La Mujer en El Conflicto Armado Colombiano

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UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA –UNAD-. ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES ARTES Y HUMANIDADES SOCIOLOGÍA 100006 LA MUJER EN EL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO. DE DIÁSPORAS DE LUGAR A DIÁSPORAS DE OLVIDO Documento introductorio Ciencias como la sociología se han interesado en el estudio de los fenómenos de la violencia armada y su afectación sobre los lazos sociales y las dinámicas de la sociedad. En el caso de Colombia han sido varios pensadores de la sociología los que han intentado hacer estudios sobre el tema pero con la intensión de poner en evidencia la vulneración, vulnerabilidad, exclusión, marginación y sobre todo el olvido de una memoria nacional que parece incurable. El presente texto servirá de una postura de reflexión para iniciar la comprensión del papel de la mujer en el conflicto armado, sus afectaciones y las expresiones subjetivas de una feminidad que se ha cruzado por unas violencias simbólicas que nos deben llevar a mantener latente una memoria de conflicto. El papel de la sociología en la comprensión del conflicto armado colombiano La sociología desde sus inicios, seguramente cierto, se preocupó por comprender las raíces y las consecuencias de una violencia política que se manifiesta en enfrentamientos armados y que trasciende la idea de solo explicarse a través de las tensiones económicas, políticas, sociales y culturales del país sino que además incita a interrogarse sobre las configuraciones de comportamientos y sentires sociales derivados de una exposición constante al conflicto. Sociólogos como Orlando Fals Borda, al acercarse al estudio de la violencia en Colombia, con el libro que lleva el mismo nombre, publicado en 1950, logró constituirse en un detonante político y social sobre un tema del que nadie se atrevía a hablar. En ésta época Colombiana iniciaba el proceso del Frente Nacional (la repartición equitativa del poder entre dos partidos políticos) lo que generó tensiones políticas a nivel nacional porque Borda contaba la responsabilidad de un estado sobre el olvido de un pueblo. Gracias a los aportes de la sociología al estudio del conflicto armado colombiano, se fueron configurando varios espacios de acción académica y política importantes para la comprensión de la realidad nacional. Dentro de éstos escenarios surgen los primeros estudios sobre género y violencia, que pretendían en primera instancia develar las trasgresiones físicas, psicológicas y sociales que grupos en armas, legales e ilegales, provocaban a mujeres en especial campesinas y que no eran condenables, además denunciar que en la legislación colombiana aún no existía normatividad que sancione y penalice a responsables de casos de violación sexual, feminicidios, etc. La feminidad enclavada en un conflicto armado

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Las victimas del conflicto armado

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LA MUJER EN EL CONFLICTO ARMADO COLOMBIANO. DE DIÁSPORAS DE LUGAR A DIÁSPORAS DE OLVIDO Documento introductorio Ciencias como la sociología se han interesado en el estudio de los fenómenos de la violencia armada y su afectación sobre los lazos sociales y las dinámicas de la sociedad. En el caso de Colombia han sido varios pensadores de la sociología los que han intentado hacer estudios sobre el tema pero con la intensión de poner en evidencia la vulneración, vulnerabilidad, exclusión, marginación y sobre todo el olvido de una memoria nacional que parece incurable. El presente texto servirá de una postura de reflexión para iniciar la comprensión del papel de la mujer en el conflicto armado, sus afectaciones y las expresiones subjetivas de una feminidad que se ha cruzado por unas violencias simbólicas que nos deben llevar a mantener latente una memoria de conflicto. El papel de la sociología en la comprensión del conflicto armado colombiano La sociología desde sus inicios, seguramente cierto, se preocupó por comprender las raíces y las consecuencias de una violencia política que se manifiesta en enfrentamientos armados y que trasciende la idea de solo explicarse a través de las tensiones económicas, políticas, sociales y culturales del país sino que además incita a interrogarse sobre las configuraciones de comportamientos y sentires sociales derivados de una exposición constante al conflicto. Sociólogos como Orlando Fals Borda, al acercarse al estudio de la violencia en Colombia, con el libro que lleva el mismo nombre, publicado en 1950, logró constituirse en un detonante político y social sobre un tema del que nadie se atrevía a hablar. En ésta época Colombiana iniciaba el proceso del Frente Nacional (la repartición equitativa del poder entre dos partidos políticos) lo que generó tensiones políticas a nivel nacional porque Borda contaba la responsabilidad de un estado sobre el olvido de un pueblo. Gracias a los aportes de la sociología al estudio del conflicto armado colombiano, se fueron configurando varios espacios de acción académica y política importantes para la comprensión de la realidad nacional. Dentro de éstos escenarios surgen los primeros estudios sobre género y violencia, que pretendían en primera instancia develar las trasgresiones físicas, psicológicas y sociales que grupos en armas, legales e ilegales, provocaban a mujeres en especial campesinas y que no eran condenables, además denunciar que en la legislación colombiana aún no existía normatividad que sancione y penalice a responsables de casos de violación sexual, feminicidios, etc. La feminidad enclavada en un conflicto armado

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Las violencias que se desprenden de un conflicto armado en un país como Colombia y que afectan a la población se traducen en la negación de los sujetos desde su subjetividad. Al considerar a una mujer como víctima se categoriza el acto pero no se responde a la trasgresión, que desde sus violencias internas se le ha causado. En Colombia se reportan según la Unidad de Atención y Reparación de Victimas, que más del 55% de las víctimas del conflicto armado colombiano para el año 2014 son mujeres. Entre los hechos de violencia más marcados se encuentran: violaciones sexuales, desplazamiento forzado, desaparición de menores, homicidios a esposos y padres, tortura física y sexual, ejecuciones extrajudiciales, etc. Según la investigación sobre mujer y conflicto armado, el centro de memoria historia pública en el año 2014, la investigación realizada en 8 departamentos de Colombia sobre las violencias que han atravesado las mujeres y que se evidencia en los siguientes datos: Fuente: Centro de Memoria Histórica. Colombia 2014 Pero sobre la superación de la lógica del datos y la estadística, los hechos de violencia hablan de una necesidad de comprenderse desde las afectaciones de la feminidad de las mujeres y como tal de las dolencias de lo hombre, población infantil y adulta mayor, es decir de toda la comunidad. La población que ha sido victimizada por la violencia, ha tenido que trastocar los escenarios de su cotidianidad: de lo rural a lo urbano, de lo campesino a lo citadino, de lo indígena a lo occidental, del tiempo, del espacio, de la alimentación, del cuidado de sí, de las pautas de crianza, de las formas como deberán aprender nuevos lenguajes y diálogos. Hay unas transformaciones violentas de su erotismo, de su feminidad, de su subjetividad. Los detonantes: sufrir, resistir, transformar Hay muchos peligros en el discurso social, entre ellos la definición sexual de los roles de hombres y mujeres: lo público para los hombres y lo privado para las mujeres. La masculinización y la feminización de los roles ha conllevado a marcar culturalmente las formas como nos tenemos que comportar en una sociedad. De esta manera las mujeres se deberán encargar del cuidado del hogar y la reproducción de las generaciones mientras que los hombres del trabajo y la manutención del hogar. Estas configuraciones que nos marca la cultura, reducen las actuaciones de los sujetos en ambos escenarios cotidianos. Trasgredir las fronteras es condenable culturalmente.

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Pero la sociología de género, por ejemplo, nos alimenta en la comprensión de la mujer en escenarios de violencia social y política, manifestada en enfrentamientos armados y violaciones de los derechos humanos. Los sujetos exteriorizamos subjetividades rebeldes cuando la presión por lo imposible se hace evidente a pesar de mantenernos sujetados culturalmente a nuestra cotidianidad. Las mujeres que han sido victimizadas a consecuencia de los hechos de violencia por el conflicto armado, han tenido que padecer el horror de lo imposible, muertes y desapariciones de sus esposos, hijos, padres, comunidad, pero además sentir que simbólicamente ya no es posible manifestar su condición de sujeto. Así que el horror trastoca los sentires y despiertan subjetivamente la necesidad de resistir a la violencia por el hecho de su dignidad. Cuando la subjetividad femenina de la mujer se resiste a naturalizar la violencia, entonces surge la posibilidad de transformar los discursos sociales y se habla de empoderamientos comunitarios, políticos y sociales, que exigirán la necesidad del reconocimiento de un abandono del estado y sobre todo del olvido de un pueblo. Las mujeres en organizaciones sociales, movimientos sociales, etc., no lo hacen desde y para su condición de mujer, sino para curar las fracturas de lo comunitario; para reconocer y poner de manifiesto las fisuras sobre lo social y cultural de hombres, mujeres, niños, ancianos; para lograr el respeto de una identidad de género, de una ciudadanía plena, de un ejercicio de lo posible. Cuando la mujer desde su feminidad hace posible ser un enunciante entonces su feminidad, que es comunitaria, habla sobre los silencios que provocan las violencias simbólicas sobre sus cuerpos y sobre lo que ha significado trasegar desde las diásporas del lugar a unas diásporas del olvido. En este documento introductorio al tema que nos atañe: “La mujer en el conflicto armado colombiano”, es necesario tener en cuenta una categoría fundamental que nos puede ayudar a comprender un poco más el rol de la mujer dentro de los procesos sociales, y entender los pesos históricos que cargan a cuesta como responsables de su ser y de su actuar. Género como categoría social Joan Scott (1992), nos indica que “el interés en el género como categoría analítica ha surgido solo a finales del siglo XX. Está ausente del importante conjunto de teorías sociales formuladas desde el siglo XVIII hasta comienzos del actual”. (p.266) Estas teorías que planteaban el género en su mayoría se referían a (construyeron su lógica) la posición hombre-mujer, otras se dedicaron a hablar de las cuestiones de la mujer, otras se referían a la formación de la identidad

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sexual subjetiva pero en ningún caso a género en relación con los sistemas de relaciones sociales o sexuales. Según J. Scott (1992) fue un grupo de feministas americanas en la década del 70 –haciendo referencia a una acepción más reciente de la palabra género–, quienes deseaban insistir en la cualidad fundamental social de las distinciones basadas en el sexo. La palabra denotaba rechazo al determinismo biológico implícito en el empleo de términos tales como sexo o diferencia sexual. Con relación a la tarea propuesta desde el feminismo Marta Lamas (1991), nos dice que este: Se dirige a criticar ciertas prácticas, discursos y representaciones sociales que discriminan, oprimen o vulneran a las personas en función de la simbolización cultural de la diferencia sexual, [y el fin que buscaban las feministas de esta época, era] diferenciar las construcciones sociales y culturales de la biología. Además del objetivo científico de comprender mejor la realidad social, estas académicas tenían un objetivo político: distinguir que las características humanas consideradas <femeninas> eran adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse <naturalmente> de su sexo. (p.21) En otras palabras que es la acción simbólica colectiva la encargada de definir el género, y como tal el proceso de constitución del orden simbólico en una sociedad, actúa como la fábrica donde se construyen las ideas acerca del futuro desempeño tanto de hombres como de mujeres. Si se lograba el cometido inicial que estas buscaban, es decir la distinción entre sexo y género, la batalla que marcaba el determinismo biológico estaría a otra escala de discusión y con ello se ampliaba la base teórica argumentativa a favor de la igualdad de las mujeres, y de las diferencias sexuales según la autora. Afirma también que existen dificultades a la hora de utilizar esta categoría debido principalmente a las diferencias idiomáticas; en ingles tiene una acepción que apunta directamente a los sexos –sea como accidente gramatical, sea como engendrar- mientras que en castellano se refiere a la clase, especie o tipo a la que pertenecen las cosas, a un grupo taxonómico, o a los artículos o mercancías que son objeto de comercio y a la tela. (Scott, 1992, p.328) De tal forma según ella, es la cultura la que se encarga de marcar a los seres humanos con el género y este a su vez hace lo mismo marcando la percepción de lo político, lo social, lo religiosos, lo cotidiano, lo económico. En esta breve revisión histórica de género como categoría social, es importante relacionar dos de sus aspectos principales: identidad de género, el cual hace referencia a lo que se construye mediante los procesos simbólicos que en una cultura dan forma al género, la construcción de esta identidad está determinada por aspectos históricos basados en lo que culturalmente es concebido como femenino y masculino. Mientras que la identidad sexual se construye a través de reacciones individuales frente a la diferencia sexual. (Scott, 1992)

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A partir de la década de los ochenta se sustituye la palabra mujer por género, y la nueva senda por la cual tanto hombres como mujeres vendrían a ser definidos en términos el uno del otro, y para comprender la mayoría de sus conductas era necesario estudiarlos en planos no idénticos pero si lo más cercanos posibles. El uso de género connota un aspecto más neutral y objetivo que mujeres, además de ajustarse como lo describe la autora a la terminología científica de las ciencias sociales; se quita el rotulo de política exclusivamente feminista y a la vez brinda la posibilidad de verse como un aspecto neutral frente a dichas políticas. Género es empleado incluso para designar las relaciones sociales entre sexos. Scott (1992) afirma al respecto que: Género, como sustitución de <mujeres> se emplea también para sugerir que la información sobre las mujeres es necesariamente información sobre los hombres, que un estudio implica el otro, -además que- este uso insiste en que el mundo de las mujeres es parte del mundo de los hombres, creado en él y por él. (p.271) Otra de las características de género es que pasa a ser una forma de denotar las <construcciones culturales>, la creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y a hombres. Es una forma de referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de hombres y mujeres.(p.271) Es decir, género facilita según Scott un sistema de diferenciación entre la práctica sexual de los roles asignados a mujeres y hombres. Pero aun así las batallas que han librado las feministas –contemporáneas–, para que la categoría género sea tenida en cuenta por muchas escuelas teóricas y en muchos de sus estudios, como parte del léxico, no ha sido fácil, sobre todo pensar que la gran pretensión de las feministas es demostrar que los cuerpos teóricos existentes son insuficientes para explicar la persistente desigualdad entre hombres y mujeres. Aun así, no se debe desconocer que de un tiempo para acá han encontrado importantes aliados políticos y académicos quienes están refrendando también su lucha. Debido a que han entendido que el género facilita un modo de decodificar el significado y de comprender las complejas conexiones entre varias formas de interacción humana. Documento preparado por: Claudia Mercedes Jiménez Garcés Hugo Ernesto Perdomo Colina Integrantes de la Red tutores de Sociología: