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LA VIDA EN MÉXICO (I8I2-I9IO) Noticias, crónicas y consideraciones varias del acontecer en la ciudad de México Prólogo y selección Blanca Estela Treviño MÉXICO 'TUS 2«»1«» JI Instituto Nacional de UCONACULTA • Bellas Artes

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LA VIDA EN MÉXICO(I8I2-I9IO)

Noticias, crónicas y consideraciones variasdel acontecer en la ciudad de México

Prólogo y selecciónBlanca Estela Treviño

MÉXICO 'TUS2«»1«» JIInstitutoNacional de UCONACULTA

• Bellas Artes

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Esta publicación forma parte de las actividades que el Gobierno Federal organiza en con-memoración del Bicentenario del inicio del movimiento de Independencia Nacional y delCentenario del inicio de la Revolución Mexicana.

Coordinación editorialCoordinación Nacional de Literatura I INBAGerardo de la CruzDiseño de la colección: Coordinación de Publicaciones I INBAFormación y diseño de portada: Gregorio CervantesIlustración de portada: "Gran fandango" (detalle), José Guadalupe PosadaCorrección de estilo: Iliana Vargas y Estela Reséndiz

La vida en México (IBI2-I9IO).

Noticias, crónicas y consideraciones varias del acontecer en la ciudad de México© Prólogo y selección: Blanca Estela TreviñoPrimera edición: 2010

D. R. © Instituto Nacional de Bellas ArtesReforma y Campo Marte sinCol. Chapultepec PolancoDel. Miguel Hidalgo,11560, México, D.F.

D. R. © Universidad Autónoma de Nuevo LeónDirección de PublicacionesAlfonso Reyes 4000 norte, 64440,Monterrey, N.L., MéxicoTel. (00-52) (81) 8329-4111www.uanl.mx

D. R. © Editorial Jus, S. A. de C. V.Donceles 66, Centro Histórico,06010 México, D. F.

ISBN: 978-607-605-003-3ISBN (COLECCIÓN): 978-607-762-298-7

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta?bra, p?~ cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamientoinformático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito del InstitutoNacional de Bellas Artes.

Impreso y hecho en México I Printed and made in Mexico

PRÓLOGO

La ciudad de México fue el principal escenario donde sedirimieron las acciones decisivas de la vida política y socialde la naciente república mexicana durante el siglo XIX.Desde la gesta de Independencia, en 1810, hasta laRevolución maderista de 1910, la "Ciudad de los Palacios"-así llamada por el barón Alexander von Humboldt=- seconvirtió en el espacio protagónico del quehacer político yen ella germinaron los programas ideológicos encaminadosa construir una nación.

Debido a las contingencias históricas y a las experienciasque vivieron cada uno de los estados del país, la prensaadquirió un papel prominente en la contienda entre libera-les y conservadores, y por lo mismo un carácter de combatepolítico. No obstante, ya desde la Independencia las publi-caciones periódicas dedicaban algunas páginas a la prácticaliteraria, propiciando de ese modo el nacimiento de la figu-ra del escritor-periodista que prevalecerá hasta el Porfiriato.Esa figura admirable, a ratos sublime, asumiría paulatina-mente una función distinta a la que se le adjudicó en losaños de la Reforma y la República Restaurada.

En este punto conviene destacar el estrecho vínculo quese dio entre los quehaceres del periodismo y la literaturaentonces, Rorque la historia del periodismo del siglo XIX fuetambién, sin exageración alguna, la historia de las letras

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nacionales. Basta recordar los numerosos diarios y revistas~e ClrCUabañ por todo el territorio nacional para avalaresta afirmación. En las páginas de aquellos periódicos eranconstantes, cuando no abundantes, las abigarradas y ague-rridas colaboraciones de los escritores del momento. La líri-ca, la narrativa y el teatro convivían con el alegato [urfdico,el artículo de opinión y el editorial político, una relaciónsimbiótica que permitió, a su vez, el trato cotidiano e laliteratura con la vida pública, y la del hombre de letra; conel lector común. Estos vínculos constituyeron, para lasnaciones americanas recién emancipadas, una unidad nece-saria, porque ese era un ráct" ea racionalizadora -y

torizada- del proyecto de consolidación del Estado.Desde esta perspectiva, podemos entender el pensamiento yla acción de varias generaciones de escritores que ejercían elperiodismo como una tarea civilizadora en favor de la liber-tad, la educación y la cultura nacionales.

Con La vida en México se intenta brindar un panoramadel acontecer en la capital del país en aquel siglo de estragoy esperanza. La gran metrópoli en su devenir histórico y ensus órdenes más diversos, interpretada a través de un con-junto de artículos de costumbres y crónicas -ese génerohíbrido, a caballo entre la Historia y la Literatura conmayúsculas, pero también entre el periodismo y la urgencialiteraria- plasmados por la pluma de notables hombres deletras que se asumieron, en consecuencia, como "cronistasnecesarios" .

Testigos de lo inmediato y observadores privilegiados delacontecer cotidiano, se transformaron en cartógrafos ernoti-vos de la ciudad, y haciendo gala de sus facultades literarias

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PRÓLOGO

y un particular temperamento, se abocaron a la tarea de regis-trar cuanto sucedía en el espacio urbano. Sus apasionadostestimonios nos han legado buena parte de la memoria denuestro pasado.

Dos textos bien distintos, pero estrechamente vincula-dos, conforman el proemio a este viaje por el siglo XIX. Elprimero es una especie de "crónica en verso" escrita porJosé Joaquín Fernández de Lizardi -nuestro primer autornovohispano convertido en mexicano- hacia el año de1812. Este poema es una invitación, una suerte de consejosque Lizardi ofrece una vez convertido en "guía de foraste-ros". En el texto sugiere a Fabio, virtual visitante de laadmirada ciudad de México, que atienda sus recomendacio-nes, pues la ciudad que Bernardo de Balbuena alabara siglosatrás en Grandeza Mexicana, no es la misma que porrnenori-zadamente describe el Pensador en tono jocoso. El rostrourbano que Lizardi nos presenta es el de los albores de laIndependencia, habitado por muy diversos grupos socialesque exhiben su pobreza y sus vicios, y esgrimen sus mañaspara sobrevivir:

Si se te ofrece pedir,líbrate de los tacaños,que en la Pila Seca vivenpor no darle ni agua a un gato.[...]En Tumbaburros habitaninfinidad de borrachosy te advierto que los haymuy decentes y planchados.

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A través del inventario que ofrece de la topografía urbana,satiriza los nombres de las calles y la dependencia estrechaque guardan con el comportamiento de sus habitantes:

Si buscares jugadores(se entiende, que estén ganando),regularmente en la calledel Monte Alegre hallaraslos.Los jugadores perdidosque se han quedado arrancados,en la de la Machincuepaviven, y de éstos hay varios.

Los pormenores de los primeros años de vida independien-te, imperiosamente imperiales -y segunda parte del proe-mio- los ofrece Carlos María de Bustamante, oficiosopolítico y periodista, quien con un notable sentido históricoconsignó en su Diario -que es el diario de la vida públicade México- cuanta cosa juzgó de interés. A pesar de suprocedencia íntima, congruente con su labor pública comoperiodista, la detallada relación de su día es la crónica de loocurrido no sólo en la ciudad, sino en el país:

En las elecciones populares de hoy de electores de Parroquiapara formar el nuevo Ayuntamiento se ha conocido el espíri-tu público. Ha sido necesario que los alguaciles se entren enlas casas para sacar de ellas con violencia a los ciudadanospara que vayan a votar. En la plazuela de Santo Domingo,que es uno de los lugares más públicos pertenecientes a laParroquia del Sagrario, sólo se presentaron siete a dar su

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sufragio. Cuatro se lo dieron al señor Negrete y tres al gene-ral Cartuchera. ¡Ah! Que la indignación de este pueblo ha lle-gado al más alto punto ... Éste es el más fiel barómetro pordonde este monarca adormecido conoce los males que ya tienesobre su cabeza... (Diario histórico de México, 22-XII-I822).

Éste es indudablemente el retrato de la ciudad de Méxicoque vio surgir el movimiento de Independencia y el efíme-ro imperio de Iturbide, al que seguirían décadas de inesta-bilidad política e invasiones extranjeras que llevarían a lanación mexicana a una permanente guerra civil, cuyas con-secuencias serían el desastre económico y la anarquía.

Muchos de los acontecimientos suscitados en aquellascircunstancias de inestabilidad y falta de definición política,son recogidos por la reflexión de tres extranjeros, ClaudioLinati, Florencio Galli y José María Heredia, quienes fun-daron en 1826 El Iris, considerado el primer periódico lite-rario de México. Además de registrar curiosidades de lavida cotidiana -que el lector podrá apreciar en el fragmen-to titulado "Variedades" - los editores de la publicación,como observadores atentos de la vida nacional, se permitenopinar sobre asuntos políticos presagiando lo que vendríaaños después con las once presidencias de Antonio López deSanta Anna:

Así como hay nada más eficaz, no hay nada más peligroso quela concentración del poder en un solo individuo. El hombrees siempre hombre en cualquiera de la vida en que se encuen-tre, y la ambición le acompaña hasta el sepulcro. ¿Quién,pues, sin desconocer la teoría del corazón humano puede

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asegurar que un jefe revestido de un poder ilimitado no abusede él para erigirse en árbitro del destino de sus semejantes?(L., El Iris, 14-V1-1826).

Fue en este periódico donde se reunieron las primeras sró-nicas de espectáculos, primeros atisbas del género, ya que adecir de Huberto Batis, "la tarea del cronista quedó fijadacomo edificadora del público, para que apreciara el buenteatro y la buena música" y, en efecto, en el despuntar dela crónica podemos constatar su vínculo con el teatro y otrasexpresiones artísticas.

No obstante, la crónica dedicada a los espectáculos secultivó en las revistas literarias de vida efímera que se publi-caron en la década del treinta (El Recreo de las familias,r838; EIMosaico mexicano, r836-r837), los cronistas de losperiódicos privilegiaron la información en torno a los asun-tos de carácter histórico y político que desmembraron a lafrágil nación con la pérdida de Texas en r836 y la interven-ción norteamericana en r 847:

Las últimas noticias que se han publicado en los periódicos deesta capital acerca de los recientes sucesos de Texas, han debi-do alarmar extraordinariamente a todos los mexicanos queestiman en algo el honor nacional, el crédito de la Repúblicay los intereses de ella. Nosotros que jamás hemos podido vercon indiferencia la suerte de la patria, no podemos menos queemitir nuestra opinión, sobre tan interesante materia, y desdeluego entraremos a tratar de ella con la franqueza que acos-tumbramos.

... Mas si el mal está tan adelantado que ya no tiene remedio;

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si la fatalidad nos ha reducido al grado de no podemos hacerrespetar de algunos delincuentes que se han refugiado ennuestro territorio, y que ahora se quieren hacer dueños de él;la prudencia, la política exigen que se tome otro camino (ElFénix de la libertad, 4-1-1834).

Además de todos los testimonios periodísticos en torno a lainvasión norteamericana, es sabido que antes y después dela entrada de los yankees en la capital, numerosos poemascallejeros y obras de teatro aparecen para oponerse a la inva-sión. Testigo fidedigno y cronista impecable de su momento,Guillermo Prieto recogió en Memorias de mis tiempos puntua-les crónicas sobre los días aciagos de la intervención nortea-mericana en la ciudad de México. Lo que el lector encontraráen estas páginas, son algunas escenas sombrías y conmovedo-ras descritas en varias cartas que Prieto afirmó haber recibi-do y que a su juicio "dan idea de aquella época de un modono considerado hasta ahora por ningún cronista":

Noche horrible la del 13; la ciudad estaba completamente aoscuras se escuchaban tiros en todas direcciones y reventaron,tres o cuatro bombas que difundieron el terror.

Al amanecer el 14, comenzaron a entrar las tropas, lasgentes aparecían en las azoteas y en las bocacalles, curiosas,amenazadoras y rugientes .... Llovían piedras y ladrillazos de las azoteas, los léperos ani-maban a los que se les acercaban, en las bocacalles provocabany atraían a los soldados que se dispersaban. Aquellos negros, aque-llos ebrios que gritaban y se lanzaban como fieras sobre mujeresy niños matándolos, arrastrándolos; ¡aquello era horrible!

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Se calculan en quince mil hombres los que sin armas, de-sordenados y frenéticos, se lanzaron contra los invasores, querealmente como que tomaban posesión de un aduar de salvajes.

Por todas partes heridos y muertos, donde quiera riñassangrientas, castigos espantosos.

A pesar de que la década del cuarenta estuvo determinada poreste acontecimiento, en el que se perdió uno de los territoriosmás prósperos del país, para los liberales de la primera gene-ración era urgente construir la imagen de una nación queresultaba desconocida para la mayoría de sus habitantes debi-do a su extensión y a la falta de comunicaciones. A esto sededicaron incansablemente Guillermo Prieto y ManuelPayno, quienes fundaron y redactaron un conjunto de revis-tas de literatura y ciencia donde la crónica los cuadros decostumbres tuvieron un papel esencial: la creación e lazosculturales y la c~.hesión política de un país desmembradoporrevueltas y guerras intestinas. Es por ese motivo que en laspublicaciones periódicas de la época, la descripción de laarquitectura, las bellezas naturales, las festividades religiosas,la comida, las estampas de lugares, la provincia, los monu-mentos, los alrededores de México, la variedad de climas; obien, la crítica de teatro, de literatura, los escritores y lasobras del momento, ocuparon un lugar preponderante.

En esos -os en estrecho azos entre el cuadrode costumbres y la cróni de.enorme tradición en la litera-tura mexicana.' Tanto un género como el otro -nacidos en---1 ~~a el lector interesado, en el prólogo a Kinetoscopio. Las crónicas de Ángel de CampoMicros, en El Universal (1896), abordo con mayor amplitud el tema.

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PRÓLOGO

Europa a principios del siglo XIX- basan su escritura sobreuna epistemología clásica que procede cíela tradición delempirismo inglés y de las ideas estéticas del neoclasicismo:ver el arte como una representación de la naturaleza. La capa-cidad de observación se torna, entonces, facultad primordialpara aprehender el mundo; es el ejercicio de esta facultad laque los conduce también a emprender un análisis cuasi cien-tífico de la sociedad, cuyo modelo es la Anatomía de Cuvier.

Guiados.por los principios del empirismo de la medici-na comparatista, así como por la fotografía y la pintura, losescritores costumbristas se dan a la tarea d~ recuperar;mediante imágenes trazadas con palabras, la vidacre-¡;' ciu-dad y-los seres que la habitan.Tís en los periódicos ingl~esy franceses don e se publican estos artíc costumbristasconocidos co Qgi So . " . . Iogías. -diceWalter Benjamin- el género de la vid de ciudad. Nohu o figura de la vida parisina que no perfilase el fisiólo-go" .2 Impulsados por la prensa periódica europea, estosartículos de costumbres presentaban un análisis de tiposesencialmente urbanos, al mismo tiempo que satisfacían losgustos e intereses de un público lector heterogéneo. Surgeasí la saga de las fisiologías dedicadas primero a los tipos dela vida parisina, y luego las fisiología s de la ciudad que tantarepercusión tuvieron en la literatura española, y posterior-mente en la literatura costumbrista mexicana. Así, en 1855apareció en México Los mexicanos pintados por sí mismos,donde los escritores Ignacio Ramírez, Juan de Dios Arias,

~!~ter Benjamín, Iluminaciones II: Baudelaire. Un poeta en el esplendor del capitalismo,id, Taurus, 1972, p. 49.

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José María Rivera, Pantaleón Tovar, Niceto de Zamacois eHilarión Frías y Soto nos describían los tipos nacionales demediados de la centuria.

Sin embargo, la ctura de los cuadros de costumbresnacionales se relacionan, pr~cipalmente con l;¡ect~a de lasEscenas matritenses de Ramón de Me;on~ro Romanos y la delos Artículos de Mariano José de Larra. Las obras de estosautores españoles dejaron en la pluma de los escritores mexi-canos lecciones que pusieron en práctica adecuadamente paracrear una literatura propia. Del Curioso Parlante, como se hizollamar el primero, heredaron el afán de "escribir para todosen estilo llano, sin afectación ni desaliño"· del segundo, ,Fígaro, el propósito de crear "una literatura hija de la expe-riencia y de la historia, y faro, por tanto, del porvenir, estu-diosa analizador a, filosófica, profunda, pensándolo todo, enprosa, en verso, al alcance de la multitud ignorante aún".

En 1845 Guillermo Prieto detalló, en su artículo"Literatura nacional. Cuadros de costumbres", la importan-cia y trascendencia del género:

Los cua~~s de costumbre on hijos legítimos del periodismo,cojno la empleomanía, de las revoluciones; mejor dicho, el.pri-mitivo pensamiento filosófico degeneró en una especie decomodín, para llenar las insaciables columnas de un perió-dico. De ahí nacieron esa multitud de artículos estrambóticos ,caracteres, tipos, reseñas y bosquejos: de ahí se criaron recursospara acallar las exigencias del cajista y del editor desinteresa-do y filántropo.

Los cuadros de costumbres en todos los países, ofrecendificultades, porque esas crónicas sociales, sujetas al análisis

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de todas las inteligencias, esos retratos vivos de la vidacomún, que pueden calificarse de una sola ojeada, comparán-dolos con los originales, requieren de sus autores, observaciónprolija y profunda del país en que escriben, tacto delicadopara presentar la verdad en su aspecto más risueño y seductor,y un juicio imparcial, enérgico y perspicaz, que los habilitepara ejercer con independencia Y tino la ardua magistraturade censor (Revista Científica y literaria de México, 1845)·

Para Prieto, el escritor será el cronista de costumbre yhechossocíales; susartículos refractan artísticamente la rea-lidad con el ánimo de que el lector reconozca aquellos defec-tos que el cronista destaca y los enmiende. Los cuadros decostumbres son.una.propuesta stéti _ animada por el deseode Tnflu; en la transformación de .la.sociedad.

Este mismo aliento y misión de reformador social que pro-fesó Prieto, animó el trabajo como articulista de costumbresde su gran amigo Manuel Payno, insigne escritor que se volcóa observar el comportamiento de la sociedad mexicana, y deaquel viaje a las fibras sociales más protegidas por su caráctercotidiano, se recobró un elemento de gran fuerza crítica: laironía. En sus afanes como escritor costumbrista, Payno quisopreservar tos valores históricos de la ciudad, sus monumentos,sus fastos, su identidad, pero al mismo tiempo aspiró a trans-formarla civilizarla a atenuar las manifestaciones de incivili-, ,dad, de mal gusto, de rezago, de desaseo, de insalubridad; poreso el cuadro de costu ~valente: pasa de la pintu-ra y recreación de los hábitos y los caracteres nacionales, a laexhibición punitiva de los vicios y malas conductas de lapoblación, culpables del atraso y desprestigio del país:

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Baratillo, según el Diccionario de la lengua española, es dimi-nutivo de barato, y también es el lugar donde se vendentrastos de poco precio. El mismo Diccionario dice que haybaratillo en Sevilla y Valencia, y yo sospecho que lo habrátambién en muchas otras partes de España, y me afirmo quede allende nos vino la dicha de poseer en México ese estable-cimiento, que por útil y benéfico lo han respetado los impe-riales, los federalistas, los centralistas, los escoceses, losyorkinos, los hombres, en fin, de todas las épocas, de todoscolores y de todos los partidos.. .. La mayor parte de los edificios públicos han sufrido susmutaciones, como todo lo del mundo, menos el Baratillo, quedesde que yo abrí los ojos, tiene las mismas facciones horri-bles y asquerosas que hoy.. .. Es muy curioso el Baratillo, principalmente los domingoscerca de la oración de la noche; pero le aconsejo al lector si esde frac, que no se atreva a pasar por él a esas horas, y se con-tente con la descripción imperfecta que he hecho de él, pues siquisiera cerciorarse de si he dicho mentira o verdad, le costaríaquizás el quedarse sin un faldón en la casaca, o sin el fundillodel pantalón. Esa reunión cotidiana de lo más vicioso de lasociedad para vender y traficar con las prendas robadas y lasropas de los muertos; ese hacinamiento de tablas podridas ynegruzcas; esos vagos medio desnudos con sus pañitos sucios enla mano y una multitud de prendas de ropa sobre el hombro;ese bullir eterno de compradores y vendedores del residuoasqueroso de la gran población de México, este lugar impregna-do de miasmas, ese Baratillo, en fin, es un letrero que dice a losextranjeros que lo miran: "los mexicanos eran antes estúpidos,y hoy son indolentes" (Yo, El Siglo diez y nueve, 27-11-1842).

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En 1850, al incursionar por vez primera como cronista enlas páginas de El Demócrata, Francisco Zarco se asumiócomo periodista, como escritor público que ejerce libremen-te su vocación liberal y republicana. Zarco se encargó decomentar los asuntos políticos, sociales y económicoshaciendo una aguda disección de la vida política:

Actualmente son tres los partidos políticos en que se dividela República: los republicanos, los conservadores y los santa-nistas. Trazar la historia tenebrosa que estos bandos han cau-sado y los diferentes aspectos con que han aparecido paradisputarse sucesivamente el poder, sería escribir la historiade nuestra patria con pormenores tan curiosos e interesantesque le darían la forma de la novela. No es éste nuestro inten-to; no queremos recordar hechos vergonzosos para todos yfunestos para la nación; no queremos tampoco emprender elestéril trabajo de pintar todas las fases, todos los cambios quehan sufrido los partidos y los varios sistemas que se hanesforzado en sostener. Vamos sólo a examinar el estadoactual de los partidos: tenemos derecho de inquirir imparcial-mente cuáles son sus tendencias, para calcular si alguno deellos puede hacer la felicidad de la nación, si el pueblo, enfin, puede dar crédito a sus programas y depositar su con-fianza en las notabilidades de partido (Fortún, El Demócrata,I4-1II-I850).

Asimismo Zarco se adentró en el periodismo de tono sar-, ..cástico la recreación de costumbres, la crónica de aconteci-,mientas, la reseña sobre lugares, el teatro y hasta la moda.Nace por esa vía Fortún, seudónimo que le permitía guardar

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cierta distancia de la seriedad y la solemnidad del periodismopolítico de entonces.' Y como Fortún declararía también:"Me ocuparé del estado de nuestra sociedad, de nuestrasnotabilidades, de nuestros grandes hombres, de nuestrasleyes, de nuestra libertad, de nuestros progresos, de nues-tros periódicos, de nuestra literatura, etcétera... todo enfin, dará materia para que a menudo llene yo las columnasdel Demácrata?"

A los cronistas del periodo de la Reforma (Prieto, Payno,Zarco, Cuéllar, Altamirano, Ramírez), el trabajo periodísti-co les permitiría trazar una relación entre los sucesos coti-dianos y el acontecer histórico. Para todos ellos la literatura

\ y la política tienen nexos fundamentales, "un parente~oI muy cercano" -dirá Zarco- porque "laJn~ 1gencia 'reinaen ambas actividades". De tal suerte que no hay motivo o

I t irad 1 -"asun o que escape a su rmra a; su puma pergenara artícu-los, crónicas, cuentos, teatro, cuadros de costumbres y todocuanto pueda ser escrito para nombrar y crear a la jovennación. En cierto sentido, señala Carlos Monsiváis, docu-mentan al país; mas no de la fría manera en que las cienciassociales podrían hacerlo, sino con tal arte "que a los nacio-

3 El empleo del seudónimo entre los escritores del siglo XIX, los disfrazaban en las pági-nas de las revistas y periódicos. Gómez de la Serna afirmaba que todos los escritores seplanteaban la querencia del seudónimo con un nombre supuesto que les debiese toda sugloria o toda su oscuridad. El seudónimo desprende al escritor de lo más pesado de él, locoloca enfrente de sí mismo como una invención más de su imaginación. El uso se debió,posiblemente, a que los escritores escribían en varios sitios a la vez y no era correcto pre-sentarse en público con el mismo nombre, es decir, con la misma ansia de fama o necesi-dad de comer. (Cfr. María del Carmen Ruiz Castañeda y Sergio Márquez Acevedo,Diccionario de seudónimos, anagramas, iniciales y otros alias.)4 Francisco Zarco, "Fortún, el primer artículo" en Obras completas, t. XVII, México,UNAM, pp. 18-19.

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PRÓLOGO

nales les dé gusto y les adule pormenores de comidas,paseos, festividades y conmociones políticas, personajesilustres o excéntricos, sobresaltos históricos e innovacionesde la moda".' Un escudriñamiento de la realidad nacionaladerezado con la gracia del estilo.

El estilo -ese reflejo del yo en la escritura- establece-rá una diferencia notable que introdujo el romanticismo enel costumbrismo del siglo XIX. Hacia el medio siglo, el cro-nista no será más el simple espectador que observa el entor-no, smo un sujeto con sus ro las razones y pasiones, decrÍflco paciente y piadoso se torna analista implacable yrei)e cte, deseoso de actuar. El costumbrismo románticoet'ñpieza a exhibir esa pasión crítica que caracteriza. a lamodernidad, como resultado de la cual se bren ante loshóm13res del siglo XIX las profundidades- de la historia :y eldevenir: c.

Los transeúntes en una ciudad son la imagen de los transeún-tes por el mundo. La vida no es más que una peregrinaciónque concluye cuando menos lo esperamos. Cada cual corre enpos de algo que no encuentra jamás; trabajo, estudio, pasio-nes, odios, agitación, esperanzas, y todo, ¿para qué? [Paracaer en la mitad del camino, olvidando lo pasado o ignorandoel porvenir!

Gloria, poder, riqueza, honores, celebridad, amor, fuegosfatuos que deslumbran y extravían. No se necesita tanto paratan rápido camino; no es menester tanto afán para saber vivir

~ Carlos Monsiváis, A ustedes les consta. Antología de la crónica en México, 2 a ed., México,ra, 2006, p. 16.

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y para saber morir. La vida no es más que el camino entre lacuna y la tumba. Transeúnte por este sendero, la humanidad,no puede variar su destino (La Ilustración mexicana, 1854).

Esto escribía el imprescindible Zarco en 1854, año en el queestalló la Revolución de Ayutla, la cual culminó con laGuerra de los Tres Años (1857-1860) y el enfrentamientoentre liberales y conservadores, que condujo al decreto delas Leyes de Reforma y la victoria de los liberales en 1861.Zarco fue en este periodo el cronista ejemplar que dejó enlas páginas de El Siglo diez y nueve las memorias delCongreso Constituyente.

El cambio de actitud narrativa y crítica que experimentóla crónica durante la Reforma, la apreciamos también en loscronistas de la República Restaurada (1867), quienes, al térmi-no de la intervención francesa y del Imperio de Maximilianotuvieron la necesidad de dar cuenta de los acontecimientoscotidianos de la ciudad de México como lo había hecho LuisG. Ortiz6 al publicar en El Siglo diez y nueve esas crónicas dela semana -a decir de Altamirano- "tan llenas de gracia y desentimiento, escritas con un estilo tan fácil, tan flexible, tanelegante"; o bien, aquéllas de José Tomás de Cuéllar en ElCorreo de México, dedicadas al espectáculo teatral en las queFacundo alababa los esfuerzos de los empresarios por presen-tar obras de calidad, y al público por asistir, al mismo tiempoque juzgaba, como buen reformador social, el comportamien-to de "esa turba de jóvenes maleducados e insustanciales que

6 Luis Gonzaga Ortiz (1825-1894), poeta y periodista, fue director del Diario Oficial ycolaborador de los periódicos El Renacimiento y El Nacional, autor de Poesías (1856), Ayesdel alma (I872), Detrás de una nube un ángel (1887), entre otros.

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PRÓLOGO

se llaman cócoras a sí mismos, y que no tienen más entreteni-miento que dar idea de sus malas costumbres y afectar supe-rioridad de cultura en un lugar que creen favorecer con su pre-sencia" (El Correo de México, 16-IX-1867).

Con el curso del siglo y la mercantilización del periodismo, lacrónica se aleja paulatinamente del artículo de costumbres, altomar como tema "algún acontecimiento de actualidad".Busca satisfacer la curiosidad y la avidez de novedad de unpúblico exigente y heterogéneo. Correspondió a IgnacioManuel Altamirano dotar al género de originalidad y hallaz-gos formales al publicar en El Renacimiento (1869) sus"Crónicas de la semana". Como bien observaría José LuisMartínez, "no son ya los artículos tradicionales, que sóloinforman o comentan, sino ás i ero rato: es la cró-. "mea, en su amanecer .

Conviene subrayar que el desarrollo de esta nueva mane-ra de hacer crónica fue posible debido a la pacificación pre-via del país, cimentada en la derrota del Imperio deMaximiliano, y a la Restauración de la República con laentrada de Juárez a la ciudad de México en julio de 1867.Esta circunstancia fue propicia para que los escritores pudie-ran ejercer la escritura de manera constante, pues contabancon el tiempo necesario para ello, así como para emprender lacreación de publicaciones más regulares. Asimismo, porquela paz que trajo consigo la restauración posibilitó el floreci-miento de la vida social que ofrecía el material más provecho-so Y pertinente, que fue del que se ocuparon Altamirano y susContemporáneos en las "revistas", "variedades" y en las cró-nicas de la semana: la celebración de las festividades cívicas

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y religiosas, la reseña de espectáculos; la educación; las esta-ciones y los climas de la ciudad; los malestares sociales; lasmodas, entre tantos otros asuntos que prodigaba la vidacotidiana de la ciudad. Apreciemos cómo, con la sensibili-dad y el lirismo que lo caracteriza, Altamirano se refiere alinvrerno:

Nada es más bello y más alegre que este tiempo en el risueñovalle escogido por los aztecas para colocar el trono de la señorade sus ciudades. Aquí el invierno no es ese anciano pálido y tré-mulo de Europa, que se envuelve silencioso en su capa de bru-mas glaciales, que se sienta fatigado y triste bajo los árbolescubiertos de escarcha, hundiendo su mirada sombría a través delas nieblas para contemplar las colinas desnudas, los ríos hela-dos, las blancas llanuras tan sólo atravesadas por los rengíferos,las montañas dibujándose en la opaca luz del horizonte encapo-tado, como fantasmas nocturnos, y las ciudades alzándose comovastos sepulcros cubiertos con una mortaja de nieve. No: enMéxico, la última estación del año nada tiene de común conaquella que siembra la muerte en los tristes paisajes del norte.Aquí, el invierno es un viejo alegre y sonrosado, de ojos picares-cos y de movimientos vigorosos, que juega, que ríe, que canta yque muere como Anacreonte, con una corona de rosas sobre suscabellos de plata (El Renacimiento, 2-1-1869).

o bien, cómo comenta uno de los males más extendidosdurante la Restauración:

El suicidio está a la orden del día, y justamente en la épocaen que no debieran reinar sino la oración y la penitencia.

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PRÓLOGO

En otros tiempos las gentes ayunaban en la Cuaresma y semaceraban las carnes, limitándose a eso su mortificación cor-poral. Hoy se matan.

Decididamente hay algo que amenaza trastornar el ordenmoral, y que es preciso combatir por todos los medios posi-bles. En los últimos días hemos podido observar un síntomatodavía más terrible de esta revolución desconsoladora. Lamanía del suicidio, que sólo había atacado a los individuos delsexo fuerte; ha penetrado también en el santuario de la debi-lidad y de la belleza, y allí se ha revelado de súbito, más atrozy más poderosa que antes (El Renacimiento, 27-II-1869).

En 1871, el propio Altamirano nos refiere los acuerdos a losque se sometió para escribir sus crónicas, "Revista de lasemana", previo "contrato firmado" con el editor del perió-dico El Siglo diez y nueve. En primer lugar, los textos debí-an tener una extensión determinada, por lo que debió evi-tar "oportunas digresiones y amplios razonamiento "; ensegundO lugar, debía tratar en ellas asuntos relacionados conel acontecer de la ciudad durante la semana que había trans-currido, motivo por el cual Altamirano tuvo que recorre lasprincipales calles de la ciudad, asistir a las funciones teatra-les, las fiestas, los actos civiles y a todo acto de importanciaque aconteciera en la capital.

Esta actividad incesante terminó por agotarlo; inclusollegó a considerar la escritura de la "Revista de la semana"Como una tarea monótona que le impedía cumplir con laprincipal condición del cronista, el ser ameno, esto es, con" 1e requisito necesario para no ahuyentar a los lectores". Sinembargo, esta actitud desfavorable hacia su oficio, no le

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impidió reconocer que el otro modelo de crónica era el queel joven Justo Sierra había iniciado con sus "Conversacionesdel domingo" en El Monitor republicano; o bien, la que elbarón Gustavo G. Gostkowski mantenía en su columna"Humoradas dominicales".

A medida que el tiempo transcurrió, la crónica se fuemodificando, se apartó de la Historia, dejó de hacer elrec~o pormenorizado de la actividad urbana y los escri-toréS-"penodIstas empezaron a concebir el oficio como .unmedio de subsistencia.

Hacia 1870, la ciudad de México comenzó el proceso deindustrialización y la división del trabajo material que condu-jo a la especialización, a la modernidad. Hondos cambios ytransformaciones sociales se dieron en el país con la llegadade Porfirio Díaz a la presidencia (1876) y durante su dilatadapermanencia en el poder. Hacia 1880 los ideólogos del régi-men decidieron que México debería de ingresar al conciertode la civilización occidental. El país empezó a industrializar-se debido a la entrada de capitales extranjeros que permitie-ron, además, el trazado de importantes líneas ferroviarias. Laciudad de México fue modificando poco a poco su aspecto:las calles adquirieron un sello de galería europea, la vieja ciu-dad colonial fue sustituida por una fisonomía al estilo francés,se construyeron pasajes donde cabía el comercio, edificiospúblicos y monumentos neorrenacentistas; adoquines, bombi-llas de alumbrado; hipódromos, óperas y teatros de los quedará cuenta Manuel Gutiérrez Nájera, el inigualable DuqueJob, en su vasta y diversa obra como cronista.

La variedad de temas que posee la crónica de la ciudadde entonces, así como el desarrollo que alcanzó el género,

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PRÓLOGO

tuvieron íntimamente relacionados con "el roces o dees d .centralización que consolidó a la ciudad e.. MéXICOen upapel rector dentro de la vida política'y cultural d: }3~~S".7

En ese contexto, la prensa fue el espacio de comumcacion ydifusor de ideas más importante, lo que contribuyó a que lacrónica urbana incorporara diversas temáticas y reflexionesrelacionadas no sólo con la vida social del país, sino co lasituación del escritor y su papel dentro de la sociedad,

A la par de estas preocupaciones, la crónica también diocuenta de la profunda transformación que la prensa mexica-na experimentó, particularmente durante el último tercio delsiglo. "Se trataba de un proceso en el cual la prensa transi,tóde la hegemonía del editorial... al imperio del re orta e,impulsado por los nuevos órganos de informació.n,..<;;.Qn...grg-siones de neutralidad.?" Proceso que obedecía a los interesesdel mercado, en el que los reporteros se profesionalizaron, losartículos y noticias empezaron a ser vistos como mercancía; yel objetivo primordial era satisfacer las necesidades de infor-mación e interés de los lectores.

En estas circunstancias, se advierte la queja continua,por parte de los cronistas, por no contar con "materia" sufi-ciente para componer sus artículos dando cuenta de la pre-mura en la entrega de éstos, situación que los obligaba aescribir apresuradamente, casi a la par del acontecimientoque relataban. Así lo dice Altamirano:

7 Alberto del Castillo Troncoso, "El surgimiento de la prensa moderna en México" ~n.LaRepública de las Letras asomos a la cultura escrita del México decimonónico, vol. II, México,U '

NAM (Ida y regreso al siglo XIX), 2005, p. 106.

8 1bid., p. 109.

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Tienen razón los que escriben revistas dominicales, cuandoaseguran que se ven apurados para dar gusto a sus lectores,narrándoles los sucesos de la semana de México, y en un esti-lo en que la belleza de forma corra pareja con el interés delasunto ... no hay por qué, no hay acontecimientos notables,no se dan aquí cita los grandes asuntos del mundo moderno,ni asistimos, como en un palco, a las grandes crisis que agitana la humanidad (La República, 28-XI-r880).

Con frecuencia las crónicas estaban salpimentadas con refle-xiones sobre el género mismo, así como sobre las dotes delas que se debe hacer gala en la composición. Tomemoscomo ejemplo a Manuel Payno:

La crónica debe ser una conversación sin orden, sin concier-to; se comienza un asunto, se interrumpe con otro; se dejanlos dos pendientes para empezar un tercero; se refieren lossucesos más patéticos, y también las ocurrencias más frívolase insignificantes (El Siglo diez y nueve, r4-XII-r869).

A decir de Antonio Castro Leal, "la crónica imponía comocondiciones fundamentales: que se dejara leer fácilmente yque atrajera e interesara al lector" .9 Para conseguir lo prime-ro debía estar escrita en una prosa ágil y fluida; para losegundo tenía que tratar temas de actualidad y ofrecer nue-vos puntos de vista sugeridos "discretamente al lector , casicon el propósito de que creyera que completaba el pensa-miento del escritor, agregándole su imaginación incitada, la

9 Antonio Castro Leal citado por Susana Rotker, La invención de la crónica, México, FCE,2005, p. 104.

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PRÓLOGO

dosis de oesía 9 de humorismo o de filosofía que era nece---:-;; 10

sarla .Debido a esta combinación de exigencias, los escritores

empez~on a desarrolla --.- de. "esti1" en propé sitode diferenciarse del reportero, "cuya misión era la de bus-car, reseñar y, en su caso hasta inventar.la.noticia o sucesoimportante del día". 11 El propósito era, ante todo, hacerpatente la falta de filiación artística del reportaje, como sepuede observar en las siguientes líneas de Amado Nervo:

Para escribir un artículo no se necesita más que un asunto: lodemás... es lo de menos. Hay en esto del periodismo muchode maquinal. Lo más importante es saber bordar el vacío, estoes, llenar las cuartillas de reglamento con cualquier cosa.... Así, exactamente, son muchos artículos de esos que agradanal público, de esos opulentos por su fraseología, de esos quedivierten y aun encantan: aves del paraíso multicolores.Arranquen ustedes las plumas y hallarán ... nada entre dos pla-tos (El Nacional, 25-II-r896).

En la ciudad de México también se pueden observar las preo-cupaciones del escritor modernista, quien busca, a través desu obra efímera y singular, un lugar en la sociedad burgue-sa de consumo, pero que a la par trata de definir un estilopersonal, íntimo, que lo caracterice frente a otros escritoresy lo aleje de la figura del reportero. Esta tirante relaciónentre el reportaje y la literatura, entre bien de consumo yobra artística única, entre búsqueda estética y satisfacción10 tdem.II Al

berto del Castillo Troncoso, arto cit., p. 106.

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mercantil, dotarán a la crónica finisecular de una riqueza yvalía literarias únicas que prevalecen hasta nuestros días.

La crónica periodística de entonces constituyó un espa-cio donde los escritores pudieron dar cuenta de la heteroge-neidad, la pluralidad, lo fragmentario y lo secular de las nue-vas realidades, elementos que caracterizan a la modernidad.

El fin del siglo XIX estuvo marcado por la coexistenciaen la prensa periódica de la crónica y el reportaje. Comoseñala Susana Rotker, la crónica estaba marcada por la "in-mediatez, expansión, velocidad, comunicación, multitud,posibilidad de experimentar con el lenguaje que diera cuen-ta de las nuevas realidades y del hombre frente a ellas". 12

Síntoma importante de la nueva realidad, es el estado deenajenación y hastío que los escritores advertían en las acti-tudes de sus contemporáneos, sumidos en la vorágine de laciudad; otros elogiarán, como una respuesta al tedio y laalienación modernos, las bondades del paseo o del encuen-tro con la naturaleza:

El paseo de Buenavista es ahora uno de los más populares yde los que atraen una concurrencia más numerosa.

No se puede negar que aquel lugar posee encantos desco-nocidos; parece que se respira allí una atmósfera en que ale-tean millares de ángeles, que ahuyentan con la dulzura de suspalabras la sombra de las desgracias que aquejan a toda hora.

En Buenavista se siente algo de esa poesía misteriosa delcampo; el límite de las aspiraciones se ensancha, parece quese prenden a nuestra alma alas poderosas que la remontan a

12 Susana Rotker, op. cit., p. 148.

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otras regiones más limpias y serenas (Memnón, El Federalista,24-XII-r 87 r ).

El ideario positivista impulsó la búsqueda del progreso detal manera, que nuestros cronistas no perdieron oportuni-dad para alabar los cambios que se experimentaban en laciudad gracias a los adelantos tecnológicos -como el ferro-carril y la electricidad-, o bien, para enjuiciar los atrasosque impedían el desarrollo material, como lo advirtióGutiérrez N ájera:

Afortunadamente, la estadística es un mito entre nosotros. Losgeógrafos han hecho a México a su imagen y semejanza. LaRepública se parece a García Cubas. Sabemos aproximadamen-te cuántas leguas median entre el Sol y la Tierra; cuántos fue-ron los hijos de Noé y en cuántas provincias se dividieron losPaíses Bajos. Lo que no sabemos es cuántos habitantes tiene laRepública, cuántos de éstos saben leer y en qué proporciónestán los nacimientos con las defunciones. La estadística es unabella desconocida, como la libertad que cantaba Musset. Yesoque, en pocos países habrá tantas estadísticas como en México(La Libertad, r-II-r883).

El cronista, como productor de imágenes de la otredad, con-tribuyó a elaborar un esquema sobre los modos de vida delas clases subalternas, aplacando su peligrosidad o reducien-do los efectos nocivos de su presencia en la sociedad burgue-sa, al advertir sus vicios y procedimientos. En las crónicasurbanas será frecuente encontrar denuncias contra la men-dicidad, la prostitución y el alcoholismo:

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No sé de dónde les venga la inmunidad; pero la policía ha sidodemasiado benévola no sólo con ellas Das prostitutas], sinocon toda la falange de sus discípulas y tutoreadas (Micrós, ElUniversal,29-1-1896).

En México hay tandas, bailes al desnudo, salones de cinemató-grafo ... y cantinas. Cantinas sobre todo; es decir, más que todo.Son nuestros salones de recibir, nuestros lugares de cita, nues-tros sitios de recreo, nuestros casinos, nuestra sala de armas.Una cantina ocupa en México -lo he dicho ya en otras ocasio-nes- el lugar de los cafés en Madrid y de los clubs en Londres.

La costumbre ha crecido, se ha hinchado, es patológica(X.Y.Z., El Mundo, 10-1-1897).

Asimismo, otro de los síntomas de la modernidad que avanzay apenas puede ser aprehendida, se desvela en las descripcio-nes de los avances tecnológicos y científicos que durante laépoca se mostraban como notables adelantos, como el cinemató-grafo, asombro y deslumbramiento de la última década del siglo:

El aparato de Lumiére [el cinematógrafo] lo mismo que el deEdison [el kinetescopio] han fotografiado el movimiento, esdecir, la vida porque la vida no es más que el movimiento ...

El mundo marcha, no cabe duda; ya vamos camino de lainmortalidad, ya conservamos la memoria de los seres amados,no en estatuas yacentes, sino en sombras impalpables quehablan y se mueven, y nos miran y sonríen y amenazan, ¡ohDios!, dejar el lienzo en que se dibujan, para darnos un abrazo,el abrazo supremo del espectro que deja en torno nuestro el háli-to de la eternidad (juvenal, El Monitor republicano, 6-IX-1896).

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PRÓLOGO

Caso similar es el que ocurre con "Fotografía espírita" y "Elperiódico-teléfono" de Amado Nervo, donde con su excep-cional imaginación el cronista llega incluso a anticipar eldesarrollo de recursos tan avanzados como los que hoy for-man parte de nuestra cotidianidad. En "El periódico-teléfo-no", el pasmo y la clarividencia llevan a Nervo a anticiparuna época en la que "vendrá, acaso, el periódico hecho decaracteres eléctricos, que aparecen en una placa a la vista delabonado" (El Nacional, 24-XII-I896).

Pero a pesar de los beneficios y bondades de la ciencia yel progreso, nuestros cronistas no dejaron de lamentar, concierta nostalgia, la pérdida de las costumbres de otro tiem-po, advirtiendo, de manera simultánea, el temor por la velo-cidad de los cambios que trajo la vida moderna y los peli-gros que esto encerraba, como reiteradamente lo expresaronÁngel de Campo y Luis G. Urbina. La crónica incorporó enla prensa periódica las revoluciones industriales, tecnológi-cas y urbanísticas de esta nueva etapa, y logró conciliarlascon los comportamientos otrora canónicos. El género, en sífragmentario como la realidad misma, era el espacio idealpara reflexionar sobre los cambios y su vertiginosa sucesión.

Marcado por el desarrollo y auge de la prensa periódica,el siglo vio nacer, circular y extinguirse numerosas publica-ciones que, de una u otra manera, contribuyeron a crear unanacionalidad, pues "el periódico no sólo es un agente conso-lidador del mercado ... también contribuye a producir uncampo de identidad, un sujeto nacional, inicialmente inse-parable del público lector del periódico". '3

'3 Julio Ramos Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política enel siglo XIX, México, FCE (Tierra Firme), 2003, p. lI6.

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Las crónicas producto de esta época, fueron en su momen-to materia de actualidad y noticia; sin embargo, como docu-mento literario han permanecido, aunque los hechos narradosy su proximidad han perdido toda significación inmediata,desvelando no sólo la expresión del estilo de sus creadores, tancaro a los mismos cronistas, sino el valor textual y testimonialque poseen. Queden como muestra estos fragmentos a propósi-to de un terremoto y de la contemplación del correr del agua,escritos por El Duque Job y el Curioso Urbina, respectivamente:

No tiembles ya; las aves azoradas, que volaban en todas direc-ciones, han vuelto a pararse en las cornisas de las casas y enlas cruces de las torres; los árboles no sacuden más sus cabe-lleras trágicas, y el dormido titán que habita las entrañas dela tierra, yace descoyuntado, inerme y mudo, como el demen-te cuando pasan sus accesos. Acerca a tus delgados labios queel temor amarillea, la taza en que hierve el té, casi tan rubiocomo tus cabellos. Reposa tu cabeza sobre mi hombro y dejaque se coloreen tus mejillas con los matices escarlatas de losmirtos (La Libertad, 23-VI-I882).

No, amiga mía, por debajo de la onda transparente, no verásaletear las navecillas submarinas, los pequeños barcos denácar y plata que brillan como si tuviesen luz propia. No seprenderá ningún pez atolondrado en nuestro anzuelo. Nosacaremos, como seda palpitante, un solo bajel de escamas, quedijo el sublime culterano. No hay noticias para nosotros.¿Pero es que acaso las necesitamos? Esas que pasan oscuras yviscosas, vulgares y repugnantes, esas sabandijas de la gace-tilla -la riña callejera, el robo rateril, la estafa común, el

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escándalo de la cortesana, el suicidio del degenerado-, sondemasiado groseras y fuertes para morder el anzuelo de oro deuna crónica. 10 romperían (El Mundo ilustrado, 19-XI-I907)·

Sobre el denodado quehacer de los escritores modernistasen la prensa, José Olivio Jiménez, notable estudioso delmodernismo, señala que el "nacimiento del periodismoliterario ... por venir a cumplirse en manos de artistas excep-cionales supuso la dignificación de esa misma actividadperiodística. El resultado fue el brote de la crónica comogénero de las letras hispanoamericanas". 14

Distintas voces, actitudes y sensibilidades de algunoscronistas finiseculares clausuran el complejo y a la vez lumi-noso siglo XIX en la ciudad de México. El paisaje que nosbrindan en sus refulgentes crónicas Ángel de Campo, LuisG. Urbina, José Juan Tablada, Heriberto Frías y la sabiainteligencia e intuición de Laura Méndez de Cuenca, escri-tora apenas conocida, nos hablan de una era que se extin-gue y otra que comienza en una ciudad constantementeamenazada, pero que permanece, a pesar de todo, con laesperanza y en pie.

Valga, apreciado lector, este prolijo volumen, y a la vezexiguo, para emprender un viaje placentero y edificante porlas páginas del acontecer histórico y cultural de nuestraamada ciudad de México.

Blanca Estela TreviñoCoyoacán, verano de 20IO

14 enado por Susana Rotker, op, cit., p. 16.

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