La poética realista de Max Aub

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  • 7/31/2019 La potica realista de Max Aub

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    La potica realista de Max Aub en el contexto de la Modernidad literaria

    Xelo Candel Vila

    Saint Louis University

    Madrid Campus

    Congreso Internacional del Centenario

    Max Aub, testigo del siglo XX

    Valencia, Abril de 2003

    Hasta la publicacin en el ao 2001 del primer volumen de las Obras Completas

    de Max Aub, dedicado exclusivamente a su creacin potica, pareca ser algo recurrenteen los trabajos de recepcin crtica sobre este autor hacer referencia a la poca atencinprestada a su corpus lrico. Esto era debido, por una parte, a la comn marginacinsufrida por los escritores del exilio espaol y, por otra, a que la recuperacin de MaxAub tras su regreso a Espaa en el ao 1969, con el fin de buscar datos para su librosobre Buuel, supuso el reconocimiento como novelista y ensayista pero su produccinpotica continu siendo relegada al olvido por escasa o quizs por discontinua. Y ello apesar de que las ediciones de sus libros de poesa -Los poemas cotidianos (1925), A(1933),Diario de Djelfa (1944 y 1970),Antologa Traducida (1963 y 1972), Versiones ySubversiones (1971), Subversiones (1971) e Imposible Sina (1982)- abarcaranmomentos cruciales en el contexto potico espaol del siglo XX, desde la emergencia

    de la Vanguardia, pasando por el desarrollo de una potica de carcter realista hastallegar a momentos de encrucijada en los que apuesta por una potica de integracin.

    Este artculo tiene como objetivo contemplar la concepcin potica de Max Auben el complejo contexto de la Modernidad literaria, incidiendo en la particularvinculacin que el autor mantuvo con las corrientes de vanguardia y en su novedosaadaptacin del arte realista. Para ello debemos acercarnos a su obra potica y tericapara comprobar hasta qu punto exactamente queda impresa en ella la huellavanguardista, qu dimensiones alcanza el compromiso social en toda su trayectoriapotica o qu aporta el juego ficcional en el contexto potico de los aos sesenta en elque los intereses lricos parecan respirar en la pennsula nuevos aires de modernidad.1

    El punto de partida tiene como referencia obligada la publicacin de la Obra PoticaCompleta de Aub que, bajo la direccin de Joan Oleza y la coordinacin de ArcadioLpez-Casanova, coeditaron en el ao 2001 la Biblioteca Valenciana y la InstituciAlfons el Magnnim. Hasta ese momento no se haba tenido la oportunidad de leer ensu conjunto una produccin que, dadas las difciles caractersticas de recopilacin, semantuvo dispersa e incluso resultaba todava indita, como en el caso de algn poemaque no formaba parte de ningn poemario concreto y que fue rescatado de las carpetas

    1 Para Jos ngel Cilleruelo la obra potica de Max Aub se organiza en dos ciclos de intenciones literarias muydiferentes. El primero se centra en elDiario de Djelfa, escrito entre 1941 y 1942. El segundo ciclo abarca un periodoms amplio, que se podra denominar de poesa apcrifa (1995:58). Juan Mara Calles seala dos fases creativasmarcadas por el corte de la guerra civil: una de signo esteticista, que va desde sus primeros poemas, Momentos,

    hasta el final de la guerra civil, marcada por la incorporacin de las novedades vanguardistas que irprogresivamente cerrando su ciclo hacia el compromiso en los aos de la Segunda Repblica, y otra de signorealista delimitada por el exilio que se abre conDiario de Djelfa y se cierra conImposible Sina(2003:15).

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    personales del autor. La publicacin de esta obra en su conjunto supuso una fuente devalor incalculable que hoy en da queda a disposicin de un pblico cada vez msamplio de estudiosos y constituye la base sobre la cual podemos ir construyendo eluniverso temtico de una manifestacin potica que fue desarrollndose a lo largo detodo un siglo con la complejidad aadida que supone haber sido concebida a caballo

    entre dos contextos polticos y culturales diferentes. A esta edicin del primer volumende las Obras Completas debe sumarse la sucesiva de un estudio monogrfico sobre laprimera poesa de Max Aub que recientemente ha editado Juan Mara Calles con elclarividente ttulo Esteticismo y Compromiso. La poesa de Max Aub en el laberintoespaol de la Edad de Plata (1923-1939) en el que recoge y analiza de maneracontundente y ejemplar toda la produccin potica maxaubiana anterior a su inicialexilio francs de 1939. Este estudio supone una cita ineludible para cualquier trabajoque pretenda acercarse con una perspectiva crtica a la concepcin potica de Max Aubpuesto que en l se detalla la perspectiva que el autor mantuvo con respecto a lasdiferentes corrientes en el contexto literario de la Edad de Plata, quizs su etapa mscontrovertida y, sin duda, la menos conocida. Este texto completa as la trayectoria

    crtica que en las dos ltimas dcadas ha ido configurndose gracias al esfuerzo comnque diferentes investigadores han realizado por analizar su obra posterior al exilio. Suscolaboraciones en los congresos y encuentros realizados desde 1993, ao en el que tuvolugar el Primer Congreso Internacional sobre la figura de Max Aub, celebrado enValencia, as como la reedicin de estudios fundamentales como el de Ignacio SoldevilaDurante El compromiso de la imaginacin en 1999, encargado por la Fundacin MaxAub de Segorbe, y los de Arcadio Lpez- Casanova (1996 y 2001) suponen un punto deinflexin determinante a la hora de enfrentarnos con una obra cada da ms ingente.

    La trayectoria potica de Max Aub viene marcada por los acontecimientoshistricos que determinaron la historia social y poltica de Espaa. Si bien su obraanterior a la contienda civil quedaba inscrita fundamentalmente en el contextoprivilegiado de la Edad de Plata, su exilio inmediato al final de la guerra civil espaola,al igual que el de tantos escritores e intelectuales espaoles, supuso un cambio en elorden de dichos privilegios, una alteracin dramtica que dejara una huella innegableen su produccin y, por ende, tambin en su concepcin del proceso literario. Y con ellono me refiero simplemente a la obviedad de que la guerra civil truncase sus primerasexpectativas creativas y lo dirigiera hacia una lrica de signo realista o crtico -faltarapor ver qu hubiera ocurrido con la obra de tantos poetas que siguieron la misma suerteque l si no se hubiera producido la contienda- sino ms bien al hecho de que cuandosta estall la proyeccin potica de Max Aub era mnima comparada con la de otroscompaeros de generacin y durante la posguerra sigui sindolo en el mbito literario

    espaol debido a la escasa difusin que la obra de los escritores exiliados tena en lapennsula, con honrosas y casi siempre tardas excepciones. Su proyeccin arranca enplena efervescencia de los signos configurativos de la poca y de la poticavanguardistas, con un librito tituladoLos poemas cotidianos, publicado en 1925, aunqueescrito entre 1921 y 1922, aos en los que Aub permiti que una seleccin de dichospoemas pudiera ser leda en el Ateneo de Madrid e incluso que alguno de ellos, los quepertenecan a la seccin Momentos, fueran presentados para su publicacin en elnmero 359 de la revista Espaa en marzo de 1923. Este poemario, prologado por DezCanedo, se inserta, como indica Arcadio Lpez-Casanova (2001:14), en el tronco de latradicin simbolista, ms en concreto en una rama de esa tradicin que haba mostradoun desarrollo menor y que remitira en su origen a ciertas notas del decadentismo de

    Laforgue para despus enlazar con Francis Jammes. Ignacio Soldevila (1995 y 1999)

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    tambin haba destacado el influjo del escritor francs as como la notable diferencia enla que esta produccin incurra con respecto al resto de su produccin de preguerra:

    Sobre este libro de poemas conviene subrayar que difiere notablemente del resto de suproduccin literaria de preguerra, y que entronca, por una parte, con el tipo de poesa sencilla, limpia delos recursos retricos habituales de la poesa de vanguardia que por esos aos estn haciendo sus msjvenes compaeros de generacin (Lorca, Alberti), y que era ms propia de los poetas intelectuales de lageneracin anterior (la de Dez Canedo, Prez de Ayala o Enrique de Mesa) o de los mayores de la suyapropia: Jorge Guilln, Pedro Salinas, o de un poeta transicional entre ambas generaciones como MauricioBacarisse. Sobre este tipo de poesa se ciernen Antonio Machado y el Unamuno de los diarios poticos,pero tambin una figura francesa, igualmente influyente en los mencionados poetas de la generacinanterior: Francis Jammes, poeta de la vida sencilla y del intimismo recatado, defensor de una renovadaproclama de la aurea mediocritas, de la vida retirada y de un regreso a la naturaleza que, con tantos aosde distancia, se anticipa al ecologismo de nuestros ltimos aos del siglo (1999:70).

    Adems de la ya subrayada influencia del jammisme, corriente promovida porel Mercure en torno a 1897, J.M. Calles seala la del libro homnimo Pomes

    quotidiens del poeta francs Pierre-Albert Birot -perteneciente, segn Guillermo deTorre, al nunismo, un movimiento poco conocido que pretenda la fusin eclctica deuna parte de las escuelas de vanguardia, del que se da la coincidencia que fue traducidopor Dez Canedo en el nmero 372 de la revista Espaa, de Madrid, en 1923-, la delpoemario de mile Verhaeren Les heures claires (1909) y la del unanismo, que en estafase esteticista de la poesa aubiana, ya nos abre los ojos ante la posible evolucin de supoesa hacia contenidos sociales. En efecto, ese inters por la solidaridad social yaestaba en los poetas unanimistas (Calles 2003:126). Con toda esta rica amalgama detendencias, en este libro primerizo se incuban algunos de los planteamientos bsicos conlos que deberemos enfrentarnos al analizar su produccin posterior. El primero de ellostiene que ver con el carcter ficticio de su creacin. No cabra otra lectura para este libroque la de admitir que Max Aub disea un sujeto potico ficcional lo cual no significaque deba serlo tambin fragmentado como ocurrir tanto en Versiones y Subversionescomo enAntologa Traducida. Se trata en esta ocasin de un sujeto ficticio individual,es decir, un sujeto coherente capaz de asumir una voz unitaria aunque en ocasionesutilice modulaciones distintas. Si asumiramos que el yo del sujeto potico fuerarealmente el de Max Aub, ello planteara algunos problemas relacionados con labiografa del autor, como indic Ignacio Soldevila (1999: 69-70). Otro aspecto quequeda planteado en este primer libro es el del papel del poeta ante los problemassociales; de hecho, en ms de una ocasin ese mismo sujeto se pregunta si el deber delpoeta es evadirse de lo que ocurre a su alrededor. Ciertamente, aunque en la mayora de

    los poemas que componen el libro se respira ese mundo armnico y plcidoproporcionado por la intimidad del hogar contemplado por el poeta francs, no lo esmenos el hecho de que se abre en l una postura claramente crtica que trasciende lavisin idlica, pues entre este corpus homogneo hay dos poemas en los que el discursose quiebra al aadirse una postura cvica del sujeto potico que, lejos de lacomplacencia en el recogimiento esttico, lanza su voz de alarma ante cul es el papeldel poeta en la oposicin entre evasin y compromiso. El primero de ellos esIntermedio, en el que a la invocacin Amigo Francis Jammes/t que cantas/lospaisajes/que circundan tu morada,/un pequeo poeta/te habla sigue la preguntaDeberemos cantar/la paz del hogar,/nuestras esperanzas/de tranquila vida,/amor yamada,/mientras miles de hombres/sufren y gritan entre la nada? con lo que queda

    claramente expuesta ya una dialctica que Max Aub ir desarrollando en su descripcinpotica. El segundo poema es El amanecer en cuyo final se presenta de nuevo este

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    signo dialctico entre la realidad o la ficcin, esta vez representado en la oposicin entreel cuerpo y el alma. La disposicin grfica del poema responde a la intervencindialogada de cada uno de los dos elementos que se enzarzan, en una especie de remedoactual de las viejas disputas medievales (Soldevila, 1999:71) recuperando as una delas oposiciones ms recurrentes de toda la tradicin espaola.

    En numerosas ocasiones Max Aub se refiere a la generacin de vanguardia comola suya propia -conocida es la sentencia que aparece en el captulo VII de su PoesaEspaola Contempornea, dedicado a los poetas del 27: Cuando se trata de estageneracin no tengo dudas, porque es la ma. Aos ms o menos cinco arriba, cincoabajo-, ah vamos. (p.119)-llama la atencin, sin embargo, su particular concepcin dela vanguardia. De la atencin prestada a los poetas del 27 destacan especialmente laspalabras dedicadas a Federico Garca Lorca, que para Aub representara junto conPicasso y Falla la sensibilidad moderna de esa poca, aquella que ha sido formada enla admiracin por la magia, el hechizo, la gracia, por el duende, por el ngel (p.119). Ysi ahora hago hincapi en la valoracin que Aub realiza de Lorca es porque, adems desu sensibilidad moderna, de l destaca una caracterstica que ser primordial tambin en

    su propia forma de entender la poesa, es decir, la conjuncin de elementosaparentemente opuestos, esa prodigiosa mezcla de lo popular y lo culto, que cuando seproduce en El libro de Buen Amor, en Manrique, en La Celestina, en el Quijote, da lams alta expresin de lo espaol; porque, por encantamiento, se funden las dos grandescorrientes de la entraa de nuestro pueblo(p.120). Ese mismo dualismo caractersticosegn Aub de lo genuinamente espaol, esa mezcla de lo culto y lo popular que Lorcasupo amalgamar perfectamente es lo que destaca tambin de Rafael Alberti: Fuevanguardista gongorino, popular y propagandista poltico, con la misma limpieza, lamisma gracia no de Dios-, el mismo acierto (p.123). Max Aub reconoce que esadualidad entre lo real y lo barroco es un rasgo que ha pervivido tradicionalmente en todala literatura espaola pero, segn l, stos no deberan considerarse como aspectosseparados sino precisamente en su mezcla:

    Estos signos, masculino y femenino, de lo popular y de lo oculto, de lo realista y de lo barroco, de lasencillez y de lo emperifollado, son caractersticas esenciales de la literatura espaola no consideradosaparte sino precisamente en su mezcla, ya sea en una obra, ya en la total de un escritor(p.29)

    Durante el periodo de tiempo que va desde 1925, fecha de publicacin de Lospoemas cotidianos, hasta 1933, ao en el que publica un breve poemario titulado A, tanslo encontramos el poema Luna (Peaje a J.G.), publicado en Carmen, la revista deGerardo Diego, en junio de 1928, y un soneto publicado en la revistaAzoren noviembrede 1932 titulado Homenaje a Matisse. Para Ignacio Soldevila este soneto es una

    muestra ms del acendrado gusto de Aub por la pintura que tendr su mximo ejemploen la creacin deJusep Torres Campalans, sealando adems que el final de este poema(Tngote mundo en la mano,/redondo y te llamas uno) es toda una proclamacin devitalismo, de canto a la creacin y al goce de existir cercana a la prosa potica de Yovivo, escrito entre 1934 y 1936, y que ya Antonio Gallego Morell, en Poetas y algo ms,haba destacado como un poema de los sentidos muy cercano a la obra de Jorge Guilln(1999:73). Recordemos que Max Aub ingres en el Partido Socialista en 1928 y que enfebrero de 1930 ley un discurso sobre la guerra en la Casa del Pueblo de Madrid. Pero,sin embargo, en ninguno de los poemas de estos aos se refleja una postura cvica delpoeta, rasgo comn, por otra parte, a los poetas de su generacin literaria. Segn JuanMara Calles, en la dcima dedicada a Jorge Guilln la sintaxis, con notas

    barroquizantes, contribuye a un cierto hermetismo propiciado por la prdida dereferencialidad comn a la poesa pura, hasta el punto de que el asunto est aligerado

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    casi hasta la intrascendencia, siguiendo la norma de la poesa de la poca (2003:152).Estamos, pues, ante un ejemplo del Aub ms plenamente vanguardista y esteticista. Porlo que respecta al breve poemario A, en su edicin de 1933 estaba formado por cuatrosonetos y tres romances octoslabos y tena una tirada de tan slo cuarenta ejemplares.Max Aub no reedit nunca este libro y, a excepcin de dos poemas que Enrique

    Azcoaga recogi en la antologa que en 1953 public en Buenos Aires, no encontramosninguna otra reimpresin de los mismos. Debemos esperar, pues, a la edicin crtica deJuan Mara Calles incluida en las Obras Completas y a la edicin facsmil que laFundacin Max Aub de Segorbe ha publicado recientemente. Estos son los aos decambio para la vanguardia espaola, que va dejando su postura de literatura pura paraadentrarse en la realidad. Aub presenta en A una particular lectura de la vanguardiapotica, marcada todava por el peso de la tradicin, el retorno al clasicismo y larecuperacin de la lrica popular.2 Como indica Calles, este libro nos testimonia unpoeta que ha abandonado la fase de pureza de los aos veinte y se adentra en labsqueda de nuevas formas literarias con el utillaje de la tradicin, pero desde la pticadecididamente renovadora de un autor de vanguardia. La discusin en torno a pureza y

    compromiso, y su aparente ausencia en los textos de la poca constituye con claridad untema que requiere un anlisis y discusin ms detallados. El compromiso en Aub nofalt en ningn momento de su vida, a pesar de que una parte de la crtica sigaempeada en hablar nicamente de compromiso cuando el texto manifiestaexplcitamente contenidos sociales (Calles 2003:199). Los ltimos textospertenecientes al periodo de la Segunda Repblica son Falsa dcima, un breve poemade formato clsico con evidentes conexiones con la potica esteticista aparecido en 1934en la revistaIsla, y otro publicado el mismo ao en la revista Azordedicado a su amigoel socilogo valenciano Jos Medina Echevarra, a quien tambin Max dedicGeografa. Al dejar inconclusas en 1936 las prosas poticas de Yo vivo3, hasta 1938 sloencontramos un poema recientemente rescatado por Pascual Mas i Us fechado enBarcelona y titulado A un fascista. Se trata de un soneto construido segn las reglasdel arte, y en el que entre reproches a los rebeles compara los resultados estriles que elcombate, segn el poeta, tiene para los que luchan en aquel bando, con la crecientehermandad que entre los fieles a la Repblica nace en cada muerte (Soldevila1999:77).

    Tras un parntesis de varios aos, en los que tiene lugar el triste episodio de laguerra civil espaola y el forzado periplo por diferentes campos de concentracin4 que

    2 ...la sumisin a la poesa clsica y barroca en su forma de utilizar los recursos retricos y aun en el respeto alvocabulario del barroco les da un cierto aire de pastiche, ajustado a lo que muchos de sus compaeros de generacin

    haran en los aos veinte, por lo que, en ese aspecto, podemos considerarlos como tardos (I.Soldevila, 1999:76).3 I. Soldevila advierte que si bien ha habido la tentacin de afirmar que la obra de Max Aub podra dividirse en dosmitades tomando como fecha central 1932, ao en el que empieza a aparecer por entregas en la revistaAzorsu novelaLuis lvarez Petrea, esta afirmacin slo pudo ser plausible hasta 1951. Y esto es as porque a partir de esemomento empiezan a aparecer textos narrativos que habra que considerar como una recuperacin de los derechosde la imaginacin frente a las autoimpuestas obligaciones de la conciencia moral del escritor. Como ejemplo toma laedicin en 1955 de Yo vivo, un texto que qued interrumpido a las puertas de la guerra civil espaola y al publicarlosin cambiar nada de su temtica o tono eufrico por el gozo de vivir, no slo descubrimos que Aub se siente libre derecuperar los derechos de la imaginacin, sino que ya en 1936, antes de que estallase la guerra civil, haba visto comoposible la convivencia pacfica en su obra creativa de ambas facetas: la del testimonio moral del escritor sobre lasociedad de su tiempo-de la que son ejemplos suLuis lvarez Petrea y sus piezas de teatro poltico (escritas por losmismos aos que Yo vivo)-, y la que la imaginacin, en momentos de especial felicidad, produce enajenndose porcompleto de sus preocupaciones ticas y de sus responsabilidades sociales y polticas. (1999:96).4 En la carta a Vincent Auriol, primer Presidente de la Cuarta Repblica Francesa, fechada en Mxico el 22 defebrero de 1951 y recogida en el volumen Hablo como hombre, alude explcitamente a la falsa denuncia por

    comunista que le oblig a pasar por varias crceles y campos de concentracin antes de poder salir hacia Mxico:Soy escritor, espaol y fui agregado cultural de la Embajada de Espaa en Francia en 1936 y 37. Dejemos aparte quenac en Pars, lo que no hace si no dar cierto sesgo tragicmico a la situacin. En marzo de 1940, por una denuncia,

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    culmin en 1942 con el exilio, Max Aub public en Mxico la primera edicin deDiario de Djelfa, dramtica puesta en escena de su particular reclusin en el campo deconcentracin de aquel lugar ubicado en las altiplanicies del atlas sahariano y queconfigura la unidad temtica del libro. Publicado en 1944 -el mismo ao que Sombradel paraso de Vicente Aleixandre e Hijos de la ira de Dmaso Alonso, por citar tan

    slo dos de los ejemplos ms emblemticos de la poesa espaola de posguerra- conDiario de Djelfa se produce su particular giro hacia la rehumanizacin de la escritura,algo que, en palabras de Arcadio Lpez-Casanova, consistira ms bien en el paso a unapotica de signo realista o de razn histrica, adelantada ya durante los aos de laRepblica, especialmente en Octubre y en el manifiesto que Neruda rubric el ao 1935en Caballo Verde para la Poesa as como en las obras de Prados, Alberti o Hernndez.Max Aub, defensor como indica Manuel Aznar, de un socialismo democrtico queconjugase la economa socialista con las libertades individuales (1996: 569) presentaen este libro un claro ejemplo de literatura testimonial ya que cuenta su dramticaexperiencia en el campo de concentracin de Djelfa desde una perspectiva realista. Apartir de la guerra civil espaola, el discurso potico maxaubiano atiende ms bien a una

    concepcin realista del arte que ana la dimensin individual a la histrica. Este libroresponde as a las lneas de una lrica realista y a una particular interpretacin social dela manifestacin potica que anticipara la poesa de crtica social desarrolladaposteriormente en la poesa de posguerra.5 Jos ngel Cilleruelo, en su trabajoComprometidos y apcrifos. Los poemas de Max Aub, donde inscribe la potica deAub en el contexto de la modernidad literaria, ya adverta, sin embargo, que laconciencia de vanguardia continuaba latente en el prlogo que Aub escribi para laprimera edicin en 1944 deDiario de Djelfa cuando su principal preocupacin consistaen justificar el espritu impuro, por lo que me interesa suscribir ahora dicha opinin apropsito de la dialctica que seala entre realismo y ficcin: En la primera edicin, yen la intencin original del Diario de Djelfa, predomina una actitud de intervencin ycompromiso con los sucesos histricos recientes (lo real sucedido, en palabras deAub). Una nota de la segunda edicin indica que se aaden 20 textos, y que el conjuntose ordena por fechas. Estos poemas aadidos ya se anunciaban en 1944 como hechosadrede, buscando olvido en ejercicios retricos u otros menos atados a lo inmediato,(que) saldrn ms adelante (p.59). El poeta, consciente de los lmites a los que leconduca el conocimiento del yo, convierte el testimonio personal en testimoniohistrico. Pero de nuevo no se trata de la mera descripcin objetiva, sino de lapercepcin particular ante los hechos, de la perspectiva impresionista que adopta esesujeto potico ante ellos, de la memoria con la que son juzgados y valorados en unapalabra integradora y plural. En el contexto que ocupa la primera mitad del siglo XX,

    Max Aub presenta pues una potica integradora. Del engranaje vanguardista a latradicin realista, nos encontramos ante una palabra que recoge la experienciaindividual y el tiempo histrico.

    Un nuevo parntesis se abre desde 1944 hasta la publicacin en 1963 por la

    posiblemente annima, fui detenido, a lo que supe despus, por comunista. Conoc campos de concentracin Pars,Vernet, Djelfa-, crceles Marsella, Niza, Argel-, fui conducido esposado a travs de Toulouse para ser transportado,en las bodegas de un barco ganadero, a trabajar en el Sahara y otras amenidades reservadas a los antifascistas. Esto notiene, desgraciadamente, nada de particular y fue el premio de muchos espaoles defensores de la legitimidad de sugobierno. Gracias a Mxico y a sus hombres, logr, tras muchos avatares, embarcar en Casablanca, en septiembre de1942. Lo nico que importa ahora, Seor Presidente, es que la denuncia era falsa. Yo no soy, ni he sido comunista.He sido, soy socialista, (p.112).5 Para Arcadio Lpez-Casanova el libro adquiere un carcter de testimonio porque acorde con los supuestos de esa

    potica de signo realista, el yo lrico aubiano poetiza canta y cuenta- desde unas dramticas circunstancias dehistoria personal y colectiva: vctima inocente (vencido) de una guerra, desarraigado del mbito entraado de lapatria, sufriendo las ms crueles incurias de la privacin... (1996:632).

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    Universidad Nacional Autnoma de Mxico de la primera edicin de su tercer libro,Antologa Traducida, posteriormente ampliada hasta su definitiva versin de 1972. Noolvidemos que durante estos aos se ha ido fraguando en Espaa el periodo de eclosiny posterior declive de la poesa social. Muchos de los autores jvenes que por esosaos dieron a conocer sus primeros libros parecan en principio continuadores de la

    poesa social. Pronto conocieron de qu mal adoleca y sus poticas revelaron unospresupuestos alejados de ella. La preponderancia de la poesa social surgi al tiempoque se comenzaba a dudar de sus principales parmetros, es decir, de su eficaciarevolucionaria.6 La reflexin potica surge de un conflicto generacional acerca de lafuncin potica, entre privada y pblica, ofrecindonos textos que, lejos de serrelajadamente autocontemplativos, a menudo responden a la proyeccin social del yoindividual. En este sentido, la concepcin lrica de Max Aub responde a una intencinideolgica, su preocupacin por la palabra potica refiere as a un esquema de trazadosplurales en el que el dilogo entre lo pblico y lo privado supera todas las limitacionesesencialistas otorgadas por una concepcin sacralizada de la poesa. Recordemos queestas ideas sobre la raz histrica de la individualidad y la negacin de un arte

    sacralizado ya las haba desarrollado Bertold Brecht en El pequeo organon para elteatro y fueron muy bien acogidas por algunos de los poetas de los cincuenta.

    Lejos de ese proceso de escritura de razn histrica que haba alentado Diariode Djelfa, Max Aub se deja llevar esta vez por la creacin de una serie de poetasapcrifos siguiendo as, segn Lpez-Casanova, una clave de la poesa moderna queenlaza a Yeats con Pessoa o Machado, a Unamuno con Pirandello o Borges, etc.(1996:638). Antologa Traducida supone un nuevo giro en la potica maxaubiana alrescatar lo que Antonio Carreo denomin las "parodias de la otredad" dentro de lalnea de investigacin sobre la dialctica de la identidad en la poesa contempornea:Ser yo es situarse en el campo del otro; y este otro (mscara) pasa a ser,paradjicamente, metfora de lo que ya no se es: del yo ausente (1981:14). En el libroaparecen hasta un total de 69 poetas "menores", tal es la calificacin que se les da,incluyndose significativamente entre ellos un alter ego del propio Max Aub de quiencon evidente sarcasmo se dice: "Aunque sale su nombre con cierta periodicidadsospechosa en libros y revistas, no se sabe dnde est. Lo nico que consta es queescribi muchas pelculas mexicanas carentes de inters. Nadie le conoce. Susfotografas son evidentes trucos". Ms all de la creacin de una serie de poetas o delparticular estilo de cada uno de ellos, es importante incidir en el juego textual quepropone Max Aub en este libro al separar los poemas de una breve biografadocumentada de cada poeta e incluso, en ocasiones, ampliada por medio de notas a piede pgina que consiguen dar un valor testimonial al texto, reforzado tambin por el

    sentido documental que adquiere la introduccin al mismo. Todo un juego retrico6 Jos Olivio Jimnez marc muy bien la diferencia existente entre la poesa comprometida y los poetas de los aos50. Ello no significaba, obviamente, que estos poetas negaran totalmente la poesa social, pero algunos de ellos loharn afinndola en un sentido loable, al despojarla con mayor o menor suerte de su lastre retrico, Diez aos depoesa espaola 1960-1970, Madrid, nsula, 1972, p. 21. Carlos Bousoo tambin seal las diferenciasfundamentales que separaban a la primera de la segunda generacin de posguerra en el prlogo a Francisco Brines,Poesa 1960-1971. Ensayo de una despedida, Barcelona, Plaza y Jans, 1974, recogido posteriormente en La poesade Francisco Brines, Poesa poscontempornea. Cuatro estudios y una introduccin, Madrid, Jcar, 1985. Estasmismas tesis las repite Bousoo en el trabajo La poesa de Guillermo Carnero, en el prlogo a Ensayo de una teorade la visin (Poesa 1966-1977)Madrid, Hiperin, 1983. Jos Olivio Jimnez adelant la crisis de la poesa social afinales de los aos 50. EnDiez aos de poesa espaola 1960-1970, seala que dos haban sido los principales lastrescon los que debi batirse la poesa a principios de los sesenta: Uno era el dogmatismo temtico excluyente quepretenda imponer la llamada poesa social; otro, el superficial entendimiento del dictum que identificaba poesa con

    comunicacin, op.cit., p.15. Jos Mara Castellet enNueve novsimos poetas espaoles,consideraba que 1962 es elao de agona de la poesa social. Para Jos Luis Cano , en Una antologa de la nueva poesa espaola nsula, n.260-261, 1968, p. 16-17, la fecha que marca la declinacin de la poesa social es 1960.

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    manejado con astucia por un Max Aub que encabeza el texto y firma la notaintroductoria; un nombre que se presenta no slo como traductor y como antlogo, sinotambin como poeta convirtiendo el texto en un juego especular en el que quedanhermanadas la ficcin y la realidad. Precisamente, por la creacin de biografasficticias, se suele asociar Antologa Traducida a otras obras de Max Aub como, por

    ejemplo, Josep Torres Campalans y a ambas con el gnero de lo que Manuel Durnllam las "autobiografas imaginarias", refirindose a textos del propio Aub y deBorges en los que se mezclan ficcin con historia, figuracin con realidad textual.Trminos que constituyen, en sentido propio, conceptos excluyentes, pero que puedenconfluir como texto ficticio siempre que sea posible cierto rango de verosimilitud.

    Antologa Traducida yDiario de Djelfa, en cuanto representaciones, construyen lo queAntonio Carreo llam una retrica de la simulacin y que va a permitirnos, comoreceptores del texto, crearnos una imagen biogrfica sin cuestionar la enunciacinpuesto que sta pertenece al mundo referencial.

    No ser sta la nica ocasin en la que Max Aub desarrolle ese complejoentramado de voces de ficcin. Tanto Versiones como Versiones y Subversiones, ambos

    publicados en 1971, continan con el espejo de dialogismos. De hecho, en Versiones serecogen casi ntegramente los poemas que formaron parte de Antologa Traducida y enSubversiones el juego literario se lleva a un extremo puesto que ninguno de los textosantologados es original de Max Aub, sino que son en realidad meras traducciones depoemas pertenecientes a tres libros que el autor, eso s, seala como fuentes: LaPreghiera dellUomo (Parma, Guanda, 1957), Trsor de la Posie Universelle(Gallimard, Paris, 1958) y los Prolegmenos de Aben Jaldn, traducidos y publicadospor Slane y reproducidos en Pars en la Libraire Orientaliste Paul Geuthner en 1934. Elciclo lrico maxaubiano se cierra con Imposible Sina, escrito tras la estancia de MaxAub en Israel y haber conocido el enfrentamiento blico entre rabes y judos, aunquepublicado pstumamente en 1982. En este libro, segn anota Arcadio Lpez-Casanova,encontraramos una sntesis de algunos elementos recurrentes en Diario de Djelfa y en

    Antologa Traducida como la contextualizacin dramtica de los hechos blicosocurridos en junio de 1967, su consecuente plasmacin en una suerte de diario decarcter colectivo o la aparicin de un conjunto de figuras apcrifas. La diferenciaradicara en que enImposible Sinalas voces apcrifas no pertenecen a otros poetas sinoa los combatientes, a las vctimas de la guerra.

    En estos textos se da cabida a una serie de voces heterogneas que configuranunas estrategias de actorializacin mediante las cuales el yo se disuelve en variasmscaras autoriales. Por ello, como apunta Eleonor Landero, no sera demasiadoaventurado relacionar estas cuestiones con su actitud ante la vanguardia histrica y con

    su crtica a las limitaciones de la espaola, caracterizada por su extremoindividualismo (1996:654). En esta misma direccin, Joan Oleza ya haba destacado lasituacin de encrucijada esttica en la que se encuentran textos como Josep TorresCampalans,Antologa Traducida, algunos cuentos y sus escritos sobre Buuel dado queponen en juego a la vez la crisis del modernismo, las expectativas y desilusiones de lavanguardia, las posibilidades y lmites del realismo, y al hacerlo enuncian actitudesestticas de posmodernidad (1994:1). En definitiva, con esta retrica de la otredadlapotica de Max Aub entrara plenamente en el debate sobre el proceso de disolucin ocrisis del sujeto monoltico de la tradicin moderna. Uno de los planteamientos bsicosen los que se ha centrado la teora posmoderna es la crtica del monolitismo de laModernidad, concebida como un todo homogneo opuesto a la pluralidad posmoderna

    caracterizada, en cambio, por la fragmentacin. Frente a la encarnacin de un sujetoindividual y de una razn universal heredera de la tradicin kantiana con la que se

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    aliment la Modernidad, la Posmodernidad habra puesto en crisis estos valoresabogando por la disolucin de ambos conceptos, por un sujeto mltiple y por elirracionalismo. En esta disolucin del sujeto y de la razn se bas la diferenciafundamental entre el periodo moderno y posmoderno. Sin embargo, ni la Modernidadrepresenta una adecuacin entre el yo y el mundo sin oposiciones, ni la Posmodernidad

    puede ser presentada slo en trminos destructivos, negativos o fragmentarios. De otramanera negaramos las diversas fisuras que encontramos tambin en la propiaModernidad y caeramos de nuevo en el mismo error que pretendemos evitar al definirel sujeto posmoderno como un sujeto exclusivamente fragmentado cuyo principal valorreside en su irracionalidad explcita. Por todo ello, en este debate en torno a los lmitesde la Modernidad, el juego de ficcin maxaubiano encarnara una peculiar visin de lospostulados modernos y posmodernos al ser un poeta que arranca de la tradicinsimbolista y llega a la palabra de la razn histrica, pero se configura como un poeta deencrucijada y de signo dialctico.

    A travs de sus textos creativos y ensaysticos -Poesa espaola contempornea(Mxico, 1969), Discurso sobre la novela espaola contempornea (Mxico, 1945),

    prlogo a la antologa La prosa espaola del siglo XIX, 3 vol. (Mxico, 1952-1962),Heine (Mxico, 1957), Manual de Historia de la Literatura espaola (Madrid, 1974),Pruebas (Madrid, 1967) oHablo como hombre (Mxico, Editorial Joaqun Ortiz, 1967)-podemos rastrear algunos puntos claves de su concepcin potica. El progresivoalejamiento de Max Aub de la teora orteguiana as como su reivindicacin de la Espaarepublicana obligaban necesariamente a relacionar sus consideraciones tericas con lapuesta en cuestin de la lnea de continuidad de una Modernidad no basada

    exclusivamente en el rechazo de lo real y en la que sea posible abrir los mrgenes a una

    potica plural e integradora como lo fue la suya. El propio Aub en las palabras deinauguracin del pabelln espaol de la exposicin de Pars, en la primavera de 1937,

    posteriormente recogidas en el volumen recopilatorio Hablo como hombre (MxicoJoaqun Mortz, 1967), expona esta misma teora:

    Nuestro tiempo es el del realismo, pero cada pas percibe lo real de cierta manera. El realismoespaol no representa slo lo real, sino tambin lo irreal, porque para Espaa en general siempre fueimposible separar lo que existe de lo imaginado. Esta suma forma la realidad profunda de su arte (p.163)

    Ignacio Soldevila haba ejemplificado tras un nuevo examen de los elementosmitogrficos en los que se sustenta la visin maxaubiana, (creo) que sonfundamentalmente dos, y que los dos estaban ya presentes en la obra de preguerra,

    personificados en las figuras de Narciso y Teseo. Estos simbolizaran en unapolarizacin antagnica- a los campeones de un singular combate por el predominio enla orientacin de su obra literaria (1996:44). Y Jos Carlos Mainer tambin apuntabaen la misma lnea que vengo indicando: Mientras Steiner crey que la vanguardiaalberga los grmenes de la irracionalidad y la violencia, la banalidad y el narcisismo,Max Aub pens, por el contrario, que las artes nuevas representan una forma deinteligencia intuitiva, distinta pero certera, y que su apelacin a la espontaneidadliberaba inditas posibilidades crticas (1996:70). Esta concepcin dialctica del arteque propona Max Aub me parece de suma importancia porque adems entroncabadirectamente con la crtica espaola que en aquellos aos empezaba a denunciar las

    limitaciones y el desprestigio que haba ido adquiriendo el realismo literario. Endefinitiva, los estudios tericos de Aub sobre la potica se podran aadir al debate

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    sobre el realismo en el contexto espaol. Ortega en su momento haba salido al paso deesa identificacin entre el arte espaol y el realismo denunciando la imprecisin yvaguedad del trmino, que encubra la carencia de ideas concretas, y adelantaba quesera importante que algn espaol joven rectificara ese lugar comn que tantoshorizontes cerraba a los jvenes artistas. La voz de ese joven lleg aos despus,

    concretamente en 1927, en el Ateneo de Sevilla, con la conferencia presentada porDmaso Alonso bajo el ttulo Escila y Carabdis de la literatura espaola, dondesealaba que el realismo y el idealismo haban sido dos corrientes paralelas a lo largo denuestra literatura.7 No resulta demasiado difcil entender que al sealar el binomio real-irreal como consustancial a la ms arraigada tradicin hispana, Dmaso Alonso estabaaminorando el peso del realismo en ella. Por ello llama la atencin que Max Aub, altiempo que reafirma su pertenencia y formacin a la generacin de vanguardia y a pesarde reconocer que el texto de Dmaso fue un ensayo clave para entender lo que fue lapoesa del 27, diga que podra refutarse hoy casi lnea por lnea, en lo que se refiere alconcepto que de la literatura espaola se tiene en el mundo, no en cuanto a los hechos,s en cuanto al sentimiento (1969:86). Aub considera que la tesis planteada porDmaso Alonso en el citado artculo, es decir, la contraposicin de lo popular y loaristocrtico en la literatura espaola, no es valedera, y menos en el Quijote (1969:87),la postura de Aub es contraria pues, frente a la oposicin de ambos elementos, l abogaprecisamente por su unin como caracterstica de la grandeza de la literatura espaolaen sus libros mayores (1969:87). No en vano, inmediatamente despus cita un ensayode Machado publicado en 1924 en Revista de Occidente donde el sevillano ya advertade los peligros de creer en la disyuntiva entre elementos, veamos un fragmentoapuntado por Aub:

    ...cuando se descubri que las imgenes especficamente lricas eran aqullas que contenanintuiciones la gloria de este invento se debe a los poetas simbolistas, tan injustamente disminuidos hoy-,

    se lleg a la conclusin brbara tan acreditada en nuestros das- que prohbe a la lrica todo empleolgico, conceptual de la palabra -dice don Antonio- (1969:87).

    Por su parte, Carlos Bousoo en Teora de la expresin potica haba aadidouna importante matizacin que quisiera traer a colacin puesto que est directamenterelacionada con una apertura del canon realista: "Tngase muy en cuenta que el"irrealismo" (llammosle tan impropiamente) del arte contemporneo o de cualquierotra poca, si es verdadero arte, no falsifica la realidad, porque, como he dicho msarriba en el texto, tal irrealismo es slo un medio para aludir, precisamente con mayorexactitud, a la realidad tal como se le presenta al autor. " (p.29-30, t. I). Ambos

    elementos, racional e irracional, estn presentes en el poema, pero Bousoo reduca elproblema del realismo al lenguaje. Segn l, un poema formalmente irrealista puede serverosmil porque puede tener un sentido. Alfonso Sastre en Anatoma del realismopropona delimitar las fronteras del realismo de modo positivo y no a travs de susantinomias con respecto al arte irrealista como sola hacerse normalmente. En primerlugar apunta la imposibilidad de un arte estrictamente realista puesto que incluso lasformas antirrealistas tienen alguna vinculacin con la realidad, de ah que se haya

    7 D. Alonso, Escila y Carabdis de la literatura espaola, en Cruz y Raya, tomo III (7-9), octubre-diciembre, 1933.Recordemos que en este trabajo Dmaso Alonso parta de dos nombres, Lope y Gngora, para ejemplificar dosconcepciones distintas del arte: El arte como instrumento para dar gusto, el arte para todos, desde el mosquetero

    para arriba, y el arte como flecha disparada, bella desde el arranque de su magnfico vuelo, perdida en el aire en busca-qu ms da- de un hipottico blanco (p.80). Ambas concepciones son concurrentes en nuestra literatura y, lejos deser excluyentes, aparecen unidas.

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    llegado, segn l, a una ilusin acientfica de un "realismo sin fronteras". Tanto Sastrecomo Bertold Brecht coincidiran en considerar que el "realismo no significaeliminacin de la fantasa y de la invencin", "la vestidura fantstica no estorba", y "enel arte no hay incompatibilidad entre el saber y la fantasa". Incluso para este ltimo elrealismo debe considerarse como un concepto dialctico. Sastre ampliaba as el trmino

    no limitndolo a lo que l considera una de sus formas, la naturalista, el testimoniofotogrfico, y aceptando que muchos de los ismos han sido fecundos para este arterealista. Fernando Lzaro Carreter en su trabajo El realismo como concepto crtico-literario (1976) tambin haba sealado que, paradjicamente, el Realismo francs y suformulacin naturalista a la vez que provocaron enconadas reacciones a fines del sigloXIX, como ya sealara Pattison en 1965, suscitaron la certidumbre de que la fidelidada lo real constitua una premisa del arte verdadero. Pero aade una idea fundamentalque ya estaba incubada en Max Aub: al contrario, algo muy importante debanaprender los artistas tramontanos en nuestra tradicin: que el verdadero realismo no esposible sin una dosis de idealismo, el cual consiste en presentar la realidad extirpando

    los accidentes perturbadores que contiene(Giner, 1876:199). La aportacin de LzaroCarreter est en la base del libro de Daro Villanueva, quien tambin alude a lanecesidad de revisar el concepto de realismo ya que adolece de ambigedades. ParaVillanueva la inclinacin por una de las dos tesis enfrentadas (arte autnomo/ reflejo dela realidad) dieron de s sendas falacias puesto que tanto la esttica formal como lamimtica o gentica pretendan explicar el fenmeno literario desde una perspectivaexcluyente. Por ello, l se plantea un punto de equilibrio entre ambas posturas buscandola implicacin de diferentes elementos estticos, filosficos y lingsticos, as como laconjuncin de todos los factores que intervienen en el proceso literario (autor, texto ylector). La superacin del realismo gentico (o de correspondencia) y realismo formal (ode inmanencia) se da en el realismo intencional, formulado tericamente desde la

    fenomenologa y la pragmtica, y sta es la perspectiva crtica que podra sernosproductiva en un anlisis ms general de la concepcin potica maxaubiana.

    Cuando en sus ensayos tericos Aub pone en duda el protagonismo de ciertastradiciones modernistas basadas en la retrica esteticista para reivindicar, frente aRubn, la poesa de Unamuno o Machado est claramente planteando muchosproblemas que siguen formando parte de la actualidad como, por ejemplo, la relacinentre Modernismo y Vanguardia o el lugar que puede seguir manteniendo el realismo enel canon potico de la Modernidad literaria. Por ejemplo, en el volumen Pruebas,publicado en 1967, encontramos unas "Notas acerca de Heine" que configuran ms bienuna apologa del poeta alemn como patrn lrico. A partir de la exposicin de laideologa de Heine, de su "socialismo ms o menos utpico"(p.11); de su concepcincomo "poeta civil" (p.13); de su inters por las "biografas disfrazadas"(p.17); de suconcepcin del poeta como vate, como profeta, pero sobre todo de la filiacin del poetaa la poltica, Max Aub va dejando algunos rasgos que delatan parte de lo que fue supropsito potico por aquellos aos: "No es la primera vez que aseguro que la polticaes poesa; Heine lo confirma esplendorosamente"(p.13). Pero quizs donde se aprecie suideologa potica con mayor nitidez sea en el volumen Poesa espaola contempornea-escrito en el mismo contexto y condiciones que el trabajo de Luis Cernuda Estudiossobre poesa espaola contempornea (Madrid, Guadarrama, 1957)- en cuya segundaparte Aub reconoce en las voces aparecidas entre 1950 y 1955 claras muestras dedisconformidad que son el resultado de otras muchas que se haban alzado

    anteriormente, de hecho desde 1940 bajo la corteza del espanto, en medio del horror,en desierto de ruinas, se haban alzado voces crecido raigones-, entre el viento del

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    recuerdo; la ms densa, crdena, iracunda, robusta, la de Dmaso Alonso (p.171). Detodas ellas se ocupar en este retrato sentimental en el que la nica imagen que pareceservirle es la de la poesa que empezaba a tener mayor vigencia y presencia, la nicaque vale lo que pesa, la de Blas de Otero, la de Victoriano Crmer, la de GabrielCelaya, la de Jos Hierro, la de ngela Figuera, la de Eugenio de Nora, la de cien ms.

    La que anda. De la que voy a hablar (p.174). Su intencin no ser simplemente haceracopio de esos nuevos nombres que parecen tener mayor prestancia en el panoramalrico espaol de los aos cincuenta, sino que toma postura ante esta nuevaintencionalidad potica: No engao a nadie: hablo de lo que me importa, es decir: de larabia y la esperanza. Son mis gustos que, a Dios gracias, coinciden con los de estos

    jvenes que oiris de boca de mucho ms amable, con las erres en su punto (p. 176). Elvalor de este trabajo, segn apunta Aub, es hacerse eco de esas voces desesperadas queson al cabo la misma voz, nuestra voz misma. Los que se preocupan del canto en s,vayan por ahora- con su msica a otra parte (p.176). Lo ms interesante, desde mipunto de vista, es constatar la perspectiva desde la que habla Max Aub durante todo suensayo. En ningn momento se considera partcipe de estas manifestaciones lricas,

    siendo bien consciente que la generacin literaria a la que pertenece es otra: La actualgeneracin est mucho ms vinculada a la del 98 que no la anterior, la ma, por lomenos en sus principios. Sencilla razn: de nuevo importan, ante todo, los destinos de lapatria amenazada. (La Repblica fue otra cosa: un empuje colectivo, un desbordamientoalegre). (p.189). Su propsito es simplemente tener en cuenta a los poetasrepresentativos de ese momento histrico, no hacer pronsticos o dictmenes crticos:Estn en la historia, son historia, cepas de la tierra espaola. S que cuentan, no s sicontarn. No adivino ni critico: no leo a cien aos de distancia. No puedo pronosticar.Los eruditos pesan en las historias porque trabajan sobre cadveres; la viviseccin esimposible en literatura (p.221). Quiere llamar la atencin sobre la poesa que leinteresa, aquella que se sigue imprimiendo en Espaa no sin dificultad, aquella que esvctima directa del golpe que supuso para las letras hace veinte aos la guerra civilespaola (que) sigue retemblando porque las fuerzas vencedoras no han dado su brazo atorcer, torciendo los de los de los dems, sin compasin (p.222). Por ello su ensayo noaspira a tener un carcter crtico sino simplemente a avanzar al pblico mexicanoalgunas novedades de la poesa espaola que le llegan, pues Max Aub es consciente deque hay ms poetas espaoles; existen cien libros, publicados estos ltimos aos, queno he visto, quizs por ello slo pueda hablar, segn dice, de lo poco que conozco,ayudado por algunas antologas (p. 223). Y aun de entre esos poetas, necesariamenteuna parte de lo que se publica en la pennsula, rescata Aub la parte que es de su agrado:Busco lo que quiero, la Espaa que todos tenemos en el corazn: grande y liberal, la

    que quiz nunca fue, la que aoramos en el futuro como si hubiese existido, la que nosencamina, la que dndonos guerra nos da paz (p.223). El texto da paso a una serie dereferencias poticas de primer orden en la poesa espaola de posguerra. Tras sealar elmagisterio de Antonio Machado, Len Felipe y Dmaso Alonso sobre la generacinactual, equiparable a la que Juan Ramn haba ejercido sobre la anterior, indica elpaso de una poesa estrictamente lrica a otra tica: "De una poesa donde la gracia de laforma era el principal atuendo pasamos a otra donde pesa ms la idea, menos la manera.Lo que no se puede tener por bueno para la mediocridad porque, sin duda, es ms fcilarmar un aceptable soneto, una dcima redonda, una quintilla sabrosa otorgando ricasrimas, montadas en el vaco, que no sostener o enmendar una idea, difcilmenteoriginal. (pp. 224-225). La diferencia entre ambas generaciones consistira en que

    mientras la de la Dictadura vio en su juventud arder la tierra durante la semana trgicade Barcelona (1909), la huelga revolucionaria de 1917, la matanza de Annual, la

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    rebelin anarcosindicalista, la dictadura de Primo de Rivera, y dio como fruto unaliteratura alejada en lo posible de lo social (p.228), la nueva generacin creci con laesperanza de la Repblica, la ferocidad de la guerra civil y la represin. Tres aos deguerra, quince de paz impuesta con plomo, de tranquilidad superficial de lo arrasado.Sin embargo, su mejor produccin es revolucionaria y social (p. 228). Tampoco es

    Max Aub ajeno a que uno de los aspectos estilsticos ms determinantes en esta poesafrente a los alardes vanguardistas es precisamente una vuelta a la sencillez dellenguaje, al prosasmo muchas veces, a la vulgaridad, al sentido comn, a lo que se hadicho mil veces (p. 229). Pero lo curioso es la manera en que parece poner en crisis elvalor esttico basado en el orden que haba presidido la generacin anterior, lavanguardista, la suya, al cabo: Ha desaparecido el relumbrn gongorino, lo puro difcil,cierta churriguera alejandrina o alexandrina nutrida por una leche surrealistarecalentada a travs de treinta aos de intiles esfuerzos y que todava se cuece dondemenos debiera esperarse, aqu, en el Nuevo Mundo (p.229). No hay nostalgia en suspalabras sino ms bien deslumbramiento ante estos nuevos poetas que dicen lo quepiensan de la manera ms directa posible (p. 229).

    En su revalorizacin del realismo, de la razn, de lo histrico y de lo colectivo,Max Aub supo integrar el yo individual al yo social, lejos as del subjetivismoromntico, apostando por un realismo que aunaba los logros vanguardistas a una lecturarevisionista de la tradicin. Una palabra a la que ya no le sirven exigencias de forma nilas de fondo, sino el justo equilibrio entre ambas. Una palabra de meditacin y deconocimiento vital que busca en los entresijos de la memoria los lmites de la existencia.Esa lectura dialctica, a medio camino entre el conocimiento individual y la reflexinsobre lo histrico, fue una leccin que Max Aub aprendi de la tradicin literariaacabando con la barrera que separaba lo ntimo de la historia. En el equilibrio entre eltestimonio individual y el histrico, su poesa puede interpretarse desde un realismo quedisee un sujeto potico consciente de su propio papel ficticio sin conflictosmaterialistas entre el yo y la realidad y capaz de sincronizar los hallazgos estticos conla propuesta testimonial. Max Aub apuesta por una escritura que regresa a la tradicinpara restablecer los vnculos que la palabra potica y la razn individual tienen con lahistoria. Este sujeto, consciente de su responsabilidad tica rompe con la imagensacralizada y escindida del sujeto elaborada por la Modernidad y encuentra en elsimulacro escnico y en la ficcin potica la construccin histrica del individuo.Frente a una concepcin de la Modernidad en trminos negativos de irracionalidadesttica, Max Aub apunt que el arte nuevo representaba una forma de inteligenciaintuitiva. Slo desde esta perspectiva moral de la tcnica vanguardista se puede entenderla denuncia al sentido desmitificador de sta as como sus explcitos juegos de ficcin

    esttica. La potica realista no se contradice desde la perspectiva maxaubiana con unapotica de experimentacin, del mismo modo que la razn o el tiempo histricos nodeben disgregarse del conocimiento subjetivo. La concepcin potica de Max Aubatrae, en definitiva, por la plasmacin de una ideologa proteica en la que el sujetopotico apuesta por un discurso plural que encajara perfectamente en el discursocultural que configura desde sus inicios la Modernidad literaria en sus mltiplesmatices.

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