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Revista de Psicologta de El Salvador, 1990, Vel. IX, N'137. 265·277 VCA, San Salvador, El Salvado.r, C.A. LA FAMILIA, PUERTO Y CARCEL PARA LA MUJER SALVADOREÑA* Ignacio Martín·Baró Departamento de Psicología y Educación Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" San Salvador, El Salvador 1. Estereotipos sobre la fami· lia que afectan a la mujer A diferencias de otras espe· cies vivientes, los seres humanos nos vamos haciendo unos a otros a través de la historia. La diver· sidad de sociedades, c'.llcl'ras, grupos y tipos es expresión de la tremenda plasticidad humana y de la diversidad de posibilidades que la historia nos abre. Una de las formas como más nos moldeamos mutuamente los seres humanos es a través de la interacción cotidiana que, por su- puesto, no se produce en un va- cío, sino en el marco de las insti- tuciones sociales. En la interacción juegan un hls ('Tepnrins que las personas tienen sobre sí mismas y sobre los demás, sobre los Ilapeles que en cada caso les toca ··desempeñar y sobre las ex- pectativas de las demás personas del propio comportamiento. Lo que en cada caso se hace es, en 264 ConferenciH. pronunciada en el seminario-taller "Mujeres en El Salvador: Perspectivas para la acción", organizado por el ,(l"ondo de las Narion('s UIÚdas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en copart.icipación con el de Planificación y Coordinación del Desarrollo Económico y Sociol, el 7 de Junio de 1988. 265 Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

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Revista de Psicologta de El Salvador, 1990, Vel. IX, N'137. 265·277VCA, San Salvador, El Salvado.r, C.A.

LA FAMILIA, PUERTO Y CARCELPARA LA MUJER SALVADOREÑA*

Ignacio Martín·Baró

Departamento de Psicología y EducaciónUniversidad Centroamericana "José Simeón Cañas"

San Salvador, El Salvador

1. Estereotipos sobre la fami·lia que afectan a la mujer

A diferencias de otras espe·cies vivientes, los seres humanosnos vamos haciendo unos a otrosa través de la historia. La diver·sidad de sociedades, c'.llcl'ras,grupos y tipos es expresión de latremenda plasticidad humana yde la diversidad de posibilidadesque la historia nos abre.

Una de las formas como másnos moldeamos mutuamente los

seres humanos es a través de lainteracción cotidiana que, por su­puesto, no se produce en un va­cío, sino en el marco de las insti­tuciones sociales.

En la interacción juegan unp~pcl fu~rlaTT"cT'Jtai hls ('Tepnrinsque las personas tienen sobre símismas y sobre los demás, sobrelos Ilapeles que en cada caso lestoca ··desempeñar y sobre las ex­pectativas de las demás personasdel propio comportamiento. Loque en cada caso se hace es, en

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• ConferenciH. pronunciada en el seminario-taller "Mujeres en El Salvador:Perspectivas para la acción", organizado por el ,(l"ondo de las Narion('sUIÚdas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo de Naciones Unidas para laInfancia (UNICEF), en copart.icipación con el ~inisterio de Planificación yCoordinación del Desarrollo Económico y Sociol, el 7 de Junio de 1988.

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buena medida, una respuesta alo que los demás nos exigen y,ciertamente, una expresión de loque cada cual considera que debehacer.

De ahí la importancia de exa­minar las creencias que en nues­tra sociedad se tienen acerca dela familia, ya que esas creenciasestán condicionando en buenamanera lo que las personas in­tentan realizar y lograr personal­mente de esa institución.

Nuestra tesis es que una seriede creencias estereotipadas sobrela familia existentes en la socie­dad salvadoreñE. repercuten ne­gativamente en el desarrollo per­sonal y social de la mujer.

1.1. Los estereotipos

Un estereotipo es una creen­cia simple y relativamente rígidasobre el carácter de algún grupo,institución o proceso humano.Los estereotipos suelen tener uncarácter fuertemente evaluativo,ya sea positivo o negativo.

Los estereotipos se basan, porlo general, en un elemento deverdad, pero al que desfiguranabsolutizándolo y al que magnifi­can generalizándolo. Con fre­cuencia, los estereotipos constitu­yen una burda deformación de larealidad y ocultan en su simplezala complejidad de las realidadessociales. Pero ese mismo defor-

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mar y ocultar suele ser social­mente funcional, es decir, res­ponde a una necesidad del ordensocial establecido. Tanto la vera­cidad parcial como el carácteremocional y, sobre todo, su fun­cionalidad social hacen a los este­reotipos muy resistentes al cam­bio, incluso aunque los hechosdemuestren su falsedad.

La existencia de estereotiposen una sociedad no puede serconsiderada un rasgo accidentalo meramente folklórico. Por logeneral los estereotipos, como to­das las creencias, tienen un sen­tido social muy claro, ya que hansido socialmente elaborados. Esimportante, por consiguiente,examinar qué función socialpueden estar desempeñando de­terminados estereotipos y a quéintereses concretos responden encada situación. Que los estereo­tipos cumplan una función socialno significa, sin más, que seanbeneficiosos para quienes los tie­nen; por el contrario, con fre­cuencia son obstáculos para lahumanización y crecimiento delas personas, ya que condicionanindebidamente sus relaciones so­ciales y sesgan su interacción.

1.2. Tres estereotipos sobre lafamilia en El Salvador

Examinaremos únicamentetres creencias estereotipadas so·bre tres aspectos esenciales de larealidad familiar, que nos pare-

cen representativos de otros si­milares y que constituyen esoque podría llamarse la ideologíafamiliar dominante en El Salva­dor.

1.2.1. Sobre la naturaleza dela familia

Se tiende a creer que existeun tipo único de familia ideal,que correspondería a la naturale­za humana y que habría sidoquerido directamente por Dios.En un estudio con 252 matrimo­nios de los sectores medios yaltos de San Salvador, el 94.2%se mostró de acuerdo con que "lafamilia es una institución sagra­da, querida por Dios" (Martín­Baró, págs. 295-7).

La familia ideal sería monóga­ma, patriarcal, matricéntrica yestable. La sacralización de estafamilia ideal llevaría a conside­rar que todas estas característi­cas surgen directamente de lanaturaleza humana y, por tanto,de Dios.

1.2.2. Sobre la distribución defunciones familiares

Se cree que la distribuciónideal del trabajo familiar asignaal hombre el papel de proveedorexterno y a la mujer el de manotenedora interna. Mientras elhombre tendría que buscar elsustento para la familia, a la mu­jer le correspondería el cuidado

del hogar. Dicho de otra manera,el hombre sería para el trabajosocial más amplio, mientras quela mujer debería restringirse fun­damentalmente al trabajo en elhogar.

A veces, la misma creencia seexpresa de otras formas menosexplícitas. Este sería el casocuando se afirma que la mujer ysobre todo la madre debe ser "elcentro del hogar". Nada menosque un 47.2% de las 252 parejasde cónyuges entrevistadas en elestudio antes mencionado declaróque "una huena madre sólo debeaspirar a ser buena esposa y en­tregarse a su hogar" (ver Martín­Baró, 1986, pág. 298). Por su­puesto, este resultado indica queuna creencia como ésta sea aúnmantenida por la mitad de laspersonas, sobre todo si se tienecuenta que pertenecen a los sec­tores más escolarizados del país.

1.2.3. Sobre las relaciones en·tre padres e hijos

Está bastante extendida lacreencia de que "la crianza y edu­cación de los hijos (principal­mente en sus primeros años) essobre todo responsabilidad de lamadre". La existencia de estacreencia estereotipada no apare­ce con claridad en el estudio an­tes mencionado, pero con todoconsideramos que sí se da. A esterespecto, la práctica muestraque, en la mayoría de los casos,

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es la madre, no el padre, la queasume la representación de la fa­milia frente a los profesores o ladirección de la escuela de los hi­jos, yeso aunque ambos cónyu­ges trabajen.

UJ. Sentido psicosocial de losestereotipos sobre la fa­milia

¿Qué impacto pueden tenerestas creencias estereotipadas so­bre las actitudes y vida de lossalvadoreños?

En primer lugar, llevan a unacomprensión de los roles familia­res como si se trataran de exi­gencias propias de la naturalezahumana y, por consiguiente, in­Uclutables. Eso no quiere decirque 'elida persona se atenga orealice esos roles, ni siquiera talcomo se siente exigida, pero síque no se pone en cuestión su ca­rácter ideal normativo. Dicho deotra manera, el que no se confor­ma a esos roles sabe que no estácumpliendo con su papel y/o suresponsabilidad social.

Esa naturalización de una for­ma de familia hace que no seconsidere seriamente condicionesalternativas para realizar la vidafamiliar, quizá más congruentescon las circunstancias en quemuchas familias salvadoreñastienen que vivir.

En segundo lugar, esas creen-

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cias estereotipadas sobre la fa­milia asignan a la mujer un pa­pel de subordinación social alhombre. Al ponerle como horizon­te peculiar la familia y el hogar,se le discrimina laboralmente, loque se expresa tanto en la exclu­sión significativa de la mujer delos ámbitos más importantes dela vida social, como en el trata­miento derogatorio a la calidadde su trabajo, peor pagado enpromedio que el del hombre.Mencionemos algunos datos parailustrar este punto:

* En la gran mayoría de los ho­gares, la mujer apena. se de­sempeña como "ama de casa".ASÍ, por ejemplo, en una re­ciente encuesta realizada porel lUDOP con una muestrarepresentativa de 1,008 salva­doreños adultos urbanos, el39.8% de las mujeres indicóencontrarse en esta situaciónlaboral, es decir, dos de cadacincc mujeres (ver lUDOP,1988b). Pero en otra encuestarealizada también reciente­mente con una muestra de652 campesinos, el porcentajeelevó al 76.4%, es decir que,de cada cuatro mujeres cam­pesinas, tres no tienen másocupación que la de los ser­vicios domésticos (IUDOP,1988a). Lo grave de este as­pecto es que no existe un sa­lario para ese trabajo, lo quees indicativo claro del bajo re­conocimiento social que tie-

nen.

Ahora bien, entre las mujeresque sí trabajan, la mayoría lohace en ocupaciones social­mente menos valoradas. Se­gún estadísticas oficiales, el37.2% de las mujeres que tra­bajan lo hacen en eso queeufemísticamente se llama"servicio doméstico" -una delas formas de trabajo más se­mejantes a la esclavitud- yun 35.3% adicional lo hace enlo que MIPLA,'\[ califica como"empleados y trabajadores porcuenta propia": vendedorasambulantes, lavanderas, etc.(El Salvador, 1984).

Por otro lado, cuando las mu­jeres acceden a los diversosempleos, por lo general elpago que reciben es menorque el de los hombres por unmismo trabajo. Así, por cadacolón que cobre una mujer enel sector publico, el hombrecobra entre 1.20 y 1.25 colo­nes. Incluso en el ámbito delas profesiones liberales, unhombre tiende a cobrar apro­ximadamente un 12.0% másque una mujer por el mismodesempeño, lo que refleja lavaloración que del trabajo ha­ce la sociedad según el sexo dequien lo realice (ver El Salva­dor, 1986).

Finalmente, sólo por excep­ción se encontrarán mujeres

desempeñando cargos de algu­na importancia social, dondese toman las decisiones funda­mentales: gabinete político,dirección de grandes empre­sas o bancos, dirección de igle­sias u otras instituciones.

Esta situación de clara discri­minación se ampara en lo que sellama la ideologfa del machismo,es decir, aquel conjunto de creen­cias sobre la naturaleza del hom­bre y de la mujer que subordinala existencia de la mujer a la delhombre. El machismo está toda­vía ampliamente extendido ennuestra sociedad, y quizá sus as­pectos menos importantes seanprecisamente aquellos que másse destacan, es decir, los concer~

nientes a las relaciones sexuales,mientras se mantiene en un se­gundo plano todo 10 relativo a ladiscriminación laboral, política ysocial de la mujer

En última instancia, lascreencias estereotipadas asignana la familia la función de mante­ner un orden social vertical, au­toritario y discriminatorio, en elque la mujer constituye de hechoun ser de segunda categoría. Re­sulta entonces paradójico que laprincipal responsabilidad de lafamilia se le atribuya a la mujer,que se convertiría así en repro­ductora de un orden discrimina­torio contra ella misma. En otraspalabras, la mujer, mediante eldesempeño del papel que la ideo-

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logia social dominante la atribu­ye, se convertiría en reproduc­tora de su propio estado de opre­si6n y discriminaci6n social.

2. La familia: puerto y cárcel

2.1. Situación real de la fami­lia en El Salvador

Ante todo, hay que subrayarque no existe "la" familia salva­doreña, un único tipo de familia,que se acerque más o menos a lafamilia "ideal". Existen de hechomúltiples formas de estructura yorganizaci6n familiar, desde lafamilia extendida tradicionalhasta los "colectivos" de los gru­pos revolucionarios, desde la fa­milia mon6gama hasta las redespoligámicas sincr6nicas (varios"frentes") o diacr6nicas (unionessucesivas). Algunas de estas for­mas se dan más en unos sectoresque en otros, pero no existe alrespecto una informaci6n confia­ble.

La evoluci6n de la vida socialestá condicionando los tipos defamilia. Así, por ejemplo, la urba­nizaci6n de la existencia, la ca­rencia o el tamaño de las vivien­das predominantes, la falta delabores mediante las cuales losniños puedan contribuir al man­tenimiento familiar, éstas y otrascondiciones de la vida social con­temporánea en El Salvador estánrepercutiendo en las formas deestructuraci6n familiar.

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Tan importante o más que esaevoluci6n lo constituye el cambiode demandas que el orden socialplantea a la familia. Así, porejemplo, cada vez se exige menosque la familia eduque o cure asus miembros, o que cumpla latarea de asignarles un rol social.En este sentido, ese tipo de fun­cionalidad social tradicionalmen­te desempeñado por la familiaestá pasando a otras institucio­nes. Lo cual hace que sobre la fa­milia se empiece a plantear otrotipo de demandas, no menos im·portantes para el orden social establecido.

Finalmente, un análisis sobrela situaci6n de la familia en lascircunstancias actuales de ElSalvador tiene que prestar aten­ci6n primordial a las consecuen­cias de la guerra que se vive yadesde hace ocho años. Señalare­mos aquí tres aspectos:

a. La guerra supone, ante todoun empeoramiento grave delas condiciones econ6micas dela mayoría de la poblaci6n. Lacrisis econ6mica afecta sobretodo a través del desempleogeneralizado que suele consti­tuir una de las condicionesmás críticas para la vida fa­miliar. Dada la situaci6n labo­ral antes señalada, la mujeres menos directamente afecta­da que el hombre por este de·sempleo, y siempre le queda elrecurso de asumir el papel ho·

gareño que se le asigna comoideal. Pero indirectamente lamujer recibe el impacto deldesempleo masculino, no s610en cuanto que se siente pre­sionada a consegnir recursospara el hogar, sino en cuantoque tiene que soportar la frus­traci6n y problemas que el de­sempleo tiene en el hombre.

b. Las campañas masivas de re­presión y terrorismo, así comolas acciones bélicas han cau­sado la desintegraci6n y eldesplazamiento de miles defamilias salvadoreñas. Es difícil cuando no imposible encon­trar en ciertos departamentosde la república alguna familiaque no haya sufrido la muer­te, asesinato o desaparici6n dealgún miembro o parientemuy cercano. Y, corno bien sesabe, son cerca del millón laspersonas que han sido desga­rradas violentamente de suslugares de vivienda y trabajo.Muchas de esas familias hantenido que huir al extranjero,con destinos muy diversos.Otras han ido pasando de lu­gar en lugar, de refugio en re­fugio, hasta terminar cerca dedonde viven otros parientes,las más de la veces en zonasmarginales semiurbanas, ali­mentando cinturones de mise­ria de las ciudades y el caldode cultivo humano para ladelincuencia menor (prosti-

tuci6n, ladronismo callejero,etc.). Otras, finalmente, handecidido regresar a sus luga­res de origen, arriesgando díatras día sus vidas en medio delas presiones insurgentes y dela incomprensiva violencia ofi­cial. Todas estas familias -yse trata de la quinta parte delas familias salvadoreñas-­enfrentan unas condiciones demáxima adversidad para cual­quier cosa que se parezca auna vida familiar normal o aun desarrollo familiar armo­nioso.

c. La guerra, el terremoto del 10de octubre de 1986 en el áreametropolitana, y la crisis eco­n6mica generalizada han im­pactado en forma particularlas condiciones habitacionalesde la familia salvadoreña.Probablemente no es exagera­do afirmar que una de cadados familias carece de algoque pueda ser considerado co­mo una vivienda, incluso apli­cando criterios mínimos.

El desempleo, el desplaza­miento forzoso y la falta de vi­vienda son tres aspectos quemuestran el grave deteriorode las condiciones de vida delas familias del país causadopor la guerra. Y es a esa fa·milia concreta, no a la familiaideal, a la que la mujer es lla­mada como su único destino.

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2.2. La familia, puerto de lamujer

No todo es negativo en la fa­milia, ni mucho menos. Para lamujer salvadoreña, el hogar re­presenta sus dominios. Social­mente, es el ámbito que se leasigna para su realización. Por logeneral, en el hogar la mujercuenta con un poder incuestio­nado y una capacidadad de deci­sión muy amplia. Es en el hogary en todo lo relativo a la vida fa­miliar, donde la mujer recibemás atención y respeto, y una delas pocas áreas en las que seescucha su parecer.

Personalmente, no hay que ol­vidar todo lo que de bello hay opuede haber en el matrimonio yen la maternidad. Vivir el amor,formar un hogar, dar vida a unoshijos, son tareas en gran medidagratificantes y, de hecho, muchasmujeres sienten que su existen­cia cobra un valioso sentido conesas vivencias.

Más aún, aunque en ello haymucho de endulzamiento del li­món ácido, no cabe duda quebastantes mujeres desarrollanvirtudes admirables en la ejecu­ción de sus papeles, nada fáciles,como esposas y como madres,comb mantenworas de un hogary corazón real de sus familias.Ahí, ciertamente, radica lo quede verdad hay en la imagen miti­ficada de la madre, objeto de

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cantos y poesías.

Estos aspectos positivos de lavida familiar son los que permi­ten afirmar que la familia es elpuerto más seguro que social ypersonalmente nuestra sociedadofrece a la mujer. No pocas mu­jeres anclan su existencia en esepuerto sin llegarse a cuestionar-o sin poderse cuestionar- si elmar de la vida ofrece otros ho­rizontes.

2.3. La familia, cárcel de lamujer

Pero si para muchas mujeressalvadoreñas la familia consti­tuye un puerto de acogida, dondeobtiene poder y respeto, dignidady campo para el desarrollo de susvirtudes, para otras muchas elpuerto se convierte en cárcel. In­cluso ocurre con frecuencia que,al principio de la vida conyugal,mientras el amor esta fresco y loshijos pequeños, el puerto familiarresulta acogedor, estimulante,gratificante; pero cuando el amorentra en una fase más madura olas vicisitudes de la vida lo apa­gan (y con frecuencia no tienenque transcurrir muchos añospara que esto ocurra), cuando loshijos crecen y van desarrollandosu propia vida fuera del hogar,la esposa y madre queda solitariaen la casa, rodeada de soledad yvacío, sin una tarea significativani un horizonte estimulante parasu existencia. Y entonces, el ho-

gar que hasta entonces habíasido puerto se convierte en pri­sión. Cualquier lirismo al respec­to es una hiriente ironía, y losmitos sobre la mujer dejan apa­recer al desnudo su engaño ena­jenador.

La primera y más objetivaconfirmación de esta tesis nos laofrecen las propias estadísticas.Según los datos del Ministerio dePlanificación (1986), en el áreametropolitana de San Salvadorun 26.4% de los hogares tendríana una mujer como cabeza de fa­milia, lo que significa las más delas veces f hogares constituidospor madres solteras o abandona­das, mujeres que han sido ma·dres por abuso o por engaño, ma­dres cargadas de hijos por suce­sivos varones que o se asientanen otros hogares o no quisieronamarrase con esa mujer. Es obvioque algunos de estos hogares loserán de viudas o de mujeres quepor propia voluntad permanecensin compañero, pero se sabe queestos son minoritarios.

Ahora, bien, no es el mismo elsignificado de la familia para unamujer que mantiene su uniónconyugal que para aquella queha sido engañada o abandonada.Es más, sabe que, incluso mu­chos hogares que mantienen launión conyugal, la mujer se en­cuentra no menos engañada oabandonada por su compañero,quien centra su amor en segundoo tercer frente, o que simplemen·

te sigue allí porque así lo exigenlas conveniencias materiales olos convencionalismos sociales.En todos estos casos, el hogar re­presenta con frecuencia para lamujer una auténtica cárcel.

Aun prescindiendo de las fa­milias irregulares, el poner comodestino prioritario de la mujer larealización en el hogar, aunqueposibilite ciertas gratificacionespersonales, supone más que nadaun empobrecimiento tanto parala existencia de la mujer comopara la misma familia.

El empobrecimiento de la mu­jer se puede sintetizar en trespuntos:

a) la mujer se vuelve dependi­ente del hombre, en una re­lación unilateral de sumisión.Es el hombre el. que determi­na el destino de la mujer, suéxito o fracaso el que, en elmejor de los casos, definesubsidiariamente el éxito ofracaso de la mujer;

b) la mujer entra en una vía se­gura de frustración existencialtan pronto como supera laetapa inicial de fuerte deman­da a su papel familiar comomadre. Llegada a su edad deadulta madurez, la mujer seencuentra sin una tarea signi­ficativa, sin un horizonte parasu existencia personal, sin unquehacer que le permita de­sarrollar y realizar sus poten-

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cialidades humanas;

c) la mujer estrecha su mundode relaciones interpersonalesal ámbito de los seres máscercanos, perdiendo la posibi­lidad de enriquecer su exis­tencia y la de otros a travésde una gama más variada depapeles (no s610 el de esposa ymadre) y de contactos socia­les. La posesividad machista yla celotipia simplista de mu­chos hombres cierra más ymás herméticamente esemundo ya de por sí pequeñode las relaciones familiares yparafamiliares.

El destino excluyente de lamujer al hogar produce tambiénun empobrecimiento de la fami­lia:

a) como la familia es el únicoámbito para su realizaci6n lamujer tiende a concebir expec­tativas y plantear demandas ala vida familiar poco realistas.y es que la mujer tiene quelograr todos sus anhelos y sa­tisfacer todas sus necesidadesexistenciales al interior de lafamilia, lo que se traduce enuna continua sobredemandatanto al c6nyuge como a loshijos. Muy frecuentementeeste exceso de demanda semanifiesta en una exigenciade sometimiento a las normascaseras más triviales y de con­tinuas gratificaciones afecti­vas;

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b) el encerramiento casero de lamujer repercute en su ence­rramiento experiencial, sinque pueda aportar a la vidafamiliar más elementos quelos surgidos entre las paredesdel hogar. Con frecuencia, es­te empobrecimiento experien­cial se traduce en un empo­brecimiento de la relaci6n con­yugal y de la relaci6n mater­na; la esposa y madre no ex­presa más que trivialidadescaseras y no tiene nada inte­resante o significativo queofrecer a la vida familiar. Lossuplementos femeninos de losperi6dicos con más tiraje ennuestro país son una exce­lente expresi6n de este aterra­dor empobrecimiento existen­cial de la mujer sin más ho­rizonte que su matrimonio ysu hogar.

En este marco de la familiacomo cárcel de la mujer, se pro­duce actualmente cierta libera­ci6n femenina, que no es tal. Lamujer, forzada por las presionesecon6micas y una visi6n más li­beral de la vida, entra en el mun­do del trabajo remunerado. Perocon frecuencia la participaci6n enel mundo masculino de la vida nose ve correspondido por una co­rrelativa participaci6n el hombreen el mundo femenino del hogar.Así, la mujer añade a su cargahogareña la carga de otro tra­bajo. Y aunque éste le abra nue­vos horizontes, la cocina y las ta­reas caseras se encargan de ce-

rrárselo, agobiada por una sobre­carga que no le saca de su situa­ci6n de dependencia respecto alhombre y de alienaci6n existen­cial.

3. La familia como opción

Sería impropio sacar de estaexposici6n una visi6n puramentenegativa de la familia. El proble­ma no radica tanto en la institu­ci6n familiar, cuanto en la ideolo­gía que hace de ella el destino ex­clusivo de la mujer, como si fuerael único puerto que la naturalezahumana y en última instanciaDios mismo le ofreciera. Porqueentonces, con frecuencia el puer­to se convierte en cárcel y la rela­ci6n prometida en frustraci6n,con detrimento no sólo para lamujer sino para la familia mis­ma.

¿Cuál es entonces la alternati­va? La alternativa radica en to­mar conciencia del carácter his­tórico de la familia y, por consi­guiente, de su posible diversidadde acuerdo a las exigencias de ca­da situaci6n y a las necesidadesde las personas.

¿Cuáles son las formas másadecuadas de la vida familiar enlas circunstancias actuales de ElSalvador? ¿Cuáles son las funcio­nes que deben exigirse a hi rami­lia en la presente situaci6n y encuáles es necesario eximirle deresponsabilidad? ¿Cuál es la defi­nici6n de roles más conveniente

para que la familia salvadoreñapueda satisfacer adecuadamentetanto las justas demandas socia­les como las demandas no menosjustas de las propias personas?En mi opinión, la respuesta a es­tas interrogantes no viene delllamado sentido común", sino quedebe ser objeto de una reflexi6n yanálisis muy concienzudo. Dichoen otros términos, resulta contra­producente suponer que ya cono­cemos la mejor forma de organi­zaci6n y vida familiar, sin previa­mente haber analizado las condi­ciones concretas de nuestra socie­dad y las necesidades específicasque estas circunstancias plan­tean.

Ciertamente, dos conclusionespueden sacarse de esta exposi­ci6n:

a) El hogar y la familia no pue­den seguirse proponiendo co­mo horizonte necesario parala mujer salvadoreña, algosin 10 cual una mujer no pue­de considerarse plenamentetal, y mucho menos como hori­zonte exclusivo y aun exclu­yente. Por el contrario, ese ho·rizonte debe quedarse abiertoa la opci6n de cada mujer, sinque los estereotipos sociales laestigmaticen como rara por elhecho de que decida no entrarpor ese camino. Pero esta po­sibilidad social requiere elimi­nar toda discriminaci6n se­xual, de tal manera que todoslos ámbitos de la vida huma-

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na se abran en forma equita­tiva tanto al hombre como a lamujer.

b) Es necesario redefinir losroles conyugales al interiordel hogar y la familia. No pue­de seguirse manteniendo latradicional división del traba­jo familiar, asignando al hom­bre la búsqueda del sustento ya la mujer la conservación delhogar y la educación de loshijos. Cómo sea esa redefini­ción de papeles, no es del casoen este momento, pero cierta­mente debe orientarse a unaparticipación conjunta en leeducación de los hijos y unarepartición mucho más equi­tativa de las cargas del hogar.En todo caso, la experienciapuede ser en este sentido unbuen punto de referencia paravalorar alternativas.

Si nuestro país está en guerraes porque muchos de los supues­to's en que se fundaba nuestra so­ciedad están siendo radicalmentecuestionados. Entre estos su­puestos, están algunos de los quehan justificado la discriminaciónsocial de la mujer y su subor­dinación al hombre. Las investi­gaciones realizadas me llevan apensar que el momento actual nodenota tanto una crisis de la fa­milia en El Salvador cuanto unacrisis de la ideología familiar do­minante en el país. Si esta con­clusión es acertada, de ella sesigue que es esencial desarrollar

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un trabajo sistemático de desi­deologización, es decir, de descu­brimiento de lo que la familia esrealmente en nuestro país y delos intereses sociales a los que laideología dominante sobre la fa­milia pretende servir, atribuyen­do a la naturaleza y a Dios lo quees fruto de una historia.

Por 10 general, seminarios­talleres como el presente termi­nan enunciando una serie de re­comendaciones orientadas sobretodo al área legal y a los mediosde comunicación social. Eso son,ciertamente, dos ámbitos crucia­les, en los que hay mucho quecambiar. Pero en mi opinión hayotros tan importantes o inclusomás. Mencionaré simplementedos:

a) Los educadores. Bajo muchosrespectos, son los maestros losque trasmiten a los niños, pri­mero, y a los adolescentes des­pués, una imagen sobre suidentidad y sus roles en cuan­to hombres O mujeres, así co­mo sobre sus horizontes exis­tenciales. Creo sinceramenteque los maestros necesitanuna nueva conciencia sobre larealidad del hombre y de lamujer, menos naturalista ymás histórica, menos mítica ymás social. Parte importantede los educadores son los re­ligiosos -sacerdotes, pasto­res, religiosas-- que ayudan asellar los mitos sobre los pa·peles sexuales sacralizándolos

en nombre de Dios. Hay, portanto, una importante tareaQue realizar de conscientiza­ción a todos los educadores.

b) Ustedes mismas. No me cons­ta, pero me atrevo a pensarque muchas de ustedes contri­buyen voluntaria o involunta­riamente, a su propia situa~

ción de discriminación social.Con frecuencia, atribuyen alos varones de sus propias fa­milias un machismo que enverdad no tienen, y ello lesinhibe para proponerles cam­bios que quizás aceptarían.En todo caso, se trata de unatarea importante, y nada másasequible que comenzar poruno mismo. Mal podremosexigir a otros un respeto haciala mujer, cuando las propiasmujeres, aquellas que han te­nido una oportunidad para to­mar conciencia del problema,prefieren dejar las cosas comoestán y seguir ancladas en elpuerto del hogar, aunque esepuerto ya se haya convertidoen una cárcel.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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