La Voluntad de Dios

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Ro 12:1-2, “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que

presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es

vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por

medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál

sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

I. INTRODUCCIÓN Dentro de nuestras reflexiones y dudas existenciales, a menudo nos preguntamos: ¿Cuál es el propósito de nuestra vida?, ¿qué es lo que me depara el destino?; y si somos creyentes, las preguntas podrían ser: ¿Qué quiere Dios para mi vida?, ¿qué espera Dios que yo haga?, ¿cuál es el propósito de Dios para mí?. En la perspectiva humana, una de las disyuntivas y dudas que se plantea en el pensamiento del hombre es: ¿si Dios tiene un propósito para mí, dónde queda mi libre albedrío, mis deseos y mi voluntad?. Todas estas preguntas revolotean en el pensamiento humano, son parte del misterio de la vida que Dios nos regaló y donde el hombre dentro de su proceso de reflexión y generación de conocimiento, no logra aún responder ni descifrar. Para el mundo cristiano, para aquellas personas que han creído en la maravillosa verdad del sacrificio en la cruz, que han nacido de nuevo y que sostienen que Cristo “es el único

camino, la irrefutable verdad y la promesa de vida”, el reconocimiento de que Dios tiene un plan para su vida es unánime; sin embargo la duda surge en el sentido de descubrir cuál es ese plan y cómo apropiarlo a sus vidas y destino final. Al respecto, se pueden comentar algunos escenarios muy característicos:

1. Este plan está escondido, hay que buscarlo y descubrirlo, esto implica desarrollar los mecanismos y estrategias para encontrar este plan en algo así como la búsqueda de un tesoro.

2. Otra forma de ver como se evidencia este plan, es creer que Dios utilizará sucesos extraordinarios como ser accidentes circunstanciales, sueños, experiencias traumáticas, etc.; sucesos que de alguna forma dirijan las vidas hacia lo que Dios quiere; por ello no es menos cierto que muchas personas creen y están seguros que Dios les ha revelado parte de su propósito y voluntad a través de experiencias azarosas y espectaculares.

3. En general, hay un miedo evidente a aceptar la voluntad de Dios, en el sentido de que Dios al manifestarnos su propósito, nos obligará a realizar tareas difíciles y muy sacrificadas; entonces, existe una tendencia a eludir y huir de cualquier signo o señal que signifique una acción de Dios hacia nuestras vidas; por ejemplo, alguien dirá: ¿A lo mejor Dios quiere que vaya a predicar su palabra a algún lugar lejano e inhóspito?, ¿cómo toleraré y aguantaré aquello?

4. Otro sentimiento, respecto a la voluntad de Dios, es una actitud de conformidad y de aceptación absoluta: ¡Dios dirá!, ¡Dios proveerá!, ¡dejemos a Dios, es su voluntad!

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II. LA REVELACIÓN DE LA VOLUNTAD DE DIOS

El término voluntad, se refiere a la facultad o determinación para hacer o no hacer alguna acción; en este entendido, Dios muestra su decisión total de mostrarse a la humanidad, su creación; muestra su determinación de expresar su voluntad, la cual debe ser discernida y comprendida en su verdadero propósito; Ef 5:17 dice: “Por tanto, no seáis insensatos,

sino comprended cuál es la voluntad de Dios”. Ante estos escenarios y manifestaciones a menudo pensamos: ¿cómo conocer la voluntad de Dios para nuestras vidas?; la respuesta parte del principio de reconocer que Dios no es un ser escondido al hombre, Dios se ha revelado a él de distintas formas y maneras a través del transcurrir de la humanidad; otra cosa es que el hombre no quiera verlo, la ignorancia de la mente natural queda demostrada en la incapacidad de recibir y aceptar las cosas de Dios. En primer lugar, Dios se ha revelado cosmológicamente, como creador del universo y de todas las cosas1; Él es la Primera Causa y creador de todas las maravillas que existen en el cosmos. El universo, no es nada más que la obra inteligente y perfecta de Su ciencia y Conocimiento; en cada hecho y/o circunstancia que se puede observar de la naturaleza, se manifiesta de forma evidente la sabiduría de Dios. En segundo lugar, Dios se ha revelado antropológicamente en la creación del hombre; Él le proporcionó la vida, le dio una estructura biológica y una capacidad de manifestación ética y moral; Dios creó al hombre “a su imagen y semejanza”, para que administre y señoree la creación y para ello le dotó de todos los principios básicos de verdad y justicia2. En tercer lugar, el hombre transgredió la voluntad de Dios al caer en el pecado, Dios en su infinita misericordia se revela soteriológicamente3, devela su plan de salvación para el hombre y envía a su Hijo unigénito para propiciación del pecado. Él mismo se revela a través de Cristo para cumplir el plan de salvación, rescate y redención del hombre4. En cuarto lugar, Dios se revela doctrinalmente, a través de Su Palabra, expresando en ella sus designios, sus propósitos, sus acciones y su voluntad perfecta. La Biblia, que es la Palabra inspirada de Dios, tiene el más alto propósito de revelar y describir el plan estratégico de salvación para la humanidad hacia lo más sublime que es la gloria de Dios.

1 Gen 1:1, “En el principio (tiempo) creó (acción) Dios (fuerza) los cielos (espacio) y la tierra (materia)”

2 Gen 1:26, “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y

señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que

se arrastra sobre la tierra”. 3 Del Gr. Soteria: salvación, bienestar, liberación, preservación.

4 Sal 27:1, “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?”.

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Estos elementos de revelación, develadas a la humanidad, han nacido como consecuencia de la voluntad de Dios; Él está expresando, en todos estos hechos, la consumación de su amor, la existencia de un diseño con un fin y propósito subyacente a su voluntad. Si el creyente pretende conocer vivamente la voluntad de Dios, debe partir primero del reconocimiento absoluto de estas formas de revelación; y para intentar comprender y descubrir su voluntad, no queda más que rendirse y entregarse a Él, escudriñar Su Palabra con disciplina y actitud para ir creciendo en el conocimiento de su voluntad, porque esté seguro que Dios quiere que se conozca el propósito, el sentido de vida y el destino de cada ser humano creyente.

III. LO QUE QUIERE DIOS

Reflexionemos sobre algunos elementos esenciales para intentar comprender aún más la voluntad de Dios: en Ro 12:1-2 la Palabra dice: “Así que, hermanos, os ruego por las

misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,

agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino

transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis

cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Qué nos enseña Dios a través del análisis de estos pasajes: Primero, “presentéis vuestros cuerpos…”, Dios quiere que le entreguemos nuestros cuerpos y nuestras vidas enteras; debemos estar dispuestos a todo por su causa y su evangelio. Segundo, “vuestro culto racional...”, se refiere a entender que si Cristo murió por mí, lo menos que puedo hacer es vivir para Él; significa “adoración espiritual”, en el sentido de ofrecer: nuestro servicio (Ro 15.16); nuestra alabanza (He 13:15); nuestras posesiones (He 13:16). Tercero, “no os conforméis a este siglo…”, representa el no adaptarnos a las formas de este mundo: “no dejéis que el mundo os comprima dentro de su propio molde”. El mundo denota la sociedad o el sistema que el hombre ha edificado para hacerse a sí mismo feliz, ¡SIN DIOS!; es un reino antagónico a Dios, gobernado por Satanás5. Cristo crucificó al mundo para nosotros, y nosotros hemos sido crucificados al mundo. Cuarto, “sino transformaos…”, expresa la voluntad de Dios para vivir no sólo separados del mundo, sino transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento, en renacer como nuevas criaturas ante Él. Significa un arrepentimiento, una “metanoia” o cambio total de mente.

5 2 Co 4:4, “en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no

resplandezca la luz del evangelio”.

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Quinto, “comprobéis cual sea la voluntad…..”, que es la conclusión o síntesis que nos hace entender que esa es la manera de comprobar la voluntad buena, agradable y perfecta de Dios. Dios en su voluntad, quiere: “un cuerpo entregado, una vida separada y

una mente transformada”. Por tanto, ¿Qué es lo que quiere Dios?; Él quiere que pensemos como Él piensa, tal como se ha revelado en su Palabra; Dios quiere experimentar la conducción directa de nuestras vidas. El creyente debe mostrar determinación para entregarse a Cristo; ¿cómo entregarse a Cristo?, analicemos algunos aspectos doctrinario y prácticos que nos apoyen en lograr esta entrega voluntaria.

A. La doctrina y la voluntad de Dios La palabra doctrina (Gr. Didaskalia), significa enseñanza, base conceptual, fundamento teórico, base fundamental para sostener a una serie de argumentos; en el caso del cristianismo, la doctrina verdadera, sana, apropiada por la fe a la vida del creyente, está expresada en los principios, revelaciones y poder del Evangelio6. Desde este punto de vista doctrinal Dios ha provisto, en Su Palabra, tres requisitos base para ejercer su voluntad soberana en el hombre. A.1. Ser salvo Al entender que el hombre es un ser de naturaleza caída, a causa del pecado, Dios ha provisto un plan de salvación para él; este plan de salvación nace de la voluntad de Dios, pues Él en su infinita bondad, misericordia y paciencia; no quiere que nadie se pierda7. Entonces, a partir de esta premisa, Dios ha provisto el camino, la estrategia, para la salvación y justificación del hombre. La doctrina de la salvación no es popular en el contexto mundano porque incluye como base la aceptación y reconocimiento del pecado, hecho que el hombre en su vanidad y soberbia tiene la dificultad de aceptar. La Biblia dice que la voluntad de Dios es que el hombre sea salvo; esto es el inicio de todo8. La Palabra de Dios manifiesta la prioridad de la voluntad de Dios ante las cosas y relaciones con el mundo, el que la obedece permanece con Él para siempre9.

6 Al decir Evangelio nos referimos en forma integral a toda la palabra de Dios, tanto en el Antiguo

Testamento, como en el Nuevo. Pablo dice en Ro 1:16, “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es

poder de Dios para salvación a todo aquél que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en

el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”; Cfr.

Hab 2:4. 7 2 Pd 3:9, “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente con

nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. 8 El Señor Jesús dice en Mr 3:35, “Porque todo aquél que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi

hermana, y mi madre.”, remarcando la importancia y prioridad que se debe dar a la comunión con Dios en

asociación con cualquier otro tipo relación. 9 1 Jn 2:17, “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”

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En consecuencia, el primer requisito de la voluntad de Dios, es que usted y yo seamos salvos, tanto fue el deseo y la gracia de Dios para que el hombre sea salvo, que envió al mundo a su Hijo unigénito para propiciación del pecado. A.2. Ser llenos del Espíritu El segundo aspecto doctrinal de la voluntad de Dios, se refleja como consecuencia del nuevo nacimiento. Dios a través de este acto, entrega Su Espíritu que viene a morar en el creyente; Él se convierte en nuestro “Paracletos” o guía espiritual. Por tanto, la voluntad de Dios expresa la necesidad de dejar que el Espíritu Santo gobierne y llene la vida del creyente, tal como dice Ef 5:18, “No os embriaguéis

con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien sed llenos del Espíritu”. La voluntad de Dios es que el creyente esté lleno del Espíritu; pero, ¿cómo ser llenos del espíritu?, la respuesta se desarrolla a continuación en dos partes: a) Debemos entender, en primera instancia, que el creyente tiene al Espíritu; Éste

fue concedido al momento de la regeneración y nuevo nacimiento; la provisión del Espíritu Santo es un acto instantáneo que se da en el momento en que la persona decide entregar su vida a Cristo y reconocerlo como Señor y Salvador; este momento maravilloso y genuino, es un bautismo y/o parto espiritual, donde se da una doble acción: Cristo entrega el Espíritu para morar en el cuerpo del creyente y el Espíritu coloca al creyente en el Cuerpo de Cristo. Entender esto, significa que el creyente no debe pedir más que Dios derrame su Espíritu en su persona, dado que este fue un acto único e irrepetible en él. Ro 8:9, dice “Si alguno no tiene el espíritu de Cristo, no es de él”; por otro lado 1 Co 6:19, dice: “¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu

Santo?; Ro 5:5, dice: “El amor de Dios ha sido derramado en vuestros

corazones”. Dios en su preciosa y justa voluntad nos entregó su Espíritu como una garantía de que somos y le pertenecemos a Él.

b) No se debe confundir el acto de bautismo del Espíritu, con la llenura del Espíritu; mientras el bautismo espiritual es un acto único, la llenura es una acción continua y permanente; el creyente debe aceptar y entregarse al Espíritu para que llene y guíe continuamente su vida. Estar lleno del Espíritu significa, entregar en todo momento la vida y las acciones a su operación; es la entrega sumisa y obediente a su voluntad. La vida llena del Espíritu cede cada decisión al control del Espíritu. Para lograr esto es necesario tomar en cuenta tres elementos que dice la palabra: b.1.) ¿Quiere estar lleno del Espíritu?, entonces haga lo que dice Ef 4:30, “y no

contristéis al Espíritu Santo de Dios”. Para lograr esto, es necesario entender que el creyente ya no es esclavo del pecado, esto no quiere decir que no peque, pero su pecado ya no es voluntario, “peca cuanto quiere pero lo bueno

es que no quiere pecar”. En este sentido, hay que considerar primero, la

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prevención del pecado a través de la disciplina y la Palabra de Dios y segundo, el remedio del pecado que se expresa en la confesión inmediata para restablecer la comunión con Él10. b.2.) ¿Quiere estar lleno del Espíritu?, entonces siga a 1 Ts 5:19, “No apaguéis

al Espíritu”. El Espíritu Santo es un fuego interior, un poder que permanece en el creyente; si no lo dejamos operar, se apaga. Se puede apagar ese poder y ese fuego ofreciendo resistencia a su influencia, dudando y no confiando en su acción, no rindiendo la vida a su guía. El mejor ejemplo que el creyente tiene, es Cristo, quién vivió toda su vida rendida al Espíritu Santo y por tanto ejerció la voluntad de Dios a través de una vida de sacrificio y de servicio. b.3.) ¿Quiere estar lleno del Espíritu?, haga lo que dice Gá 5:16, “Andad en el

Espíritu”. Esta afirmación positiva, promueve que el creyente no se deje dominar e influenciar por el mundo y sus manifestaciones alejadas de la voluntad de Dios11; el creyente debe contenerse en los pecados de la carne y su influencia por encima de lo espiritual; el creyente debe estar preparado para presentarse sin mancha ante Su Creador12; por último el creyente debe cuidar su fe de la tentación e influencia nefasta de Satanás, quién a través de sus engaños, pretende alejar al creyente de la voluntad de Dios13.

A.3. Ser santos Otra de las verdades respecto de la voluntad de Dios, es que Él en su infinito propósito y voluntad, quiere que el creyente sea santo. La santidad no significa mejoramiento de la carne, no es erradicación de la naturaleza pecaminosa, no es santurronería, no es una segunda bendición o un atributo especial que Dios asigna a alguien. Ser santo significa “ser puesto aparte”; es ser separado para Dios con un propósito y para cumplir su voluntad14. La santificación se expresa de tres maneras:

10

1 Jn 1:9, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos

de toda maldad.” 11

Stg 1:27, “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las

viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.” 12

Fil 2.15, “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación

maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;”. 13

Ef 2:2, “en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al

príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”. 14

1 Co 1:2, “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos

con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre del Señor Jesucristo, señor de ellos y nuestro:”.

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a) Una santificación posicional, o de primer orden. Dios nos aparta y nos coloca en una posición de hijos de Dios, nos hace miembros de su familia15.

b) Una santificación práctica, que significa crecer en la verdad. Representa el crecer espiritual para ser llenos del Espíritu y mantener nuestra comunión con la voluntad de Dios16.

c) Una santificación postrera, perfecta. Ver a Cristo y ser como Él a futuro,

participar de su gloria, significa el proceso final de la salvación, o sea la glorificación17.

La salvación a través de la justificación, define la relación legal del creyente con Dios; la santificación define nuestro caminar diario con Él en relación con Su voluntad y propósito final. La santificación del creyente se manifiesta en el ejercicio de una fe dinámica, se expresa en buenas obras que no son hechas para salvarse, sino para agradecer la salvación; estas son realizadas como producto del amor, no por temor ni por interés a una recompensa. El llamado de Dios es que seamos santificados, santos y puros: “el hombre según su pureza, será su éxito”, “un hombre santo es un arma asombrosa en las manos de Dios”; “no es el talento,

no son las grandes ideas lo que Dios usa; es la gran semejanza a Jesucristo”.

B. La obediencia y la voluntad de Dios La obediencia es uno de los pilares fundamentales del cristianismo, significa el respetar y honrar los designios superiores con temor; significa aceptar y seguir con paciencia, humildad y sumisión lo que Dios ha diseñado en su voluntad. La obediencia considera los siguientes aspectos: B.1. Ser sumisos Dios quiere que el creyente sea sumiso, sea respetuoso de su autoridad y sus designios. La voluntad de Dios se expresa en la sumisión del creyente, él se convierte en la sal y la luz que guía las relaciones humanas (Cfr. Mt 5:13-16). Esta sumisión implica:

15

1 Co 6:11, “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido

justificados en el nombre del señor Jesús, y por el espíritu de nuestro Dios.”; Cfr. 2 Tes 2:13; Heb 10:10. Fil

2.15, “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación

maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;”. 16

Jn 17:17, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. 1 Tes 4:3, “pues la voluntad de Dios es vuestra

santificación; que os apartéis de fornicación.”; Cfr. Heb 12:10; 2 Co 3:18; 1 Pd 1:16. 17

Ef 5:27, “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa

semejante, sino que fuese santa y sin mancha.”; Cfr. Jd 24-25; 1 Tes 3:12,13.

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1. Obedecer las leyes, ser honesto, íntegro, trabajador; el cristiano no es un revolucionario terrorista; es una persona que promueve la transformación de las mentes a través de la acción y obediencia en la obra de Cristo18.

2. Existe una excepción a la obediencia de las leyes humanas: si le dicen que haga algo que infringe claramente la relación y los mandamientos con Dios, ¡entonces no obedezca!

B.2. Ser sacrificados y sufridos Otro aspecto de la voluntad de Dios, es que Él quiere nuestro sacrificio. En la voluntad de Dios, la grandeza sigue al sufrimiento. Seguir a Cristo significa sacrificio y sufrimiento, significa muchas veces vituperio y ostracismo. Si se quiere conseguir la victoria y alcanzar la meta cristiana, hace falta disciplina y ella implica sacrificio; significa dejar de lado muchas cosas aparentemente placenteras y buenas, pero que no conducen a Dios. La Palabra dice, en 1 Pd 4:19, “los que

sufren según la voluntad de Dios” y en 1 Pd 3:17, “Porque es mejor que padezcáis

haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal”. Debemos sufrir por hacer lo correcto, sacrificarnos por una vida piadosa ante un mundo impío; esto traerá persecución, porque al mundo no le agrada Jesús. B.3. Ser servidores No se puede comprender la voluntad de Dios, sin considerar que el creyente tenga una actitud de siervo del Señor. El servicio es una acción desinteresada y de gran utilidad para con Dios y los demás. El mejor ejemplo de servicio lo dio Cristo a través de su vida, su ministerio y su sacrificio en la cruz; él dijo en Mt 20:28, “como

el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en

rescate por muchos”. El servicio (Gr. Diakonia), se interpreta como ayuda, socorro, ministerio. La voluntad de Dios es servir a su propósito con actitud y entrega; la mejor manera de honrar a Dios es a través del servicio y la actitud humilde, tal como lo hizo el Señor Jesucristo19.

18

1 Pd 2:13-17, “por causa del señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a su superior,

ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen

bien. Porque esta es la voluntad de Dios que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres

insensatos, como libres, pero no como los que tienen libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como

siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.”; Cfr. Ef 6:5-8; 1 Tim

3:10. 19

La Biblia dice en Jn 12:26, “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi

servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”. El Salmo 2:11, dice: “Servid a Jehová con temor, y

alegraos con temblor.”; Cfr. 1 Co 4:1; Mt 4:10; Ef 6:6,7.

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C. La voluntad de Dios y la del cristiano Una de las preguntas clave que los creyentes suelen hacerse es: ¿si Dios tiene un propósito para mí, en su voluntad; dónde queda mi voluntad y mi libre elección?. El siguiente acápite analiza este aspecto importante de la vida del creyente. C.1. Ser soñadores y hacer lo que se desea Algo que realmente es impresionante y misterioso, es cómo Dios maneja el equilibrio entre Su Soberanía y el libre albedrío que Dios le ha dado al hombre. Dios quiere que el hombre lo ame no por una imposición suya o porque esté obligado o teledirigido a manera de un robot; Dios quiere que el hombre acuda a su amor por su libre albedrío y por su propia voluntad, e libertad de elección; es en este aspecto que se manifiesta y adquiere un sentido sublime la gloria de Dios. Si un creyente ha cumplido los requisitos esenciales de la voluntad de Dios en cuanto a los aspectos doctrinarios y de obediencia, esté seguro que actuará en sabiduría y lo que sueñe y desee estará enmarcado en acciones productivas hacia la gloria y honra de Dios. Para el cristiano el concepto de excelencia debe estar definido por hacer todo tan bien y siempre con sabiduría, como para la gloria y honra del Señor, aunque se trate de la actividad más simple. Si el creyente está viviendo una vida de devoción y entrega al Señor, entonces hay que estar seguros de que Dios le dará la sabiduría, los deseos y sueños correctos. El creyente debe ser dinámico, actuar siempre con integridad, producir y sembrar para obtener resultados de excelencia como Dios quiere; no se olvide que Él lo ama y quiere lo mejor para sus hijos20.

CONCLUSIÓN Dios no es un Ser escondido, se ha revelado a la humanidad de varias formas y ha expresado su voluntad en Su Palabra. ¿Qué es lo que Dios quiere?; quiere que pensemos como Él, quiere ser nuestro Padre que guíe nuestro accionar diario. Para disfrutar y tener en comunión con uno mismo la voluntad de Dios considere: desde un punto de vista doctrinario: el ser salvo, ser lleno del Espíritu, ser santo. Desde un punto de vista de la obediencia: el ser sumiso, ser sacrificado y sufrido, ser siervo de Dios. Desde un punto de vista de su libre albedrío y voluntad propia: Sueñe, desee, actúe, decida con Sabiduría; en resumen, como decía Agustín ¡Ame a Dios y haga lo que le plazca! 20

Fil 2:13, “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

Sal 37:4, “Deléitate asimismo en Jehová, y el te concederá las peticiones de tu corazón.”; Cfr. Gn 24:27; 1 Tes

5:18; 11:18.

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