La sirenita - Cuentos infantiles...me gustará el mundo de allá arriba, y amaré a los hombres que...

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La sirenita ____________________________ Hans Christian Andersen

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La sirenita

____________________________ Hans Christian Andersen

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Enaltamarelaguaesazulcomolospétalosdela más hermosa centaura, y clara como elcristal más puro; pero es tan profunda, quesería inútil echar el ancla, pues jamás podríaésta alcanzar el fondo. Habría que ponermuchos campanarios, unos encima de otros,para que, desde las honduras, llegasen a lasuperficie.

Peronocreáisqueelfondoseatododearenablancayhelada;enélcrecentambiénárbolesyplantas maravillosas, de tallo y hojas tanflexibles,quealmenormovimientodelaguasemueven y agitan como dotadas de vida. Todaclase de peces, grandes y chicos, se deslizanporentre lasramas,exactamentecomohacenlas aves en el aire. En el punto de mayorprofundidadsealzaelpalaciodelreydelmar;lasparedessondecoral,y las largasventanaspuntiagudas,delámbarmástransparente;yeltejadoestáhechodeconchas,que seabrenycierran según la corriente del agua. Cada unadeestasconchasencierraperlasbrillantísimas,la menor de las cuales honraría la corona deunareina.

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Hacía muchos años que el rey del mar eraviudo; suancianamadrecuidabadelgobiernodelacasa.Eraunamujermuyinteligente,peromuy pagada de su nobleza; por eso llevabadoceostrasenlacola,mientrasquelosdemásnobles sólo estaban autorizados a llevar seis.Por lo demás, era digna de todos los elogios,principalmentepor lobienquecuidabadesusnietecitas, las princesas del mar. Éstas eranseis,ytodasbellísimas,aunquelamásbellaeralamenor;teníalapielclaraydelicadacomounpétalo de rosa, y los ojos azules comoel lagomás profundo; como todas sus hermanas, noteníapies;sucuerpoterminabaencoladepez.

Lasprincesassepasabaneldía jugandoen lasinmensas salas del palacio, en cuyas paredescrecían flores. Cuando se abrían los grandesventanales de ámbar, los peces entrabannadando, como hacen en nuestras tierras lasgolondrinascuandolesabrimoslasventanas.Ylos peces se acercaban a las princesas,comiendodesusmanosydejándoseacariciar.

Frente al palacio había un gran jardín, conárboles de color rojo de fuego y azul oscuro;

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sus frutos brillaban como oro, y las floresparecían llamas, por el constantemovimientodelospecíolosylashojas.Elsueloloformabaarena finísima, azul como la llama del azufre.Dearribadescendíaunmaravillosoresplandorazul; más que estar en el fondo del mar, seteníalaimpresióndeestarenlascapasaltasdela atmósfera, con el cielo por encima y pordebajo.

Cuando no soplaba viento, se veía el sol;parecíauna florpurpúrea, cuyo cáliz irradiabaluz.

Cada princesita tenía su propio trocito en eljardín,dondecavabayplantabaloqueleveníaengana.Unahabíadadoasuporciónformadeballena;otrahabíapreferidoquetuvieseladeunasirenita.Encambio, lamenorhizo la suyacircular, como el sol, y todas sus flores eranrojas,comoél.Eraunachiquillamuyespecial,callada y cavilosa, y mientras sus hermanashacían gran fiesta con los objetos más rarosprocedentes de los barcos naufragados, ellasólo jugaba con una estatua de mármol,ademásdelasrojasfloressemejantesalsol.Laestatua representaba un niño hermosísimo,

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esculpido en unmármolmuy blanco y nítido;lasolaslahabíanarrojadoalfondodelocéano.Laprincesaplantó juntoa laestatuaunsaucellorón color de rosa; el árbol crecióespléndidamente, y sus ramas colgaban sobreelniñodemármol,proyectandoenelarenosofondo azul su sombra violeta, que semovía acompásdeaquéllas;parecíacomosilasramasy las raíces jugasen unas con otras y sebesasen.

Lo que más encantaba a la princesa era oírhablar del mundo de los hombres, de alláarriba; la abuela tenía que contarle todocuantosabíadebarcosyciudades,dehombresyanimales.Seadmirabasobretododequeenla tierra las flores tuvieran olor, pues las delfondodelmarnoolíananada;ylasorprendíatambiénquelosbosquesfuesenverdes,yquelos peces que se movían entre los árbolescantasentanmelodiosamente.Sereferíaa lospajarillos, que la abuela llamaba peces, paraque las niñas pudieran entenderla, pues nohabíanvistonuncaaves.

—Cuando cumpláis quince años —dijo laabuela— se os dará permiso para salir de las

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aguas, sentaros a la luz de la luna en losarrecifesyver losbarcosquepasan;entoncesveréistambiénbosquesyciudades.

Al año siguiente, la mayor de las hermanascumplió losquinceaños; todas se llevabanunaño de diferencia, por lo que lamenor debíaaguardar todavía cinco, hasta poder salir delfondo del mar y ver cómo son las cosas ennuestromundo. Pero lamayorprometió a lasdemás que al primer día les contaría lo queviera y lo que le hubiera parecido máshermoso;puespormáscosasquesuabuelalescontase siempre quedaban muchas que ellasestabancuriosasporsaber.

Ninguna, sin embargo, se mostraba tanimpaciente como la menor, precisamenteporque debía esperar aún tanto tiempo yporque era tan callada y retraída. Se pasabamuchas noches asomada a la ventana,dirigiendolamiradaaloalto,contemplando,atravésdelasaguasazuloscuro,cómolospecescorreteaban agitando las aletas y la cola.Alcanzabatambiénaverlalunaylasestrellas,que a través del agua parecían muy pálidas,aunque mucho mayores de como las vemos

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nosotros. Cuando una nube negra las tapaba,la princesa sabía que era una ballena quenadaba por encima de ella, o un barco conmuchos hombres a bordo, los cuales jamáshubieranpensadoenquealláabajohabíaunajoven y encantadora sirena que extendía lasblancasmanoshacialaquilladelnavío.

Llegó, pues, el día en que la mayor de lasprincesas cumplió quince años, y se remontóhacialasuperficiedelmar.

Asuregresotraíamilcosasquecontar,perolomás hermoso de todo, dijo, había sido eltiempoquehabíapasadobajolaluzdelaluna,en un banco de arena, con el mar en calma,contemplando la cercana costa con una granciudad, donde las luces centelleaban comomillares de estrellas, y oyendo la música, elruido y los rumores de los carruajes y laspersonas; también le había gustado ver loscampanarios y torres y escuchar el tañido delascampanas.

¡Ah, con cuánta avidez la escuchaba suhermanamenor!Cuando,yaanochecido,salióa la ventana a mirar a través de las aguasazules,nopensabaenotracosasinoenlagran

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ciudad,consusruidosysubullicio,yleparecíaoírelsondelascampanas,quellegabahastaelfondodelmar.

Al año siguiente, la segunda obtuvo permisopara subir a la superficie y nadar en todasdirecciones.Emergióenelmomentoprecisoenque el sol se ponía, y aquel espectáculo lepareció el más sublime de todos. De unextremo el otro, el sol era como de oro —dijo—,y lasnubes, ¡oh, lasnubes,quién seríacapaz de describir su belleza! Habían pasadoencima de ella, rojas y moradas, pero conmayor rapidez volaba aún, semejante a unlargo velo blanco, una bandada de cisnessalvajes; volaban en dirección al sol; pero elastroseocultó,yenunmomentodesaparecióeltinterosadodelmarydelasnubes.

Al cabo de otro año tocóle el turno a lahermana tercera, la más audaz de todas; poreso remontó un río que desembocaba en elmar.Viodeliciosascolinasverdescubiertasdepámpanos,ypalaciosycortijosquedestacabanentremagníficosbosques;oyóel cantode lospájaros,yelcalordelsoleratanintenso,quelasirena tuvo que sumergirse varias veces para

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refrescarseelrostroardiente.Enunapequeñabahía se encontró con una multitud dechiquillosquecorríandesnudosychapoteabanen el agua. Quiso jugar con ellos, pero lospequeñoshuyeronasustados,yentoncesseleacercó un animalito negro, un perro; jamáshabíavistounanimalparecido,ycomoladrabaterriblemente, laprincesa tuvomiedoy corrióa refugiarse en alta mar. Nunca olvidaríaaquellos soberbiosbosques, las verdes colinasy el tropel de chiquillos, que podían nadar apesardenotenercoladepez.

Lacuartadelashermanasnofuetanatrevida;nosemoviódelaltamar,ydijoqueésteeraellugar más hermoso; desde él se divisaba unespacio demuchasmillas, y el cielo semejabauna campana de cristal. Había visto barcos,pero a gran distancia; parecían gaviotas; losgraciosos delfines habían estado haciendopiruetas, y enormes ballenas la habíancortejado proyectando agua por las naricescomocentenaresdesurtidores.

Alotroañotocóelturnoalaquintahermana;su cumpleaños caía justamente en invierno;poresovioloquelasdemásnohabíanvistola

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primera vez. El mar aparecía intensamenteverde,yenderredorflotabangrandesicebergs,parecidos a perlas —dijo— y, sin embargo,mucho mayores que los campanarios queconstruían loshombres.Adoptabanlasformasmás caprichosas y brillaban como diamantes.Ella se había sentado en la cúspide del másvoluminoso, y todos los veleros se desviabanaterrorizados del lugar donde ella estaba, consu larga cabellera ondeando al impulso delviento;perohaciaelatardecerelcielosehabíacubierto de nubes, y habían estalladorelámpagos y truenos,mientras elmar, ahoranegro,levantabalosenormesbloquesdehieloquebrillabanalarojaluzdelosrayos.Entodoslosbarcosarriabanlasvelas,ylastripulacioneseran presa de angustia y de terror; pero ellahabía seguido sentada tranquilamente en suiceberg contemplando los rayos azules quezigzagueabansobreelmarreluciente.

Laprimeravezqueunadelashermanassalióala superficie del agua, todas las demásquedaronencantadasoyendo lasnovedadesybellezasquehabíavisto;perounaveztuvieronpermisoparasubircuandolesvinieraengana,

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aquelmundonuevopasóaserindiferenteparaellas.Sentíanlanostalgiadelsuyo,yalcabodeunmesafirmaronquesusparajes submarinoseran los más hermosos de todos, y que sesentíanmuybienencasa.

Algún que otro atardecer, las cinco hermanasse cogían de la mano y subían juntas a lasuperficie.Teníanbellísimasvoces,muchomásbellas que cualquier humano y cuando sefraguaba alguna tempestad, se situaban antelos barcos que corrían peligro de naufragio, yconarteexquisitocantabanalosmarineroslasbellezas del fondo delmar, animándolos a notemerlo;peroloshombresnocomprendíansuspalabras, y creían que eran los ruidos de latormenta,ynuncaleseradadocontemplarlasmagnificencias del fondo, pues si el barco seiba a pique, los tripulantes se ahogaban, y alpalacio del rey del mar sólo llegabancadáveres.

Cuando, al anochecer, las hermanas, cogidasdelbrazo,subíana lasuperficiedelocéano, lamenor sequedabaabajo sola,mirándolas conganas de llorar; pero una sirena no tienelágrimas,yporesoesmayorsusufrimiento.

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—¡Aysituvieraquinceaños!—decía—.Séquemegustaráelmundodealláarriba,yamaréaloshombresquelohabitan.

Y como todo llega en este mundo, al fincumpliólosquinceaños.—Bien,yaeresmayor—le dijo la abuela, la anciana reina viuda—.Ven,queteataviarécomoatushermanas—.Yle puso en el cabello una corona de liriosblancos;perocadapétaloera lamitaddeunaperla,ylaancianamandóadherirochograndesostras a la cola de la princesa comodistintivodesualtorango.

—¡Duele!—exclamabaladoncella.

—Hayque sufrir para serhermosa—contestólaanciana.

La doncella de muy buena gana se habríasacudido todos aquellos adornos y la pesadadiadema, para quedarse vestida con las rojasflores de su jardín; pero no se atrevió aintroducir novedades. —¡Adiós! —dijo,elevándose, ligeraydiáfanaa travésdelagua,comounaburbuja.

El sol acababa de ocultarse cuando la sirenaasomólacabezaalasuperficie;perolasnubes

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relucíanaúncomorosasyoro, yenel rosadocielobrillaba laestrella vespertina, tan claraybella; el aire era suave y fresco, y en el marreinabaabsolutacalma.Habíaapocadistanciaun gran barco de tres palos; una sola velaestaba izada,puesno semovíani lamás levebrisa,yencubiertaseveían losmarinerosporentre las jarcias y sobre las pértigas. Habíamúsica y canto, y al oscurecer encendieroncentenares de farolillos de colores; parecíacomosiondeasenalairelasbanderasdetodoslospaíses.Lajovensirenaseacercónadandoalasventanasde loscamarotes,ycadavezqueunaolalalevantaba,podíaecharunamiradaatravésde los cristales, límpidos comoespejos,y veía muchos hombres magníficamenteataviados. El más hermoso, empero, era eljoven príncipe, de grandes ojos negros.Seguramente no tendría más allá de dieciséisaños;aqueldíaerasucumpleaños,yporesosecelebraba la fiesta. Losmarineros bailaban encubierta, y cuando salió el príncipe sedispararonmás de cien cohetes, que brillaronenelaire,iluminándolocomolaluzdedía,porlo cual la sirena, asustada, se apresuró asumergirse unos momentos; cuando volvió a

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asomaraflordeagua,lepareciócomositodaslasestrellasdelcielocayesensobreella.Nuncahabía visto fuegos artificiales. Grandes soleszumbaban en derredor, magníficos peces defuego surcaban el aire azul, reflejándose todosobre el mar en calma. En el barco era tal laclaridad,quepodíadistinguirsecadacuerda,ynodigamosloshombres.¡Ay,quéguapoeraeljoven príncipe! Estrechaba las manos a losmarinos,sonriente,mientras lamúsicasonabaenlanoche.

Pasabaeltiempo,ylapequeñasirenanopodíaapartar los ojos del navío ni del apuestopríncipe. Apagaron los faroles de colores, loscohetesdejarondeelevarseycesarontambiénlos cañonazos, pero en las profundidades delmar aumentaban los ruidos. Ella seguíameciéndose en la superficie, para echar unamirada en el interior de los camarotes a cadavaivén de las olas. Luego el barco aceleró sumarcha,izarontodaslasvelas,unatrasotra,y,amedidaqueeloleajeseintensificaba,elcielose iba cubriendo de nubes; en la lejaníazigzagueaban ya los rayos. Se estabapreparando una tormenta horrible, y los

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marinos hubieron de arriar nuevamente lasvelas. El buque se balanceaba en el marenfurecido, lasolas se alzaban comoenormesmontañas negras que amenazaban estrellarsecontra los mástiles; pero el barco seguíaflotando como un cisne, hundiéndose en losabismos y levantándose hacia el cieloalternativamente, juguete de las aguasenfurecidas.Alajovensirenaleparecíaaquelloun delicioso paseo, pero los marinerospensabanmuydeotromodo.Elbarcocrujíaycrepitaba,lasgruesasplanchassetorcíanalosembatesdelmar.Elpalomayorsepartiócomosi fuera una caña, y el barco empezó atambalearsedeuncostadoalotro,mientraselagua penetraba en él por varios puntos. Sóloentonces comprendió la sirena el peligro quecorríanaquelloshombres;ellamismateníaqueir muy atenta para esquivar los maderos yrestos flotantes. Unas veces la oscuridad eratancompleta,quelasirenanopodíadistinguirnada en absoluto; otras veces los relámpagosdaban una luz vivísima, permitiéndolereconocer a los hombres del barco. Buscabaespecialmente al príncipe, y, al partirse elnavío,loviohundirseenlasprofundidadesdel

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mar. Su primer sentimiento fue de alegría,puesahoraibaatenerloensusdominios;peroluego recordó que los humanos no puedenvivirenelagua,yqueelhermosojovenllegaríamuerto al palacio de su padre. No, no eraposiblequemuriese;poresoechóellaanadarpor entre los maderos y las planchas queflotabanesparcidaspor la superficie, sinpararmientes en que podían aplastarla.Hundiéndose en el agua y elevándosenuevamente, llegó al fin al lugar donde seencontrabaelpríncipe,elcualsehallabacasialcabo de sus fuerzas; los brazos y piernasempezabanaentumecérsele,susbellosojossecerraban,yhabríasucumbidosin la llegadadela sirenita, la cual sostuvo sucabeza fueradelaguayseabandonóalimpulsodelasolas.

Al amanecer, la tempestad se había calmado,perodelbarconoseveíaelmenorresto;elsolse elevó, rojo y brillante, del seno delmar, ypareció como si las mejillas del prínciperecobrasen la vida, aunque sus ojospermanecían cerrados. La sirena estampó unbeso en su hermosa y despejada frente y leapartó el cabello empapado; entonces lo

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encontró parecido a la estatua demármol desu jardincito;volvióabesarlo,deseosadequeviviese.

La tierra firme apareció ante ella: altasmontañas azules, en cuyas cimas resplandecíalablancanieve,comocisnesallíposados;enlaorillaseextendíansoberbiosbosquesverdes,yen primer término había un edificio que nosabíaloqueera,peroquepodíaserunaiglesiaounconvento.Ensu jardíncrecíannaranjosylimoneros,yantelapuertasealzabangrandespalmeras.Elmar formabaunapequeñabahía,resguardada de los vientos, pero muyprofunda, que se alargaba hasta unas rocascubiertas de fina y blanca arena. A ella sedirigióconelbellopríncipey,depositándoloenla playa, tuvo buen cuidado de que la cabezaquedasebañadaporlaluzdelsol.

Las campanas estaban doblando en el granedificio blanco, y un grupo de muchachassalieron al jardín. Entonces la sirena se alejónadandohastadetrásdeunasaltas rocasquesobresalíandelagua, y, cubriéndose la cabezayelpechodeespumadelmarparaquenadie

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pudieseversurostro,sepusoaespiarquiénseacercaríaalpobrepríncipe.

Alpocoratollegójuntoaélunadelasjóvenes,queparecióasustarsegrandemente,perosólopor un momento. Fue en busca de suscompañeras, y la sirena vio cómo el príncipevolvíaalavidaycómosonreíaalasmuchachasquelorodeaban;sóloaellanolesonreía,puesignoraba que lo había salvado. Sintióse muyafligida, y cuando lo vio entrar en el vastoedificio, se sumergió tristemente en el agua yregresóalpalaciodesupadre.

Siemprehabíasidodetemperamentotaciturnoy caviloso, pero desde aquel día lo fue másaún. Sus hermanas le preguntaron qué habíavisto en su primera salida, mas ella no lescontónada.

Muchasvecesalahoradelocasoodelalbaseremontó al lugar donde había dejado alpríncipe. Vio cómo maduraban los frutos deljardínycómoeranrecogidos;vioderretirse lanieve de las altas montañas, pero nunca alpríncipe; por eso cada vez volvía al palaciotristeyafligida.Suúnicoconsueloerasentarseen el jardín, enlazando con sus brazos la

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hermosa estatua de mármol, aquella estatuaque se parecía al guapo doncel; pero dejó decuidar sus flores, que empezaron a crecersalvajes, invadiendo los senderos yentrelazando sus largos tallos y hojas en lasramas de los árboles, hasta tapar la luz porcompleto.

Porfin,incapazdeseguirguardandoelsecreto,lo comunicó a una de sus hermanas, y muypronto lo supieron lasdemás;pero,apartedeellas y unas pocas sirenas de su intimidad,nadiemásseenteródeloocurrido.Unadelasamigaspudodecirlequiéneraelpríncipe,pueshabíapresenciadotambiénlafiestadelbarcoysabía cuál era supatria ydónde sehallaba supalacio.

—Ven, hermanita —dijeron las demásprincesas, y pasando cada una el brazo entorno a los hombros de la otra, subieron enlargahileraalasuperficiedelmar,enelpuntodonde sabían que se levantaba el palacio delpríncipe.

Estaba construido de una piedra brillante, decolor amarillo claro, con grandes escaleras demármol, una de las cuales bajaba hasta el

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mismo mar. Magníficas cúpulas doradas seelevaban por encima del tejado, y entre lascolumnas que rodeaban el edificio habíaestatuasdemármolqueparecíantenervida.Através de los nítidos cristales de las altasventanas podían contemplarse loshermosísimossalonesadornadosconpreciosostapices y cortinas de seda, y con grandescuadros en las paredes; una delicia para losojos.

En el salón mayor, situado en el centro,murmuraba un grato surtidor, cuyos chorrossubían a gran altura hacia la cúpula decristales, a través de la cual la luz del solllegaba al agua y a las hermosas plantas quecrecíanenlaenormepila.

Desde que supo dónde residía el príncipe, sedirigía allí muchas tardes y muchas noches,acercándose a tierra mucho más de lo quehubiera osado cualquiera de sus hermanas;incluso se atrevía a remontar el canal quecorría por debajo de la soberbia terrazalevantada sobre el agua. Se sentaba allí y sequedaba contemplando a su amado, el cual

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creía encontrarse solo bajo la clara luz de laluna.

Variasnocheslovionavegandoensupreciosabarca, conmúsica y con banderas ondeantes;ellaescuchabadesdelosverdesjuncales,ysielvientoacertabaacogerleellargoveloplateadohaciéndolovisible,élpensabaqueerauncisneconlasalasdesplegadas.

Muchasnochesquelospescadoressehacíanala mar con antorchas encendidas, les oíaencomiar los méritos del joven príncipe, yentoncessesentíacontentadehaberlesalvadola vida, cuando flotaba medio muerto, amerced de las olas; y recordaba cómo sucabeza había reposado en su seno, y concuánto amor lo había besado ella. Pero él loignoraba;niensueñoslaconocía.

Cada día iba sintiendo más afecto por loshombres; cada vez sentía mayores deseos desubir hasta ellos, hasta su mundo, que leparecíamuchomásvastoqueelpropio:podíanvolar en sus barcos por la superficie marina,escalar montañas más altas que las nubes;poseíantierrascubiertasdebosquesycampos,que se extendían mucho más allá de donde

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alcanzaba la vista. Había muchas cosas quehubiera querido saber, pero sus hermanas nopodían contestar a todas sus preguntas. Poreso acudió a la abuela, la cual conocía muybien aquelmundo superior, que ella llamaba,conrazón,lospaísessobreelmar.

—Suponiendoqueloshombresnoseahoguen—preguntó la pequeña sirena—, ¿viveneternamente?¿Nomuerencomonosotras, losseressubmarinos?

—Sí—dijo laabuela—,ellosmueren también,ysuvidaesmásbrevetodavíaquelanuestra.Nosotras podemos alcanzar la edad detrescientos años, pero cuando dejamos deexistirnosconvertimosensimpleespuma,queflotasobreelagua,ynisiquieranosquedaunatumba entre nuestros seres queridos. Noposeemos un alma inmortal, jamásrenaceremos; somos como la verde caña:unavez la han cortado, jamás reverdece. Loshumanos,encambio,tienenunalma,queviveeternamente,aundespuésqueelcuerposehatransformadoentierra;unalmaqueseelevaatravés del aire diáfano hasta las rutilantesestrellas. Del mismo modo que nosotros

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emergemosdelaguayvemoslastierrasdeloshombres, así también ascienden ellos asublimes lugares desconocidos, que nosotrosnoveremosnunca.

—¿Por qué no tenemos nosotras un almainmortal? —preguntó, afligida, la pequeñasirena—.Gustosacambiaríayomiscentenaresde años de vida por ser sólo un día unapersona humana y poder participar luego delmundocelestial.

—¡No pienses en eso! —dijo la vieja—.Nosotras somos mucho más dichosas ymejoresqueloshumanosdealláarriba.

—Así, pues, ¿moriré y vagaré por el marconvertidaenespuma,sinoír lamúsicade lasolas,niver lashermosas floresyel rojoglobodelsol?¿Nopodríahacernadaparaadquirirunalmainmortal?

—No—dijolaabuela—.Hayunmedio,sí,peroes casi imposible: sería necesario que unhombre te quisiera con un amormás intensodel que tiene a su padre y su madre; que seaferraseaticontodassuspotenciasytodosuamor, e hiciese que un sacerdote enlazase

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vuestrasmanos, prometiéndote fidelidad aquíy para toda la eternidad. Entonces su almaentraría en tu cuerpo, y tú también tendríasparte en la bienaventuranza reservada a loshumanos. Tedaría alma sinperderpor ello lasuya. Pero esto jamás podrá suceder. Lo queaquíenelmareshermoso,merefieroatucolade pez, en la tierra lo encuentran feo. Nosabrían comprenderlo; para ser hermosos,ellosnecesitandosapoyosmacizos,quellamanpiernas.

Lapequeñasirenaconsideróconunsuspirosucoladepez.

—No nos pongamos tristes —la animó lavieja—. Saltemos y brinquemos durante lostrescientos años que tenemos de vida. Es untiempo muy largo; tanto mejor se descansaluego. Esta noche celebraremos un baile degala.

Lafiestafuedeunamagnificenciacomonuncase ve en la tierra. Las paredes y el techo delgran salón eran de grueso cristal, perotransparente.Centenaresdeenormesconchas,colorderosayverde,sealineabanaunoyotroladoconunfuegodellamaazulqueiluminaba

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toda la sala y proyectaba su luz al exterior, através de las paredes, y alumbraba el mar,permitiendover los innúmerospeces,grandesy chicos, que nadaban junto a los muros decristal:unos,conbrillantesescamaspurpúreas;otros,conreflejosdoradosyplateados.Porelcentrodelasalafluíaunaanchacorriente,yenellabailaban losmoradoressubmarinosalsondesupropioydeliciosocanto;loshumanosdenuestra tierra no tienen tan bellas voces. Lajoven sirena era la que cantaba mejor; losasistentesaplaudían,yporunmomentosintióungozoauténticoensucorazón,alpercatarsedequeposeía lavozmáshermosadecuantasexisten en la tierra y en el mar. Pero muyprontovolvióaacordarsedelmundodeloalto;nopodíaolvidaralapuestopríncipe,nisupenapornotenercomoélunalmainmortal.

Por eso salió disimuladamente del palaciopaterno y, mientras en él todo eran cantos yregocijo, se estuvo sentada en su jardincito,presadelamelancolía.

En éstas oyó los sones de un cuerno quellegabanatravésdelagua,ypensó:«Deseguroqueenestosmomentosestásurcandolasolas

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aquelseraquienquieromásqueamipadreyamimadre,aquélqueesdueñodetodosmispensamientos y en cuya mano quisiera yodepositarladichadetodamivida.Lointentarétodo para conquistarlo y adquirir un almainmortal.Mientrasmis hermanas bailan en elpalacio, iréa lamansiónde labrujamarina,aquiensiempretantotemí;perotalvezellameaconsejeymeayude».

Y la sirenita se encaminó hacia el rugientetorbellino, tras el cual vivía la bruja. Nuncahabía seguido aquel camino, en el que nocrecían flores ni algas; un suelo arenoso,pelado y gris, se extendía hasta la fatídicacorriente, donde el agua se revolvía con unestruendo semejante al de ruedas demolino,arrastrandoalfondotodoloqueseponíaasualcance. Para llegar a la mansión de lahechicera, nuestra sirena debía atravesaraquellos siniestros remolinos; y en un largotrecho no había más camino que un cenagalcalienteyburbujeante,quelabrujallamabasuturbera.Detrásestabasucasa,enmediodeunextraño bosque. Todos los árboles y arbustoseran pólipos, mitad animales, mitad plantas;

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parecíanserpientesdeciencabezassalidasdelatierra;lasramaseranlargosbrazosviscosos,con dedos parecidos a flexibles gusanos, ytodos semovían desde la raíz hasta la punta.Rodeabanyaprisionabantodoloqueseponíaasualcance,sinvolveryaasoltarlo.Lasirenitase detuvo aterrorizada; su corazón latía demiedo y estuvo a punto de volverse; pero elpensar en el príncipe y en el alma humana leinfundió nuevo valor. Atóse firmementealrededordelacabezaellargocabelloflotantepara que los pólipos no pudiesen agarrarlo,dobló las manos sobre el pecho y se lanzóhacia delante como sólo saben hacerlo lospeces, deslizándose por entre los horriblespólipos que extendían hacia ella sus flexiblesbrazosymanos.Viocómocadaunomanteníaaferrado, con cien diminutos apéndicessemejantes a fuertes aros de hierro, lo quehabía logrado sujetar. Cadáveres humanos,muertos en el mar y hundidos en su fondo,salían a modo de blancos esqueletos deaquellos demoníacos brazos. Apresabantambién remos, cajas y huesos de animalesterrestres;pero lomáshorribleeraelcadáver

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de una sirena, que habían capturado yestrangulado.

Llegó luego a un vasto pantano, donde serevolcaban enormes serpientes acuáticas, queexhibían sus repugnantes vientres de colorblancoamarillento. En el centro del lugar sealzaba una casa, construida con huesosblanqueados de náufragos humanos; en ellamoraba la bruja del mar, que a la sazón seentreteníadejandoqueunsapocomiesedesuboca, de igualmanera como los hombres danazúcar a un lindo canario. A las gordas yhorribles serpientes acuáticas las llamaba suspolluelos y las dejaba revolcarse sobre supechoenormeycenagoso.

—Ya sé lo que quieres —dijo la bruja—.Cometesunaestupidez,peroestoydispuestaasatisfacer tus deseos, pues te harásdesgraciada,mibellaprincesa.Quiereslibrartede lacoladepez,yen lugardeella tenerdospiernas para andar como los humanos, paraque el príncipe se enamore de ti y, con suamor,puedasobtenerunalmainmortal—.Ylabruja soltó una carcajada, tan ruidosa yrepelente,quelossaposylasculebrascayeron

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alsuelo,enelquesepusieronarevolcarse.—Llegas justo a tiempo —prosiguió la bruja—,puesdehaberlohechomañanaalahoradelasalida del sol, deberías haber aguardado unaño, antes de que yo pudiera ayudarte. Teprepararéunbrebaje conel cual tedirigirásatierraantesdequeamanezca.Unavezallí, tesentarásenlaorillaylotomarás,yenseguidate desaparecerá la cola, encogiéndose ytransformándose en lo que los humanosllamanpiernas;pero te vaadoler, comosi terajasen con una cortante espada. Cuantos tevean dirán que eres la criatura humana máshermosaquehancontemplado.Conservarástumodo de andar oscilante; ninguna bailarinaserá capaz de balancearse como tú, pero acada paso que des te parecerá que pisas unafiladocuchilloyqueteestásdesangrando.Siestás dispuesta a pasar por todo esto, teayudaré.

—Sí —exclamó la joven sirena con vozpalpitante, pensando en el príncipe y en elalmainmortal.

—Perotenencuenta—dijolabruja—queunavez hayas adquirido figura humana, jamás

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podrás recuperar la de sirena. Jamás podrásvolverporelcaminodelaguaatushermanasyal palacio de tu padre; y si no conquistas elamordelpríncipe,detalmaneraqueportiseolvidedesupadreydesumadre,seaferreaticonalmaycuerpoyhagaqueelsacerdoteunavuestras manos, convirtiéndoos en marido ymujer, no adquirirás un alma inmortal. Laprimeramañanadespuésdesubodaconotra,se partirá tu corazón y te convertirás enespumaflotanteenelagua.

—¡Acepto!—contestólasirena,pálidacomolamuerte.

—Pero tienes que pagarme —prosiguió labruja—, y el precio que te pido no es poco.Posees lamáshermosavozdecuantashayenelfondodelmar,yconellapiensashechizarle.Puesbien,vasadarmetuvoz.Pormipreciosobrebajequiero lomejorqueposees. Yo tengoqueponermipropia sangre,paraqueel filtroseacortantecomoespadadedoblefilo.

—Perosimequitaslavoz,¿quémequeda?—preguntólasirena.

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—Tu bella figura —respondió la bruja—, tupaso cimbreante y tus expresivos ojos. Contodo esto puedes turbar el corazón de unhombre.Bien,¿hasperdidoyaelvalor?Sacalalengua y la cortaré, en pago del milagrosobrebaje.

—¡Sea,pues!—dijolasirena;ylabrujadispusosucalderoparaprepararelfiltro.

—Lalimpiezaesbuenacosa—dijo,fregandoelcalderoconlasserpientesdespuésdehacerunnudo con ellas; luego, arañándose el pechohasta que asomó su negra sangre, echó unasgotasdeellaenelrecipiente.Elvapordibujabalas figuras más extraordinarias, capaces deinfundirmiedoalcorazónmásaudaz.Labrujano cesaba de echar nuevos ingredientes alcaldero, y cuando ya la mezcla estuvo en supunto de cocción, produjo un sonidosemejantealdeuncocodriloquellora.Quedóalfinlistoelbrebaje,elcualteníaelaspectodeaguaclarísima.

—Ahí lo tienes —dijo la bruja, y,entregándoselo a la sirena, le cortó la lengua,conloqueéstaquedómuda,incapazdehablarydecantar.

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—Si los pólipos te apresan cuando atraviesesde nuevo mi bosque —dijo la hechicera—,arrójalesunasgotasdeesteelixiryveráscómosus brazos y dedos caen deshechos en milpedazos—. Pero no fue necesario acudir aaquel recurso, pues los pólipos se apartaronaterrorizadosal verelbrillantebrebajeque lasirena llevabaen lamano,yque relucíacomosi fueseunaestrella.Así cruzó rápidamenteelbosque,elpantanoyelrugientetorbellino.

Veíaelpalaciodesupadre;en lagransaladebaile habían apagado las antorchas;seguramente todo el mundo estaríadurmiendo.Sinembargo,noseatrevióallegarhastaél,pueseramudayqueríamarcharsedeallí para siempre. Parecióle que el corazón leibaa reventardepena.Entróquedamenteenel jardín, cortó una flor de cada uno de losarriatesdesushermanasy,enviandoalpalaciomil besos con la punta de los dedos, seremontóatravésdelasaguasazules.

El sol no había salido aún cuando llegó alpalacio del príncipe y se aventuró por lamagníficaescalerademármol.La lunabrillabacon una claridadmaravillosa. La sirena ingirió

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el ardiente y acre filtro y sintió como si unaespada de doble filo le atravesara todo elcuerpo;cayódesmayadayquedótendidaenelsuelocomomuerta.Al salirel solvolvióensí;el dolor era intensísimo, pero ante sí tenía alhermosoy jovenpríncipe, con losnegrosojosclavadosenella.Lasirenabajó lossuyosyvioque su cola de pez había desaparecido,sustituida por dos preciosas y blanquísimaspiernas, las más lindas que pueda tener unamuchacha; pero estaba completamentedesnuda, por lo que se envolvió en su larga yabundante cabellera. Le preguntó el príncipequiéneraycómohabíallegadohastaallí,yellalemiródulceytristementeconsusojosazules,puesnopodíahablar.Entonceslatomóéldelamanoylacondujoalinteriordelpalacio.Comoyalehabíaadvertidolabruja,acadapasoquedaba era como si anduviera sobre agudospunzones y afilados cuchillos, pero lo soportósin una queja. De la mano del príncipe subíaligera como una burbuja de aire, y tanto élcomo todos los presentes se maravillaban desuandargraciosoycimbreante.

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Le dieron vestidos preciosos de seda ymuselina;eralamáshermosadepalacio,peroera muda, no podía hablar ni cantar. Bellasesclavasvestidasdesedayoroseadelantarona cantar ante el hijo del Rey y sus augustospadres;unadeellascantómejorquetodaslasdemás, y fue recompensada con el aplauso yunasonrisadelpríncipe.Entristecióseentoncesla sirena, pues sabía que ella habría cantadomásmelodiosamente aún. «¡Oh!—pensó— siélsupieraqueporestarasuladosacrifiquémivozparatodalaeternidad».

A continuación las esclavas bailaronprimorosas danzas, al son de una músicaincomparable,yentonceslasirena,alzandoloshermosos y blanquísimos brazos eincorporándosesobrelaspuntasdelospies,sepuso a bailar conun arte y unabelleza jamásvistos; cada movimiento destacaba más suhermosura,ysusojoshablabanalcorazónmáselocuentementequeelcantodelasesclavas.

Todos quedaron maravillados, especialmenteelpríncipe,quelallamósupequeñaexpósita;yella siguió bailando, a pesar de que cada vezque su pie tocaba el suelo creía pisar un

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agudísimocuchillo.Dijoelpríncipequequeríatenerla siempre a su lado, y la autorizó adormir delante de la puerta de su habitación,sobrealmohadonesdeterciopelo.

Mandó que le hicieran un traje de amazonaparaquepudieseacompañarloacaballo.Yasícabalgaron por los fragantes bosques, cuyasverdes ramas acariciaban sus hombros,mientras los pajarillos cantaban entre lastiernas hojas. Subió con el príncipe a lasmontañas más altas, y, aunque sus delicadospiessangrabanylosdemásloveían,ellaseguíaa su señor sonriendo, hasta que pudieroncontemplar lasnubesasuspies,semejantesauna bandada de aves camino de tierrasextrañas.

En palacio, cuando, por la noche, todo elmundo dormía, ella salía a la escalera demármolabañarse lospiesenelaguademar,paraaliviar sudolor; entoncespensabaen lossuyos, a los que había dejado en lasprofundidadesdelocéano.

Una noche se presentaron sus hermanas,cogidas del brazo, cantando tristemente,mecidas por las olas. Ella les hizo señas y,

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reconociéndola,lassirenasseleacercaronylecontaron la pena que les había causado sudesaparición.Desdeentonceslavisitarontodaslasnoches,yunavezvioalolejosinclusoasuancianaabuela—quellevabamuchosañossinsubir a la superficie—y al reydelmar, con lacorona en la cabeza. Ambos le tendieron losbrazos, pero sin atreverse a acercarse a tierracomolashermanas.

Cada día aumentaba el afecto que por ellasentía el príncipe, quien la quería como sepuede querer a una niña buena y cariñosa;pero nunca le había pasado por la mente laidea de hacerla reina; y, sin embargo,necesitaballegarasersuesposa,puesdeotromodonorecibiríaunalmainmortal,ylamismamañanade labodadelpríncipe se convertiríaenespumadelmar.

—¿No me amas por encima de todos losdemás?—parecíandecirlosojosdelapequeñasirena, cuando él la cogía en sus brazos y lebesabalahermosafrente.

—Sí, te quiero más que a todos —respondíaél—,porqueereslaquetienemejorcorazón,lamás adicta a mí, y porque te pareces a una

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muchachaaquienviunavez,peroque jamásvolveré a ver. Navegaba yo en un barco quenaufragó, y las olas me arrojaron a la orillacerca de un santuario, en el que variasdoncellascuidabandelculto.Lamásjovenmeencontróymesalvólavida,yolavisolamentedosveces;eralaúnicaaquienyopodríaamaren estemundo, pero tú te le pareces, tú casidestierras su imagen de mi alma; ella estáconsagrada al templo, y por eso mi buenasuerte te ha enviado a ti. Jamás nossepararemos.

«¡Ay, no sabeque le salvé la vida!—pensó lasirena—.Lollevésobreelmarhastaelbosquedonde se levantael templo, y, disimuladaporla espuma, estuve espiando si llegaban sereshumanos. Vi a la linda muchacha, a quien élquiere más que a mí». Y exhaló un profundosuspiro, pues llorar no podía. «La doncellapertenece al templo, hadicho, y nunca saldráal mundo; no volverán a encontrarse pues,mientrasqueyoestoya su lado, lo veo todoslosdías.Locuidaré, loquerré, lesacrificarémivida».

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Sin embargo, el príncipe debía casarse, y,segúnrumores,leestabadestinadaporesposalahermosahijadel reydelpaísvecino.Aestefin,armaronunbarcomagnífico.Sedecíaqueelpríncipeibaapartirparavisitarlastierrasdeaquelpaís;peroenrealidaderaparaconocerala princesa su hija, y por eso debíaacompañarlounnumerososéquito.Lasirenitameneaba,sonriendo, lacabeza;conocíamejorquenadielospensamientosdesuseñor.

—¡Debopartir!—lehabíadichoél—.Debovera labellaprincesa,mispadres lo exigen,peronomeobligaránatomarlapornovia.Nopuedoamarla, pues no se parece a la hermosadoncelladel temploqueescomotú.Siundíadebieraelegiryonovia,éstaseríastú,mimudaexpósita de elocuente mirada—. La besó losrojos labios,y, jugandoconsu largacabellera,apoyólacabezasobresucorazón,quesoñabaenlafelicidadhumanayenelalmainmortal.

—¿No te da miedo el mar, mi pequeñinamuda?—ledijocuandoyasehallabanabordodelnavíoquedebíaconducirlosalvecinoreino.Ylehablódelatempestadydelacalma,delosextraños peces que pueblan los fondos

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marinos y de lo que ven en ellos los buzos; yellasonreíaescuchándolo,puesestabamuchomejorenteradaqueotrocualquierade loquehayenelfondodelmar.

Una noche de clara luna, cuando todosdormían, excepto el timonel, que permanecíaensupuesto,sentóseellaenlabordayclavólamirada en el fondo de las aguas límpidas. Lepareció que distinguía el palacio de su padre.Arribaestabasuancianaabuelacon lacoronadeplataenlacabeza,mirandoasuvezlaquilladel barco a través de la rápida corriente. Lashermanas subieron a la superficie y sequedaron también mirándola tristemente,agitandolasblancasmanos.Ellaleshacíaseñassonriente,yqueríaexplicarlesqueestababien,queera feliz,pero seacercóel grumete, y lassirenassesumergieron,porloqueélcreyóqueaquellacosablancaquehabíavistonoerasinoespumadelmar.

A la mañana siguiente el barco entró en elpuertodelacapitaldelpaísvecino.

Repicaban todas las campanas, y desde lasaltas torres llegaba el son de las trompetas,mientras las tropas aparecían formadas con

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banderas ondeantes y refulgentes bayonetas.Los festejos se sucedían sin interrupción, conbailes y reuniones; mas la princesa no habíallegadoaún.Segúnsedecía,lahabíaneducadoen un lejano templo, donde había aprendidotodas las virtudes propias de su condición. Alfinllegóalaciudad.

La sirenita estaba impaciente por ver suhermosura, y hubo de confesarse que nuncahabía visto un ser tan perfecto. Tenía la pieltersa y purísima, y detrás de las largas yoscuras pestañas sonreían unos ojosazuloscuro,dedulceexpresión.

—Eres tú—dijo el príncipe— la queme salvócuandoyoyacíacomouncadáverenlacosta—. Y estrechó en sus brazos a su ruborosaprometida. —¡Ah, qué feliz soy! —añadiódirigiéndose a la sirena—. Se ha cumplido elmayor de mis deseos. Tú te alegrarás de midicha,puesmequieresmásquetodos.

La sirena le besó la mano y sintió como si leestallara el corazón. El día de la bodasignificaría su muerte y su transformación enespuma.

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Fueron echadas al vuelo las campanas de lasiglesias; los heraldos recorrieron las callespregonando la fausta nueva. En todos losaltaresardíaaceiteperfumadoenlámparasdeplata. Los sacerdotes agitaban los incensarios,y los novios, dándose la mano, recibieron labendición del obispo. La sirenita, vestida deseda y oro, sostenía la cola de la desposada;perosusoídosnopercibíanlamúsicasolemne,ni sus ojos seguían el santo rito. Pensabasolamenteensupróximamuerteyen todo loquehabíaperdidoenestemundo.

Aquellamisma tarde losnovios se trasladarona bordo entre el tronar de los cañones y elondeardelasbanderas.Enelcentrodelbuquehabían erigido una soberbia tienda de oro ypúrpura, provista de bellísimos almohadones;enelladormiríalafelizparejadurantelanochefrescaytranquila.

Elvientohinchó lasvelas,y lanavesedeslizó,raudaysuave,porelmarinmenso.

Al oscurecer encendieron lámparas y losmarinerosbailaronalegresdanzasencubierta.La sirenita recordó su primera salida delmar,en la que había presenciado aquella misma

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magnificenciayalegría,yentrandoenladanza,voló como vuela la golondrina perseguida, ytodos los circunstantes expresaron suadmiración; nunca había bailado tanexquisitamente. Parecía como si aceradoscuchillosletraspasaranlosdelicadospies,peroellanolossentía;másacerboeraeldolorquele hendía el corazón. Sabía que era la últimanoche que veía a aquél por quien habíaabandonado familia y patria, sacrificado suhermosa voz y sufrido día tras día tormentossinfin,sinqueéltuviera lamáslevesospechade su sacrificio. Era la última noche querespiraba el mismo aire que él, y que veía elmarprofundoyelcielocuajadodeestrellas.Laesperaba una noche eterna sin pensamientosni sueños, pues no tenía alma ni la tendríajamás. Todo fue regocijo y contento a bordohastamuchodespuésdemedianoche,yellaríoy bailó con el corazón lleno de pensamientosde muerte. El príncipe besó a su hermosanovia, y ella acarició el negro cabello de sumarido y, cogidos del brazo, se retiraron losdosadescansarenlapreciosatienda.

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Sehizolacalmayelsilencioenelbarco;sóloeltimonel seguía en su puesto. La sirenita,apoyados los blancos brazos en la borda,mantenía lamirada fija enOriente, en esperadelaaurora;sabíaqueelprimerrayodesollamataría. Entonces vio a sus hermanas queemergían de las aguas, pálidas como ella; suslargasyhermosascabellerasno flotabanyaalviento;selashabíancortado.

—Lashemosdadoa labrujaacambiodequenos deje acudir en tu auxilio, para que nomuerasestanoche.Nosdiouncuchillo,ahí lotienes.¡Miraquéafiladoes!Antesdequesalgaelsoldebesclavarloenelcorazóndelpríncipe,y cuando su sangre caliente salpique tus pies,volverá a crecerte la cola de pez y serás denuevo una sirena, podrás saltar almar y vivirtus trescientos años antes de convertirte ensalada ymuerta espuma. ¡Apresúrate! Él o túdebéismorirantesdequesalgaelsol.Nuestraanciana abuela está tan triste, que se le hacaídolablancacabellera,delmismomodoquenosotras hemos perdido la nuestra bajo lastijeras de la bruja. ¡Mata al príncipe y vuelveconnosotras!Dateprisa,¿novesaquellasfajas

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rojas en el cielo? Dentro de breves minutosapareceráel sol ymorirás—.Y, conunhondosuspiro,sehundieronenlasolas.

La sirenita descorrió el tapiz púrpura quecerraba la tienda y vio a la bella desposadadormidaconlacabezareclinadasobreelpechodelpríncipe.Seinclinó,besólahermosafrentedesuamado,miróalcielodondelucíacadavezmás intensamente la aurora, miró luego elafilado cuchillo y volvió a fijar los ojos en supríncipe, que en sueños, pronunciaba elnombre de su esposa; sólo ella ocupaba supensamiento. La sirena levantóel cuchillo conmanotemblorosa,yloarrojóalasolasconungesto violento. En el punto donde fue a caerpareció como si gotas de sangre brotaran delagua. Nuevamente miró a su amado condesmayados ojos y, arrojándose almar, sintiócómosucuerposedisolvíaenespuma.

Asomó el sol en el horizonte; sus rayos seproyectaron suaves y tibios sobre aquellaespuma fría, y la sirenita se sintió libre de lamuerte;veíaelsolreluciente,yporencimadeellaflotabancentenaresdetransparentesseresbellísimos;asutravéspodíadivisarlasblancas

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velasdelbarcoy lasrojasnubesquesurcabanel firmamento. El lenguaje de aquellos seresera melodioso, y tan espiritual, que ningúnoído humano podía oírlo, ni ningún humanoojoveraquienes lohablaban; sinmoverse sesostenían en el aire, gracias a su ligereza. Lapequeña sirena vio que, como ellos, tenía uncuerpo,queseelevabagradualmentedelsenodelaespuma.

—¿Adónde voy?—preguntó; y su voz resonócomo la de aquellas criaturas, tanmelodiosa,que ninguna música terrena habría podidoreproducirla.

—A reunirte con las hijas del aire —respondieronlasotras—.Lasirenanotieneunalmainmortal,nipuedeadquirirlasinoespormediacióndel amordeunhombre; su eternodestinodependedeunpoderajeno.Tampocotienen alma inmortal las hijas del aire, peropueden ganarse una con sus buenas obras.Nosotras volamos hacia las tierras cálidas,donde el aire bochornoso y pestífero mata alos seres humanos; nosotras les procuramosfrescor. Esparcimos el aroma de las flores yenviamos alivio y curación. Cuando hemos

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laborado por espacio de trescientos años,esforzándonosporhacer todoel bienposible,nosesconcedidaunalmainmortalyentramosa participar de la felicidad eterna queha sidoconcedidaaloshumanos.Tú,pobrecillasirena,te has esforzado con todo tu corazón, comonosotras;hassufrido,ysufridoconpaciencia,yte has elevado al mundo de los espíritus delaire: ahora puedes procurarte un almainmortal, a fuerza de buenas obras, durantetrescientosaños.

La sirenita levantó hacia el sol sus brazostransfigurados,yporprimeravezsintióquelaslágrimas asomaban a sus ojos. A bordo delbuquereinabanuevamenteelbullicioylavida;lasirenavioalpríncipeyasubellaesposaquela buscaban, escudriñando con melancólicamirada la burbujeante espuma, como sisupieran que se había arrojado a las olas.Invisible, besó a la novia en la frente y,enviando una sonrisa al príncipe, elevóse conlos demás espíritus del aire a las regionesetéreas,entrelasrosadasnubes,quesurcabanelcielo.

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—Dentro de trescientos años nosremontaremosdeestemodoalreinodeDios.

—Podemos llegar a él antes—susurróunadesus compañeras—. Entramos volando,invisibles, en las moradas de los humanosdonde hay niños, y por cada día queencontramos a uno bueno, que sea la alegríade sus padres ymerecedor de su cariño,Diosabrevia nuestro período de prueba. El niñoignoracuándoentramosensucuarto,ysinoscausa gozo y nos hace sonreír, nos esdescontado un año de los trescientos; pero sidamos con un chiquillo malo y travieso,tenemosqueverter lágrimasdetristeza,yporcada lágrima se nos aumenta en un día eltiempodeprueba.

FIN

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