La Maldicion de La Sangre 03 - Profecia - Gherbod Fleming

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    World of Darkness - Mundo de Tinieblas

    PROFECA SINIESTRA("Vampiro", "La Maldicin de la Sangre", vol.3)

    Gherbod FlemingDark Prophecy

    Traduccin: Manuel Mata lvarez

    _____ 1 _____

    Nicholas apart su cara de la masa de carne y tendones quehasta haca poco haba sido un pastor espaol. La brisa arrastr unreguero de saliva escarlata que resbalaba por el borde de su boca yla arroj sobre la presa de aquella tarde. Olfate el aire. Se alz cuanlargo era, y volvi a olfatear.

    El ahora desatendido rebao se haba dispersado cuandoNicholas cay sobre el pequeo anciano. El pastor no tuvo siquieratiempo de defenderse o gritar pidiendo ayuda. Con el cuello roto y lagarganta abierta en canal, su sangre ti la tierra de sus padres.

    Nicholas no oli nada amenazador en el aire. Los nevadosPirineos estaban, aparte de algn balido ocasional y ansioso, encompleto silencio. Pero, a pesar de ello, el cazador no sinti ningnalivio.

    A sus pies, el cadver resultaba una silenciosa acusacin.Nicholas no haba querido asesinarlo, sino simplemente alimentarse

    de l. No necesitaba demasiada sangre. Podra haber dejado alarrugado pastor con vida, durmiendo aferrado a su bota de vino.

    No estaba preocupado por la ruptura de la Mascarada. Para lno era ms que una cobarde concesin al mundo de los mortales,impuesta a los clanes de la Camarilla por la intriga de los Ventrue. Loque le preocupaba era la imprudencia de su ltima caza. ComoGangrel que era, Nicholas no imitaba las ineficaces y absurdas

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    costumbres de la sociedad mundana. Viva, en cambio, como undepredador solitario. Estaba acostumbrado a dejarse guiar por suinstinto. Pero esta muerte... haba ido mucho ms all de un impulsoinstintivo. Haba sido un acto gobernado por la salvaje furia queanidaba en lo ms profundo del corazn de Nicholas.

    La maldicin de la sangre. Saba que esta era la causa.Sus ancestros (Ragnar y Blaidd, viejos, poderosos,

    desaparecidos mucho tiempo atrs), cuya sombra y cuyo recuerdohaban estado haciendo valer sus derechos sobre su sangre cadavez con mayor fuerza, lo haban abandonado tan repentinamentecomo aparecieran, dejndole tan solo una furia anciana y pura a laque Nicholas se haba entregado sin remedio. Los insistentespensamientos que lo impulsaban a buscar venganza contra OwainEvans se haban ido. Cuanto el amigo de Nicholas, Plumanegra, le

    haba enseado, se haba ido tambin. Slo quedaba el ansia desangre, imperativa y devoradora. El mutilado pastor era pruebaterriblemente elocuente de ello. Slo con recordar el ataque la furiavolva a aparecer, alzndose desde el interior como la bilis a puntode ser vomitada. Y con ella vena el miedo.

    Nicholas no haba vuelto a perder el control de s mismo tancompletamente desde aquella noche en la finca de Owain, en

    Atlanta. Sus entraas parecan estar ardiendo; un hambre ardientecomenz a apoderarse de su voluntad, a pesar de la presencia del

    cadver recin devorado sobre la tierra. Nicholas sinti que su propiamente, su voluntad, retrocedan frente a la irresistible furia. Seobserv a s mismo, como si fuera un extrao, saltando sobre unaoveja cercana. Las garras se clavaron profundamente en su cuerpo,y el fluido vital de la pattica bestia fluy hacia l. Nicholas bebientonces con avidez, mientras iban cesando las convulsiones delanimal, y la sangre se verti sobre sus piernas y sus pies. Se alzsobre el cuerpo muerto de la oveja y lanz un triunfante rugido haciala noche.

    El Gangrel sinti cmo sus garras se abran paso a travs de la

    lana y de la carne. Not el familiar sabor de la sangre que chorreabahacia su boca. Pero no era ms que un simple espectador de lamatanza. Incapaz de intervenir, asisti, cada vez desde ms y mslejos, al macabro espectculo de s mismo, cazando una oveja detrsde otra. Con cada litro de sangre derramada, lo ahogaban un pocoms el hambre y la furia.

    Y la sangre sigui siendo derramada.

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    * * *

    Las ramas del rbol viviente, los malvolos zarcillos, seenroscaban en torno a Owain, sujetndolo fuertemente por losbrazos y el torso. Se debati recurriendo a toda su sobrenaturalfuerza, sin conseguir nada. Las ramas, cadenas y grilletes de maderaque se estrechaban ms cuanto ms violentamente luchaba, loestaban aprisionando con rapidez.

    Un relmpago en el cielo ilumin a una figura que permanecajunto a Owain sobre la cresta de la colina. Era un anciano. Un vientoracheado agitaba su oscura barba y su traje blanco. El trueno hizotemblar la colina. El anciano tena en la mano una vara, pero no loutilizaba para apoyarse. En cambio, la blanda en direccin a Owain,

    agitndola frente a la cara del vampiro prisionero.Owain estaba indefenso. Las ramas se enroscaban en torno a

    su cuello, y sujetaban sus piernas hasta la altura de las rodillas.Luch contra las cadenas de madera, pero en vano. Era el cautivoobjeto de la ira del viejo. De nuevo, el hombre apunt con su bastna Owain y, alzando la voz sobre el estruendo que llenaba la colina yel cielo, dijo:

    --Convoca en tu auxilio cuantas noches se han puesto. -El rubortea sus mejillas y su calvo crneo; manchones rojizos revelaban su

    ira-. Yo, Jos el Menor, te advierto: no te servir de nada.Las familiares palabras asaltaron a Owain. Las ramas apretaronan ms su abrazo, como si compartieran la ira del anciano. Puestoque no respiraba, Owain no poda ser asfixiado, pero sus huesos yarticulaciones comenzaban a rechinar y amenazaban con hacersepedazos ante la implacable presin. Pero a pesar de la insoportableagona, no poda apartar aquellos ojos de un azul ceniciento que loobservaban con furia.

    --La sombra del Tiempo no es tan alargada como para quepuedas esconderte bajo ella -dijo el anciano. Sus palabras restallaron

    en los odos de Owain, por encima incluso del rugido del viento y delincesante traqueteo de las hojas, que se estremecan furiosamenteformando remolinos sobre el suelo, y del temblor se sacudan en elaire y se agitaban extendindose hacia la oscuridad.

    Mientras el anciano hablaba, una de las ramas del rbol vivientese desenrosc y se apart ligeramente de Owain. La punta se apretcontra su pecho.

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    El anciano tom el bastn con ambas manos. Su ira parecahaber alcanzado el cnit. Alzando el bastn hacia los cielos, bramsobre la tormenta.

    --Este es el Fin de los Tiempos.Sbitamente, la rama que tocaba el pecho de Owain retrocedi.

    La punta ser haba transformado en una espina gigante, tan afiladacomo una espada. La luz del relmpago centelle por un instantesobre el afilado extremo, y entonces descarg su golpe conasombrosa velocidad. La espina hizo aicos las costillas queprotegan el corazn de Owain, y la madera viviente desgarr elvulnerable rgano.

    En sus ltimos instantes de vida, Owain ech la cabeza haciaatrs, un aullido de agona prendido de sus labios...

    --Seor? Seor...!

    Los ojos y la boca de Owain se abrieron completamente. Eldolor arque su espalda y cada msculo de su cuerpo se puso tenso.

    --Seor...!Las ramas sacudieron el cuerpo de Owain. No... no las ramas, ni

    el rbol. Una mujer, inclinada sobre Owain, lo sujetaba por loshombros y lo estaba zarandeando.

    --Seor! Va todo bien?Owain se palp el pecho con ambas manos. Ningn apndice

    de madera atravesaba su carne. Se desplom sobre el asiento,

    dejando escapar de sus labios un gemido de miedo y alivio a untiempo.Kendall Jackson an sostena a Owain por los hombros. Sus

    oscuros cabellos cayeron sobre su rostro, cubrindolo, mientras seinclinaba sobre l.

    --Seor?Owain le propin una bofetada que la envi tambaleante a

    travs de la pequea sala.--No me toques! -exclam bruscamente.Ella choc contra la pared del otro extremo, y resbal hasta el

    suelo con una mueca pintada en el rostro. Permaneci all dondehaba cado, observndolo, embargada por una confusin dolorida.Mientras tanto, Owain tomaba consciencia de cuanto lo rodeaba: uncompartimiento estrecho y alargado; asientos de respaldo alto, ytapicera de cuero; una exuberante alfombra oriental; mesas decaoba al otro lado de un pasillo de apenas setenta centmetros.

    Contribua a aumentar su desorientacin el hecho de que todos

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    aquellos accesorios y muebles que vea a su alrededor no eran msque una coleccin de mentiras. La escena, ostensiblemente elinterior de un compartimiento de lujo de un tren del siglo diecinueve,no era lo que su apariencia daba a entender. La alfombra no era unduplicado exacto de la que uno hubiera podido encontrarse de viajaren un tren de la ya desaparecida Lnea de Lujo Oswood entre Bostony Nueva York; y los asientos no eran bancos realmente restaurados,provenientes de los vagones decomisados al prestigioso ServicioWroughton de Londres. Todos aquellos objetos, falsificaciones,haban sido elegidos con el nico objeto de recrear una apariencia.

    Owain desliz la mano a lo largo de la suntuosa y acolchadasuperficie del cuero de su asiento. Sobre cada botn se habagrabado la letra "G". Owain saba que muchos Cainitas seencontraban incluso menos cmodos que l con los modernos

    mtodos de transporte. Muchos ancianos, cuya necesidad o siquieradeseo de viajar haban desaparecido muchos aos atrs, no sedignaran a poner el pie en un artilugio impulsado por combustininterna. Y otros, incomprensiblemente en opinin de Owain,rehusaban confiar su seguridad al vuelo mecanizado.

    El compartimiento en particular representaba el intento por partede los Giovanni de acomodar a estos ltimos; aquellos Cainitas que,por alguna necesidad inesperada, deban atravesar el Atlntico perocarecan de los medios para organizar un viaje ms civilizado o ms

    acorde a sus inclinaciones. Con un poco de imaginacin, podanllegar a convencerse de que estaban siendo transportados por tren, yno por la gracia de Dios y de la moderna tecnologa.

    Aunque Owain cultivaba un agudo escepticismo en lo referenteal vuelo, tambin era consciente, inequvocamente, de que en aquelmomento se encontraba a miles de metros por encima del ocano.La presencia de la decoracin ferroviaria le traa sin cuidado. Habatenido que abandonar Espaa a toda prisa, y el nico reactordisponible haba sido ste. Ni que decir tiene que haba pagado a losGiovanni una suma suficiente como para comprarun avin. Tal era el

    precio de la eficacia y la rapidez.Owain debiera haber sido capaz de descansar con facilidad. l y

    su criada Kendall haba por fin logrado escapar de la trampa mortalen que Toledo haba acabado por convertirse. O, ms bien, en la queOwain haba acabado por convertirla.

    Durante dcadas, Owain haba vivido como un anciano de laCamarilla, mientras mantena sus conexiones con el Sabbat en la

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    clandestinidad. Sin embargo, cuando a peticin de su antiguo amigoEl Greco haba intentado hacerse pasar por un anciano de laCamarilla para infiltrarse en una faccin rival del Sabbat, Owainhaba, apenas en plazo de un puado de noches, falladomiserablemente.

    La irona nunca cesa. Pens.Trat de ponderar las graves repercusiones que haban

    acompaado a esta irona en particular. Owain haba observado,desde un tejado cercano, cmo Carlos, el rival de El Greco en elSabbat, quemaba la hacienda del, por entonces, amigo de Owain yaniquilaba al anciano Toreador junto a todos sus sirvientes, entreellos el llorn de Miguel. Fue una lstima, pens Owain, que Miguelhubiera de morir a manos de otro. Qu otra ventaja puede teneruna disputa de siglos si no es la del placer que proporciona ponerle

    fin personalmente?Todo el asunto de Toledo podra haber resultado por completo

    diferente si El Greco hubiera sido capaz de exponer a Owain lasituacin de una manera ms precisa. En vez de eso, el viejoToreador le haba ocultado el hecho de que Carlos ya haba tratadode arrebatarle el control de la ciudad otras veces en el pasado. Yste era un detalle de cierta importancia. Mal informado, e irritado porla naturaleza obligatoria de su misin, Owain se haba conducido contorpeza. Incluso las escasas horas transcurridas desde su huida le

    prestaban la suficiente perspectiva como para darse cuenta de ello.Percatndose demasiado tarde de lo frgil de su posicin, Owainhaba errado miserablemente y, al final, haba sido El Greco quienpagara el precio.

    El fallecimiento de El Greco provocaba en Owain emocionesms ambivalentes que el de Miguel. Pero tampoco demasiado.Owain y El Greco haban sido amigos durante varios cientos deaos, pero entre los Cainitas la amistad no era tanto un lazoduradero y un compromiso, como un infrecuente accidente de lascircunstancias; uno que, inevitablemente, acababa por tornarse un

    enredo de manipulacin emocionalmente incestuoso. Ciertamente,las relaciones de El Greco y Owain haban seguido este camino.Cuando El Greco forz a Owain a participar en su conjura contraCarlos, las antiguas aprensiones de Owain haban terminado porcobrar forma, y cualquier sentimiento clido que an abrigase haciaEl Greco haba terminado por marchitarse. Despus de eso, no habasobrevivido demasiado tiempo.

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    No es que Owain tomase la resolucin del drama como algunaclase de moraleja (el intrigante Toreador que caa vctima de supropia y traicionera intriga), en la que la muerte de El Greco fueseresultado del juicio divino. Ms bien al contrario. Owain no albergabailusiones al respecto de su propia moralidad y herosmo. En sumomento, l mismo haba concebido y desarrollado planes deenorme vileza. Haba sido, sin la menor sombra de remordimiento,martillo de los oprimidos y los derrotados. La nica diferencia entre lmismo y El Greco era que, mientras ste era ahora una pila decenizas que muy pronto seran olvidadas, Owain todava caminabasobre la tierra.

    Ms bien, Owain consideraba la muerte de El Greco como unaespecie de comedia de los errores. La demencia del Toreador lehaba vuelto incapaz de aceptar la realidad, de reconocer que haba

    dejado de ser el gran poder que un da fuera. Demencia no, decidiOwain, vanidad. Y ahora, El Greco ya no exista.

    A lo largo de los siglos, Owain no slo haba aprendido, sino quetambin, a menudo, haba sido utilizado y pisoteado por sta, laprimera y principal leccin de la Historia: la justicia divina no existe.La malvola Divinidad observaba Su creacin con ojos fros einmisericordes. De hecho, Su divinidad slo resida en el hecho deque Su crueldad y Su afn de venganza sobrepasaban con mucholos de cualquier criatura mortal.

    La entrada del avin en una zona de turbulencias distrajo aOwain de sus reflexiones filosficas. Volvi su atencin hacia cuantolo envolva, hacia aquella frgil imitacin de un vagn del siglodiecinueve. Mientras el avin, junto con todos los tripulantes ypasajeros, ascenda y descenda bruscamente, advirti que no habaventanillas tras las cortinas cerradas de la cabina. Una precaucinfuncional, en medio de toda aquella decoracin superflua, paraproteger a la clientela especfica del clan de los Giovanni. NingnCainita querra encontrarse, como resultado de un despegueapresurado o un aterrizaje a destiempo, con la bienvenida del sol de

    la maana.De hecho, Owain se dio cuenta, los rayos del sol deban estar

    baando el exterior del aparato en aquel preciso momento. Kendall yl haban llegado a Madrid poco antes del amanecer, y no podanhaber estado en vuelo ms que unas pocas horas. Al menos, esoexplicara en parte el extremo letargo mental en que se haba vistosumido cuando haba despertado de sus visiones.

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    Las visiones. Involuntariamente, Owain se estremeci. Unpreludio de la locura? El primer sntoma de la maldicin de lasangre? Haba estado constante y activamente intentandomantenerlas alejadas de su mente desde que comenzaran amanifestarse, semanas atrs, y ahora no era el momento de cambiarde idea. Se sinti como si se hubiera drogado mientras la pereza delda lo ganaba para s. Cerr sus ojos. Pero el avin volvi asacudirse y trepid bajo sus pies.

    En aquel momento Owain repar en que su sirvienta continuabasentada al pie de la pared del lado opuesto, mirndolo fijamente. Nola haba golpeado intencionadamente, sino por reflejo. Hasta aquelmomento, Owain jams le haba puesto la mano encima. Pero asera la vida de un ghoul, completa y constantemente a merced de losantojos, caprichos y arrebatos de humor de su domitor, de quien

    dependa el suministro de aquella sangre que lo elevaba sobre elresto de los mortales y prolongaba su vida. Ciertamente, existanmaestros mucho peores que Owain. El abusar de sus servidores noera un hbito en l. Estaba el caso de Randal, al que Owain habadespachado sin demasiadas ceremonias no haca mucho, peroOwain senta que en aquel caso particular haba sido provocado msque suficiente. La disciplina deba ser mantenida.

    --Ven -llam a Kendall con un gesto-. Sintate.Ella dej transcurrir apenas un instante antes de cumplir con lo

    que se le peda. Su obediencia abrumaba cualquiera vacilacin quepudiera sentir. Como debe ser, pens Owain, admirando un instantea su criada y felicitndose por lo acertado de su eleccin.

    Kendall tom asiento junto a l. Owain inclin la cabeza haciaatrs y cerr los ojos mientras le hablaba:

    --Sospecho que no tardaremos demasiado en llegar a Atlanta.Encrgate de que no se me moleste hasta despus de la puesta delsol. -Sinti el silencioso movimiento de asentimiento de ella.

    Pese al cansancio provocado por las calamidades ocurridas lanoche anterior, el verdadero descanso eluda a Owain. Relaj los

    puos, se forz a apoyar las manos sobre las rodillas, y trat derelajarse. Aquellos ltimos das no haba recibido la llegada delsueo con mucha alegra, porque a menudo vena acompaado porlas visiones, y siempre por su amenaza. Sin embargo, sta distabamucho de ser la nica, o siquiera la mayor, de las preocupaciones deOwain.

    Aunque era cierto que sus conexiones personales con el Sabbat

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    haban muerto junto a El Greco, no lo era menos que Carlos nonecesitaba evidencias indiscutibles para lanzarse en su persecucin.El testimonio del traidor, Javier, unido a la huida del propio Owain,seran pruebas ms que suficientes para Carlos. Y, adems, querraajustar las cuentas con l. Despus de todo, Owain no habavacilado en expresar en voz alta su certeza de que Carlos era elresponsable de que se hubiera desencadenado la maldicin de lasangre sobre la sociedad Cainita. Slo esto podra impulsar a Carlosa perseguirlo y a atacar incluso a travs del ocano Atlntico. Ypuesto que aquel necio Gangrel descendiente de Blaidd, Nicholas(acaso no era sta una complicacin imprevista?, pens), habarevelado la identidad de Owain, no haba ya niebla del anonimato enla que poder desvanecerse. O acaso, se pregunt, se sentaraCarlos a vigilar y esperar durante aos y aos hasta que el momento

    idneo para su venganza acabara por presentarse? En cualquiercaso, la finca de Owain iba, por necesidad, a transformarse en unafortaleza, una incluso ms segura que aquellos castillos que lohaban protegido de las amenazas durante su vida mortal.

    Ms all de los peligros reales a los que indudablemente seenfrentaba, un abatimiento del espritu afliga a Owain. Cay sobre lcon la aplastante fuerza del peso de todos sus aos.Aqu estoy denuevo, huyendo de Europa, pens. Siempre huyendo de todas

    partes. Siempre huyendo de alguien. Casi setecientos aos atrs

    haba abandonado su patria, Gales. Huyendo. Despus de casi dossiglos de luchas y decepciones, era cierto, pero huyendo al fin y alcabo. Su ulterior residencia en Francia haba concluidoprecipitadamente despus de un intervalo de tiempoconsiderablemente ms corto. La huida haba sido la decisin mssabia y prudente, y el hecho de abandonar permanentemente lainflexible Francia y sus costumbres no haba resultado para l ungran sacrificio. Pero ms tarde, en Espaa, haba huido incluso de lapropia no-vida, retirndose a un letargo prolongado. Al emerger denuevo a la consciencia no haba sido capaz de reencontrar la pasin

    y el fervor que haban alimentado su existencia mortal. Era como sialgo en aquel extendido sueo hubiera minado el fuego de su alma,dejndolo reducido a un autmata parasitario. De nuevo, la migracinhaba parecido un remedio plausible, pero haba resultado poco msque un cambio de residencia, mientras el ya familiar vacopermaneca en su lugar.

    Por fin, en los ltimos meses, su entumecida existencia haba

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    sido estremecida y de nuevo se haba visto expuesto a lastumultuosas emociones de los vivos: ira, dolor, desengao. Y a pesarde todo, por helados que hubieran sido los aos de su vaco, Owainhubiera estado dispuesto a regresar a l. El apagado malestar delaburrimiento era preferible a aquella renovada, martilleante agonade esperanzas insatisfechas y sueos hechos pedazos.

    Las visiones slo aumentaban aquel dolor.Su aparicin haba coincidido con el descubrimiento por parte de

    Owain de la sirena. Como una criatura mitolgica, su hechizante vozlo haba atrado, seducindolo con visiones de su patria. E incluso, loque resultaba todava ms milagroso, la inocencia y profundidadencerrada en las notas de la voz de la sirena haban permitido aOwain, por primera vez en siglos, sentir de nuevo la pasin por lascolinas de Gales, experimentar una vez ms el amor por aquella que

    le haba sido negada en vida, y cuyo recuerdo haba mantenidopegado a su corazn durante todos esos aos. Angharad.

    Maldita sea!Owain se maldijo. No poda escapar de su nombre.No tema tanto las visiones porque estuvieran pobladas de

    figuras amenazantes y voces apocalpticas que lo asaltaban, sinoporque la contemplacin de las maravillosas tierras y el duraderoamor de sus primeros aos resultaba insoportable. Porque el retornode la pasin y el amor haban trado consigo una mayor conscienciade su prdida y del dolor. Ojal fuera insensible. La maldigo. En una

    sola noche, la sirena haba derribado muros que a Owain le haballevado siglos levantar. Se merece lo que le ocurri.Por qu, entonces, se pregunt, senta un resentimiento tan

    agudo hacia el Prncipe Benison, quien haba ordenado sudestruccin? Acaso porque Owain estara dispuesto a soportarcualquier tortura con tal de volver a or aquella cancin slo una vezms?

    Abri los ojos bruscamente. Aqul hilo de pensamientos,decidi, no lo llevaba a ninguna parte. Kendall, sentada a su lado,observaba con aire preocupado su agitacin.

    --Tan pequea es la sala -dijo secamente- como para quetengas que sentarte prcticamente encima de m?

    Sin protestar, Kendall se mud a un asiento ms alejado.Pero el verdadero descanso segua eludiendo a Owain. Aunque

    las visiones se mantenan a distancia, su mente estaba poblada porlas imgenes de Toledo: del encorvado El Greco; de Miguel y suenojosa sonrisa; de Carlos, presumido en su victoria; de aquel

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    condenado Gangrel; de las llamas extendindose a lo largo de todala morada de El Greco. El episodio completo haba sido una travesade derrota y prdida. Y, una vez ms, el nombre de Angharad habasido cruelmente colgado delante de Owain como la zanahoriadelante del burro. Proyecto Angharad. Cmo haba llegado sunombre a estar involucrado con la maldicin? Coincidencia? Owainno crea en coincidencias. No mientras un cruel embaucador fuera elque llevase los atavos del Divino Creador.

    Un suspiro prolongado escap de su pecho. Haba vivido tanto,y al mismo tiempo tan poco... "Paz", musit, mientras el sueo del sollo tomaba por fin entre sus brazos. Cundo haba sido la ltima vez,se pregunt con amargo asombro, en que le haba sido concedido unmomento de paz? Si simplemente hubiera tenido la muerte de unmortal, all en Gales...

    Pero no haba sido as.Ahora, una vez ms, las visiones regresaron.

    _____ 2 _____

    El insidioso ruido proveniente del telfono despert a William

    Nen. Torpemente se estir hacia l y descolg el auricular en elpreciso momento en que sonaba el segundo timbrazo.--S?--Dr. Nen?--Al aparato.--Los cuerpos que examin... de donde vinieron?--Qu...? Cuerpos?--Cunto tiempo calcula que pasar antes de que esta nueva

    fiebre hemorrgica se extienda por todo el pas? Cul cree quepodra ser el nmero de vctimas?

    Todava no despierto por completo, y no demasiado seguro delo que estaba ocurriendo, William colg el telfono. Volvi a sonarinmediatamente. En lugar de contestar, desconect el aparato y searrastr fuera de la cama para hacer lo mismo con el otro. Medioatento a la voz del periodista mientras era grabada por el contestadorautomtico, William recogi el peridico en el umbral de la puerta, yfue a darse de bruces contra el pasmoso titular: EL CCE TEME UNA

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    EPIDEMIA MUNDIAL.Conmocionado, devor el artculo delAtlanta Journal-

    Constitution. En l se presentaban hechos y datos que parecansacados del informe que haba estado redactando la noche anterior.El mismo informe que Nen recordaba perfectamente haber dejado enla parte izquierda de su escritorio cuando, despus de un sbadoentero comprobando datos y resumiendo conclusiones, corri a casapara pasar un rato con su mujer. El mismo informe que habaplaneado entregarle personalmente, a primera hora del lunes por lamaana, al director del Centro de Control y Prevencin deEpidemias.

    Cmo era posible que el informe, recin terminado, hubiesellegado ya a los peridicos? Nen haba trabajado durante semanasen un aislamiento casi completo. Su supervisora, Maureen Blake,

    haba tratado de persuadirlo para que abandonara la investigacin.Probablemente supuso que l lo habra hecho. Pero Nen habaperseverado. No poda olvidar las caras de todas las personas a lasque, a lo largo de los aos, no haba logrado salvar. Madres y niosen el Sudn o en Zaire. Visitaban sus sueos acusndolo de nopreocuparse por ellos, de no intentar salvarlos. Y as, a pesar delconsejo de Blake, Nen haba seguido adelante. No podasencillamente dejar de investigar una potencial fiebre hemorrgicaque poda costarle la vida a cientos o a miles de seres humanos...

    Unas bajas que podran ser evitadas, al menos en su mayor parte, sise tomaban las medidas necesarias a tiempo.Contempl boquiabierto el peridico. Esto no tena nada que ver

    con las necesarias medidas en las que haba pensado. Campaasde informacin al pblico, calmadas y racionales, y una cuarentenaaplicada en su momento all donde fuese necesario, estrategiasresponsables que s podan evitar una epidemia. Ese titular, alcontrario, ola a sensacionalismo barato de prensa amarilla, y podadesatar la histeria colectiva.

    Dios mo. William se cubri el rostro con las manos. Cmo ha

    podido ocurrir esto?Haba recabado la ayuda de su amigo, el patlogo Martin

    Raimes, para analizar algunas de las muestras de sangre, peroMartin nunca haba estado al corriente del alcance y la magnitud delas hiptesis de Nen. Incluso si alguien hubiera conocido cada detallede su trabajo, y hubiera tenido acceso al informe sobre su escritorio,por qu razn le hubiera dado la informacin a los medios de

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    comunicacin? Y cmo poda elAJChaber impreso el artculo tandeprisa? Materialmente, no haba habido el tiempo suficiente comopara que un periodista confirmara la fidelidad de los datos, o nisiquiera para que hablase con otro especialista. De hecho, el artculono vena acompaado de ninguna declaracin de apoyo. Slopresentaba la informacin y las conclusiones del informe de Nen.

    El telfono segua sonando. El contestador automtico recogillamada tras llamada de diferentes periodistas que pretendanentrevistar a William. Aunque su nombre no se citaba en el artculo,lo haban encontrado de alguna manera.

    Leigh penetr arrastrando los pies en la cocina, dirigindose enlnea recta hacia la cafetera.

    --En el nombre de Dios... qu es lo que est ocurriendo?Nen sostuvo el peridico frente a sus ojos para que lo viera.

    --Oh...Las cosas no cambiaron demasiado el resto de la maana y

    aquella tarde. Al cabo de unas horas, la memoria del contestadorautomtico se llen por completo. Eventualmente, Leigh acab pordesconectar los telfonos de la lnea. Hacia la tarde, variosperiodistas haban logrado ya dar con la casa. William se plant, depie frente a ellos, sin habla, mientras los destellos de los flashes locegaban y le eran arrojadas preguntas a gritos, hasta que Leigh seadelant e intervino:

    --Esta es nuestra casa! -exclam-. Tendrn que esperar hastamaana para que les contesten sus preguntas, en el CCE.Aquella noche, cuando el timbre de la puerta son pasadas las

    diez de la noche, Leigh se levant de un salto, vida de sangre.--Voy a cargarme a esos parsitos!Se aproxim ruidosamente a la puerta principal y la abri sin

    contemplaciones. Desde el interior de la casa, William pudo notarcmo el tono de su voz cambiaba de repente.

    --Doctora Blake... perdone. Pens que se trataba de unperiodista.

    William se reuni con su mujer en la puerta.--Hola, Maureen.La Doctora Blake devolvi el saludo con un gesto de la cabeza.

    Vesta como cuando se encontraba en el trabajo: pantalones, unbonito suter, zapatos planos. Siempre consegua impresionar aWilliam con su profesionalidad y su temperamento equilibrado.

    Aquella noche no fue la excepcin.

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    --Parece que hayis tenido un da realmente largo.--Se podra decir as -dijo Leigh.--Llam antes, pero no respondisteis.--Habamos... este... desenchufado el telfono de la lnea

    -explic William. Se senta de pronto azorado, como si hubiesehecho algo malo-. Los periodistas han estado llamando todo el da.Maureen, no tengo ni la menor idea de cmo han podido...

    La doctora Blake levant una mano para hacerlo callar.--Yo no me preocupara mucho por eso, William. Creemos saber

    lo que ocurri. Pero, si no te importa, me gustara que meconcedieras un poco de tu tiempo para discutir cmo vamos amanejar a la prensa. As tendrs una idea clara de cmo comportarteantes de tu comparecencia de maana. Te importara venir unmomento conmigo?

    William se asom a mirar sobre el hombro de Maureen.Aparcada sobre el bordillo esperaba una limusina negra y alargada.

    --Ciudadanos responsables -ofreci a modo de explicacin ladoctora Blake.

    --Oh -todo aquello le resultaba sumamente extrao a William.Pero, qu parte del da no lo haba sido?-. Pasa mientras me pongolos zapatos.

    Al cabo de unos pocos minutos, Maureen y William atravesabancaminando la acera en direccin a la limusina. Maureen abri la

    puerta trasera y se apart ligeramente para que Nen pudiera entrar.l se desliz al interior y se encontr a la derecha de un hombregrande y barbudo. Vesta un traje oscuro, ligeramente pasado demoda, y que despeda un acusado olor a naftalina.

    --Hola -dijo William, nervioso. El hombre se limit a mirarlofijamente. Sus ojos, de un color verde claro, brillaban intensamente,incluso entre las sombras. La doctora Blake subi al coche, se senta la derecha de Nen y cerr la puerta. La limusina arranc yabandon la acera.

    --William -dijo la doctora Blake-. Te presento a J. Benison

    Hodge.Nen volvi a saludar al hombre con un movimiento de la cabeza.

    No saba qu tena que ver aquel extrao con el CCE o con laprensa. Debe tratarse de un abogado, pens.

    --Doctor Nen -comenz a decir Hodge. Su profunda y sonoravoz transmita un cierto aire de inflexible formalidad. Nen tuvo laimpresin de que aquel hombre estaba enfadado con l y no se

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    esforzaba en ocultarlo-, ha filtrado su informe a la prensa?--No. Por supuesto que no. -William miraba alternativamente a

    Hodge y Blake, con nerviosismo-. No tengo la menor idea de cmo...alguien debe haber robado... el periodista, debemos comprobar su...

    --Ya nos hemos ocupado del periodista -lo interrumpi Hodge-.Por qu no abandon la investigacin que estaba realizandocuando le fue ordenado por su superior?

    Nen se qued boquiabierto. Despus de un da poco menos quesurrealista, ser arrastrado en plena noche hasta el interior de unalimusina para enfrentarse al agresivo interrogatorio de esteabogado...

    --Ordenado? No fue as exactamente...--Seor Hodge -dijo Maureen-. En realidad, fue ms bien una

    sugerencia, no una verdadera orden.

    Hodge observ a Maureen con una ferocidad tal que William,sorprendido, se apret contra el respaldo de su asiento paraapartarse en la trayectoria de su visin. Maureen se sumiinmediatamente en el silencio.

    --Acaso no entendi -pregunt Hodge, volviendo su atencinde nuevo a Nen- que era el deseo de sus superiores el que ustedabandonara la investigacin?

    William poda sentir la mirada de Hodge clavada sobre l.Aquellos ojos claros despedan un fuego helado.

    --Yo... bien... s, yo... lo entend. S. Claro que lo entend.--Y, a pesar de ello, sigui adelante -dijo Hodge-. Por qu? -ensu tono lata la dureza de una acusacin.

    Nen se agit en el asiento, sintindose intranquilo. Mir aMaureen en busca de algn apoyo, pero la mirada de ella estabaobstinadamente perdida en sus rodillas.

    --Cre que bamos a hablar de cmo tratar el asunto frente a laprensa...

    --Por qu? -demand Hodge.El rostro de William se volvi de nuevo hacia el fornido abogado.

    Aquellos ojos. La mirada de Hodge se apoder de l, obligndolo amirarlo. Un temblor estremeci el cuerpo entero de Nen. Por uninstante, todo pensamiento coherente lo abandon y fue incapaz dearticular palabra. William pareca hundirse en las profundidades deaquellos ojos, y el miedo lo anegaba. Santo Dios. Voy a morir. SantoDios. Ninguna amenaza haba sido formulada, pero a pesar de ello,Nen no albergaba la menor duda de que su bienestar fsico, su

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    misma vida, dependan de su respuesta. Repentinamente se sintiinvadido por las nauseas. Sin poder remediarlo, se dobl haciadelante y vomit sobre el suelo de la limusina.

    --Oh, Dios. Lo siento tanto... por favor, no... yo no...--Conteste -orden Hodge.Nen se incorpor y se limpi la boca con un pauelo. Comenz

    a hablar. Al principio de forma vacilante, pero rpidamente suspalabras se inflamaron con la fuerza de su conviccin.

    --No entend que se me sugiriera que abandonara lainvestigacin. Pens que el peligro potencial justificaba ulterioresestudios. Aunque no fuera el Ebola. Fuera lo que fuese... sea lo quesea, es algo que no hemos visto hasta ahora -hizo una pausa y tragsaliva-. El informe que los peridicos han publicado no es el mo...pero creo que es correcto.

    --Ya veo -Hodge habl lentamente, pero no dej de mirarlo conla misma obstinacin.

    Nen apart rpidamente la mirada. Ya haba contestado a supregunta. Advirti de pronto que Maureen no se haba movido unpice de la posicin que ocupara antes. Segua inclinada y mirandofijamente hacia sus rodillas. Se mantuvieron en silencio durantealgn tiempo. William segua aterrorizado, y ligeramenteavergonzado por haber vomitado en el interior del coche. Aquelabogado resultaba intimidatorio, ms all de la razn, sin que William

    pudiera explicar por qu. Sus dedos temblaban.--Mreme -dijo Hodge.En contra de lo que el sentido le dictaba, en contra incluso de su

    voluntad, Nen volvi el rostro una vez ms hacia el imponenteabogado. Una furia apenas contenida brillaba en los ojos de Hedge.William sinti que era arrastrado hacia aquel infinito y verdoso mar, yse perda en su interior. Cayendo... cayendo...

    --Su investigacin era defectuosa -estaba diciendo Hodge-.Encontrar errores en su trabajo. Muchos errores, y conclusionesilgicas. Renunciar a sus descubrimientos y destruir las muestras

    de datos. El proyecto entero se ha visto comprometido, contaminado.Lo comprende, doctor Nen?

    Cayendo... cayendo...--S. Comprendo.Hodge asinti, complacido.--Ms tarde se tomar unas largas vacaciones. Llvese a su

    mujer a donde ella quiera. Trabaja demasiado duro, doctor Nen.

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    Debe aprender a relajarse. Comprende?--Comprendo...Nen estaba de pie, sobre la acera, frente a su casa. Maureen se

    encontraba junto a la abierta puerta de la limusina. Mirando fijamenteen direccin a William desde el interior del coche estaba el seorHodge.

    --Es usted un abogado, no..? -dijo Nen, repentinamente, nodemasiado seguro de lo que estaba hablando.

    --Muy bien -dijo Hodge-. Nos ha sido de la mxima ayuda,doctor Nen -hizo una pausa. Orden con un gesto al chofer quearrancara, y aadi-. Y, recuerde: lo nico que debe decir a la prensaes "sin comentarios".

    William asinti. Esto s poda recordarlo.

    * * *

    Owain descendi del avin con un humor de perros. Al volar endireccin Oeste, haban aterrizado a media maana a pesar de haberdespegado de Madrid poco despus del amanecer. Fisiolgicamente,ningn Cainita se vea afectado por inconveniencias fsicas talescomo la desorientacin del vuelo, pero sin embargo a Owain, apenasacostumbrado a los viajes de larga distancia y a gran velocidad, loperturbaban severamente los cambios bruscos de la hora del da.

    Eso en el mejor de los casos. Y ste no era el mejor de los casos.Poco despus del aterrizaje, Kendall inform a LorenzoGiovanni, que haba subido a bordo para darles personalmente labienvenida, de que su maestro no deseaba ser molestado hastapoco despus de la puesta del sol. Lorenzo asinti con un gestoelegante y descendi de nuevo las escalerillas. Despus, se asegurde que el hangar privado al el que el reactor haba sido conducidopermaneca en silencio lo que quedaba del da. Ningn mecnico nitrabajador accedi a las cercanas del avin. El reabastecimiento decombustible tendra que esperar.

    Esta cortesa concedi a Owain diez horas ininterrumpidas deaquel, su sueo plagado de visiones. Cuando el sol se hubo puesto,estaba resuelto a no volver a cerrar los ojos nunca ms. Gracias aDios, esta vez no haba tenido que sufrir las imgenes de su patria ode su adorada Angharad. Pero en cambio, las ominosas palabras delcolrico Jos lo haban perseguido sin descanso. Una vez ms, elrbol viviente haba vuelto a atraparlo con aplastante fuerza, una de

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    sus ramas se haba apartado de l como una vbora dispuesta parael ataque, y haba atravesado su corazn con una embestida salvaje.

    Owain se frot distradamente el pecho mientras desembarcaba.Las escaleras, acolchadas, amortiguaban el sonido de sus pisadas.Kendall lo segua de cerca, silenciosa, con la gracia de una panteraen sus andares.

    Lorenzo esperaba al pie de las escaleras. A su lado seencontraba, como de costumbre, su guardaespaldas Alonzo. Sustrajes, impecablemente bien cuidados y planchados, y su inmaculadoporte, resultaban un agudo contraste en comparacin con la camisade Owain, desgarrada y manchada de sangre. Owain se record queno deba juguetear con el revlver robado que tena en su cinturn sino quera poner nervioso a aquel mamut, Alonzo.

    Pero si Lorenzo haba reparado en el arma de fuego, ningn

    gesto lo revel. Se limit a dar un fuerte abrazo a Owain en cuanto elmalhumorado Ventrue descendi el ltimo escaln y pos el piesobre el suelo del hangar.

    --Owain, amigo mo. Si hubiera sabido que volvas, hubieraenviado un avin a recogerte. -Bes suavemente a Owain, primeroen una mejilla, luego en la otra. Owain no sinti ninguna calidezgenuina en aquel gesto-. Estoy seguro de que mis socios de Madridte habrn cobrado demasiado. Especialmente avisando con tan pocaantelacin. Me equivoco?

    Socios. Owain sospechaba que aquellos a los que llamabasocios eran en realidad parientes del propio Lorenzo, miembros dealguna incestuosa rama secundara del enrevesado rbol de lafamilia Giovanni. Si hasta los miembros de la familia no eran msque meros socios, rivales, para los Giovanni, qu lealtad podraesperarse que mostraran hacia un amigo?

    --Conmigo -dijo Lorenzo- tu viaje es gratis. -Agit la mano conun gesto displicente, como si estuviera apartando de s la tarifa.

    Owain asinti, consciente de que, en el mejor de los casos,Lorenzo slo deca una verdad a medias. Pese a que el ghoul

    Giovanni no le pedira un cheque como el que iba tener que enviar aMadrid, sus servicios tendran igualmente su precio. Los Giovannieran un clan, no una agencia de viajes. Cada relacin cultivada, cadafavor prestado, acababan ms pronto o ms tarde por ser explotadospara rendirle algn beneficio a la familia. Owain era por completoconsciente de que al tratar con Lorenzo estaba bailando alrededor detrampas.

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    --Vamos -dijo Lorenzo, conduciendo a Owain haca la oficinaanexa al hangar-. Qu noticias me traes de Madrid?

    --Todo esta muy tranquilo por all -dijo Owain, contradiciendo loque tan elocuentemente revelaban sus ropas, desarreglada ycubierta de sangre.

    Esta vez, Lorenzo sonri sinceramente.Penetraron en la oficina. Era una pequea habitacin en la que

    apenas caban cuatro personas. Los muebles eran de una espartanamodestia, lo suficientemente genricos para confirmar que Lorenzono sola frecuentar esta instalacin. Sin duda, los intereses bancariosde los Giovanni en Atlanta deban distraer la mayor parte de suatencin y su tiempo. Owain tom asiento. Kendall se mantuvo depie, justo detrs de l. Su posicin pareca el reflejo sobre lasuperficie de un espejo de la adoptada por Lorenzo y Alonzo al otro

    lado del escritorio.--Al contrario que en Madrid, las cosas aqu en Atlanta han

    estado bastante intranquilas desde que te marchaste -dijo Lorenzo,abandonando su tono jovial para adoptar de repente uno ms serio.

    Owain no replic.--Los decretos del Prncipe Benison estn provocando mucho

    malestar -continu-. Naturalmente, est en lo cierto al decir que losanarquistas no saben cul es su lugar. Pero tratar de imponerles ladisciplina por la fuerza de manera tan brutal... -se detuvo, torciendo

    el gesto como si sintiese algn dolor- est causando muchosproblemas.--De veras? -la respuesta de Owain pretenda impulsar a

    Lorenzo a revelar ms detalles, sin comprometer al mismo tiempo alpropio Owain, ni suponer ninguna clase de conformidad con losGiovanni. Lorenzo, por su parte, no haca otra cosa ms que relatarlos acontecimientos, casi de manera inocente, aunque de suspalabras se derivaba sin ningn gnero de dudas que estaba endesacuerdo con la poltica de Benison.

    --Oh, s -asegur Lorenzo-. Algunos anarquistas estn

    abandonando la ciudad. Estn en su derecho, claro. Pero de los quese quedan, muchos se esconden en vez de acatar el decreto. Nopiensan unirse a ninguno de los clanes. No sacrificarn ni un picede su libertad. -Owain no pudo evitar reconocer que Lorenzo secubra las espaldas con suma cautela. Mofarse del libertinaje de losanarquistas era como apoyarde facto al Prncipe. Y ste resultaraun detalle importante si la conversacin era escuchada por

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    casualidad o repetida ante otros odos ms adelante.--Es muy, muy difcil complacer al Prncipe -coment Owain. No

    saba ms que lo que Lorenzo acababa de contarle acerca de lo queestaba ocurriendo en la ciudad. Pero ya haba previsto problemascuando, el pasado Ao Nuevo, el Prncipe haba anunciado elrestablecimiento del vigor de sus decretos. Owain crea poder verhacia donde se encaminaba Lorenzo con sus oblicuas insinuaciones.

    --No tolera la disensin con demasiada elegancia -dijo Lorenzo-.Exilar o...persuadir a los anarquistas, de uno en uno o de dos endos, pero eso podra llevar mucho tiempo.

    Owain asinti, y de cuanto tiempo dispone antes de que elCrculo Interno de la Camarilla tome el control para poner fin a lasdisputas? Esta era la tcita pregunta. Los justicar no se arriesgarana afrontar otra Revolucin Anarquista. No con la inestabilidad

    provocada por la maldicin de la sangre.--As es -dijo Owain. Lorenzo y l se miraron en silencio durante

    unos instantes-. La situacin requiere un cuidadoso examen -aadipor fin.

    --As es -repiti Lorenzo como un eco. E inmediatamente sucomportamiento retorn a sus anteriores, y ms sociables modales-.Pero creo que te he entretenido demasiado con mi charla -dijo-, yacabas de regresar de un viaje muy largo. Perdname -levantndosedel asiento, hizo una respetuosa reverencia ante Owain.

    --En absoluto -dijo Owain, levantndose tambin. Intercambiaronlas cortesas de rigor y, despus, Owain y Kendall se encaminaronhacia el Rolls Royce que los esperaba en el hangar desde queabandonaran Atlanta, varias semanas antes.

    La situacin debe de ser realmente precaria, pens Owainmientras Kendall conduca en direccin a su casa,para que Lorenzohaya sido tan directo. Estaba seguro de que poda decir lo querondaba por la cabeza del Giovanni: que Benison corra el riesgo detardar demasiado en vencer la resistencia anarquista. Si eso ocurra,podra atraer la indeseable atencin de los verdaderos poderes de la

    Camarilla, y ser apartado de su privilegiada posicin.Y quin ocupara su lugar?Eleanor? Era ms que competente, pero en estos asuntos la

    mera competencia era una consideracin bastante menor comparadacon la capacidad poltica y la intriga. No, al contraer matrimonio conBenison, Eleanor se haba cortado polticamente la garganta. Habaofendido a su sire, el justicar Baylor. Sin su aprobacin, el Crculo

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    Interno jams apoyara su candidatura a ostentar el cargo dePrncipe en una de las ciudades ms importantes de la Costa Este.

    El Crculo Interno podra tambin recurrir a un forastero. En estecaso, cualquier eleccin era plausible. Incluso que el manto delliderazgo recayera sobre el propio Owain. Un Ventrue como lsiempre estara dispuesto a sacrificarse en favor de sus hermanosCainitas.

    Por tanto, aquel escenario era la eventualidad para la queLorenzo Giovanni se estaba preparando. Cubra sus apuestas,investigaba la profundidad de las aguas. Su pequeo intercambioverbal con Owain haba sido un intento de evaluar la posicin delVentrue y al mismo tiempo tentarlo sutilmente con una oferta delapoyo Giovanni, pero realizado de una manera que nocomprometiese a los Giovanni en el caso de que Benison

    fortaleciese su posicin u Owain metiera la pata.Owain haba interpretado su parte en la charada ms por hbito

    que por verdadera ambicin. La incertidumbre poltica que se vivaentonces permita incontables variantes y numerosas resolucionespotenciales. Pero incluso aunque el control temporal de Atlanta fueraa caer en sus manos, no estaba seguro de si aceptara la carga. Unaprominencia como aquella incrementara notablemente la motivaciny las posibilidades para la venganza de Carlos.

    Y, ms importante an, el asunto haba dejado de importarle.

    Cultivaba un rencor personal contra Benison por haber ordenado ladestruccin de la sirena, pero derribar a un Prncipe era una empresamuy diferente a la de ocupar su lugar. Despus de su tumultuosaestancia en Espaa, lo que de verdad necesitaba era retirarse;retirarse al interior de su finca y al interior de s mismo, y curar susheridas. Quera limarles las puntas al dolor y a la sensacin deprdida que demasiado a menudo le haba sido arrojada a la cara enlos ltimos tiempos. Podra ser que una oportunidad para atacar aBenison acabara por presentarse en algn momento. Pero, de no seras, el tiempo y el aislamiento seran los elixires curativos de Owain.

    Su mirada se perdi ms all de los cristales tintados del Rolls.Kendall estaba siguiendo el camino ms recto a casa.Adref, pensOwain. De vuelta a casa. Los edificios y las calles que iban dejadoatrs no significaban nada para l. No senta nada por ste, su nuevohogar. Poda llamarlo as, hogar, en el sentido de que all habapasado la mayor parte de los ltimos setenta y tantos aos. Peroahora, al regresar desde Espaa, Owain se dio cuenta de que senta

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    una conexin mucho menos intensa con Atlanta que la que lo habaunido con Toledo. Esta ciudad era un refugio seguro. Ms quealgunas pero menos que otras muchas. Contempl con ms atencinel perfil del centro de la ciudad, recortado contra el horizonte, lamoderna ciudad entrelazada con la telaraa de autopistas ycarreteras, arterias de la vida mortal que lata a su alrededor y de laque estaba completamente aislado.

    Y, mientras contemplaba la ciudad, sinti que se perda. Poda,s, recordar su camino siguiendo los lugares conocidos; podaencontrar lo que necesitase encontrar, pero, con qu fin? Volva acasa para lamer sus heridas y esperar al momento adecuado...para hacer qu? Y hasta cuando? Hasta que otro siglo hubiesepasado? Y luego otro?

    Al cabo de un rato, acab por hundirse en el asiento y dej de

    prestar atencin a la progresin de escenas que pasaban a todaprisa junto a la ventana. Cules, se pregunt con pesadumbre, eransus perspectivas? Conseguir que todos y todo aquello que leimportaba le fuera arrebatado de su lado? La sirena, despus dehaber rescatado dolorossimos recuerdos de su interior con sumaravillosa cancin, haba sido destruida. El ms antiguo de losamigos de Owain que an se mantenan con vida haba sidodestruido la noche anterior. Ahora, de nuevo en Atlanta, Owainrecordaba a Albert, una fuente de entretenimiento ocasional y quin

    saba si un verdadero amigo. Haba sido asesinado. Cuntos mseslabones habra que aadir a la cadena?Finalmente, Kendall se incorpor a King Road. La mansin del

    gobernador estaba slo unos bloques ms all. La mayora de losvenerables miembros del Club King Road vivan en un radio de diezo quince minutos en coche. Owain pens en Franklin West, el casioctogenario y excntrico mortal cuya compaa apreciaba. La ltimavez que se haba alimentado de l, la sangre del anciano le habasabido dulce por la absenta. Owain dej escapar un suspiro. Franklinno durara mucho ms. Desaparecera como todos los otros. Owain

    podra hacer un ghoul de l, pero eso acarreara un montn decomplicaciones, y probablemente no hara ms que retrasar loinevitable. Como haba ocurrido con Gwilym.

    Su llegada a la propiedad de Owain fue, como de costumbre,tranquila. El coche se detuvo un instante, mientras las puertas dehierro forjado, impulsadas por un mecanismo se hacan a un lado.Luego, el Rolls continu adelante siguiendo el sinuoso camino.

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    Adref.De vuelta a casa.

    * * *

    Ron vigilaba agazapado en su escondite a un lado de la calle. ElRolls Royce lleg junto a la cancela, esper a que se abriera y seperdi entre las sombras ms all de la entrada. Joder!No podacreer su suerte. Esta vez s que me he ganado alguna clase derecompensa, pens. Kline, el Prncipe Benison... todo el mundo iba aestar encantado con l.

    Sac su .38 especial del bolsillo de la chaqueta y revis eltambor. Satisfecho, devolvi el arma a su bolsillo y extrajo sutelfono mvil. Mientras marcaba los nmeros, un nuevo

    pensamiento acudi a su mente: Quieren a ese tipo no-muerto o bienmuerto. Si me lo cargo, y resulta ser un anciano, habr algo desangre de alto octanaje que conseguir. No me gustara que sedesperdiciara.

    Se lami los colmillos con la lengua, anticipando el momento. Yapoda sentir el sabor de la sangre.

    * * *

    El Rolls se detuvo frente a la puerta de entrada de la casaprincipal. El cielo estaba despejado. Owain abandon el coche paraentregarse a la fresca noche de mayo. Grillos y pjaros nocturnos lecantaban su serenata, pero esa era la nica fiesta de bienvenida quelo esperaba. No es que esperase una celebracin por su retorno,pero normalmente Arden y Mike, la pareja que formaba el fiableequipo de seguridad de Owain, hubieran debido al menos hacer actode presencia. Mientras el coche se haba aproximado hacia la casa,Owain no haba visto luces en la cochera que habitualmente leshaca las veces de casa, as que haba supuesto que los encontrara

    en la casa principal. Por lo que poda verse en la expresin deKendall, ella tambin haba encontrado extraa aquella falta derecibimiento.

    El cerrojo de la puerta principal no estaba echado. Otraanomala.

    Owain y Kendall penetraron en el vestbulo. Las lucesconectadas al temporizador estaban encendidas. El resto no. Un

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    silencio de muerte reinaba en la casa.--Seora Rodrguez! -llam Owain. No hubo respuesta. Se

    volvi hacia Kendall. Su cabeza, erguida por la inquietud, se habagirado para examinar el vestbulo y los saloncitos anexos.

    --Comprubalo todo -dijo Owain.Kendall asinti y se dirigi en silencio hacia la sala de estar.Owain abri la puerta que daba al estudio. Cruz la oscura

    habitacin hasta llegar junto a la lmpara que descansaba sobre suescritorio y la encendi, baando de luz el oscuro nogal delescritorio. La mayor parte de la habitacin continuaba envuelta ensombras, pero eso no representaba un impedimento real para Owain.Sac el molesto revolver de la pistolera y lo deposit sobre elescritorio mientras realizaba una rpida exploracin de la habitacin.Todo pareca estar tal y como lo haba dejado: unos pocos papeles

    en los cajones, el tablero de ajedrez, mostrando todava la posicinltima de la asombrosa derrota de Owain, los libros en lasestanteras...

    Su mirada se detuvo, congelada, sobre los libros, sobre uno delos libros en particular... su libro de cabecera, su libro ms querido.Instantneamente, cada msculo de su cuerpo se tens. La visin.Para desazn de Owain, sus pensamientos nunca podan alejarsedemasiado de los implacables fantasmas. Una simple imagen seencaram a su mente. Tan slo haba pasado una noche, se

    maravill Owain, desde que yaciera en su tumba, atrapado porCarlos y sus secuaces? Mir los restos de sus ropas, la sangre secade la mujer sin nombre, la neonata del Sabbat que haba tratado dedetenerlo. Y, a pesar de todo, pareca como si hubieran pasado aosdesde entonces.

    En su huida a travs del pasadizo cuya existencia haba credoslo conocida por l, Owain se haba enfrentado a dos extraos. Unodetrs del otro. En la antinatural oscuridad del tnel, haban parecidomuy reales, pero sus palabras haban sido las mismas queresonaban en las visiones. El Maestro de Ajedrez y el Caballero

    deban de ser visiones. Cmo si no su presencia y su desaparicinpodan haber pasado por completo desapercibidas para un ancianoCainita? Pero entonces, de nuevo, la desquiciada noche se habavisto poblada por espectros e intrusos que aparecan y desaparecanfrente a los ojos de Owain sin dejar ni rastro.

    El Caballero haba portado un libro que Owain reconoci. Sulibro de cabecera. No tal y como apareca ahora mismo frente a l,

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    en la estantera, sino adornado por la cubierta original en la queAngharad haba tejido el escudo de la Casa Rhufoniog: el urogallogals atado. El caballero haba abierto el libro y recitado susprofticas palabras: ste es el Fin de los Tiempos. Las palabras delas visiones de Owain. Owain mir fijamente el libro. Por un momentosu visin haba vacilado. Crey que vea la adornada cubierta sobrel... pero no era as. La cubierta se haba convertido en polvomuchos siglos atrs, tal y como haban hecho las manosenamoradas que la crearan. El libro que Owain tena frente a s tenauna cubierta de cuero, de buena calidad y sin adorno o marcaalgunas.

    Lentamente, como siempre le ocurra, Owain levant una manotemblorosa hacia el libro. Lo toc con suavidad, dejando que la puntade su dedo se deslizara por el flexible lomo hacia abajo...

    --Seor!Owain gir sobre sus talones. Kendall estaba de pie, bajo el

    quicio de la puerta del estudio.--Creo que debiera venir y echarle un vistazo a esto, seor -dijo.

    En el rostro se pintaba una expresin de urgencia que l jams habavisto antes.

    Mir al libro, en la estantera, y de nuevo a Kendall. La ansiedaden sus ojos resultaba difcil de ignorar, y era preocupante. Aregaadientes, dio la espalda a la estantera.

    Ella lo condujo a travs de la sala de estar hasta las escalerasque bajaban hacia la bodega. Naturalmente, Owain ya no beba vino,pero se senta obligado a interpretar ante sus ocasionales invitadosmortales el papel del perfecto anfitrin. Con este fin, su bodegaestaba bien surtida. Al pie de las escaleras, Kendall lo gui pasando

    junto a la puerta cerrada detrs de la cual descansaba la cmara deseguridad de Owain. No haba seales de que alguien hubieseintentado forzar la puerta. Kendall lo estaba llevando a otro lugar, aver otra cosa. En cuanto entraron en la bodega, se hizo evidente dequ se trataba exactamente.

    Kendall se detuvo en el umbral de la puerta. Owain caminhacia el interior, dejndola detrs. La tenue luz resultaba ms quesuficiente para que pudiera hacerse una completa composicin de laescena. En la pared del otro extremo de la bodega, los estantes delas botellas haban sido apartados de la pared y arrastrados sinningn cuidado hasta un lado. El suelo estaba cubierto de los aicosde las botellas de cabernety merlot.A lo largo de la porcin ahora

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    visible de la pared pendan el Seor Rodrguez, la Seora Rodrguez,y Arden, cada uno de ellos clavado en lo alto de la pared con clavosde vas ferroviarias, uno en la mueca derecha, otro en la izquierda,y un tercero en el cuello a travs de las bocas abiertas. Apoyadocontra el muro descansaba un mazo. Su consecuencia permanecasobre el suelo en forma de un amplio charco de sangre pegajosa ymedio seca.

    Owain se aproxim a los cuerpos. Incluso a varios metros dedistancia, sus pisadas comenzaron a producir crujidos al aplastar losfragmentos de dientes que se encontraban diseminaban entre lospedazos de cristal, pero continu avanzando hasta encontrarse aescasos centmetros de distancia de los cadveres.

    Supona que las manos habran sido clavadas primero. Primerouna y despus la otra. Owain casi poda or el metlico chasquido

    despedido por el mazo al chocar contra el clavo, y entonces unsegundo golpe, y tal vez un tercero, para asegurarse de que,atravesando la carne y el hueso astillado, se clavara profundamenteen el ladrillo y el cemento que haba detrs.

    Pareca como si la boca de cada vctima hubiese sido llenadapor completo de trapos para asegurarse de que el clavo no pudieraser escupido. Quienquiera que hubiese asestado los golpes no sehaba preocupado demasiado por la precisin. Lo que restaba de lascaras de los ghouls era en su mayor parte una masa informe de piel

    rajada y fragmentos de huesos aplastados sobresaliendo de lapared.Owain no pudo imaginar nada til que los ghouls hubieran

    podido revelar. Apenas los mantena informados acerca de susactividades. Una precaucin contra, precisamente, este tipo decontingencias. Aunque Owain haba pensado siempre que susprecauciones eran precisamente eso: precauciones. Nunca habaimaginado que resultaran de utilidad.

    Lenta y cuidadosamente, estudi los destrozados cuerpos desdedonde se encontraba. La desnuda brutalidad de las mutilaciones

    resultaba obvia. Poda ser que el atacante anduviera en busca deinformacin, pero no caba duda de que haba disfrutado con sutrabajo.

    --Y Mike? -pregunt Owain sin apartar la vista de los cuerpos.--No hay signo de l -contest Kendall.Owain pudo or cmo ella se agitaba incmoda detrs de l,

    cambiando el peso de una pierna a la otra, mientras l continuaba el

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    examen de los cadveres.--Te alegras de no haber estado aqu? -Lo haba preguntado

    sin saber por qu, pero inmediatamente se dio cuenta de que laestaba presionando, intentando averiguar de qu materia estabahecha.

    Ella volvi cambiar el peso de lado.--Si yo hubiera estado aqu, esto no hubiera ocurrido.La respuesta de Kendall provoc una media sonrisa en el rostro

    de Kendall, pero no se volvi para compartirla con su ghoul.--Termina de registrar la casa. Y los alrededores -sus pasos

    abandonaron la bodega y se perdieron escaleras arriba.Owain permaneci de pie, en el mismo lugar, inmvil, durante

    varios minutos. Cuatro abultados ojos le devolvan sus miradasdesde los sombros confines de la bodega. Slo eran cuatro porque

    un globo ocular del Seor Rodrguez y otro de Arden habanreventado. Owain poda leer el dolor, y algn miedo, en las cruelescontorsiones de sus rostros. Mientras los miraba, trat de imaginarsecmo haba sido, qu haban sentido, qu haba cruzado por elcorazn y por la mente del Seor Rodrguez mientras vea a la quehaba sido su mujer durante ms de un siglo y medio, clavada contrala pared junto a l, sabiendo que no haba nada que l pudiera hacerpara evitarle la atroz tortura y la muerte.

    Owain no pudo convocar la menor pizca de empatia hacia ellos.

    No senta nada.Cerr los ojos por un instante. Se imagin a s mismo, con lasmuecas clavadas a la pared, un tercer clavo sostenido entre susdientes, esperando la cada del golpe del mazo y sinti... alivio.Alivioante el pensamiento de la muerte definitiva, de la liberacin de sumiserable existencia terrena. Un instante de agona que pondra fin asiglos de sufrimiento.

    En pie frente al jurado formado por sus tres destrozados ghouls,inclin la cabeza hacia atrs y ri, pero el sonido no era ms que unaparodia de risa, una declaracin de odio hacia s mismo.

    --Si eso es lo que has deseado todo este tiempo -se pregunt,aunque en voz alta-, por qu no has saludado la salida del solcualquiera de las maanas de estos novecientos aos? Por qu nohacerlo hoy mismo?

    Esper. Pero el jurado no se pronunci. Los cuerposquebrantados lo afrontaban en completo silencio. Cobarde!, hubieradeseado que le gritaran. Ojal hubieran podido arrancar sus

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    perforados miembros del abrazo del muro y apuntarlo con unosdedos sangrientos y acusadores. Cobarde!

    Entonces podra mostrarles que se equivocaban. Podra salir acampo abierto y esperar la salida del sol para refutar las acusacionesdel jurado. Pero lo miraban con los ojos vacos y mudos, y Owainvolvi a rer, esta vez con ms calma, burlonamente.

    Quiz s fuera un cobarde. O quiz la bestia que moraba en sualma y que lo conduca a travs de la existencia no le permitiese unasalida tan fcil. Tanto como el sufrimiento, el ansia de supervivenciaera una parte de l. Cada uno de ellos haba sido refinado hastaalcanzar casi la perfeccin. Y, seguramente, el Todopoderoso, allarriba, no ha terminado todava de jugar conmigo, pens Owain.

    En aquel momento un sonido se escuch detrs de l.Lentamente, se volvi.

    --Qudate exactamente donde estas o desparramo tus sesospor el suelo, to -dijo el Cainita desde el otro extremo de la bodega.Vesta cuero negro y vaqueros rasgados, el uniforme de los neonatosno iluminados-. No necesito una estaca para romperte el culo.

    Owain suspir. Crea recordar el haber visto la cara de esteimprudente chiquillo en algn que otro evento oficial. Brujah? Owaintrat de hacer memoria. Ciertamente lo pareca. Se maravill de quela sangre de Can pudiese estar tan diluida.

    Pese a que un arma apuntaba a su cabeza, Owain se asombr

    ausentemente ante el hecho de que, con todo lo que haba pasado,no lo embargase la furia. Su refugio haba sido violado... estabasiendo violado de nuevo en aquel preciso momento, sus ghoulshaban sido torturados y asesinados, y un temerario, por no decirirrespetuoso, cachorro de Brujah pretenda amenazarlo. Owainpens que debiera encontrarse sumido en la furia, y a pesar de elloapenas experimentaba un pequeo cosquilleo de enojo.

    --Esto es cosa tuya? -pregunt Owain, volviendo la cabezapara indicar los cuerpos de los ghouls a su espalda.

    El Brujah ri entre dientes.

    --Deberas preocuparte de tu propio cuello.Las miradas se encontraron, y Owain no apart la suya.--Por qu, todo esto? -su voz se abri paso hasta los

    pensamientos del joven Cainita. No intent tomar su control, sino quecomenz a empujarlos en la direccin que quera que tomaran.

    El Brujah, inconsciente del hecho de que Owain habacomenzado a utilizar sus poderes, mantena la presuntuosa

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    confianza que le otorgaba la pistola con la que apuntaba al rostro deOwain.

    --Porque el Prncipe conoce tus crmenes, to. Tu castigo est apunto.

    El Prncipe Benison. El mismo Vstago responsable de ladestruccin de la sirena y la muerte de Albert.

    --Slo hacemos el trabajo sucio del Prncipe. Es una forma deganarse la vida y, coo... -el Brujah se encogi de hombros-, megusta.

    El conocimiento de que era el Prncipe el que haba puesto enmarcha todo aquello comenz a provocar en el interior de Owain unafuria tranquila, los primeros jirones de una rabia que haba estado porcompleto ausente hasta entonces. O puede ser que fuera la sonrisadespectiva de aquel neonato, que no se recataba en reconocer que

    se haba divertido al privar a Owain de la utilidad de los ghouls de sucasa, lo que inflamara su ira. En cualquier caso, en apenas unosinstantes, la dbil rabia se estaba convirtiendo en una furia hirviente.Sin embargo, ningn signo externo la traicion. Mantuvo la emocinoculta dentro de s, la sabore.

    Owain avanz un paso, sin apartar un instante la mirada deljoven Vstago.

    --Debes de haber disfrutado penetrando en mi refugio, en micasa.

    El Brujah observaba a Owain, pero no pareca preocupado porel hecho de que se le acercara.Owain avanz otro paso.--Asesinar a mis ghouls... esto debe de haberte proporcionado

    una infinita diversin.Owain continu caminado hacia delante. Se encontraba ya

    apenas a medio metro de distancia del arma que apuntabadirectamente hacia su rostro. No hizo ademn alguno de apartarsede su lnea de fuego. El Brujah asisti a cada paso, y escuch cadapalabra, pero haba tal fuerza en la voz y en la mirada de Owain, que

    el neonato no pudo responder.--Invadir el refugio de un anciano -dijo Owain-. Una oportunidad

    que no se presenta cada noche, verdad? Normalmente, este crimente costara caro. Cada una de las clases de nuestra sociedadclamara por venganza pero, claro, si el crimen ha sido cometido pormandato del Prncipe... -Owain se encogi de hombros. Susemblante adquiri de pronto una inslita severidad-. Pero, sabes?

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    Hay otras razones por las que este tipo de errores no se producen amenudo.

    La expresin del Brujah no revelaba alarma. Segua vigilando aOwain de cerca, escuchando sus palabras con toda atencin. Nisiquiera cuando Owain alarg el brazo hasta uno de los estantesintactos, tom una botella, la golpe y blandi el dentado resto comoun cuchillo, reaccion el neonato.

    Ninguna sorpresa decor su rostro hasta que, con un rpido ypoderoso ademn de la mueca de Owain, las entraas del Brujahfueron derramaras por el suelo. Entonces dej caer el arma,retrocedi tambaleante varios pasos, y se desplom sobre el suelo.Una hilera de sus atrofiados intestinos marcaba el camino seguido.El Brujah se estremeca en el suelo mientras la sangre brotaba de laenorme herida de su abdomen. No era una herida mortal de

    necesidad. Owain era consciente de ello. No para un vampiro. Lasangre podra curar una herida como aquella.

    Apartndose, Owain volvi junto a sus ghouls y tom entre susmanos el martillo que se apoyaba contra la pared. Sinti su peso... elmismo peso que comenzara a equilibrar la balanza de la justicia.

    Volvi junto al quejumbroso Brujah. El primer golpe acab conl. Un sonido sordo. El cerebro era, junto al corazn, el otro rganoesencial para un vampiro. Volvi a levantar el martillo.

    Benison.

    El nombre reson en la mente de Owain junto al impacto delsegundo golpe. Pero haba otros, estaba seguro. Volvi a levantar elmazo una vez ms...

    Kline.Owain poda ver la brutal mano del Brujah en aquel trabajo. El

    Vstago que yaca en el suelo de la bodega no haba actuado slo nipor propia iniciativa. Owain levant el mazo una vez ms.

    Benison.El arquitecto de la destruccin.Kline.

    Tan seguro como que su hacha haba hecho pedazos la sirena.Benison.Kline.--Seor!Owain se detuvo. El mazo estaba alzado sobre su cabeza.

    Kendall lo miraba desde el quicio de la puerta, con la perplejidadpintada en el rostro.

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    --Hemos tenido una visita -dijo Owain. Baj el brazo que blandael mazo hasta el suelo y deposit la herramienta junto a lo quequedaba de aquel inesperado husped. Mientras pasaba de largo

    junto a Kendall, su rabia no disminuy. El ataque sobre el Brujahhaba sido un lento y deliberado desahogo, pero las imgenes detodos cuantos haban sido asesinados por voluntad de Benison sealzaban, una tras otra, en la mente de Owain: Los Rodrguez y

    Arden, escarpias atravesando sus cuellos para clavarse en la pared;la sirena, hendida en dos por el hacha de un manaco; Albert,abandonado al sol con el corazn atravesado por una estaca quehaba blandido el Prncipe, miembro de su mismo clan.

    Todava permanecan sin explicar las ltimas palabras de Albert:Qu hubiera pensado Angharad? El persistente enigma alimentabaan ms la furia de Owain. De cuntas maneras tena que ser

    deshonrado el nombre de su amada?Con los pensamientos ocupados en el misterio desencadenado

    por la muerte de Albert, Owain se detuvo frente a la puerta que sealzaba junto a la base de las escaleras. Permitindose otro breveacceso de furia, dio una patada a la puerta. La cerradura resisti,pero el resto de la puerta se hizo astillas, que volaron y sediseminaron por la pequea habitacin que haba al otro lado. Lacaja fuerte, rodeada por pedacitos de madera de la puerta,permaneca intacta.

    --Seorita Jackson.--S, seor? -abandonando, de momento, la carnicera de labodega, Kendall se apresur a llegar junto a l.

    --Conoce la combinacin de la caja fuerte.--S, seor.Un dolorido paso detrs de otro, Owain comenz a ascender las

    escaleras, mientras instrua a su nico ghoul superviviente.--Dentro hay una figura... de cermica. Trigamela al estudio.--S, seor. Y, seor...Owain se detuvo.

    --Es posible que haya encontrado a Mike. Hay una fosa recienteah fuera -dijo Kendall-. Junto al viejo edificio de cocina... o lo que erael edificio de cocina -se corrigi-. Ha sido destrozado... derribado porcompleto.

    Owain no dijo nada y reanud su camino. Ms all de lasescaleras, en el piso de arriba, penetr en la sala de estar. Caminde un lado a otro, se detuvo, y volvi atrs. Acercndose al muro

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    armadillo de cermica, que le era menos querido. Despus de todo,Albert no volvera a necesitarlo. Lo cogi, dejando manchas desangre all donde se posaban sus dedos. Lo sacudi, como habahecho la noche que Albert se lo entreg. Nada.

    Owain volvi a mirar el sangriento armadillo y, por fin, lo arrojcontra el suelo, hacindolo mil pedazos. En aquel preciso momento,la puerta principal de la mansin fue echada abajo. Segundos mstarde, Xavier Kline, hacha en mano, irrumpi en su estudio. Vestauna larga americana sobre su ajustada camisa y sus vaqueros. Trasl, su secuaz vietnamita se detuvo bajo el quicio de la misma puerta.Llevaba una escopeta apoyada sobre el hombro.

    Kline avanz dos grandes zancadas hacia el interior de lahabitacin y balance el hacha frente a s.

    --Qu pasa, Owain? Mucho tiempo sin verte.

    _____ 3 _____

    El pesado escritorio de caoba oscura se interpona entre Kline yOwain. Sobre l, a la derecha, descansaba la espada del Ventrue; ala izquierda, el revlver trado desde Espaa. Kline, sosteniendo su

    hacha con ambas manos, dispuesto para golpear, miraba a los ojosde Owain.--Qu significa esto? -pregunt ste, usando tanto la voz como

    la mente para dirigir sutilmente los pensamientos de Kline. Owainsospechaba que la sangre de Can no era tan dbil en este salvajecomo lo haba sido en el otro pattico Brujah. Si quera que elengao volviera a servirle para salvar la vida, tendra que ser mssutil.

    --Lo que significa -se mof Kline- es que tu culo me pertenece.El Prncipe lo ordena.

    Thu, la secuaz vietnamita de Kline, permaneca bajo el quicio dela puerta, con su escopeta entre las manos. Por el momento parecacontentarse simplemente con observar, pero sin ninguna dudaestara dispuesta a echar una mano a Kline si ste llegaba anecesitar ayuda contra el Ventrue.

    --Marchaos ahora mismo y quiz olvide esta intrusin -dijoOwain.

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    Kline inclin ligeramente la cabeza a un lado.--Ya empezamos...--Marchaos ahora mismo y quiz olvide esta intrusin -repiti

    Owain.--Eh... -Kline se rasc la barbilla-. Pens que diras eso -ri entre

    dientes por unos momentos, y entonces se entreg a una furiosacarcajada. Thu pareca compartir su buen humor-. Perfecto -dijoKline-. Coge tu arma, pijito.

    --Este es el ltimo aviso -dijo Owain.El buen humor de Kline pareci remitir. Su burlona sonrisa se

    troc por un gruido. Con asombrosa velocidad, blandi el hacha porencima de su cabeza.

    Owain alarg el brazo y tom la espada justo en el momento enque el hacha caa en el escritorio... sobre la pistola. Si Owain hubiera

    tratado de alcanzar aquella arma, habra perdido una mano, y quizalgo ms.

    El hacha se haba incrustado en la superficie de nogal. Inclusocon su prodigiosa fuerza, Kline tuvo que esforzarse durante un parde segundos para liberarla. Owain dio una voltereta hacia atrs yaterriz de pie. No haba manera de saber si sus estmulos mentaleshaban conseguido influir en Kline, o si el pesado Brujah hubieragolpeado la pistola de todas formas. En cualquier caso, Owainestaba ahora armado, y ms que dispuesto para luchar.

    Aparentemente, Kline estaba ms interesado en conseguir surecompensa del Prncipe lo antes posible. Sonri a Owain y comenza desplazarse hacia su izquierda.

    --Est bien, Thu. Vamos a drselo.Thu pareci sumamente complacida por poder tomar parte. Dej

    escapar una risilla, amartill la escopeta y apunt a Owain. En aquelinstante, la parte alta de su crneo explot, destrozada por unimpacto desde detrs.

    Una expresin de completo asombro se asom a lo quequedaba de su cara. Incluso pudo levantar un brazo hacia su cabeza.

    Pero antes de que la alcanzara, se desplom sobre el suelo.Kendall, con el mgnum del .45 todava humeante, entr en la

    habitacin. Recuper la escopeta del suelo y la apuntinmediatamente hacia Kline.

    ste, inesperadamente solo, lanzaba miradas alternativas aKendall y Owain. Owain casi poda notar los engranajes movindoseen el interior de su mente, intentando determinar si podra lanzar su

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    hacha a Kendall -de aquella misma manera haba asesinado a lasirena-, esquivar la mayor parte de un disparo de escopeta y hacersecon un arma lo suficientemente deprisa como para enfrentarse conOwain. Probablemente, la habitacin era demasiado pequea comopara permitirle lanzar con garantas la enorme hacha, pero la cosaera cuanto menos cuestionable. Owain levant una mano haciaKendall.

    --Seorita Jackson, yo me encargar personalmente de esteduelo. Muchas gracias -dijo.

    Kline pareci incluso ms sorprendido que Kendall. Ella asinti yabandon la habitacin, de manera que los combatientes tuvieranms espacio. Kline sonri, complacido con esta inesperada ventaja.Hizo una reverencia.

    --Bien... muchas gracias, su Seora Ventrue. Slo tendr que

    mataros de uno en uno. -Se quit la alargada chaqueta y la dej caersobre el suelo.

    Owain no perdi el tiempo con bravatas e insultos. Se limit aaproximarse al Brujah, que era casi treinta centmetros ms alto quel. Inmediatamente, Kline volte su hacha, y lanz un golpe.

    Hbilmente, Owain esquiv la estocada y lanz un tajo hacia ellado derecho de Kline, que estaba expuesto. El acero bes la carne.No haba sido un golpe definitivo, pero Owain recuper su espadadecorada con la primera sangre.

    Kline no grit. En realidad, ni siquiera prest atencin alpequeo corte, aunque sangraba copiosamente. Observando aOwain con ms cautela, el Brujah apart con sendas patadas dossillas que se interponan en su camino. Ahora, el escritorio era elnico obstculo que quedaba entre los dos. La mesa sobre la quedescansaba el tablero de ajedrez yaca arrojada en un hueco de lapared.

    Lentamente, ambos oponentes comenzaron a girar el uno frenteal otro. Kline hizo una finta y esper, mientras Owain amagaba unaesquiva. De nuevo Kline volvi a fintar, y entonces s golpe. Owain

    esquiv la acometida y abri una segunda raja, justo debajo de laprimera. Esta vez s que gru Kline, pero ms por frustracin y rabiaque por verdadero dolor.

    Con cada golpe la confianza de Owain iba en aumento. Habanpasado ms de cien aos desde su ltimo duelo pero, hasta elmomento, estaba satisfecho de su rendimiento. No obstante, eraconsciente de que aquellas pequeas e irritantes heridas,

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    semejantes a picaduras de mosquito, no acabaran con Kline.Sin mediar aviso, Kline volvi a blandir su hacha y golpe. Una

    vez ms Owain eludi el golpe, y el hacha pas sin hacer dao juntoa su rostro. Pero de alguna manera, en el ltimo segundo, Klineconsigui desviar la direccin de su embestida. El hacha vari sutrayectoria y fue a clavarse a un lado de la pantorrilla de Owain, justopor debajo de la rodilla.

    Un dolor inesperado embarg la mitad derecha del cuerpo deOwain. Su pierna se comb. El hacha fue liberada. Kline la levantbruscamente en el aire, dispuesto a golpear de nuevo.

    Con slo la fuerza de su pierna izquierda, Owain se arroj sobreel escritorio. Necesitaba espacio para maniobrar o, de otra manera,el coloso lo acorralara, lo agotara y acabara con l.

    Kline reaccion con rapidez y lanz un golpe en la direccin del

    cuerpo en movimiento. Owain patin sobre el escritorio mientras elhacha se desplomaba sobre l. La cabeza volvi a morderprofundamente el oscuro y slido nogal y Owain se estrell contra elsuelo, en la esquina. Consumi un precioso segundo examinando supierna. La herida era profunda y dolorosa, y derramaba muchasangre, pero cuando se levant, volva a sostener el peso de sucuerpo.

    Kline haba liberado su hacha del escritorio y cargaba en lnearecta contra Owain. Este hizo un requiebro a la izquierda, luego otro

    a la derecha y por fin otro a la izquierda. El golpe de Kline cay a laderecha. El hacha fall y destroz el suelo de parqu en vez de lacarne de Owain.

    Kline, impulsado por la fuerza imprimida a la carga, no pudodetenerse, resbal en el charco de sangre derramada y fue a chocarcon la fuerza de un mercancas contra su rival, mientras ste lanzabauna estocada con todas sus fuerzas.

    El terrible impacto del Brujah hizo doblarse la cabeza de Owainhacia atrs y le arranc la espada de la mano. Kline, impulsadotodava por la fuerza de la carga, resbalando, empuj el cuerpo de

    Owain contra la pared, aplastndolo. La pared se agriet. Los huesosse partieron. Unas luces comenzaron a danzar frente a los ojos delVentrue. Por un momento slo hubo oscuridad. Owain parpade yabri los ojos. Kline se pona trabajosamente en pie. Clavada en ellado derecho de su poderoso cuello, estaba la espada de Owain. Lapunta de la hoja sobresala de la parte baja de la espalda. Laempuadura y el pomo por delante, junto a la cabeza. Virtualmente le

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    haba atravesado la columna.Kline aull de dolor. Agit los brazos frenticamente mientras

    con la mano izquierda trataba de interrumpir el furioso chorro desangre que brotaba de su cuello. Trat de aferrar la espada, pero eldolor lo enloqueca, impidiendo que se liberara. La hoja cortprofundamente sus dedos mientras se cerraban sobre ella.

    Owain, baado por el constante flujo de la sangre del Brujah,trat de ponerse en pie. Estaba atontado. Trat de alargar una manohacia su propia y herida pierna, pero el movimiento provoc unterrible acceso de dolor en su hombro izquierdo. El brazo pendainerte de su cuerpo en un ngulo inaudito. Un pequeo y afiladohueso sobresala de su ensangrentada camisa. Sorprendido por elrepentino y creciente dolor, se dej caer, apoyndose sobre ladestrozada pared.

    Kline continuaba vociferando, consumido por una agonainsoportable. Aferr la espada con tanta rabia que la hoja cercen laprimera falange de su dedo anular, que cay rebotando al suelo. Subrazo derecho se agitaba salvajemente mientras se tambaleaba ytrataba de mantener el equilibrio.

    A travs de una niebla de sangre y dolor, Owain repar en elhacha, tirada junto a la profunda mella que acababa de abrir en elsuelo de madera. Alarg su brazo sano y la sujet por el mango.Kline, ocupado por la espada alojada en su cuello, no ofreca

    resistencia alguna.Owain golpe, pero el arma resultaba demasiado pesada paraun solo brazo y el golpe se desvi. El hacha se clav en el costadode Kline, justo bajo su brazo izquierdo, pero no tan profundamentecomo para causar gran dao.

    En cambio, logr atraer su atencin, y aliment an ms la furiaque el dolor le provocaba.

    Por un instante, Kline olvid la espada, o al menos la ignor.Arrojndose sobre l, sujet a Owain por el cuello con ambas manosy lo levant en vilo.

    El tiempo pareci congelarse para Owain mientras su cuerpo eraizado por los aires, pero casi inmediatamente cay de cabeza sobreel escritorio. El agudo dolor volvi a convocar las luces frente a susojos. Su hombro y brazo izquierdos parecieron de pronto volversemudos, como si le hubieran sido cortados y ya no formasen parte desu cuerpo.

    Kline se desplom sobre l. La sangre todava brotaba del cuello

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    del Brujah, pero ya no con tanta fuerza. Su fortaleza se estabadisipando, pero estaba lejos de desaparecer por completo.

    Apretando el cuello de Owain an con ms fuerza, comenz aretorcerlo hacia la izquierda.

    Inmovilizado bajo el inmenso peso de su contrincante, Owain nopoda ni siquiera apoyar el hombro contra el escritorio en busca desoporte. Sus vrtebras y los msculos del cuello estaban a punto deromperse.

    Levant la mano derecha y la puso sobre el ojo de Kline. Unagarra formada a toda prisa comenz a excavar la carne, haciendoestallar el globo ocular. Con un gruido salvaje, Kline mordifuriosamente la mueca izquierda de Owain. ste apartrpidamente su mano, dejando trozos de piel y tejido entre loscolmillos de Kline.

    Owain sinti que algo estallaba en su cuello. Kline retorci lacabeza de su vctima con renovado vigor.

    Lanzando frenticas miradas en torno a s en busca de algo quepudiera servirle de ayuda, Owain repar en algo sobre el escritorioque se le clavaba en la espalda. La lmpara del escritorio? No. Sinduda habra cado antes de la mesa. Frenticamente desliz susdedos cubiertos de sangre hacia su espalda y sinti lasdesmenuzadas pginas de un libro...

    Apart la mano. Ms a la derecha... y, ah, por fin, sinti el fro y

    slido contacto del revlver.Agarrndolo con fuerza, lo sac de detrs de su espalda. Con lacabeza girada en la direccin opuesta, apenas poda ver lo queestaba haciendo. Trat de presionar el can contra la sien de Kline,rezando por no dispararse a s mismo.

    Apret el gatillo.La detonacin a tan corta distancia result ensordecedora.

    Volvi a apretar el gatillo. Otro disparo.La presin contra el cuello de Owain ces. Kline se desliz a lo

    largo del escritorio y cay con estrpito sobre el suelo.

    Owain saba que necesitaba levantarse, asegurarse de que lalucha haba terminado, de que no haba manera en que Kline pudiera

    jams recuperarse aunque tuviera a su disposicin toda la sangre delmundo. Pero all, derrumbado sobre el escritorio, careca de la fuerzade voluntad necesaria para ordenar a su vapuleado cuerpo que semoviese.

    A pesar del agudo zumbido que los disparos haban provocado

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    en sus odos, Owain pudo or unos pasos acercndoseapresuradamente. Gracias al Cielo, eran los pasos familiares deKendall Jackson. Ella se detuvo junto al cuerpo de Kline, y luegopos delicadamente una mano sobre el hombro sano de Owain.

    --Casi se dispara a s mismo, seor.Dolorosamente, Owain volvi su rostro hacia el de ella.

    Prcticamente haba olvidado su presencia. Haba estado all todo eltiempo, presenciando el duelo sin intervenir, de acuerdo a susinstrucciones.

    --La prxima vez no hace falta que seas tan condenadamenteobediente -musit. Seal con gesto dbil el cadver de Kline-.

    Asegrate.Kendall comprendi. Se apart de Owain. El rugido de su

    escopeta puso en ridculo la detonacin del revolver.

    --Si el Prncipe aprob esto -seal al suelo-, es posible quehaya otros.

    Owain suspir. Paz. Aislamiento. Eso era todo lo que habaquerido. Acunar sus odios en privado durante una o dos dcadas. Envez de eso, regresaba a su casa y encontraba su refugio violado, sussirvientes mutilados y asesinados y, por fin, l mismo atacado yreducido a una sanguinolenta pulpa.

    --Necesita ayuda para ponerse en pie? -pregunt Kendall.--Mi hombro. Tienes que volver a encajrmelo.

    Una vez ms, Kendall se mostr sumamente eficiente en sutarea. Deposit la escopeta sobre el suelo y dio una vuelta alrededordel escritorio.

    --Aqu.Introdujo un esponjoso rollo de tela en la boca de Owain. Sin

    ms demora, coloc su brazo recto, en ngulo con respecto alcuerpo, lo que provoc un dolor considerable a Owain. Peroinsignificante en comparacin con la agona que lo atraves cuandoella tir con fuerza del brazo hacia arriba.

    Owain mordi furiosamente el material que haba entre sus

    dientes. La tela tambin sirvi para amortiguar un tanto el aullido dedolor que brot de su garganta.

    --No -dijo ella-. Una vez ms.El dolor volvi a recorrer como un relmpago el costado

    izquierdo de Owain, pero instantneamente disminuy cuando elbrazo volvi a colocarse en su articulacin. Owain yaca sobre elescritorio, jadeante, pensativo, tratando de vencer al dolor.

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    --La clavcula tambin est rota -dijo Kendall-. Una fracturamltiple. Puede curarse con sangre?

    Owain logr hacer un gesto afirmativo y escupi el rollo de telade su boca.

    --S. Una vez que el hueso est en su sitio, s.Se le antojaba que su cuerpo estaba contusionado y lacerado de

    un extremo a otro. Apoy su cabeza contra el escritorio, y volvi acerrar los ojos. Quera descansar; quera sangre para curar susheridas, al menos las fsicas. Pero Kendall estaba en lo cierto. Si elPrncipe Benison haba ordenado est ataque, bien poda haberotros asaltantes en camino. Pero esta Certeza ni siquiera supona unprincipio de respuesta a la pregunta que tan profundamente lointrigaba: Porqu? Por qu habra enviado Benison a Kline y suarpa detrs de l?

    El Sabbat? Se pregunt Owain. Habra el Prncipe logradodescubrir sus conexiones (antiguas conexiones) de alguna manera?No sera una gran irona, medit Owain, el que sus vnculos con elSabbat fueran puestos al descubierto precisamente ahora que habaconseguido por fin cortarlos? Poda ser que, algunas semanas atrs,alguien hubiera reconocido a Miguel en Atlanta. O que Carlos nohubiera perdido un minuto en extender los rumores acerca de loocurrido en Toledo. Pero esto ltimo resultaba dudoso. Carlos, lomismo que Owain, preferira probablemente que el asunto fuera

    olvidado lo ms rpida y discretamente posible.El inesperado giro de los acontecimientos haba confundido aOwain, pero no haba tiempo para pararse a considerar losnumerosos interrogantes. Kendall y l deban marcharse lo antesposible. Mientras l reflexionaba, ella haba estado vendando sub