaba la
autonomía del Zulia. Y para dar a conocer ante la colectividad zuliana la
actuación del referido bachiller, pidieron en la legislatura que se redactara “un
62
diario de debates, con el objeto de llevar á conocimiento de todos los zulianos la
conducta (...) de sus representantes” (Flores, 1890: 38 - 39).
También salvaron sus respectivos votos al suscitarse la aprobación en
segunda discusión del proyecto de Constitución en el que se contemplaba la
permanencia del estado Falcón-Zulia. Lo hicieron expresando lo siguiente (El
Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890):
(...) ¡Cómo, el que antes Estado
independiente, libre y soberano [el Zulia]
puede quedar reducido hoy á la condición de
oscuro e ignorado Departamento!
Es éste un absurdo, una inconsecuencia,
una inmoralidad, un atentado, una aberración,
ó como quiera llamársele, que invade los
sagrados principios del Derecho
Constitucional (...)
(...) el Zulia no perdonará á quines (...) lo
han condenado a eterna humillación,
obligándolo á mendigar un pedazo de pan
mediante el beso que ha venido imprimiendo
en la planta de sus verdugos (...) (pp. 99 –
102).
Las divisiones por diferencias políticas no faltaron en el interior de la
intelectualidad de Maracaibo. El bachiller Finol optó por aliarse con la dirigencia
gubernamental de Falcón, lo cual le convertía en rival del grupo de intelectuales
maracaiberos que se habían propuesto recuperar para el Zulia su condición de
estado autónomo. Los intereses personales y las circunstancias que envolvieron a
63
Sísoes Finol le condujeron a proceder en contra del proyecto autonomista de la
elite maracaibera; de esa manera propició la fractura del consenso pro-
autonomista que se había hecho presente en un amplio sector de la intelectualidad.
En la segunda discusión del proyecto de Constitución el Dr. Acosta
Medina se dirigió a sus colegas legisladores; valiéndose de sus cualidades como
orador reclamó los derechos que asistían al Zulia en sus demandas (El Zulia y su
Autonomía ante la Nación, 1890):
(...) vengo á consagrar de manera
significativa todo el contingente de mis pobres
esfuerzos por la defensa del pueblo zuliano
que, herido mortalmente en sus legítimos
intereses, reclama el concurso de sus buenos
hijos, para salvar por lo menos la dignidad de
su nombre (...)
(...) voy a terminar; pero no sin dejar
cumplida la consigna que me imponen el deber
y la voluntad de mis compatriotas, que es
protestar contra ese proyecto por no
corresponder á las exigencias de pueblos libres
y soberanos, y proponer que se conserve la
autonomía del Zulia (...)
En las actuales circunstancias estoy
orgulloso de ser hijo del Zulia porque la
conducta viril de ese pueblo noble, altivo y
soberano ha servido de termómetro para
marcar el grado de sus derechos autonómicos
(...) (pp. 70 - 73).
64
Tanto Alcibíades Flores como Antonio Acosta Medina estaban vinculados
política y académicamente con el Dr. Francisco E. Bustamante. Ambos militaban
en el Partido Republicano, agrupación que bajo el liderazgo del Dr. Bustamante
alcanzó relevancia en el contexto político venezolano de 1893 (Velásquez, 1993).
En esta confrontación donde hubo ataques de parte y parte, el Dr. Flores (El Zulia
y su Autonomía ante la Nación, 1890) afirmó, en clara alusión a Finol, que
“tratándose del Zulia y la pérdida de su Autonomía, el Dr. Bustamante (...) ha
demostrado ser muy distinto á algún judas del Zulia” (p. 17).
El Dr. Alcibíades Flores se había graduado de doctor en medicina por el
Colegio Federal del estado Falcón-Zulia en 1884. A partir de ese momento, en
plena etapa de creación, ejerció su profesión en el Hospital Chiquinquirá hasta
1890, donde realizó, en 1887, la extirpación de un tumor célulo-vascular
(Hernández y Parra, 1999: 915). Entre julio y diciembre de 1889 laboró como
médico de la “Sociedad Protectora de sus Miembros”. Fue coetáneo del Dr.
Temístocles Vaamonde, otro discípulo del Dr. Bustamante. Se desempeñó como
profesor de anatomía y obstetricia en la Universidad del Zulia durante el primer
período de esta institución (Alegría, 1969: 211). En enero de 1896 fue designado
presidente de la Junta de Instrucción del distrito Maracaibo (Gaceta Oficial del
estado Zulia, 1896). Más tarde, en noviembre de 1899, ocupó la primera
vicepresidencia del Concejo Municipal de Maracaibo (Concejo Municipal, 1899),
para posteriormente convertirse en prisionero político del régimen de Cipriano
Castro.
65
Por su parte, Antonio Acosta Medina se graduó de doctor en medicina por
el Colegio Federal del estado Falcón-Zulia en 1888. En 1891, al iniciar su etapa
de gestación o creación, fue electo diputado principal por el distrito Maracaibo
ante la legislatura del Zulia (Puchi Fonseca, 1891). Fundó una agrupación
partidista denominada “Partido Patriótico”, con el cual fracasó al librar una
campaña electoral contra el general Rafael Parra (Urdaneta, 1988: 73), quien fuera
el candidato de Ramón Ayala -presidente transitorio del Zulia en 1890- para las
elecciones de 1891(Besson, 1951: IV, 98). El Dr. Alcibíades Flores (1890) le
califica de “diputado prudente” al defender la autonomía del Zulia en el conflicto
suscitado con el intento de darle continuidad al estado Falcón-Zulia y acota,
además: “Acosta Medina no abandonó el camino del deber, la prueba es que
acudían individuos de otros lugares á conocerlo y brindarle su amistad por ser
hombre honrado, digno patriota, buen ciudadano” (p. 43). Posteriormente, en
1898, representó al Zulia en el Congreso de la República, al lado del Dr.
Francisco E. Bustamante (Cámaras Legislativas, 1898). Con él participó en la
fundación y conducción del periódico La Universidad del Zulia, donde formó
parte de la junta redactora. Un año después pasó a integrar la lista de presos
políticos del régimen de Cipriano Castro (Alegría, 1969: 302), tras participar en el
alzamiento de los “mochistas” de Maracaibo (Hernández y Parra, 1999: 62). Entre
julio de 1904 y junio de 1905 sirvió como médico de la “Sociedad Mutuo
Auxilio” de Maracaibo, cuando ésta se encontraba presidida por el Dr. Francisco
E. Bustamante (Personal de empleados para el período de julio de 1904 a junio de
1905 [sic], 1905). En 1909 fue Secretario General de Gobierno en el Zulia,
66
durante la presidencia regional de Alejandro Rivas Vásquez y en 1914 se
desempeñó como diputado de la República, manteniéndose en el cargo por varios
períodos legislativos (Alegría, 1969: 891).
De él escribió Candelario Reyes Medina (1915), uno de sus
contemporáneos, lo siguiente:
(...) Acosta Medina es hombre de hechos.
Hablan mejor que yo sus luchas por el Zulia.
Tuvo una vez un sueño: la autonomía del
Zulia y se consagró a él. ¿Cómo? Con su
verbo, con su pluma y con su espada. Su
juventud tuvo ese solo ideal: el
engrandecimiento del Zulia. Le han guardado
diez y ocho veces los calabozos de la Nación.
¿Queréis más? (...).
La labor de estos diputados zulianos ante la legislatura del estado Falcón-
Zulia “fue respaldada por la prensa de Maracaibo valiente y decididamente y por
todo el pueblo que se manifestó en patrióticas reuniones donde se pidió la
autonomía del Zulia. Todos lo gremios sociales exteriorizaron este deseo y la
protesta repercutió en la República” (Besson, 1951: IV, 91).
También el Dr. Francisco Eugenio Bustamante le salió al paso a Sísoes
Finol luego de conocerse la posición ambivalente de éste en relación con la
autonomía del Zulia. Ya el bachiller Finol, en cartas del 25 de diciembre de 1889
y 03 de enero de 1890, había acentuado aun más el distanciamiento con
Bustamante reprochándole a él y a sus seguidores haber manifestado “cierto
67
espíritu de agresión contra el Gobierno Nacional” cuando tocaban el tema del
proyecto de reforma constitucional. El Dr. Bustamante (1890,enero 28) le hizo
saber que:
(...) esos que usted califica de espíritus
frívolos y apasionados son, Sr. Finol, sépalo
usted bien, los zulianos todos, los buenos
zulianos que en masa compacta y olvidando
colores políticos, banderías de partidos é
intereses personales, irguiéronse altivamente
para cumplir con su deber de ciudadanos
libres, con entereza, sí, pero con
circunspección y patriotismo, con cordura e
imparcialidad de que todos estamos orgullosos
(...).
Previamente, en diciembre de 1889, el Dr. Bustamante le había sugerido
renunciar a su cargo como legislador antes que traicionar los intereses de los
zulianos (El Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890): “si usted es buen
zuliano debe salvar á todo trance la autonomía del Zulia y debe en consecuencia
abandonar su puesto en la legislatura antes que consentir la muerte del Zulia” (p.
98).
Simultáneamente, el connotado galeno zuliano “convencido de que ejercía
cierto liderazgo se dio a la tarea de escribir cartas a diferentes personas con cargos
en la administración pública pidiendo razonadamente la autonomía del Zulia”
(Ortín de Medina, 2002: 84). Una de esas cartas fue la enviada en diciembre de
1899 al general Leoncio Navarrete, presidente del estado Falcón-Zulia, a quien le
68
manifestó los sentimientos que le movían al defender la autonomía del Zulia (El
Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890):
(...) Antes de todo quiero hacerle presente
que fue en el heroico suelo coriano donde vine
al mundo (...)
(...) pero vine al Zulia siendo niño; en él
están los restos de mis antepasados; en él he
crecido y me he educado; con él me he
encariñado sinceramente (...) yo no podría, sin
incurrir en la más negra ingratitud, dejar de
defenderle ni un solo momento.
Y el momento de sostenerle á todo trance
su autonomía como Estado Soberano ha
llegado ya (...) estoy seguro de que al defender
la autonomía del Zulia, en nada hiero la tierra
de mi nacimiento (...) (pp. 89 - 90).
Su condición de senador de la República le permitía entrar en contacto con
figuras influyentes del mundo político venezolano y a esto le supo sacar provecho
para presionar a favor de los intereses del Zulia. Poco antes de darse la salida de
Rojas Paúl del gobierno central, le hizo llegar una carta en la que le informaba del
malestar reinante en la población zuliana por la posible anexión del Zulia al estado
Falcón (El Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890):
(...) como celoso defensor de esta hermosa
tierra de occidente tan rudamente maltratada
por la despótica funestísima política de
Guzmán Blanco, créame en el deber de
participarle que la sola idea de la unión
69
definitiva del Zulia á Falcón ha despertado en
el ánimo de todos los zulianos un sensible
sentimiento de descontento, porque juzgan, y
con sobra de razón, que dicha unión es
altamente perjudicial á sus intereses políticos y
económicos (...) yo me permito, como buen
zuliano, excitar su patriotismo á fin de que
interponga sus valiosísimas influencias en pro
de nuestros fueros autonómicos (...) (pp. 88 -
89).
El Dr. Bustamante alcanzó un liderazgo significativo en la elite
maracaibera; su participación en la defensa de la autonomía del Zulia así lo
demuestra, pues estuvo presente en la mayor parte de las iniciativas con las que
ésta persiguió defender los intereses de la región. En torno a él giró la actuación
de las generaciones intelectuales de 1869 y 1884 cuando se presentó el debate
sobre la reforma constitucional de 1890.
En ese momento crítico, su aporte más significativo a la consecución de la
autonomía regional se dio en el marco de las deliberaciones del Senado de la
República, espacio donde debía decidirse si finalmente procedía o no la reforma
constitucional con la división político-administrativa que la misma presentaba. En
una de sus intervenciones (1890, abril 11) hizo un bosquejo de la historia del
Zulia y Falcón respectivamente, con el propósito de presentar argumentos que
justificaran la vida independiente de ambas entidades; también dio a conocer
algunos logros alcanzados por el Zulia en el plano cultural:
70
(...) Además de que Zulia y Falcón tienen
derechos autonómicos indisputables, ellos
pueden llevar gallardamente sobre sus
robustos hombros el purpúreo manto de la
autonomía (...)
Aquí tenéis unas cuantas pruebas
elocuentes de su progreso [el del Zulia]
material, moral e intelectual, que bastan por sí
solos para revelar el adelanto de aquellos
pueblos de occidente. Ved el número de gala
de El Fonógrafo, El Zulia Ilustrado, del Posta
del Comercio, el Anuario Estadístico, el de
Los Ecos del Zulia, publicaciones éstas las
más notables de aquel pueblo (...)
Leed esos documentos y fallad.
Estas deliberaciones se dan cuando Raimundo Andueza Palacio llega a la
presidencia de la República. El nuevo mandatario se presentó como “defensor de
las leyes, de los derechos del ciudadano, de la autonomía de los estados y del
equilibrio de los poderes” (Ortín de Medina, 2002: 86). El Dr. Bustamante había
logrado entenderse en términos políticos con el nuevo mandatario, por lo que
cuestionó fuertemente la gestión del enemigo potencial de éste, es decir, el Dr.
Rojas Paúl, a quien fustigó en sus intervenciones en el parlamento (Bustamante,
1890, marzo 27). Esta alianza entre ambos líderes, aunque no duraría mucho
tiempo, contribuyó a que se le reconociera al Zulia su condición de estado
autónomo.
71
Para el momento, Bustamante se consolidaba como el abanderado de la
causa autonomista del Zulia y alcanzaba el reconocimiento de su liderazgo dentro
y fuera de Maracaibo. Desde Valencia, los señores Jaime D. Pocaterra y Víctor
Díaz Álvarez –periodistas de El Diario- le escriben en enero de 1890 para
expresarle lo siguiente:
Estimado Doctor:
Sea usted nuestro director en las luchas
cívicas contra el despotismo, nuestro
compañero de ostracismo y de prisiones, el
constante lidiador por la autonomía del Zulia,
quien lleve á nuestros hermanos la voz de los
que ausentes de ese querido suelo, protestan
también con toda la fuerza del más acendrado
patriotismo, contra la actual enmienda
constitucional en el punto que se refiere á la
unión Falcón-Zulia (...).
Junto con Bustamante eran representantes del estado Falcón-Zulia ante el
Congreso de la República los doctores Jesús Muñoz Tébar, Rafael López Baralt y
los generales Venancio Pulgar y Eleazar Urdaneta (Ortín de Medina, 2002: 85).
De ellos, los dos primeros acompañaran a Bustamante en la tarea de llegar a
acuerdos políticos con el gobierno presidido por Andueza Palacio para lograr de
éste el respaldo que garantizase el reconocimiento de la condición de estado del
Zulia.
El Dr. López Baralt fue el principal aliado de Bustamante en esta
empresa. De Muñoz Tébar no se podía esperar menos, pues él mantuvo una
72
relación cercana con la elite maracaibera desde1880, año en que fue designado
Presidente provisional del Zulia. Para febrero de 1890, en el periódico La
Autonomía, se publicaron varios artículos en los cuales se les recordaba el
compromiso que habían adquirido a favor de los intereses del Zulia. Don Miguel
M. Chacín (1890) publicó un escrito titulado “El Congreso de 1890. Los
representantes del Zulia”. En el mismo presentó el siguiente mensaje:
(...) Cumplan nuestra consigna los
Representantes del Zulia: lleven al seno del
Congreso nuestras inspiraciones y el eco de
nuestra voluntad (...)
Nuestros representantes no se venden y
son incapaces de flaquear en la defensa de
nuestros derechos: nacieron bajo el sol que nos
calienta, y representan un pueblo digno, un
pueblo altivo, un pueblo heroico!
Vuelvan primero víctimas que reos, y
tendrán nuestro abrazo y nuestras bendiciones.
De igual manera, el periodista Víctor Raúl Sandoval (1890), quien
posteriormente sería el fundador de los periódicos La Pluma en 1905 y La
Guitarra en 1911 (Hernández y Parra, 1999: 1995), publicaba una carta en la que
hacía saber su plena confianza en los representantes del Zulia:
(...) Cuando al seno del parlamento
concurren hombres como los dignos
representantes del Zulia, nada hay que temer.
Ellos no van á quemar el incienso de la
adulación á los pies del magistrado, sino á
73
perfumar con el orobias del patriotismo los
altares de la República.
Hijos dignos de nuestra patria, defenderán
la Autonomía del Zulia (...).
Un par de meses antes, en diciembre de 1889, el Dr. Bustamante había
encabezado un nutrido grupo de médicos y farmaceutas maracaiberos, para dar a
conocer el rechazo que les inspiraba la posibilidad de despojar al Zulia de su
autonomía como estado soberano. Allí se encontraba presente el Dr. Ildefonso
Vázquez y varios representantes de la generación de 1884, entre ellos: Rafael
López Baralt, Temístocles Vaamonde, Simón Montiel Pulgar y José de Jesús
Olivares. También se involucró el Dr. Francisco Suárez, hombre de la generación
de 1854, entre otras personalidades médicas. Los mismos se pronunciaron en
torno a la reforma constitucional y lo que se contemplaba en ella sobre división
político-territorial; lo hicieron a través de un comunicado titulado “Manifestación
de los médicos y farmaceutas zulianos”, de fecha de 23 de diciembre de 1899 (El
Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890), en el cual se expresa lo siguiente:
(...) el Zulia como el pueblo peor librado
en ese nuevo pacto propuesto, ha levantado ya
su voz para protestar airado contra él, en lo
que á división territorial se refiere (...) Cuando
esperaba, y con sobrada razón, ver recuperada
su condición de Estado Soberano e
independiente (...) Cuando todo esto y mucho
más esperaba del nuevo orden de cosas, he
aquí que recibe el golpe de gracia, y se le
aprieta el dogal al cuello hasta hacerle
74
desaparecer casi del mapa de la República,
condenándole á la simple condición de un
caserío.
No! Y mil veces no! El Zulia no quiere ni
puede ni debe aceptar tal cosa: porque es un
pueblo de espíritu independiente y progresista
(...) (p. 121-122).
Pocos días después, un grupo de abogados se sumó al descontento por la
pretendida legalidad que se le quería asignar al estado Falcón-Zulia como entidad
administrativa. En dicho grupo se encontraba presente el Dr. José del Carmen
Ramírez, uno de los integrantes de la generación de 1854 y Ministro - Presidente
de la Corte de Justicia del estado Zulia en 1890; estuvo acompañado por Miguel
Celis y varios personajes de la generación de 1884, entre ellos: Francisco Ochoa,
Leopoldo Sánchez, Juan Crisóstomo Fuenmayor, José Vicente Matos Ávila,
Manuel Montiel Pulgar, Pedro Guzmán, Candelario Oquendo, entre otros. En un
documento titulado “Protesta de los abogados y procuradores”, de fecha 30 de
diciembre de 1899 (El Zulia y su Autonomía ante la Nación, 1890), afirmaron:
(...) Condición necesaria de la vida
política de todo pueblo, que aspira á un
gobierno propio, anhelo ferviente de sus hijos,
es y será siempre, á no dudarlo, el goce de su
soberanía.
(...) el Zulia pierde su autonomía, ve
relajados sus fueros y prerrogativas y rebajado
el decoroso puesto que ha venido ocupando en
75
Venezuela aún bajo el cetro de España (...)
(pp. 130-134).
Por su parte, los estudiantes también hicieron sentir su voz de protesta y
redactaron un documento en el que llevados por el ímpetu juvenil llamaban al uso
de la fuerza, de ser necesario, para salvaguardar los derechos del Zulia. “Protesta”
fue el encabezado del escrito, de fecha 24 de diciembre de 1889 (El Zulia y su
Autonomía ante la Nación, 1890), en el cual se hacía la siguiente petición:
(...) como ciudadanos de la República de
Venezuela pedimos en nombre del Zulia, su
separación definitiva del Estado Falcón
constituyendo un Estado Autónomo.
Si por desgracia nuestra voz no fuere oída
por los representantes de los pueblos nos
queda otro derecho tan sagrado como el
primero, es el derecho de la fuerza,
representación inmanente del derecho legítimo
conculcado (...) (pp. 121-122).
El documento fue suscrito por quienes formaron parte de la generación de
1899, a saber: Guillermo Quintero Luzardo, Venancio José Hernández, Ramiro A.
Parra, Marcial Hernández (discípulos del Dr. Francisco E. Bustamante), José
Encarnación Serrano, Udón Pérez y otras personalidades más.
Esta serie de acciones demuestra que en forma mayoritaria los
intelectuales pertenecientes a las generaciones de 1869 y 1884 defendieron la
autonomía del Zulia en el transcurso del año 1890. Esta posición en bloque
produjo sus efectos favorables en el mes de marzo; allí se concretó el triunfo de
76
quienes asumieron la responsabilidad de defender los intereses del Zulia. En abril
del mismo año, el Dr. Bustamante se dispuso a enviar desde Caracas algunos
telegramas en los que anunciaba la enhorabuena del reconocimiento del Zulia
como estado autónomo por parte del Congreso de la República. A su hermano
Antonio le dijo que:
Con el corazón henchido de entusiasmo
comunico por tu órgano a todos los buenos
zulianos que el proyecto Autonomía salió
aprobado [en] tercera discusión. Viva el Zulia
soberano! Viva el liberal Gobierno de
Andueza Palacio! Viva la verdadera
República!
Al periodista Eduardo López Rivas, con quien estuvo emparentado por la
alianza matrimonial de éste con Carmelita Bustamante, le anunció brevemente el
éxito alcanzado con la siguiente frase: “Tras tempestades, calma; tras iniquidades,
justicia! ¡El Zulia Estado Soberano!”. Éste, a su vez, publicó el telegrama en su
diario El Fonógrafo (1890, abril 01) acompañándolo de un escrito suyo en el que,
además de transmitir su complacencia, dirigía el siguiente mensaje a los zulianos:
Viva el Zulia!
Triunfó por fin el Zulia en la demanda de
su Autonomía (...) Que sea este triunfo el
primer paso hacia un porvenir mejor; y que los
hijos de esta amada tierra trabajen con
patriótico ahínco á su bienestar y
engrandecimiento, ya que el mayor obstáculo
ha desaparecido (...).
77
Eduardo López Rivas fue un representante de la generación intelectual de
1884, que supo combinar sus dotes de periodista con sus iniciativas empresariales,
logrando un éxito considerable al fundar los periódicos El Fonógrafo (1879), El
Zulia Ilustrado (1888), además de la Imprenta Americana en 1881 (Hernández y
Parra, 1999: 1307). Por esta labor ha sido considerado el propulsor del periodismo
y de las artes tipográficas en el Zulia (Besson, 1951: IV, 266).
Con anterioridad, esta figura de la prensa maracaibera se había
involucrado en la lucha por la salida del Zulia de la unión con el estado Falcón;
también se mostró sensible ante cualquier situación que afectara los intereses del
Zulia. Esto le llevó a utilizar los periódicos que había fundado como medios para
la difusión de noticias y artículos de opinión en los que se realzaba el potencial
del Zulia como sociedad progresista e independiente. Su participación en torno al
debate sobre la vigencia del estado Falcón-Zulia se inició con un artículo
publicado el 19 de diciembre de 1889, donde se unía a las voces de protesta
provenientes de otros periódicos locales:
Nuestros distinguidos colegas Los Ecos
del Zulia y El Noticioso han tratado ya este
punto [el de la autonomía]con la cultura y el
patriotismo que el Zulia demanda de sus hijos,
cuando la injusticia se abate sobre él (...)
unimos desde ahora nuestra débil voz á la de
aquellos compañeros: ella servirá por lo menos
para demostrar (...) que en asuntos como el
que nos ocupa, todos los zulianos formamos
una sola familia cuyos vínculos se estrechan
78
cuando el Zulia, su porvenir y su honra se ven
amenazados (...).
En uno de sus editoriales publicados en El Fonógrafo (en Flores, 1890),
atacó la pretendida anexión constitucional del Zulia al estado Falcón:
El Zulia puede y debe vivir vida
independiente en cuanto sea compatible con la
carta fundamental de la República; y lo hemos
dicho ya, y lo repetiremos mil veces: en
asuntos como el de esa inconsulta anexión, el
Zulia no tiene banderías políticas (...) es un
solo cuerpo social que se yergue ante la
amenaza de su aniquilamiento, un solo
corazón que se indigna, una sola boca que
protesta primero, y, si no se le oye, maldice; y
la maldición de los pueblos tiene inmensa
resonancia en la posteridad y en la historia (...)
(p. 20).
En febrero de 1890 recibió algunas cartas procedentes de zulianos que se
encontraban residenciados en Cúcuta y New York, quienes a través de las mismas
respaldaban la causa de la autonomía del Zulia. Esto lo motivó a publicar lo
siguiente (1890, febrero 19):
(...) Ni millares de leguas ni larguísimas
ausencias amortiguan en el corazón de los
zulianos su amor á la tierra del sol, á sus
glorias y á su libertad: ellos al partir se llevan
en el alma todos los amores del hombre
reasumidos en uno sólo: el de la patria altiva y
digna (...).
79
Como estrategia para la defensa de la autonomía del Zulia dio a conocer
los adelantos materiales que se habían alcanzado en la región; era una manera de
procurar convencer a sus lectores de que los zulianos estaban en capacidad de
valerse por sí solos para alcanzar la prosperidad, sin necesidad de dádivas
gubernamentales provenientes del centro de Venezuela. El funcionamiento del
alumbrado eléctrico de Maracaibo le valió para afirmar, en el mismo año (febrero
28):
Uno de los progresos más notables
alcanzados últimamente por el Zulia, es el
establecimiento del alumbrado eléctrico en la
ciudad capital.
Con razón se muestra el pueblo zuliano
orgulloso de esa hermosa adquisición suya en
el vastísimo campo de los adelantos modernos,
anticipándose con ella á las demás ciudades de
la República, y valiéndose únicamente de sus
propios recursos para alcanzarla (...).
Posteriormente, en el mes de noviembre, luego de quedar resuelta
jurídicamente la condición de estado autónomo del Zulia, López Rivas
protagonizó una polémica con los redactores del periódico El Pueblo de Caracas,
quienes ese año publicaron una nota titulada “Por un insecto” en la que a través de
una metáfora se le atribuía a la región zuliana condiciones para dar vida a “todo lo
malo”. La nota expresaba que:
En el cementerio nuevo de Maracaibo ha
aparecido una pequeña araña de color amarillo
80
cobrizo cuya picada es mortal. Parece que fue
importada por un túmulo europeo y se ha
propagado prodigiosamente, porque en ese
país todo lo malo se aclimata perfectamente
bien.
La indignación embargó a López Rivas y ante la ofensa proferida publicó
dicha nota en El Fonógrafo, para reaccionar con un escrito anti-centralista y
exaltador de los logros alcanzados por el Zulia (1890, noviembre 22), donde
afirmó:
(...) Con que aquí se aclimata
perfectamente todo lo malo?
Sí, en el Zulia se han aclimatado
perfectamente institutos de crédito, de caridad
y de enseñanza, empresas industriales de
diversas categorías, líneas de vapores, tranvías,
alumbrado eléctrico, teléfonos, compañías de
seguros, Cajas de Ahorros, etc. etc, y todo ello
se ha aclimatado y ha prosperado por largos
años sin el riego del Tesoro Nacional, á cuya
formación contribuimos, sin embargo, con
cuantiosas sumas y de cuyos mendrugos vive
ese papel que nos insulta (...)
Pero a qué continuar? Es tan torpe la
gratuita injuria que se irroga al Zulia y a
cuantos se aclimatan en su hospitalario seno,
que nos basta señalarla al desprecio público.
Meses antes de este incidente, también desde Caracas se arremete contra la
actuación política del Dr. Bustamante; un personaje denominado “Sr. Jelambi”
81
publicó en El Demócrata del día 25 de abril de 1890 un artículo titulado
“Realidades y no ficciones”. En el mismo su autor criticaba fuertemente la forma
como Bustamante se había acercado al gobierno de Guzmán Blanco pues a su
parecer, “estaba comiendo á la mesa con Guzmán Blanco y a Guzmán Blanco
implorando en constante adulación y por caridad un puesto público, para seguir
practicando a la par de aquel tirano el sistema de opresión que reinaba en el país”.
Estas afirmaciones fueron recogidas y rechazadas por algunos discípulos de
Bustamante (Antonio Acosta Medina, Aniceto Ramírez, Ramón Soto González) y
gran número de personalidades de Maracaibo (entre ellas Carlos L. Marín,
secretario de la Junta Patriótica), en un comunicado titulado “No defendemos:
despreciamos” (1890). En este escrito refutaron esas aseveraciones diciendo que:
(...) El doctor Bustamante ha estado
siempre en el seno de este pueblo como
enemigo eterno de los tiranos de la patria: el
despotismo le ha impuesto cadenas, y él ha
sabido llevarlas como trofeos de honor...
(...) él siempre ha odiado y hecho guerra á
las tiranías; siempre ha sido un defensor
desinteresado de la patria; nunca ha sacrificado
sus principios ni olvidado sus deberes de buen
ciudadano (...).
Por si esto fuera poco, otro incidente promovido desde Caracas causó
malestar en el seno de la intelectualidad maracaibera. El Dr. Manuel M. Ponte,
médico del centro de Venezuela, estaba siendo identificado en artículos de prensa
publicados en Caracas como el primero en practicar la ovariotomía en el país. El
82
hecho despertó una respuesta contundente del Dr. Manuel Dagnino, quien publicó
un artículo en El Mentor, el cual inició con el siguiente encabezado: “Están en la
luna”, para de esa manera calificar de absurda tal afirmación y rechazar que se
intentara despojar al Dr. Francisco Eugenio Bustamante de la primicia por él
alcanzada en el país al realizar exitosamente dicha operación (Lossada Piñeres,
1890). De igual manera, Ildefonso Vásquez (en Lossada Piñeres, 1890) publicó en
El Diario de Avisos de Caracas un artículo titulado “Por la verdad y por el Zulia”,
el cual circuló el 04 de julio de 1890. En esa oportunidad aclaró que:
(...) no es el expresado hábil cirujano
[Manuel M Ponte] el único, ni el primero que
en Venezuela, haya practicado la difícil y
temible operación de la ovariotomía (...) pues
cuatro años antes que el autor de la Historia de
la Mujer, hizo esta operación en Maracaibo, á
Francisca González, el Dr. Francisco Eugenio
Bustamante, con tan completo éxito, que hoy,
después de catorce años, no representa la
operada, por la cabalidad de su salud, más que
la mitad de los años que parecía contar antes
de la operación (...) y esto, en uno de los
pueblos menos avanzados de aquella sección
[Zulia] (que hoy volverá a su categoría de
Estado, por la gracia de Dios y de sus buenos
hijos) (...) (pp. 46-47)5.
Es evidente el interés por parte de algunos representantes de la elite
caraqueña de afectar la reputación del Dr. Bustamante, tal vez con la intención de
5 El artículo fue reproducido por Las Noticias de Maracaibo, el 19 de julio de 1890, número 178.
83
deslegitimar la causa autonomista defendida por este intelectual. Las reacciones
por parte de algunas figuras representativas de la intelectualidad maracaibera ante
el hecho muestran el interés de las mismas por defender, además del prestigio y
los méritos de uno de sus personajes más emblemáticos, la posición alcanzada
por dicho sector en la comunidad académica de Venezuela.
Los incidentes descritos anteriormente también reflejan las fricciones que
se presentaron entre las elites de Maracaibo y Caracas en el transcurso del debate
autonomista. No puede asumirse como casual que dichos incidentes aparecieran
en momentos en que la dirigencia de Maracaibo se propusiera incidir con mayor
consistencia en la conducción del Zulia. Se trató, más bien, de una rivalidad que
trascendía el plano académico y que penetraba en el ámbito del ejercicio del
poder.
Por su parte, el Dr. Bustamante a la par de intervenir en forma protagónica
en los asuntos trascendentales de la región, mantuvo sólidos vínculos con la
dirigencia maracaibera con lo cual logró favorecer el éxito de los negocios de su
familia. El 18 de agosto de 1890 el gobierno regional presidido por el general
Ramón Ayala (quien al igual que Bustamante representaba en el Zulia los
intereses de Andueza Palacio) firmó un contrato con la empresa “The Maracaibo
Electric Light”, para la ampliación del servicio eléctrico en Maracaibo (Atencio,
2002: 101). De esta manera, tanto el Dr. Bustamante como el Dr. Miguel Celis,
abanderados de la lucha autonomista del momento y accionistas de dicha empresa,
se beneficiaron económicamente del contrato celebrado. Asimismo, la firma
comercial “A. Bustamante” (propiedad de Antonio Bustamante, hermano de
84
Francisco Eugenio) solicitó en junio del mismo año ante la Secretaría General del
Zulia una prórroga sin recargos de ningún tipo para el retiro de los productos que
tenía almacenados en el depósito del estado, los cuales no habían podido ser
movilizados hacia la región andina como consecuencia de la persistencia de las
lluvias en dicha región (A. Bustamante, 1890).
Los doctores Bustamante y Celis formaron parte de la intelectualidad
maracaibera que no sólo se dedicó al trabajo académico sino que fue más allá del
mismo para incursionar en los negocios y en las actividades políticas. Un mismo
personaje de la intelectualidad podía estar cumpliendo funciones docentes en la
universidad, a la par que dirigía una casa comercial y desempeñaba un cargo
gubernamental. Quienes lo hicieron (Bustamante, López Baralt, Celis, entre otros)
incidieron significativamente en la conducción de la región zuliana.
Cuando había cesado el peligro de una reforma constitucional desfavorable
para la vida autónoma del Zulia, en la región se organizaron las festividades con
motivo del centenario de José Antonio Páez. Para ello se dispuso la fundación de
una agrupación denominada “Sociedad Queseras del Medio” en la que se
incorporaron alrededor de 150 personas, quienes provenían de los diversos
sectores que conformaban la sociedad maracaibera, entre ellos personajes de los
gremios de abogados, médicos, estudiantes y clero. El Dr. Francisco E.
Bustamante fue el encargado de pronunciar el discurso de orden en la sesión
solemne llevada a cabo, a mediados de junio de 1890, en el Ateneo del Zulia. La
ocasión fue propicia para mantener vivo el recuerdo de la conquista alcanzada con
el nuevo estado Zulia:
85
(...) Bien hayan, pues, los pueblos que
como este noble y altivo Zulia, bendicen y
glorifican a sus libertadores: bien haya, sí, el
Zulia feliz, que acabando de echar sobre sus
robustos hombros el purpúreo manto de la
Autonomía que la iniquidad en infame
consorcio con el servilismo le habían
arrebatado, sabe bendecir y glorificar como
pueblo culto y agradecido a Páez (...).
En el marco de estas celebraciones, el día 12 de junio, Simón González
Peña pronunció un discurso en el que invitaba a los zulianos a demostrar en las
venideras elecciones de 1891 su vocación patriótica, civilista y pacífica, a fin de
comprobar ante el país que siempre han sido merecedores de los “fueros
autonómicos” (Junta Directiva de la Sociedad Queseras del Medio, 1890).
González Peña fue uno de los compañeros de generación del Dr.
Bustamante. Fundó la Sociedad Vargas (1875) y llegó a ocupar la Secretaría
General de Gobierno del estado Zulia en 1879. Fue miembro del Ateneo y del
Círculo Artístico del Zulia. En 1891 laboró como redactor de El Mutuo Auxilio;
más tarde, en 1894, ocupó la presidencia de la Asamblea Legislativa del Zulia
(Recopilación de Leyes del Estado Zulia, 1894).Ha sido considerado uno de los
grandes polifacéticos de la cultura zuliana de ayer (Hernández y Parra, 1999:
1040).
Poco tiempo después de la celebración del centenario de Páez, el Dr.
Bustamante vería fortalecida su relación política con el presidente Andueza
Palacio cuando éste le salió al paso a las pretensiones de poder del general
86
Antonio Guzmán Blanco, quien estaba intentando reincorporarse al escenario
político del país. En carta de 15 de octubre de 1890, el Dr. Andueza Palacio le
hizo saber a Guzmán Blanco su rechazo ante tal aspiración, lo que significó para
Bustamante un motivo más para acercarse al gobierno central de turno, pues tanto
él como sus compañeros de partido eran enemigos declarados del “ilustre
americano”. Diría el Dr. Bustamante (1890, junio 05) que Antonio Acosta
Medina, Eduardo López Rivas y él son “de los pocos que en el Zulia tenemos
derecho á hablar tratándose de Guzmán Blanco” pues en diversas ocasiones le
combatieron con la palabra y con las armas durante su “ominosa tiranía”.
Al conocer el contenido de la referida carta, el Dr. Bustamante (1890,
octubre 27) le escribe al Presidente Andueza Palacio, para reiterarle su
compromiso de respaldar su gestión de gobierno hasta en las circunstancias más
difíciles, donde no quedaba descartada una confrontación armada contra Guzmán
Blanco:
(...) Como hijo de este noble y altivo
Zulia, que el tirano aborrecido de la patria
quiso convertir en tierra de pescadores,
protesto con toda la energía de que soy capaz,
contra toda pretensión política del general
Antonio Guzmán Blanco; y llegado el
momento de cualquier perturbación del orden
público, seré de los primeros en formar al lado
del íntegro y leal Ayala, para defender el
Gobierno constitucional que usted tan
dignamente preside (...).
87
La decisión de Bustamante de respaldar, hasta con las armas si fuese
necesario, al gobierno presidido por Andueza Palacio fue circunstancial; la misma
respondía a la necesidad de evitar el fortalecimiento político de su enemigo más
peligroso: el general Guzmán Blanco. Cuando éste no representó ningún tipo de
amenaza su respaldo fue retirado para sumarse a una alianza política de mayor
consistencia. Así ocurrió después de dos años, en 1892. En ese año Bustamante
atacó las pretensiones continuistas de Andueza Palacio y se sumó a la contienda
armada del momento, con la intención de llevar a la silla presidencial a uno de sus
compañeros de logia masónica: el general Joaquín Crespo, último caudillo de
importancia en la historia de Venezuela.
88
Capítulo III. La llegada de Cipriano Castro al gobierno central de
Venezuela en 1899, antecedentes y reacciones en la intelectualidad
maracaibera.
“Juan Bimba es el hombre del pueblo de Venezuela. (...)Tenía veinte caballos; la Revolución le llevó diez; para seguirla, el Gobierno se llevó las otras diez; y cuando no tuvo nada se lo llevaron a él”
Andrés Eloy Blanco
Después del primer semestre del año 1891, las relaciones entre el Dr.
Bustamante y el Presidente Andueza se resquebrajaron. Para ese momento
comenzaba a plantearse la posibilidad de reformar la Constitución con la
intención de extender el mandato presidencial.
En 1891, el Dr. Bustamante, para el momento senador de la República en
representación del Zulia, expuso ante el Congreso algunos argumentos con los
cuales defendía la autonomía de todos los estados de la federación venezolana e
insistía en la necesidad de superar el centralismo impuesto por Guzmán Blanco a
través de la Constitución de 1881. Asimismo abogó por la implementación de la
Constitución federal de 1864, donde se establecía la existencia de veinte estados
en el territorio venezolano.
Esta actitud pro-autonomista y opuesta a la política centralizadora de
Guzmán Blanco se da precisamente en momentos en que el otrora presidente de
89
Venezuela no poseía la capacidad de aglutinar fuerzas a favor de sus pretensiones
de poder, aunque no faltó el temor de un retorno al poder de este caudillo, pues el
mismo Bustamante reconoció que su respaldo a Andueza Palacio respondía a la
necesidad de evitar el fortalecimiento político de aquél. Lo cierto es que las
circunstancias vividas durante este año le permitieron cuestionar abiertamente las
arbitrariedades del régimen guzmancista en contra de los estados, y muy
particularmente en contra del estado Zulia. En algunas ocasiones, incluso, lo hizo
mofándose del caudillo (mayo 16):
(...) Llevado por la codicia [Guzmán]
entró á quitarle á los Estados la administración
de sus minas y salinas, ¿para qué? (...) para
abalanzarse como ganado sediento sobre la sal,
porque en verdad Guzmán no parece bípedo,
parece cuadrúpedo más bien, en su gusto por
la sal, y para enriquecerse y hacer enriquecer á
sus desinteresados partidarios (...).
Hay que recordar que en 1891 Venezuela se encontraba gobernada por un
sector político que había roto los vínculos que en el pasado le unía al general
Guzmán Blanco. La decadencia política de este mordaz enemigo de la autonomía
del Zulia favoreció que figuras como Francisco E. Bustamante salieran a criticar
las medidas que él adoptara en su época de gobernante, particularmente aquellas
decisiones con las que se atropellaron los derechos autonómicos de los estados del
país.
Independientemente de sus aspiraciones políticas, en su discurso hay una
clara concepción de la federación y la autonomía regional, la cual puede resumirse
90
en los siguientes términos: los estados no deben depender del gobierno central;
son éstos los encargados de ejercer la administración de sus respectivas riquezas y
de la designación de sus gobernantes. Partiendo de estos principios afirmaría
(1891, mayo 16) que en Venezuela “hemos practicado muy poco y muy mal el
sistema federal (...) no hemos tenido un solo día de verdadera federación”.
Esta manera de entender la relación estados-gobierno central quedó
claramente argumentada durante sus intervenciones en la Cámara del Senado. En
las observaciones que hiciera, en el mismo día, al proyecto de Constitución que se
presentó en el Senado para su aprobación, afirmó que:
(...) En ese proyecto se dice que los
Estados se comprometen á dejar al papá, al
Ejecutivo Nacional, la administración de sus
minas y sal, es decir: la administración de sus
riquezas, lo que equivale a Estados autónomos,
sin autonomía, y Estados ricos, sin riquezas
(...) No más hijos menores en la Federación
venezolana: aquí todos deben ser mayores (...).
El despojo por parte del gobierno central de las riquezas generadas por los
estados traería como consecuencia que aquel impusiera sobre estos la
centralización económica y política, situación que era perfectamente conocida por
él, pues ésta ya se había asomado en Venezuela durante la prolongada hegemonía
de Guzmán Blanco. Por eso reaccionó (en el mismo debate del 16 de mayo) en
contra de las disposiciones administrativas contempladas en la propuesta de
Constitución:
91
(...) La Suiza, esa obra de Guzmán, le
quitó a los Estados sus minas y salinas, ¿con
qué objeto? Con varios: el primero empobrecer
esos Estados, tenerlos hambrientos, porque
claro es que un hombre hambriento abdica
hasta de su dignidad, pierde su virilidad; y los
Estados que tienen que vivir del situado,
aceptan todo lo que les impone el Ejecutivo
Nacional, y hacen todo lo que les manda (...).
Otra piedra de tranca, en el funcionamiento de la federación y el ejercicio
de la autonomía en los estados, lo constituía el peso desmedido de poder que
progresivamente iba alcanzado la elite caraqueña sobre el conjunto de los estados.
Caracas como sede del gobierno central no garantizaba el establecimiento de un
pacto federal en el que se mantuvieran equilibradas las relaciones de poder entre
dicha elite central y el conjunto de elites estatales. Mudar de Caracas la sede del
Distrito Federal fue la medida propuesta por Bustamante (1891, mayo 16) para
frenar la hegemonía de la dirigencia caraqueña sobre el gobierno de los estados.
(...) La Constitución de 1864 (...)
estableció que el Distrito Federal debía estar
en despoblado, siguiendo en esto a nuestra
hermana mayor los Estados Unidos del Norte
que fundaron su capital, Washington, en un
territorio despoblado. Pero qué ha sucedido en
Venezuela? Que el gobierno nacional se
enamoró de la capital del antiguo Estado
Bolívar: se enamoró de Caracas (...) y dijo: no,
el Distrito Federal es Caracas; y no se contentó
con Caracas, sino que extendió sus raíces
92
como árbol majestuoso, y anexó a Maiquetía y
hasta La Guaira, al Distrito Federal. Esto es
contra el verdadero sistema federal (...) Yo
creo, pues, que el Distrito Federal debemos
establecerlo, según la Constitución en un
pequeño pueblo, en Antímano, por ejemplo
(...).
Esta propuesta debió causar polémica en el Senado pues con la misma se
buscó debilitar a la elite caraqueña, un sector muy influyente en los gobiernos
centrales del país. La misma es un indicio de las diferencias y rivalidades políticas
existentes entre este intelectual cuya causa fue la defensa de la autonomía del
Zulia y quienes desde Caracas fomentaban la centralización gubernamental.
Lo expuesto por Bustamante no convenció a la mayoría de los senadores y,
claro está, su propuesta no se aprobó. Lo que si logró en esta oportunidad fue dar
un motivo más a Andueza Palacio para que desconfiara de él, pues además de esta
posición poco favorable a los intereses de la elite caraqueña, el referido intelectual
maracaibero había rechazado contundentemente la posibilidad de aprobar el
continuismo, es decir, prolongar el mandato presidencial pasando por encima de
las disposiciones legales.
Ya el acuerdo político que poco tiempo atrás había alcanzado un sector de
la elite maracaibera con el gobierno de Andueza Palacio comenzaba a
resquebrajarse. Ahora el liderazgo de Joaquín Crespo emergía nuevamente,
arrastrando consigo el respaldo de un significativo sector de la intelectualidad de
Maracaibo.
93
El distanciamiento entre Bustamante y Andueza Palacio llevó al jefe civil
de La Guaira a interceptar la correspondencia que aquél cruzó con el general
Ramón Ayala en mayo de 1891. Con la medida se intentó conocer si realmente se
estaba fraguando una conspiración desde el Zulia, sospecha que fue hábilmente
cuestionada por Bustamante (1891, mayo 30) de la siguiente manera:
(...) ¿Es así como se pretende rehabilitar
las instituciones, así violando la
correspondencia? ... Y la correspondencia de
quién?, de dos representantes de la Nación...
¿Será que se quiere saber de antemano la
opinión de nosotros? Pues si el ciudadano
Presidente de la República, el Gobierno y todo
el país saben a qué atenerse respecto a mí;
saben como pienso (...) y menos se puede
temer de hombres como Ayala y yo, que
somos leales, y que hemos dicho que
sostendremos al Gobierno á pesar de todos sus
errores: y lo sostendremos por temor a
Guzmán Blanco, por temor á la anarquía (...).
Este incidente logró ser superado por los actores involucrados, aunque el
entendimiento y los acuerdos alcanzados por éstos cesarían al poco tiempo cuando
Guzmán Blanco dejaba de ser una amenaza para sus enemigos y al cristalizar la
opción presidencial del general Crespo.
Para bienestar del Zulia el acuerdo antiguzmancista se mantuvo hasta la
llegada del el 29 de mayo, día en que Andueza Palacio daba el ejecútese a la
fundación de la Universidad del Zulia. El aporte de Bustamante en la consecución
94
de esta vieja aspiración de los maracaiberos fue de gran importancia. Defendió
con sólidos argumentos ante la Cámara del Senado el proyecto de erigir el
Colegio de Primera Categoría de Maracaibo en universidad. En su intervención
ante el Senado (1891, abril 15) presentó algunas razones para aprobar dicho
proyecto:
(...) Llamo la atención de los Honorables
colegas de ésta cámara sobre el número de
estudiantes [del colegio maracaibero], número
superior al de la Universidad central... 402
alumnos! Cuando la Universidad Central no
llega á este número; 27 cátedras! Cuando la
Universidad de Mérida apenas tiene 25
cátedras con 150 alumnos. Señores, esto es
una contradicción, esto es cortar el vuelo al
pensamiento (...).
También el Dr. Rafael López Baralt (representante de la generación de 1884)
fue partidario en el Congreso de tal transformación. El 29 de mayo de 1891, en
telegrama enviado desde Caracas (citado por Brice, 1967), le expresó al encargado
de la rectoría de esta institución académica su alegría por la decisión del órgano
legislativo de aprobar la fundación de la Universidad del Zulia: “Acaba de ser
aprobado definitivamente el proyecto de ley que erige en universidad al Colegio
Federal del Zulia. Bien por la patria, bien por la juventud zuliana” (p. 04).
A un año de haber contribuido al reconocimiento del Zulia como estado
soberano, la intelectualidad maracaibera representada por los doctores Bustamante
y López Baralt consigue la fundación de la Universidad del Zulia, institución
95
académica que nace como consecuencia del trabajo sostenido y exitoso de muchos
intelectuales que recibieron del Colegio Federal de Maracaibo parte de su
formación académica.
Al año siguiente de esta decisión, el bienio presidencial del Dr. Raimundo
Andueza Palacio llegó a su fin en medio de una fuerte confrontación entre el
grupo político que éste lideraba y quienes habían apostado por el protagonismo
político del general Joaquín Crespo. Una reforma constitucional fue el pretexto
del gobierno de turno para intentar imponer la extensión del período presidencial,
el cual culminaba el 20 de febrero de 1892. En dicha reforma se contemplaba
llevar a cuatro años el período constitucional de gobierno, así como introducir
cambios en la división político-territorial y en los procesos electorales. Por
tratarse de una reforma sustancial, la misma tenía que decidirse en una Asamblea
Constituyente, cuya conformación debía ser autorizada por las dos terceras partes
del Congreso y por dos tercios de las Asambleas Legislativas regionales (Nikita
Harwich Vallenilla, en: Diccionario Multimedia de Historia de Venezuela, 1994).
Lo anterior supuso una traba legal a las aspiraciones continuistas del Dr.
Andueza Palacio; el gobierno requería de un lapso de tiempo considerable para
cumplir con los requisitos legales exigidos, lo cual le estaba negado por dos
razones: en primer lugar porque el Congreso debía iniciar sus sesiones de trabajo
para el momento en que expiraba el mandato presidencial; en segundo lugar, la
Constitución vigente establecía que en caso de que la misma fuese reformada ésta
no entraría en vigencia sino un año después de ser sancionada (Siso Martínez,
1956: 615).
96
No obstante, la reforma fue autorizada por las municipalidades y las
Asambleas Legislativas de los estados. Los anduecistas cerraron filas y exigieron
su aprobación en el Congreso; el otro bando político conocido como los
“legalistas” se opuso, y su líder -el general Joaquín Crespo- sentenció que “la
inmediata vigencia de la reforma y la nueva elección de Andueza, son actos
atentatorios contra las instituciones y que la reforma debe entrar en vigencia en el
año de 1894” (Velásquez, 1993: 107).
El Presidente no contaba con los votos suficientes en el Congreso para
darle una base sólida a su proyecto continuista, razón por la cual se vio obligado a
intentar establecer un acuerdo político con sus adversarios, para lo cual, tanto los
representantes del continuismo y los del legalismo, se sentaron a negociar una
salida pacífica a la crisis del país.
Los delegados del gobierno a las sesiones de negociación fueron los
doctores Vicente Amengual, Laureano Villanueva y Feliciano Acevedo; por el
legalismo figuraron dos personajes relevantes de la intelectualidad maracaibera:
los doctores Francisco Eugenio Bustamante y Rafael López Baralt, quienes
estuvieron acompañados por Jesús Muñoz Tébar y el general Ramón Ayala junto
con los doctores Marcos A. Saluzzo y Diógenes Arrieta. En esta delegación
opositora puede observarse que la mayor parte de sus integrantes provenían de la
elite de Maracaibo6, en la cual un sector muy importante de la misma llegó a
6 A excepción de Saluzzo y Arrieta, los demás diputados y senadores que representaban el legalismo estaban vinculados estrechamente a la actividad política en el estado Zulia. Los intelectuales Bustamante y López Baralt eran, respectivamente, senador y diputado por el estado ante el Congreso; por su parte, Ayala había sido Presidente del Zulia en 1890, mientras que Muñoz Tébar ocuparía este cargo en 1894.
97
acuerdos políticos con el general Joaquín Crespo, dejando atrás, de esta manera, la
alianza establecida con Andueza Palacio.
Se celebraron tres encuentros y cada bando presentó una propuesta: los
continuistas propusieron “la transacción”, la cual consistía en la realización de un
proceso eleccionario (con votación pública y nominal) para Presidente y Vice-
presidente de la República de una terna aportada por Andueza Palacio, quien
renunciaba a participar como candidato; por su parte, los legalistas plantearon la
fórmula constitucional de designar en el Congreso un Consejo Federal para la
escogencia del Presidente de la República, la declaratoria de la vigencia de las
instituciones reformadas -de ser aprobadas por mayoría de votos en las
legislaturas de los estados- y un acuerdo para llevar a cabo la transición de dichas
instituciones (López Baralt, 1893: 26).
Las partes no lograron llegar a un acuerdo que les beneficiara mutuamente.
Los legalistas no podían aceptar la propuesta de los continuistas porque la misma
era inconstitucional y dejaba a Andueza Palacio ejerciendo el poder a través de
una segunda persona, como ya era costumbre en tiempos de Guzmán Blanco. A su
vez, la oferta de los legalistas le impedía al presidente mantenerse en el gobierno
central pues la correlación de fuerzas en el Congreso desfavorecía a éste, por lo
que el Consejo Federal estaría integrado mayoritariamente por los opositores.
La respuesta de Andueza Palacio ante la imposibilidad de llegar a un
acuerdo de convivencia política con la oposición fue mantenerse en su proyecto
continuista y hacer uso de su poder para fustigar a quienes le adversaban. Refiere
el Dr. Rafael López Baralt que aquél calificaba a sus opositores de “oligarcas”,
98
término que resultaba insultante para quienes se preciaban de ser liberales (1893:
10). Añade, que el mismo Sebastián Casañas - mano derecha del Presidente-
afirmó en un telegrama de fecha 08 de marzo de 1892 que “según las terminantes
aseveraciones del señor doctor Andueza Palacio no hay transacción de ninguna
especie con los obstruccionistas del Congreso” (p. 18). La falta de ponderación al
emitir opiniones acerca del opositor y la confrontación verbal lejos de allanarle el
camino al Presidente hizo que se le alejara la posibilidad de entenderse con los
legalistas.
Asimismo, Andueza se encargó de evitar que el Congreso sesionara en
febrero de 1892, momento en que constitucionalmente se debía designar el
Consejo Federal. Para ello propició el ausentismo de los legisladores oficialistas,
quienes obstaculizaron de esta manera la instalación de las cámaras legislativas.
Sin ser suficiente con esto, el hombre fuerte del régimen, Sebastián Casañas,
presionó a los opositores desde el Congreso, impidiendo que el senador Eusebio
Baptista ocupara su curul y solicitando el desafuero del diputado Diógenes Arrieta
(Velásquez, 1993).
El respaldo de las legislaturas y los gobiernos regionales, así como el
control de un contingente numeroso de hombres dispuestos a luchar por su
gobierno, generó en el Presidente Andueza Palacio la certeza de que podía
controlar la situación del país pasando por encima de sus opositores, incluso del
mismo Joaquín Crespo, quien se había erguido como el abanderado de la causa
legalista.
99
Con el visto bueno de las legislaturas regionales, el 14 de marzo de 1892,
se lanza a la aventura de proclamar vigente la reforma constitucional,
desconociendo así la autoridad del Poder Legislativo. Los doctores Bustamante y
López Baralt, entre tanto, suscribirían un documento fechado en Caracas el 03 de
mayo de 1892, en el cual se sumaban a la protesta de los legalistas por el
desconocimiento por parte del gobierno de las instituciones republicanas. “A la
Nación y a los Estados de Venezuela” fue el título dado a dicho documento y en el
mismo afirmaron que la mayoría del Congreso había asumido la bandera de la
legalidad para protestar “solemnemente ante la Nación, los Estados y el mundo
entero contra el atentado que disuelve al Congreso de la República (López Baralt,
1893: 84).
Previo a esta declaración, el 20 de febrero, Joaquín Crespo (citado por
López Baralt, 1893) lanza su “Manifiesto del Totumo”, en el cual convocó al
Congreso a no extralimitar sus funciones apoyando las pretensiones continuistas
del presidente, quien se estaba constituyendo en usurpador al desacatar lo
ordenado por la Constitución. Al mismo tiempo advertía que:
(...) si desgraciadamente para la patria se
realizaran los temores de usurpación que de
toda la República se me comunican, sepan mis
amigos compañeros de causa y mis colegas del
congreso, que los sucesos me encontrarán
cumpliendo mis deberes de ciudadano, de
liberal y de soldado de la República (p. 32).
100
En el marco de las deliberaciones que se suscitaron en el Senado de la
República, se dio la intervención del Pbro. Francisco J. Delgado –representante de
la generación de intelectuales maracaiberos de 1869- quien se incorporó al debate
parlamentario en 1892. En su discurso de incorporación al Congreso (citado por
Soto, 1914) fijó posición a favor de la lucha armada llevada a cabo por el general
Crespo:
(...) He venido con anhelos de paz, porque
creo que el congreso trabajará lealmente por el
triunfo íntegro de la revolución legalista (...)
He venido también para saludar con
admiración y efusión patriótica a aquellos
esforzados i beneméritos defensores de
nuestras instituciones, de nuestras libertades;
para enviar el abrazo cariñoso del ferviente
copartidario a todos los que participando de
nuestras ideas, combaten en los campos de
batalla (...)
Salvar la República del pavoroso caos que
la amenaza, a la sombra de las armas de la
Revolución legalista, tal es la gran misión del
Congreso (...) (pp. 35-36).
Delgado se sumó al grupo de intelectuales que desde Maracaibo
favorecieron la llegada de Crespo al gobierno central; fue este mismo grupo el
que en 1890 salió en defensa de la autonomía del Zulia. Él, al igual que otros de
sus compañeros de generación, propició el logro de obras relevantes para la
101
sociedad maracaibera, como la erección de la Diócesis del Zulia (Soto, 1914: 24)
y la reconstrucción del edificio sede de la universidad.
El desenlace de la conflictividad de 1892 fue trágico para el país.
Nuevamente se desencadenaba la guerra, esta vez en nombre de las leyes. Los
llanos, el centro y los Andes venezolanos aportaron los muertos que definieron a
quién le pertenecía el triunfo; durante siete meses las montoneras de cada bando
combatieron, hasta que finalmente el 07 de octubre, Crespo entró en Caracas y
convocó la conformación de una Asamblea Constituyente.
Posteriormente, el 14 de marzo de 1894, se concreta el triunfo electoral del
general Crespo, el cual estuvo acompañado de serias dificultades en el orden
económico. El primer año de esta segunda etapa de gobierno fue calamitoso para
Venezuela (Velásquez, 1993):
(...) El tesoro está en crisis, el comercio
paralizado, los artesanos sin trabajo. Un largo
verano quemó el pan de las cosechas. En
Caracas, montañas de útiles caseros crecen en
las casas de empeño; mientras que a las manos
de contratistas y trabajadores de las obras
públicas van, en cambio de monedas, unos
papeles que el Ministro de Hacienda bautiza
con el nombre de “deuda flotante” (...) (p.183).
Al año siguiente la situación no mejoraría mucho; el desempleo, la
corrupción y el peculado profundizaron aún más la pobreza, mientras que el
gobierno dedicaba sus esfuerzos en captar mayores empréstitos con el propósito
de mantenerse en el poder (Avendaño, 1982: 45). En Maracaibo, el periodista
102
Eduardo López Rivas reprodujo en su periódico El Fonógrafo un artículo titulado
“De la República”, publicado por El Partido Liberal en noviembre de 1896; en el
mismo se le reprochaba a las políticas centralistas el estado de pobreza en que se
encontraban las distintas regiones de Venezuela:
(...) Eso que al principio hemos llamado
presión económica, más propiamente
calificado es una especie de tiranía financiera
que localiza y estanca en Caracas los fondos
de la nación.
Hay más todavía. La burocracia caraqueña
monopoliza los principales puertos públicos
nacionales y aun de los Estados; y con
frecuencia se ve á los hombres de Caracas
representando en el Congreso nacional la
soberanía y la autonomía de los pueblos que ni
siquiera conocen y cuya suerte les es
completamente indiferente (...)
Honradamente creemos ser éste una de las
principales causas que han determinado de
mucho tiempo atrás el estado lamentable de
atraso y ruina en que se encuentra el interior
de la República.
López Rivas fue otro de los intelectuales de Maracaibo que rodeó al
general Crespo durante la conflictividad de 1892. Su trabajo periodístico estuvo
marcado por el empeño de defender la autonomía del Zulia. Al igual que otros
integrantes de la generación de 1884 su vida se caracterizó por el trabajo creador,
con el cual llegó a fundar y dirigir El Fonógrafo y la Imprenta Americana.
103
En el Zulia se presentó un panorama más alentador al descrito en El
Partido Liberal; el segundo año del gobierno regional presidido por el Dr. Jesús
Muñoz Tébar le aportó a la región obras de importancia que daban testimonio de
una “época de progreso” (Besson, 1951: IV-118). Esto debió ser consecuencia de
los vínculos políticos entre Muñoz Tébar y la gestión del general Joaquín Crespo;
también influiría la presencia en el ejecutivo regional de intelectuales cercanos al
gobierno central, como el Dr. Alejando Andrade, hermano de Ignacio Andrade,
quien desempeñaba el cargo de Secretario General. De esta manera se vio
fortalecido el entendimiento político entre la elite maracaibera y el gobierno
presidido por Crespo.
Una de las obras relevantes en el gobierno de Muñoz Tébar fue la
reconstrucción del edificio de la Universidad del Zulia, luego que el mismo
sufriera daños considerables como consecuencia de un terremoto ocurrido en 1894
(Soto, 1914: 31-32). La catástrofe hizo pensar en el cierre definitivo de la
universidad, pero la misma salió a flote. El Rector, Pbro. Francisco J. Delgado
(citado por Soto, 1914) -hombre cercano al grupo político del general Crespo- fue
el encargado de pronunciar el discurso de la reinstalación, en el cual afirmó que:
(...) La Universidad del Zulia ha levantado
por sí misma la losa funeraria que la cubría,
como pesado mármol de ignominia. Ella que
es luz, estaba sumida en tinieblas; ella que es
vida, yacía en las sombras de la muerte (...)
Brindemos por los Ateneos, Colegios i
Universidades...
104
Brindemos por la Universidad del Zulia,
madre cariñosa que nos ha alimentado con el
néctar de los sabios (pp. 31-33).
La relación de entendimiento entre el gobierno central y la dirigencia
zuliana se mantuvo en 1898 cuando el Dr. Alejandro Andrade asumió la
presidencia del Zulia. Luego de esta elección, la región estuvo representada en el
Congreso de la República por los doctores Francisco Eugenio Bustamante,
Antonio Acosta Medina y Francisco Rincón (Besson, 1951: IV-163), hombres
comprometidos política e ideológicamente con el general Crespo.
Posteriormente, entre 1897 –último año del período presidencial de
Crespo- y el inicio de la “revolución” de Castro en 1899, los problemas
económicos de Venezuela entraron en una etapa catastrófica, en la cual, según
Picón Salas (1953):
(...) Los ingresos nacionales que fueron en
1896-1897 de 48 millones trescientos trece mil
bolívares bajaron a treinta y tres millones
cuatrocientos veintinueve mil en 1897-98;
suben a cuarenta del 98 al 99, para descender a
veintisiete millones doscientos noventa y seis
mil en el muy azaroso año del 99 al 1900 (...)
(p. 07).
Según el testimonio del Presidente Ignacio Andrade, en el mensaje que el
mismo dirigiera al Congreso de la República en febrero de 1899, lo anterior
estuvo acompañado de males propios de la guerra civil junto con una severa
epidemia de viruela, escaso crédito en el exterior, aduanas solitarias como
105
consecuencia de la epidemia, suspensión de transacciones mercantiles y baja en el
precio del café (Velásquez, 1993: 295).
Andrade fue el candidato presidencial del general Crespo. En el Zulia
poseía gran aceptación por sus vínculos familiares y políticos con la región. El
hermano del Dr. Alejandro Andrade, figura de la generación de 1884, había estado
sirviendo en 1871 al gobierno liberal del estado y en 1873 combatió bajo la
conducción de Venancio Pulgar (Velásquez, 1993: 230).
Un sector significativo de la intelectualidad maracaibera le ofreció su
respaldo en el proceso electoral de 1897, fundándose para ello el Consejo Liberal
Eleccionario: una agrupación que surgió para darle continuidad a la alianza
política entre la elite de Maracaibo y el general Crespo. En la misma se hicieron
presentes las generaciones de 1869, 1884 y 1899; ésta última se iniciaba en el
debate político del país. En esta agrupación estuvieron: Rafael López Baralt,
Antonio Acosta Medina y Octavio Hernández, por la generación de 1884; Raúl
Cuenca, Mariano Parra, Valerio P. Toledo, José María Alegretti, Pármenas
Rosales, Asdrúbal Araujo y Jesús Carruyo por la generación de 1899; el
presidente de esta agrupación fue el Dr. Francisco E. Bustamante, quien pocos
meses después ejercería la rectoría de la Universidad del Zulia (Consejo Liberal
Eleccionario, 1897).
Acompañaba al Dr. Bustamante en la conducción del referido consejo el
Dr. Rafael López Baralt. Ambos se mantuvieron unidos hasta ese momento; luego
se distanciarían cuando este último decidió acompañar al general Cipriano Castro
106
en la toma del gobierno central, lo que le condujo a proceder en contra de los
intereses de la elite maracaibera.
Durante la contienda electoral publicaron algunos escritos en la prensa
regional donde presentaban a Andrade como la persona idónea para resguardar los
derechos del Zulia. En uno de esos mensajes a los zulianos (Boletín, 1897)
utilizaron el tema del regionalismo para justificar la escogencia de Andrade en
función del interés regional y “nacional”:
(...) Para los zulianos, cuyo patriotismo,
en último análisis, es trasunto fiel de un
regionalismo amplificado, grande y
trascendente, que por su misma elevación
armoniza con el sentimiento más general de la
nacionalidad, hasta confundirse con él,
comunicándole un vigor y un tono que parten
de aquella causa, para nosotros, es un deber de
gran alcance en el porvenir, ligar nuestro voto
absoluto al voto de la nación para elevar al
general Ignacio Andrade (...).
De igual manera se organizó la “Junta Liberal Universitaria”, integrada por
un grupo de estudiantes, donde se hicieron presentes algunos discípulos del Dr.
Bustamante, entre ellos Marcial Hernández y Aniceto Serrano. Esta junta
perseguía los mismos intereses políticos del Consejo Liberal Eleccionario
(Besson,1951: IV-140).
El otro candidato relevante en este proceso electoral fue el líder
carismático José Manuel Hernández, mejor conocido como “El Mocho
107
Hernández”. Este general en varios momentos de su carrera política se había
presentado como vocero de las provincias y defensor de la autonomía de las
mismas (Velásquez, 1993: 158).
El 29 de julio de 1897 llegó a Maracaibo para dar a conocer sus propuestas
de gobierno y, al igual que en otras partes del país, contaba con muchos
seguidores en el Zulia. De hecho, un mes antes de su arribo, el general Pbro. Jesús
Maria Zuleta, uno de los hombres cercanos al general Crespo e integrante de la
generación de 1884, se apartó del mismo para respaldar a Hernández, por lo que
fue apresado bajo el cargo de conspiración (Besson, 1951: IV-138). Además de
esto, el Partido Republicano, aquel que el Dr. Bustamante había impulsado en
años anteriores, sufrió una fractura interna que condujo a la fundación del partido
mochero o Liberal Nacionalista (Velásquez, 1993: 267).
Con la candidatura presidencial del general Hernández se fracturó la
cohesión de aquel amplio sector de la elite maracaibera que había alcanzado
entenderse con el gobierno de Crespo. Tras la muerte de este caudillo se
acentuaría en la intelectualidad y en la elite en general las simpatías por el líder
de los mocheros, el cual se constituiría poco después en la alternativa a la que
estos sectores se aferrarían para combatir al gobierno del general Castro.
Ignacio Andrade asumió la conducción del país el 28 de febrero de 1898,
después de un proceso electoral turbio y hasta fraudulento (Siso Martínez, 1956:
618). Los discípulos del Dr. Bustamante que se encontraban formando parte de la
redacción del periódico La Universidad del Zulia (Marcial Hernández, Juan C.
Tinoco, José E. Serrano, Federico March, Fernando Guerrero, Augusto Ortega,
108
Adolfo Pons y Eurípides Quintero Guzmán) visualizaron en este triunfo electoral
la garantía de que la casa superior de estudios del Zulia no desaparecería por
negligencia del centralismo gubernamental, y, en consecuencia, publicaron en ese
mismo periódico un escrito titulado “Por la Universidad del Zulia” (1898, abril
31):
(...) Uno de los argumentos más poderosos
que hicieron valer los sustentantes en el Zulia
de la candidatura del general Andrade, fue, los
grandes nexos que unen á éste con aquél (...)
(...) Aunados en unas mismas ideas y
fines, el general Andrade y el doctor
Bustamante, el artículo 42 del decreto dictado
el 21 de mayo de [1890], por el Congreso
Nacional, tendrá el más efectivo
cumplimiento.
(...) Preparémonos, pues, á presenciar esa
grande y solemne transformación (...)
Preparémonos á ser testigos de esa fecha que
determinará el principio de un período o época
notabilísima para la Universidad del Zulia (...).
Estos mismos personajes del periódico universitario protagonizaron ese
año un debate con el Dr. Manuel Dagnino y otros intelectuales conservadores,
quienes eran contrarios a la masonería, a los planteamientos evolucionistas de
Darwin y a las ideas positivistas de los llamados “libre pensadores”, entre los
cuales sobresalía la figura del Dr. Francisco E. Bustamante. El Dr. Dagnino lanzó
a la opinión pública de Maracaibo la propuesta de fundar la “Universidad Católica
109
del Zulia”, lo cual era igual a decir que debía replantearse el funcionamiento de la
Universidad del Zulia. La reacción del Dr. Bustamante y sus discípulos quedó
claramente expresada en la siguiente frase: “no se nos fuerze á oír lecciones de
ginecología y obstetricia bajo naves conventuales y en medio de plegarias
místicas. Eso sería ridículo e inmoral” (Universidad Católica, 1898).
No sólo las diferencias políticas afectaban la cohesión de la
intelectualidad; los conflictos en el interior de la misma también respondían a
diferencias ideológicas, lo que conducía a la conformación de grupos en los que se
incorporaban aquellos que compartían las mismas ideas y creencias. En los
últimos años del siglo XIX, Maracaibo experimentó confrontaciones entre dos
bandos que no compartían la misma visión del mundo: los llamados libre
pensadores (masones y positivistas) y los conservadores.
En los meses siguientes el Dr. Bustamante y sus colaboradores en la
redacción del periódico La Universidad del Zulia continuaron respondiendo a
quienes atacaban la posición ideológica que ellos presentaban. Publicaron en este
órgano informativo un artículo titulado “Adelante” (1899, enero 31), en el cual
afirmaban que la intelectualidad al robustecerse:
(...) emancípase de preocupaciones, de
patrañas y de tenebrosas vestuteces; adquiere
vigorosas vitalidades en cada ámbito nuevo
donde espacía sus vuelos y con firmeza y
energía se encumbra más y más, libre de ese
disnea moral de que son víctimas los que por
intolerantes y flacos de espíritu merman el
110
radio de las actividades especulativas de la
razón (...).
El Dr. Dagnino sería junto con el Dr. Bustamante, uno de los médicos más
afamados de Maracaibo a finales del siglo XIX. En 1866 cursó estudios de
Medicina en Europa. Promovió la fundación de la Universidad del Zulia (1891) y
la erección de la Diócesis del Zulia en 1897 (Soto, 1914: 24). En el recinto
universitario fue profesor de fisiología y cirugía especial (Alegría, 1969: 211-
212). Fundó el hospital Chiquinquirá (1865), la cátedra “Clínica Médico-
Quirúrgica de los Hospitales de Maracaibo” (1894) y el periódico El Mentor
(Ferrer,1978: 19-21). Realizó trabajos científicos sobre la fiebre amarilla, los
cuales fueron traducidos en varios idiomas y publicados en el Anuario Universal
de Ciencias Médicas de Londres (Hernández d’Empaire, 1980: 26). Realizó por
primera vez en Venezuela una histerectomía abdominal sub-total. Estuvo unido en
ideales con el Dr. Francisco Ochoa y los presbíteros Francisco J. Delgado y
Nicolás María Olivares, y entre sus discípulos destaca el nombre de Francisco
Rincón (1849-1921). No obstante, salvo su férrea oposición a Venancio Pulgar, no
sobresalió en el debate político del Zulia.
En Queipa, entre tanto, el Mocho Hernández se alzaba en armas lo que
volvió a encender la guerra de montoneras. En su “Proclama de Queipa” anunció
que lucharía contra “la tiranía del centralismo de Caracas” (Velásquez, 1993:
281). La contienda armada cobró la vida del general Crespo y con él se fue la
cohesión del grupo político que le había rodeado en los años anteriores; a ese
111
grupo, como se sabe, pertenecía el Dr. Francisco E. Bustamante junto con otras
figuras de la elite maracaibera.
Hernández cae prisionero el 12 de junio de 1898 y a la par asciende su
popularidad (Velásquez, 1993: 288), lo que no fue suficiente para que alcanzara el
gobierno central de Venezuela, meta que si lograría Cipriano Castro un año
después.
Ese año, el 22 de abril de 1899, el Congreso aprobó una reforma
constitucional, en la cual se sancionaba la restauración de los veinte estados de la
República. La decisión había sido alcanzada por los diputados afectos a Ignacio
Andrade, los cuales eran conocidos como los “inmediatistas” por el afán de los
mismos de aprobar la reforma constitucional sin cumplir con los procedimientos
jurídicos; al hacerlo, el presidente quedaba facultado para nombrar en forma
inmediata gobernantes interinos en las regiones (Velásquez, 1993: 314). Esto iba
en contra de las autonomías regionales, pues las elites de los estados quedaban
marginadas a la hora de designar sus respectivos gobernantes.
El bando adverso a esta medida fue el de los “constitucionalistas”, quienes
pedían el seguimiento de los trámites legales a fin de no afectar la autonomía de
las regiones. Para ello plantearon la necesidad de llevar a cabo un cronograma en
el cual se contemplaba realizar elecciones en 1901. En este grupo se encontraban
militando los doctores Francisco Eugenio Bustamante y Rafael López Baralt;
ambos votaron en contra de la propuesta del gobierno, pero a pesar de la
oposición la reforma fue aprobada (Velásquez, 1993: 314).
112
La ausencia del general Crespo desencadenó divisiones dentro y fuera del
liberalismo amarillo, por lo que Andrade no logró mantener el respaldo de todos
los que le habían acompañado en la contienda electoral. Bustamante y López
Baralt se distanciaron de un gobierno que, además de tambalearse como
consecuencia de los respectivos alzamientos de Manuel Hernández y Ramón
Guerra, se había declarado contrario a la autonomía regional al pretender designar
unilateralmente los gobiernos estatales.
Esta tensa situación se presentó simultáneamente con la solicitud que
hiciera Ignacio Andrade ante el Congreso de una ley de gran importancia para la
estabilidad gubernamental de Venezuela: la ley para la formación del ejército
nacional (Barroso, 1899). Algunos años después los generales Cipriano Castro y
Juan Vicente Gómez lograrían que esta normativa se materializara en la fundación
de un ejército profesionalizado, con una organización diferente a la de las viejas
montoneras.
La reforma constitucional fue el pretexto para que Cipriano Castro iniciara
el 23 de mayo un endeble desplazamiento de tropas que sorpresivamente le
condujo, cuatro meses y medio después, hacia la toma de Caracas (Simón
Castrillo Buitrago, en: Diccionario Multimedia de Historia de Venezuela, 1994).
La llamada “Revolución Liberal Restauradora” de Castro asumió la bandera de la
legalidad, la misma que había levantado Joaquín Crespo en 1892.
La contienda armada, a la par con la depreciación del café en el mercado,
ocasionó una merma considerable en la producción de este rubro. El puerto de
Maracaibo, principal punto de salida de la producción cafetalera de Venezuela,
113
movilizó en 1899 un total de 334.135 sacos, de los cuales el 70% salió en el
primer semestre de dicho año, mientras que el 30 % restante fue comercializado
en los meses de confrontación armada (Estadística del café, 1900).
La inestabilidad política también afectó el éxito de las iniciativas
empresariales. En enero de 1899 se intentó reconstituir la Cámara de Comercio de
Maracaibo, pero a la misma sólo se incorporan 27 –más otras 18 nuevas- de las 51
firmas mercantiles que acudieron a su fundación en mayo de 1894 (Belloso, 1956:
159). La desaparición en tan corto tiempo de un número considerable de casas
comerciales “dará una idea de las ventiscas que soplaban entonces sobre las
actividades comerciales, del malestar imperante i de los obstáculos que se
interponían en la función comercial” (p. 159).
El inminente triunfo militar de Cipriano Castro llevó al exilio a Alejandro
Andrade, presidente del Zulia, el 28 de octubre de 1899 (Besson, 1951: 174). En
su época de Secretario General del gobierno de Muñoz Tébar envió a prisión, bajo
el cargo de conspiración, a quien ahora le despojaba de las riendas del Zulia (Ortín
de Medina, 2002: 89). Tanto en ese momento como en 1899 hubo una permanente
confrontación entre los grupos políticos tras el triunfo del legalismo: Castro y
Andueza Palacio convergieron en el grupo que se opuso al liderazgo del general
Joaquín Crespo, mientras que los hermanos Andrade, Francisco E. Bustamante y
otros intelectuales de Maracaibo contribuyeron a mantener en el poder al referido
general.
114
Según Urdaneta, C. (1988), la salida de Andrade se dio en forma violenta,
después de algunos enfrentamientos armados que han sido descritos de la
siguiente manera:
(...) El general Navas [Luis Felipe Navas,
aliado de Castro] envió un ultimátum al doctor
Andrade, conminándolo a que hiciera entrega
de la plaza, pero el gobernador le contestó:
“Las plazas no se entregan, se toman”, y eso
dio lugar a una lucha encarnizada. El cuartel
revolucionario estaba situado en el hato El
Paraíso, en la zona donde después se instaló el
aeropuerto Grano de Oro, y los alzados fueron
rechazados con la ayuda de la cañonera
“Miranda” y el vapor de guerra “General
Crespo”, que bombardearon sus posiciones por
encima de la ciudad.
Después, al triunfar la llamada Revolución
Restauradora, el doctor Andrade entregó el
poder y se embarcó para Colombia (...) (pp.
69-70).
Antes de la derrota, el Dr. Alejandro Andrade había visto pasar por el
puerto de Maracaibo un contingente de 6.000 hombres armados que su hermano
Ignacio enviaba para detener en el Táchira a Cipriano Castro (Besson, 1951: IV-
174), pero la movilización militar sucumbió en el fracaso.
El depuesto presidente del Zulia formó parte de la generación de 1884. Se
había licenciado en Derecho Civil en la Universidad de Caracas (1881) y
posteriormente alcanzó el grado de doctor. Fue Secretario General del estado
115
Falcón-Zulia y Gobernador de la sección Zulia (1888); dedicó buena parte de sus
esfuerzos a investigar los límites territoriales del Zulia con los estados andinos
(Hernández y Parra, 1999: 133). Sus vínculos con el gobierno de Joaquín Crespo
le llevaron a representar legalmente, en 1892, a las firmas comerciales de
Maracaibo en las negociaciones que las mismas sostuvieron con dicho gobierno
para la construcción de un nuevo malecón en el puerto de la ciudad (Proyecto del
comercio, 1892) y junto con Migel Celis se desempeñó como apoderado judicial
del Banco de Maracaibo en 1883 (Belloso y Villalobos, 1984). Ha sido
considerado “uno de los pocos gobernantes liberales y progresistas que tuvo el
Zulia en las últimas décadas del siglo XIX” (Urdaneta, 1988: 69). Tras su muerte
el 27 de junio de 1904, los doctores Francisco Ochoa y Jaime Luzardo lo
calificaron de “ciudadano patriota y esforzado, su voz se dejó oír en más de una
ocasión en defensa de los legítimos intereses de este Estado [Zulia]” (Dr.
Alejandro Andrade. 14 de abril de 1851 +27 de junio de 1904 [sic]: p. 20-21).
Con su exilio comenzaría una etapa difícil para muchos de los zulianos que
años atrás habían frustrado las aspiraciones continuistas del Dr. Andueza Palacio,
aliado político de Cipriano Castro, el cual nuevamente pasaba a formar parte del
gobierno central. El nuevo presidente se había dedicado en los años anteriores a
combatir la hegemonía política del general Crespo y a respaldar las aspiraciones
de poder de Andueza Palacio. Un sector muy significativo de la elite política e
intelectual de Maracaibo, por el contrario, se vinculó estrechamente con el bloque
político construido por Crespo en la última década del siglo XIX; los gobiernos
regionales presididos por los doctores Jesús Muñoz Tébar (1894-1898) y
116
Alejandro Andrade (1898-1899) respondían a la voluntad del caudillo llanero
hasta el momento en que la muerte le sorprendió en la Mata Carmelera.
La desaparición física del general Crespo y el debilitamiento del liderazgo
de Ignacio Andrade, aunado a su política contraria a las autonomías regionales,
llevó a un sector de la intelectualidad maracaibera a respaldar al Mocho
Hernández cuando éste se decidió a romper relaciones con el gobierno de
Cipriano Castro. Al respecto, Pino Iturrieta señala que este gobierno se inició en
medio de algunos alzamientos armados en su contra:
(...) El primer movimiento de oposición es
dirigido por el general José Manuel
Hernández, el Mocho, quien renuncia a su
cargo de ministro de Fomento en el primer
gabinete para hacer la guerra en el interior con
un contingente cercano a los 5.000 hombres
(27.10.1899) [sic], pero es derrotado en mayo
de 1900 (...). (Diccionario Multimedia de
Historia de Venezuela, 1994).
El carisma político y la popularidad de Hernández, unido a su discurso
contrario al centralismo político (Velásquez, 1993: 281) debió incidir en la
decisión de algunos intelectuales maracaiberos de sumarse a la sublevación de
Hernández, en quien posiblemente buscaban al líder que potencialmente podía
aglutinar a su alrededor diversos sectores de la región, tal y como lo había hecho
Crespo en el pasado.
Entre los intelectuales que se acercaron a Hernández destacan los nombres
de los doctores Francisco Eugenio Bustamante, Helímenas Finol, Trinidad
117
Montiel, Antonio Acosta Medina y los presbíteros Francisco J. Delgado y Jesús
María Zuleta. Algunos de ellos estuvieron militando en el Partido Republicano,
agrupación que fue tildada de “goda” por no haber formado parte del liberalismo
amarillo pero que se reconocía a sí misma como liberal (Velásquez, 1993).
El Dr. Francisco E. Bustamante se desempeñaba para el momento como
Rector de la Universidad del Zulia. En noviembre de 1899 decidió escribirle al
Presidente, con el propósito de solicitarle algunos insumos que se requerían en la
institución y, al mismo tiempo, para presentarle algunas reflexiones que le
inspiraban los acontecimientos del país. Según Gustavo Ocando Yamarte (1986),
en carta del 09 de noviembre:
(...) le decía que si el cuartel solía
“incubar” en tiempos como los que corrían
“gérmenes de libertad y patriotismo”, no debía
olvidar el presidente que “sólo en los claustros
universitarios” esos gérmenes podían
“desarrollarse por el estudio y la meditación,
para vivir en la conciencia pública”, donde los
hechos los hacían reconocer “como bueno el
árbol que los produce” (...) (p.349).
Días antes, J.M Ortega Martínez (1899), primer Presidente provisional del
Zulia en el gobierno de Castro, hizo un llamado a los zulianos para que apoyaran
su gestión, con la cual aspiraba rescatar el estado, pues el mismo, a su juicio, no
existía “ni económica, ni políticamente considerado”.
El respaldo no llegó y en diciembre de 1899, a pocos meses de la salida
violenta del Dr. Alejandro Andrade de la presidencia del Zulia, el Dr. Helímenas
118
Finol encabezó en Maracaibo un movimiento armado en contra del régimen de
Castro, con el cual logró apoderarse de la plaza militar de la ciudad para de esa
manera sumarse al alzamiento de José Manuel Hernández, líder del Partido
Nacionalista. En la ofensiva militar estuvo acompañado por Acosta Medina,
Zuleta, Adolfo Crespo, Domingo Higuera, Francisco Croce (Besson, 1951: IV-
179) y Elías Sánchez Rubio (Y. Urdaneta, 2000). También participaron Manuel
Ramos, Florentino Vargas, Eleazar Pulgar Trigo, Octavio Áñez y Antonio Paz
(Olivares, 1988: 203-206).
Muchos de estos personajes pertenecieron a las generaciones de 1884 y
1899. Para ellos el general Hernández significó la posibilidad de construir un
gobierno central que estuviera vinculado políticamente con la elite de Maracaibo.
Castro, por el contrario, representaba el enemigo por vencer; era el mismo
contrincante que años atrás debieron enfrentar por haberse opuesto al gobierno
legalista presidido por Crespo.
El Dr. Helímenas Finol formó parte de la generación de 1884. Estudió
medicina en el Colegio Federal de Maracaibo y se licenció en esta rama del saber
en la Universidad de Caracas en 1875, para posteriormente doctorarse en 1884
(Hernández y Parra, 1999: 906). Fue presidente del Parido Republicano del Zulia
poco tiempo después de su fundación en 1889 (Trocóniz Vale, 1889). Salió para
Francia en 1893 donde cursó estudios de bacteriología (López Rivas, 1893). A su
regreso en 1896 participó en la fundación del Instituto Pasteur de Maracaibo.
Fundó en 1888 la revista El Zulia Médico y se desempeñó como catedrático
interino de la Universidad del Zulia. En 1891 representó al distrito Maracaibo en
119
la Asamblea Legislativa del Zulia (Elecciones de representantes distritales ante la
Asamblea Legislativa del Zulia, 1891). En 1898 fue apresado por el gobierno de
Ignacio Andrade, junto con Rafael López Baralt y Antonio Acosta Medina
(Alegría, 1969: 851-853). Recobraría la libertad para volverla a perder en
septiembre de 1900, cuando sería capturado y encarcelado por orden del gobierno
de Castro; la medida también recayó sobre Olegario Villalobos, Antonio Ramírez,
Manuel Gallego Celis, entre otros (Besson, 1951: IV-200).
Al momento de presentarse la confrontación armada en Maracaibo,
presidía el estado Zulia (estado Maracaibo, según el gobierno central de turno) el
general Francisco Tosta García. Este sería el segundo de los ocho mandatarios
regionales que Cipriano Castro designó para el Zulia entre 1899 y 1900 (Besson,
1951: IV-202), lo cual da testimonio de la conflictividad imperante en la región y
de las dificultades del régimen de Castro para entenderse con la elite de
Maracaibo. Puede decirse que los vínculos o nexos políticos entre el gobernante
andino y la dirigencia maracaibera fueron escasos durante los primeros años de
gestión gubernamental.
Los alzados en armas tomaron la ciudad el 02 de diciembre, luego de
controlar el Cuartel de Veteranos y la cárcel (Besson, 1951: IV-178). Ese día
proclamaron al Dr. Helímenas Finol “encargado de la administración civil y
militar del estado Zulia”, en nombre del Partido Nacionalista (López de Sagredo y
Bru, 1964: 33). La acción fue ejecutada un día después de la llegada a Maracaibo
del general Francisco Tosta García, enviado por Castro para sustituir en la
presidencia regional al general J.M Ortega Martínez.
120
El Dr. Finol designó Secretario General de gobierno al Dr. José Trinidad
Montiel (Ortín de Medina, 2002: 89), uno de los coetáneos del Dr. Bustamante, el
cual se había desempeñado en 1875 como Ministro del Interior y encargado de la
presidencia del Zulia. Se doctoró en Ciencias Políticas y Sociales en la
Universidad de Caracas en 1883. Posteriormente ocupó entre 1889 y 1890 la
Secretaría General de Gobierno del Zulia y acompañó al Dr. José del Carmen
Ramírez en la fundación del Colegio de Abogados del Zulia. Su incorporación al
gobierno de Finol le llevó a convertirse en perseguido político de Cipriano Castro
(Olivares, 1988: 53-56).
La llamada “Revolución de los Mochistas” fue dirigida militarmente por el
Dr. Antonio Acosta Medina quien fungía como Jefe del Estado Mayor; él dirigió
los ataques contra las tropas del general Tosta García que encontraban
atrincheradas en la aduana, logrando que el jefe castrista huyera en un barco hacia
el castillo de San Carlos (Urdaneta, 1988: 74).
El control militar de la plaza de Maracaibo permaneció en manos de los
mochistas hasta el 18 de diciembre, día en que asume la conducción del estado el
general Julio F. Sarría (López de Sagredo y Bru, 1964: 33). Este general, el día 13
de diciembre, rodeó la ciudad con un ejército expedicionario enviado por Castro,
pues venía a cumplir las siguientes órdenes en caso de encontrar resistencia:
“demoler a tiro de cañón todas las alturas y torres de la ciudad y luego proceder a
un bombardeo general” (Besson, 1951: IV-190).
La medida no se llevó a cabo. Después de descuidar el control de San
Carlos y evitar la entrada de buques de guerra del gobierno central, el Dr. Finol se
121
vio obligado a capitular (Alegría, 1969: 851-853). La toma de Maracaibo
desembocó en el fracaso; la misma no fue respaldada por otras operaciones
militares exitosas en el resto del país, con las cuales hubiera sido factible el
derrocamiento de Castro.
La experiencia de guerra vivida en el transcurso de 18 días fue traumática
para los maracaiberos. El 11 de diciembre El Fonógrafo salió temporalmente de
circulación como consecuencia del estado de guerra de la ciudad. Ese día se le
informaba a los lectores las causas de la medida adoptada, en las cuales se
resaltaba el cierre casi total de los establecimientos comerciales, la evacuación de
muchas familias y el estado de sitio de la ciudad.
El editor de este periódico, Eduardo López Rivas (1899, diciembre 20),
describió en sus páginas la difícil situación vivida por los habitantes de la ciudad y
presentó un balance de lo acontecido en Maracaibo desde el 11 (momento en que
dejó de circular el periódico) al 19 de diciembre:
(...) La triste expectativa en que la ciudad
estuvo durante ese lapso, dejará impresión
para mucho tiempo en la memoria del pueblo y
familia maracaiberos.
(...) Gran parte de las familias emigraron y
las casas consiguientemente abandonadas (...)
En largos años no se había visto
Maracaibo en tales trances.
En la funesta sucesión de nuestras guerras
civiles, parece como si un hado protector
hubiérase empeñado en alejar de su suelo los
122
azares de la lucha armada. Pero ¡ay! que el
sino fatal de la desgracia venció en esta
ocasión, y con los sobresaltos de la temida
invasión del ejército de las sabanas en octubre
próximo pasado, se inició la serie, ya larga de
las conmociones políticas (...).
La paz que Maracaibo había disfrutado en las anteriores contiendas
armadas del país esta vez no se hizo presente. El temor ante el desenlace fatal de
la contienda llevó a muchos a abandonar la ciudad; para fortuna de unos y
desgracia de otros, Castro vuelve a controlar la ciudad. El 17 de diciembre, luego
de evaluar su situación militar, el Dr. Finol decide retirarse y presentarle al
general Sarría los motivos de su rendición. Por escrito le manifestó sus temores
por la posible “devastación de los hogares, si a la resistencia sigue el bombardeo a
que le obligan las instrucciones de su jefe” (citado por Besson, 1951: IV-185). La
decisión puede calificarse de sensata; era inevitable la entrada de las tropas
gubernamentales a la ciudad, por lo que el derramamiento de sangre resultaría
estéril para la causa “nacionalista”. En este episodio de la historia zuliana se
hicieron presentes en el Dr. Finol y sus seguidores algunas características que
Ciro Nava identificara, por los días de 1930, en el regionalismo de los hijos del
Zulia: tolerancia y ecuanimidad como frutos de la buena educación, la cultura
integral y la experiencia viajera y generosa (Nava , 1962: 125-127).
Al mismo tiempo, el Dr. Finol (citado por Besson, 1951: IV) exaltó en su
escrito los valores históricos del Zulia y reivindicó los derechos que este estado ha
alcanzado como sociedad progresista:
123
(...) El Zulia, es grande, General, es activo
y celoso de sus derechos, ha dado una lección
terrible a los que querían tratarle como parias,
y se siente tranquilo en su conciencia. Si la
suerte que ayer le favoreció le es hoy
contraria, sea ese un motivo más para que le
trate usted como un pueblo culto y generoso,
que ni siquiera trató con represalia a sus
enemigos (p. 185).
Al capitular, el Dr. Finol designó un gobierno provisional de enlace para
facilitar la transición. En el mismo fueron incorporados los generales Manuel
Lalinde, Rafael Gallegos Celis y el Dr. Francisco E. Bustamante (Besson, 1951:
IV-186). Los hombres leales a Castro dieron un plazo para que los rebeldes
mochistas se retiraran de la ciudad, quienes lo hicieron en dirección a las sabanas.
Contrario a lo ocurrido en 1890 cuando los intelectuales de Maracaibo
lograron defender exitosamente la autonomía del Zulia, esta vez sus esfuerzos no
evitaron que la región y el país en general quedaran bajo el control de un gobierno
decidido a imponer el proceso de centralización.
Los hechos de diciembre de 1899 muestran como varias generaciones de
intelectuales asumieron el liderazgo de la oposición que se presentó en Maracaibo
hacia el régimen de Castro. Buena parte de la intelectualidad estuvo convencida
de la imposibilidad de llegar a una relación de entendimiento y de beneficio para
el Zulia con este líder andino; se vieron aislados del escenario político del país,
pues el nuevo gobernante no buscó construir con ellos un clima de gobernabilidad
124
compartida. Como consecuencia de lo anterior la conflictividad y el ambiente de
guerra se hizo presente en Maracaibo.
Tras la derrota de los opositores llegaron las represalias por parte del
gobierno central. Un nutrido grupo de intelectuales que estuvieron involucrados
en la toma de Maracaibo fue a parar a los calabozos del castillo de San Carlos
(Velásquez, 1993: 375). La lista estuvo encabezada por el Dr. Finol; también lo
acompañaron el Pbro. Francisco J. Delgado y Ramón Illarramendy. Este último
(1915) escribió lo siguiente sobre su encarcelamiento y la experiencia vivida con
Delgado:
(...) Años después, cuando la balanza del
Destino se inclinó del lado de la Dictadura, y
los que la combatimos pagamos con nuestra
libertad las osadías del patriotismo, nos
volvimos a encontrar en un mismo calabozo,
en la fortaleza de San Carlos, y como antes lo
hallé siempre sereno, firme y tranquilo,
invocando la Providencia que rige los destinos
de la vida y salva a los pueblos que no se
doblegan serviles ante el azote de las tiranías
que se creen invulnerables (...).
El Pbro. Francisco J. Delgado fue uno de los coetáneos del Dr.
Bustamante. Se ordenó sacerdote en 1865 y en 1872 se doctoró en Cánones en la
Universidad de los Andes. Representó al Zulia en el Congreso de 1892, donde se
opuso al continuismo de Andueza Palacio. Desempeñó el cargo de Rector de la
Universidad del Zulia entre 1892 y 1896 (Hernández y Parra, 1999: 776-777). A
125
partir de diciembre de 1891 ejerció la presidencia del estado Zulia y en los meses
anteriores estuvo incorporado al Consejo de Administración de dicho estado
(Designación de funcionarios públicos, 1891).Ganó en concurso la “Canonjía
Magistral de la Iglesia Metropolitana de Caracas”, en 1897 (Toledo, 1897).
Promovió junto con el Dr. Manuel Dagnino y el Pbro. Nicolás María Olivares la
erección de la Diócesis del Zulia (Soto, 1914: 31). Fue Notario de la Vicaría de
Maracaibo y Rector del Seminario Metropolitano (Homenaje al Pbro. Dr.
Francisco J. Delgado, 1915). Al ser liberado de su cautiverio en San Carlos salió
al exilio rumbo a Curazao (1900), España (1901) y Colombia (1902), desde donde
regresó a Maracaibo luego de concedérsele una amnistía en 1905 por parte del
gobierno central (Hernández y Parra, 1999: 776-777).
El Pbro. Zuleta, a su vez, permaneció varios años recluido en el castillo de
San Carlos, hasta su liberación en diciembre de 1902 (Velásquez, 1993: 431).
Había sido ordenado sacerdote en 1885 y formó parte de la generación de 1884.
Por disposición del presidente Crespo fue designado General de División de los
ejércitos venezolanos (Hernández y Parra, 1999:2359) y dos años antes representó
al distrito Miranda en la Asamblea Legislativa del Zulia (Elecciones de
representantes distritales ante la Asamblea Legislativa del Zulia, 1891).
También el Dr. Bustamante sufrió las consecuencias de haber respaldado
al efímero gobierno mochista de Maracaibo. El 21 de diciembre se anuncia
públicamente su renuncia a la rectoría de la Universidad del Zulia (Renuncia,
1899), adelantándose de esta manera a su segura destitución por parte del
gobierno de Castro. Lo hacía luego de servir de intermediario entre el Dr. Finol y
126
el general Sarría cuando aquel tomó la decisión de entregarle a éste el control de
la ciudad en forma concertada.
Bustamante se involucró en la conflictividad y fijó posición a favor del
general Hernández. No era posible para él entenderse con Castro, pues en 1892 lo
enfrentó cuando éste se opuso al legalismo de Crespo. Ambos pertenecían a
grupos políticos opuestos lo que mantuvo entre ellos el distanciamiento; aunque,
en el caso del Dr. Rafael López Baralt, esto no le impidió convertirse en el
principal aliado de Castro en la región zuliana.
El cargo de Rector de la Universidad del Zulia fue ocupado por el Dr.
López Baralt (Alegría, 1969: 223), el otrora aliado de Bustamante en la lucha
librada junto con Crespo para no permitir que el Dr. Andueza Palacio continuara
ocupando la silla presidencial de Venezuela. Antes del alzamiento de los
mochistas ya se encontraba defendiendo los intereses de Castro en la Secretaría
General del gobierno regional presidido por el Dr. J.M. Ortega Martínez en
noviembre de 1899 (Secretario General, 1899). El que fuera defensor de la
autonomía del Zulia llegó a ser en los años posteriores uno de los hombres más
influyentes en el gobierno de Cipriano Castro.
El día 18 de diciembre el Zulia pasó a manos de la “Restauración”. En
forma anecdótica, Eduardo López Rivas (1899, diciembre 20) afirmó que “como
en el golpe de Estado del día primero [de diciembre], pero a la inversa, se
anocheció por Hernández y se amaneció por Castro”.
127
Capítulo IV. Los intelectuales maracaiberos: entre el golpe de Estado
de 1908 y la entrada del petróleo en la historia de Venezuela.
“Maracaibo (...) parece una ciudad morisca; parece una ciudad castellana. Glorifica a sus hijos; zahiérelos a menudo. Es una madre, una hija, una hermana... y una víctima. Lo es todo, cuando lo intenta; se contenta en ocasiones con no ser nada. Es una ciudad. Mi bella y querida ciudad”.
Ismael Urdaneta
El nuevo siglo se inició en Venezuela con la permanencia de la estructura
económica que diversas regiones del país venían presentando en el siglo anterior:
producción y exportación de rubros agrícolas, especialmente café, a los mercados
occidentales; poco tiempo después se introdujo la novedad de una multiplicación
en las inversiones de capital financiero internacional, junto con el desarrollo de
algunos sectores de la industria liviana (Brito, 1967: 09).
Los alzamientos armados no fueron los únicos factores que iban en contra
de la estabilidad del régimen de Cipriano Castro; su permanencia también se vio
amenazada por la creciente deuda pública de la República, la cual había alcanzado
la cifra de 190 millones de bolívares en 1900 (Velásquez, 1993: 384). El balance
negativo de la economía llevó al gobierno a presionar a la banca del centro de
Venezuela para que la misma le aprobara algunos créditos.
En Maracaibo la actividad comercial mantiene su preponderancia
económica. Firmas comerciales como la de Breuer Möller (cuyo capital era de
128
origen alemán) concentraban el monopolio de la exportación del café y el
expendio de víveres y mercancías en el occidente del país (Picón-Salas, 1953:
190). El movimiento de importación y exportación por el puerto de Maracaibo
experimentó un crecimiento sostenido entre 1905 y 1912. En este período las
exportaciones duplicaron el valor monetario de las importaciones, lo cual
convirtió a Maracaibo en el principal puerto de exportación de Venezuela. Al
respecto, pueden observarse las siguientes cifras, según estimaciones del Dr.
Marcial Hernández (1916):
Año Importación en Bolívares Exportación en Bolívares
1905 8.986.481 18.404.514
1906 9.440.863 23.209.993
1907 9.987.915 21.444.886
1908 10.537.903 22.542.470
1909 12.704.351 22.986.459
1910 11.480.089 24.618350
1911 20.092.408 34.565.986
1912 23.503.976 44.270.403
Montos en bolívares de las importaciones y exportaciones por el Puerto de Maracaibo (1905 – 1912)
129
De los rubros exportados, el café ocupó el primer lugar en importancia
comercial; también se movilizaba en menor medida, entre otros, cacao, cueros de
res y maderas. Las estimaciones de 1907 aportan una idea de las cantidades de
artículos exportados (Cámara de Comercio de Maracaibo. Estadística de
importación y exportación de y para ultramar por el Puerto de Maracaibo en el
año de 1907, 1908, abril 01):
Artículo Cantidad Kilogramos Valor en Bolívares
Café 378.875 bultos 22.778.082 18.946.473
Cacao 5.494 bultos 259.115 341.219
Cueros de res 24.356 cueros 268.569 333.580
Maderas 265.155 troncos 18.214.361 546.808
Rubros exportados por el Puerto de Maracaibo en 1907
A su vez, los ingresos totales por rentas que fueron aportados por el puerto
maracaibero alcanzaron valores significativos, los cuales contribuyeron a cubrir
los gastos del gobierno central en lo concerniente a obras públicas, deuda
diplomática y servicio de la deuda. Entre 1906 y 1910 se obtuvieron los siguientes
montos7:
7 Las cifras se obtuvieron de los siguientes documentos oficiales: Exposición que dirige al Congreso Nacional de los Estados Unidos de Venezuela el Ministro de Hacienda en 1907. Caracas: Empresa El Cojo, 1907. Edición oficial.
130
Año 1906 1907 1908 1909 1910
Monto en Bolívares
3.867.166 3.731.942 4.234.985 7.380.401 7.414.544
Ingresos del Puerto de Maracaibo por concepto de rentas (1906 – 1910)
El dinamismo comercial de Maracaibo contribuiría a propiciar en sus
intelectuales la percepción de una ciudad progresista, con capacidad para crecer
en forma independiente a través de las iniciativas de sus habitantes. El bohemio
Emiliano Hernández (1917) diría que la capital del Zulia:
(...) tiene el alma soñadora y varonil de
los pueblos que el porvenir hará grandes
ciudades, por el talento y por el trabajo; la
energía serena de las colectividades que no
ven sino hacia delante; y la dualidad poderosa
de saber comerciar como un mercachifle de
Cartago; y pensar y sonreír y hacer versos
como un filósofo de Atenas”.
La confianza en el trabajo creador de los zulianos y en la capacidad de los
mismos para prosperar sin el auxilio del gobierno central del país, estuvo presente
en buena parte de la intelectualidad de Maracaibo. Abraham Belloso (1956)
escribiría en 1936 que:
Exposición que dirige al Congreso Nacional de los Estados Unidos de Venezuela el Ministro de Hacienda en 1909. Caracas: Tipografía Universal, 1909. Edición oficial. Exposición que dirige al Congreso Nacional de los Estados Unidos de Venezuela el Ministro de Hacienda y Crédito Público en 1910. Caracas, 1910. Exposición que dirige al Congreso Nacional de los Estados Unidos de Venezuela el Ministro de Hacienda y Crédito Público en 1911. Caracas: Empresa El Cojo, 1911.
131
(...) no obstante la ojeriza i mala voluntad
de los Gobiernos de Guzmán Blanco, Castro i
Gómez para el Zulia, a quien nunca quisieron,
porque el Zulia no los quiso, éste prosperó i
desarrolló, sin ninguna cooperación de
aquellos Gobiernos (...) (p.331).
Lo expuesto por Emiliano Hernández y Abraham Belloso confirma la
existencia de algunos sentimientos colectivos presentes en la intelectualidad y en
diversos sectores que interactuaban en Maracaibo a comienzos del siglo XX. A
juicio del Dr. Rutilio Ortega (2001) los maracaiberos de aquel momento:
(...) a) se sentirán con derechos propios
sobre el espacio que han construido y
dominado, defendiendo estos derechos contra
cualquiera otra instancia o poder constituido
(...) b) se sentirán orgullosos de tales
realizaciones y esfuerzos; b) emerge la
convicción de que son capaces de crear, de
bastarse por sí solos, en forma autónoma, sin
necesidad del gobierno nacional (...) (p. 26).
En el orden político, la confrontación entre el gobierno de Castro y la elite
maracaibera se mantuvo en 1900. El general Julio F. Sarría fue sustituido en la
Jefatura Militar y Civil del Zulia por el general Benjamín Ruiz, el día 17 de
febrero del referido año (López de Sagredo y Bru, 1964: 33). El origen extranjero
del nuevo mandatario (el mismo procedía de Colombia) no impidió que el
gobierno aprobara su designación, pasando por encima de la norma constitucional
(Carlos Medina Chirinos, citado por Ortín de Medina, 2002: 238), lo cual irritó a
132
la dirigencia maracaibera pues nuevamente quedaba excluida de la escogencia del
gobierno zuliano. El general Ruiz inició su mandato amenazando con sancionar a
quienes dieran asilo a los “perturbadores de la paz en el Zulia”, es decir, a los
opositores clandestinos del régimen (Besson, 1951).
Más tarde, el 04 de noviembre, asume la presidencia del Zulia el Dr.
Rafael López Baralt, intelectual de la generación de 1884. El opositor político del
Dr. Andueza Palacio pasó a ser en el gobierno “restaurador” su aliado, hasta el
punto de trabajar con él en el tren ministerial de Cipriano Castro. Venía de dirigir
la Universidad del Zulia entre enero y agosto de 1900 (Alegría, 1969: 223), luego
de la salida del Dr. Francisco E. Bustamante a raíz de su oposición al régimen.
Poco antes, en noviembre de 1899, había ocupado la Secretaría General del
gobierno zuliano en la presidencia del Dr. J.M. Ortega Martínez, primer
gobernante que Castro designaba para el Zulia.
A partir de entonces el Dr. López Baralt dejó a un lado su resistencia
contra los gobiernos que amenazaban la autonomía del Zulia. En nombre de los
derechos autonómicos del Zulia se opuso en 1890 a que esta región formara parte
del estado Falcón; levantando la bandera de la autonomía enfrentó al Dr. Andueza
Palacio en 1892 y acompañó a Ignacio Andrade en las elecciones de 1897. Ahora,
en 1900, su carrera política entraba en una nueva etapa, esta vez contraria a los
intereses del Zulia.
La coyuntura política y los intereses personales podían afectar el discurso
y la actuación de un determinado intelectual sobre asuntos de vital importancia
para la región zuliana como la autonomía y el proceso de centralización. Aquel
133
axioma de Ortega y Gasset “el hombre es él y sus circunstancias” resulta muy
apropiado para entender la actitud, en algunos casos ambivalente, de intelectuales
que en determinados momentos se presentaban como defensores de los intereses
regionales y en otros llegaban a acuerdos con la dirigencia central para lograr el
control efectivo de la región.
Cuando el Dr. López Baralt decidió acompañar a Castro en su “Revolución
Liberal Restauradora” comenzó a ser consecuente, ya no con la autonomía y el
progreso del Zulia, sino con la llamada “unidad nacional” que esgrimía el discurso
gubernamental. Las circunstancias de López Baralt eran otras y para los primeros
años del siglo XX destacaba como uno de los hombres más cercanos a Castro. Por
eso pasó de ser fundador de la Universidad del Zulia a partícipe de su clausura en
1904, al apoyar en el Congreso la reforma del Código de Instrucción Pública. A su
vez, en 1905, siendo presidente de la Cámara de Diputados dio su voto a favor de
la “Ley de División Territorial Eclesiástica”, la cual eliminó la Diócesis del Zulia
durante todo el gobierno de Castro y parte del gomecismo ( Y. Urdaneta, 2000:
86).
El Dr. López Baralt fue, además, uno de los más fervientes exaltadores del
Presidente, llegando a participar en 1904 en un concurso literario cuyo tema fue
“Castro político, Castro guerrero”8. También en el Congreso de la República
destacó por sus discursos de exaltación del régimen, los cuales rayaban en la
lisonja. El “pequeñito y verboso médico” como le calificara Mariano Picón-Salas,
8 El concurso literario fue organizado por la directiva del periódico caraqueño La voz de la nación y en el mismo López Baralt resultó galardonado.
134
pronunció las siguientes palabras en el acto de clausura de las sesiones
parlamentarias de 1905:
(...) Venezuela, ciudadanos Diputados,
que surge hoy de la oscura y larga noche de la
guerra civil, de ese como período medioeval
comprendido entre su pasado de glorioso
patriotismo y su presente de patriotismo
restaurado, al lampo deslumbrador de la
espada del Héroe que, desceñidos los brillantes
arreos del soldado, viste ya la severa toga del
Magistrado en el solio presidencial de la
República (...) [Venezuela] si no quiere dejar
frustradas, tanto esfuerzo noble de parte del
Héroe, y trabajo tánto útil de parte del
Magistrado, ha de consustanciarse con él, a fin
de que la Nación y su Gobierno constituyan
una sola Entidad Política (...).
En los momentos difíciles del gobierno de Castro, el Dr. López Baralt
ocupó puestos de mando importantes. Fue Ministro de Relaciones Exteriores
durante el conflicto con las potencias extranjeras (Picón-Salas, 1953); luego en
1908, cuando Juan Vicente Gómez comandó el golpe de Estado de diciembre,
López Baralt se encontraba al frente del ministerio del interior, lo que le llevó al
encarcelamiento tras la caída del régimen.
Sobre la trayectoria profesional del Dr. López Baralt hay que mencionar su
etapa de formación en París, después de cursar estudios de filosofía en el Colegio
Nacional de Maracaibo (1872) y de doctorarse en Medicina en la Universidad de
135
Caracas en 1879 (Brice, 1967: 04). En la Universidad del Zulia impartió clases de
terapéutica, fisiología y obstetricia. Fundó en 1884 el Anfiteatro Anatómico del
hospital Chiquinquirá (Besson, 1951: IV-275), en donde llevó a cabo concursos
académicos entre los estudiantes de medicina, copiando la organización de los que
se celebraban en los hospitales de París (Alegría, 1969). Se desempeñó como
Rector del Colegio Federal de Maracaibo en los períodos 1884-1885 y 1889-1890.
Al retornar de Francia introdujo en Venezuela instrumentos y técnicas operatorias
como el termocauterio de Paquelin, las sondas de Beniquet para la estrechez
uretral y las de Raynal para las blenorragias crónicas (Hernández y Parra, 1999:
1302). Fue redactor de La Antorcha y autor de varios trabajos científicos:
Cotoma centellante o amaurosis parcial temporal; Sobre la elefancia y
Nociones de terapéutica farmacológica (Quirós, 1933: 33). En 1905 se
incorporó a la Academia Nacional de Medicinan y el 27 de septiembre de 1914
fue recibido como miembro de número de la Academia Nacional de la Historia
(1914).
Otro personaje que rompió filas del otrora grupo político que Joaquín
Crespo tenía establecido en el Zulia fue el periodista Valerio P. Toledo, director
de Los Ecos del Zulia. Su respaldo al gobierno de Castro también alcanzó el
extremo de la lisonja al solicitar en febrero de 1904 que se atendiera en el
Congreso la solicitud de un grupo de activistas políticos de La Victoria, quienes
pedían para Castro el título de “Héroe Patriota Venezolano” (Toledo, 1904).
En años anteriores su visión de la política era otra. El periódico Los Ecos
del Zulia había sido su arma de combate contra el centralismo y desde el mismo
136
“escribía los editoriales y continuó la lucha por la autonomía del Zulia que había
realizado su padre” (Hernández y Parra, 1999: 2146). Valerio P. Toledo fue junto
con López Baralt, y otros muchos intelectuales de Venezuela, los que
patrocinaron el “festival de lisonjas” a favor de Cipriano Castro (Miliani, 1991:
157).
Esta petición de Toledo y la actitud asumida por López Baralt en el
gobierno de Castro, permite observar la fractura que había sufrido un amplio
sector de la intelectualidad maracaibera tras la desaparición física del general
Crespo. Aquellos intelectuales que cerraron filas en el Consejo Liberal de
Maracaibo para respaldar en bloque la candidatura presidencial de Ignacio
Andrade en 1897, ahora en los primeros años del siglo XX se encontraban
divididos y defendiendo intereses opuestos: algunos pasaron a respaldar el
gobierno de turno mientras que otros, desde la acera de enfrente, lo combatieron
por afectar sus intereses políticos y los derechos autonómicos del Zulia.
Juan Besson, por ejemplo, formó parte de este último grupo. En 1903,
cuando los integrantes de la legislatura del estado Miranda pedían al resto de
legislaturas estatales que se otorgara por unanimidad el título de “Mariscal” a
Cipriano Castro, en el estado Zulia el joven diputado Besson rechazaba en forma
moderada dicha propuesta, para lo cual presentó argumentos sobre los
inconvenientes del reconocimiento solicitado (Besson, 1951: IV-222).
Su oposición a Castro le llevó a publicar un artículo editorial contra el
gobierno “restaurador”, valiéndose para ello de su diario El Comercio, lo cual le
ocasionó la clausura del mismo (Medina Chirinos, 1949). En lo que respecta al
137
cierre de la Universidad del Zulia, Besson mantuvo una posición de protesta ante
esta medida que se dictara en 1903. Sobre el particular afirmó lo siguiente (1951:
IV):
(...) Un decreto inicuo y retrógrado del
General Cipriano Castro ordenó la clausura de
la Universidad del Zulia (...)
La impresión de la clausura de la
universidad causó un efecto terrible en el
pueblo zuliano. Éste, enamorado siempre de
sus glorias, veía en la universidad el “alma
mater” de sus más preciados hombres de
ciencia. Se iniciaron protestas, pero de allí no
pudo pasarse por miedo a las bayonetas y por
ser un hecho consumado (...) (p. 219).
Otra voz de protesta frente al cierre de la universidad fue la del Dr.
Marcial Hernández, el prosador zuliano más castizo de los tiempos modernos,
según Rafael Yepes Trujillo (Versos y prosas de Rafael Yepes Trujillo, 1974).
Para Ceferino Alegría “su palabra cobraba matices ígneos para condenar el mal y
las inconsecuencias. La clausura de la Universidad del Zulia fue un atentado
incalificable contra la cultura zuliana (...) La condenación del Doctor Hernández a
tan desacertada medida, puede considerarse de lapidaria (...)” (Alegría, 1969:
942). En las páginas de El Ciudadano le recriminaba a Valerio Perpetuo Toledo
su respaldo al gobierno de Castro (Hernández y Parra, 1999: 2146), con lo cual
hacía honor a las enseñanzas y valores regionalistas que había recibido de su
138
maestro el Dr. Francisco Eugenio Bustamante. De él dijo lo siguiente (1898) al
inaugurar la cátedra de antropología en la Universidad del Zulia:
No a mis méritos debo el honor de
sentarme en esta cátedra, sino al generoso afán
del doctor Bustamante, maestro providente que
se huelga como un padre en sacar á sus
discípulos del limbo de la obscuridad, para
elevarlos a sitios más luminosos (...).
Cuando Castro alcanzó el control del gobierno central, Bustamante entraba
a los sesenta años de edad. Ya no tenía el vigor y el coraje que le habían
caracterizado al enfrentar la dictadura de Guzmán Blanco, por lo que su
intervención en el escenario político de comienzos del siglo XX aunque no fue
pasiva, si disminuyó en intensidad. Pero delante de él iban sus discípulos; uno de
ellos, Marcial Hernández, hacía uso de sus talentos como escritor para defender la
causa autonomista del Zulia. En uno de sus poemas (1976) titulado “Blasón del
Zulia”, escribió:
(...) Ni los civiles furores,
ni el tirano presumido,
trocar al Zulia han podido
en playa de pescadores!
Con esforzadas labores
al despuntar de la paz
vuelve a resurgir tenaz,
y cual sus cumbres altivo,
bañada en fulgor más vivo
levanta al cielo la faz.
¡Confía en ti, pueblo faro,
139
nadie te puede apagar!
Tu destino es alumbrar,
ser en lo oscuro lo claro,
mostrar la senda al ignaro,
fijar a otros pueblos rumbo,
persistente y afanoso,
que forja en su antro medroso
el mago del Catatumbo! (p. 167).
Para Hercolino Adrianza algunos versos de Hernández fueron escritos en
defensa del Zulia y los mismos adquirieron matices ardientes y hasta violentos,
los cuales pronunció en momentos de “excelsitud y de arrebato” (Hercolino
Adrianza, en: Hernández, 1976: 07).
En el campo profesional, Hernández se formó en la Universidad del Zulia,
institución que le otorgó el grado de doctor en Ciencias Médicas (1897). Al año
siguiente acompañó al Dr. Bustamante en la conducción de esta universidad,
ocupando el cargo de Vice-rector. Con él fundo el periódico La Universidad del
Zulia y la cátedra de antropología (Hernández y Parra, 1999: 1098). Sus
profesores fueron grandes defensores de la autonomía del Zulia, entre ellos se
encontraban los doctores Bustamante, Helímenas Finol y Alcibíades Flores
(Hercolino Adrianza, en: Hernández, 1976: 13). La época de estudiante
universitario la compartió con figuras importantes de la generación intelectual de
1899, como los doctores Adolfo d’Empaire y José Encarnación Serrano. Entre
1907 y 1917 formó parte de la directiva del Colegio Federal de Varones de
Maracaibo y a partir de 1902 se desempeñó como periodista en El Ciudadano
(Oquendo, 1941).
140
Otro discípulo del Dr. Bustamante, el intelectual Antonio Acosta Medina
(perteneciente a la generación de 1884) estuvo involucrado en la “Revolución
Libertadora” que intentó derrocar a Castro; con el coronel José Pérez, uno de los
líderes de la disidencia, planificó tomar la ciudad de Maracaibo en 1902, pero la
operación militar no se concretó debido a las derrotas que sufrieron en otros
combates (Besson, 1951: IV-209).
En sus primeros años de gobierno, Castro había superado la amenaza de la
“Revolución Libertadora”, cuyas montoneras fueron derrotadas en la batalla de La
Victoria (noviembre de 1902) y en la batalla de Ciudad Bolívar (22 de julio de
1903), momento en que Juan Vicente Gómez inició su ascenso como figura
política y militar (Elías Pino Iturrieta, en: Diccionario Multimedia de Historia de
Venezuela, 1994).
La inestabilidad política y el clima de confrontación imperantes en el país
no impidió que surgieran iniciativas intelectuales como la conformación en 1901
del grupo Ariel de Maracaibo, junto con su revista literaria. En esta agrupación
convergió un nutrido grupo de intelectuales, los cuales integrarían años después la
generación de 1914; en plena etapa de formación, los jóvenes: Jesús María
Semprum, Emiliano Hernández, Rogelio Illarramendy y José Butrón Olivares, en
compañía del veterano Elías Sánchez Rubio (Godoy, 1980), salen al ruedo
público con una propuesta literaria contraria a lo que tradicionalmente se
practicaba en Maracaibo.
La orientación ideológica del grupo provenía del escritor uruguayo José
Enrique Rodó, uno de los representantes del positivismo y la prosa modernista
141
(Niño, 1981). Este destacado pensador latinoamericanista fue para el Dr. Jesús
María Semprum y su grupo un maestro “a quien reverenciábamos (...) y cuya
producción, empapada de noble idealismo, abría indelebles surcos en nuestras
almas” (Jesús Semprum, citado por Díaz Seijas: 1981: 100).
Los escritos de los noveles intelectuales de Ariel chocaron fuertemente
con la tendencia clásica y romántica de los experimentados escritores de
Maracaibo, lo que propició enfrentamientos entre las generaciones intelectuales
(Pedro Díaz Seijas, en: Academia Venezolana Correspondiente de la Real
Española, s/f: p.14).
En el bando de los tradicionalistas conservadores se encontraba Octavio
Hernández, quien se expresó de Jesús María Semprum en forma despectiva a
través de la irónica invocación: “Ave Chucho” (Cuenca, 1957: 170). Por su parte,
Semprum y varios de sus compañeros adoptaron actitudes contrarias a la sociedad
conservadora de Maracaibo; en clara señal de rebeldía se dejaron crecer el pelo y
sostenían reuniones en la pulpería de Leonigildo Landaeta, situada en la esquina
de las calles Derecha y Vargas (C. Urdaneta, 1988: 131). El corte de pelo les valió
el calificativo de “Los Mechudos”(Niño, 1981); ese fue el nombre dado a quienes
en una ocasión escandalizaron a los maracaiberos luego de un incidente que fuera
narrado por Carlos Montiel Molero (1968) de la siguiente manera:
No sé con qué expresadas irreverencias,
un grupo de estudiantes había escandalizado
en aquella noche, a los misioneros
franciscanos que catequizaban para aquel
entonces, con sermones y vía-crucis a pleno
142
aire libre, a las descarriadas almas del barrio
El Saladillo.
Lo cierto del caso fue que el pueblo –el
verdadero pueblo de Maracaibo-
indignadísimo, vomitó su protesta contra
aquellos infelices muchachos, entre quienes
estaba Chucho Semprum, los confirmó con el
dictado de mechudos y contra ellos armó tal
zalagarda, que casi llegan al linchamiento (...)
(...) El pueblo clamoreaba en la santidad
de su protesta: “Abajo los mechudos”. “Que
vivan los Capuchinos” (...) (p. 262).
Fue así como se presentó un distanciamiento entre grupos de intelectuales;
al igual que en la última década del siglo XIX cuando un sector conservador de la
intelectualidad maracaibera se opuso a las ideas, creencias y cambios propuestos
por los intelectuales positivistas, en el primer lustro del siglo XX se desata una
confrontación ideológica entre los representantes de la literatura romántica
tradicional y los modernistas, quienes además de su propuesta literaria, estaban
identificados con los postulados del positivismo y creían en la posibilidad de
conformar la unidad de América. Refiere Cósimo Mandrillo (1984) que en los
escritos de Semprum:
(...) puede seguirse una línea directriz que
no desaparece en ningún momento: la
americanidad. Cuando reflexiona sobre el
castellano, sobre la lengua (...) Semprum lo
hace desde la perspectiva de América
entendida como un hecho global, como una
143
totalidad en proceso de conformación
definitiva (...) (pp. 4-5).
Al creer en el ideal de la conformación del hombre americano, Semprum
se apartó de las actitudes regionalistas o localistas por considerar que las mismas
podían degenerar en chauvinismo, lo cual constituía una traba al proceso de
unificación de la América soñada por Martí y Rodó. Por este motivo se enfrentó a
los intelectuales maracaiberos que en sus escritos idealizaban el terruño natal y no
miraban más allá del mismo.
Sobre el regionalismo de los intelectuales maracaiberos escribió lo
siguiente en mayo de 1907:
(...) Los escritores del Zulia casi toman
empeño en circunscribir la difusión de su obra
en los términos de su propia provincia: hacen
literatura doméstica (...) Para mí todo esto es
debido al espíritu zuliano, chauvinista,
receloso de lo forastero, poco amigo de otear
lo que ocurre más allá de las fronteras de la
patria chica (...).
La crítica de Semprum evidencia que él rechazaba la introspección
regionalista de sus similares de Maracaibo porque la misma les impedía
encontrarse con opciones literarias y científicas que estuvieran presentes en otras
latitudes. Su rechazo al regionalismo, además, encajaba en el proyecto de “unidad
nacional” del Presidente Cipriano Castro, de quien recibió en octubre de 1907 la
designación como funcionario público en el servicio de sanidad del puerto de La
Guaira (Sueltos editoriales, 1907).
144
Semprum compartía con Castro la idea de construir en Venezuela la
unidad e integración de los venezolanos en torno a un gobierno central, para de
ese modo avanzar hacia el logro del “espíritu nacional”, sin cuya existencia previa
no sería factible la “nacionalidad americana”. También debió sentirse atraído por
el anhelo de Castro de reconstruir la Gran Colombia de Simón Bolívar. Esta
intención del “Restaurador”, aunque inviable y absurda en aquel contexto
histórico, era cercana a la propuesta de Rodó y Martí sobre la integración de la
América Hispana. El escepticismo en torno a la concreción de este ideal le invadió
en 1905, cuando no percibía en los pueblos de América el requisito básico para la
unión de los mismos, esto es, el “espíritu nacional” o el descubrirse a sí mismos
como integrantes de un colectivo nacional, situación que en ese mismo año
describe así:
¿Es factible la unión de los pueblos latinos
de América? Con una tremenda é irrevocable
negativa responde el alma embrionaria de esos
pueblos (...) No hay un estímulo, ni el más
remoto, que los apriete a la unión. El espíritu
nacional, no existe, propiamente, en esos
pueblos (...).
Dos años después, en mayo de 1909, publicó un artículo titulado “Orgullos
de Pueblo”. En el mismo arremetió contra lo que él denominó el “chauvinismo”
de Maracaibo, y lo hizo, curiosamente, al poco tiempo de darse la ruptura política
entre Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Al igual que en 1907, sale a
defender en este artículo la integración nacional perseguida por el régimen de
turno, pero esta vez lo hace burlándose de un grupo de intelectuales maracaiberos
145
a quienes les reprochó el constituirse en “abanderados del ideal local”, es decir, lo
opuesto al “ideal nacional”.
(...) Viven en el mundo personas
especialmente dotadas por la naturaleza para
ver sólo aquello que inmediatamente les
circunda, apreciándolo con proporciones
ingentes y desmesuradas (...) Tal les ocurre
con muchísima frecuencia a los prohombres de
aldea, abanderados del “ideal local” que no
toleran ni permiten la existencia de nada mejor
que aquello que les rodea (...) Ya no viven en
un planeta, continente ó Estado, sino apenas en
una provincia, en una ciudad (...) Las
celebridades locales se transforman en glorias
nacionales, continentales, raciales (...) Los
médicos que aciertan á curar una vulgar
calentura se tornan en Hipócrates (...)
(...) no hay cosa que moleste tanto a los
“chauvinistas” de cierta ciudad venezolana,
como que les hablen de la belleza ó adelantos
de Caracas. Y aunque simularán desprecio
ellos y ponderarán con encarecimiento risible
los de su nativa ciudad, no dejará por ello de
sentir en el fondo cierto resquemor (...).
Estas críticas estaban dirigidas a los escritores de Maracaibo que
presentaban en sus textos descripciones exaltadas de dicha ciudad. Temas como
las virtudes del maracaibero, las características espaciales del estado Zulia y su
capital, el lago y las fiestas públicas fueron frecuentes en los escritos y discursos
146
de Jesús María Portillo, María Chiquinquirá Navarrete, Udón Pérez, Manuel
Dagnino, Marcial Hernández, Ismael Urdaneta, Guillermo Quintero Luzardo,
entre otros. Este último, por ejemplo, sostenía que “el Zulia, tiene lo suficiente
para vivir vida propia, pues todo lo posee” (El Zulia en la Independencia Sur-
Americana. Ofrenda del gobierno del Estado en el centenario del 05 de julio de
1911), lo cual no podía ser elogiado por Semprum pues este tipo de afirmaciones
lejos de favorecer la construcción del espíritu nacional venezolano, invitaban a
defender lo regional.
Durante el gobierno de Castro también evadió en sus escritos el tema de
los atropellos de dicho régimen sobre el estado Zulia. Así vemos que, en un
artículo titulado “El Claustro”, al identificar las causas del cierre de la
Universidad del Zulia, Semprum (1907, junio 01) omite la responsabilidad del
gobierno de Castro en este acontecimiento; para él tuvo mayor repercusión en el
cierre las características climáticas de Maracaibo:
(...) Todo el hervor de la sangre juvenil
llenaba de murmullos audaces el ámbito de la
vieja universidad (...)
(...) y me imagino que fue este sol hostil y
bárbaro que agosta las flores y anemia los
cuerpos, el mismo que puso en fuga el
bienestar, los sueños y las risas, que rebosaban
un tiempo en el edificio vetusto [de la
universidad] (...).
Algunos escritores han sostenido que Semprum no era hombre de andar
vinculado con los gobiernos de turno. Para Ciro Nava, el Dr. Semprum
147
“desdeñaba la política; y si se vio forzado a figurar de modo fugaz en ella, lo hizo
a regañadientes” (Nava, 1940: 59). Pero tal rechazo del mundo político no fue
radical; su producción intelectual estuvo cargada de una visión política en la que
se defendía la unidad nacional y americana, con lo cual respaldaba la
centralización gubernamental impulsada por Castro y se distanciaba del espíritu
regionalista de un amplio sector de la intelectualidad de Maracaibo, al cual atacó y
calificó de chauvinista.
Jesús María Semprum ingresó en 1898 a la Universidad del Zulia, donde
inició sus estudios en el campo de la medicina; allí entró en contacto con los
doctores Francisco Eugenio Bustamante y Marcial Hernández, dos figuras
intelectuales que influyeron en él durante sus primeros años de formación (Pedro
Díaz Seijas, en: Academia Venezolana Correspondiente de la Real Española, s/f:
p.12). También a su maestro Hernández y al poeta Udón Pérez les reprochó el no
haber salido de Maracaibo a exponer sus ideas en otros espacios (C. Urdaneta,
1988: 93). Perteneció a la generación de 1914 y buena parte de sus escritos los
publicó en El Cojo Ilustrado, El Universal, Cultura Venezolana y
Actualidades (Godoy, 1980). Entre sus obras destacan: Paranoia Persecutoria,
1905; El Canal de Panamá, 1912; La Enseñanza del Castellano, 1916 (Rafael
Castellanos, en: Rufino Blanco Fombona y sus coterráneos, 1970: 303-304).
A comienzos de 1904, los concejos de los distritos Sucre y Páez del estado
Zulia habían protestado contra una ley territorial del estado Mérida en la que se
identificaban las aguas del lago como linderos de dicho estado (Acuerdo, 1904).
Más tarde, el 21 de agosto de 1904, el gobierno de Castro le arrebató al estado
148
Zulia el poblado de Palmarito para que el mismo pasara a formar parte de la
jurisdicción territorial del estado Mérida (Besson, 1951: IV-226). Por imposición
del gobierno central se llevó a cabo un tratado entre los representantes
gubernamentales de ambos estados, con el cual se concretó el despojo territorial.
En ese mismo año el gobierno de Castro ejecutó otras medidas que
afectaban los intereses de la región zuliana: redujo la asignación del situado
nacional, entregándole al Zulia tan sólo 16.000 bolívares, mientras que al estado
Bermúdez le fueron reconocidos 40.000 bolívares; se concretó el cierre de la
Universidad del Zulia (Carlos Medina Chirinos, citado por Ortín de Medina,
2002: 238).
La desaparición de la universidad fue protestada en Maracaibo, pero no se
pasó de allí por temor a las represalias que podía ejercer el régimen (Besson,
1951: IV-219). De igual manera, el despojo arbitrario del área de Palmarito en la
zona Sur del Lago fue protestado, pero se prefirió esperar tiempos más oportunos
para presionar en contra de la medida.
Los intelectuales que defendían la autonomía y los derechos del Zulia,
usualmente protestaban y actuaban en contra de las arbitrariedades de los
gobiernos centrales cuando las circunstancias políticas del país ofrecían garantías
de que no serían reprimidas y atacadas las personas involucradas en las acciones
de protesta. Así ocurrió en 1890 cuando el gobierno de Andueza Palacio no
hostilizó a quienes exigían que el Zulia recuperara su condición de estado.
149
Pero otra circunstancia favorable para la protesta de los intelectuales era la
inestabilidad política de los gobiernos centrales. Los acontecimientos que
Maracaibo experimentó en diciembre de 1899 se hicieron presentes cuando el
gobierno de Castro se iniciaba en medio de la oposición y resistencia de diversos
sectores del país. De igual manera, cuando el general Juan Vicente Gómez ejecutó
el golpe de Estado de diciembre de 1908, inició su primer período de gobierno
inmerso en la inestabilidad, y es precisamente en ese momento cuando los
intelectuales de Maracaibo alzan la voz frente a las medidas gubernamentales que
ellos consideraban contrarias a los intereses del Zulia.
Si los gobiernos centrales alcanzaban cierto grado de estabilidad política
entonces resultaba muy difícil y arriesgado llevar a cabo protestas y
pronunciamientos en contra del mismo. Por eso, cuando esta circunstancia se
hacía presente entraban en juego iniciativas de otro tipo. Después del cierre de la
Universidad del Zulia, la respuesta de los intelectuales (según Ortín de Medina,
2002) fue evitar que la región quedara cubierta por la sombra de la ignorancia, lo
cual les llevó a organizar:
(...) actividades científicas, gremiales, de
allí los congresos, las experiencias regionales
de educación superior, los eventos, las charlas,
las publicaciones, las conferencias, los
certámenes literarios (...) y fue esto lo que
permitió mantener viva la demanda para
reinstalar la universidad (...) (p. 275).
150
Asimismo, se fundó a comienzos de 1908 el “Centro Literario del Zulia”;
una iniciativa que apuntaba a rescatar el vigor del trabajo intelectual. Sin disparar
un tiro y sin propiciar la violencia en contra del gobierno central, la elite
intelectual fue contrarrestando los efectos nefastos que sobre la cultura del Zulia
causaba el cierre de su universidad. Para el periodista Eduardo López Rivas
(1908, enero 27) con este acontecimiento:
(...) El “renacimiento de las decaídas letras
zulianas” tiene que ser motivo de íntimo
regocijo para cuantos sentimos el vivo anhelo
de nuestra cultura y de nuestro progreso en
todos los ramos de la actividad humana (...)
ese esfuerzo colectivo de nuestros elementos
científicos y literarios merece todas nuestras
simpatías (...).
El 19 de diciembre de 1908 se produce un golpe de Estado que dejaba
fuera del control político del país a Cipriano Castro. En el mismo se encontraba
involucrado el general Juan Vicente Gómez, destacado militar andino que había
sido rodeado por los factores de poder del momento con el propósito de salir del
conflictivo gobierno de Castro, lo cual consiguen sin necesidad de recurrir a las
armas (Avendaño, 1982: 55).
El nuevo gobierno central se inició atravesando una etapa de consolidación
en el poder (1908-1913), donde debió enfrentar las aspiraciones de retorno del
depuesto presidente Castro, así como a los políticos liberales amarillos y
nacionalistas que se oponían a su reelección en los comicios de 1914. Como era
costumbre en la historia del país, el nuevo gobernante inició los trámites para la
151
ejecución de una reforma constitucional, en la que buscaba resolver su condición
de Vice–presidente encargado de la presidencia (Ramón J. Velásquez, en:
Diccionario Multimedia de Historia de Venezuela, 1994).
La reforma de la Constitución en 1909 causó malestar en la elite de
Maracaibo porque la misma le daba carácter constitucional al despojo que
Cipriano Castro le causara al Zulia con la anexión de Palmarito al estado Mérida.
En esta oportunidad destacados intelectuales del momento expresaron su
inconformidad por la medida adoptada. La ocasión fue favorable para presionar al
gobierno central porque el mismo había permitido entre 1908 y 1913 el
surgimiento de un “régimen de libertades y respeto a los derechos ciudadanos
como en escasas ocasiones anteriores vivió el país” (Ramón J. Velásquez, en:
Diccionario Multimedia de Historia de Venezuela, 1994). Simultáneamente, el
gobierno se encontraba en una situación de debilidad a causa del frágil piso
político que le sostenía, lo cual causaba inestabilidad y temores ante las
conspiraciones que en su contra se gestaban dentro y fuera del país. Cipriano
Castro, en el exilio, le hizo saber a Gómez que “la culebra se mata por la cabeza”9,
con lo cual le anunciaba sus intenciones de derrocarlo.
La circunstancia política dividió a la elite maracaibera en dos bandos
adversos: unos se incorporaron a la “Junta Patriótica del Zulia”, la cual se plegó a
los intereses reformistas del gobierno central; otros, como los doctores Pedro París
y Pedro Guzmán, cerraron filas en la “Junta de la Autonomía”, con la intención de
9 Este dato anecdótico fue reseñado por Ramón J. Velásquez en su obra La Caída del Liberalismo Amarillo. Tiempo y drama de Antonio Paredes (1993).
152
evitar que se aprobara la reforma constitucional y exigir, al mismo tiempo, que se
le devolviera al Zulia la administración de sus minas, salinas y demás
producciones (Reformas constitucionales y autonomía en el Zulia,1992: 111-112).
El 25 de mayo de 1909, la directiva de esta junta (compuesta por los
doctores A. E. Bracho y Pedro Guzmán, junto con Herminio Quintero y Teolindo
A. Parra) publicó a través de El Fonógrafo el siguiente mensaje a los zulianos
(citado por Ortín de Medina: 2002):
Zulianos: Esta agrupación fundada con el
fin de hacer valer los conculcados fueros
autonómicos del Estado Zulia, y que en
consecuencia enviará al próximo Congreso, en
nombre del pueblo zuliano, una solicitud
pidiendo la efectividad de esos derechos,
excita a todo zuliano que tenga dignidad, que
sepa lo que es derecho, que se duela de la
madre tierra donde nació, a que suscriba dicha
solicitud, a fin de que el Zulia quede en el
digno lugar que le corresponde (p. 258).
El funcionamiento de esta junta causó un hondo malestar en los
representantes del gobierno central que se encontraban en Maracaibo, entre ellos
el Dr. Victorino Márquez Bustillos, para el momento Secretario General del
gobierno regional presidido por José Ignacio Lares. Este funcionario público
acusaba a los integrantes de la junta autonomista de llevar a cabo “propósitos
disociadores que obstaculizan la buena marcha de la administración” y de incitar a
153
la población a proclamar la autonomía del Zulia (Reformas constitucionales y
autonomía en el Zulia,1992: 113).
Entre los “propósitos disociadores” a los que se refería el Dr. Márquez
Bustillos se encontraba el trabajo que venía realizando la junta para evitar que la
Asamblea Legislativa del Zulia diera su visto bueno a la reforma constitucional.
Dentro del ente legislativo se encontraban incorporados varios integrantes de los
“autonomistas”, entre ellos Pedro París y José Ricci. El resto de curules lo
ocuparon los diputados: Asdrúbal Araujo, Celestino Ortiz, Ignacio Martínez,
Federico Troconis, Eduardo Emiro Troconis, Antonio Pirela, Joaquín Valbuena,
Eduardo Carrasquero, Otilio Mármol, Manuel M. Bermúdez, Jesús M. Montiel, E.
Delgado Áñez, Sixto de Vicente, José Elías Martínez, José R. Yépez, Jesús María
Nava y Ramón R. Páez.
La misión principal del Presidente del estado Zulia -José Ignacio Lares- y
de su Secretario General, consistió en lograr el acuerdo político necesario para
que los diputados regionales decidieran a favor de la reforma constitucional. Eso
les llevó a presionar para que la presidencia de la legislatura regional quedara en
manos de un representante del gomecismo, lo cual lograron al darse la
designación del Dr. Asdrúbal Araujo en dicho cargo. Según telegrama enviado
por el Dr. Márquez Bustillos al Dr. Leopoldo Baptista, tal designación se dio por
“indicación” suya (Reformas constitucionales y autonomía en el Zulia,1992: 117).
Entre tanto, los llamados “autónomos” tenían previsto rechazar la reforma
constitucional el día pautado para su discusión, es decir, el 29 de julio; a la par
pretendían presentarse en la legislatura con un mitin, el cual sería prohibido,
154
según testimonio de José Ignacio Lares (Reformas constitucionales y autonomía
en el Zulia,1992: 113-114). Las acciones de oposición estarían encabezadas por
los diputados Pedro París y José Ricci, en compañía del Dr. Pedro Guzmán,
presidente de la “Junta Autónoma”. También se encontraba involucrado el Dr.
Francisco Eugenio Bustamante, quien había recibido del Dr. Guzmán una carta
comprometedora, cuyo contenido se hizo del conocimiento público cuando la
misma fue publicada en un periódico de Maracaibo. En esta carta (Reformas
constitucionales y autonomía en el Zulia,1992) puede observarse cuáles fueron las
condiciones presentadas por los “autónomos” para negociar con el gobierno
central la aprobación de la reforma constitucional en la Asamblea Legislativa:
(...) Mas no estará fuera del buen criterio
de usted la creencia de que animados a esperar
confiados en el cumplimiento de nuestros
ideales autonómicos el conocimiento que se
tiene de que aún en la hipótesis de no ser
resuelto favorablemente el contenido de
nuestro memorial, en el cuerpo legislativo, aún
queda el hecho de que las enmiendas
constitucionales propuestas por el Congreso
deben ir a las legislaturas de los Estados para
ser discutidas en estas, y quien no ha de pensar
que el espíritu patriótico no esté en esos
cuerpos para que se decidan aceptar las
enmiendas incluyendo en estas la verdadera
autonomía de los Estados que representan (...)
(p. 114-115).
155
La elite política e intelectual de Maracaibo estaba dispuesta a entenderse
con el gobierno de Gómez para allanarle el camino de su reconocimiento legal en
el marco de la Constitución; pero pedían a cambio que se le respetara al Zulia su
condición de estado autónomo y que el mismo no fuera despojado del territorio de
la parroquia Independencia. Guiados por esta voluntad política, en algunas
ocasiones mantuvieron contactos con el gobierno central, al cual pedían apertura
para los intereses del Zulia. En una ocasión, el día 02 de agosto, el Dr. Pedro París
encabezó una manifestación a las puertas de la oficina telegráfica de Maracaibo,
desde donde le envió el siguiente mensaje al Presidente Gómez (Reformas
constitucionales y autonomía en el Zulia,1992):
(...) [El Zulia], aquí reunido a las puertas
del telégrafo, en inmensa muchedumbre, me
ha dado encargo de dirigirme a vos; brazo
fuerte de la justicia y corazón generoso, para
que obrando de conformidad con estos
sentimientos que sabemos os caracterizan,
interpongáis vuestros valiosos valimentos a fin
de que no se consume atentado de que se
pretende hacer víctima el Zulia. El pueblo
zuliano os guardaría eterna gratitud.
El entendimiento nunca fue lo característico en estas negociaciones y en
una oportunidad, el día 30 de julio, la policía debió actuar en la Asamblea
Legislativa para evitar que algunas personas de los bandos en confrontación se
156
fueran a las manos, armados de revólveres y puñales (Reformas constitucionales y
autonomía en el Zulia, 1992: 119).
El Dr. Bustamante, por su parte, se encontraba representando al Zulia en el
Congreso de la República. Con sus setenta años de edad continuaba transitando
por el mundo político del país y en esa oportunidad volvió a salir en defensa de la
autonomía del estado Zulia, para lo cual escribió un documento titulado “Lo que
quiere el Zulia”, fechado el 19 de abril de 1909 (citado por Besson, 1951). En el
mismo se refleja el interés del Dr. Bustamante de respaldar al general Gómez por
ser éste la opción con la que se aspiraba superar el pasado arbitrario del gobierno
de Castro. El respaldo político pasaba en primer lugar por el reconocimiento de la
autonomía del Zulia, lo cual exigía el cumplimiento de algunas medidas
gubernamentales:
(...) El Zulia quiere, pues, ser Estado
verdaderamente autónomo, y no Estado
pupilo del Gobierno Nacional, como lo ha sido
hasta hoy.
El Zulia quiere la libre administración de
sus minas, de sus salinas y de sus otras
riquezas territoriales, como quedó establecido
por la Carta Fundamental de 1864 (...)
El Zulia quiere que se le devuelvan los
territorios que por mandato del ensañado
autócrata se le arrebataron.
El Zulia quiere que se le devuelva la renta
del aguardiente, renta de que le privó el
157
funestísimo gobierno restaurador. El Zulia
quiere que se le devuelva la Universidad,
echada abajo por la espada de un caudillo
incapaz de comprender la grandeza de la frase:
“cedan las armas a la toga”.
El Zulia quiere que cese para siempre el
pernicioso abuso de imponer Presidente de
Estado y mucho menos extraños a su suelo,
con mengua de sus derechos autonómicos (...)
(...) El Zulia quiere, en síntesis, que se
respeten religiosamente todos sus derechos de
Entidad Federal (...).
La aprobación de la reforma constitucional quedaba sometida a la
decisión que sobre el particular tomaran las legislaturas regionales del país y las
Cámaras de Representantes. En el Zulia, los diputados del gomecismo, entre ellos
el general Joaquín Valbuena y Eduardo Carrasquero, adelantaban negociaciones
con sus homónimos para lograr de estos el respaldo requerido. En el transcurso de
dichas negociaciones surgió un acuerdo que en forma desleal dejaría de ser
respaldado por el gobierno central: aprobar la reforma constitucional, excepto lo
concerniente al reconocimiento legal de la anexión de Palmarito al estado Mérida.
El acuerdo político condujo a la mayoría de diputados de la Asamblea
Legislativa del Zulia a solicitarle al resto de legislaturas regionales que no
aprobaran el artículo cuarto de la nueva Constitución, ya que en el mismo se
contemplaba despojar al Zulia de la parroquia Independencia. Esto se dio el día de
la instalación del órgano legislativo, es decir, el 29 de julio. La solicitud de los
158
diputados zulianos expresa lo siguiente (Reformas constitucionales y autonomía
en el Zulia,1992):
Esta Cámara con carácter de urgente,
resolvió en sesión de hoy, la misma de
instalación, dirigirse a las Asambleas
Legislativas de todos los Estados, excitándolas
a fijarse en el despojo de que se pretende hacer
víctima al Zulia, en el artículo 4º de la nueva
Constitución, que anexa la parroquia
Independencia del Distrito Sucre de este
Estado, al Estado Mérida con mengua de los
derechos que asisten al Zulia (...) y en
consecuencia suplica a esa honorable Cámara,
niegue esa anexión que sentaría un funesto
precedente para la vida autónoma de los
Estados (p. 116).
El Dr. Pedro París no se sumó al acuerdo político y mantuvo una posición
de escepticismo frente a la posibilidad de que el gobierno central respetara la
integridad territorial del estado Zulia. Ese mismo día de instalación de la
Asamblea Legislativa rechazó en su totalidad lo contemplado en la reforma
constitucional. Según el Dr. Márquez Bustillos ese día “el doctorcito Pedro París
pronunció un discurso violentísimo y completamente reaccionario. Atacó todas las
enmiendas” (Reformas constitucionales y autonomía en el Zulia, 1992: 117).
El llamado hecho al resto de legislaturas estatales del país no tuvo ninguna
respuesta; todas ellas asumieron una actitud pasiva ante la solicitud de los
159
legisladores zulianos. Para el Dr. Pedro París (citado por Besson, 1951) este
fracaso político:
(...) en lugar de enfriar el patriotismo del
pueblo zuliano, obrando a manera de acicate
aplicado al regional orgullo serán motivo para
que (...) continuemos sin tregua luchando para
que se nos devuelvan los derechos
jurisdiccionales que sobre el Municipio
Independencia corresponden al Zulia por
justicia (...) (p. 246).
Finalmente, en la Asamblea Legislativa se aprobó la reforma
constitucional excepto el punto sobre la anexión de Palmarito al estado Mérida. A
su vez, en el mes de agosto el Congreso de la República procedió a declarar la
vigencia de la nueva Constitución.
El sector de la elite política maracaibera que se había pronunciado a favor
de los derechos autonómicos del Zulia fue hábilmente engañada por los
representantes del gobierno central, pues la anexión de la parroquia Independencia
al estado Mérida se llevó a cabo; la cooperación que dicho sector prestara al
régimen gomecista para que se alcanzara la aprobación de la reforma no fue
tomada en cuenta por el gobierno a la hora de ejecutar el despojo territorial contra
el Zulia. Gómez, de esta manera, daba una señal clara de que su gestión de
gobierno en relación con el estado Zulia no sería muy diferente a la de Cipriano
Castro, lo cual frustró el optimismo que en torno al mismo había surgido.
160
Quienes no estaban ganados a ceder un paso en la decisión de rechazar la
reforma constitucional fueron los integrantes de la Agrupación Autónoma del
Zulia o Junta de la Autonomía. El 02 de agosto enviaron un mensaje a los
legisladores regionales con el propósito de increparles a no permitir que el Zulia
renunciara al ejercicio de su autonomía, por lo que solicitaban negar la aprobación
del proyecto de reforma constitucional para de esa manera salvaguardar los
intereses de la región (Reformas constitucionales y autonomía en el Zulia,1992):
Ciudadanos legisladores del Estado Zulia.
El Congreso que actualmente está reunido
en Caracas ha aprobado unas enmiendas
constitucionales, que no armonizan con el
espíritu político y económico de Venezuela y
ni siquiera en parte con la voz de los hombres
que al frente del Ejecutivo Federal han
ofrecido al país una reacción contra el régimen
pasado (...)
Sin mucha meditación se ve como hiere la
nueva Constitución el principio federativo
implantado en Venezuela, concretamente
arrebatada a cada Estado muchos derechos y
prerrogativas que le corresponden en su
carácter de Entidad Autonómica: territorios,
salinas, minas y cuantas otras producciones se
han declarado cedidas a la nación, cuando éste
no es el querer de los Estados (...)
(...) debéis ciudadanos legisladores,
modificar las Enmiendas referidas, en el
161
sentido de que se dejen en el patrimonio de
cada Estado, sin ser administrados por la
nación, los derechos de tierra, minas, sales,
aguardientes y cualquiera otras producciones
naturales y demás consignadas en dichas
Enmiendas, que los Estados se abstienen de
conceder a la Nación (...) (p. 123-124).
Los líderes de esta agrupación, el diputado Pedro París y el Dr. Pedro
Guzmán, tenían claro que los derechos autonómicos del Zulia iban más allá de la
conservación de una porción de su territorio en la zona Sur del Lago. Ellos
exigían la vigencia del pacto federal, en el cual los estados se presentan como
entidades asociadas y no relegadas a la autoridad de un gobierno centralista. Por
este motivo pasaron por enemigos del régimen gomecista, “en actitud
inconveniente, soliventando al pueblo y mostrándose hostiles al Gobierno
Nacional y del Estado” (Reformas constitucionales y autonomía en el Zulia, 1992:
118).
El Dr. Pedro París fue uno de los integrantes de la generación de 1914; él
comenzaría a hacerse sentir en el escenario político regional a raíz de su
participación en la Asamblea Legislativa del Zulia en 1909, como representante
del distrito Maracaibo. Su padre, Pedro París, había fundado junto con José
Gregorio París, la sociedad mercantil “París Hermanos & Cía”, la cual comenzó a
funcionar en Maracaibo para el mes de enero de 1889 (Comunicados, 1889). Fue
abogado y doctor en ciencias políticas; miembro de la Academia Nacional de
Ciencias Políticas y Sociales. Destacó como empresario al fundar con su hermano
Juan la factoría azucarera “Central Venezuela” (Hernández y Parra, 1999: 1648).
162
Pedro Guzmán Aguirre, por su parte, fue coetáneo de la generación de
1884. Se graduó de doctor en Ciencias Políticas en el Colegio Federal de
Maracaibo en 1888. Ocupó la presidencia de la procuraduría del estado Zulia.
Juez nacional de hacienda, fundó El Álbum (1880) y participó en la fundación del
Colegio de Abogados del estado Zulia. Fue miembro correspondiente de la
Academia Nacional de la Historia (Hernández y Parra, 1999: 1075).
En cuanto se conoció la noticia de la aprobación en la Asamblea
Legislativa del proyecto de reforma constitucional, algunas personalidades de la
ciudad que estaban relacionadas con la Junta de la Autonomía salieron a protestar
en la sede del palacio legislativo. Allí se encontraban Abraham Belloso y algunos
de sus parientes; ellos, junto con T. Santos, J.E Criollo, A.R. Rincón, Arturo A.
Cuenca y J.R Campos, movilizaron hacia el telégrafo unas dos mil personas, en
nombre de las cuales enviaron al presidente del Congreso de la República una
nota en la que manifestaban estar en desacuerdo con la anexión de Palmarito al
estado Mérida (Reformas constitucionales y autonomía en el Zulia, 1992: 126).
Las presiones en contra del artículo cuarto también se hicieron sentir desde
el sector comercio de Maracaibo, en el cual estaban presentes muchos
intelectuales. El 21 de agosto se fundó la Asociación Cívica del Zulia, la cual
tenía el propósito de defender la integridad territorial del estado Zulia. En la
misma se incorporaron algunas familias de comerciantes, como los Belloso, París,
López Bustamante, García, MacGregor y Cuenca (Besson, 1951: IV-251).
La oposición de esta agrupación al régimen de Gómez condujo a la
clausura de la misma y algunos de sus integrantes sufrieron presidio (Besson,
163
1951: IV-253). Un testigo de esta persecución, Abraham Belloso (1956), escribió
en 1936 un artículo titulado “Playa de pescadores”, en el cual calificó a la
Asociación Cívica del Zulia como una de las principales iniciativas que los
maracaiberos habían logrado concretar en las primeras décadas del siglo XX para
defender los intereses del Zulia.
(...) Un solo relampagueo anotamos en los
últimos cuarenta años: la constitución de la
“Agrupación Cívica del Zulia” para
enfrentarnos de manera velada a la tiranía
reinante (...) i ese relampagueo se apagó en la
obscuridad de los calabozos de San Carlos i en
la disolución de la Agrupación (...) (p. 340).
En 1909 se llevaron a cabo otras iniciativas pro-autonomistas, pero por
parte de individualidades. En el mes de agosto, contradictoriamente, el gobierno
regional de José Ignacio Lares luego de impulsar una reforma constitucional que
era contraria a los intereses del estado Zulia, promovió un concurso para la
escogencia del himno de dicho estado y permitió que se galardonara una
composición donde se reivindicaban los fueros regionales, además de criticarse
los atropellos sufridos por el Zulia en su relación con gobiernos centralistas y
autoritarios. El poeta Udón Pérez se encargó de presentar en la letra del himno
(Edición oficial, 1910) diversas imágenes de un Zulia combatiente de las
injusticias e independiente en el logro de su prosperidad:
(...) Erguido como Júpiter,
la diestra en alto, armada,
fulgente la mirada
164
de rabia i de rencor;
las veces que los sátrapas
quisieron tu mancilla:
mirarte de rodillas
sin prez i sin honor...
cayó sobre sus frentes
tu rayo vengador...
I luego que la cólera
de tu justicia calmas,
va en pos de nuevas palmas
tu espíritu vivaz;
en aulas i areópagos,
cabildos i liceos (...).
También el Dr. Marcial Hernández (1976) participó en el referido
concurso; su versión del himno zuliano presentaba un mensaje en el que no se
descartaba el uso de las armas para defender al Zulia de las arbitrariedades:
(...) ¡Avante, zulianos,
y guay del que intente
la altiva y potente
labor estorbar!
Que entonces, llevados
por manos viriles
saldrán los fusiles
de nuevo a tronar (p. 208).
Los himnos propuestos por Pérez y Hernández recogían la inconformidad
que a ambos les suscitó las medidas centralizadoras adoptadas por el gobierno de
Gómez en agosto de 1909; sus versos expresan el rechazo de los maracaiberos por
165
los hechos recientes, en los que el Zulia perdía su integridad territorial y su
derecho a la autonomía.
La Asociación Cívica del Zulia fue disuelta en 1910 (Hernández y Parra,
1999: 76) después de algunos actos provocadores que fueron llevados a cabo por
la misma, como la exhibición de su bandera por las calles de Maracaibo en la
celebración del centenario del 19 de abril de 1810 (Besson, 1951: IV-253). El
general Gumersindo Méndez, para el momento presidente del estado Zulia, se
había encargado de atestiguar ante el gobierno central que dicha junta perseguía la
separación de la región zuliana del conjunto de Venezuela, por lo que fue
considerada peligrosa para la estabilidad política del país (Belloso, 1956: 340).
La celebración del centenario fue propicia para que el periodista Eduardo
López Rivas volviera a esgrimir la consigna de la autonomía con la intención de
reclamar los derechos del Zulia y reivindicar el carácter independiente de los
zulianos; aún estaba vigente el recuerdo y el sinsabor de la reforma constitucional
del año anterior. En su diario El Fonógrafo escribió en 1910:
(...) El Zulia puede decir con orgullo que
cuantas conquistas ha alcanzado en el camino
de la civilización y del progreso, los debe
única y exclusivamente al esfuerzo incansable
y al espíritu de sus hijos; y esas mismas
conquistas han sido adquiridas á despecho de
la injustificable y tradicional malquerencia que
nos mantiene como parias en el seno de la
República.
166
Los gobiernos se suceden, los hombres
pasan y desaparecen de la escena, por
poderosos que hayan sido durante un minuto
de la Historia, pero la gloria de los pueblos no
perece.
¡El Zulia es inmortal!
Agrupaciones como la Junta de la Autonomía y la Asociación Cívica del
Zulia son expresiones del espíritu independiente y del proyecto autonomista que
estaba presente en la conciencia de muchos maracaiberos que en forma simultánea
se encontraban actuando en el campo intelectual, comercial y político de la región
zuliana.
En el seno de la Asociación Cívica del Zulia destacan los nombres de dos
férreos opositores del régimen gomecista: Abraham Belloso y Eduardo López
Bustamante. Alguien que se hacía llamar Don Kalisto (citado en Belloso, 1956)
escribiría en 1955 lo siguiente:
(...) Don Abraham defendió los derechos
del Zulia y los valores de la zulianidad en
todos los terrenos: desde la tribuna; en la
Legislatura; en los tribunales; desde las
columnas de la prensa; en la radio; en folletos;
en conferencias contradictorias, en hojas
sueltas (...) (p. 10).
Abraham Belloso fue un polifacético de la generación de 1914. Fundó con su
hermano David el diario Panorama. Cuando Gómez irrumpe en el escenario
político del país a través del golpe de Estado de 1908, Belloso se encontraba
167
ejerciendo la secretaría de la Sociedad Mutuo Auxilio de Maracaibo (López
Rivas, 1908, junio 27). Fue, a su vez, secretario de la junta de administración del
Gran Ferrocarril de La Ceiba en 1910 y gerente del Gran Ferrocarril del Táchira
(Hernández y Parra, 1999: 376), accionista del Banco de Maracaibo y suplente del
director gerente de esta institución entre 1924 y 1926 (Belloso y Villalobos,
1984).
Eduardo López Bustamante fue otro de los personajes que comenzaron a
intervenir en los asuntos públicos de Maracaibo en la primera década del siglo
XX. Perteneció a la generación de 1914, al igual que su hermano Carlos. Ambos
fueron hijos del periodista Eduardo López Rivas y parientes del Dr. Francisco
Eugenio Bustamante. Eduardo López Bustamante se había doctorado en Ciencias
Políticas y Sociales en la Universidad de Los Andes en 1924. A la muerte de su
padre en 1913 dirigió El Fonógrafo y la imprenta Americana. El periódico fue
cerrado por el régimen gomecista en octubre de 1917 (Hernández y Parra, 1999:
1303).
Tras prohibirse el funcionamiento de la Agrupación Cívica del Zulia por
parte del régimen gomecista, algunos jóvenes de Maracaibo encabezados por Juan
Besson fundan “Joven Maracaibo”, un grupo clandestino que se propuso defender
la autonomía del Zulia pero que no avanzó en este propósito porque rápidamente
fue descubierta y disuelta (Besson, 1951: IV-254).
El ideal de Besson, al igual que el de muchos intelectuales de su época, fue
velar por el engrandecimiento de Venezuela a través de la prosperidad y el
desarrollo del Zulia. Para Besson, los zulianos forman un “pueblo civil, que a
168
orillas del Coquivacoa se yergue orgulloso de su venezolanismo integral y de su
acendrado amor por la patria venezolana” (Besson, 1951: IV-108). El sentimiento
de apego hacia el Zulia no negaba la pertenencia a Venezuela, era más bien una
manera de insertarse en el todo nacional. Así, por ejemplo, Jesús Enrique Lossada
nos dice de Udón Pérez que “sus fervores filiales por la ‘patria chica’ se
cristalizaron en las estrofas broncíneas del Himno i el Escudo del Zulia, y de
Maracaibo Mía, fervores filiales que se expanden hasta abrazar a la ‘patria
grande’, a Venezuela entera” (Lossada, en: Pérez, 1951).
La adherencia a Venezuela no eliminaba en Besson el sentimiento
regionalista y la defensa de la autonomía del Zulia; esto último le movió a
reivindicar (1951: IV) la figura histórica de Venancio Pulgar, pues en este
personaje la región encontró a uno de sus defensores frente a las arbitrariedades
del centralismo gubernamental:
(...) el Zulia se ha sentido orgulloso
siempre de que uno de sus hijos se enfrentase
con tanto valor a las pretensiones de pisotear la
autonomía del Zulia, autonomía originada del
pacto moral federativo de la República. No
había, no, de ser convertido el Zulia en “playa
de pescadores”, pues existía un Venancio
Pulgar, y con él un pueblo, que así como en
tiempos de paz da hombres de ciencia que van
a la vanguardia de la civilización venezolana,
en tiempo de guerra da guerreros que saben
resistir en el grado más heroico (...) (p. 145).
169
Juan Besson también formó parte de la generación de 1914. Cursó estudios
universitarios en Claverack Academy y en Hudson River University de U.S.A,
donde obtuvo el grado de doctor en filosofía (Olivares, 1991: 15). Fundó en
Maracaibo el periódico El Comercio y en 1897 fue designado presidente de la
Sociedad Bandera Cubana, agrupación encargada de apoyar financieramente la
independencia de Cuba (Sociedad patriótica, 1897). Diputado a la Asamblea
Legislativa del Zulia y fiscal nacional de bancos, se desempeñó también como
secretario de la junta directiva del Gran Ferrocarril del Táchira y gerente de la
empresa Tranvías Eléctricos de Maracaibo en 1920 ( Medina, 1949). Formó parte
de la Academia de la Historia Internacional de Paris y de la Unión Iberoamericana
de Madrid.
En lo concerniente a la situación de la economía en Venezuela, los años
transcurridos entre 1911 y 1920 mantuvieron la supremacía del comercio agro-
exportador como principal ingreso económico del país; luego entre 1921 y 1926
esa preponderancia del comercio agro-exportador, si bien es cierto no decae en sus
valores, fue progresivamente superada por los ingresos generados a través de las
exportaciones de petróleo y asfalto, las cuales en 1926 duplicaron el aporte
económico de las exportaciones de rubros agrícolas. Las cifras en bolívares del
comercio exterior de Venezuela en el período 1911-1926, fueron las siguientes
(Brito, 1967: 63-165):
170
Años Exportaciones de café, cacao, ganado y cueros (millones de bolívares).
Exportaciones de petróleo y asfalto (millones de bolívares).
1911 116 1
1912 129 2
1913 150 3
1914 110 1
1915 120 2
1916 116 1
1917 118 2
1918 110 3
1919 256 3
1920 167 3
1921 122 12
1922 122 16
1923 128 29
1924 148 66
1925 193 137
171
1926 149 247
Comercio exterior de Venezuela entre 1911 – 1926
Según Ramón J. Velásquez (Diccionario Multimedia de Historia de
Venezuela, 1994), el petróleo aparece en el renglón de las exportaciones
venezolanas en el año económico de 1917-1918, con el envío al exterior de
21.194 toneladas métricas por un valor de 899.673 bolívares, cifra poco
significativa en relación con los 588.719 sacos de café que se exportaron en ese
año económico y cuyo valor ascendía a los 29. 191.622 millones de bolívares
(Brito, 1967: 30). Poco menos de una década después se invertirían los papeles y
la producción de petróleo pasó a ocupar el primer puesto en los ingresos
económicos. Ludwell Denny (1928), director del Departamento Extranjero de la
United Press en U.S.A, escribiría que:
Espontáneamente Venezuela se ha
transformado en uno de los campos
petrolíferos más ricos descubiertos hasta hoy.
En noviembre de 1927, la producción
venezolana fue aventajada sólo por los pozos
de los Estados Unidos del Norte. En ese año su
producción anterior casi se duplicó, y con un
total de 64.000.000 de barriles arrebató el
tercer lugar de México en la producción
mundial, y se prevee que para el año de 1928
Venezuela sobrepasará a Rusia que ocupa hoy
el segundo lugar (...).
172
Este impresionante crecimiento de las exportaciones petroleras en 1926
sería la consecuencia inmediata de las inversiones inglesas y norteamericanas que
comienzan a hacerse presentes en el país a partir de 1917, momento en el cual
Estados Unidos se incorpora al conflicto bélico del momento y adquiere
conciencia de la importancia energética del petróleo (Caballero, 1995: 263-264).
El petróleo y la misma dinámica de crecimiento moderado de las
exportaciones agrícolas en Maracaibo, causaron un efecto considerable en el
aumento demográfico del Zulia. Entre 1891y 1920 la población fue
incrementándose progresivamente a un ritmo lento que posteriormente se
aceleraría en 1926. Para 1891 la población del Zulia fue estimada en 91.364
habitantes; alrededor de treinta años después, en 1920, se identificaban 119.438
personas (d’Empaire, 1921: 94-95) y en 1926 la población alcanzó la cifra de 222.
613 (Brito, 1967: 266), precisamente cuando el petróleo se había impuesto como
principal rubro de exportación en Venezuela.
La economía petrolera además de afectar la concentración demográfica en
el Zulia y de imponerse como principal riqueza del país, trajo consigo una
consecuencia trascendental: el afianzamiento del centralismo. La nueva riqueza
será controlada por los sucesivos gobiernos nacionales, desde Gómez hasta el
presente” (Ortega, 2001: 46).
A la par que se daba la transición o el paso de la economía agro-
exportadora a la minero exportadora en el contexto venezolano, el gobierno
gomecista iba consolidándose como “la dictadura más céntrica de que tengamos
memoria” (Pino Iturrieta, 1991: 20). A comienzos de la década de los años veinte,
173
el gobierno central promueve otra reforma más a la Constitución, en la cual
acentúa el proceso de centralización del país. Se fusionó la presidencia con el
cargo de comandante en jefe del ejército; el nombramiento de los presidentes
estatales quedó en manos del Presidente de la República en lugar de las
Asambleas Legislativas y se prohibió a los estados poseer ejércitos propios
(Avendaño, 1982: 66).
No sorprende que con la reforma constitucional el general Gómez haya
logrado designar unilateralmente a los gobernantes de los estados del país. Al
tiempo que iba percibiendo progresivamente los beneficios de las inversiones
extranjeras en materia petrolera, el gobierno logró eficientemente la represión de
los focos de disidencia. A partir de 1913, con la disolución del Consejo de
Gobierno, el país fue controlado a través de un régimen de represión que se
mantuvo hasta 1935. En ese lapso de tiempo, según Velásquez, R. J:
(...) La censura de noticias y comentarios
sobre la vida política y administrativa fue total.
Las cárceles y los castillos de Puerto Cabello y
del lago de Maracaibo mantuvieron una
creciente población de presos políticos que
permanecieron largos años en un verdadero
secuestro, sin posibilidades de defensa ni de
contacto con sus familias; miles de
venezolanos se marcharon al destierro y
centenares de presos políticos fueron enviados
a trabajar en las carreteras (...) (Diccionario
Multimedia de Historia de Venezuela, 1994).
174
Este panorama político no favorecía el pronunciamiento de los
intelectuales de Maracaibo en torno a las medidas gubernamentales que pudieran
haber considerado perjudiciales para el Zulia, como la designación inconsulta de
sus gobernantes por parte del gobierno central. En 1898 y 1899 muchos
intelectuales se enfrentaron al Presidente Ignacio Andrade precisamente por sus
pretensiones de imponerle a la región un gobernante que no formaba parte de la
elite maracaibera; pero con Gómez esta tarea no era nada fácil, pues la persona
que se atreviera a disentir políticamente del régimen podía sufrir consecuencias
nefastas.
Por esta razón, el comportamiento de la elite intelectual maracaibera se
adaptaría a las circunstancias políticas del momento: un sector de sus integrantes
respaldó las medidas del gobierno gomecista y algunos de ellos llegaron a formar
parte de la dirigencia regional y nacional; otros, entre tanto, manejarían un
discurso ponderado, con el cual evitaban la confrontación pero al mismo tiempo
buscaban llamar la atención sobre la necesidad de construir el bienestar regional y
nacional; y un reducido grupo salió a enfrentar en forma quijotesca al gobierno
central, lo cual les acarreó encarcelamiento, exilio y persecución.
Según Pedro Díaz Seijas (Academia Venezolana Correspondiente de la
Real Española, s/f: p.26), la actuación de los intelectuales venezolanos durante la
hegemonía gubernamental de Gómez se presentó de la siguiente manera:
(...) Algunos escritores de talento, se
plegaron por conveniencias personales a las
imposiciones del régimen y hasta llegaron a
175
escalar posiciones que usufructuaron
prudentemente con la venia del dictador. Otros
se declararon aparentemente neutrales y
optaron por refugiarse en el campo de la
literatura (...) Cerrados todos los caminos para
la libertad de expresión, reservado
exclusivamente para el gobierno el derecho de
opinar en política, no quedaba otra alternativa
para quienes manejaban el pensamiento como
su ocupación preferida, que encerrarse en su
propio mundo, solazarse en sus propias
lucubraciones y acompañar esta actitud con la
nota reticente, con la fina ironía, con el
mensaje connotativo, que en el fondo tenía un
significativo matiz de reto (...).
En el caso de los intelectuales que se plegaron a los intereses del gobierno
central o que se abstuvieron de cuestionar públicamente las actuaciones del
mismo, puede identificarse en este grupo a un número considerable de figuras
relevantes de la intelectualidad maracaibera.
El Dr. Marcial Hernández estuvo estrechamente relacionado con los
representantes gubernamentales de Gómez en el Zulia. Durante la presidencia
regional del general José María García (1914-1915) ocupó la Secretaría General
de Gobierno (Hernández, 1976), en la cual repitió poco antes de acaecer su muerte
en 1921 (Besson, 1951: IV-276). En el discurso que pronunciara con motivo de la
inauguración del pavimento del bulevar Baralt, el 02 de febrero de 1916, se
referiría al general García como “el magistrado culto i sociable que con el fiat de
su voluntad ha creado la utilísima obra” ( M. Hernández, 1921).
176
Pero su filiación partidista no le impidió presentarse como un zuliano
regionalista, que sin atentar contra los intereses del gobierno central de turno,
defendía los logros alcanzados por la región en su historia inmediata. En el II
Congreso Venezolano de Medicina, celebrado en Maracaibo entre el 18 al 23 de
enero de 1917, pronunció un discurso en el que, sin entrar en una confrontación
abierta con el régimen gomecista, cuestionó que se mantuviera cerrada la
Universidad del Zulia. En ese momento no ocupaba ningún cargo gubernamental,
por lo que no tenía ataduras políticas que le impidieran frenar su espíritu
regionalista. Ante una significativa representación de los médicos del país diría las
siguientes palabras (citado por Pons, 1978):
(...) La Universidad ¡otro mausoleo!... Iba
luego a mencionaros la Facultad de Medicina,
pero ya lo veis, no existe, ni siquiera se han
autorizado sus clases. Hemos retrocedido 60
años, y el Segundo Congreso Médico de
Venezuela no se está verificando en 1917, sino
antes de 1854, cuando este Instituto no era más
que simple almáciga de bachilleres (...)
No se crea que voy a despeñarme por eso
en el pesimismo. Las insignias pueden
marchitarse, y las campanas enmudecer y
extinguirse los fuegos del Ara, pero ni aun el
ímpetu de los huracanes puede apagar el
simbólico faro del Catatumbo. El Zulia entre la
noche relampaguea. Él es un pueblo que vive,
se rebulle y crece (...) (p. 16-17).
177
Este pronunciamiento era lo menos que podía hacer alguien que se había
formado académicamente en la universidad, donde además tuvo la oportunidad de
presidir el Vice-rectorado de la misma, acompañando a su maestro el Dr.
Francisco Eugenio Bustamante en el gobierno universitario.
Este último fue el encargado de presidir el Congreso Médico Venezolano
celebrado en Maracaibo. Él también expresó, en su discurso de instalación del
evento, algunas palabras de “añoranzas por nuestro universitario pasado”
(Hernández, 1917: 08), pero a sus 78 años de edad ya no contaba con aquel
espíritu aguerrido que le había acompañado al oponerse al régimen de Guzmán
Blanco, por lo que sus palabras no trascendieron el simple recuerdo de las glorias
del pasado.
Sobre las actividades que se llevaron a cabo con motivo del congreso
médico, el escritor Octavio Hernández (1917) se encargó de reseñar los detalles de
las mismas. Para él esta experiencia académica reproducía en la ciudad su época
de esplendor cultural, cuando “su civilidad urbana obraba prodigios de pompa i
magnificencia, ahora improvisando centenarias conmemoraciones, ahora en la
celebración de alguna noble conquista del progreso regional por el propio esfuerzo
alcanzada” (p.05).
Pero esa época que Hernández recordaba con añoranza se había esfumado
como consecuencia de los obstáculos impuestos a la autonomía del Zulia por los
gobiernos autoritarios de Castro y Gómez, durante los cuales las iniciativas
regionales habían quedado sofocadas por el centralismo gubernamental que dejaba
a los estados sin la potestad de administrar sus riquezas. Esta realidad no podía ser
178
denunciada por ningún intelectual maracaibero que estuviera formando parte del
gobierno gomecista. Para ellos lo prioritario en el plano político y social del Zulia
y de Venezuela era la conservación de la paz y el orden, condiciones que se
consideraban aseguradas por el general Gómez, el garante de “la unión, la paz y el
trabajo”. Por eso Octavio Hernández (1919), en su condición de diputado de la
legislatura del Zulia, diría que:
(...) seguros estamos de que el Zulia
entero rodeó siempre a los caudillos de paz i
unión, siendo como es la paz, la
confraternidad, el único ambiente en que sabe
vivir, por los estadistas fomentadores del
trabajo, siendo como es el trabajo el único
medio que tiene por digno para su propia
subsistencia (...).
Octavio Hernández perteneció a la generación de 1884. Fue profesor de
lengua y literatura en la Universidad del Zulia y en el Colegio Federal de Varones
de Maracaibo (Hernández y Parra, 1999: 1100). Políglota por excelencia y
maestro de varias generaciones de escritores zulianos (Quirós, 1933: 35), se
desempeñó como juez del distrito Maracaibo, presidente de la Asamblea
Legislativa del Zulia en 1919 y secretario de la junta directiva del centenario de
Rafael Urdaneta en 1888. Entre 1904 y 1905 fue tesorero de la Sociedad Mutuo
Auxilio de Maracaibo, en momentos en que la misma era presidida por el Dr.
Francisco Eugenio Bustamante (Personal de empleados para el período de julio de
1904 a junio de 1905).
179
Algunos intelectuales de Maracaibo buscaban congraciar al general Gómez
para allanarse el camino hacia la consecución de intereses personales, por lo que
trataban de aprovechar las festividades patrias con la finalidad de expresarle el
reconocimiento que les inspiraban los logros de su gestión de gobierno. Así
ocurrió el 19 de abril de 1915 cuando José Antonio Chaves, Marcial Hernández,
Jorge Schmidke, Julio C. Belloso, Adolfo d’Empaire, J. R. Yepes Trujillo,
Octavio Hernández, entre otros, le manifestaban su agradecimiento por el clima
de “paz que se enseñorea en el país, donde cada quien sin obstáculos marcha por
una anchurosa vía al logro de sus anhelos” (Telegramas, 1915).
De estos intelectuales, el Dr. José Antonio Chaves fue uno de los más
cercanos al régimen gomecista. Formó parte de la generación de 1884 y en 1915
ocupó la presidencia del Zulia (Hernández y Parra, 1999: 620), cargo que repitió
en 1921 (López de Sagredo y Bru, 1964: 35). En Maracaibo se encargó de
legitimar el gobierno de Gómez a través del periódico Unión, Paz i Trabajo [sic],
en donde estuvo acompañado por los doctores Ramiro Antonio Parra, Pedro
Guzmán, Augusto Ortega, Heliodoro Núñez, M. Sanz Urrutia, M. González
Delgado, Rodolfo L. Pérez, junto con Elías Sánchez Rubio, Udón Pérez y Rafael
Yepes Trujillo. Para cumplir con la tarea de contribuir a la permanencia de Gómez
en el gobierno central, publicaron algunos escritos en los que hacían mención a la
unidad del Zulia y del país en torno al gobierno gomecista. Uno de esos escritos
(Vox Populi, Vox Dei, 1923) presentaba el siguiente mensaje:
(...) El Zulia, siempre consecuente i leal,
dice mui alto i mui claro lo que siente; i se
180
estrecha, cada vez más compacto i entusiasta,
en torno del Gobierno Nacional, cuyo
patriotismo, cuya legalidad, cuyo amor a la
justicia i el progreso, conoce tan de cerca (...).
Llama la atención que entre los nombres de la junta redactora del periódico
Unión, Paz i Trabajo aparezca el del Dr. Pedro Guzmán, el mismo personaje que
en 1909 estuvo presidiendo la Junta de la Autonomía. Ahora, en plena etapa de
consolidación del régimen gomecista, se encontraba contribuyendo a la
permanencia del mismo, mientras que en su etapa de inestabilidad se le enfrentó
en nombre de la autonomía del Zulia.
Otro aguerrido defensor de los derechos del Zulia, el Dr. Antonio Acosta
Medina, se sumó al grupo de intelectuales que estuvieron aliados al gobierno
presidido por Gómez. En agosto de 1909, cuando se concretó el despojo territorial
del Zulia a través de la reforma constitucional que anexaba la parroquia
Independencia al estado Mérida, aceptó el nombramiento de Secretario General
de gobierno del Zulia, cargo que ocupó hasta marzo de 1910 (Olivares, 1988:
203). En 1914 concurre a la Cámara de Diputados del Congreso Nacional y en
1925 sería electo senador por el estado Zulia; en esta época de ascenso político
recibe del gobierno gomecista la condecoración orden del Libertador (Alegría,
1969: 891).
La proximidad entre el general Gómez y Acosta Medina se explica, en
parte, por las diferencias políticas entre éste y el general Cipriano Castro, las
cuales desembocaron en los sucesos violentos de Maracaibo en diciembre de
1899. Gómez sería, tanto para el Dr. Acosta Medina como para quienes le
181
acompañaron en la tarea de resistir al gobierno de Castro, el aliado circunstancial
con el que debían entenderse para evitar el regreso del gobierno “restaurador”.
Por su parte, el escritor Guillermo Trujillo Durán transitó por importantes
puestos de gobierno que le otorgaron un lugar de importancia entre los hombres
públicos de su época. Fue diputado por el Zulia ante el Congreso Nacional en
1914 (Olivares, 1991: 105) y por cinco períodos ocupó este curul, al igual que en
la Asamblea Legislativa del Zulia (Hernández y Parra, 1999: 2161). En 1919 se
encargó de la Secretaría General de Gobierno del estado Zulia y poco antes, en
1916, fungió de gobernador del distrito Maracaibo. Por su dilatada trayectoria
política durante la presidencia del general Gómez era visto por la redacción del
diario Panorama como “persona grata en el ánimo del Supremo Jefe de la
Rehabilitación Nacional” (Nuevo Gobernador, 1916). Los vínculos de este
representante de la generación de 1914 con el gobierno central no favorecían la
inserción de su discurso en la defensa de la autonomía del Zulia.
El poeta Rafael Yepes Trujillo fue otra figura intelectual de renombre que
se incorporó a la junta de redacción del diario Unión, Paz i Trabajo. El ganador
de los juegos florales celebrados en la ciudad de Madrid en 1924, fue diputado a
la Asamblea Legislativa del Zulia en 1920, junto con el prosista Guillermo
Trujillo Durán, el Dr. Marcial Hernández y el Presbítero Francisco J. Delgado,
entre otros.
Yepes Trujillo, en su época Maestro del Gay Saber, ha sido calificado de
“gran defensor del Zulia” (Olivares, 1991: 95) por su discurso autonomista luego
de la muerte de Gómez. En el transcurso de la hegemonía política del régimen
182
gomecista no llegó a decir frases contundentes a favor de la autonomía del Zulia
como lo hiciera en 1940, cuando afirmó que en esta región:
(...) Hay que ir fijando posiciones
definitivas para defendernos con razones
supremas, ya que se nos ataca con frecuencia,
por gusto, por sistema o por vesania. Si hemos
tenido, tenemos y debemos tener abiertos
acogedoramente los brazos para todos nuestros
hermanos de Venezuela que quieren trabajar o
aprender en esa Escuela de trabajo que se
llama Zulia, también debemos tener latigazos
de bronce para los que nos calumnien por
hacer frases o por hacer política (...) (1974:
76).
Los nexos políticos de Yepes Trujillo con el gobierno gomecista y la
ausencia de libertades ciudadanas en dicho régimen, debieron persuadir a este
intelectual para que el mismo no combatiera las medidas gubernamentales que
despojaban al Zulia de su autonomía. Cerca de Yepes Trujillo se encontraba
actuando el bardo Udón Pérez, su maestro, el cual también supo acercarse a las
esferas del poder especialmente durante la presidencia regional del general José
María García, a quien dedicara los versos titulados “Mi Aplauso” (1916), donde
expresa lo siguiente:
No es mi aplauso el aplauso lisonjero
que tributa al Poder el cortesano
de fácil risa y enguantada mano
hecha a forjar el oro en pebetero.
Plauso de gratitud, plauso sincero
183
el mío es, al joven ciudadano
que la cuadriga del progreso urbano
rige en el Zulia por triunfal sendero (...).
La relación amistosa y de entendimiento político entre Pérez y la
dirigencia gomecista del Zulia, le llevaría a ejercer posteriormente entre 1924 y
1927 funciones de gobierno como diputado a la Asamblea Legislativa del Zulia y
concejal de Maracaibo, al lado de Elías Sánchez Rubio y Juan Besson (Arias
Arocha, 1924).
En lo que respecta a la posición asumida por el Dr. Jesús Enrique Losada
frente al gobierno de Gómez, podemos decir con Isidoro Requena que en una
primera etapa la misma fue propia de un espectador, como consecuencia de su
juventud y la permanente represión del régimen, por lo que sus escritos sobre el
gobierno central se caracterizaron por la “protesta velada y abstracta (...) son
escritos de inconformismo, de oposición (...)” (Requena, en: Lossada, 1982: 34),
aunque posteriormente, luego de transcurrida su etapa de formación, se
incorporaría a la logia masónica de Maracaibo, la cual ejerció acciones de protesta
contra el gomecismo.
A su lado se encontraba Héctor Cuenca, personaje que entre 1924 y 1927
le acompañó como diputado suplente a la Asamblea Legislativa del Zulia, donde
Elías Sánchez Rubio fungía como diputado por Maracaibo. Ellos integrarían el
grupo Seremos, el cual estuvo conformado por un contingente importante de las
generaciones intelectuales de 1914 y 1929, entre ellos: el masón Isidro Valles,
Aniceto Ramírez, Ciro Nava, Rogelio Illaramendy y Eduardo Mathías Lossada
184
(Y. Urdaneta, 2000), Valmore Rodríguez, Ramón Díaz Sánchez, entre otros (C.
Urdaneta, 1988: 161).
Este grupo funcionó entre 1925 y 1928 y algunos de sus integrantes irían a
la cárcel por organizar actividades públicas que fueron interpretadas como
antigomecistas. Sobre esta experiencia, acaecida en 1928, Héctor Cuenca (1970)
escribiría en el calabozo de San Carlos lo siguiente:
(...) Pero llegó el día tremendo,
el 28 del terror,
i cien fuimos a la cárcel,
i tuvimos todos “grillos”
i calabozo cerrado
i maltrato de palabra
i rigor de mano armada,
como si por dentro de una casa
pudiera apagarse a golpes
el fuego que arde allá adentro (...) (p27).
Este grupo vino a romper el letargo de las acciones de protesta por parte de
la intelectualidad de Maracaibo. El cambio en el escenario político respondía a la
situación de inconformidad que se hacía presente en Venezuela tras las
dificultades del gobierno para adaptarse a las nuevas condiciones históricas que el
país presentaba, entre ellas el predominio de la convivencia social urbana en un
país cuya población era hasta hacía poco tiempo mayoritariamente rural. La
consecuencia inmediata de esta nueva condición demográfica fue la exigencia de
185
la población de sustituir el ejercicio del poder a través de la represión armada, por
la discusión política y la convivencia democrática en el marco de las leyes.
En este contexto social las generaciones de 1914 y 1929 salieron a
subvertir la pasividad que frente al régimen gomecista habían asumido las
generaciones predecesoras, las cuales no opusieron mayor resistencia al gobierno
central presidido por el general Gómez. Los motivos de esta actitud complaciente
hay que buscarlos en los vínculos políticos que existían entre los representantes de
las viejas generaciones intelectuales con los representantes gubernamentales del
gomecismo; también debe tomarse en cuenta la avanzada edad de los mismos
pues esta les limitaba a la hora de impulsar iniciativas políticas que apuntaran a la
transformación del orden imperante. En forma contraria, las nuevas generaciones
traían consigo el ímpetu juvenil con el cual intentaban construir una sociedad
diferente a la recibida de sus antecesores.
186
Conclusiones
En la etapa finisecular del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, la
ciudad de Maracaibo presentó cinco generaciones de intelectuales cuyos
integrantes compartieron una misma contemporaneidad, la cual se caracterizó por
la intensificación del proceso de centralización gubernamental en Venezuela.
Dicho proceso encontró respuestas disímiles en quienes conformaron las
generaciones maracaiberas de 1869, 1884, 1899, 1914 y 1929.
El eje central de la clasificación temporal de las referidas generaciones de
intelectuales ha sido el Dr. Francisco Eugenio Bustamante, por su notable
actuación pública a favor de la autonomía del Zulia. A partir de la propuesta
metodológica de Ortega y Gasset se pudo estudiar la reivindicación autonomista
de la región zuliana en relación con la vida de este destacado médico maracaibero.
Bustamante y muchos otros intelectuales de su época, se hicieron presentes
en forma simultánea en diversos escenarios: académico, comercial y político. Esto
les permitió participar en la conducción del Zulia y de Venezuela en general, por
lo que no fueron ajenos a la confrontación autonomía-centralización.
La incursión de los intelectuales en el campo de la política les exigió a los
mismos fijar posición en torno a la reivindicación autonomista del Zulia y el
proceso de centralización del país. Su determinación se vio afectada por sus
vínculos y compromisos políticos adquiridos, pues en ocasiones llegaban a
convertirse en representantes del gobierno central.
187
Mientras un sector de la intelectualidad maracaibera promovía el
sentimiento de diferenciación regional a través de sus escritos, otros intelectuales
acompañaban a los gobiernos centrales de turno en sus propósitos de alcanzar la
gobernabilidad del país. La falta de consenso sobre el particular se explica al
considerar que las circunstancias políticas y económicas de cada intelectual eran
particulares, por lo que estos procedían según sus intereses y aspiraciones.
En ocasiones un sector importante de la intelectualidad lograba el
establecimiento de acuerdos con el gobierno central del país. De esta manera les
fue posible ganar espacios de participación en la conducción del estado Zulia e
incluso trascender el espacio regional para insertarse en la vida política nacional.
Así ocurrió en 1890 con el efímero acuerdo logrado en torno al gobierno de
Andueza Palacio, el cual permitió impulsar el reconocimiento de la condición de
estado del Zulia; también hubo una experiencia similar con la figura de Joaquín
Crespo, pero esta vez las relaciones de entendimiento entre la elite intelectual y el
gobierno de turno se mantuvieron durante lapso considerable: desde el inicio de la
“Revolución Legalista” en 1892, hasta la desaparición física de Crespo en 1898.
Para el gobierno de Cipriano Castro resultaría imposible la construcción de
una relación de entendimiento con el mencionado sector mayoritario de la
intelectualidad maracaibera, en el cual estaban incorporados personalidades de las
generaciones de 1869, 1884 y 1899. Dicho gobierno fue rechazado por los
intelectuales porque el mismo les había excluido de la conducción del Zulia al
acentuar el proceso de centralización gubernamental. A su vez, Castro no tenía
mayores nexos con la elite maracaibera: durante la época de hegemonía del
188
gobierno de Crespo fue enemigo de ésta al respaldar la oposición que en contra de
dicho gobierno fomentara el Dr. Andueza Palacio.
Por estos motivos un grupo de intelectuales se lanzó a la aventura de tomar
por la fuerza el control de la ciudad de Maracaibo. Lo hicieron en diciembre de
1899, momento en el que no había sido posible para el gobierno de Castro
alcanzar su estabilidad política y derrotar militarmente a sus oponentes. En
circunstancias como estas, los disidentes encontraban la ocasión favorable para
defender la autonomía del Zulia, la cual se traducía en la potestad de los mismos
para participar en el gobierno de la región.
Cuando la inestabilidad amenazaba al gobierno central de turno, y al no
existir un sólido acuerdo entre éste y la elite intelectual, la misma optaba por
levantar la bandera de la autonomía del Zulia para simultáneamente buscar un
acercamiento con quien estuviese encabezando el movimiento de oposición en
contra de dicho gobierno. Por estas razones, en 1899 el Mocho Hernández
concentró las simpatías de buena parte de la intelectualidad de Maracaibo, pues él
era la opción que tenían para deshacerse de un gobierno que les había marginado
del control gubernamental del Zulia. En este intento fracasaron, por lo que
debieron esperar algunos años hasta encontrar una nueva alternativa cuando Juan
Vicente Gómez.
El acercamiento entre la elite intelectual y el general Gómez, durante su
primera etapa de gobierno, respondía a la necesidad de mantener fuera del
escenario político al derrocado Presidente Cipriano Castro. Pero la ofensiva
189
centralizadora del nuevo mandatario se hizo sentir en la reforma constitucional de
1909, por lo que la misma despertó en la intelectualidad su espíritu autonomista.
No faltaron, en medio de estas circunstancias políticas, las acciones de
protesta por parte de los intelectuales, algunos de los cuales rechazaron las
medidas gubernamentales que eran contrarias a la autonomía del Zulia. No
obstante, el régimen gomecista no encontró mayor resistencia en el colectivo de
intelectuales maracaiberos, salvo los hechos de protesta de 1909 y la oposición de
quienes conformaron en 1925 el grupo Seremos, en el cual estaban presentes
algunos integrantes de la generación de 1929.
Las medidas represivas adoptadas por el gobierno gomecista a partir de
1913 no permitieron el continuo surgimiento de posiciones disidentes por parte de
la intelectualidad; muchos de sus representantes optaron por dejar a un lado la
confrontación directa con el gobierno central, para buscar un acercamiento que les
permitiese incorporarse a la estructura gubernamental del Zulia y, en algunos
casos, del país en general.
Esto no fue óbice para que el progresivo crecimiento de las actividades
comerciales en Maracaibo acentuara en sus habitantes el carácter independiente de
los mismos, por lo que mantendrían latente el espíritu regionalista y autonomista
que les caracterizó en el transcurso del siglo XIX.
Los intelectuales, al defender la autonomía del Zulia, alcanzaron algunas
conquistas que favorecieron el ejercicio de los derechos autonómicos de la región;
pero también, en la búsqueda de sus objetivos, sucumbieron frecuentemente en el
190
fracaso. En 1890 lograron para el Zulia el reconocimiento jurídico de su condición
de estado; pero más tarde, en 1899, salieron derrotados tras intentar derrocar al
gobierno presidido por Cipriano Castro. Luego, en 1909, sus protestas no evitaron
que el Zulia fuera despojado de los derechos jurisdiccionales que poseía sobre el
territorio de Palmarito.
Tampoco lograron escapar de las diferencias ideológicas que causaban en
su interior fracturas y distanciamientos. En varias ocasiones se vieron envueltos
en polémicas a causa de dos visiones del mundo inconciliables: la visión
conservadora de la sociedad, en la que existía un apego considerable a los
principios religiosos tradicionales; y una visión que apuntaba a la transformación
social y cultural, la cual se fundamentaba en el positivismo.
Algunos intelectuales como el Dr. Francisco Eugenio Bustamante y sus
discípulos, fueron defensores de las creencias positivistas; mientras que otros,
liderados por el Dr. Manuel Dagnino, atacaron este tipo de postulados. De igual
manera, a comienzos del siglo XX, la irrupción del grupo Ariel despertó nuevas
polémicas cuando sus integrantes –principalmente el Dr. Jesús María Semprum-
abrazaron la corriente literaria modernista, con la cual se opusieron a los escritores
románticos y tradicionales de Maracaibo.
191
ANEXOS
192
Niño operado por el Dr. Francisco E. Bustamante a comienzos del siglo XX. El experimentado cirujano corrigió una malformación de los miembros inferiores. La imagen fue publicada por El Cojo Ilustrado en su edición del primero de agosto de 1902.
193
Inscripción sobre la tumba del Dr. Guillermo Quintero Luzardo. Como fuente histórica, el escrito ofrece información sobre la vida de este intelectual. Sus restos mortales reposan en el cementerio El Cuadrado de Maracaibo.
194
Busto del Dr. Guillermo Quintero Luzardo en el monumento funerario que le fue construido en su tumba, localizada en el cementerio El Cuadrado de Maracaibo. La obra es un testimonio de la posición social de este intelectual.
195
Lista de escritores venezolanos, publicada por Manuel Landaeta en El Cojo Ilustrado del 01 de noviembre de 1894.
196
197
198
199
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