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La matanza del chino

Miguel QUILES ANDREO (1944-1996)Adaptación: Juan José Quiles Martínez

EL SACRIFICIO DEL CHINO

Unos días antes de la fecha programada o convenida para el sacrificio del cerdo, se ha-cen los preparativos: comprar especias, limpiar las cañas, (lugar donde se colgaban los embutidos para su oreo), recipientes necesarios, (lebrillos, barreños, artesa,…) plantas aromáticas (hinojo, tomillo) para el lavado de las tripas; cocer y triturar la cebolla, con la cual se elaborará la morcilla.

El sacrificio del cerdo o cerdos (que en nuestra zona se le llama “chino”), se hace por la mañana temprano, una vez reunidos los miembros de la familia (hombres y mujeres). Se solía echar a suertes para elegir a la persona que debía matar el chino, entre los hombres asistentes (hijos, yernos, etc) que fueran matarifes.

La barja es una mochila de pleita, a veces de colores, donde el matarife lleva todas sus herramientas para realizar toda la operación que lleva consigo su trabajo, (degolla-miento, pelado, lavado, abrirlo y despedazar las piezas, jamones, brazuelos o paletillas etc.) Estas herramientas son: cuchillos, ganchos, asperones, navajas barberas, navaja de gancho, hacha, etc.

La matanza del chino era en antaño una tradición de suma importancia para la economía de una casa. Hoy ha pasado a segundo plano, pero aún se conserva en algunos medios rurales: todavía realizan la cría y engorde del cerdo de forma tradicional. En ciertos lugares se mantiene la crianza doméstica, que representa una alimentación más natural y ecológica del cerdo; y su periodo dura de ocho a diez meses. Se compraba el chino en la primavera y la matanza se hacía en diciembre o enero. Las familias de las zonas rurales, generalmente, criaban uno o dos cerdos, aseguran-do así su abastecimiento de carne a lo largo de todo el año.

Una matanza de comienzos del s. XX en la zona de Topares (Gentileza de Pedro Ponce).

Todas las fotos que ilustran el pre-sente trabajo, excepto dos de ellas, nos han sido facilitadas por Juan José Quiles Martínez.

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Una vez realizado el sorteo, el matarife deposita sobre el lebrillo el cuchillo con el cual ha de realizar la suerte del degollamiento del animal. El cerdo se sube sobre una mesa, fuerte, atado con una cuerda o soga sobre la pata derecha delantera, quedando recostado sobre los remos derechos. La soga o cuerda es amarrada sobre la pata de la mesa y la restante se pasa por debajo de la mencionada mesa; amarrando después la mano izquierda, quedando así el cerdo centrado y dispuesto para su sacrificio. El matarife tiene cogido el hocico con la mano izquierda y preparado para realizar su suerte con la mano derecha, pues ésta debe de ser rápida para que el animal sufra lo menos posible. El buen matarife no debe de untar el cuchillo de sangre y hacerlo con la máxima rapidez. Los comentarios vienen después entre todos los asistentes una vez realizada dicha suerte, pues unas veces sale bien y otras también se equivocan y tienen que volver a repetirlo, pero siempre entre los asistentes suele haber críticas cariñosas al trabajo realizado.

A continuación se le quitaban los pelos, antiguamente, con agua o esparto, actualmente, con una lamparilla de butano, etc. Después se lavaba bien quitándole toda la suciedad con unos asperones que son piedras rugosas, quedando blanquísimo y muy limpio. Si quedara algún pelo se utilizaba la navaja barbera para su afeitado.

Lo siguiente sería sacarle la parte trasera y, después, los tendones de Aquiles para que sirvan de fuerza a la hora de engancharlo al techo con unas cuerdas y un camal de ma-dera o metálico. Una vez realizado esto, se coloca en la habitación donde se disponga de un gancho para estos menesteres. La siguiente operación sería abrirlo y, poco a poco, sacar las partes necesarias para la realización de de comidas programadas para ese día o también para realizar algunos embutidos, como la morcilla.

Una vez extraídos los intestinos del cerdo, las mujeres quitan las mantecas para su lavado y dejarlas en perfecto estado para utilizar posteriormente todos los embutidos. Extraídos los lomos y solomillos, despegándolos del cerdo, se le coloca una caña en sentido horizontal quedando completamente abierto y descansando sobre ésta todas las piezas, facilitando así su oreo para poder despedazarlo a la mañana siguiente.

Muy temprano, al siguiente día, el matarife acude a la casa donde se realiza la matanza y procede a descuartizar el cerdo. Cada casa tiene unas costumbres a la hora de dejar o quitar más o menos las diferentes partes del mismo. La primera consiste en extraer los lomos, solomillos, costillas, etc. Utilizándose cada uno de ellos para elaborar los diferentes embutidos. Después se preparan las paletillas, brazuelos o perniles; luego, los jamones y las mantas entrevistadillas de jamón y tocino.

El lavado de los intestinos o tripas del cerdo y ternera es un trabajo muy delicado y requiere mucha limpieza de las mismas, ya que portarán en su interior los embuti-dos elaborados, utilizando agua en cantidad y un salimoje compuesto por limones, naranjas agrias, vinagre, harina, sal, tomates verdes, etc. Una vez realizada esta operación, se preparan algunos condimentos, como es la limpieza del orégano, mata la uva, etc.

PREPARACIÓN DE EMBUTIDOS

La morcilla. Se utiliza la cebolla cocida y picada con la máquina de la matanza del día anterior y bien escurrido de agua. Hay costumbre de echarles arroz o moya de pan. Todo se deposita sobre un barreño grande o una artesa. El aliño de la misma consta de arroz cocido, migas de pan, grasa de cerdo, sangre del mismo, pimienta, clavo, canela, piñones, orégano, pimientos dulces y picantes molidos a gusto y sal. Una vez bien ama-sada y preparada en una pequeña sartén, se procede a su cata, calentando un poco de ésta y degustando entre todos los asistentes y, una vez dado el visto bueno, se procede a llenarla, operación que se realiza con la llenadora. Después se amarran las mismas en porciones, se pinchan con un alfiler para que pierdan el viento que puedan acumular y se depositan en una caldera de agua hirviendo, dejándolas cocer por espacio de 20 o 30 minutos. Se sacan con un cucharón de palo, dejándolas enfriar y, a continuación, colgarlas en cañas en las cámaras de las casas para que se sequen.

El trabajo abarca tres aspectos básicos: las tradiciones y costum-bres que tenían lugar en torno a la matanza del cerdo (”chino”, en nuestro pueblo), la forma de elaborar los embutidos según cos-tumbres ancestrales, y, finalmente, el ambiente de reunión familiar. Mi pretensión con estos apuntes es que la “gran fiesta de la matanza” de antaño quede reflejada como lo que fue en aquellos tiempos y su forma natural de vivirla. Agradezco a todos los mayores (familiares) que me facilitaron los datos que a continuación voy a puntualizar, siendo yo partícipe de la misma desde pequeño con todo mi cariño hacia ellos.

Pesaje y pelado del chino.

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Con las carnes sobrantes de los recortes de los jamones, brazuelos o perniles y mantas se utilizan, una vez cortadas y desmenuzadas, para elaborar el tradicional chorizo, longaniza, blanquillo, salchichón, butifarra, etc.

El chorizo. Su ingrediente fundamental es la carne picada (magra y tocino) y los aliños, pimienta, canela, pimiento molido (dulce o picante), pimiento seco y cocido molido en la máquina de la matanza, vino, etc. Los ingredientes y los aliños se depositan en un recipiente grande (artesa o librillo) y, una vez bien envuelto, se procede a su cata. Dado el visto bueno por las mujeres y asistentes, se procede a su llenado con la máquina de la matanza o embudo, presionando con el dedo pulgar para introducir la masa en la tripa. Después se atan en trozos más o menos grandes, colgándolas posteriormente en las cañas en lugares que halla ventilación.

La longaniza. Sus ingredientes: carne picada, aliños de pimienta, canela, pimiento seco (cocido), molido, ajos picados, perejil, mata la uva, agua de tomillo, vinagre y sal. Se amasan bien y se pasa a llenarla y, posteriormente, a colgarlas en las cañas para que se sequen.

La butifarra. Sus ingredientes: carne cocida de los huesos y tocino, junto con un poco de sangre de cerdo, aliñada con molla de pan, pimienta, canela, mata la uva, clavo, nuez moscada, orégano, sal, etc. Su cocción es, aproximadamente, de una media hora. Posteriormente, se deja enfriar y después se cuelgan en las cámaras.

El blanquillo. Ingredientes compuestos por carne cocida (magra y tocino) y de ave (pavo, pollo), bien picada, huevos cocidos, zumo de limón, raspadura de limón, pimienta, cla-vo, sal. Cocción aproximadamente de media hora, se dejan enfriar y listas para colgar en la cámara.

El salchichón. Sus ingredientes están compuestos por carne de cerdo picada (magra), aliñada con pimienta molida o en grano, vino blanco y su sal correspondiente. Se procede al atado de las tripas dejándolas sobre la mesa varios días, siendo después colgadas en las cañas. Se consumirían a partir de los cuatro o seis meses.

Salado de las piezas. Las costumbres son muy diversas. Cada casa y familia mantiene unas tradiciones. Normalmente las piezas se envuelven en sal, dejándoles durante 23 días, siendo después colgadas en sitio que les ventile el viento para su posterior secado. Para consumirlos a los seis u ocho meses.

EL AMBIENTE FAMILIAR

Antiguamente era el acontecimiento más importante a nivel familiar, ya que se reunía todo el clan familiar para celebrar tal acontecimiento. Recuerdo a familias numerosas

Removiendo la sangre y abriendo el cerdo en canal.

Grupo de mujeres preparando los embutidos en una matanza familiar de Vélez Blanco hacia finales de los 60 o comienzos de los 70 (Gentileza de Juana Robles).

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de aquellos tiempos, por ejemplo, mis abuelos, con doce hijos, aunque de avanzada edad, mantenían estas tradiciones y costumbres, quizá con el fin primordial de reunir a todos sus hijos, yernos, nueras, nietos y biznietos, así como otros familiares, hermanos, sobrinos, etc., aprovechando para montar una gran fiesta.

El objetivo fundamental era reunir a toda la familia un día o dos al año, pues a veces, por el trabajo o la lejanía, no permitía el poder visitarse durante el año. En estas re-uniones familiares se hablaban temas en torno a la vida dura de su trabajo en aquellos tiempos: la siembra, los animales, hechos ocurridos, etc. Pero la mayor consecuencia era la reunión familiar para comer y divertirse, juntos con los padres, considerados en-tonces como verdaderos patriarcas. Este hecho social, con el paso de los años, tiende a perderse.

En aquellos reuniones se mantenían la costumbre de las comidas. En la mañana del día del sacrificio del cerdo, (antes del mismo), bien temprano, a eso de las seis y media o siete, se llegaba al cortijo y se tomaba café, torta de masa con azúcar, unos higos secos, garbanzos torrados y almendras mollares, bellotas, etc; acompañados de alguna copilla de coñac o aguardiente. La comida del primer día, diferente según costumbres, normalmente solían ser las migas, sobre las dos de la tarde, con sus respectivos tro-pezones (asadura, tocinillos, pimientos fritos, aceitunas verdes y frutas del tiempo), acompañando las mismas con un buen vino del terreno de la cosecha de ese año o de otros anteriores. Por la noche, sobre la ocho y media, se tomaba la olla de matanza; de segundo, morcilla frita, ensalada con coliflor.

Durante la comida se contaban chascarrillos o anécdotas sucedidas durante el día o ante-riormente. Al final siempre se buscaba: ¿quién termina el último? ¿quién era el más comilón? ¿quién metía el alpargate o la esparteña en la ensalada y seguía comiendo?. Terminando de broma, hasta, a veces, tiznándose los mozos con las mozas. Después, y hasta las altas horas de la noche, sigue la fiesta y la broma. Los hombres juegan a las cartas (brisca y secalló); los mozos y las mozas, bailaban las tradicionales parrandas, malagueñas, etc.; los niños intentábamos aprender estos bailes. A veces participábamos en juegos: el anillo, rueda del alpargate, al abejorro, pequeñas parodias o entremeses, donde nosotros éramos los artistas improvisados. Otras veces se contaban chirigotas, se recitaban romances, se cantaba, etc. Todo era una verdadera fiesta familiar, donde todos, tanto unos como otros, se divertían y lograban pasar una velada en verdadera fiesta familiar.

En el segundo día de matanza se seguía el ritual: al mediodía, comida de patatas fritas con tropezones (asadura, tocinillos, magra, etc) acompañados con frutas del tiempo y siempre con las aceitunas verdes aliñadas en la propia casa con hinojo, membrillo, etc.; con su rico sabor amargo. Por la noche, “arroz de matanza” con costillas de cerdo, magra, etc. A continuación, se vuelve a comer morcilla frita, el postre, fruta del tiempo (uva, naranjas). La diversión era la misma del día anterior, siempre protagonizada como una fiesta familiar.

A los padres o abuelos se les consideraban como unos verdaderos patriarcas dentro del entorno familiar, de hecho se les llamaba “padre” y “madre”, dedicándoles los mayo-res elogios, siendo el centro de toda la reunión. La despedi-da también tenía su ritual con esta frase: “Salud os de Dios para comeros todo este tocino”, y termi-naban diciendo “has-ta el próximo año, si Dios quiere”.

Diferentes faenas realizadas por las mujeres: cociendo carne, amasando y rellenado tripas.

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Restauración del romance del Carbonero

Modesto GARCÍA JIMÉNEZAntropólogo

A nadie escapa que los asuntos que tiene que ver con el domino popular de la tradición oral y toda su enorme y enmarañada periferia –los aspectos creativos, los de transmisión, interpretación o recitación, narración de hechos históricos, reificación de aspectos míticos, autoría o anonimato, dominio público, etc.-, son de por sí de naturaleza ambigua, de definición complicada. Puede hablarse de su natural cualidad de híbrido, que nace de la oscilación permanente entre lo oral y lo escrito, o que devine sencillamente del hecho de tener su existencia en los terri-torios de la memoria, de su difícil existencia siempre sometida a las posibilidades de recitación o a ubicarse en las narraciones de vocación mitológica: terrenos paralelos a la historia pero en cierta forma desinteresados por la ‘realidad’, o por eso que llamamos verdad histórica. Estos ‘asuntos’ (que es una palabra de cierta nobleza en esta tradición) tienen su propia lógica interna, de hecho, casi nunca buscan la veracidad de los hechos, porque ese no es su objetivo, sino que lo es proporcionarse un relato de dimensión mítica, no histórica.

La música y la literatura de tradición oral son los más cumplidos ejemplos de este dominio y de sus claves de transmisión e interpretación, y en nuestra Comarca lo son con una presencia esplendorosa. La forma musical de los Aguilandos, por ejemplo, de naturaleza melódica y literaria a la vez, pueden ser tomados como una condensación sublime de este campo de lo oral y popular; toda vez que carecen de ‘letras’ al uso en las canciones, y deben inter-pretarse cada vez improvisando la estrofa que se canta, añadiendo a ésta de la repentización, la habilidad musical de someterse al ritmo, al tono y al compás.

Hoy nos ocupa también un caso extraordinario, se trata de un romance, no muy antiguo –fue escrito alrededor de 1942-, pero que mantiene y reproduce todas las claves que han singularizado al extraordinario corpus del Romancero español de todos los tiempos.

Interesante plano de La Aspilla a finales del s. XVIII. Esta zona (en término de Chirivel) fue visitada por el Carbonero en varias ocasiones. Resulta sorprendente la similitud del paisaje humano y natural die-ciochesco con el actual.

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LA LEYENDA Y REALIDAD DEL PROTAGONISTA

Debemos decir antes que nada, y en aras de que se entienda cabalmente la importancia del asunto, que se produjo en una zona conocida como Campo Cisnares, en el actual término municipal de Oria, pero en cuña con los de Albox, Vélez Rubio y Chirivel (todos en la provincia de Almería). Un lugar con una más que demostrada capacidad para el arte de la literatura y de la música populares de tradición oral. El Romance en cuestión relata el periplo bandolero de una partida de maquis (huidos de la justicia militar al término de la Guerra Civil de 1936-1939) que anduvieron preferentemente en los municipios de Cúllar, Oria y, sobre todo, en Chirivel, en cuyo anejo, Contador, era residente el ‘capitán’ de la partida, Antonio el Carbonero.

Por toda la comarca, y aun diría por toda la región, se extendió desde entonces una leyenda que tenía que ver con aquellos hechos, que pasaron inmediatamente, por ello, al dominio de lo popular/legendario. Y era por cierto de un claro atractivo: la historia vertiginosa de una partida de maquis cuya versión como bandoleros era más que instintiva, y que la entroncaba con la riquísima y exuberante tradición del bandolerismo español, y por más señas, del andaluz, que disfruta como todos sabemos de esa atmósfera mágica y mítica, que a su vez tiene mucho que ver con la emancipación moderna de una sociedad largamente anclada en cadencias políticas antiguas y caciquiles. A lo que hay que añadir que la relativa inmediatez, en el tiempo, de los hechos proporcionaba desde el principio toda clase de versiones, algunas de ellas de boca de los mismos protagonistas o de gentes muy cercanas a ellos. Pero esto no es óbice, ni lo fue en su época, para que no se alimentara la dimensión mítica de los hechos. De manera que todos los relatos, incluido el Romance, aportaban una serie de matices y de giros cruzados, encaminados por su propia inercia a configurar el fenómeno en toda su dimensión legendaria.

EL APOYO DOCUMENTAL

La verdadera fecha de inflexión en toda esta historia, no obstante, no es el relato más o menos fidedigno que hi-cieran tanto coetáneos como protagonistas próximos a los hechos, o la propia aparición del romance y su trayecto eminentemente popular, oral y anónimo –aunque el romance es de autor y ésta es una de las noticias que presenta este texto- que se imbricó y se convirtió en un verdadero recurso en esta dimensión de la tradición oral, no. El auténtico vuelco vino dado muchas décadas después, justo en un momento en que nuestro país está dispuesto a la recuperación sin traumas de la memoria histórica: después del año 2000 se abren a los investigadores, y por tanto al dominio público, los archivos del Juez Togado Militar, que arrojan una luz inédita e imprescindible en miles de procesos entre los que está, como uno más, el que a nosotros nos ocupa.

Y verdaderamente fue providencial esta salida a la luz de los documentos de la Guerra y de la represión posterior. A la historia, al Romance y a la leyenda de el Carbonero vino a darle una nueva y extraordinaria perspectiva: la que resulta de poner en sintonía los documentos auténticos de la Historia, la posibilidad de objetividad documental, con todo el universo de lo popular/oral, sus relatos cuajados de mítica, sus giros literarios autóctonos, la leyenda y su dominio, las imágenes que generó y sigue generando… Ahora tendríamos la posibilidad sin precedentes de po-der contrastar lo histórico y lo popular, el documento escrito y la versión oral, los hechos y el relato mítico. Y más cuando, como en el acontecimiento que nos ocupa, se da la circunstancia –que verdaderamente no tendría adjetivo

Cortijo de La Magra en ruinas (Chirivel), otro escenario donde se refieren sucesos relacionados con la partida del Carbonero.

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con qué calificarse- de la existencia de un diario que llevaba uno de los miembros de la partida, los escalofriantes anónimos que escribieron y dibujaron los bandoleros –y no por violentos, sino por una asombrosa y desconcertante ingenuidad-, y, como es lógico, toda la literatura procesal con su carga de testimonios, declaraciones, denuncias, vistas, condenas a priori, partes, informes, etc.

Es curioso, en cierto sentido, que la ‘verdad’ histórica no ha venido a deslegitimar toda la versión popular. Es más, creo que acaba de dotarla de autonomía y sentido. Fundamentalmente, en lo que al Romance se refiere, y que es la parte que a mí me ha tocado desentrañar y presentar a todos ustedes. He aquí, pues, la restauración que propongo.

VERSIONES DEL ROMANCE

He recurrido para esta restauración, preferentemente, a tres copias escritas recogidas en distintas partes, pero provenientes a su vez de versiones orales. Una es la que recitó en su día Antonio Pérez Torrente y que se publicó en el librito que sobre tradición oral en la Comarca se hizo en el añorado CEP; otra proviene de una copia escrita sobre una recitación muy anterior que en 1964 volvió a copiar José García Gea, en el cortijo del Roquez; y una tercera que, aunque proviene de la propia familia del autor, tengo fundadas sospechas de que no es la auténtica. Pero no por ello se han desatendido las versiones orales que, a fragmentos ya muy desdibujados, todavía es posible localizar.

Desconocemos la versión que en su día escribiera de puño y letra el autor del Romance, al que ahora que menciono su nombre quiero rendir merecido homenaje: Pedro Felipe Sánchez Algarra.

A lo largo de la complicada tarea de la restauración me ha surgido una cuestión fundamental, que he incorporado gustoso a mis rudimentos en la materia. Cuando investigaba aspectos acerca de la versión escrita por José García Gea en el Roquez, José Fernández Martínez, dueño, junto con sus hermanos, del cortijo entonces, me dijo que él tenía constancia de que a veces otros poetas distintos del autor le añadían estrofas donde ellos creían que había una interrupción en el buen entendimiento de la secuencia argumental. Efectivamente, esa fue la clave para esta-blecer por qué, en versiones que a priori había que considerar fidedignas, se producían los añadidos o la supresión de algunas estrofas. Me pareció adivinar claramente que el Romance, una vez inserto en el dominio popular, y por lo tanto en el del anonimato, perdiendo así el rastro de su autoría, permitía de forma legítima el añadido de algunas estrofas (o en su caso, versos) que hacían otras personas, disolviéndose ellos en el anonimato para darle pleno sentido a la mecánica de la oralidad. He intentado pues, en primer lugar, ser muy respetuoso con lo que he supuesto que era original del Tío Pedro Felipe, y, en segundo, con la incorporación de las estrofas debidas a otros autores que me han parecido más pertinentes al sentido del texto. El Romance restaurado tiene, por esa misma razón ahora expuesta, dos versiones distintas para el final. No sería justo si no reconociera a un buen número de personas que son coautoras de esta restauración, a las cuales agradezco sinceramente su sabiduría y su disposición. Especialmente a mi esposa, María Isabel Fernández, pero también a José y Antonio Fernández Martínez, Rosa García Sánchez, José García Gea, Pedro F. Chacón Sánchez, José Domingo Lentisco y, cómo no, a los historiadores Eusebio Rodríguez Padilla y Rafael Quirosa-Cheyrouze Muñoz.

Interior del cortijo de Lorrán (Chiri-vel), donde se atrincheró la partida del Carbonero con los secuestrados en Contador; trágico hecho que se narra en el romance y que acabó con la vida del Espadilla y el Jibao.

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La historia del Carboneroun ejemplo verdaderocon pruebas que a nadie engañanpor la ambición del dinerojustificado en España.

En el Ventorro la Magravivían con ilusión dos hombres que se llamabanPepe Ayora y Juan Melón.

Pepe, casado y con hijos,rico, en buena posición:por auxiliar y encargadotenía al señor Juan Melón.

Juan Melón era soltero,hombre de buen proceder,para el campo y para el pueblo era hombre y era mujer.

Pepe Ayora era un señor,hijo de padres honrados,y concertó a Juan Melónpara guardar sus ganados;

y cuando vio lo aparenteque era para chichanguero,concertaron a un pastor y él quedó de cortijero.

En un cortijo en la sierrale arregló una buena casapara que en ella ‘armitiera’personas de su confianza.

Con cuadros en las paredesmarcados y hechos por él,y en la cocina teníasus lámparas de papel.

Un día se presentaronseis hombres desconocidos,dos eran de buena sangre,pero cuatro que eran bandidos:

El Espadilla, el Veneno,Tiznajo y el capitán,don Antonio el Carbonero,que tanta fama le dan.

Le preguntaron a Juansi no tenía ‘enconveniente’en darles cama y comida,y fue a preguntarle a Pepe.

Entonces Pepe le dice:“Yo tengo mucho dineroy ese que hay en el cortijopuede ser el Carbonero”.

“Ellos no deben saberlo” -le contestó entonces Juan-“que duerman aquí esta noche, y poco nos puede pasar”.

Sube Pepe a su cortijo,se pusieron a charlar,comienzan (a) hacerle (en)cargosy Pepe empezó a pensar.

Y el interés que es el diabloen seguidas lo venció:todo cuanto le exigieron Pepe se los concedió.

Le exigieron el cortijoporque reunía condicionespor ser un sitio aparentepara cueva de ladrones.

Le exigieron un refugiodentro de la habitacióncon la entrada por la saladonde dormía Juan Melón.

Le exigieron si queríaque les fuera concedidoun túnel para la sierrapara no ser sorprendidos.

Le exigieron si quería,y su jornal le pagaban,con sus mulas recogíatodo lo que ellos robaban.

Le exigieron si queríaser espía en los mercadosy decirles quién vendíabestias, vacas o ganados.

Pepe, por el egoísmo,todo se los concedióy el día quince de septiembrese dirá lo que pasó.

ROMANCE DEL CARBONERO

PRIMERA PARTE

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Según se cuenta, se vioel caso más abatidoque en la nación españolaotro no se ha conocido.

Se presentó el Carboneroa un baile en el Contadory al terminarse la fiestacuatro mozos se llevó:

Se llevó a Jesús Martínez,a Antonio, su primo hermano,e hijos de Ramón ‘Terrera’se llevó otros dos hermanos.

Con el fin particular-propósito verdadero-para darles la libertadlos pesaron en dinero.

El día quince de septiembre,del año cuarenta y unose verificó en ‘Lorrán’ lo más grande de este mundo.

Casa de Bartolo ‘el Cojo’,antes que rompiera el día,se presentó el Carbonerocon cinco de su ‘partía’.

El Espadilla, el Veneno,Tiznajo más otros dospor los que fueron vendidosvecinos del Contador.

Con ellos venía Jesús,que era el amo del cortijo;a él y a su primo Antonioel Carbonero les dijo:

“Aquí vamos a comer,a beber y a disfrutary si no nos dan dineroos tenemos que matar”.

Los dos ricos contestaron“’ustés’ no deben dudarles daremos lo que pidanen dándonos libertad”.

Al faltar estos señoresla alarma ya fue corriday de tres o cuatro pueblos había guardia prevenida.

El cortijero aturdidorecomisó su memoria:

divisó por la ventana venir cuatro guardias de Oria.

Salió al camino y les dijo:“Lleven ustedes cuidado que está dentro del cortijoel Carbonero encerrado”.

De allí establecieron parteque vinieran falangistas,con el cuidado al cortijode no perderlo de vista.

Fueron rodeando el cortijocon la mayor sutileza,igual que los artillerosvan colocando sus piezas.

Los ladrones ya se vieronrodeados de tal maneraque el cortijo de Lorrán fue convertido en trinchera.

Pusieron los secuestradosarriba en habitacionesy en la cocina bajerase quedaron los ladrones.

A don Jesús y a su primoa la sala los pasaron y cada uno a una ventanaa los dos los amarraron.

Sirvieron de parapetoscuando la guardia tiraba,que ellos dos fueran los muertosy los demás se salvaran.

Ellos gritaban diciendo:“¡No tiren a las ventanasque sirven de parapetodos hombres de carne humana!”.

Con el corazón de aceroy sangre de tigre o fiera,en ventanas del cortijosirvieron como arpillera.

Apoyados los cañonesen cuerpos de sangre humana,hicieron frente a los guardiastirando por las ventanas.

Un guardia que pintó al focoy dio luz por el balcón,le dio el Espadilla un tiroque le partió el corazón.

SEGUNDA PARTE

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Al caer el guardia muerto dijo uno de los fingidos a los otros compañeros:“Aquí ya somos perdidos”.

Gritó el Espadilla entonces:“¡A matar los parapetos!No se queden ellos vivosy nosotros seamos muertos”.

Dice uno del Contador:“No seas tan ‘desagerado’que es de muy poco valormatar a un hombre amarrado”.

A esto, la guardia en de afueratiró una bomba al tejadoy al caer tejas a la salaempezó a darles cuidado.

Entonces ya se tirarona bajar las escaleraspara matar en la puerta todos los guardias que hubiera.

O poder darse a la fuga,que es lo que ellos deseabanal verse sobrecogidosy en el mal sitio que estaban.

Dio una voz el Espadillacon fuerza en el corazóny dice a los compañeros“¡Salió agrio este melón!”.

Como ya a los parapetossoltaron para matarlos,pensaron en poco tiempola manera de esperarlos.

Y fue diciendo: “Subidque esta gente se ha soltado”.Y subieron como locos sin saber qué habían tramado.

Al subir el Espadillael Veneno y el Tiznajo,de una descarga cerrada

los tres vinieron abajo.

Por los mismos parapetosque ellos subían a matarellos tres fueron los muertosen el cortijo Lorrán

Lo puso Dios por ejemploque es en quien debemos creerel mundo de noche y día,porque pensar lo contrarioes una gran tontería.

Jesús y Antonio, que vieronaquella carnicería,no ojearon que estaba vivoel jefe de la partida.

Y pidieron alto el fuegoque bastantes habían muerto:aquello era un ejemplarla sangre que había allí dentro.

La guardia, para no hacer más uso allí de sus armas,mandó salir uno a unopor la puerta haciendo palmas.

El Carbonero, que estabajunto a la puerta y lo oyócon su mosquetón colgado,haciendo palmas salió.

Como estaba tan oscurose metió por un vallejoy el muy pillo se escapópor las hormas del conejo.

De allí se fue a repropiarcasa de Pepe el Carrero,donde tenía su refugio,su criado y su dinero.

Entre los muertos que habíalo buscaron en Lorrány estaba ‘toa’ la partida,pero falta el capitán.

TERCERA PARTE

Después siguió el mismo miedo,o alguno más todavía,sólo con el Carboneroque antes con ‘toa’ la partida.

Ya dijeron las personasdecentes quien lo amparaba,

el amparo que tenía y dónde se refugiaba.

A los dos que iban fingidos,que como cebo sirvieron,la guardia les preguntóy estas palabras dijeron:

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“En el Ventorro la Magracasa de Pepe (el) Carrerocon el señor Juan Melón tenía su paradero”.

Donde todo lo escondíantambién dijeron su entrada,lo cual que nadie creía,que es debajo de la cama donde Juan Melón dormía.

Sacaron de aquel refugiotreinta fanegas de trigo,dos fanegas de garbanzos, cuatro piezas de tocino;

cinco pellejos de aceitey algunas cosillas másque entre ellos y Pepe Ayoraallí tenían ‘reguardás’.

Era la cueva de asiloy medio de su(b)stracciónque en el campo la teníanPepe Ayora y Juan Melón.

De tantos aficionados,‘trasperlistas’ y ladrones van a hacer una cadenacon más de mil ‘deslabones’.

En el gancho, la cadenay en el primer ‘deslabón’por su fe bendita buena se ve que fue Juan Melón.

Y el segundo deslabónque tapó a los bandolerosunido con Juan Melón,el señor Pepe Carrero.

Pero la guardia civilestá ya tan molestada: no perdona ni a la madre que a este mundo los echara.

Si no fuera por la guardia,que es quien sostiene el respeto,en el personal civil sería lo justo incompleto.

La guardia será la ‘esclabe’ [la clave]con pruebas que a nadie engañande que aprenda el que no sabeguardar el respeto a España.

En tres años que han venido a España sin este cuerpo‘quedemos’ bien convencidos:desapareció el respeto.

Para volverlo a adquirircostará un trabajo grande,tendrá España que sufrirpagando dinero y sangre.

Por causa del adelantoque esta Nación ha adquiridolo que nos tolera Francotodo es trabajo perdido.

CUARTA PARTE

El dieciséis de septiembreque el reloj las nueve daballegaron casa Juan Matadoce hombres de fuerza armada:

Un teniente y un sargento,nueve números y un caboa hacer reconocimientoen el sitio señalado.

A otro día por la mañanamás fuerzas se concentrarony en el Ventorro la Magrase dirá lo que encontraron.

Encontraron una navesin entrada ni salidacon cien fanegas de trigoque Pepe tenía escondidas.

Ésta era la ‘cosecha’que Pepe había recogido

y por no pagar derechosel hombre lo había escondido.

Pero a la guardia civiltanto les enfurecieronque escribieron como que erade atracos del Carbonero.

Y aun haciéndole favor después de hecho el atestado, en dos camiones de Albox el trigo fue transportado.

Le preguntaron a Pepesi él lo reconocíay dijo, efectivamente, que escondido lo tenía.

Se puso muy disgustadoy entonces le dijo el Juez:“Su finca lo habrá criado,pero lo ha perdido usted

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Vida y Cultura Popular

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por no tenerlo aforado”.

Porque la ley del gobiernono debemos de dudar,que en invierno y en veranose debe de respetar.

Y usted por el egoísmoy la ambición del dinero ni usted sabe ni yo mismocual será su paradero.

Por egoísmo e ilusiónes todo lo que ha pasado,debemos en la naciónvivir más desengañados.

Puesto que por la experiencia

está bien justificadopor hombres de mucha cienciaque vivimos engañados.

Y ésta es una referenciapor hacer cuentas alegresdarle palos al cubildespués de irse la liebre.

Porque debemos saberlos defectos del dinero, siendo un trozo de papelenvenena el mundo entero.

Y a pesar del testimonioque ‘llevemos’ con Negrín,hay quien le ciega el dineroy lo ambiciona hasta el fin.

QUINTA Y ÚLTIMA PARTE

Como ejemplo verdaderoconservado en la memoria hasta el fin del Carbonero,según explica la historia.

Cuando nace una criaturacon el sino desgraciadoen condición y figuraestá bien justificado

que él esté en la sepulturay su nombre despreciadoy que lo entierren sin cura.

A pesar del escarmientode matar los compañeros,siguió haciendo desaciertoscomo un lobo carnicero.

Él solo con un muchachoque también se había llevado,hermano de un compañerode los dos que fue engañado.

Siguió atracando y robando y haciendo mil desatinoshasta el siete de noviembreque fue su ‘desgraciao’ sino.

En la cueva el Masegosa,en la rambla la Hinojora,se paseaba el Carbonerode noche y a todas horas.

Haciendo robos y atracossin miedo ni cobardíaporque tenía de su parteal personal que allí había.

Y como fiera más grandeque se puede conocerpara dominar al hombreen el mundo es la mujer:

Allí habitaba un pastorcon una hija mal casada,el hombre la conquistóy ella palique le daba.

El día siete de noviembre serían las once escasascuando llegó el Carboneroy se coloca en su casa.

Empezó a charlar con ellasin miedo ni cobardía,sin darse cuenta la telaque le llevaban urdía.

Había una guardia ambulanteque vestía de paisanosin guerrera ni tricornio, andaba tarde y temprano.

‘Pa’ descubrir la verdadpreguntaron a un mulero si allí por casualidad no había visto al Carbonero.

Contestó el mulero atento:“Les digo esto como amigosi me guardan el secreto, ayer tarde habló conmigo”.

“Tengo la seguridad,aunque son muy malas cosas,me parece a mí que estáen la cueva el Masegosa”.

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Restauración del romance del Carbonero

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FINAL VERSIÓN 1

Y dice el sargento entonces: “Nos va a dar usted una idea,venga a ver si lo conoceverlo por la chimenea”.

Miró el sargento primerose fijó y vio unos pies,vuelve y le dice al mulero:“A ver si conoce ustedlas señas del Carbonero”.

Dice el muchacho temblando:“Estoy seguro, señor,es el que está platicandocon la hija del pastor”.

Entonces dice el sargento:“Tú vas a entrar por la puerta,le hablas, que yo lo oigalas palabras que él contesta”.

“En el momento que te hable,fíjate lo que te digo,sales corriendo a la calleo serás muerto o herido”.

Pasa el muchacho y le dice:“Buenas tardes, Carbonero,con razón dice la genteque eres de aquí forastero,que tienen gana de verte”.

Éste le dice: “¿Qué quieres?”,se levanta y lo saluda,“¡Cosa mala nunca muere!dice el refrán y no hay duda”.

El mulero se saliósin tener en cuenta el líoque por ser tan ignoranteen el que se había metido.

Y dice aquella mujer:“Me ha extrañado esa visita,a la mejor puede serque nos lleve a alguna pista”.

“Si pensamos en lo maloesta vida no conviene,pero como está ahí mi hermanosi algo fuera, lo previene”.

Pero entonces el sargentouna bomba les lanzó,cayó sobre la mujery las piernas le cortó.

Pero él ‘toavía’ quedó vivoapoyado en la pared

tirando por la ventana,mientras murió la mujercon su fusil en la cara.

Lo sacaron por los pueblos,por aldeas y cortijospara ejemplo de los padresque quieren criar a sus hijos.

Con esta fecha terminala historia del Carbonero,también la de sus amigospaisanos y compañeros.

FINAL VERSIÓN 2

Dice el sargento ambulero:“Tú vas a entrar por la puertapregúntale, que yo lo oigalas palabras que contesta”.

“Y en el momento que te hable,fíjate lo que te digo,sales corriendo a la callesi no eres muerto o herido”.

Sale el mulero a la calle,y por la chimenea el sargentotiró una bomba de manoy el Carbonero fue muerto.

Murió al lado de su mujerpor quien fue sobrecogidoy, a la explosión de la bomba,todavía quedó vivo.

Apoyado en la paredtiraba por las ventanashasta caer muerto al suelocon el fusil en la cara.

Vinieron autoridades,por las calles lo arrastraban,pero cuando estaba vivoa él nadie se acercaba.

Lo sacaron por los pueblos,por las aldeas y cortijospara ejemplo de los padresque quieran educar hijos.

En esta fecha terminala historia del Carbonero,sigue la de sus amigos,paisanos y compañeros.