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    La Sabidu r a de las em ociones

    Norber t o Levy

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    NDICE

    INTRODUCCIN GENERAL....................................

    UNO.La dignidad del miedo ....................................

    Dos.El enojo que resuelve .....................................

    TRES.La culpa que tortura y la culpa que repara ......

    CUATRO.Exigencia y excelencia ...................................

    CINCO.Aprender de la envidia ..............................

    SEIS.La vergenza y su curacin .......................

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    INTRODUCCIN GENERAL

    El propsito central de este libro es mostrar hasta qupunto est presente en la naturaleza misma de las emocio-nes categorizadas como conflictivas, su condicin de seal.

    Del mismo modo que las luces del tablero de mandos delautomvil se encienden e indican que ha subido la tempe-ratura o queda poco combustible, cada emocin es una luzde tonalidad especfica que se enciende e indica que existeun problema a resolver.

    El miedo, la ira, la culpa, la envidia, etc., son estupendasy refinadsimas seales, que alertan, cada una de ellas, acer-ca de un problema particular y su funcin es remitir a eseproblema.

    Por lo tanto, las emociones son aprovechadas completa-mente cuando uno aprende qu problema especfico detec-ta cada emocin y cul es el camino que resuelve el proble-ma detectado.Cuando esto ocurre, uno se concentra en la resolucindel problema y le agradece a la emocin haber orientado lamirada en esa direccin, por ms dolorosa o inquietanteque dicha emocin pueda haber parecido al comienzo.

    Continuando con la metfora del tablero de mandos, las

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    luces se aprovechan en toda su utilidad cuando uno apren-de qu es lo que indica cada una, y sabe, adems, cmo en-caminarse a resolver el problema que registra: s que la luz

    que se encendi indica que hay poco combustible y scmo dirigirme hacia la prxima gasolinera. Cuando llegoall y cargo combustible he completado el circuito resoluti-vo que la luz puso en marcha.

    Solemos creer que las emociones son el problema. Que elmiedo, el enojo, la culpa, etc., son los problemas que nosacosan. Y no es as. Se convierten en problemas cuando nosabemos cmo aprovechar la informacin que brindan,cuando nos enredamos en ellas y nuestra ignorancia emo-cional las convierte en un problema ms. Entonces s, cadauno de estos estados agrega ms sufrimiento estril a la expe-riencia que vivimos. Pero, repitmoslo una vez ms, no es laemocin en s lo que perturba sino el no haber aprendidoan cmo leer y aprovechar la informacin que transmite.

    En esta obra presentamos un anlisis de cada emocin, des-

    cribimos los errores ms habituales que cometemos en rela-cin con cada una de ellas y mostramos, de la forma msdetallada posible, cul es el problema que cada emocinseala.

    En este primer libro comenzamos con las tres emocionesconflictivas consideradas, tradicionalmente, como las bsi-cas y universales: el miedo, la ira y la culpa. Aadimos aellas, la envidia, considerada habitualmente como el proto-tipo de la emocin negativa, y la vergenza, que si bien pa-

    rece tener un tono menor en relacin con las anteriores,

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    cuando se la padece inhibe fuertemente la posibilidad deexpresarse de un modo espontneo y creativo.

    Incluimos tambin un anlisis de la exigencia, que no es

    estrictamente una emocin, sino ms bien una actitud, unamanera de intentar producir ciertos resultados. Lo hacemosporque forma parte del universo perifrico de las emocio-nes, y porque su extensin y las confusiones que existenasociadas a ella producen mucho sufrimiento estril.

    Quedan para el prximo libro las emociones conflictivasrestantes: los celos, la competencia, el resentimiento y lavoracidad.

    Y tambin el amor. El amor no es, por cierto, una emo-

    cin conflictiva, sino una calidad de energa. Para ser msprecisos, se trata de una calidad de interaccin. Esa interac-cin que se manifiesta en todos los planos y que en ltimainstancia es la que posibilita la vida. La que permite tantoque una clula exista y coopere con otra... como, en la di-mensin ms macroscpica, aquello a lo que se refera Goe-the cuando expresaba: He visto el amor que mueve al sol ylas dems estrellas...

    Por ms lejana y opacada que parezca, tambin es posi-

    ble reconocer esa esencia amorosa aun en las emocionesms conflictivas y percibir, adems, las vicisitudes que dichaenerga recorri hasta convertirse en la respuesta destructivaactual. Vicisitudes de frustraciones, desorganizacin, con-clusiones equivocadas, confusin..., hasta el aparentementems completo extravo de s.

    Cuando se puede encontrar el amor all donde parece que el amor no est es cuando se devuelve a cada emocinsu sentido ms profundo. Es cuando puede accederse a la

    sabidura de las emociones.

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    Esta obra invita al lector a explorar el modo en que est pre-sente en s mismo cada emocin sobre la que lee. Por tal ra-zn se aprovecha mejor la lectura cuando se destina un

    tiempo para observar cul es la resonancia personal que leproduce lo que ha ledo, es decir, en qu sentido confirma omodifica tanto su modo de sentir esa emocin como aque-llo que habitualmente piensa de ella.

    Es por este motivo por lo que sugerimos no leer el librode acuerdo con un orden corriente, empezando por el prin-cipio, ni seguir el orden del ndice temtico, sino ms bienabordar cada vez la emocin que al lector ms le interese,ya sea por la atraccin que pueda producirle o sencillamen-

    te porque siente que la est padeciendo.

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    U N O

    LA DIGNIDAD DEL MIEDO

    El miedo es una valiossima seal que indica una desproporcin entre la amenaza a la que nos

    enfrentamos y los recursos con que contamos para resolverla. Sin embargo, nuestra confusin e

    ignorancia lo han convertido en una emocin negativa que debe ser eliminada.

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    El miedo es la sensacin de angustia que se produce antela percepcin de una amenaza.

    Es importante aclarar que no existe algo que sea en s mismo una amenaza. Siempre lo es para alguien, y dependede los recursos que ese alguien tenga para enfrentarla. Un

    mar bravo, por ejemplo, puede ser una terrible amenazapara quien no sabe nadar, y deja de serlo para un expertonadador en aguas turbulentas. Esta observacin, que puedeparecer obvia e irrelevante, alcanza toda su significacincuando se intenta comprender y curar el miedo.

    La r eaccin en cadena

    Una respuesta interesante que los seres humanos produ-cimos en relacin con las emociones en general y al mie-do en particular es que no slo las sentimos, sino queadems reaccionamos interiormente ante ellas. Y esto gene-ra una segunda emocin.

    Solemos sentir miedo por algn motivo y, a continuacindel miedo, podemos experimentar vergenza, humillacin,

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    to muy mal. Tengo mucho ms miedo que antes. Ahora ten-go dos problemas: el miedo que me despierta la gente, y elmiedo que me produces t cuando quieres obligarme a ha-

    cer algo que no puedo hacer...Como podemos observar, aqu se desplegaron las tres fa-ses de la secuencia: a) la amenaza (el pblico), b) la res-puesta de miedo (el aspecto temeroso) y c) la reaccin inte-rior hacia ese miedo, que en este caso actuaba claramenteagravando el miedo original.

    Quiz resulte extrao describir un dilogo interior en el quelos protagonistas se hablan como si fueran dos personas. Enel ejemplo de Miguel, en lugar de hablar acerca de cmopercibe a cada una de esas dos partes, vive una experienciaen la que cada parte se expresa a s misma y le habla a laotra de un modo directo y sin intermediarios.

    Este recurso se est utilizando cada vez ms en psicolo-ga porque la experiencia clnica muestra que lo que unapersona puede descubrir de cualquier aspecto de s misma,si lo encarna, si se convierte en l por unos instantes y desdeah se expresa, es mucho ms profundo y esencial que loque puede registrar si meramente habla acerca de l.

    Es por ello que empleo esta tcnica desde hace ms deveinticinco aos. Tanto en el miedo como en el resto de lasemociones que se incluyen en el presente libro, esta formapsicodramtica de abordaje se halla presente como un com-ponente muy valioso de todo el proceso de descubrimiento,aprendizaje y transformacin.

    De hecho, si Miguel pudo percibir con claridad lo que suaspecto temeroso senta fue porque se convirti en l y asu-mi temporariamente esa identidad. Si no hubiera realizado

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    esa experiencia, lo ms probable es que no registrara el ma-lestar y el agravamiento del aspecto temeroso, que siguieracreyendo que la reaccin que tena hacia l era la adecuada

    y que el aspecto temeroso no cambiaba sencillamente por-que era as y va no tena arreglo.Una vez formulada esta aclaracin, volvamos al tema es-

    pecfico del miedo.Cuando se explora esta emocin es necesario conocer la

    secuencia completa de reacciones, porque para el aspectotemeroso es tan importante el trato o maltrato que reciba delas personas de su mundo externo como el que recibe de losotros aspectos interiores. En Miguel, el miedo crnico esta-

    ba producido por esta actitud interior, ignorante y desespe-rada, que intentaba curar al aspecto temeroso de su miedoobligndolo a hacer algo que el aspecto temeroso no podahacer.

    Cr eencias equ ivocadas en r elacincon e l m iedo

    El miedo es, sin duda, una emocin universal. Todos he-mos vivido esa experiencia, y, sin embargo, nos vinculamoscon l con un alto grado de desconocimiento e ineficacia.

    Ese desconocimiento se pone de manifiesto en la actitudde descalificacin que las creencias culturales han generado,las cuales han convertido al miedo en una emocin indigna.Cuando se dice de alguien que no hizo tal cosa porque tuvomiedo, suele hacerse con un tonoms o menos veladode descalificacin y desprecio hacia esa persona.

    Si resumiramos en pocas palabras la creencia socialpredominante, sera: El problema es el miedo. Si usted lo-

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    gra no sentir miedo hacia aquello que teme, ver que lopuede encarar y realizar sin las dificultades que su miedo lepronosticaba. El miedo es, por lo tanto, una emocin negati-

    va. pura perturbacin, y el recurso que le permita no sentir-lo ser de gran utilidad para que funcione mejor.Como consecuencia, un recurso al cual se apela frecuen-

    temente para no sentir miedo es la autosugestin: Yo nosiento miedo, yo no tengo por qu sentir miedo, no permiti-r que esa emocin negativa me perturbe a la hora de ha-cer lo que deseo...

    Otras formas del desconocimiento y la descalificacin seexpresan en las populares frases: Hay que vencer el mie-

    do!; No seas cobarde, no tengas miedo!; El miedo es signo de debilidad!; Los hombres no tienen miedo!, etc.De todas ellas, la ms descalificadora es el No seas co-

    barde!. Equiparar miedo con cobarda es una de las confu-siones que ms dao producen, como demostraremos msadelante.

    Tal como se puede comprobar, el ncleo de la creenciaque hemos presentado es: el problema es el miedo. Todo co-mienza all. El miedo es pura perturbacin. Hay que tratar,

    por todos los medios, de no sentirlo.

    U na nuev a m i r ada

    Si uno observa con detenimiento y sin prejuicios esta reac-cin, encontrar que el miedo es una seal que indica queexiste una desproporcin entre la magnitud de la amenaza ala que nos enfrentamos v los recursos que tenemos para re-solverla.

    La amenaza puede ser fsica o emocional. Podemos te-

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    siempre alguno predomina, y los recursos requeridos sonaquellos que estn relacionados con todos los componentesde la amenaza.

    Sea cual fuere la ndole del peligro, si la amenaza a laque nos enfrentamos tiene un valor diez y los recursos conlos que contamos para hacerle frente tambin tienen un va-lor diez, no va a producirse miedo. Si los recursos que tene-mos son de un valor tres, el miedo surgir y ser, precisa-mente, el indicador de esa desproporcin. Por ejemplo, si

    voy a dar una clase y todos sabemos que se trata de un de-safo que debe ser resuelto por quien la da es necesarioque disponga de los recursos psicolgicos y la informacinsuficiente para enfrentarme a esa clase con eficacia. Si noconozco adecuadamente el tema del cual voy a hablar y,adems, soy hipercrtico, entonces, puedo imaginar que elpblico va a reprobar cualquier error o vacilacin que yotenga. Ante esa perspectiva, inevitablemente surgir el mie-do. Pero es importante aclarar que el miedo no es el proble-

    ma. El miedo est indicando que existe un problema, lo cuales completamente distinto.Por lo tanto, el error que cometemos es convertir en el

    problema mismo lo que en realidad es una seal que indicala existencia de un problema y que nos dara la posibili-dad de resolverlo.

    Para entenderlo mejor retomaremos una metfora ya pre-sentada en la introduccin: el miedo es como la luz que seenciende en el tablero de mandos del automvil que indica,

    por ejemplo, que hay poco combustible en el depsito. To-dos sabemos que el problema no es la luz roja, sino que esa

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    Ex iste la cobar da?

    La idea de la cobarda nace de un supuesto equivocado:que todos disponemos de los mismos recursos para enfren-tar los peligros, y que algunos, a pesar de contar con ellos,no los enfrentan. A sos se los llama cobardes.

    Esta denominacin, adems de ofensiva, es falsa. Comotambin lo es su opuesta: la idea de valenta. En este caso noes ofensiva sino elogiosa, pero igualmente equivocada.

    Todos los seres humanos disponemos de diferentes ins-trumentos para enfrentarnos a amenazas y estamos someti-dos a la misma ley psicolgica: si la amenaza supera a losrecursos, surgir el miedo.

    Tarzn arquetipo clsico del hombre valeroso puedehacer frente a un len sin vacilar, sencillamente porque dis-pone de los instrumentos para hacerlo. El mismo Tarzn,ante dos o diez leones enfurecidos, inevitablemente sentirmiedo.

    Puedo disponer de recursos de un valor mil, y si estoy ro-deado continuamente por peligros de valor cinco mil, vivircontinuamente con miedo. Por el contrario, puedo contarcon recursos de un valor diez, y si estoy expuesto regular-mente a peligros de un valor cinco, prcticamente no cono-cer el miedo.

    Dnde quedan la cobarda o la valenta ante lo anterior?:se disuelven como conceptos pues cesan en su validez.

    Lo que uno comienza a ver en cambio es, simplemente,personas que disponen, o no, de recursos para enfrentarse ala amenaza que se les presenta. Tambin comprende quesi quien se retir desarrolla los recursos necesarios, inevi-tablemente se enfrentar a la amenaza de la cual se alej.Y su opuesto: si quien se enfrent a ella no hubiera tenido

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    los recursos de que dispuso, habra sentido miedo y se ha-bra retirado.

    Es importante alcanzar esta comprensin porque quien

    es tachado de cobarde, sobre todo si se trata de un nio,queda injustamente estigmatizado, la valoracin de s mis-mo se ve seriamente daada y se perturba en gran medidasu forma de relacionarse consigo mismo y con los dems.

    Yo no t engo m iedo!

    Puede ocurrir que uno, efectivamente, no sienta miedoporque no experimenta situaciones en las que existe una des-proporcin entre la amenaza y los recursos. Es una posibilidadabsolutamente plausible. Pero tambin puede ocurrir que sipor sentir miedo uno ha sido rechazado, descalificado, tildadode cobarde, etc., poco a poco vaya anestesiando la percepcinde su miedo. Ya no lo registra y frecuentemente desemboca enel: No tengo miedo! Al no contar con esa seal, arremetecontra el desafo que tiene delante sin reconocer qu recursosson necesarios para hacerlo. Quien as acta es quien mejorconoce el resultado final ms frecuente: acabar estrelladocontra los desafos, con ms heridas que logros.Anestesiar el miedo es como cubrir la luz roja del tablerode mandos, para que no se vea...

    Yo p oda.. . y crea que no pod a!

    Durante mucho tiempo tena miedo de cantar en pbli-co porque pensaba que no poda, hasta que lo hice y me dicuenta que tena los recursos para hacerlo.

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    Este ejemplo muestra que no basta con tener los recur-sos, sino que adems es necesario saber que uno los tiene.

    Debajo de mi casa puede existir un enorme pozo de pe-

    trleo, pero si no s que est, es como si no estuviera.El reconocer que uno cuenta con los recursos forma par-te de los recursos necesarios.

    Hay m iedos in j us t i f icados?

    A menudo omos decir: Este miedo es injustificado.Y lo primero que es necesario afirmar es que no hay miedoinjustificado. Puede ocurrir que sea un miedo cuyas razonesdesconozcamos, pero no por eso es injustificado. Es como sialguien le tuviera miedo a las cucarachas y le dijramos: Tumiedo es injustificado porque a m una cucaracha no measusta, o Una cucaracha no puede hacerte nada.... Si anosotros no nos asustan es porque contamos con los recur-sos adecuados para enfrentar esa experiencia, pero eso nosignifica que el otro necesariamente deba tenerlos. Puedeparecer absurdo sentir miedo a una cucaracha, pero cuandose explora con mayor detenimiento ese miedo, se observaque la persona que lo padece, lo que frecuentemente regis-tra al ver una cucaracha es la manera que sta tiene de huiry esconderse... con ese ritmo y esa velocidad que su mismadesesperacin le imprime. Esa imagen suele evocarle supropio aspecto temeroso y su manera desesperada de huirdel mundo porque se siente indefenso. Y lo que en realidadle da miedo es percibir a su aspecto temeroso, porque nosabe qu hacer con l. La cucaracha es un smbolo que lerecuerda ese aspecto. Entonces, el problema no reside en loque la cucaracha es, sino en lo que le recuerda. ste es, por

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    otra parte, el mecanismo que subyace a todas las fobias, yasimismo lo que explica la intensidad del miedo y su apa-rente despropsito.

    Volviendo al ejemplo anterior, cuando la persona apren-di a asistir y fortalecer su aspecto cucaracha, ste deja deresonar con la cualidad de ese insecto y su miedo cesa.

    Algo similar ocurre con los otros miedos aparentementeinjustificados. Por esta razn, cuando digo que tal o cualmiedo es injustificado, en realidad estoy estrechando elUniverso al tamao de mi universo.

    Par a hacer las cosas no d ebo escuchar alm iedo, porqu e s i lo escucho no har a nada . ..

    De ah surgen los repetidos consejos: No le des impor- tancia a ese miedo!; Olvdate del miedo...!; El miedo es mal consejero!, etc.

    Tales recomendaciones se apoyan en la creencia de queel aspecto miedoso nunca hara nada, que es as por natu-raleza y que no va a cambiar.

    Se trata de una creencia completamente errnea quehace mucho dao al aspecto temeroso. Por lo tanto, deja sussecuelas perturbadoras: podemos hacer que no lo escu-chamos, pero l sigue ah, cada vez ms descalificado yasustado porque le sucede lo peor que puede ocurrirle al as-pecto miedoso: no ser escuchado. Al no escucharlo se poneen marcha un crculo vicioso: cada vez pronostica situacio-nes ms catastrficas, pero lo hace, en el fondo, para serodo; y eso mismo es lo que hace que lo escuche menos ypierda credibilidad como consecuencia de sus propias exa-geraciones.

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    Cuando este crculo vicioso se instala quedan sentadaslas bases para que el miedo se haga crnico y se agrave pro-gresivamente.

    Mientras nos hallamos en ese contexto funcionamos enlucha con nosotros mismos, cargando sobre los hombrosnuestro propio aspecto temeroso, declarndolo un intil, unfardo pesado y tratando de mantenerlo dormido para quemoleste lo menos posible. En las pequeas tareas de la vidacotidiana se puede, con algunas limitaciones, funcionar as,pero cuando nos enfrentamos a situaciones de mayor enver-gadura que requieren nuestra completa participacin paraencararlas, es cuando se nota ms nuestra divisin y nuestra

    lucha interior. La voz no escuchada del aspecto temerosoadquiere ms peso, sentimos el miedo con mayor intensidady ya no podemos anestesiarlo. Es entonces cuando se pro-duce la retraccin. Esto confirma nuestra creencia de quecuando escuchamos la voz del aspecto temeroso no hace-mos nada y el crculo vicioso crece.

    Actualmente se producen, cada vez con mayor frecuen-cia, ataques de pnico, de modo que vale la pena recordarque ese cuadro intenso y dramtico es el resultado de este

    tipo de crculo vicioso que amplifica y agrava el miedo has-ta la vivencia de catstrofe y desorganizacin.El miedo psicolgico comienza siendo pequeo. Cuan-

    do uno no ha aprendido a escucharlo y asistirlo, trata de su-primirlo como sea. En ese marco es donde el miedo crece yse transforma, o bien en el ataque de pnico que acabamosde mencionar o bien en el miedo encapsulado alrededor deun tema, que es lo que llamamos fobia.

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    Como dice el refrn: El miedo no es tonto. Est detectan-do una desproporcin entre la magnitud de la amenaza ylos recursos con que contamos.

    El aspecto miedoso se calma cuando es escuchado conrespeto, y cuando siente que lo que dice es genuinamentetenido en cuenta. No es cierto que el aspecto miedoso seaas por naturaleza. Puede estar funcionando as desde hacemucho tiempo y creer que no hay otras posibilidades, locual es muy posible y tambin muy frecuente. Es entoncescuando parece que ya se ha instalado en esa modalidad te-merosa como su forma habitual de ser, como su identidadmisma. Pero todo eso es superficial. Cuando se ingresa ms

    hondo en l se comprueba inequvocamente que el aspectomiedoso no quiere vivir con miedo. Profundamente, lo quems quiere es que se lo ayude a desarrollar sus capacidadespotenciales, y cunto ms lo logra y ms puede, ms expan-de los desafos que desea.

    Si escuchamos lo que dice, tomamos en cuenta en questado se encuentra y de qu modo podemos ayudarlo aequilibrar la relacin recursos-amenaza, transformamos unlastre desahuciado en un colaborador activo y vital. Nos in-

    tegramos, nos unificamos. Restablecemos la sociedad inte-rior en la que existe colaboracin. Pasamos del para hacernecesito no escuchar al porque escuch todas las voces yasist a quien lo necesitaba es que mi accin fue diseada ala medida de mis posibilidades reales y, por lo tanto, actucada vez con ms tranquilidad y confianza.

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    Qu es cu r a r e l m iedo

    Para saber qu significa curar el miedo hay que introdu-cir dos nociones: miedo funcional y miedo disfuncional.

    El miedo disfuncional es aquel que angustia, inhibe, de-sorganiza y bloquea la posibilidad de experiencia y apren-dizaje.

    Por el contrario, el miedo funcional es aquel cuya angus-tia es utilizada como seal que muestra una desproporcinentre el peligro a que nos enfrentamos y los recursos de quedisponemos, y que adems pone en marcha la tarea de ree-quilibrar tal desproporcin.

    Curar el miedo, entonces, es transformar el miedo disfun-cional en miedo funcional.

    Anteriormente se describieron los tres momentos delmiedo: a) contacto con la amenaza; b) respuesta de miedo;c) reaccin interior hacia el miedo experimentado.

    Como se puede observar ahora, la funcionalidad o no delmiedo depende de cmo se lleve a cabo la fase c) de esta se-cuencia, es decir, de las respuestas interiores que cada unoproduzca en relacin en el miedo que siente. Si se trata de res-puestas inadecuadas, como en el ejemplo de Miguel, se poneen marcha el crculo vicioso que agrava el miedo: el aspectotemeroso se siente ms amenazado, por lo que se intensificasu miedo, lo cual a su vez refuerza las reacciones interioreshabituales inadecuadas, lo que agrava an ms el miedo, etc.

    Puede resultar extrao atribuirle tanta importancia a lasreacciones interiores en relacin con el miedo, y tal vez seanecesaria una explicacin ms detallada. Para ello apelare-mos a un smil del universo interpersonal con el que esta-mos ms familiarizados.

    Un nio est rindiendo un examen y sabe que si no

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    aprueba sus padres lo castigarn, como otras veces, y le di-rn: Eres un vago, un incapaz. Dnde tienes la cabeza?Slo sabes jugar y romper cosas. Por un mes no tendrs ms

    paga! Ese nio tiene dos problemas: el examen y el castigode sus padres si le va mal. En realidad el castigo de sus pa-dres es el que convierte al examen en un problema que cau-sa temor. Por supuesto, en ese contexto psicolgico slopondr de manifiesto una parte mnima de su capacidad.

    Pensemos ahora en otro nio que conoce la asignaturams o menos como el anterior y sabe que si no aprueba suspadres le dirn: Bueno, qu pena; por qu no nos cuentasqu te pas? As tal vez podamos descubrir algo que te sirva

    para una prxima vez, y esto que ahora es doloroso quiz seconvierta en una experiencia til para ti y para nosotros...Lo ms probable es que este nio se enfrente al examen

    con ms tranquilidad y por lo tanto su rendimiento sea mu-cho mejor.

    El examen es el mismo. La nica diferencia es el tratoante un probable resultado negativo. Uno da tranquilidad,el otro aterroriza.

    Esto es lo que le sucede a un nio en funcin del modo

    en que es tratado por sus padres. Luego, cuando ya es joveno adulto, esa clase de dilogo se produce dentro de s mis-mo : ya existe en l un evaluador interior que reacciona antetodo lo que siente y hace. Ese evaluador puede producir di-ferentes tipos de reacciones, desde las ms inadecuadas ynocivas hasta las ms sabias y curativas. En ltima instanciapodemos decir que en la relacin evaluador-evaluado seforja buena parte del destino psicolgico de una persona.Puede ser tanto la fragua curativa en la que se van resolvien-

    do los problemas del diario vivir, como una verdadera fbri-ca de sufrimiento y enfermedad.

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    sta es la razn por la cual se le atribuye tanta importan-cia al papel de evaluador interno, que es quien lleva a cabola fase c) de la secuencia que antes describimos.

    Anteriormente mencionamos tambin, con el ejemplo deMiguel, que es un tipo de respuesta inadecuado. Veamosahora con ms detalle en qu consiste una reaccin adecua-da: en general es aquella que escucha y respeta al aspectotemeroso, que reconoce que en su reaccin est poniendode manifiesto un desequilibrio entre la amenaza que enfren-ta y los recursos con que cuenta y que sabe que si brinda alaspecto temeroso un trato propicio crecer y se fortalecerhasta alcanzar la plenitud de sus posibilidades.

    En varias partes de este captulo hemos hablado de escu-char y respetar al aspecto temeroso. Vale la pena destinarunos prrafos para aclarar en qu consiste esa actitud cuan-do est dirigida a algo que se rechaza, como en este caso esel aspecto temeroso.

    Escucharlo y respetarlo no significa consentir en todo loque el aspecto temeroso diga o haga.

    Escucharlo quiere decir reconocer que existe y tratar deconocerlo lo mejor posible, ms all de que nos guste o no

    lo que percibimos.Respetarlo significa reconocerle el derecho a estar comoest. Saber que, dado el entorno psicolgico en que existe ylos recursos con que cuenta, la respuesta que est produ-ciendo el aspecto miedoso es su mejor respuesta posible, in-dependientemente de cunto nos agrade. Saber tambinque tenemos el derecho de expresarle todos nuestros desa-cuerdos pero sin imposiciones. Si queremos que modifiquealgo de s, todo cuanto podemos hacer es proponrselo, ex-

    plicarle por qu se lo proponemos y disponernos a escucharsu respuesta, admitiendo que es el juez ltimo que evaluar

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    qu es lo ms adecuado para l en ese momento. Sabiendoasimismo que tanto el aspecto temeroso como nosotros (eneste caso su evaluador interno) podemos equivocarnos mu-

    chas veces, pero que si mantenemos ambas partes la actitudde una sociedad de aprendices, crearemos las condicio-nes ms favorables para producir acciones consensuadas,en las que cada uno se sentir representado, y que serntambin, cada vez ms resolutivas y satisfactorias.

    Por supuesto que esta actitud implica un cambio mentalmuy importante: de percibirlo como un pesado lastre, puranegatividad, al cual es mejor no escuchar porque todo loque venga de l complicar las cosas ms y ms, a conce-

    birlo como la fuente de donde provendr buena parte de lainformacin necesaria para producir la solucin anhelada,momento a momento.

    Se trata de un cambio radical en la manera de evaluar alaspecto temeroso. Y ese mismo cambio es el que comienzaa crear nuevas condiciones para que l tambin transformesu propia evaluacin de s. Veamos cmo ocurre este proce-so en la prctica a travs de la experiencia de Miguel.

    Una vez que el aspecto temeroso descubri cmo se sen-

    ta al escuchar a su evaluador interno, le propuse lo siguien-te: Ya que lo que te dijo te asusta todava ms, qu necesi-taras recibir para sentirte genuinamente ayudado por l?

    Y el aspecto temeroso respondi, habindole a su eva-luador interno: Necesito que no me fuerces, que te sientesa mi lado, que no me grites porque tengo miedo, que meacompaes, que me preguntes si estoy en condiciones deocupar el primer lugar, y, si puedo avanzar una sola fila, queme acompaes en esa fila, y si necesito retroceder que me

    acompaes tambin sin retarme ni humillarme, y que no de-cidas por m sin consultarme...

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    En este caso, cuando volvi a tomar el lugar del evalua-dor interno, dijo, conmovido: As que esto era lo que nece-sitabas de m!... Hace veinte aos que te vengo padeciendo

    y no saba que lo que te haca te pona peor...! Disclpame,por favor [comienza a sollozar]. Si eso es lo que te ocurre ylo que necesitas, por supuesto que voy a drtelo...

    Y eso es lo que hizo en el transcurso de la sesin.Esto puede parecer una simplificacin excesiva o un idi-

    lio ilusorio, pero el hecho es que al escuchar de verdad alaspecto temeroso Miguel pudo conocerlo mejor, es decir,saber que haba formas de tratarlo que le hacan bien y otrasque le hacan mal. Pudo reconocer asimismo que dicho as-

    pecto no era un enemigo que estaba ah para buscarle la ruinasino que era un aliado, alguien que tambin quera crecer,pero que para poder lograrlo necesitaba un trato adecuado yespecfico, que a su vez l poda brindarle. Ese conjuntode factores contribuy a que se activara una nueva actitud deconfianza y respeto y la disposicin a brindarle efectiva-mente lo que l necesitaba y le peda.

    La evidencia clnica fue, adems, contundente: ese te-mor torturador y crnico disminuy hasta su cesacin.

    Cuando se describen los dilogos interiores que una per-sona realiza en una sesin resulta necesario aclarar que unacosa son las palabras escritas (generalmente simples y casiobvias) y otra, abismalmente distinta, el estado emocionalprofundo desde donde tales palabras se pronuncian. En lti-ma instancia, lo que produce un cambio interior y cura unpadecimiento es acceder a dichos estados, vivirlos y realizarel aprendizaje que los transforma. Lo que aqu se incluye esun lejano eco de lo que ocurri, que intenta dar una idea de

    lo sucedido, pero que de ninguna manera lo describe en sutotalidad. Hecha esta salvedad, y volviendo al trabajo de

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    Miguel, es necesario destacar que no siempre el evaluadorinterno produce una transformacin tan rpida, intensa yprofunda. Para el lector interesado, en mi libro El asistente

    interior(1) presento una descripcin de todas las alternativasde ese aprendizaje. Aqu slo lo incluyo a ttulo de ejemplopara ilustrar cmo es el proceso de resolucin del crculo vi-cioso que subyace al miedo disfuncional crnico.

    1. Ed. Nuevo Extremo, 2. a edic.

    I NDAGACI N PERSONAL

    Si usted siente un miedo disfuncional, que lo angustia y pa-raliza, le sugiero lo siguiente:

    a)Identifique con claridad y precisin qu lo asusta (la so-ledad, la exclusin, el rechazo, el abandono, la burla, etc.).

    b)Observe cmo es el aspecto suyo que siente ese miedo,es decir, cmo es su aspecto temeroso. Si puede dibujar, sobreun papel o mentalmente, la figura humana que mejor lo refle-

    je, eso lo ayudar a percibir mejor las caractersticas de su as-pecto miedoso.

    c)Imagine que ese aspecto est delante de usted y observequ reaccin emocional tiene al verlo y qu opina de l. Y d-gaselo como si iniciara un dilogo. Al hacerlo estar encarnan-do el papel del evaluador interno del aspecto miedoso.

    d)Una vez que se ha expresado desde ese papel, imagineque puede ponerse, por un instante, en la piel del aspecto te-meroso y vea cmo se siente al escuchar lo que el evaluadorinterno le ha dicho.

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    e) Fjese, adems, qu es lo que necesitara recibir, en pala-bras y en acciones, de parte de su evaluador, para sentirse ge-nuinamente ayudado a crecer y fortalecerse.

    f) Contine este dilogo interior todo el tiempo que necesi-

    te hasta que ambos personajes recuperen el vnculo de coope-racin eficaz que les corresponde por ser miembros del mismoequipo.

    g) Recuerde que usted est constituido por los dos. Trate defamiliarizarse con ellos a fin de reconocerlos en su vida diaria,cada vez con ms facilidad y rapidez, en qu momento estactuando desde su aspecto temeroso, cundo lo hace desde elevaluador interno, y cmo es, momento a momento, la rela-cin entre ambos.

    Cuanto ms solidaria y cooperativa se hace esa relacin,ms se disuelve el miedo disfuncional.

    Aunque en una situacin evalen que la amenaza los des-borda y decidan retirarse, esa retraccin deja de ser conflictiva.

    Si uno no comprende el miedo y es impaciente, suele creerque la retraccin siempre significa fracaso. Sin embargo, cuan-do la retirada surge de un acuerdo interior, no la experimenta-mos como fracaso sino como parte del derecho que nos asistea elegir las condiciones ms propicias para nuestro desempe-o. El I Ching dice al respecto: No es fcil entender las leyesde una retirada constructiva. [...] Saber emprender correcta-

    mente la retirada no es signo de debilidad sino de fortaleza.En la medida en que uno se ejercita cotidianamente enel arte de llevar a cabo estas tareas psicolgicas interiores, elmiedo recupera su perdida dignidad original y vuelve a ser lavaliossima seal de alarma que es.

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    D O S

    EL ENOJO QUE RESUELVE

    El enojo es, en esencia, un remanente de energa que est destinado a aumentar nuestros recursos para resolver el problema que nos produce enojo. Sin embargo, al no saber cmo canalizarlo, termina convirtindose en un factor que daa an ms la

    situacin a que nos enfrentamos. Por esta razn es de fundamental importancia conocer de qu est hecha esta emocin y aprender a transformar el enojo que destruye en enojo que resuelve.

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    El enojo es, sin duda, una de las emociones que ms hapreocupado a la humanidad. Cmo utilizar adecuadamen-te esta energa tan particular que es el enojo? De hecho, tan-to las tradiciones religiosas como las diversas corrientes psi-colgicas han propuesto diferentes caminos con variadoxito para intentar resolver los vastos problemas que estaemocin presenta.Volvamos, entonces, una vez ms sobre este tema paraexplorar nuevas facetas que permitan transformar el enojoque destruye en enojo que resuelve. Rara ello haremos unbreve repaso de sus componentes bsicos:

    a)Qu causa el enojo? b)Cul es su sustrato biolgico? c)Cmo influyen en l nuestras conclus iones y creen-

    cias?

    Y luego nos centraremos en los apor tes ms novedososde esta propuesta:

    d) De qu modo expresamos el eno jo?

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    Y por ltimo:

    e) Qu es lo que necesitamos aprender para transfor-

    mar efectivamente el enojo que destruye en enojo que re-suelve?

    La causa del enoj o

    Para decirlo de un modo sencillo y general, nos enojamoscuando algo nos frustra: estoy conduciendo y se produce unatasco, me han prometido algo y no han cumplido, esperabaalgo de mi mujer, mi marido, mis hijos, o de m mismo, y loque esperaba no ocurri, etc. Los motivos son numerossi-mos, desde los ms leves hasta los ms intensos y amenaza-dores, pero siempre existe un factor comn: la frustracin.

    Cuando la energa del deseo que se encamina hacia surealizacin encuentra un obstculo, la obstruccin que steproduce genera una sobrecarga energtica en ese deseo.

    Esta sobrecarga es lo que llamamos enojo.Es importante destacar que la funcin original de esa so-

    brecarga de energa es asegurar la realizacin del deseo onecesidad amenazada.Lo que ocurre es que al no saber cmo implementar ade-cuadamente tal sobrecarga de energa, en lugar de contri-buir a la resolucin del problema a menudo aqulla se con-vierte en un problema ms.

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    Sus t r a to b io lgico del enoj o

    Desde el punto de vista qumico, ante la presencia de unobstculo vivido como amenaza, el organismo segregaadrenalina y noradrenalina, los neurotransmisores que posi-bilitan los comportamientos de alerta y actividad, de con-frontacin y lucha.

    En pocas primitivas de la humanidad, cuando la amena-za a la integridad territorial se dirima en una confrontacinfsica, en una lucha cuerpo a cuerpo, esta respuesta adre-nrgica era, sin duda, la ms adecuada, porque en tales ca-sos se impona incrementar la fuerza fsica para encarar labatalla. Todos conocemos, ya sea por experiencia personalo por los innumerables ejemplos de personas que as lo tes-timonian, cmo en una situacin de ira se dispone de unafuerza mucho mayor de la habitual.

    El desajuste se produce cuando seguimos utilizando unarespuesta biolgica de ira generada en situaciones antiguaspara resolver situaciones actuales que no requieren tantarespuesta adrenalnica.

    En efecto, el enojo es til para aumentar la fuerza fsica,pero no es til para aumentar la capacidad de coordinacinnecesaria para resolver un problema. Imaginemos a un ciru-

    jano que encuentra obstculos durante una operacin, seenoja y mantiene ese estado. Su ira entorpecer, sin duda,su capacidad de resolver los problemas a que deber en-frentarse durante la intervencin quirrgica. Este ejemploresulta obvio, pero sin embargo la creencia de que el enojoda eficacia est bastante difundida. Un conocido periodistadeportivo, cuando retransmita los partidos de Gabriela Sa-batini, repeta frecuentemente: Me gustara verla a Gabyms enojada. As jugara mejor. l, como representante de

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    esta creencia, supona que enojndose con la rival Sabatiniganara en eficacia. Y en realidad se trata de lo contrario: acoordinacin y la precisin necesarias para un buen desem-

    peo en cualquier tarea compleja encuentran su mejor cal-do de cultivo en la relajacin y la calma.

    I nf luencia de las conclusiones y las creenciasen la p rodu ccin de eno j o

    Cuando la sobrecarga energtica del deseo se expresacomo enojo, puede albergar diferentes calidades, ms o me-nos destructivas. Esto depender, en parte, de las conclusio-nes que nuestra mente produzca en relacin a la naturalezadel obstculo. Si evaluamos que el obstculo est actuandoa propsito contra nosotros, es muy probable que nuestrafrustracin se convierta en enojo destructivo. Por lo tanto,trataremos de hacerle a ese obstculo lo que imaginamosque l quiere hacernos a nosotros. Esa voluntad de destruc-cin recproca es la esencia de la batalla.

    Si llegamos a la conclusin que ese obstculo no respon-de a ninguna voluntad especfica de perjudicarnos sino que,como la lluvia en el da que deseamos ir a la playa, es algoque ocurre pero que no se opone deliberadamente a nues-tro deseo, entonces nuestra frustracin seguir existiendo,pero es ms difcil que evolucione hacia el tipo de enojodestructivo.

    Si le pedimos dinero prestado a un amigo y l nos diceque no, porque no dispone de esa suma, y le creemos, nues-tra frustracin ser frustracin, y tal vez pena, pero no sehar enojo hacia l. Si en cambio creemos que nos miente,que, tiene dinero de sobra pero que no nos lo quiere prestar,

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    entonces la frustracin tiene las puertas abiertas hacia elenojo.

    Ante cada frustracin producimos, consciente e incons-

    cientemente, conclusiones acerca de la causa que la generay rpidamente evaluamos si existe una intencin adversa ono.

    En el marco de una guerra, de una batalla, de una lucha,todo obstculo es, efectivamente, el resultado de una inten-cin adversa. Precisamente la del rival de turno que nosquiere vencer.

    El problema se produce cuando la reaccin que es ade-cuada para una batalla la extendemos al resto de las situa-

    ciones en las que debemos enfrentarnos a un impedimentoque nos frustra.Muchas personas, efectivamente, tienen la tendencia psi-

    colgica a imaginar que sus frustraciones, de la ndole quesean, se deben a la influencia de una voluntad adversa, biende una persona, o bien del destino mismo, que se opone asus propsitos. Dichas personas estn muy expuestas a vivircrnicamente enojadas y resentidas.

    Adems de las tendencias psicolgicas individuales,

    existe otro factor, de naturaleza filosfica existencial, queconsiste en la concepcin consciente o inconscienteque cada uno tenga acerca del sentido ltimo de su vida yde la vida misma. Si yo creo que la vida es, en esencia, unaeterna batalla en la que quien gana sobrevive y triunfa, yquien pierde es extinguido, mi objetivo ltimo ser ganar,y vivir en esa atmsfera emocional de guerra continua.Desde esa perspectiva mental cada obstculo que me frustrequedar fcilmente convertido en una manifestacin ms

    de esa batalla y se activar, por lo tanto, la respuesta de eno- jo que se orienta a identificar al adversario y vencerlo.

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    Cuando esta actitud se hace habitual termina por convertir-se en una forma de organizar la experiencia. Alguien que vi-va de acuerdo con este modelo me comentaba que al ini-

    ciar cualquier relacin con otras personas, lo primero quese preguntaba era: Quin es mi enemigo aqu? Por su-puesto que tal actitud desembocaba en la activacin delcomponente de pelea en cada uno, y el marco imaginariode la batalla que esta persona tena se iba haciendo reali-dad, lo cual reforzaba su teora inicial y consolidaba el cir-cuito de combate permanente.

    Si la representacin existencial que predomina es aque-lla que afirma que si bien la batalla existe, ella no es el rasgo

    esencial de la vida, que lo esencial, en cambio, es el apren-dizaje que nuestra conciencia realiza en la solucin de losproblemas que implica el vivir como individualidades sepa-radas, entonces cada frustracin es vivida de manera distin-ta: los obstculos en curso tienden a ser evaluados comoproblemas, como incgnitas a resolver, que efectivamentefrustran y demoran los logros deseados, pero no generan re-flejos inmediatos de enojo blico-destructivo.

    Si le pusiramos palabras a esta actitud, en lugar de

    Quin es mi enemigo aqu? , la pregunta primaria es:Cul es el problema que a todos nos beneficiara resolver?En este perodo en el que los valores y las modalidades

    de la cultura competitiva estn tan expandidos, y dondetodo parece ser motivo de competencia, estamos muy ex-puestos a interpretar cada obstculo que surge en el cur-so de una relacin como la manifestacin de la voluntadadversa del rival de turno. Este rival puede ser mi mujer,mi marido, mi vecino, el portero del edificio en que vivo, mi

    compaero de trabajo, etc., que imagino que quiere opo-nerse a mi propsito y vencerme. No es de extraar enton-

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    ces que el clima emocional de una incesante batalla sea elque fatigue nuestros das y deje exnime a nuestra posibili-dad de cooperacin, entusiasmo y alegra.

    Cunto n os eno j am os y com o nos eno j am os

    Por todo lo enunciado anteriormente queda claro que elenojo puede ocupar un lugar mayor o menor en la vida decada uno. Que podemos enojarnos ms o menos fcilmentey que esta variable es importante y merece ser observada.Pero junto con esta caracterstica existe otro factor, de tantao mayor importancia an que sta, y es la manera en quereaccionamos cuando nos enojamos, es decir, si nuestroenojo tiende a destruir o a resolver.

    No slo es importante entonces el cunto nos enojamos,sino, y muy especialmente, el cmo nos enojamos cuandolo hacemos. Y esto es lo que veremos a continuacin.

    Los d i fer ent es m odos de expr esar e l enojo

    Solemos creer que la expresin del enojo es una conduc-ta homognea, que no tiene componentes constitutivosdiferenciales. Algo as como: Cuando uno se enoja, seenoja y todos los enojos son ms o menos parecidos.Sin embargo, si miramos con mayor detenimiento la reac-cin de enojo, como si ubicramos sobre ella una lente deaumento para verla con ms detalle, encontraremos cua-tro componentes diferenciables que vale la pena discri-minar:

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    Pr im er comp onen t e : la descarga . Vemoslo a travs deun ejemplo sencillo: me cito con un amigo y ste llega conuna hora de retraso. Mi deseo de encontrarme con l a la

    hora convenida, que se frustra, acumula un excedente deenerga, y ese excedente necesita descargarse. Observamosentonces todas las reacciones propias de esa necesidad:puedo moverme, resoplar, gritar, dar un golpe sobre lamesa, soltar una patada, etc. El propsito de esta clase dereaccin es descargar al sistema de la sobrecarga a la queest sometido.

    La funcin de la descarga es equivalente a abrir la vlvu-la de escape en una olla a presin. En efecto, la frustracin

    produce en la sangre un intenso y brusco aumento de adre-nalina que pone al organismo en estado de alerta, tenso ylisto para el combate. ste es el componente qumico delenojo, y debe ser tenido en cuenta en su especificidad a finde poder asistirlo y resolverlo. La descarga de la tensin per-mite que el sistema vuelva a recuperar el estado ms ade-cuado para su funcionamiento. Esta fase es muy importantey permite encarar en mejores condiciones las otras etapasdel enojo.

    No todas las personas contamos con los canales disponi-bles para descargar la intensidad que existe en la ira. La tra-dicin cultural que propici la supresin del enojo terminsuprimiendo sus canales de expresin. Si le pusiramos pa-labras a tal actitud, seran: Expresar el enojo est mal, no escorrecto y es, adems, seal de debilidad.

    Esta actitud represiva agrava el problema, porque la faltade experiencia en la expresin del enojo hace que uno nocuente con la capacidad de graduarla en su justa medida,

    pues esto se alcanza a travs de la ejercitacin repetida. Porlo tanto, uno vive frecuentemente la ira en trminos de

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    todo o nada (O me callo o pierdo el control sobre m mismo).

    Es interesante tomar como ejemplo de esto lo que ocurrecon los lobos y los pjaros. El que los lobos sean animalesmuy combativos permiti que a lo largo del tiempo pudie-ran ritual izar la descarga y el castigo, y lograran rescatar loesencial del combate entre ellos, que es dirimir quin va aquedarse con el territorio. Por esta razn, cuando en eltranscurso de una pelea, el que est perdiendo ofrece sucuello al rival, se genera en el vencedor un reflejo que loaparta de su contendiente, le hace buscar el lugar ms altode la regin y se instala all. Mientras hace eso, el otro semarcha. Han resuelto el problema de la distribucin del te-rritorio con el menor dao posible de los antagonistas. stees un claro ejemplo de enojo que resuelve.

    Los pjaros, que no tienen la experiencia habitual de lu-cha porque apelan al vuelo como respuesta al peligro, nocuentan con el recurso del enojo ritualizado y calibrado.Por lo tanto, cuando combaten en una jaula, las luchas sloterminan con la muerte de uno o ambos antagonistas.

    La graduacin de la reaccin es una conquista evolutivaque es, a su vez, producto de la eiercitacin.

    Cuando se ha aprendido a discriminar el componente decarga que existe en el enojo y la consiguiente necesidadde descarga, se llega a comprender que una cosa es la ac-cin de pura descarga y otra, muy distinta, el ataque al pr-

    jimo. La descarga es una accin independiente de la presen-cia fsica del otro y su funcin es, como hemos dicho,disminuir la tensin adrenalnica acumulada.

    Algunas personas se descargan mejor a travs de los bra-zos, otras a travs de las piernas, otras prefieren un movi-miento corporal general, y por ltimo existe tambin quie-

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    nes se descargan mejor utilizando la voz. Cada una de ellaspuede utilizar lo que ms se adecua a su modalidad, ya seagolpear almohadones, patear un baln, caminar, bailar o

    sencillamente gritar.Estamos habituados a reconocer la importancia del cuar-to de bao en una casa. Est diseado para evacuar los resi-duos del metabolismo sin que ello produzca trastornos. Conel tiempo remos reconociendo tambin la importancia dedisponer de un lugar, de una habitacin equipada para faci-litar la descarga de otro residuo, en este caso emocional,que es la intensidad del enojo. All se podr gritar, golpear,hacer todo lo que uno necesite para descargarse y volver as

    en mejores condiciones para intentar resolver el problemaque ha provocado que uno se enoje. Ser la habitacin dela descarga del enojo.

    Otro elemento que ayuda a la descarga es el factor tiem-po. En la medida en que el tiempo transcurre y la adrenalinava disminuyendo en el torrente sanguneo, las aguas co-mienzan a calmarse.

    De esta cualidad frecuentemente estabilizadora del tiem-po surge el consejo popular: Cuenta hasta diez antes de

    responder, o la tambin habitual y recomendable propues-ta: Mejor conversemos maana acerca de esto porque hoyestoy muy "cargado".

    La descarga se convierte en algo destructivo cuando que-da adherida al deseo de hacer sufrir y castigar al otro por loque hizo. La descarga pone la intensidad, el deseo de casti-gar pone el propsito, y la suma de las dos produce la com-binacin ms daina del enojo.

    En relacin con este componente de la descarga, vale la

    pena resaltar tres observaciones finales: a) la facilidad, rapi-dez e intensidad con que se produce la carga del enojo vara

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    mucho de una persona a otra; algunas personas se carganrpidamente ante cualquier frustracin, son las que llama-mos personas colricas, quienes ms necesitan arbitrar

    las formas de una descarga adecuada; b) lo que hace daodel enojo es la accin destructiva sobre el otro o sobre unomismo, no la descarga en s, y c) cuando la descarga no serealiza adecuadamente y la carga adrenalnica se acumula,se convierte en tensiones musculares crnicas y en trastor-nos cardiovasculares.

    El segun do com ponent e es hacer le saber a l o t r o e l im -pacto que su accin ha p rodu cido en n osotros o , lo quees lo mismo, qu sent imos a causa de lo que hizo. Si

    volvemos al ejemplo de la cita con mi amigo, le dir: Estsretrasndote una hora. Me siento irritado, molesto,decepcionado, harto de esperar, etc. stas podran ser laspalabras, pero laexpresin global de lo que siento tambin estar en mi tonode voz, en mis gestos, en mi mirada, etc. Como se puede ob-servar, en este caso no hay ningn enjuiciamiento, descalifi-cacin ni conclusin acerca del otro ni del porqu de suconducta. Meramente la nombro sin enjuiciarla y transmito

    mi reaccin ante ella.La valiossima significacin instrumental de este compo-nente de la expresin del enojo tiene dos pilares: a) en elacto de nombrar y expresar lo que sentimos, realizamos unimportante movimiento de descarga, no tanto en el sentidoqumico que describimos antes, sino ms bien emocional, yadems nos afirmamos, nos fortalecemos y nos integramosal asumir lo que sentimos; y b) para que se produzca unamodificacin en la conducta del otro es necesario que ste

    conozca, del modo ms completo posible, el efecto que suaccin produce en nosotros.Esta fase est tambin interferida por las creencias que

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    afirman que reconocer el impacto que nos produce lo queel otro hace es seal de debilidad. El ejemplo que mejorilustra esta actitud se presenta cuando alguien dice: No voy

    a darle el gusto de decirle cmo me ha afectado lo que hahecho.La inhibicin en la expresin de una o de las dos fases

    que estamos describiendo contribuye a que la manifesta-cin del enojo tome uno de los canales ms disfuncionalesde su espectro: el intento de suprimir al mnimo la propiareaccin y producir sobre el otro el mximo castigo. (Volve-remos sobre esto ms adelante.)

    El tercer componente necesario en la expresin del enojo

    para que ste cumpla adecuadamente su funcin resolutiva esla formulacin de una propuesta para reparar loreparable enesa s i tuacin y la construccin de un proyecto queasegure , en lo pos ib le , que ese problema no se rep i ta .Volviendo alejemplo anterior, puedo decirle a mi amigo, por ejemplo:Mira, ahora no puedo hablar del tema por el que te he citado,porque sigo muy molesto. Caminemos un poco, as me descar-

    go, y luego podr hablar mejor. Quiero que sepas que cuandoconcert una cita me irrita mucho esperar, de modo que qui-siera que veamos el modo de que esto no vuelva a repetirse.

    En el presente de esa situacin, la reparacin posible seproduce proponiendo un paseo, que es lo que ms me des-carga, en lugar de quedarme sentado en el bar, tenso y contodo mi malestar. Y para el futuro, proponiendo y lograndoefectivamente disear una manera que garantice que esa es-pera de una hora no se volver a repetir.

    Recapitulando entonces los tres componentes:a) Realizo la catarsis necesaria para descargar mi sistema.

    b) Le doy a conocer, clara y abiertamente, lo que siento,

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    para que l conozca el efecto que produce en m lo que lha hecho.

    c) Incluyo una propuesta para reparar la situacin pre-

    sente para tratar de evitar que se repita en el futuro.Para comprender mejor la significacin de esta secuencia

    es til recordar que el enojo no es un fin en s mismo, sino,en ltima instancia, un medio para resolver un problema.

    El enojo se convierte en un fin en s mismo cuando nosolvidamos, nos desconectamos del tema que ha provocadonuestro enojo y parece que slo queremos herir a quien nosha irritado.

    Esto nos introduce en el cuarto componente de la expre-sin del enojo, que es el deseo de castigar al otro por lo quehizo. Aqu el centro est puesto en hacer sufrir al otro. Lohacemos a travs de insultos, enjuiciamientos y descalifica-ciones. Y en sus formas extremas a travs del castigo fsico.Cuando mi amigo llega tarde, le digo: Eres un egosta, unirresponsable, un desconsiderado, contigo no se puede pac-tar nada, es imposible confiar en ti... Lo que pensaba hacercontigo no voy a hacerlo, de modo que me voy. Adis. Estopuedo decirlo incluso con un tono de voz relativamentetranquilo, de manera que la descarga en s de mi estadoes mnima y simultneamente el efecto sobre el otro es m-ximo.

    Aquellas personas que estn habituadas a expresar suenoio de esta manera creen verdaderamente que expre-sar enoio es eso: descalificar, reprochar y castigar.

    Si estamos atentos a las discusiones diarias veremos queen la mayor parte de ellas sta es la modalidad que predo-mina: No digas tonteras!; Eres un resentido!; Eso es unaestupidez!; Eres un hijo de p...!; Eres un amargado!; No

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    sirves para nada!; Eres un pelmazo!; Eres una histri-ca!, etc.

    Todas estas expresiones, ms la larga lista de frases equi-

    valentes que cada uno podr recordar, tienen en comn elhecho de utilizar las palabras para atacar al otro, en ese sen-tido son verdaderas trompadas verbales. Estas trompa-das consisten en emitir un juicio descalificatorio acerca delo que el otro es. Es decir, agraviar e insultar.

    Y, lo repetimos una vez ms, muchas personas estn sin-ceramente convencidas de que enojarse y discutir es hacereso: herir con las palabras.

    Cuando se les revela otra alternativa muestran una verda-

    dera sorpresa al enterarse de una modalidad que no estabapresente en su forma habitual de vivir y expresar su ira. Estaevidencia clnica pone de manifiesto hasta qu punto eltema de la ira es tambin un importante aprendizaje que,como miembros de la especie humana y protagonistas deesta cultura, necesitamos realizar.

    La misma modalidad descalificadora y castigadora la en-contramos cuando al or algo que nos enoja damos unportazo y nos vamos. Aqu intervienen acciones en lugar

    de palabras, pero la esencia es la misma. Esta actitud tam-bin es muy frecuente, y existen personas que se recono-cen a s mismas como expertas en poner el dedo en la lla-ga, es decir, producir con la mnima descarga, el mximodao.

    Una paciente, Elena, me contaba: Mi marido no meconsult acerca de cmo quera yo que se hicieran los arre-glos en la casa, y aunque eso me irrit mucho, no pude de-cirle nada. Cuando me pregunt a qu hora iba a estar yo

    para que recibiese al albail, le dije que esa semana iba aestar muy ocupada y no me encontrara en casa. l tuvo que

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    quedarse para recibirlo, con las consiguientes dificultadespara su propio trabajo, de lo que me alegr muchsimo.

    En la medida en que Elena no dispona de los recursos

    emocionales para expresarle a su marido que le disgustabael que no la hubiese consultado, y proponerle que la inclu-yera para emitir su opinin, no tuvo ms remedio que de-sembocar en la situacin en que expresaba su enojo a travsde acciones que daaran a su marido.

    Esta actitud est relacionada con ese conjunto de res-puestas que intentan que el otro sienta lo que nosotros hastaese momento sentimos (Si sufr 10, que l tambin sufra10), y multiplicado incluso (Si sufr 10, que l sufra 50).

    El rgimen de multiplicacin depende de cada uno, y se esel sistema que va fabricando la bomba atmica. El quedependa de cada uno significa que no slo est relacionadocon lo que el otro hizo sino tambin con todas las veces enque nos sentimos heridos, con el dolor que nos produjo ycon las conclusiones que sacamos sobre el motivo por elque ocurri. (Esto me sucedi porque todo el mundo inten-ta sacar provecho, a nadie le importa nada de m, la vida esuna guerra sin cuartel, por lo tanto no me importar nada de

    nadie, yo atacar el primero y los destruir, etc.)Esta carga de dolor, enojo y escepticismo acumulado eslo que determina el cuntum de la multiplicacin.

    La llamada Ley del Talin, ojo por ojo, diente por dien-te, fue precisamente un intento de limitar y organizar el r-gimen de multiplicacin de la ira desbordada.

    La actitud que estamos describiendo es tambin el sustra-to psicolgico de los actos de venganza. La venganza es, enesencia, eso: hacer algo para que el otro padezca lo mismo

    que nos_hizo padecer.A partir de estos hechos, la actitud de lo que ms me

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    descarga es que el otro sufra, se revela como una extraordi-naria distorsin en la elaboracin del enojo. Adems, comoa su vez el otro va a reaccionar ante nuestra accin, que lo

    ha hecho sufrir, si l tiene el mismo mecanismo de causar-nos sufrimiento por lo que le hicimos, juntos ponemos enmarcha una interaccin que agrava el problema y multiplicael dao. sa es la bomba atmica. As es cmo se fabricanpeleas que culminan en actos de violencia de una magnitudtal que resultan, a los ojos de un observador, altamente des-proporcionadas en relacin con el motivo que las gener.Son esas tpicas discusiones que comienzan con un temamenor y terminan en peleas y distanciamiento, y muchas

    veces preguntndonos cmo empez la discusin.stos son los ejemplos prototpicos de las situaciones enlas que el enojo, en lugar de resolver un problema, lo agravay multiplica.

    Marco Aurelio dijo, en el siglo II de nuestra era: Cuntoms penosas son las consecuencias del enojo que las causasque lo produjeron! Y hoy, dieciocho siglos despus, su fra-se conserva, lamentablemente, toda su vigencia. Desde laperspectiva que brinda este anlisis detallado podemos

    comprobar que las consecuencias penosas que tan bien ob-servaba Marco Aurelio no son inherentes al enojo en s, sinoa esta forma particular de sentirlo y procesarlo.

    A modo de resumen podemos destacar que estas cuatrocategoras abarcan todas las formas de expresin del enojo,es decir, siempre estaremos expresando alguno de estoscuatro componentes.

    En cualquier respuesta de ira podremos encontrar una,varias o todas estas facetas.

    Resulta muy til descubrir cules estn presentes en elmodo de enojarse de cada uno. Volveremos sobre este pun-

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    to en La indagacin personal, pero por ahora recordemosque las tres primeras son funcionales en tanto contribuyen ala resolucin del problema, y que la que describimos en l-

    timo trmino es la ms disfuncional del espectro.

    A utoa f i r m acin y en o jo

    La autoafirmacin es un trmino clave para comprendermejor la funcin resolutiva del enojo.

    Y qu es autoafirmarse? Es, como su nombre lo indica,afirmarse a s mismo. Es expresar con claridad la propia nece-sidad o punto de vista. Poder hacerlo no es sinnimo de saludpsicolgica, pues esta funcin se puede ejercer de un modomaduro o inmaduro. Pensemos, por ejemplo, en un vnculode pareja: la autoafirmacin es inmadura cuando la expresa-mos de forma invasiva y desconsiderada, es decir, cuandopresentamos nuestra necesidad sin tener en cuenta a quiennos escucha. Yo quiero esto, y no estoy dispuesto a dar elbrazo a torcer! Esta modalidad se acerca ms al mero ego-centrismo desptico. Es, en cambio, madura, cuando no slopresentamos nuestra necesidad claramente sino que, ade-ms, lo hacemos de un modo que contempla las posibilida-des de recepcin del destinatario y asumimos luego una acti-tud receptiva para escuchar la respuesta.

    Resumiendo, la autoafirmacin inmadura pretende im-poner, en tanto que la madura tiende a proponer.

    La autoafirmacin, como se puede observar en esta des-cripcin, est ms all del enojo; es una funcin bsica pararealizar cualquier intercambio y, sin embargo, no todos con-tamos con esta capacidad, aun en las sencillas acciones dela convivencia diaria.

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    En la situacin de enojo la capacidad de autoafirmacinqueda sometida a su mayor desafo, a su momento ms ar-duo. Si uno no cuenta con ella para las situaciones habitua-

    les, ms difcil le resultar apelar a ella durante el enojo.Cuando uno ha aprendido a hacerlo, ese excedente deenerga que es el enojo se encauza fortaleciendo la autoafir-macin, y la autoafirmacin alcanza su plenitud funcionalcuando apunta a la resolucin del problema que produjo elenojo.

    Rara comprender mejor esto, volvamos al ejemplo deElena: ella se enoj con su marido porque no la consultacerca de los arreglos en su casa y expres su ira obstruyen-

    do la ejecucin para perjudicar a su esposo.De acuerdo con esta propuesta ella hubiera podido ex-presar: T has decidido los arreglos sin consultarme, esohace que me enoje, porque la casa es de los dos y los dos vi-vimos en ella, y lo que yo necesito es que me consultes. Tepropongo que discutamos ese proyecto, que nos pongamosde acuerdo en lo que vamos a hacer y luego llamemos a losalbailes.

    Esto es autoafirmarse con claridad, firmeza y respeto.

    Es as en la medida en que Elena nombra, sin descalificar,lo que su marido hizo y a ella le molest, dice por qu lemolest y propone con claridad lo que necesita que ocurrapara que su enojo cese.

    Lo que ella hizo, en cambio, fue quedar enredada en lapelea con su marido: se enfad con l porque no la consul-t, no se lo dijo y luego obstruy la ejecucin para daarlo.

    Se olvid del tema central no ser consultada y porlo tanto no hizo nada para resolverlo, y desplaz el eje ha-

    cia la venganza sobre su marido.Dej de tener un problema con su marido y su marido

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    pas a ser su adversario en una batalla que se dirima paraver quin quedaba ms perjudicado.

    Cuando el enojo toma ese camino, todos pierden.

    Este ejemplo puede resultar muy elemental, pero la ex-periencia clnica muestra que la parte de las discusiones co-tidianas que no se resuelven y van deteriorando la relacinson el resultado de no saber cmo expresar un desacuerdosin agraviar y cmo presentar claramente la propuesta queintenta resolverlo.

    Incluiremos a continuacin las respuestas a una serie depreguntas formuladas en seminarios sobre el enojo quecompletan el desarrollo de este tema.

    Enoj o , i ra y odio son lo m ism o?

    Los tres trminos aluden a la misma emocin en diferen-tes grados de intensidad. El enojo suele asociarse al gradomenos intenso. La ira, en esta escala, representa una formaintermedia, y el odio, la forma ms intensa y destructiva.

    Cuando uno comprende que no son emociones distintassino diferentes grados de lo mismo, que los lmites son difu-sos y que se puede pasar de un estado al otro fcilmente,uno va centrando su atencin en la emocin en s y en suproceso de resolucin, y los nombres dejan de tener tantaimportancia.

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    Qu re lacin ex i s te en t r e eno jo y r esen t im ien to?

    Si bien el resentimiento merece un anlisis especfico ydetallado, por ahora digamos, de forma resumida, que el re-sentimiento es enojo enfriado y cronificado, producto deun enojo que nos desorganiz y que, por lo tanto, no pudi-mos expresar ni resolver en el momento en que lo vivimos.

    Qu re lacin ex i s te en t re m iedo y eno j o?

    Las dos emociones tienen en comn el sealar la presen-cia de algo que es vivido como amenazador, tanto para la

    propia identidad como para algn deseo particular. Se acti-var el predominio del miedo o del enojo segn la relacinde proporcin que exista entre la magnitud de la amenaza ylos recursos con que se cuente para resolverla. Para utilizaruna metfora sencilla: si es un mosquito que zumba persis-tentemente y nos molesta mucho, reaccionaremos con eno-

    jo. Si, en cambio, es un len suelto con el que nos cruzamospor la calle, nuestra respuesta ser el miedo.

    Cuando m e eno jo , insu l to , m e descon t ro loy c r eo que pa r a hace r l o que t p r oponeshay qu e ser la Madr e Teresa de Calcut a. ..

    Cuando uno no ha aprendido a autoafirmarse bien sedescarga a travs del insulto y el escndalo, y le parece queno hacerlo de ese modo es propio de seres que poseen unasantidad especial, pero si observamos bien veremos que noes as, que todo eso que t haces, a la larga no resuelve

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    nada, y por lo tanto la frustracin, el esfuerzo y la impoten-cia se multiplican y el malestar se hace crnico.

    En el aprender a enojarse bien no hay ninguna renuncia

    significativa. No es una cuestin de santidad sino de desa-rrollar la capacidad de resolver problemas, y al hacerlo to - dos se benefician.

    Enoj arse equ ivale a pelear se?

    se es un gran malentendido que es necesario aclarar.Enojarse y pelearse no es lo mismo. Pelear es entrar en bata-lla, y eso implica dos que combaten entre s, cada uno conel deseo de vencer. En ese clima emocional frecuentementese agravian, se insultan, se hieren. Todo lo cual deja, casisiempre, el mismo residuo: heridas, resentimiento y culpa.

    El enojo, en esencia, no es necesariamente pelea. Es unintenso desacuerdo que en la mayor parte de los casos im-plica un problema a resolver. Y damos un primer paso haciasu posible resolucin cuando describimos sin enjuiciaraquello con lo que estamos en desacuerdo, cmo nos haafectado eso, y nos autoafirmamos con claridad y firmezacomunicando qu es lo que necesitamos y proponemospara resolver la situacin que nos causa enojo.

    Durante el enojo el clima emocional de la situacin es,por supuesto, tenso e intenso, pero se trata de un estadotransitorio que no deja el residuo del resentimiento por losagravios. Por el contrario, un buen enojo en una pareja o en-tre amigos, que ha conseguido resolverse, enriquece y tem-pla la relacin.

    Tambin es cierto que hay algunas situaciones en las queefectivamente existe una pelea: alguien se arroja sobre m

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    para golpearme y robarme. En ese caso mi enojo se expresacomo pelea, porque sa es la ndole de la situacin. ste esun ejemplo extremo, y tambin existirn otros episodios que

    responden a la misma modalidad en las que enojo y pelease hacen una y la misma cosa, pero es importante recordaruna vez ms que, de la totalidad de los enojos que vivimosen la vida diaria, slo una nfima parte responden a ese prin-cipio. Sin embargo, la actitud de combate que s tiene senti-do en aquellas situaciones acotadas y especficas, la exten-demos a todos los enojos.

    Un buen ejemplo para mostrar esa distorsin es el relatode Elena: tena un problema con su marido en relacin con

    su necesidad de ser consultada sobre la clase de arreglo quese hara en su casa, y que l no haba contemplado. Ese pro-blema que tenan entre los dos se convirti en una pelea deuno contra el otro.

    Este deslizamiento suele ser muy rpido, y casi sin darsecuenta uno se desplaza, una y otra vez, del enojo a la bata-lla personal.

    Para quienes padecen esta tendencia distorsionadora re-sulta muy til, en el momento mismo de comenzar una dis-

    cusin, tratar de responder a un par de preguntas. La prime-ra es: Qu tendra que ocurrir aqu para que mi enojopudiera cesar lo antes posible? La segunda est muy relacio-nada con la primera y es, en realidad, otra faceta de lo mis-mo. Consiste en preguntarse: Y esto, cmo se arregla?

    Estas preguntas son como llaves que abren una nueva ac-titud mental. Algunas personas utilizan las dos. Otras sesienten ms en sintona con alguna de ellas. Lo importantees que comprendamos en qu consiste su utilidad: la mente,

    que ya se estaba preparando para una nueva batalla, al co-nectarse con estas preguntas vuelve a recordar que existe un

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    problema, que es necesario caracterizarlo con precisin, yque el propsito prioritario es descubrir cul es el modo deresolverlo.

    Tambin es til recordar que el enojo, en su esencia mis-ma, est diseado para ser transitorio, y que por lo tantocumple su funcin adecuadamente cuando arbitra los me-dios para iniciar el camino de su propia cesacin.

    Otra faceta de este tema podemos encontrarla en las muyfrecuentes frases: Me he peleado con mi novio (o con mi novia), o: Nos peleamos, como una forma de decir: Nos separamos. Para esas personas separarse y pelearse son si-nnimos, y as expresan, a travs del lenguaje, una forma

    ms de esta profunda y extendida confusin.

    Cuando m e eno jo no qu ie roprop oner s ino exig i r. . .

    La propuesta, en sentido genrico, tiene, efectivamen-te, mltiples matices que es necesario discriminar: pedir, su-gerir, invitar, proponer, demandar, reclamar, exigir y, por l-timo, imponer y ordenar.

    La diferencia entre cada una de ellas depende del gradode legitimidad que le demos al no como respuesta. Cuan-do pedimos, sugerimos, invitamos o proponemos estamosadmitiendo al s y al no como respuestas igualmente le-gtimas. Cuando demandamos, reclamamos, exigimos o fi-nalmente, imponemos u ordenamos, estamos disminuyen-do progresivamente hasta la cesacin la legitimidad delno. Esto significa que si en ese contexto la respuesta esno, est implcito que lo que sigue es la confrontacin deuna oposicin.

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    La diferente calidad de cada forma de comunicacin estdada no slo en aquello que se dice, sino tambin en cmose dice. El tono con que algo se dice es lo que muchas ve-

    ces define si se trata de una propuesta, una demanda o unaorden.Cada situacin de enojo, segn el contexto en que se da,

    requiere alguna forma especfica de este abanico de posibi-lidades.

    Existen situaciones en las que la orden es pertinente y ne-cesaria. Por ejemplo, soy el jefe de una seccin, le encargouna tarea a un empleado para que la realice en las prximashoras, y al culminar ese tiempo me informa de que no la

    hizo. Me enojo con l y le ordeno que la haga de inmediato.En general la orden es pertinente en el marco de las rela-ciones jerrquicas y vinculadas a tareas previamente conve-nidas. El problema surge cuando la actitud de dar rdenesse extiende a otros mbitos no regidos por esas mismas le-yes, lo que ocurre muy a menudo.

    Por ejemplo, entre pares la orden no tiene lugar, comoas tampoco en los conflictos del universo emocional: nopodemos ordenarle a alguien que nos quiera, o que nos ad-

    mire o que nos crea, o que se divierta con nosotros, etc.Las transformaciones psicolgicas slo se producen porautoconvencimiento.

    Si para que cese nuestro enojo con alguien necesitamosque se produzca un cambio en su actitud o en su sentimien-to, nuestra nica posibilidad es transmitrselo y dialogartodo el tiempo necesario hasta que ese alguien se sienta deacuerdo con la propuesta. Y ese dilogo slo puede darsecuando est muy claro para ambas partes que el s y el

    no son respuestas igualmente legtimas, ms all de queuna pueda gustarnos mucho ms que la otra.

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    Yo le tengo m iedo al enojo del o t r o .A qu se debe?

    En ello intervienen varios factores. Nombraremos losms significativos: si vivimos el enojo como algo masivo, singradaciones, tipo cero o cien, el enojo posible del otroser para nosotros, siempre cien. Si, adems, no hemosaprendido a autoafirmamos de un modo maduro, sabemosque estamos expuestos a quedar paralizados o a estallar enira, y que nos embarcaremos en una pelea descomunalentre cien y cien que terminar por destruir elvnculo.

    Cualquiera de estas derivaciones inspira miedo porqueno es resolutiva, y sa es una parte importante en lo que sub-yace en miedo al enojo del otro.

    Muchas personas dicen: No he dicho tal cosa por mie-do a que se enojara. Esas personas imaginan el enojo delotro como el fin de todo, algo que debe evitarse a toda costay que, cuando ocurre, es una catstrofe sobre la cual nadase puede hacer.

    Lo que cura ese miedo es saber que la pelcula no aca-ba con el enojo del otro, que si hemos aprendido a autoafir-mamos respetuosamente, luego de escuchar la ira del otropodemos seguir presentando nuestro punto de vista de tan-tas maneras como sea necesario. Que, por nuestra parte, novamos a agravar el enojo existente, y que, si bien el tramodel enojo es tenso e intenso, de ah tambin se puede volver,y cuando se resuelve el problema se retorna enriquecido.Por lo tanto, el enojo del otro no es el punto final de la dis-cusin ni del vnculo, sino sencillamente un momento msde esa relacin.

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    A veces estoy m uy eno j ado y no qu ie rover m s a l a per sona que p rovoc m i eno jo .Es eso un err or ?

    Existen situaciones en las que lo que ocurri es de tal sig-nificacin que hace que efectivamente uno no quiera verms a esa persona, sucesos que ponen en evidencia en elotro rasgos que son incompatibles con nuestra nocin de laamistad, la pareja o lo que sea. Esa decisin es parte denuestra libertad de elegir nuestras relaciones y adquieretoda su significacin cuando sabemos que no reaccionamosas ante cualquier enojo. Es necesario aclarar esto porquehay personas que, al no saber cmo enfrentarse a las situa-ciones de enojo, suelen cortar la relacin como forma habi-tual de reaccin. Se trata de la modalidad quirrgica deresolucin de conflictos, y eso ya es distinto. El problemade esta precaria actitud es que se dejan por el camino mu-chos vnculos potencial mente valiosos, y quien reaccionaas vive con la inquietante sensacin profunda de que nocuenta con la capacidad de conservar lo que valora.

    Yo m e ofendo fc ilm ente y m e cier ro ;t iene qu e ver con es to?

    S. Uno se ofende cuando se siente herido por algo que elotro hizo y se apoya en la idea de que el otro no tendraque haber hecho eso!. Entonces se cierra y se retira. Unono puede decirle que se siente herido porque generalmenteello implica mostrar un aspecto propio especialmente sensi-ble o vulnerable que cuesta reconocer. De ese nudo interior

    surge la ofensa y el corte.

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    Cuando uno comienza a legitimar interiormente el pro-pio aspecto vulnerable se le hace ms sencillo reconocerloante el otro y comunicar la herida que ha experimentado. Al

    abrir ese estado se hace ms fcil aceptar que el otro hizo loque hizo, uno no se centra tanto en que no tendra quehaberlo hecho! y orienta su energa en la direccin de:Dado que hizo lo que hizo, veamos cmo se resuelve.

    A partir de all ha logrado salir de la cpsula encerrado-ra y cronificadora de la ofensa y ha ingresado en la tarea deresolver un desacuerdo ms, que produce enojo.

    Yo no puedo enojar m e con la gente que quiero,y eso m e tr ae problem as. ..

    Cuando uno cree que enojarse es pelearse y comenzaruna escalada hacia la destruccin del vnculo, no tiene msremedio que cerrar los ojos y dejar pasar, aunque despusle traiga problemas. A esta confusin se agregan algunascreencias muy generalizadas, que dicen: Si quieres a al-guien no puedes estar en desacuerdo con l, o Si expresasel enojo, el afecto se perder.

    Lo que tienen en comn estas creencias es que suponenque el afecto y el enojo se excluyen recprocamente: o unoo el otro. Y, en realidad, es exactamente al revs: una de lasactitudes que ms ayuda a que el enojo conduzca a un ca-mino resolutivo es poder sentir y expresar el enojo con afec-to. Quiz parezca una contradiccin insalvable en s misma,Pero no es as. Es, simplemente, recordar (cuando sa es lasituacin) que con quien estamos enojados es alguien aquien queremos, ya sea nuestra mujer, nuestro amigo, nues-tro vecino, etc.

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    El enojo es la figura que est en primer plano; el afecto esel trasfondo que completa el cuadro. La intensidad inicialdel enojo suele borrar, transitoriamente, la percepcin del

    afecto. Es por ello por lo que es bueno darse tiempo para te-ner un registro ms equilibrado del conjunto.Cuando se comprenden todos los matices de esta si-

    tuacin, lo que pareca un inconveniente se convierte enfacilitador. Del Yo no puedo enojarme con la gente ala que quiero, se pasa al Porque s que la quiero esque me resulta ms fcil expresarle mi enojo cuando losiento.

    Yo quier o que e l o t ro se sien ta cu lpablepor lo que h izo .. .

    Es una reaccin muy corriente. El otro me ha dicho algoque me duele y me enoja, yo doy veladas seales de dolor yme alejo.

    Si uno examina con detenimiento esta actitud ver que,en el fondo, se trata de una exageracin distorsionada de lalegtima necesidad de hacerle saber al otro el impacto quenos ha producido lo que hizo. La pregunta que surge anteesto es: Por qu no se lo puede decir directamente? Trata-remos de ahondar en ello.

    No tendra que haber hecho esto!, o Tendra que ha-ber hecho tal cosa! implican priorizar lo que uno imaginaacerca de cmo debera ser el otro y a qu modelo deberaajustarse. Por supuesto que uno se frustra y sufre muchocada vez que el otro no se ajusta a ese modelo y trata de quel tambin sufra sintindose culpable por lo que hizo. Deese modo uno intenta, adems, que cambie su comporta-

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    miento sin necesidad de decrselo de modo explcito y di-recto.

    En la medida en que uno va creciendo y es genuinamen-

    te autnomo va desarrollando otra visin y otra actitud.Puesta en palabras sera: el otro es el otro y en ltima instan-cia est ms all de todo modelo que yo tenga acerca de l.Por lo tanto, le reconozco el derecho de actuar como acta.Eso no significa que quede sometido e inerme ante l. Si es-toy en desacuerdo con lo que hace se lo expresar con todaclaridad y firmeza y har las propuestas o demandas quecrea necesarias. Pero tambin s que all termina mi juris-diccin. l puede decir que s o que no, y admito esas dos

    posibilidades. En funcin de su respuesta ver qu es lo quehago.Estar en condiciones psicolgicas de admitir el s o el no

    del otro es la nota clave que permite pasar de la manipula-cin subrepticia para crear culpa al desacuerdo abierto.

    Yo expreso b ien m i enojo y e l o t r o m e contes tam al y s igue haciendo lo q ue quier e .. .

    Expresar bien el enojo no garantiza que el otro vaya acambiar de acuerdo con nuestro deseo. Slo asegura queuno no echa ms lea al fuego y que est creando las con-diciones ms propicias para que el desacuerdo se resuelva.A menudo el cambio de actitud de uno se va propagando alotro, que capta esa nueva atmsfera emocional y aprendeotra forma, ms respetuosa y resolutiva, de expresar el eno-

    jo. Pero tambin es probable que no ocurra as y perdure enel otro su manera habitual y destructiva de enojarse. En esecaso lo que uno s tiene es la certeza de que ha actuado de

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    la forma adecuada y que las cosas estn como estn. A par-tir de all resulta ms sencillo tomar la decisin que corres-ponda a ese momento.

    Cuando m e enoj o m e desorganizo/ podr as hablar de eso?

    Dijimos que cuando el deseo encuentra un obstculo queamenaza su realizacin, recibe un remanente de energael enojo que est destinada precisamente a fortalecerlas posibilidades de realizacin de dicho deseo. Para que elenojo acte fortaleciendo, la persona necesita contar con re-cursos que puedan implementar dicho remanente. Si esoscanales no existen, la sobrecarga desorganiza en lugar defortalecer, y el modo en que lo vivimos es de confusin y de-sesperacin. Se trata de la desesperacin de la impotencia.

    ste es, en realidad, un factor fundamental en la produc-cin de enojo destructivo. Cuando me desorganizo y no sequ hacer termino rompiendo lo que tengo cerca... Estopermite comprobar una vez ms que uno produce fuera larplica del estado que siente dentro. Por esta razn, una per-sona muy enojada y desorganizada es altamente peligrosa.Ayudar a una persona a utilizar bien su enojo es ensear-le nuevos recursos que le permitan encauzar este remanentede energa hacia la solucin del problema que hace que sesienta enojado.

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    Mi prob lem a es que con qu ien m s m e eno joes conm igo mism o

    Tradicional mente se le ha dado mucha importancia a de-tectar quin era la persona del mundo externo que estabainvolucrada en el enojo hacia uno mismo. Incluso los tera-peutas hemos destinado mucha energa en tratar de descu-brir quin era esa persona y reorientar el enojo en esa direc-cin. La formulacin tpica era: El enojo que siente haciausted es la interiorizacin del enojo que siente hacia su pa-dre (madre, jefe, hermano, etc.).

    En la medida en que vamos conociendo mejor la reac-cin de enojo las prioridades cambian por completo y seproduce un cambio radical en la manera de abordar esteproblema.

    Ya no importa tanto con quin estoy enojado sino cmome he enojado.

    Si he aprendido a enojarme, es decir, si he aprendido autilizar la energa del enojo para resolver el desacuerdo queme lo provoca, entonces no importa dnde est, ni quin esel que hace que me enoje, lo que importa es que efectiva-mente implemente la funcin resolutiva del enojo.

    Y si an no he aprendido a enojarme bien, la tarea priori-taria es aprender a hacerlo.

    Si usted siente que su enojo es contra usted mismo, laprimera propuesta que le hago es que observe cul es espe-cficamente la parte suya que lo enoja. El trmino yo mis-mo es muy amplio y poco diferenciado. Uno nunca seenoja con uno mismo sino con algn aspecto, ms o menosabarcador, de uno mismo. Es necesario saber qu aspecto es(si se trata de un aspecto inseguro o miedoso, etc.) para po-der iniciar la tarea de resolucin.

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    Una vez que el aspecto ha sido identificado, el procesoes igual que el que se da con una persona del mundo exter-no, con la salvedad de que cuando es un aspecto nuestro

    (por ejemplo el inseguro) el que nos enoja, todos los prota-gonistas son interiores. Tanto el aspecto inseguro comoquien se enoja con l. Esto significa que ambos estn bajo larbita de nuestra jurisdiccin, y por lo tanto lo que se apren-da en el despliegue de ese enojo para hacerlo ms resoluti-vo llega a ambos antagonistas por igual.

    Si en una sesin estoy desplegando mi enojo con mi mu- jer, yo puedo hacer todos los aprendizajes necesarios paraoptimizar mi enojo, pero eso no significa que ella tambin

    lo est haciendo y que su modo de enojarse conmigo cam-bie de inmediato. De modo que los cambios en ese vnculose realizarn a partir de un polo y de la propagacin quepueda hacerse desde all, reconociendo la propia vida delotro polo, con sus leyes y sus tiempos.

    Cuando ambos antagonistas son interiores no existe esedestiempo y el aprendizaje es ms simultneo. Por esta ra-zn el desacuerdo interior es el vnculo preferencial paraaprender a transformar el enojo que destruye en enojo que

    resuelve.

    I NDAGACI N PERSONALLe propongo ahora al lector que para aprovechar mejor

    esta lectura trate de evocar alguna escena reciente y significati-va en la que sinti intenso enojo. Trate de recordar quineseran los protagonistas, cul era el tema que motiv el enojo, yespecialmente cul fue su reaccin. Es decir, de qu modo ex-pres su enojo. Utilizando el parmetro de los cuatro compo-

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  • 7/29/2019 La sabidura de las emociones

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    nentes, le propongo que observe cules estuvieron presentes.a) si hubo reaccin de descarga, b) si dio a conocer lo que sen-ta ante lo que le hicieron, c) si formul alguna propuesta pararesolver la situacin, y d) si intent castigar al otro por lo que le hizo.

    La experiencia clnica muestra que en la expresin del eno- jo, la mayora de las personas slo ponen en juego las accio-nes por las que intentan castigar al otro, bien con insultos, re-proches o descalificaciones. Sea cual fuere su caso en elejemplo que ha evocado, trate de imaginar que vuelve a esaescena y observe cmo sera para usted expresar su enojo in-cluyendo los tres componentes funcionales de este anlisis.Considrelo simplemente como un ensayo y observe cmo sesiente al ex