¡La suert e · Y como recuerdo de su paso por allí, ex-pulsa una sustancia viscosa y marrón que...
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¡La suert eestá echada!
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Título original: Merlin Zinzin, Le sort s’acharne!
© Flammarion, 201087, quai Panhard et Levassor5647 Paris Cedex 13 /France
© Ed. cast.: edebé, 2011Paseo de San Juan Bosco 6208017 Barcelonawww.edebe.com
Dirección editorial: Reina DuarteEditora: Elena Valencia© Traducción del francés: Anna Juan Cantavella
Primera edición, octubre 2011
ISBN 978-84-683-0007-8Depósito Legal: B. 23975-2011Impreso en España
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográfi cos) si necesita fotocopiar o esca-near algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).
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¡La suert eestá echada!
Marc Canti nIlu STRaciones de Sta n & Vince
edebé
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Merlín pone un pie con desgana sobre la mesa redon-
da alrededor de la que están reunidos sus amigos. Le
encanta hacer eso, porque cree que le da un pequeño
aire de superioridad.
—La mejor arma es la magia —afi rma—. Todo el
mundo lo sabe, incluso los caballeros.
Lanzarote se estira, aprieta la mandíbula y
frunce el ceño. Pone sus manos sobre
la mesa y se levanta.
—Me disgusta contra-
riarte —replica—, pero
la única arma digna de
ese nombre es la espada.
CAPÍTULO 1
Duelo, caca y magiA
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—¡Ja, ja, ja, ja! —se burla Merlín—. No sabes lo que
dices. ¡Con mis hechizos, puedo fundir tu acero!
—¡Y con mi metal, soy capaz de golpear a todo aquel
que lleve un sombrero puntiagudo, ejemplar de cerebro
paralizado!
—¡Repite eso, especie de perdonavidas de mosquitos
muertos!
—¿Crees que me asustas con tu magia de feria?
—¿Y tú? ¿Esperas impresionarme con tu espada mon-
dadientes?
—¡Grrrrrrr! —se enrabia Lanzarote—. ¡No me dejas
otra opción que la de retarte!
—¡Con mucho gusto, caballero de corral!
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Arturo quiere intervenir: combatir en duelo entre ami-
gos es ridículo.
—¡Parad! —dice—. No vais a…
Pero su intento queda interrumpido por el batir de
unas alas. Una paloma sobrevuela los matorrales que ro-
dean el escondite de los niños. ¡Se posa sobre la corona
del joven rey, justo en el centro!
—¡Rrrrruuu! ¡Rrruuu! —arrulla el pájaro como si in-
tentase aclararse la voz—. Aquí va un mensaje del hada
Morgana para su hija Viviana. ¡Rrruuu!
—¡Sal de ahí, asqueroso animal! —se enfada Arturo.
—¡No te muevas! —le ordena Viviana—. Mi madre
ha hechizado a esta paloma.
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—¡Rrrruuu! —retoma el animal—. Mi querida niña
a la que quiero tanto, voy a ponerme en marcha para ir
a verte. ¡Rrrruuu! Iré en cuanto acabe de liberar a un
grupo de elfos de las garras de un ogro negro. ¡Tengo
tantas ganas de abrazarte! ¡Rrrruuu! Tu mamá, que te
quiere… ¡Mua! ¡Mua!
El hechizo llega a su fi n y el pájaro vuelve en sí. Abre
los ojos como platos y acompaña sus arrullos con pe-
queñas sacudidas de cabeza, como cualquier otra palo-
ma, sin ningún signo particular de inteligencia.
—¡Rrruuu! ¡Rrruuu! —repite todavía una vez, antes
de alzar el vuelo.
¡Tengo tantasganas
de abrazarte!
¡Rrruuu!
¡Mua! ¡Mua!
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Y como recuerdo de su paso por allí, ex-
pulsa una sustancia viscosa y marrón que
aterriza con relativa buena fi jación sobre la
frente de Arturo.
—¡Aahhh! —grita este.
—Me han dicho que es muy bueno para el
cutis —comenta Ginebra.
Ese comentario no tranquiliza a Arturo. Al contrario,
queda preso de un repentino deseo de atribuir toda clase
de califi cativos, poco elogiosos, a la madre de Viviana.
—¿Cómo se puede ser tan estúpido como para dejar
que una paloma transmita tus mensajes? Tu madre es
verdaderamente…
—Cuidado con lo que vas a decir —le previene la
joven hada, sacando su varita—. Puedo convertirte en
algo mucho peor que esa caca en tu frente.
Arturo se concede unos segundos de refl exión, antes
de acabar su frase:
—… verdaderamente muy original.
Ajusta bien su corona para recuperar un poco de dig-
nidad, tanta como le es posible con ese excremento de
pájaro en la frente.
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—¡Van a batirse! —exclama entonces Ginebra.
Aprovechando la distracción causada por el paso de
la paloma viajera, Lanzarote y Merlín han reanudado
su disputa. Espalda contra espalda y después de los diez
pasos reglamentarios, se giran y desenvainan: uno, su
espada; el otro, saca la mano de su manga. Este duelo
no disgusta a Ginebra, que ama por encima de todo ver
a su caballero preferido en acción.
—¡Vamos, Lanzarote! —lo anima saltando y dando
palmas.
Desgraciadamente para ella, a diez pasos de distancia,
un hechizo, incluso si este es formulado por Merlín, es mu-
cho más efi caz que una espada.
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—Excalibur Encantoum transformus y contraurus
—pronuncia el joven hechicero con convicción—.
¡Gigantoum, colosum y fenómenum!
Una lluvia estrellada desciende rápidamente sobre Lan-
zarote.
—¡Ja! ¡Ja! —se alegra Merlín—. ¡Tu espada va a transfor-
marse en algo tan gigantesco que no podrás ni sostenerla!
¡Desgraciadamente, la espada no cambia de forma, al
contrario que su propietario, al que empiezan a crecer-
le los músculos!
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