LA REVOLUCIÓN INTERRUMPIDA Cap. 5

11
Las masas campesinas se sienten triunfadoras. Los peones y campesinos armados se hacen fuertes en las tierras que acaban de conquistar, repartir y cultivar, o terminan de repartir las que aún no habían tomado por asalto. La marea de fondo cam- pesina sube desde todo el país, golpea sobre cuanta situación política o militar se le opone o intenta ponerle diques , violen- tamente pesa para cambiar la relación de fuerzas que las ma- niobras políticas y los hechos militares han establecido en el momento del triunfo, pesa y golpea sin que los mismos jefes tengan comprensión clara de ello, lo prevean o se lo propongan concientemente. Sólo cuando ese levantamiento social exija impostergable- mente una expresión política, es decir, una política de clase, y no la encuentre, será cuando pasar& a primer plano la del bando opuesto, que la tiene. Y habrá madurado entonces la situación pa.ra que la decisión pueda ser militar. Mientras tanto, no es la ocupación de México, sino este gi- gantesco alzamiento social lo que va a dominar en los meses siguientes y a determinar el desplazamiento hacia la izquierda de toda la relación de fuerzas política y militar. 118 V LA CONVENCION La entrada de Alvaro Obregón en México el 15 de agosto de J.914, seguida pocos días después por la instalación del gobierno de Carranza en la capital, abre un intermedio de lucha política entre las tendencias enfrentadas. La dirección burguesa, que lleva una política a escala nacional, toma la, iniciativa para in- tentar neutralizar y someter políticamente a las direcciones campesinas. Carranza trata de estabilizar la situación polltica, controlar la situación militar y ganar tiempo frente a los ejér- citos campesinos, uno replegado sobre Chihuahua y el norte y el otro contenido al sur de México. A medida que va tomando posiciones en México, el ejército de Obregón sustituye al ejército federal -que va a ser licen- ciado y disuelto, según los acuerdos de rendición de la capital- Y ocupa las avanzadas que mantenía éste mnte a las tropas zapatistas, de modo de contenerlas en todo intento de avance. Desde esa posición de fuerza militar, Carranza se dispone a en- tablar negociaciones con Zapata para exigirle su sometimiento al nuevo gobierno. Por su parte, los zapatistas han ocupado Cuernanca, la última ciudad de Morelos que aún estaba en poder de los federales, y sus destacamentos controlan todo el estado hasta el límite sur del Distrito Federal, donde tienen a su frente a las avanzadas constitucionalistas. Mientras tanto, en los estados donde se han establecido go- biernos constitucionalistas se dictan una serie de disposiciones dirigidas a satisfacer las exigencias más inmediatas de las ma- sas, como la abolición de las tiendas de raya, la condonación de todas las deudas de los campesinos y peones agrícolas, el sala- rio mínimo, la jornada de ocho horas, el deSC8l1$0 semanal obli- gatorio. Pero ninguna disposición legal se pronuncia sobre el problema de la tierra ni viene incluso a sancionar los vastos re- 119

description

LA REVOLUCIÓN INTERRUMPIDA Cap. 5

Transcript of LA REVOLUCIÓN INTERRUMPIDA Cap. 5

  • Las masas campesinas se sienten triunfadoras. Los peones y campesinos armados se hacen fuertes en las tierras que acaban de conquistar, repartir y cultivar, o terminan de repartir las que an no haban tomado por asalto. La marea de fondo cam-pesina sube desde todo el pas, golpea sobre cuanta situacin poltica o militar se le opone o intenta ponerle diques, violen-tamente pesa para cambiar la relacin de fuerzas que las ma-niobras polticas y los hechos militares han establecido en el momento del triunfo, pesa y golpea sin que los mismos jefes tengan comprensin clara de ello, lo prevean o se lo propongan concientemente.

    Slo cuando ese levantamiento social exija impostergable-mente una expresin poltica, es decir, una poltica de clase, y no la encuentre, ser cuando pasar& a primer plano la polti~a del bando opuesto, que s la tiene. Y habr madurado entonces la situacin pa.ra que la decisin pueda ser militar.

    Mientras tanto, no es la ocupacin de Mxico, sino este gi-gantesco alzamiento social lo que va a dominar en los meses siguientes y a determinar el desplazamiento hacia la izquierda de toda la relacin de fuerzas poltica y militar.

    118

    V

    LA CONVENCION

    La entrada de Alvaro Obregn en Mxico el 15 de agosto de J.914, seguida pocos das despus por la instalacin del gobierno de Carranza en la capital, abre un intermedio de lucha poltica entre las tendencias enfrentadas. La direccin burguesa, que lleva una poltica a escala nacional, toma la, iniciativa para in-tentar neutralizar y someter polticamente a las direcciones campesinas. Carranza trata de estabilizar la situacin polltica, controlar la situacin militar y ganar tiempo frente a los ejr-citos campesinos, uno replegado sobre Chihuahua y el norte y el otro contenido al sur de Mxico.

    A medida que va tomando posiciones en Mxico, el ejrcito de Obregn sustituye al ejrcito federal -que va a ser licen-ciado y disuelto, segn los acuerdos de rendicin de la capital-Y ocupa las avanzadas que mantena ste mnte a las tropas zapatistas, de modo de contenerlas en todo intento de avance. Desde esa posicin de fuerza militar, Carranza se dispone a en-tablar negociaciones con Zapata para exigirle su sometimiento al nuevo gobierno. Por su parte, los zapatistas han ocupado Cuernanca, la ltima ciudad de Morelos que an estaba en poder de los federales, y sus destacamentos controlan todo el estado hasta el lmite sur del Distrito Federal, donde tienen a su frente a las avanzadas constitucionalistas.

    Mientras tanto, en los estados donde se han establecido go-biernos constitucionalistas se dictan una serie de disposiciones dirigidas a satisfacer las exigencias ms inmediatas de las ma-sas, como la abolicin de las tiendas de raya, la condonacin de todas las deudas de los campesinos y peones agrcolas, el sala-rio mnimo, la jornada de ocho horas, el deSC8l1$0 semanal obli-gatorio. Pero ninguna disposicin legal se pronuncia sobre el problema de la tierra ni viene incluso a sancionar los vastos re-

    119

  • partos de latifundios que los campesinos han ido efectuando por cuenta propia.

    En la ciudad de Mxico, con la entrada del ejrcito de Obre-gn reinicia su actividad pblica el movimiento sindical, Y las nuevas autoridades entregan a la Casa del Obrero Mundial el 26 de septiembre de 1914, el Convento de Santa Brgida Y el Convento Josefino anexo, en sustitucin de su sede anterior que haba sido clausurada en mayo de 1914 por el gobierno de Huerta y luego reabierta el 21 de agosto. All realizan reunio-nes y asambleas de organizacin y reorganizacin los sindi-catos.

    * * *

    As como Villa lo era en Chihuahua, Zapata y su estado mayor eran el nico gobierno en el sur, particularmente en los estados de Morelos, Guerrero y parte de Puebla. El reparto de tierras de hecho haba sido prcticamente completo, o se com-pletaba en los lugares que hasta el final haban estado bajo el control de los federales. Uno de ellos fue Cuautla, desde donde Eufemio Zapata dirigi esta comunicacin al r.uartel general de Emiliano Zapata:

    "Repblica Mexicana. Ejrcito Libertador. "Participo a usted que ya comenc a repartir conveniente-

    mente los terrenos de riego ubicados en los contornos de esta ciudad y dems lugares que ls solicitan, n?mbrando para e~lo a personas conocedoras para el fraccionamiento de referencia. Lo que comunico a usted para su inteligencia y dems fines. Reforma, Lib~rtad, Justicia y Ley. Cuartel General en la J:I Cuautla (Morelos), septiembre 19 de 1914. General Eufemio Zapata."

    Desde la instalacin de Carranza en Mxico, se desarrolla-ron conversaciones y entrevistas entre representantes zapatis-tas y Carranza, o entre delegados de ste -como el general Villarreal y el licenciado Luis Cabrera- y Emiliano Zapata Y su estado mayor. En todos los casos las negociaciones llegaron a un punto muerto porque se enfrentaban dos posiciones irre-ductibles. Zapata insista en que la base de todo acuerdo era la aceptacin de los principios del Plan de Ayala por los consti-tucionalistas, es decir, el reparto de tierras ante todo. Carranza slo aceptaba el sometimiento del Ejrcito del Sur a sus fuerzas y rechazaba toda discusin sobre reparto de tierras en estos trminos: "los hacendados tienen derechos sancionados por las

    120

    leyes y no es posible quitarles sus propiedades para darlas a quienes no tienen derecho". Una delegacin zapatista, enviada por el general Genovevo de la O, recibi esta respuesta del Pri-mer Jefe: "Eso de repartir tierras es descabellado. Dgame qu haciendas tienen ustedes, de su propiedad, que puedan repartir, porque uno reparte lo que es suyo, no lo ajeno". All termin la discusin. El general Genovevo de la O, cuando se levant en armas en diciembre de 1910 con 25 hombres y un solo rifle (ms de dos aos antes que Carranza), era un campesino po-bre; y cuando muri, en los aos cincuenta, segua siendo un campesino pobre. Quien tena la perfidia y la insolencia de mandarle preguntar qu hacienda tena "de su propiedad" para repartir, era un gran terrateniente de Coahuila.

    En esas semanas y en esos trminos fueron las ltimas dis-cusiones entr e la direccin burguesa y la direccin zapatista. Despus cada uno se atrincher en sus posiciones, esperando el momento de recomenzar la lucha.

    Entretanto, mientras completaban el reparto de tierras en su zona, los zapatistas tomaron una serie de posiciones polticas relacionadas siempre con el problema agrario y que eran parte de una preparacin ms o menos emprica para intervenir en las decisiones sobre la reorganizacin del pas que la cada de Huerta planteaba, y de un funcionamiento como poder de hecho en su propia zona.

    En agosto de 1914, el mando zapatista lanz un manifiesto "Al pueblo mexicano" donde fijaba una vez ms sus posiciones polticas. Deca el documento que el campesino "se lanz a la revuelta no para conquistar ilusorios derechos polticos que no dan de comer, sino para procurarse el pedazo de tierra que ha de proporcionarle alimento y libertad". Rechazaba todo gobier-no militar y toda solucin meramente electoral que no signifi-cara reformas sociales. Reafirmaba los planteamientos y reivin-dicaciones del Plan de Ayala. Propona que fuera una asamblea de todos "los jefes de los grupos combatientes, los representan-tes del pueblo levantado en armas", la que designara al pre-sidente interino. Y demandaba que ste aceptara "con sinceri-dad y sin reticencias los tres grandes principios que consigna el Plan de Ay ala: expropiacin de tierras por causa de utilidad pblica, confiscacin de bienes a los enemigos del pueblo y res-titucin de sus terrenos a los individuos y comunidades despo-j'ados". Caso contrario, deca, la lucha armada seguir hasta imponerlos.

    En septiembre de 19'14, cerrando un intercambio de cartas con un tal Atenor Sala, un seor adinerado de Mxico que in-

    121

  • sista en proponer paternalmente a Zapata un utpico "Si.stema Sala" para repartir legalmente las tierras y crear colonias de pequeos agricultores en todo el pas, el general Manuel Pa~afox, cuya influencia iba en ascenso en el ~stado mayor zapatis-ta, escribi una extensa carta programtica. Vale la pena re-producirla completa, pues es uno de los documentos donde se ve hasta dnde llega el alcance de la poltica zapatista en esos momentos y cmo consideraban entonces sus dirigentes que de-ba aplicarse en los hechos el Plan de Ayala. Dice:

    "Repblica Mexicana. Ejrcito Libertador. "Cuartel"General en Cuernavaca, Morelos, septiembre 3 de

    1914. "Seor don Atenor Sala. Mxico, D. F. "Muy estimable seor: "Recib la muy atenta carta de usted de fecha 28 del prxi-

    mo pasado agosto, que he ledo detenidamente y con profunda meditacin, pasando a contestar a usted lo que sigue: los folle-tos y otros documentos que se ha servido usted mandar al Cuartel General de la Revolucin, que se refieren al estudio que ha hecho usted del problema agrario, los he ledo con bastante atencin y veo que distan mucho de la forma de resolver los principios agrarios de como estn delineados en el Plan de Ayala.

    "Para practicar el sistema de usted se necesitara una millo-nada de pesos; es decir: sera preciso sacrificar ms de lo qu est al alcance de nuestro desventurado pas, porque, segn los proyectos de usted, el gobierno tendra que desembolsar cuan-tiosas sumas de dinero para practicar en su esencia el repar-to de tierras, especialmente lo referente a colonizacin, y adems de que el pas no est en condiciones de hacer semejantes de-sembolsos, tampoco sera de justicia que a los enemigos de la Retiolucin se les comprase Za propiedad que durante muchos aos han posedo ilegalmente, y la Revolucin Agraria obra con toda justicia al consignar en su bandera los tres grandes principios del problema agrario, a saber: restitucin de tierras a los pueblos o particulares que fueron despojados a Za sombra de los malos gobiernos; confiscacin de bienes a los enemigos del Plan de Ayala, y expropiacin por utilidad pblica.

    "La Revolucin que sostiene el Plan de Ayala est resol-viendo el problema agrario simplificado en los tres principios anteriores sin gastar un centavo, y as desea que maana, cuando la Revolucin se constituya en gobierno, no tenga que desembolsar ni un solo centavo y tampoco el proletariado, por-

    122

    que para devolver las tierras que alguien quit a otro apoyado en un mal gobierno no se necesita dinero; porque para confis-car bienes a los que durante tantos aos han luchado en contra de los defensores del Plan de Ayala, ayudando al gobierno di-recta o indirectamente, NO SE NECESITA DINERO, y sola-mente habr que desembolsar cortas cantidades para indem-nizar a los extranjeros a quienes deba expropirseles sus fincas rsticas por utilidad pblica, y esto se har nicamente con los extranjeros que no se hayan mezclado en asuntos polticos; pero analizando la cuestin, al pas no le costarn un solo centavo esas expropiaciones si se tiene en cuenta que el pago se har CON EL VALOR DE LAS FINCAS URBANAS QUE SE CONFISQUEN a los enemigos de La Revolucin.

    "Usted no me negar que los hacendados de la Repblica en s mayora han hostilizado a la Revolucin y hasta ayudan ~e:uniariamente a los gobiernos pasados, por lo que es de jus-ticia que se les apli~ue el artculo octavo del Plan de Ayala, aun cu~ndo usted diga que ese sistema no es noble, pero s necesario para dar de comer a la millonada de mexicanos des-heredados, Y por humanidad es preferible que se mueran de hambre miles de burgueses y no millones de proletarios pues es lo que aconseja la sana moral. '

    "La reparticin de tierras no se har precisamente como usted ! indica, por la divisin parcelaria del suelo, sino que se llevara a cabo esa reparticin de tierras de conformidad con

    ~a costumbre y usos de cada pueblo, y entiendo que es lo ms 3usto; es decir: QUE SI DETERMINADO PUEBLO PRETENDE EL SISTEMA COMUNAL, asi se llevar a cabo, y si otro pue-blo desea el fraccionamiento de Za tierra para reconocer SU PE~UE~A PRO~IEDAD, as se har, y en esa forma con gusto cultivaran las tierras apoyados por la Revolucin, y pasados

    a~gunos lustr~s, los burgueses que pretendan adquirir sus pro-piedades confiscadas apoyados por algn gobierno no lo con-

    s~guirn, porque l?s pueblos, con las armas en l;{ mano (que si.empre conservar~n), con energa sabrn imponerse a ese go-bierno. Y defenderan sus derechos, y de esto, el tiempo se en-carga~a de com_pro~arlo; pero si, desgraciadamente, los pueblos se deJan despoJar de sus tierras, ya no ser culpa de nosotros, que ahora les devolvemos sus tierras y les enseamos Za ma-nera de conservarlas y hacer respetar sus derechos.

    "Los revolucionarios surianos estn bien compenetrados de la maldad, de la ~orrupci?n de los gobiernos, y la prolongada

    ~uc~a . de cuatro anos nos ha dado duras lecciones para que con Justicia tengamos derecho a procurar que los intereses del pue-

    123

  • blo no sean burlados el da de maana por un gobierno mal-vado, y para evitar que esto suceda tenemos que dejar bien garantizados esos principios agrarios a la generacin de hoy y a las del futuro y ESA GARANTIA CONSISTE EN EXIGIR A TODO TRANCE QUE LA REVOLUCION CONSTITUIDA EN GOBIERNO EL DIA DE MAJ.ltANA ELEVE AL RANGO DE PRECEPTOS CONSTITUCIONALES esos tres prncipios agrarios que antes mencion, para que de hecho y por derecho quede implantado el problema agrario; pero esos ;rincipios agrarios por los cuales tanto se ha luchado no vamos a con-fiarlos a un gobierno que no est identificado con la Revolucin, y por eso exigimos hoy al seor Carranza que el gobierno in-terino de la Repblica sea netamente revolucionario y que se constituya de acuerdo con el artculo doce del Plan de Ayala, y de otras bases definidas, as como tambin que EN LA CON~ VENCION FORMADA POR LOS REVOLUCIONARIOS DE LA REPUBLICA se discuta el programa de gobierno del interinato y ese programa, naturalmente, QUEDARA FORMADO POR LOS PROBLEMAS QUE NO ESTAN INCLUIDOS EN EL PLAN bE AYALA, tales como el establecimiento de BANCOp AGRICOLAS; las grandes obras de IRRIGACION que en cier-tos estados de la Repblica hay que verificar; el mejoramiento de la INSTRUCCION PUBLICA; el mejoramiento dei OBRE-RO; el mejoramiento del empleado de comercio en pequeo y, por ltimo, LA CAMPA~A CONTRA EL CLERICALISMO.

    "Como ver usted, las aspiraciones van ms all de lo que se figura el seor Carranza, y si ahora no se llega a un arreglo satisfactorio, los sesenta y cinco mil surianos que empuan sus museres se lanzarn contra los nuevos enemigos del Plan de Ayala, contra esos carrancistas que pretenden burlar la fe y las esperanzas del pueblo mexicano, y si por esos acontecimientos, que quiz se verifiquen, yo soy responsable, en este caso, a la Historia le corresponde juzgarnos y yo respetar su fallo.

    "Espero que con estas ligeras explicaciones se formar us-ted una idea de las verdaderas tendencias de la Revolucin que encabezan los surianos." (Todos los subrayados y maysculas son del original tomado de Gildardo Magaa, Emiliano Za-pata y el agrarismo en Mxico.)

    Esta carta programtica de Manuel Palafox es uno de los documentos ms avanzados del zapatismo, y anticipa todo lo esencial de la ley agraria que dictar en Cuernavaca un ao despus, en octubre de 1915. Sin embargo, queda encerrada en la misma contradiccin interior del Plan de Ayala. El za-patismo levanta la consigna de la expropiacin sin indemniza-

    124

    cin de todos los bienes de los burgueses y terratenientes em-peza.ndo por los latifundios. Pero si la base de la eco~oma ~ex1c~~a en!onces es la produccin agrcola, las palancas de d1recc10n estan en las ciudades y en la industria; y al llegar a este punto el programa c.ampesino se vuelve impreciso y con.fuso. A pesar de esta permanente dualidad interior del za-

    p~hsmo, est.a carta es uno de los documentos donde mejor se expresa su impulso revolucionario, su voluntad de ir ms all de .los ~arc~s de~ derecho burgus, sus normas morales revo-lucionarias, igualitarias y fraternales que lo oponen irreducti-

    blem~nte a la mezquindad burguesa del maderismo y el ca-rrancismo:. "por humanidad es preferible que se mueran de hambre miles de burgueses y no millones de proletarios pues es lo que aconseja la sana moral". '

    Estos principios no quedan para "la hora del triunfo" los aplica ~l Ejrcito Libertador del Sur all donde domina . . El 8 de septiembre d: 1914, en pleno enfrentamiento poltico con Carranza, el gobierno zapatista en Cuernavaca dicta un decreto que establece:

    "Art: , lo. Se n~cionalizan los bienes de los enemigos de la R.evolucion que defiende el Plan de Ayala y que directa 0 in-d1rectame?te. s~ hayan opuesto o sigan oponindose a la accin de sus prmcip10s de conformidad con el art. 8 de dicho plan Y el urt. 6 del decreto de 5 de abril de 1914

    "Art. 2o. Los generales y coroneles del Ejrcito Liberta-d?r, de a~uerdo con el Cuar tel General de la Revolucin fija-ran las cedulas de nacionalizacin, tanto a las fincas rsticas como a las urbanas.

    "~rt. 3o. !-'s ~utoridades municipales tomarn nota de lo,s ~1enes nac1onahzados, y despus de hacer la declaracin publica del acta de nacionalizacin darn cuenta detallada al Cuartel General de la Revolucin de la clase y condiciones de l~s propie~ades que sean, as como de los nombres de sus an-tiguos duenos o poseedores.

    "Art. 4o. Las propiedades rsticas nacionalizadas pasarn a poder de los pueblos que no tengan tierras que cultivar y carezca?. de otros elementos de labranza, o se destinarn a la P'.oteccion de hurfanos y viudas de aquellos que han sucum-~ido en la lucha que se sostiene por el triunfo de los ideales invocados en el Plan de Ayala.

    "Art. 5o. Las propiedades urbanas y dems intereses de esta especie nacionalizados a los enemigos de la revolucin agraria se destinarn a la formacin de instituciones banca-rias dedicadas al fomento de la agricultura, con el fin de evitar

    125

  • que los pequeos agricultores sean sacrificados por los usurero~ y conseguir por este medio que a toda cost~ prosperen, ~si como para pagar pensiones a las viudas y huerfanos de quie-nes han muerto en la lucha que se sostiene.

    "Art. 60. Los terrenos, montes y aguas nacionalizados a los enemigos de la causa que se defiende sern distribuid~s en comunidad para los pueblos que lo pretendan y en fracciona-miento para los que as lo deseen.

    "Art. 7o. Los terrenos, montes y aguas que se repartan no podrn ser vendidos ni enajenados en ninguna forma, sien_do nulos todos los contratos o transacciones que tiendan a ena3e-nar tales bienes.

    "Art. 80. Los bienes rsticos que se repartan por el sis-tema de fraccionamiento slo podrn cambiar de poseedores por trasmisin legtima de padres a hijos, quedando sujetos, en cualquiera otro caso, a los efectos del artculo anterior.

    "Art. 9o. El presente decreto surtir sus efectos desde luego.

    "Lo que trasmito a usted para su pubhcacin, circulacin y debido cumplimiento.

    "Reforma, Libertad, Justicia y Ley. Dado en el Cuartel General en Cuernavaca, a los ocho das de septiembre de 1914. El General en Jefe del Ejrcito Libertador, Emiliano Za-pata." (Subrayados del original, tomado de Gildardo Magaa, ibid.)

    El parte de Eufemio Zapata que aparece antes es una de las aplicaciones inmediatas de este decreto. Hay que recordar que, aun cuando en el norte los campesinos tomaban las tierras por propia iniciativa y las cultivaban al amparo de sus fusiles, ninguna disposicin similar a sta haba dictado hasta enton-ces el villismo en su zona. El enfrentamiento de la direccin burguesa con Zapata no estaba slo en las intenciones o en los programas, sino directamente en los hechos y el rgimen que prevalecan en cada zona, sostenidos en sus respectivas armas.

    * *

    El enfrentamiento con Villa sigui un proceso ms sinuoso, pero igualmente definitivo. La alianza inestable de la direc-cin burguesa con la direccin campesina se rompi, como siempre, a la hora del triunfo. Con la diferencia en este caso de que la direccin burguesa, cuando intenta volverse para reprimir y masacrar a las masas campesinas que la han lle-

    126

    vado al triunfo, se encuentra con que stas estn organizadas en un formidable ejrcito, militarmente independiente diri-gido por Villa, que, apoyndose polticamente en la posicn in-transigente del zapatismo, encuentra la forma y la decisin para no someterse y enfrentar a su reciente aliado y jefe burgus.

    En este proces? de ruptura desempea un papel singular el general O?regon. Su primera inclinacin es impedirla y h_acer de mediador, yendo a Chihuahua investido con la auto-ridad de Carranza y la suya propia de jefe militar revolucio-nario, a discutir c~n Vill~ para tratar de convencerlo de que se sor:ieta a cambio de ciertas promesas, que en esencia son las mismas del acuerdo de Torren.

    ~ero el ju~go de Obregn es ms complicado que esto. Es su_ Juego propio de tendencia pequeoburguesa, que no es el

    mi~n:1 que el de _la direccin burguesa, sino un anticipo de su ~ohtica bonapartista del porvenir. Obregn busca al mismo

    t~empo ?oyarse en -yma para obligar a Carranza a una pol-tica de ciertas concesiones a las masas que le permita extender su base social y canalizar el ascenso revolucionario que los est desbordando por todos los costados.

    . En tercer lugar, Obregn va personalmente al mero cora-zon de la fortaleza villista en Chihuahua, a tantear la solidez de la autoridad. de Villa sobre sus oficiales, a tratar de influir en algunos de estos y a hacer una evaluacin personal directa de la fuerza militar real de la Divisin del Norte y de su estado de nimo. .. Es decir, .iba a hacer una especie de trabajo de frac-

    cion, ~? mas que un~ donde se jugaba el pellejo. Despus de rec~birlo con un desfile militar, Villa vio el doble juego de Obregon Y estuvo a punto de fusilarlo. Indeciso ante la res-ponsabilidad, suspendi la ejecucin cuando ya haba llamado al pelotn de fusilamiento, y termin invitndolo a cenar esa noch':. Del c~si paredn, Obregn pas al saln donde Villa ofrecia una fiesta, como huesped de honor. De all a un acuer-do poltico con Villa estipulado en carta dirigid~ a Carranza el 2_1 de septiembre de 1914. Y de esta carta, ya regresando cammo ha~ia el s_ur, al intento de Villa de obligarlo a volver desde medio cammo para fusilarlo, y esta vez sin apelacin porque ~arran~a haba rechazado telegrficamente todo acuer~ do Y Villa veia en todo eso una turbia maniobra contra l Al~unos j~fes villistas cercanos a Obregn le permitieron se~ guir su_ viaje y escapar as a la pena de muerte que el ala campesi?a del estado mayor de Villa insista en que haba que aphcarle por haber ido a intrigar y a espiar al cuartel

    127

  • general villista. El incidente . es un ~aso fan;~so que ref~eja Y resume la inestabilidad y la msegundad pohtica campesina de Pancho Villa. .

    La razn de que el principal jefe militar Y segundo Jefe poltico de las fuerzas victoriosas que acababan de ~stablecer su gobierno en la capital se lanzar.a a corr:r tales nesg?s, no era mera osada personal de Obregon. Necesitaba ganar tiempo y evitar un choque frontal con la J?i~isin de~ Nort~, a da ~ual entonces no tena fuerzas para resistir. Al mismo tiempo, im-poner su propia poltica a Carranza, sin lo cual senta . que jams tendra base social mnima para enfrentar despues a Villa. Todos los pasos de Obregn_ muest~an, . junto co?- su audacia al nivel individual -audacia, o ma~ bien temer~dad, impuesta por el carcter inestable, bonapa;t~sta, de su situa-cin de equilibrio entre dos fuerzas antagomcas-, el enorme temor de su gente, del quipo carrancista y de t~d? el alto mando constitucionalista, a las fuerzas y a los movimientos de Villa.

    Todas estas maniobras estaban destinadas al fracas~. No se trata aqu de habilidad poltica pa:a enred~r, engan~~ . Y estafar a los dirigentes campesinos, segun la antigua tradicion de abogados y polticos burgueses y pequeoburgueses, sino de relacin de fuerzas. Es la lucha directa la que va a resolver entre las fuerzas enfrentadas. Todava no es la hora del bona-partismo obregonista, que vendr aos despus. Pues, como dice Trotsky:

    "El rgimen bonapartista slo puede adquirir un_ carcter relativamente estable y duradero en caso de que cierre una poca revolucionaria; cuando la relacin ya ha sido probada en luchas ; cuando las clases revolucionarias ya se han desgas-tado pero las clases poseedoras todava no estn liberadas del temr: el maana no traer nuevas conmociones? Sin esta condici~ fundam.ental, es decir, sin agotamiento previo de la energa de las masas en la lucha, el rgimen bonapartista es incapaz de desarrollarse" (Len Trotsky, "El nico camino", 1932).

    Esta etapa todava no ha llegado. Slo la lucha puede deci-dir. Por eso Obregn, que an no tiene bases para su papel de rbitro, contina apoyando y defendiendo al gobierno de Ca-rranza como su principal jefe militar. A ese ttulo le arranca concesiones, pero no le arranca an el mando.

    * * *

    128

    Desde el pacto de Torren, y aun antes, la necesidad de un congreso o convencin de las fuerzas revolucionarias para fijar planes y programa una vez obtenida la victoria vena plantendose tanto entre los constitucionalistas como en docu-mentos y proclamas zapatistas. Esta asamblea apareca como el terreno para zanjar pacficamente, "por la va parlamenta-ria", las diferencias entre las tendencias, provisoriamente con-tenidas en la lucha contra el enemigo comn.

    A mitad de septiembre, en carta a Obregn y Villa, Ca-rranza informa que ha resuelto convocar una reunin de todos los jefes militares con ese objetivo, para el lo. de octubre, en la ciudad de Mxico. Esta convocatoria era una concesin a la presin conjunta, ncabezada esta vez por Obregn, de los jefes del Ejrcito del Noroeste y de la Divisin del Norte. Cuando Obregn fue a Chihuahua con esta carta, se produ-jeron los incidentes con Villa que casi acaban en su fusila-miento. La segunda carta de Obregn y Villa a Carranza aprobada por el estado mayor villista, tiene fecha de 21 d~ septiembre de 1914, en vsperas d~l regreso de Obregn al sur, y en vsperas tambin de la ruptura definitiva entre la Divisin del Norte y el gobierno de Carranza.

    En la carta se rechaza la reunin del lo. de octubre porque los jefes convocados no llevaran la representacin de sus fuer-zas, sino que se los designa desde el centro; porque no se precisan las cuestiones que sern tratadas, con lo cual "se corre el riesgo de que la cuestin agraria, que, puede decirse ha sido el alma de la revolucin, sea postergada y hasta ex~ cluda por la resolucin de otras cuestiones de menor impor-tancia"; y porque consideran necesario que se haga pblico que ,~os ."objet_ivos primordiales" de tal asamblea slo pueden ser la inmediata convocatoria a elecciones de poderes fede-rales Y de. lo~ estados y la implantacin de la reforma agraria". La carta insiste en que la Divisin del Norte no podr asistir a es~ re':1n,in mientras no tenga la seguridad de que en ella se discutira "la reparticin de tierras" pero de todos modos en consideracin al Primer Jefe, decla;a que' ha resuelto con~

    curr~r con la condicin de que se resolver "la aprobacin de medidas cuyo resultado sea el reparto inmediato de las tierras". Como se ve, el centro absoluto de la carta es la solucin de la cuestin agraria. Nunca fue contestada, porque al da siguiente se produce la ruptura y Pancho Villa desconoce definitiva-

    ~e?te la ~ef~tura de Carranza, en telegrama a ste y en ma-nifiesto publico, donde denuncia que el Primer Jefe "rehus aceptar la Convendn sobre las bases propuestas en el pacto

    129

  • de Torren" y que no acept el programa de la carta anterior-mente citada.

    Aguascalientes es la ciudad que cierra el paso entre Z~catecas mxima avanzada de la Divisin del Norte, Y la capital. Una 'reunin de oficiales constitucionalistas, encabezada por Lucio Blanco promueve una frmula para evitar el choque armado a tra~s de la realizacin de una Convencin en dicha ciudad " u otro terreno neutral". De ah surge la ciudad de Aguascalientes como una transaccin con el villismo propuesta por una parte del ala radical de los jefes carrancistas. Ca-rranza rechaza de plano la propuesta, afirmando que "deba sostenerse el principio de autoridad a costa de cualquier sacri-ficio". El 26 de septiembre, ya en Mxico, Obregn se agrega a los que han formado una "comisin de pacificacin" entre la Divisin del Norte y Carranza. O sea que Jos jefes militares de mayor peso que sostienen a ste, presionan para buscar .un acuerdo. Lucio Blanco incluso se preocupa por mantener in-formado a Zapata, a travs de delegados, sobre el conflicto en curso y le adelanta la idea de la Convencin en lugar neutral para que enve delegados. Finalmente, en una reunin en Za-catecas entre delegados de esta "comisin de pacificacin" cuya alma poltica es ahora Obregn, y delegados de la Divisi_,n del Norte, incluido el mismo Villa, se acuerda la celebracion de una convencin de jefes militares en la ciudad de Aguasca-lientes, a partir del 10 de octubre de 1914. El acta es al mismo tiempo un armisticio que suspende hostilidades y movimientos de tropas.

    La actitud de algunos oficiales que integran la "comisin de pacificacin" es algo ms profundo que una maniobra. Temen al choque con Villa, pero al mismo tiempo se sienten infludos por la revolucin campesina y repelidos por la es-trechez y la terquedad burguesas de Carranza. Comprenden o presienten que la poltica de ste no slo es la negacin de los impulsos revolucionarios que a ellos los llevaron a la lucha armada, sino que exigir para su aplicacin la masacre de decenas y cientos de miles de los mismos campesinos que han hecho la revolucin. Todo su sentimiento de pequeoburgueses revolucionarios se revuelve contra esta aberracin burguesa.

    Pero al mismo tiempo los repele el rostro rudo, "inculto", radical, del villismo y el zapatismo. Es decir, los repele la revo-lucin hasta el fin, la visin, imprecisa todava por falta de programa pero cercana por la potencia del alzamiento na-cional campesino, de las masas en el poder. Ven el impulso arrasador de la revolucin, no ven su futuro: ni los campesinos

    130

    pueden mostrrselo, ni ellos como pequeoburgue~es radica-les pueden superar el horizonte ideolgico de la burguesa aun-que lo tian con colores jacobinos. '

    De ah que toda esta tendencia busque un avenimiento con Villa sin romper con Carranza. En ese camino, como en rea-lidad son los ms fuertes en la oficialidad constitucionalista

    . , por su peso propio, por el peso que les da el ascenso de las masas y por el peso indirecto del villismo y el zapatismo que en este conflicto interno se ejerce desde afuera a favor de ellos terminan por imponer a Carranza la Convencin de Aguasca~ lientes.

    Oficiales tales como Lucio Blanco ven en esta Convencin algo as como una versin mexicana de la Convencin de la Gran Revolucin Francesa, como un recinto de donde saldrn programas y leyes revolucionarias, leyes y programas acerca de l~: cuales t?dos carecen de ideas concretas al llegar a la

    reu~10n. Obregon, .con los pies ms sobre la tierra, .ve la pers-pectiva. de un~ ~ahda que, apoyada en el ala pequeoburguesa

    ~e l~s Je~es vilhstas y en el ala radical de los oficiales cons-tituc10nahstas, descarte a los extremos y deje a un lado al campesino Villa Y al burgus Carranza y para resolver el con-flicto exalte como rb~tro al general Obregn. Por eso apoya con .toda su f~1erza la idea ~e la Conv7nci6n, que le permitir contm~ar l.as ~randes maniobras" pobtieas interrumpidas con su casi fusilamiento en Chihuahua.

    Todos estos f~ctores confluyen para que Carranza, forza-do, deba ceder finalmente. En efecto, la Convencin comienza el lo. de octubre en Mxico, con los delegados civiles y mili-

    tare~ ~e. C~r~anza y segn su calendario, no el fijado en el armisticio ultimo con Villa. Estos delegados ratifican al Pri-mer Jefe com~ encargado del Poder Ejecutivo. Pero no son esos la asamblea m el lugar ni la fecha pactad.os con Villa en Zaca-tecas, .Y en consecuencia la Divisin del Norte amaga desde es.ta ciudad un avance hacia el sur. AnJe la amenaza de que Villa se lan~e sobr~ la capital arrasandQ todo, Carranza debe ceder a las instancias de Obregn y la Convencin se traslada el 5 a Aguasc~lientes, para reanudar sus trabajos el 10 slo con la presencia de los delegados militares. Aguascalientes es un punto "neutral", pero la Divisin del N'orte esta estacionada a sus puertas.

    El 10 de ~tubre d~ 1914 inicia sus tr~bajos, con los dele-gados carrancistas (ba10 la direccin d~ Obregn) y villistas, con el nombre de Convencin Militar d~ Aguascalientes.

    131

  • A los pocos das de instalada, la Conven~in se_ declara ~berana -no sometida a ninguna otra autoridad, smo ~up~nor a ellas- y resuelve mandar una comisin para que invite a Zapata a enviar sus delegados. Largas ~es~ones pasan entr~tanto en cuestiones secundarias y de proced1m1ento, Y ya ~mp1eza a delinearse como centro visible de los debates el co~fhc_to entre Carranza y Villa. Esas sesiones reflejan la inexperiencia p~rlamentaria de los integrantes de la asamblea, pero al mismo tiempo algo mucho ms profundo y real: ~a falta d~ programa y de perspectivas claras de las tendencias q~~ integran la reunin. Esos militares estn en esa Convencion porque los campesinos all los han llevado al d~rrotar a Huerta. ~;ro los campesinos, los verdaderos prota~omstas de l~ revoluc1on, ~stn ausentes: nadie representa directamente sus preocupacio-nes y sus demandas, aunque stas. ~n el fondo que se trasluce a travs de las discusiones superficiales de la asamblea. ?bre-gn quiere aprovechar esta co~tr~~iccin . para ganar ~ie_mpo sin resolverla. Ganar tiempo significa desintegrar al vilhsmo aprovechando su debilidad poltica y eludiendo el choque con su potencia militar. Los delegados se extienden en discur5?~ lle-nos de grandes palabras y vacos de ideas. La Conven~ion ~e atasca en un pantano, mientras la situacin de espera e indeci-sin deteriora las esperanzas y la confianza de las masas Y la inactividad pesa sobre la Divisin del Norte. . , . ,

    El 27 de octubre se incorpora a la Convencion la delegacion zapatista. Asiste con voz pero sin voto, P1:1~s Zapa~a ha puesto como condicin para enviar una delegacion efect_1~a la apro-bacin de los principios de Ayala por la C?n:vencion. La_ dele-gacin del sur cambi la asamble~. ~s la umc~ tendencia ~ue se presenta con un programa, por limitado que este sea, que_ t1e-ne una relacin con la realidad de las demandas campes1_n~s.

    La llegada de los zapatistas provoca en el plano pohtico de la Convencin el acontecimiento que Carranza, pero. Obre-gn sobre todo, slo concebar;i y se preocup_aban por_ e:vitar en el plano militar: la conjuncion entre zapa~1smo _Y villlsmo. El hecho es tan terminante, que arrastra de inmediato a toda la Convencin, incluidos los delegados carrancistas que no tienen programa ni objeciones fundadas que oponer, y se traduce en que el 28 de octubre la Convencin en pleno, con el voto de los villistas y el apoyo obligado de los carrancistas -en los cuales decide su ala radical, porque sbitamente encuentra donde apoyarse-- aprueba por aclamacin los artculos 4, 5,

    132

    6, 7, 8 y 9 del Plan de Ayala, es decir todos aquellos que con-tienen las demandas polticas y sociales, y luego los artculos 12 y 13. (Mientras as votaban los oficiales carrancistas, las cartas y documentos de Carranza en esos das seguan refirin-dose a Zapata como "el enemigo".) Esa sesin concluy con vivas a la revolucin, al Plan de Ayala y a Zapata.

    Es el momei:to culminante y la apertura de la crisis de la Convencin, aunque esta crisis tarde unos das en aflorar com-pletamente. La disputa por el retiro de Carranza del Poder Ejecutivo se agudiza. Carranza maniobra con cartas, telegra-gramas y argumentos legales, diciendo que primero deben re-tirarse Villa y Zapata del mando para que l presente su re-nuncia, y que mientras l no renuncie, la Convencin no puede decidir sobre l. Es una discusin sin salida, en la que es obvio que ninguno piensa abandonar el mando y autoderrotar a su tendencia mientras el choque de las armas no decida cul es la verdadera relacin de fuerzas. El 30 de noviembre la asam-blea aprueba una propuesta -hecha por una comisin que entre otros integran Obregn, Angeles, Eugenio Aguirre Bena-vides y Eulalio Gutirrez- que resuelve el cese de Carranza como encargado del E!jecutivo, de Villa omo jefe de la Divi-sin del Norte, y el nombramiento por la Convencin de un presidente interino que llame a elecciones en un plazo fijo. Sobre Zapata nada se resuelve, porque no habindose incor-porado ninguna delegacin oficial del zapatismo con voz y voto a la asamblea, sta declara no tener jurisdiccin sobre esas fuerzas. Carranza sigue maniobrando con su retiro y poniendo diversas condiciones que indican que no piensa acatar en nin-gn caso la decisin tomada. El lo. de noviembre, la Conven-cin elige presidente interino de la Repblica al general Eula-lio Gutirrez, que cuenta con el apoyo de los villistas y el visto bueno extraoficial de los zapatistas.

    El 3 de noviembre, Villa propone una solucin a su modo del conflicto entre l y Carranza. Nada de destierro a La Ha-bana por unos das, como propona Carranza, ni de simple destitucin de ambos: que la Convencin resuelva fusilar a los dos simultneamente para terminar con los problemas. En el mejor estilo de la Soberana Convencin Militar de Aguas-calientes, el gesto fue recibido con aplausos y vivas, y por supuesto no se resolvi nada.

    Para el 10 de noviembre, el presidente convencionista Eula-lio Gutirrez, ante la imposibilidad de ningn acuerdo, declara rebelde a Venustiano Carranza y nombra jefe de operaciones de los ejrcitos de la Convencin --esencialmente, la Divi-

    133

  • sin del Norte-- a Francisco Villa. Obregn, fracasado su papel de rbitro por prematuro, se rene con Carranza Y le da su apoyo. ,

    Carranza ya haba salido de Mxico y desde Cordo?a, Ve-racruz el 12 de noviembre declara rebeldes a su gobierno a Villa ; a Eulalio Gutirrez y los denuncia como representantes de la "reaccin". Este calificativo de "reaccionarios" ser el que usar en toda su campaa Obregn para referirse al vi-llismo y sus aliados.

    Villa se dirige a su vez a Zapata, anuncindole que avanza sobre Mxico en cuyo avance espera no encontrar obstculos, y pidindole

    1que movilice sus fuerzas para evitar que des~e

    Veracruz y Puebla los carrancistas enven ayuda a la guarm-cin de la capital, en caso de que intenten hacerlo. Entretanto, todos los delegados carrancistas ya han abandonado la Con-vencin y hacia el 20 de noviembre la crisis ha perdido toda posibilidad de solucir. politica y e.st. plantea?~ en trminos militares entre el gobierno convenciomsta presidido por Eula-lio Gutirrez y el gobierno constitucionalista presidido por Ve-nustiano Carranza, y entre sus principales jefes militares, Fran-cisco Villa y Alvaro Obregn, respectivamente.

    Al consumarse la ruptura con Carranza, a mediados de no-viembre la Convencin lanz un manifiesto que reafirmaba que el ~ueblo se haba lanzad~ a la revolucin. "inspir~do en profundas necesidades sociales y no por una simpl~, form1~la poltica y que en lu pocas "de p:(ofunda conmocion social y poltica cuando las instituciones vecan y se derrumban, la soberana' la ejerce el pueblo en los campos de batalla" Y "re-side en el pueblo levantado en armas". El manifiesto enunciaba un "programa minimo" entre cuyos puntos figurabary la de~ocupacin del territorio nacional por las fuerzas norteameri-canas la devolucin de loe ejidos a los pueblos; "destruir el

    latifu~dismo, desamortizando la gran propiedad y repartindola entre la poblacin que hace producir la tierra con su esfu~rzo individual"; la nacionalizacin de los bienes de los en,emigos de la revolucin; y la libertad de asociacin y de huelga para los trabajadores.

    La crisis militar es la continuacin natural de la crisis pol-tica insoluble a partir del momento en que la Convencin, en vez' de ser el instrumento deseado por Obregn para maniobrar a las direcciones campesinas, se convirti en terreno de con-

    134

    fluencia poltica entre stas y se desplaz hacia la izquierda adoptando el Plan de Ayala, aunque ms no fuera en una de-claracin. La Convencin, que no poda ser ni fue nunca un organismo que representara las aspiraciones de la base cam-pesina de la revolucin, tampoco pudo erigirse como una es-tructura jurdica que sirviera para contenerla. Eran demasiado fuertes el ascenso de la revolucin y el podero militar de los ejrcitos campesinos en ese momento, demasiado dbil la base social de la direccin burguesa, demasiado inciertas poltica-mente e infludas socialmente por la revolucin las tendencias pequeoburguesas y la pequeaburguesa en general. En su incapacidad para cumplir ninguna de las dos funciones opues-tas est la esencia de la inocuidad que fue el rasgo distintivo de la Convencin de Aguascalientes.

    Obregn, uno de sus promotores en el constitucionalismo haba medido la fuerza probable del zapatismo en la Conven~ cin en gran parte -si no del todo-- con una concepcin buro-crtica y militarista, una concepcin de aparato. Entonces, ha-ba medido mal. Vea, como todo el mundo, que el zapatismo tena el apoyo de las masas campesinas. Pero en su concepcin militarista ese apoyo, para pesar en la "alta poltica", requera una "mediacin", necesitaba traducitse a travs de un aparato burocrtico, intelectual y militar, a travs de un cuerpo de licenciados y militares como el que estaba desarrollando el constitucionalismo.

    Y aparato, el zapatismo no tena ninguno. Sus pocos y ne-bulosos "intelectuales" estaban sometidos a la voluntad dura e inflexible de Zapata --es decir, al representante armado de la base campesina- y no al revs. Sus oficiales y generales erai:i campesinos, con ropas y costumbres campesinas, y noms el titulo de "general" antepuesto a su nombre los distingua de su tropa. Los delegados zapatistas llegaron a Aguascalientes casi sin recursos. El Ejrcito Libertador no tena fondos para pagar los gastos del viaje; y aquel tal rico "amigo de los cam.,. pesinos" Atenor Sala, a quien Zapata escribi para que al paso de la delegacin por Mxico le prestara unos miles de pesos para gastos, se neg a dar nada aduciendo los habituales pre-textos econmicos de estos individuos frente a los revolucio-narios. "Burgus por los cuatros costados, no nos dio ni un centavo", inform uno de los delegados en carta a Zapata en la cual deca que los primeros fondos se los envi Villa a ra-vs de Angeles, en Zacatecas. Las ropas y las costumbres de los zapatistas, recin llegados de la pobreza del sur, contras-taban agudamente con los autos, los uniformes y los gastos de

    135

  • la incipiente burocracia militar compuesta por los delegados carrancistas en Aguascalientes.

    No es extrao que Obregn pensara que poda mantener el control de la Convencin y su propio juego con la llegada de esos zapatistas, que tal vez hasta le parecan fciles de envolver polticamente. No comprenda, no poda comprender, la esencia histrica irreductible del zapatismo. Lo que Obregn no vea era que con esos zapatistas entraba en el teatro de la Convencin el programa elemental de la revolucin agraria.

    El zapatismo mostr tener una fuerza de atraccin social desconocida para sus adversarios. No slo gan y dio fuerza y centro poltico a la potencia armada del villismo, sino que la unin de ambos fue a su vez un polo de atraccin transitorio para parte del ala radical de los oficiales constitucionalistas, a quienes Carranza poda controlar mientras no vieran otra perspectiva y mientras el constitucionalismo, a travs de la su-bordinacin militar y poltica de Villa, mantuviera controlada a la base campesina villista. El villismo rompi definitivamente ese control al encontrarse con el zapatismo.

    Es que donde se determinaba todo este reagrupamiento de fuerzas no era en las interminables discusiones huecas de la Convencin, sino afuera, en la relacin de fuerzas reales, cuyo reflejo poltico era la unin de villistas y zapatistas con la bandera del Plan de Ayala. El programa poltico vali ms que .diez confluencias de ejrcitos juntas para unir a esas fuerzas, separadas no obstante militarmente por los ejrcitos de Obre-gn y de Pablo Gonzlez que ocupaban Mxico, Quertaro y toda la regin central entre Zacatecas al norte y Morelos al sur.

    Producida.la conjuncin poltica, que representaba la uni-dad real, de fondo, de las acciones y las aspiraciones de las vastas masas campesinas que sin distincin de zonas de in-fluencia militar eran las verdaderas ocupantes de todo el pas, los constitucionalistas podan intentar mantener su cma militar entre la Divisin del Norte y el Ejrcito Libertador del Sur, pero no haba ninguna cua social que los separara; y la cua poltica del carrancismo, con todo y su ala izquierda , apareca dbil, sin programa y sin base, mientras parte de sus cuadros militares sufran la atraccin del villismo y el zapatismo uni-dos. Es decir, la cua militar corra peligro de entrar en desin-tegracin sin combate por la fuerza social de la revolucin que la descompona y porque esa fuerza se ejerca a travs de un centro militar y poltico que, aun con todas sus limita-ciones, era una fuerza material efectiva.

    138

    Obregn, con la Convencin, haba querido crear esa cua polti

  • 1

    \

    l

    C . , debi"li"tando an ms el ya mermado ejrcito a la onvencion, . b d 1914 de Carranza. La noche de ese mismo 24 ~e noviem r~ e , entraron los zapatistas en la capital y dieron garantias a toda la poblacin. A 1 o El 3 de diciembre, por el rumbo de Tacuba Y . tzcapo~a c entran las tropas de la Divisin del Norte a la ciudad, JU~t~ con la Convencin y su gobierno. Al da si?u~ente se producira el encuentro entre V llla y Zapata en Xoch.im1lco.

    0 Los ejrcitos campesinos ocupan la capital y todo el cen~: y norte del pas, y las fuerzas de Carranza. son una fraccio~ militar en derrota arrojada sobre una fran1a costera Y refu giada en el puerto de Veracruz, que le acaban de abandon~r los yanquis como ltima base. Todo el pas se ha desplaz~ o a la izquierda bajo el empuje violento del ascenso ~evolucionario que no parece encontrar barreras que le resistan. Los campesinos en armas, al comenzar diciembre de 191~, son ~ueos de todo Mxico y de la sede del poder, el Palacio Nacional de la capital de la Repblica.

    VI

    MEXICO, DICIEMBRE DE 1914

    La capital ocupada por los ejrcitos campesinos es la sntesis de lo que sucede en el pas. La guerra campesina ha llegado a su punto ms alto. La vieja oligarqua ha perdido el poder para siempre, junto con gran parte de sus bienes, cosa que an no haba sucedido ni sucedera hasta muchos aos des-pus en ningn pas de Amrica Latina. Los representantes de la nueva burguesa an no han podido afirmar ese poder en sus manos. No slo no han podido, sino que han debido ce-der al embate de las armas campesinas y abandonarles el centro poltico del pas, la capital, y el smbolo material de ese poder, el Palacio Nacional, ocupado por las tropas zapatistas.

    En realidad, el poder est vacante. Pues no basta que la oligarqua lo pierda y la burguesa no tenga fuerzas para sos-tenerlo: alguien debe tomarlo. Y la direccin campesina no lo toma, noms lo tiene "en custodia", como al Palacio Nacional, para entregarlo a los dirigentes pequeoburgueses de la Con-vencin. Ejercer el poder exige un programa. Aplicar un pro-grama demanda una poltica. Llevar una poltica requiere un partido. Ninguna de esas cosas tenan los campesinos, ni podan tenerlas.

    El proletariado, como fuerza poltica independiente, estaba ausente. Haba proletarios, particularmente mineros y ferro-viarios, en el ejrcito de Villa; pero como individuos, no como fuerza o tendencia de clase. Haba jornaleros agrcolas en can-tidad en los dos ejrcitos campesinos. Pero ninguna tendencia, ni aun dirigentes individuales, representaban o asuman una posicin de clase proletaria. El anarquismo -los magonistas--no exista como organizacin independiente, sino como tenden-cia pequeoburguesa difusa en la direccin de los incipientes sindicatos. Y tanto a ttulo de dirigentes sindicales como a

    139

    img-X09193557-WorkCentre 7345(3526473417)-5701-141009193557LA REVOLUCIN INTERRUMPIDAimg-X09193902-WorkCentre 7345(3526473417)-5705-141009193902img-X09193928-WorkCentre 7345(-768493878)-5706-141009193928img-X09194020-WorkCentre 7345(-768493878)-5708-141009194020img-X09194050-WorkCentre 7345(-768493878)-5709-141009194050img-X09194130-WorkCentre 7345(-768493878)-5710-141009194130img-X09194153-WorkCentre 7345(-768493878)-5711-141009194153img-X09194215-WorkCentre 7345(-768493878)-5712-141009194215img-X09194239-WorkCentre 7345(-768493878)-5713-141009194239img-X09194310-WorkCentre 7345(-768493878)-5714-141009194310img-X09194337-WorkCentre 7345(-768493878)-5715-141009194337img-X09194401-WorkCentre 7345(-768493878)-5716-141009194401img-X09194423-WorkCentre 7345(-768493878)-5717-141009194423img-X13195613-WorkCentre 7345(3526473417)-5982-141013195614img-X13195702-WorkCentre 7345(3526473417)-5984-141013195702img-X13195729-WorkCentre 7345(3526473417)-5985-141013195729img-X13195754-WorkCentre 7345(3526473417)-5986-141013195754img-X13195819-WorkCentre 7345(3526473417)-5987-141013195819img-X13195843-WorkCentre 7345(3526473417)-5988-141013195843img-X13195906-WorkCentre 7345(3526473417)-5989-141013195906img-X13195932-WorkCentre 7345(3526473417)-5990-141013195932img-X13195957-WorkCentre 7345(3526473417)-5991-141013195957img-X13200022-WorkCentre 7345(3526473417)-5992-141013200022img-X13200047-WorkCentre 7345(3526473417)-5993-141013200047img-X13200110-WorkCentre 7345(3526473417)-5994-141013200110img-X13200143-WorkCentre 7345(3526473417)-5995-141013200143img-X13200206-WorkCentre 7345(3526473417)-5996-141013200206img-X13200228-WorkCentre 7345(3526473417)-5997-141013200228img-X13200252-WorkCentre 7345(3526473417)-5998-141013200252img-X13200320-WorkCentre 7345(3526473417)-5999-141013200320img-X13200347-WorkCentre 7345(3526473417)-6000-141013200347img-X13200411-WorkCentre 7345(3526473417)-6001-141013200411img-X13200436-WorkCentre 7345(3526473417)-6002-141013200436img-X13200501-WorkCentre 7345(3526473417)-6003-141013200501img-X13200524-WorkCentre 7345(3526473417)-6004-141013200524img-X13200549-WorkCentre 7345(3526473417)-6005-141013200549img-X13200614-WorkCentre 7345(3526473417)-6006-141013200614img-X13200753-WorkCentre 7345(3526473417)-6007-141013200753img-X13200816-WorkCentre 7345(3526473417)-6008-141013200817img-X13200841-WorkCentre 7345(3526473417)-6009-141013200841img-X13200906-WorkCentre 7345(3526473417)-6010-141013200906img-X13200930-WorkCentre 7345(3526473417)-6011-141013200930img-X13201003-WorkCentre 7345(3526473417)-6012-141013201003img-X13201031-WorkCentre 7345(3526473417)-6013-141013201031img-X13201056-WorkCentre 7345(3526473417)-6014-141013201056