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LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN LA SOCIEDAD SEGÚN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Rafael Mª Sanz de Diego, SJ "Sociedad" y "Estado" son dos conceptos básicos en la Doctrina Social de la Iglesia 1 . Ha sido muy amplia, densa y fecunda su reflexión sobre ellos. Dentro del homenaje a la DSI que es este año dedicado a ella, quiero emplear estas páginas en recordar los hitos fundamentales de esta reflexión, antigua, y hoy, quizá, más actual que antes. Porque, debido a los adelantos técnicos, el Estado tiene hoy unas posibilidades de intervención de las que no disponía antes. Hoy, en un Estado democrático, la Administración puede influir y controlar al ciudadano más que en los mejores tiempos absolutistas. A un súbdito de Luis XIV, por ejemplo, le hubiesen resultado inconcebibles realidades que hoy son cotidianas en cualquier Estado democrático y que se jacta de respetar los de- rechos humanos. Entre otras: • Que el gobierno pudiese controlar datos relativos a áreas íntimas de cada persona, como la cuantía de sus ingresos y la dirección de sus inversiones. Estos y otros datos obran hoy en poder de la Administración, en los ordenadores "Berta" y "Rita. • Que decisiones importantes para cada individuo —el cuidado de la propia salud, entre otras— estén mediatizadas por el Estado, que condiciona la elección de médico y trata-miento a seguir. • Que el cuadro de valores que los padres de familia desean que se transmita a sus hijos esté determinado por un ministro de educación que dictamina los planes de estudio y la presencia o ausencia de formación moral y/o religiosa en los centros públicos. • Que el gobierno pueda transmitir consignas y orientar la información y la opinión a través de los MCS… Estas concreciones pretenden ejemplificar hasta qué punto la intervención del Estado en la vida social se ha convertido en un problema de peso. La DSI lo ha recogido abundantemente, como tendremos ocasión de ver. Para no perdernos en esta reflexión densa, daré tres pasos: • Recordaré en un primer momento las bases de la reflexión de la DSI sobre la sociedad y el Estado. • A continuación expondré, por un doble camino, la reflexión de la DSI sobre la intervención del Estado. El camino será doble porque lo recorreré primero por orden cronológico, destacando las etapas que se suceden en esta reflexión, y, más tarde, por áreas, señalando los objetivos de la intervención estatal en política, en economía y en el ámbito cultural. • Finalmente, en un tercer momento, complementaré lo anterior atendiendo a las tareas específicas que le competen al ciudadano. 1 En adelante DSI. Utilizaré también las demás siglas habituales para designar los documentos de la Doctrina Social de la Iglesia. Son: éstas, por orden alfabético: CA: Centesimus Annus, (Juan Pablo II, 1-5-1991); CVP: Los católicos en la vida pública (Conferencia Episcopal Española, 22-4- 1986); DH: Dignitatis Humanae (Vaticano II, 7-12-1965); GE: Gravissimum educationis (Vaticano II, 28-10-1965); GS: Gaudium et Spes (Vaticano II, 7-12-1965); LE: Laborem Exercens (Juan Pablo II, 14-9-1981); MM, Mater et Magistra (Juan XXIII, 15-5-1961); OA: Octogesima Adveniens (Pablo VI, 15- 5-1971); PP: Populorum Progressio (Pablo VI, 26-3-1967); PT: Pacem in terris (Juan XXIII, , 11-4- 1963); QA: Quadragesimo Anno (Pío XI, 15-5-1931); RN: Rerum Novarum (León XIII, 15-5-1891); SRS: Sollicitudo Rei Socialis (Juan Pablo II, 30-12-1987); TL significará Teología de la Liberación; y VL: La Verdad os hará libres (Conferencia Episcopal Española, 20-11-1990).

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LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN LA SOCIEDADSEGÚN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Rafael Mª Sanz de Diego, SJ

"Sociedad" y "Estado" son dos conceptos básicos en la Doctrina Social de la Iglesia1.Ha sido muy amplia, densa y fecunda su reflexión sobre ellos. Dentro del homenaje a la DSIque es este año dedicado a ella, quiero emplear estas páginas en recordar los hitosfundamentales de esta reflexión, antigua, y hoy, quizá, más actual que antes. Porque, debidoa los adelantos técnicos, el Estado tiene hoy unas posibilidades de intervención de las que nodisponía antes. Hoy, en un Estado democrático, la Administración puede influir y controlar alciudadano más que en los mejores tiempos absolutistas.

A un súbdito de Luis XIV, por ejemplo, le hubiesen resultado inconcebibles realidadesque hoy son cotidianas en cualquier Estado democrático y que se jacta de respetar los de-rechos humanos. Entre otras:

• Que el gobierno pudiese controlar datos relativos a áreas íntimas de cadapersona, como la cuantía de sus ingresos y la dirección de sus inversiones. Estos yotros datos obran hoy en poder de la Administración, en los ordenadores "Berta" y"Rita.

• Que decisiones importantes para cada individuo —el cuidado de la propiasalud, entre otras— estén mediatizadas por el Estado, que condiciona la elección demédico y trata-miento a seguir.

• Que el cuadro de valores que los padres de familia desean que se transmita asus hijos esté determinado por un ministro de educación que dictamina los planes deestudio y la presencia o ausencia de formación moral y/o religiosa en los centrospúblicos.

• Que el gobierno pueda transmitir consignas y orientar la información y laopinión a través de los MCS…

Estas concreciones pretenden ejemplificar hasta qué punto la intervención delEstado en la vida social se ha convertido en un problema de peso. La DSI lo harecogido abundantemente, como tendremos ocasión de ver.

Para no perdernos en esta reflexión densa, daré tres pasos:

• Recordaré en un primer momento las bases de la reflexión de la DSI sobre lasociedad y el Estado.

• A continuación expondré, por un doble camino, la reflexión de la DSI sobre laintervención del Estado. El camino será doble porque lo recorreré primero por ordencronológico, destacando las etapas que se suceden en esta reflexión, y, más tarde, poráreas, señalando los objetivos de la intervención estatal en política, en economía y enel ámbito cultural.

• Finalmente, en un tercer momento, complementaré lo anterior atendiendo a lastareas específicas que le competen al ciudadano.

1En adelante DSI. Utilizaré también las demás siglas habituales para designar los documentos

de la Doctrina Social de la Iglesia. Son: éstas, por orden alfabético: CA: Centesimus Annus, (JuanPablo II, 1-5-1991); CVP: Los católicos en la vida pública (Conferencia Episcopal Española, 22-4-1986); DH: Dignitatis Humanae (Vaticano II, 7-12-1965); GE: Gravissimum educationis (Vaticano II,28-10-1965); GS: Gaudium et Spes (Vaticano II, 7-12-1965); LE: Laborem Exercens (Juan Pablo II,14-9-1981); MM, Mater et Magistra (Juan XXIII, 15-5-1961); OA: Octogesima Adveniens (Pablo VI, 15-5-1971); PP: Populorum Progressio (Pablo VI, 26-3-1967); PT: Pacem in terris (Juan XXIII, , 11-4-1963); QA: Quadragesimo Anno (Pío XI, 15-5-1931); RN: Rerum Novarum (León XIII, 15-5-1891);SRS: Sollicitudo Rei Socialis (Juan Pablo II, 30-12-1987); TL significará Teología de la Liberación; yVL: La Verdad os hará libres (Conferencia Episcopal Española, 20-11-1990).

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I. LA BASE: DEL HOMBRE A LA SOCIEDAD Y AL ESTADO1. EL ORIGEN DEL ESTADO

La DSI —a Juan Pablo II le gusta repetirlo— tiene como finalidad la atención alhombre2 . Puede añadirse que también es el hombre su punto de partida. En formulación deJuan XXIII

Cada uno de los seres humanos es y debe ser el fundamento, el fin y el sujeto de todaslas instituciones en que se expresa y actúa la vida social3.

Desde el hombre comienza la reflexión de la DSI sobre la sociedad y el Estado. Unanálisis del ser humano nos descubre que el hombre es, por naturaleza, social. Es decir, estáhecho para vivir en sociedad, en contacto con otros. Desde muchos puntos de vista se llega aesta percepción básica:

Muchos elementos del ser humano son camino de comunicación con otros sereshumanos: el lenguaje, los sentidos, la sexualidad, la inteligencia… De sobra sabemos que lamayor tortura para un ser humano es el aislamiento. Y que una persona crece si se abre a larelación con otros y, a la vez, se disminuye si se encierra en sí misma. Es, además, claro, que elhombre en sociedad consigue objetivos más elevados que si permanece aislado. En una palabra,el hombre está hecho para vivir en sociedad.

Puesto que el ser humano está "fabricado" para vivir con otros, la existencia desociedades no depende sólo de la voluntad humana, sino que se deriva de la mismanaturaleza del hombre, creada en definitiva por Dios de esta manera concreta4 . De hecho, laexperiencia muestra que el hombre crea espontáneamente sociedades: la familia, el grupo deamigos, las asociaciones de todo tipo…

Y, además, el hombre, al nacer, se encuentra inmerso en una sociedad política quellamamos Estado. Muchas veces se han preguntado los hombres el por qué de la existencia deesta macrosociedad concreta. Es sugerente la res-puesta que da a esta pregunta GS:

Los hombres, las familias y los diversos grupos que constituyen la comunidad civil sonconscientes de su propia insuficiencia para lograr una vida plenamente humana y perciben lanecesidad de una comunidad más amplia, en la cual todos conjuguen a diario sus energías enorden a una mejor procuración del Bien Común. Para ello forman una comunidad política,según tipos institucionales varios. La comunidad política nace, pues, para buscar el BienComún, en el que encuentra su justificación plena y su sentido y del que deriva su legitimidadprimigenia y propia5.

La insuficiencia de los individuos y de las pequeñas sociedades —familia, amigos,empresa, etc.— para lograr una vida plenamente humana —es claro que las microsociedadesaludidas no pueden llegar a crear instituciones y servicios que mejoran la calidad de la vida y

2 CA 53.3 MM 219.4 En R. Mª SANZ DE DIEGO - S. ESCUDERO, Pensamiento Social Cristiano II, Madrid, Ed.

ICAI, 1991, se establece como punto de partida para la reflexión de la DSI sobre cuestiones políticasla socialidad del hombre. Cf. cap. IX, pp. 419 y ss. Esta había sido la reflexión de la Iglesia antes de laDSI, especialmente a partir de la Escuela de Salamanca (ib., 2-7). Los manuales de DSI lo hanentendido así siempre. Por citar los de más reciente aparición en el ámbito hispanófono, cf. J.-Y.CALVEZ, La Enseñanza social de la Iglesia, Barcelona, Herder, 1991 pp. 42 ss. y G. DEL POZOABEJÓN, Manual de Moral social cristiana, Burgos, Ed. Aldecoa, 1991, pp. 50 ss. A partir de laIlustración se justificó la existencia de la sociedad y del Estado prescindiendo de Dios y poniendo lafuerza en el "contrato social" o decisión humana. Por esta línea siguieron el liberalismo y el marxismodesde presupuestos distintos. Y contra ellos reaccionó la DSI. Sobre esta historia, cf. el cap. I dePensamiento Social Cristiano II.

5 GS 74

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que para ello es preciso la acción de todos en una sociedad mayor— nos lleva a constituir elEstado. Que tiene como finalidad propia el Bien Común.

2. LA FINALIDAD DEL ESTADO: EL BIEN COMÚN

En el texto conciliar que acabamos de citar se alude al Bien Común. Es éste uno de losconceptos básicos de la DSI y una de sus mejores aportaciones a las ciencias sociales y a lareflexión sobre el hombre y la sociedad. Prácticamente todos los especialistas aceptan enteoría la definición de Bien Común que acuñó Juan XXIII:

El conjunto de condiciones sociales que permiten a los ciudadanos el desarrollo expeditoy pleno de su propia perfección6.

Vale la pena detenerse un momento en este concepto básico. Porque presupone unatoma de postura clara. En unos pocos brochazos rápidos se puede afirmar que el BienComún, considerado como la finalidad del Estado y, por tanto como la obligación genéricade la autoridad7:

• No equivale exactamente a buscar el bien de todos o de la mayoría, aunqueambas cosas sean laudables y deban procurarse.

• Tampoco equivale a que el Estado deba procurar que todos los ciudadanoslleguen a metas idénticas, pues cada uno tiene sus propias capacidades y límites y eldesarrollo de la propia perfección no es idéntico en todos.

• Está igualmente lejos de pretender que el Estado consiga el desarrollo de lasperfecciones de cada ciudadano. Lo que debe hacer es crear las condiciones para quecada uno lo logre.

• Aunque es obvio que el gobierno debe pretender el bien de todos —por eso sealude en su tarea al Bien Común— es justo que cuide con especial preferencia de losmás débiles8.

• El Bien Común abarca todo el ser del hombre. Por tanto, también lo espiritual,que es una faceta del ser humano que puede y debe ser perfeccionada9, y cuyodesconocimiento daña tan seriamente al ser humano10.

• Desde esta perspectiva se comprende el alcance de las últimas reflexiones delPapa actual sobre este tema: el Bien Común no es la simple suma de los interesesparticulares, sino la valoración y armonización de éstos, realizada según una jerarquíade valores, basada en la exacta comprensión de la dignidad de la persona11.

Ya lo había advertido Juan XXIII: el Bien Común está ligado a la naturaleza humana yal concepto de persona que cada uno tiene. Con todo, hay una serie de deberes queindiscutiblemente obligan a todos los gobernantes para hacer real su aportación eficaz el BienComún. El mismo papa Roncalli concretó esta obligación en cinco deberes:

6 MM 65. Juan XXIII vuelve a ella en PT 58. De hecho, esta formulación se inspira,

mejorándola, en la que había expuesto Pío XII en su radiomensaje navideño Con sempre (24-12-1942), nº 13: "Aquellas condiciones externas que son necesarias al conjunto de los ciudadanos para eldesempeño de sus cualidades y de sus oficios, de su vida material, intelectual y religiosa".

7 RN 23 establece que el Bien Común es la misión propia del Estado, en contraposición a la delos particulares, que, sin olvidar la repercusión que pueda tener en otros, deben buscar su bienparticular. Como dirá más tarde Juan XXIII, el Bien Común obliga a todos los ciudadanos y a todos losgobernantes: PT 53-54.

8 Esta reflexión la había hecho ya León XIII (RN 25) sin aludir en concreto al Bien Común.Aludiendo a él lo dice Juan XXIII en PT 56.

9 PT 57-59.10 Lo ha expuesto reiteradamente Juan Pablo II en CA, por ejemplo en los núm.13, 60 y otros.

Es también claro que una antropología que considere dañino lo religioso está en desacuerdo con esto.11 CA 47.

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• Reconocer, tutelar y proteger efectivamente los derechos y deberes delhombre.

• Armonizarlos y regularlos, de forma de los derechos de unos no impidan los deotros.

• Favorecer efectivamente su ejercicio.• Fomentar el desarrollo económico y también social, organizar la previsión y

seguridad social, crear el marco para que se desarrolle una economía próspera, vigilarpara que se observe la justicia social, dar facilidades para que se constituyan cuerposintermedios entre el Estado y el individuo y difundir lo más posible los bienesculturales.

• Y, finalmente, regular los derechos de modo que no se creen gruposprivilegiados ni el Estado coarte la libre iniciativa de los particulares12.

Sobre alguno de estos puntos volveremos más adelante, pues los trata de nuevo la DSI.Pero las breves consideraciones precedentes pueden bastar para abrirnos a la trascendenciadel concepto "Bien Común". Ahora debemos complementarlo explicitando otro, muy cercanoa él: la participación de todos en los asuntos públicos y, más en concreto, en el logro de eseBien Común.

3. LA PARTICIPACIÓN DE TODOS

Ya en la cita de GS que ha abierto esta sección se lee que el Estado debe hacer posibleque "todos conjuguen a diario sus energías en orden a una mejor procuración del BienComún". Es decir, se alienta a la participación. Esta ha sido una constante en la DSI desdeLeón XIII.

En PT, Juan XXIII declara que no puede establecerse una norma universal sobre lamejor forma de gobierno: hay que tener en cuenta las circunstancias de cada pueblo y susituación, que cambia según lugres y épocas. Pero esto no impide una consideración general:la división de funciones y poderes que caracteriza al sistema democrático y que posibilita laparticipación de todos "concuerda con la propia naturaleza del hombre"13. y garantiza mejorel ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes. Esta doctrina la hizo suyatambién el Vaticano II14.

La DSI no se limita a una genérica recomendación del sistema democrático. Especificamás las condiciones concretas que debe reunir un sistema para servir realmente al BienComún. Y se advierte una gradación creciente en la finura y la exigencia:

• Juan XXIII pedía a los que ejercían los tres poderes que los ejerciesen bien. Alejecutivo le recomendaba atenerse a la ley y ser eficaz. Al legislativo le animaba aadaptar las normas a la realidad del país. Al judicial le exhortaba a la imparcialidad15.

• El Vaticano II aludió con realismo a las dificultades que de hecho encontrabala democracia en algunos países. Por eso recomendó a los ciudadanos que noesperasen del Estado ni le exigiesen lo que ellos debían conseguir y que, sinmenoscabo del patriotismo, estuviesen abiertos a la realidad universal. A losgobernantes les pidió que facilitasen la existencia de cuerpos intermedios y que noabusasen de los estados de excepción16.

• Con su finura intelectual y su espíritu indudablemente humanista ydemocrático, Pablo VI hacía notar en OA que el creciente apoyo universal a lademocracia nace de la doble aspiración humana hacia la igualdad y la participación17.Escribía al comienzo de la década de los '70, cuando había acabado ya la guerra fría,

12 PT 60-66.13 Ib., 68. La división de poderes se contempla ya en RN 25.14 GS 75.15 PT 69.16 GS 75.17 OA 24.

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estaba reciente el '68 francés y no había comenzado aún la crisis del petróleo. Desde lacerteza de que no tenía que justificar su adhesión a la democracia, el papa Montinidejaba constancia de dos realidades:

— Se han experimentado diversos modelos y ninguno satisface completamente.— Además del sistema democrático formal, son precisas otras realidades: la

existencia de cuerpos intermedios, defendida siempre por la DSI, y laeducación y la información para que cada ciudadano pueda asumir su propiaresponsabilidad.

• Finalmente, tras el hundimiento de los sistemas totalitarios comunistas y dealgunos regímenes de "Seguridad Nacional", Juan Pablo II apoya una vez más elsistema democrático, en la medida en que asegura dos valores importantes: laparticipación y el control por parte de los ciudadanos18. A la vez, en la línea iniciadapor Pablo VI, subraya las condiciones que debe tener una democracia auténtica: Nobasta con la división de poderes y la declaración formal de derechos para que existauna democracia real. Esta sólo es posible:

—en un Estado de derecho, que respeta todos los derechos humanos,—sobre la base de una recta comprensión de la persona humana,—creando condiciones reales para la promoción de las personas concretas,—educando y formando en los verdaderos ideales,—respetando la subjetividad de la sociedad, mediante la creación de estructuras

de participación y corresponsabilidad 19.

A la vez desmonta un tópico equivocado: creer que la filosofíacorrespondiente a la democracia es el relativismo y el agnosticismo escéptico queconfunden el respeto a las opiniones ajenas —esencial en una democracia— con lafalta de certeza sobre las propias convicciones. Sin desconocer los peligros delfundamentalismo o del fanatismo, el Papa piensa que, si no existe una verdad última,los ciudadanos pueden ser instrumentalizados por el poder. Una democracia sinvalores se convierte en un totalitarismo en el que imperan o la mayoría o los grupos depoder que fabrican a su gusto su propia "verdad"20

4. DOS TENTACIONES DE HOY: PARA GOBERNANTES Y GOBERNADOS

Ir concretando más la exigencias de la democracia no es signo de ser totalitario. Másbien se presta un servicio a la democracia sometiéndola a un "control de calidad". Que hoy espreciso porque a todos nos rondan "tentaciones", que, consentidas, desvirtúan al sistema. Enconcreto:

—por parte de los gobernantes: abusar del poder, ignorar a los ciudadanos o almenos a las minorías, dejar que primen la ideología, la eficacia, la rapidez o losintereses sobre el consenso y la participación;

—por parte de los gobernados: desentenderse de los asuntos públicos, esperarque el Estado solucione todos los problemas y preste todos los servicios.

Y esto en una época en la que, como indicaba al comienzo de estas páginas, cualquierEstado, debido a los adelantos técnicos, tiene en sus manos un poder que no soñaron antes losEstados absolutistas clásicos. Por otra parte, la densidad de la población y de las relacionessociales y la acumulación de mensajes que nos agobian producen una situación que, hace yatreinta años, describía Juan XXIII con el nombre de "socialización". Junto a sus efectos

18 CA 4419 Ib., 46.20 Ib. Ya Juan XXIII (PT 78) había hecho ver que la voluntad de los individuos o de los grupos

no es la fuente primaria del derecho ni de la verdad. En dos documentos recientes de la DSI se havuelto a insistir sobre la relación entre libertad y verdad: en CA (especialmente en los números 17, 38-39 y 41) y unos meses antes, dentro del ámbito español, en VL 38.

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indudablemente beneficiosos, precavía sobre las posibles deformaciones que podía causar,entre ellas, la mayor dificultad para pensar y actuar personalmente21.

Aunque el problema no tiene su origen sólo en la técnica o en la masificación social. Siqueremos ser realistas, debemos contar con esa realidad que no es sólo un dogma de la fecristiana, sino una clave hermenéutica necesaria para comprender al hombre: el pecadooriginal22. Desde esta perspectiva, se entiende la reflexión de Juan Pablo II:

También en los países donde están vigentes formas de gobierno democrático no siempreson respetados estos derechos [se refiere a los derechos humanos básicos]. Y nos referimos nosolamente al escándalo del aborto, sino también a diversos aspectos de una crisis de lossistemas democráticos, que a veces parece que han perdido la capacidad de decidir según elbien común. Los interrogantes que se plantean en la sociedad a menudo no son examinadossegún criterios de justicia y moralidad, sino más bien de acuerdo con la fuerza electoral ofinanciera de los grupos que los sostienen. Semejantes desviaciones de la actividad política, conel tiempo, producen desconfianza y apatía, con lo cual disminuye la participación y el espíritucívico entre la población, que se siente perjudicada y desilusionada. De ahí viene la crecienteincapacidad para encuadrar los intereses particulares en una visión coherente del bien común23.

Es un diagnóstico duro, que nace del deseo de que la democracia sea auténtica. Porquea esa meta llevan los dos principios fundamentales de la DSI.

5. LOS DOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA DSI

Imitando al viejo catecismo Ripalda que, tras enunciar los siete pecados capitales,proseguía diciendo que "contra estos siete vicios hay siete virtudes", podríamos decir quepara evitar las dos tentaciones dichas, la DSI ha subrayado recientemente sus dos principiosfundamentales. En la Segunda Instrucción sobre la Teología de la Liberación, que publicó en1986 la Congregación para la Doctrina de la Fe, se presenta un síntesis de la DSI. Aunque noera la primera vez que se hacía24, era la primera síntesis completa y orgánica de una doctrinaque entonces se acercaba a sus primeros cien años de historia. Señalaba ante todo elmandamiento del Amor, —entendido dinámicamente, es decir, como orientado a reconocer ladignidad de todo hombre como sujeto activo y responsable de la vida social— como el puntode partida. Y, a continuación, afirmaba que la DSI se apoya en dos principios básicos: los desolidaridad y subsidiariedad. Los enunciaba así:

En virtud del primero, el hombre debe contribuir con sus semejantes al bien común de lasociedad a todos los niveles. Con ello, la doctrina social de la Iglesia se opone a todas lasformas de individualismo social o político.

En virtud del segundo, ni el Estado ni sociedad alguna deberán jamás sustituir lainiciativa y la responsabilidad de las personas y de los grupos sociales intermedios en losniveles en los que éstos puedan actuar, ni destruir el espacio necesario para su libertad. De estemodo, la doctrina social de la Iglesia se opone a todas las formas de colectivismo25.

Dicho de otra manera: frente a las dos tentaciones de gobernantes y gobernados, la DSIanima a superarlas, estimulando a los gobernados a participar y la Estado a asegurar yrespetar esa participación.

II.- REFLEXIÓN DE LA DSI SOBRE LA INTERVENCIÓN DEL ESTADO

Enunciadas ya las bases, nos podemos acercar sin peligro de desenfoque a unareflexión que ha ido evolucionando a lo largo de más de un siglo. Voy a acercarme a ella

21 Cf. MM 59-67, especialmente el número 62.22 Así se expresa Juan Pablo II en CA 25.23 Ib., 47.24 MM 218 ss. había hecho algo parecido, más breve.25 Número 73.

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—tal como anuncié al comienzo— por dos vías: cronológica y temática, por épocas y poráreas.

1. POR ÉPOCAS

Nos movemos en el ámbito de la DSI, cuyo centenario estamos celebrando. Nuestrorecorrido comienza por León XIII, aunque antes que él la Iglesia había reflexionado sobreeste tema. Pero abarca algo más de cien años, pues el papa Pecci fijó las bases del magisteriopolítico antes de publicar RN26. Es fácil distinguir en estos años tres épocas marcadamentediferentes: desde León XIII hasta el fin de la II Guerra Mundial, desde Pío XII hasta PabloVI y una tercera que abarca, por ahora, el actual pontificado.

1.1. ENTRE SCYLLA Y CARIBDIS: TOMAS DE POSTURA GENERALISTAS.

Cuando León XIII comienza la tarea de articular un magisterio político, en el ambienteflotan tres ideologías a las que debe oponerse: el liberalismo y el marxismo en sus dosacepciones: socialismo y anarquismo. Las tres tenían una visión del Estado, opuesta a latradición de la Iglesia. El anarquismo ofrecía una alternativa al Estado: la federación decomunas. Era tan inviable prescindir de la estructura existente y del mismo sentido común,que no hacia falta una experiencia concreta para desacreditar esta opción.

Quedaban así enfrentados liberalismo y socialismo. El primero, hijo de la Ilustración,había aceptado la crítica demoledora que ésta había realizado del Régimen absoluto y habíaasumido como propias las reivindicaciones de la Revolución Francesa. Los derechos ylibertades del ciudadano eran su bandera. El papel del Estado, en economía sobre todo, seresumía en la fórmula conocida: "laissez faire, laissez passer".

Marx había criticado con razón esta concepción. Hacía notar que la libertad invocadaera meramente formal, que, sin igualdad, la libertad era ilusoria y perjudicial para el pueblo.Postulaba una decidida intervención del Estado en la economía y en otros sectores de laacción política.

Frente a ambos extremos —que, en definitiva defendían el poder de la Banca o elpoder del Estado— León XIII reaccionó de forma generalista: denunciando los errores deambos sistemas. Como había hecho ya en su corpus político27, en RN se opone por igual alintervencionismo excesivo del Estado y a su ausencia de intervención. El Estado debeintervenir, pero no absorber, es un resumen fiel de su doctrina, que desciende a algunasconcreciones acerca de la determinación de los salarios y condiciones de trabajo, deldescanso, de la huelga, de la propiedad, de la actitud ante sindicatos y patronales, etc. 28.

Cuarenta años más tarde, Pío XI se encontró con un panorama distinto. Una crisis enlos sistemas sociopolíticos había desembocado en una victoria del totalitarismo, ambiental ypolíticamente vencedor29:

26 Una síntesis breve y asequible del magisterio político de León XIII, enmarcado en elpanorama intelectual anterior y posterior a él, en R.Mª SANZ DE DIEGO - S. ESCUDERO,Pensamiento Social Cristiano II. La enseñanza de la Iglesia, universal y española, sobre cuestionespolíticas, Madrid, Ed. ICAI, 1991, pp. 18-21.

27 Que, como es sabido, es anterior a RN. Me refiero especialmente ahora a las encíclicasDiuturnum illud (29-6-1881), Inmortale Dei (1-11-1885), Libertas (20-6-1888) y Sapientiae christianae(10-1-1890).

28 Cf. RN 23-33, donde concreta los campos y límites de la intervención estatal, y 35-36 dondeestablece la postura del Estado ante las asociaciones de obreros y de patronos.

29 Sobre este contexto histórico de los años '30, cf. su evocación en J. VELARDE,Interrogaciones de un economista ante la Doctrina Social de la Iglesia en Teología y Catequesis 31-32(1989) 385-406, especialmente en las pp. 396-398. De forma más sistemática, cf. S. MASTELLONE yA. ÁLVAREZ DE MORALES, Pensamiento político europeo (1815-1975), Madrid, Edersa, 1991. Másbrevemente lo he expuesto en Pensamiento Social Cristiano I, pp. 191-193.

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• Por una parte, el capitalismo se había ido desarrollando y una minoríapoderosa y multinacional había dominado el mercado, sustituyendo la libertad por unadictadura económica. Además, el capitalismo había sufrido un golpe fuerte con lacrisis de 1929. Sus defensores comenzaron a pensar que Marx tenía algo de razóncuando vaticinaba las crisis inherentes al sistema como causa de su inviabilidad y queera preciso revisar algunos de los "dogmas" capitalistas, especialmente los relativos alabstencionismo estatal sustituyéndolos por un intervencionismo más riguroso. Desdeambas perspectivas se acentuaba la tendencia totalitaria y decrecía la que favorecíamás a la libertad.

• El marxismo había experimentado varias escisiones. Primero había sidoBakunin (1872), cuya rama, el anarquismo, escogió una dirección independiente desdeentonces. Más tarde los seguidores de Marx crearon la II Internacional (1889-1912),que se fue orientando cada vez hacia posiciones menos extremistas. La Primera GuerraMundial acentuó la preponderancia de la corriente socialdemócrata dentro delsocialismo. Tras la guerra se produjo una nueva escisión: nace entonces el comunismo,más radical, que, en Rusia, de la mano de Lenin, apuesta también por un modelototalitario.

• Finalmente había surgido, en la década de los '20, el totalitarismo. Era unmovimiento nuevo y joven. No parece casualidad que nazca en las dos naciones másjóvenes de Europa, que se han constituído como naciones en el XIX. Porque eltotalitarismo quiere ser una respuesta a los problemas del siglo XX, sin enfeudarse ensoluciones de siglos pasados, el capitalismo o el colectivismo. Quizá no sea ociosohacer notar que, al comienzo de los años '30, ni Hitler ni Mussolini han perdido laguerra, que tampoco han tenido lugar para entonces las cámaras de gas ni los camposde concentración y que, por el contrario, ambos líderes han unificado a sus poblacionesrespectivas y han solucionado la crisis económica.

En este contexto, teñido de fuertes tintes totalitarios, Pío XI expone dos enseñanzascomplementarias. No tiene inconveniente en exhortar a los gobiernos a que recuperen partedel poder que les han arrebatado las fuerzas económicas multinacionales30. Pero, a la vez,señala con justeza que la intervención del Estado debe estar sometida al principio desubsidiariedad, una de las aportaciones más fecundas de QA y de la DSI31.

Se trata, una vez más, de afirmaciones generales. Como insinué al comienzo de estasección, se quiere huir de Scylla y de Caribdis: del dominio de la Banca y del dominio delEstado. Se quiere, en definitiva, salvar la libertad del ciudadano frente a tendenciasmarcadamente totalitarias.

1.2. EN TIEMPOS MÁS TRANQUILOS, CONCRECIÓN MAYOR.

Una segunda época en la DSI respecto al tema que nos ocupa abarca desde el final dela II Guerra Mundial hasta la década de los '80. Para la historia de la Iglesia comprende lospontificados de Pío XII (1939-58), Juan XXIII (1958-63) y Pablo VI (1963-78), con elConcilio Vaticano II entre los dos últimos pontificados.

Aunque no quedó plasmado en encíclicas, sino en documentos de menor rango—discursos y radiomensajes— el magisterio de Pío XII tiene gran trascendencia dentro de lahistoria de la DSI. Vivió en una época en la que ya no se discutía la democracia: estaba muyreciente la tragedia a la que habían arrastrado al mundo los totalitarismos. Tuvo queenfrentarse con la necesaria reconstrucción de Europa y del mundo —reconstrucciónmaterial, ideológica y espiritual— tras las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Su actituddurante ella estuvo volcada no sólo a conseguir la paz, sino también a preparar la postguerra.Los principales documentos en los que Pío XII expone su visión del estado son

30 QA 105-110.31 Ib., 79-80.

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- Benignitas et Humanitas , radiomensaje de navidad, (24-12-1944, todavía en plenaguerra),

- La elevatezza, alocución consistorial (20-2-1946),- Nella storia, alocución navideña (24-12-1946),- La verdadera noción de Estado , discurso a los participantes en el VIII Congreso

Internacional de las Ciencias Administrativas, (5-8-1950),- La decimaterza, radiomensaje de Navidad, (24-12-1951),- Comunidad Internacional y Tolerancia, discurso al V Congreso Nacional de la

Unión de Juristas Católicos (6-12-1953), y- Crisis de poder y crisis de civismo. carta a la XLV Semana Social de Francia (14-

7-1954).32.

A lo largo de estos y de otros documentos, Pío XII presenta su ideal de Estado quedebe ser democrático y social. Es decir, debe huir con la misma fuerza del totalitarismo y dela injusticia social y debe respetar la existencia de cuerpos intermedios, a la vez que estáabierto a la comunidad y autoridad internacional.

Cuando se propuso plantear de nuevo el pensamiento de la Iglesia sobre temaspolíticos en PT, Juan XXIII abordó los límites de la intervención del estado determinando losdeberes de los gobernantes respecto al Bien Común. Lo que debían hacer marcaba los caucesde su intervención. En concreto, pide a los gobernantes todos estos objetivos:

— Defender los derechos y deberes del hombre.— Armonizarlos y regularlos, de forma que los derechos de unos no impidan

los de otros.— Favorecer su ejercicio concreto, sin crear estamentos privilegiados y sin que

la defensa de los derechos de unos signifique la negación de los de otros.— Lograr que el desarrollo sea económico y social, que atienda a las

necesidades esenciales y también a los bienes del espíritu y culturales.— Hacer que se establezcan cauces para la participación de todos33

Es decir, unas tareas concretas que exigen actividad del Estado para crear un marcojurídico y, a la vez, un respeto grande a la participación de todos, sin suplantar la iniciativaprivada.

No finaliza aquí la reflexión del Papa Juan sobre la intervención del Estado. En MMconcreta este mismo planteamiento en el terreno de la economía. Uno de los conceptosbásicos de esta encíclica es el de "participación"34: en la empresa, en el sindicato, en lapolítica económica nacional, en la agricultura, en el problema del desarrollo… Todo lo quesea participación de los ciudadanos compensa y limita la intervención del Estado. Entre lasinnumerables citas que podrían aducirse son significativas éstas:

Si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen enpeligro la dignidad humana de los trabajadores, o debilitan su sentido de la responsabilidad o leimpiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económico esinjusto, aun en el caso de que, por hipótesis, la riqueza producida en él alcance un alto nivel yse distribuya según criterios de justicia y equidad35

32 Remito para este pontificado a R. Mª SANZ DE DIEGO - S. ESCUDERO, Pensamiento Social

Cristiano II, 28-32.33 PT 60-66.34 Así se deduce de una lectura de la encíclica y lo subrayan los comentarios, por ejemplo el de

Fomento Social Mater et Magistra. Estudio y Comentario, Madrid, Compañía Bibliográfica Española1963.

35 MM 83

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A los trabajadores hay que darles participación activa en los asuntos de la empresadonde trabajan, tanto en las privadas como en las públicas, participación que en todo caso debetender a que la empresa sea una auténtica comunidad humana36.

Una concepción de la empresa que quiera salvaguardar la dignidad humana debe, sinduda alguna, garantizar la necesaria unidad de una dirección eficiente, pero de aquí no se sigueque pueda reducir a sus colaboradores diarios a la condición de meros ejecutores silenciosos37.

Se trata de concreciones que afectan a la empresa, más que al Estado. Indicanevidentemente un talante y una concepción del hombre. Pero además se extiende laparticipación a "todos los órdenes de la comunidad política"38, ya que en ellos se tomandecisiones que les afectan, como señalará GS años más tarde:

Como en muchos casos no es a nivel de empresa, sino en niveles institucionales su-periores, donde se toman las decisiones económicas y sociales de las que depende el porvenirde los trabajadores y de sus hijos, deben los trabajadores participar también en semejantesdecisiones por sí mismos o por medio de representantes libremente elegidos39.

Dentro de este clima de respeto al individuo y acentuación de la subsidiariedad, seplantea MM cuál debe ser la intervención del Estado en la economía. Y va a responder a lapregunta en dos pasajes y desde dos perspectivas.

La primera es más general. El papa Roncalli establece un principio básico: la economíadebe ser obra de la iniciativa privada y el Estado tiene un papel subsidiario, aunqueimprescindible40. Porque si falta la iniciativa privada no hay libertad y se produce unestancamiento material y espiritual. Pero si falta o es deficiente la intervención del Estado, seproducen injusticias: el fuerte abusa del débil, "el pez grande se come al chico".

Más tarde, concreta los límites de la intervención del Estado en la economía. Y reducea dos los criterios para determinarlos: el Estado debe ocupar sólo lo que la iniciativa privadano deba o no pueda coger.

• No deba: es el caso de bienes de producción que "llevan consigo tal podereconómico que no es posible dejarlo en manos privadas sin peligro del bien común"41.Es claro que ni el comercio de armas, ni servicios necesarios para la colectividad(transportes, comunicaciones, seguridad, etc.) pueden dejarse totalmente en manosprivadas, por el poder que darían a sus propietarios sobre toda la población.

• No pueda: es el caso de empresas o sectores necesarios pero no rentables.

Ambos casos son aplicaciones del principio de subsidiariedad. Juan XXIII precisa quedeben darse dos condiciones: que lo exija "una manifiesta y objetiva necesidad del biencomún" y que se excluya "el peligro de que la pro-piedad privada se reduzca en exceso o, loque sería aún peor, se la suprima completamente"42.

A estas limitaciones generales añade aún otras más: que las personas dedicadas a lagestión de las empresas estatales sean competentes y honradas y que su gestión estécontrolada43.

Esta tendencia a primar la iniciativa privada y a recortar la estatal en todos los ámbitosde la vida es también característica de las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Es claro que

36 Ib, 91.37 Ib., 92.38 Ib., 97-9939 GS 68:40 MM 51-58. En otro momento (219) afirma, como principio capital de la DSI, que hará suyo GS

63: "el hombre es necesariamente fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales".41 MM 116.42 Ib., 117.43 Ib., 118.

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el modelo de Estado que delinea GS es un Estado democrático y participativo, que si, encircunstancias excepcionales, debe limitar los derechos individuales, debe restituirlos cuantoantes44. En el campo económico limita las atribuciones del Estado a realizar lo que otros nopueden hacer, por ejemplo, la política monetaria45. En otras áreas, como educación, cultura oMCS, el concilio se muestra también reticente ante un excesivo protagonismo estatal46. Querestringió también en temas fronterizos con la Iglesia: es de sobra conocida la reserva conque se expresó el Concilio acerca de la confesionalidad del Estado47, la claridad con la quepidió a los gobernantes que gozaban del privilegio del Patronato Eclesiástico que renunciasena él y expresó su voluntad de no concederlo en adelante48, y la energía con que en DHdefendió la libertad religiosa. Desde muchos puntos de vista y en campos distintos serestringía la intervención del Estado.

Es también rico el magisterio de Pablo VI en este punto. Su fina sensibilidaddemocrática le llevó a precisar los límites de la intervención del Estado en sus dosdocumentos sociales más relevantes: PP y OA.

En la encíclica sobre el desarrollo se refiere a la intervención estatal en dos ocasiones.Una, a propósito de la necesaria planificación, que debe ser más indicativa que coactiva.Escoger los objetivos y estimular a ellos es tarea de los poderes públicos. "Pero han de tenercuidado —añade— de asociar a esta empresa las iniciativas privadas y los cuerposintermedios". Si la planificación es estimuladora y no impositiva, se evitarán los riesgos deuna colectivización integral o de una arbitrariedad que lesione la libertad humana49. En otromomento aborda el tema del arbitraje cuando se producen conflictos entre derechos privadosy comunitarios. "Toca a los poderes públicos —dictamina— procurar una solución con laactiva participación de las personas y los grupos sociales"50

En OA se plantea, de forma genérica, las condiciones de la democracia auténtica. Yseñala varias, que, en el fondo, son defensas para impedir el abuso totalitario. Debenreconocerse las libertades, deben existir cuerpos intermedios que hagan posible laparticipación de todos, debe facilitarse información y debe educarse para la acción política.Y, por supuesto, el Estado y los partidos políticos deben evitar

el tratar de imponer una ideología por medios que desembocarían en la dictadura de losespíritus, la peor de todas 51.

Las concreciones han sido diferentes en cada uno de los documentos aludidos. Pero elespíritu es idéntico: se trata de consolidar un Estado que cumpla su tarea impidiendoinjusticias y reduciendo diferencias, pero que, sobre todo, estimule la participación de todos.Por otra parte, el hecho de no tener que polemizar con ideologías hostiles permite a la DSIconcretar más su pensamiento y abandonar el tono genérico de la primera etapa.

1.3. ULTIMAS PRECISIONES: LA SUBJETIVIDAD DEL INDIVIDUO Y DE LA SOCIEDAD.

El pontificado actual, tan abundante en enseñanzas sociales, constituye una etapanueva en la actitud de la DSI ante el tema que nos ocupa. Probablemente se debe a laexperiencia personal de Karol Wojtyla antes de convertirse en Juan Pablo II. A diferencia deotros Papas, éste conocía por experiencia directa los dos mundos —capitalista y comunista—

44 GS 75.45 Ib., 70.46 Así en GE acerca de la educación o en Inter mirifica acerca de los MCS. Sobre la cultura cf.

GS 53-62.47 GS 76 y DH 6. El sentido de esta toma de postura lo explicitamos más en R. Mª SANZ DE

DIEGO - S.ESCUDERO, Pensamiento Social Cristiano II, 423-438.48 Decreto Christus Dominus sobre el ministerio pastoral de los obispos, 20.49 PP 33-34.50 Ib., 23.51 OA 25.

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antes de ser elegido Papa. Sus observaciones sobre el mundo comunista dejan ver su co-nocimiento inmediato del mundo marxista y su actitud polémica ante él.

Uno de los lemas que más frecuentemente repite el Papa actual es el que he utilizadocomo título de esta parte: la subjetividad del hombre y de la sociedad. Es una de lasreivindicaciones clásicas de Karol Wojtyla, que se empeña en que un Estado omnipotente ytotalitario no ahogue ni al individuo ni a la sociedad.

En sus dos primeras encíclicas sociales abordó tangencialmente el tema que ahora nosocupa, pero ha sido en CA donde se ha pronunciado más directa y profusamente sobre él.

En LE aborda el problema del trasvase de la propiedad de los medios de producción alEstado, una de las realizaciones características del marxismo. Su juicio es muy matizado yevidencia una reflexión previa desapasionada y el contraste experiencial. Se puede resumirasí52:

• Describe con finura, en un primer momento, el proceso: "Los medios deproducción dejan de ser propiedad de un determinado grupo social, o sea depropietarios privados, para pasar a ser propiedad de la sociedad organizada, quedandosometidos a la administración y control directo de otro grupo de personas, es decir, deaquellas que, aunque no tengan su propiedad, por más que ejerzan el poder dentro de lasociedad, disponen de ellos a escala de la entera economía nacional, o bien de laeconomía local.

• Enjuicia después moralmente esta acción. Y reconociendo que este grupodirigente puede cumplir bien su cometido dando primacía al trabajo, asevera tambiénque puede hacerlo mal "reivindicando para sí al mismo tiempo el monopolio de laadministración y disposición de los medios de producción, y no dando marcha atrás nisiquiera ante la ofensa a los derechos fundamentales del hombre"

Es decir: prescindiendo de la legitimidad moral de la estatalización en la que el Papano entra ahora, el criterio moral que maneja para valorar la actuación de los administradoresde la propiedad del Estado es el respeto a los derechos del hombre y del trabajo. Lo que JuanPablo II llama con frecuencia, "la subjetividad" del hombre y de la sociedad. En virtud deésta dictamina que

el mero paso de los medios de producción a propiedad del estado, dentro delsistema colectivista, no equivale ciertamente a la "socialización" de esta propiedad. Sepuede hablar de socialización únicamente cuando quede asegurada la subjetividad dela sociedad, es decir, cuando toda persona, basándose en su propio trabajo, tenga plenotítulo a considerarse al mismo tiempo "copropietario" de esa especie de gran taller detrabajo en que se compromete con todos.

Un camino para lograr esto sería la creación de cooperativas y la vitalización decuerpos intermedios autónomos, donde se haga posible la consideración personal a cada unode los trabajadores.

Desde una perspectiva semejante se mueve en SRS. Al analizar el mundocontemporáneo para justificar la apreciación general de que la esperanza de desarrollo ha idodecreciendo desde PP, Juan Pablo II enuncia un "derecho nuevo": el derecho a la iniciativaeconómica53, importante, según el Papa, no sólo para el individuo sino también para el BienComún. Lo prueba con esta descripción rebosante de realismo y conocimiento inmediato dela situación:

52 LE 14.53 SRS 15. Su novedad es sólo parcial. Aunque no está literalmente recogido en la Declaración

de los Derechos Humanos de la ONU, se alude a él de forma genérica en PT 20. Sobre su alcance, cf.R. Mª SANZ DE DIEGO, Ni ideología ni "Tercera Vía": doctrina para la acción: Revista de FomentoSocial 172 (1988) 358-359.

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La experiencia nos demuestra que la negación de tal derecho, o su limitación ennombre de una pretendida "igualdad" de todos en la sociedad, reduce o, sin más,destruye de hecho el espíritu de iniciativa, es decir la subjetividad creativa delciudadano. En consecuencia, surge, de este modo, no sólo una verdadera igualdad,sino una "nivelación descendente". En lugar de la iniciativa creadora nace la pasividad,la dependencia y la sumisión al aparato burocrático que, como único órgano que"dispone" y "decide" —aunque no sea "poseedor"— de la totalidad de los bienes ymedios de producción, pone a todos en una posición de dependencia casi absoluta,similar a la tradicional dependencia del obrero-proletario en el sistema capitalista. Estoprovoca un sentido de frustración o desesperación y predispone a la despreocupaciónde la vida nacional, empujando a muchos a la emigración y favoreciendo, a la vez, unaforma de emigración "psicológica".

Ha sido larga la cita, pero creo que necesaria. A través de ella se perciben el realismodescriptivo de una situación inhumana, la polémica aguda —esa equiparación de ladependencia del Partido con la esclavitud que produce el capitalismo tradicional— y lapersistencia de ideas y formulaciones que habían aparecido ya en LE.

Pero la crítica al totalitarismo no se agota en su vertiente económica e individual. Acontinuación del párrafo trascrito vienen otros dos que se fijan en la dependencia política dela nación por obra de Partido:

Una situación semejante tiene sus consecuencias también desde el punto de vistade los "derechos de cada Nación". En efecto, acontece a menudo que una Nación esprivada de su subjetividad, o sea, de la "soberanía" que le compete, en el significadoeconómico así como en el político-social y en cierto modo en el cultural, ya que en unacomunidad nacional todas estas dimensiones de la vida están unidas entre sí.

Es necesario recalcar, además, que ningún grupo social, por ejemplo un partido,tiene derecho a usurpar el papel de único guía porque ello supone la destrucción de laverdadera subjetividad de la sociedad y de las personas ciudadanos, como ocurre entodo totalitarismo. En esta situación, el hombre y el pueblo se convierten en "objeto",no obstante todas las declaraciones contrarias y las promesas verbales.

Con todo, ha sido en la última encíclica social donde Juan Pablo II se ha extendidomás en delimitar los límites de la intervención del Estado. No es extraño: CA se publica trasel hundimiento del marxismo en Europa y tras la caída de algunos regímenes de "SeguridadNacional". Ayudará a entender mejor la doctrina densa y rica de CA sobre este punto eldividirla en torno a varias áreas —política, economía, y cultura— resumiendo después supensamiento en lo que se refiere a la meta hacia la que debemos caminar.

1.3.1. Política

De acuerdo con sus convicciones anteriores, el papa Wojtyla apoya una vez más alsistema democrático porque asegura dos valores importantes: la participación y el control porparte de los ciudadanos54. A la vez, desmonta las razones con las que se ha defendido el que

"algunos hombres, en virtud de un conocimiento más profundo de las leyes del de-sarrollo de la sociedad, por una particular situación de clase o por contacto con las fuentes másprofundas de la conciencia colectiva, están exentos de error y pueden, por tanto, arrogarse elejercicio de un poder absoluto55.

Lanza a esta pretensión dos acusaciones: niega la verdad objetiva —y por ello haceposible el totalitarismo— y niega también a la Iglesia56.

54 CA 46.55 Ib.,44.56 Ib., 44-45.

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En la línea que había iniciado Pablo VI en OA, indica las condiciones que debecumplir una democracia para que pueda considerarse como auténtica. Además de la divisiónde poderes y de la declaración formal de derechos, la democracia auténtica sólo es posible57:

— en un Estado de derecho,— sobre la base de una recta comprensión de la persona humana,— creando condiciones reales para la promoción de las personas concretas,— educando y formando en los verdaderos ideales,— respetando la subjetividad de la sociedad, mediante la creación de

estructuras de participación y corresponsabilidad .

Se trata de una base teórica razonable y exigente. Sobre ella CA añade su reflexiónsobre la intervención estatal en el área económica.

1.3.2. Economía

Las consideraciones que sobre esto presenta CA aparecen en dos momentos: cuandoconmemora y analiza RN y cuando se ocupa del Estado y la cultura.

A propósito de RN58, recuerda justamente que León XIII se opuso tanto a laestatalización de los bienes de producción (la tesis marxista), como a que el Estado seabstuviese de intervenir en el campo económico (tesis capitalista). A partir de estaconstatación expone Juan Pablo II su punto de vista: ciertamente hay una esfera de laactividad económica en la que no debe intervenir el Estado. Pero éste, en cambio, tiene unaserie de obligaciones que cumplir en este campo. El papa Wojtyla las enumera mezclando lasafirmaciones de León XIII con comentarios personales y actuales. En definitiva la tarea queaquí se atribuye al Estado es doble:

• Ante todo, determinar el marco jurídico en el que se ha de desenvolver laactividad económica. En la línea de León XIII —posteriormente repetida y actualizadapor Pablo VI, que la aplica al comercio internacional59— CA señala que la finalidad deeste marco es salvaguardar las condiciones fundamentales de una economía libre, entrelas que destaca la igualdad entre las partes que negocian.

• Recuerda a continuación el camino de las reformas, que devuelven al trabajosu dignidad. No son únicamente tarea del Estado: también la sociedad debe colaborar aevitar la amenaza del desempleo y a la justicia en los contratos, salarios y condicionesde trabajo.

Cuando a continuación recuerda que el Estado debe acometer ambas tareas de dosformas, está recalcando ambas tareas y viendo la actuación estatal desde su dobleperspectiva. Pues indica que el Estado debe actuar:

• Indirectamente, y según el principio de subsidiariedad, creando lascondiciones para un ejercicio libre de la actividad económica.

• Directamente, y según el principio de solidaridad, poniendo, en defensa de losmás débiles, algunos límites a la autonomía de las partes y asegurando en cualquiercaso un mínimo vital a todos los trabajadores.

Aunque estas tareas son fundamentalmente estatales, no lo son exclusivamente: herecordado como son también tarea de la sociedad en general y de los sindicatos en particular.Con todo, en el capítulo que dedica a las cuestiones más directamente políticas, vuelve sobre

57 Ib., 46.58 CA 15.59 PP 58.

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el tema de las obligaciones del Estado en materia económica. En esta ocasión60 explicitacuatro incumbencias exclusivas del Estado:

• Es la primera crear un marco ambiental seguro, dentro del cual pueda desarro-llarse la actividad económica. Como observa con realismo, la economía de mercadonecesita seguridad que garantice la libertad y la propiedad, un sistema monetarioestable. Es preciso, además, que existan servicios públicos eficientes y honradez. Puesla corrupción y las ganancias fáciles —añade con realismo— son obstáculos aldesarrollo auténtico y a la iniciativa y prosperidad económicas..

• Le corresponde también al Estado vigilar y encauzar subsidiariamente elejercicio de los derechos humanos en el sector económico. Subsidiariamente, porqueno le toca al Estado, por ejemplo, procurar el pleno empleo: eso sofocaría la libertad.Pero debe estimular y sostener la actividad privada.

• Tiene también el Estado derecho a intervenir para armonizar y dirigir el desa-rrollo, eliminando situaciones de monopolio que lo obstaculicen.

• Y puede, además, el Estado intervenir subsidiariamente, en casosextraordinarios, en los que sea precisa esta suplencia a la iniciativa privada.

Todavía vuelve a expresar su opinión Juan Pablo II cuando, de pasada, desacredita dosmodelos de Estado: el Estado del Bienestar, al que acusa de no respetar la subsidiariedad yconvertirse en un Estado asistencial que anula la responsabilidad individual y no resuelve losproblemas61, y los regímenes de seguridad, que niegan libertades y derechos. Es en estecontexto donde introduce la crítica, recordada más arriba (nota 23) a una de las tentacionesde los gobernantes: la corrupción en la toma de decisiones, incluso dentro de regímenesdemocráticos62.

1.3.3. Cultura

También en el ámbito cultural tiene el Estado una tarea. La razón es que "todaactividad humana tiene lugar dentro de una cultura y tiene una recíproca relación con ella"63.Algunos de los párrafos más inspirados de CA se dedican a explicitar qué es la cultura. Parala antropología cristiana, al hombre no se le conoce solamente desde una perspectivaeconómica o de clase social:

Al hombre se le comprende de manera más exhaustiva si es visto en la esfera de lacultura a través de la lengua, la historia y las actitudes que asume ante los acontecimientosfundamentales de la existencia, como son nacer, amar, trabajar, morir. El punto central de todacultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio más grande: el misterio deDios. Las culturas de las diversas Naciones son, en el fondo, otras tantas maneras diversas deplantear la pregunta acerca del sentido de la existencia personal64.

Desde esta perspectiva se entiende la afirmación de que los pueblos que lucharon porla libertad contra el totalitarismo comunista estaban luchando también por su cultura. Y laconsecuencia obvia de que los que administran el poder del Estado no deben pretenderaprovecharlo para imponer una cultura. Especialmente condenables son los intentos deerradicar a Dios del corazón del hombre —que, como ha demostrado la historia, no se lograsin trastocar este mismo corazón y sin crear un vacío espiritual65— y de encerrar a la propiacultura en sí misma, negándola la confrontación con la verdad66.

60 CA 48.61 Ib.62 Ib., 47.63 Ib., 51.64 Ib., 24.65 Ib., 24. Cf. también el nº 41, a propósito de la alienación.66 Ib., 50-51.

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Es claro que el Estado no debe imponer una cultura. Como lo es también el deber de laIglesia de evangelizarla. A esto dedica también algunos párrafos CA y es posiblemente suveta más novedosa, ya que la enseñanza de la DSI sobre política y economía es másconocida. La evangelización de la cultura es, tal vez, el reto más acuciante al que invita JuanPablo II. Pero esto nos apartaría de nuestro tema. Y puede ser útil remachar lo ya dichorecordando la sociedad ideal con la que sueña el Papa Wojtyla, la meta hacia la que nosinvita a colaborar CA.

1.3.4. La meta

Es obvio —y CA lo repite con gusto67— que "la Iglesia no tiene modelos paraproponer". Pero tiene una orientación, unos "principios de reflexión, criterios de juicio ydirectrices para la acción"68, que orientan hacia "una sociedad basada en el trabajo libre, en laempresa y en la participación"69.

A la hora de concretar qué significa esta fórmula genérica, CA tiene interés enexplicitar una doble precisión:

• no se trata de un modelo socialista "que de hecho es un capitalismo deEstado"70 , y

• no se opone al mercado libre, aunque pide que esté controlado por las fuerzassociales y por un Estado que en el resto de CA se supone democrático y por tantocontrolado a su vez por la sociedad71. En otros momentos de la encíclica el Papaexpone su convicción de que el mercado no responde a todas las necesidadeshumanas72 y alerta sobre el peligro de idolatrar al mercado73.

No tiene, me parece, demasiado sentido querer etiquetar esta indicación pontificia connombres de sistemas concretos existentes. Decir que se acerca a la democracia cristiana o a lasocialdemocracia es sólo una aproximación parcial porque explícitamente el Papa declaraque la Iglesia no tiene modelos que proponer, como acabamos de recordar. Y porque supunto de partida no es político sino ético y cultural. 74.

2. POR ÁREAS

Tras haber recorrido la reflexión de los documentos de la DSI sobre la intervención delEstado a través de su historia, puede resultar útil sintetizar brevemente los puntos principalesde esta reflexión. Puesto que hay áreas en la vida social —política, economía y cultura— y através de ellas hemos estructurado el pensamiento de Juan Pablo II, nuestra exposición puedeahora centrarse en ellas. Como se trata de una síntesis de algo cercano y reciente, apuntarésólo las ideas básicas.

En cualquier caso, conviene recordar ahora que esta intervención del Estado —de losque ejercen la autoridad del Estado, para ser más precisos— está lógicamente inspirada enlos principios básicos de la DSI:

67 Ib., 43.68 OA 4.69 CA 35.70 Ib. Es obvio que "socialista" equivale aquí a comunista.71 Ib.72 CA 34 y 40.73 Ib., 40.74 Estoy de acuerdo con la opinión de Joe Rogaly en Financial Times: CA "no ofrece una

filosofía política determinada". Y también con J. Neuhaus en The Wall Street Journal e incluso con M.Novak en The Washington Post, cuando subrayan que lo importante de las críticas del Papa y de suspropuestas es lo cultural. Cf. una síntesis amplia de estos artículos en ACEPRENSA, Boletín 75/91,22-5-1991.

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• El Mandamiento del Amor, concretado en el reconocimiento de la dignidad decada hombre, llamado a ser sujeto activo y responsable de la vida social,

• El principio de solidaridad, y• El principio de subsidiariedad.

2.1. EN POLÍTICA

Hay que volver al punto de partida de la reflexión de la DSI sobre política. Elfundamento de la Moral Política se encuentra en el plan de Dios que ha hecho al hombresocial. La autoridad se basa por ello en la voluntad de Dios.

Pensando así, la DSI no absolutiza la autoridad. Al contrario, la relativiza, pues lasomete a una instancia y a una autoridad superior, y, a la vez, le impone un criterio paraactuar y para ser evaluada en su actuación. Y, simultáneamente, la autoridad puede obligar enconciencia sin lesionar la dignidad de los hombres.

Todo esto se concreta en la reflexión de la Iglesia —ya desde antes de la modernaDSI— en un Estado democrático, que tiene como misión propia el Bien Común, con todaslas precisiones anteriormente enumeradas, que ahora basta con aludir. Como basta tambiéncon recordar que para que exista real-mente la democracia no bastan las libertades formales yla proclamación de derechos. Los Papas han ido concretando sus exigencias, entre las quedes-taca la "subjetividad del individuo y la sociedad", entendida como la existencia de caucesreales de participación de los ciudadanos en los asuntos comunes.

2.2. EN ECONOMÍA

Dentro de este marco político, y desde la convicción de que la economía debe ser obra,ante todo, de la iniciativa privada, la autoridad del Estado tiene un triple campo, cada vezmás delimitado por los documentos de la DSI:

• Primeramente, crear un marco jurídico, político y de seguridad en el que seaposible que la actuación económica sea libre porque los que intervienen en ella estánen condiciones de cierta igualdad.

• También debe evitar la injusticia, tanto haciendo imposible la explotación pormedio de una legislación básica, como acudiendo a las necesidades que no puedan sersatisfechas de otra manera.

• Finalmente, debe ser actor en la vida económica y ejercitar una actividadpropia cuando la iniciativa privada no pueda o no deba actuar.

2.3. EN EL ÁMBITO CULTURAL

Pienso que este ámbito es uno de los más cuidados en el pensamiento moderno de laDSI. Y creo también que, en él, el Estado tiene un papel aún más claramente subsidiario ysupletorio. Los valores que imperan en la sociedad —cultura— y los que se transmiten a lasgeneraciones que nos sucederán —educación— deben ser decididos por la familia y losgrupos de pensamiento (entre los que se incluye la Iglesia) y no por el Estado, para no caeren la "dictadura de las conciencias". Bastante poder tiene ya el Estado en otros ámbitos de lavida para que se apropie también de esta parcela. Aquí, y en otros campos, debe actuar elciudadano.

III. ¿QUE LE QUEDA AL CIUDADANO?

Creo que no quedaría completa la exposición de lo que ha pensado la DSI sobre laintervención del Estado en la sociedad si no añadiese unos párrafos sobre lo que escompetencia clara del individuo, del ciudadano. Responder a esta pregunta me permite,además, aludir a dos documentos recientes de la Conferencia Episcopal Española: LosCatólicos en la vida pública (1986) y La Verdad os hará libres (1990).

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Aunque la enseñanza de los Papas o del Concilio ha abordado también este tema, lo hahecho lógicamente desde una perspectiva universal y, por tanto, más general. Creo, por esto,conveniente, partir ahora de unos documentos, que —además del valor de su calidad—suponen la enseñanza pontificia general y la aplican a nuestras coordenadas españolasrecientes.

1. ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS

Pero antes de entrar en su contenido querría exponer tres convicciones previas, quesubyacen a los documentos citados, pero que no son patrimonio exclusivo de la DSI, sino,más bien, expresiones de una conciencia muy extendida. Me refiero a tres características dela acción pública —política, económica y cultural, para seguir recordando los tres campos yamencionados— en el mundo de hoy:

• La primera se refiere a la necesidad de actuar asociadamente en esos tresámbitos y, en general, en toda la acción pública. En ambientes donde son protagonistasy luchan por ello asociaciones ya existentes, es inútil querer actuar como francotirador.No hay que olvidar, por otra parte, que el Estado existe —lo recordamos a su tiempocitando al Concilio— debido a la insuficiencia de los individuos aislados. Desdemuchas perspectivas es claro que el asociacionismo es hoy necesario para interveniren lo público.

• La segunda es el pluralismo de la vida pública. Hay diferentes metas e inclusopara conseguir unos mismos objetivos hay caminos distintos. Eso supone que existe—y debe existir para salvaguardar la libertad de elección— un amplio abanico deopciones. Cualquiera de las que existe y de las que se creen deberá contar con lasdemás, en muchos casos para aunar fuerzas y siempre para aprender de otrasperspectivas. Pero aunar fuerzas supone pactar, negociar, renunciar a parte de lospropios ideales para conseguir que otra parte sea tenida en cuenta, adoptar calendariosque no eran quizá los previstos… Aunque, en ocasiones, los pactos encubran actitudesmenos confesables, no todo lo que signifique negociación es moralmente malo. Alcontrario, el pluralismo exige moralmente un cambio de actitudes y estrategias.

• Esta realidad, unida a la evidencia de que la política lo invade todo —debido ala preponderancia que ha adquirido en nuestro mundo el aparato del Estado, como herecordado al comienzo de estas páginas— tiene como consecuencia que muchosciudadanos —y, entre ellos, muchos creyentes— sientan la tentación del absentismo.Por explicable que sea, hay que afirmar rotundamente que el absentismo es, por lomenos, ilusorio: el que se abstiene favorece a alguien que piensa de otro modo y, desdeluego, no favorece a sus propias convicciones ni las apoya eficazmente. Y desde unpunto de vista cristiano es, además, egoísta: no es coherente con el Evangeliodesentenderse de los asuntos comunes. El absentismo no es solución humana nicristiana.

Creo que es claro que en la España de hoy —aunque el fenómeno no es sólo español—muchos creyentes sienten la tentación de desentenderse de la política. En algunos ambientes,incluso se presume de "no entender de política", de "no meterse en política" o de "nopreocuparse por la política". Es claro también que creyentes que están muy dispuestos aactuar en el área asistencial, incluso en campos muy comprometidos —marginación, droga,SIDA, cárcel— sienten rechazo ante cualquier invitación a un compromiso político osindical.

Prueba de que el fenómeno no es sólo español son estas palabras de Juan Pablo II en suExhortación Apostólica Christifideles laici:

Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política; esdecir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa ycultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común. Comorepetidamente han afirmado los Padres Sinodales, todos y cada uno tienen el derecho y el deber

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de participar en la política, si bien con diversidad y complementariedad de formas, tareas yresponsabilidades.

Tras esta afirmación general —que no es, ni mucho menos, algo aislado en la DSI— sepasa revista a las principales objeciones que presentan los cristianos para participar másdirectamente en la política. En documentos nacidos en España se encuentran expresionessemejantes, pero prefiero aducir éste, más universal, que permite ver que el fenómeno no seda sólo en nuestras latitudes. Continúa así inmediatamente el pasaje citado

Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que confrecuencia son dirigidas a los hombres de gobierno, del parlamento, de la clase dominante, delpartido político, como también la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesariopeligro moral, no justifican lo más mínimo ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos enrelación con la cosa pública75

La participación política de los ciudadanos es, pues, el complemento necesario a laacción del Estado. Para los cristianos debe estar sometida a los principios básicos de la DSI:el de subsidiariedad y el de solidaridad.

Con estos presupuestos, podemos afrontar brevemente la respuesta a la pregunta queabrió esta parte final: ¿Qué le queda al ciudadano?

2. LOS TRES ÁMBITOS

Voy, en primer lugar a recorrer los tres ámbitos ya aludidos —política, economía ycultura— y a detenerme después en un problema específico: las formas de presencia cristianaen la sociedad a través de asociaciones e instituciones.

2.1. Política

Frente a la idea general de que la política es menos limpia —"un lugar de necesariopeligro moral", acabamos de leer en Christifideles laici— la DSI ha alabado muchas veces aquienes se dedican a la política desde una perspectiva de servicio al Bien Común. Así seexpresan tanto CVP como VL76, que repiten la doctrina conciliar77 y fundamentan yconcretan esta dedicación a la política.

Son densos y luminosos los párrafos que dedican ambos documentos a fundamentar laacción política. Tanto uno como otro la enmarcan en una Teología de la realidad terrena, quees válida para la participación en política y en todo lo temporal. Se parte de Dios, de lavocación del hombre, de su dimensión social… En ambos documentos se presenta unacatequesis de Moral Fundamental aplicada a la acción pública78.

Sobre esta base, se parte de una distinción previa: es distinta la obligación de participaren lo público según las distintas formas de vocación de un creyente. Se pasa así revista aldiferente papel de los obispos, de los sacerdotes, religiosos y seglares79. Acerca de estosúltimos se distingue entre participación individual y asociada80. Puesto que volveremos mástarde sobre esta última, nos centramos ahora en la participación individual.

75 Nº 42. Christifideles laici es la Exhortación Apostólica con la que Juan Pablo II comunicó a la

Iglesia, el 30-12-1988, las conclusiones de la Asamblea Sinodal de 1887.76 CVP 171-173, VL 60.77 GS 75: "La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al

bien de la "res" pública y aceptan el peso de las correspondientes responsabilidades".78 CVP 39-94; VL 34-49. Más explicitada en R. Mª SANZ DE DIEGO - S. ESCUDERO,

Pensamiento Social Cristiano II, 496-497.79 CVP 98-101 (obispos y sacerdotes), 102-105 (religiosos y religiosas) y 106 ss: seglares.80 Ib., 110-112.

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CVP —y en general la DSI— plantea la participación de los seglares en la políticadesde dos situaciones distintas:

• A algunos se les invita a la militancia política.• A todos se les recomienda la participación mínima: el voto responsable.

2.1.1. La militancia política

Es claro que esta alternativa no es para todos, aunque la DSI anima a esta forma depresencia. Partiendo de la base de que el católico debe elegir en conciencia la formaciónpolítica que le parezca mejor, y suponiendo que una misma fe puede llevar a compromisoscristianos diferentes81, los documentos de la Conferencia Episcopal Española recuerdanorientaciones prácticas generales. En concreto: que se debe acometer la tarea política comoun servicio al Bien Común, que hay que proceder con honradez porque no todo lo posible nilo legal es moralmente lícito, que hay que esforzarse por mantener la comunión con laIglesia82, para lo cual ésta debe prestar un apoyo específico a los que se dedican a los asuntospúblicos83. No es preciso ahora descender a más detalles.

2.1.2. La participación mediante el voto

Es la forma habitual que los ciudadanos tenemos en general para tomar parte en losasuntos públicos. Los obispos españoles han pretendido iluminar la conciencia de loscatólicos en todas las consultas políticas: en el referendum sobre la Constitución y ante laselecciones generales84.

Prescindiendo de las orientaciones peculiares en cada ocasión, han repetido siempreunos principios básicos:

— Votar es un deber, del que nadie puede dispensarse por pereza, hastío odesinterés.

— Es preciso informarse y formar la propia conciencia antes de elegir la opciónque se va a apoyar, contando con la fe y la iluminación de la Iglesia.

— Tras las elecciones hay que acatar su resultado y seguir colaborando85.

Acerca de los partidos políticos, ya CVP había señalado que son necesarios, pero queno pueden exigir que se anule ante ellos la conciencia de los ciudadanos86. Tras el deteriorode la vida política que España ha sufrido en los últimos años, VL no sólo ha denunciado lasconductas políticas inmorales87. Además ha propuesto una regeneración moral de lapolítica88. Y ha señalado que los partidos, aun siendo imprescindibles, "no agotan por sí solosla pluralidad de relaciones que constituyen la urdimbre social"89.

Parece claro que, tras esta afirmación genérica, late la denuncia de una realidad: lospartidos no son los únicos exponentes de la opinión pública de un país. Menos todavía,

81 OA 50.82 CVP 74-84; 167-17183 Ib., 172-190.84 Sobre la Constitución publicaron Los valores morales y religiosos ante la Constitución (26-11-

1977) y, más cerca del referéndum, el 28-9-1978, Nota sobre el referendum constitucional. Antes decada una de las elecciones generales, diversas instancias de la Conferencia Episcopal han publicadoorientaciones al respecto. Pueden encontrarse —hasta 1983— en J. IRIBARREN (ed.), Documentosde la Conferencia Episcopal Española 1965-1983, Madrid, BAC, 1984.

85 Cf. La conciencia cristiana ante las próximas elecciones (23-9-1982) 6-10 como ejemplo deinstrucciones preelectorales. Más atemporalmente en CVP 117-124.

86 CVP 72-74.87 VL 17, 3288 A lo largo de todo el documento, especialmente en los números 60-63.89 Ib., 63..

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cuando en realidad la participación de los ciudadanos está muy mediatizada por una serie defactores que deberían modificarse. Entre ellos, y a título personal90 , enumero los siguientes:

• La no penalización inmediata del transfuguismo, que hace posible que unpolítico, elegido en el supuesto de que defiende unos determinados valores, losabandona y orienta su actuación desde otros principios.

• La firma, por los partidos, de pactos no previamente anunciados antes de laselecciones, que disponen de unos votos recibidos en un sentido contrario a la voluntadde los electores.

• La presentación de listas cerradas, que coloca necesariamente al elector anteun dilema siempre malo: o a apoyar a candidatos quizá no conocidos ni deseados, o aabstenerse.

• La exigencia por parte de la dirección de los partidos de disciplina de votosiempre.

• La financiación de los partidos, que les atribuye un poder que no estásustentado en su efectiva implantación. Me refiero, obviamente, a la financiación acargo del presupuesto público. Por supuesto es más condenable aún la financiaciónirregular que ha aflorado a los MCS en diversas ocasiones.

Todo esto hace que muchos pensemos que, para salvar la esencia de la democracia, sonprecisas ya unas reformas del proceso electoral y de los hábitos de los partidos políticos quedevuelvan al ciudadano la soberanía que le concede la Constitución, pero que, de hecho, estáen manos de los dirigentes de los partidos. Recordando aquel programa radiofónico ya muyantiguo, la población votante es "reina por un día" —el día de las elecciones— para serinmediatamente desposeída de su corona y expulsada de su trono. Y esto no es democracia,sino falsificación y suplantación.

2.2. Economía

Siguiendo las directrices de la DSI, los documentos de la Conferencia EpiscopalEspañola estimulan también a la participación en este campo. Si la economía debe ser obrade la iniciativa privada, ésta debe actuar y está obligada a regirse por criterios morales

Prescindiendo ahora de su aplicación a la conducta individual91. —y VL ofrece unaenérgica denuncia de comportamientos inmorales en este campo92— los documentos de losobispos españoles estimulan a los católicos a formar parte de las asociaciones —sindicatos,patronatos y colegios profesionales— a través de las cuales debe influir en la vidaeconómica. Pueden existir también otros tipos de asociaciones profesionales cristianamenteinspiradas93. Baste esta indicación como muestra de un magisterio amplio y de evidenteactualidad y necesidad.

2.3. Cultura

Los dos documentos a los que me vengo refiriendo principalmente —CVP y VL—hacen hincapié en la necesidad de que los católicos estemos presentes en la cultura: escuela yMCS sobre todo94.

90 Con todo, algunas de las apreciaciones que expongo a continuación las ha expuesto también

la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española en la Nota que para orientar laconciencia de los españoles publicó antes de las últimas elecciones generales el 28-12-1989,especialmente en el punto 3, donde hablan de las listas cerradas y el transfuguismo.

91 A modo de ejemplo, CA 36 explicita que la decisión acerca de dónde invertir los propiosbienes es una opción moral. Cf. también CVP 113-116.

92 VL 18.93 CVP 163-16694 Ib., 150-158 y VL 64.

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Personalmente creo que ésta es una de las asignaturas pendientes del catolicismoespañol. Frente a la idea comúnmente extendida de que la Iglesia española ha fracasado en elcampo de lo social, pienso que la actuación de los católicos españoles ha sido eximia en elámbito de la asistencia a los necesitados y que la Iglesia no ha estado lejos del movimientoobrero. En cambio me parece que la gran laguna del catolicismo español moderno es suescasa presencia en la cultura y en los ambientes sociales, el entreguismo a un Estado queaspira a ser omnipresente y a hacer algo que le está vedado, que es imponer una cultura95.Urge, me parece, que la sociedad recupere áreas indebidamente ocupadas por el Estado.

3. FORMAS DE ASOCIACIÓN Y DE INSTITUCIONES

A lo largo de los últimos párrafos ha sido frecuente la alusión a las asociaciones en lasque deben enmarcar su actuación los católicos que quieran intervenir en la sociedad. Laexistencia de estas asociaciones de católicos ha dado objeto a una reflexión en CVP quequiero resumir en pocas líneas, ya que se trata de la última toma de postura pública de laJerarquía española acerca de un tema que social y ambientalmente despierta recelos. Merefiero a la confesionalidad de asociaciones e instituciones.

El tema lo aborda CVP en su III Parte96. Prescindiendo de matices, la enseñanza de laIglesia española en este punto de puede sintetizar así:

• Nadie puede negar ni a un Estado ni a un grupo de ciudadanos su derecho aasociarse para fines lícitos expresando explícitamente su fe. Sólo la Iglesia —en elcaso de la confesionalidad católica— puede negarse al compromiso que eso supone.

• Durante siglos la Iglesia creyó que la confesionalidad era una fórmula válida yla permitió. La experiencia ha hecho ver que son mayores los inconvenientes que lasventajas. Por eso, sintetizando en pocas palabras,

— La Iglesia no desea hoy la confesionalidad del Estado: prefiere un régimende libertad para todos sin privilegios para nadie.

— Tampoco quiere la confesionalidad de partidos y sindicatos, pues creaconfusión, puede sembrar división y compromete innecesariamente a laIglesia en decisiones opinables y no derivadas directamente del Evangelio.

— Mira, en cambio, con agrado la existencia de instituciones cristianas—hospitales, centros de enseñanza, MCS, etc— que hacen presente unaoferta católica a la sociedad que no podría lograrse sin esa estructura. Ydenuncia como laicismo la pretensión de excluirlas de la sociedad

— Defiende como deseable la existencia de asociaciones de inspiracióncristiana, que, sin pretender exclusivismo ni comprometer a la Iglesia,asocian a católicos para lograr un fin que se engloba dentro del BienComún, pues así se hace presente, sin confusiones, la actuación de loscatólicos en la vida pública y en favor de asuntos comunes.

CONCLUSIÓN

Para la DSI el Estado tiene una tarea supletoria en la sociedad. Son fundamentalmentelos ciudadanos, a través de cuerpos intermedios, los que deben realizar tareas específicas enorden al Bien Común.

Es claro que la tentación de los gobernantes es hacerse omnipresentes y la de losgobernados es abstenerse y esperarlo todo del Estado. Y de lo expuesto anteriormente sededuce que invertir esta situación es tarea urgente en España.

95 CVP 150-158; VL 57-59 y 64.96 Números 125-149. El resumen que expongo a continuación está sacado de R. Mª SANZ DE

DIEGO- S, ESCUDERO, Pensamiento Social Cristiano II, pp. 433-438.

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A los creyentes nos toca esta tarea desde motivaciones específicas. Para hacerlo hacenfalta un cambio de mentalidad, una formación, un acompañamiento y unos cauces97. En miopinión ésta es la asignatura pendiente del catolicismo español. Sólo me queda desear queempecemos a cursarla ya.

SIMPOSIO NACIONAL DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA.Cien años de Doctrina Social. “De la Rerum Novarum a la Centesimus Annus”

CORINTIOS XIII (abr-dic 1992) 305-352

97 De todo ello se ocupa CVP 173-192.