LA NAVIDAD LA HACEN LOS NIÑOS · 2019. 3. 9. · Se fija en los débiles, los enfermos y los...

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LA NAVIDAD LA HACEN LOS NIÑOS Imitemos su entusiasmo Noches de paz Pautas para recargar las pilas Golosinas decembrinas Date un gusto CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA Año 18 • Número 12

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LA NAVIDAD LA HACEN LOS NIÑOSImitemos su entusiasmo

Noches de pazPautas para recargar las pilas

Golosinas decembrinasDate un gusto

C A MB I A TU MUNDO C A MB I A NDO TU V I DA

Año 18 • Número 12

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1. Lucas 2:10,11

2. Juan 14:1 (ntv)

3. Juan 16:33 (ntv)

Año 18, número 12

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Director Gabriel García V.Diseño Gentian SuçiProducción Samuel Keating

© Activated, 2017. Es propiedad.

A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión Nueva Traducción Viviente, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

A N U E S T RO S A M IG O SE l P r í nci pe de Pa z

No es pecar de pesimismo pensar que el mundo anda mal. La frialdad, la violencia y la degradación de los valores nos desconciertan día a día. A veces andamos a tientas en la oscuridad buscando un rayo de esperanza. ¿Lo habrá?

Hace dos mil años brilló sobre el pueblo de Belén una estrella nueva, y un ángel anunció a un corro de pastores: «He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor»1. Esa noche estrellada Dios nos hizo el regalo más preciado que pueda haber: nos dio a Su Hijo Jesús.

Si bien vino al mundo como una tierna criatura, trajo consigo todos los magníficos dones de Dios. Cuando se hizo mayor, fue desenvolviendo uno por uno esos regalos, enseñándonos a amar a Dios y a amarnos unos a otros. Luego, al morir por nosotros, nos hizo el mayor regalo de todos: nos prometió vida eterna junto a Él en el Cielo.

Jesús desea vivir en el corazón de cada persona, sea quien sea y esté donde esté. Él nota la amargura, el sufrimiento y el dolor de los apesadumbrados. Se fija en los débiles, los enfermos y los fatigados. Conoce la desazón de los que sienten remordimientos por el pasado y aprensiones sobre el futuro. Ve a los perseguidos y a las víctimas de guerras, a los que han sido privados de esperanza y de una oportunidad en la vida. Escucha nuestro llanto y extiende Sus consoladores brazos. «No dejen que el corazón se les llene de angustia —nos dice—; confíen en Dios y confíen también en Mí»2. «Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque Yo he vencido al mundo»3.

Te deseamos una hermosa Navidad con tu familia. Que Dios les haga sentir Su amor y cariño.

Gabriel García V.Director

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Estaba reunida con unas ami-gas en una sala llena de decoraciones navideñas. En la mesa de café había refrescos, y estábamos cantando villancicos. Nada más típico, ¿no?

Pero es que yo vivo en el Sudeste Asiático. Estaba rodeada de personas del país, intentado cantar Noche glo-riosa en un idioma que no conocía. Recorrí el círculo con la mirada y pensé brevemente en la historia de cada una de las presentes.

Susy era budista. Su conversión causó un revuelo en su familia, que era muy tradicionalista. Sin embargo, con los años pacientemente ha ido conduciendo a Cristo a cada uno de sus parientes.

Nining y su marido se considera-ban agnósticos cuando se casaron, pero Jesús obró en el corazón de ella y ahora va a la iglesia todos los domingos. Claro que se sienta sola, ya que ninguno de sus familiares es cristiano. Ella reza para que algún

LA LUZ DE LA NAVIDAD

día su marido y sus hijos se sienten en la iglesia a su lado.

Cuando vivían en la China comunista, los padres de Hanna eran ateos. Conocieron a Jesús des-pués de emigrar. Luego de 30 años de casados decidieron renovar sus votos matrimoniales en la iglesia, en presencia de todos sus hijos. Fue una celebración de fe muy bella para toda la familia.

Mientras miraba a mis amigas pensé en el largo trayecto recorrido por cada una de ellas para estar en aquel instante y lugar cantando jun-tas villancicos. Y algo más rondaba en el ambiente en aquella sencilla celebración navideña, aunque en el momento yo lo desconocía. Cuando terminamos de cantar Noche gloriosa, una de mis amigas me hizo una confidencia:

—Han amenazado con poner bombas en todas las iglesias cris-tianas de la ciudad. Estamos muy

contentas de habernos podido reunir aquí esta noche.

Una vez más observé a mis amigas y me maravillé de su amor y devoción inquebrantables, a pesar de tanta oposición. A veces me pregunto qué futuro les espera a los cristianos que están impedidos de vivir libre-mente su fe. Esa noche, sin embargo, esos temores se disiparon, y me vino el siguiente pensamiento: Mientras brille fuertemente en nuestro corazón la estrella de Belén y los que amamos a Jesús nos reunamos para celebrar Su nacimiento, la luz de la Navidad seguirá resplandeciendo e iluminará el camino de Su retorno.

Dina Ellens fue docente en el Sudeste Asiático dur ante más de 25 años. Ahor a que está jubilada participa activamente en labores de voluntariado y se dedica a escribir. ■

Dina Ellens

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y cocinando en los días previos a la Nochebuena? Y ¿cuántos había dedicado a Aquel cuyo nacimiento y vida constituyen el auténtico sentido de esa fecha?

Jesús está siempre cercano a noso-tros. Él «está a mi diestra» y es «más unido que un hermano»1. Siempre es posible establecer un diálogo estre-cho y directo con Él. Su nacimiento es la esencia de la Pascua. Los obsequios que nos hace —paz, amor y alegría de corazón— constituyen la magia sustancial de la Navidad. Con los brazos extendidos nos ofrece esos presentes diciéndonos: «Vengan a Mí

Pero la madre, agobiada, le respon-dió que aún no habían hecho ni la mitad de las compras y que no tenían tiempo para detenerse. Se alejó, pues, llevando a rastras a su hija, que quedó visiblemente decepcionada.

Las palabras de aquella niña reso-naron en mis oídos durante mucho tiempo. «¡Paremos un momentito a mirar a Jesús!» Pensé en todo el ajetreo de aquella Navidad, tempo-rada en que nuestro ya vertiginoso ritmo de vida se acelera aún más en medio de la vorágine de las compras. ¿Cuántos momentos había pasado comprando, preparando adornos

¿Temporada de trajín o de reflexión?

1. Salmo 16:8; Proverbios 18:24

2. Mateo 11:28 (nvi)

3. V. Juan 10:10

4. Romanos 5:1 (ntv)

Adaptación de una charla radiofónica de Virginia Brandt Berg

Hace varias Navidades estaba yo en la puerta de un moderno centro comercial admi-rando un precioso pesebre que exhibían en la vitrina cuando pasó presurosa una madre con su hijita. Al ver el atractivo nacimiento, la niña tomó la mano de su madre y exclamó:

—¡Mamá, mamá! ¡Paremos un momentito a mirar a Jesús!

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todos ustedes que están cansados y agobiados, y Yo les daré descanso»2. Sin embargo, nunca accederemos a esos regalos si solo pensamos en abrirnos paso a empellones, listas de compras y quehaceres en mano, demasiado ocupados para detener-nos y advertir siquiera que Él se encuentra ahí mismo.

Reza un viejo refrán: «En noche tormentosa no cae rocío». Asimismo, difícilmente experimentaremos el solaz y el gozo de la proximidad de Jesús si estamos embarcados en una frenética carrera para lograr esto y lo otro. El rocío del Cielo y las bendiciones de la Navidad caen suavemente en nuestro corazón cuando nos detenemos un momento y, guardando silencio, pensamos en Él. Por eso, prescindir de Él es des-aprovechar la única alegría auténtica y duradera y el único amor perfecto que podemos hacer nuestro en esta vida y compartir para siempre.

¿Por qué no hacer un alto y dis-frutar —disfrutar de verdad— de la esencia de la Navidad? Recortemos nuestras listas de quehaceres. Gocemos de lo bello. La Navidad tiene cantidad de aspectos maravi-llosos, hay muchas cosas lindas que ver. Sería lamentable perdérnoslo todo por andar envolviendo esto y aquello, corriendo a conseguir un último detalle, cocinando tal y cual plato y enfrascándonos en cantidad de preparativos para las comidas. Es decir, por abarrotar la Navidad

de cosas innecesarias. Mejor es detenernos a saborear lo que importa en la vida que precipitarnos hacia la Navidad con tal furia que al llegar por fin el Año Nuevo suspiremos con alivio: «¡Sobreviví a las fiestas!»

Jesús vino para bendecir nuestra vida. Por eso celebramos la Navidad. Él dijo que había venido para que tuviéramos vida y para que la tuviéramos en abundancia3. El apóstol Pablo añadió: «Tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros»4. La paz y la vida en toda su plenitud no tienen por qué sernos esquivas. Están a nuestra entera disposición estas Navidades. Basta con que le demos a Jesús un espacio en nuestra alma y en nuestra realidad cotidiana.

Pasemos todos unos momentos con Jesús. Él es la esencia de la Navidad. Que la celebración de Su nacimiento nos conmueva este año de nuevas maneras. Ahondemos más en el significado de los regalos que nos hizo hace tanto tiempo cuando vino a la Tierra. Participemos más íntimamente de la Navidad actuando más como Él. Paremos un momentito a mirar a Jesús.

Virginia Br andt Berg (1886 –1968) fue una escr itor a y evangelizador a estadounidense. En el portal http://virginiabr andtberg .org hay más infor mación sobr e su vida y su obr a. ■

Cuando calla el canto de los ángeles,cuando la estrella desaparece del

cielo,cuando los reyes y príncipes han

vuelto a su casa,cuando los pastores regresan con sus

rebaños,entonces comienza la labor de la

Navidad:hallar a los perdidos,sanar a los quebrantados de espíritu,dar de comer a los hambrientos,libertar a los oprimidos,reconstruir las naciones,reconciliar a los pueblos,hacer algo de música con el corazón…e irradiar la luz de Cristo, cada día, por todos los medios,en todo lo que hacemos y decimos.Entonces comienza la labor de la

Navidad.Howard Thurman (1899–1981)

El camino que lleva a la Navidad pasa por una puerta antigua […]. La puerta es pequeña: tiene la altura y el ancho de un niño. El santo y seña para entrar es: «Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». ¡Ojalá que esta Navidad tú también te vuelvas como un niño y entres al reino de Dios! Angelo Patri (1876–1965)

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Cuando tenía seis años me aprendí un poema que se titulaba Una leyenda olvidada. Cuenta que tres niñitos fueron a ver a Jesús. Uno era ciego, otro mudo y el tercero cojo. Pese a sus limitaciones físicas, se ayudaron mutua-mente para llegar hasta el pesebre donde estaba Jesús. Dios les hizo entonces un magnífico regalo: los sanó.

Me figuraba que esos tres chiquillos debían de tener más o menos la misma edad que yo, y me parecía fantástico que se hubieran curado esa noche tan singular. Ahora bien, hubo otras vidas que dieron un vuelco a raíz del nacimiento de Jesús.

Por ejemplo, la del hombre que caminó hasta Belén tirando de un burro que llevaba a su esposa embarazada. Nueve meses antes, su vida había sufrido una brusca transformación, diríase que para peor. Sin embargo, vio un rayito de esperanza: se le prometió en un sueño que todo saldría bien. Él se aferró a aquella promesa, no perdió la fe, rezó y aguardó pacientemente. Aquella noche todos sus temores se hicieron humo. Al ver al Niño recostado en el pesebre, José sintió que su alma agitada se inundaba de paz.

En los montes cercanos a Belén, un humilde pastor cuidaba sus ovejas por la noche. Para él la vida era dura. Tenía que pagar tributos y mantener a su numerosa

LA ETERNA BÚSQUEDA

familia. Esperaba con ansias el día en que su país, ocupado por un ejército extranjero, recuperara su independencia. Sentado bajo un firmamento estrellado, le pidió a Dios que aliviara sus cargas. Aquella misma noche sus oraciones hallaron respuesta. Al contemplar al Niño dormido en el pesebre supo que, por disposición del Cielo, a la larga todo saldría bien. Su vida se llenó de luz.

Un erudito, ávido de conocer la verdad y el sentido de la vida, llevaba mucho tiempo escudriñando los cielos nocturnos en busca de una señal. Pese a todos los conocimientos que poseía y a la vasta fortuna que había acumulado, anhelaba algo más. El misterio comenzó a desentrañarse cuando divisó una espléndida estrella nueva que anunciaba el nacimiento de su Salvador y que a la postre lo condujo hasta el lugar donde se hallaba el Niño prometido.

Hoy sigue habiendo mucha gente que busca la paz y la verdad. Para cada uno de esos buscadores la respuesta sigue siendo la misma que descubrieron los protagonistas de aquella noche, siglos atrás, en Belén. El mismo amor que transformó a esas personas hace dos mil años aún puede transformar a los buscadores de hoy.

Ariana Keating es profesora. Vive en Tailandia. ■

Ariana Keating 

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El Evangelio de Juan no cuenta el nacimiento de Jesús, pero sí incluye la precuela, es decir, lo que sucedió antes de las narraciones del nacimiento. Este Evangelio nos retrotrae al principio, antes que existiera nuestro mundo, y dice algo acerca de nuestro Salvador que fue verdad mucho antes de Su nacimiento terrenal en Belén hace dos milenios. Este pasaje aporta claridad sobre quién es Jesús, por qué vino y lo que logró.

Empieza así: «En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. El que es la Palabra existía en el principio con Dios. Dios creó todas las cosas por medio de Él, y nada fue creado sin Él»1.

Este Evangelio comienza diciendo que antes de que nada fuera creado, la Palabra ya existía, que estaba con Dios y que era Dios. Juan vuelve la vista atrás y mira más allá del principio de la creación del universo, antes que el tiempo existiera, y dice que la Palabra era preexistente. En la primera frase de ese Evangelio se repiten las primeras palabras de la Biblia en el Génesis: «En el principio…»2 Eso indica que la Palabra existía antes de la creación y que es eterna, que nunca hubo un tiempo en que la Palabra no existiera. La Palabra no fue parte de lo creado, lo que significa que la Palabra es superior a todo lo creado.

Dice que «la Palabra estaba con Dios» y luego repite una segunda vez: «El que es la Palabra existía en el

PRECUELA DE LA NAVIDAD

Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam

principio con Dios». Se hace hincapié en que la Palabra existe en íntima relación con Dios. Esa unicidad se expresa en la frase «y la Palabra era Dios». Todo lo que se puede decir de Dios también se puede decir de la Palabra.

Eso es lo que celebramos en Navidad: que la Palabra —que existía con Dios antes de la creación, que coexistía cara a cara en comunión con Su Padre, que participaba en la creación de todo, que existe por sí misma y que es Dios Hijo— nació encarnada en un ser humano y vivió entre la humanidad.

Todo lo que hizo Jesús durante el tiempo que pasó en la Tierra, las palabras que pronunció, las parábolas que contó, Su interacción con la gente, Sus enfrentamientos con los dirigentes religiosos de la época, los milagros que obró, todo ello reveló el amor de Su Padre y Su interés y preocupación por la humanidad. Por medio del Verbo encarnado —Jesús— llegamos a una comprensión más profunda de Dios y de Su deseo de reconciliar a la humanidad con Él. En Navidad festejamos la venida de Dios a nuestro mundo con el objeto de posibilitar que vivamos con Él eternamente.

¡La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros! Es magnífico celebrarlo.

Peter A mster da m dir ige junta mente con su esposa, M ar ía Fontaine, el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

1. Juan 1:1–3 (ntv)

2. Génesis 1:1

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Un árbol de verdad

Los niños siempre habíamos querido un árbol de Navidad de ver-dad, uno bien alto y magníficamente decorado, como los que tenían las demás familias. Queríamos que tuviera luces con música, guirnaldas plateadas, brillantes adornos y ramas cubiertas de nieve. Y como es natural, que a su alrededor hubiera una abundancia de regalos.

Mas al llegar diciembre, una vez más nuestra sala de estar seguía sin árbol. Los adornos nuevos eran muy costosos para una familia misionera como la nuestra, por lo que mamá sacó unas cajas que tenía guardadas y logró que los antiguos adornos lucieran como nuevos. Luego se puso a confeccionar medias de Navidad con papel rojo brillante, adornadas con borlas de algodón. Mis hermanas menores la ayudaron a recortar y pegar. Hicieron doce —una para cada niño— y mamá las colgó de la baranda de la escalera.

Nyx Martínez 

de papel maché, de unos treinta centímetros de alto.

—¡Ese es nuestro árbol?El desencanto se hizo patente en

nuestras doce caritas.—¡Pero es muy endeble!—Un poco raro.—Papá, eso no es un árbol de

verdad.—Claro que es un árbol de

verdad, cariño. ¡Es magnífico! Papá no perdía la esperanza de

contagiarnos su entusiasmo.—Y miren, ¡compré un reno que

hace juego con él!Con muchos aspavientos

desempaquetó un reno hecho con periódicos reciclados.

¡Mi padre era así! Aunque no tenía mucho para gastar en cosas superfluas, siempre trataba de ayudar a quienes tenían todavía menos comprándoles sus artesanías. Él era capellán del sistema penitenciario de las Filipinas, y había reunido

Mis hermanos consiguieron hacer funcionar las luces de colores una temporada más y las pusieron en la veranda.

Para el pesebre preparamos figuritas de arcilla, que luego horneamos y pintamos. Alguien nos regaló un juego de tres angelitos que complementaban muy bien nuestro nacimiento, hasta que los niños —todos empeñados en mover las figuras una y otra vez para ponerlas en la ubicación perfecta— tumbamos uno de los querubines, y terminó descabezado.

Una noche papá llegó a casa y anunció que había comprado un árbol de Navidad. Con curiosidad y emoción nos reunimos en la sala para inspeccionarlo. ¡Era nuestro primer árbol de Navidad!

—Precioso, ¿verdad? —dijo papá con su habitual entusiasmo.

En realidad no era otra cosa que una maqueta de una conífera hecha

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muchos artículos hechos a mano. Por ejemplo, el año anterior había traído a casa un buque de guerra exquisitamente tallado en madera, que adornó un estante de nuestra biblioteca hasta que mis hermanos decidieron hacer una batalla naval con él. El año anterior la casa se nos había llenado de botellas de vidrio que contenían diversas miniaturas: casitas construidas sobre palafitos, personas hechas con fósforos, unas palmeritas junto a una playa…

Mis hermanos juntaban revistas y periódicos para los artesanos, y mis hermanas y yo les ayudábamos a vender sus hermosas tarjetas navideñas pintadas a mano. Las ganancias se las entregábamos a sus familias.

Para colmo, aquello: ¡nuestro arbolito de verdad!

—Si lo adornamos, a lo mejor queda bien —propuso una de mis hermanas.

decorado con adornos costosos, en él abundaban las risas de niños felices y las melodías de villancicos. Papá Noel nunca tuvo mucha acogida en nuestra familia, pero sí pillamos a mamá besando a papá cerca del árbol. Y en cuanto a regalos de Navidad, lo que nuestros padres nos dieron no tiene precio.

Pasamos muchos momentos felices en familia. Nuestros padres nos enseñaron que la Navidad era para entregarnos de corazón a los demás. Ese mismo amor desinte-resado debería caracterizar nuestra vida, no solo en Navidad, sino todo el año, como un auténtico árbol de hoja perenne.

Nacida en Manila en 1981, Nikki «Nyx» Martínez es artista multimedia y cronista. Sus creaciones y viajes se pueden seguir en w w w.nyxmartinez.com. ■

Lo colocamos sobre la mesita del teléfono, que casi le quedaba grande. Mamá recortó unos adornos de cartón: estrellas, campanas y baston-citos. Un poco de pegamento con brillantina le dio una chispa de vida. Me acordé de un par de palomas de plástico recubiertas con tul blanco que había encontrado en una tienda mayorista: también se las colgamos al árbol. Le pusimos lucecitas de colores que centellaban alegremente sobre María, José, el niño Jesús y los casi tres angelitos.

Súbitamente la Navidad cobró vida en nuestro alegre hogar. Nunca lo olvidaré. Ese año fue dificultoso para nuestra familia, pero también uno de los más memorables.

Nunca llegamos a tener un árbol de Navidad comprado en una tienda, pero conseguimos uno que representaba fielmente el afecto que había en nuestra familia. Aunque nuestro hogar nunca estuvo

A M O R V E N I D O D E L C I E L OExtracto del mensaje de Navidad de la reina Isabel II en el año 2016

En Navidad nuestra atención se dirige al nacimiento de un niño hace unos dos mil años. Su cuna fue de lo más humilde. Sus padres, José y María, no se consideraban importantes.

Jesucristo vivió en el anonimato durante la mayor parte de Su vida. Nunca viajó lejos. Fue difamado y rechazado por muchos, aunque ningún mal hizo. Sin embargo, miles de millones de personas siguen ahora Sus enseñanzas y se orientan por Su luz. Yo soy una de ellas, porque Cristo, con Su ejemplo, me ayuda a entender el valor de hacer las cosas pequeñas con gran amor.

El mensaje de la Navidad nos recuerda que la inspiración es un regalo que es preciso dar tanto como recibir, y que el amor comienza pequeño, pero siempre crece. ■

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En el centro de la Navidad yace el niño de Belén, que nació en este mundo, a menudo frío y hostil, para transmitirnos el calor del Padre celestial. La fiesta navideña partió por un niño, y son los niños los que la mantienen viva y vibrante.

Los adultos lo sabemos. En Navidad aflora nuestra inocencia, el alma se nos enternece, y el corazón nos vuelve a palpitar como lo hacía cuando éramos chicos. Los cánticos, las luces, el misterio de los regalos, el simbolismo, los gestos sencillos… Por eso será que muchos asociamos las pascuas con lo infantil, y nos

LA NAVIDAD LA HACEN LOS NIÑOS viviente! Los dos entonaban a voz

en cuello y sin ningún aliciente de parte de sus padres el tan conocido Tamborilero:

Yo quisiera poner a tus piesalgún presente que te agrade,

Señor; mas Tú ya sabes que soy pobre

también, y no poseo más que un viejo

tambor.Ropo pom pom, ropo pom pom.

Nada mejor hay que te pueda ofrecer.

Su ronco acento es un canto de amor.

Ropo pom pom, ropo pom pom.Cuando Dios me vio tocando ante

Él,me sonrió1.

Días después nos encontrábamos en plena campaña para llevar alegría, juguetes y el importante recado de la Navidad a niños y adultos de una ciudad que procuramos visitar todos los años. Luego de una intensa jornada de ires y venires, recalamos

Gabriel García V.

1. El tamborilero. Música: Villancico

tradicional checo. Letra: Adaptación de

Katherine Davis.

2. Jesús, entra en mi corazón. Música y letra:

Cathy Gehr, Michael Gilligan.

3. Allá en el pesebre. Música: James Murray,

William Kirkpatrick. Letra: Anónima.

gusta rememorar en estas fechas los episodios que tienen que ver con gente pequeña.

Cierta noche, en medio del aje-treo navideño, volvía con mi esposa Sally, medio tristón, luego de una larga jornada de andares agotadores. Me incomodaba no solo el bambo-leo del autobús en que viajábamos, sino también la nostalgia de otras Navidades más amigables, menos comerciales, más musicales.

En esas y otras cavilaciones andaba yo cuando se subió al bus una familia con dos niños de corta edad. Noté que los chiquillos traían chispa. Buena cosa en una noche mustia. Pero lo mejor estaba por venir. De repente resonó un ropo pom pom que al principio confundí con un anhelo de mi interior. Pero no, venía de los niños que un par de cuadras atrás se habían subido al vehículo. ¡Eran un villancico

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en la casa de una querida amiga que siempre nos recibe con las puertas abiertas y un tecito en la mesa. Esa noche, sin embargo, el cansancio de todos era palpable en el ambiente. A los invitados se nos habían agotado las pilas, y nuestros anfitriones acusaban la fatiga de un largo día. ¿Cómo podíamos encender las velitas de pascua en esos corazones apagados? Un guitarrista entonó un par de villancicos que algo ayudaron a despertarnos, pero no lo suficiente para ponernos a tono.

La llamita que encendió las demás la puso otra vez —ya lo adivinaste— un niño. Le habíamos explicado a Franco —el chiquillo de 4 años que vive en la casa— que lo mejor que se abre en Navidad no son los regalos, sino el corazón. De ahí que cuando empezamos a cantar un villancico cuya letra reza: «Jesús, entra en mi corazón», de buenas a primeras lo empezó a entonar a voz en cuello con nosotros, pronun-ciando cada palabra con resonante convicción y totalmente concentrado en el potente mensaje que contenía.

con sus manitas sudorosas y, con entera concentración y una seriedad reverencial, buscaron el villancico correspondiente y se nos unieron en coro. Los padres allí presentes y nosotros, los organizadores, quedamos lelos ante aquel acto de adoración infantil. Valga la compa-ración, pero fue como haber estado presentes en el portal la noche de la Natividad:

Allá en el pesebre entre pajas se veal Niño Jesús que ha nacido recién.Estrellas lejanas lo miran dormir,al Niño Jesús con carita feliz.

Jesús, a mi lado te ruego que estés,que Tu tierno amor para siempre

me des. Bendice a Tus niños en todo lugar,para que en el Cielo tengamos

hogar3.

Gabr iel García Valdivieso es dir ector de la r evista Conéctate. Vive en Chile y está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■

Jesús, entra en mi corazón; lléname de luz y amor.Niños por doquier le piden con fe. Haz hoy esta oración2.

De pronto, todos nos despabila-mos. Se hacía patente un verdadero milagro de Navidad: Cristo que nacía en el corazón de un niño creyente.

El último episodio ocurrió al final de nuestra estadía en la ciudad, cuando reunimos a unos 20 niños para participar en juegos y obtener los obsequios de rigor. Luego de una serie de bulliciosas y animadas competencias, era hora de narrar los sucesos de la primera Navidad. Pero ¿se tranquilizarían los chicocos después de tanto revuelo? Para sorpresa nuestra, se sentaron en el suelo delante de nosotros en semicírculo, tomaron su cancionero

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Se acerca la Navidad, y me pongo a pensar en luces de colores, arbolitos, regalos, villancicos, campanadas de iglesia y, lo más importante de todo, el nacimiento de nuestro Salvador, Jesucristo. Ahora bien, no sé por qué, pero me acuerdo también de los dulces de colores, las gotitas de chocolate, los bastoncitos de caramelo y las cerezas bañadas en chocolate de las Navidades de mi niñez.

No voy a probar nada de eso este año. Hace poco me extirparon el estómago a causa de una enferme-dad, así que esos dulces me están prohibidos por lo que me queda de vida. Pero eso no me afecta, pues he encontrado algo aún más dulce. Disfruto de mis amigos y mi familia. Estoy agradecida de volver a gozar de buena salud y poder viajar sin miedo a que me tengan que hacer una transfusión de emergencia o a que me falte repentinamente el oxígeno.

he recobrado, que durante años estuvieron opacados por mi mala salud, me convenzo de que Dios me está dando nuevas oportunidades. No voy a desaprovechar esos regalos. Utilizaré esas energías para distribuir caramelos de los míos.

Todos queremos disfrutar de cosas buenas. Y las tenemos. Solo es preciso que las busquemos entre todo lo que nos rodea y que las valoremos. ¡Date un gusto esta Navidad! Ama la vida y al amoroso Dios que la creó. «Gustad, y ved que es bueno el Señor»1. Eso no te engordará ni te pudrirá los dientes. Le sentará mejor a tu corazón que un bypass y le restará años a tu rostro. No aumen-tará tu concentración de azúcar en la sangre, pero sí tus esperanzas.

Mejor aún, sé un confitero, un promotor de pequeños gestos de cariño y bondad, la materia prima de los lindos recuerdos. Que la «buena voluntad para con los hombres» endulce tu temporada navideña. Saboréala y compártela.  ■1. Salmo 34:8

GOLOSINAS DECEMBRINASConnie Callender Lindsay 

Cada día saboreo la bondad, las misericordias y las bendiciones de Dios. Mi afición por las golosinas se satisface ahora de esa manera. No echo de menos los caramelos.

Este año sustituiré los dulces por otras cosas: acariciaré a un perrito; tomaré de la mano a mi marido y le oiré decirme cuánto se alegra de haberse casado conmigo; disfrutaré de la ternura de mi nietecita cuando me mira a los ojos; de mi hija, que me dice que me aprecia; de la cordialidad de los vecinos; de buenas consultas médicas y buenos resultados de los análisis; de la belleza del cielo invernal, que por la noche adquiere un tono zafiro, y de la inocencia de los gráciles venados, pavos silvestres y otros animales que abundan por aquí.

¡Recuerdo que me encantaba el dulce de leche que se servía en Navidad! Sin embargo, este año, en vez de engordar comiendo opípara-mente, voy a ensanchar mis espacios difundiendo alegría. Cuando pienso en las energías y los tesoros que

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Cuando mis hijos eran peque-ños nos enteramos de una antigua tradición que hubo desde la Edad Media en diversas partes de Europa. Grupos de niños y jóvenes iban de casa en casa entonando villancicos y a veces recogiendo donaciones con fines benéficos.

Ni cortos ni perezosos, deci-dimos hacerlo también nosotros. Al principio nos costó un poco envalentonarnos para tocar timbres, y tuvimos que acostumbrarnos a que nos preguntaran: «¿Quién es?» con voz áspera por el interfono.

Les respondíamos con entusiasmo:

—Hemos venido a cantarles y desearles una feliz Navidad.

Casi siempre nos abrían la puerta, y la gente se reunía a escuchar, dar palmas e intercambiar buenos deseos. Muchos se acordaban de la antigua tradición y nos daban las gracias por llevar a su casa el espíritu de la Navidad. Tuvimos oportunidad de entablar relación y

cantando con él a capela, y nos mos-tró fotos de sus seres queridos que vivían lejos. Cuando nos despedimos nos dijo que había sido la mejor Nochebuena que había pasado en mucho tiempo.

A nna Per lini es cofundador a de Per un Mondo Miglior e1, organización humanitar ia que desde 1995 lleva a cabo labor es en los Balcanes. ■

1. http://www.perunmondomigliore.org

CANTANDO VILLANCICOSAnna Perlini

pasar un rato con gente que estaba sola, personas mayores y algunos enfermos.

Un par de veces nos quedamos atascados en el ascensor de un edificio y seguimos cantando hasta que alguien logró sacarnos. En una ocasión fuimos testigos de cómo dos vecinos que no se habían hablado desde hacía años se perdonaron y se desearon mutuamente una feliz Navidad.

Al pasar los años se nos unieron otros niños y jóvenes, y hasta algunos de mis nietos. Ninguno era músico profesional. El único requisito era estar rebosante de alegría navideña.

Una Nochebuena se nos rompie-ron un par de cuerdas de la guitarra, y las cosas no estaban yendo muy bien. No obstante, fue precisamente en esa ocasión cuando se produjo un encuentro muy conmovedor. Conocimos a un señor que tenía una pierna escayolada y que por ese motivo no había podido organizar una celebración como otros años. Estaba muy triste. Terminamos

E L P R I N C I P A L R E G A L O   Si aún no has recibido en tu cora-zón el regalo que Dios te ofrece —Jesús—, hazlo ahora rezando la siguiente oración:

Gracias, Jesús, por venir a la Tierra para darme a conocer el amor del Padre celestial. Gracias por morir por mí para que pueda reconciliarme con Él y disfrutar de vida eterna en el Cielo. Te recibo ahora como mi salvador. Ayúdame a conocerte y a amarte de forma profunda y personal. Amén.

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Agotadores. Así describía yo mis diciembres. Ya sé que el término no expresa lo maravillosa que es la temporada navideña. Pero es que mis días son largos y difíciles, y a esas alturas del año ya llevo más de 300 a cuestas. ¡Ojalá los años no pasaran volando dejándome una sensación de desgaste total, de que a pesar de todos mis esfuerzos, me he quedado corta!

Cada año comienza con una oportunidad y una pro-mesa. Siempre empiezo con metas ambiciosas: voy a bajar 10 kilos, vamos a ahorrar equis cantidad de dinero, vamos a buscar tiempo para disfrutar en familia al aire libre, voy a conseguir un ascenso, etc. Pero a medida que el año se acelera, me siento como si estuviera corriendo una carrera de 3 piernas con los ojos vendados. Estrés, ocupaciones, familia… Se va acumulando.

Al llegar diciembre entro a rastras en la cocina para preparar todas los platos ricos que saben a Navidad. Voy a la tienda con mi esmirriada billetera a comprar cosas de Navidad. Decoramos la casa hasta tal punto que da la impresión de que está cayendo un aguacero navideño. Nuestra familia se apunta para hacer voluntariado comunitario con la intención de llevar la Navidad a otras personas. Vemos películas sobre la Navidad y escuchamos música navideña para sentir que estamos en Navidad.

¿Por qué siento, entonces, que la Navidad se me escapa?

Hace dos Navidades escuché una canción en la radio del auto que me hizo llorar:

Necesito una noche de paz, una noche de amor,para oír a un ángel en medio del ruido y el caos.

Necesito una noche luminosa que me dé sosiegopara terminar este día loco con una noche de paz1.Esa esquiva noche de paz era lo que anhelaba mi alma.

Lo que aprendí en aquel momento de llanto contem-plativo es que no puedo vivir la Navidad con el tanque vacío. No puedo derramar en abundancia si tengo el alma consumida y extenuada. No puedo engañarme pensando que la magia navideña me bastará como combustible.

Ahora agendo noches de paz a lo largo del año. Estoy aprendiendo a reconocer cuándo estoy agotada y vacía, y qué necesito para sentirme recargada. Felizmente son cosas bastante sencillas:

1) Ratos a solas leyendo la Palabra de Dios, orando y adorándolo por medio de canciones.

2) Suficiente reposo. No puedo vivir permanente-mente cansada.

3) Un buen estado físico. Debo cuidar mi cuerpo. La salud nos permite funcionar bien.

4) Trato humano. Tengo que sentirme conectada a mi marido y mis hijos. Asimismo me hace falta relacionarme con frecuencia y de forma significativa con personas ajenas a mi familia.

5) Una suerte de mapa mental con mi ubicación. No puedo sentirme totalmente extraviada.

Evaluar periódicamente esos aspectos me sirve para no llegar a Navidad en bancarrota espiritual y emocional. Es más, me ayuda todo el año.

M ar ie A lvero ha sido misioner a en Á fr ica y México. A hor a lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la r egión centr al de Tex as, EE . UU.  ■1. Amy Grant, The Christmas Collection, 2008

NOCHES DE PAZ

Marie Alvero

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suficiente? En vez de sentirme arre-batado por un amor exultante, ¿se me hacen pesadas las largas horas, el ajetreo y la alegría navideña de rigor? Me da vergüenza confesarlo, pero así es. De modo que este año quiero repensar la Navidad.

El nacimiento de Jesucristo, ¿qué nos aportó? Si tuviera que resumirlo en una sola palabra sería esta: prueba. ¿Por qué?

Su venida al mundo de los mortales fue prueba inequívoca de que somos amados. Fue la prueba de que siempre podemos confiar en las promesas de Dios y de que Su capacidad de moldear la Historia no tiene parangón. Por medio de Su Hijo, que tomó la forma de una criatura indefensa, Dios demostró que es veraz y digno de confianza y que vela por nosotros eternamente. Demostró, además, que está dispuesto a hacer cualquier cosa por integrarnos a Su familia. El naci-miento de Jesús fue el primer paso hacia nuestro renacimiento, como si Dios nos dijera: «Te valoro».

¿Cómo deberíamos entonces celebrar esta temporada sensacional? ¿Con comidas, canciones, regalos, amigos, familiares, risas, recuerdos y multitud de detalles? Sí, desde luego, pues «toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto»1.

Pero hay más. Démonos el lujo de gozar del sentimiento navideño como si fuera la primera vez. Sigamos esa estrella luminosa que llevamos en el corazón, no para llegar a un establo terrenal, sino a Aquel que está con nosotros en todas partes. Arrodillémonos ante nuestro magnífico Salvador y ofrezcámosle lo que más desea: nuestro tiempo, honra, atención y amor.

Que se enorgullezca de nosotros al vernos celebrar, no solo Su naci-miento, sino también nuestra vida con Él para siempre. Eso ya estará mejor que bastante bien. Es más, será fabuloso.

Chr is Mizr an y es diseñador de páginas web, fotógr afo y misionero. Colabor a con la fundación Helping Hand en Ciudad del Cabo, Sudáfr ica. ■

LA PRUEBA DEFINITIVA

1. Santiago 1:17

¡Qué pronto ha vuelto a llegar la Navidad! Los días, semanas y meses pasan volando, y termino sorpren-dido y resignado ante el hecho de que la temporada navideña ha llegado una vez más. No es que no me guste. Me encantan los hermosos villancicos que todos conocemos, el vibrante entusiasmo y la oportuni-dad de expresar buenos deseos tanto a amigos como a desconocidos con imparcialidad.

Con todo, esa sensación tan familiar puede robarme la alegría si me descuido. Termino tomando los planes del año pasado, haciéndoles algunos ajustes y pegándolos en el calendario de este año. «Con tal de que me acuerde de hacer tal y cual cosa, no me olvide de esto y organice lo otro, todo debería fluir bastante bien».

Pero un momento. ¿Desde cuándo me conformo con un bastante bien? ¿Con salir del paso es

Chris Mizrany

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Por qué vine al mundoNo vine a la Tierra para asistir a una fiesta ni para que Mis amigos me agasajaran con regalos. No vine para una excursión escolar ni para conseguir un establo a precio de ganga. ¿Qué podía desear Yo, que tenía el mundo entero en la palma de la mano? Pues te quería a ti; y la única forma de conseguirte era bajar a la Tierra. Aunque me costó, valió la pena por ti.

Me fascina observar cómo vives y aprendes, y hasta verte cometer errores. Me encanta experimentar contigo todas tus emociones, estar a tu lado cuando te sientes triste y participar en todas las actividades que realizas diariamente. Me gusta verte disfrutar de la naturaleza y de la belleza que creé para que este mundo te resultara agradable a la vista. Me deleita estar en tus pensamientos.

Me siento muy feliz cuando, al acercarse Mi cumpleaños, el mundo empieza a recordarme; y más aún cuando se me recuerda durante todo el año.

De Jesús, con cariño