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    la rara

    revista literaria ao 2011. nmero 2

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    la rara10 poetas argentinos:

    Francisco Urondo-Juan Gelman-Jos Vials-Mauricio Perez Ruz-Clara Vasco-Mara-AdrinCampillay-Rodrigo Galarza-ClaudiaMasn-Alicia Salinas-

    artculos:sobrsobre literatura are literatura argentina:gentina: Juan Cruz Lpez, Jos Luis de la Cmara, Carlos Serrano,Pedro Villaln, Miguel ngel Maya. Relatos:Relatos: Jos Snchez Sanz, Mario Sanz, F. Lefer,Domingo Lpez. Cine:Cine: ngel Cagigas. Palestina:Palestina: Alejandro Fierro.

    10 poet

    as espaoles:

    Manuel Lombardo Duro-JPG-Lara Moreno-Paco Lpez-

    Mercedes de la Casa-W. Foc-Inma Luna-Jess Gzquez-

    Gracia Morales- Ana Toledano-

    ao 2011. nmero 2 revista literaria

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    Impreso en: Imprenta Bautista. Campohermoso. Almera

    de los autores

    Depsito Legal:

    Si quieres que te la mandemos a casa, ponte en contacto connosotros: [email protected]

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    la rara2volvemos a la carga. A pesar de no tener una continuidad

    determinada, seguimos aqu. Esta revista no se hace consubvenciones ni con publicidad, con lo que su salidadepende de circunstancias favorables. Si no hay viento,habr que remar. En este nmero hemos realizado unespecial literatura argentina, con 10 poetas, unos tanreconocidos como Juan Gelman o Paco Urondo, otrosdesconocidos en nuestro pas como Carina Maranesi o

    Adrin Campillay. Dentro de este monogrfico sobreArgentina, encontraris tambin artculos sobre autorescomo Csar Aira, Ricardo Piglia, Fogwill, Borges, oCortzar. Pero hay ms en estas pginas: relatos cortos,artculos de opinin, cine y literatura.

    Y ms: una seleccin de 10 poetas espaoles.

    Desde aqu seguimos animando a todos aquellos quequieran colaborar con nosotros y tengan algo que decir:

    [email protected]: Manuel Olivencia

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    A la esperaRakel RaRo

    En mi pueblo los cazadores llamaban ir de espera a ese

    momento entre la noche y el amanecer en que se apos-taban en un rincn, en medio del campo y dejabanpasar las horas hasta que se daba el momento propiciopara la caza. La espera. Si haba buena suerte podanesperar una o dos horas; si las cosas se torcan, perdanla cuenta y permanecan all, sigilosos.De alguna manera, en este mundo sobreinformado en

    el que vivimos, parece que estemos tambin de espera.Leemos y vemos tantas noticias sobre guerras y revolu-ciones que ocurren en otros lugares, que en esta viejaEuropa todo se mira con expectacin. Los que tienenalgo que perder se aferran a sus pertenencias, sabien-do que, a pesar de todo, no perdern nada; los que hanlogrado mantener un mnimo de calidad de vida (un

    trabajo, una casa) observan con pavor el mundo que seavecina sin saber a qu carta jugar, paralizados por elpeor de sus recursos: el miedo. Los que menos tienen,los que han llegado hasta aqu, sobreviviendo a duras

    Ilustracion: Encarna Morales

    El ojo pblico

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    penas y no tienen el mundo a sus pies, ni oportunidadesque se les abran, afilan los dientes y abren los ojos,alerta ante lo que les puede pasar por encima, dispues-tos a entregarse a una batalla en la que no perdern

    nada porque nada tienen que perder. Nos dicen queest desapareciendo la clase media, que sus hijos vivi-rn peor que sus padres. Nos dicen que nos indignemos,que protestemos, que salgamos a la calle. Nos dicen quelos trabajadores no estn unidos, que falta cohesinsocial. Y a fuerza de repetirlo la gente lo cree. A fuerzade repetirlo consiguen que te cabrees. Mucho.

    Y de repente aparece un movimiento como el denomi-nado 15M, en el que grupos de jvenes se organizan ysalen a las calles. Y todos se extraan. Se extraan lospolticos de uno u otro signo (qu importa), se extraanlos periodistas, se extraan las organizaciones sindica-les: pero de dnde coo salieron? quin cojones andadetrs?... demasiadas preguntas para una sola certeza:

    decepcin. Y es que los medios de comunicacin noestn atentos. Viven en otro mundo. No se acercan a losbarrios, no visitan las bibliotecas pblicas, no estn apie de calle. Que es precisamente donde habitan estos

    jvenes que han ido aunando a otras personas, dondeya no importa tanto la edad sino la necesidad de unin.Porque la unin sigue haciendo la fuerza. Casi lo haba-mos olvidado. Preocupados en conseguir una plaza fun-

    cionarial, en buscarnos la vida en trabajos temporales,o en casarnos, tener hijos o comprar una casa... ocupa-dos en nuestras vidas personales. Habamos olvidadoque una cosa no est reida con la otra, que el espaciocomn, hay que currrselo, que la participacin ciuda-dana, como las discusiones en una amistad, son msque saludables, necesarias. Y que, luego, cada cual haga

    su eleccin personal. Esa s, personal e intransferible,porque lo que vale para uno no vale para todos.Haca tiempo que no se vea tanta vida en las plazas dealgunas ciudades. Asambleas, manifiestos, una culturalibertaria que pervive en la sociedad, en esa parte de lasociedad que sigue creyendo que el individuo slo serlibre a travs de la educacin, una educacin crtica y

    comprometida. Nadie sabe cmo acabar esto. Porsupuesto. Estn demasiado ocupados en ir haciendocamino. Cada uno se mantiene a la espera hasta elmomento adecuado.

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    El lector inactualJos Snchez Sanz

    - 1El lector inactual prefiere los libros viejos. Tiene la que-rencia de lo aejo. Siente apego a los clsicos. El lectorinactual sabe que el trato con el papel viejo lo expone alos efectos nocivos del polvo que comportan las anti-guallas. Pero tiene la conviccin de que, a cambio de eseriesgo, la capa polvorienta, como si fuera un filtro, lo

    protege del miasma aparentemente inocuo de lo nuevo,de lo que se vende como nuevo.El lector inactual frecuenta las libreras. Lo hace pornecesidad, por la necesidad que el vicio impone al vicio-so. Naturalmente, tiene predileccin por las libreras deviejo, cuando las hay. Y, si no las hay, acude a las otras,a las libreras de nuevo; pero a las de verdad. El lector

    inactual distingue entre libreras y tiendas de libros. Enla librera de verdad los libros nuevos encuentran aco-modo sin expulsar a los que llegaron antes que ellos. Enuna librera de verdad se respeta el sano principio de

    conceder a cada ttulo su lugar: un sitio y slo uno. Loslibros, como son muchos, deben acomodarse de canto, yno abusar mostrndose de frente y en grandes monto-nes, ni usurpando para s solos todo el escaparate.

    No obstante su querencia por lo viejo, el lector inactualtambin se deja tentar, a veces, por la novedad. Y porqu no! El mismo mercado que est acabando con loslibros sigue, sin embargo, producindolos; y hasta estproduciendo libros bellos, magnficamente confecciona-dos, e incluso a buensimo precio; a la par que produce,

    eso s, frutos desabridos, engendros aborrecibles por sufealdad, por la tosquedad de su factura o por su inanidad.Al lector inactual le ha tentado ahora una novedad. Setrata de un libro de memorias. Es un lector aficionado ala historia, a las memorias, a las confesiones, a los auto-rretratos. Las memorias, en este caso, son las de undirector de cine, francs, autor de pelculas documenta-

    les. El lector inactual, que es tambin algo cinfilo, sien-te un gran respeto por las pelculas de este directorfrancs, as que tiene un doble inters en conocer cmocuenta por escrito su vida alguien que, de manera

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    extraordinaria, supo plasmar las vidas de otros con im-genes cinematogrficas.En Espaa, y en espaol, este libro ha sido publicadopor una editorial prestigiosa en una coleccin con sole-

    ra; el papel es bueno, la letra es de tamao razonable.Pero el pobre libro tiene un gravsimo defecto: su lomoha sido guillotinado; las hojas sueltas se sujetan con unsimple encolado, en vez de agruparse formando los cua-dernillos que daran al libro su configuracin propia, yque permitiran, llegado el caso, darle una encuaderna-

    cin ms slida. En el libro guillotinado, el lomo simple-mente encolado se acabar corrompiendo y las hojasquedarn sueltas. En cualquier caso, un libro as no sepuede abrir debidamente para hacer cmoda la lectura.El lector inactual, de todas formas, no suele leer loslibros traducidos si puede leerlos en su lengua origina-ria. No es fcil encontrar en Espaa libros en lenguas

    extranjeras, pero encuentra este en Barcelona.Las memorias del director de cine francs han sidopublicadas en una editorial y en una coleccin an msprestigiosas que las de la edicin espaola. Con todo, el

    lector inactual comprueba, espantado, que tambin eleditor francs ha guillotinado a su autor. Abyecta per-versin esta, que est cada da ms extendida y que secomete incluso con libros cuyo precio justificara un

    trato menos miserable. Maldicin a quienes tal hacen!Al lector inactual, que en sus ocios y en su amor a loslibros es tambin encuadernador aficionado, le pareceque un libro sin cuadernillos no merece entrar en subiblioteca; y renuncia a la novedad. Que una bibliotecano se forma acumulando libros sino eligindolos.

    - 2Libros no han de faltar. Aqu hay otro caso digno deatencin para el lector inactual. Se trata tambin de unlibro de memorias. Tiene como ttulo El eco de lospasos, y su autor es Juan Garca Oliver. Es y no es unanovedad: un libro que haba publicado la editorialRuedo Ibrico en 1978 y que vuelve a salir a la calle. Lo

    curioso de este caso es que han aparecido, casi simult-neamente, dos ediciones distintas, una mejor y otrapeor. Al menos, al lector inactual le parece mejor la quereproduce la edicin aquella de Ruedo Ibrico. Es ste

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    un libro con empaque; al texto de las memoriaspropiamente dichas se le han agregado varios tex-tos introductorios, algunas fotografas y un ndicede nombres muy detallado, cosa muy conveniente

    en una obra de este tipo. Suman XXXVIII + 650pginas bien encuadernadas, cosidas y cubiertascon una tapa dura y sobrecubierta (recia pero dediseo poco elegante). La otra edicin, en cambio,no est encuadernada sino encolada a la rstica, yno incluye las fotografas; adems, es ms cara.

    Unas memorias no se escriben slo por la vanidadde dejar testimonio del paso de su autor por elmundo; casi siempre hay una intencin que va msall de eso. Juan Garca Oliver que fue un destaca-do militante anarcosindicalista, compuso las suyasbastante tarde, probablemente a instancias decorreligionarios suyos, con la intencin de dar su

    interpretacin de hechos controvertidos; en parti-cular los que se refieren a la actuacin de la CNT enla guerra civil y a la participacin de sus militantesen el gobierno. Garca Oliver discute las interpreta-

    ilustracin: Sonia Hidalgo

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    ciones que de estos hechos han dado otros historiado-res del anarquismo espaol. Esta vertiente polemista ydoctrinal puede que sea la principal aportacin para losinteresados en el tema; aunque tambin es probable

    que resulte la menos atractiva para el lector comn.El lector comn encontrar ms gusto, seguramente, enlas pginas narrativas del libro. Garca Oliver sigue enEl eco de los pasos las etapas de su formacin comodirigente sindical, incluyendo algunos periodos deencierro carcelario; da cuenta tambin de diversos epi-

    sodios de la lucha obrera de los infelices aos veinte ytreinta, y no faltan algunos sorprendentes ejemplos desu forma menos noble, la de los atentados y las accio-nes sucias de los pistoleros; los de los patronos y los delsindicato. Con la rebelin militar de julio de 1936, GarcaOliver asume en Barcelona un protagonismo militar yorganizativo en la resistencia contra los sublevados que

    le propiciar cierta notoriedad, hasta el punto de que sele nombra ministro de Justicia en un gobierno de LargoCaballero. Garca Oliver no desaprovecha ocasin demanifestar sus divergencias en aspectos militares y

    militantes con casi todos los otros dirigentes anarquis-tas, como Buenaventura Durruti, o con FedericaMontseny. Garca Oliver sobrevivi a la guerra y murien el exilio en 1980.

    (Jos Snchez Sanz, Madrid, 1959. Licenciado en Filologa Clsicaen la Universidad de Salamanca y en Filologa Alemana e Historiapor la Universidad de Valladolid)

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    A propsito de Csar AiraJuan Cruz Lpez

    Rakel dice que este nmero toca literatura argentina.

    Me quedo callado. Inmediatamente pienso en Borges,en Cortzar, y me digo que no. Me digo: no, no y no. Esimposible escribir sobre ellos. Tab. Objeto sagrado.Ttem. No pongas tus sucias zarpas en el nombre deYavh. Cortzar y Borges van cogiditos de la mano haciael abismo de la eternidad (me refiero a la eternidad

    inmediata).Pienso en otros. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete...Y ocho nombres. S, me quedo con el octavo. Es CsarAira. Supongo que lo conoceris.Lo primero que me viene a la cabeza es lo fcil queresulta escribir sobre Aira un minuto despus debarruntar la idea de balbucear algo a propsito de

    Borges o Cortzar. Csar Aira y la literatura argentina.Escribir estrictamente sobre el primero. Lo segundo,eso de la literatura argentina, no s lo que es, no tengoni idea. A decir verdad, slo creo en la literatura a secas.

    Soy algo parecido a un monofisista literario. Llamadmetalibn.Al lo. De Csar Aira (Coronel Pringles, 1949) slo heledo dos libros: Cmo me hice monja (1993) y

    Cumpleaos(2000). Teniendo en cuenta que ha escritoms de treinta libros, se puede decir que he ledo bas-tante poco de l. No obstante, me atrevo a hincarle eldiente al pastel.Para m, llegar a Csar Aira fue fcil. Camin hacia l atravs de un puente ancho y asfaltado llamado Roberto.

    El apellido, mis ilustrisimos lectores, ya sabis cul es.Decirlo hoy en da, escribirlo, cuando su figura seextiende como una mancha de petrleo por los maresdel mercado, me da un poco de risa.Recuerdo perfectamente que cuando leCmo me hicemonja pens que a partir de entonces entenderaArgentina un poco mejor. Es lo que me pasa con algunos

    autores. Autores cuyos libros parecieran componerse deretratos emocionales que nos permitiesen, a nosotroslos lectores, desplegar una cartografa sentimental atravs de la cual, y aun de forma aproximativa, llegar al

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    fondo de las cosas que pasan en el lugar. Podra ser unaespecie de literatura etnogrfica, muy alejada a su vezdel naturalismo europeo.En Cumpleaos, sin embargo, nos enfrentamos a un

    ejercicio de literatura sin historia. Tenemos en estepequeo libro una obra cuya argumentalidad pivotasobre un eje muy alejado de la fabulacin: el de lamemoria. Cumpleaosse me antoja un libro exquisito,breve, certero, sin prrafos de adorno ni floriturasestructurales. Es uno de esos libros contenidos y bien

    cerrados desde la primera pgina. Una obra que selevanta sobre el deber de callar.Adems, Cumpleaoses un libro que guarda lo que a msiempre me ha parecido un tesorillo de los moros, s,una pequea historia de las que emocionan, y quejams, jams de los jamases, podr olvidar. Os dejo conella. Espero que os guste tanto como a m.

    Una historia que me hace pensar: la muerte devariste Galois, a los veintin aos, en 1892.

    Una noche, en una taberna, tuvo una querella apropsito de una mujer, con unos brabuconesque quiz eran provocadores profesionales, yno pudo evitar un duelo, pactado para el ama-

    necer. Fue a su cuarto y esper la hora escri-biendo febrilmente, de modo de dejar registrode sus revolucionarios descubrimientos mate-mticos. Con la primera luz acudi al campo dehonor y lo mataron. Su obra haba sido escritaen una noche, y es una obra de gran peso, fun-

    dadora de l a matemtica moderna. Es una histo-ria triste, pero con un final hasta cierto puntofeliz, porque pudo dejar el testimonio de sugenio, y no vivi en vano. Pudo hacerlo en unaspocas horas, en unas pocas pginas. Un nove-lista en las mismas circunstancias no habrapodido. l pudo porque se trataba de matem-

    ticas, y porque las matemticas tienen una nota-cin adecuada. En esto ltimo creo que est laclave. Yo he pasado muchos aos intiles, todami juventud, buscando la notacin de la litera-

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    tura; dicho de otro modo, he empleado mi vanasupervivencia en soar el instante de mi muerteanticipada.

    S, lo s, os ha gustado. Muchas gracias.

    (Juan Cruz Lpez, Jan, 1979. En 2008 gan el premio AndalucaJoven de Narrativa, gracias al cual public 50 pasos para dar elsalto... (Berenice). Al ao siguiente gan con la coleccin de relatosCuento y aparteel premio para narradores jvenes del Instituto dela Juventud de Espaa). ilustracin de Mara Torres

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    Pars no era una fiesta.Jos Luis de la Cmara(A Marta Ratti, que no necesit estar all para aprender a

    desmitificar el arte)

    Por lo menos no lo era para ese ejrcito de artistas eintelectuales de triste figura, nufragos menesterosos,que se haban atravesado todos los charcos salados delplaneta para alcanzar la inmortalidad y una vez conse-guida morir en Pars cualquier martes de aguacero.

    Muchos de ellos llegaron en estampida, huyendo de losmilicos estirados de bigote franquista y cara de ascetaque por arte de magia hacan desaparecer, en aquelhemisferio tan lejano, seres y enseres mientras contri-tos se arrodillaban ante las sotanas cmplices para reci-bir la sagrada hostia y darse golpecitos en el pecho: meaculpa, mea culpa, para acto seguido y una vez acabada

    la misa, la oracin una vez fecha que deca el poema deMio Cid, ordenar que a todos esos pendejos, terroristaso artistas me los fusile usted, oiga y me los haga des-aparecer no vaya a ser que terminen salpicando. Es lo

    que tienen los muertos que no deberan estarlo, losmuertos indebidos, que con el tiempo terminan salpi-cando; conciencias y uniformes.Y como a Pars llegaron en precario, con la misma pre-

    cariedad con la que haban conseguido a duras penashuir del milico o de la miseria, material o espiritual, quePars no fuese una fiesta no les causaba mayor angus-tia; tiempos vendran en que a los perros los atasen conlonganizas.Atrs se quedaron las milongas , los tangos y la samba

    de mi esperanza, banda sonora de todas las horasmuertas pasadas planeando revoluciones en viejoscafs del viejo Buenos Aires y deconstruyendo la dialc-tica de las armas. Material para el sicoanlisis, soldadi-to boliviano. Y de escribir tu nombre por las paredes demi ciudad, libertad, pasaron a leer y a hacer suyas aque-llas soflamas que adornaban los muros de Motparnasse:

    la libertad, maana; prohibido prohibir; debajo de losadoquines est la playa.All, en las calles parisinas, por Monmartre y por el bule-var St. Michel, arrastraron durante dcadas su nostalgia

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    portea, carioca, andina, caribea, azteca deambulandocon su paquete de Gitanes en el bolsillo y la bagette bajoel sobaco, las dos aportaciones francesas a la intelectua-lidad planetaria. As, con gesto sorprendido e incrdulo

    no podan entender que su talento de artistas no fuese losuficientemente apreciado como para poder comercaliente por lo menos dos veces al da.Junto a ellos y sin una diferencia clara en el atuendoentre ambos grupos, caminaban los dioses del Olimpode las artes y las letras divididos en cronopios y famas,

    segn el tipo de generosidad que practicasen; los unossiempre estaban dispuestos a darte una palmadita en laespalda para elevar el nimo y a la vez pagarte un platode sopa caliente para desentumecer el talento. Los otroseran generosos para consigo mismos, se palmeaban supropia espalda con tanta facilidad y soltura como conse-guan esos puestos de trabajo tan suculentos en los des-

    pachos ministeriales y redacciones de peridicos yrevistas culturales.Con el tiempo las actitudes y comportamientos se fue-ron enquistando forjando unos caracteres de personaje

    de novela; hubo quien se encasill en su papel de mar-ginal crnico de la contemplacin, viviendo de lossablazos y las cuchilladas por la espalda, metafricaspor supuesto; los plagios y las maledicencias sobre la

    obra del vecino de piso era el pan nuestro de cada da.Otros en cambio se hermanaron con el resto de infortu-nados y muchas de esas relaciones duran y perdurarnpara siempre.Tiempos divertidos aquellos si no hubiese sido por elhambre del da a da que obligaba a tener la mente

    siempre atenta, husmeando donde haba un convite,una entrega de premios o una cachupinada con empa-nadillas calientes y vino pelen con que engaar a lastripas. Era divertido y adems haba tanto talento con-centrado en tan poco espacio que la sinergia que produ-ca Pars provocaba que cada artista pareciese mejor; noeran tiempos para enamorarse de un cronopio, haba

    que falsearse, venderse, buscarse un futuro; mucho tra-jn y nada que comer. La conciencia se empez a escon-der antes que la sombra, pero all estaban ellos, guaya-samines, guantanameranos, gauchos, guaranies, boliva-

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    rianos, andinos, del altiplano... personajes quevedianosen busca de autor, todos enfermos de melancola.Y se corri la voz de que l, el buscador de cucarachasen la comida, el hombre de los dos relojes, el domador

    de palabras que escriba tratados sobre cmo dar cuer-da a un reloj o a una alcachofa, el que daba instruccio-nes para subir escaleras al revs, y deca cmo habaque llorar, l, invitaba una noche por semana a comidacaliente y conversacin inteligente en el Trottoirs deBuenos aires parisino, que as se llamaba el bartango

    donde aplacaba su nostalgia.Alto, cejijunto, siempre joven, andaba en esa poca conel corazn muy tocado por una prostituta que trabajabasu oficio encima del local donde convidaba; en palabrasde l, ella era puta pero antes que eso era una eruditasentimental, y lo deca recalcando la diferencia quehaba entre ella y los fascistas sentimentales. Erudicin

    versus fascismo.Sola sentarse en la mesa de forma que desde su posi-cin pudiese controlar quin suba a visitar a la puta ycunto tiempo empleaba en esa transaccin econmi-

    cosexual; si el ocasional cliente era de eyaculacin rpi-da no haba problema, si se demoraba algo ms de loque l consideraba tiempo suficiente para un polvodigno, el nerviosismo se le empezaba a notar y como el

    cliente fuese de esos remolones intelectuales que ade-ms de alivio fsico necesitan para descargar la concien-cia recabar informacin acerca de la vida de la puta,saber si tuvo una infancia feliz, si su padrastro la mal-trataba, si estara dispuesta a dejar la calle... los nerviosen ese caso lo llevaban por la calle de la amargura;

    miraba una y otra vez su reloj de pulsera, lo daba cuer-da, se lo acercaba al odo para ver si an lata y luegocon sus interminables y huesudos dedos buscaba en elbolsillo del pantaln su reloj de leontina y repeta laoperacin, desesperado por imaginarse que su puta decabecera, la erudita sentimental, le estaba engaandocon otro. La atencin prestada, la intensidad y duracin

    de esa atencin es lo que marca la infidelidad.En aquellas reuniones, entre copa y copa se iba forjan-do una leyenda. Ese espejismo semanal, serva paraque tanto paseante artista sin oficio creyese en si

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    mismo, con la certeza de no ser un excluido y que elviaje desde el nuevo mundo a la vieja Europa no habasido en vano, y que solamente era cuestin de tiempoque su talento se reconociese planetariamente. Eran

    cenas que dejaban el nimo ms alto que la torre Eiffel;a eso ayudaba mucho el alcohol, claro, que haca quecada noche de esas se cerrase en peregrinacin hasta eldomicilio de l, a duras penas manteniendo el equili-brio y entonando aquel tango que deca:

    De pibes la llamamos vereday a ella le gust que la quisiramos.En su lomo sufrido dibujamostantas rayuelas.Despus, ya ms compadres,taconeando,dimos vuelta manzana con la barra

    silbando fuerte para que la rubiadel almacn saliera con sus lindastrenzas a la ventana.A m me toc un da irme muy lejos

    pero no olvid esas veredaspero no olvid esas veredas.Aqu o all las siento en los tamangoscomo la fiel caricia de mi tierra.

    Cunto andar por ah hasta que puedavolver a verlas!!

    Invariablemente en ese lento descenso a la resaca,alguno de los que componan la comitiva alzaba la vozpara que los parisinos se enterasen a esas horas noctur-

    nas de que por all andaba de ronda una representacingenuina del arte de los pobres, y componiendo la figu-ra, un tanto maltrecha por el alcohol, gritaba: no digaKempes, diga gol!!Y ah se terminaba la euforia y volva la pena y la nos-talgia, a duras penas se le suba a l hasta la mismitacama, con esfuerzo por lo inmenso de su tamao se le

    desnudaba y all se le dejaba arropadito con la frazadasoando que alcanzaba el sonido tantas veces perse-guido del saxo de Charly Parker.Sin l en el grupo, la cosa decaa mucho y el camino de

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    vuelta a la realidad se haca en silencio y conla memoria haciendo el viaje inverso, de acpara all, viaje largo largo, con punto de lle-gada, la niez. Paseando a lo largo del Sena,

    de vuelta a casa y a los fantasmas de cadauno, con las estrellas como techo, la realidadapenas poda ser engaada por el alcohol yas se iba despidiendo y deshaciendo elgrupo, lamentando que faltase tanto para elprximo encuentro.

    Y golpeando el corazn los ecosaquellos del caminito que entonces estababordado de trbol y juncos en flor.

    (Jose Luis de la Cmara, Burgos, 1958. Ha publicadocatlogos de pintores: ltimas liturgias; xodos; Elrojo de la memoria y La Metafsica de los tiempos quecorren)

    Foto: RaRo

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    Adems de BorgesCarlos Serrano

    Gusta contar al poeta y escritor granadino, Luis Garca

    Montero, de sus viajes a la Argentina. Y en particular, decmo los bonaerenses se quejan cada vez que les men-tan a Jorge Luis Borges y de cmo l se siente encanta-do cada vez que stos le mencionan a sus compatriotasy poetas Antonio Machado y Federico Garca Lorca.Entienden los argentinos que su literatura va ms all

    de Borges. Y es cierto. Aunque en el fondo de esa ani-madversin a un escritor inigualable, como fue y esBorges, ms que la defensa de la literatura argentina seatisba el rechazo a un escritor que para muchos argen-tinos era demasiado europeo. Algo nada extrao, por-que otros muchos consideran all a Cortzar un escritorparisin. Y sin embargo, ambos son tan argentinos

    como el Martn Fierro, y comparten con este poema unlugar predominante en la literatura argentina. Agrade ono a algunos de sus compatriotas, y a pesar de esa creen-cia general y asumida de que sobre gustos nada hay

    escrito. Aseveracin discutible, al menos en lo referentea la literatura, ya que adems de estar escrito, sueleestar impreso.Comprendo pues el lamento bonaerense; pero ms

    como un temor hacia el desconocimiento de su riquezaliteraria que como un reproche a la irreprochable obra einfluencia de Borges. Pese a aquellos que consideraneuropeo su legado y a aquellos otros que son incapacesde separar su obra literaria de su comportamiento y susveleidades.

    En esa abundancia literaria hay autores como LeopoldoLugones, Osvaldo Soriano, Toms Eloy Martnez,Ernesto Sbato, Antonio Di Benedetto, Juan Jos Saer oAdolfo Bioy Casares, que al margen de su obra proba-blemente ms conocida y difundida La invencin deMorely de su amistad con Borges, confirma la tradiciny buen hacer de los escritores argentinos en un gnero

    literario a menudo no valorado como es el cuento.Gnero que cultivaron, cmo no, tanto el europeoBorges como el parisin Cortzar.Ahora me cuentan y leo sobre Ricardo Piglia, reciente-

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    mente galardonado en Espaa con elPremio de la Crtica por su novelaBlanco nocturno, como referente de laliteratura argentina; pero no puedo

    opinar, porque en mi debe anoto lalectura de alguna de sus obras. Al queaado al argentino afincado enEspaa, Andrs Neuman, que bienpuede encabezar una nueva genera-cin de autores argentinos, la ltimadel siglo XX o la primera del XXI.El tiempo dir. No es mi intencin vati-cinar el futuro de la literatura argenti-na o resear a los jvenes escritoresque sin duda sern los protagonistasde ese tiempo venidero. Porque pre-sente y pasado ofrecen hoy calidad e

    inters literario, adems de vivencias personales quesuperan a la ficcin, por el horror, la represin y laindignidad aplicados por las sucesivas juntas militaresque gobernaron Argentina y la convirtieron en tierra de

    desaparecidos. Un pasado en elque habita como referencia obliga-da y recomendable Rodolfo Walsh,denominado por algunos el anti-

    Borges.Haba ledo algn cuento suelto deRodolfo Walsh y alguna alusin al de otros autores como el colom-biano Gabriel Garca Mrquez,pero hasta hace unos meses, mayode 2010, no supe de la publicacinde sus Cuentos completos enEspaa. Nada raro, ya que la edito-rial Veintisiete letras, responsablede esa edicin, la haba publicadodos meses antes, en marzo de 2010.Adquir el volumen. Y descubr a

    un autor, que salvando las distancias y cruzando elcharco, me evoca el compromiso social y literario deLeonardo Sciascia; el Italo Calvino de La jornada de uninterventor electoral e incluso a Andrea Camilleri y a su

    foto:RaRo

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    comisario Montalbano. Y ms cercano en nuestra geo-grafa, al aorado Manuel Vzquez Montalbn.Intuyo que hay muchos lectores que desconocen la obrade Rodolfo Walsh, o que como yo slo haban podido dis-

    frutar de algunos de sus relatos o conocan de odas suOperacin masacre. Por ello la edicin de Cuentos com-pletoses una oportunidad nica para acercarse a la figu-ra literaria y personal de este militante montonero, quereflej la realidad social y poltica de Argentina y quecomo tantos otros se convirti en un desaparecido deaquella dictadura militar, a cuyos responsables remiti suclebre misiva Carta abierta de un escritor a la JuntaMilitar, fechada el da anterior a su desaparicin.Y por ltimo, permtanme una segunda recomendacin,sumamente especial, la dignidad humana y literaria delpoeta Juan Gelman. Otro autor argentino que probable-mente tampoco recibir el Nobel, pese a sonar su nom-

    bre entre los candidatos al premio.El poeta mejicano Jos Emilio Pacheco, tras ser galardo-nado con el Premio Cervantes, afirm que l no era elmejor poeta de Mjico, ni siquiera el de su barrio o el de

    su calle, porque su vecino era Juan Gelman.Lean a Gelman y lo entendern. Disfruten de sus versos,profusamente publicados por Visor. Y si su curiosidadva ms all de la literatura, pregunten sobre su historia

    personal. Despus, busquen la mirada serena del poeta;respiren profundamente y compartan la dignidad.Oigan el sonido de las palabras, descubran cmo perdu-ra frente al de las botas que golpeaban el piso en aque-lla Argentina de mediados de los 70, y convnzanse deque ni las vivencias, ni la literatura argentinas nos sonajenas. Y que por supuesto, existen unas letras argenti-nas ms all de Borges.

    (Carlos Serrano, Madrid 1965, es periodista y escritor)

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    Destellos (Fragmentos de un libro indito) 2Los faros del fin del mundo

    Mario Sanz Cruz

    no s que busca un hombre frente a un faro,pero algo en su esperanza, en su rito montono,

    me inspira gratitud. (Andrs Neuman)

    Muchos son los puntos negros para la navegacin ennuestro mundo lleno de agua, pero, hasta la inaugura-

    cin del Canal de Panam, el 15 de agosto de 1914, lazona de Tierra de Fuego, Cabo de Hornos y proximida-des, ha sido uno de los mayores cementerios de nave-gantes que se ha conocido. Antes del Canal de Panam,el largo y peligroso recorrido por el Cono Sur americanoera indispensable, para cualquier buque que tuvieseque ir del Atlntico al Pacfico o viceversa. La enorme

    afluencia de navos y la peligrosidad del mar en estaslatitudes, cercanas al crculo polar antrtico, se hancobrado las vidas de miles de marinos. Despus de lainauguracin del Canal, los naufragios descendieron

    notablemente, pero siguieron siendo numerosos.Por ms que se construyesen faros, por ms que losingenieros navales se esforzasen en mejorar las embar-caciones y que los armadores intentasen retar al mar,

    poniendo a sus barcos nombres prepotentes, no habamanera de escapar de la dureza de los elementos. Asfueron cayendo cientos de barcos, algunos con nombrescomo Triunfo o Vencedor, que fueron tan vencidoscomo los que llevaban nombres de santos o vrgenes, ensu lucha con el mar.De las tres rutas posibles: Estrecho de Magallanes,Canal Beagle y Cabo de Hornos, la ms literaria es lams cercana al polo; la que pasa por la isla de LosEstados y el Cabo de Hornos. Siguiendo la ruta ms alSur del continente americano, al llegar al Cabo SanDiego, donde se inaugur un faro en diciembre de 1934,se entra en el estrecho de Le Maire, que deja al Este la

    isla de Los Estados, con sus tres faros.El faro ms antiguo de la isla de Los Estados, y de todaArgentina, es el faro de San Juan de Salvamento, inau-gurado el 25 de mayo de 1884. Aunque est declarado

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    como monumento histrico, qued fuera de servicioy fue relevado por el faro de Ao Nuevo, en 1902.El genial y clarividente escritor, Julio Verne, se ins-pir en las soledades de esta isla de Los Estados y

    su faro de San Juan de Salvamento, para escribir sunovela El faro del Fin del Mundo. En ella narra lasaventuras de los tres torreros del faro, llamadosVzquez, Felipe y Moriz; que tienen que enfrentar-se, en la desamparada isla, a la banda de Kongre, ungrupo de saqueadores de embarcaciones naufraga-das, compuesto por doce hombres sin escrpulos.Julio Verne describe magistralmente la inaugura-cin del faro, el funcionamiento de sus equipos, elpaisaje de la isla, las relaciones humanas entre losprotagonistas y la lucha por la supervivencia enuno de los lugares ms perdidos y climatolgica-mente extremos del mundo. Que todo era fruto de la

    imaginacin de Verne, lo comprobamos al ver, endirecto, el faro de San Juan de Salvamento, que nose parece en nada al tpico faro que describe elescritor en su obra. Como homenaje a esta novela yIlustracin de Mara Torres

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    a su autor, en 1998, un grupo de franceses reconstruyeste faro y lo hizo funcionar con energa solar. Desde1926, hay un tercer faro en la isla, el faro de Le Maire,que seala la entrada al estrecho del mismo nombre.

    Pero Julio Verne no es el nico que ha imaginado histo-rias sucedidas en la isla de Los Estados. Sobre esta islahay una leyenda, La historia de Mila, que se ha contadodurante aos, entre los marinos que navegaron por el Surdel continente americano. Segn se cuenta, el barco en elque la joven Mila viajaba, con su marido, naufrag en lasagitadas aguas que rodean la isla de Los Estados. Slo sesalvaron ella y dos tripulantes, que lograron llegar en unbote hasta la isla. All fueron socorridos por los militares,nicos habitantes del lugar. Entre ellos se encontraba unhombre de Buenos Aires, que haba sido invitado por eljefe del pequeo destacamento del ejrcito argentino. Labella Mila vivi un apasionado romance con el porteo,

    en aquellos impresionantes paisajes; que termin en tra-gedia cuando la mujer supo que, su enamorado, habaasesinado a uno de los dos jvenes que se haban salva-do del naufragio, junto a ella. Mila, desesperada, se tir al

    mar desde el pen donde se alza el faro del Fin delMundo. La soledad de estas aguas incita a los navegantesa inventar historias de amor, su dureza, a terminarlas deforma dramtica.

    Dejando atrs la isla de Los Estados, los barcos quesiguen la ruta ms meridional hacia el Pacfico, pasanentre el faro de Cabo de Hornos, al Sur de la isla, y lasislas Diego Ramrez. El Cabo de Hornos es otro puntomtico en el que han naufragado infinidad de buques yhan dejado su vida cientos de buenos marinos.Pero ya hemos tenido bastantes dramas y, para variar,vamos a contar una historia con final feliz: Un navegantesolitario, a bordo de un yate francs, se desvi hacia elNorte de su ruta, durante la noche, y en vez de sortear eltemido Cabo de Hornos, choc contra unas rocas cerca-nas. El yate se destroz, pero l logr llegar nadando a lacosta, sin heridas de importancia. Vio un destello de luz y

    se dirigi hacia l, pensando que era su salvacin, puesse trataba del faro de Cabo de Hornos. Trep por un escar-pado acantilado y lleg al pie del faro, pero, gran desilu-sin, el faro es automtico y no hay personal ni viviendas

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    a su alrededor. Desesperado y al borde de la hipotermia,divis una pequea luz en la distancia y se encaminhacia ella. Despus de caminar largo rato, logr llegar ala casa que tena luz. Llam a la puerta y escuch cmo

    dentro se organizaba un buen revuelo, rumores de vocesy ruidos metlicos. La casa result ser una pequea guar-nicin que las autoridades chilenas haban destacadocerca del faro de Cabo de Hornos. Los infantes de marina,sorprendidos por la inesperada visita, tomaron sus armasy se dispusieron a defenderse; pero al observar que elque haba llamado a la puerta no era ningn ejrcito ene-migo, sino un simple nufrago medio muerto de fro, lehicieron entrar, le dieron ropa de abrigo y una buena tazade caf caliente.Aunque parezca difcil imaginarlo, tambin puedehaber un final feliz para un naufragio en un sitio tandesolado.

    (Mario Sanz es farero y tiene indito un libro sobre faros.Actualmente trabaja en el faro de Mesa Roldn en Carboneras)

    IlustracindeEncarnaMorale

    s

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    Cenizas escogidas. Rodrigo Garca. Editorial La uarota. 508 pginas. 24 euros.Una resea de Pedro Villaln.

    En el adormecido mundillo teatral de este pas pocoscomo Rodrigo Garca representan lo que antes se llama-ba un autor, o sea, alguien que escribe algo para serdicho ante el pblico.Criado en el extrarradio de Buenos Aires, estudia elcuerpo trabajando como carnicero y, ya en Madrid, elalma trabajando como publicista. Tras ms de veinteaos en el tajo teatral, a base de obras que tratan deburlar nuestra indiferencia ya desde el ttulo (Conocergente, comer mierda; Haberos quedado en casa capu-llos; En algn momento de la vida deberas proponerteseriamente dejar de hacer el ridculo ) el tal Garca seha ido ganando a pulso una fama de autor irreverente,

    arriesgado, provocador o de autor de moda y malditode postal.Opiniones diversas, diversas opiniones. Si no has teni-do ocasin de ver sobre el escenario alguna de estas

    obras, ya que los Gestores Culturales de tu provinciaprefieren incluir otros platos en el men, ahora puedest tambin tener tu opinin, y hasta veintids opinio-nes, que es el nmero de textos que se renen en este

    libro.Pero, la verdad, la razn de hablar aqu de l no es lafama del autor o su importancia en el mundillo, la raznes que este tipo escribe cojonudamente, en mi opinin;pero, ya sabes, slo tienes una forma de saber si mi opi-nin es tu opinin.Pero, hay que avisar, que se renan veintids obras noquiere decir que se renan veintids historias, con supresentacin, su nudo, su desenlace; con su trama y suspersonajes hablando y relacionndose entre ellos. Quenadie espere una obra tradicional, con su dilogo y susentido argumental. Aqu no hay ms que gente quehabla.

    Gente que habla:Voces, voces, a veces una sola voz contando una trasotra cosas diversas, opiniones, ocurrencias, pensamien-

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    tos, pequeas historias sacadas de quicio. A vecesvarias voces que se relevan para contar una mismacosa, o cosas similares; hablando, no entre ellas, sino alespectador, al lector, o sea a nosotros. Voces, voces, un

    coro de voces y pensamientos, de historias amontonn-dose, chocando entre ellas, caos, confusin de palabras,como en la vida.A veces el texto aparece como una sucesin de frag-mentos, como anotaciones de diario, reflexiones en vozalta, observaciones sobre la vida, escritas de forma aveces prxima al poema.Pero todo, sea lo que sea, acaba sonando como una vozque nos habla, como algo vivo, alejado de la literaturaacartonada, porque este tipo sabe dar a las palabras laplasticidad de lo callejero, la palabra clara, la actituddel que ha venido aqu a decir algo.

    La actitud es lo que cuenta:De hecho aqu lo ms importante es la actitud no con-vencional, polticamente incorrecta, con que se dicenlas cosas. Bromear con cosas pretendidamente serias,

    ironizar, escenificar conductas pretendidamente abe-rrantes, dar la vuelta a las cosas.A un mundo absurdo se le debe abordar absurdamente,a un mundo ilgico ilgicamente, a un mundo que nos

    toca los cojones solo podemos corresponderle de lamisma manera. Eso es una actitud.

    El problema de contar o contamos con un problema:Y es una actitud tambin el que alguien en ese mundi-llo se plantee cmo hacer las cosas para que su trabajono sea ms de lo mismo, para no limitarse a decir otravez, de la misma manera, lo ya dicho, palabras que porsabidas ya ni se escuchan. Se acertar, se fallar, perose habr intentado.Lo siento, siempre me han gustado los tipos que pare-cen tener ms preguntas que respuestas, porque, claroest, eso tambin es una actitud.

    Hago mis creaciones para gente como yo, una minora

    cultivada inoperante, patticatodos leen los mismos

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    autores malditos, gente que tiene dinero para la com-

    pra, que habla de arte y que no corre peligro.

    Cuando digo que como artista soy consciente de esta

    realidad decepcionante, no me destaco como un serms sensible o perspicaz que otros soy un artesano

    en llevar la contraria, en generar malestar y, a la vez,

    destellos de belleza, y me siento obligado a confundir.

    Si construyo una obra de teatro diciendo lo que est

    bien y denunciando lo que est mal, es muy poco inte-

    resante, no aporta nada, y adems es falso, ese tipo de

    denuncia es falsa. Entonces prefiero exponer en mis

    obras mensajes contradictorios todo el tiempo, incluso

    poner criterios que no comparto, pero me interesa

    expresarlos. Es tener cojones, si no tienes cojones yo

    hara un teatro donde dira la pobreza es mala, los ricos

    son malos, los pobres son buenos, el sistema es unamierda, la polica es mala, entonces todos estamos de

    acuerdo y me aplauden y nos vamos todos contentos.

    Pues no, prefiero hacer un tipo de teatro que diga: mira,

    la polica es muy buena porque es muy bueno que a

    veces te peguen dos palos en la cabeza y te la rompan

    para que aprendas, y eso es lo que me interesa poner

    en escena, entonces la gente dice, qu me est diciendo

    este tipo.

    Para m el caos no es una esttica, sino ms bien una

    ideologa que yo vivo visceralmente.

    (textos en cursiva de Rodrigo Garca).

    (Pedro Villaln, Valladolid, 1969. Es licenciado en Historia)

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    Nos marchamos cuando ms falta haca que nosquedramos.Miguel ngel Maya

    Me descerraj esas nueve palabras, sin levantar la voz,suaves, crudas, afiladas. Luego arranc el coche deforma brusca, y ste se perdi en medio de la noche, yla noche se perdi en medio del alcohol, y el alcohol sefue diluyendo en mi flujo sanguneo y mis rganoshasta que el sol viol mis prpados entrecerrados yborrosos y todo volvi a empezar con un dolor de cabe-za considerable.De lo que voy a contar ahora, todo es autobiogrficomenos esas nueve palabras del principio de la historia(o habra que decir ms bien del final de la historia). Lodems es cierto, me atrevera a decir que mis palabrasson mimticas respecto a la realidad de lo que pas,

    porque la radiografan, la cuentan con pelos y seales(lo de pelos y seales es literal, aunque coincida conuna frase hecha de las muchas en las que se apoya larealidad, como si estuviera coja y las frases hechas fue-

    ran una muleta que en cierta manera la apuntalaran, ala realidad, digo).No recordaba nada. Quiero decir que, mientras vea per-derse el coche en mitad de la noche, rodeado de aque-

    llas nueve palabras moribundas y agonizantes, norecordaba nada.Bueno, s, casi nada ms bien, pero eran apenas unascuantas cosas sin importancia: un sombrero en la per-cha, un bastn, un abrigo rojo en el espaldar de la silla,un zapato de tacn perdido bajo la mesa, un pie con lasuas pintadas de malva que jugueteaba con una panto-rrilla lechosa y blancuzca con pelos y un gato que se aci-calaba las patas ajenos a la bomba de relojera cuyapresencia iba apoderndose, pudrindolo, de aquelambiente soporfero de murmullos, risas falsas y mira-das de reojo.Yo no era el nico que oa cada vez ms ntidamente el

    mecanismo de la bomba, cuyo ritmo se acompasaba conlas acciones veladas de cada uno de los comensales: laspalabras y los juegos de manos, de significados poli-dricos y cada vez ms angustiosos. La bomba estaba a

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    punto de estallar, y, como siempre sucede en estoscasos, los que estbamos all nos dividamos endos grupos: los inocentes, la carne de can, lospobres diablos ajenos a lo que se nos avecinaba; y

    los que tratbamos de salvar el pellejo.Antes le dije que mis palabras iban a ser obscena-mente fieles a la realidad, lo que no dije es quefuera a contar toda la realidad. Convendr conmigoque todo lo que ha pasado ha sido terrible. Ustedtambin lo vio todo: bien es verdad que lo vio tododesde fuera, que no estuvo en esa olla a presin enque se haba convertido la cena: usted slo viocmo saltaba todo por los aires, de ah su descon-cierto y su miedo. No se lo reprocho. Yo en su lugar,habra hecho lo mismo que usted: sacar un bloc yhacerle preguntas estpidas a los supervivientes.Cada uno le escupir palabras, radiografas atolondradas

    o acertadas de lo que vieron o quisieron ver, de la formaen que se pusieron a salvo.Pero no se engae: nadie vio a quien puso la bomba, y,sobre todo, nadie, absolutamente nadie, le dir la causa

    exacta de este desconcierto puntiagudo y terrible:Fogwill ha dejado de respirar.

    (Miguel ngel Maya, Madrid, 1978. Escribe relatos, poesa y guio-nes. Su primera novela publicada es ltimas 2 horas y 58 minutosen la Editorial Lengua de Trapo).

    Ilu

    stracin:SoniaHidalgo

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    CineAbelAngel Cagigas

    Todos sabemos de Diego Lunapor su trabajo como actor enbuen nmero de pelculas puesno en vano lleva trabajando en elcine desde los seis aos, aunquequizs sea ms conocido desdesu participacin en la cinta deAlfonso Cuarn titulada Y tumam tambin (2001), dondeactuaba junto a su gran amigoGael Garca Bernal, y despus se le ha visto en ttuloscomo Soldados de Salamina (David Trueba, 2003), La ter-minal (Steven Spielberg, 2004) o Mi nombre es Harvey

    Milk(Gus van Sant, 2008).En ese trabajo de tantos aos delante de la cmara DiegoLuna ha ido descubriendo que le apeteca dirigir un pro-yecto propio, ponerse detrs de la cmara, y lo hizo en

    2007 realizando un documental sobre un boxe-ador legendario, Julio Csar Chvez; y ahoraacaba de volver a las andadas, a ponerse tras lacmara, pero esta vez para dirigir una obra de

    ficcin, su primer trabajo como director de fic-cin, titulado Abel, del que tambin es autor delguin y los dilogos, con lo que se convierte ensu obra ms personal hasta la fecha.En la cinta nos cuenta la historia de Abel, unnio de nueve aos que ha sido diagnosticadocon un trastorno de conducta, uno de cuyossntomas ms evidentes es su negativa abso-luta a hablar, por lo que su madre, una mujerabandonada por su marido que est criando

    sola a sus tres hijos lo interna en una institucin men-tal cercana a su casa. Ella lo visita todos los das y acabaconvencindose de que la convivencia con sus herma-

    nos, una hermana mayor y un hermano ms pequeo,ayudara a Abel a mejorar, por lo que lo lleva de vueltaa casa, y el milagro se produce, el nio vuelve a hablar,pero no como un nio, no como el hijo de nueve aos de

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    esta mujer, sino como si fuese su marido, como si fueseel padre de sus hermanos, como si fuese el hombre dela casa, transmutado as de nio de nueve aos a padrede familia responsable, lo que da lugar a situaciones

    divertidas, como cuando interroga al noviete de su her-mana a fin de darle el visto bueno; y por chocante quesea esta situacin, todos en la casa la aceptan y la vidade todos se transforma, volviendo a ser una familia.Pero entonces aparece el elemento restante, el elemen-to en discordia, el padre real, que no es aceptado porAbel, quien lo trata como si fuese un to lejano dandolugar a una serie de situaciones absurdas de un humorun tanto agrio, como cuando manda a su propio padrea dormir al sof, ya que l mismo duerme en la camacon su madre, lgicamente al creerse su marido, ocuando lo interroga para averiguar sus verdaderasintenciones ya que hay varias cosas en la conducta de

    este hombre que no le acaban de cuadrar. Y esta situa-cin casi idlica se descalabra cuando el padre de Abelle obliga a enfrentarse con la realidad, cuando le obli-ga a abandonar el cambio de identidad que le ha per-

    mitido volver a hacerse un hueco en su familia, abo-cndolo as a la tragedia.Diego Luna ha demostrado ser uno de los nuevos valo-res de la direccin cinematogrfica ya que su pelcula

    consigue atraparnos hablando de dos temas trascen-dentes: la paternidad y la identidad, que se desdoblanen problemas como el abandono o la ausencia delpadre, una ausencia que permite al nio conseguir unaidentidad propia como hombre de la casa, a la vez quese erige en padre de sus propios hermanos paliando deesta manera el abandono que sufren, con lo que Abelsacrifica su infancia por el bien de su madre y sus her-manos. Y no voy a destriparles el final, slo dir que esuna magnfica pelcula, y, si pueden, no se la pierdan.

    (ngel Cagigas, Valladolid 1966. Es doctor en psicologa. Profesoren la Universidad de Jan. Es autor de ensayos sobre psicologa yesttica. Es director de Ediciones del Lunar).

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    relatos

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    Alentejo bluesDomingo Lpez

    -Bourbon, b-o-u-r-b-o-n, four roses si puede

    ser, jefe, faz favor- digo, no solo deletreandolas slabas y exigiendo marca como quienpide priva en la luna, sino levantando lamano y mostrando cuatro dedos cuatro. Elviejo me mira y sonre, balbucea algo, se dala vuelta, agarra una botella polvorienta y mela muestra. Aguardente Vlron, leo en la eti-queta.-Vale, ok, ponga eso mismo- le digo portomar cualquier trago. El viejo, satisfecho,abre el tapn y va en busca de algo, un vasosupongo.Saco un cigarrillo. Afuera hace unbochorno de mil demonios. Desde la barra

    veo la moto a pleno sol, con el portaperrosamarrado detrs y al Chucho, en el suelo,esperndome con las orejas cadas y la len-gua fuera. No hay nadie por ningn sitio ni sIlustracin: Santos Beltrn

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    cmo diablos se llama el pueblo. Al menos estoy asalvo en la penumbra de la taberna y ya es algo. En latele, sin volumen, lloran a lgrima viva en la consabidatelenovela brasileira. Saco el mapa y lo miro cual aven-

    turero irresoluto, de pacotilla. Cog un desvo a campotraviesa y no tengo ni puta idea de dnde estoy ni pordnde se va a la costa. El viejo trae efectivamente unvaso sucio y lo llena. Obrigado, digo. Doy un gran tragoy aquello me abrasa el gaznate y el estmago. Mismuertos. Se me han saltado las lgrimas. El viejo memira y sonre. Detrs suya, junto al pster descolorido

    del Benfica FC hay un cartel, escrito a mano:Precisa-se mozo para o bar.

    Oigo al Chucho ladrar. Vuelvo la cara y lo veo menean-do festivamente el rabo y oliendo ensimismado a unaperrita. Ya lig, qu cabrn. El viejo me acerca amable-mente un cenicero casi prehistrico, de Cinzano. Se

    necesita camarero? En esta tasca de mala muerte?,me pregunto, fascinado. Cuento las mesas, dos. Lassillas, cinco. Las botellas en el estante, doce. Las mos-cas, doscientas veinte. Y entonces entra alguien y oigo

    un dulce boas tardesy me giro y veo una chica morena,deslumbrante, que me sonre tambin y luego besa alviejo, que la llama filha. Miro otra vez a la calle, alChucho que, bajo el calor tremendo y sin ms trmites

    se est tirando a la perrita, montndola, dejando prolepor el mundo. Pago, por hacer algo, y dejo propina ytodo. Cojo el macuto del suelo. La chica le pasa un trapoa una mesa y canturrea. La miro de reojo. Es muitobonita. Doy unos pasos, inseguro. No se adonde mier-da queda el camping, lleno de guiris idiotas, ni adondequeda nada. Llego a la puerta. Adis se dice adeus. El

    silln de la moto me quemar el culo. Se necesitacamarero. A la sombra de un buzn oxidado el Chucho,jadeante, est enganchado gozosamente a la perrita.Enciendo otro pitillo. Y entonces me digo, mierda, porqu no? tampoco se est mal y me vuelvo y pido otroaguardiente de los cojones y le guio un ojo cmplice a

    la chica y sealando el cartel que oferta el empleo meacodo en la barra de chapa y le digo al viejo que cuan-ta guita, que cuando empiezo y en fin, que si hablamosde negocios.

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    Domingo Lpez, (1967, Sanlucar de Barrameda, Cdiz) Comonarrador es autor de obras como La soledad y nosotros(Premio Nacional de Narrativa Julio Cortzar 2002,Universidad de la Laguna, Tenerife 2002), La lluvia y lasrayuelas y otros cuentos(Coleccin Monosabio de Narrativa,

    Ayto. de Mlaga, 2002) o Rompiendo el protocolo(1er PremioCertamen Relatos Ateneo 1 de Mayo, Madrid, 2007).Tiene varios poemarios publicados, como Blues(Premio delXXII Certamen de Poesa ngel Martnez Baigorri Ed. Ayto deLodosa, Pamplona, 2006) o Suburbia (Premio del CertamenInternacional de Poesia Ciudad de Morn 2006-EditorialPoint de Lunettes, Sevilla, 2007) y ha sido incluido en variasantologas, entre ellas Voces del Extremo-Poesa y Utopa

    (Fundacin Juan Ramn Jimnez, Moguer, Huelva, 2004) yPotica 2005(rea de Cultura, Ayto de Zaragoza, 2005).

    Este relato pertenece al libro indito de relatos brevesTocaba correr.

    Ilustracin: Manuel Olivenzia

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    Lo espaol y yo. Autoanlisis del patriotismo:Bochorno, indignacin y aceptacin.F. Lefer

    Al marino espaol, cuando le dan de beber,o le han jodido o le van a joder

    (Cita extrada de Trafalgar de A. Prez Reverte)

    Soy espaol desde pequeo. Es algo que no pudeelegir. La primera toma de conciencia del asuntosurgi de una conversacin con mi padre. Todoresultaba un tanto confuso. De hecho, una de las

    conclusiones de aquella interesante conversacinfue la de que Franco haba sido el responsable dela expulsin de Napolen de nuestras tierras, traslos terribles hechos del 2 de mayo en Madrid. Todaaquella algaraba de datos debi dar vueltas en micabeza generando un patriotismo surrealista del quetodava hoy no me he librado del todo.

    Cuando era algo mayor, no s, unos seis o siete aos,empec a viajar con mis padres al extranjero. El primerdestino fue Londres y all empez a forjarse lo queahora llamo el periodo del bochorno, en el que com-

    prenda perfectamente cun cutre era mi pas. En esaprimera salida al extranjero, hube de defender el honorpatrio en su, digamos, mi primer encuentro internacio-

    nal. Mis padres me dejaron unos das en casa de unamigo suyo de Londres. Ese amigo tena un hijo de miedad y ese hijo tena su pandilla de suburbio londinen-se. All me vi obligado a sostener algunas disputas fsi-

    Ilustracin de Santos Beltrn

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    cas de las que sal con desigual fortuna. Recuerdo pen-sar que, al menos, haba demostrado gallarda en todaslas peleas y me reencontr con mis padres despus dehaber arrancado a aquellos hijos de la gran bretaa la

    calificacin positiva de no pareces espaol. No pare-ces espaol, a m aquello me pareca bien. Si ser espa-ol era algo vergonzoso, pues adelante no? Empezabaa desligar mi persona de mi nacionalidad.

    El ndice del cspedAl viaje de Inglaterra le siguieron otros; Francia,

    Blgica, Suiza a partir de esas experiencias comenc asacar mis propias conclusiones. Al final todo lo reduje auna cosa: Al csped. Descubr que todos los pases quemolaban ms que Espaa tenan muchsimo ms cs-ped por todos lados que nosotros. Yo vena de Madrid,donde algo de csped haba, s, pero siempre acompa-

    ado de los carteles de prohibido pisar el csped.Haba muy poco y era malo, cutre, ralo un csped dequiero y no puedo. Por el otro lado, en Londres o enPars uno iba a cualquier parque y, adems de estar

    lleno de enormes praderas de hierba verde, fresca,blanda y apetitosa, la gente, que iba siempre vestida deforma mucho ms molona, lo pisaba, se tumbaba, sedorma y hasta haca fiestas encima. As elabor algo

    que an hoy sigo utilizando: El ndice del csped: Pasrico e importante: mucho csped/Pas pobre e insignifi-cante: poco csped.Aos despus, cuando la que era mi ciudad, Madrid,empez a llenarse de parques y de csped, pude vercmo aquello coincida con la primera etapa de desarro-llo econmico y social espaol tras la llegada de la lti-

    ma democracia, por lo que me pareci, y an me parece,que el ndice del csped es un magnfico indicador deestos temas.Lo cierto es que me joda que mi pas fuera de los cutres.No se lo deca a nadie, pero me joda. Era algo que todoslos amiguetes sentamos. Daba igual que en el colegio

    se nos hablara del descubrimiento de Amrica, o delimperio europeo de Carlos I, o del Gran Capitn. Quindemonios era esa gente? Salan en alguna peli? No,la respuesta era No. Tambin haba algunos abuelos

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    venerables que queran contarnos cosas de Al Bey, DonBlas de Lezo o del navegante Urdaneta, pero ningunode esos, as nos pareca, podra sacar ms rpido queRingo Kidd. No, estimados lectores, la espaolidad de

    aqul periodo del bochorno se pona en liza en situacio-nes como Eurovisin o los mundiales de ftbol. Siempredbamos una imagen lamentable. Los ms avezados,los ms modernos e internacionales de entre los espa-oles, escapaban de aquello declarndose desde elprincipio como una suerte de aptridas incapaces deapoyar a Micky (el hombre de goma), Mocedades, Peret

    o Remedios Amaya en sus desventuras eurovisivas.Pero qu cojones, tenan toda la razn, era obvio quemolaban mil veces ms los Beatles o los Rolling (s, digolos rolling, no los stones) o cualquier grupo quesonara a ingls.Y con el ftbol? Uno se sentaba junto a sus padres a

    compartir como buenos espaoles- el bochorno deserlo. Los espaoles siempre ramos bajitos, bastantechuscos y siempre perdamos en todo. Yo llegu a pen-sar que exista una ley fsica que haca que cuando un

    espaol competa con cualquier extranjero, el primerotenda a perder irremediablemente. Las cosas america-nas, inglesas, alemanas o japonesas eran estupendas yel made in spain meid in espain- era como la antesa-

    la de algo que iba a fallar.

    55 das en PekinQu ms decir del periodo del bochorno? Slo undetalle ms, estimado e internacional lector; una anc-dota: Recuerdan uds. la pelcula 55 das en Pekn?Aquella en la que una cruenta rebelin de los chinos

    asediaba a una poco numerosa colonia internacional enPekn. Esa de Charlton Heston y David Niven.Pues bien, en esa pelcula, que situaba los hechos en elao 1900, se hablaba de las potencias internacionales-potencia, qu palabra- y salan desfilando los solda-dos de esas potencias, se escuchaban sus himnos nacio-

    nales y se vean sus banderas. Mi sorpresa lleg cuandoentre esas potencias apareca Espaa. S, salan sol-daditos desfilando y la banderita, como los dems,como Alemania, Inglaterra, Estados Unidos Yo qued

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    conmocionado se habran equivocado?.La pelcula iba avanzando y llegaba una escena en laque los embajadores de las potencias se reunan paradebatir sobre el incierto futuro de sus legaciones. Y all

    apareci un seor con buen aspecto, canas y barbasblancas, bien vestido, que deca algo as como: Espaano se rendir jams Algo dentro mo sinti un calorespecial: toda la gente del mundo que viera esa pel-cula, iba a or a aqul espaol tan digno, elegante yvaliente? Qu maravilla qu gozo ntimo (porque lacosa era tan estpida que cualquiera lo comentaba

    luego en el cole)Aos despus me enter por mi padre que la inclusinde esas referencias a lo espaol por parte de los produc-tores de 55 Das en Pekn, probablemente se debieranal hecho de que la pelcula se haba rodado ntegramen-te en Las Rozas (Madrid). Aqu mi padre me compens lo

    de Franco y Napolen.

    El periodo de la indignacinAs sal de la infancia. Tras atravesar aquel despiadado

    desierto del periodo del bochorno. Llegado a la juven-tud, muchos de mis amigos comenzaron a hacer viajesde estudios. Sobretodo al Reino Unido y a EE.UU. De allvolvan contando historias terribles: -No saben qu es

    Espaa. Le pregunt a mi profesor y me dijo que Espaadeba estar al sur de Mjico-Qu rabia me causaba aquello. Otro amigo llegado deEE.UU me cont que su familia de acogida le pregunta-ba si en Espaa tenamos electricidad en las casas ycoches y ese tipo de ddivas del desarrollo ms y msdolor. El periodo del bochorno haba terminado.

    Llegaba el periodo de la indignacin, la era de la ira.Cmo un puto profesor de colegio yankeede mierdaal que cabra suponerle una formacin de cierto nivel-no sabe que quin pag el viaje del descubrimiento deAmrica de Cristbal Coln, de Christopher Columbus,fue la jodida Corona de Castilla? Joder!

    Esa primera juventud coincidi con la entrada deEspaa en la Comunidad Europea. Una magnfica opor-tunidad para ver en todos los medios informativos anuestros representantes pasear el palmito espaol por

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    ah. Se haba terminado la exclusividadinternacionalista de eurovisin y losmundiales. Ahora haba tambin bande-ritas y espaoles en salas de conferen-

    cias y palacios. Les dejaban sentarse contodos los dems. Por supuesto queseguamos siendo bajitos y segua ah,siempre pendiente, el tema de Gibraltar.En esta etapa de la indignacin yocomenc tambin a hacer mis primerosviajes internacionales sin la tutela de

    mis padres. En todas las relaciones queestableca con extranjeros, stas empe-zaban con el tpico -where do you comefrom?--From Spain, Espaa- contestaba siem-pre levantando el mentn cuanto poda.

    Sola llevarme como respuesta esa ase-veracin que ya me empezaba a dar unpoco por el culo -Ah, pues no parecesespaol-. Me dola Espaa. Ilustracin: Manuel Manzano

    L l 8 l lfi R t t ti D d l di d

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    Los locos 80 y el gen malficoLa juventud iba pasando y mi cultura -poca o mucha-iba creciendo. Me interesaba particularmente la histo-ria y empec a darme cuenta de ciertas cosas. Desde

    luego Espaa haba tenido un papel muy importanteen la historia, aunque de eso haca muchsimo tiempoy no pareca que ahora se acordara nadie, ni que nosfuera demasiado bien. Resultaba obvio que este pashaba tenido muy mala suerte con sus gobernantesdesde haca unos cuantos siglos. Pero haban llegadolos locos ochenta y empezaban a pasar algunas cosi-

    llas; Un tal Garci gan un oscar de Hollywood por unapelcula que yo no vi hasta muchos aos despus.Nuestra seleccin nacional de baloncesto hizo unaautntica machada en las olimpiadas de Los Angeles.El golfista Severiano Ballesteros tambin ganaba cosasy decan que los ingleses le apreciaban mucho. En los

    foros econmicos se comentaba el milagro espaol, lamodernizacin de los pobres espaoles Estabancambiando las cosas? Pareca que en cierto modo s, laverdad es que no demasiado: El tufo an se mantena.

    Repar entonces en otra cuestin. Desde los medios deinformacin me llegaban noticias sobre los pases deHispanoamrica. Todo les iba an peor que a nosotros.Me llegu a plantear si exista un gen malfico en todo

    lo hispano. Algo que les habamos dejado a los pobresargentinos, mejicanos, chilenos desde luego no semerecan eso. Me planteaba por qu las antiguas colo-nias inglesas funcionaban tan bien (EE.UU; Canad,Australia, Nueva Zelanda) y los pases que haban teni-do algo que ver con nosotros iban tan mal. As empec ainvestigar y llegu al fondo de la cuestin: La famosa

    Leyenda Negra Espaola:Desde la destruccin de nuestro imperio y el posteriorrelevo en la supremaca mundial por parte de francesesy sobre todo anglosajones con su ltimo y poderosotentculo jolibudiense, toda la historia haba sido meti-culosamente tamizada para borrar cualquier vestigio

    positivo, no slo de Espaa o lo espaol, sino de cual-quier pas latinoamericano. Se ocuparon de minimizardetalladamente cualquier logro realizado por personasde apellido espaol y de maximizar cualquier estupidez

    t l d l h bi h h l i ll d di ll d l i t

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    con tal de que la hubiera hecho alguien llamado, diga-mos, Mortimer. Cuando los pases latinoamericanosfueron logrando su independencia, heredaron los pro-blemas existentes con ingleses, franceses y norteameri-

    canos. Pasando ellos a pelear por su cuenta contra esosmonstruos crecientemente poderosos y, como nosotrosantes, perdiendo de forma habitual contra ellos.Comenc a sentirme muy cercano a todos estos pases, adarme cuenta de lo parecidos que ramos y a disfrutarcon la enorme cantidad de cosas interesantes -al menos,igual de interesantes que las que ofreca el mundo

    anglosajn- que nos ofrecan.

    El periodo de aceptacinActualmente estoy en la poca de la aceptacin, de latranquilidad y la placidez. Afortunadamente dej atrsla estpida autoinculpacin que s que he compartido

    con muchos integrantes de mi generacin (algunos, meconsta, an la sufren). Ahora reclamo el orgullo que noshaban quitado. -frica empieza en los Pirineos A.Dumas dixit- . Igualmente reclamo el derecho a sentir-

    me orgulloso de ser espaol sin tener que acercarme alos patriotas chuscos y traicioneros de toda la vida y sinespaoladas vacas, ni panderetas chirriantes. Yo soyespaol de Unamuno, de Sorolla, de Arturo Barea, de

    Ramn y Cajal y de Benito Prez Galdos. Soy espaol dela II Repblica, de Blasco Ibez, del valiente Blas deLezo, del fabuloso navegante Urdaneta o del cientficoMalaspina. Soy espaol como antes lo fue mi padre.Como antes lo fue mi madre y como lo son una granparte de mis amigos. Soy espaol porque nac aqu y scmo van las cosas en este sitio como antes lo supie-

    ron todos los personajes que he mencionado, vctima dela admiracin-.Hablo una lengua cojonuda que compartimos, no sexactamente, cuatrocientos millones de personas? Heaprendido a cantar rock en espaol porque los argenti-nos me han enseado a hacerlo. Mi biblioteca est peta-

    da de autores americanos que escriben en castellano.Adoro las rancheras, las milongas, y su puta madre. Nome cae bien el gobierno yankee. Preferira mil vecesestar aliado con sudamrica que con la ultra civilizada

    Unin Europea que nos est inflando con sus reglas

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    Unin Europea que nos est inflando con sus reglasabsurdas que parecen querer convertirnos a todos enimbciles. Todo eso.Ya me siento tranquilo. En mis viajes por el extranjero

    me conduzco con toda la elegancia que puedo y exhibouna cierta bizarra. Ahora ya me puedo concentrar ade-cuadamente en las cuestiones que verdaderamentehacen de m un verdadero espaol: Eurovisin y losMundiales de ftbol.El ideal de todo espaol es llevar en el bolsillo unacarta foral con un solo artculo: Este espaol est auto-

    rizado para hacer lo que le d la gana(Angel Ganivet)

    (F. Lefer, Madrid, 1967, es periodista y escritor)

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    Palestinafoto: Esther Benavente

    Ve y cuntalo Sin embargo y para gran sorpresa de los viajeros todo

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    Ve y cuntalo .Un reportaje sobre la situacin de Palestina a tra-vs de los testimonios de sus protagonistasAlejandro Fierro

    Los viajeros afrontan con inquietud -incluso con abiertotemor- la visita a los Altos del Goln, dada la convulsahistoria reciente del lugar. El Ejrcito de Israel conquistla zona a Siria en la Guerra de los Seis Das de 1967.Posteriormente, Israel se anexion los Altos -en realidaduna meseta- aduciendo motivos de seguridad. Dicha

    anexin no est reconocida por ningn pas, ni siquierapor Estados Unidos, ni por las Naciones Unidas y vulne-ra la Convencin de Ginebra, que prohbe taxativamentela adquisicin de territorios mediante actos blicos.El coche circula por una estrecha carretera flanqueadapor alambradas con grandes carteles amarillos que

    advierten de la presencia de campos minados. Cada pocotiempo aparecen convoyes militares. Los cuarteles yguarniciones se suceden a lo largo del camino y las mon-taas estn coronadas por grandes antenas y radares.

    Sin embargo, y para gran sorpresa de los viajeros, todoeste escenario militar en uno de los lugares ms conflic-tivos del planeta se combina con excursiones infantiles,atracciones tursticas, parques nacionales, museos

    arqueolgicos, incluso una estacin de esqu! Formaparte de la estrategia colonizadora: es ms efectivo uncomplejo hotelero que un destacamento militar. Denuevo la tctica de los hechos consumados. Mientraspasa un grupo de escolares cogidos de la mano -acom-paados, eso s, por escoltas con enormes ametrallado-ras tal y como obliga la legislacin israel-, uno no

    puede dejar de pensar en quin es el que realmente uti-liza a su poblacin como escudo humano.La comunidad drusa es una de las poblaciones origina-rias de los Altos del Goln. Se trata de una minora cul-tural y religiosa procedente de una escisin del Islam ycompuesta por un milln de personas, la mayora de las

    cuales vive en Oriente Prximo. En los Altos viven unas20.000 personas drusas, orgullosas de su peculiar idio-sincrasia y con una elevada conciencia sobre sus orge-nes sirios que les ha llevado a rechazar una y otra vez

    las ofertas de nacionalizarse israeles pese a la insis- Goln se desmorona al comprobar que el verdadero

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    las ofertas de nacionalizarse israeles pese a la insistencia del Estado de Israel.Israel dice que somos terroristas. Te sientes en peli-gro? Ves a alguien aqu que te quiera pegar un tiro?.

    Estamos en Majdal Shams, la Torre del Sol, bastin de laidentidad sirio-drusa. Es aqu donde tiene lugar la cle-bre imagen de los familiares separados a uno y otro ladode la alambrada comunicndose por megfono, aunquetras ms de 40 aos de obligada separacin los megfo-nos han sido sustituidos por telfonos mviles. Nuestrointerlocutor es una de las personas invitadas a la boda

    que se celebra hoy en la ciudad y a la que amablementenos han invitado tambin. La presencia de gente extran-jera no es habitual en Majdal Shams. Cuando supieronque simplemente queramos conocer la ciudad y a sushabitantes, ms all de la propaganda israel, nos invita-ron a la boda como seal de agradecimiento.

    Israel quiere quedarse con todo. No parar hasta quetodo sea suyo. Lo observado sobre el terreno corroboralas palabras del joven. El manoseado subterfugio de laseguridad para justificar el robo a Siria de los Altos del

    Goln se desmorona al comprobar que el verdaderoobjetivo israel es el nacimiento del ro Jordn. Israelcontrola desde 1967 la principal fuente de abasteci-miento de agua de la zona. Tampoco ayuda a sostener el

    argumento de la seguridad la permanencia de 20.000colonos en asentamientos (huelga decir ilegales, pues-to que segn el derecho internacional y las resolucionesde las Naciones Unidas, todos los asentamientos sonilegales; no hay unos asentamientos ilegales y otroslegales, como pretende la propaganda israel; ni siquie-ra hay asentamientos alegales). La presencia de estos

    20.000 colonos es otra vulneracin de la Convencin deGinebra, que prohbe expresamente la transferencia depoblacin de la potencia ocupante al territorio ocupado.Preguntamos por la leyenda que dice que los drusosrompen todos los documentos oficiales de las autorida-des hebreas, desde un recibo de agua hasta una multa

    de trfico, en los que se les trata como ciudadanos israe-les. Absolutamente todos confirman su veracidad y sos-tienen, orgullosos, cul es su autntica nacionalidad:Sirio, sirio, sirio....

    Palestinos del 48

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    Palestinos del 48Dentro de las fronteras del actual Estadode Israel viven un milln y medio derabes. Son aquellos que resistieron a la

    estrategia de limpieza tnica llevada acabo por Israel tras su declaracin uni-lateral de independencia y que supusola expulsin de 750.000 rabes y la des-truccin de ms de 500 pueblos y aldeas(Iln Papp, La limpieza tnica dePalestina, Ed. Crtica). Tanto a ellos como

    a sus descendientes se les conoce comolos palestinos del 48.A pesar de tener la ciudadana israel,esta comunidad sufre una total discrimi-nacin jurdica, social y econmica queinvalida cualquier pretensin de Israel

    de proclamarse como un estado demo-crtico. Entre las medidas segregacio-nistas figuran la prohibicin de adquirirtierras o de trabajar en sectores estrat- foto: Esther Benavente

    gicos como el militar, energtico o hdrico. Adems, tie- crmenes contra la humanidad, tiene el Nobel de la Paz,

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    g cos co o el l ta , e e gt co o d co. de s, t enen vedada la reunificacin familiar. Mientras que cual-quier judo del mundo puede acceder de forma autom-tica a la ciudadana israel aunque jams hayan pisado

    la zona, la poblacin rabe no puede trasladar a sufamilia a vivir a Israel en el caso de los matrimoniosentre residentes en Israel y en los territorios ocupadosde Gaza y Cisjordania. Por otra parte, la inversin delEstado en los barrios rabes es diez veces menor que enlas zonas judas.Hay ms democracia en Lbano que en Israel, sostie-

    ne Ameer Makhoul, director de Ittijah, la plataformaque aglutina a 64 organizaciones palestinas de Israel.Incluso la Autoridad Nacional Palestina es ms demo-crtica que Israel. Lieberman (el ministro de AsuntosExteriores, lder del partido ultranacionalista y xenfo-bo Yisrael Beytenu) no es un producto del racismo, sinoun producto de Israel, un fruto de lo que se vive en lacalle. Todos los gobiernos han sido culpables de lasguerras, de las leyes racistas que han aprobado, no sloLieberman. Si Simn Peres, responsable de gravsimos

    c e es co t a la u a dad, t e e el obel de la a ,entonces tambin habra que drselo a Le Pen. Es untipo de colonialismo muy centroeuropeo.Meir Margalit, concejal en Jerusaln del partido de

    izquierdas Meretz y partidario de un acuerdo de paz conlos palestinos aunque no comparte el derecho al retor-no a sus hogares de los ms de cuatro millones de refu-giados, abunda en esta idea. Israel no es una democra-cia para el milln y medio de palestinos que viven ensus fronteras ni, por supuesto, para los habitantes deGaza y Cisjordania. Y como no se puede ser demcrata

    a medias, habr que concluir que no es una democracia.Habra que hablar en realidad de etnocracia, el gobier-no de una etnia, en este caso la juda.Encontrar entre los israeles judos una opinin como lade Margalit, que incluso no satisface todas las legtimasaspiraciones palestinas, es prcticamente imposible. Elpas ha dado un giro total hacia las posiciones msintransigentes y belicosas. Ahora mismo, resumeAmeer Makhoul, hay en Israel un acuerdo total paraignorar los derechos del pueblo palestino, rechazar el

    retorno de los refugiados y mantener Jerusaln Este, la con la confianza de quien se sabe impune. El incidente

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    g y J ,Jerusaln ocupada, como su capital.

    Un ejrcito de seis millones

    Israel es un pas completamente militarizado. Las armasforman parte del paisaje cotidiano. No slo est permi-tida su tenencia, sino tambin su exhibicin. A la cons-tante presencia de soldados con sus Uzi, se unen civilesarmados hasta los dientes, especialmente inquietantescolonos ultraortodoxos que combinan con toda natura-lidad la kip (el casquete o tocado circular con el que se

    cubren la cabeza) y los tirabuzones, con los ms avan-zados fusiles ametralladores.Esta omnipresencia armamentstica se multiplica en losterritorios ocupados. Una confusin cuando recorra-mos las mal sealizadas carreteras de Cisjordania -otroincumplimiento de la potencia ocupante- nos llevhasta la entrada de un asentamiento ultraortodoxo. Enla puerta, de guardia, un colono pelirrojo, con grandesgafas, los preceptivos tirabuzones y la kip, chalecoantibalas y una enorme ametralladora apuntndonos

    q pse sald con la intervencin del Ejrcito. Un mando nosrecomend salir de Cisjordania para evitar cualquierincidente con los palestinos. Cmo explicarle que los

    nicos momentos de inseguridad los habamos tenidocon israeles, especialmente con ellos, los soldados delEjrcito. Por el contrario, la llegada de extranjeros siem-pre es bienvenida por los palestinos. Es un pueblosediento de solidaridad.Los intentos de hablar sobre el conflicto con los israelesson siempre tensos y muchas veces degeneran en situa-

    ciones violentas. Cualquier objecin hacia la posturahebrea es despachada con un qu sabris de todoesto. El obsesivo mantra de la nica democracia deOriente Prximo se repite sin cesar: Esto no es comoIrn, sabe?. Con una venda en los ojos, achacan a lospalestinos la culpa de todo lo que ocurre.Los rabes tendran su momento de esplendor en laAndaluca de la Edad Media, pero ahora A pesar deque la propaganda diga lo contrario. La frase corres-ponde a un acaudalado judo mexicano que se encuen-

    tra de vacaciones con su familia. Es la primera vez que mundo. Muchas de estas personas, sobre todo las ms

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    p qvisitan Israel y, sin embargo, se sienten con ms dere-chos que los centenares de miles de palestinos que lle-van generaciones y generaciones viviendo en esta tie-

    rra. La Ley del Retorno les concedera automticamentela ciudadana israel en cuanto la solicitaran.Esta ley, sin parangn en el resto del mundo, constituyeuna de las piedras angulares de una concepcin delestado basada en parmetros tnicos. Cuando los pol-ticos israeles exigen una y otra vez al resto del mundo,incluidos los palestinos, que los reconozcan como un

    estado judo, en realidad lo que estn haciendo es rati-ficar una ideologa racista y segregacionista.La Ley del Retorno es, adems, el arma con el que Israellucha contra la llamada bomba demogrfica. Dentro deunas pocas dcadas la poblacin palestina que vive enel autoproclamado estado de Israel superar en nme-ro a la poblacin juda gracias a su mayor ndice denatalidad. Para contrarrestar lo que consideran comouna grave amenaza contra su integridad, el Estadohebreo busca atraer a judos de todas las partes del

    phumildes como las procedentes de las repblicas de laantigua Unin Sovitica, son instaladas nada ms lle-gar, y sin que tengan mucho conocimiento de dnde se

    encuentran, en los grandes asentamientos de los terri-torios ocupados, como Maale Adumin o Ariel.Nuevamente surge la pregunta de quin utiliza a supoblacin como escudo humano.

    (Alejandro Fierro, Tenerife 1968, vive en Valladolid, es periodista ymiembro de la expedicin Rumbo a Gaza (rumboagaza.org))

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    poesaespaola

    foto: RaRo

    10 poetas o la sinrazn de los nmeros. Estos son los 10 poetas:

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    RaRo

    Digamos que tengo cierta fijacin con los nmeros. Esuna mana como cualquier otra. Y no salgo de casa siantes no he sumado cuatro veces cuatro, aunque paraello tenga que sumar las pginas de un libro. Tengo lacostumbre de sumar matrculas (nada inhabitual, meparece) y si suma 20 tcate la oreja y suerte. Y sinembargo, a pesar de esta pequea mana numrica,nunca he sido muy aficionada a hacer listas. Si me pre-guntan cules son mis cinco grupos de msica favoritoso mis cinco escritores, tiendo a quedarme bloqueada.Pero. Ha llegado el momento. Hacer una revista aunquesea una revista-libro una persona sola, implica hacerlas cosas que uno quiere o las que puede o a las que

    llega (porque hay mucha gente a la que no he podidoleer, por desconocimiento). No siempre es fcil. Perohay cosas mucho ms difciles. Esto no deja de ser unpequeo juego. Que por supuesto espero que os guste.

    Manuel Lombardo DuroW. FocMercedes de la CasaJess GzquezFrancisco LpezInma Luna

    J.P.G.Gracia MoralesLara MorenoAna Toledano

    Manuel Lombardo Duro (Jan, 1944). Ha publicado, Maldita gravedad

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    entre otros, Ahora Blancanieves cojea algunas veces demi mano (1974); No (1993); Contracanto (1995);Miserable poesa(2004) ; Allegro Brbaro(2009).

    Fuera del crimen

    Ah, levantarse una maanasin deseo de matar a nadie.

    Sentirse uno pacfico y vaco,ligero y alegre,sin funciones ni rganos.

    No ser ya nunca ms canbal,caracol ni piedra.Estar fuera del crimen.

    A salvo de la vida.

    (De No)

    Hay nochesen las que si no fuerapor la maldita gravedad,

    yo me arrojara al cielo.

    (De No)

    Nostalgia

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    Siempre juegacontra s mismo y el azar,sin derrotarlos nunca.

    En ocasiones,intenta detener el tiempo,magnfica locura,y a veces casi lo consigueen el papelquieto y desnudo.

    Vive la vida en voz baja,con extraa lentitud,contemplndola desde lejoscomo algo inescrutable.

    Algunas veces sufre

    violentos ataques de nostalgiapor algo que tal vez no viva nunca.

    (De Miserable poesa)

    56foto:RaRo

    W. Foc (Almera, 1963) Ha publicado hastal t l i G l ( )

    Las Gafas

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    el momento el poemario Golma(2009)

    Grrrr

    La voluntad perdidaen la unin gomosa.

    Tanto.

    La necesidad perdura.Serotonina.La ausencia cruel.

    Tocarte.

    ( De Golma)

    Sin miramientos.Sin vuelta atrs.Sin miradas futuras.

    Sin gas.

    Con dolor.Con furia.Con rabia.Con sangre.

    Sin ti.

    ( De Golma)

    Mercedes de la Casa (Jan, 1957), licenciada en FilologaA l i

    Cuba. Viaje a ti.

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    Anglo-germnicas.

    Esto es Cuba

    No he visto esa imagen de Cubaque se exporta al mundo,he encontrado semblantes afligidos,cuerpos doblegados por la necesidad,ojos tristes y muy cansados.

    Las calles de la Habana

    se desmoronan a cada paso,ciudad secuestrada al gozo ydisfrute de todos,un Patrimonio de la Humanidad anegado y olvidado,tremenda contradiccin.Si das un paso ms all,caes en un pozo ciego,

    el olor cido te baa,se llenan las manos de polvo oxidado,los poros tragan toneladas de sed.Cuba.

    Camino por las calles de Guanabo,registro cada sombra de rbol yel silencio fatigado de los ancianos en las esquinas,

    las colas al sol para comprar el pan,los pies descalzos,las conversaciones pausadas baadas en sudor,las mujeres con sus hijos que son todo ojos,las mil y una formas de transporteque aligeran el camino,el orgullo de ser cubano an sin tener

    que llevarse a la boca.

    La noche estira sus tentculos,salen del mar estrellas y caracolas.Se acuesta el sol entre las nubes doradas,el calor de tus manos se esparce lentamente.

    (Inditos)

    Jess Gzquez (Montilla, 1965). Libros publicados:Ros Baile del Sol Canarias 2011

    II.El rumor al telfono de una mujer despertando

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    Ros, Baile del Sol. Canarias, 2011.Escombro, Huerga & Fierro. Madrid, 2009.El Asombro, Fundacin Mara del Villar. Tafalla, 1999.El Norte del Desasosiego, Editorial pera Prima.

    Madrid, 1997.

    I.El poeta es un cazador fabulosoOye respirar a los peces cuando se acercanComo las ideasSu alma est hecha para esperar

    Que los poemas sean das que vengan para quedarse.

    El rumor al telfono de una mujer despertandoSoy el hombre ms triste sobre la tierraPude or la serenidad entre mis palabrasPens en el agua quieta de un lago

    Mientras se quemaba el desayunoQuera saber si haba algo que recuperarComo despus de un incendioMi casa es un cactus que pareca muertoNi siquiera los condenados a muerte dejan de soarComo si un ro pudiese cambiar su corrienteMe dijo llvame al mar y lo sabremos

    Hay un rbol dentro de cada rbol.

    III.El pasado que no recuerdas va siempre contigoRumbo a un lugar que no conocesMorir es aterrizar

    La vida est en el aire.

    (De Ros)

    Francisco Lpez, (Valencia, 1965). Su obra literaria(poemas y una novela) es indita Es profesor en Ciudad

    II.

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    (poemas y una novela) es indita. Es profesor en CiudadRodrigo.

    La tarntula.

    So que una gata en celose restregaba por entre las piernasde una tarntula.

    Result que la tarntulaera yoy mi ronroneoun hilo de saliva.

    Salto de la hamaca.Esprinto cinco escalonesde golpe

    a cuarenta y tres baldosaspor segundo.

    Mato a la mosquita de una picada.La conservo en celofn.

    Las cras estn hambrientas.

    Me hacen dao las tripas.

    Desde la hamaca tengo el firmamentobajo mi abdomen. Una lluvia finapercute sobre la telaraa.Los hilos suenan tristescomo un arpa

    en una tarde de domingo.

    Inma Luna (Madrid, 1966) periodista y antroploga.Ha publicado El crculo de Newton (Baile del Sol 2007)

    Alegra

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    Ha publicado El crculo de Newton(Baile del Sol, 2007),Nada para cenar (Ayuntamiento de Legans) y Noestoy limpia(Baile del sol, 2011). Tambin ha colabora-do en antologas como La manera de recogerse el pelo.

    El rbol de los fluidos

    A veces me imaginoAbierta en canalComo un cordero

    La columna rigiendo una de las mitadesMi cabeza tajada por el centroCon simetraLos sesos equitativamente repartidosNo veo, sin embargo, en elloUn espectculo siniestroMs bien el modo lgico de repartirme

    Una mujer colgada por un ganchoCon sus hermosas vsceras al sol,Una mujer que chorrea su sangreComo una fe de vida.

    La alegra, pensarte y la alegra.Dejarte entrar, entrarte, meterte dentro.Un momento en el que nos paramos a mirar desde

    arriba.Llover, aunque no ahora.Aspiro el color. Me lleno. Me ests llenando.Con ese colmillo del que salta un destello cuando memuerdes.Cuando me vas a morder. Cuando ests planendolo.Voy a ganarme el pan, te digo, y te trabajo.

    Sudo la entrega y no s quin gana ms pero saltamoshasta rozar el agua.Qu habr hecho yo con tanto lquido?El color, pensarte y el color.Lo que a nadie le cuentode tanta maravilla.

    (De No estoy limpia)

    J.P.G (LHospitalet de Llobregat, 1967). Mientras hago auto stop

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    Coleccionando cepillos de dientes

    Las mujeres entran en mi vidacon un abrir y cerrar de piernasy se quedan un rato aqu,desordenando todo lo ya desordenado;libros, msica, despertares, paredes, poemas, armarios,

    aadiendo ms caos a mi caos de todo los das.Y las dejo hacer y deshacersin darle mucha im