La orgánica de lo apetente - Dimensión de la unidad y lo sensorial que dice del comer

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Cuando observamos una fruta como el pomelo, la experiencia con lo cítri- co hace aparecer lo apetente. Sabemos, culturalmente, que resulta más atracti- vo si es jugoso (adquiere brillo), y si el color es intenso, donde el cuerpo res- ponde de inmediato a estos signos. Cuando evidenciamos la existencia de su unidad discreta, la intención del co- mer se hace más atractiva. Lo «frutoso» no sólo aparece en el sa- bor. Cuando observamos una frutilla, vemos el vínculo que existe de la perife- ria con el nervio central. La trama que forma la textura del exterior le da un aspecto orgánico al bocado, y es donde comienza el matiz de color a través de la fruta hasta su centro. El deseo provocado por lo apetente aparece cuando observamos lo fruto- so: el trazado sinuoso y orgánico de las celdillas y la partición natural de su unidad. El gajo dice del comer y el compartir. Cuando extendemos una rodaja de naranja, los gajos se separan y forman triángulos casi simétricos. La unidad geométria se hace orgánica en la naranja. La trama que aparece al cortar una lá- mina de uva por la mitad. ¿Conside- ramos esta trama apetente? Se forma una simetría al enfrentar las uvas donde periferia de color intenso marca un tra- zado que contiene el bocado. Existe una simetría que mantiene la continuidad de la figura. Si esto se rom- pe,¿selograunaspectomásapetente?

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Cuando observamos una fruta como el pomelo, la experiencia con lo cítri-co hace aparecer lo apetente. Sabemos, culturalmente, que resulta más atracti-vo si es jugoso (adquiere brillo), y si el color es intenso, donde el cuerpo res-ponde de inmediato a estos signos.Cuando evidenciamos la existencia de su unidad discreta, la intención del co-mer se hace más atractiva.

Lo «frutoso» no sólo aparece en el sa-bor. Cuando observamos una frutilla, vemos el vínculo que existe de la perife-ria con el nervio central. La trama que forma la textura del exterior le da un aspecto orgánico al bocado, y es donde comienza el matiz de color a través de la fruta hasta su centro.

El deseo provocado por lo apetente aparece cuando observamos lo fruto-so: el trazado sinuoso y orgánico de las celdillas y la partición natural de su unidad. El gajo dice del comer y el compartir. Cuando extendemos una rodaja de naranja, los gajos se separan y forman triángulos casi simétricos. La unidad geométria se hace orgánica en la naranja.

La trama que aparece al cortar una lá-mina de uva por la mitad. ¿Conside-ramos esta trama apetente? Se forma una simetría al enfrentar las uvas donde periferia de color intenso marca un tra-zado que contiene el bocado. Existe una simetría que mantiene la continuidad de la figura. Si esto se rom-pe, ¿se logra un aspecto más apetente?

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El valor de la pepa frente a la textura traslúcida de la carne de una sandía la mantiene en la dimensión de lo frutoso. La apetencia, como aspecto cultural, lee la gráfica natural que dibujan las pepas y le dan el sentido de la apetencia al trazado concéntrico de las fibras de la sandía.

Se diseña una trama donde la geome-tría sintética del corte de la frutilla se contrapone con la formalidad orgánica de las uvas. Los colores, al complemen-tarse, le dan un equilibrio gráfico al bo-cado, dando una noción de apetencia. Sin embargo, el trazado simétrico del bocado no hace aparecer una apetencia frutosa que incita el deseo del comer y saborear.

En una primera prueba, se diseña una trama simétrica la cual, al teselar, forma un total sintético y sin rasgos apeten-tes. La geometría no dice del comer ni del tocar. Hay un atractivo visual, sin embargo no aparece el aspecto frutoso del comer.

Cuando hacemos de la unidad un ele-mento sinuoso, la trama cambia inme-diatamente y se hace más atractiva. El patrón constituído no obedece a reglas simétricas, donde el descubrir de la ape-tencia toma lugar. Lo anaranjado forma un trazado orgánico a través del total, tomando centros o puntos de mayor intensidad (rojo y rosado).

Cuando observamos la unidad discreta del total, aparece un matiz de colores cálidos en un trazado orgánico, donde la apetencia surge a través de la expe-riencia visual. La apetencia a lo táctil toma lugar al tener una dimensión hu-mana en sus curvas.El bocado se particiona en cuatro trozos de la misma medida los caules se rela-cionan de forma concéntrica.

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Cuando consideramos algún elemento «apetecible», es el cuerpo el que reac-ciona a una lectura de símbolos que estimulan la percepción. Los sentidos en general, y no tan sólo el gusto, per-ciben que aquel elemento nos dice del comer y, por tanto, tiende a un valor comestible.

El comer surge como una necesidad in-tuitiva del hombre. Pero, ¿no repercute en otras dimensiones de lo humano? La comida aparece como evidencia constitutiva de las relaciones sociales1, surgiendo la identidad del individuo y de la comunidad. En consecuencia, el comer da un sentido cultural, evocando recuerdos y constituyendo experiencias.

La experiencia tiene un valor funda-mental al estudiar lo apetente. Cuando queremos evocarlo, queremos también incitar a una sensación, una experiencia donde la semiología del elemento da cuenta de este sentido específico. Es así como surge el acto del comer.

Valores formales y sensoriales de lo apetente

Cuando hablamos de lo apetente, no se debe acotar sólo a la relación alimento - boca. Este «placer» que evoca el sentido de la apetencia, este llamado al vínculo entre lo sensitivo y el estímulo, puede abarcar más dimensiones que entre sí

Referencias

1 Menasche, Renata. Cuando la Comida se Convierte en Patrimonio.2013. Research Gate. pág 032 Fernando Casasempere. Esculturas: http://www.fernandocasasempere.com/mosaic/sculptures/4 El Eros Platónico definido en el diálogo El Banquete, aparece como el deseo de lo que no se tiene. El deseo pasional de lo que se desea, encontrándose en un plano me-dio entre dioses y hombres. De este modo, los suma, llena el vacío que los separa me-diante el anhelo y el deseo de la pureza, plenitud y unidad.Boulangger Atoche, Lourdes. El Eros griego y el Eros Platónico. https://filoso-fiaudep.wordpress.com/el-eros-griego-y-el-eros-platonico-del-mito-a-la-filosofia/ 03/04/2016Calame, Claude. Eros en la Antigua Gre-cia. 1992

vislumbran un acto.

Por ejemplo, la apetencia del tacto. Cuando la formalidad de un objeto dice del tocarlo, de palpar, apretar, ras-par, etcétera.Al presentarse una figura de formas sin-téticas o rígidas, puede que no sea tan apetente al tacto como uno de caracte-rísticas orgánicas y sinuosas, ya que éste último dice de lo humano, se observa una dimensión del hombre que llama al vínculo directo con lo sensorial.

Si observamos las esculturas del artista Fernando Casasempere2, específica-mente las de la muestra “Mi Andadu-ra”3, podemos ver cómo un material orgánico no constituído para la alimen-

tación puede resultar, a través de su for-ma, textura, unidad y colores, apetente al tacto y también a lo comestible. En algunos casos, las texturas evocan una sensación de cremosidad o de con-sistencia aireada, en otras, de crujencia y de dura densidad.

Lo que resulta más atractivo, sin em-bargo, es el irreductible de lo orgánico en sus formas, donde «lo simétrico» aparece como una cualidad de partición o porcionamiento, y no como lo que constituye el valor propio de la escul-tura.

De este modo podemos establecer que lo apetente considera más que sólo el equilibrio y armonía del sabor. Aspec-

tos como el color, que va de la mano con la textura y la densidad que esta dice de lo formal (la textura en la boca) o el cómo comer o sostener (partición), deben encontrarse, para llegar a la ape-tencia, bajo la dimensión de lo orgá-nico, de lo natural, para así establecer relación con lo humano.

Dimensión conceptual

Como ya mencionamos, los valores formales de lo apetente fluctúan en el universo de lo orgánico.

Estos aspectos que le dan una determi-nada formalidad al bocado, no sólo se quedan en la gráfica. Al proponer evo-

car una experiencia, hay un valor con-ceptual tras cada carácter formal que trae, en conjunción, la apetencia.

Bajo la teoría del color, éstos, depen-diendo de su tonalidad, traen consigo diferentes sensaciones de, por ejemplo, frescor, calidez, dulzor o incluso picor. El color en ciertos contextos gráficos puede aludir a qué tan fresco se encuen-tra un alimento, o en qué período de maduración se encuentra un fruto, sin olvidar el brillo que lo complementa.

Esto nos da un valor tangible de la co-mida. Pero lo apetente va más allá de esta dimensión sensitiva física del hu-mano. ¿Qué ocurre con los valores con-ceptuales del comer?

El color

Cuando observamos los frutos, se cae en la cuenta que el color, dentro de otros aspectos, actúa como una alución a la sorpresa. Por ejemplo, al abrir lo opaco y áspero del kiwi y encontrarnos con lo verde brillante de una textura fibrosa y jugosa. Lo apetente surge de inmediato al descubrir un color (estí-mulo) intenso.

A su vez, los matices de tonalidades dan cuenta de un vínculo de la periferia del fruto con el centro (núcleo) de este. Las semillas de una frutilla se encuentran ligadas al centro por matices de blan-co y rojo que se trazan en su interior. Así, lo frutoso aparece en los matices de

intensidades de lo periférico a lo con-céntrico.

El tiempo

Al interactuar con un fruto, el cuerpo se dispone para la experiencia y la lectura de los signos de lo apetente.La diferencia de tiempo que toma el pe-lar una naranja o un plátano, le da un ritmo particular a cada uno desde que se comienza a pelar hasta que se pela por completo. En consecuencia, la experiencia que trae comer cada fruto resulta diferente no sólo por la variación de sabores, si no que ahora, bajo una dimensión tem-poral, el tiempo de espera y la dinámica que se requiere para llegar a lo comes-

tible constituyen una nueva apetencia. Un factor de ansiedad aparece en la boca, al ir paulatinamente descubrién-dose el color, el aroma y la contextura de lo que se quiere comer.

El tiempo, entonces, aparece como un elemento intrínseco de lo apetente donde la experiencia en la dinámica del comer toma forma en un «aparecer» de signos.

Lo «erótico» del comer

Podemos observar, a su vez, el valor del «eros» al considerar la búsqueda del placer y la belleza, la tendencia a la uni-dad4 en lo que se consume.

Lo erótico del comer, dejando a un lado la concepción de deseo carnal, es el pla-cer que se busca frente a la apetencia. En algunos frutos, este deseo es dado, como por ejemplo en las uvas, donde su unidad es entregada a la dimensión de la boca armoniosamente por su racimo.Cuando pelamos un plátano, se entrega la lectura clara del código que permite quitar su cáscara intuitivamente. Apa-rece como una unidad que evoca placer al entregarse al comer.

Cuando decimos que un elemento es apetente, es porque dice del comer, del tocar, del sentir, por tanto, se considera bello en su atractivo comestible, pla-centero y conformado como una uni-dad clara. Aparece un deseo dispuesto

por el cuerpo a conseguir aquello que no se tiene.

La unidad

Cuando vemos que un fruto posee uni-dades formales discretas provenientes de un total, da cuenta de un tiempo y orden del comer, dejando abierta la posibilidad de generar comunidad al compartir.

Por ejemplo, al observar la unidad de una naranja, los gajos, le dan al bocado la dimensión de la boca, y la posibilidad de replicar la acción con otros.

El hecho de que un alimento esté por-cionado, le da sentido de comunidad a

lo apetente, junto con una noción de consistencia que incita a su consumo. Esto podemos notarlo claramente en las esculturas de Fernando Casasempe-re descritas previamente. La formalidad de las figuras resulta sintética, pero vuelve a lo orgánico gracias a lo que incita su contextura sinuosa. Sin em-bargo, esta síntesis geométrica de este “porcionamiento”, proviene de la exis-tencia de una unidad total de la cual se coge un trozo.

De esta manera, lo apetente aparece tanto en su unidad discreta como en el total del cual se desprenden estos bo-cados, donde cabe la dimensión de lo simétrico en orden de lo orgánico.

La trama del bocado

Cuando establecemos la porción del bocado, éste habla del modo y cantidad del comer.

Al observar el total de una torta cilín-drica, se pretende cortarla en trozos iguales para compartirla. De este modo la partición se vuelve concéntrica.Lo mismo ocurre con cualquier total de comida. Como mencionamos, el comer es un acto del hombre que lo vincula con la comunidad. Es por esto que siempre se pretende entregar relati-vamente la misma porción para todos quienes participan de esa comunidad y del comer. Así, lo simétrico toma parti-da en este ámbito.

Se diseña un bocado en un formato de unidad de 10 cm x 10 cm, particionado en cuatro trozos iguales. En esta medi-da se inscribe una trama formalmente orgánica dando cuenta del aspecto «frutoso» de la apetencia, constituída por los valores formales y conceptuales descritos.

La apetencia de lo «frutoso» aparece al enfrentar el total, donde se observa una textura tridimensional de formalidad sinuosa dando cuenta de este eros de lo apetente, que converge con los matices y forma la unidad.

El bocado posee una temporalidad, donde el ritmo aparece en el descubrir mediante los matices de intensidad de

colores y sabores que de manera pro-porcional, se intensifican hacia la peri-feria. El encuentro de texturas le da el aspecto de sorpresa que intensifica el placer de satisfacer la apetencia.

De esta manera, conseguimos rescatar los aspectos esenciales de «lo fruto» para constituír un bocado que evoque una experiencia.

El bocado se compone de frutilla, ma-racuyá y naranja, trabajando el material natural con elementos adicionales para conseguir las texturas, sabores y tonali-dades necesarias para llegar a una armo-nía orgánica.

3 Fotografías esculturas Casasempere

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Bibliografía

1. Menasche, Renata. Cuando la Comida se vuelve Patrimonio. https://www.resear-chgate.net/profile/Renata_Menasche2/publication/260334451_Cuando_la_co-mida_se_convierte_en_patrimonio__puntualizando_la_discusin/links/00b7d-530ca314d1cd5000000.pdf

2. http://fernandocasasempere.com

3. Boulangger Atoche, Lourdes. El Eros griego y el Eros Platónico. https://filosofiau-dep.wordpress.com/el-eros-griego-y-el-eros-platonico-del-mito-a-la-filosofia/

4. Dávila Reyes, Paul Andrés. Aplicación del Food Design como una Experiencia Sensorial. http://dspace.ucuenca.edu.ec/bitstream/123456789/1558/1/tgas86.pdf

Mariana Boubet04 Abr 2016

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