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2º Bachillerato. Historia de España
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Bloque 7:
LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA: IMPLANTACIÓN Y
AFIANZAMIENTO DE UN NUEVO SISTEMA POLÍTICO
(1874-1902)
Bloque 7a:
- Teoría y realidad del sistema canovista:
o La inspiración en el modelo inglés
o La Constitución de 1876 y el bipartidismo
o El turno de partidos, el caciquismo y el fraude electoral.
o Los éxitos políticos: estabilidad y consolidación del poder civil; la liquidación del
problema carlista; la solución temporal del problema de Cuba.
Bloque 7b:
o La oposición al sistema: catalanismo, nacionalismo vasco, regionalismo gallego,
valenciano. El movimiento obrero
Bloque 7c:
o La oposición al sistema: el caso andaluz
Bloque 7d:
- La pérdida de las últimas colonias y la crisis del 98; la guerra de Cuba y con estados Unidos; el
Tratado de París. El regeneracionismo; el caciquismo en Andalucía.
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LA RESTAURACIÓN: TEORÍA Y REALIDAD DEL
SISTEMA CANOVISTA
Índice:
1. La Restauración de la Monarquía Borbónica
2. El Sistema Canovista y la Constitución de 1876
3. El funcionamiento del sistema canovista
a) El bipartidismo: Partido Conservador y Partido Liberal
b) El funcionamiento del turno de partidos
4. La evolución política: estabilidad del régimen de la Restauración
a) El reinado de Alfonso XII (1875-1885)
b) La regencia de María Cristina (1885-1902)
5. Balance del periodo.
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1. La Restauración de la Monarquía Borbónica.
La Restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII (texto) consolidó un
sistema liberal de acentuado conservadurismo, pero de gran estabilidad política propiciada por el
sistema canovista y la Constitución de 1876. Pero esta estabilidad política estuvo basada en el fraude
electoral (imagen), y el sistema se fue alejando de la realidad política y social del país. Aunque la
monarquía perduró hasta 1931, la derrota frente a Estados Unidos en 1898 y la pérdida de las colonias
de ultramar impulsaron la reforma del sistema de la Restauración.
El Príncipe Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II, tenía once años cuando acompañó a su madre al
exilio tras la Revolución de 1868. Educado en París y Viena, a instancias de Antonio Cánovas del
Castillo, principal valedor de la causa borbónica en España, completó su formación en la academia
militar inglesa de Sandhurst, con el fin de que se familiarizara con los principios de la monarquía
parlamentaria británica.
Aprovechando la crisis de la I República, Cánovas empezó a preparar la vuelta del Príncipe
Alfonso, quien firmó el Manifiesto de Sandhurst (diciembre de 1874), en el que se postulaba como
artífice de una reconciliación nacional y exponía los principios del régimen de la Restauración: una
Monarquía constitucional e integradora como garantía del funcionamiento del sistema político liberal y
de la estabilidad política.
Los acontecimientos se precipitaron por el pronunciamiento del general Martínez Campos, que
proclamó rey a Alfonso XII, quien entró en Madrid como rey en enero de 1875 con gran cordialidad
oficial y ante el entusiasmo de la población. La dinastía borbónica acababa de ser restaurada.
2. El Sistema Canovista y la Constitución de 1876.
Canovas fue un hombre pragmático y quiso dotar a la monarquía restaurada de un sistema liberal y
autoritario que permitiera la alternancia pacífica en el Gobierno de dos fuerzas políticas, derecha e
izquierda (ambas liberales y moderadas) y que no recurrieran a la insurrección popular ni al ejército para
desalojarse del poder.
Cánovas creyó que principios que formaban parte de la propia Historia, como la unidad de España,
la Monarquía Borbónica, la libertad y la propiedad, eran incuestionables y representaban la auténtica
“constitución interna”. Pero, salvo estos principios básicos, el resto de las cuestiones del Estado,
podían ser objeto de debate político. En principio, por tanto, quedaron fuera del sistema los partidos
antidinásticos, antiliberales y antinacionales.
Unas Cortes Constituyentes, de mayoría conservadora, redactaron la Constitución de 1876, más
conservadora que la de 1869 y más avanzada que la de 1845. Las divergencias se solucionaron mediante
una redacción flexible que dejaba la concreción de los artículos para leyes posteriores. Sus rasgos
principales fueron:
Modelo centralista de Estado: los ayuntamientos y diputaciones están bajo control
gubernamental.
Soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
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No existía una clara división de poderes; el rey tenía poder hegemónico sobre las Cortes:
- Poder ejecutivo en manos de la Corona, que tenía potestad ejecutiva (nombraba al
Gobierno y podía disolver las Cámaras), pero también potestad legislativa (poder de veto e
iniciativa legislativa).
- Poder legislativo en unas Cortes bicamerales compuestas por un Congreso elegido por
sufragio censitario y, desde 1890, general masculino; y un Senado elegido por la Corona
una parte (presencia de las oligarquías), y otra, mediante un sistema indirecto por las
corporaciones y los mayores contribuyentes.
- Poder judicial independiente. Los jueces se elegían por oposición.
Derechos fundamentales como en la de 1869, pero la mayoría se regularon por leyes
posteriores, como el derecho de asociación (Ley de Asociaciones de 1887).
Estado confesional católico pero se mantenía la tolerancia hacia otros cultos.
3. El funcionamiento del sistema canovista.
a) El bipartidismo: Partido Conservador y Partido Liberal.
Para dar estabilidad al régimen de la Restauración, Canovas impulsó el bipartidismo inspirado en el
modelo inglés: dos fuerzas políticas que aceptaban las reglas del juego y podían alternarse en el
Gobierno. No eran partidos de masas, sino partidos de notables cuya cohesión dependía de la
posibilidad real de conseguir el poder:
Antonio Canovas del Castillo lideró el Partido Conservador, identificado con el
moderantismo y el centro político, integrado por personas procedentes del partido Moderado,
la Unión Liberal y un sector del Progresista, tuvo el apoyo del catolicismo no radical, la
aristocracia y los grandes propietarios.
Práxedes Mateo Sagasta lideró el Partido Liberal, identificado con la izquierda del
pensamiento liberal, integrado por sectores demócratas, radicales y republicanos moderados,
tuvo el apoyo de los profesionales liberales, comerciantes, banqueros, militares y funcionarios.
b) El funcionamiento del turno de partidos.
El monarca designaba el candidato a presidente de Gobierno, que debía contar con una mayoría
en las Cortes; en caso contrario, disolvía las Cortes y convocaba elecciones. La manipulación de las
elecciones garantizaba que la decisión adoptada por el rey de relevar al Gobierno tuviera siempre el
apoyo “popular” necesario mediante una victoria electoral: cada dirigente movilizaba a sus clientes o
amigos políticos (a los que prometía cargos, concesiones y privilegios), que compraban o presionaban a
los electores, falseaban las listas electorales o manipulaban los votos obtenidos (pucherazo).
El Ministerio de Gobernación (actual Ministerio del Interior) controlaba el proceso electoral a
través de los gobernadores civiles y las personalidades locales, y elaboraba el encasillado (acuerdo,
anterior a las elecciones, de reparto de cargos entre Gobierno y oposición). Todos los partidos se
comprometían a respetar su turno para acceder al poder, por lo que no denunciaban las irregularidades
cometidas por sus adversarios
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Los políticos que realizaban estas prácticas fraudulentas eran los caciques, cuya influencia era más
eficaz en las áreas rurales (en Andalucía destacó la figura del señorito) que en las urbanas, donde la
opinión pública y los votos eran difíciles de controlar. En todo caso, el caciquismo provocó el
abstencionismo de las clases populares, marginadas de un sistema considerado como una farsa inútil.
4. La evolución política: estabilidad del régimen de la Restauración
a) El reinado de Alfonso XII (1875-1885).
En esta etapa hubo un predominio de gobiernos conservadores presididos por Cánovas, que intentó
consolidar el régimen de la Restauración, para lo cual era necesario conseguir la pacificación interior y
exterior. España se mantuvo neutral en el contexto de la política internacional europea (época del
imperialismo). Además:
El rey logró el fin de la guerra carlista (1876) mediante la acción política (amplia amnistía) y
la derrota militar de Carlos VII. Se suprimieron los fueros e instituciones del País Vasco,
aunque conservó la autonomía fiscal establecida en los conciertos económicos (vigente aún
en la actualidad).
También tuvo éxito en la pacificación de Cuba, donde el general Martínez Campos sofocó un
movimiento de liberación que terminó con la Paz de Zanjón (1878), aunque el conflicto
rebrotó en 1895 y desembocó en la guerra contra Estados Unidos y en la independencia de la
isla.
También contribuyó al afianzamiento del régimen, la favorable coyuntura económica de España,
que permitió mejorar las condiciones de vida de la población y disminuir la conflictividad social.
Por otra parte, el rey supo ganarse el respeto dejando actuar a los políticos, y tuvo el cariño
popular, acrecentado tras su boda en 1878 con su prima María de las Mercedes de Orleans y su
temprana viudedad. Al año siguiente, Alfonso XII se casó con María Cristina de Habsburgo-Lorena,
madre del futuro Alfonso XIII, nacido seis meses después de la muerte de su padre, víctima de la
tuberculosis, acaecida en 1885.
b) La regencia de María Cristina (1885-1902).
El turnismo se consolidó con el Pacto de El Pardo (1885), y Cánovas cedió entonces a Sagasta el
gobierno, con el fin de apoyar la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía
ante la difícil situación creada por la prematura muerte del rey y la presión de los carlistas y los
republicanos.
La reina regente María Cristina actuó con moderación e inteligencia y encargó formar gobierno a
Sagasta (en esta etapa hubo mayoría de gobiernos liberales, que se inician con el llamado Parlamento
Largo, de 1885 a 1890), que va a aplicar el programa liberal pendiente:
Se aprobó la libertad de prensa, que unida a la libertad de cátedra, permitió un importante
florecimiento cultural; y la Ley de Asociaciones de 1887, que permitió entrar en la legalidad
al PSOE y la creación de la UGT. Se aprobó también el Código Civil de 1889 y la Ley de
sufragio general masculino de 1890.
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El cambio de coyuntura económica produjo el debate entre los partidarios del proteccionismo
(sobre todo, conservadores) y del librecambismo (liberales), que se resolvió finalmente con la
adopción de medidas proteccionistas por la presión de los productores de cereal castellanos y
de la burguesía catalana y vasca. El proteccionismo, no obstante, perjudicaba a los
consumidores españoles.
Cánovas murió víctima de un atentado anarquista en 1897 y, en 1898, se produjo la derrota en
Cuba y Filipinas. La crisis del 98 planteó un programa regenerador, y Alfonso XIII fue proclamado
mayor de edad en 1902.
5. Balance del periodo.
La Restauración hizo posible la pacificación de los sectores dirigentes: los políticos aceptaron el
juego político, el Ejército se sometió al poder civil, la Iglesia se acercó al Régimen y la burguesía
le otorgó su confianza.
Pero marginó a los sectores populares, y bajo su aparente equilibrio se fraguaban fenómenos
como el republicanismo, los nacionalismos y el movimiento obrero, que contribuirían a la
descomposición del sistema.
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Documento 1.
He recibido de España un gran número de felicitaciones con motivo de mi cumpleaños […]. Cuantos me han escrito muestran
igual convicción de que sólo el restablecimiento de la monarquía constitucional puede poner término a la opresión, a la
incertidumbre y a las crueles perturbaciones que experimenta España […]. La única cosa que inspira ya confianza en España
es una monarquía hereditaria y representativa, mirándola, desde las clases obreras hasta las más elevadas, como
irremplazable garantía de sus derechos e intereses […].
No hay que esperar que yo decida nada de una manera arbitraria; los príncipes españoles, en los tiempos antiguos de la
monarquía, no resolvieron ningún negocio difícil sin las Cortes, y yo, en mi condición actual, no olvidaré esta justísima regla
de conducta, y más cuando todos los españoles ya están habituados a los procedimientos parlamentarios. Cuando llegue el
caso, un príncipe leal y un pueblo libre será fácil que se entiendan y se pongan de acuerdo en las cuestiones que tengan que
resolverse.
[…] las naciones más grandes y prósperas, donde mejor se admiran el orden, la libertad y la justicia, son las que más
respetan la propia historia. Esto no impide que sigan con pasos seguros la marcha progresiva de la civilización […]. Nada
deseo tanto como que nuestra patria lo sea de verdad […]. Por mi parte, debo al infortunio estar en contacto con los hombres
y las cosas de la Europa moderna, y si en ella no alcanza España una posición digna de su historia, culpa mía no será ni
ahora ni nunca. Sea la que quiera mi propia suerte, ni dejaré de ser buen español ni, como todos mis antepasados, buen
católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal.
Manifiesto de Sandhurst, 1 de diciembre de 1874
Documento 2.
Caricatura satírica. El general Arsenio Martínez Campos “restaura” a Alfonso XII
“¿Cómo funciona esta singular máquina de la política nacional?
El primer paso son las elecciones, que aparecen aquí como una institución de los
Estados de Derecho modernos, aunque en el fondo sean un artificio más del
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caciquismo. Los caciques designan previamente a los candidatos, que proceden, en los
diferentes niveles de las elecciones (generales, provinciales, locales) de sus propias
filas caciquiles. Los del bando contrario hacen lo mismo y la lucha electoral simula
entonces una contienda política de verdad.
Pero el planteamiento es, en realidad, diferente: apenas los candidatos saltan a la
palestra, la máquina caciquil empieza a moverse con frenesí, presionando para que
todos voten por el candidato propuesto. En un país donde las leyes son una burla,
todos, quien más quien menos, tienen algo que perder y solo el padrinazgo acude
vertiginoso a favor del candidato propuesto. No hay escape posible.
Fruto de este compadreo son los ayuntamientos, diputaciones y cortes, formados por
individuos seleccionados, no por sus preocupaciones y saberes en este o aquel
problema, sino por su apego a los Sumos Caciques. Lo que sigue a las elecciones no es
una política enraizada en los intereses nacionales, sino una actitud de intrigas y
zancadillas, que poco a poco va arruinando la moral pública del país”.
Ricardo Macías Picavea:
El problema nacional: hechos, causas y remedios. 1899.
Caricatura satírica del semanario La Flaca sobre Sagasta como manipulador electoral.
Representa una visión irónica de la farsa electoral y lo poco que le ha servido al pueblo
el sufragio universal establecido en 1890 por Sagasta (al frente de la locomotora). La
comitiva está compuesta por caciques, jaulas a modo de urnas, sicarios con garrotes,
fuerzas del orden público, ayuntamientos sin autonomía, campesinos y obreros,
prisioneros del caciquismo y finalmente, la manipulación de las papeletas haciendo votar
a los muertos (en el carromato pone depósito de votos para Lázaros).
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El sistema político de la Restauración se benefició de la debilidad de la oposición, compuesta por un heterogéneo grupo de formaciones que pueden clasificarse en movimientos antidinásticos (carlistas y republicanos) y en corrientes nacionalistas, que adquirieron una gran importancia en Cataluña (texto) y en el País Vasco (imagen). El movimiento obrero también constituyó una forma de oposición al sistema.
1. La oposición al sistema de la Restauración.
a) Los movimientos antidinásticos.
Los carlistas se encontraban a la derecha del sistema y, tras su derrota en 1876 (Tercera Guerra Carlista), el
pretendiente carlista vio la necesidad de formar un partido político legal, profundamente antiliberal.
Los republicanos se encontraban a la izquierda del sistema y estaban muy desunidos tras la experiencia del Sexenio Democrático. Castelar era partidario de participar en el sistema, mientras Ruiz Zorrilla era contrario. Por su parte, Salmerón quería una república unitaria, mientras Pi i Margall aspiraba a una república federal. El republicanismo
tenía gran influencia entre las clases medias y los trabajadores urbanos.
b) El movimiento obrero.
El anarquismo se oponía a la participación política y se encontraba escindido entre los partidarios
de sindicatos legales y los que practicaban el terrorismo individual (Cánovas fue asesinado en 1897).
El socialismo estaba encarnado por el PSOE, un partido de masas pero aún minúsculo, sin apenas incidencia
electoral, pues hasta 1910 no obtendría un escaño en el Congreso, el de Pablo Iglesias.
c) Los nacionalismos periféricos.
A la oposición al sistema se sumaron los regionalismos y nacionalismos, cuyos objetivos eran en algunos casos moderados, como la creación de instituciones propias o la autonomía administrativa; y en otros más radicales, como la independencia de sus territorios, a los que consideraban auténticas naciones.
Entre ellos destacaron el nacionalismo catalán y el vasco.
2. Los factores que propiciaron el nacionalismo.
a) La existencia de movimientos culturales.
El impacto de los movimientos culturales del Romanticismo generó un interés por la recuperación de las lenguas vernáculas, el folclore y las costumbres autóctonas, y la propia historia (especialmente medieval). Estos movimientos reivindicaban la memoria colectiva de cada territirio, cuyo pasado era idealizado, y el uso de lenguas
marginadas por el castellano.
Entre estos movimientos se encontraban la Renaixença (renacimiento), que reivindicaba la identidad de Cataluña; los Juegos Florales (jocs florals) o concursos literarios en catalán, donde destacó Jacint Verdaguer; los que apoyaban la recuperación y codificación del euskera; y el Rexurdimento gallego (Rosalía de Castro).
b) La crítica del centralismo uniformador del Estado liberal.
Los nacionalismos defendían la realidad histórica y plural de España, reflejada en diversas leyes, fueros e
instituciones. Esa realidad había sido suprimida por el centralismo borbónico en el siglo XVIII con el Decreto de Nueva Planta en Cataluña y por el liberalismo del siglo XIX, imponiendo un nacionalismo español en el País Vasco tras las guerras carlistas con la abolición de los fueros.
Se daba la presencia de dos vertientes anticentralistas: una era conservadora, antiliberal y partidaria de recuperar los antiguos fueros, y fue la más importante en el País Vasco; otra era progresista, federalista y
republicana, y tuvo mayor relevancia en Cataluña. Sin embargo, ambas tendencias aparecieron en las regiones que reivindicaban su identidad.
c) La industrialización y los cambios económicos.
La industrialización afectó al equilibrio de algunas regiones y a su manera de percibir la realidad nacional. Así, la burguesía de las regiones periféricas, en general, defendió el proteccionismo y sus intereses como productora frente
a las medidas liberales adoptadas por los gobiernos de la Restauración.
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El desarrollo de Cataluña era muy superior al del resto de España y las élites catalanas reivindicaron que un mayor
peso político de Cataluña beneficiaría a todo el país. La industrialización de Cataluña, frente a una España rural, se consideró como un signo más de su identidad nacional.
En el País Vasco ocurrió a la inversa; el cambio fue muy rápido en el último tercio del siglo XIX y provocó la llegada
masiva de inmigrantes procedentes del resto de España en busca de trabajo, circunstancia ésta que fue percibida por algunos intelectuales y políticos como una amenaza hacia las tradiciones y las costumbres vascas.
3. El nacionalismo político catalán.
El nacionalismo político catalán surgió durante el Sexenio Democrático a través del federalismo (Pi i Margall), que
reivindicaba una Cataluña integrada en un conjunto de estados españoles federados.
Durante la Restauración, Valentí Almirall fue el creador del catalanismo moderno, de orientación federalista; fundó
el Centre Catalá para aglutinar a todos los catalanistas, que presentó al rey Alfonso XII un Memorial de agravios
o Memorial de Greuges (1885), que demandaba una política comercial proteccionista y reivindicaba el derecho civil
catalán. Otros escritores y pensadores fueron partidarios de un nacionalismo catalán de signo tradicionalista y
antiliberal, como mossèn Jacint Verdaguer o el obispo Joseph Torras y Bages.
La Unió Catalanista (1891) intentó unificar todas las tendencias en torno a la burguesía nacionalista, ilustrada y
conservadora, y promovió las Bases de Manresa (1892), documento que recogía el primer programa explícito del
catalanismo e incluía un proyecto de Estatuto de Autonomía (ni centralismo ni separatismo) y del restablecimiento de
las instituciones tradicionales catalanas, como las Corts (Cortes) y la Generalitat (Gobierno).
Tras el desastre del 98, la burguesía catalana apoyó posturas más nacionalistas y regeneracionistas, y en 1901 se formó el primer gran partido catalanista, la Lliga Regionalista (1901), partido conservador, católico y burgués, liderado
por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó.
4. El nacionalismo político vasco.
El nacionalismo político vasco surgió a partir de la defensa de los fueros (abolidos en 1876), y rechazaba el proceso
de industrialización porque fracturaba y erosionaba la sociedad tradicional vasca. Así, en su origen, el nacionalismo vasco identificó el capitalismo y el centralismo con lo español y señaló a los inmigrantes o maquetos como los
culpables de la degeneración de la raza vasca a causa del mestizaje.
Estas ideas se identificaron con una línea de pensamiento católica y antiliberal que se resumía en el lema “Dios y ley vieja”. El ideólogo del nacionalismo político vasco fue Sabino Arana, que fundó en 1895 el
Partido Nacionalista Vasco (PNV) y también diseñó la ikurriña o bandera nacional vasca.
A partir de 1898, se configuraron dentro del PNV dos tendencias que se mantendrían en el futuro: la de una dirección
reivindicativa ante el gobierno de Madrid que buscaba, como objetivo más viable, la autonomía dentro del Estado
español; y la de unas bases que cultivaban la aspiración final a la soberanía y la independencia.
5. Otras expresiones regionalistas.
a) El regionalismo gallego.
El regionalismo gallego surgió como una reacción contra el atraso económico y la emigración, de los que culpaba al
Estado español, al que reprochaba la marginación de su región.
Rosalía de Castro, figura más importante del Rexurdimento, en “Cantares gallegos”, hizo una apología de su tierra y su
lengua; y Alfredo Brañas fue el ideólogo del regionalismo gallego, tradicionalista y católico.
b) El regionalismo valenciano.
El regionalismo valenciano rechazaba el centralismo del Estado español, pero también el nacionalismo catalán, que
consideraba a Valencia parte de la misma comunidad lingüística y cultural. El novelista Vicente Blasco Ibáñez estuvo
muy vinculado al republicanismo federal y a la reivindicación de lo valenciano.
Lo Rat Penat (el murciélago) fue la asociación cultural y política más importante de la Renaixença valenciana,
dedicada a la promoción, defensa, enseñanza y difusión de la lengua y cultura de Valencia.
c) El regionalismo andaluz.
Las primeras ideas andalucistas, que surgieron a finales del siglo XIX, no rebasaron los restringidos círculos de la intelectualidad progresista de algunas ciudades (Antonio Machado padre y abuelo del poeta).
No obstante, el regionalismo andaluz, que presentaba como tema de fondo el problema del reparto de la tierra, se fue configurando, ya entrado el siglo XX, con el pensamiento de Blas Infante.
6. Conclusión final.
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El Estado centralista empezó a ser puesto en cuestión desde Cataluña, en donde emergía un nacionalismo
romántico y burgués de la mano de Prat de la Riba y de la Lliga, y desde el País Vasco, gracias a la obra de Sabino
Arana.
Los nacionalismos periféricos, surgidos en el siglo XIX, fueron tomando fuerza durante el reinado de Alfonso XIII, al
igual que el republicanismo y los movimientos obreros, y fueron las fuerzas que contribuyeron en mayor medida a
la descomposición del sistema de la Restauración.
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Documento 1:
“Un pueblo que reclama su libertad no ofende a nadie. Únicamente pueden darse por
ofendidos los tiranos, sean hombres, sean pueblos. La libertad de un pueblo no va
contra la libertad de otro pueblo. …
No voy a analizar el hecho de la existencia nacional, las características de la
personalidad de un pueblo. No necesitáis que yo lo explique. … Pero en el instante en
que esa conciencia se produzca, en el momento en que un grupo de ciudadanos noten
que entre ellos hay vínculos de raza, de idioma, de tradición, de esperanzas y de
destinos que los unen, en aquellos momentos queda planteado el pleito nacionalista.
…
Pero en lo que los nacionalistas deben concentrar con más ahínco su actividad, es en
la conservación, extensión y perfección del idioma.
Y para vosotros, nacionalistas vascos, este es vuestro problema más grave. Si hubiera
desaparecido hace medio siglo el idioma, ni Arana Goiri ni nadie hubiera encontrado los
restos de vuestra raza.
Un idioma, no es solamente el instrumento vulgar para entenderse; es la expresión del
alma colectiva de un pueblo. (Aplausos).
Un pueblo que no se exprese en su idioma, es un pueblo que se va muriendo por dentro. (Repetidos aplausos).
Un pueblo que olvida el propio idioma, va embotando su sensibilidad espiritual, pues en el idioma ajeno pueden expresarse
las ideas, pero no los matices, las maneras propias de sentir ideas generales que eso solamente se expresa en el idioma
nacional. (Aplausos). …”
Documento 2:
Preg. ¿Cuál es el deber político fundamental? Resp. Amor a la patria.
Preg. ¿Cuál es la patria de los catalanes? Resp. Cataluña.
Preg. ¿Tiene algún fundamento la división entre patria pequeña y patria grande?
Encarcelamiento de Sabino Arana en 1895,
a causa de un artículo publicado en el
número 14 de “Bizkaitarra”.
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Resp. Ninguno; el hombre tiene una sola patria, del mismo modo que tiene un
solo padre y una sola familia. Lo que generalmente se llama patria grande no es
sino el Estado.
Preg. ¿España, no es, pues, la patria de los catalanes?
Resp. No es más que el Estado o agrupación política a la cual pertenecen.
Preg. ¿Qué diferencia hay entre el Estado y la Patria?
Resp. El Estado es una entidad política, artificial, voluntaria; la Patria
es una comunidad histórica, natural, necesaria.
Preg. ¿Qué es, pues, la Patria?
Resp. La comunidad de gentes que hablan una misma lengua,
tiene una historia común y viven hermanadas por un mismo espíritu.
E. PRAT DE LA RIBA: Compendi de la doctrina catalanista.
Sabadell, La Renaixença, 1894.
El “Memorial de Greuges”, presentado a Sus Majestades Alfonso XII y
María Cristina en 1885, debe su nombre a una referencia historicista a las
Cortes medievales catalanas en que los distintos estamentos elevaban al rey
sus protestas por los abusos cometidos por la administración real.
Sabino Arana, considerado el
padre del nacionalismo vasco.
Abajo, la ikurriña.
Enric Prat de la Riba, uno de los
primeros ideólogos del catalanismo
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ANDALUCÍA Y EL MOVIMIENTO REGIONALISTA: BLAS INFANTE.
Blas Infante fue la figura emblemática del andalucismo. Elaboró un proyecto andaluz, influido por la obra de Joaquín Costa,
en el que se recogen valores culturales andaluces, pero también un compromiso social y económico para afrontar los graves
problemas del campo, del paro y del analfabetismo.
1. La aparición del sentimiento regionalista (1868-1898).
a) El movimiento de identificación cultural de Andalucía.
Durante el último tercio del siglo XIX aparecieron las primeras ideas andalucistas, que respondían a las iniciativas
de una serie de intelectuales de la pequeña burguesía:
Joaquín Guichot escribió la primera Historia General de Andalucía (1869).
Antonio Machado y Núñez (abuelo del poeta), imprimió un considerable dinamismo a la vida intelectual y fue el
principal impulsor de la Sociedad Antropológica de Sevilla (1871), junto con otros antropólogos y folkloristas,
que afirmaron la identidad andaluza y su común etnicidad, y se incorporarían más tarde al movimiento regionalista
andaluz.
Antonio Machado y Álvarez (padre del poeta) fundó la sociedad El Folklore Andaluz (1881) para recoger la
cultura del pueblo tal como da en la realidad, eliminando los rasgos pintorescos con que se ha presentado
tradicionalmente, y realizó la primera verdadera aproximación al análisis del cante jondo o flamenco, “un
verdadero tesoro” como años más tarde diría el compositor ruso Igor Stravinski.
Este movimiento de identificación cultural de Andalucía padeció de una total desconexión con los movimientos
sociales y políticos andaluces, y no logró desarrollar en el pueblo andaluz su conciencia como tal, ni se convirtió en
base de un movimiento político de tipo regionalista y luego nacionalista, como ocurriera, por ejemplo, en Cataluña. Al
pueblo lo que le preocupaba era la mejora del salario y el reparto de tierras; y la oligarquía agraria dedicaba su
atención a controlar la actividad política siguiendo las directrices de Madrid.
b) El andalucismo histórico.
La mayoría de los antropólogos y folkloristas tuvieron unas posiciones políticas claramente democráticas, liberales,
pero muy poco orientadas hacia el nacionalismo. A lo más, su afirmación de la identidad andaluza se traducirá en
autonomismo regeneracionista.
Por contraste, el movimiento republicano federalista alcanzó una expresión rotundamente nacionalista en el proyecto
de Constitución Federal para Andalucía (1883), aprobado en Antequera por la asamblea del Partido Republicano
Demócrata Federal, que contenía la primera afirmación de Andalucía como nación, al afirmarse su soberanía.
El intento federalista apenas trascendió: ningún sector de la burguesía andaluza lo apoyó y no encontró eco entre
las masas obrera y campesina. Andalucía no pudo traducir a términos políticos su propia y específica identidad, y ni
siquiera ésta quedó explícita en la conciencia de la gran mayoría de los andaluces.
2. La nueva búsqueda de identidad (comienzos siglo XX): Blas Infante.
a) La repercusión del 98 en Andalucía.
En los años que siguieron al desastre del 98 se desarrolló un movimiento regeneracionista de concienciación y de
respuesta a los problemas de Andalucía. Se planteaba una introspección y un mirar hacia atrás para buscar en las
épocas de pujanza los remedios adecuados para la tarea regeneradora de la patria enferma: “los andaluces
queremos, volver a ser lo que fuimos” dice el himno andaluz.
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Las ciudades donde se apreció con mayor fuerza este movimiento fueron Sevilla, Jerez de la Frontera y Ronda:
En 1900, José Barrón pronunció una conferencia en el Ateneo de Jerez, donde propuso soluciones que tenían
que partir de unas instituciones representativas y andaluzas.
La influencia de Joaquín Costa hizo que los Juegos Florales del Ateneo de Sevilla (creados a semejanza de los
que se celebraban en Cataluña) tomaran, a partir de 1907, como tema central el regionalismo.
b) Blas Infante y el impulso del andalucismo en la década de 1910.
El malagueño Blas Infante fue la figura más destacada del andalucismo. En 1916 elaboró ”El Ideal Andaluz. Varios
estudios acerca del Renacimiento de Andalucía”, colección de artículos que se proponían como objetivo dar una
base teórica al naciente movimiento político regionalista. Influido por la obra del político regeneracionista Joaquín
Costa, recogía valores culturales andaluces, pero también un compromiso social y económico para afrontar los graves
problemas del campo, del paro y del analfabetismo.
La década de 1910 se caracterizó por una importante actividad política andalucista:
En el Congreso Fisiócrata de Ronda (1913), Blas Infante presentó una comunicación en la que denunciaba la
situación social crítica que atravesaba Andalucía y se propuso el reparto de tierras como alternativa (idealista y
pequeño-burguesa) para solucionar el problema de la tierra, convirtiendo a los jornaleros en clase media
campesina. Así, el himno de Andalucía repite: “Andaluces, levantaos, pedid tierra y libertad”.
El Manifiesto del Centro Andaluz de Sevilla (1916), mostraba su preocupación por la tierra y señalaba la
vocación agricultora de Andalucía y la aspiración de convertir al jornalero en agricultor.
La Asamblea Regionalista de Ronda (1918) creó los símbolos andalucistas (lema, himno, escudo y bandera) y
planteaba concluir, fuera como fuera, con los caciques y sus protectores los oligarcas, para evitar que Andalucía
siguiera siendo el país del hambre y la incultura.
El Manifiesto de la Asamblea Andalucista de Córdoba (1919) tenía un carácter revolucionario, dirigido a los
trabajadores del campo, ¡No emigréis, combatid!, como señalaría el notario de Bujalance Díaz del Moral en su
obra “Historia de las agitaciones campesinas andaluzas” (1929), que tan bien dibujaba la realidad de Andalucía. El
actual Estatuto de Autonomía de Andalucía hace referencia a que en este Manifiesto se describe Andalucía como
una “realidad nacional”.
3. El proyecto de Estatuto de Andalucía durante la II República.
a) Las bases para la elaboración del Estatuto de autonomía.
El andalucismo entró en declive con la dictadura de Primo de Rivera, a la que se opuso. Pero con la proclamación de
la Segunda República se abrió un momento crucial en el movimiento por la autonomía andaluza; de hecho, el
andalucismo alcanzará sus más altas cotas de desarrollo durante este periodo, asistiendo también en él a su ocaso.
Blas Infante siguió siendo la figura más destacada, y los andalucistas reunieron una Asamblea en Córdoba (1933),
donde se aprobó el Anteproyecto de Estatuto de Andalucía, partiendo de las siguientes bases:
Concepción confederal del Estado y de la propia Andalucía, es decir, una Andalucía autónoma dentro del
Estado español. El regionalismo andaluz no es nacionalista como el catalán o el vasco, como se puede deducir
del lema que aparece en su escudo: “Andalucía por sí para España y la Humanidad”.
Autonomía municipal, libertad de enseñanza y justicia gratuita.
Propuestas para solucionar el problema agrario andaluz.
b) El frustrado proceso del Estatuto de Andalucía.
Tras la victoria de los partidos de centro derecha en las elecciones de noviembre de 1933, quedó detenido el proceso
del Estatuto, que no reanudaría su desarrollo hasta el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, cuando se acordó
difundir por toda Andalucía el anteproyecto de Estatuto aprobado en Córdoba.
El 15 de junio de 1936, Blas Infante publicaba un manifiesto a favor de la autonomía; el día 5 de julio se celebró en
la diputación de Sevilla una asamblea a favor del estatuto de autonomía, en la que se fijó el último domingo de
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septiembre como fecha para celebrar la asamblea que debía aprobar el proyecto definitivo de Estatuto, pero el
estallido de la Guerra Civil el 18 de julio, paralizó todo este proceso.
Blas Infante fue fusilado cerca de Sevilla pocos días después de estallar la guerra. Habría de pasar el largo
paréntesis de la Dictadura de Franco para que Andalucía alcanzase la autonomía, cuyo Estatuto sería aprobado el 28
de febrero de 1981.
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La bandera blanca y verde
vuelve, tras siglos de guerra,
a decir paz y esperanza,
bajo el sol de nuestra tierra.
¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre,
España y la Humanidad!
Los andaluces queremos
volver a ser lo que fuimos
hombres de luz, que a los hombres,
alma de hombres les dimos.
¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre,
España y la Humanidad!
Himno de Andalucía
Blas Infante, Ronda, 1918
Bandera de Andalucía
Blas Infante
Escudo de Andalucía
Símbolo genérico
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b) La cuestión cubana.
2. La Guerra de Cuba y el conflicto con Estados Unidos
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3. La Paz de París y el fin del imperio colonial español
4. El impacto del “desastre” del 98
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1. Los antecedentes de la caída del imperio colonial español.
La derrota de España frente a Estados Unidos en 1898 (imagen y texto), y la pérdida de los
últimos restos de su gran imperio de ultramar: Cuba, Puerto Rico y Filipinas, conmovieron
extraordinariamente a la opinión pública española, propiciando la crítica al sistema de la
Restauración e impulsando su reforma. El llamado “Desastre del 98”, repercutió también en la
aparición del Regeneracionismo, movimiento intelectual que tomaba conciencia de la situación
real de España y proponía fórmulas para salir de la decadencia e impulsar su progreso como
nación.
a) La política colonial de la Restauración a finales del siglo XIX.
En el contexto de la época del imperialismo, la política internacional de Canovas tenía como
objetivo mantener a España neutral en los conflictos entre las potencias imperialistas y
salvaguardar los restos de su antiguo imperio colonial: las islas Filipinas, las Marianas y las
Carolinas en el Pacífico; Cuba y Puerto Rico en el Caribe; y algunas posesiones obtenidas más
recientemente en el norte de África y en el golfo de Guinea. El problema era si se podían mantener
las colonias sin respaldos internacionales.
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Canovas pretendía actuar con prudencia para no enfrentarse con los imperios tradicionales
(Inglaterra y Francia) o con los imperios en construcción (Estados Unidos y Alemania) en el
Pacífico, zona hacia la que se dirigieron las apetencias de las potencias imperialistas a finales del
siglo XIX. España, con escasos recursos económicos y una marina de poca potencia, tendría
dificultades para mantener Filipinas, una colonia tan lejana como apetecida. La economía de Cuba
era muy beneficiosa para España, pero también estaba muy ligada a Estados Unidos, que apoyaría a
los rebeldes cubanos con la intención de apoderarse de la isla.
b) La cuestión cubana.
Tras la Revolución de 1868 en España, comenzó un movimiento de liberación en Cuba,
al grito de “¡Viva Cuba Libre!” (Guerra de los 10 Años), que fue sofocado por España tanto por la
vía militar como mediante pactos políticos. El general Martínez Campos logró poner fin a la
insurrección y llevar la pacificación a la isla mediante la Paz de Zanjón (1878), por la que se
concedía a los cubanos los mismos derechos que a los españoles.
Pero los conflictos a favor de la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud,
continuaron alimentando el nacionalismo popular en Cuba, al que se sumaron tanto los esclavos
como los criollos ricos.
El comercio con Cuba, prácticamente un mercado en régimen de monopolio, proporcionaba
a España un saldo positivo. Los burócratas, comerciantes y azucareros españoles residentes en la
isla se opusieron a cualquier proyecto de autonomía, y se intentó convertir la isla en una
provincia de España enviando allí a un gran número de emigrantes, sobre todo gallegos.
La abolición de la esclavitud en Cuba fue tardía, pues no llegó hasta la Ley de 1880, después
de encendidas discusiones políticas entre los partidarios de la esclavitud y los abolicionistas.
Los intereses de Estados Unidos, que instigado por un sector de la prensa (que creó un
estado de opinión, libertad para la isla, que en realidad escondía intereses imperialistas) y por
algunas compañías azucareras (controlaban el 90% de la producción de azúcar de Cuba), pretendía
sustituir a los españoles en el dominio de la isla, y dio su apoyo a los independentistas
cubanos.
2. La Guerra de Cuba y el conflicto con Estados Unidos .
a) La insurrección cubana de 1895.
La guerra estalló en febrero de 1895 con el grito del Baire, nombre con el que se conoce el
levantamiento que tuvo lugar en la zona oriental de la isla. En marzo se proclamó el Manifiesto de
Montecristi, donde se plasmaban las ideas esenciales del nacionalismo defendido por José Martí,
líder revolucionario considerado el padre de la independencia cubana. A su muerte, al poco de
iniciarse la guerra, Máximo Gómez, General en Jefe de las tropas revolucionarias, y Antonio
Maceo, un mulato muy popular, asumieron la dirección militar de los rebeldes.
Entonces, el gobierno de Cánovas envió a la isla al general Martínez Campos con actitud
negociadora, pero los rebeldes volaban trenes y destruían las plantaciones y el ganado, arrasando la
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economía y matando a los propietarios. Ante este fracaso, desde julio de 1896, el general
Valeriano Weiler procuró aislar a los rebeldes y practicó una fuerte represión. La muerte de
Cánovas en un atentado en 1897 llevó de nuevo al gobierno a Sagasta, quien destituyó a Weiler y
ofreció la autonomía a Cuba, que tampoco acabó con la insurrección cubana.
b) La revuelta filipina de 1896.
A la revuelta cubana se unió la lucha por la independencia en Filipinas, que se había iniciado
en 1896 y en la que destacó el héroe nacional Emilio Aguinaldo.
El general Polavieja, al mando de las tropas españolas, actuó con extrema dureza y ejecutó al
principal intelectual independentista del archipiélago filipino, José Rizal. La rebelión fue sofocada
en 1897.
c) El conflicto de España con Estados Unidos.
En este contexto, en febrero de 1898 tuvo lugar un incidente: la voladura del Maine, un
acorazado estadounidense que se encontraba en el puerto de La Habana, en el que murieron más de
250 marinos norteamericanos. Aunque probablemente estalló a causa de un accidente, la prensa y el
Gobierno de Estados Unidos, atribuyeron la voladura a un sabotaje español, nunca aclarado.
En estas circunstancias, Estados Unidos se ofreció a comprar la isla, pero los políticos de la
Restauración (Sagasta era presidente del Gobierno) prefirieron una derrota honrosa antes que una
paz comprada. La opinión pública y la prensa española se mostraron muy belicistas y nacionalistas.
Estados Unidos declaró la guerra a España en abril de 1898 y el conflicto se decidió en el
mar. En la batalla naval de Cavite (frente a Manila, capital de Filipinas), la flota española sucumbió
ante la potencia de los barcos de Estados Unidos, en mayo de 1898. Y en julio de 1898, la escuadra
norteamericana, igualmente con navíos acorazados y armamento superiores a los españoles, venció
en la batalla naval de Santiago de Cuba.
En 1899 salieron de la isla de Luzón “los últimos de Filipinas”, un grupo de soldados que
se habían resistido a la rendición en una iglesia y cuyo valor fue exaltado por el mismo Aguinaldo.
3. La Paz de París y el fin del imperio colonial español.
El gobierno español no tuvo más opción que firmar la Paz de París (diciembre de 1898):
Cuba se convirtió en una nación independiente, tutelada por Estados Unidos, que recibió Puerto
Rico, Filipinas y la isla de Guam.
En 1899, España vendía al Imperio alemán el resto de su imperio en el Pacífico: las islas
Carolinas y las Marianas (excepto Guam).
Desaparecían así los restos del viejo imperio colonial español en América y el Pacífico,
que provocó una auténtica conmoción nacional, de ahí que se conozca este hecho como el
“desastre del 98”.
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4. El impacto del “desastre” del 98.
a) Las repercusiones del 98.
En el terreno económico supuso la pérdida del mayor mercado de las manufacturas
españolas (Cuba importaba el 20 % de los textiles catalanes) y de las importaciones que desde
allí llegaban (azúcar, tabaco).
En el aspecto militar se puso de manifiesto el resentimiento de los militares hacia los
políticos, causado por la derrota y el sentimiento de haber sido utilizados, y conscientes de
tener un ejército con un material anticuado y un excesivo número de mandos. A su vez, el
injusto sistema de quintas, junto a la repatriación de numerosos soldados heridos y mutilados,
provocó el crecimiento de un antimilitarismo popular, apoyado por el movimiento obrero,
hacia el que, en consecuencia, los militares mostraron su animadversión.
Desde el punto de vista político supuso el inicio de una etapa de inestabilidad política
caracterizada por la división interna de los partidos del régimen, que puso en cuestión el
sistema canovista. Este estado de opinión lo refleja Francisco Silvela, jefe del gobierno
conservador en 1899, al afirmar que “España había perdido su pulso”. No obstante, algunos
dirigentes intentaron modificar sus comportamientos y propusieron medidas regeneracionistas.
b) El regeneracionismo.
El regeneracionismo fue un movimiento intelectual y social crítico con el sistema de la
Restauración y sus prácticas políticas, al que consideraba como una lacra para el progreso de
España.
El regeneracionismo social y económico tiene como representante más destacado al intelectual
y político Joaquín Costa, que luchó contra el caciquismo y propuso una serie de reformas
económicas (sobre todo, para el desarrollo agrario) y educativas que se resumían en el lema
“despensa y escuela”; y propugnaba un cambio de mentalidad que mirara hacia el futuro: “siete llaves
al sepulcro del Cid”.
El regeneracionismo intelectual y literario estuvo representado, entre otros, por Miguel de
Unamuno, Ángel Ganivet y Ramiro de Maeztu, que expresaban un pesimismo existencial y
reflexionaron sobre las causas de la decadencia de España como nación. Este espíritu impregnó la
obra literaria de la “generación del 98”. También tuvo conexión con el regeneracionismo la
Institución Libre de Enseñanza, que inspirada en el krausismo y fundada por Giner de los
Ríos en 1876, propugnó una educación integral y la coeducación.
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Documento 1.
“Considerando que las horribles condiciones que han existido en la isla de Cuba, tan próxima a nuestras costas, por más de tres años, condiciones que han ofendido el sentido moral del pueblo de los EE UU [...], y que han culminado en la destrucción de un acorazado de los EE UU durante una visita amistosa al puerto de la Habana [...], no pueden soportarse por más tiempo como lo afirma el presidente de los Estados Unidos en su mensaje de 11 de Abril de 1898, sobre el cual el Congreso ha sido invitado a pronunciarse.
En consecuencia, el Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, reunidos en Congreso han resuelto:
Primero: que el pueblo de la isla de Cuba es, y tiene derecho a ser, libre e independiente.
Segundo: que los Estados Unidos tienen el deber de pedir, y por tanto el Gobierno de los Estados Unidos pide, que el Gobierno español renuncie inmediatamente a su autoridad y gobierno sobre la isla de Cuba y retire de Cuba y de las aguas cubanas sus fuerzas terrestres y navales [...].
Si a la hora del mediodía del sábado próximo, 23 de abril, no ha sido comunicada a este Gobierno por el de España una completa y satisfactoria respuesta a la Resolución, en tales términos que la paz de Cuba quede asegurada, el presidente procederá sin ulterior aviso a usar poder y autorización ordenados y conferidos a él, tan extensamente como sea necesario.”
El Ultimátum Estadounidense a España 19 de abril de 1898
Documento 2.
El acorazado Maine entrando en la bahía de La Habana
“Los doctores de la política y los facultativos de cabecera estudiarán, sin
duda, el mal; discutirán sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios;
pero el más ajeno a la ciencia que preste alguna atención a asuntos públicos
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observa este singular estado de España: donde quiera que se ponga el tacto,
no se encuentra el pulso (...).
Monárquicos, republicanos, conservadores, liberales, todos los que tengan
algún interés en que este cuerpo nacional viva, es fuerza se alarmen y
preocupen con tal suceso (...).
La guerra con los ingratos hijos de Cuba no movió una sola fibra del
sentimiento popular. Hablaban con elocuencia los oradores en las Cámaras
de sacrificar la última peseta y derramar la postrer gota de sangre... de los
demás; obsequiaban los Ayuntamientos a los soldados, que saludaban y
marchaban sumisos trayendo a la memoria el Ave César de los gladiadores
romanos; sonaba la marcha de Cádiz; aplaudía la Prensa; y el país, inerte,
dejaba hacer (...).
Se descubre más tarde nuestro verdadero enemigo: lanza un reto brutal;
vamos a la guerra extranjera: se acumulan en pocos días, en breves horas,
las excitaciones más vivas de la esperanza, de la ilusión, de la victoria, de las
decepciones crueles, de los desencantos más amargos (...).
Se hace la paz, la razón la aconseja, los hombres de sereno juicio no la
discuten; pero ella significa nuestro vencimiento, la expulsión de nuestra
bandera de las tierras que descubrimos y conquistamos (...).
Todos esperaban o temían un estremecimiento de la conciencia popular: sólo
se advierte una nube general de silenciosa tristeza que presta como un fondo
gris al cuadro, pero sin alterar vidas pero, ni costumbres, ni diversiones, ni
sumisión al que, sin saber por qué ni para que, le toque ocupar el Gobierno
(...)”
FRANCISCO SILVELA:
“España sin pulso”, en El Tiempo. 16 de agosto 1898.
Caricatura satírica sobre el apoyo norteamericano a los rebeldes cubanos,
que desembocaría en la guerra abierta contra España
Mapa de España de 1895,
donde están representadas
sus posesiones de ultramar:
Cuba, Puerto Rico y Filipinas
Tío Sam con cubanos y filipinos
Los “últimos de Filipinas”