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– 1 – La Patoral de la Salud La Pastralenla Parroquia Abilio Fernández García Tres Cantos, 5 de Julio de 2017 Agradecer la invitación a compartir algo de vuestra vida y esperanza en esta Escuela de Pastoral de la Salud. Se lo agradezco al Centro y os lo agradezco a vosotros, a la vez que os felicito por vuestra presencia, pero esto puede ser peligroso y crear adicción. Realmente engancha, yo empecé de seminarista, hoy son 37 años de mi primera “Misa Solemne”, lo cual pueden ser unos 43 años de adicción. Ya no tengo arreglo, aunque he aprendido que estos del counseling suelen aconsejaros que hay que saber entrar, saber estar y saber salir y cerrar la puerta, manteniendo en todo momento “una distancia amorosa”. Bueno, el lunes habéis empezado una especie de viaje al mundo de la Salud, pero antes, tres cosas: 1. Me encanta la carpintería. Si me gusta la carpintería y quiero hacer un mueble: compro la herramienta, un buen banco de trabajo y hago el mueblo. 2. Estoy pensando en que mi terraza está un poco sosa. Si me gusta la jardinería y quiero adornar la terraza, compro los aperos, las plantas y semillas y mi terraza quedará hermosa. 3. Aprendí a amar la Pastoral de la Salud. En el horizonte el mundo de la salud Hablando de un viaje al mundo de la salud, creo que es un mundo complejo y complicado. En el horizonte aparecen tres planos: la prevención, la curación y la rehabilitación. La prevención. Es la primera tarea y busca promover hábitos y estilos de vida saludables. La curación. Esta es la dimensión que a través de los siglos ha sido privilegiada en la Iglesia por medio de la creación de estructuras y el adiestramiento de profesionales con miras a la recuperación de la salud. El objetivo es activar todos los recursos (médicos y terapéuticos) para

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L a P a t o r a l d e l a S a l u d

L a P a s t r a l e n l a P a r r o q u i a

Abilio Fernández García

Tres Cantos, 5 de Julio de 2017

Agradecer la invitación a compartir algo de vuestra vida y esperanza en esta Escuela de Pastoral de la Salud. Se lo agradezco al Centro y os lo agradezco a vosotros, a la vez que os felicito por vuestra presencia, pero esto puede ser peligroso y crear adicción. Realmente engancha, yo empecé de seminarista, hoy son 37 años de mi primera “Misa Solemne”, lo cual pueden ser unos 43 años de adicción. Ya no tengo arreglo, aunque he aprendido que estos del counseling suelen aconsejaros que hay que saber entrar, saber estar y saber salir y cerrar la puerta, manteniendo en todo momento “una distancia amorosa”. Bueno, el lunes habéis empezado una especie de viaje al mundo de la Salud, pero antes, tres cosas:

1. Me encanta la carpintería. Si me gusta la carpintería y quiero hacer un mueble: compro la herramienta, un buen banco de trabajo y hago el mueblo.

2. Estoy pensando en que mi terraza está un poco sosa. Si me gusta la jardinería y quiero adornar la terraza, compro los aperos, las plantas y semillas y mi terraza quedará hermosa.

3. Aprendí a amar la Pastoral de la Salud. En el horizonte el mundo de la salud Hablando de un viaje al mundo de la salud, creo que es un mundo complejo y complicado. En el horizonte aparecen tres planos: la prevención, la curación y la rehabilitación.

• La prevención. Es la primera tarea y busca promover hábitos y estilos de vida saludables.

• La curación. Esta es la dimensión que a través de los siglos ha sido privilegiada en la Iglesia por medio de la creación de estructuras y el adiestramiento de profesionales con miras a la recuperación de la salud. El objetivo es activar todos los recursos (médicos y terapéuticos) para

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brindar esperanza y sanación a las personas afligidas por distintas fragilidades.

• La rehabilitación. El tercer horizonte, que resulta de particular importancia en nuestros días, porque se reduce el tiempo de hospitalización y aumenta el tiempo en que las familias tienen a su cargo el cuidado de los enfermos.

• Quizás añadir “cuidar la vida hasta el final”: ancianidad y terminalidad. Un mapa para el camino Quizás con esos tres planos y la idea de cuidar la vida hasta el final podíamos confeccionar como un mapa guía que nos proporcione los recursos para realizar el viaje con ciertas garantías. Vamos a poner delante el mapa de la Pastoral de la Salud: Bíblico y teológico, cultural, personal y pastoral, la psicología, el voluntariado, la Bioética…

1. Atención integral al enfermo – D. Pablo Pose 2. Psicología del enfermo y sus cuidadores – Luciano Sandrin 3. Introducción a la Bioética – Javier Rivas 4. Pastoral en Cuidados Paliativos. Duelo y espiritualidad– D. Xavier Azkoitia 5. La Pastoral de la Salud – D. Abilio Fernández 6. Relación de ayuda. Counselling – D. José Carlos Bermejo 7. Liturgia y sacramentos. Espiritualidad del agente de pastoral – D. Jesús Martínez

Un horizonte con tres planos y un mapa, el mapa de la Pastoral de la Salud, y todo esto para qué, o qué sentido tiene todo esto que os han contado… Para qué sirve este mapa, qué hacemos con él. Ante este complejo y variado mundo de la salud y la enfermedad, de lo sociosanitario y la Pastoral, pienso en la enfermería, pero se puede pensar en otras profesiones, como medicina. Una persona dice: “soy enfermero/ra” da un paso más y si encuentra trabajo “hace de enfermero/ra”. No sé si vale la idea, pero con estos pensamientos digo: “soy pastoral de la salud”y después “hago pastoral de la salud”. Es el “ser y hacer Pastoral de la Salud”. Cuando yo soy Pastoral de la Salud, hago Pastoral de la Salud. He aprendido a ser enfermero/ra; he aprendido a ser médico; he aprendido a ser mecánico…

¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno «tropieza» si tiene suerte? Este libro se basa en la primera premisa, si bien es indudable que la mayoría de la gente de hoy cree en la segunda. No se trata de que la gente piense que el amor carece de importancia.

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En realidad, todos están sedientos de amor; ven innumerables películas basadas en historias de amor felices y desgraciadas, escuchan centenares de canciones triviales que hablan del amor, y, sin embargo, casi nadie piensa que hay algo que aprender acerca del amor.

Erich Fromm, El arte de amar, Pág 3 Evidentemente, hay algo que aprender acerca de la Pastoral de la Salud. Pero, ¿qué es Pastoral de la Salud? Muy sencillo: la presencia adecuada de la Iglesia en el mundo de la salud. En el evangelio de San Juan (Jn 10,1-10), Jesús aparece como guía y pastor nuestro. Jesús resucitado sigue siendo el guía de los cristianos, su pastor. La pastoral de su Iglesia es la presencia visible entre los hombres de Jesús Pastor. La respuesta a la acción pastoral es el seguimiento del Señor. La Iglesia, tras las huellas de Jesús1 El mensaje de Jesús de predicar el evangelio y curar a los enfermos ha sido entregado a la Iglesia llamada a seguir las huellas del Maestro en su misión de sanación y salvación. Desde sus comienzos la Iglesia siempre ha estado al lado de los enfermos: Si recordamos a Jesús de Nazaret podemos citar: • Envía a sus discípulos a la misión: «Id predicando que el reino de Dios está

cerca. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, echad a los demonios: gratis lo habéis recibido, dadlo gratis» (Mt 10,7-8).

• no faltan palabras similares de Jesús para los simples fieles: «A los que crean les acompañarán estos prodigios: en mi nombre echarán los demonios; hablarán lenguas nuevas; agarrarán las serpientes y, aunque beban veneno, no les hará daño; pondrán sus manos sobre los enfermos y los curarán» (Mc 16,17).

• Pablo confirma las palabras de Jesús al testimoniar la presencia del carisma de curación en la Iglesia de Corinto (1Cor 12,9-28), y

• la Carta de Santiago (5,14) confirma el contexto comunitario de la actividad terapéutica de la Iglesia primitiva, revelándonos la existencia de un sacramento para el tiempo de la enfermedad.

1 BERMEJO, JOSÉ C, ÁLVAREZ, F.; Diccionario de Pastoral de la Salud y Bioética, San Pablo, Madrid 2009;

entrada Pastoral de la Salud; PANGRAZZI A:La pastoral de la salud. Sanación global; Sal Terrae, Santander 2013, pgs 36ss.

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a) La actividad terapéutica en los primeros siglos de la vida de la Iglesia. Son testimonios de ello Ireneo de Lyon, Justino, Clemente de Alejandría, Orígenes, Hipólito de Roma e Hilario de Poitiers2. Además, la misma tradición de la praxis terapéutica de naturaleza carismática nos transmite la existencia de un carisma de servicio, de asistencia y de cuidados médicos de tipo profesional.

• El papa Fabiano (236-250) divide Roma en siete sectores y los confía a siete diáconos para que desempeñen la tarea de socorrer a los necesitados con dedicación y celo.

• Constantino, en el año 335, reconoce a los jerarcas de la Iglesia esta responsabilidad y les otorga plena autoridad sobre la gestión de los lugares de cuidado y socorro.

Desde el s. IV en adelante, el monacato desempeña un papel fundamental en la historia del desarrollo de la asistencia sanitaria. Los conventos se convierten en centros de cultura y de asistencia médica, no sólo para con los hermanos enfermos (práctica que recogen distintas constituciones de modo explícito), sino también para con los peregrinos. De hecho, no fueron pocos los monasterios que se fundaron con la intención concreta de acoger y curar a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa. b) La actividad terapéutica de la Iglesia en el Medievo. Durante el feudalismo, las órdenes de caballería contribuyeron decididamente al progreso de la asistencia sanitaria. Esta institución, que había nacido para defender la hegemonía feudal, fue transformada por la Iglesia en instrumento de justicia y de socorro para los débiles y oprimidos. El caballero juraba defender la Iglesia y a los débiles, y proteger a los enfermos, leprosos y peregrinos. De ese modo fue adquiriendo gran relevancia el aspecto asistencial de las órdenes militares de caballería. Hacia el final del Medievo, en el período del nacimiento de las juntas consistoriales y ayuntamientos, tiene lugar un desplazamiento parcial de la asistencia sanitaria desde la Iglesia hacia las instituciones laicas. Estas instituciones, al menos al principio, más que suplantar la acción de la Iglesia, se sitúan a su lado, erigiendo obras paralelas de asistencia. En el mismo período histórico hay que destacar la asistencia de los apestados y de los leprosos. Para estos últimos se establecieron los llamados «lazarillos». Sus estatutos contemplaban la presencia del capellán y la obligación para los enfermos de acercarse al sacramento de la confesión como premisa para la asistencia sanitaria. Esta norma se basaba en el presupuesto de que la paz interior favorece la recuperación de la salud corporal.

2 A. LANGELLA, 1994, 86-137.

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c) La actividad de la Iglesia desde el Renacimiento hasta el período postridentino.

• En el Renacimiento se acentúa el traslado de la gestión de los hospitales desde las instituciones religiosas a las laicas.

• Como consecuencia, comienzan a florecer grandes hospitales concebidos más como obras de arte y de fasto que como lugares de asistencia.

• Los arquitectos y los artistas los proyectaban sobre todo con intención de inmortalizar el nombre del señor feudal del lugar. El Pammatone de Génova, el Hospital Mayor de Milán, el Hospital Romano del Santo Spirito y Santa María de la Scala de Siena se deben a esta nueva orientación.

• Pero el crecimiento de la magnificencia exterior no se corresponde siempre con un incremento real en el compromiso de cara al servicio. Las órdenes hospitalarias medievales comienzan a abandonar los hospitales y se deja de considerar al enfermo un hermano en Cristo, para pasar a mirarlo como ciudadano, sujeto de derechos. El servicio al enfermo se va transformando en un servicio sin alma, desangelado, más una obligación legal que una exigencia de la caridad.

La reacción de la Iglesia a esta nueva situación se hace palpable en el período pos-tridentino. Hombres vigorosos, inteligentes y capaces, animados por la fe y la caridad, se proponen llevar a cabo una verdadera reforma hospitalaria, interesándose para ello por los enfermos más abandonados e introduciendo en los servicios médicos nuevas técnicas puestas al día. Entre los grandes fundadores de institutos religiosos hospitalarios cabe destacar • al español san Juan de Dios (1495-1550), que fundó el Instituto de los

Hermanos de San Juan de Dios, • el italiano san Camilo de Lelis (1550-1614), el primero que introdujo el

símbolo de la cruz roja en el ámbito de la asistencia sanitaria y que trazó las Reglas de buen servir a los enfermos, y

• el francés san Vicente de Paúl (1575-1660), cuya obra es de todos conocida. Este movimiento de renovación y humanización del hospital adquiere un nuevo ímpetu y un enorme alcance con la entrada masiva de las Congregaciones femeninas en el mundo de los servicios hospitalarios. Hasta la Contrarreforma, la actividad caritativa femenina se había limitado a la esfera de la iniciativa individual, o bien se practicaba por instituciones privadas. Ahora, gracias a la iniciativa de san Vicente de Paúl antes de la Revolución francesa, y de san Vicente Pallotti después de la misma, alcanza un desarrollo espectacular.

d) En nuestros días se asiste a un nuevo cambio radical en el mundo sanitario. Los notables progresos de la medicina y de la cirugía y el desarrollo del sistema de prevención y seguridad social a través de las mutualidades han hecho realidad

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la aspiración de que cada individuo debe poder beneficiarse de un trato hospitalario que corresponda a sus necesidades. En este contexto, muchas concepciones y actitudes hacia el hospital, y en general hacia el cuidado de la salud, han sufrido una profunda modificación. Si todo individuo tiene derecho a una atención sanitaria digna conforme a sus necesidades, entonces toca a los gobiernos de las naciones hacerse cargo de ello. En consecuencia, los hospitales (que en otros tiempos se consideraban lugares sagrados) se fueron convirtiendo gradualmente en empresas, y la Iglesia, que antes se sentía dentro del hospital como en su propia casa, ahora se siente como un huésped. Estamos ante una situación novedosa, por lo que la Iglesia tendrá que adaptarse a esta novedad y las modalidades de la pastoral habrán de renovarse teniendo en cuenta los cambios que se han venido produciendo. Pastoral: no es fácil su definición. Parece que puede hablarse de «pastoral» para indicar el conjunto de las actividades puestas en marcha en y por la Iglesia; «teología pastoral» para designar la reflexión teológica sobre el acontecimiento pastoral. Arnaldo Pangrazzi ofrece este breve recorrido histórico3

ü La primera comunidad cristiana ha testimoniado el ministerio de Jesús a través de la sanación (Hch 3,1-10; 9,32- 35; 9,36-43).

ü Durante los primeros tres siglos, los diáconos han servido a las necesidades de los pobres y necesitados.

ü En el siglo IV se registra la creación de los hospicios para los peregrinos y el comienzo de la tradición monástica de asumir el cuidado de las personas enfermas.

ü Durante el siglo XII se asiste al nacimiento de los hospitales para responder a las diferentes situaciones de enfermedades (las epidemias, la lepra, la guerra...). También se registra el nacimiento de las primeras órdenes religiosas, como la Orden del Santo Espíritu o la Orden de San Lázaro, dedicadas explícitamente al cuidado de los enfermos, así como las Órdenes Hospitalarias, desarrollando estructuras sanitarias para cuidar a los enfermos y abandonados.

ü Durante el siglo XIII nacen las confraternidades laicales comprometidas en la asistencia a los enfermos y a los pobres.

3Pangrazzi, A.; La Pastoral de la Salud. Sanación integral. Cuadernos CHS y Sal Terrae, Santander 2013, pg. 37

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ü Durante los siglos XV y XVI se desarrollan los hospitales públicos y también, dentro de la Iglesia, tenemos el testimonio de reformadores como San Juan de Dios y San Camilo de Lellis, cuyos carismas y acciones han ayudado a contrastar la deshumanización que estaba produciéndose dentro de las instituciones sanitarias.

ü En el siglo XVIII la Iglesia es percibida por el Estado como un obstáculo, y se producen distintos intentos de marginarla.

ü Durante el siglo XVII destaca el papel de figuras como San Vicente de Paúl, que dieron vida a congregaciones religiosas femeninas como las Hijas de la Caridad, cuya presencia y valor han sido decisivos en el cuidado y atención de los enfermos.

ü En la actualidad, en muchas naciones el Estado se ha responsabilizado del cuidado y la asistencia a los enfermos, y la Iglesia está presente como subsidiaria, es decir, como un recurso para responder a las necesidades de las personas más pobres y olvidadas y para asegurar la asistencia espiritual a los enfermos, sus familiares y los trabajadores de la salud.

En síntesis, el papel de la Iglesia a través de la historia, ha intentado incorporar en el mundo de la salud cuatro ministerios tradicionales:

ü La Liturgia, ofreciendo apoyo a los enfermos a través de la oración y de los sacramentos.

ü El Kerygma, a través de la evangelización y la catequesis para testimoniar la buena nueva.

ü La Diaconía, como servicio de caridad para con los que sufren, también a través de la formación y humanización de los trabajadores de la salud.

ü La Koinonía, promoviendo el espíritu de comunión y construyendo comunidades solidarias para servir mejor a los necesitados.

Acoger, comprender, acompañar pg. 11 En Noviembre de 1996 se hace un “Informe sobre Iglesia y Salud” y se presenta a la LXIV Asamblea Plenaria de la CEE. Decía así: “En 1996 celebraremos los 25 años de la constitución del Secretariado Nacional de Pastoral Sanitaria –hoy Departamento de Pastoral de la Salud– como órgano de la Conferencia Episcopal cuya finalidad es animar y coordinar la acción de la Iglesia española en el mundo de la salud y la enfermedad. En el transcurso de estos años, la pastoral de la salud en España ha realizado un gran esfuerzo de reflexión y renovación de la acción evangelizadora en este sector. Y lo ha hecho siguiendo las líneas orientadoras de la Conferencia Episcopal, en contacto muy estrecho con el mundo sanitario, en diálogo abierto

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e interdisciplinar con personas e instituciones, con la ayuda de las ciencias humanas, de la Sagrada Escritura, leída desde la sensibilidad que proviene del contacto diario con los enfermos, y también con la ayuda del Magisterio de la Iglesia. Su punto culminante ha sido el Congreso “Iglesia y Salud”, celebrado hace un año”4.

Este texto nos puede servir para plantearnos ¿qué es Pastoral de la Salud?, o ¿qué entendemos por Pastoral de la Salud?5

Intentos de definición Acoger, comprender, acompañar pg. 12

Un primer acercamiento a lo que se entiende por Pastoral de la Salud nos lo ofrecen las distintas definiciones que se han dado de ella: § El «servicio cristiano de la Iglesia al mundo de los enfermos, tanto a

domicilio como en los hospitales, con el fin de ayudarles desde una perspectiva de fe, esperanza y caridad, en la lucha por la recuperación de la salud o por una curación total, mediante el diálogo, el testimonio, la caridad, la oración y la acción litúrgica)»6.

§ «La presencia y la acción de la Iglesia tendente a “llevar la luz y la gracia del Señor a los que sufren y a los que se cuidan de ellos”, se dirige “no sólo a los enfermos, sino también a los sanos, inspirando una cultura más sensible al sufrimiento, a la marginación y a los valores de la vida y de la salud”»7.

§ «Hacer hoy pastoral de la salud significa interesarse por el enfermo y por quienes lo asisten, pero también, en ese continuum enfermedad-salud, interesarse más todavía por el aspecto salud, respondiendo aquí y ahora con una acción eclesial sanante (es decir, saludable-salvífica) a los interrogantes implícitos que se plantean hoy en este sector»8.

En estos intentos de definición podemos descubrir las diversas formas de compromiso de las que la comunidad eclesial ha sido protagonista a lo largo de los siglos en el mundo del sufrimiento y de la salud. Ha sido un proceso lento y, en ocasiones se ha encontrado con ciertas resistencias, pero el camino ha sido interesante y en cada situación se ha ido enriqueciendo y fortaleciendo la comunidad cristiana.

4Informe sobre Iglesia y Salud, presentado a la LXIV Asamblea Plenaria de la CEE, Noviembre de 1996 5 Cfr. para todo el tema: Angelo Brusco / Sergio Pintor; Tras las huellas de Cristo Médico. Manual de Teología

Pastoral Sanitaria; Ed. Sal Térrea; Santander 2001; pg. 46-56 6 C. FLORISTÁN, «Pastoral sanitaria» en (C. Floristán - J.J. Tamayo [eds.]) Diccionario abreviado de pastoral.

Verbo Divino, Estella 1992, p. 345. 7 CEI, La Pastorale della Salute nella Chiesa Italiana, nº 19 8 L. SANDRIN, «Los agentes de la pastoral de la salud. Una reflexión teológico-pastoral»: Camillianum 18

(1998), pp. 199.

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Camino recorrido Acoger, comprender, acompañar pg. 13 A pesar de esta consideración tan poco halagüeña, lo cierto es que la pastoral de la salud ha conocido una considerable y positiva evolución que queda reflejada en los intentos de definición y en los pasos que ha ido dando. § De la concentración excesiva en los sacramentos a la evangelización y la

humanización. Se trata de una osmosis mejor entre el anuncio, los sacramentos y el servicio de la caridad. Como afirma justamente Depoortere, «la interacción de estas tres funciones es tan importante que cualquiera de ellas, sin las otras dos, corre el riesgo de resultar delirante»9. La palabra, los gestos sacramentales, las actitudes y las obras caritativas no están separadas entre sí, sino que permanecen en intercomunicación continua.

§ Del enfermo a la salud. No se habla ya de pastoral de los enfermos ni de pastoral hospitalaria, sino de pastoral de la salud, pensando que la acción eclesial está llamada a atender a toda la problemática relativa a la realidad psicofísica y espiritual del hombre y del ambiente en que éste vive y actúa, sobre todo el familiar. La evangelización de la cultura, de los modos de situarse del hombre contemporáneo frente a los grandes problemas del nacimiento, la vida y la muerte, debe combinarse con la cercanía necesaria al enfermo10.

§ De la exclusión, o alejamiento de la pastoral de la salud respecto de la acción cristiana en su conjunto, a la inserción de la misma en dicha acción. La Pastoral de la Salud pasa a formar parte de la Pastoral de Conjunto.

§ Del hospital al territorio. Los cambios que se han producido en la organización de los servicios sanitarios han subrayado la necesidad de una atención particular a los enfermos y de la promoción de la salud en el ámbito territorial. Son muchas las parroquias que cuentan con grupos activos de visitadores de enfermos. En muchas comunidades eclesiales, sobre todo después de la iniciativa de Juan Pablo II, se concede una gran importancia a la jornada de los enfermos. Ya es tradicional en algunas parroquias la celebración comunitaria del sacramento de los enfermos, precedida de una adecuada catequesis sobre los temas relacionados con la vida, el sufrimiento y la muerte. Las familias no sólo se benefician mejor de la solidaridad de la comunidad, sino que se las ayuda a participar con mayor eficacia en el proceso terapéutico de sus seres queridos, apoyándolos y acompañándolos con amor. Es palpable la limitación de quienes identifican la pastoral sanitaria con la pastoral hospitalaria.

§ De una actitud de pasividad o de delegación en otros a una actitud de compromiso activo. Del Concilio ha surgido una nueva imagen de la Iglesia,

9 K. DEPOORTERE, «Teología pastorale sanitaria», en Dizionario di Teologia Pastorale Sanitaria; Camiliane,

Torino 1997, 1.292-1.293. 10 CEE, Congreso “Iglesia y salud”, EDICE, Madrid 1995, p. 152.

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entendida como comunidad estructurada orgánicamente. En ella, todos los miembros gozan de la misma dignidad y están llamados a cooperar en la única misión, siguiendo las diversas modalidades en la línea de sus vocaciones específicas. De aquí resulta que el sujeto primario de la pastoral de la salud es la comunidad cristiana en todos sus elementos. El papel del enfermo está recibiendo una atención particular.

Definición de «Pastoral de la Salud» Acoger, comprender, acompañar pg. 16 Con lo dicho hasta ahora podemos definir la pastoral de la salud como la presencia y la acción de la Iglesia dirigidas a la evangelización del mundo sanitario a través de la actualización de la presencia liberadora, curativa y salvadora de Cristo, en la fuerza del Espíritu Santo, para que toda persona humana pueda ser iluminada, liberada y salvada. Esta acción se realiza poniendo a disposición de los enfermos y de quienes les atienden la aportación de una humanidad cálida y los instrumentos de la gracia, promoviendo y defendiendo la vida y la salud, sensibilizando a la gente con respecto a los problemas y necesidades de los que sufren, acompañando a los hombres en la búsqueda de respuestas a los grandes interrogantes que les plantean la vida, el sufrimiento y la muerte. Para una mejor comprensión puede resultar útil subrayar los diversos aspectos de esta definición: - La pastoral de la salud es acción. La pastoral no puede reducirse ni a pura

teoría ni a pura práctica acrítica o repetitiva. Es acción «viva», «consciente y meditada», referida siempre a situaciones interpelantes y a la necesaria acción de la Iglesia para que las cambie y, de este modo, pueda ser más fiel a su misión. No puede haber nunca una acción improvisada o desencarnada de la realidad, que es preciso conocer e interpretar con un método adecuado.

- El sujeto de la acción pastoral de la salud es la Iglesia, «el pueblo adquirido para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado» (1 Pe 2,9) a todos los hombres, para que todos se salven (cf. Tm 2,4). «Para nadie la acción pastoral y evangelizadora es un «hecho individual» y aislado. Ningún evangelizador es el dueño absoluto de su acción evangelizadora, con un poder discrecional para cumplirla según criterios y perspectivas individualistas»11.

- La acción eclesial está al servicio de la evangelización del reino de Dios.Evangelizar el reino de Dios es el ser mismo de la Iglesia, su tarea y su misión12. La Iglesia tiene que reconocer y manifestar con toda su acción que el «reino de Dios» está presente en nuestra historia como dinamismo pascual de liberación y de salvación, como «reino eterno y universal, reino de verdad

11 EN, 60 12 Cf. EN, 6-16

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y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz»13.

- A través de la actualización de la praxis de Jesús, divino samaritano y promotor de vida sana. La Iglesia, con su ser y su obrar, manifiesta la presencia de Jesucristo, el Señor resucitado, y prosigue su obra. «Cristo fue enviado por el Padre a “evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos” (Lc 4,18), a “buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo»14. El compromiso pastoral y asistencial de la Iglesia en el mundo de la salud es la respuesta ineludible al mandato de su Señor: “llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 10,1)

- En la fuerza del Espíritu.Sin la presencia del Espíritu Santo no sería posible en modo alguno la acción pastoral; carecería de eficacia y de vitalidad; de poco servirían las técnicas más refinadas, las grandes organizaciones y estructuras, los medios más abundantes15.

- Para que toda persona humana pueda ser iluminada, liberada y salvada. El misterio de la salvación, al que la Iglesia está llamada a servir, es «para todos los hombres», para cada una de las personas humanas en su condición histórica, cultural y existencial concreta y singular. Por eso mismo, toda persona humana es «el camino de la Iglesia» y de su acción pastoral16.

Objetivos Acoger, comprender, acompañar pg. 18

La pastoral de la salud comprende una gran variedad de objetivos. Recogeremos los principales, apoyándonos en un documento de la CEI ligeramente modificado: - «Iluminar con la fe los problemas del mundo de la sanidad, sometidos a la

investigación, a las adquisiciones de la ciencia y a las técnicas de intervención, en las que está implicada la naturaleza y la dignidad de la persona humana;

- desarrollar una obra de educación sanitaria y moral dentro de la perspectiva del valor incalculable y sagrado de la vida, para promover y construir en la sociedad una «cultura de la vida», desde el nacimiento hasta la muerte;

13 Prefacio de la misa en la fiesta de Cristo Rey. 14Cf. LG, 8. 15 Cf. EN, 75 16 Cf. RH, 13-14

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- contribuir a la humanización de las estructuras hospitalarias, de las instituciones responsables de los servicios socio-sanitarios, de las prestaciones sanitarias y de las relaciones interpersonales entre los usuarios y el personal socio-sanitario;

- alentar moralmente al enfermo, ayudándole a aceptar y valorar la situación de enfermedad en que se encuentra y acompañándole con la fuerza de la oración y la gracia del sacramento;

- ayudar a los discapacitados a recuperar el sentido de la vida, incluso dentro de su invalidez, descubriendo el valor superior del ser respecto del obrar;

- prestar especial atención a las categorías de enfermos marginados por la sociedad y más necesitados de ayuda: los moribundos, los drogodependientes, los enfermos de SIDA, etc.

- ayudar a los familiares a vivir sin traumas y con espíritu de fe la prueba de la enfermedad de sus seres queridos;

- fomentar la formación de los agentes sanitarios en un sentido de profesionalidad basado en la competencia, en el servicio y en los valores fundamentales de la persona del enfermo;

- sensibilizar a las instituciones y a los organismos pastorales presentes en el territorio (parroquias, consejos pastorales) en la problemática de la salud y de la asistencia a los enfermos, señalando pistas operativas para una implicación responsable en los proyectos socio-sanitarios»;

- colaborar con los organismos públicos y privados que atienden a los servicios sanitarios y forman profesionales para ello;

- influir en las instancias políticas, responsables de la legislación sanitaria.

La Pastoral de la Salud Imagen del Buen Samaritano Pastoral de la Salud es un camino de vida, fiel al mundo de la salud y al evangelio, empeñada en un esfuerzo evangelizador que responda a las profundas transformaciones culturales experimentadas por nuestra sociedad, al debilitamiento de la fe y al crecimiento de la increencia. ¿Qué es la Pastoral de la Salud? La Pastoral viene a ser el cauce de acción de toda la Iglesia, acción que debería hacerse desde el anuncio, la celebración y el compromiso, como tres acciones, tres vertientes a través de los cuales se realiza y concreta cualquier pastoral, es decir:

• la evangelización, o Pastoral a través de la Palabra, • la realización simbólica en la liturgia y en los sacramentos de lo que

anuncia la Palabra de Dios, y • el compromiso cristiano que va dando cumplimiento en los diversos

momentos y situaciones históricas a lo que la Palabra anuncia y los Sacramentos realizan simbólicamente.

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La Pastoral de la Salud es la acción de todos los cristianos que, unidos en la Iglesia Universal, en las Iglesias particulares y en sus comunidades locales, se dirigen a todo ser humano –sano o enfermo– para ofrecerle:

• El sentido que el mensaje cristiano da a las grandes realidades humanas de la vida, la salud, la enfermedad, la curación, el sufrimiento, el morir y la asistencia a los enfermos.

• La presencia junto a los enfermos, su familia y cuantos les cuidan, para significar, con palabras, gestos y hechos que el Evangelio del Amor de Dios, manifestado en Cristo, se realiza aquí y ahora mediante la liturgia y los sacramentos de enfermos.

• El ejercicio de la fraternidad cristiana concretada en una asistencia humanizada y humanizadora y en la ayuda para esclarecer los problemas éticos que surgen hoy en el mundo de la salud. (Jesús Conde)

En definitiva, la Pastoral de la Salud, es la presencia adecuada de la Iglesia en el mundo de la salud. Una pastoral adecuada es la que ofrece respuestas evangélicas a los interrogantes del hombre concreto de hoy. Se ha dado un cambio Pastoral de Enfermos Pastoral Sanitaria Pastoral de la Salud. El cambio no es solo de nombre, sino que indica la orientación y el contenido. v Se supera un modelo pastoral de carácter exclusivamente sacramentalista o

de servicio caritativo-asistencial y de ayuda a “bien morir”, para darle un contenido netamente evangelizador. El objetivo de esta pastoral es hacer presente en el mundo de los enfermos y en su compleja problemática la fuerza humanizadora y salvadora que se encierra en Jesucristo.

v Se amplia el campo de acción de esta pastoral. Sin descuidar la atención a cada enfermo, esta pastoral ha de estar, al servicio de la salud. Por eso es propio de esta pastoral defender la salud y luchar contra la enfermedad, sus causas y consecuencias; colaborar para que las estructuras sanitarias y la técnica hospitalaria estén al servicio de la salud y no del lucro o de otros intereses; humanizar cada vez más el proceso de curación y colaborar en todo aquello que favorezca la salud del hombre de hoy: iniciativas contra la soledad y la incomunicación, promoción de una vejez más sana...

v Adquiere un talante más positivo, pues ya no está en su horizonte sólo la enfermedad, sino la salud, entendida de manera integral y abierta a la salvación. En definitiva, creo que se puede decir que el objetivo de la Pastoral de la Salud es “proclamar y hacer visible la salvación en su totalidad” desplegando la fuerza sanante de Jesucristo en el mundo enfermo, en nuestro mundo, cuya sociedad busca ardientemente la salud, pero está necesitada de salvación.

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Tres miradas 1. Contemplar con gratitud y serenidad el pasado

En el libro “25 años de Pastoral de la Salud en la Iglesia Española. Tiempo y camino” encontramos cosas preciosas:

→ En la Presentación D. Javier Oses escribe: “Ya han transcurrido más de 25 años desde la creación del Secretariado Nacional de Pastoral Sanitaria (ahora Departamento de Pastoral de la Salud) de la Conferencia Episcopal Española; un tiempo suficiente para el recuerdo y para el agradecimiento; para balances y proyecciones de futuro.

Los interrogantes podrían multiplicarse. Forman parte de una pastoral de la salud que no tiene miedo de las preguntas y que no pretende poseer en exclusiva todas las respuestas. El recuerdo agradecido de la historia de estos años nos anima a seguir dejándonos interpelar. Sólo así se hace camino. Que la conciencia de que el Señor, el gran aliado de la vida, nos acompaña sea fuente y motivo de nuestra apuesta por el futuro. Nos apremia el amor de Cristo y nos estimula también el ejemplo de María, a quien en 1999, en la Campaña y Día del Enfermo, contemplaremos como Madre de la Salud y Virgen de los Enfermos.

→ Hay una Introducción al libro de quien había sido Director durante 21 años, D. Rudesindo Delgado (Asesor E.N. PROSAC y Delegado de Tarazona) en la que hace una hermosa historia condensada de lo que había sido la Pastoral de la Salud. Él lo cuenta así:

“La historia de la pastoral de la salud ha sido un camino de vida. Un camino fiel al mundo de la salud y al evangelio, un camino creativo y abierto a la colaboración de instituciones y personas para responder a las necesidades, un camino trazado entre todos y que cada uno lo ha recorrido a su ritmo. Los frutos del camino recorrido por la pastoral de la salud son abundantes. Los diversos documentos que publicamos en este libro son una muestra. Pero, a mi parecer, el fruto más hermoso de todos es el «espíritu de familia» que reina entre los que trabajamos en esta pastoral. Vivir unidos los momentos buenos y los malos, celebrar los éxitos y asumir los fracasos, ayudarnos y apoyarnos mutuamente en el desempeño de nuestra tarea nos ha marcado. Hacer memoria del camino andado por la pastoral de la salud me brinda la gozosa oportunidad de contemplar y agradecer el paso de Dios hecho historia de salvación”. Durante esos 21 años, Rude, el Hno. Francisco Álvarez, Hermenegildo Centeno, Mª Carmen Martín García HH. Hospitalaria del Sagrado Corazón. Ya como Obispos Responsables D. Javier Oses, D. Rafael Palmero Ramos,, D. Jesús Fernández. D. Francesc Pardo.

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Contemplando el pasado con gratitud y serenidad se pueden descubrir los pasos que se han ido dando: 1. Una pastoral organizada Una pastoral renovada necesitaba unos buenos cauces de organización para desarrollarse y realizar bien su misión. La Conferencia Episcopal Española crea en 1971 el Secretariado Nacional de Pastoral Sanitaria, como un Departamento de la Comisión Episcopal de Pastoral. En la década del 76 al 86: a) Se consolidan unos organismos vivos al servicio de la pastoral: Equipo

Nacional de Pastoral de la Salud (1976) y Comisiones (1986), los Secretariados Diocesanos e Interdiocesanos. (SIPS).

b) Se estrecha la relación y colaboración con la FERS que agrupaba a más de 13.000 religiosas sanitarias.

c) Se entabla una relación muy fructífera con los Movimientos de/para Enfermos.

d) Participa activamente en los importantes Congresos de la Iglesia española: “Evangelización y hombre de hoy” y “Parroquia evangelizadora”.

2. Toma de conciencia de la Jerarquía La comunicación con los obispos ha sido permanente. El Departamento y las Delegaciones Diocesanas de Pastoral de la Salud han estado en permanente contacto con los Sres. Obispos para informarles y recibir de ellos su orientación y apoyo. 3. Presencia renovada de la Iglesia en los hospitales Dada la importancia de la pastoral en el hospital se dedicó esfuerzo, imaginación y tiempo de cara a renovarla. Algunas acciones desarrolladas en estos años:

a) Formación permanente de los agentes de la pastoral hospitalaria. b) Regulación de la asistencia religiosa en los hospitales. El 25 de julio de

1985 se firmó el “Acuerdo marco sobre asistencia religiosa católica en los centros hospitalarios públicos”. Esta regulación ha asentado los cimientos jurídicos de la asistencia religiosa en los hospitales del sector público facilitando así la prestación de dicha asistencia en unas condiciones favorables.

c) Documento “La asistencia religiosa en el hospital. Orientaciones pastorales”. La Comisión Episcopal de Pastoral aprueba este documento en 1987.

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4. Resurgir de la Pastoral de la Salud en las parroquias En el campo de las parroquias resurge y arraiga con una gran fuerza la pastoral de la salud. Las comunidades cristianas recuperan en estos años su sensibilidad hacia el campo de los enfermos y asumen su papel en la atención a los mismos. 5. Despertar de los laicos y reconocimiento de su papel A comienzos de los 80 se inicia un despertar de los laicos que trabajan en el mundo de la salud. En el 86 se crea, dentro del Departamento, la Comisión Nacional de Profesionales Sanitarios Cristianos integrada por médicos, enfermeras y personal administrativo. Su primera acción fue organizar unas Jornadas Nacionales. En 1993 la CEE aprueba la Asociación PROSAC

2. Viviendo con intensidad el presente Todo el esfuerzo y dedicación tenía como finalidad: que la Iglesia estuviese presente en los lugares del cuidado, es decir, en el Hospital y en la Parroquia. La Parroquia porque más del 80% de los enfermos son cuidados en sus domicilios por sus familias y el Hospital porque es donde son cuidados el otro 12-20%. Una pequeña organización siempre está bien. De esta manera tenemos:

• El Departamento está formando parte de la Comisión Episcopal de Pastoral. D. Francesc Pardo Artigas (Obispo Responsable) Jesús Martínez Carracedo (Director)

• En teoría hay cuatro Comisiones: Hospitales, Parroquias, Salud Mental y Cuidados Paliativos.

• Equipo Nacional: Compuesto por los Coordinadores de las Provincias Eclesiásticas (12), los Coordinadores de las Comisiones (4), el Presidente de PROSAC, la Coordinadora del Área Sociosanitaria de CONFER, el Consiliario y la Presidenta de FRATER.

• Los SIPS

• Las Delegaciones Diocesanas El Departamento vive el ejercicio de comunión a través del ENPS y las Delegaciones Diocesanas en las Jornadas de Delegados donde arranca un nuevo curso y un nuevo impulso a nivel nacional, regional y diocesano con la Campaña del Enfermo y las diversas actividades que se realizaran a lo largo del año en las distintas Diócesis. Hay dos lugares específicos para la Pastoral de la Salud:

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• Hospital: Servicio religioso Sacerdotes y laicos; religiosos sanitarios, profesionales, enfermo y familia.

• Parroquia: la Comunidad Parroquial, los sacerdotes, el equipo. Junto a los dos lugares no se puede olvidar la misión que tienen que realizar los cristianos, tenemos la mano de obra, pero no como algo voluntario, sino como una exigencia de la fe, como una respuesta al compromiso bautismal. Por tanto y en principio, si esta acción es labor de la Iglesia Diocesana, labor de cada uno de los miembros de nuestras Comunidades Parroquiales, Hospitalarias, viene muy bien el lema usado hace años que decía:

“Pastoral de la Salud, todos responsables” y quizás se pueda añadir, en el nombre del Señor y de la Iglesia.

Pero esto nos lleva a pensar que esta acción evangelizadora de la Iglesia ha de ser promovida, alentada y coordinada y para ello –en nuestro mundo siempre pendiente de organigramas– se pensó en las Delegaciones, Departamentos o Secretariados, quienes por encargo y en nombre del Obispo realizan esa presencia de Iglesia. Dicho esto, esa labor de promover, alentar y coordinar, debería hacerse desde la Delegación Diocesana de Pastoral de la Salud, siempre por encargo y en nombre del Sr. Obispo. Pero la Delegación sería el organismo que aúna y representa todas las fuerzas diocesanas para una mejor presencia y organización. Esta mano de obra podemos agruparla en: Cinco sectores:

⇒ Servicios Religiosos en Centros Hospitalarios. ⇒ Pastoral de la Salud en las Parroquias. ⇒ Religiosos/as Sanitarios/as Sanitarios. ⇒ Los Profesionales Sanitarios Cristianos. ⇒ Los Movimientos especializados.

Para llevar a cabo la tarea contamos con una literatura amplia, abundante y rica (libros, Dossiers y artículos), pero creo que hay 5 Documentos que nos pueden orientar en un intento de respuesta pastoral:

§ SalvificiDoloris. § DolentiumHominum. § Congreso Nacional “Iglesia y Salud” (actas del Congreso) § El Documento “Iglesia y Salud” (aprobado en la 64 Asamblea

Plenaria de la C.E.E. el 22 de Noviembre de 1995) § La Asistencia Religiosa en el Hospital. Orientaciones Pastorales.

Junto a estos Documentos podemos colocar los Editados por el Departamento Nacional de Pastoral de la Salud de la CEE en EDICE, es decir los Materiales de todas las Campaña y otros libros y Documentos. No se puede olvidar uno de todas las Publicaciones del CHS

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3. Mirada esperanzada hacia el futuro El primer paso sería tomar conciencia de nuestro ser de Iglesia misionera que camina en la fe, camino de Jericó, ofreciendo la novedad del Evangelio. Para mi en este camino, el punto de referencia es toda la reflexión y el trabajo del Congreso “Iglesia y Salud”. En todas estas miradas podré descubrir la belleza de lo creado y hacerme sensible para percibir en todo ello la bondad de Dios.

“Francisco de Asís mantiene una conversación con uno de sus hermanos, concretamente el Hermano Tancredo. Le intenta convencer de la bondad, de la misericordia del Padre Dios y del deber de imitarle. Desde el candor y sencillez de Francisco de Asís se expresa así: «… Nadie ama como Él, pero nosotros debemos intentar imitarle. Hasta ahora no hemos hecho todavía nada. Empecemos, pues a hacer algo. Pero ¿por dónde comenzar?; padre, dímelo –preguntó Tancredo. – La cosa más urgente –dijo Francisco– es desear tener el Espíritu del Señor. Él solo puede hacernos buenos, profundamente buenos, con una bondad que es una sola cosa con nuestro ser más profundo. Se calló un instante y después volvió a decir: – El Señor nos ha enviado a evangelizar a los hombres, pero ¿has pensado ya lo que es evangelizar a los hombres? Mira, evangelizar a un hombre es decirle: “Tú también eres amado de Dios en el Señor Jesús”. Y no sólo decírselo, sino pensarlo realmente. Y no sólo pensarlo, sino portarse con este hombre de tal manera que sienta y descubra que hay en él algo de salvado, algo más grande y más noble de lo que él pensaba, y que se despierte así a una nueva conciencia de sí. Eso es anunciarle la Buena Nueva, y eso no podemos hacerlo más que ofreciéndole nuestra amistad; una amistad real, desinteresada, sin condescendencia, hecha de confianza y de estima profundas. Es preciso ir hacia los hombres. La tarea es delicada. El mundo de los hombres es un inmenso campo de lucha por la riqueza y el poder, y demasiados sufrimientos y atrocidades les ocultan el rostro de Dios. Es preciso, sobre todo, que al ir hacia ellos no les aparezcamos como una nueva especie de competidores. Debemos ser en medio de ellos testigos pacíficos del Todopoderoso, hombres sin avaricias y sin desprecios, capaces de hacerse realmente sus amigos. Es nuestra amistad lo que ellos esperan, una amistad que les haga sentir que son amados de Dios y salvados en Jesucristo.

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El sol había caído detrás de los montes y bruscamente había refrescado el aire, el viento se había levantado y sacudía los árboles, era ya casi de noche y se oía subir de todas partes el canto ininterrumpido de las cigarras»”.17

Para que tengan vida: La Iglesia en el mundo de la Salud y la Enfermedad PONENCIA 3.ª DEL CONGRESO IGLESIA Y SALUD18

Acoger, comprender, acompañar pg. 93

Introducción: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Para mi hay que arrancar de una convicción: la Iglesia, prolongación y encarnación de Jesucristo, sólo existe para hacer presente en el mundo actual la acción salvadora y humanizadora que comenzó con él y en él, con el fin de que también los hombres y mujeres de hoy “tengan vida y la tengan en abundancia” (cf. Jn 10,10). Pero Jesucristo no es sólo portador de vida eterna. Sus palabras y gestos promueven, ya desde ahora, vida y salud en el ser humano. Así es percibido por sus contemporáneos: “Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" (Hch 10,38). Difícilmente podrá la Iglesia impulsar una nueva evangelización en la sociedad actual si no es capaz de anunciar y ofrecer al hombre de hoy la salvación de Jesucristo como fuerza sanante que puede ser experimentada ya desde ahora, dentro del sufrimiento y la fragilidad de nuestra existencia, como primicia y esperanza de vida eterna. 1. Nueva evangelización en el mundo de la Salud y de la Enfermedad.

Líneas de fuerza pg. 94 Para Jesús la “proclamación del Reino” y “sanación de los enfermos” son dos componentes que integran el contenido de su única acción evangelizadora: “Recorría toda Galilea... proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo” (Mt 4, 23; 9, 35; Lc 6, 18, etc.).

17Lecrerc, E.; Sabiduría de un pobre, Marova, 1980, pp. 163-164. 18Esta ponencia está publicada en: Fernández G, Abilio (Ed.) “Acoger, comprender, acompañar”, EDICE, Madrid, 2017, pgs. 93-139.

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1.1. Recuperar la conciencia de la misión sanante pg. 95 Hemos desarrollado el mandato del anuncio “Id y enseñad”. Hemos cuidado el mandato del sacramento: “Id y bautizad”. Pero no siempre hemos sabido escuchar el mandato del servicio sanador: “Id y sanad”. Una de las primeras tareas ha de ser redescubrir y desarrollar la fuerza sanadora de la acción evangelizadora cuando está inspirada y dinamizada por el Espíritu de Jesús. Se trata de ofrecer al hombre la salvación cristiana de tal modo que le haga vivir desde ahora de manera más humana la enfermedad y la salud, el dolor y la muerte, dando un sentido último y una esperanza definitiva a las aspiraciones de vida que se encierran en el ser humano. 1.2. Construir la comunidad cristiana como fuente de salud pg. 96 Por lo general, nuestras parroquias y comunidades cristianas limitan su acción en el campo de la salud a una pastoral dirigida a los enfermos y reducida a veces a visitarlos y a ofrecerles una asistencia, sobre todo, religiosa; no han descubierto todavía la evangelización como acción generadora de salud; no entienden su presencia en medio de la sociedad como irradiación de vida sana que anuncia ya la salvación plena del hombre. No se trata de desvirtuar, sino de enriquecery dinamizarlas diversas actividades desde la fuerza sanante que se encierra en la salvación ofrecida por Jesucristo. Es decir, redescubrir:

⇒ las posibilidades que ofrece la acción catequética para educar para la salud;

⇒ la fuerza sanadora que puede irradiar la celebración litúrgica de la comunidad a través de la escucha de la Palabra de Dios, la celebración viva de los sacramentos y la oración de la asamblea;

⇒ la salud que puede generar la pastoral de la caridad y el servicio a los marginados;

⇒ el lugar privilegiado que han de ocupar los enfermos, no sólo como destinatarios de un servicio fraterno, sino también como testigos de Cristo crucificado y colaboradores activos en la construcción de la comunidad cristiana.

1.3. Recuperar la actitud evangélica ante el enfermo pg. 97 Hay que superar una actitud de servicio puramente sacramental o de asistencia a “bien morir”, para adoptar una postura más integral, orientada a ofrecer la salvación de Jesucristo desplegando toda la fuerza, el sentido y la esperanza que en él se encierran para vivir la salud que se posee, la enfermedad cuando se presenta y la muerte al llegar la hora.

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1.4. Encontrar el verdadero lugar de la Iglesia junto a los enfermos más desasistidos pg. 98

Si la Iglesia quiere ser fiel a Jesucristo, “enviado a evangelizar a los pobres” (Lc 4,18), ha de preguntarse si el evangelio que ella vive, anuncia y transmite es realmente “Buena Noticia” para los más pobres y marginados de la sociedad.

1.5. Introducir la fuerza salvadora del evangelio en la cultura actual de la salud y de la vida pg. 99

Los cambios en la sociedad son muchos y profundos. La evolución de la Sanidad y la medicina impresionante. La Iglesia está obligada a colaborar, desde la inspiración del evangelio, en la promoción de una nueva cultura de la salud más atenta a todas las dimensiones del ser humano y más abierta a su salvación definitiva. Evangelización que ha de interpelar a la cultura moderna sobre el concepto de hombre que se esconde tras ese modelo de salud tecnificada, medicalizada e idolatrada; que ha de aportar sentido ético y criterios morales al servicio de una vida realmente humana; que ha de enseñar la verdadera actitud ante el dolor y el sufrimiento, y ha de promover la solidaridad con los pueblos más pobres y desvalidos de la Tierra.

1.6. Redescubrir el quehacer de la pastoral de la salud en la acción evangelizadora pg. 100

La pastoral de la salud ha sido, con frecuencia, una pastoral secundaria que no ha recibido la debida atención. Empobrecida en sus objetivos, impulsada por cristianos de muy buena voluntad, pero privados a veces de formación y de apoyo suficientes, infravalorada en el conjunto de actividades pastorales, no ha podido desplegar todavía toda su riqueza evangelizadora. No se acaba de entender el paso de Pastoral de enfermos, Pastoral Sanitaria, Pastoral de la Salud. 2. Hacia un nuevo impulso del servicio sanador de la Iglesia en el mundo

de la Salud y la Enfermedad: Objetivos y acciones. pg. 101 Con estas seis grandes líneas de fuerza se nos ofrecen algunas pistas concretas de acción para ayudarnos a desplegar con nuevo vigor la acción evangelizadora en el mundo de la salud y de la enfermedad. No partimos de cero. La atención a los enfermos siempre ha estado presente en la vida de la Iglesia española. Las diócesis han cuidado la asistencia religiosa a los enfermos hospitalizados desde el origen mismo de los centros sanitarios. Las parroquias y los sacerdotes han estado cerca de sus enfermos para ofrecerles la solidaridad cristiana de la comunidad. Son muchas las instituciones y familias religiosas que están al servicio de los enfermos y ancianos, y de manera

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especial, de los más necesitados y olvidados. Hay también asociaciones y movimientos que llevan años haciendo presente a la Iglesia en el mundo de los enfermos y minusválidos. Contamos con todo lo que ha significado la creación en 1971 del Secretariado Nacional de Pastoral Sanitaria –hoy Departamento de Pastoral de la Salud– y todo lo que significado y que hemos apuntado anteriormente. Hemos vivido una rica realidad, pero usando el realismo y teniendo en cuenta nuestras posibilidades, nos interesa saber cuáles son los pasos concretos que podemos y debemos dar. 2.1. Hacia una Iglesia diocesana con conciencia más viva y efectiva de su

misión evangelizadora en el mundo de la salud y la enfermedad. pg. 103 Objetivos pg. 103

• 1. El servicio sanador de la diócesis. Hemos de introducir de manera más explícita y eficaz la preocupación sanante en toda la dinámica de la pastoral diocesana, tomando conciencia más viva de la fuerza salvadora de la que es portadora una Iglesia fiel a Jesucristo. Esto exige una “conversión” en los tres grandes campos del trabajo pastoral diocesano:

Ø En la pastoral catequética hemos de asumir con más responsabilidad la tarea de educar para la salud; a través de todos sus procesos catequéticos y de todos sus medios y cauces de formación, la Iglesia diocesana se ha de sentir enviada a enseñar, en medio de esta sociedad, que la vida es un don que el hombre debe acoger, cuidar y desarrollar de manera responsable al servicio de los hermanos y para gloria del Creador.

Ø En la pastoral litúrgica hemos de cuidar que la celebración viva de la salvación de Jesucristo en las comunidades de la diócesis sea fuente de la gracia que sana y salva; las orientaciones y materiales litúrgicos han de alimentar una experiencia religiosa que ayude a los cristianos a vivir de manera sana y reconciliada con Dios, consigo mismos, con los demás y con la creación entera.

Ø En la pastoral de la caridad y el servicio a los marginados hemos de cuidar la atención a la salud integral de las personas; a través de sus diversos cauces y servicios, la Iglesia diocesana ha de favorecer una vida más humana en el mundo de la marginación y la pobreza.

• 2. El lugar de los enfermos en la diócesis. Los enfermos han de encontrar en la Iglesia diocesana el lugar privilegiado y significativo que encontraban en Jesús.

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• 3. La pastoral diocesana de la salud. La pastoral de la salud no puede ser algo secundario y marginal, impulsado sólo por un colectivo de voluntarios, sino una acción pastoral de la que se ha de sentir responsable la Iglesia diocesana en la medida en que es el cauce más adecuado para que la diócesis haga llegar el evangelio al mundo de la enfermedad y al ámbito sanitario. Situada en su verdadero lugar, dentro del planteamiento global de la diócesis, la pastoral de la salud tiene hoy importancia significativa para la orientación y el estilo pastoral de una diócesis que quiera promover una nueva evangelización. Líneas de acción pg. 106

• 1. La actuación del obispo. El obispo es el primer evangelizador y el que preside el servicio sanador de la Iglesia diocesana. Para una diócesis es importante que su obispo tenga una experiencia de proximidad y cercanía a los enfermos.

• 2. Delegación diocesana de pastoral de la salud. pg. 106 En la organización pastoral de la diócesis no ha de faltar la delegación de pastoral de la salud, constituida para promover, alentar y coordinar, por encargo y en nombre del obispo, la acción evangelizadora de la Iglesia en el mundo de la salud.

• 3. Presencia en el mundo sanitario. pg. 107 Es necesario conocer el número y las características de los diferentes centros hospitalarios, instituciones sanitarias y centros asistenciales de diverso género para revisar la presencia de la Iglesia, evaluar el trabajo que allí se realiza y asegurar mejor su eficacia evangelizadora.

• 4. Coordinación pastoral. pg. 108 La delegación de pastoral de la salud ha de ser lugar de encuentro, comunicación y coordinación de las personas, grupos y asociaciones que, dentro de la diócesis, están comprometidos en la acción evangelizadora en el mundo de la salud.

• 5. Sensibilización y formación. pg. 109 La diócesis ha de tener medios y cauces adecuados para educar a los creyentes a vivir con sentido plenamente cristiano realidades tan significativas para la vida humana como la salud, la enfermedad, el dolor o la muerte. Hay que promover entre los fieles una mayor comprensión del verdadero sentido y contenido de los sacramentos de los enfermos. Una labor que se vería facilitada por una adecuada

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colaboración entre la delegación de pastoral de la salud y los organismos diocesanos de pastoral catequética y litúrgica. Un sueño: que la pastoral de la salud esté en los planes de formación del seminario, los institutos de pastoral y la formación permanente del clero. Útil también cuidar de manera especial la atención a los capellanes facilitándoles la asistencia a cursillos y el acceso a otros medios de formación específica para su misión. Ha de impulsar asimismo la formación permanente de los agentes de pastoral de la salud elaborando un plan básico y promoviendo escuelas de pastoral de la salud, cursillos y otras iniciativas para los diversos sectores. 2.2. Hacia el impulso de una evangelización sanadora en el interior de las

comunidades parroquiales pg. 110 La parroquia es el marco normal donde la mayoría de los cristianos viven y alimentan su fe. Por otra parte, en las parroquias se encuentran esas comunidades cristianas llamadas a testimoniar y difundir el evangelio en la sociedad actual. Objetivos pg. 111 • 1. Una parroquia sana sanadora. La comunidad parroquial adquiere una profundidad evangelizadora nueva cuando se la entiende como fuente de salud integral. Estamos convencidos de que una parroquia sana y sanadora puede ser hoy lugar privilegiado para impulsar una nueva evangelización siendo foco de vida más saludable y humana en medio de nuestros pueblos y ciudades. De ahí la necesidad de valorar y acrecentar la fuerza sanadora que se encierra en las experiencias más fundamentales de la vida parroquial: las relaciones fraternas, la celebración sacramental de la salvación de Jesucristo, la eucaristía dominical a lo largo del año litúrgico, la escucha de la palabra de Dios, la educación en la fe.

• 2. Los enfermos en la comunidad parroquial. pg. 111 La parroquia en cuanto comunidad cristiana ha de esforzarse por ser prolongación histórica de Jesús. Por ello hemos de tomar conciencia de que no podemos seguir desarrollando una comunidad parroquial fiel a Jesús ignorando precisamente a esos hombres y mujeres enfermos a los que él dedicó una atención preferente. Si queremos dar un rostro nuevo a nuestras parroquias, más evangélico y evangelizador, es necesario un esfuerzo decidido por hacerles a los enfermos un sitio más real y significativo en la vida de la comunidad parroquial.

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Líneas de acción pg. 112

• 1. Educar para la salud La sociedad actual, al mismo tiempo que exalta la salud física y psicológica, promueve un estilo de vida insano. La carencia de valores, el vaciamiento ético, el consumismo abusivo, la banalización del sexo, el vacío interior, las diversas patologías de la abundancia, el amplio abanico de drogas... impiden a no pocos vivir de manera sana. Por otra parte, los hombres y mujeres de hoy, en la mayoría de los casos, no están preparados para asumir la enfermedad, el dolor, la vejez y la muerte en su propia vida o en la de los suyos. En este contexto socio-cultural, la parroquia ha de asumir con más responsabilidad la tarea de educar para la salud. La catequesis de los niños, las actividades de tiempo libre, la educación cristiana de los jóvenes, la pastoral prematrimonial, las pequeñas comunidades, los catecumenados, la pastoral de la tercera edad, la celebración comunitaria, la escucha de la palabra de Dios, la predicación... han de hacer de la comunidad un lugar donde se aprenda a vivir de manera saludable. Promover una vida sana y hacerla cada vez más posible para todos es construir una comunidad que conduce hacia la salvación. No olvidemos que la familia cristiana, sobre todo si cuenta con el apoyo de la comunidad parroquial, puede ser lugar privilegiado para cultivar valores humanos y cristianos, educar para la salud y ayudar a las nuevas generaciones a crecer de manera sana.

• 2. Los sacramentos, fuente de salud pg. 113 La comunidad eclesial, “sacramento de salvación” que prolonga históricamente a Jesucristo, ofrece su gracia salvadora y sanante con una densidad específica en y a través de los gestos sacramentales. De ahí la necesidad de recuperar los sacramentos (especialmente, la eucaristía y la reconciliación) como encuentros de sanación con Jesucristo en medio de la comunidad cristiana. Es urgente renovar profundamente la celebración de los sacramentos de los enfermos desarrollando las posibilidades que ofrece el Nuevo Ritual.

⇒ el sacramento de la reconciliación con toda su fuerza salvífica y terapéutica,

⇒ la eucaristía celebrada por una comunidad cercana al enfermo, la comunión en forma de viático que se hace llegar hasta él y, sobre todo,

⇒ la unción, celebrada comunitariamente o con la mayor participación posible de la comunidad y en su momento oportuno,

son el ofrecimiento más expresivo y eficaz de la gracia de Cristo al enfermo para estímulo en su curación, para la vivencia cristiana del dolor o para la aceptación esperanzada de la muerte.

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• 3. Cercanía a los enfermos pg. 113 La parroquia no puede reducir la atención pastoral a los enfermos a la administración sacramental. Hay que impulsar un acercamiento efectivo a los enfermos, especialmente a los más solos y necesitados. Esto exige un esfuerzo permanente por conocer a los enfermos de la demarcación parroquial, no sólo a los practicantes, sino a todos los que sufren enfermedad o desvalimiento. Ningún enfermo ha de quedar olvidado. “Acercamiento evangélico” significa:

⇒ visitarlos con profundo respeto y en actitud amistosa, ⇒ acompañarlos en su enfermedad desde una postura de servicio

desinteresado y gratuito, ⇒ con gestos más que con palabras, ⇒ compartiendo sus sufrimientos y esperanzas, ⇒ apoyados en la oración y la fuerza del Espíritu.

En este acercamiento al enfermo no hemos de olvidar que, con frecuencia, es su misma familia la que más necesita del apoyo y la ayuda de la comunidad para vivir de manera humana y cristiana la enfermedad del ser querido. Acercarse a los enfermos creyentes significa también hacer llegar hasta ellos la vida de la comunidad: la palabra de Dios, la eucaristía, la educación en la fe, la información... El domingo es el día en el que la parroquia ha de hacer un esfuerzo especial para que los enfermos se sientan miembros vivos de la comunidad, llevándoles la comunión y escuchando con ellos el evangelio.

• 4. Presencia de los enfermos en la comunidad pg. 114 Las parroquias se han de preocupar de que los enfermos estén presentes, hagan oír su voz y puedan desarrollar su testimonio y compromiso evangelizador en el seno de la comunidad. Una comunidad cristiana no puede construirse ni evangelizar sin contar con los enfermos. Por eso, las parroquias han de reconocer, estimular y facilitar su participación activa en las celebraciones litúrgicas, en los grupos cristianos, equipos pastorales y otras actividades. La presencia y el testimonio de creyentes que viven su enfermedad, minusvalía o discapacidad con espíritu cristiano es siempre interpeladora y difunde salud evangélica en la comunidad parroquial. Por otra parte, gestos sencillos como la eliminación de barreras arquitectónicas, el transporte de enfermos y minusválidos a la eucaristía dominical, la

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celebración comunitaria de la unción, la presencia viva de los enfermos en la liturgia, la preparación cuidada delaJornada Mundial y/o la Pascua del Enfermo con su participación, dan un rostro nuevo, más evangélico y evangelizador, a la comunidad parroquial.

• 5. Los equipos de pastoral de la salud pg. 115 Es necesario, urgente e imprescindible la constitución de equipos de pastoral de la salud en las parroquias, no para desresponsabilizar al resto de los cristianos, sino precisamente para sensibilizar sobre su responsabilidad a toda la comunidad parroquial, y para servir de cauce principal a su acción pastoral en el campo de la salud y de la enfermedad. Por ello, el equipo de pastoral de la salud no actúa a título particular, sino en nombre de toda la comunidad parroquial. Su objetivo no es estimular la caridad individual de los cristianos hacia los enfermos, sino promover el servicio sanador como un hecho comunitario, es decir, como un compromiso real y efectivo de toda la parroquia. Su presencia activa en el consejo de pastoral parroquial y su actividad en el interior de la parroquia están orientadas a ayudar a toda la comunidad a vivir responsablemente el mandato sanador de Jesús y el servicio a los enfermos. Entre sus principales tareas queremos recordar las siguientes:

§ sensibilizar y mentalizar a toda la parroquia manteniendo para ello la debida relación con los colaboradores de la pastoral catequética y litúrgica;

§ promover cauces para que la parroquia conozca a sus enfermos, se acerque a ellos y los acompañe en su enfermedad;

§ asegurar y desarrollar la participación activa de los enfermos en la vida de la comunidad;

§ distribuirles la comunión los domingos; § ayudar a la parroquia a celebrar el Día del Enfermo; § coordinar las diversas actividades y la colaboración de todos los agentes

de pastoral de la salud; § promover entre ellos la formación permanente que les ayude a descubrir

mejor su vocación, a madurar en la fe, a conocer el mundo de los enfermos y a desempeñar de manera adecuada su servicio sanador;

§ asegurar la relación de la parroquia con los centros hospitalarios y diferentes residencias para una mejor atención a los enfermos.

Desde una perspectiva evangelizadora, nos parece además importante que estos equipos parroquiales de pastoral de la salud den hoy pasos concretos en una

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línea de presencia profética en medio de la sociedad, y asuman tareas tales como:

⇒ promover el conocimiento de los grandes problemas de la sanidad y despertar la responsabilidad de los cristianos;

⇒ trabajar por la humanización de la asistencia a los enfermos y defender sus derechos;

⇒ promover la salud y mejora de las condiciones de vida en la zona. Para todo esto, se hace cada vez más necesaria la incorporación o colaboración de los profesionales sanitarios cristianos en el trabajo parroquial y la buena relación entre las parroquias y los profesionales sanitarios de los centros de salud de la zona. Se sugiere ir desarrollando la figura del “agente cristiano de salud”.

• 6. Parroquias rurales pg. 116 Dadas sus características particulares, las delegaciones diocesanas han de prestar una atención especial a la pastoral de la salud en las zonas rurales. Sin necesidad de esquemas urbanos de funcionamiento, también estas parroquias pueden cuidar la solidaridad y el servicio a los enfermos enriqueciendo su contenido evangélico. Por otra parte, es precisamente en el mundo rural, a veces tan desasistido, donde la parroquia está llamada a colaborar en la mejora de las condiciones de vida y en la educación sanitaria. Al mismo tiempo, la parroquia es la comunidad que puede ayudar a vivir con sentido cristiano la salud, la enfermedad o la muerte en el contexto rural. Todo ello será posible si estas parroquias reciben el apoyo necesario de la diócesis y del propio arciprestazgo para contar con colaboradores adecuados. Queremos, por otra parte, alabar y apoyar la presencia de comunidades religiosas en el mundo rural, pues puede significar en esas zonas el impulso de una verdadera evangelización sanadora. 2.3. Hacia una presencia evangelizadora más eficaz en el mundo de la

asistencia sanitaria pg. 117 La sociedad actual tiene organizada su asistencia al enfermo para combatir la enfermedad o, al menos, para aliviar sus consecuencias dolorosas. La Iglesia no puede quedar al margen de todo ese mundo en el que hombres y mujeres viven experiencias tan decisivas como la enfermedad, la curación, el dolor o la muerte. Al contrario, es ahí donde ha de hacer presente, de manera particular, la fuerza humanizadora y salvadora de Jesucristo.

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Objetivos pg. 118 • 1. Una presencia de carácter evangelizador La presencia eclesial en los centros hospitalarios se ha reducido, a veces, a una atención religiosa a los enfermos, centrada sobre todo en la asistencia sacramental a los más graves y cercanos a la muerte, y llevada a cabo casi exclusivamente por los capellanes. Se trata ahora de ensanchar y profundizar esa presencia impulsando una acción netamente evangelizadora. Esto significa introducir el servicio sanador del evangelio en todos los ámbitos del mundo sanitario promoviendo, sobre todo, tres nuevas acciones de carácter evangelizador: una atención más integral a las diversas necesidades del enfermo (no sólo religiosas); una colaboración eficaz en la humanización progresiva de la asistencia sanitaria; una atención pastoral más cuidada a los profesionales sanitarios creyentes. Se trata, en definitiva, de implantar una Iglesia misionera en el mundo sanitario y no sólo en los centros hospitalarios, sino también en los de atención primaria (centros de salud, consultorios, ambulatorios).

• 2. Nueva organización pastoral pg. 119 Esta presencia evangelizadora exige pasar de un trabajo pastoral protagonizado casi exclusivamente por los capellanes, a una pastoral de la salud que nazca de la responsabilidad de la comunidad cristiana presente en el centro. Esto pide una actitud nueva en los capellanes y en las religiosas que trabajan en el mundo sanitario, y un compromiso más efectivo de los profesionales cristianos (médicos, enfermeras, personal sanitario). Pero exige, además, una nueva organización pastoral donde se vaya definiendo mejor el trabajo y la identidad pastoral del capellán, donde se vayan superando los individualismos a partir de un trabajo de equipo más coordinado y donde se programe con más rigor y contenido evangelizador la labor pastoral. Junto a esta organización del servicio de asistencia religiosa en los centros hospitalarios, es necesario promover en los centros de atención primaria una organización pastoral adecuada, basada en la estrecha colaboración de los profesionales sanitarios cristianos de los centros y las parroquias del entorno. Líneas de acción pg. 119

• 1. El equipo pastoral. Una de las primeras tareas ha de ser constituir en todos los centros, especialmente en los grandes, un equipo pastoral en el que, bajo la dirección de un responsable, puedan colaborar, además de los capellanes, religiosos/as, profesionales sanitarios, enfermos, voluntarios, familiares.

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La formación de este equipo exige un cambio de mentalidad y una conversión pastoral. El capellán ha de entender su presencia en el centro hospitalario no como la del administrador de sacramentos que atiende individualmente a los enfermos, sino como el enviado a presidir allí una iglesia misionera animando al equipo pastoral, coordinando las diferentes acciones y siendo siempre vínculo de comunión eclesial. Los religiosos/as han de entender su servicio a los enfermos como una tarea desde la que construyen comunidad cristiana, colaborando con otros creyentes desde su propia consagración y carisma. Los profesionales sanitarios han de encontrar en esta colaboración pastoral impulsada por el equipo un cauce concreto para actuar en su propia tarea secular, como miembros vivos de la Iglesia. Para impulsar y desarrollar su acción evangelizadora, este equipo cuenta hoy con un instrumento básico: el documento de la Comisión Episcopal de Pastoral, “La asistencia religiosa en el hospital. Orientaciones pastorales”.

• 2. Un programa evangelizador pg. 120 Difícilmente se llevará a cabo una acción evangelizadora eficaz si el equipo pastoral se deja llevar por la improvisación, la dispersión de actividades o la buena voluntad. Por ello, una de las primeras tareas del equipo ha de ser elaborar un programa pastoral bien definido. Esto comporta: analizar la situación del centro detectando los problemas y necesidades desde una sensibilidad evangelizadora; determinar las prioridades pastorales para responder a esa situación desde un servicio evangélico sanador; formular con realismo los objetivos concretos, alcanzables y evaluables; elaborar un plan de acción lo más preciso posible y evaluarlo cada año. La falta de tradición pastoral organizada en los centros hospitalarios puede hacer dificil y lento todo este proceso, pero es el medio más eficaz para implantar una comunidad evangelizadora en el mundo sanitario.

• 3. El servicio integral al enfermo pg. 121 El enfermo ha de ser siempre el centro privilegiado de la atención, el cuidado y la preocupación pastoral. De ahí la importancia de la visita y el acercamiento amistoso. Esta presencia junto al enfermo ha de inspirarse en la misma actitud de Jesús y estar motivada por el amor cristiano y el servicio total y gratuito al enfermo, según sus diversas necesidades y demandas. No hay recetas. Es su misma situación la que ha de sugerir qué puede ser para él "Buena Noticia" de Jesucristo. Se trata de ofrecerle lo que, tal vez, no recibe de la asistencia médica y, sin embargo, necesita para vivir con sentido las diferentes fases de la enfermedad, para luchar dignamente por su salud o para acercarse a la muerte con esperanza.

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Dentro de este servicio integral al enfermo, la celebración de los sacramentos ocupa un lugar privilegiado. Las circunstancias a veces poco favorables del hospital nos han de urgir a cuidar aún más su celebración, discerniendo pastoralmente las motivaciones, buscando el momento oportuno, suscitando la participación activa del enfermo, desplegando la riqueza expresiva de cada sacramento, fomentando en lo posible la celebración comunitaria y, sobre todo, ]a cercanía de aquellos creyentes, familiares, profesionales o voluntarios, que están también junto a él "sacramentalizando" con su servicio y trabajo la presencia de Cristo sanador y salvador. Desde esta perspectiva, la atención pastoral a los moribundos ha de ser una actividad prioritaria para ayudarles a curar las heridas del pasado, encontrar sentido a sus padecimientos, reconciliarse consigo mismos, con los demás y con Dios, despedirse con paz y dignidad, y acercarse a la muerte con esperanza cristiana. Creemos, por ello, necesario urgir la presencia y colaboración en los servicios de cuidados paliativos.

• 4. La atención al personal sanitario pg. 122 La atención al personal sanitario ha de ocupar un lugar importante en la acción pastoral en el centro. Esta atención, a veces muy descuidada, es de importancia suma para ayudarles a descubrir mejor el sentido de su trabajo y el contenido cristiano de su servicio sanador; para apoyar sus esfuerzos por humanizar más la asistencia al enfermo; para compartir con ellos las graves cuestiones que se plantean en el ejercicio de su profesión; para promover su colaboración en el asesoramiento ético y en la asistencia religiosa a ]os enfermos. La atención al personal sanitario es más eficaz cuando, además del contacto personal, se logran establecer cauces de encuentro donde poder reflexionar juntos, orar, celebrar la fe, fortalecer el sentido eclesial y enriquecer la propia vocación cristiana.

• 5. La colaboración en la humanización de la asistencia pg. 122 Una de las tareas básicas de la evangelización en el centro hospitalario ha de ser colaborar en la humanización progresiva de la asistencia al enfermo. Esto lleva consigo: que se reconozca la dignidad de la persona enferma con sus derechos y sus necesidades; que la técnica sanitaria, la estructura hospitalaria y la actuación del personal estén al servicio del enfermo y no de intereses económicos, profesionales, políticos o sindicales. La colaboración de los agentes de pastoral ha de estar orientada a promover y apoyar cuanto mejore la asistencia integral al enfermo, respetando y defendiendo sus derechos, trabajando por superar todo lo que sea olvido, cosificación o instrumentalización del enfermo, estando junto a los más

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necesitados y desasistidos del hospital, participando y apoyando las acciones de las comisiones de humanización para sensibilizar y lograr un trato más humano al enfermo, familiares y personal sanitario, recordando las exigencias concretas de la ética en el tratamiento médico.

• 6. La relación con las parroquias pg. 123 La comunidad evangelizadora del centro hospitalario, que acoge a los enfermos durante su permanencia allí, lo hace como prolongación de la comunidad parroquial de donde provienen esos enfermos y a la que retornan. De ahí la necesidad de promover una relación y colaboración cada vez más estrecha entre ambas. Desde el centro sanitario, los agentes de pastoral pueden ofrecer a las parroquias información sobre sus enfermos (respetando siempre el derecho a la intimidad de todo paciente), acceso al centro para visitarlos, colaboración en la promoción de la pastoral de la salud y en la formación de agentes de pastoral. A su vez, desde la parroquia pueden ofrecer información sobre sus enfermos y colaboración del voluntariado parroquial para apoyar la acción pastoral en el centro (celebraciones litúrgicas, Día del Enfermo, etc.).

• 7. El hospital católico pg. 124 El derecho de erigir hospitales católicos se basa en el derecho a la libertad de conciencia y el derecho de asociación. En una sociedad democrática y pluralista, la Iglesia, como cualquier otro grupo social, tiene derecho a ofrecer a la sociedad unos servicios sanitarios desde su peculiar comprensión de la vida, la enfermedad y la muerte. Y los ciudadanos, por su parte, tienen derecho a acudir a esos servicios donde saben que serán respetados y cuidados los aspectos éticos y espirituales implicados en la asistencia sanitaria. Cuando el hospital católico actúa desde un verdadero espíritu evangélico y evangelizador, no sólo tiene una razón de ser dentro del servicio de la Iglesia a los enfermos, sino que se convierte en punto de referencia de una asistencia sanitaria inspirada por la fe católica. Señalamos algunos rasgos que han de caracterizar hoy al hospital católico: servicio a la vida desde su concepción hasta su término natural; atención preferente a las clases menos favorecidas excluyendo intereses puramente lucrativos; asistencia integral a la persona del enfermo en todas sus necesidades, sin discriminaciones de ninguna clase; profesionalidad ejemplar; humanización de las condiciones de trabajo y promoción de una verdadera cooperación entre los profesionales; formación ética del personal; actuación eficaz de un comité de ética que se preocupe de salvaguardar la identidad católica del hospital y de estudiar los problemas éticos.

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2.4. Hacia un laicado más comprometido en la evangelización del mundo de la salud y la enfermedad pg. 128

Difícilmente dará la Iglesia de hoy pasos firmes hacia una nueva evangelización si no acierta a promover la vocación y el compromiso de los seglares. Su presencia y participación en la acción evangelizadora son absolutamente necesarias: Objetivos pg. 129 • 1. El seglar en la pastoral de la salud Descubrir su vocación y desarrollar los posibles compromisos.

• 2. El compromiso del profesional sanitario cristiano pg. 129 Profundizando y desarrollando su identidad de seglar y el cumplimiento responsable de su profesión: servicio a la vida y a la salud integral, llamado a colaborar, en la humanización de la asistencia y en la iluminación ética. Líneas de acción pg. 130

• 1. La corresponsabilidad de los seglares. Cuidando su formación para la evangelizadora: educación básica de la fe cristiana, maduración de la personalidad cristiana laical y una capacitación específica para el mundo de la salud y de los enfermos. Todo ello en el horizonte de una cultura de la salud inspirada en los valores evangélicos. Mayor responsabilización en las diversas actividades y servicios, y también en los equipos y organismos pastorales.

• 2. Movimientos asociaciones pg. 130 Es importante fomentar el asociacionismo de los laicos:

⇒ en asociaciones como PROSAC (Profesionales Sanitarios Cristianos), ⇒ en movimientos apostólicos como FRATER (Fraternidad Cristiana de

Enfermos y Minusválidos), ⇒ en diferentes formas de voluntariado.

Esto permite una presencia eclesial mejor organizada y una colaboración más eficaz con otras instituciones y organismos. Siempre al servicio de la vida, difundiendo criterios éticos que protejan la dignidad del ser humano, defendiendo los derechos de los enfermos, denunciando hechos y actuaciones injustas, promoviendo la solidaridad con los más débiles y el desarrollo de la asistencia sanitaria a los sectores más necesitados.

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• 3. Los profesionales sanitarios pg. 131 Los fines propuestos por PROSAC recogen bien las principales tareas a impulsar en los próximos años en el campo de los profesionales cristianos:

1) Promover un laicado comprometido con el mundo de la salud que dé testimonio evangélico en su quehacer profesional;

2) Crear cauces y ámbitos de encuentro, reflexión y compromiso entre los profesionales sanitarios cristianos;

3) Ayudar a los agentes sanitarios en su desarrollo humano, espiritual y religioso, y en su formación en bioética;

4) Colaborar en la promoción de la salud, la atención integral al enfermo y en la humanización de la asistencia sanitaria a todos los niveles;

5) Contribuir a la defensa de los derechos de las personas, en la salud o en la enfermedad, sin discriminación alguna por cualquier circunstancia.

Concretando más el compromiso de los profesionales sanitarios cristianos, tanto en su actuación intraeclesial como en el mundo de la salud, queremos subrayar:

⇒ En su actuación intraeclesial: § su asesoramiento indispensable a la jerarquía en orden a la elaboración

de documentos o pronunciamientos sobre cuestiones de bioética o problemas relacionados con el mundo sanitario;

§ su aportación a la formación de los agentes de pastoral de la salud; § su participación en el servicio de asistencia religiosa de los centros

hospitalarios; su colaboración con las parroquias desde los centros de asistencia primaria.

⇒ En su actuación en el mundo de la salud destacamos:

§ su participación en la creación o funcionamiento de comisiones de humanización, comités de ética o de atención al usuario;

§ su implicación en estructuras políticosociales que permiten trabajar en la promoción de la salud y la humanización de la asistencia (juntas técnico-asistenciales; comités hospitalarios y de centros de atención primaria; estructuras administrativas...);

§ su colaboración en el desarrollo del diálogo fe-ciencia en el campo de la biología y las ciencias médicas;

§ difusión de una cultura de la salud inspirada por los valores evangélicos (presencia en los medios de comunicación social; intervenciones públicas; escritos; tomas de posición...).

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2.5. Hacia un desarrollo más efectivo de la iluminación evangélica y de la aportación ética de la Iglesia en la cultura de la salud y en la asistencia sanitaria pg. 133

La Iglesia ha de sentirse hoy llamada a colaborar, desde una inspiración evangélica, en la promoción de una cultura de la salud más humana y de una asistencia sanitaria que respete y defienda la dignidad y los derechos de todo ser humano. Objetivos pg. 133

• 1. Evangelizar la cultura de la salud Ante las graves contradicciones y ambigüedades que encierra la cultura actual de la salud, la Iglesia ha de saber interpelar a la sociedad sobre el ideal del hombre que se encierra tras ese modelo de salud tan tecnificada, medicalizada y burocratizada. Por otra parte, no cumpliría con fidelidad su misión evangelizadora si no se preocupara de ayudar al hombre de hoy a vivir su existencia de manera más humana, cultivando una salud más atenta a todas las dimensiones del ser humano y más abierta a su salvación definitiva.

• 2. Iluminación ética pg. 133 El progreso tecnológico en los diversos campos de la intervención médica está exigiendo más que nunca una orientación ética que permita utilizar de manera humana ese poder creciente de la ciencia. Sin embargo, la sociedad moderna está atravesando hoy una crisis ética cuyos signos más graves son la pérdida de conciencia moral, la falta de criterios sólidos, el carácter absoluto del principio de eficacia, la reducción de la moral al ámbito de lo privado. En este contexto la Iglesia está llamada a difundir una bioética cristiana que defienda al ser humano frente a toda agresión, utilización o manipulación, especialmente cuando éste es más débil: al comienzo de la vida, en la enfermedad o el deterioro físico y mental, o en la proximidad de la muerte. Por otra parte, la asistencia sanitaria se deshumaniza en la medida en que olvida que el bien de la persona enferma ha de ser siempre el objetivo y criterio último de la estructura sanitaria y la actuación de los profesionales. La evangelización exige hoy a la Iglesia denunciar todo cuanto sea olvido, marginación, abuso o manipulación del enfermo, promoviendo positivamente cuanto sea atención responsable y asistencia eficaz a la salud integral de la persona.

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Líneas de acción pg. 134

• 1. Reflexión teológico-pastoral Es necesario impulsar y desarrollar más la reflexión teológico-pastoral sobre la salud, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte implicando en la misma a teólogos, catequistas, enfermos y profesionales cristianos. Es imprescindible en esta reflexión la participación de los profesionales sanitarios cristianos que pueden aportar no sólo su ciencia, sino también su experiencia profesional. Esta reflexión ha de llegar hasta todo el pueblo cristiano. Por ello, nos parece necesario revisar y enriquecer el tratamiento que se da a toda esta temática en la predicación, en los textos catequéticos y en los diferentes procesos de educación de la fe. Consideramos especialmente urgente corregir una falsa imagen de Dios en relación con la enfermedad o la desgracia y ofrecer una presentación más evangélica de la actitud cristiana ante el sufrimiento.

• 2. Hacia una cultura de la salud más digna del hombre pg. 135 La Iglesia ha de colaborar, junto a otras instancias y desde su propia identidad, al desarrollo de una cultura de la salud más humana, no sólo mediante la voz de sus pastores sino también a través de la intervención de los profesionales cristianos (medios de comunicación social, mesas redondas, formación popular, campañas preventivas, etc.). Esta intervención no ha de quedar sólo en la crítica a una salud idolatrada (culto obsesivo del cuerpo), o descuidada (estilo de vida irresponsable), o excesivamente medicalizada (abuso de medicamentos y de servicios sanitarios). La Iglesia debe iluminar positivamente desde la fe temas tan importantes como:

Ø la defensa y el cuidado de la vida; Ø el contenido humano de una verdadera calidad de vida; Ø la salud como tarea responsable orientada al crecimiento integral de la

persona; Ø el sentido ecológico de la salud entendida como armonía con el medio

ambiente en el que se desarrolla la vida; Ø el consumo racional de servicios sanitarios; Ø la visión cristiana de la corporeidad y el señorío sobre el cuerpo; Ø las posibilidades humanas y cristianas de la enfermedad; Ø el valor humano y cristiano de la donación de sangre y de órganos; Ø la experiencia humana y cristiana de la vejez; el contenido humano y

cristiano del morir.

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• 3. Iluminación ética pg. 136 La Iglesia ha de seguir de cerca los problemas éticos que se plantean en el mundo sanitario: origen de la vida (manipulación genética, fecundación in vitro...); atención al terminal (eliminación del dolor; encarnizamiento terapéutico, eutanasia...); transplantes; problemas éticos relacionados con las enfermedades mentales, etc. Esto requiere, tal vez, la constitución de una comisión de carácter permanente, compuesta por teólogos, moralistas y profesionales sanitarios que, bajo la dirección del Secretariado Nacional de Pastoral de la Salud, estudie los problemas, trate de fijar con más precisión la posición cristiana y asesore a la jerarquía en sus posibles pronunciamientos. En los centros sanitarios se ha de cuidar más el asesoramiento ético a los enfermos y familiares, respetando siempre sus convicciones espirituales y morales. Son, sobre todo, los capellanes y profesionales cristianos quienes se han de sentir responsables de esta tarea orientadora adquiriendo para ello la formación ética adecuada.

• 4. Hacia una asistencia más humana pg. 137 La problemática de la asistencia sanitaria es compleja y requiere un estudio atento (prestaciones insuficientes; distribución poco justa de unos recursos escasos; falta de eficiencia y controles de calidad; falta de desarrollo de planes de salud; primacía de criterios economicistas; ordenamiento legal insuficiente; desmotivación de los profesionales sanitarios...). La Iglesia ha de afirmar vigorosamente el bien de la persona enferma como objetivo y criterio último de la estructura sanitaria y de la actuación de los profesionales teniendo en cuenta estos principios concretos:

1. El objetivo de la asistencia sanitaria es promocionar, mantener y restablecer la salud del enfermo, aliviar su sufrimiento y preparar para una muerte serena cuando la vida no pueda ser mantenida con dignidad (principio de beneficencia);

2. La asistencia ha de respetar la autonomía del enfermo (creencias, valores, ideologías, actitudes ante la vida...), sin manipular su conciencia ni coaccionar física o psíquicamente su actuación (principio de autonomía);

3. La asistencia ha de buscar la justa distribución y prestación de los servicios sanitarios escasos (principio de justicia).

Esta colaboración en la humanización de la asistencia sanitaria ha de ser promovida a todos los niveles: magisterio episcopal, predicación, posicionamiento de la pastoral de la salud, actuación de los profesionales sanitarios, intervención en los comités de ética y comisiones de humanización,

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actitud de los agentes de pastoral. Señalamos algunas pistas concretas para esta actuación eclesial:

Ø No a la eliminación o manipulación de la vida. Sí a la ciencia y al progreso técnico para mejorarla y darle mejor calidad.

Ø No a la discriminación o marginación de enfermos. Sí a la defensa de los más débiles, desasistidos o marginados.

Ø No a la incuria, el abuso o las injusticias en el trato al paciente. Sí a la defensa de los derechos del enfermo.

Ø No a una medicina sólo al alcance de algunos. Sí a la distribución justa de los recursos sanitarios y la atención a las necesidades básicas.

Ø No al aborto. Sí al diagnóstico prenatal, al cuidado del feto y de la madre, y a la solidaridad con madres o familias necesitadas de ayuda.

Ø No a la eutanasia ni al encarnizamiento terapéutico. Sí a la eliminación del dolor y a la medicina paliativa.

A modo de conclusión o reflexión final

La pastoral de la salud abarca un campo de acción, cuantitativa y cualitativamente muy amplio y complejo. Comprende lo que San Juan Pablo II llamaba “acontecimientos fundamentales de la existencia” (Dol Hom 2), es decir nacimiento, salud, enfermedad, sufrimiento, deterioro y muerte, los ámbitos (institucionales o no) donde se dan, y las personas que los viven (o padecen). Todo ello constituye un “mundo”, el así llamado mundo de la salud y de la enfermedad, en el que todos somos y estamos, y en el que tantos esfuerzos humanos y materiales se invierten. Desde la sociología y, sobre todo, desde el Evangelio, es éste un campo propicio y, a la vez, muy necesitado de evangelización, especialmente de la “nueva evangelización”. Y aquí aparece espontáneamente el primer claro-oscuro: La luz de una presencia eclesial al mismo tiempo fuerte y débil: ⇒ fuerte en cuanto a la dimensión asistencial,

Ø débil en cuanto a su capacidad evangelizadora; ⇒ fuerte en cuanto a la masiva presencia de cristianos,

Ø débil en cuanto a su conciencia explícita de serlo también profesionalmente;

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⇒ fuerte en el diseño de sus estructuras organizativas (departamento, comisiones, asociaciones, capellanías, equipos etc.), y tal vez

Ø débil o poco eficaz en transmitir armónicamente el mensaje de la salvación, en iluminar interrogantes y comportamientos y en transformar la cultura.

Por ello y teniendo siempre como horizonte la nueva evangelización, quisiera señalar algunos retos, hoy compartidos por muchos como:

Ø potenciar los organismos existentes para animar, promover y coordinar, Ø revitalizar las Delegaciones diocesanas, Ø facilitar el trabajo a los seglares, Ø promover la Asociación PROSAC, una realidad francamente

prometedora, que tiene a su frente a personas de una gran valía, y, al mismo tiempo,

Ø crear los equipos de pastoral de la salud en las parroquias. El envejecimiento progresivo de los capellanes y la dificultad de incorporar a las capellanías sacerdotes vocacionados, capaces y, posiblemente jóvenes, y/o “Personas Idóneas” (Religiosos/as y Seglares) está deteniendo el ritmo de renovación de otros tiempos. Es preciso suscitar vocaciones para la pastoral de la salud y formar a los vocacionados, apoyando la labor formativa que desde el Departamento, desde las Escuelas de Pastoral de la Salud, desde bastantes delegaciones, desde los Religiosos/as se está desarrollando en favor de seminaristas, seglares y los mismos religiosos/as. Finalmente, con la mayor modestia posible y sin pretensiones desmedidas, es preciso, necesario y urgente que la Iglesia y, en consecuencia, las comunidades cristianas, asuman que la Pastoral de la Salud no implica sólo a sus agentes. Aquellos “acontecimientos” afectan a todos; el mandato de atender/curar ha sido encomendado a toda la Iglesia; los problemas humanos, éticos y pastorales que plantean implican habitualmente a cualquier pastor; y, por fin, toda comunidad cristiana ha de ser sujeto y destinataria de una evangelización que anuncie eficazmente la salvación y, al mismo tiempo, que cure o sane en profundidad las no pocas patologías de la sociedad y responda al deseo de vivir en plenitud. La Pastoral de la Salud ha de formar parte de la Pastoral de Conjunto de la Diócesis, y no de un conjunto de pastorales. La Pastoral de la Salud es una realidad viva y una realidad de la vida. Creo que ha de colocarse en el camino de Jerusalén a Jericó. Añado unos párrafos

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entresacados del libro de Luciano Sandrin “Teología Pastoral”19, pues me ha resultado interesante la idea de “teodicea pastoral”. La compasión expresa el particular amor que Dios nos tiene. «Hacerse próximo» al hombre por parte de Dios se describe constantemente como «compasión», «dejarse conmover» por el otro y participar a fondo en su experiencia. El hombre, en su condición de fragilidad, debilidad y vulnerabilidad constituye el lugar por excelencia de la compasión de Dios, provoca su intervención. La compasión del samaritano ¿Y quién es mi prójimo? Ante la pregunta Jesús cuenta la parábola del Buen Samaritano, haciendo comprender que el problema no es definir quién es el prójimo, sino cómo hacernos prójimo del necesitado que no te esperas, dejándonos conmover y detener por su dolor. El prójimo es cualquier hombre. La parábola es una invitación a hacer, hacer lo que ha hecho este samaritano. La compasión no es un simple tener piedad del otro, sino que se hace proximidad, acción, relación, cuidado, y en este hacer expresa su plena verdad. En la relación terapéutica, como también en la pastoral, la compasión puede ser dura, plantear límites, ser honesta y no estar dispuesta a dar a los otros lo que quieren, sino más bien lo que verdaderamente necesitan. En la parábola, se traslada el foco de atención desde la persona ayudada a la persona del que ayuda, del amar al otro a la persona que lo hace, del prójimo que es el otro a cómo puedo convertirme en prójimo. Para saber quién es mi prójimo debo hacerme prójimo: el conocimiento nace de la experiencia, la teoría de la práctica y de las preguntas que esta plantea. El samaritano es alguien que se hizo misericordia para el otro y, por consiguiente, puede representar plenamente al Dios que, en Jesús, se ha hecho misericordia y compasión para nosotros: se ha dejado tocar en el corazón y ha compartido nuestro sufrimiento. Jesús ha salvado nuestras relaciones de amor y las ha hecho capaces de expresar el amor divino: en ellas se hace próximo Jesús y encuentra a diario al prójimo que es el mismo Jesús en la necesidad. Al leer la parábola del samaritano nos detenemos por lo general, y con toda justicia, � en el protagonista de la ayuda, prestamos �un poco menos de atención a los que siguen su camino cogidos por sus compromisos, �y reflexionamos todavía menos en los bandidos que hicieron violencia al pobre desventurado. Una verdadera «caridad samaritana», una auténtica diaconía eclesial, no se contenta con curar las heridas y ocuparse del que sufre, sino que se compromete a impedir a los bandidos viejos y nuevos continuar haciendo lo 19 SANDRIN, L.; Teología Pastoral. Lo vio y no pasó de largo; CHS-SalTerrae, Santander 2015; pgs. 203-220.

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que hacen impunemente. Pero también debe llamar la atención de �las excesivas «personas distraídas» sobre el dolor que se cruza a diario en su camino. La demanda del que sufre El dolor acompaña nuestra vida. Nos quita la palabra. Es la persona, en su totalidad, la que sufre. «Yo también he tenido amigos que me hundían en el miedo en vez de sostenerme». Elaboramos discursos poco respetuosos con la experiencia del que lo vive. A menudo nos preguntamos ¿por qué?, ¿por qué precisamente a mí? Le buscamos una causa, una atribución, una culpa: Dios, los otros, nosotros mismos o un pecado que nos acompaña desde el origen y encuentra materializaciones siempre nuevas en nuestras culpas. Respecto al sufrimiento, debemos mantener fija nuestra mirada en el comportamiento del Señor Jesús y volver a partir continuamente de él. La respuesta al por qué del sufrimiento humano y al grito del que sufre no puede ser más que él mismo, Palabra definitiva y acreditada del Padre. El sentido último del dolor, para un cristiano, no puede ser plenamente explicado, sino vivido en el interior de una experiencia de fe. La misión más importante para la comunidad cristiana es la de presentar al que sufre, es narrar «con palabras y obras» la ternura de un Dios compasivo que, en Jesús, ha hecho del sufrimiento (tentación de alejarse de Dios) un sendero trabajoso, pero transitable, para abandonarse confiadamente al Padre y salvar en el Amor a toda la humanidad. Deberíamos estar menos preocupados, junto al que sufre, por hacer «discursos» sobre Dios, y preocuparnos más bien por ser signos eficaces (sacramentos) de su amor. El amor al otro que vivimos en la Eucaristía (la estola) toma cuerpo en lavar sus pies y en hacernos cargo de su cansancio (el delantal). Es el mensaje que nos dejó Jesús y que, de un modo absolutamente particular, ha convertido el obispo Tonino Bello en su rasgo «distintivo pastoral». Nuestro ocuparnos del otro es anuncio del amor de Dios y constituye una modalidad significativa de teodicea. La teodicea pastoral ¿Por qué permite Dios el mal y el sufrimiento? Es una pregunta que toca al cristiano en el centro de su fe en el Dios amoroso. Cómo se puede afirmar al mismo tiempo sin caer en contradicción, junto a quien sufre, las tres proposiciones de la teodicea que Paul Ricoeur sintetiza así:

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«Dios es bueno, Dios es omnipotente y existe el mal» Frente a esta pregunta, la teodicea pastoral no busca, explicar el mal y el sufrimiento, resolver la cuestión del porqué (teodicea intelectual), sino que presenta vías a través de las cuales pueda resistir la comunidad cristiana frente al mal y al sufrimiento, transformando estas realidades, para continuar viviendo sin dejar de seguir siendo fieles a Dios, fiándose de su amor y de su redención. El foco de atención de la teodicea pastoral se sitúa en el cómo es posible construir comunidades que se ocupen de la cura del que sufre. El sufrimiento pide más experiencias de presencia «confortante» que argumentos lógicos. La teodicea de Israel es profundamente práctica: es intensamente interpersonal, interactiva. Es una teodicea de alianza. No es un enigma para resolver, sino una relación de amor para reemprender y para restablecer. «Israel no está preocupado por cuestiones filosóficas, sino por la realidad de la vida y de la comunión con Yahvé». El dolor y el sufrimiento no se explican. Israel y Yahvé buscan, más bien, una relación más profunda en la que todavía sea posible una alianza de amor y una comunión plena-de-esperanza frente al dolor. Para los primeros cristianos, el sufrimiento no era un problema metafísico para resolver, sino un desafío práctico al que hacer frente y para ello construían comunidades que fueran ellas mismas una teodicea (una respuesta práctica), que no se preocupaban de defender a Dios, sino de encarnar el amor. El Dios de amor no suprime el sufrimiento, sino que lo transforma. El mejor modo de resistir al sufrimiento es, por consiguiente, la capacidad de seguir amando a Dios incluso en medio del dolor, a saber: no permitir que el sufrimiento se transforme en «mal» que aísla y aleja de Dios y nos deja más solos. La teodicea pastoral se transforma en atención preventiva e intenta ofrecer respuestas de compasión y de cura a los que están heridos y destrozados por el encuentro con el sufrimiento. Estas respuestas están interesadas sobre todo por restaurar la justa relación con Dios, con nosotros mismos y con los otros: esa profunda curación que no puede llegar sin la ayuda imprescindible de la gracia. Los instrumentos de la teodicea pastoral son las diferentes modalidades de la acción eclesial que median en las acciones redentoras de Dios en el mundo. Estas prácticas existen para llevar la curación, el consuelo y mantener viva la esperanza. Al hacer esto apuntan hacia la esperanza escatológica, hacia el futuro todavía no plenamente realizado, buscando sus signos y nuevas encamaciones ya en el presente. Dios ha redimido el sufrimiento, no lo ha explicado ni ha resuelto el problema que plantea. Este sigue siendo un misterio para una fe que busca comprender, pero sobre todo un lugar para dar razón de la esperanza a través del testimonio del amor. Con todo, la Iglesia no es simplemente la comunidad en la que

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expresar las formas prácticas de la teodicea, sino que es encarnación y lenguaje de esta teodicea, lugar en el que el amor de Dios se hace inmediatamente «accesible». La teodicea, como intento de resolver las «di-sonancias» y encontrar nuevas «con-sonancias» entre el dolor que vivimos y nuestra fe en Dios (y poder seguir amándole), puede encontrar en las diferentes formas pastorales (el anuncio de la Palabra, las celebraciones, el ocuparse y las diferentes formas expresivas de la comunión) una expresión acreditada. El papel del sacerdote no consiste solo en realizar estas acciones, en la medida en que le compete y le es posible, sino sobre todo en guiar a la comunidad para que sea su protagonista atenta y creativa.