La maravilla compartida del cine

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TED: La maravilla compartida del cine Proxecto Máscaras, octubre 2012 Página 1 de 7 La maravilla compartida del cine TED Beeban Kidron 1. Anotaciones ¿Pero dónde, en nuestro mundo cada vez más fragmentado y secular, ofrecemos una experiencia de comunidad, no mediada por nuestro consumismo vertiginoso? ¿Y qué narrativa, que historia, que identidad o código ético les estamos impartiendo a nuestros jóvenes? Sus actores cuentan historias que cruzan fronteras nacionales, en tantos idiomas, géneros y filosofías como uno pueda imaginarse Cada vez más se nos ofrece un régimen en el cual reina la sensación y no la historia. Aquello que era común entre nosotros hace 40 años, el contar historias entre generaciones, es ahora escaso ¿Qué futuro puede construir un joven con tan poco conocimiento del lugar de donde viene y con tan pocos relatos de lo que es posible? FILMCLUB La organización Filmclub , creada en 2006, exhibe películas semanales en escuelas, seguidas de debates. En los primeros 9 meses pusimos en funcionamiento 25 clubs de cine en el Reino Unido, con grupos de chicos entre 5 y 18 años que veían una película sin interrupciones durante 90 minutos. Las películas se organizaban y se les daba contexto. Pero la elección era de ellos y nuestra audiencia evolucionó rápidamente para elegir entre el régimen más rico y variado que pudiéramos ofrecer. El resultado fue inmediato. Fue una educación de la más profunda y transformadora.

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La maravilla compartida del cineTED Beeban Kidron

1. Anotaciones

¿Pero dónde, en nuestro mundo cada vez más fragmentado y secular, ofrecemosuna experiencia de comunidad, no mediada por nuestro consumismovertiginoso?

¿Y qué narrativa, que historia, que identidad o código ético les estamosimpartiendo a nuestros jóvenes?

Sus actores cuentan historias que cruzan fronteras nacionales, en tantosidiomas, géneros y filosofías como uno pueda imaginarse

Cada vez más se nos ofrece un régimen en el cual reina la sensación y no lahistoria. Aquello que era común entre nosotros hace 40 años, el contar historiasentre generaciones, es ahora escaso

¿Qué futuro puede construir un joven con tan poco conocimiento del lugarde donde viene y con tan pocos relatos de lo que es posible?

FILMCLUBLa organización Filmclub, creada en 2006, exhibe películas semanales en escuelas,seguidas de debates. En los primeros 9 meses pusimos en funcionamiento 25 clubs de cine en el Reino

Unido, con grupos de chicos entre 5 y 18 años que veían una película sininterrupciones durante 90 minutos.

Las películas se organizaban y se les daba contexto. Pero la elección era de ellosy nuestra audiencia evolucionó rápidamente para elegir entre el régimen másrico y variado que pudiéramos ofrecer.

El resultado fue inmediato. Fue una educación de la más profunda ytransformadora.

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En grupos tan grandes como de 150 o tan pequeños como de 3 miembros, estosjóvenes descubrieron nuevos lugares, nuevos pensamientos, nuevasperspectivas. Al concluir el proyecto piloto, contábamos con los nombres demiles de escuelas que deseaban participar.

Jóvenes reflexivos, críticos y curiosos no les preocupó abordar películas decualquier clase y tampoco les preocupó escribir reseñas detalladas.

Seis mil reseñas por semana escolar competían por el honor de ser la reseña dela semana.

Pasamos de 25 clubes a cientos y luego miles hasta llegar a tener cerca de250.000 chicos en 7000 clubes en todo el país.

La experiencia de discusión crítica y curiosa traducida a la vida. Algunos denuestros chicos empezaron a conversar con sus padres, otros con maestros ycon amigos. Y aquellos sin amigos empezaron hacer amistades.

Las películas dieron la idea de comunidad en todo tipo de división. Y lashistorias que vieron, ofrecieron una experiencia compartida.

Una oleada de preguntas salieron de las bocas de los chicos que el mundopensaba que no estaban interesados. Y ellos mismos tampoco sabían que lesimportaba. Mientras escribían y discutían, en lugar de ver las películas comomera ficción, comenzaron a verse a ellos mismos.

Supusimos que el cine cuyas historias son un punto de reunión del drama, lamúsica, la literatura y la experiencia humana, acogerían e inspirarían a losjóvenes a que participaran en FIMCLUB. Lo que no nos imaginábamos eran lasnotables mejoras en el comportamiento, confianza y logros académicos.

Los estudiantes, reacios de antes, ahora corren a la escuela, hablan con susprofesores, pelean, no en el patio de la escuela, sino para elegir la próximapelícula de la semana, jóvenes que se han autodefinido, tiene ambición y apetitopor una educación y un compromiso social, a partir de las historias de las quehan sido testigos.

Nuestros participantes desafían la descripción binaria de cómo describimos confrecuencia a nuestros jóvenes. No son salvajes ni están ensimismados de

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manera miope. Son como otra gente que negocia en un mundo con infinidad deopciones, pero con poca cultura para encontrar una experiencia significativa.

Nos sorprendemos de los comportamientos de aquellos que se definen a simismos por las cosas que tienen aunque hemos ofrecido la narrativa comoconocimiento.

Si queremos valores diferentes, tenemos que contar otra historia, unahistoria que entienda que la narrativa de un individuo es un componenteesencial de la identidad de una persona. Que una narrativa colectiva, esun componente esencial de una identidad cultural, y que sin esta, esimposible imaginarse uno mismo como parte de un grupo.

2. Transcripción completa

La evidencia indica que los seres humanos de todas las edades y de todaslas culturas crean su identidad a partir de algún tipo de narrativa. Demadre a hija, de predicador a oyente, de maestro a alumno, de narrador aaudiencia. Ya sea a través del arte rupestre o de los últimos medios deInternet, los seres humanos siempre han relatado sus historias y verdadespor medio de la parábola o la fábula. Somos narradores obstinados.

¿Pero dónde, en nuestro mundo cada vez más fragmentado y secular,ofrecemos una experiencia de comunidad, no mediada por nuestroconsumismo vertiginoso? ¿Y qué narrativa, qué historia, qué identidad ocódigo ético les estamos impartiendo a nuestros jóvenes?

Podría decirse que el cine es la forma de arte de mayor influencia en elsiglo XX. Sus actores cuentan historias que cruzan fronteras nacionales, entantos idiomas, géneros y filosofías como uno pueda imaginarse. Sin duda,es difícil encontrar una temática que una película no haya abordado.Durante la última década hemos visto una enorme integración de losmedios de comunicación mundiales, ahora dominados por una culturataquillera de Hollywood. Cada vez más se nos ofrece un régimen en el cualreina la sensación y no la historia. Aquello que era común entre nosotroshace 40 años, el contar historias entre generaciones, es ahora escaso.Como directora de cine, me preocupa. Como ser humano, me producemiedo. ¿Qué futuro puede construir un joven con tan poco conocimiento dellugar de donde viene y con tan pocos relatos de lo que es posible? La ironía

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es evidente; el acceso a la tecnología nunca ha sido mayor y el acceso a lacultura nunca ha sido tan endeble.

Así fue que en el año 2006 creamos FILMCLUB, una organización queexhibe películas semanales en escuelas, seguidas de debates. Si pudiéramosincursionar en los anales de 100 años de cine, quizá podríamos construiruna narrativa que nos mostrara un significado al mundo fragmentado yagitado de los jóvenes. Con el acceso a la tecnología, incluso una escuelaen un pequeño pueblo rural podría proyectar un DVD en una pizarrablanca.

En los primeros nueve meses, pusimos en funcionamiento 25 clubs de cineen el Reino Unido, con grupos de chicos de entre 5 y 18 años que veían unapelícula sin interrupciones durante 90 minutos. Las películas seorganizaban y se les daba contexto. Pero la elección era de ellos y nuestraaudiencia evolucionó rápidamente para elegir entre el régimen más rico yvariado que pudiéramos ofrecer. El resultado fue inmediato. Fue unaeducación de la más profunda y transformadora. En grupos tan grandescomo de 150 o tan pequeños como de 3 miembros, estos jóvenesdescubrieron nuevos lugares, nuevos pensamientos, nuevas perspectivas. Alconcluir el proyecto piloto, contábamos con los nombres de miles deescuelas que deseaban participar.

La película que cambió mi vida es una de 1951 de Vittorio De Sica,«Milagro en Milán». Es una observación notable sobre los tugurios, lapobreza y la aspiración. Vi esta película con motivo del cumpleaños número50 de mi padre. La tecnología en ese entonces exigía contratar un teatro,buscar y pagar por la copia y por el proyeccionista. Pero para mi padre, laimportancia de la visión tanto emocional como artística de De Sica era talque quiso celebrar su medio siglo de vida con sus 3 hijos adolescentes y 30de sus amigos, «con el fin», dijo, «de pasar el bastón del interés y laesperanza a la próxima generación».

En la última escena de «Milagro en Milán», los habitantes de los tuguriosflotan rumbo al cielo en escobas voladoras. Sesenta años después de que sefilmó la película y 30 años después de haberla visto, veo las caras de losniños elevarse con asombro, su incredulidad semejando la mía. Y lavelocidad con la que relacionan esta con «¿Quién quiere ser millonario?»(Slumdog Millionaire) o con las favelas de Río es prueba del carácterimperecedero.

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En una temporada del FILMCLUB sobre democracia y gobierno, exhibimos«El Señor Smith va a Washington». Esta película, hecha en 1939, es másvieja que la mayoría de los abuelos de nuestros miembros del club. Elclásico de Frank Capra valora la independencia y la propiedad. Muestracómo hacer lo correcto, cómo ser torpe de manera heroica. Es también laexpresión de la fe en la maquinaria política como mecanismo de honor.

Luego de que «El Sr. Smith» se convirtiera en un clásico del FILMCLUBhubo una semana de filibusterismo en la Cámara de los Lores todas lasnoches. Y fue muy grato descubrir que la gente joven de todo el paísexplicaba con autoridad qué significaba el filibusterismo y porqué los Lorespodían desafiar su tiempo de sueño por cuestión de principio. Después detodo, Jimmy Stewart practicó el filibusterismo por dos rollos completos.

Cuando elegimos «Hotel Ruanda», ellos indagaron en la clase más cruel degenocidio. Causó llanto tanto como preguntas tajantes sobre las fuerzas demantenimiento de paz, sin armas, y el doble juego de la sociedad occidentalque entabló peleas éticas con la idea de bienes en mente. Y cuando «La listade Schindler» les exigió que no olviden nunca, un chico, con todo el doloren la consciencia, señaló: «Ya lo olvidamos, sino de qué otra manerahabría pasado lo de ‘Hotel Ruanda’?»

A medida que veían más películas, sus vidas se enriquecían. «El carterista»inició una discusión sobre la marginalización del delito. «Al maestro, concariño» encendió a la audiencia adolescente. Celebraron el cambio deactitud hacia los británicos no blancos, pero criticaron nuestro impacientesistema escolar que no valora la identidad colectiva como sí lo hizo lacuidadosa tutela de Sidney Poitier.

En ese momento, a estos jóvenes, reflexivos, críticos y curiosos no lespreocupó abordar películas de cualquier clase: En blanco y negro, consubtítulos, documentales, cine no narrativo, de fantasía. Y tampoco lespreocupó escribir reseñas detalladas que competían por favorecer unapelícula en vez de otra en una prosa cada vez más vehemente y elegante.Seis mil reseñas por semana escolar competían por el honor de ser lareseña de la semana.

Pasamos de 25 clubes a cientos y luego miles hasta llegar a tener cerca de250.000 chicos en 7000 clubes en todo el país. Y aunque las cifras fueron ycontinúan siendo extraordinarias, lo que fue todavía más extraordinario fuela experiencia de discusión crítica y curiosa traducida a la vida. Algunos de

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nuestros chicos empezaron a conversar con sus padres, otros con maestros,o con sus amigos. Y aquellos sin amigos empezaron a hacer amistades.

Las películas dieron la idea de comunidad en todo tipo de división. Y lashistorias que vieron, ofrecieron una experiencia compartida. «Persépolis»unió más a una hija con su madre iraní y «Tiburón» fue la forma en que unchico pudo articular el miedo que habría experimentado en su huida de laviolencia que acabó con la vida de su padre y luego de su madre, quien fuelanzada por la borda en un viaje en barco.

¿Quién tenía la razón, quién no? ¿Qué harían ellos en las mismascircunstancias? ¿Se contó bien la historia? ¿Hubo un mensaje oculto?¿Cómo ha cambiado el mundo? ¿Cómo podría ser diferente? Una oleadade preguntas salieron de las bocas de los chicos que el mundo pensaba queno estaban interesados. Y ellos mismos tampoco sabían que les importaba.Mientras escribían y discutían, en lugar de ver las películas como meraficción, comenzaron a verse a ellos mismos.

Tengo una tía que es excelente narradora de historias. En un momento, ellapuede evocar imágenes de sus carreras descalza en la Montaña de la Mesa,jugando a policías y ladrones. Hace poco, ella me contó que en 1948, dosde sus hermanas y mi padre viajaron en barco a Israel sin mis abuelos.Cuando los marineros se amotinaron para solicitar condiciones dignas,fueron estas jovencitas quienes alimentaron a la tripulación. Cuando mipadre murió yo tenía más de 40 años. Él nunca mencionó ese viaje.

La madre de mi madre salió de Europa de prisa, sin su esposo, pero con suhija de 3 años y diamantes cosidos en el ruedo de su falda. Luego de dosaños de estar escondido, mi abuelo apareció en Londres. Nunca más volvióa estar bien. Y callaron su historia a medida que él se integraba.

Mi historia comenzó en Inglaterra con un borrón y cuenta nueva y elsilencio de padres inmigrantes. Tuve «Ana Frank», «El gran escape»,«Shoah», «El triunfo de la voluntad». Fue Leni Riefenstahl con su elegantepropaganda nazi quien dio contexto a lo que mi familia tuvo que soportar.Estas películas contenían lo que era muy doloroso de decir en voz alta yfueron más útiles para mí que los susurros de los sobrevivientes y elocasional vistazo a un tatuaje en la muñeca de una tía soltera.

Los puristas pueden pensar que la ficción disipa la búsqueda de unentendimiento realmente humano, que el cine es muy burdo como pararelatar una historia compleja y detallada o que los directores de cine ponensiempre el drama por sobre la verdad. Pero en los carretes está el propósito

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y el significado. Como decía una niña de 12 años luego de ver «El mago deOz», «Todas las personas deben ver esto, porque si no lo hacen puede queno sepan que también tienen corazón».

Respetamos la lectura, ¿por qué no respetar también el cine con la mismapasión? Pensemos que el «Ciudadano Kane» es tan valioso como JaneAusten. Acordemos que «Los dueños de la calle» tanto como Tennyson,ofrecen un panorama emocional y un entendimiento intensificado quefuncionan juntos. Cada pieza de arte de antología es un ladrillo en el murode lo que somos. Y está bien si recordamos mejor a Tom Hanks que alastronauta Jim Lovell o tenemos la imagen de Ben Kingsley superpuesta ala de Gandhi. Y Eve Harrington, Howard Beale, Mildred Pierce, aunque noson reales, nos ofrecen la oportunidad de descubrir lo que significa serhumano y no es menos útil que comprender nuestra vida y nuestro tiempocomo Shakespeare al iluminar el mundo de la Inglaterra isabelina.

Supusimos que el cine cuyas historias son un punto de reunión del drama,la música, la literatura y la experiencia humana, acogerían e inspirarían alos jóvenes a que participaran en FILMCLUB. Lo que no nosimaginábamos eran las notables mejoras en el comportamiento, confianza ylogros académicos. Los estudiantes, reacios de antes, ahora corren a laescuela, hablan con sus profesores, pelean, no en el patio de la escuela,sino para elegir la próxima película de la semana, jóvenes que se hanautodefinido, tienen ambición y apetito por una educación y un compromisosocial, a partir de las historias de las que han sido testigos.

Nuestros participantes desafían la descripción binaria de cómo describimoscon frecuencia a nuestros jóvenes. No son salvajes ni están ensimismadosde manera miope. Son como otra gente joven que negocia en un mundo coninfinidad de opciones, pero con poca cultura para encontrar unaexperiencia significativa. Nos sorprendemos de los comportamientos deaquellos que se definen a sí mismos por las cosas que tienen, aunque hemosofrecido la narrativa como conocimiento.

Si queremos valores diferentes, tenemos que contar otra historia, unahistoria que entienda que la narrativa de un individuo es un componenteesencial de la identidad de una persona, que una narrativa colectiva, es uncomponente esencial de una identidad cultural, y que sin esta, es imposibleimaginarse uno mismo como parte de un grupo. Porque cuando estaspersonas regresan a casa después de ver «La ventana indiscreta» ylevantan la mirada al edificio de al lado, tienen las herramientas paraadivinar quiénes, aparte de ellos, están ahí afuera y cuál es su historia.