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1 1° Concurso de Producciones y Prácticas Colectivas “La violencia deja marcas. No te borres. Súmate a escribir otra historia” Campaña Provincial para la Prevención del maltrato hacia niñas, niños y adolescentes De las formas de violencia invisibles hacia niñas, niños y adolescentes: princesas y príncipes azules que esperan finales felices” Por: Frida Paz Resumen La violencia escribe una historia en la vida de cada persona, “deja marcas” , es la clara y dolorosa expresión de la vulneración de derechos humanos indispensables. En este trabajo nos dedicaremos a hacer visible, lo invisible. Se abordaran algunas de las formas de violencia cotidianas hacia niños, niñas y adolescentes en tres espacios de socialización como son la familia, la escuela y los medios de comunicación, en pos de problematizar algunos estereotipos de género naturalizadosque atraviesan la vida desde edad temprana y analizar sus consecuencias y expresiones, visibilizando desigualdades y vulneraciones frecuentes. Palabras claves: derechos de las niñas, niños y adolescentes - violencia de género estereotipos de género - visible e invisible familia escuela medios de comunicación-

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1° Concurso de Producciones y Prácticas Colectivas

“La violencia deja marcas. No te borres. Súmate a escribir otra historia”

Campaña Provincial para la Prevención del maltrato hacia niñas, niños y adolescentes

“De las formas de violencia invisibles hacia niñas, niños y adolescentes: princesas

y príncipes azules que esperan finales felices”

Por: Frida Paz

Resumen

La violencia escribe una historia en la vida de cada persona, “deja marcas”, es la clara y

dolorosa expresión de la vulneración de derechos humanos indispensables. En este

trabajo nos dedicaremos a hacer visible, lo invisible. Se abordaran algunas de las formas

de violencia cotidianas hacia niños, niñas y adolescentes en tres espacios de

socialización como son la familia, la escuela y los medios de comunicación, en pos de

problematizar algunos estereotipos de género “naturalizados” que atraviesan la vida

desde edad temprana y analizar sus consecuencias y expresiones, visibilizando

desigualdades y vulneraciones frecuentes.

Palabras claves: derechos de las niñas, niños y adolescentes - violencia de género –

estereotipos de género - visible e invisible – familia – escuela – medios de comunicación-

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“De las formas de violencia invisibles hacia niñas, niños y adolescentes: princesas

y príncipes azules que esperan finales felices”

“Ahora están encantadas de haberse conocido

Pero también muy enfadadas por el papel que

han tenido que representar en los cuentos durante siglos:

“niñas pasivas esperando que les pidan la mano y les quiten la vida”.

SE ACABÓ. Han empezado un nuevo cuento”

La cenicienta que no quería comer perdices

Nunila López Salamero

Introducción

Niños y niñas crecen atravesados por diversas formas de violencia “invisibles” o más bien,

formas de violencia que tienden a “naturalizarse” (dependiendo cada sociedad en cada

momento histórico), atravesados por mandatos sociales acerca de lo que es esperable

para la niña y el niño en su infancia, adolescencia y vida adulta. Mujeres y varones

vivimos rodeados de mandatos acerca de lo que es correcto y lo que no lo es, acerca de

lo que debemos pensar y reproducir. Las familias, la escuela, los medios de comunicación

(directa o indirectamente) son espacios donde se fomentan y reproducen estereotipos de

género. Estereotipos que tras largas luchas (sociales, políticas, culturales) comienzan a

ponerse en cuestión y a tomar visibilidad pública en el debate.

La violencia escribe una historia en la vida de cada persona, “deja marcas”, cala hondo en

las personalidades, las formas de relacionamiento, es la clara y dolorosa expresión de la

vulneración de derechos humanos indispensables.

En este trabajo nos dedicaremos a hacer visible, lo invisible. Se abordaran formas de

violencia cotidianas hacia niños, niñas y adolescentes en tres espacios de socialización

como son la familia, la escuela y los medios de comunicación, en pos de problematizar

algunos estereotipos de género que atraviesan la vida desde edad temprana y analizar

sus consecuencias y expresiones.

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Las principales herramientas metodológicas a utilizar en la presente investigación, serán

de tipo cualitativas, sin desdeñar, el análisis estadístico y cuantitativo cuando sea

necesario y útil. Se acudirá a fuentes secundarias para confrontar las posiciones teóricas

sobre el tema de estudio. Se consultará bibliografía especializada y referencial (libros,

investigaciones, publicaciones y ponencias), reportajes de medios de comunicación: radio,

televisión, prensa, así como también, medios digitales a los fines de contextualizar y

analizar la temática, mediante un trabajo principalmente documental y descriptivo.

Había una vez… qué niñas y qué niños?

De acuerdo a la definición establecida en la Convención sobre los Derechos del Niño (con

rango constitucional en Argentina): niño es “...todo ser humano menor de dieciocho años

de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes la

mayoría de edad” (artículo 1). A su vez, define la violencia como “toda forma de perjuicio o

abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el

abuso sexual” (artículo19).

De acuerdo a esta concepción amplia y abarcativa, estamos rodeados de diversas formas

de violencias algunas más perceptibles que otras, aunque igualmente dolorosas y

dañinas. Desde el desconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos por parte de

los adolescentes hasta los niños, niñas y adolescentes que abandonan la escuela para

trabajar; delitos contra la integridad sexual como la trata de personas que involucra a

miles y la explotación sexual que compromete a otros tanto; niños y niñas transgénero

estigmatizados en esta sociedad; los vejámenes intrafamiliares. Vulneraciones de

diversas magnitudes que tienen algo en común: son frecuentes…

En su artículo 16, la Convención de los Derechos del Niño afirma “Ningún niño será

objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, etc., ni de ataques ilegales a

su honra y reputación”.

Eva Giberti (2011), plantea que esta cita de la Convención no es casual, porque su

aparición en 1989 marcó un paradigma de la Modernidad al implementar jurídicamente los

derechos de niños y de niñas, oponiéndose al paradigma tradicional que autorizaba a

golpear y maltratar a los chicos, “para educarlos” o porque los adultos necesitaban

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hacerlo para ejercer su autoridad. El antiguo paradigma cae y se instala el que

corresponde a los derechos del niño. Los paradigmas no sólo informan a nuestros

pensamientos, también orientan nuestras percepciones y experiencias de la vida. Cuando

una civilización se desplaza de un paradigma a otro se produce un cambio que

compromete la esencia misma de nuestra vida y representa mucho más que un cambio

de ideas. Junto con el paradigma que incluye los derechos de los niños surgieron los

nuevos estilos paradigmáticos de los medios de comunicación, junto con la informática y

la globalización. Ya no se pudo negar la violencia (internacionalmente reconocida) contra

niños y niñas, violencias naturalizadas u ocultadas como los abusos sexuales, los

incestos, las negligencias, los golpes y castigos feroces, aquello que “siempre fue así”,

según la clasificación del imaginario social (Giberti, E.; 2011).

El reconocimiento de los niños y niñas como sujetos de derechos, exige su protección

integral y eficaz. Ahora bien, cotidianamente se habla y discute en torno a la niñez sin

contemplar en gran medida, las violencias que se les imponen.

Muchos niños y niñas son expuestos habitualmente a violencia física, sexual y psicológica

en el hogar y la escuela, en instituciones de protección y judiciales, en los lugares donde

trabajan y en sus comunidades. Gran parte de la violencia contra los niños y niñas sigue

siendo legal, autorizada por el Estado y consentida por la sociedad (UNICEF, 2007). Solo

una pequeña proporción de todos los actos de violencia contra los niños y niñas se

denuncia e investiga, y pocos perpetradores son llevados a juicio.

La violencia es poco denunciada por varios motivos. En primer lugar, los niños y niñas

muy pequeños no tienen la capacidad de denunciar la violencia. Además, los niños y

niñas muchas veces temen una represalia de los perpetradores o la intervención de las

autoridades, ya que ambas pueden agravar su situación general. A veces, los propios

padres son perpetradores de violencia contra los niños y niñas o guardan silencio cuando

otros miembros de la familia o miembros poderosos de la comunidad o la sociedad

cometen violencia contra los niños y niñas. La aceptación social y legal persistente de

algunas formas de violencia contra los niños y niñas, es un factor que con demasiada

frecuencia hace que la violencia pase inadvertida o no sea denunciada. Esta aceptación,

provoca que los niños y niñas, junto con los perpetradores de violencia y el público en

general, admitan cierto grado de violencia física, sexual y psicológica como parte

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inevitable de la infancia. El castigo físico y otras formas de castigos crueles o

degradantes, el acoso escolar, el acoso sexual y una variedad de prácticas tradicionales

violentas pueden ser percibidos como normales, en particular si no provocan lesiones

físicas duraderas. (UNICEF, 2007).

Nos concentraremos en este trabajo en algunas de aquellas formas de violencias

signadas por la perspectiva de género, la construcción de representaciones sociales y

estereotipos de niños y niñas, en el intento de visibilidad desigualdades y vulneraciones

frecuentes. Se parte de la idea de que ser varón o mujer, constituye un hecho

sociocultural e histórico. El género se relaciona con todos los aspectos de la vida social de

las personas, determina las características, roles y funciones que se atribuyen a las

personas construidas en base a su sexo y de la valoración que hace de él cada sociedad.

Si bien, la distinción entre los términos de sexo y género, como una manera de distinguir

las diferencias biológicas de aquellas que son construidas socialmente es anterior, fue

solamente a partir de los años 70s que la cuestión de las relaciones de poder fue

reconocida como un rasgo propio de las relaciones de género.

Cuando hablamos entonces de género, nos referimos al conjunto de características, roles,

oportunidades y expectativas que un conjunto social en cada momento histórico asigna a

las personas, basándose en sus características biológicas (sexo). Se trata de

construcciones histórico-culturales que varían de un grupo a otro y de una época a otra.

Desde esta perspectiva, el género no se vincula con el sexo por un mandato de la

naturaleza.

De acuerdo con las palabras de Dora Barrancos (2007:327), nos referimos “a las

relaciones de género para dar cuenta de los vínculos jerarquizados entre varones y

mujeres, porque (…) aún con todos los problemas del vocablo, expresa la idea central de

que son las propias sociedades humanas inventoras de las funciones y las tareas

caracterizadas como femeninas y masculinas. En este reparto, las atribuciones de mayor

significación han correspondido a los varones y las menos trascendentes, a las mujeres.

La vida pública ha sido el escenario masculino por antonomasia y la vida doméstica, el

teatro de operaciones de la condición femenina. Pero como ha podido verse, siempre fue

posible cruzar la frontera o al menos debilitarla, sobre todo porque público y privado son

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conceptos relativamente recientes, acuñados para interpretar especialmente fenómenos

del siglo XIX en adelante”

Es así, que sobre la base de diversas construcciones simbólicas y discursivas (los

discursos jurídico, religioso, científico, literario y mediático, entre otros), se van

construyendo desde la niñez, roles e identidades, resultado de la interacción entre las

personas, en un determinado momento y en una determinada sociedad.

A estos roles socialmente aceptados, es a los que se pretende poner en cuestión en este

trabajo. Desde el nacimiento se determina el género de la niña y el niño a través de los

colores de la vestimenta en un primer momento y principalmente, los juegos y juguetes

luego. Desde esta óptica, la familia se transforma en una de las formas de organización

dentro de la cual las desigualdades de género se sostienen con mayor fuerza. La función

de la familia en la transmisión de valores, normas y modelos en torno a las identidades de

género es de fundamental importancia. Las niñas y los niños aprenden a desplegar roles

sobre la base de la educación que reciben, el medio en el que se desarrollan y también a

partir de la identificación con figuras adultas significativas en sus vidas. De una parte,

encontramos modelos ideales de lo femenino, valores asociados a lo maternal, lo

doméstico y la belleza, por lo que es común ver a las pequeñas disfrazadas de princesas

recreando películas y modelos de cuentos de hadas. Y por otra, modelos ideales de lo

masculino relacionados con la autoridad, la fuerza física y el espacio de lo público.

Los estereotipos son el resultado entonces, de una selección de predicados, expresiones,

representaciones, manifestaciones posibles que en base a la costumbre y cultura

dominante, se instalan como la forma natural de pensar, hacer y actuar. Sobre la base de

estas construcciones y expectativas de comportamientos denominados “estereotipos de

género”, niños y niñas tienden a adecuarse a lo que se espera de ellos y de ellas.

Estereotipos de género, que son básicamente imágenes o ideas socialmente aceptadas y

basadas en representaciones y prejuicios arraigados y transmitidos generacionalmente,

impuestos y pesados igualmente para las niñas y los niños, ya que tanto para las niñas es

difícil ser toda una princesa como para los niños convertirse en príncipe azul.

Los estereotipos de género, suelen ocultar e invisibilizar diversas formas de violencias

tanto en el “ámbito privado” de la familia como en el “espacio público”, considerando que

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hoy los límites entre lo público y lo privado son cada vez más porosos. Sobre esto,

trabajaremos en adelante…

De la violencia que genera más violencia.

La violencia contra niños y niñas daña su salud física y mental, desestabiliza los entornos

seguros de aprendizaje y hace estragos en la igualdad entre los géneros. Los esfuerzos

para conseguir una educación primaria universal y la paridad entre los géneros en todos

los niveles de la educación (ODM 2 y 3), reducir la mortalidad infantil (ODM 4) y combatir

el VIH/SIDA y otras enfermedades (ODM 6) pueden verse muy favorecidos si se protege a

los niños y niñas contra la violencia en todas las esferas de la sociedad.

OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO - ONU

Existen formas de violencias que hasta hace poco tiempo se consideraban únicamente

“privadas”, una cuestión interna de la familia que ameritaba ese “no te metas” por parte de

aquellas personas que conocían la situación de violencia. “Volver pública la cuestión de la

violencia intrafamiliar”, fue un proceso complejo de problematización por parte de la

sociedad (o parte de ella). Proceso, expresado a través de diversas luchas que han

visibilizado cuestiones “ocultas” y han bregado por su acceso a la agenda pública1,

traduciéndose estas luchas en políticas públicas activas.

En este sentido, Argentina cuenta con la ley N º 26.485, que tiene como objetivo prevenir,

sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus

relaciones interpersonales. Entiende por violencia contra las mujeres toda conducta,

acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el

privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad,

integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su

seguridad personal. Quedan comprendida las perpetradas desde el Estado o por sus

1 Es preciso distinguir entre los asuntos que los miembros de una sociedad consideran relevantes,

merecedores de la atención pública (que pasan a formar parte de la agenda social o sistémica), de aquellos que las autoridades consideran que cumplen los requisitos para convocar su preocupación (agenda gubernamental). Ambas agendas, están conectadas entre sí: “ hay una agenda de los ciudadanos (…) que puede preceder y determinar la agenda del gobierno o ser inducida por las preocupaciones y prioridades gubernamentales, que puede empatar con la del gobierno o diferir de ella en mayor o menor grado” (Aguilar Villanueva, L; 1993:31).

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agentes. Se considera también la violencia indirecta, es decir, toda conducta, acción

omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja

con respecto al varón.

Dicha Ley en su artículo 6, define la Violencia doméstica contra las mujeres como aquella

ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar, independientemente del

espacio físico donde ésta ocurra, que dañe la dignidad, el bienestar, la integridad física,

psicológica, sexual, económica o patrimonial, la libertad, comprendiendo la libertad

reproductiva y el derecho al pleno desarrollo de las mujeres. Se entiende por grupo

familiar el originado en el parentesco sea por consanguinidad o por afinidad, el

matrimonio, las uniones de hecho y las parejas o noviazgos. Incluye las relaciones

vigentes o finalizadas, no siendo requisito la convivencia.

La complejidad y sensibilidad de esta cuestión, hace necesaria su abordaje desde

múltiples dimensiones.

Nadine Gasman, directora regional de la campaña de la ONU contra la violencia hacia las

mujeres, en una conferencia internacional hace poco tiempo, expresó: “Los niños testigos

de violencia tienen probabilidades mucho más altas de ser adultos agresores y, en el caso

de las niñas, de ser víctimas”. Esta reflexión, lleva a plantear los efectos

intergeneracionales de la violencia contra las mujeres, así como las consecuencias en la

sociedad toda.

Una mirada desde adentro del programa Las Víctimas contra las Violencias del Ministerio

de Justicia, Seguridad y Derechos Humano2, deja entrever que en muchas ocasiones, los

hijos e hijas dicen lo inesperado. Si bien, habitualmente testigos de los ataques y también

sus víctimas, por lo general temen hablar de lo que ven y de las violencias que viven en

sus casas.

“Y en alguna oportunidad se produce un giro en relación con quien ha hecho la denuncia,

cuando los hijos comienzan a contar que “su mamá les pega mucho, sobre todo a los más

chiquitos”, situación descripta por una hermanita mayor. Lo cual modifica, en la misma

sede del Cuerpo Interdisciplinario, la característica de la denuncia. Estamos ante una

familia violenta, aun antes de realizar la visita domiciliaria que nos aporta datos concretos

2 Para más información http://www.jus.gob.ar/atencion-al-ciudadano/atencion-a-las-victimas/programa-

victimas-contra-las-violencias.aspx

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relativos a esa organización familiar. En estas circunstancias la denuncia de la madre y la

primera intervención del juez, por ejemplo excluyendo transitoriamente al padre del hogar,

abre un interrogante acerca de la sentencia definitiva después que Su Señoría ha leído la

descripción, conclusiones y sugerencias que el Cuerpo Interdisciplinario produce.

(…) Aquí finaliza la tarea prevista por la ley respecto del Cuerpo Interdisciplinario que

dispone de escasísimos recursos para una orientación final en situaciones concretas de

familias violentas. En realidad, es la sociedad la que no dispone de ellas porque esta

índole de violencia sólo es un indicador de la violencia de género, que no necesariamente

se soluciona enviando a los violentos y a sus víctimas a respectivas psicoterapias. Puesto

que se arriesga la presencia de ideologías patriarcales como fundamento de aquéllas. Si

estamos frente a una violencia estructural que sostiene las desigualdades entre los

géneros, el problema es abarcativo y no alcanza con enfoques individuales, aunque éstos

sean imprescindibles” (Giberti, E; 2013).

Por una parte, sin lugar a dudas, las violencias que sufren las madres duelen a sus hijos e

hijas, expuestos directa o indirectamente a esas violencias. UNICEF señala que

presenciar o escuchar situaciones de violencia, aunque ellos no sean receptores directos,

provoca efectos psicológicos negativos en los hijos e hijas de madres maltratadas, pues

padecen violencia psicológica, que es una forma frecuente e “invisible” (al no dejar golpes

físicos) de maltrato infantil.

En la mayoría de los casos, también los niños y niñas son víctimas de la violencia física.

Esto, tiene como consecuencia que crezcan pensando que la violencia es una pauta

normal en el relacionamiento entre adultos. Así, niños y niñas, constituyen su

personalidad en función de la violencia, interiorizan los roles de maltratador o maltratada y

los patrones de conducta violenta.

La violencia doméstica, ocurre durante la etapa de maduración psicológica del niño o

niña, donde una figura referente como el padre arremete contra la madre. Los hijos e

hijas de un maltratador crecen en el miedo, son propensos al estrés traumático, depresión

y trastornos de personalidad, sin necesidad de que sean objeto directo del maltrato. En

definitiva, la violencia familiar doméstica siempre afecta a los hijos e hijas, ya sea como

testigos o como víctimas directas de las agresiones. Los trastornos psicológicos que

presentan estos niños y niñas son similares a los presentados por sus madres. Esto

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afecta las emociones, valores, pensamientos, rendimiento escolar y su adaptación social

(Sosa, T; 2010).

Los golpes que duelen no son sólo en el cuerpo, la violencia psicológica traducida en

constantes gritos, críticas, desprecios, abandonos, insultos, los castigos excesivos, la

carencia de cariño y comprensión, constituyen una forma de violencia que apunta a

destruir el autoestima, afectando profundamente la personalidad. Otra forma de violencia

es la que se ejerce por abandono o negligencia y se da cuando uno de los padres o la

persona que está a cargo del niño, niña o adolescente, a pesar de ser solvente

económicamente no le brinda la alimentación, la protección, la atención y los cuidados

médicos que todo chico necesita (Andrés Franco representante de UNICEF Argentina).

Las víctimas infantiles y/o adolescentes de este tipo de violencia por lo general continúan

sufriendo calladamente. Una persona golpeada en su cuerpo puede mostrar las heridas y

recibir ayuda. Sin embargo, la que es golpeada sistemáticamente en su psiquis, en su

espíritu, no tiene heridas físicas que mostrar al mundo para poder pedir ayuda. Como este

tipo de abuso o violencia doméstica ocurre mayormente en la privacidad del hogar,

generalmente pasa desapercibido, a veces durante muchos años (Sosa, T; 2010).

En el caso de los niños y niñas que no solo son testigos del maltrato hacia su madre sino

que, a la vez, también son víctimas de esa violencia, la situación se complejiza aún más

ante formas de violencia físicas como abusos o delitos sexuales (la violencia o abuso

sexual infantil puede abarcar desde la exhibición de genitales hasta la violación, la

explotación sexual y la pornografía infantil y en estos casos son las niñas las más

afectadas debido principalmente a las relaciones de poder basadas en el género). El

sentimiento de culpa, su dificultad para identificarse como víctima es frecuente en los

niños y niñas maltratados.

“La victimización sexual de niños y niñas es un dato de aparición permanente. Es preciso

considerar que, con frecuencia, los chicos se sienten culpables por describir lo que padres

y abuelos “les hacen”, es decir, sufren a posteriori de haber contado lo que sucedía.

Comenzaron a padecer mientras eran victimizados y sobrellevaban el silencio obligados

por las amenazas. Del asombro y la indignación que conduce a preguntar: “¿No se puede

hacer algo?”, nos deslizamos hacia una naturalización conformista de los hechos. La

diferencia reside en quienes piensan que denunciar es lo correcto y lo beneficioso para

las víctimas. La denuncia es terapéutica si se acompaña con soportes psicológicos a

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cargo de personal entrenado. Si encontramos a dichos profesionales y el diagnóstico

confirma los dichos de la víctima surge la intervención judicial. Inútil repetir lo sabido: la

tendencia es no creerles a los niños y niñas” (Giberti, E; 2013).

El daño que producen estos delitos, no se limita a quienes conviven con las víctimas o

están en sus cercanías. Es el daño simbólico que las organizaciones familiares y la

comunidad comparten mediante la indiferencia, porque se han acostumbrado a estas

prácticas que no son fenómenos específicamente argentinos. La estrategia exitosa del

violador o abusador se desmorona cuando alguien se presenta en una comisaría o una

fiscalía con la víctima, sin imaginar el padecimiento que continuará cuando el niño o la

niña advierten que han “traicionado” a su papá o a su abuelo o a otro familiar o al vecino

que cuidaba a la nena mientras la mamá trabajaba fuera de su casa. Y empieza a

comprender que lo que le sucedió lo convierte en alguien distinto, continúa diciendo

Giberti (2013).

Advirtiendo además, que las diferentes formas de violencias dentro de la familia implican

la ruptura con figuras de referencias para los niños y niñas como son sus padres y en el

seno de su propio hogar, lugar de refugio y protección.

Los varones que crecen en hogares violentos tienden a aprender e interiorizar una serie

de creencias y valores negativos entre los que se encuentran los estereotipos de género,

desigualdades entre varones y mujer, las relaciones con los demás, así como, sobre la

legitimidad del uso de la violencia como medio de resolver conflictos, que sientan las

bases de comportamientos maltratantes futuros en las relaciones de pareja. La mayoría

de los autores, sostienen que la tendencia observada es que las niñas se identifiquen con

el rol materno, adoptando conductas de sumisión, pasividad y obediencia. Y los niños con

el rol paterno, adoptando posiciones de poder y privilegio (Sosa, T: 2010).

Por su parte, la psicóloga Laura Viola (2010) replantea la anterior postura, considerando

que no se debe pensar en una relación lineal entre ser testigo de violencia familiar y

patología psiquiátrica, ya que hay factores que aún deben ser analizados, tales como la

edad, el tipo de agresión y la continuidad de la misma en el tiempo, el estrés materno

derivado de esta situación. Es decir, las consecuencias dependerán de la interacción de

una gran cantidad de factores, por lo que es difícil generalizar, aunque hay consenso en

acreditar que la violencia doméstica impacta en el desarrollo del niño (aún cuando la

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violencia se sufre desde el propio embarazo), la magnitud de trastornos emocionales,

conductuales y cognitivos aumentan dramáticamente cuando esta variable está presente.

Analizadas las violencias intrafamiliares en estos términos, cabe a continuación

profundizar en las relaciones violentas que pueden darse en plena adolescencia y

expresadas en relaciones de poder desiguales en los noviazgos. Sobre ellos,

continuaremos trabajando.

Voces acalladas: de supuestas princesas que no cumplen las expectativas y

príncipes que no son tales.

"Era mi mejor amigo. Un día me preguntó si quería ser su novia y al día siguiente se tatuó

mi nombre en la nuca, así, gigante. A los tres meses me pidió que fuera a vivir con él. Y

ahí empezó con los celos. Yo volvía del colegio y me revisaba los boletos para ver si era

cierto. Me apagaba el televisor y me prohibió escuchar música porque decía que yo

miraba a los famosos de otra forma. Tampoco quería que me asomara a la ventana para

que no mirara a los hombres que pasaban. Y así, cosas chiquitas. Un día le dije ‘cortala,

mirá que me voy a ir’, y ahí le salió como un monstruo. Me pegaba en los ojos hasta que

yo no veía. Me agarraba del cuello así, con los dos dedos, hasta que me quedaba sin aire

y mareada, como inconsciente. Todos los domingos, el padre de él, que dormía en la

habitación de al lado, me daba anteojos de sol para ir a la iglesia. Me decía ‘si alguien

pregunta, te caíste de cabeza de la escalera ¿si? ” (Relato extraído de Diario Clarín del

22/04/2012).

Era diciembre de 2011. María iba al secundario. Tenía 17 años, su novio también.

Historias como la de María suelen darse más de lo que la media de la sociedad piensa, se

encuentran invisibles para el entorno, acallando las voces de las jóvenes que padecen la

violencia hasta que se hace finalmente visible en los golpes, siendo a veces demasiado

tarde para pedir y recibir ayuda.

Suelen ser las parejas más atentas y cariñosas en el inicio de la relación pero lentamente,

ese novio ideal comienza a desaparecer. En general, la violencia tiene sus primeros

indicios en los celos excesivos y el control de la ropa, comienza por el cuestionamiento

del largo de la pollera, el escote de la remera, el uso de maquillaje haciendo referencia a

supuestas provocaciones a otros hombres que la mayoría de las veces, sólo existen en la

mente del violento. Continúan con llamadas telefónicas que terminan en llanto o por el

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contrario, en silencios durante días como castigo. El control sobre las compañías, el

celular, su Facebook coartando poco a poco los espacios de libertad y generando un

control sobre la vida entera de la otra persona así como, el aislamiento de su entorno,

hasta la prohibición a ir a estudiar y/o trabajar.

Suele evidenciarse también, en el control sobre las relaciones sexuales de la pareja, en

ocasiones ellas acceden a tener su primera relación sexual como resultado de una

extorsión y prueba de amor a sus novios. Muchos se niegan a usar preservativos, con los

riesgos que conlleva, como una prueba clara de fidelidad por parte de la mujer hacia ellos.

Y así, el círculo perverso se va generando. La violencia se intercala con momentos de

“luna de miel” (arrepentimiento del agresor), momentos previos a nuevos episodios de

violencia3.

Los noviazgos violentos llevan casi inevitablemente a convivencias aún más violentas

pero con un agravantes: ahora generalmente con hijos y dependencia económica.

“Es muy sutil el maltrato. No es algo que se inventa al año de relación pero, es entonces

cuando suelen advertirlo”, señala la psicóloga Lucrecia Donoso (encargada de Políticas

de Género de la Secretaría de Promoción Social de la municipalidad de Rosario).

Continua: “La violencia en el noviazgo se presenta más rápido que en el matrimonio. Los

chicos más jóvenes llegan más rápido a los extremos (…) “Sos mía” es una buena frase

para describir lo que sienten estos chicos, de verdad piensan que las chicas son de su

propiedad” (…) “… el maltrato físico aparece cuando la mujer empieza a decir no (…) Al

principio no lo advierten porque ellos aseguran que se lo merecen, se justifican por celos

o le dicen que las están cuidando”. Finaliza planteando que "… en los adolescentes se da

mucho el maltrato sexual, esto de que “si no estás conmigo estás con otra” y así el sexo

se convierte en un elemento de poder” (Rosario3, 2011).

Las violencias que las jóvenes sufren en los noviazgos suelen ser “ocultas”, pocas veces

se detectan (ya que comienza siendo principalmente psicológica) y otras pocas veces,

ellas cuentas lo que les pasa.

La adolescencia, se sabe, es la etapa en la que se idealiza, y lo usual es que minimicen y

naturalicen: “un tirón de pelo no es para tanto”. Y si la cela es porque la ama. Es acá

cuando forman la primera imagen que tienen de ser adultas y de tener un novio. Y cuando

3 Más conocido como ciclo de la violencia: conquista-acoso -golpe-arrepentimiento y el ciclo vuelve a

empezar.

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el círculo de violencia les impide hablar, crecen pensando que tener un novio es esto. Se

les destruye el autoestima, aparecen trastornos de ansiedad, depresión e incluso el

suicidio (Sousa Dias, G; 2012). Las mujeres, en especial las adolescentes, no están

alertadas sobre lo que significa un tirón de pelo, un empujón en situaciones que no son

reflejo de una enfermedad sino de abuso de poder, y que significa una vivencia de

propiedad de la mujer por parte del varón que lleva a naturalizar el maltrato.

Sin embargo…. Un día María salió del colegio y pidió ayuda. “El me decía que con un hijo

iba a cambiar todo, por eso no quería cuidarse. Hace cuatro meses nos enteramos que

estoy embarazada. Me cuidó dos días, creo. Hasta que me dijo ‘la próxima patada es en

la panza’. Un día pensé que cuando naciera le iba a molestar que yo atendiera más al

bebé que a él. Y que lo iba a terminar matando. A mí y a mi hijo. Entonces me escapé”

(Diario Clarín, 2012).

María lo denunció y logró que su ex novio no pueda acercarse a menos de 300 metros.

María finalmente, terminó el secundario.

Los noviazgos violentos constituyen una preocupación y problemática social que empieza

a tomar cada vez mayor visibilidad y que se expresa en cifras ascendentes no

necesariamente porque los casos aumenten sino porque son temas que estuvieron

ausentes y están comenzando a tomar luz pública, dejando de ser una cuestión propia de

cuatro paredes para traducirse en políticas públicas e iniciativas públicas.

Es posible coincidir con Donoso (citada en Rosario3; 2011) cuando plantea que la

violencia se aprende desde un modelo patriarcal. Los chicos que pegan han aprendido la

violencia, se creen superiores y piensan que la mujer tiene que estar en la casa con los

hijos porque es un objeto de posesión. Mostrando las consecuencias terribles de

naturalizar formas de violencias disfrazadas bajo estereotipos de género que ya

comienzan a discutirse y trabajarse en diversos ámbitos, especialmente en las escuelas

(a pesar de las dificultades para la completa implementación de la Ley 26.150 de

Educación Sexual Integral).

La importancia de informar, acercar preocupaciones, poner en cuestión concepciones y

visiones que se consideran “normales” en los jóvenes y que esas discusiones se den

dentro de las instituciones educativas es un paso de gran importancia, considerando que

las escuelas no son espacios libres de discriminación y durante mucho tiempo, han

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reproducido modelos patriarcales y estereotipos de género en las curriculas. Partiendo de

la base de que la educación sexual integral es un derecho de los niños, niñas y jóvenes.

“El problema es la calidad de la información”, explica Mabel Bianco, presidenta de la

Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (citada en Dillon, A; 2013). Los chicos

y adolescentes hablan de sexo principalmente con sus pares, que suelen saber tanto (o

tan poco) como ellos. En Internet también, sobra la información: el problema es cuando no

hay con quién comentarla, a quién preguntarle. “Según la ley de educación sexual integral

Nº 26.150, la escuela debe ser la que provee información científicamente probada y por lo

tanto de calidad, además de favorecer no solo la información sino la formación, es decir,

poder analizar, repreguntar ante dudas, preguntas o sentimientos que esta información les

produce a los chicos y chicas” y agrega que, “pese a que es obligatoria desde 2006, la

educación sexual no se está enseñando en la mayoría de las escuelas del país” (Dillon, A;

2013).

La educación sexual constituye una oportunidad para que la escuela, en articulaciones

con otros actores, fortalezca la búsqueda de respuestas eficaces a situaciones de

vulneración de derechos como son la violencia, el abuso, el maltrato hacia niñas, niños y

adolescentes e implemente medidas de protección y reparación para atender esos

problemas (Programa Nacional de Educación Sexual Integral, Ministerio de Educación)

Que interesante es entonces, que estas temáticas tan sensibles, comiencen a ser

aprehendidas por los jóvenes, creando responsabilidades y pudiendo ellos y ellas hacer

visibles cuestiones sobre las que todavía cuesta hablar, incluso a los mismos padres y

docentes. Prueba de ello, es la resistencia en algunas provincias a incorporar los

materiales preparados por el Ministerio de Educación.

“(…) las chicas están aún fuertemente condicionadas a mostrarse enamoradas y a

cultivar el amor romántico, hasta el punto de ser mal juzgadas por ejemplo si exigen el

uso del preservativo en una relación (no dan una prueba de amor) o, peor aún, si llevan

uno en su cartera. También sabemos que los varones adolescentes tienen presión social

por demostrar su virilidad a través del debut sexual en el coito. En las escuelas podemos

darnos un espacio para preguntarse y preguntarnos por qué suceden estas cosas”,

propone Graciela Morgade (citada en Dillon, A.; 2013).

Sin dudas, lo que debe estar por encima de los prejuicios de padres y docentes es el

derecho elemental de los niños, niñas y adolescentes a ser informados y a la educación

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integral. Es imprescindible el trabajo conjunto entre padres y escuela para abordar estas

temáticas, la participación conjunta y la generación de confianza, teniendo en cuenta que

los adultos son el referente de los niños y adolescentes. El trabajo conjunto para derribar

viejos mitos (relacionados estrechamente algunos con los estereotipos de género) y

combatir la desinformación, son el primer paso para ayudar a los niños, niñas y jóvenes a

prevenir, cuidarse y cuidar de otros y otras.

Hasta aquí, hemos trabajo diversas formas de violencias en la esfera de la familia

explicando cómo las mismas fueron visibilizándose en los últimos años a través de la

sensibilización y políticas públicas activas (aunque siempre reconociendo todo lo que aún

queda por trabajar y lograr en este sentido); hemos comentado brevemente la

responsabilidad de la escuela en la formación e información en relación a la salud sexual

integral (considerando que ésta abarca no sólo cuestiones física sino también

psicológicas, sociales, culturales) que permita a su vez, concientizar a los jóvenes y dar

herramientas que les permitan cuidarse y cuidar a otros frente a posibles vulneraciones en

sus derechos. Para finalizar, enfocaremos la atención en los medios de comunicación y su

rol en la formación de estereotipos sexistas que como ya se ha mencionado, son causas

de violencias en más de una oportunidad.

A través del espejo de Alicia… La violencia simbólica y medios de comunicación.

En la tele a toda hora, en las tapas de las revistas y diarios, en las redes sociales, en las

publicidades es frecuente encontrar estereotipos de mujeres y varones, adolescentes

esbeltas y bellas (desde un determinado ideal de belleza) hasta el rol tradicional de ama

de casa o la moderna super woman, jóvenes atléticos y ganadores, imágenes y mensajes

que distan en gran medida de la realidad, están por todas partes.

Resulta paradójico: hoy chicos y adolescentes están más bombardeados que nunca con

mensajes pero esos mensajes a veces, confunden más que lo que les ayudan. Hacen

parecer natural que nos queramos asemejar a esos modelos y que se nos juzgue a partir

de ellos cuando en realidad, no somos así y además, sin darnos cuenta de que eso nos

violenta.

La violencia simbólica no deja marcas visibles pero sus huellas se multiplican en la vida

cotidiana, contribuyendo a reproducir otras formas de violencia, especialmente hacia

niñas y adolescentes. Es lo que no se ve, es invisible y se ejerce por el desconocimiento

de quien la padece, desconociendo las relaciones de fuerza que las sustentan. La

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cuestión surge en torno a las formas en que la violencia simbólica tiende a naturalizarse y

reproducirse. Los medios de comunicación resultan reproductores por excelencia de esas

nociones preestablecidas de lo que se espera del varón o mujer, pues es desde allí que

constantemente se refuerzan estereotipos machistas.

La representación de la joven como objeto del deseo, la manera acrítica de mostrar las

agresiones contra las mujeres por motivos de género prima en muchas manifestaciones

artísticas, publicidades, etc., perpetuando estructuras que reivindican el patriarcado y

naturalizándose de tal modo que no se cuestiona.

El último informe sobre publicidades sexistas del Observatorio de la discriminación en

radio y televisión4, realizado este año, plantea que a través de las publicidades se les

enseña a los varones que deben negar y rechazar todo rasgo que es nombrado como

femenino. Así, la sensibilidad, la expresión de dolencias, el miedo y el llanto son vistos

como signos de debilidad y, por ello, femeninos. En este marco, la violencia, pensada

como demostración de fortaleza, es justificada y legitimada como parte “natural” o “propia

de los varones”. Resulta innegable que a lo largo de los últimos años, se han dado una

cantidad de avances fundamentales, producto de las continuas transformaciones en las

que tanto mujeres como varones, van ocupando nuevos espacios de participación en la

sociedad. Ahora bien, dichos cambios deberían verse reflejados a través de la publicidad

con el propósito de representar mediante sus discursos sujetos reales y diversos, tanto en

sus estilos de vida, intereses e intercambio de roles.

Mientras los estereotipos tienden a naturalizarse y persistir ocultos en las publicidades, es

preciso avanzar acerca de lo que SI hablan los medios. Para esta labor, trabajaremos

sobre el último informe realizado conjuntamente por el Capitulo Infancia de la ONG

Periodismo Social y el Observatorio de Televisión de la Universidad Austral, sobre el

4 El Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión es un espacio de cooperación institucional

conformado por la Autoridad de Servicios de Comunicación Audiovisual(AFSCA), el Instituto Nacional contra

la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y el Consejo Nacional de las Mujeres (CNM). Este

proyecto de trabajo conjunto surgió a partir de la propuesta Nº208 del Plan Nacional contra la Discriminación,

aprobado mediante el Decreto Nº1086/05, dictado en virtud de compromisos internacionales asumidos por

nuestro país. Página web http://www.obserdiscriminacion.gob.ar/?page_id=24

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tratamiento de la niñez y la adolescencia en los noticieros5, durante el año 2012.

De acuerdo a este informe, en los noticieros argentinos, la violencia es el tema

preponderante a la hora de informar sobre infancia y adolescencia. Las noticias sobre

violencia están referidas por abrumadora mayoría a chicas y chicos que son víctimas de

hechos violentos, violentados de las más diversas formas, casi siempre por adultos.

Según los números de la citada investigación, el 90% de las notas de violencia se refieren

a niñas, niños y adolescentes que son víctimas de violencia; el 10% restante, en cambio,

habla de chicos y chicas que son agentes de algún hecho de este tipo. Un número que

llama la atención y derriba algunos prejuicios porque en principio echa por tierra esa

sensación instalada en la sociedad según la cual, es la violencia generada por chicos y

jóvenes la que acapara la agenda periodística y, al mismo tiempo, revela mucho sobre el

comportamiento de los noticieros de la televisión abierta en nuestro país. Aunque aclara

que, las notas que refieren a chicos que son agentes de violencia duran, en promedio,

tres veces más al aire que las que hablan sobre chicos que son víctimas de alguna

situación violenta, lo cual no es un dato menor (Periodismo Social; 2012).

El uso y excesos en cuanto a información e imágenes que hacen los medios de casos

extremadamente sensibles como abusos y/o asesinatos de niños y niñas, forzando

declaraciones de sus familiares para ser exhibidas en horario central, vulnera el derecho a

la identidad de los niños y a ser espetados en su dignidad, reputación y propia imagen. Es

particularmente interesante, como el informe de Periodismo Social recupera el tratamiento

de la violencia de género en los medios y cómo las noticias refieren a los abusadores.

El informe nos dice, la palabra “monstruo” para referirse a un violador termina

escondiendo la responsabilidad de esa persona: “No pensaba, no era consciente de lo

que hacía, justamente porque es un monstruo”, podría ser la idea que se transmite de

esta forma. Es decir, no tiene responsabilidad. Esa palabra fue usada en un informe de

Telefe Noticias que hacía referencia a un hombre que había abusado sistemáticamente

de su hija durante diez años, con la que tuvo tres hijos, en el noreste argentino

(Periodismo Social; 2012).

5 Los 5 noticieros analizados son Telenoche, Telefe Noticias, Telenueve, América Noticias y Visión 7. Se

observaron 842 noticias, y se las clasificó según 20 categorías diferentes.

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Este informe de Telefe además, fue acompañado por un videograph que decía: “cuando

quedó viudo, la “tomó como esposa”. Una frase que no resume lo que verdaderamente

pasó: la chica no cumplía el rol de esposa del hombre sino que fue secuestrada y

abusada por su propio padre. Sin embargo, en la forma en la que la noticia es presentada

se peca de desinformación, corriendo claramente los limites de víctima y victimario y

hasta reduciendo responsabilidades del abusador. “Hablar del monstruo es una forma de

tranquilizar a la sociedad, en el sentido de que esto ocurre excepcionalmente, cuando en

realidad sabemos que puede estar pasando al lado de tu casa” (Bettina Calvi citada en

informe de Periodismo Social; 2012).

Para entender el tratamiento que se hace de las noticias en los medios, sirve considerar

que de acuerdo al relevamiento citado, sólo el 10% de las noticias analizadas incorpora la

perspectiva de género. O dicho de otra forma, el 91% de las noticias no tiene perspectiva

de género, es decir, no cuestiona cómo una misma situación puede afectar de manera

diferente a chicas y chicos.

Como se ha mencionado ya varias veces a lo largo del trabajo, la violencia genera más

violencias y eso se complejiza aún más, cuando estamos frente a formas de violencias

que no dejan marcas visibles. Las publicidades y propagandas sexistas, como otras

formas de violencia simbólica (sobre las que también se ha trabajado), calan hondo en las

personalidades, autoestima y desarrollo integral de los niños, niñas y adolescentes. Ante

lo cual, es preciso continuar alzando la voz frente a estas realidades, esperando que

proliferen en nuestros medios campañas que procuren contrarrestar estas tendencias.

Un ejemplo de esto, es la campaña “El valiente no es el violento” (campaña de la ONU en

alianza con MTV) que busca interpelar a los varones jóvenes, a través de los medios de

comunicación actuales, acerca de lo que significa “ser valientes”. Planteando que algo

valorado positivamente por nuestra sociedad, no tiene por qué implicar violencia o

agresión. Se puede ser valiente siendo solidarios, respetuosos y cariñosos. Es en este

tipo de iniciativas sobre las que se debe seguir trabajando, aunque ello implique,

derrumbar muchos estereotipos.

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Cerrando ideas (que dejan abierto el debate)

A lo largo de estas líneas, se ha intentado poner en cuestión concepciones, ideas,

imágenes, “rótulos” que a pesar de promover las desigualdades de género e incluso, ser

causas mismas de violencias hacia niños, niñas y adolescentes, están tan naturalizados

en nuestra sociedad que se terminan aceptando.

Realidades como “no te metas”, “es el padre/madre si le pega es porque se lo merece”,

“bien hecho por vestirse como (una cualquiera)”. Canciones, videos, diferentes formas de

expresión artísticas que vulgarizan a la mujer, la cosifican. Los comerciales donde sólo el

joven bello es el triunfador, las publicidades rosadas para niñas de muñecas

extremadamente flacas, perfectas… y la lista sin dudas, tiene muchos puntos más.

Se ha intentado aquí “hacer visibles formas de violencias invisibles”. Invisibles no porque

no duelan o no dejen marcas (porque si lo hacen en la personalidad y mente), sino porque

son mucho más difíciles de percibir, porque en general se “ocultan” y pocas veces, se

denuncian. De las violencias con las que se vive y convive en el entorno familiar, las

violencias durante el noviazgo, las responsabilidades de la escuela en la educación

integral en derechos sexuales y reproductivos y en cuestiones sociales y culturales

relacionadas, para finalmente abarcar el rol de los medios de comunicaciones y sus

mensajes a los niños, niñas y adolescentes.

Se reconoce a lo largo del trabajo, los esfuerzo del Estado Nacional, Provincial y

Municipal en la traducción de estas problemáticas en políticas públicas activas, frutos de

años de luchas políticas, sociales y culturales de parte de la sociedad. Aún queda mucho

por hacer, sin embargo, el camino está abierto. Que se discuta la violencia familiar en la

escena pública (dejando de ser un asunto privado), que se discutan las violencias en los

noviazgos en las escuelas, que se cuestionen publicidades sexistas en un gran paso en el

proceso de cambio.

En este sentido, es un gran avance en políticas públicas de protección y promoción

integral de los derechos, la creación de la Defensoría de niñas, niños y adolescentes,

como organismo estatal de garantía de los derechos de las niñas, niños y adolescentes

de la Provincia de Santa Fe. Como espacio de acción y concientización, que genere

posibilidades concretas para paliar situación de vulneraciones de derechos existentes y

cotidianos.

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Los avances son significativos. Y sobre la base de los mismos, se debe seguir

construyendo.

Concluyo con un chiste del genial Quino que a través de Mafalda nos permite soñar…

Que los niños y niñas sean libres para jugar, desplieguen su verdadera naturalidad lejos

de los estereotipos que socialmente aceptamos como naturales (pero que tanto daño

provoca), puedan desarrollar su personalidad en entornos de amor y comprensión, sin

violencias de ningún tipo. Es un deseo que lastimosamente dista de la realidad, pero que

es posible comenzar a cambiar si entendemos que las niñas no pretenden ser princesas

sumisas ni los niños valientes príncipes azules, esas son expectativas sociales de otros.

Dejemos que cada niño y cada niña escriba su propio cuento de hadas….

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