La salud mental para todos Vs el caso único
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Salud mental para todos versus el caso nico.1
Hctor Gallo2
Introduccin
En 19663 Lacan interviene en una mesa redonda sobre psicoanlisis y medicina
realizada en el Colegio de mdicos de la Salpetrire y aborda la pregunta por el
lugar del psicoanlisis en la medicina. La respuesta es que su lugar es marginal y,
[], extra-territorial.4 Marginal porque para la medicina el psicoanlisis es una
ayuda externa entre otras, comparable a la de los psiclogos y a la de otros
asistentes teraputicos. 5 Extra-territorial, porque histricamente los
psicoanalistas han defendido cierta independencia con respecto a los
condicionamientos que le son impuestos desde el exterior a la prctica mdica y
psicolgica. El mdico de la actualidad se enfrenta a imperativos destinados a
convertirlo en empleado de esa empresa universal que es la productividad.6
El mdico es objeto de una presin externa que lo obliga a tratar al enfermo como
un cliente y a olvidar que se trata de un ser que sufre. El nico recurso que le
queda para preservarse de esto, es esa relacin por la cual es mdico: a saber la
demanda del enfermo7. Desde el punto de vista tico, no hay mdico y menos
psicoanalista por fuera de la demanda del sujeto. En nuestro caso, respondemos a
dicha demanda ms all de los ideales de la civilizacin y de las exigencias de la
productividad; o sea a partir de lo que se devele como relacin del sujeto con el
goce del cuerpo.8
1 Conferencia dictada el 2 de febrero de 2.011 en la Biblioteca Pblica Piloto de Medelln, Torre de la
Memoria, en el marco de la serie de Conferencias programadas por la Biblioteca de la NEL Medelln n
enlace con la ciudad. La Salud Mentalpara todos y el lazo lazo social intoxicado2 Profesor Titular Departamento de Psicoanlisis, Facultad de Ciencias Sociales, UdeA, SocilogoUniversidad Autnoma Latinoamericana Medelln, Psiclogo UdeA, Doctor en Psicoanlisis Universidad
Autnoma de Madrid, Psicoanalista Miembro de la NEL y de la AMP.3 Jacques Lacan, Psicoanlisis y medicina, en: Intervenciones y textos, 1, Buenos Aires, Manantial, 1985.4
Ibd., p. 86.5 Ibd.6 Ibd., p. 99.7 Ibd.8 Ibd.
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No me ocupar esta noche de explicar el lugar del psicoanlisis en la medicina,
sino de precisar por qu desde la salud mental para todos se legitima la
intoxicacin del lazo social y en qu sentido los psicoanalistas nos oponemos a
este para todos a partir del uno por uno propio del acto clnico.
Demanda, sntoma y trastorno
Un psicoanalista lacaniano se diferencia en su prctica de la mdico-psiquitrica
en el modo de concebir el sntoma, la demanda y en la forma de tratar con sta.
La idea de curacin y de salud, la posicin frente a quien pide ayuda o frente al
prestigio y la autoridad, tambin es distinta. El lmite tico de nuestro acto lo define
algo que se llama demanda.9 La respuesta frente a la demanda tanto del mdico-
psiquiatra como del psicoanalista, depender del modo como cada uno se
posicione frente a ese movimiento mundial de la organizacin de la salud que se
vuelve pblica, [].10
El desarrollo cientfico inaugura y pone cada vez ms en primer plano el []
derecho del hombre a la salud, []. De este imperativo se desprende una
modificacin de la relacin mdica con la salud, pues el poder de la ciencia brinda
a todos la posibilidad de ir a pedirle al mdico su cuota de beneficios con un
objetivo preciso inmediato, []. Es porque el mdico es receptor de este pedido,
que su prctica se ve atravesada por una demanda que espera respuesta. En la
respuesta es donde hay que buscar, no slo la posibilidad de supervivencia de la
posicin del psicoanalista, sino tambin de la posicin propiamente mdica.11
Me pregunto qu posibilidad tiene actualmente el mdico de considerar que el
enfermo pide con urgencia algo ms que la cura por el medicamento, el cual se
emplea actualmente en el plano de la salud mental para suprimir al sujeto de la
9 Ibd., p. 90.10 Ibd., p. 98.11 Ibd., p. 90.
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palabra? Cmo no reducir su tarea a responder con el aparato quirrgico, la
remisin a otro especialista, la administracin de un antibitico o de un
antidepresivo?
El psicoanlisis le muestra a la medicina que tambin existe fuera del campo de
lo que se modific por el beneficio teraputico algo que permanece constante y
todo mdico sabe muy bien de qu se trata.12 Ese algo constante, que no cambia,
que insiste en retornar, podra enunciarse as: que el sujeto que viene a ver al
mdico no espera de lpura y simplemente la curacin, tambin lo coloca frente
a la prueba de sacarlo de su condicin de enfermo, [].13
De lo que se acaba de decir se desprende una paradoja: que el sujeto enfermo
puede estar totalmente atado a la idea de conservar 14 la enfermedad. Esta
atadura es inconsciente, innombrable y establece que el sujeto no le demande al
mdico ser curado, sino ser autentificado como enfermo, preservar su enfermedad
y permitirle seguir bien instalado en sta. El descubrimiento de este ms all por
parte de Freud, es el que impide que un psicoanalista considere el sntoma en la
misma perspectiva del mdico, es decir, como signo de una enfermedad y que se
proceda a suprimirlo.
En psicoanlisis el sntoma es un significante que cumple una funcin simblica en
la vida del sujeto. A esta concepcin se opone la del Manual diagnstico y
Estadstico de los Trastornos Mentales (DSM IV) 15 que prefiere el trmino
trastorno, sea de personalidad o de comportamiento. El trastorno remite a
todo aquello que implica desadaptacin, desajuste, apartamiento de la norma
establecida y relacin con la actualidad. El sntoma, por el contrario, es una
solucin que el sujeto inventa para arreglarse con eso que no entra en lo
programado, implica la historia y comporta un sentido.
12 Ibd., p. 91.13 Ibd.14 Ibd.15 Manual diagnstico y estadstico de los trastornos mentales, Barcelona, Masson, 1995.
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En la actualidad a cada desajuste de la orma o alteracin del comportamiento, por
mnima que sea, le corresponde un trastorno y a este un medicamento para as
recuperar la felicidad de vivir dentro de los lmites establecidos. Entre los mltiples
trastornos que se han creado est el de personalidad, considerado un patrn
permanente, de larga duracin, nada coyuntural y con un carcter inflexible. Se
trata de una experiencia interna o de comportamiento, que da cuenta de un
apartamiento del individuo de las expectativas que sobre l tiene el Otro cultural.
Este patrn de comportamiento permanente, puede tener su inicio en la
adolescencia o al principio de la edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y
comporta malestar o prejuicio, no slo para el sujeto, sino tambin para su entorno.
Cuando en los nios se observa alguna anomala psquica, no se habla tanto de
trastorno de personalidad, sino de trastornos intelectuales, motores, de desarrollo,
de atencin, de ingestin alimentara, los cuales se relacionan con la edad, el sexo
y la cultura. Tanto en los adultos como en los nios, el trastorno remite a
inadaptacin y los criterios diagnsticos y de clasificacin no varan. Dentro de
esta lgica nominalista del trastorno, una persona enferma emocionalmente es
aquella que presenta comportamientos desadaptados y en la que se afecta el
principio de rendimiento.
Una contradiccin lgica que se encuentra en la definicin el DSM IV del trastorno
es la siguiente: a pesar de localizarlo en el campo de las relaciones sociales y de
indicar que cuando se habla de personalidad no se hace referencia a una funcin
orgnica, su tratamiento preferencial pasa por la prescripcin de un medicamento.
De aqu se desprenden en la prctica problemas de tipo epistemolgico, clnico y
tico
A nivel epistemolgico es grave que un problema relacionado con la manera de
vivir, de pensar, odiar, gozar, []16, sea abarcado en el concepto de lo patolgico
16 Jacques-Alain Miller,La experiencia de lo real en la cura analtica, Buenos Aires, Paids, 2.003, p. 166.
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4. Al ser tratado como un enfermo, pierde la posibilidad de plantearse la
cuestin del deseo y de entender por qu la vida no tiene sentido si produce
un cobarde.
5. Vivir de acuerdo con la lgica del txico, impide al sujeto hacerse cargo de
la pulsin y examinar su razn de vivir, le hace perder la oportunidad de
hacer valer el deseo pagando con la perdida de goce y de empujar la
impotencia hasta el lmite de la imposibilidad.24
En los cinco puntos enunciados, resumira lo que un psicoanalista denomina
aplastamiento de la dimensin subjetiva a causadel medicamento al que conduce
la clasificacin diagnstica.
Lo que el medicamento no cura
El sujeto que se identifica y queda soldado a la lgica del discurso mdico-
psiquitrico, insiste en esperar del medicamento una solucin de su problema y
as no tener que enfrentarse al horror de saber sobre su verdad. El medicamento
simplifica la labor del mdico-psiquiatra, pues le otorga ventajas materiales por
satisfacer la ley del mercado y su proceder se ajusta al deber ser profesional. No
tendr que inquietarse si las cosas van peor para el sujeto en lo tocante al
conjunto de su existencia, pues para eso est el consentimiento informado sobre
los riesgos de tal o cual procedimiento.
Inscribirse en la ley del marcado cuando de salud mental se trata, equivale a
consentir en el deterioro de cualquier principio de humanidad. El sujeto que sufre
del alma no necesariamente morir mientras toma medicamentos en lugar de
hablar y ser escuchado, pero su relacin con la vida si se deteriora
progresivamente, porque la relacin que establece con aquel es semejante a la
que se establece con el txico: al entrar ms en relacin con el goce que con la
24 Ibd., p. 105.
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palabra, se exacerba la satisfaccin que confluye con la pulsin de muerte; [].25
No ha de extraarnos entonces que la mayora de los pasajes al acto suicida sean
llevados a cabo por quienes estn consumiendo antidepresivos.
Es porque el consumo de medicamentos promueve [] un rechazo al saber, una
experiencia vaca de sujeto del inconsciente y vaca de significacin, []26, que
en nuestra clnica procuramos proporcionarle al sujeto, desde su intimidad de
viviente, los medios simblicos para que el mismo pueda hacer una lectura de lo
que le sucede.
El sntoma que presenta el sujeto que viene a vernos, lo asumimos como una
formacin siempre localizada, identificable, no solo por el terapeuta sino que el
sujeto la asla como tal.27 Se trata de una molestia que vino a perturbar el estilo
habitual, el estilo ordinario del comportamiento del sujeto.28 Pero cuando se trata
del sntoma analtico, al menos despus del comienzo de su elaboracin en el
anlisis, es una formacin que se siente como extranjera, []29, como un territorio
desconocido.
El sntoma puede ser discreto, tal como sucede en el caso de las obsesiones y de
los rituales que se llevan a cabo en la intimidad, pero tambin puede invadir la vida
de un sujeto llenndola de desorden. Hay seres que viven de mal humor, repiten
los fracasos amorosos, se descontrolan fcilmente, entran siempre en conflicto
con las figuras de autoridad, no conservan ningn empleo, arruinan las
oportunidades que se les presenta para vivir mejor, recaen en experiencias
negativas y no logran llevrsela bien con nadie. Estas cuestiones que infiltran la
existencia, a veces de manera masiva, son las que encontramos debajo de esos
25 Adrin Garca, Toxicomana y acto, en:Los inclasificables de la toxicomana, Varios Autores, Buenos
Aires, Grama editores, 2.008, p. 76.26 Ibd.27 Jacques-Alain Miller, La experiencia de lo real en la cura analtica,p., cit, p. 164.28 Ibd., p. 151.29 Ibd., p. 164.
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trastornos afectivos que el psiquiatra suele medicar, para as contribuir de forma
decidida, como dice Miller, al descredito de los poderes de la palabra, etc..30
En ningn caso la finalidad inmediata del psicoanalista es curar al sujeto de su
manera de ser. Primero se intenta reintroducir el poder de la palabra fragilizado
por la medicacin, enseguida se busca que el sujeto descifre algo que est ms
all de su sntoma manifiesto, ms all que se constituye en la verdadera causa
de que viva como dice no querer vivir.
Lo que para un psicoanalista lacaniano resulta patolgico, no es el sntoma en s
mismo, sino la repercusin de la satisfaccin pulsional arraigada en el cuerpo
sobre el []31 sujeto. Que el sujeto se satisfaga justamente en el mismo lugar en
donde se topa con algo que le hace mal, es lo patolgico. Cuando el sujeto logra
captar ntimamente esta paradoja y en lugar de emplear su conciencia de sta
para volver impotente al analista tiene el coraje de enfrentarla, se produce una
demanda de anlisis, demanda que es incompatible con el consumo de
medicamentos.
En resumen, el medicamento puede regular la ansiedad, el pnico, el estrs, la
angustia y la depresin, pero la cuestin del deseo y la paradoja del goce
implicada en esos afectos, no se toca. Otra cuestin es que al ser puesto el
medicamento al servicio de anular la divisin subjetiva y el goce de la palabra,
vuelve al sujeto prcticamente inanalizable porque lo instala en un no pienso
porque es usted el que tiene que curarme o darle solucin a mi problema. Desde
esta posicin el sujeto se niega a instalarse en un no soy que orienta en
direccin al Otro, que es donde se abre la posibilidad de la puesta en acto del
inconsciente y del efecto de verdad.32 Nos es gratuito que este tratamiento por el
sujeto solo sea aceptado por quienes no han hecho del consumo del medicamento
una adiccin que intoxica su lazo social.
30 Ibd., p. 149.31 Ibd., p. 163.32 Adriana Garca, Toxicomana y acto, p., cit, p. 78.
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Para terminar, sealo cul es mi tesis con respecto a lo que hoy nos convoca: que
entre ms se intoxique el lazo social de una persona, esperando que por este
medio no se haga excluir del Otro que permite33 o que registra, mayor es la
fuerza del goce de la compulsin, ms grande la impotencia para salir del dolor,
menos coraje y ms insulsa la vida, tal como le corresponde a todo cobarde.
De qu sirve sentirse mejor gracias al medicamento, si se permanece atado a
significantes jirones de discurso que marcan el deterioro del cuerpo, afectan el
entusiasmo del deseo por lo que se hace al alimentar un descontento depresivo y
aumentan la culpa por no haberse puesto a la altura del coraje y la poesa que la
vida nos exige?
Nuestra apuesta como analistas es intentar que el sujeto logre desatar, encontrar,
formular, y asumir [] 34 los significantes familiares que lo marcan. Quienes
vienen a vernos saben que algunos de esos significantes pueden llegar a trazar en
ellos una lnea fatal, lnea que puede repetirse a travs de varias generaciones y
llegar a determinar las elecciones de objeto ms decisivas para su destino.
33 Jacques-Alain Miller, La experiencia de lo real en la clnica psicoanaltica, p., cit, p. 161.34 Ibd., p. 175.