La Pasion Corporal de Jesus Fray Petit de Murat

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La Pasion Corporal de Jesus

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LA VIRGEN MARIA

LA PASION CORPORAL DE JESUSSi hay una leyenda arraigada en la mente, es la de la dureza de corazn de los cirujanos. El adiestramiento, es verdad, hace desvanecer las sensaciones, y la costumbre, ayudada por la necesidad de hacer un mal por bien nos constituye en un estado de insensibilidad serena, Esto es falso. Si nosotros nos mantenemos firmes contra la emocin que no debe aparecer jams al exterior y dificultar el acto quirrgico, a manera del boxeador que por instinto contrae le epigastrio donde l espera el puetazo, la compasin queda en nosotros siempre viviente y se afina an con la edad. Cuando uno se ha inclinado durante aos sobre el sufrimiento ajeno, cuando uno mismo ha sufrido, se est ciertamente ms cerca de la compasin que de la indiferencia, porque se conoce mejor el dolor, las causas y sus efectos. Tambin, cuando un cirujano ha meditado sobre los sufrimientos de la Pasin de Jess, cuando ha analizado los tiempos y las circunstancias fisiolgicas, cuando se ha dedicado a reconstruir metdicamente todas las etapas de este martirio de una noche y de un da, puede mejor que el predicador ms elocuente, mejor que el ms santo de los ascetas (fuera de aquellos que han tenido la directa visin que los ha anonadado), compadecerse de los sufrimientos de Cristo. Yo os aseguro que es abominable; por mi parte he llegado a no atreverme a pensar en ellos. Es una cobarda, sin ninguna duda, pero creo que es preciso tener una virtud heroica o no comprender que se debe ser o un santo o un inconsciente para hacer el Va Crucis. Yo no puedo hacerlo. Y es, sin embargo, de este Va Crucis que me piden que escriba: y no me atrevo a rehusar, porque estoy seguro que al hacerlo hago el bien Oh dulcsimo Jess, ven en mi ayuda! Vos, que lo habis sufrido, haced que sepa explicar bien vuestros sufrimientos Puede suceder que al esforzarme en ser objetivo, oponiendo a la emocin mi insensibilidad quirrgica, pueda quizs llegar a trmino. Lector amigo: excsame si sollozo antes del fin; haz, mi pobre amigo, como lo hago yo, sin rubor; es sencillamente que t tambin habrs comprendido. Sgueme, pues tenemos por guas los Libros Sagrados y el Santo Lienzo, cuyo estudio cientfico me ha demostrado su autenticidad. La Pasin, en verdad, comienza con la Natividad, puesto que Jess, en su omnisciencia divina, siempre ha sabido, visto y querido los sufrimientos que su humanidad esperaba. La primera Sangre vertida por nosotros fue la de la Circuncisin, ocho das despus de la Natividad. Ya se puede imaginar lo que debe ser, para un hombre, la previsin exacta de su martirio. De hecho es en el Getseman, donde va a comenzar el holocausto. Jess habiendo dado a comer a los suyos su Carne y su Sangre a beber, los lleva de noche a ese Huerto de Olivos, y los deja acampar cerca de la entrada. Lleva un poco ms cerca a sus tres ntimos, y se aparta de estos una distancia de cien varas, para prepararse mediante la oracin. El sabe que su Hora ha llegado. El mismo ha enviado al traidor: quod facis, fac citius. Tiene apuro por acabar y l lo quiere. Pero como ha revestido, al encarnarse, esa forma de esclavo, que es nuestra naturaleza, sta se rebela y se entabla la tragedia de una lucha entre su voluntad y su naturaleza. Esta copa que es preciso que l beba, contiene dos amarguras, los pecados de los hombres con los que debe cargar El, el Justo, para rescatar a sus hermanos, es, sin duda la ms dura: una prueba que nosotros no podemos imaginar, porque los ms santos son los que ms profundamente sienten su indignacin y su infamia. Puede ser que comprendamos mejor la previsin, la predegustacin de las torturas fsicas que sufre ya en pensamiento; sin embargo no hemos experimentado ms que escalofro retrospectivo de los sufrimientos. Es algo indecible! Padre, si es de tu agrado, aleja de mi este cliz: no obstante, no se haga mi voluntad sino la tuya San Lucas XXII, 42.Bien se ve que es su humanidad la que habla, la que se somete, pues su divinidad sabe lo que quiere desde la eternidad; el Hombre se encuentra sin salida. Sus tres fieles se han dormido de tristeza dice San Lucas.La lucha es espantosa: un ngel viene a reconfortarle, pero al mismo tiempo parece recibir su aceptacin. Et factus in agonia prolixius orabat. Et factus est sudor ejes guttae sanguis decurrentes in terram San Lucas XXII, 45.Es el sudor de sangre que ciertos exgetas racionalistas, olfateando algn milagro. Han tratado de simblico. Es curioso comprobar cuantas necedades estos materialistas modernos pueden decir en materia cientfica. Observemos que el nico Evangelista que relata el hecho es un mdico. Y nuestro venerado colega san Lucas, lo hace con la precisin, la concisin de un clnico. La hematidrosis es un fenmeno muy raro, pero bien descripto. Se produce, como lo ha descripto el Dr. Lebec, en condiciones especiales: una gran debilidad fsica, acompaada de un quebrante moral, consecuencia de una emocin profunda, de un gran pavor. El temor, el espanto son aqu el mximo del quebranto moral. Es lo que san Lucas expresa por agona, que, en griego, significa lucha, angustia. coepit contristari et maestus esse San Mateo XXVI, 37.coepit pavere et traedereSan Marcos XIV, 33.Y su sudor se volvi como gotas de sangre rodando hasta la tierra

Para qu explicar este fenmeno? Una vaso dilatacin intensa de los capilares subcutneos, que se rompen al contacto de las bolsitas de millones de glndulas sudorparas. La sangre se mezcla con el sudor; y es esta mezcla que gotea y se rene y corre por todo el cuerpo, en cantidad suficiente para caer hasta el suelo. Notad que esta hemorragia microscpica se produce en toda la piel que est ya lesionada en su conjunto, dolorida, delicada para todos los golpes futuros. Pero sigamos. He aqu a Judas y los sirvientes del templo, armados de espadas y bastones; tienen linternas y sogas. Como el proceso criminal debe ser juzgado por el procurador, ellos han obtenido un pelotn de la cohorte romana; el tribuno de la Autina los acompaa, a fin de asegurar el orden. El turno de los romanos no ha llegado todava; ellos estn all detrs de esos fanticos, distantes y despreciativos. Jess se adelanta; una palabra suya basta para derribar a sus agresores, ltima manifestacin de su poder, antes que El se abandone a la Voluntad Divina. El buen Pedro se ha aprovechado de esta circunstancia para amputar la oreja a Malco; y ltimo milagro, Jess se la ha vuelto a colocar. Pero la turba aullante se ha envalentonado, ha garroteado al Cristo; le conduce brutalmente, se puede creer, dejando escapara a los discpulos. Es el abandono, por lo menos aparente. Jess sabe bien que Pedro y Juan le siguen

Helos ahora delante de Caifs y el Sanedrn. Estamos en plena noche; no se puede tratar de una instruccin previa. Jess rehsa a contestar. So doctrina la ha predicado abiertamente. Caifs esta desorientado, furioso, y uno de sus guardias, adivinado este despecho, da una gran bofetada en el rostro de Cristo: Sic respondes pontifici?

Esto an no es nada; es preciso aguardar la madrugada para una audicin de testigos. Jess es arrastrado fuera de la sala, en el patio ve a Pedro que le ha negado tres veces y con una mirada El lo perdona. Le empujan a alguna habitacin y la canallada de sirvientes va a divertirse con ese seudoprofeta, debidamente garroteado, que hace poco los derrib por tierra, no se sabe por qu suerte de hechicera. Le agobian a bofetadas y a puetazos, le escupen en la cara, puesto que no podrn dormir, se van divertir en grande. Una toalla sobre su cabeza venda sus ojos, y cada uno le da un puetazo; las bofetadas retumban y estos brutos tienen la mano pesada: Profetiza, dinos, Cristo, quin te ha golpeado?. Su cuerpo ya est todo dolorido. Su cabeza suena como una campana, los vrtigos se apoderan de El. Y calla. Con una palabra podra aniquilarlos et non aperuitos suum. Estas bestias acaban por cansarse y Jess espera. Al alba, segunda audiencia, desfile lamentable de falsos testigos que no prueban nada. Es preciso que El se condene a S mismo, afirmando su filiacin divina. Y este vil histrin de Caifs proclama, la blasfemia, desgarrando sus vestidos. Estos buenos judos prudentes y poco inclinados al gasto, tienen una rotura preparada y livianamente recosida, que puede servir muchas veces. No se precisa ms que obtener de Roma la condenacin a muerte que ella se ha reservado sobre este pas de su protectorado.

Jess ya abrumado de fatiga y dolorido por los golpes, va a ser arrastrado al otro extremo de Jerusalem, a la ciudad alta, a la torre de Autonia, especie de ciudadela, desde donde la majestad romana asegura el orden en la ciudad demasiado efervescente para su gusto. La glora de Roma est representada por un infeliz funcionario, de la clase de la pequea nobleza, arrivista, demasiado afortunado para ejercer este mando difcil sobre un pueblo fantico, hostil e hipcrita. Poncio Pilatos est muy preocupado de conservarse en su puesto, acuado por las rdenes imperativas de la metrpoli, y de las actividades socarronas de estos judos, a menudo bien acogidos en la corte de los emperadores. En resumen, es un pobre hombre que no tiene ms que una religin: La del Divino Cesar. Es el producto mediocre de la civilizacin brbara, de la cultura materialista. Pero, qu se puede esperar de este hombre? Es lo que han hecho de l; la vida de un hombre para l, tiene poco valor, sobretodo si no se trata de un ciudadano romano. La compasin no le ha sido inculcada y no conoce ms que un deber: mantener el orden. All en Roma creen que es cosa fcil. Todos estos judos peleadores, mentirosos y supersticiosos, con su tabexteriorizado a cada instante, su mana de lavarse las manos en toda ocasin, su servilismo, su insolencia y sus cobardes denuncias al ministerio contra un administrador colonial que obra con rectitud; todo esto le da asco. Pilatos los desprecia y les teme. Jess, al contrario, (y en qu estado, sin embargo, comparece ante l, cubierto de equimosis y de esputos); Jess le impone respeto, le es simptico. Va a hacer todo lo que pueda para librarlo de las garras de esos energmenos. Jess es galileo y lo pasa a esa vieja canalla de herodes que se cree algo. Pero Jess desprecia a ese zorro y no le contesta una palabra. Helo de vuelta con la turba que alla, con estos insoportables fariseos que chillan en un tono agudo, agitando sus barbas. Gente odiosa! Que queden fuera, puesto que se creern manchados nada ms que por entrar en el pretorio romano.

Poncio interroga a este pobre hombre que le interesa. Jess no le desprecia; tiene lstima de su ignorancia invencible; le contesta con dulzura y trata an de instruirlo. Ah! Si no hubiera ms que esa canalla que alla afuera; una buena salida de la milicia pretoriana hara pronto cum gladio, callar a los ms vocingleros. No hace mucho ha hecho masacrar, en el templo, a algunos galileos por dems excitados. Si; pero estos sanhedritas hipcritas comienzan a insinuar que l no es amigo del Cesar y con eso no hay que bromear.

Y qu significan todas esas historias de Rey de los judos, de Hijo de Dios y de Mesas?Si Pilatos hubiese ledo las Escrituras, puede ser que fuera otro Nicodemo pues Nicodemo fue un cobarde y es la cobarda la que va a romper los diques.Este hombre es para su criterio, un Justo; sin embargo lo hace flagelar (Oh, lgica romana); pueda ser que esos brutos tengan alguna compasin.

Los soldados de la guardia llevan a Jess al atrio del pretorio y llaman en su ayuda a toda la cohorte; las distracciones son pocas en este pas de ocupacin. Sin embargo, el Seor ha manifestado a menudo una especial simpata para con los militares. Cmo ha admirado la confianza y la humildad de un centurin y su afectuosa solicitud, por su servidor que El ha sanado! Y dentro de poco ser el centurin de guardia en el calvario el primero que proclamar su divinidad. La cohorte parece presa de un delirio colectivo que Pilatos no ha previsto. Satanas esta all y les sopla al odo. Lo desvisten y lo atan desnudo a una columna del atrio. Los brazos estirados hacia arriba y las muecas atadas. La flagelacin se hace con tiras de cuero, mltiples, sobre las cuales estn fijas, a cierta distancia de la extremidad libre, dos bolillas de plomo o de hueso. Es por lo menos a este gnero de flagelacin que responden los estigmas del Santo Sudario. El nmero de golpes esta fijado en 39 por la ley hebraica. Pero los verdugos son legionarios desencadenados; irn hasta el lmite del desmayo. De hecho las huellas en el Santo Lienzo son innumerables y casi todas sobre la parte posterior del cuerpo. La parte delantera esta contra la columna. Las huellas se las ve sobre los hombros, sobre la espalda y all las bolillas de plomo rodean los miembros, dejando su surco hasta la faz delantera. Los verdugos son dos: uno de cada lado, de talla desigual, lo que se deduce de la orientacin de las huellas del Santo Lienzo. Ellos golpean a golpes redoblados, hasta el cansancio. A los primeros golpes las lonjas dejan largas huellas lvidas, largas equimosis azules subcutneas. Reacurdese que la piel ha sido alterada, dolorida por millones de pequeas hemorragias intradrmicas del sudor de sangre. Las bolillas de plomo se introducen ms. La piel, infiltrada de sangre, ablanda, se hiende bajo los nuevos golpes. La sangre brota; jirones se desprenden y cuelgan. Toda la superficie posterior no es ms que una llaga roja, sobre la cual se destacan grandes surcos jaspeados; y por aqu y por all, por todos lados, llagas profundas, debidas a las bolillas de plomo, en forma de salterio. Son las que se imprimirn en el santo Sudario. A cada golpe el cuerpo se estremece de un salto doloroso. Jess no ha abierto la boca y este mutismo redobla la rabia satnica a de sus verdugos. Ya no es la fra ejecucin de una orden judicial; es un desencadenamiento de demonios. La sangre corre de los hombros hasta el suelo, cuyas anchas losas de piedra estn empapadas, y se derrama en lluvia, a causa de los ltigos levantados, salpicando as las rojas clmides de los espectadores.

Pero pronto las fuerzas del ajusticiado desfallece un sudor fro inunda su frente; la cabeza se marea con un vrtigo nauseo; escalofros le corren a lo largo del espinazo; sus piernas se doblan y si no estuviera atado a cierta altura por las muecas, se desplomara en el charco de sangre!Ah, este gran tonto pretende ser rey, como si hubiera reyes bajo las guilas romanas; y rey de los judos todava, el colmo del ridculo! Tiene desagrados con los suyos nosotros seremos sus sbditos: Pronto, un manto y un cetro! Lo sientan sobre una basa de columna. Una vieja clmide de legionario sobre los hombros le confiere la prpura real: una gruesa caa en la mano derecha y una corona. En diez y nueve siglos ser reconocido por esa corona pues ningn otro crucificado la ha llevado. En un rincn esta un haz de lea espinosa, de esos arbustos que sirven para encender fuego. Es flexible y lleva largas espinas, ms agudas y ms duras que las de las acacias. Las trenzan con precaucin; en una especie de fondo de canasto que le aplican sobre el crneo. Bajan los bordes y con un cordn de juncos torcidos le encierran la cabeza entre la nuca y la frente.

Las espinas penetran en el cuero cabelludo. Nosotros los cirujanos sabemos cunto puede sangrar un cuero cabelludo. El crneo pronto estar pegajoso por los cuajos: largos chorros de sangre han corrido de su frente, bajo el cordn de los juncos y han inundado los largos cabellos ya enmaraaos, llenado su barba. La comedia de la adoracin ha comenzado. Cada uno a su turno viene a doblar la rodilla delante de El, con su atroz mueca seguida de un bofetn. Salud, rey de los judos! Jess no responde. Su pobre cara destrozada y plida no se mueve. Exasperados, los sbditos, le escupen el rostro. No sabes empuar tu cetro toma! Y cae un gran golpe sobre su sombrero de espinas que se hunde un poco ms; y los puetazos llueven. Uno de los legionarios (quiz recibi orden del sanedrn) le da un gran bastonazo oblicuamente; que le deja sobre la mejilla una horrible llaga contusa y su noble nariz semtica deformada por una fractura de la arista cartilaginosa. La sangre corre de su nariz hacia su barba. He aqu que vuelve Pilatos, un poco inquieto por el prisionero Qu habrn hecho de El esos brutos? Lo han arreglado bien! Si ahora los judos no estn contentos! Va a molestarse desde el balcn del pretorio, en su vestimenta real, asombrado l mismo de sentir compasin de ese despojo humano. Pero no ha contado con el odio. Tolle, crucifige! Ah, los demonios y el argumento terrible para l: Se ha hecho rey. Si t lo absuelves no eres amigo del Cesar Entonces el Cobarde Pilatos lo abandona y se lava las manos. Pero como lo escribir San Agustn, no eres t Pilatos, quien lo ha matado sino los judos, con las espadas de sus bocas y en comparacin con ellos t eres menos culpable. Le arrancan la clmide que se ha pegado en todas sus heridas. La sangre corre de nuevo. Un prolongado escalofro se apodera de El. Vuelven a ponerle sus vestidos que se tien de rojo. La cruz est lista; se la cargan sobre los hombros. Por qu milagro de energa puede Jess quedarse en pi bajo esta carga? Es, en verdad, no toda la cruz, solamente la gruesa viga horizontal, el patbulo, que El debe llevar hasta el Glgota, aunque pese cerca de 50 Kilos. El tirante vertical, el estpite o tronco, ya esta plantado en el Calvario. Y la marcha comienza, los pies descalzos en las calles escabrosas. Los soldados tiran de las cuerdas que atan a la Vctima, preocupados en saber si El resistir hasta la cumbre. El camino, felizmente, no es largo; mas o menos 600 metros hasta el Calvario, que esta casi afuera del portn de Efran. Mas el trayecto es muy accidentado an en el interior de los baluartes. Jess pone penosamente un pie delante del otro y a menudo se desploma. Cae sobre las rodillas que no son ms que una llaga. Los soldados de la escolta lo vuelven a levantar sin brutalidad; temen, pues podra morirse en el camino. Y siempre esta viga en equilibrio sobre el hombro, que lo hiere con sus asperezas y que parece penetrar en l por la fuerza. Yo se lo que es. Cuando hice mi servicio militar en el V Cuerpo, he cargado durmientes de va frrea, bien cepillados, y conozco esa sensacin de penetracin en un hombro firme y sano. Pero el hombro de Cristo est cubierto de llagas, que se reabren y ensanchan y se ahondan con cada paso. Jess est agotado. Sobre su tnica sin costura una mancha enorme de sangre va esparcindose cada vez ms y se extiende hasta la espalda. Cae de nuevo y su cada es ms fuerte; la viga se le escapa; podr levantarse otra vez?-Felizmente un hombre de vuelta de su chacra, Simn de Cirene, acaba de pasar. Los soldados lo obligan a llevar la cruz; el buen hombre no se opone, slo queda la pendiente del Glgota que subir y penosamente llegan a la cumbre. Jess se desploma y la crucifixin comienza. No es complicada; los verdugos conocen su oficio. Primero deben desnudar a la vctima. La vestimenta exterior es fcil de quitar; pero la tnica interior est pegada a sus llagas, a todo su cuerpo, y este despojo es sencillamente atroz. Habis sacado la primera gasa puesta sobre una llaga contusa y secada en ella? Habis soportado vosotros mismos esta prueba que necesita a veces de la anestesia general? Si es as podis saber de lo que se trata... cada hilo de la lana de algodn esta adherido a la superficie desnuda, y cuando se levanta, arranca una de las innumerables terminaciones nerviosas, puestas al descubierto. Estos millares de choques dolorosos aumentan y se multiplican, acrecentando, cada uno, la sensibilidad del sistema nervioso. Pero aqu no se trata de una lesin local sino de casi toda la superficie del cuerpo, sobre todo la espalda sensibilizada por la flagelacin. Los verdugos apurados trabajan con ahnco. Puede ser que esto sea mejor. Pero, cmo es que este dolor agudo, atroz, no trae el sincope? Es evidente que de un extremo al otro Jess domina su Pasin. La sangre chorrea de nuevo. Lo extienden sobre las espaldas. Le habrn dejado la estrecha faja que el pudo de los judos conserva a los ajusticiados? Confieso que no lo s; ello tiene poca importancia; de todos modos en su lienzo el esta desnudo. En sus llagas de su espalda, de los muslos y de las piernas se incrustan la tierra y pedacitos de piedra. Lo han puesto al pie del estilete, apoyado los hombros sobre el patbulo. Los verdugos toman las medidas. Un golpe de taladro para abrir los agujeros de los clavos y la horrible escena comienza. Un ayudante alarga uno de los brazos, con la palma de la mano hacia arriba. El verdugo toma su clavo, un largo clavo puntiagudo y cuadrado (que cerca de la cabeza tiene 8 milmetros de ancho), lo coloca sobre la mueca en el pliegue anterior, que conoce por experiencia. Un solo martillazo y el clavo est fijo en la madera, donde algunos golpes enrgicos lo afirman solidamente.

Jess no ha lanzado un solo gemido. Su rostro est contrado horriblemente.

Yo he visto en el mismo momento su pulgar ponerse en oposicin con la palma, con un movimiento violento, imperioso: Su nervio central ha sido tocado. Entonces comprendo lo que El ha sufrido: un dolor indecible, fulgurante, que se ha derramado en sus dedos, ha brotado, como un dardo de fuego y ha estallado en su cerebro. Es el dolor ms insoportable que un hombre pueda sentir, el que da la herida de los grandes centros nerviosos. Casi siempre ocasiona el sincope, y es mejor as. Jess no ha querido perder su conocimiento. Si el nervio fuera, por lo menos, enteramente cortado! Ms no, yo tengo experiencia de eso; est solamente destruido en parte; la llaga del centro nervioso queda en contacto con el clavo; cuando el cuerpo este suspendido, estar fuertemente tendido como una cuerda de violn sobre su caballete, vibrara en cada sacudida, cada movimiento, despertando un dolor horrible.

Tiene que sufrirlo durante tres horas.

El otro brazo ha sido estirado por el ayudante. Se repiten los mismos gestos y los mismos dolores.

Adems, Jess sabe lo que le espera. Ya cubre el patbulo con sus dos hombros y sus dos brazos. Ya han formado la cruz.

El verdugo y sus ayudantes empuan los extremos de la viga y enderezan al condenado, sentado primero, de pie, luego; hacindole retroceder lo endosan al madero. Para lgralo tiran de sus manos clavadas. Con un gran esfuerzo, a fuerza de brazos y como el estpete no es muy alto, rpidamente, pues es muy pesado, ellos cuelgan, con un gesto hbil, el patbulo arriba del tronco. En su cima dos clavos fijan el ttulo trilinge. El cuerpo, tirando de los brazos que se alargan oblicuos, se ha desplomado algo. Los hombros lastimados por los ltigos y por la carga de la cruz se han rozado dolorosamente en la tosca madera. La nuca, que dominaba el patbulo, lo ha tocado de paso para detenerse arriba del poste. Las puntas aceradas de la corona de espinas le han desgarrado el crneo todava ms hondamente. Su pobre cabeza se inclina hacia delante, pues el espesor de su corona le impide descansarla sobre el madero; y cada vez que Jess la endereza, los pinchazos punzan. El cuerpo colgante no es sostenido ms que por los clavos hundidos en los dos carpos. El podra sostenerse sin otra cosa. El cuerpo no se desplaza hacia adelante. Pero es costumbre fijar los pies. Para eso no hay necesidad de soporte; doblan las rodillas y aplana los pies sobre el tronco del madero; el pie izquierdo primero, con un solo martillazo, recibe el clavo que se hunde en el medio, entre el segundo y el tercero metatarsos. El ayudante dobla enseguida la otra rodilla, y el verdugo acercando el pie derecho delante del izquierdo, que ha sido mantenido aplanado, con un segundo martillazo perfora tambin este pie. Todo eso es fcil y despus, a grandes golpes. El clavo es hundido en la madera. Aqu, gracias a Dios, nada ms que un dolor general. Pero el suplicio ha comenzado, apenas. El trabajo para los dos verdugos, no ha durado ms que algunos minutos y las llagas han sangrado muy poco. Sus afanes se vuelcan ahora en los dos ladrones; para estos bastan sogas; los tres cadalsos estn listos, frente a la ciudad deicida.No escuchamos a estos judos triunfantes que insultan su dolor. Jess los ha perdonadota, pues ellos no saben lo que hacen. Jess al principio, se desmayo. Despus de tantos sufrimientos en un cuerpo agotado, esta inmovilidad parece casi un reposo, coincidiendo con la baja de su tono vital. Tiene sed. No lo ha dicho todava; antes de acostarse sobre el leo ha rehusado la pocin analgsica, vino mezclado con mirra e hiel, que preparan las caritativas mujeres de Jerusalem. Su sufrimiento, Cristo lo quiere entero; sabe que lo dominar. Tiene Sed No ha bebido ni comido de la noche anterior. Son las doce. . Sudor de Gethseman, sus fatigas, la gran hemorragia en el pretorio, todo esto le ha hecho perder una buena parte de su masa sangunea. Tiene sed. Sus facciones estn estiradas; su cara lvida, surcada con sangre que coagula por todas partes. Su boca esta entreabierta y su labio inferior comienza a colgar. Un poco de saliva, mezclada con sangre, corre por su barba. Su garganta esta seca y abrasada, ya no puede deglutir. En esta faz hinchada, sangrante y deformada Cmo podra reconocer al hermoso de los hijos de los hombre? Vermis sum et non homo Su rostro sera horrendo si no se vieran en l, a pesar de todo, resplandecer la majestad serena de Dios que quiere salvar a sus hermanos. Tiene sed; y pronto lo dir para cumplir las Escrituras. Un joven soldado, ocultando su compasin bajo una burla, moja una esponja en agua y vinagre, acetum dicen los evangelistas y se la extender en la punta de una caa. Beber Jess solamente una gota? Se ha dicho que el hecho de beber los pobres ajusticiados, determina en ellos un sncope mortal. Cmo, despus de haber tomado esa gota de la esponja, podr el Cristo hablar todava varias veces? No, El morir a su hora y tiene sed.

Al cabo de un momento, un fenmeno extrao se produce. Los msculos de sus brazos se endurecen en una contraccin que se acenta; sus deltoides, sus bceps estn tensos y salientes; sus dedos se curvan como ganchos. Calambres. Todos vosotros habis sentido ese dolor progresivo y agudo en la pierna, en el pie, un poco por el cuerpo. Es preciso alargar de inmediato ese msculo contracto. He aqu en los muslos y en las piernas los mismos salientes monstruosos, rgidos, y los dedos del pie se curvan. Se dira un enfermo atacado de ttanos, preso de esas horribles crisis que no se pueden olvidar. Es lo que llamamos la tetania cuando los calambres se generalizan; y ah sucede lo mismo. Los msculos del vientre se ponen rgidos como olas heladas; los intercostales siguen el mismo camino. Poco a poco el soplo de Jess se ha vuelto superficial. Sus costillas levantadas ya por la traccin de los brazos, se elevan todava mas; el epigastrio se hunde y tambin los hoyos encima de las clavculas. El aire entra silbante y casi no sale ms. Jess respira mejor arriba, inspira un poco, pero no puede espira ms. Tiene ansias de aire. Es como un enfisematoso en plena crisis de asma. Su cara plida se ha enrojecido poco a poco; ha pasado al morado purpreo y despus al azul. Se asfixia. Sus pulmones repletos de aire no pueden ya vaciarse. Su frente est cubierta de sudor. Sus ojos exorbitados se extravan. Qu atroz dolor debe artillar su crneo! Va a morir. Tanto mejor. No ha sufrido, acaso, lo suficiente? Pero no, su Hora aun no ha llegado. Ni la sed, ni las hemorragias, ni la asfixia dominarn al Dios Salvador, si muere con estos sntomas, no morir verdaderamente porque lo quiere: Habens in potestate ponere anima suma et recipere eam.Lentamente de un esfuerzo sobrehumano, Cristo ha tomado un punto de apoyo sobre el clavo de sus pies, s, sobre sus llagas. Los empeines y las rodillas se estiran poco a poco y, el cuerpo, por pequeas sacudidas, sube de nuevo aliviando la traccin de los brazos (esta traccin que era de ms de 90 kilos cada mano). Entonces he aqu, por s mismo el fenmeno disminuye, la tetania se retira, los msculos se aflojan, por lo menos los del pecho. La respiracin se torna ms amplia y baja de nuevo; los pulmones se desobstruyen y pronto la cara ha tomado su palidez anterior. Por qu este esfuerzo? Es que El quiere hablarnos: Pater, dimitte illis. S, que El nos perdone, a nosotros que somos sus verdugos. Al cabo de un instante su Cuerpo comienza a descender, Y la tetania vuelve de nuevo. Y cada vez que hable y cada vez que quiera respirar tendr que enderezarse, parndose sobre los clavos de sus pies. Y cada movimiento repercute en sus manos con dolores indecibles: En sus nervios medianos.

Es la asfixia peridica del desgraciado que se estrangula, a quin se deja retomar la vida para sofocarla varias veces.

Jess no puede escapar a esa asfixia por un momento ms que al precio de sufrimientos atroces y por un acto voluntario. Esto dura tres horas!

Estoy all, al pie de la Cruz, con su Madre y Juan, y las mujeres que servan al maestro. El centurin, un poco aparte, observa con atencin respetuosa. Entro dos asfixias Jess se endereza y habla: Hijo, he ah a vuestra madre. Un poco mas tarde un pobre ladrn obtiene el paraso. Pero cundo moriris Seor? Lo s bien, la Pascua os espera y vuestro cuerpo no se morir como el nuestro. Est escrito: Non dabis sanctum tuum videre corruptiomen. Jess!, disculpad al cirujano, todas tus llagas estn infectadas; veo distintamente sobre ellas resudarse una linfa clara y transparente, que se rene, al punto de cada, en una costra cerosa. Sobre las ms viejas se forman falsas membranas que segregan una serosidad. Est escrito tambin: Putruerunt et corruptae sunt cicatrices meaeUn enjambre de moscas asquerosas, gruesas moscas verdes y azules como se las ve en los mataderos y en los osarios zumban alrededor de su Cuerpo; y bruscamente se abaten sobre una u otra llaga para chupar y poner sus huevos. Se encarnizan sobre su rostro.

Al fin, el cielo se ha oscurecido, el sol se ha ocultado; hace, repentinamente, mucho fro y esas moscas, hijas de Belceb, han abandonado el lugar.

Van a ser las tres. Jess lucha todava. De vez en cuando se endereza. Sus dolores, su sed, sus calambres, la asfixia, las vibraciones de sus dos nervios medianos no le han arrancado una queja. Sus amigos estn all. Su Padre parece haberlo abandonado. Eli, Eli, lamma sabachtani?

El sabe que ahora se va y grita: Consummatun est! El cliz ha sido agotado; el sacrificio, cumplido.Se endereza una vez ms; para hacernos entender que El muere cuando as est dispuesto por su Voluntad, iterum clamans voce magna: Padre, en tus manos encomiendo mi espritu.

Ha muerto cuando ha querido. (2)El Seor sea alabado por haber querido morir. En su ltimo suspiro, su cabeza se ha inclinado lentamente a la derecha, su mentn sobre el esternn. Veo ahora bien de frente su Rostro menos tirante, serenado, y que, a pesar de los horribles estigmas, ilumina la majestad muy dulce de Dios que est siempre all.He cado de rodillas delante de Vos, besando vuestros Pies donde la sangre sigue corriendo, coagulndose hacia los extremos. La rigidez cadavrica os posee. Vuestras piernas estn duras como el acero y, encendidas. Qu temperatura inaudita os ha dado esta tetania?La tierra ha temblado; el sol se ha eclipsado. Jos ha ido a reclamar vuestro Cuerpo a Pilatos, que no se rehusar a entregarlo. Odia a los judos, que lo han obligado a mataros. Ese letrero sobre vuestra Cabeza proclama bien alto su rencor: Jess, Rey de los judos, y crucificado como un esclavo. El centurin ha dado su uniforme, despus de proclamaros verdadero Hijo de Dios. Vamos a bajaros, lo cual ser fcil una vez desclavados los pies. Jos y Nicodemo descolgarn la viga horizontal del estpite. Juan, vuestro discpulo, sostendr los pies; los otros dos con pao retorcido sostendrn el peso de vuestro Cuerpo. El lienzo est listo, sobre una roca cercana, frente al sepulcro; all, con holgura, desclavarn vuestras Manos. Pero, quin es el que viene? S, los judos han pedido a Pilatos que se despeje la colina de los cadalsos que ofenden la vista y mancillarn la fiesta. Raza de vboras que filtris el mosquito y tragis el camello.Unos soldados quiebran las piernas de los ladrones con grandes barras de hierro. Esos despojos cuelgan ahora lamentablemente y como no pueden levantarse sobre las sogas que atan las piernas y los brazos, la tetania y la asfixia termina pronto con ellos. Pero, con Cristo no hay nada que hacer? Os non comminuistis ex eo Una idea pasa por la mente de uno de ellos. Con un gesto trgico y preciso ha levantado el asta de su lanza y de un fuerte golpe oblicuo, en el lado derecho, lo hunde en su Corazn, y enseguida, de la Llaga ha salido sangre y agua. Juan lo ha visto; yo tambin, y no sabemos mentir: Una ancha ola de sangre lquida y negra ha brotado sobre el colgado, y poco a poco corre sobre el Pecho coagulndose en capas sucesivas. Al mismo tiempo, visible sobre todo en los bordes, ha corrido un lquido claro, lmpido como el agua. Veamos: la llaga est debajo y fuera del pezn (5 espacio). Es pues, la sangre de la aurcula y el agua sale del pericardio. Entonces, mi pobre Jess, vuestro Corazn estaba comprimido por un lquido y Vos temais, adems, este dolor angustioso y cruel del Corazn apretado como en un torno!

No bastaba lo que veamos? Es para que nosotros lo sepamos que este hombre ha cometido su agresin? Puede ser tambin que los judos habran pretendido que Vos no habas muerto, sino solamente desvanecido. Vuestra Resurreccin exiga este testimonio. Gracias, Longinos; t morirs, un da, cristiano y mrtir.

Y ahora, lector, agradezcamos a Dios, que me ha dado fuerzas para escribir hasta el fin; no sin lgrimas. Todos estos dolores espantosos que hemos vivido en Jesucristo, fueron previstos por El, premeditados, queridos por su Amor para rescatarnos del pecado, la muerte y el infierno: Oblatus est quia ipse voluitEl ha dirigido toda su pasin, sin excluir una sola tortura, aceptando las consecuencias fisiolgicas, sin ser dominado por ellas. El ha muerto cuando y como y porque lo ha querido. Jess permanece en agona hasta el fin de los tiempos (1). Es justo y bueno sufrir con El y debemos agradecerle cuando nos enva el dolor para asociarnos al Suyo. Debemos completar como dice San Pablo, lo que falta a la Pasin de Cristo. Con mara, su Madre y la nuestra, aceptar jubilosa y fraternalmente nuestra cruz.

Ah, Jess, que no habis tenido compasin de Vos mismo, que sois Dios, tened piedad de mi, que soy un pecador!LAUS CHRISTO

Hemos modificado, un tanto, la redaccin y puntuacin de este trabajo, cuyas deficiencias, en ese sentido, se deben quizs, .a la traduccin. La sustancia, sobre todo, la interpretacin fisiolgica de la Pasin se ha conservado con fidelidad. Nota: Esa proposicin se discute. Jess ha resucitado; ahora goza del Estado glorioso: Luego, su pasin ha terminado.A esa objecin se responde:

1.- La materia de la pasin existe actualmente: Cristo padeci los pecados de todos los siglos. En el pecado mximo de los judos estaban contenidos virtualiter, los pecados de todos los hombres de Adam al Anticristo. Esta dicho: Caer sobre vosotros toda la sangre de los justos, (San Mateo XXIII, 35)

2.- Formaliter, la Pasin es tambin actual. Y esto de dos maneras:

Una, stricte sumpta: Lo formal de la pasin es la expiacin de Cristo; las penas culpables en nosotros son transformadas en expiatorias por la voluntad de Cristo. Es as que quiso expiar con todo rigor todos los pecados de todos los hombres, sin excepcin de ninguno. Su amor infinito a la santidad y justicia del Padre lo movi a querer cubrir nuestros pecados, todos, no solo con un mrito proporcional, sino an fsica, esto es, padeciendo toda la pena correspondiente a todos los pecados. Numricamente, esto es imposible; en cambio intensive las penas de la Pasin del Seor, exceden a las que todos los condenados puedan padecer en un eternidad de dolores. (Romanos V, 20)Adems de que las torturas de su pasin fueron las ms cruentas y totales que ha habido, slo el Seor conoci hasta agotarla, la malicia del pecado cuya pena padeca. El pecado de Juan o Diego comete en el siglo XX, Jess lo tuvo en cuenta en su cuenta de manera distinta. Luego, el pecado de este siglo y del venidero; los pecados de cada hombre tiene su expiacin in actu en aquella Pasin de 16 horas consumada en el ao 33 de nuestra Era.

De aqu se siguen tres conclusiones:

La primera, esa actualidad formal de la Pasin, es la que se hace posible en la Misa celebrada a travs de los tiempos. Las penas que corresponden a los pecados de los hombres actuales, han estado en Cristo fsica, intensive et meritorie satisfaciendo stricte a la Justicia divina.

La segunda, la Pasin de Cristo ha cesado en cuanto el tiempo, pero este tiempo se encuentra, actual, en la magnitud de aquel Dolor.

La tercera, Nuestro Seor ha cumplido en grado sumo la cuarta bienaventuranza: Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia, porque ellos sern hartos Esta bienaventuranza que fue intensa en los Patriarcas, ha sido fuego abrasador en Jess, en su Humanidad: Reparar el pecado primordial y en l todo pecado es la justicia primordial.3.- La otra manera de encontrarse actualmente lo formal de la pasin del Seor, es participative: La Santa Iglesia, los miembros de Cristo, en comunin de Amor con El, padecen de manera expiatoria, participative la pasin de Jess:

La materia de esa Pasin, esto es, el pecado, existe hoy. Aquella alma donde mor por unin de caridad, el Espritu de Cristo, se siente sumergida en el mundo de los hombres de manera distinta a como estaba cuando se hallaba poseda por la ilusin y confusin del pecado. Lo que antes le era complacencia ahora le es tortura. La sabidura le hace gustar el progreso de la descompostura y ruina que produce el pecado en todo lo que se ama con amor, en malicia de pecado. As gusta las heridas de las almas, con toda verdad, sin velo de ilusiones; as tambin gusta la profanacin de las cosa de la tierra, violentadas por las exigencias del pecado que pide a ellas el bien infinito que slo Dios puede dar. Por tanto, si es verdad que cristo ha muerto y resucitado y ya no sufre; en cambio el dolor expiatorio de Cristo, no ha muerto. Pero se da en gotas, en esta y en aqulla alma, unida a El. Pues, aunque mas intenso y fino y penetrante es el dolor espiritual que se une al gozo, segn el grado de intensidad con que la caridad haya arraigado en esa alma, en cambio nunca ser comparable, su magnitud con la del Dolor de cristo. Primero, porque el Espritu que da conocimiento de la malicia del pecado es natural en Jess y, en el alma participado por la gracia.

Segundo, que sta, el alma padece la materia que actualmente le envuelve, los pecados y estado de las cosas que conoce segn su ndole natural sujeta a lugar.

Por esta razn, su dolor est delimitado por su modo de operar, el cual no le permite percibir el pecado en su extensin universal; tampoco, en el pasado ni en el futuro.