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LA MILICIA REPUBLICANA: HISTORIA DE UN EJÉRCITO CIVIL EN CHILE, 1932-1936. CARLOS MALDONADO PRIETO SANTIAGO DE CHILE, 1988.

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LA MILICIA REPUBLICANA:

HISTORIA DE UN EJÉRCITO CIVIL EN CHILE, 1932-1936.

CARLOS MALDONADO PRIETO

SANTIAGO DE CHILE, 1988.

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ÍNDICE

Introducción

PRIMERA PARTE: LA REACCION CIVILISTA DE 1931-1932

Caída de Ibáñez

Sublevación de la Marinería

Sucesos de Navidad en Copiapó

República Socialista

SEGUNDA PARTE: LA MILICIA REPUBLICANA

Surgimiento y Resistencia al gobierno de Blanche

Consolidación

Organización

Ideología y Política

Disolución

TERCERA PARTE: LA OPCION CORPORATIVISTA

El Corporativismo

Unión Republicana

Acción Nacional

Acción Republicana

Epílogo

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFIA

ANEXOS

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INTRODUCCION

El presente trabajo historiográfico tiene como objetivo central el estudio del espíritu militarista burgués chileno en sus relaciones con algunos de los principales actores políticos de la primera mitad de este siglo, es decir, las Fuerzas Armadas y el movimiento popular, principalmente obrero, y, por otra parte, dar cuenta de las crisis vividas por el sistema político de la época. Para este propósito, esta investigación analiza en profundidad una de las organizaciones paramilitares más famosas y a la vez menos conocidas de la vida política de nuestro país y que existió entre los años 1932 y 1936: la Milicia Republicana.

Para el autor ha sido una constante preocupación rastrear en la historia nacional las raíces del autoritarismo político y la concepción de modelo societal basado en orden y jerarquía, muy caro a los postulados castrenses, pero también, y por motivaciones bastante distintas, a las clases dominantes civiles. El estudio de la Milicia Republicana permite obtener una radiografía valiosísima de las inquietudes dentro del modelo de dominación chileno a principios de la década de los años treinta, cuando cayó la dictadura militar del general Ibáñez del Campo y la sociedad pujaba por reacondicionar su desvencijado y caduco sistema político oligárquico. También permite visualizar los orígenes de la moderna ideología autoritaria de las clases propietarias, las contradicciones y los proyectos alternativos al interior de éstas, sus vinculaciones con el aparato militar y las clases populares, las cuales van a ser irremediablemente tortuosas y contradictorias.

En general, pocos son los estudios historiográficos que den cuenta de los procesos que se vivieron entre 1931 y 1938, período de profundas tensiones y readecuaciones tanto en el terreno político-institucional como al interior de las Fuerzas Armadas y del movimiento popular, y en el cual, en escasos ocho años, el país pasó de una dictadura militar autocrática modernizadora pero autoritaria al primer gobierno de centroizquierda en América Latina. Y sobre el tema específico de la Milicia Republicana la situación es de casi total orfandad. Sólo existe un trabajo que la analiza con relativa extensión, aunque en forma incompleta. Se trata de la tesis doctoral inédita -y por lo tanto absolutamente desconocida en Chile- del historiador norteamericano Terence Tarr, no desprovista de parcialidad y hasta cierta apología. Además, existe un par de artículos periodísticos poco confiables y fragmentarios en su información, los de Wilfredo Mayorga y Luz María Astorga.

La presente investigación está dividida en tres partes o capítulos. La primera parte está referida a la etapa de reacción civilista entre 1931 y 1932 que

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corresponde a la formación de un sinnúmero de guardias cívicas que van a conformar el origen más inmediato de la Milicia Republicana. Se explican los motivos de su nacimiento: el militarismo, la revolución social y una hipotética guerra civil son considerados como los peligros latentes; de este modo surge en todo su dramatismo una etapa que fue vivida por los contemporáneos como una crisis de profundas repercusiones. La segunda parte se aboca a estudiar el surgimiento y la consolidación del grupo armado, la extracción de clase de sus miembros, sus relaciones con las Fuerzas Armadas, los partidos políticos y el aparato del Estado, y su particular desarrollo ideológico. De este modo se desvirtúa una serie de mitos y tergiversaciones y se decantan sus enemigos: el golpismo militar y el comunismo. Además, se analizan las complejas causas de su disolución. En la tercera parte se ahonda sobre el desarrollo político- ideológico de los milicianos hacia el final de la organización armada, el que sorprendente pero inexorablemente deviene en el corporativismo. Finalmente, en los anexos se entrega información sistematizada sobre todas las guardias cívicas del período, la profusa publicación de artículos sobre el comunismo por parte de la Milicia -con el objeto de refrendar documentalmente una de las principales tesis del trabajo-, la organización militar miliciana y una lista pormenorizada de más de trescientos oficiales de esa organización.

La lectura de este trabajo seguramente incentivará a proseguir la investigación sobre los diferentes grupos paramilitares de la derecha, las ideologías autoritarias que han recurrido a la violencia política en el país y su enorme capacidad de convocatoria, documentada por una base de masas a veces extraordinariamente amplia. Por ejemplo, sería sumamente importante analizar las Ligas Patrióticas de los años diez y veinte -principalmente en el Norte Grande- que fueron el primer germen del fascismo y de un "nacionalismo fronterizo" de raigambre ultraconservador, la Acción Chilena Anticomunista (AChA) de los años cuarenta que posee una directa relación con la Milicia Republicana y que continúa teniendo vigencia hoy en día como grupo terrorista, Patria y Libertad durante el gobierno de la Unidad Popular y los grupos paramilitares y escuadrones de la muerte de nuestros días: Comando 11 de Septiembre, Frente Nacionalista de Combate, Movimiento de Autodefensa Vecinal, Comando Vengadores de Mártires, Comando Carevic, etc.

Finalmente, deseo agradecer muy especialmente la ayuda prestada para la realización de esta investigación por mis amigos Enrique Hermosilla (FLACSO), José Pablo Lagos (IEC), Víctor Millán (SIPRI) y Luis Moulian (FLACSO), como así también la constante y fraterna preocupación de la profesora Cristina Hurtado, coordinadora académica de WUS-Chile, organismo que financió este trabajo, y la infinita paciencia y solidaridad de mi tutor

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Augusto Varas, destacado especialista en la temática militar y de defensa, profesor-investigador de FLACSO.

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PRIMERA PARTE: LA REACCIÓN CIVILISTA DE 1931-1932

CAÍDA DE IBÁÑEZ

El derrumbe del régimen militar encabezado por el general Carlos Ibáñez del Campo a fines de julio de 1931, produjo un abrupto vacío de poder y la irrupción de variadas tensiones sociales que yacían latentes en la sociedad chilena, imposibilitadas de emerger tras casi cuatro años de gobierno autoritario. Los sucesos de julio dieron pábulo al surgimiento de un vasto movimiento de características nacionales dispuesto a recomponer el dominio político civil, hacer regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles y reprimir cualquier alteración proveniente de las masas populares. Ese fue el origen y la motivación primigenia del movimiento de reacción civilista, materializada en casi una cincuentena de guardias cívicas paramilitares que en el período de 1931 a 1938 proliferaron en Chile. La hegemonía del movimiento estuvo compartida en ciertos momentos por una clase política conservadora expoliada por el caudillo militar, y sectores de capas medias radicalizadas. El movimiento obrero aparecía debilitado y sin un proyecto viable, producto de la fragmentación y la persecución por parte de la dictadura.

Los sectores más pudientes de la sociedad lideraron el movimiento antiibañista de julio de 1931, movilizando a los colegios profesionales, los clubes sociales, la oficialidad en retiro de las Fuerzas Armadas y principalmente la radio y la prensa que estaba en su poder, destacando El Mercurio y sobre todo El Diario Ilustrado que "aparecía como el primer conductor de la opinión pública, ya su tiraje pasaba de cien mil ejemplares".1

La caída del caudillo autoritario fue acompañada por inusitadas y poco corrientes muestras de violencia política. Se produjeron enfrentamientos armados en Santiago, Concepción y Valparaíso entre manifestantes callejeros y piquetes de carabineros, de los cuales resultaron una veintena de muertos y un centenar de heridos por ambos bandos. La policía tuvo tres muertos. Un caso ilustrativo fue la muerte del joven médico alessandrista Jaime Pinto Riesco, emparentado con tres presidentes de la República: "Cumpliendo su consigna 'de estar dispuesto a todo' se escapó de sus apresadores, haciendo fuego. Fue muerto a balazos".2

1 Raúl Marín Balmaceda, El 4 de junio de 1932, Santiago, 1933, p. 58. El domingo 26 de julio El Diario Ilustrado tuvo una edición extraordinaria de 121.000 ejemplares. 2 Ibíd, op. cit. p. 54. El joven médico estaba emparentado directamente con los Presidentes Francisco Antonio Pinto, Aníbal Pinto y Germán Riesco Errázuriz.

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Del mismo modo murió otro de los mártires de aquella jornada, el profesor Alberto Zañartu Campino, hecho ocurrido después del entierro de Pinto Riesco el día 25 de julio: "A la vuelta del cementerio, el público enardecido por los discursos, prorrumpió en gritos hostiles a la dictadura. Un grupo de estudiantes que pasaba cerca de la 10a. comisaría lanzó imprecaciones contra los carabineros y algunos iniciaron fuego. Respondió una descarga cerrada de parte de un piquete de carabineros".3

El mismo día se produjeron varios tiroteos en el centro de Santiago. Un grupo integrado por Arturo y Alfredo Prat Echaurren, Federico Phillips Bañados y Arturo Rodríguez, pertenecientes a conspicuas familias patricias: 'jóvenes viriles y patriotas' se guarnecieron en la casa de Arturo Prat Carvajal, situada en Alameda y Gálvez, "y desde los balcones dispararon a los piquetes de carabineros que guarnecían la Moneda. Un intenso y prolongado tiroteo hizo frente a estos muchachos, que hubieron de replegarse al interior de la casa. El retrato del héroe de Iquique fue atravesado por las balas..."4

Al día siguiente Ibáñez debió abandonar el poder. Los manifestantes invadieron las calles: "las casas de la ciudad (izaron) la bandera; este acto tuvo especial significación en la Casa Universitaria y en el Club de la Unión en donde la multitud entonó la Canción Nacional y disparó al aire más de mil tiros de revólveres y pistolas en señal de saludo a este día histórico..."5

El general Bartolomé Blanche, jefe de la guarnición de Santiago, debió proceder a acuartelar a Carabineros en prevención de nuevos ataques a sus efectivos: "Esta acertada medida fue recibida con satisfacción por el pueblo, que vivó al Ejército que venía a ocupar su sitio".6

La reacción popular y oligárquico-burguesa se dirigió curiosamente no contra el Ejército, responsable y sostenedor de la dictadura, como era lógico esperar, sino que contra la policía. Como señalara el general Prats, a la caída de Ibáñez: "la agresividad irresponsable de las masas incontrolables se manifiesta primero

3 Ibíd, p. 58-59. Al término de los funerales de Zañartu Campino, a los que concurrieron cien mil personas (!), manifestantes enardecidos quemaron un camión de Carabineros y tirotearon el Club de Carabineros. En El Mercurio, 27/7/31, p. 9.

4 Ibíd, p. 57. 5 Ibíd, 26/7/31, p. 15. 6 Ibíd, 27/7/31, p. 9.

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contra Carabineros, los defensores del orden público que sólo cumplieron con su deber".7

Después del retiro de la policía de las calles de la ciudad, tropas del Ejército y unidades de bomberos patrullaban las principales arterias, sobre todo de noche. Pese a ello comenzaron a surgir espontáneamente las primeras guardias cívicas, amparadas por las nuevas autoridades. Los más entusiastas en este sentido fueron el nuevo Vicepresidente Juan Esteban Montero y el Ministro de Hacienda Pedro Blanquier, ambos ex colaboradores de Ibáñez, los Ministros del Interior Luis Gutiérrez Alliende y de Bienestar Social Dr. Sótero del Río y el intendente de Santiago Julio Bustamante. Justamente estos políticos se convirtieron un año después en algunos de los más importantes líderes de la Milicia Republicana. La primera guardia que se creó fue la Guardia Cívica Nacional, compuesta por la Guardia Cívica Universitaria que se había formado para proteger la toma de la casa Central de la Universidad de Chile, la Guardia Cívica del Club de la Unión y la Guardia Cívica de San Miguel. Fue organizada en los salones de la Intendencia de Santiago y con el permiso directo del Ministerio del Interior. Su principal labor era dirigir el tránsito y proteger la ciudad de posibles desórdenes.

En su primer documento público, esta guardia cívica exigió una reestructuración de Carabineros, inculpados como los promotores de la represión desatada y las bajas habidas en esos días:

"Los comités organizadores de las Guardias Cívicas, en su deseo de cooperar a la tranquilidad pública, acordaron dirigirse al Gobierno, insinuándole la adopción de las siguientes medidas:

Reconstitución de las antiguas policías de la República, sobre la base del Cuerpo de Carabineros.

Supresión del fuero militar de esos policías.

Supresión del Comando Central o único y dependencia de los diferentes cuerpos provinciales o departamentales de policía de la autoridad administrativa correspondiente.

Juzgamiento de los que aparezcan personalmente responsables de los hechos delictuosos cometidos en el país.

Santiago, 28 de julio de 1931".8

7 General Carlos Prats González, Memorias. Testimonio de un soldado, Santiago, 1984, p. 60-61.

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En términos similares se pronunció la FECh. Asimismo el diputado demócrata Juan Pradenas Muñoz exigió en los días siguientes eliminar el fuero militar de la policía. De este modo comenzó a canalizarse la reacción contra el derrotado régimen militar de Ibáñez. La policía que se había caracterizado por sus métodos represivos durante todo el gobierno anterior, había sido creada por Ibáñez en 1927, profesionalizada y militarizada con asesoría alemana, y hecha dependiente del Ministerio de Guerra.9

Entre los meses de julio y agosto siguió la fundación de diversas otras guardias cívicas (véase Anexo No. 1), entre las cuales destacan la Legión Cívica de Valdivia, la Unión Cívica de Ñuñoa y el Regimiento Cívico de Vanguardia. La Legión Cívica de Valdivia fue una de las primeras organizaciones civiles que presentó ya un marcado tinte militarista. Como señalaba la prensa de la época, la Legión estaba: "destinada a defender con la vida de sus miembros la causa civil (...) abarca todo el sur de Chile y la componen jóvenes resueltos, que hacen juramento de fidelidad y respeto a la Constitución Política".

8 El Mercurio, 29/7/31, p. 7. Firman el documento Mario Hermosilla Venegas, Eduardo Ramírez Wilson, Tito Kaiser, René Fuentes Venegas, Enrique Taulis, César León, Miguel Dávila C. y Carlos Cruz Eyzaguirre (su hermano Luis fue un alto oficial de la Milicia Republicana). Destacaron dirigiendo el tránsito los estudiantes Luis Velasco S., Rafael García, Arturo Gómez, Guillermo Reyes, Alberto Vervich, Mateo López, Ricardo León, Humberto Díaz, José Ojeda, Mario Raltán, Federico Alonso, Caupolicán Portes, Renato Lennon, Ricardo Tebs y como decía la prensa "algunos médicos y abogados". Ibíd, 27/7/31, p. 10. 9 La FECh pidió el mismo día que se olvidaran las pasadas incidencias con Carabineros, pero exigió que se castigara a los culpables de los atropellos cometidos. Respecto a la policía uniformada, la Ley Orgánica de Carabineros del 23/12/27 dice a la letra: "Art. 1 Carabineros de Chile es una institución militar a cuyo cargo estarán en todo el territorio de la República, el mantenimiento de la seguridad y el orden..."; "Art. 2 Los Carabineros dependerán directamente del Ministerio del Interior, pero, cuando el Presidente de la República lo estime conveniente, podrá ponerlos temporalmente a disposición del Ministerio de Guerra"; "Art. 9 El Presidente de la República podrá designar para que presten sus servicios en Carabineros, en forma excepcional, a oficiales del Ejército o de la Armada, especialmente capacitados para el mando de fuerzas de Carabineros o la enseñanza de ramos de su especialidad". De hecho, el último Director General del cuerpo bajo Ibáñez, fue el general de Ejército Ambrosio Viaux; "Art. 11 El personal de los Carabineros de Chile goza de fuero militar y quedará sometido, en materia de jurisdicción penal, civil y disciplinaria, al Código de Justicia Militar..." En Memoria de la Dirección de Carabineros de Chile, Santiago, 1927, pp. 91-93. Sobre la instrucción alemana, véase a Jürgen Schaefer, Deutsche Militärhilfe an Südamerika. Militär- und Rüstungsinteressen in Argentinien, Bolivien und Chile vor 1914, Düsseldorf, 1974, p. 200.

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Aparecía como: "un verdadero cuerpo militar con ideales civiles, debidamente disciplinado (...) los legionarios usan, en sus reuniones, gorro verde, al estilo del que se lleva en el Ejército francés".10

La Unión Cívica de Ñuñoa se constituyó el mismo 26 de julio, dirigida por Policarpo Solís y el alcalde de esa comuna, Jorge González von Marées, quien pronto derivaría al nacionalsocialismo. Este cuerpo estaba organizado por "algunos oficiales retirados" y "prestigiosos vecinos de la comuna".11 Por su parte, el Regimiento Cívico de Vanguardia surgió el 1ro. de agosto. Como su nombre lo indica, este grupo poseía también características castrenses; su estructura organizacional se componía de una sección de propaganda, otra de calificación, una de redacción de ordenanzas, otra de prensa y un comando en jefe. Además, contaba con una sección femenina.12

De este modo, en las primeras semanas después del derrumbe de la dictadura militar comenzaron a surgir grupos civiles paramilitares amparados por las nuevas autoridades. Estas guardias cumplían primeramente funciones de tipo policial (tránsito, vigilancia nocturna, etc.) debido al descrédito generalizado en el que se habían sumido los Carabineros. Seguidamente la tendencia se fue desarrollando contra las Fuerzas Armadas, principalmente el Ejército, al cual se le culpaba de ser responsable de la crítica situación económica y política en la que se encontraba el país. Sin embargo, la furia civilista no se hizo sentir con todo su poder, pues sucesos inesperados en septiembre y diciembre obligaron a estrechar filas a todos los "elementos de orden" -civiles y militares- para combatir los quiebres al interior de las Fuerzas Armadas y los embates del movimiento obrero.

SUBLEVACIÓN DE LA MARINERÍA

A principios de septiembre de 1931 se produjo un levantamiento de la marinería de toda la flota de guerra chilena en el puerto de Coquimbo, alcanzando luego a las demás bases navales del país e incluso a unidades del Ejército. El petitorio de los sublevados contemplaba mejoras salariales para la tropa y demás trabajadores, medidas de emergencia para paliar la crisis

10 El Mercurio, 18/8/31, p. 13. Durante el mes de agosto la Legión hizo dos desfiles por las calles de Valdivia. En La República, 18/8/31, p. 7 y 24/8/31, p. 7.

11 El Mercurio, 2/8/31, p. 21 y La Defensa Nacional, 7/11/31, p. 5.

12 El Mercurio, 1/8/31, p. 11 y 23/8/31 p. 32. El Comando en Jefe estaba constituido por los comandantes J. Agustín Baeza C., Ramón Ravest Fuenzalida, Enrique de la Mesa y Víctor Macías Jordán. Guillermo Barros Lazcano, abogado, agricultor y socio del Automóvil Club, oficiaba de general-presidente.

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económica -que incluían reducciones en las mismas Fuerzas Armadas- y la renuncia a futuras represalias disciplinarias. Las autoridades civiles y militares presintieron que estaban frente al inicio de una verdadera guerra civil revolucionaria con insospechadas consecuencias y acusaron a los comunistas de estar detrás del movimiento subversivo. Inmediatamente producida la sublevación se decretaron medidas extremas de seguridad: estado de sitio, ley seca, prohibición de todas las reuniones públicas y el porte de armas de fuego; todo el territorio fue militarizado, se llamó a la población a defender el régimen e incluso se procedió a solicitar ayuda militar a los EE.UU., pues las autoridades estaban convencidas de que se trataba de una conjura de características continentales. El embajador norteamericano en Santiago reportó que el Ministro de Relaciones Exteriores, Luis Izquierdo, le dijo el día 5 que los rebeldes controlaban el mar y que estaban inspirados por agitadores que pretendían proclamar una "república comunista independiente en la pampa" y que eran una real amenaza para los puertos del norte.13

El definitivo quiebre de la disciplina de las Fuerzas Armadas producto del motín de los marinos, agravado por los frecuentes trastornos al interior de la Fuerza Aérea por la pugna entre los comandantes Vergara Montero y Merino Benítez y en el Ejército debido a las fisuras en la tropa y la oficialidad, tuvieron como consecuencia la enérgica reacción civilista de los "elementos de orden" que procedieron a refundar y a organizar nuevas guardias cívicas en un efímero "noviazgo" con las Fuerzas Armadas, acudiendo a los regimientos y comisarías para engrosar grupos de reservistas. El gobierno recibió también el apoyo de organizaciones tales como la Asociación de Arquitectos, del Colegio de Abogados, el Instituto de Ingenieros, la Sociedad Agronómica, la FEUC, la Asociación Odontológica, la Unión Ferroviaria, el Sindicato de Dueños de Autobuses, el Directorio de los Oficiales en Retiro del Ejército y la Armada, el Cuerpo de Bomberos, la Asociación Médica, las colonias extranjeras residentes y los partidos políticos más importantes.14

13 Los Ministros de Relaciones Exteriores y de Guerra le explicaron al embajador el día 7, que el gobierno "deseaba los servicios de un especialista en propaganda comunista y en actividades de asistencia para contrarrestar las ramificaciones y los orígenes del movimiento en Chile". En Papers Relating to the Foreign Relations of the United States. Chile. 1931-1932, Washington, D.C., 1946. pp. 913 y 916, vol. 1. Sobre la percepción de la sublevación y la situación político-militar de ese período, véase a Carlos Maldonado Prieto, "Entre reacción civilista y constitucionalismo formal: Las Fuerzas Armadas chilenas en el período 1931-1938", Contribuciones FLACSO, No. 55, Santiago, 1988. 14 Luis Ytier Dupré, "Cuatro meses de la Historia de Chile", Caupolicán, 1ra. quincena 11/1935, p. 10. y Patricio Manns, La revolución en la Escuadra, Santiago, 1972. El Partido Radical ofreció su apoyo al intendente de Santiago. Además, el radicalismo estaba

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La primera reacción de los grupos civiles paramilitares que se habían formado en julio fue prestar su apoyo a las autoridades. Así, por ejemplo, sucedió en Valdivia. El día 3 de septiembre desfiló la Legión Cívica con 500 hombres y a través de su jefe máximo, Álvaro Bianchi -posteriormente comandante provincial de la Milicia Republicana- ofreció su concurso al regimiento Caupolicán.15 Por su parte, la Unión Cívica de Ñuñoa hizo un juramento a la bandera el día 18 de septiembre en la Plaza del mismo nombre, conglomerando a 500 hombres. Destacaban los oradores los propósitos patrióticos en contra del caos y las ideas disolventes. Los instructores de los voluntarios eran el teniente ® Daniel García y el mayor ® Arturo Fierro.16 A su vez, diversas entidades acudieron a la Intendencia de Santiago: "ofreciendo su inmediato concurso para acudir en ayuda del orden público en los difíciles momentos actuales, formando una Guardia Cívica Única, que coopere al mantenimiento del orden y a la garantía absoluta de la propiedad".17

Con los mismos propósitos ("para el cuidado de las propiedades, eficaz auxilio del Gobierno en casos extraordinarios, concentración de las fuerzas vivas de la Nación y ejemplo de abnegación de civismo para la juventud") surgió en esos días la Guardia de Reserva del Orden, dirigida por el general ® Carlos Pérez Ruiz-Tagle. Se trató de una organización de aproximadamente 500 miembros entre los 40 y 50 años de edad, provenientes de las familias más acaudaladas de Santiago.18 También la Guardia Cívica Nacional, liderada por Tito Kaiser, ofreció su apoyo a las autoridades en una reunión sostenida con el intendente de Santiago.19 Surgieron además en esos días otros grupos de voluntarios. Uno de ellos fue el Ejército Civil de la Clase Laboriosa que buscaba sus adherentes principalmente entre obreros y empleados. Es así que el Regimiento No. 2 de presente en esos momentos con dos ministros en el gabinete: el Dr. Leonardo Guzmán en Educación y Marcial Mora en Interior. Casualmente ambos fueron importantes miembros de la Milicia Republicana. En El Mercurio, 3/9/31, p. 7.

15 La República, 4/9/31, p. 7, 8/9/31, p.7 y 13/9/31, p. 2. 16 El Mercurio, 19/9/31, p. 7. 17 Ibíd, 3/9/31, p. 7.

18 El general Pérez había sido agregado militar en Berlín, estrecho colaborador del general Körner y poseía una estupenda situación financiera por ser representante de la fábrica de armamento alemana Rheinmetall. Por otra parte, de la plana mayor de este grupo, sólo 9 fueron luego miembros de la Milicia Republicana: Francisco Echenique Gandarillas, Ricardo Larraín Bravo, Alfredo Johnson Gana, Carlos Ossa Videla, Manuel Sánchez Vergara, Carlos Silva Vildósola (colaborador), Diego Sutil Prieto, Ignacio Valdivieso Solar y Alberto Vial Infante. Ibíd, 12/9/31, p. 17.

19 Ibíd, 5/9/1931, p. 3.

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dicho Ejército se formó con 200 empleados del Matadero de Santiago.20 Otro fue la Guardia Cívica del Barrio Vicuña Mackenna, la que reunió el 6 de septiembre en la Escuela Federico Errázuriz a 500 voluntarios, dirigidos por los oficiales en retiro Jorge Villegas Duncan, Carlos A. Jiménez Torrealba y Rubén Reyes Prado. Juntos se dirigieron todos a la 2da. comisaría de Carabineros para realizar ejercicios militares.21 Y en los mismos días quedó constituida la Guardia Cívica de Providencia, dirigida por el general ® Ernesto Medina Fraguela, en pensión desde 1927. Esta guardia quedó a las órdenes de la 14a. comisaría de Carabineros, y allí mismo se recibían las adhesiones.22 Justamente el día 8 de septiembre el intendente de la ciudad ordenó que la Guardia Cívica Única se disolviese y que los voluntarios pasaran a depender directamente de Carabineros.23

En provincias también se formó un sinnúmero de guardias cívicas que prestaron su auxilio a las Fuerzas Armadas y a la policía. Por ejemplo, en Antofagasta nació la Legión Cívica, fundada por ex suboficiales en retiro del Ejército.24 También en pequeñas localidades como San José de Maipo, San Vicente de Tagua-Tagua, etc., surgieron grupos de voluntarios. Es así que en el poblado agrícola de Nancagua, provincia de Colchagua, se formó por iniciativa del alcalde: "un Cuerpo de Guardia Cívica, a fin de resguardar el orden público. Hasta este momento la Guardia cuenta con 40 voluntarios, entre los cuales se encuentran los más destacados vecinos en la localidad".25

Además de las guardias propiamente tal, las autoridades tuvieron la colaboración de gran cantidad de particulares. De tal suerte que la Fuerza Aérea

20 Ibíd, 7/9/31, p. 11. Véase también el artículo de William F. Sater, "The Abortive Kronstadt: The Chilean Naval Mutiny of 1931", Hispanic American Historical Review, vol. 60, No. 2, Durham, May 1980, p. 239 y sigs.

21 El Mercurio, 7/9/31, p. 11. En 1932 Carlos A. Jiménez fue tesorero de la Acción Nacionalista de Chile del general Díaz Valderrama. Para mayores detalles, véase a Carlos Maldonado Prieto, op. cit.

22 El Mercurio, 8/9/31, p. 12.

23 Ibíd, 9/9/31, p. 7.

24 El Mercurio de Antofagasta, 6/9/31, p. 6. Sus jefes fueron Heriberto Balke, Fermín Quinteros Garrao, Hugo Chellew, Julio Concha Huerta, Humberto Ramírez R. y Juan de Dios Valenzuela.

25 El Mercurio, 4/9/31, p. 11.

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pudo contar con el concurso de pilotos civiles que concurrieron con sus propios aeroplanos para colaborar en la represión del motín de la marinería.26 Sin embargo, el fenómeno más sobresaliente de los sucesos que remecieron el país a principios de septiembre de 1931 fue la formación de batallones de reservistas y voluntarios a las órdenes del Ejército. El general Indalicio Téllez, Comandante en Jefe del Ejército, fue nombrado jefe de plaza de Santiago, y el día 3 emitió una circular que se publicó en toda la prensa nacional, en donde atacaba fogosamente al comunismo como una doctrina tiranizante. El mismo fue quien, en acuerdo con las autoridades civiles, dio autorización a los regimientos para "aceptar voluntarios con o sin instrucción militar".27 La medida fue todo un éxito, pues una semana después se habían inscrito ocho mil voluntarios en las unidades militares (!).28 El Mercurio, en un editorial titulado "La juventud acude a los cuarteles", planteaba entusiasmado que: "la idea ha tenido una acogida enorme en la juventud. En cada regimiento la afluencia de voluntarios alcanza a miles de individuos en un solo día".

Constataba además que: "los últimos acontecimientos han puesto de relieve, y es muy grato para nuestro patriotismo consignarlo en forma destacada y solemne, la unidad del Ejército, Carabineros, Fuerzas de Aviación y Oficialidad de la Armada, en defensa de nuestras instituciones fundamentales".29

De ese modo surgió el día 5 el Batallón Cívico Nacional, compuesto por reservistas y demás voluntarios, comandado conjuntamente por oficiales del regimiento Buin -a cargo de la instrucción- y por Salvador Hess, quien después fue destacado jefe de la Milicia Republicana. Ese mismo día desfilaron frente a La Moneda 800 reservistas del regimiento Cazadores.30

26 Comandante Ramón Vergara Montero, Por rutas extraviadas, Santiago, 1933, p. 46/47 y El Mercurio, 6/9/31, p. 27. Entre estos pilotos civiles destacan quienes fueron posteriormente activos oficiales de la Milicia Republicana: Eduardo Costabal, Emilio Echegaray, Leonardo Schwob, Eulogio Sánchez, Jorge Rodríguez, César Copetta, Aladino Azzari y Javier Díaz Lira. También se encontraba Federico Helfmann, uno de los líderes de la Guardia Cívica Nacional. En el mismo escenario de los sucesos, en Coquimbo, se formó una guardia cívica al mando de un general retirado. Ibíd, 8/8/31, p. 7.

27 Ibíd, 4/9/31, p. 7. Téllez había sido rehabilitado a fines de agosto de ese año, después de haber sufrido la persecución de Ibáñez.

28 Ibíd, 11/9/31, p. 7. 29 Ibíd, 6/9/31, p. 9 y 5/9/31, p. 3.

30 Leonardo Guzmán Cortés, Un episodio olvidado de la historia nacional, Santiago, 1966, p. 114 y El Mercurio, 6/9/31, p. 27. El Batallón realizaba sus ejercicios en el Club de

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El país vivió un clima de movilización nacional, de verdadera guerra civil. Damas de sociedad donaban sus joyas al Banco Central para financiar los aprestos bélicos, medio millar de jóvenes propietarios de automóviles los ponían a disposición del regimiento Cazadores y los veteranos de la Guerra del Pacífico desfilaban frente al Palacio de Gobierno: "como demostración de aplauso y ferviente adhesión hacia los hombres que en estos difíciles momentos, han sabido afrontar la situación con energía y patriotismo".31

Pese a que la sublevación de la marinería no fue en sí un movimiento comunista ni pretendía atentar contra la institucionalidad establecida, vastos sectores sociales y políticos vieron en ella la emergencia de una revolución proletaria.32 Es por ello que se recompusieron rápidamente las heridas todavía abiertas por las incidencias de la caída de Ibáñez entre civilidad y Fuerzas Armadas y Carabineros, creándose el movimiento cívico militar ya descrito. Este clima previo a una guerra civil vivido en el país se asemeja en ciertos aspectos a otros casos históricos. En la Alemania de la inmediata postguerra y de la Revolución de Noviembre de 1918, vivida como guerra civil, pese a la bancarrota de la derrota militar y a la dispersión de las Fuerzas Armadas (o quizás precisamente por ese motivo), surgieron los conocidos Freikorps -cuerpos voluntarios- compuestos por oficiales y soldados del Ejército y civiles, los que estaban destinados a combatir a los insurrectos. Como afirma un especialista en el tema: "El Comando en Jefe del Ejército, que tenía ahora su sede en Kassel, estimuló al máximo el desarrollo de estos cuerpos voluntarios, sobre todo después de que

Tiro Nacional, el cual días antes había ofrecido al Ejército sus mejores cien tiradores. Ibíd, 6/9/31, p. 19. En Valparaíso, entre tanto, la guardia cívica local desfilaba el mismo día 5 acompañada de la banda de música del regimiento Maipo. Ibíd, p. 9.

31 Ibíd, p. 27 y, Archivo Nacional, Ministerio del Interior, Acta 7892, Carta del Intendente de Santiago al Ministro del Interior, 8/9/1931. 32 Los mismos comunistas reconocían el carácter independiente de la sublevación: "El movimiento de la marinería chilena, a pesar de su extensión a toda la escuadra, de la solidaridad proletaria con que ha contado y de los comienzos de solidaridad en el Ejército, no ha sido un movimiento conscientemente político de los marinos ni se transformó en un verdadero comienzo de la revolución de todas las masas laboriosas de Chile". Fracasó también "por la falta de organizaciones comunistas en la Marina misma y hasta por ausencia de propaganda previa del Partido". En "La Sublevación de la Marinería chilena", Internacional Juvenil, Año 1, No. 4, Montevideo, diciembre 1931, p. 30. Véase también las proclamas de los sublevados en capitán Carlos Charlín Ojeda, Del avión rojo a la República Socialista, Santiago, 1970.

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las tropas regulares fueron derrotadas en los combates del 24 de diciembre (en Berlín)".33

En Chile, por obra de la nueva situación política del país, las guardias cívicas se convirtieron momentáneamente en el punto de nexo y comunicación entre la civilidad oligárquico-burguesa, atemorizada por lo que se percibía como la inminente revolución social, y las Fuerzas Armadas y Carabineros que trataban de recuperar su fisonomía y su prestigio.

SUCESOS DE NAVIDAD EN COPIAPÓ

Para culminar el traumático año de 1931 ocurrió un asalto armado al regimiento Esmeralda de Copiapó que produjo un nuevo revuelo nacional y la movilización general de uniformados y voluntarios que continuaban activos casi todos. Un centenar de individuos en su mayoría cesantes y encabezados por militantes comunistas, asaltaron el regimiento de Copiapó la noche del 24 de diciembre. Por añadidura, entre los asaltantes había un soldado y un ex sargento del Ejército. En la refriega que se produjo murieron tres militares y seis atacantes. El resto de ellos huyó a la vecina ciudad de Vallenar, donde se produjo un encuentro con Carabineros. Luego de algún tiempo, la policía ubicó a los presuntos asaltantes y los fusiló sumariamente en el desierto. La masacre fue ocultada por varios días temiendo posibles repercusiones.34

Estos sucesos vinieron a corroborar los pronósticos más pesimistas de los sectores conservadores sobre el peligro comunista en el país y su labor de penetración hacia las Fuerzas Armadas. Continuando la práctica ibañista, los comunistas fueron duramente combatidos por los gobiernos interinos de 1931 y 1932 y el de Arturo Alessandri, condenándolos a una virtual ilegalidad.35

33 Hajo Hollborn, Deutsche Geschichte in der Neuzeit, 1871-1945, p. 312, vol. III. Hubo un total de 68 Freikorps, algunos de ellos comandados por generales del Ejército. Estos grupos participaron en la represión de todos los focos restantes de la revolución, incluyendo la República Soviética de Munich. Además, constituyeron una de las principales vertientes del nacionalsocialismo alemán de los años veinte. En Gerhard A. Ritter y Susanne Miller (editores), Die deutsche Revolution 1918-1919, Frankfurt/M., 1968, p. 183 y sigs.

34 Leonidas Bravo Ríos, Lo que supo un auditor de guerra, Santiago, 1955, p. 41/42. 35 Un estudio pormenorizado de la documentación del Ministerio del Interior de ese período no deja dudas al respecto. Por ejemplo, la Dirección General de Carabineros informaba el 9 de abril de 1932 de la detención de cinco "comunistas", pasados a Investi-gaciones, "por ser portadores de correspondencia privada del Partido Comunista y de numerosas proclamas subversivas". También el Director General de Correos, en carta del 13 de enero de 1932, informaba que habían sido encontrados varios ejemplares del diario comunista "Justicia" del Uruguay, y que "como dicho diario contiene propaganda

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Importante participación en la represión del movimiento de Copiapó le cupo a la Guardia Cívica de ese lugar, la que se había constituido en los meses anteriores. Específicamente en Copiapó este grupo armado se dedicó a patrullar las calles de la ciudad la noche del asalto y las que le sucedieron. Fue así que los voluntarios lograron capturar a uno de los atacantes. Además, la guardia participó desfilando en el entierro de los tres soldados que cayeron la noche de Navidad.36 Otro tanto ocurrió en Vallenar, donde la guardia cívica local: "formada por decididos vecinos, acudieron en ayuda de Carabineros, los cuales fueron reforzados por Carabineros enviados de Coquimbo. En la mañana de hoy las fuerzas de Carabineros auxiliadas por las fuerzas cívicas atacaron el local de los comunistas, obligándolos a rendirse después de ocasionar en ellos 20 bajas".37

Finalizada la emergencia, la guardia cívica de Copiapó procedió a organizarse formalmente. En la sala de actos de la Municipalidad local se aprobaron sus estatutos el día 4 de enero de 1932, los que debían regir por veinte años (!). Los propósitos que se tenían en consideración eran los siguientes: "a) Cooperar en toda forma al Gobierno constituido; b) Velar por el respeto a la Constitución y a las leyes; c) Proteger los derechos de propiedad; d) Cuidar del orden público con la autorización correspondiente; e) Desarrollar el espíritu de civismo y su elevada cultura intelectual, moral y física, por medio de una reglamentación obligatoria y con prescindencia absoluta de toda idea política o religiosa".38

La dirección de la guardia cívica de la ciudad estaba con¬ formada por industriales y comerciantes conocidos, militares en retiro y dirigentes locales de

comunista, contraria al orden público y seguridad del Estado, esta Dirección General ha ordenado su incineración, por estar comprendidos esos impresos entre las prohibiciones establecidas en la letra e) del No. 2 del Art. 25 del Reglamento de Correspondencia". En Archivo Nacional, Ministerio del Interior, acta No. 8110. Sobre la política del P.C. en los años treinta, considerada como ultraizquierdista y sectaria, véase a Hernán Ramírez Necochea, Origen y formación del Partido Comunista de Chile, Santiago, 1965, p. 259 y sigs. 36 El Atacameño, 26/12/31, p. 2 y 28/12/31, p. 2. "La ciudad ha sido recorrida en todas sus direcciones por parejas de jóvenes armados lo cual contribuyó al desarrollo de un magnífico plan de defensa y de seguridad para la ciudad". Ibíd, 31/12/31, p. 2. 37 Ibíd, 26/12/31, p. 2. Según la versión policial, la participación de la guardia cívica habría sido mínima desde el punto de vista bélico. En "El motín comunista de Vallenar", Gaceta de los Carabineros de Chile, 1/33, pp. 81-86.

38 Ibíd, 2/1/32, p. 1.

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prestigio, muchos de los cuales continuaron su labor en la Milicia Republicana y hasta en los partidos corporativistas.39

REPÚBLICA SOCIALISTA

Otro hito importante en el desarrollo del espíritu militarista chileno en los años treinta fue el movimiento militar que desembocó en la proclamación de la "República Socialista". Este suceso cambió radicalmente la relación entre civiles y uniformados, pues terminó con el breve "noviazgo" entre civilidad y Fuerzas Armadas, el que fue reemplazado por un marcado antimilitarismo que catapultó a la Milicia Republicana como la legítima defensora de la civilidad y del régimen democrático representativo.

El golpe de mano de Marmaduke Grove y la oficialidad joven que lo seguía, tensó al máximo la situación social que vivía la sociedad chilena. Las medidas populistas en favor de las masas trabajadoras que efectuó la "República Socialista", sumadas al establecimiento de relaciones con la URSS, provocó el pánico de la oligarquía chilena y la inquietud de los EE.UU por posibles nacionalizaciones.40 Se sumó a ello la actitud voluntarista del Partido Comunista, empeñado en una postura crítica desde la izquierda a Grove, organizando un Soviet de Obreros, Campesinos, Soldados y Marineros -a escasos meses de la sublevación de éstos- y llamando a armar al pueblo. Esa situación llevó a que las colonias extranjeras que habían formado piquetes de autodefensa en septiembre del año anterior, reaccionaran de igual manera. Como señalaba el consulado norteamericano: "las emociones de las clases bajas se estaban encendiendo y era posible esperar estallidos de violencia. La comunidad Americana tenía depósitos de alimentos en el Santiago College y había tomado medidas para la autodefensa en caso que las autoridades perdieran el control de la situación".41

39 Presidente era Federico Meléndez Meléndez, conocido industrial minero de la zona, posteriormente teniente coronel y jefe provincial de la Milicia Republicana y simpatizante de grupos corporativistas de derecha. Directivos eran entre otros Pedro Toro Peralta, teniente coronel de la Milicia Republicana y miembro de Acción Nacional, organismo de carácter corporativista; Ewarts Jenkins, militar retirado; Oscar Letelier, coronel de la Milicia Republicana; Eduardo Coello, mayor de la Milicia Republicana y Arnaldo Delard, comerciante.

40 Un buen análisis de la "República Socialista" se encuentra en Patricio Mason, "La República Socialista de 1932", Andes, No. 3, Santiago, 1985, pp. 71-88. y Paul W. Drake, Socialism and Populism in Chile, 1932-52, Urbana (Ill.), 1978. 41 Papers..., op. cit., p. 441, vol. 1.

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Casi de inmediato Grove fue tildado de comunista y las jerarquías militares desplazadas que veían con renuencia el nuevo régimen, pugnaron para reemplazarlo por otro líder menos radical. La opinión militar sobre el experimento socialista fue unánime: "El 5 de junio, la Universidad del Estado se transforma en cuartel general comunista y el pueblo desfila por las calles de Santiago, agitando la bandera roja. Se vive un período de amenaza inminente de desbordes populares, se forma el 'Consejo de Obreros y Campesinos' y se organiza la 'Alianza Revolucionaria de Trabajadores'". Y "Marca la República Socialista el período de mayor descrédito de Chile en Sud América y en el mundo, de mayor desconfianza, desconcierto y ruina en el interior".42

La nueva incursión militar que esta vez tenía un marcado carácter populista y socialista, sumió en la incertidumbre y la paralogización a los grupos de orden. Como recordara más tarde un miliciano: "en los días (finales) del Gobierno del señor Juan Esteban Montero se vio la necesidad de un organismo que defendiera el Gobierno Constitucional: los sucesos del cuatro de junio son su prueba. La guardia blanca, manifestación de buena voluntad de los ciudadanos, no pudo armarse, como eran los deseos del Gobierno en ese día negro".43

Precisamente el jefe del Batallón de Reservistas, Salvador Hess Riveros, trató de obtener armamento de parte del Ejército en las semanas antes del 4 de junio, sin embargo no tuvo éxito y este grupo paramilitar se autodisolvió voluntariamente el día 22 de junio de 1932. Presumiblemente gran parte de sus miembros ingresaron a la Milicia Republicana.44

Este agitado período que media entre julio de 1931 y junio de 1932, que comenzó con la debacle de un dictador militar que había despertado ciertas expectativas en las capas medias -rápidamente esfumadas empero por la crisis económica-, había logrado desarrollar una unión de emergencia entre la civilidad oligárquico-burguesa y las Fuerzas Armadas en contra de los peligros 42 General Carlos Prats González, op. cit., p. 65 y capitán Mario Bravo Lavín, Chile frente al socialismo y al comunismo, Santiago, 1934, p. 81. 43 Víctor V. Robles, "Sobre la Milicia Republicana. Reflexiones", Boletín Informativo de la Milicia Republicana (en adelante BIMR), 1/1/1934, p. 19. 44 El Comandante en Jefe del Ejército de ese momento, general Carlos Sáez, relata que "los legionarios no recibieron del Gobierno del señor Montero ni un mal yatagán. Su jefe pretendió conseguir en una ocasión que se le proporcionara armamento y, al efecto, habló conmigo. Mi negativa fue terminante", pero reconoce que tenían permiso de incorporarse "a los cuerpos del Ejército o a las comisarías, si llegaban a producirse perturbaciones graves, que amenazaran seriamente el orden interno". En general Carlos Sáez Morales, Recuerdos de un soldado, Santiago, 1934, p. 304, vol. III. Sobre su disolución, véase El Diario Ilustrado, 8/10/1932, p. 1.

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que representaba la movilización social de las masas populares, y terminaba abruptamente con un nuevo experimento militar populista, opuesto a la oligarquía. Esa unión cívico-militar no había dado frutos duraderos y tampoco las guardias cívicas que habían terminado por disolverse, incapaces de hacer frente a las Fuerzas Armadas movilizadas en pleno. Para el movimiento civilista conservador se hacía urgentemente necesario crear una nueva alternativa de poder, un verdadero ejército de civiles con un mando único a nivel nacional y verdadera capacidad de convocatoria y financiamiento.

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SEGUNDA PARTE: LA MILICIA REPUBLICANA

SURGIMIENTO Y RESISTENCIA AL GOBIERNO DE BLANCHE

Bajo el lema "Orden, Paz, Hogar y Patria" nació el 24 de julio de 1932 la Milicia Republicana, justamente un año después de la muerte del médico Jaime Pinto Riesco -quien fue honrado desde entonces como el "mártir de la civilidad"- y a escasos días del término del experimento socialista de Grove y sus seguidores. Con ese motivo 54 personas se reunieron secretamente esa tarde en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile. Como primer Comandante en Jefe fue elegido Eulogio Sánchez Errázuriz, un acaudalado hombre de negocios y de profunda raigambre conservadora. Junto con crear la Milicia propiamente tal se dio inicio a la fundación de las primeras formaciones militares creando el regimiento "República", cuyo primer comandante fue José Andrés Prado Reyes. Luego siguió la formación de los regimientos "Constitución" y "Libertad". Dos semanas después se realizó la primera sesión privada de ejercicios militares con asistencia de un centenar de voluntarios y que se llevó a efecto en el fundo Macul, propiedad de la familia Cousiño, en los alrededores de Santiago. En esa oportunidad asistieron como invitados algunos miembros de la Una Tricolor, quienes demostraron gran entusiasmo por las milicias recién creadas.45

Días antes y durante la efímera existencia de la "República Socialista" se había formado una organización civil denominada Una Tricolor que se proponía luchar contra la situación que se vivía y las incursiones de los militares en política. Estaba liderada, igual que la propia Milicia, por algunos profesionales distinguidos como Diego Sutil, Leonardo Guzmán, Eulogio Díaz Lira, Jorge de la Cuadra, Litré Quiroga, los doctores Ricardo Kuschel, Italo Alessandrini, Sótero del Río, Aníbal Ariztía, Julio Schwarzenberg y Waldemar Coutts, el ya conocido Salvador Hess, el ex Ministro Pedro Blanquier y el general Ramón Vergara Montero, ex Ministro de Defensa y responsable de la represión a los marineros sublevados un año antes. De las primeras reuniones conspirativas surgió un Comando General a cargo del Dr. Coutts. Similar desarrollo tuvo la Una Tricolor en provincias.46 A diferencia de la Milicia Republicana, la Una 45 BIMR, 24/7/34, p. 17-18 y El Mercurio, 26/7/1935, p. 3. 46 El general Vergara Montero devino por aquella época a la ideología fascista, según un dirigente nazista. En Wilfredo Mayorga, "La fugaz violencia del nacismo", Ercilla, No. 1611, p. 19. Ibíd, "La Milicia Republicana", No. 1609, 6/4/1966. p. 18 y El Mercurio, 7/5/1933, p. 19. El Dr. Gustavo Fricke fue el organizador de la Una Tricolor en Valparaíso en el mes de junio. Cuatro meses después ya había 300 voluntarios. Pese a no ser una milicia armada, montó guardia para evitar "disturbios populares" por el arribo de Marmaduque Grove a Valparaíso desde la Isla de Pascua, lugar de su confinamiento, en octubre de 1932. También en Valdivia la Una Tricolor tuvo gran desarrollo, llegando a

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Tricolor tenía en sus inicios un carácter civilista y no militar -posiblemente con el propósito de influenciar en las Fuerzas Armadas más que oponerse de frente a ellas-, pero al transcurrir el año 1932 tendió paulatinamente a militarizarse, incorporándose definitivamente a los regimientos y a la dirigencia de la Milicia Republicana.

Hasta el 9 de octubre de 1932, cuando el gobierno interino del Vicepresidente Oyanedel le permitió vida legal, la Milicia Republicana fue una organización de hecho y completamente clandestina. Como el propósito de sus organizadores era erigirla en un verdadero ejército paralelo, desde los inicios sus voluntarios se armaron como pudieron y formaron decurias y luego centurias para ejercitarse militarmente en casas particulares. Por ejemplo, la casona de Miguel Luis Amunátegui Johnson, hijo del historiador del mismo nombre, ubicada en la céntrica Alameda sirvió como lugar de instrucción. Otra forma de instrucción militar, según testimonio del general miliciano Fernando Altamirano, la obtenían los milicianos ingresando a los clubes de tiro. En poco tiempo éstos coparon los clubes y se posesionaron de las directivas. De ese modo también lograron acceso a mayor cantidad de armas.47 Siguiendo la dinámica observada en la conformación de las guardias cívicas de 1931 y primer semestre de 1932, en la instrucción misma destacaron desde el principio los militares en retiro de las Fuerzas Armadas. En Valparaíso y Viña del Mar, por ejemplo, "los primeros que acudieron a formar parte de las Milicias, fueron los oficiales retirados de la Marina".48

El gobierno provisional del ibañista Carlos Dávila que substituyó al de Grove, no logró resolver la profunda crisis de legitimidad política que asolaba al país ni las divisiones internas de las Fuerzas Armadas. El día 13 de septiembre, la guarnición militar de Santiago, poniendo al resto de las Fuerzas Armadas frente a hechos consumados, acordó destituir a Dávila, y proclamar en su lugar como jefe de Estado provisional al general Bartolomé Blanche que había sido Ministro de Guerra de Ibáñez. La Fuerza Aérea no aceptó este golpe de mano y exigió la devolución del poder a manos civiles. La respuesta del Ejército fue la ocupación de la Base Aérea de El Bosque y la captura del comandante Arturo Merino Benítez, luego de que éste huyera a Ovalle. Simultáneamente el general Pedro Vignola, Jefe de la Primera División del Ejército con asiento en Antofagasta se resistió a este nuevo golpe militar, entre otras cosas porque temía la tener medio millar de adherentes. En BIMR, 8/8/1935, p. 30 y Caupolicán, 1ra. quincena 12/1935, p. 38.

47 Wilfredo Mayorga, op. cit., p. 19. 48 BIMR, 15/9/1933, p. 38.

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reincorporación de Ibáñez a las filas, declarando que la División a su mando: "estará siempre al margen de toda actividad que no sea profesional".49

Tan grande fue la repulsa ciudadana que todos los partidos políticos rechazaron unánimemente al nuevo gobierno de facto. Incluso la Asamblea Radical de Santiago discutió largamente una moción en pro de la disolución del Ejército (!). La recién creada Milicia Republicana vio justificada con creces su existencia y procedió a actuar. Concentró todas sus fuerzas y se dedicó a la lucha callejera; fue sin duda su etapa más marcadamente antimilitarista. Como relata un cronista: "Ocurrían en Santiago hechos pintorescos. En los intermedios del cine Imperio oradores de buena voluntad instaban a los espectadores a formar filas 'por la civilidad y la Constitución'. Estos oradores eran estudiantes y empleados que ter-minaban sus cortas peroratas con llamados políticos: 'Viva Alessandri, viva la Constitución y la Libertad'(...) En esos días de septiembre se evitó el encuentro que pudo tener graves consecuencias. Elementos civiles 'antimilitaristas' concurrieron a la velada del 18 de septiembre con el firme propósito de expulsar del recinto a todo militar que llegase a él. Los civiles estaban armados de laques y manoplas con un deseo de darle una soberbia paliza a cuanto uniformado llegase a la velada".50

La Milicia Republicana se mostró en esos días dispuesta a resistir por todos los medios la nueva irrupción militar, haciendo de avanzada en la movilización civilista que se formaba rápidamente. Como recuerda con nostalgia romántica un miliciano: "El 19 de septiembre: día de júbilo en que todo el mundo lo dedica a pasear. Pero este día un grupo numeroso de milicianos se encontraba en servicio activo en el cuartel provisorio y otro grupo en servicio de vigilancia, pues se sabía que un conocido caudillo militar (Ibáñez), recién terminada una aventura, pretendía iniciar otra. Los jefes nos dieron orden a las 9 p.m., de esperar los acontecimientos. Unos en las calles y otros en el cuartel, todos estuvimos listos para cumplir las órdenes que recibiéramos. A las 5 de la mañana el peligro había sido conjurado y los milicianos se retiraron a sus casas, después de un día y una noche de ardua labor".51

Sin embargo, el nuevo y efímero régimen militar se demostró reacio a tolerar grupos paramilitares de cualquier especie. El 22 de septiembre el Ministro del

49 El Mercurio, 16/9/1932, p. 1. Para más detalles, véase al capitán Carlos Charlín Ojeda, op. cit. y Paul W. Drake, op. cit. 50 Wilfredo Mayorga, "El fantasma de Vignola en Santiago", Ercilla, No. 1606, 16/3/1966, p. 19. La jerarquía castrense se enteró a tiempo de las intenciones civilistas y prohibió la concurrencia del personal militar al teatro. Por esa época también se prohibió que éste usara uniforme en la vía pública. En general Carlos Prats González, op. cit., p. 60-61. 51 BIMR, 24/7/1933, p. 21.

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Interior ofició a Carabineros para que investigara la existencia de "organizaciones, guardias o agrupaciones militarizadas", después que surgieron rumores respecto a la existencia de la Milicia Republicana.52

Apoyando la postura no intervencionista del general Vignola que dividió prácticamente en dos al Ejército, se formó en Antofagasta un Movimiento Civil Constitucionalista, integrado por representantes destacados de la sociedad local (entre ellos el gerente de la Compañía de Cerveza, el director de El Mercurio de Antofagasta y el líder del Frente Único Obrero), principalmente conservadores, liberales y radicales, todos simpatizantes de Alessandri. Este Comité civil dio a conocer un manifiesto el día 29 de septiembre exigiendo la devolución del poder a la civilidad. De igual forma grupos proalessandristas llamaron en Concepción a la resistencia frente al régimen de Blanche. La Milicia Republicana estuvo presente en todas esas movilizaciones, como una verdadera reserva armada: "Con la organización primitiva de centurias y decurias, (el regimiento "Libertad") participó en los acontecimientos ocurridos en Santiago simultáneamente con el levantamiento del norte. Los milicianos del 'Libertad' estuvieron listos durante varios días para trasladarse a otra ciudad, en caso que el Gobierno de Santiago resistiera y en las actuaciones que le cupo, muchos fueron los que estuvieron detenidos y aun, que fueron heridos o contusos".53

A la caída del régimen de Blanche el primero de octubre, se produjeron violentos incidentes entre civiles y militares frente al regimiento Buin, produciéndose un muerto y cuatro heridos a bala. El abismo entre civiles y militares era total.

Las nuevas autoridades provisionales que asumieron el gobierno depuraron al máximo las filas de las Fuerzas Armadas y ayudaron decididamente a la Milicia Republicana en su afán de convertirse en un grupo armado capaz de enfrentarse a las tropas regulares. Los principales colaboradores en esta tarea fueron Javier Ángel Figueroa, miembro del Partido Liberal y ex presidente de la Corte Suprema, en su calidad de Ministro del Interior, y Abraham Oyanedel, presidente en ejercicio de la Corte Suprema, como Vicepresidente de la República. Arturo Alessandri planteó inequívocamente que ellos fueron quienes armaron a los milicianos: "Don Javier Ángel Figueroa, Ministro del Interior, que tenía carácter resuelto y muy firme, acogió ampliamente y con entusiasmo la idea y la necesidad de defender a toda costa el gobierno legal y prestó ayuda de armas y recursos a aquellos abnegados defensores del gobierno

52 El Mercurio, 23/9/1932, p. 7.

53 BIMR, 5/7/1935, p. 32.

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civil y legal. Así nació la 'Milicia Republicana', que yo encontré ya rudimentariamente organizada cuando asumí el mando".54

Por este procedimiento, mantenido en estricto secreto, la Milicia logró obtener armamento de guerra. Se trató de armas del Ejército, principalmente fusiles Mauser Modelo 1895, de uso ordinario en las Fuerzas Armadas, valuadas en 25 millones de pesos, una elevada cifra para la época.55

Bien vista por las autoridades gubernamentales, la Milicia Republicana procedió a mostrar fuerzas el día 9 de octubre, en la primera presentación pública realizada en el fundo Lo Herrera. Participaron allí 1.700 hombres perfectamente armados y dos aviones civiles. Sin embargo, debido principalmente a la inestable situación política y a la campaña electoral en marcha, el ejercicio militar pasó casi inadvertido.56

El día 28 de octubre, en la víspera de las elecciones presidenciales y parlamentarias, la Milicia Republicana dio a conocer su primera declaración pública, cuidadosamente formulada y sorprendentemente pluralista, afirmando que no era una organización clasista, que, por el contrario, en sus filas había "radicales, conservadores, socialistas, etc." y que no le interesaba quién obtuviera el triunfo, incluido el comunista Lafertte, y que combatiría "en contra de toda tiranía, civil o militar, de arriba o de abajo".57

El espíritu extremadamente antimilitarista que invadió a la sociedad chilena de ese momento, se reflejó nítidamente en la propaganda política efectuada con motivo de la elección presidencial de octubre de 1932, coincidiendo casi todos los partidos en un rechazo evidente de las intervenciones militares,58 y en la actitud del Partido Radical que en su mayoría apoyaba sin limitaciones a la Milicia Republicana y que poseía buena parte de los puestos claves. Es así que la Asamblea Radical de Santiago a cargo de Leonardo Guzmán, ex Ministro de Montero y alto jefe miliciano, pedía a fines de octubre que se redujeran los efectivos de las Fuerzas Armadas, se clausuraran las escuelas militares, se

54 Arturo Alessandri Palma, Recuerdos de gobierno, Santiago, 1967, p. 19, vol. III. 55 El diputado Juan Antonio Ríos dio detalles de las armas en su discurso del 13 de agosto de 1935, exigiendo su inmediata devolución. En Cámara de Diputados. Sesiones Ordinarias, 1935, p. 2280- 2281, vol. II. La suma de 25 millones era exorbitante si se tiene en cuenta que el presupuesto del Ejército para ese año fue de 90.131.766 pesos. En Mensaje Presidencial de 1933, p. 37.

56 Véase a Terence S. Tarr, Military Intervention and Civilian Reaction in Chile, 1924-1936, Gainesville (Florida), 1960, p. 156 y sigs. La prensa santiaguina ignoró la parada. 57 El Mercurio, 29/10/1932, p. 3. 58 Paul W. Drake, op. cit., p. 97.

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limitara la conscripción obligatoria y, frente a rumores acerca de que algunos grupos impedirían la asunción de Arturo Alessandri a la presidencia, llamaba a todos: "los ciudadanos, sin distinción de colores políticos para que se apresten a defender por medio de las armas los poderes públicos legítimamente elegidos...".59

CONSOLIDACIÓN

El mes de mayo de 1933 fue el momento decisivo para la consolidación institucional de la Milicia Republicana. En esos días se puso a prueba su existencia legal. Como señaló con entusiasmo la prensa miliciana, la organización obtuvo "la consagración de los tres poderes". Por una parte, la Corte de Apelaciones de Santiago, frente a un recurso judicial de "dos abogados extremistas de Talca", no dio lugar a la ilegalidad de la organización paramilitar. El día 7 de mayo de 1933 alegó en favor de ésta el ex Presidente de la República, el abogado radical Juan Esteban Montero, convertido en "fiscal" de la Milicia. Su muy particular argumento que no hacía referencia alguna al carácter armado del grupo, era el siguiente: "Las Milicias Republicanas son ajenas a lo que constituyen las fuerzas que se han mantenido en pie en tiempo de Paz o de Guerra; son organismos de orden particular que no precisan de requisitos constitucionales para su existencia y no hay disposición alguna legal que las prohíba".60

Uno de los cargos más corrientemente esgrimidos contra la Milicia Republicana era que ésta pretendía sustituir de hecho a las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la legislación de entonces no era precisa respecto a qué organismos constituían las Fuerzas Armadas. Estrictamente, recién el D.L. 129 del 5 de abril de 1960 estatuye que "las Fuerzas Armadas de la República de Chile están integradas por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea".61 Esto sirvió como "resquicio 59 El Mercurio, 1/12/1932, p. 13. 60 BIMR, 24/7/1933, p. 15.

61 Alejandro Silva Bascuñán, Tratado de derecho constitucional. La Constitución de 1925, Santiago, 1963, p. 340, vol. III. El caso de la Milicia Republicana podía compararse a la condición ambivalente de la Guardia Nacional (1825-1900): "Don Jorge Huneeus opinaba que la Guardia Nacional no formaba parte del Ejército o Armada, debía entenderse comprendida entre las fuerzas de mar y tierra, pero reconocía, como un hecho, que el Congreso nunca fijaba periódicamente sino las del Ejército y Armada. Al considerar en detalle los distintos preceptos se examina su respectivo alcance, pero es sensible que en esta materia la Constitución de 1925 adolezca de una imprecisión que no tenían los viejos textos, como el de 1822, que distinguía perfectamente las tropas de línea, militares o marítimas, necesarias para la defensa del Estado, de las milicias nacionales". Ibíd, p. 342.

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legal" para que la Milicia pudiera armarse y desarrollar sus actividades bélicas a plena luz del día.

El mismo día en que la Corte de Apelaciones dio el visto bueno a la Milicia Republicana, ésta se presentó por segunda vez públicamente en forma de una parada militar -sin armas pero uniformados con un overall azul- en el Club Hípico. El discurso que el jefe miliciano Eulogio Sánchez leyó a los 14.437 voluntarios venidos de todo el país, fue transmitido por una cadena parcial de radios. La presentación culminó con un desfile frente al Palacio de la Moneda, El Presidente Alessandri, acompañado de los jefes militares y los máximos líderes políticos de su coalición, entre ellos Gabriel González Videla por los radicales, sancionó oficialmente por parte del Ejecutivo la existencia de este ejército paralelo: "El espectáculo emocionante que acabamos de presenciar disipa los pesimismos y abre ante nuestros ojos el horizonte luminoso de una nueva aurora de salvación nacional. Hemos visto pasar miles y miles de hombres, que, congregados y unidos en un esfuerzo de disciplina y de sacrificios comunes, se reúnen bajo las banderas de la República con noble desprendimiento, con sincera abnegación, para ofrendar todo aquello de que un hombre es capaz; persiguiendo solamente el mantenimiento de la Constitución y la Ley. Ellos se sacrifican, se disciplinan, renuncian a su tranquilidad, se imponen esfuerzos y sacrificios, persiguiendo solamente el alto ideal de que sea respetada la soberanía nacional y que las instituciones fundamentales de la República se mantengan incólumes como una base sólida para cimentar sobre ellas la grandeza y la prosperidad de la patria. Por todas estas consideraciones, y después de meditada y detenida atención, declaro solemnemente a la faz del país, que el Gobierno no ve en las Milicias Republicanas ningún peligro, por el contrario, ve en ellas una base de la seguridad institucional, autoriza su existencia y le presta su amparo".62

Las reacciones políticas fueron diversas. Por un lado, el vocero derechista El Mercurio aplaudió sin reservas la presentación. El mismo día del acto dedicó su página editorial íntegramente a resaltarlo. Los títulos de los artículos son elocuentes: "La Milicia no puede tener enemigos" de Abel Valdés A., "El acto 62 BIMR, 24/7/1933, p. 7. Las tropas milicianas mostraron ese día una banda musical, 40 camiones y otras tantas motocicletas y la presencia de "unos 40 oficiales en retiro" que actuaban como instructores. En La Opinión, 8/5/1933, p. 1. Sus datos son poco confiables, pues calculaba en sólo 8 mil hombres al contingente que desfiló. Los milicianos desfilaron sin armas de fuego, pero llevaban consigo pequeños sables para defenderse de cualquier altercado. En Luz María Astorga, "1932-1936. La Milicia Republicana. Recuerdan ex oficiales y tropas", Revista del Domingo de El Mercurio, Santiago, 6/3/1983, p. 10.

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cívico de hoy" de Luis Adán Molina, "Las Guardias Cívicas de Portales", "La Opinión armada" de Rafael Maluenda y "Don Juan Esteban Montero opina sobre la Milicia Republicana". Además, dedicó otras dos páginas completas -tres en total- para destacar con fotos de milicianos armados la significación del desfile. Al día siguiente, Agustín Edwards escribía sobre el "renacimiento" de la nación y comparaba la Milicia Republicana con la obra de Portales.63 También parte de las Fuerzas Armadas declararon públicamente su apoyo a la Milicia Republicana. Carabineros, mediatizados por el estricto control ejercido desde el Ministerio del Interior, mostró paulatinamente su simpatía a la idea miliciana, y la Armada lo hizo con una orden del día el 19 de mayo, en la cual el Director General de la Armada, almirante Olegario Reyes del Río, planteaba que: "En otras ocasiones similares de nuestra historia, la organización de cuerpos cívicos, semejantes a las actuales Milicias, pusieron término a los largos períodos de inestabilidad gubernativa, y reintegraron el país a la paz interna... La Armada considera conveniente a la salud de la República la existencia de las Milicias Republicanas, estimándolas como un cuerpo cooperador de sus funciones en orden a mantener la paz social y la tranquilidad interna y para que S.E. el Presidente de la República pueda desarrollar su trabajo de reconstrucción nacional".64

Pero, por otro lado, la reacción del Ejército y de los partidos de izquierda fue claramente hostil hacia la Milicia Republicana. En el Ejército el malestar con la Milicia, armada con sus fusiles, y por ende con Alessandri erigido en su protector, fue grande. Como recuerda el general Prats, por entonces un joven cadete: "El descontento impotente de los oficiales del Ejército es notorio. Oigo decir al Comandante Coddou: '¡Cría cuervos para que te saquen los ojos!'"65

También comunistas y socialistas se opusieron abiertamente al nuevo grupo armado que lo identificaban como una guardia blanca de la oligarquía. Con motivo del desfile miliciano se produjeron ruidosas contramanifestaciones en los alrededores de La Moneda y militares que transitaban por allí fueron llevados en andas a gritos de "¡Viva el Ejército!". De la misma manera, la FECh

63 El Mercurio, 7/5/1933, pp. 5, 17 y 19, y 8/5/1933, p. 1. 64 BIMR, 15/11/1933, p. 27. Alessandri lo elogia en sus memorias por su "religiosa lealtad, respeto y disciplina", en Arturo Alessandri Palma, op. cit., p. 75, vol. III. Sin embargo, la reacción de la oposición política fue inmediata. La organización socialista NAP protestó enérgicamente contra esa actitud parcial de la Armada. En Cámara de Senadores, Sesiones Ordinarias, 1933, p. 80, vol. I.

65 General Carlos Prats González, op. cit., p. 69-70.

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demostró su protesta, pues para la presentación miliciana fueron usados recintos universitarios.66

Sin embargo, el problema más complejo para la Milicia Republicana y el gobierno lo constituyó la disidencia al interior del Partido Radical. El radicalismo, dividido desde hacía años por cuestiones doctrinales de fondo, no apoyó monolíticamente a la Milicia. El mismo día del desfile miliciano renunció a su cargo el Ministro del Interior, el radical Horacio Hevia, por considerar a la Milicia Republicana un cuerpo ilegal y representar una provocación innecesaria a las Fuerzas Armadas. Y dos meses después, en la Convención Radical realizada en Viña del Mar, Hipólito Gatica presentó una moción de repudio a este grupo armado por considerarlo ilegal. Debido al caldeado ambiente que se vivió en la Convención, atizado además por la cuestión de las facultades extraordinarias que ponían un tinte cada vez más represivo a la administración Alessandri, se resolvió la renuncia de los tres ministros radicales al gabinete. De este modo, el asunto de la Milicia Republicana provocaba la primera crisis política seria en el seno del nuevo gobierno de coalición de centroderecha.67

Finalmente y en tercer término, el Congreso se encargó de legitimar definitivamente la existencia de la Milicia Republicana. Tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores se enfrentaron liberales, conservadores y la mayoría de los radicales por una parte, contra comunistas, socialistas, demócratas y la minoría radical, por la otra. La oposición en los diputados presentó tres distintos pero similares proyectos de resolución contra la Milicia Republicana, elaborados por Juan Antonio Ríos, Andrés Escobar y Carlos Vicuña Fuentes. Todos fueron rechazados por amplia mayoría.68 Entre tanto, en el Senado también se impuso la tesis pro miliciana. Por 21 votos a 10 fue aprobado el proyecto de resolución del senador radical Hernán Figueroa Anguita, él mismo activo dirigente del grupo armado:

"El Honorable Senado declara:

66 La Opinión, 8/5/1933, p. 1 y 10/5/1933, p. 5. 67 El Mercurio, 7/5/1933, p. 25; 3/7/1933, p. 3, y 4/7/1933, p. 11. Incluso en el Partido Liberal hubo cierta resistencia hacia la Milicia, pese a que cuatro de sus directores eran altos oficiales del grupo armado: Ricardo Larraín Bravo, Pedro Blanquier, Alberto Vial Infante y Fernando Alessandri. En la convención partidaria realizada en octubre de 1933 Antonio Huneeus y Raúl Marín Balmaceda debieron defender enconadamente a la Milicia frente a una moción de Angel Vásquez que la consideraba una "institución artificial" e ilegal. Ibíd, 15/10/1933, p. 25. 68 Los resultados fueron: 53 a 17, 59 a 15 y 67 a 20 votos, respectivamente. En BIMR, 24/5/1933, p. 7, y Ricardo Donoso, Alessandri, agitador y demoledor, México, 1952-1954, p. 128, vol. II.

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Su plena confianza en que las Fuerzas Armadas, Ejército, Marina, Aviación, Carabineros e Investigaciones cumplen lealmente con sus deberes;

Que ello no obstante, es altamente plausible y patriótica la inspiración de los elementos que forman la Milicia Republicana y que los ha llevado a asociarse para cooperar y colaborar con las mencionadas fuerzas en la defensa del orden constitucional;

Que el Honorable Senado está cierto que esa colaboración se prestará lealmente, colaboración que no compromete el orden constitucional y legal, y que lejos de empañar el prestigio de las Fuerzas Armadas, lo incrementa, por cuanto reúne alrededor suyo a la civilidad; y

Que, en consecuencia, la obra de la Milicia Republicana representa una unión leal y sincera con las fuerzas del Ejército, de la Marina, de la Aviación, de Carabineros e Investigaciones y con aporte efectivo para la realización de un mismo y patriótico propósito".69

De esta forma, los poderes del Estado se comprometían con la aventura de la Milicia. Así quedaba el terreno libre para que ésta se convirtiera en un ejército paralelo con un poder de fuego nada despreciable. Sin embargo, desde sus inicios muchos sectores -militares, partidos de izquierda e incluso disidentes en los de centro y de derecha- miraban en forma hostil a la Milicia y hacían que su base de sustentación fuera extremadamente débil.

ORGANIZACIÓN

Logrado el reconocimiento público, la Milicia Republicana se dedicó afanosamente a la construcción de una organización tan compleja como la de cualquier ejército, alcanzando su máximo apogeo entre mayo de 1933, cuando desfiló frente a La Moneda, y julio de 1935, fecha en que se anunció la desmovilización. Entre esos hitos hubo dos gigantescas presentaciones de la Milicia: en octubre de 1934 en el Club Hípico con casi 40.000 hombres y en mayo de 1935 en Valparaíso con motivo de la conmemoración del Combate de la Concepción, participando más de 5.000 hombres, una cifra sorprendente para dicha ciudad.

Para llevar a cabo esta empresa se creó en los inicios mismos un Comité de Finanzas, a cargo del ex Ministro de Hacienda Pedro Blanquier y los conocidos hombres de negocios Víctor Eyzaguirre Herzt, Ignacio Solar y Francisco Echenique Gandarillas. Este comité se encargó de conseguir erogaciones voluntarias para abastecer a la Milicia de víveres, uniformes, vehículos, armas 69 Ibíd, p. 128-129, vol. II.

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más modernas que las cedidas por el Estado, etc. Entre los financistas más importantes de ésta se contó, por ejemplo, el propio Gustavo Ross.70 Un alto jefe miliciano recuerda que, con ese apoyo económico se procedió a: "la importación de armas nuevas y algunas automáticas que sirvieron para darnos seguridad y sobre todo para que se supiera definitivamente que la Milicia Republicana se encontraba decidida en armas a evitar nuevos asaltos al poder".71

En esas condiciones y con el auxilio de oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas que actuaban como instructores, la Milicia Republicana se fue convirtiendo en un verdadero ejército disciplinado, jerarquizado y con ramificaciones en todo el territorio (véase Anexo No. 3). Su estructura estaba concebida a imagen y semejanza de un ejército. Existían el Estado Mayor General a cargo de un Presidente y la Comandancia en Jefe. Según el estatuto de la Milicia Republicana:

"El Estado Mayor General se genera a sí mismo, es la autoridad de la Milicia Republicana y tiene, en consecuencia, la suma de las atribuciones:

1) Decretar la disolución de la Milicia Republicana, con el voto de las tres cuartas partes del total de sus miembros citados, al efecto, a lo menos con cinco días de anticipación.

2) Declarar a la Milicia en pie de guerra y ordenar su movilización para acciones bélicas".

"El Presidente del Estado Mayor General representa oficialmente a la Milicia ante las autoridades públicas y ante terceros".

"El Comandante en Jefe forma, por derecho propio, parte del Estado Mayor General; es la más alta autoridad de mando de la Milicia, y tiene, al efecto, las más amplias atribuciones".72

Además de las máximas autoridades nacionales había Comandos Provinciales con atribuciones similares pero circunscritas a sus localidades. En julio de 1933, coincidiendo con el primer aniversario del grupo armado, se refundieron los cargos de Presidente del Estado Mayor General y de Comandante en Jefe, que quedó en manos de Eulogio Sánchez Errázuriz. Además, se creó la Inspección General a cargo del Dr. Ernesto Prieto Trucco. Como señala un contemporáneo, las razones para esta medida fueron netamente defensivas y señalan que, pese 70 Wilfredo Mayorga, "Fuego contra la Milicia", Ercilla, No. 1610, p. 19.

71 Ibíd, "La Milicia Republicana", op. cit., p. 19. 72 BIMR, 24/7/1933, p. 24.

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al reconocimiento oficial, había fuertes aprensiones frente al Ejército y a los grupos izquierdistas: "Los intentos de disolución de la Milicia Republicana nos hizo revisar nuestra organización interna (...) La práctica de nuestra vida institucional nos obligó a la fusión en una sola persona de las condiciones de Presidente del Estado Mayor y Comandante en Jefe, dándole una sede móvil para que pudiera desplazarse en caso de emergencia y concentrar la defensa en cualquier punto del país. Al mismo tiempo se otorgó autoridad e independencia a los Comandos Provinciales, los que a su vez tuvieron su propio Estado Mayor".73

La Milicia Republicana, que llegó a contar con un contingente tan numeroso que osciló entre 50.000 y 80.000 hombres según las fuentes74 -un fenómeno de masas completamente inédito en la historia moderna de Chile y sólo comparable a la movilización ocurrida con motivo de la Guerra del Pacífico-, vivida como una guerra nacional, organizó sus fuerzas a lo largo del país en dos grandes agrupaciones: las divisiones movilizables y las divisiones de resguardo. Además había brigadas territoriales que abarcaban las zonas suburbanas de las capitales provinciales, pero que en general tenían la misma estructura de las divisiones. Como en los ejércitos, la Milicia se componía de unidades en orden piramidal: secciones a cargo de tenientes o subtenientes; compañías de 100 hombres al mando de capitanes; batallones de 300 hombres a las órdenes de mayores; regimientos de 600 hombres -por lo general- al mando de tenientes coroneles, y brigadas bajo la tutela de coroneles. La división movilizable estaba con-formada por los regimientos de infantería, secciones de ametralladoras y de fusiles automáticos, grupos de artillería, sanidad, comunicaciones y aviación -también caballería en zonas rurales-, destinados al combate en un hipotético enfrentamiento. Sus miembros eran en su mayoría gente joven con buena preparación militar. Como rezaba un folleto miliciano de la época: "La instrucción de la defensa móvil debe llenar la exigencia de poder actuar militarmente en pequeñas fracciones, bajo la dirección de sus Jefes respectivos,

73 Wilfredo Mayorga, "Fuego contra la Milicia", op. cit., p. 18. La organización jerárquica y centralizada en Santiago no estuvo exenta de dificultades. Hubo cierta resistencia de las autoridades provinciales que alegaban falta de independencia. Según el miliciano René Castellón, el Estado Mayor Provincial de Concepción fue intervenido y reorganizado, considerando este hecho como una "dictadura impuesta por la capital". En El Sur, 4/9/1933, p. 3. 74 General Carlos Prats González, op. cit., p. 69 y BIMR, 8/8/1935, pp. 8 y 10.

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en las diversas situaciones que se le puedan presentar en las calles, plazas, locales especiales, etc."75

Por el contrario, la división de resguardo o estable estaba compuesta por la reserva, o sea, por los milicianos más viejos, incapacitados físicamente o que sus funciones particulares no les dieran el tiempo suficiente y con menor instrucción militar. En su mayoría habían sido miembros de la Una Tricolor. Las exigencias para ellos eran mínimas: solamente debían saber disparar hasta cien metros de distancia. Las finalidades militares de esta división de resguardo consistían en:

"a) Reeducar cívicamente al ciudadano;

b) Defender la vida y la propiedad de los milicianos que viven dentro de su sector o barrio;

c) Proteger las obras o instalaciones necesarias para la unidad, como depósitos de agua potable, mataderos, plantas eléctricas, etc.;

d) Defender, asimismo, en su vida y sus bienes a todos los habitantes del sector o barrio, aunque no sean milicianos;

e) Cooperar, indirectamente o como punto de apoyo, a la acción de las tropas móviles o movilizables".76

Como todo ejército, el contingente debía presentarse perfectamente uniformado con un overall azul -que supuestamente simbolizaba el espíritu de trabajo de los voluntarios-, un quepis del mismo material, botas de caña alta y generalmente guantes de cuero. Cuando los milicianos estaban de "franco", debían usar obligatoriamente desde noviembre de 1933 como distintivo una insignia en la solapa. Los miembros de la Milicia eran voluntarios y no recibían ninguna remuneración a cambio de sus servicios. Aunque la organización les proporcionaba el uniforme, ellos mismos debían costearse otros implementos auxiliares, como las insignias, por ejemplo. Su rutina consistía en montar guardia regularmente -tanto de día como de noche- en el cuartel correspondiente a su regimiento, participar activamente en ejercicios militares en el cuartel y al aire libre en fincas o en zonas rurales, generalmente en días domingos, y asistir a cursos técnicos, charlas patrióticas y encuentros de carácter social. 75 Milicia Republicana. División de Resguardo, Santiago, 1934, p. 6. Además, se incluía el orden cerrado, la construcción de barricadas, el uso de granadas de mano y la defensa de locales de importancia. 76 BIMR, 15/11/1933, p. 3.

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La Milicia Republicana también desarrolló las comunicaciones. Logró formar con el concurso de pilotos civiles -el propio Sánchez Errázuriz era piloto aficionado- una pequeña fuerza aérea que tenía por misión trasladar a sus máximos jefes a todo el país, lanzar volantes alusivos a la Milicia, además de realizar "trabajos de guerra, tácticos y bombardeos", participando activamente en casi todos los ejercicios y maniobras militares que llevaba a cabo el grupo armado.77 Además, la Milicia Republicana contaba con un servicio de telegrafía a nivel nacional y un sofisticado sistema propio de radio, transmitiendo, por ejemplo, todos los discursos de sus líderes en onda corta a todo el país.

La instrucción militar de los voluntarios estaba concebida también en términos castrenses. Los "contingentes" de nuevos voluntarios debían absolver un curso básico que comenzaba el 1ro. de abril y finalizaba el 31 de agosto. El resto de la tropa participaba en la instrucción regular que se realizaba desde el 1ro. de abril hasta el 1ro. de diciembre y que contemplaba una presentación final, además de maniobras cada cierto tiempo.78 Además, había cursos especiales en materias tales como uso de ametralladoras pesadas, granadas, táctica, etc., tanto para oficiales como para mandos medios.

La segunda gran iniciativa militar de la Milicia Republicana, luego de que el Dr. Julio Schwarzenberg se hiciera cargo del mando supremo, fue la creación en enero de 1934 de la Escuela de Cadetes "Caupolicán". Esta escuela tenía como propósito la educación cívica, física, moral y militar de niños y jóvenes de 7 a 17 años de edad, y era vista como un semillero de nuevos milicianos. La instrucción que comprendía "instrucción militar y clases de gimnasia, juegos recreativos y en masa, torneos y campeonatos (...) educación espiritual y actividades altruistas" se realizaba los miércoles de 14.30 a 17 horas y los domingos de 10 a 12 horas. Todos los ejercicios y presentaciones públicas se realizaban con uniforme y armamento. Además, se efectuaban paseos campestres y colonias veraniegas en la costa para niños de escasos recursos. Como señalaba un instructivo: "Estos campamentos serán sólo de 50 niños con sus respectivos oficiales instructores y en ellos se vivirá como en campaña -bajo carpas impermeables-, se tendrá una alimentación adecuada y se seguirá un 77 Ibíd, p. 65. Como ya se ha referido, varios importantes oficiales milicianos eran pilotos civiles, destacando entre ellos Eulogio Sánchez Errázuriz. Murió en los años cincuenta en un accidente aéreo, volando su propio aparato. Pocos saben que en su recuerdo, el aeródromo de Tobalaba lleva su nombre. 78 Por ejemplo, en noviembre de 1934 se realizaron grandes maniobras. El regimiento "República" se desplazó al fundo "El Salto de Almahue" en la provincia de O'Higgins, abarcando también las localidades de Codao, San Vicente de Tagua-Tagua y Pelequén, donde contó con la ayuda "de los más caracterizados vecinos de la localidad". El regimiento "Libertad" viajó a Polpaico, el regimiento de resguardo No. 1 se fue al fundo "Lo Matta" y el No. 6 a Apoquindo. En BIMR, 20/11/1934, p. 20 y sigs.

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régimen militar con la debida instrucción militar, gimnasia, juegos atléticos, diversiones y la tradicional fogata nocturna..."79

La Escuela estaba dividida en batallones en todo el país; tan sólo en Santiago había cinco, divididos por barrio (véase Anexo No. 3). Esta entidad anexa a la Milicia Republicana, con sus propios estatutos y reglamentos pero siempre sustentada por ésta, llegó a contar con más de ocho mil integrantes. Su primer director fue el Dr. Waldemar Coutts y luego de su renuncia le sucedió Fernando Altamirano, ambos generales de la Milicia.

La incorporación a la Milicia era un asunto tratado con sumo cuidado. Para ser aceptado había que contar con la recomendación de tres miembros activos, y por lo menos uno de ellos debía ser oficial. El formulario de solicitud de ingreso requería datos personales diversos como lugar de trabajo, filiación política, pertenencia a organizaciones deportivas o sociales, etc., y de tipo práctico como uso y posesión de armas, conducción de vehículos, servicio militar y similares.80

Un elemento importante en la caracterización de la Milicia es el origen de clase de sus integrantes. La extracción social de la Milicia Republicana tenía dos fuentes principales. Por una parte, la oficialidad poseía orígenes evidentemente oligarcas y burgueses, reflejados en sus estrechos vínculos con la Sociedad Nacional de Agricultura, la Sociedad de Fomento Fabril, el Club Hípico y, sobre todos ellos, el Club de la Unión, además de los partidos políticos llamados "históricos", liberal y conservador, y el sector más derechista del Partido Radical. Había evidentes nexos con la banca, la bolsa y las grandes empresas monopólicas, la prensa de derecha y los consorcios extranjeros.81 La gran

79 Ibíd, 24/7/1934, p. 63 y Caupolicán, 2da. quincena 12/1935, p. 48. No hay dudas sobre el carácter militar de la organización de cadetes. El 18 de noviembre de 1934 se efectuó una Revista Final en el club privado Stud Limited. Hubo ejercicios tácticos con armamento, actuando un ejército rojo y otro azul como en las maniobras de los ejércitos profesionales. Ibíd, 5/12/1934, pp. 34-37. Las mujeres tuvieron una participación bastante reducida en la Milicia. Sólo hubo pequeños destacamentos femeninos de sanidad (Cruz Roja) entre los cadetes y en los regimientos de adultos.

80 Ibíd, 15/8/1933, p. 39. En este formulario resulta sugerente la siguiente pregunta: "¿Qué funciones podría desempeñar en caso de huelga? (de servicios de locomoción, teléfonos, aseo, etc.)." De hecho, la infiltración -voluntaria o involuntaria- fue grande. Según propio testimonio de los nazistas, este movimiento tenía copada la Milicia Republicana. Véase la nota 92.

81 Estos vínculos se hacen evidentes en los más asiduos anunciadores en el BIMR. Destacan: Banco de Chile, Banco Edwards, Casa García, Le Grand Chic, Paños Tomé, CCU, compañías de seguros (como, por ejemplo, la Compañía Sudamericana de Seguros),

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mayoría de los oficiales milicianos eran hombres de fortuna, profesionales exitosos, acostumbrados a relacionarse socialmente y participar de obras caritativas y filantrópicas en general, oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas donde no faltaban los almirantes y generales de brigada, latifundistas -quienes cedían sus propiedades para realizar maniobras-, industriales y políticos de prestigio (véase Anexo No. 4).

Obviamente, la gran masa de las decenas de miles de milicianos no podía ser exclusivamente originaria de las clases propietarias. En su mayoría pertenecían a estratos más bajos, principalmente de los sectores medios de empleados y trabajadores independientes como pequeños comerciantes y afines. La militancia en la Milicia Republicana daba la posibilidad de relacionarse y poder escalar socialmente. Un crítico contemporáneo resumió este hecho de la siguiente manera:

"La insignia de sus miembros se vio en la solapa de todo traje bien cortado, de paño extranjero. Quien no era miliciano podía ser tachado, valientemente, de cobarde -o lo que es peor aún- de tener ideas peligrosas. El romanticismo superficial y lánguido de muchas muchachas elevó a la categoría de héroe al modesto empleado, amorfo e incoloro, que había pasado toda la noche de guardia en el cuartel. En las oficinas y en las universidades, en las calles o en los campos, la insignia de la Milicia pasó a ser un certificado de honorabilidad, de consistencia, de solidez. Una buena parte de la incipiente clase media del país se dejó tentar por la institución aristocrática y mucha gente que no tenía nada que defender se prestó a pasar por las ceremonias de la iniciación".82

Como manera de contrarrestar la impresión generalizada en la población acerca del evidente carácter clasista de la Milicia Republicana, sus máximos dirigentes, sobre todo Alfredo Orrego, concibieron la idea de crear un regimiento compuesto exclusivamente de obreros y empleados y cierto número de

Sociedad El Tattersall, Ferrocarriles del Estado, Diario Ilustrado, Compañía de Tabacos, Hipódromo Chile, Bolsa de Santiago, Caja Nacional de Ahorros, Bolsa de Corredores de Valparaíso, Sociedad Industrial de Aysén, COPEC, ESSO, Compañía Chilena de Navegación Interoceánica, Cemento Melón; y Panagra, Air France, Compañía Distribuidora Paramount, Grace Line, agentes de Ford, la agencia naviera inglesa P.S.N.C. y el Banco Alemán Transatlántico. Muchos de los máximos ejecutivos de esas empresas eran activos milicianos. El Diario Ilustrado se anunciaba así: "Alerta Milicianos, la unión hace la fuerza. Vosotros como patriotas debéis mantener una íntima unión con el paladín del orden y de la Patria libre. Suscríbete hoy mismo a El Diario Ilustrado, tu viejo amigo".

82 "Ineficiencia de las armas" por Icaro, Anotaciones, No. 5, 1/9/1935, p. 4.

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estudiantes. Así nació el regimiento de infantería No. 5 de Santiago "Sargento Aldea". De este modo, el Boletín de la Milicia Republicana se preguntaba a fines de 1933, al cumplirse un año de existencia de éste: "Si el humilde sargento Aldea de nuestra historia patria, fue humilde entre los humildes y su nombre se destaca entre los más grandes héroes nacionales, ¿por qué no destacamos entre las unidades congéneres de nuestra institución, el nombre de este regimiento, que es formado en su mayoría por hombres modestos que han sabido respetar sus ideales y dar un sólido nombre a la prestigiosa unidad a que pertenecen?"

De hecho, el regimiento "Sargento Aldea" se convirtió en una unidad modelo y fue mostrado con satisfacción por todo el país.83

Un importante elemento aglutinador de la masa miliciana era el "Boletín Informativo" que comenzó a publicarse en julio de 1933. Era editado cada dos semanas y su tiraje era tan alto que se vendía en los quioscos de todo el país. En octubre de 1935 trocó su nombre por el de "Caupolicán", dejando de circular en enero de 1937, siete meses después de la disolución de la Milicia. En sus páginas, los voluntarios encontraban, además de editoriales de corte doctrinal y político -cada vez más abundantes y encendidos-, informaciones sobre actividades internas rutinarias (ascensos, traslados, casamientos, despedidas, encuentros diversos, decesos, etc.); artículos de corte patriótico, de ensalzamiento de las Fuerzas Armadas, sobre efemérides históricas -generalmente de carácter guerrero-; discursos de los jefes milicianos, y comúnmente reportajes acerca de jefes y unidades de todo el país.

También la actividad social era muy frecuente en la Milicia Republicana. Por orden superior los voluntarios debían reunirse por lo menos una vez al mes en actos de convivencia, por lo general comidas en clubes sociales. Estas actividades eran aprovechadas para renovar la camaradería y mística milicianas y desarrollar vínculos con la Armada y principalmente Carabineros, cuerpo que estaba más a mano. Nunca hubo algo parecido con el Ejército. Era común que se realizaran periódicas confraternizaciones entre unidades milicianas y comisarías de Carabineros tanto en Santiago como en provincias, contrastando profundamente con la animadversión que éstos provocaban sólo meses antes. Estas tuvieron un carácter más enérgico y solidario con motivo de los sucesos de Ranquil en el invierno de 1934. En actos de carácter cívico como juramentos a la bandera, celebración de efemérides patrióticas y aniversarios

83 BIMR, 1/11/1933, p. 27. Con motivo de las fiestas patrias de 1934, el "Sargento Aldea" realizó una gira al sur, presentando revistas militares en diversas ciudades, llegando hasta Temuco. Ibíd, 5/10/1934, pp. 16-32 y 56.

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institucionales, la Milicia Republicana estrechaba sus lazos con las Fuerzas Armadas y los círculos políticos, gubernamentales y gremiales. Por ejemplo, con motivo de la presentación oficial de la Escuela de Cadetes "Caupolicán" en julio de 1934, estuvieron presentes junto a la plana mayor miliciana el Director General de Carabineros, el intendente de Santiago y personalidades públicas como Agustín Edwards, Ignacio Valdivieso, Ricardo Pérez Peña, Luis Serrano y Antonio Huneeus, ligado al Partido Liberal.84 Para la revista del regimiento "República" en el fundo de Macul en septiembre de 1933, realizada por 725 hombres y una compañía de ametralladoras pesadas, asistió Arturo Alessandri y sus Ministros en persona.85 En octubre del mismo año, en Talca desfilaron 300 milicianos armados frente a los dirigentes del Estado Mayor General de Santiago, al intendente de la provincia, la oficialidad de Ejército del regimiento Chorrillos y al presidente de la Corte de Apelaciones local junto a todos sus ministros.86 Con motivo del 21 de mayo de 1935, constituyéndose una de las manifestaciones de masas más grandes en la breve historia miliciana, desfilaron en el centro de Valparaíso 5.000 hombres de los destacamentos de la provincia y de tres regimientos de la capital, además de 500 cadetes. Asistieron entre otras autoridades, la plana mayor de la Armada y de Carabineros.87 Por último, el Presidente Alessandri en su gira al sur de diciembre de 1933, visitó el cuartel miliciano de Valdivia y departió con sus oficiales.88

IDEOLOGÍA Y POLÍTICA

Los fines programáticos de la Milicia Republicana estaban dirigidos en una primera etapa a la reconstrucción del Estado de derecho democrático-burgués seriamente afectado por los movimientos militares y las asonadas obreras. Esto

84 Caupolicán, 2da. quincena 12/1935, pp. 19-25.

85 BIMR, 15/9/1933, p. 24. 86 Ibíd, 1/10/1933, p. 31. Se trató de una verdadera excepción. Algunos oficiales del Ejército miraron al principio con cierta simpatía el fenómeno miliciano, pero esta actitud fue cambiando ante la consolidación del grupo como un verdadero ejército. Véase al coronel Tobías Barros quien precisamente estaba en Talca en ese tiempo, en Claudio Orrego Vicuña et al., Tobías Barros Ortiz. Testigos del siglo XX, Santiago, 1979, p. 86. La única vez que la prensa miliciana publicó un artículo alusivo al Ejército en sus casi cuatro años de edición, fue el titulado "Ejército - Escuela de civismo", escrito por el capitán en retiro, teniente coronel miliciano y comandante del regimiento de resguardo No. 1 de Santiago, Raúl Barahona Vargas, en un momento en que el ideal corporativista se había apoderado de lo que quedaba de la Milicia. En Caupolicán, 2da. quincena 4/1936, pp. 7-8.

87 BIMR, 5/6/1935, pp. 26-31.

88 Ibíd, 15/12/1933, p. 30.

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implicaba la devolución del poder a los civiles, el acatamiento del liderazgo civil por parte de los militares y el disciplinamiento de las masas populares. Es por ello que sus grandes enemigos fueron el militarismo y el comunismo. Como se verá en la tercera parte de este trabajo, la Milicia Republicana abandonó paulatinamente el terreno democrático-burgués y devino irremediablemente en una postura corporativista y antidemocrática, negando claramente sus iniciales propósitos.

El juramento que debía dar todo miliciano al incorporarse a la organización, muestra la primigenia intencionalidad democrática de la organización, pero simultáneamente el carácter castrense y autoritario -claramente jerárquico y no deliberativo- que le fue propio, recalcando con esto más aún su similitud con las Fuerzas Armadas:

"Juro por mi honor dar hasta la vida si fuere necesario por imponer en Chile el sistema de Gobierno Republicano Democrático y luchar sin temor y con las armas, si así se me exigiere, para que impere en mi Patria el respeto a la Constitución y las Leyes.

Juro así mismo combatir por cualquier medio toda tiranía, ya sea comunista, civil o militar.

Con tal fin ingreso desde este momento a la organización denominada 'Milicia Republicana' y me someto sin vacilación a las órdenes que reciba, las que acataré sin discutir, guardando el más absoluto secreto.

Contra las tiranías por el Gobierno del Pueblo y para el Pueblo y por la libertad dentro de la Constitución".

También el estribillo del popular himno "Libertad" hablaba de la inspiración democrática:

"Oh! Milicianos, vamos a luchar

Por los nobles hijos del mañana,

Que aliente siempre en esta dulce patria,

Democracia, Ley, Libertad.

Democracia, Ley, Libertad".89

89 Ibíd, 1/1/1934, p. 2 y 24/7/1933, p. 20.

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El discurso de la Milicia Republicana, siempre semejante a las instituciones armadas, apeló constantemente a la simbología nacionalista y a recursos románticos para atraer a sus seguidores. La pertenencia a la Milicia aparece como una especie de sacerdocio patriótico, mezclado de heroísmo y altruismo: "La Milicia se extiende con esa pasión arrolladora y contagiosa que tienen los ideales, cuando fueron durante largos años pretéritos. Ahora es algo más que una fuerza; es una doctrina en marcha. Es la religión del amor a la Patria, del desinterés, del sacrificio y del deber. Todos se sienten bien en ella, porque no reconocen otro programa y ha juntado lo que hay de más sano y de más apto".90

Inmersa en una sociedad no acostumbrada al militarismo castrense y menos al civil, el discurso miliciano debió ser siempre defensivo y justificativo. En una declaración pública de 1933 la Milicia Republicana planteó su posición frente al fascismo, las Fuerzas Armadas y su carácter militar:

"3ro. Que no somos, ni podremos ser nunca, un fascio, puesto que repudiamos la imposición de ideas por medio de la fuerza y porque en nuestras filas militan todas las ideologías políticas, todos los credos y todas las capas sociales;

4to. Que no somos enemigos de las Fuerzas Armadas y que no pretendemos sustituirlas, que cooperamos con ellas en defensa del orden establecido y que tan sólo las combatiremos cuando se salgan de la órbita de acción que la Constitución y la Ley les impongan;

7mo. Que nos organizamos con cierto carácter militar y que nos armamos con el único fin de constituir una fuerza disciplinada, efectiva y capaz de repeler cualquier intento de desorden en cualquier momento".91

Respecto del fascismo hay que señalar que un gran número de milicianos comenzaba en esos momentos -1932/1933- a derivar hacia posiciones nacionalsocialistas. Como señalara su líder González von Marées, eran "muchos los nacistas que militan en las filas de la Milicia Republicana".92 Debido a la

90 Ibíd, p. 1.

91 Ibíd, 1/8/1933, p. 28. 92 Ibíd, 15/8/1933, p. 5. Según las declaraciones a todas luces exageradas de un dirigente nazi: "teníamos completamente penetrada la Milicia Republicana. Había regimientos enteros donde aparte de una o dos cabezas todo el resto pertenecía en silencio al Movimiento Nacionalsocialista. Nos íbamos tomando la Milicia, pues en muchos había el espíritu de darle una fuerza mayor que la política al movimiento y estar con posibilidades de dominio en la Milicia Republicana, que tenía armas, era de la mayor importancia". En Wilfredo Mayorga, "La fugaz violencia del nacismo", op. cit., p. 19. Según testimonio del senador nacional Víctor García Garzena, miliciano raso en su juventud, en el regimiento

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circunstancia de ser una guardia armada y al hecho de que la Milicia propugnaba, veladamente al principio pero abiertamente después, la represión al movimiento obrero, los dirigentes nazistas pretendieron una cooperación entre ambas organizaciones. Sin embargo, el Estado Mayor General miliciano desestimó la proposición aduciendo que el fascismo "caldea la opinión pública", que era un partido armado y que propendía a la eliminación de los demás partidos políticos -además se hacían alusiones a la falta de libertades públicas en la Alemania de Hitler- decretando absolutamente incompatible la militancia simultánea en la Milicia Republicana y en el partido nazista.93

Por otra parte, era obvio que la Milicia Republicana se oponía decididamente a la intervención de los militares en política. La Milicia se mantuvo alerta frente a las actitudes que tomaba el Ejército. La existencia del grupo armado produjo serios roces entre la jerarquía castrense y el gobierno de Alessandri; incluso su Comandante en Jefe, general Pedro Vignola, meses antes considerado como el "héroe de Antofagasta", debió renunciar a su cargo por considerar públicamente que la Milicia Republicana era hostil hacia los uniformados. Las declaraciones milicianas estaban claramente destinadas a exigir la sumisión castrense: "... exigimos la vuelta de ellos (los militares) a sus cuarteles, de donde nunca debieron haber salido. Combatiremos el militarismo imperante y toda otra tiranía, a fin de liberar a la Patria del caos y de la anarquía, de la humillación y de la muerte".94

Pero mientras los milicianos tuvieron una permanente posición de antipatía hacia el Ejército, se produjo todo lo contrario respecto de la Armada y Carabineros que, como ya está dicho, aplaudieron el surgimiento de la Milicia, apoyaron su desarrollo institucional y confraternizaron con ésta en todo momento.

Pese a la opinión generalizada tanto en la historiografía tradicional como en otros sectores de opinión sobre su marcado antimilitarismo -en verdad sólo dirigido hacia ciertos sectores del Ejército- y una inicial posición pluralista, la Milicia Republicana desarrolló una abierta y sostenida animosidad contra las ideologías del movimiento obrero, declarándose enemiga irreconciliable del de Viña del Mar al cual pertenecía, un tercio del contingente era de filiación nazi. En Luz María Astorga, op. cit., p. 11.

93 BIMR, 15/9/1933, p. 3. 94 Ibíd, 15/8/1933, p. 28. La antipatía contra los militares era tan grande, que después del desfile de mayo de 1933, la dirigencia miliciana debió prohibir "terminantemente que los asociados hagan manifestaciones que puedan ser ofensivas, provocadoras o amenazantes para aquéllas (léase: el Ejército), o para cualquiera otra entidad nacional..." Ibíd, 15/5/1933, p. 12.

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comunismo (véase Anexo No. 2): "Frente a aquellos que malévolamente propalan que nuestros movimientos pueden tener un carácter reaccionario, declaramos terminantemente que repudiamos y condenamos la lucha y el odio de clases (...) Lucharemos con denuedo y perseverancia por la mantención del orden y en consecuencia por la extirpación definitiva del comunismo revolucionario".95

El anticomunismo miliciano se hizo cada vez más militante y de una tremenda agresividad verbal en la medida que el propio gobierno de Arturo Alessandri se derechizaba y tendía a ser cada vez más represivo. José Miguel Echenique, un dirigente miliciano señalaba a principios de 1934, en un acto de homenaje en Peñaflor a un coronel del grupo armado, y al que asistían el alcalde de la localidad y el jefe policial respectivo: "Pues, señores, nuestra misión no ha terminado; más que nunca ahora debemos mantener compactas nuestras filas. Esos elementos traidores, todavía pretenden destrozar aún más a este país, esos delincuentes profesionales que tan gravemente atentaron contra los sagrados y fundamentales derechos de la Nación, contra sus más vitales intereses, esos eternos demoledores están nuevamente unidos para proseguir su obra nefasta, su obra exterminadora, esa infame traición a la República; para continuar esos atentados criminales y delictuosos contra la Patria, incitando, a la lucha social, con sus programas huecos, que entrañan sólo principios de negación y exterminio".96

La gran mayoría de los milicianos veía en esta organización principalmente un grupo de combate contra el comunismo y una reedición de las guardias cívicas de 1931, a semejanza de los Freikorps alemanes, o sea, una alianza cívico-militar contrarrevolucionaria. De otro modo no se pueden entender las continuas alusiones a las milicias cívicas europeas. En un artículo titulado "Finlandia y las Milicias Republicanas", se ensalzaban los grupos paramilitares fineses -450.000 hombres en armas- que combatieron al comunismo en ese país, ilegalizado desde 1930: "El ejemplo de Finlandia que hasta la fecha se ha librado del terror comunista, tendrá todavía que ser proseguido por muchos Estados hasta que la paz no vuelva a reinar en el corazón de los hombres".97

95 Ibíd, 15/8/1933, p. 2.

96 Ibíd, 1/2/1934, p. 19-20. En una gira al norte, Schwarzenberg se declaraba contento con el surgimiento de destacamentos en Tocopilla, "considerada como una ciudad en que predominaban en forma absoluta los elementos anárquicos o revolucionarios". Ibíd, 5/4/1935, p. 6. 97 Ibíd, 15/3/1934, p. 6.

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Los hechos de Ranquil reconfirmaron más todavía el discurso anticomunista. No se le entendía como un hecho aislado ni producto de las malas condiciones materiales de los trabajadores, sino que como un acto de subversión, y se culpaba a los militares de haber permitido crear las condiciones, al haber gobernado, para que el comunismo se hiciera fuerte. El Comandante en Jefe, Dr. Julio Schwarzenberg, decía con motivo del segundo aniversario de la Milicia Republicana, en un acto realizado en el Teatro Municipal y amenizado por el Orfeón de Carabineros: "El fermento anárquico y disociador continúa en actividad, envenena las masas y mantiene en efervescencia a grandes sectores de la opinión pública; la cimiente revolucionaria, sembrada en época bochornosa de nuestra historia, germina y crece al calor de odios y pasiones personales, de ambiciones y apetitos inconfesables y agita a los que no ven más que sus intereses materiales y momentáneos. Teorías inadaptables a nuestro ambiente, hacen que surjan en nuestro campo político y social otros tantos factores de desorientación y de intranquilidad y estalla en las últimas semanas la primera chispa del movimiento subversivo que todas estas fuerzas cultivan y alientan, con el levantamiento sangriento del Alto Bío-Bío".98

El sentimiento anticomunista refrendado en toda actuación pública de la Milicia, estaba dirigido a evitar por cualquier medio las actividades de su enemigo. En este sentido debe entenderse, por ejemplo, las diversas "órdenes del día" al respecto, como ésta de 1933:

"V. Propaganda anárquica. En vista del recrudecimiento que ha experimentado la colocación de letreros en las calles públicas, destinadas a hacer propaganda de ideas contrarias al orden institucional y a las finalidades de la Milicia Republicana, el Comando en Jefe se ve en la necesidad de recomendar el cumplimiento estricto de las siguientes disposiciones: Todo miembro de la Institución está obligado a borrar o hacer borrar cualquier anuncio impreso o escrito a mano que se exhiba en las calles públicas y que diga relación:

a) con la propaganda del comunismo o el Soviet;

b) con la Milicia Republicana; y

c) con las instituciones fundamentales de la República. 98 Ibíd, 24/7/1934, p. 25. Asimismo, el Dr. Wiederhold, jefe provincial de la Milicia de Cautín, señalaba en un homenaje a los Carabineros que actuaron en Lonquimay, que "sin pecar de exagerados podemos declarar que los Carabineros de Cautín con su última actuación en Ranquil y Guayalí, han detenido la ola roja del Soviet que se preparaba para inundar a nuestro querido país". Ibíd, 20/8/1934, p. 38. Los milicianos juntaron fondos para los deudos de los policías muertos y para donar premios a aquellos Carabineros que sobrevivieron.

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Se imparte esta orden con el objeto de contrarrestar en forma efectiva las actividades que impunemente desarrollan en este sentido los elementos disolventes".99

Asimismo eran frecuentes los llamados a ilegalizar los movimientos que profesaban la ideología comunista, actitud que los partidos políticos de derecha evitaban públicamente, como el que sigue, realizado por Eulogio Sánchez con motivo de una presentación de las tropas milicianas en tenida de campaña en diciembre de 1933: "Nuestra institución ha jurado también permanecer al margen de la política y velar por el mantenimiento de la Constitución, de las Leyes y del Orden Social; pero lamenta que su sacrificio no se aproveche, como se debe, adoptando de una vez y para siempre todas las medidas tendientes a disolver las fuerzas que se organizan y cohesionan para minar y barrer precisamente, esa Constitución, esas Leyes y ese Orden Social".100

Este discurso tremendamente ideologizado, dirigido más encima contra un partido político legal en el país e incluso con representación parlamentaria, se hizo más fuerte en los años siguientes y sintonizaba perfectamente con la tendencia general que se vivía en las Fuerzas Armadas y en los sectores que apoyaban al gobierno.101

Otro rasgo característico de la Milicia Republicana fue su desarrollado espíritu militarista, pese a que pregonaba que los militares no debían inmiscuirse en política. Desde su formación, la Milicia quiso ser un ejército. De hecho lo fue, logrando incluso que sus efectivos superaran a los de las Fuerzas Armadas. Como lo demuestra una infinidad de testimonios, la Milicia Republicana se entendía como un cuerpo armado; esto implicaba, por ejemplo, que dentro de ella no podía existir la deliberación. Esta posición está claramente planteada, por ejemplo, en el discurso del jefe del Estado Mayor Provincial de Colchagua,

99 Ibíd, 15/9/1933, p. 31. 100 Ibíd, 24/12/1933, p. 87. 101 Con motivo de la quema del Reichstag en Berlín y la consiguiente persecución de los comunistas, El Mercurio editorializaba jubiloso que "Alemania está dando ahora un ejemplo de virilidad al mundo con su actitud de hoy, y es de esperar que el comunismo internacional aprenda en esta coyuntura de cuánto es capaz una sociedad que sabe defenderse y que para ello no olvida ninguna de sus reservas de energía ni desprecia ningún instrumento de acción". En la misma edición se informaba sobre una circular del Ministerio de Educación chileno que planteaba la incompatibilidad de la profesión de maestro fiscal con la de "militante activo del comunismo". El Mercurio, 5/3/1933, p. 5. Sobre el sentimiento anticomunista en las Fuerzas Armadas del período, véase a Carlos Maldonado Prieto, op. cit.

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en los siguientes términos: "La Milicia Republicana no defiende hombres y a ella no le es dable tampoco inmiscuirse como entidad en asuntos políticos. Anhela sí que individualmente cada uno de los milicianos actúe dentro de los partidos a que pertenece y desde ahí contribuya a tener un Gobierno sano que elabore la grandeza de la Patria".102

Con motivo de ejercicios militares a fines de 1933, el Dr. Julio Schwarzenberg planteaba sin rodeos que el uso de las armas era completamente legítimo para defender el sistema: "Os suplico que no me consideréis como uno de esos militaristas furibundos, que desean, que propician la acción bélica por cualquier causa o a cualquier precio; no, pero tampoco debéis tomarme por un pacifista a 'autrance', no, tampoco lo soy. Considero que el empleo de las armas, es un hecho que los acontecimientos políticos, económicos o sociales que se suceden en el mundo, imponen, a veces, como inevitable, por doloroso que sea".103

Rechazando hipotéticas acusaciones acerca de un supuesto carácter masónico y poco viril de la organización a su mando, el director de la Escuela de Cadetes "Caupolicán", el general miliciano Fernando Altamirano decía en un discurso transmitido por Radio Cooperativa, a mediados de 1935, marcando con ello un cambio sustancial en su discurso hacia los militares: "La Escuela descansa en una base militar, todo lo más fuerte y rígida posible (...) Quisiéramos, como loable aspiración, (la instrucción) poderla impartir en el recinto de los propios cuarteles militares con el auxilio de la oficialidad y suboficialidad de nuestras Fuerzas Armadas para que así el niño, junto con asimilar formas militares, se empape, también, del ambiente de disciplina y de austeridad en que se forma el soldado y aprenda, en consecuencia, a apreciar en su justo valor lo que hoy día es para él poco más que un espectáculo llamativo".104

Otro elemento siempre presente en la concepción ideológica miliciana, pero que aumentó singularmente hacia el fin de la existencia del grupo, fue el conservadurismo, el tradicionalismo, la idea de que el país se encontraba atravesando una crisis profunda, en suma, la concepción apocalíptica de una sociedad en decadencia moral, y las incipientes críticas al sistema político representativo que luego derivarían en un franco corporativismo. Los editoriales de la prensa miliciana se sucedían con visiones fantasmagóricas de un país al borde de la hecatombe social y, por ende, al filo del término de una época dorada:

102 BIMR, 5/6/1935, p. 3.

103 Ibíd, 24/12/1933, p. 18.

104 Ibíd, 24/7/1935, p. 38.

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"Ya no se piensa en el País, en su felicidad, ni en sus destinos. Sólo se piensa en la materia, sus formas, en las utilidades que ella nos proporciona. No hay disciplina moral y cívica. Los principios antes intocados y axiomáticos, se descubre en ellos el milagro que tienen variada significación. La honradez es rara avis, casi mitológica. La palabra carece de significado y de cumplimiento, sirve únicamente para el cemento o la crítica destructiva. La moneda desaparece. Las industrias y el trabajo se detienen. Falta la confianza. Las instituciones se sienten bambolera. Afloran espíritus que ultrajan la bandera, que ansían arrear con lo existente y constituirnos en provincia, en una sucursal de una organización pública extranjera".105

El Mercurio, el mentor ideológico de las clases propietarias, alababa con entusiasmo el surgimiento de la Escuela de Cadetes, pues veía en esta iniciativa una posibilidad para salvaguardar moralmente al país, al que, de igual manera que la óptica miliciana, percibía derrumbado e inconscientemente a merced de la subversión: "tenemos mucha juventud desmoralizada que ha perdido casi en absoluto el sentimiento patrio, el orgullo nacional, el espíritu de sacrificio, la disposición de mortificarse en bien de los demás, el sentido de la disciplina y el de la obediencia que son fundamentos de toda sociedad organizada. Aún los muchachos más cultos y mejor inspirados suelen considerar pasado de moda y un poco cursi el patriotismo. La prédica incesante de libros y los periódicos han conseguido el debilitamiento profundo del sentimiento patrio con gran ventaja para el comunismo y demás doctrinas internacionalistas que en escuelas, colegios y universidad hacen su labor sorda, continua, cada día más fuerte".106

Frente a este diagnóstico sombrío y pesimista, los milicianos enarbolaron su propia solución que no podía ser otra que la imposición del orden, la jerarquía y la reeducación cívica de la ciudadanía. Esta receta alcanzará su más completa definición en la etapa corporativista, cuando se planteó el régimen autoritario como corolario y panacea para restaurar la sociedad perfecta del Estado en forma portaliano. Eulogio Sánchez planteaba en 1933: "La disciplina es, Milicianos, la única base de orden, no sólo en la Milicia, sino en el país y en el

105 Ibíd, p. 12. Sintonizado en la misma frecuencia, el presidente Alessandri afirmaba a milicianos armados del regimiento "República", que mientras él gobernara "no desfilará impune por nuestras calles ni en ninguna de las ciudades del país, la bandera roja, símbolo de la anarquía y el desquiciamiento, como lo hemos visto en días no lejanos". Ibíd, 15/8/1933, p. 30.

106 El Mercurio, 7/8/1934, p. 5-6.

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mundo entero. Y hoy que se nota en todas partes esta relajación de ella, es cuando más se necesita imponerla".107

En esta línea moralizante se inscribe también la creación de la Escuela de Cadetes, el "semillero" de la Milicia. Sobre la misma, un articulista del Boletín miliciano planteaba la idea de orden: "Nuestro pueblo necesita orden y disciplina. Puedo asegurar, sin exagerar, que la gente consciente del país así lo quiere. Estamos cansados de ver tanta indisciplina y desorden, tanto desquiciamiento moral fomentado por las doctrinas nefastas emanadas de Moscú. El caos moral producido por tanto desorden e indisciplina ha dado lugar a una reacción saludable, destinada a tonificar los valores morales del país. Me refiero a la Escuela de Cadetes, recientemente organizada por la Milicia Republicana para proceder a la reeducación cívica de nuestro pueblo al amparo de una moral sólida, cultura física y amor a la Patria".108

El llamado de prensa para incorporarse a la Escuela de Cadetes demuestra el tono puritano y tradicionalista que se fue apoderando de la Milicia a partir de 1934 aproximadamente: "Para hacer de ti un ciudadano útil y honrado, digno y patriota, la Milicia Republicana se ha propuesto revivir en tu espíritu el respeto y el cariño hacia tus padres, los sentimientos de familia y de hogar y el amor filial, conceptos básicos de nuestro valer espiritual y que hoy día se ahogan y se pierden en la vorágine de placeres y de goces que envenenan nuestras almas".109

Siguiendo esta tendencia, el máximo líder miliciano, el general Schwarzenberg planteaba que la misión de la Milicia no podía ser exclusivamente represiva, sino que también debía incorporar la noción pedagógica, de restauración moral de la ciudadanía, de exorcización de los valores materiales (léase liberales) y "disolventes". De este modo, las nuevas tareas del grupo armado, planteadas en un momento muy determinado en que estaba fuertemente cuestionado su real valor político, se exteriorizaban así: "Recordemos previamente que nuestra Institución persigue una doble finalidad: una de carácter transitorio que nos exige estar siempre listos para defender con las armas en la mano la paz interna de la República, y otra, de carácter permanente y que es tal vez nuestra misión fundamental, de agrupar alrededor del ideal miliciano a todos los hombres que comprendan la necesidad, imperiosa hoy y persistente tal vez durante muchos años, de formar una nueva conciencia ciudadana, que sólo mire el bien

107 BIMR, 15/8/1933, p. 13. 108 Ibíd, 1/3/1934, p. 8.

109 Ibíd, 5/7/1934, p. 2.

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colectivo, con respeto a todos los derechos, previo reconocimiento y cumplimiento de todos los deberes".110

DISOLUCIÓN

Las posiciones políticas cada vez más extremas de la Milicia contra el Partido Comunista y luego contra toda la izquierda y finalmente contra el radicalismo, incomodaron enormemente al gobierno de Alessandri. La salida de los Ministros radicales del gabinete por segunda vez, y en esta oportunidad para siempre, y de los militantes radicales de la Milicia Republicana provocaron el definitivo declinamiento del grupo armado. A mediados de 1935, por presiones de sectores políticos de derecha y por el Presidente Alessandri sin duda, la dirigencia miliciana anunció la desmovilización inmediata y, un año después, de cara a las próximas elecciones parlamentarias de marzo de 1937, su disolución definitiva. De hecho, el Partido Radical había sido el elemento aglutinador de la Milicia Republicana. Con su seguro veinte por ciento del electorado, este partido centrista estaba en condiciones de consolidar cualquier alianza. Al agudizarse las contradicciones dentro de la coalición gobiernista -producto de un enfoque distinto respecto del orden interno, y en gran medida también por la rápida derechización de la Milicia-, el radicalismo, en sí mismo dividido en varias fracciones, prefirió pasar a la oposición y prepararse para las elecciones presidenciales de 1938 sin cargar con el desgaste del gobierno de Arturo Alessandri. Las provocaciones de la Milicia fueron el detonante para este quiebre, el que al final significó la carta de defunción para la propia Milicia Republicana.

Todo el conflicto se inició el 1ro. de mayo de 1934, cuando una bomba de poco poder explosivo detonó en la casa del Dr. Schwarzenberg. Ya antes se había producido una agudización del tono belicista en la prensa miliciana con ocasión de la elección de Marmaduke Grove como senador por Santiago con apoyo del radicalismo, un mes atrás.111 Inmediatamente se culpó a la izquierda y a los grupos progresistas del radicalismo de haber cometido el atentado. En una inusual muestra de agresividad, la dirigencia miliciana envió un ultimátum a 14 políticos izquierdistas, entre los cuales destacaban Marmaduke Grove, Pedro León Ugalde, Juan Antonio Ríos, Juan Rossetti, Manuel Hidalgo, Juan Pradenas, Raúl Puga y Ricardo Latcham. El texto era el siguiente:

110 Ibíd, 18/6/1935, p. 9. 111 En un virulento editorial, el Boletín miliciano consideraba el triunfo de Grove como una catástrofe y una señal de alerta. "Para los hombres que aman a su Patria -y anhelan defender con su sangre si llega el caso- su hogar y su libertad, ha sido ésta una advertencia bien precisa". Ibíd, 15/4/1934, p. 3.

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"El país tiene conocimiento de sus actividades demoledoras en contra del orden público y de la tranquilidad social.

Mientras esas actividades, que Ud. realiza en compañía de otros elementos tan despreciables como Ud., se limitaron a simples prédicas subversivas o a la preparación de fallidos complots, la Milicia Republicana pudo mantener una actitud pasiva, en espera de los acontecimientos.

Sin embargo, elementos malsanos que son sus hijos espirituales, cuando no sus agentes directos, han llevado su perfidia y su audacia hasta atentar en contra de la vida del Comandante en Jefe de nuestra institución.

La Milicia Republicana es respetuosa de la ley, pero también tiene conciencia de su responsabilidad y de sus derechos, y no admitirá ser la víctima indefensa de manos cobardes y criminales.

En consecuencia, notifica a Ud. que lo hará responsable personalmente de cualquier atentado de esta naturaleza que vuelva a repetirse. Y procederá a castigarlo en forma implacable.

Ninguna consideración política o jurídica, le apartará de esta resolución.

El Estado Mayor General".112

Frente a este grave error político, el gobierno reaccionó drásticamente contra el ultimátum miliciano. Además de conceder protección policial a los dirigentes amenazados, la mayoría prestigiosos parlamentarios, desautorizó públicamente a la Milicia y cimentó el principio de autoridad seriamente resentido por estas actitudes milicianas que demostraban una peligrosa independencia respecto de la autoridad. En una carta de duros términos dirigida a Schwarzenberg, Alessandri llamó inequívocamente al grupo armado a abstenerse: "de ejecutar ninguno de aquellos actos que, dentro del régimen constitucional, republicano y democrático de Gobierno en que vivimos, son de la exclusiva incumbencia del Gobierno constituido".113

Las reacciones políticas no se dejaron esperar. El Partido Radical pidió formalmente al gobierno la disolución de la Milicia Republicana, propuesta que apoyaron todos los partidos de izquierda: Socialrepublicano, Radical Socialista, Demócrata, Socia-lista y Comunista. Personeros de izquierda, incluyendo a los agredidos Ugalde y Ríos, formaron un Frente de Defensa Nacional contra el 112 El Mercurio, 8/5/1934, p. 21. El diario apoyó decididamente a la Milicia, pues "la reacción contra el terrorismo, cualquiera que sea su procedencia o finalidad, es condición básica de nuestra existencia como país civilizado". Ibíd, p. 3. 113 BIMR, 24/5/1934, p. 82.

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Fascismo Miliciano, como una de las primeras expresiones de unidad frentista, y el Partido Socialista llamó a estar alerta frente al peligro fascista en el país. Finalmente, el día 17 de mayo la Asamblea Radical de Santiago acordó el retiro de sus militantes de las filas milicianas y dos días después los ministros radicales, cediendo al voto mayoritario, abandonaron el gabinete.114

El destino de la Milicia parecía ya decidido. Pero recién dos años después dejó de existir la organización armada, aunque ese período fue claramente el de su declinación. Sin embargo, el día 13 de octubre de 1934 la Milicia Republicana mostró por última vez a la faz del país todo el poder que aún poseía. Con ese motivo se reunieron en el Club Hípico 37.245 hombres uniformados, de los cuales unos veinte mil eran de provincias. Jubiloso El Mercurio comentaba: "Los habitantes de Santiago y los compatriotas venidos de todos los puntos de la República han participado ayer en un acto cívico, acaso el más grandioso de lo que va corrido de este siglo..."115

El Presidente Alessandri, teniendo en cuenta las tensiones que provocaba la Milicia en el ámbito político y castrense, decidió no asistir al acto y se limitó a ver pasar las tropas desde una esquina de la Alameda. Además, a diferencia de lo ocurrido tan sólo un año atrás, no se permitió el paso frente a la casa de gobierno ni que los generales milicianos encabezaran el desfile. Por estos motivos, el discurso que pronunció el Dr. Schwarzenberg en el Club Hípico, transmitido a todo el país por una cadena radial, tuvo más bien un sabor de amargura e impotencia y mostró el desencanto en que estaba sumida la Milicia Republicana debido a su declinación, pues ya se presagiaba su fin:

"La gran masa del país no ha comprendido o no ha querido comprender que los esfuerzos de la Milicia Republicana tienden principalmente a ver realizada en la práctica la verdadera esencia del régimen constitucional y legal (...) La odiosidad del elemento popular, mañosamente engañado o inducido a creer que somos enemigos de sus intereses y francos amparadores de privilegios y prebendas de que cree usufructuaria a la clase adinerada, unida al desgano y

114 La Opinión, 7 al 9/5/1934 y El Mercurio, 12/4/1934, p. 3, y 18/4/1934, pp. 9 y 13. 115 Ibíd, 14/10/1934, p. 6. El desfile miliciano fue realmente espectacular. Tómese en cuenta que la parada militar del 19 de septiembre de 1987 reunió tan sólo a 15.800 hombres de las Fuerzas Armadas y Carabineros que desfilaron por espacio de tres horas. Además, el contingente militar de principio de los años treinta, según el general Díaz Valderrama, era de 43.987 hombres (21.000 en el Ejército, 8.000 en la Armada 8.000, 15.000 en Carabineros y casi 2.000 en la Aviación). En La República, Valdivia, 3/8/31, p. 1 y El Mercurio, 23/7/1931, p. 3 . Otros datos consignan el total incluso más bajo: 34.694 hombres. En general Carlos Prats González, op. cit., p. 59.

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abandono de una clase media sumida en la actitud de expectación y a la indiferencia y egoísmo de la clase alta que aparenta ver en la Milicia un baluarte opuesto a los avances de ideas que no son las suyas, van insensiblemente empujando el régimen al abismo de su perdición, no obstante los esfuerzos de los Poderes Públicos (...) Desgraciadamente y pese a nuestras mejores ilusiones de bien público, los acontecimientos, la ruda realidad, palpada y vivida en los últimos días y corroborada por los organismos que tienen la obligación de velar por la seguridad del Estado, nos obligan a mantenernos unidos en el trabajo y en el sacrificio, siempre con la esperanza de que las mutaciones del tiempo y las circunstancias nos permitirán realizar la totalidad de nuestros anhelos honrada y sinceramente de que al guardar nuestro querido over-all nos habremos hecho acreedores a la gratitud y al reconocimiento de todos nuestros conciudadanos, que por esta fuerza cívica grandiosa, desprendida e idealista, supo devolverle a la Patria el honor y el prestigio, su tranquilidad y su progreso (...) Lamenta este Comando en Jefe y el Estado Mayor General, no poder encabezar, como hubiera sido su deseo y su deber, las columnas triunfales de vuestras legiones al salir de este recinto. Consideraciones de orden superior y que no está en nuestras manos subsanar nos obligan una vez más a depositar en el altar de nuestras supremas idealidades un nuevo y enorme sacrificio".116

Algunos meses después, en julio de 1935, cumpliéndose tres años de existencia, la dirigencia miliciana procedió a ordenar la disolución de la organización, y en septiembre del mismo año el desarme de la misma:

"Cumplida ahora la misión de la Milicia Republicana, que como fuerza armada y de emergencia le corresponde, ha llegado el momento solemne en que nuestra rectitud, nuestra conciencia ciudadana y el deber de soldados disciplinados y obedientes nos obligan a proceder a la realización de la orden, que nuestro último Consejo General y el Estado Mayor General de la Milicia Republicana impartieron a fines del año pasado, en previsión de acontecimientos y circunstancias que indicaran que la esencia de nuestro juramento estaba cumplida, que la desaparición de nuestra organización militarizada pudiera acarrear mayores beneficios para la estabilidad de la República que una mantención indefinida de ella y que el presente soporta y que el porvenir exige la desmovilización de sus unidades armadas".117

Pese al anuncio de desmovilización inmediata en vista a la disolución en un plazo de un año, al cumplirse cuatro años de su fundación, la Milicia Republicana continuaba desarrollando actividades regulares, aunque en menor

116 BIMR, 20/10/1934, p. 5. 117 Ibíd, 8/8/1935, p. 24.

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escala y privilegiando a la Escuela de Cadetes, pero siempre con su carácter militar. Por ejemplo, entre octubre y noviembre de 1935 hubo muchas actividades todavía; entre ellas resaltan maniobras con ametralladoras pesadas en Concepción, la promesa a la bandera por parte de batallones de cadetes en tenida de parada, una comida de celebración en honor del Comandante en Jefe Schwarzenberg con asistencia de 1.500 comensales en el cuartel central miliciano en Santiago, y las revistas de eficiencia que realizaban todos los regimientos del país antes de la desmovilización. Incluso el 7 de junio de 1936 se inició el tercer período de instrucción de la Escuela de Cadetes, incluyendo preparación militar.118

El anuncio de la desmovilización y consiguiente disolución de la Milicia Republicana no dejó de producir conflictos al interior de la organización. El 30 de octubre de 1935 21 altos oficiales milicianos, entre ellos todos los comandantes de los regimientos de Santiago, dieron a conocer un manifiesto en el que se oponían a la disolución de la Milicia por considerar que ésta no era "una institución de emergencia" y justificando su existencia con el supuesto peligro izquierdista: "que trata de destruir violentamente el propio régimen democrático y es evidente que esa acción funesta para la marcha regular de la vida pública no puede ser contenida sino demostrando franca y públicamente la existencia de la fuerza defensiva contraria".119

Según Jorge de la Cuadra, líder del movimiento, los dirigentes milicianos habían pecado de: "un legalismo estrecho, estrangularon a la Institución al borde de todas las posibilidades; se negaron a reconocerle su derecho de evolucionar, y cerraron los ojos a las inquietudes de renovación que estremecían sus filas. En efecto: juntar cincuenta mil hombres, disciplinarlos, equiparlos, armarlos; montar una máquina grandiosa, civil y militar, a través de todo el país; derrochar los millones, las energías y los sacrificios, para marcharse en seguida a sus casas sin haber abordado ningún problema, sin haber solucionado ninguna dificultad, sin haber dado ninguna orientación, ¡es el caso más típico que registrará la historia de los aspavientos y de las simplezas humanas!"120

Esta fue sin duda alguna la peor crisis interna que sufrió la Milicia Republicana, pues cuestionaba no sólo a las personas que la dirigían sino que también todo

118 Caupolicán, 2da. quincena 10/35, p. 41-43; 1ra. quincena /11/35, p. 62-63; 1ra. quincena /12/35, pp. 26 y 33; 2da. quincena /12/35 y 2da. quincena /6/36, p. 47-49. 119 Jorge de la Cuadra Poisson, La verdad de las incidencias milicianas, Santiago, 1935, p. 28.

120 Ibíd, p. 21.

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su quehacer. La dirigencia miliciana respondió ásperamente y al estilo castrense -negándose siquiera a discutir los planteamientos de los firmantes del manifiesto- separando a todos quienes habían adherido a él y procesándolos internamente por insubordinación. Finalmente se expulsó a Antonio Ramírez Luco, Eduardo Guzmán Echeverría, Claudio Herrera Prieto y Jorge de la Cuadra Poisson, quienes aparecían como los cabecillas. Schwarzenberg incluso llamó a De la Cuadra fascista e instigador para convertir la Milicia en una "guardia pretoriana".121 Como secuela directa de este enfrentamiento renunció también la dirigencia de la Escuela de Cadetes, entre ellos su director el Dr. Waldemar Coutts. Esta aguda crisis dividió más todavía a las diversas corrientes que coexistían al interior de la organización. Mientras unos, en una línea más política, devinieron hacia el corporativismo abandonando el carácter militar de sus proyectos, otros continuaron avivando el fuego militarista, siendo tierra fértil para una serie de aventuras de corte ultraderechista.

En resumen, se puede afirmar que la existencia y desarrollo de la Milicia Republicana como un verdadero ejército armado, de evidente connotación burguesa y conservadora y de una amplia base de masas de capas medias, es un fenómeno inédito en la historia moderna de Chile, pues testimonia fielmente las potencialidades que existían en la sociedad de la época para el surgimiento y crecimiento de tendencias autoritarias y militaristas, pese y en contra de la tradición civilista que había exhibido el país. Algunos antecedentes históricos son cruciales para entender este desarrollo y no pueden dejar de mencionarse. Uno de ellos es la vertiente militar que, desde principios de siglo -por medio de la prusianización del Ejército- había estado presente cada vez con mayor fuerza por la vía del reclutamiento militar y la socialización de las ideas de liderazgo castrense. Por otro lado, tanto sectores civiles como militares ya habían demostrado un marcado interés en la represión del movimiento obrero, tanto con acciones policiales (Iquique, etc.) como con la creación de guardias blancas de tipo terrorista (Ligas Patrióticas, grupo TEA y otros).

La Milicia supo sacar provecho del terror anticomunista que hizo presa de gran parte de la sociedad chilena al ver derrumbarse el modelo militar autoritario auspiciado por Ibáñez y las jerarquías castrenses. Su discurso fue evidentemente de restauración, de regreso a la convivencia oligárquica de antes de 1920, cuando cada actor social tenía predefinido su papel y su destino. Su posición ideológica fue una mezcla abigarrada de revancha antimilitarista contra el "caudillo" que no supo imponer el orden, marcado anticomunismo -

121 Ibíd, p. 12. El altercado fue tan violento que De la Cuadra retó a duelo al comandante Schwarzenberg, quien prefirió las disculpas.

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común a todos los sectores dominantes, aunque con diversos matices-, conservadurismo decimonónico y puritano, nacionalismo, corporativismo y, aunque aparentemente contradictorio, un desarrollado militarismo imitativo de las instituciones castrenses que convirtió en un verdadero culto el ensalzamiento de las virtudes bélicas, los símbolos guerreros y el uso de la fuerza, elementos que hacen recordar el militarismo de base popular común en Alemania e Italia de esos años. En el decantamiento del proceso político que se vivió entre 1932 y 1938 algunos elementos de esta abigarrada ideología derechista se hicieron más hegemónicos que otros. El alejamiento del radicalismo abrió las puertas para la definitiva derechización y abandono del terreno democrático-burgués. Lo singular del fenómeno miliciano fue la relativa independencia con que se generó y fue progresando. Sus máximos líderes no eran hombres militantes en los partidos de la derecha, con la excepción de los radicales -habida cuenta de los conflictos internos por esta causa-, sino que se trató de gente desvinculada del mundo político, hombres de negocios, empresarios, profesionales de éxito que reaccionaron a lo que ellos entendían como pasividad de los partidos "históricos" de la derecha chilena. Tan poco confiaban en éstos, que incluso mantuvieron una relativa distancia hacia Alessandri -otro "caudillo"- y no se dejaron instrumentalizar del todo.122 En el conflicto con el naciente Frente Popular, los milicianos llegaron incluso a oponerse a Alessandri, su gran benefactor. Este ánimo civilista, independiente de los partidos políticos y las élites, prefirió confiar en sus propias fuerzas y finalmente pretendió convertirse en una nueva alternativa al modelo democrático liberal que comenzó a ser percibido como insuficiente para detener los cambios que se perfilaban en el horizonte.

122 Resulta sintomático el testimonio de un contemporáneo, que relata el siguiente diálogo con el presidente Alessandri: "'Señor, a Ud. le han contado que no admito la Milicia Republicana en la forma en que quiso formarse ahora. Es verdad, a mí me alarma un poco'. 'A mí también', me dijo". En Claudio Orrego Vicuña et al., op. cit., p. 86.

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TERCERA PARTE: LA OPCIÓN CORPORATIVISTA

EL CORPORATIVISMO

Después de la deserción del radicalismo y el distanciamiento del gobierno, entre 1935 y 1936, o sea en la etapa que medió entre la "desmovilización" y la "disolución", se hizo fuerte en la Milicia la ideología corporativista. Ya a partir de septiembre de 1935 se detectan claros indicios de esta tendencia, no sólo por el discurso marcadamente anticomunista -recrudecido por la guerra civil española y los virulentos ataques a la URSS y al Frente Popular chileno que lo hacía aparecer como instrumento político de Moscú- sino que también por el matiz crítico dirigido a las propias clases propietarias y al modelo de dominación imperante: "Un atento examen de las actividades políticas y sociales nos permite sostener con criterio definido que la forma en que ellas se desarrollan no constituyen ni un ejemplo, ni un estímulo nacional. En efecto, la lucha permanente de los diversos intereses puestos en juego, el egoísmo creciente hecho valer en votos y resoluciones, la parcialidad manifiesta en debates y discusiones, nos permite alentar pocas esperanzas en el triunfo de un idealismo nacional. En consecuencia, casi todos los elementos que constituyen las diversas actividades del País sufren una verdadera crisis de incomprensión y egoísmo que nos obliga a denunciar..."123

Los elementos desencadenantes del corporativismo en el plano internacional fueron la Primera Guerra Mundial, la crisis política que se sobrevino en Europa al término de ésta -expresada en la caída de varias monarquías e imperios territoriales y el estallido de revoluciones socialistas- y que fue sentida como el ocaso de las democracias liberales de Europa, y la debacle económica de 1930. En su esencia, el corporativismo encarna el deseo de regresar al orden social de la Edad Media, entendida como una sociedad sin conflictos internos y sin divisiones, donde los gremios feudales, en las ciudades libres, y la Iglesia Católica, en toda la sociedad, poseían una preponderancia social no discutida. Se trata de la reacción a las reivindicaciones del liberalismo: los partidos políticos y la democracia representativa. Este "nuevo orden" abjura de la democracia, la igualdad, la libertad y el Estado, a diferencia de los fascistas que ensalzan el papel de un Estado todopoderoso. En el terreno económico, donde el corporativismo se presenta con un ropaje anticapitalista, se desecha la libre competencia y las leyes del mercado y se postula en cambio la abierta dictadura del gran capital monopólico. Fomenta además la organización gremial de la sociedad entendiendo por ello el dominio de los gremios empresariales y la mediatización de los sindicatos y los movimientos huelguísticos. En el terreno

123 BIMR, 15/9/1935, p. 7.

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político, donde el corporativismo demuestra su evidente matriz anticapitalista conservadora, se rechaza la política, a la que se equipara peyorativamente con la democracia. Considera que el liberalismo es el origen de todos los males de la sociedad, y postula la subsidiaridad del Estado y el desarrollo de organismos corporativos -el Senado en una primera instancia- para el gobierno de la nación.

En Chile, donde la élite dominante, siempre receptiva a los fenómenos políticos e ideológicos de Europa, se debatía en una profunda crisis existencial desde antes de 1920, este pensamiento se afincó profundamente a partir de la revista Estudios (1932-1957) en torno a Jaime Eyzaguirre y la intelectualidad católica, y la consiguiente cooptación de los gremios. De hecho, el dogma de la Iglesia Católica jugó un papel importante en la gestación del corporativismo. La Encíclica Quadragesimo Anno del Papa Pío XI, formulada en 1931, delineó claramente un tercer camino corporativista opuesto tanto al liberalismo como al socialismo. Es este movimiento de raigambre religiosa el que logró concebir el proyecto corporativo más ambicioso del período y se planteó abiertamente como un relevo de la dirigencia burguesa-oligárquica tradicional.124 A los partidos políticos y a las clases dominantes se les enrostró haber actuado en forma irresponsable, no haber comprendido el problema agudo de la "cuestión social" y haberse dejado desarticular por el egoísmo del liberalismo. Se les achacó a los partidos tradicionales haberse convertido en entes parasitarios que no tenían ninguna solución novedosa que ofrecer. Se llegó a plantear la "rectificación del orden oligárquico" e incluso a propiciar una reforma agraria y otras modernizaciones sociales como salario mínimo y prestaciones médicas, incluidas las medidas propias de la receta corporativista como el Consejo de Economía Nacional y el parlamento gremial.125

De este modo, comenzaron a imperar teorías cada vez más antiliberales en la intelectualidad, clase política y grupos dirigentes chilenos, las que se fueron acercando cada vez con más simpatías a los movimientos fascistas europeos. Como lo señala Gonzalo Catalán en su estudio sobre la revista Estudios:

124 En el terreno de la historia, ya a fines de los años veinte va a surgir una tendencia nacionalista, encabezada por los historiadores Alberto Edwards Vives y Francisco Antonio Encina, que servirá de base ideológica a la corriente corporativista, liderada por Eyzaguirre, también historiador. La "escuela nacionalista" creó el mito del Estado en forma y la paternidad portaliana de éste. Frente a la crisis oligárquica, estos intelectuales de derecha veían como única solución la imposición de un régimen fuerte y autoritario que mediatizara tanto a la "fronda aristocrática" como al pueblo. Edwards creó ver en Ibáñez al hombre providencial que salvaría la sociedad chilena de la decadencia liberal. 125 Gonzalo Catalán B., "Notas sobre proyectos autoritarios corporativos en Chile: la Revista Estudios 1933-1938", Cinco estudios sobre cultura y sociedad, Santiago, 1985, p. 203 y sigs.

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"Lo mismo (que la revista señalada), pero de manera más visible, se expresará en la proliferación de movimientos, organizaciones e incluso fracciones de los mismos partidos de la derecha que con diversos matices y modulaciones proclamarán la caducidad del sistema democrático y su sustitución por fórmulas autoritarias; y, en lo que constituye un hecho sumamente revelador, la presencia y actividad que comienzan a tener las agrupaciones gremiales patronales, las que, asumiendo un rol cada vez más político, se pliegan e impulsan tempranamente esta ofensiva antidemocrática. Todo aquí señala, pues, un relativo distanciamiento de los grupos sociales dominantes con respecto a las ideologías y a los partidos que tradicionalmente los representaban y su búsqueda de nuevas expresiones doctrinarias y orgánicas a través de las cuales ir implementando esa opción autoritaria para salvar así un liderazgo social en discusión".126

En efecto, el pensamiento corporativista se fue haciendo cada vez más popular y fueron pocos los actores políticos que escaparon a su influencia expresada de una u otra manera. Un sinnúmero de entidades políticas que se fueron desarrollando en la década del treinta enarbolaban la idea de rechazar tanto el capitalismo como el liberalismo y buscar en formas alternativas, generalmente autoritarias y filo fascistas, la fórmula de redención social. Así, por ejemplo, además del Movimiento Nacional Socialista de Jorge González von Marées -el más conocido e importante grupo del período que incluso llegó a tener representación parlamentaria- nació en 1932 la Acción Nacionalista de Chile que lideraba el general ® Francisco Javier Díaz Valderrama y que agrupaba a militares retirados del Ejército, en 1940 el Movimiento Nacionalista de Chile liderado por el general ® Ariosto Herrera Ramírez -comprometido en un complot contra Pedro Aguirre Cerda un año antes- y en 1942 la Unión Nacionalista en torno a Juan Gómez Millas, todas insertas en estas características. Por otro lado, en el seno de los partidos políticos tradicionales también cundió, como también afirma acertadamente Catalán, el pensamiento corporativista. Es así que Agustín Edwards aseguraba en la Convención Liberal de mayo de 1934, que el sufragio universal había fracasado y que apoyaba la idea de educar al ciudadano para el futuro régimen corporativo.127 También al interior del Partido Conservador comenzaron a ganar terreno los postulados corporativistas: en 1935 el Partido apoyó la idea de reemplazar el Senado por 126 Ibíd, p. 185/186. Sobre la crisis al interior de la derecha a principios de los años veinte, véase a Tomás Moulian e Isabel Torres Dujisin, "La derecha en Chile: evolución histórica y proyecciones a futuro", Estudios Sociales CPU, No. 47, Santiago, 1986, pp. 63-118. 127 El Mercurio, 7/5/1934, p. 1. Sobre el fascismo en Chile hay muy pocos estudios. Véase al respecto a Hernán Ramírez Necochea, "El fascismo en la evolución política de Chile", Araucaria de Chile, No. 1, Madrid, 1978, pp. 9-33 y Michael Potashnik, Nacismo: National Socialism in Chile, 1932-1938, Los Angeles (Ca.), 1974.

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una Cámara Corporativa que diera representación a los gremios. Asimismo la Juventud Conservadora, a través de su órgano periódico Lircay, apoyaba sin reservas esta ideología -aunque con matices mucho menos autoritarios-, tanto en su solidaridad irrestricta a la revista Estudios como en su apoyo a los regímenes corporativistas europeos. Incluso en el mismo radicalismo hubo simpatía por la Cámara Corporativa.128

También en el ámbito gremial sucedió otro tanto. En 1934 nació con un programa claramente corporativista la Confederación de la Producción y del Comercio que reunió a la SOFOFA, la SNA, la Cámara Central del Comercio y la Cámara del Comercio Minorista. Su presidente, Jaime Larraín García Moreno (su hermano José era un destacado oficial de la Milicia Republicana) se convirtió en uno de los promotores más activos de la creación de un Consejo Nacional de Economía. También Carlos Silva Vildósola ligado a la familia Edwards y El Mercurio y padrino ideológico de la Milicia Republicana, colaboró activamente en la difusión del corporativismo.

UNIÓN REPUBLICANA

El antecedente más directo para el corporativismo de la Milicia Republicana fue el surgimiento de la Unión Republicana en octubre de 1932, al término del interregno dictatorial, el primer partido corporativista que hubo en Chile y que llegó a tener representación parlamentaria y una militancia calculada en tres mil miembros. La mayoría de sus integrantes provenían de la alta burguesía y la oligarquía terrateniente. El primer presidente fue Adolfo Ibáñez Boggiana, un hombre ligado al comercio y las finanzas, y el primer secretario general fue Ramón Montero Rodríguez, ingeniero y ejecutivo empresarial ligado a la SOFOFA. La segunda directiva, elegida en 1934, estaba dirigida por Walter Müller Baluarte, gerente, presidente del Instituto de Ingenieros y vice-presidente de la SOFOFA; Benjamín Claro Velasco, abogado y profesor de la Universidad de Chile, y Juan Pablo Bennett, hijo del general ® del mismo

128 Lircay, 2/8/1935, p. 8. González Videla consideraba que, a pesar del carácter antidemocrático del corporativismo, "una parte del Senado (puede) ser elegido por los grandes organismos gremiales, por ejemplo las Cámaras de Comercio, Sociedad Agrícola, de Fomento Fabril, Minería, Federaciones Obreras, Asociaciones de Empleados Públicos y Particulares, etc." En El Mercurio, 6/5/1934, p. 23. El corporativismo era cada vez más popular en la región. En 1934, una parte del Congreso brasileño, bajo la égida de Getulio Vargas, fue elegido corporativamente. En Julio Halperin-Donghi, Historia contemporánea de América Latina, Madrid, 1972, p. 381. Véase sobre Chile a Frederick M. Nunn, "Militares chilenos: desarrollo institucional; relaciones cívico-militares; consecuencias de política", Cuadernos del Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica, No. 13, Santiago, febrero 1977, p. 7. Sin Ciencias Políticas U.C., No. 13, Santiago, febrero de 1977, p. 7 y sigs.

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nombre, miembro de la Junta Militar de 1924, quien también era destacado militante del partido.

El programa social de la Unión Republicana tendía a hacer ver a los empresarios la necesidad de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y así evitar el triunfo del comunismo. Por ello elogiaba las iniciativas que en ese sentido realizaban empresas como la Papelera, que entregaba asignación familiar a sus empleados (su gerente era Luis Matte Larraín, militante de la Unión Republicana), y el fundo de Francisco Petrinovic (también militante del partido) que se preocupaba por la educación de sus inquilinos.129También demostró un marcado interés por mejorar los establecimientos de salud pública -por medio de estudios realizados por Luis Calvo Mackenna y otros médicos- y erradicar los casinos de juego, considerados como antros del ocio y símbolos de la vida fácil de oligarquías anquilosadas. Otras iniciativas sociales de su programa eran el repudio a la lucha de clases y la formación de una sola clase de productores, y el incentivo de escuelas rurales. Como rezaba una de sus proclamas: "Tenemos que batallar por el mejoramiento material de nuestro pueblo, por su educación y su elevación moral. Hay que deshacer el ciego egoísmo patronal y la incomprensión de los asalariados; con eso terminará la influencia nefasta de los que utilizan los males del pueblo como pedestal de ambiciones".130

En el plano económico, la Unión Republicana propiciaba el trabajo obligatorio (!), la colonización colectiva de las tierras fiscales inexplotadas, el incremento de la producción, el aumento de sueldos y jornales, la creación del Consejo Nacional de Economía y la estrecha colaboración con la Confederación de la Producción y del Comercio que agrupaba a los gremios empresariales.

En el terreno político, el partido corporativista exigía responsabilidad cívica a los ciudadanos, criticaba la intromisión del Estado en todos los ámbitos de la vida de la sociedad, apoyaba el voto femenino y pugnaba contra el sufragio universal y su reemplazo por el "voto plural", una nueva versión del voto censitario: "que tome en consideración para aumentar el valor eleccionario del ciudadano, su cultura, su estado civil y su interés por la sociedad".131

La Unión Republicana apoyó por supuesto también a la Milicia Republicana. Impresionada por su presentación multitudinaria de octubre de 1934, la organización corporativista elogiaba el carácter patriótico de la Milicia, pues:

129 Progreso, 28/10/1935, p. 1 y 18/11/1935 p. 2. 130 Cuatro Declaraciones del Directorio General de la Unión Republicana, Valparaíso, 1936, p. 8. 131 Progreso, 30/5/1934, p. 7.

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"se había perdido el concepto del deber colectivo, del sacrificio útil. La juventud no creía que pudiera modificarse la situación de inercia, de oprobio". Se acuerda "felicitar a dicha institución por la labor abnegada y patriótica que ha desarrollado y que la constituye en el más sólido baluarte de la dignidad nacional y una escuela de educación cívica para las generaciones jóvenes".132

Pese al ferviente apoyo a las actividades milicianas, la Unión Republicana veía que la organización armada no estaba preparada para cumplir otras tareas tanto o más importantes que la pura mantención del orden. A diferencia de la concepción oligárquica tradicional que sobredimensionaba el valor del orden en desmedro de las condiciones materiales que aseguraran ese orden, no se podía caer, según Adolfo Ibáñez, en: "el error de los que creen que con las Milicias está todo hecho. Bien sabemos que las Milicias representan la base fundamental: el orden, el respeto a la Constitución. Pero, con solo orden y respeto no se nutre, ni se abriga, ni se cobija un pueblo; para tener pan, ropa y casa, es preciso trabajar, producir, distribuir y, además, es necesario hacerlo con justicia, equidad, cuidando a la vez la salud y atendiendo la educación".133

Los lazos con la Milicia Republicana fueron cada vez más fuertes. En las elecciones municipales de abril de 1935 la Unión Republicana presentó por primera vez sus candidatos. Dos de los candidatos por Valparaíso, el almirante ® Enrique Spoerer y Víctor Bunster, eran miembros de la Milicia Republicana. Y de los 16 regidores que obtuvo en todo el país, dos representantes por Santiago, Alberto Jenschke y Claudio Herrera Prieto, eran oficiales milicianos. Además, en la Cuarta Junta Nacional del partido celebrada en junio de 1936, a un mes de la disolución de la Milicia, su Comandante en Jefe Julio Schwarzenberg y el jefe provincial de Valparaíso Guillermo Münnchen fueron candidatos a la directiva nacional.134

ACCIÓN NACIONAL

Sin embargo, la mayoría de los milicianos de tendencia corporativista no emigró a la Unión Republicana como Schwarzenberg y otros. Crearon su propio referente político al clausurar las actividades de la guardia armada. El 17 de octubre de 1936 unos ochocientos asistentes reunidos en el Club Social "24 de Julio" -fecha que hacía referencia a la fundación de la Milicia-, formaron el partido Acción Nacional. Presidente ejecutivo fue nombrado el ex Comandante de la Milicia Eulogio Sánchez. El diagnóstico que hizo su líder era sombrío y

132 Ibíd, 17/10/1934, p. 3 y 31/10/1934, p. 1. 133 Ibíd. 134 Ibíd, 6/6/1936, p. 1. Federico Schwarzenberg, hermano del jefe miliciano, era el líder del partido en Valdivia desde sus inicios.

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cargado de reproches a las élites políticas tradicionales, las mismas que preferían deshacerse de ésta para evitar riesgos políticos en los comicios próximos:

"En el mundo hay escasez, debido a un reparto defectuoso de la producción, y de ahí que la lucha por la vida se torne agresiva y violenta... La primera y lógica consecuencia de este estado de cosas es la ruptura del equilibrio social, cuya manifestación primaria es la indisciplina (...) Cinco años de fracasos sucesivos han demostrado la impotencia de las colectividades políticas tradicionales para librar al país de la anarquía y la miseria. La razón fundamental de este fracaso es que los partidos históricos alcanzaron hace tiempo su madurez y se hallan, por lo mismo, en vías de decadencia. Sus hombres dirigentes han perdido para siempre el favor y la confianza del pueblo y carecen, por lo tanto, de autoridad y de prestigio. El país no tiene quién lo dirija y marcha a la deriva de los acontecimientos, expuesto a la suerte de desventuras y sorpresas".135

El programa político de Acción Nacional se oponía claramente al "régimen liberal egoísta", al "fascismo tiránico" y al "comunismo bárbaro", propiciaba en cambio la instauración de un modelo francamente autoritario rechazando el parlamento, la lucha de clases y el sufragio universal. Esta concepción autoritaria se traducía en una estructura interna del partido jerárquica en extremo. Esta concepción marcaba una diferencia fundamental respecto de la Unión Republicana que evidenciaba un carácter mucho más civilista y menos agresivo. De hecho, la militancia en ella de personajes como Amanda Labarca y otros que podrían calificarse de románticos y filántropos sociales habría sido imposible en Acción Nacional. Por ejemplo, respecto del régimen político, se decía a la letra: "La Acción Nacional propicia la existencia de un Gobierno fuerte (...) Condena y rechaza la intromisión del parlamento en la dirección de los negocios públicos (...) Negamos desde luego, que el pueblo sea soberano para determinar cuál es el mejor medio de satisfacer (sus) aspiraciones y necesidades".136

El nuevo partido corporativista se oponía a la lucha de clases, considerándola un producto de las nuevas ideologías materialistas -liberalismo y comunismo-, pues: "a pesar de que las generaciones pasadas hicieron su vida en un ambiente

135 Caupolicán, 2da. quincena 10/1936, p. 26. 136 Ibíd, pp. 27 y 29. La dirección del partido estaba en manos de un Consejo Supremo. Este elegía por tres años renovables a un jefe máximo quien exclusivamente "define, orienta y maneja toda la organización", pues se consideraba "estéril, inadecuado y anarquizante el sistema de asambleas. Con esta estructura alcanzamos grandes objetivos, esto es: jerarquía, disciplina y autoridad, tres cosas que el país ha olvidado y que lo tienen al borde del abismo". Ibíd, p. 27.

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más modesto que el de la actual generación, nuestros antepasados mantuvieron entre ellos relaciones siempre fraternales consiguiendo una unidad de raza y de ideales que les permitió realizar grandes empresas".137

Según esta ideología, compartida por ambas organizaciones citadas, la política debía ser hecha por los productores -y antes que todo por los empresarios- y no por los ciudadanos. Como señalaba Guillermo del Pedregal Herrera, un alto ejecutivo empresarial y líder partidario: "La política ha variado fundamentalmente: las fuerzas vivas de la nación, los productores, industriales, comerciantes y asalariados, los eternos espectadores del gran festín politiquero, quieren ahora intervenir en la dirección de la cosa pública y dan vida a poderosas organizaciones gremiales y a nuevos partidos políticos".138

ACCIÓN REPUBLICANA

Como la concordancia de posiciones entre Unión Republicana y Acción Nacional era obvia y por el hecho significativo que gran parte de la Milicia Republicana se había volcado en ambas agrupaciones, la fusión de éstas resultó un paso lógico a seguir. El día 3 de diciembre de 1936 y de cara a las elecciones de marzo de 1937, surgió Acción Republicana. Sus dirigentes máximos fueron Benjamín Claro, Walter Müller, Juan Pablo Bennett, todos de Unión Republicana.

Políticamente no hubo cambios sustanciales. El programa corporativo siguió siendo el mismo, incluso se profundizó al acentuarse la idea de la subdivisión de la tierra. El discurso del nuevo partido seguía la línea de Unión Republicana, en el sentido de privilegiar sus aspectos de renovación y cambio por sobre la idea autoritaria, más presente en Acción Nacional:

"Constituimos una fuerza cívica, socialmente de avanzada, con plena conciencia de la época actual, libre de prejuicios y de espíritu sectario, con un verdadero concepto de democracia y contraria a la lucha de clases, que consagrará sus esfuerzos a la solución de los problemas fundamentales de este período de vida del pueblo; el robustecimiento de la economía nacional y el perfeccionamiento del régimen democrático".139

En enero de 1937 se proclamó a Benjamín Claro, Walter Müller y Andrés Prado Reyes, ex jefe miliciano, como candidatos a diputados por el primer distrito de Santiago. Y Mariano Puga Vega, ex jefe de la Milicia Republicana, fue elegido nuevo jefe máximo del partido. Finalmente, en las elecciones parlamentarias de 137 Ibíd, p. 29. 138 Ibíd, 1ra. quincena 10/1936, p. 12. 139 Acción Republicana. Programas y Estatutos. 1937, Santiago, 1937, p. 2.

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ese año, las únicas en que participó, Acción Republicana obtuvo 9.802 votos a nivel nacional y 2.452 en Santiago, lo que representó el 2,5 por ciento del electorado. De esta manera consiguió elegir 2 diputados: Benjamín Claro por Santiago y el Dr. Carlos Ribbeck Hornickel por Cautín.140 El gran perdedor fue el Dr. Julio Schwarzenberg que se postuló como candidato a senador por Valdivia -su lugar natal, reconocido por su tradición conservadora y cuna de la Una Tricolor y otros grupos paramilitares- y tenía evidentes apetitos presidenciales.141 Por su parte, el otro máximo líder miliciano, Eulogio Sánchez Errázuriz, que se convirtió en presidente provincial de Santiago de Acción Republicana, renunció a ese cargo e ingresó al Directorio General de la campaña de Gustavo Ross en agosto de 1938. Acción Republicana, frente al exiguo logro electoral y al hecho notorio que el grueso de la militancia miliciana -potencial base de masas del corporativismo- no siguió esta tendencia, decidió apoyar la candidatura derechista del oficialismo y así evitar el triunfo frentista.142 Luego de las elecciones de 1938, en medio del desconcierto que se apoderó de la derecha en general, el partido se desintegró virtualmente.

El corporativismo civil y sobre todo el miliciano se olvidaron por completo de sus iniciales preocupaciones. Resuelto en líneas gruesas el conflicto cívico-militar y encausadas las Fuerzas Armadas en un constitucionalismo que las devolvió a los cuarteles -y el cual en definitiva fue mucho más formal que asumido-, estos grupos conservadores abandonaron rápidamente su preocupación por el asunto militar asumiendo una postura de corte tradicional respecto a las instituciones armadas que en nada se diferenciaba de las posiciones que enarbolaban los demás partidos políticos del espectro, incluyendo los de izquierda. Da la impresión que de pronto hubiesen cambiado los fantasmas que perturbaban a estos círculos: si antes habían sido los militares los enemigos, ahora eran los políticos. Por ejemplo, Acción Nacional consideraba a las Fuerzas Armadas como instituciones indispensables del Estado y abogaba por mejorar su "eficiencia moral y material". Acción Republicana no varió mayormente en este sentido. Tanta fue la indiferencia que 140 El Dr. Ribbeck era el jefe regional del partido y un destacado oficial de la Milicia en la zona. El otro grupo de extrema derecha, los nazis, obtuvo 3 diputados. En Ricardo Cruz Coke, Historia electoral de Chile, 1925-1973, Santiago, 1984, p. 81. 141 Schwarzenberg fue mencionado como posible candidato a la presidencia de la República por Carlos Madariaga, directivo de la SOFOFA y articulista miliciano, en Caupolicán, 1ra quincena, 8/1936, pp. 11 13. 142 Acción Republicana, 1/8/1938, p. 1. El apoyo del partido a la candidatura Ross no fue incondicional, pues se evidenciaron discrepancias respecto de sus propuestas corporativistas, entre ellas la implantación del salario mínimo y el Senado Corporativo. Incluso se abstuvo de participación en la Convención que proclamó a Ross en abril de 1938. En Tomás Moulian e Isabel Torres Dujisin, Discusiones entre notables. Las candidaturas presidenciales de la derecha, 1938-1946, Santiago, 1988, pp. 93-97.

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provocaba el tema militar, que el general ® Juan Pablo Bennett, militante de Unión Republicana, reclamaba por tal abandono y exigía una línea programática mínima respecto de la defensa nacional.143

EPÍLOGO

La otra fracción en que se dividió la Milicia Republicana, que privilegiaba todavía la vía militarista, de abierta confrontación con los enemigos del sistema y que aún recelaba de los uniformados, prosiguió sus esfuerzos tendientes a no desechar todo lo logrado. Es así que surgió en julio de 1936, al disolverse definitivamente la Milicia Republicana y la Escuela de Cadetes "Caupolicán", la Legión Cívica de Chile. Su máximo jefe fue el Dr. Waldemar Coutts, ex jefe de la Una Tricolor y de la Escuela de Cadetes. Los demás comandantes eran los antiguos oficiales milicianos Alberto Covarrubias Pardo, Juan Maluenda Campos y Alfredo García Zegers, y el arquitecto Miguel Dávila Carlson y el abogado Ignacio Ureta Errázuriz. Ellos se encargaron en 1937 de formar una nueva Escuela de Cadetes. La organización funcionaba en el ex cuartel del regimiento Buin en la calle Recoleta, sede del Cuartel General de la agrupación de Inválidos y Veteranos del 79. El grupo estaba organizado militarmente en cuatro legiones y contaba con el considerable contingente de cuatro mil hombres. El 11 de julio de 1937 se realizó en su cuartel un homenaje a los héroes de la Concepción y el 29 de agosto del mismo año un juramento a la bandera, al que asistieron 500 voluntarios. Diputados del Frente Popular denunciaron en 1937 la existencia de este grupo que en su sede procedía a realizar prácticas con armas cedidas por el gobierno. Dos mil carabinas de Carabineros habrían sido entregadas a esta Legión. El diputado radical Justiniano Sotomayor, quien había sido miliciano, acusaba a la derecha de querer perpetuar su dominación por medios violentos, a un año de las elecciones presidenciales y cuando el Frente Popular se aprestaba a proclamar un candidato único:

"Esta fuerza armada facciosa está evidentemente destinada a oponerse a las Fuerzas Armadas legales de la República, contra ellas ha sido creada y se sostiene para hacerlas servir de fácil escabel y trampolín del caudillo que se quiere imponer al país. 143 Caupolicán, 2da. quincena 10/1936, p. 30 y Progreso, 15/8/36, p. 2. De igual forma que el general Bennett y su hijo eran militantes de Unión Republicana, también lo fue el arquitecto Hans von Kiesling, hijo del general alemán del mismo nombre que sirvió en el Ejército chileno como instructor hasta 1937 y de reconocida tendencia fascista. Probablemente también estaba ligado a ese partido el hijo de Emil Körner, artífice de la "prusianización". Durante la guerra civil española juntó fondos para ir en ayuda de los nacionalistas. Más detalles en Carlos Maldonado Prieto y Patricio Quiroga Z., El Prusianismo en las Fuerzas Armadas chilenas. Un estudio histórico, 1885-1945, Santiago, 1988.

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Al dar la voz de alarma ante estos hechos, que sólo son posibles por la hipocresía del civilismo y del constitucionalismo del régimen imperante, quiero repetir un concepto que para nosotros es fundamental: el pueblo de Chile defenderá resueltamente a sus Fuerzas Armadas, porque son creación de la Ley y porque son carne y alma de las clases media y populares de Chile".144

Este hecho vino a poner de nuevo en el tapete la cuestión del armamento cedido a la Milicia Republicana. Al anunciarse la disolución definitiva del grupo armado, sus dirigentes máximos se comprometieron a devolver a las Fuerzas Armadas los miles de fusiles y carabinas que usaron los milicianos desde 1932. Sin embargo, la devolución fue lenta y no desprovista de dificultades. Además, el armamento regresado se encontraba en malas condiciones de mantenimiento. Ya a fines de 1935, el Block de Izquierda y el Partido Radical habían intentado sin éxito en el parlamento que el gobierno obligara a los milicianos a devolver el armamento.145 Todavía en 1937, a propósito del escándalo de la Legión Cívica, continuaban las protestas porque la Milicia no había devuelto todas las armas.146

En 1940 y 1941, Ernesto Prieto Trucco, Julio Schwarzenberg y Eulogio Sánchez Errázuriz, todos prominentes ex jefes de la Milicia Republicana, aparecían estrechamente vinculados a la Legión Cívica de Chile y al partido político corporativista Frente Nacional Chileno, fundado en esa etapa, el cual hacía

144 Cámara de Diputados, op. cit., p. 3136, vol. III. El diputado socialista Ricardo Latcham acusó en la misma sesión al Director General de Carabineros, general Arriagada, de entregar las armas a la Legión Cívica. Ibíd, p. 3140, vol. III. Véase también La Opinión, 9/9/1937, pp. 1 y 3. La bancada derechista boicoteó una ulterior investigación del escándalo. El asunto parecía además una burla, pues el mismo gobierno de Alessandri había encargado a Carabineros la disolución de todo grupo paramilitar o simplemente uniformado que se presentara en público. En El Mercurio, 7/11/1935. Esta medida estaba obviamente dirigida contra los partidos de izquierda, pues la Milicia no fue perseguida en ningún momento. Sin embargo, la medida no fue eficaz, ya que en septiembre de 1936 surgieron brigadas comunistas militarizadas e integradas por hombres, mujeres y niños. Además y pese a toda la legislación represiva (Ley de Seguridad Interior del Estado, etc.), hubo milicias de diversas otras tendencias. Véase a Paul W. Drake, op. cit. 145 El grupo oficialista que contaba con la mayoría en la Cámara, rechazó la moción presentada contra la Milicia y aprobó en su lugar otra que condenaba la existencia de grupos armados sin incluir en ella a la Milicia Republicana (!). En Caupolicán, 2da. quincena 1/1936, p. 2. 146 El diputado Juan Rossetti señalaba que muchas armas del Ejército aún permanecían en manos de milicianos, las que éstos se habían llevado a sus casas. Incluso se habían cometido crímenes comunes con dicho armamento. Cámara de Diputados, op. cit., p. 3143, vol. III. Un hombre cercano a las Fuerzas Armadas señalaba que en 1936 las armas todavía se devolvían lentamente. En Ventura Maturana Barahona, Mi ruta, el pasado..., el porvenir, Buenos Aires, 1936, p. 259.

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causa común con la derecha parlamentaria en obstruir el programa de gobierno del Frente Popular.147 Prieto Trucco era presidente del Frente. El Partido Comunista, por medio de su prensa, los acusó formalmente en 1941 de profesar la ideología fascista y ser conspiradores contra el sistema representativo. Asimismo, afirmaba que el grupo tenía una estructura paramilitar con ramificaciones en todo el país, que estaba asesorado por militares en retiro y que poseía armas de procedencia alemana; una grave acusación si se tiene en cuenta que el Reich ya había invadido media Europa.148 Es ilustrativo acotar que, a propósito de un acto público que este grupo corporativista organizó en el Teatro Santiago a mediados de 1941, varios altos oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas adhirieron públicamente a él. Entre ellos se encontraban los generales Jorge Bari, Francisco Javier Díaz Valderrama y Víctor Figueroa, además del almirante Edgardo von Schroeders, conocido por su actuación en la represión de la Sublevación de la Marinería.149 Ese mismo año, Díaz Valderrama, un conocido simpatizante del fascismo hitleriano, fue candidato a diputado por el Frente Nacional Chileno.150

Finalmente, he aquí un último antecedente respecto a la Milicia, sus armas y sus miembros, lo que testimonia acerca de la vigencia del pensamiento autoritario y militarista en la historia moderna de Chile: una nueva reedición de la Milicia Republicana se produjo durante el gobierno de Gabriel González Videla, cuando un numeroso grupo de políticos y profesionales formaron en 1946 la llamada AChA, Acción Chilena Anticomunista, debido a la: "designación de ministros de filiación comunista, hecho que ocurría por primera vez en la historia del país (...) la mejor manera de prepararse, el medio más eficaz para aniquilar al comunismo en ese caso, era armarse, formar un ejército cívico poderosamente armado". "Lo que procedía era la formación de una fuerza cívica armada que actuara por presencia, que constituyera una seria advertencia para los enemigos del orden y que, por último, se empleara a fondo si el comunismo atacaba".151

AChA estaba organizada en regimientos comandados por oficiales del Ejército en retiro. Hubo varios miles de voluntarios. Se trataba de una curiosa amalgama de personalidades ibañistas, socialdemócratas, conservadoras, nacionalistas, corporativistas, además de oficiales en retiro -algunos de alta

147 El Siglo, 23/11/1940, p. 1. 148 Ibíd, 10/8/1941, p. 1. 149 Ibíd, 30/6/1941, p. 3. 150 Sobre la influencia fascista en las Fuerzas Armadas chilenas del período, véase a Carlos Maldonado Prieto, op. cit. 151 Arturo Olavarría Bravo, Chile entre dos Alessandri, Santiago, 1962-1965, pp. 42 43, vol. II.

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graduación-, unidas todas por el denominador común del anticomunismo. El jefe máximo era Arturo Olavarría Bravo, ex secretario privado de Arturo Alessandri y luego prominente político radical, y entre los jefes máximos se encontraban Jorge Prat Echaurren que ya comenzaba a liderar el pensamiento nacionalista a través de su conocida revista El Estanquero, el radical Julio Durán Neumann y el socialista Oscar Schnake Vergara. Dentro de la jerarquía de la AChA había además varios ex milicianos que se habían opuesto decididamente a la disolución de la Milicia Republicana. Algunos de ellos eran Miguel Luis Amunátegui Johnson, Oscar Avendaño Montt, el financista Carlos Cruz Eyzaguirre que recaudó fondos tanto para la Milicia como para AChA, el ex teniente coronel ® Ricardo Dávila Budge, Jorge de la Cuadra Poisson, el líder radical Hernán Figueroa Anguita, Lindor Pérez Gazitúa, Osvaldo de la Cruz Ortúzar (dos de sus hermanos habían sido altos jefes milicianos) y el dirigente liberal Raúl Marín Balmaceda, entusiasta defensor de la Milicia. De esta unión surgió el primer armamento que poseyó el grupo paramilitar y que estaba todavía en poder de algunos milicianos ¡diez años después de la disolución de ese grupo armado!, demostrando la veracidad de las denuncias públicas realizadas sobre el particular entre 1935 y 1937:

"Contábamos, desgraciadamente, con pocas armas: algunas ametralladoras y fusiles que eran restos de la fenecida Milicia Republicana, una porción de granadas de mano y las carabinas y pistolas que particularmente poseían los voluntarios. Este problema fue posteriormente resuelto gracias al esfuerzo desplegado por los consejeros señores Luis Eyzaguirre Infante y Carlos Cruz Eyzaguirre, que reunieron una regular suma de dinero con la que adquirimos fusiles, carabinas, pistolas y gran cantidad de municiones".152

Una buena parte del grupo estuvo comprometida en el intento de golpe de Estado de octubre de 1948, conocido como el "Complot de las Patitas de Chancho". Entre los implicados estaban varios suboficiales en servicio y oficiales retirados del Ejército y la FACh, peronistas, el mismo general Ibáñez, el comandante ® Ramón Vergara Montero, ex militante de la Milicia Republicana, y un sinnúmero de miembros de AChA.153

Resumiendo se puede decir acerca del período corporativista de la Milicia que, debido a la tendencia general de desencanto por el liberalismo y la crisis de liderazgo y hegemonía entre las clases propietarias chilenas del período, el corporativismo fue la opción lógica para los milicianos más conservadores, depurados de las tendencias democrático-burguesas del radicalismo. Como el

152 Ibíd, p. 47, vol. II. 153 Gabriel González Videla, op. cit., p. 1016, vol. II.

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propio Partido Radical, los partidos "históricos" y el gobierno de Alessandri habían desahuciado la vía militarista para enfrentar la crisis y volcó todos sus esfuerzos en superar electoralmente a la izquierda, la Milicia Republicana devino en el corporativismo para presentar una nueva alternativa autoritaria y atractiva -documentada por los avances presentados por Mussolini y Oliveira Salazar-, que reemplazara a las dirigencias caducas y anquilosadas de los partidos burgueses tradicionales. Sin embargo, las fórmulas corporativistas que se presentaron en las elecciones municipales de 1935 y parlamentarias de 1937 no obtuvieron los frutos esperados. Es posible que el distanciamiento de la dirigencia miliciana respecto de Arturo Alessandri y la denuncia del fascismo por parte del Frente Popular, el que demostraba su violencia en la guerra civil española y en las calles de las ciudades chilenas con sus grupos de choque, hayan pesado ostensiblemente como para que el grueso de la Milicia Republicana, unos treinta mil hombres, prefirieran las soluciones políticas tradicionales y rechazaran la panacea corporativista y autoritaria. Por su parte, la fracción más militarista persistió en formar nuevos grupos paramilitares, pero no pasó de ser un fenómeno absolutamente marginal aunque potencialmente latente.

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CONCLUSIONES

El estudio sobre la Milicia Republicana permite obtener una serie de importantes constataciones acerca del período 1931-1938 en Chile, el largo y tormentoso interregno que medió entre la caída de la dictadura militar de Ibáñez y el inicio de lo que se ha catalogado como el "Estado de compromiso". Éste fue un período de reacomodo de la sociedad chilena, tanto en el aspecto político como en el social y económico. Hay que constatar que éste fue un tiempo vivido por los contemporáneos en forma agitada y a veces traumática, en el que se proyectaron diversos proyectos políticos -unos de corte popular y democrático, otros claramente autoritarios o de simple restauración- para reordenar adecuadamente un Estado oligárquico en extinción, una economía deteriorada por la crisis internacional y un tejido social con profundos abismos y desasosiegos producto del desempleo, la miseria aguda y la orfandad de las clases populares. Como resultado parcial, rehabilitada medianamente la economía y cerradas hasta cierto punto las heridas de los conflictos sociales más importantes, un conglomerado de centroizquierda -superando débilmente a una derecha poderosa pero desdibujada ideológica e intransigente políticamente- asume la dirección del gobierno con un proyecto de fuerte desarrollo económico dirigido desde el Estado. Las Fuerzas Armadas, que se habían convertido en uno de los animadores de la vida política del país en los últimos veinte años, pasan a ser mediatizadas mediante el expediente de la nueva doctrina del constitucionalismo, y tanto la izquierda como la derecha adhieren a los postulados del modelo político democrático. Sin embargo, el proyecto autoritario, enarbolado por una serie de fracciones al margen del espectro político tradicional -fascistas, corporativistas y milicianos-, pero que no por ser periférico no influyó poderosamente en el discurso de la derecha tradicional, permanecerá latente como ideario político al interior de la civilidad ultraderechista y en las propias Fuerzas Armadas, y resurgirá en los decenios siguientes con los más distintos ropajes, tanto en intentos putschistas castrenses como en agrupaciones paramilitares (Legión Cívica de Chile, Frente Nacional Chileno, AChA) y movimientos políticos y corrientes de pensamiento (en torno a la revista El Estanquero, por ejemplo).

En este marco histórico sorprende, en primer lugar, el alto grado de violencia verbal y física que se empleó tanto en el derrumbe del régimen militar de Ibáñez como en los sucesos siguientes. Todos los actores sociales involucrados -la derecha, la izquierda y las Fuerzas Armadas y Carabineros- se prodigaron en un uso de la violencia poco conocido hasta entonces en un país orgulloso de su centenaria tendencia legalista, con excepción hecha de las represiones al movimiento obrero en los años diez y veinte. Este clima de violencia armada

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deja entrever el clima de cuasi guerra civil que se vivió entre 1931 y 1932, tanto por las incursiones de los militares como por las del movimiento obrero. Las asonadas militares de junio ("República Socialista") y septiembre de 1932 (dictadura de Blanche) y los alzamientos de septiembre (sublevación de la Marinería) y diciembre de 1931 (sucesos de Copiapó) y el de agosto de 1934 (Ranquil) reconfirmaron en las clases propietarias dos supuestos: el estado de ingobernabilidad en que se hallaban las Fuerzas Armadas como organismos supeditados al Estado y la inminencia de una revolución socialista. Estos fueron las condicionantes para el surgimiento del movimiento civilista.

La sublevación de la Marinería hizo patente la descomposición interna de las Fuerzas Armadas, sobre todo porque enfrentó en un lance traumático, a la Marina con las demás ramas de la defensa. Hubo cruentos combates en Coquimbo (bombardeo aéreo de la naciente FACh) y en Talcahuano (por parte del Ejército), situación que no se producía en el país desde 1891, cuando militares de dos bandos distintos se enfrentaron en una sangrienta guerra civil. Esta situación, además de los sucesos de Copiapó, fue crucial en el convencimiento de la civilidad conservadora de que los militares no eran ninguna garantía para asegurar el orden interno, de cara al "peligro comunista", al que, según la opinión general, las Fuerzas Armadas no parecían ahora tan inmunes como aseguraban.

El hecho desencadenante para el definitivo surgimiento de la Milicia Republicana como corolario de la reacción civilista de 1931-1932, fue la intervención militar tanto de Grove como de Blanche, en momentos que el gobierno de Montero, apoyado por la derecha y el centro, se empeñaba en hacer retornar al país a la normalidad institucional. En el caso de la República Socialista, la civilidad burguesa-oligárquica vio en ésta la fatídica unión de los militares y los comunistas, y en el caso del siguiente gobierno de Carlos Dávila y el golpe de Estado del general Blanche, el regreso de los militares ibañistas. Este último suceso fue la gota que derramó el vaso, pues dividió más todavía a las Fuerzas Armadas (pugna Ejército versus FACh y Armada; en forma más velada ésta eso sí, consciente de los peligros del fraccionalismo) y ponía freno en forma permanente a los intentos de restauración civilista conservadora, convirtiéndose en cortapisa para el ascenso de un líder civil de la élite: Montero o Alessandri. Este doble temor convenció de la necesidad de la Milicia, y "gente de derecho" como Figueroa y Oyanedel, buscaron en la Milicia el apoyo necesario para terminar con el fraccionalismo de las Fuerzas Armadas y su consiguiente disciplinamiento dentro de los cánones del constitucionalismo.

Justamente el aislamiento político del Ejército respecto de la población y de las demás ramas de las instituciones armadas, después de dos años de asonadas sin

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ningún éxito, y la existencia de un numeroso grupo paramilitar, la Milicia Republicana, cuya presencia significó que entre 1932 y 1936 no hubiera un verdadero monopolio de las armas por parte de las Fuerzas Armadas, prepararon el terreno para el delineamiento conceptual y consiguiente triunfo del constitucionalismo como doctrina estatal para la actuación de los uniformados en la sociedad. Su tarea se limitó en adelante a ser obedientes de los poderes del Estado, y proteger la soberanía territorial. De este modo, las Fuerzas Armadas quedaron sin capacidad para influir políticamente y condenadas a desarrollarse institucionalmente con un bajísimo presupuesto. No es de extrañar que en esa situación los uniformados cultivaran una visión doctrinaria alejada completamente de la sociedad civil, lo que se ha denominado muy gráficamente "compartimiento estanco".

El movimiento civilista surgido en 1931 y que llegó a formar medio centenar de guardias cívicas independientes entre sí y de relativa autonomía de las autoridades civiles del Estado -un hecho importante a retener-, fue una reacción a la crisis política, que lideró la derecha y los sectores propietarios no vinculados a los partidos tradicionales. Un importante papel tuvieron militares y marinos en retiro. Muchos de ellos eran enemigos de Ibáñez, al que consideraban un caudillo populista incontrolable, incluso perseguidos y purgados de las filas por éste y otros retirados antes de su gobierno cesarista, por lo mismo no contaminados con el germen deliberativo que afectó a las Fuerzas Armadas hacia fines de los años veinte.

La Milicia se presentó como la cristalización de la reacción civil frente al desorden político creado por las incursiones de los militares y del movimiento obrero, liderado por un Partido Comunista más preocupado de cumplir directrices internacionales que asimilar el país real. De este modo, el discurso patriótico y civilista de la Milicia caló profundamente en la derecha y principalmente en los sectores medios, preocupados por la atmósfera de inestabilidad. La Milicia se presenta, por lo menos en el primer tiempo, como una agrupación popular, democrática y defensora del Estado de derecho. Poco a poco, sin embargo, ésta comenzará a mostrar su verdadero carácter ideologizado en extremo.

La Milicia Republicana marca un hito fundamental en el desarrollo del movimiento civilista del período. Su existencia en Chile es inédita, pues el antecedente de la Guardia Cívica portaliana se dio en otro contexto histórico y no fue una creación espontánea. Sólo tiene parangón en América Latina con experiencias de reacción civilista de carácter popular y masivo como lo que ocurrió en el Perú del siglo anterior con el Partido Civil de Prado y la revancha civilista de Piérola, y, en esta centuria, con la espectacular disolución del

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Ejército en la Costa Rica de Figueres. Este cuerpo armado de voluntarios fue el heredero directo de las guardias cívicas y del entusiasmo militarista que envolvió a las clases propietarias chilenas a partir de 1931.

La Milicia Republicana combatió, avalada en primera instancia por los partidos políticos conservadores y el líder del momento, Arturo Alessandri Palma, a las fuerzas que podían poner en peligro el proceso de recomposición del sistema político quebrantado por la crisis que desbancó a Ibáñez. Estos eran, por una parte, los militares, y más precisamente sus caudillos más señeros: el mismo Ibáñez, Grove, Merino Benítez y Blanche, y, por el otro, el movimiento obrero, personificado en los comunistas. Todos sus ataques verbales y escritos y los aprestos bélicos estuvieron dirigidos en contra de ellos. En los hechos, la Milicia constituyó un elemento decisivo en la política militar de Alessandri, lo que posibilitó la recomposición de la estructura interna de las Fuerzas Armadas, su disciplinamiento, depuración y acatamiento de los nuevos postulados de obediencia y constitucionalismo. Esto permitió, por ejemplo, que unas Fuerzas Armadas prusianizadas, extremadamente anticomunistas y con innegables brotes de tendencias nacionalistas y fascistas, y con una desarrollada conciencia de su papel de defensores del sistema de dominación, no reaccionaran -con excepción del abortado motín del general Ariosto Herrera- a la asunción a la presidencia en 1939 de una coalición de centroizquierda, apoyada por socialistas y comunistas. El otro enemigo era precisamente el comunismo. La Milicia desarrolló una tendencia anticomunista muy marcada, por lo demás común a los partidos burgueses y, como ya está dicho, a las mismas Fuerzas Armadas. Sorprende que, pese a la caída del régimen ibañista, el anticomunismo continuará vigente tan fuerte como en los decenios anteriores. El Partido Comunista tuvo en ese período un virtual status de ilegalidad y sus dirigentes fueron perseguidos y encarcelados constantemente. Por su parte, éste se debatía todavía en una profunda crisis interna debido a la discusión por la caracterización de la sociedad chilena y las vías para alcanzar el socialismo. Esta debilidad y cierta tendencia ultraizquierdista permitieron que la represión fuera aún más eficaz.

La Milicia se convirtió en un verdadero ejército, armado y alentado por el Estado, aunque con una sorprendente autonomía respecto de los partidos burgueses y del gobierno que le trajo problemas a su principal mentor, Alessandri. Este hecho permitió el desarrollo de una tendencia militarista latente en las clases propietarias y capas medias -uno de los rasgos del autoritarismo- que llegó a extremos manifiestos en el culto a los hechos de guerra y la vida de cuartel llevada por sus miembros. Hay que tener en cuenta que el militarismo civil es muchas veces más fuerte y extremo que el

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militarismo castrense propiamente tal. Según un destacado autor, este militarismo civil "surge, generalmente, en períodos de decadencia de las sociedades o en momentos de extrema incertidumbre, y cuyas expresiones son a veces más radicales que las del militarismo de los militares".154 Resalta como un fenómeno inédito el significativo número de voluntarios que el grupo armado pudo reunir, una base de masas de extracción mesocrática que el fascismo criollo trató de controlar sin éxito. La Milicia llegó a tener en su momento de mayor apogeo por lo menos 50.000 hombres en armas (¡el 1,2 % de la población del país!), o sea, 6.000 hombres más que las Fuerzas Armadas y Carabineros de ese entonces, una cifra realmente exorbitante. Descansa aquí una de las fuentes más importantes del autoritarismo, entendido como régimen político y comportamiento social, el que continuó desarrollándose larvadamente a través de los decenios en las diversas formas y envolturas y que cristalizó finalmente en el golpe militar de 1973. No sorprenden por ello las derivaciones que llegó a tener el sustrato autoritario cultivado por la Milicia, lo que confirma, en contra de lo que aún sustentan algunos autores interesados, que su legado iba a ser exclusivamente reaccionario. Sus herederos fueron nada menos que los promotores de la organización anticomunista AChA, la que todavía hoy día, bajo nuevas condiciones históricas por cierto, pretende contribuir a imponer el terror y sus concepciones autoritarias. De allí y de otras vertientes se nutrió la ideología que enarboló la Milicia en sus breves años de existencia. Su discurso ideológico revela un marcado conservadurismo moralista y puritano más cercano al modelo de la hacienda que al del industrialismo.

Para entender el auge y la declinación del cuerpo armado hay que centrar el análisis en el papel preponderante del Partido Radical. Con su participación la Milicia consiguió aceptación y apoyo, sin ésta el grupo armado se vio aislado. El distanciamiento del radicalismo respecto de la Milicia Republicana debe ser entendido como la pugna entre el Partido Radical y el gobierno de Arturo Alessandri. La derechización del gobierno, que agravaba las fricciones entre las dos principales alas al interior del partido, y la derechización de la Milicia, producto de la "bolchevización" del radicalismo -como se expresaban los líderes milicianos-, obligaron a los radicales a repensar su permanencia en el ejército civil. Sus principales diferencias con éste eran sus visiones diametralmente opuestas respecto al Frente Popular, la guerra civil española, el tratamiento de

154 Genaro Arriagada Herrera, El pensamiento político de los militares, Santiago, 1987, p. 59. El autor da como ejemplos el caso de las dos guerras mundiales y el de Gustave Le Bon, militarista civil francés que tuvo fuerte influencia dentro de las Fuerzas Armadas chilenas mediante su artículo "La educación por el Ejército", publicado en el Memorial del Ejército de Chile en 1906. Ibíd, pp. 97-98.

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los militares y los comunistas, y la concepción de Estado de derecho, represión y consenso político. La salida de los radicales abrió las puertas para que el corporativismo, latente desde los inicios de la Milicia, se apoderara rápidamente del grupo.155

La disolución de la Milicia fue producto de una prolongada decadencia -también numérica- por efecto de la salida de los radicales, que se agravó por la pugna entre ésta y el Presidente Alessandri. Es un hecho de que la independencia que siguió ganando el grupo armado respecto de la derecha tradicional y sus élites políticas, impacientó al grupo gobernante, sobre todo a Alessandri y Ross, quienes no podían seguir avalando a una fuerza fuera de control que a pasos agigantados ponía en tela de juicio la hegemonía oligárquica trabajosamente recompuesta. Por lo demás, al momento de la forzada eliminación de la Milicia, las Fuerzas Armadas estaban casi definitivamente "enrieladas". El alto mando, encabezado por el Comandante en Jefe del Ejército, general Oscar Novoa, daba plenas garantías a Alessandri. Este oficial terminó de depurar las filas y desarticuló todas las intentonas golpistas del período.

Por otro lado, hay que señalar que el corporativismo miliciano no se diferenció mayormente del corporativismo civil y del de origen más religioso (revista Estudios), quizás sólo en matices respecto a la represión del comunismo y, en general, al grado de autoritarismo a aplicar. El ideario fundamental de ambos fenómenos corporativistas era la regresión a la Edad Media jerárquica y disciplinada, sin espacio para el disenso y sin conflicto de clases, lo que en términos nacionales se traducía como la vuelta a la "sociedad de oro" del Estado en forma portaliano del siglo XIX, elevada a la categoría de dogma por la acción de una historiografía militante y altamente ideologizada; la caducidad de la democracia burguesa liberal y representativa; y el gobierno del poder patronal, basado en el orden y la racionalidad económica y social.

El corporativismo gremial y el corporativismo miliciano fueron fenómenos simultáneos y paralelos que surgen entre 1931 y 1932, y que luego se van a unir en 1936 cuando desaparece la Milicia propiamente tal. Ambos movimientos nacen inmediatamente después de las incursiones militares, como hecho causal, en forma independiente de los partidos tradicionales de la derecha, y

155 Hay que señalar que existe una carencia importante en la historiografía política actual respecto del conocimiento que se tiene del Partido Radical, sus pugnas internas, los grupos sociales que se hacían representar en ellas, su discurso ideológico, sus concepciones respecto del fascismo, la guerra, el comunismo, etc. En general, la historia de los partidos políticos chilenos requiere de una pronta revisión y puesta al día.

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representan -cada uno a su manera- un desafío al liderazgo en declinación de la élite política de ese momento.

Gran parte del empresariado moderno que devino en el corporativismo, pertenecía a la burguesía extranjera, sobre todo anglosajona, ligada a industrias prósperas, dinámicas y con capacidad de competencia, y a la minoría de "empresarios agrícolas" de nuevo cuño. El corporativismo de los años treinta fue por lo tanto claramente burgués y no de origen oligárquico-latifundiario. En contra de la sociedad arcaica del novecientos, como se conceptualizaba a la llamada "República Oligárquica" o parlamentaria, plantea éste una renovación total y un proyecto autoritario dinámico y atractivo. La oligarquía, en cambio, añoraba el régimen definitivamente perdido, donde la élite producía toda la política en forma excluyente, de espaldas a las clases populares.

El corporativismo en Chile se opuso al fascismo criollo por su raigambre populista, desvinculada de la gran burguesía, y porque apelaba a las clases medias y populares como protagonistas sociales. Este hecho era sencillamente intolerable para los corporativistas, sobre todo para los gremios empresariales. Además, la evidente dependencia que tenía el fascismo respecto de referentes externos como el alemán y el italiano, era sumamente incómodo para la alta burguesía chilena, asustada por el desprestigio internacional de las dictaduras fascistas; ésta, por su parte, aparecía fuertemente ligada por diversos vínculos, sobre todo comerciales, con los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.

Sin embargo, pese a la novedad del discurso corporativista, adornado con recursos atractivos como, por ejemplo, de reivindicación social y acentuado moralismo, su apuesta para convertirse en la alternativa más plausible a la hegemonía de la élite política tradicional, considerada parasitaria y politiquera, no cuajó en dividendos exitosos. Las elecciones de 1937 demostraron que el corporativismo civil-miliciano estaba condenado a ser, junto al fascismo criollo de cuño germano, un fenómeno marginal, incapaz de poner en jaque la supremacía de la élite.

¿Por qué no cundió el proyecto corporativista en las clases propietarias de Chile, sobre todo si se daban las condicionantes de una profunda crisis político-institucional y económica en el país y una severa pugna ideológica en el seno de éstas? Es probablemente que haya varias causas para ello. Por un lado, la cercanía de la lucha electoral contra el Frente Popular, cuyo núcleo era el radicalismo, fue sin duda un motivo para desestimar proyectos que se veían como poco viables. Además, el grueso de la oligarquía que poseía un tremendo peso específico en el Chile de ese entonces, no adhirió a la nueva tendencia, afincada todavía en la tradicional forma de hacer política sin apelar al pueblo y

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sin necesidad de modernizar radicalmente la sociedad. Tenía ésta un miedo visceral de integrar al pueblo al sistema, menos todavía en una forma "nueva". Además, es probable también que el sustrato antidemocrático del corporativismo que incluía una componente altamente agresiva frente a la política y a los políticos, afectara y asustara a los partidos tradicionales, acostumbrados a una política parlamentarista consensual, aunque hasta cierto punto se sentían efectivamente atraídos por algunas de sus soluciones, sobre todo las de corte autoritario, incluso más que los sectores medios ya bastante "ablandados" por la propaganda del fascismo.

Por otro lado, y esto parece haber sido el elemento decisivo, el Frente Popular tomó para sí el riesgo y la tarea de desarrollar un Estado empresario que puede haber sido estimado en ese momento como un buen paliativo a estas tendencias corporativistas de renovación. El nuevo Estado empresario industrial protegía tanto a los trabajadores como a los empresarios asignando recursos en una forma que se consideró aceptable; además, no ponía en tela de juicio a la oligarquía. Este esquema, sin embargo, presuponía el mantenimiento del marco institucional democrático-burgués. Es por ello que entre las tendencias de un fascismo populista y un corporativismo empresarial que prescindía de la oligarquía como aliado político, terminó dominando el modelo democrático más tradicional con un Estado empresario que protegía y asistía a pobres y ricos, y aseguraba la pluralidad.

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A N E X O S

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ANEXO 1. GUARDIAS CÍVICAS EN CHILE, 1931 1937

I. Julio Agosto 1931

1. Guardia Ciudadana de Valdivia, creada 26/7/31.

2. Guardia Cívica de San Miguel, líder: Federico Helfmann.

3. Guardia Cívica de Valparaíso, creada 26/7/31.

4. Guardia Cívica del Club de la Unión, líder: Tito Kaiser.

5. Guardia Cívica Nacional (formada por la Guardia Cívica del Club de la Unión, la Guardia Cívica de San Miguel y la Guardia Cívica Universitaria), creada 27/7/31 y disuelta 30/9/31, líder: Tito Kaiser.

6. Guardia Cívica Revolucionaria (Universitaria), creada 25/7/31, líderes: Eduardo Ramírez Wilson y René Fuentes Venegas.

7. Legión Cívica de Valdivia, creada 8/31, líder: Álvaro Bianchi Paz.

8. Regimiento Cívico de Vanguardia, creado 1/8/31, líder: Guillermo Barros.

9. Unión Cívica de Ñuñoa, creada 26/7/31 y disuelta 6/32, líder: Jorge González von Marées.

II. Septiembre 1931

10. Batallón Cívico Nacional (Reservistas), creado 9/31 y disuelto 6/32, líder: Salvador Hess.

11. Ejército Civil de la Clase Laboriosa.

12. Guardia Cívica de Cabildo.

13. Guardia Cívica de Copiapó, líder: Federico Meléndez.

14. Guardia Cívica de Coquimbo, líder: gral. ® Carlos Harms.

15. Guardia Cívica de Extranjeros de Santiago y provincias.

16. Guardia Cívica de Lo Espejo.

17. Guardia Cívica de Los Andes.

18. Guardia Cívica de Nancagua.

19. Guardia Cívica de Peñaflor.

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20. Guardia Cívica de Providencia (Santiago), líder: gral. ® Ernesto Medina Fraguela.

21. Guardia Cívica de Puente Alto.

22. Guardia Cívica de Puerto Montt.

23. Guardia Cívica de Putaendo.

24. Guardia Cívica de Rengo.

25. Guardia Cívica de Río Bueno.

26. Guardia Cívica de San Bernardo.

27. Guardia Cívica de San Carlos.

28. Guardia Cívica de San Javier.

29. Guardia Cívica de San José de Maipo.

30. Guardia Cívica de San Vicente de Tagua-Tagua.

31. Guardia Cívica de Tocopilla.

32. Guardia Cívica de Vicuña Mackenna (Santiago).

33. Guardia Cívica Única, creada 3/9/31 y disuelta 9/9/31.

34. Guardia de Reserva del Orden, líder: gral. ® Juan Carlos Pérez Ruiz-Tagle.

35. Guardia Oficial de Valparaíso.

36. Legión Cívica de Antofagasta, líderes: Heriberto Balke y Fermín Quinteros Garrao.

III. Diciembre 1931

37. Guardia Cívica de Potrerillos.

38. Guardia Cívica de Vallenar. Resurgimiento de la Guardia Cívica de Copiapó.

IV. 1932-1937

39. Unión Patriótica de Chuquicamata, creada 1/32, líder: Eduardo Alvear Urrutia.

40. Una Tricolor, creada 6/32, líder: Dr. Waldemar Coutts.

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41. Milicia Republicana, creada 24/7/32, líderes: Eulogio Sánchez Errázuriz y Dr. Julio Schwarzenberg L.

42. Escuela de Cadetes "Caupolicán", creada 1/34, líderes: Dr. Waldemar Coutts y Fernando Altamirano Zaldívar.

43. Legión Cívica de Chile, creada 7/36 y existente hasta por lo menos 7/37, líder: Dr. Waldemar Coutts.

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ANEXO 2. ARTÍCULOS SOBRE EL COMUNISMO EN LA PRENSA MILICIANA, 1931-1937

A. BOLETÍN INFORMATIVO DE LA MILICIA REPUBLICANA DE CHILE, 1933-1935.

"De nuestro servicio de informaciones confidenciales. Los agentes del Soviet en Chile", 9/33, p. 24.

"Finlandia y las Milicias Republicanas", 3/33, p. 6.

Mario Vergara, "Orden y disciplina", 3/33, p. 8.

"¡Atención, firm!..." por "Hombre libre", 4/33, p. 3.

B. CAUPOLICÁN, ÓRGANO DE LA ESCUELA DE CADETES "CAUPOLICÁN", 1935-1937.

E. Zaldo de Benito, "Hacia la dictadura del proletariado", 10/35, pp. 22 23.

Jean Jacoby, "La guerra roja está declarada" (18 capítulos), 11/35 a 9/36.

"El comunismo extiende sus tentáculos en nuestro país", 2/36, pp. 3-12.

"Feudalismo, democracia y comunismo", 2/36, pp. 13-16.

"A Ustedes enviamos las mercaderías y nosotros tenemos que lucir nuestra desnudez. Dice mensaje de obreros soviéticos", 3/36, pp. 17-19.

"Lo que va de ayer a hoy" (República Socialista), 5/36, pp. 17- 19.

Julio Bravo Hayley, "Dos de los aspectos más peligrosos del comunismo", 6/36, pp. 18-19.

"Una pesadilla" (sátira), 7/36, pp. 7-8.

José María Cifuentes, "Informaciones sobre Rusia", 7/36, pp. 9- 11.

Luis Alberto Sánchez, "¿En dónde está la verdad sobre Rusia?" (extracto), 7/36, pp. 12-14.

Editorial sobre la guerra civil española, 1ra. quincena 8/36, p. 1.

"¡Alerta!" (Sobre un acto de apoyo del Frente Popular a la República Española), 1ra. quincena 8/36, pp. 9-10.

"La nueva Constitución soviética", 1ra. quincena 8/36, p. 14.

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Dr. Hernán Romero C., "Un chileno en Rusia", 1ra. y 2da. quincena 8/36, pp. 34-38 y 25-29.

"El comunismo en España", 2da. quincena 8/36, pp. 1-4.

Editorial, 2da. quincena 8/36, p. 5.

"Un complot en la URSS", 1ra. quincena 9/36, pp. 46-47.

Armando Franzani, "De la República Socialista al bolchevismo", 2da. quincena 9/36, pp. 17-18.

"El pulpo comunista extiende sus tentáculos en Chile", 2da. quincena 9/36, pp. 19-22.

"Ante lo que se ve venir" (sobre la "bolchevización del radicalismo"), 1ra. quincena 10/36, pp. 9-10.

"¿Quiénes son los jefes comunistas?", 1ra. quincena 10/36, pp. 25-27.

"La Legión Anti Comunista" (sobre la dictadura de Oliveira Salazar en Portugal), 1ra. quincena 10/36, pp. 33-34.

"Desde España. Una entrevista con el general Franco", 1ra. quincena 10/36, pp. 35-36.

Benito Mussolini, "Divulgación política: Iglesia y Estado", 1ra. quincena 10/36, pp. 45-46.

"Un chantaje comunista. A nombre del Frente Popular se pretende sacar una coima al Club Hípico", 2da. quincena 10/36, pp. 9-10.

"Dos golpes al comunismo internacional" (Inglaterra y Paraguay), 2da. quincena 10/36, pp. 23-24.

Andrés Revesz, "Diez y nueve años de régimen bolchevique", 2da. quincena 10/36, pp. 27-29.

"¡Compañeros: despertad!" por "Obrero patriota", 1ra. quincena 11/36, p. 8.

Ramiro de Maetzu, "También América", 1ra. quincena 11/36, pp. 18- 19.

"Intrigas en la URSS", 1ra. quincena 11/36, pp. 38-40.

"Un monstruo sanguinario comanda en las sombras las fuerzas rojas españolas" (sobre Bela Kun), 1ra. y 2da. quincena 11/36, pp. 46- 48 y 35-36.

"Se puede extirpar el comunismo", 2da. quincena 11/36, pp. 11-12.

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General ® Francisco Javier Díaz Valderrama, "Los cinco mariscales del Soviet", 2da. quincena 11/36, pp. 15-16.

"El marxismo entre obreros municipales", 1ra. quincena 12/36, p. 25.

"16 hombres fueron ejecutados por venganza de una mujer", 1ra. quincena 12/36, pp. 33-36.

"La vida más cara del mundo es la de Rusia", 1ra. quincena 12/36, pp. 37-39.

"Para combatir al comunismo", 2da. quincena 12/36, p. 14.

"El Congreso Nacional de Unidad Sindical es una maniobra netamente comunista", 2da. quincena 12/36, p. 21.

"El belicismo del Soviet", 1ra. quincena 1/37, pp. 39-40.

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ANEXO 3. ESTRUCTURA ORGÁNICA DE LA MILICIA REPUBLICANA

A. ESTADO MAYOR GENERAL

Comando en Jefe:

a) Inspección General

b) Intendencia

c) Jefe General de Servicios: propaganda, instrucción, arsenales y tiro, informaciones, operaciones y comunicaciones, transporte, inspección de intendencia, sanidad, personal, jurídico y bienestar

d) Inspección de Provincias:

1er. grupo: Tarapacá y Antofagasta

2do. grupo: Atacama y Coquimbo

3er. grupo: Aconcagua (Valparaíso) y Santiago

4to. grupo: Colchagua, Talca y Maule

5to. grupo: Ñuble, Concepción y Bío-Bío

6to.grupo: Cautín, Valdivia, Chiloé (Llanquihue), Aysén y Magallanes

B. ESTADOS MAYORES PROVINCIALES (en general la misma estructura jerárquica).

C. ESCUELA DE CADETES "CAUPOLICÁN" (en general la misma estructura jerárquica).

D. UNIDADES TERRITORIALES Y SUS DOTACIONES APROXIMADAS:

TARAPACÁ:

Regimiento No. 37 "Tarapacá", Iquique.

ANTOFAGASTA:

Regimiento "Antofagasta", creado 2/34, Antofagasta. Batallones en Tocopilla, María Elena, Pedro de Valdivia, Chuquicamata, Calama y Taltal.

ATACAMA:

Regimiento No. 31 "Atacama", Copiapó. Batallones en Potrerillos, La Mina y Vallenar.

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COQUIMBO:

Regimiento No. 33 de La Serena. Batallones en Coquimbo, Ovalle, Illapel y Salamanca.

ACONCAGUA (VALPARAÍSO):

Regimiento No. 21 "Valparaíso", Valparaíso.

Regimiento No. 24 "Viña del Mar", Viña del Mar.

Regimiento Territorial No. 25 "Aconcagua" (800 hombres). Batallones en Los Andes, San Felipe, La Calera, Panquehue, Limache, Quillota, Villa Alemana, Quilpué y Casablanca.

Regimiento de Resguardo No. 27 "Abnegación", creado 8/33 (800 hombres), Valparaíso.

Regimiento de Resguardo No. 29 "Patria", Valparaíso.

Batallón Tren (300 hombres), Valparaíso.

Batallón Escuela de Cadetes (500 hombres), Valparaíso.

El contingente total de la provincia en 9/34 es de 6.500 hombres.

SANTIAGO:

a) División Movilizable:

Regimiento de Infantería No. 1 "República", creado 24/7/32 (848 hombres).

Regimiento de Infantería No. 2 "Constitución", creado 14/8/32 (2 batallones y cuerpos de comunicaciones y sanidad).

Regimiento de Infantería No. 3 "Libertad", creado en 1932 (450 hombres; 4 compañías, 1 compañía de reserva y cuerpos de comunicaciones y sanidad).

Regimiento de Infantería No. 5 "Sargento Aldea".

Regimiento de Infantería No. 9 "Independencia", creado 9/32 por el coronel Hernán Figueroa Anguita.

Regimiento de Artillería No. 11 "Ataque", creado 8/32.

b) División de Resguardo (cada unidad con 600 hombres):

Regimiento de Resguardo No. 1 Barrio Pedro de Valdivia.

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Regimiento de Resguardo No. 2 Barrio Macul.

Regimiento de Resguardo No. 3 Barrio Matadero.

Regimiento de Resguardo No. 4 Barrio Parque Cousiño.

Regimiento de Resguardo No. 5 Barrio Mapocho, creado 10/32.

Regimiento de Resguardo No. 6 Barrio Moneda.

Regimiento de Resguardo No. 7 Barrio Portales.

Regimiento de Resguardo No. 8 Barrio Quinta Normal.

Regimiento Escuela de Cadetes (7.000 hombres):

Batallón No. 1 "Huelén" (centro).

Batallón No. 2 "Galvarino" (norte).

Batallón No. 3 "Lautaro" (sur oriente).

Batallón No. 4 "Colo-Colo" (sur poniente).

Batallón No. 5 "Tucapel" (poniente; reemplazó al antiguo Batallón "Almagro").

c) Brigada Territorial (1.500 hombres):

Regimiento "Melipilla", Melipilla.

Regimiento No. 48 "San Bernardo", San Bernardo.

Batallón de San Antonio.

Batallón de Asalto.

COLCHAGUA:

Batallón No. 35 "Rancagua", creado 4/33, Rancagua.

Regimiento de Húsares No. 36 "Manuel Rodríguez" o "Cachapoal", San Fernando.

Batallones en Santa Cruz, Chimbarongo, San Vicente de Tagua-Tagua, San Francisco de Mostazal, Pelequén, Malloa y Rengo.

TALCA:

Regimiento de Infantería No. 39 "Talca", Talca.

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Batallones en Curicó, Molina y Lontué.

MAULE:

Regimiento No. 42 "Maule", creado 8/33. Batallones en San Javier, Cauquenes, Parral y Linares.

ÑUBLE:

Regimiento No. 45 "Ñuble", creado 11/32, Chillán.

CONCEPCIÓN:

Regimiento Movilizable No. 63 "Concepción" (1.000 hombres), Concepción.

Regimiento de Resguardo de Concepción.

Batallones en Talcahuano, Tomé y Yumbel.

BÍO-BÍO:

Regimiento No. 53 "Bío-Bío", creado 5/33.

Batallones en Los Ángeles, Mulchén y Collipulli.

CAUTÍN:

Regimiento de Infantería No. 56 "Cautín", Temuco.

Batallones en Villarrica, Traiguén y Lautaro.

El contingente total en 7/34 es de 5.000 hombres.

VALDIVIA:

Regimiento No. 61 "Diego Portales" (600 hombres), Valdivia.

Regimiento No. 63, Osorno.

Batallones en Loncoche y Pitrufquén.

CHILOÉ (LLANQUIHUE):

Regimiento No. 65 "Chiloé", Puerto Montt.

Batallones en Puerto Varas, Frutillar y Llanquihue.

AYSÉN:

Batallón en Puerto Aysén.

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ANEXO 4. LA OFICIALIDAD DE LA MILICIA REPUBLICANA

Benjamín Aguirre Amenabar

Eduardo Álamos Barros

Jesús Alarcón

Fernando Aldunate Errázuriz

Anselmo Alert Dreyse

Guillermo Alessandri Altamirano

Gustavo Alessandri Altamirano

Fernando Alessandri Rodríguez

Italo Alessandrini Iturraga

Jorge Allende Grau

Víctor Alliende López

José Antonio Almarza Letelier

Fernando Altamirano Zaldívar

Jorge Altamirano Zaldívar

Luis Altamirano Zaldívar

Miguel Luis Amunátegui Johnson

Humberto Andreani Paul

Edmundo Andrero

Eduardo Andrews Moreno

Antonio Aninat de Viale Rigo José M. Arancibia

Luis Araos Díaz

Joaquín Araya Infanta

José Miguel Arce

Aníbal Ariztía Ariztía

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Abelardo Arriagada

Luis Astaburuaga Ariztía

Luis Alejandro Avalos Droguett

Oscar Avendaño Montt

Aladino Azzari López

José Manuel Balmaceda Ossa

Raúl Barahona Vargas

Alberto Barbosa Baeza

Jorge Barceló Pinto

Julio Barrientos Rozas

José Barros Casanueva

Enrique Becker Bretinger

Raúl Benaprés Lafourcade

Eduardo Benavente Garcés

Juan Benavides F.

Luis Blanco

Eduardo Blanhot

Pedro Blanquier Teoletch

Julio Boettiger Krause

Bogdan Bogdanovic Trudent

Gustavo Bonilla Rojas

Jorge Braithwaite Vigil

Julio Bravo Hayley

Federico Bravo

Diego Bruce MC.

Walter Bruce Saint-Jean

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Víctor Bunster MC.

Julio Bustamante Lopehandia Alberto Campaña

Jorge Cánepa

Ignacio Cañas Ruiz-Tagle

Guillermo Carvallo León

Luis de Castro Ortúzar

Pedro F. de Castro Ortúzar

Oscar Cifuentes Toro

Isidoro Cisternas

Eduardo Cobo Gormaz

Andrés Commentz Vaccaro

Sergio Concha Garcés

Oscar Concha Molina

César Copetta Gautier

Manuel Cordero Ahumada

Wenceslao Cordero Q.

Julio Correa Gómez

Eduardo Costabal Zegers

Luis Cousiño Mac Iver

Waldemar Coutts

Alberto Covarrubias Pardo

Vicente Cox Balmaceda

Luis Cruz Eyzaguirre

Luis Cruz Lavín

Carlos Cruz Montt

Fernando de la Cruz Rojas

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Gregorio de la Cruz Serrano

Carlos Cruzat Vega

Jorge de la Cuadra Poisson

Marco A. de la Cuadra Poisson

Carlos Chaigneau

Ricardo Dávila Budge

Carlos Delpiano Camus

Víctor Delpiano Camus

Luis Desmarás Stroeymeyte

Eugenio Díaz Lira

Javier Díaz Lira

Samuel Díaz Ossa

Javier Díaz Salas

Julio Doggenweiler

Joaquín Domínguez Echenique

José Pablo Domínguez Echenique

Ricardo Donoso Fuentes

Domingo Durán Morales

Arturo Echazarreta Larraín

Alejandro Echegoyen Ballacey

Horacio Echegoyen Ballacey

José Miguel Echenique Correa

Francisco Echenique Gandarillas

Arturo Eckold

Emilio Eckold

Bernardo Errázuriz

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Fernando Errázuriz Lastarria

Javier Errázuriz Mena

Julio Escobar Dooner

Rafael Escobar Williams

Ambrosio Estévez Rodríguez

Emilio Etchegaray C.

Luis Eyquem Biaut

Víctor Eyzaguirre Herzl

Manuel Fernández Greene

Guillermo Ferrari de la Barra

Ernesto del Fierro M.

Hernán Figueroa Anguita

Ernesto Figueroa Robinson

Carlos Fresno Ovalle

Gustavo Fricke Schencke

Herbert Fuchs

Renato de la Fuente Guzmán

Osvaldo Fuentes Ramos

Oscar Gaete Gana

Juan Gantes Arestizábal

Alfredo García Fernández

Carlos García Garcés

Borja García Huidobro D.

José García Huidobro Domínguez

Guillermo García Huidobro Valdés

Alfredo García Zegers

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Jorge Garharam Toro M.

Gustavo Goeke

Pedro González

Osvaldo González Forster

Luis González Jara

Elías González Medina

Alberto Gormaz Mandiola

Luis Gutiérrez Alliende

Ramón Gutiérrez Alliende

Eduardo Guzmán Echeverría

Renato Guzmán de la Fuente

Emilio Hartard

Kurt Heidemann Schmidt

Enrique Heil

Marcelo Heiremanns Brockmann

Claudio Herrera Prieto

Salvador Hess Riveros

Héctor Holley Ovalle

Gustavo Adolfo Holley Ovalle

Enrique Hormann Swett

Eduardo Hudson Campbell

Guillermo Huidobro

Agustín Huneeus Salas

Julio Ilabaca León

Luis Ilabaca León

Julio Illanes Guerrero

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Santo Infante Velásquez

Roberto Infante Yávar

Esteban Iturra del Pino

Arturo Jaramillo

Alberto Jenschke Weigle

Alberto Johnson Gana

Juan Kisvarday Wendzilovicz

Carlos Klein Hübner

Gerold Klein Hübner

Luis Koch Jürgens

Benedicto Kocian Jurnecka

Benno Kollmann

Jorge Krause Saelzer

Ricardo Kuschel Siebert

Carlos Lacalle

Pablo Langlois Délano

Wilfred Langlois

Vasco de Larraechea

Ricardo Larraín Bravo

Agustín Larraín G.

José Larraín García Moreno

Eugenio Larraín Morandé

Francisco Larraín Peró

Horacio Larraín Cordovez

José Luis Larraín

Fernando Lastarria

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Jorge Lawrence Torres

Julio Lazo Silva

José A. Lecaros García

Francisco Leiva Torres

Alfredo León Errázuriz

Alejandro Leseo

Ernesto Letelier Avaria

Emilio Letelier Urzúa

Ernesto Lira Lira

Fernando Lira Ossa

Francisco Lira

Alfonso Lobos Morandé

José Luis López Buendía

José Tomás López M.

Lorenzo Luna Mizón

Eduardo Mackenna Viel

Juan Agustín Maluenda Campos

Humberto Mardones Valenzuela

José Marín Videla

Fernando Márquez de la Plata E. Jorge Martínez

Antonio Mattar A.

Fernando Maturana Orrego

Luis Menchaca Lira

José Merino

F. Eliseo Merino Benítez

Joaquín Monge Lira

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Vicente Monge Lira

Juan Esteban Montero Rodríguez

Marcial Mora Miranda

Ricardo Müller Hess

Roberto Müller Hess

Guillermo Münnich Theile

Juan Muñoz Cabrera

Eliodoro Muñoz Toro

Santiago Murphy Polier

Guillermo Noguera Prieto

Francisco Nogués Larraín

Zenón Ojeda Oróstegui

Roberto Orellana Erices

Antonio Orrego Barros

Hernán Orrego Barros

Alfredo Orrego Videla

Gregorio Ossa Güemes

Carlos Ossa Videla

Anselmo Ovión

Armando Oyarzún

Luis Pazo

Pedro Peña y Lillo Niño de Z.

Juan Peragallo Lagos

Clodomiro Pérez Canto

Julio Pérez Canto

Eduardo Pérez Covarrubias

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Lindor Pérez Gazitúa

Enrique Pérez Lavín

Eduardo Pérez Salas

Max Pfeiffer

Juan Phillips

Ernesto Pineda

Jorge Pizarro

Hernán Plaza Palma

Raúl Poblete Polanco

Carlos Poudensan Andrews

Pedro Prado Jaramillo

José Andrés Prado Reyes

Isaac Prieto Edler

Ernesto Prieto Trucco

Mariano Puga Vega

Litré Quiroga Arenas

Antonio Ramírez Luco

Helmut Redlich Th.

Harold Reid H.

Alberto Ricci Ferrari

Rafael Richard Barnard

Osvaldo del Río Aldunate

Sótero del Río Gundián

José Manuel Ríos Arias

Luis Ríos Talavera

Paulo Rivas

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Roberto Rivas Ossa

Santiago Rivas Vicuña

Jorge Rodríguez Márquez

Jorge Rogers Sotomayor

Pablo Rogers Sotomayor

Augusto Romero

Enrique Rosselot Aravena

Ernesto Salbach Schönberg

Guillermo Salinas Cerda

Recaredo Salinas Monardes

Eulogio Sánchez Errázuriz

Elías Sánchez Medina

Manuel Sánchez Vergara

Exequiel Santapau Solar

Víctor Schmidt

Wolfgang Schoepke Hoffmeister

Julio Schwarzenberg Loweck

Leonardo Schwob

Eduardo Silva de la Barra

Ismael Silva Urzúa

Pablo Silva Vaillant

Cuthbet Singleton

Hernán Somavía

Juan Antonio Soto Bunster

Justiniano Sotomayor Pérez C.

Enrique Spoerer Jardel

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Francisco Steeger Schaeffer

Luis Subercaseaux Errázuriz

Alfonso Sutil Prieto

Diego Sutil Prieto

Ricardo Szczesny

Mario Tagle Valdés

Carlos Urenda Trigo

Guillermo Ureta Cox

Luis Urriola Salas

Onofre Urrutia Montecinos

Oscar Urzúa Tupper

Alberto Valdés Alfonso

Raimundo Valdés Freire

Alfonso Valdés Morandé

Tristán Valdés Varas

Ignacio Valdivieso Solar

Gabriel Valenzuela Valenzuela

Carlos Vanni Anavalón

Horacio Vergara

Ramón Vergara Montero

Eduardo Vergara Pinto

Manuel Vergara Pinto

Eugenio Vial Freire

Francisco Vial Freire

Alberto Vial Infante

Domingo Vial Larraín

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Horacio Vial Ovalle

Claudio Vicuña Viel

José María Videla Prieto

Belisario Villagrán Villarroel

Adolfo Vinagre Dávila

René Walssen

Juan Williams Ibáñez

Manuel Yáñez Velasco

Carlos Yrarrázaval Correa

Patricio Yrarrázaval Lira

Samuel Yrarrázaval Rojas

Luis Ytier Dupré

Mario Zañartu Larraín

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DESGLOSE DE LA OFICIALIDAD MILICIANA

a) Procedencia:

Residentes en Santiago 303

Residentes en Valparaíso 21

Residentes en Concepción 8

_________________________________

Total 332

b) Grados jerárquicos:

Generales 23 (6,94%)

Coroneles 38 (11,48%)

Tenientes Coroneles 22 (6,64%)

Mayores 28 (8,45%)

Capitanes 80 (24,16%)

Tenientes 53 (16,01%)

Subtenientes 8 (2,41%)

Instructores 23 (6,94%)

c) Profesiones:

Abogados 44 (13,29%)

Agricultores 25 (7,55%)

Alcaldes 2 (0,60%)

Arquitectos 7 (2,11%)

Capellanes 1 (0,30%)

Comerciantes 8 (2,41%)

Contadores 1 (0,30%)

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Corredores de la Bolsa 4 (1,20%)

Diplomáticos 1 (0,30%)

Gerentes y Ejecutivos 26 (7,85%)

Industriales 8 (2,41%)

Ingenieros 23 (6,69%)

Martilleros 2 (0,60%)

Médicos 19 (5,74%)

Militares en retiro 24 (7,25%)

Periodistas 2 (0,60%)

Pilotos civiles 9 (2,71%)

Profesores Universitarios 15 (4,53%)

d) Pertenencia a agrupaciones:

Acción Republicana 13 (3,92%)

Automóvil Club 18 (5,43%)

Club de la Unión 129 (38,97%)

Club Hípico 13 (3,92%)

Ex Diputados 10 (3,02%)

Ex Ministros de Estado 7 (2,11%)

Ex Senadores 3 (0,90%)

Fundadores Acción Nacional 17 (5,13%)

Fundadores Milicia Republicana 10 (3,02%)

Fundadores Una Tricolor 15 (4,53%)

SNA 6 (1,81%)

SOFOFA 4 (1,20%)

Unión Republicana 29 (8,76%)