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LEGADO GRIEGO: LA CULPA MODERNA
Daniel Ríos RengifoCódigo: 1132974
Santiago de CaliUniversidad Del Valle
Escuela de Estudios LiterariosPrograma de Literatura
Literatura griegaEnero – 2013
INTRODUCCIÓN
Incluso los dioses del panteón griego le tienen respeto a la culpa o el hecho de sentirse
culpables. ¿Y cómo no? A ellos les tocó vérselas con unas monstruosidades, descritas
desde su mitología hasta la modernidad en distintas concepciones. Perras perseguidoras,
imbatibles, obsesionadas con su objetivo y el castigo. Madres de la locura como venganza
y después, como plato fuerte, la muerte.
¿Cómo explicaban los griegos los distintos estados del hombre? Siempre eran mediadores
los dioses y sus locuras. Dodds propone a la incitación al placer desde Baco y la locura en la
que atrapa a los mortales a su culto. También hay otras locuras divinas, como la de la
inspiración o la profética, que se les deben a los dioses. ¿Dónde quedan entonces la culpa,
la ira, la venganza, la prisa, el miedo a la muerte? Aquí, además de otros dioses, aparecen
las fuerzas, como la ira, o la fuerza, o las mismas furias. No son tan importantes como esos
que viven en el Olimpo, pero son funcionales y en jerarquía de poder, están a la altura
incluso de titanes como Prometeo.
Las Erinias o furias son el núcleo de mi trabajo. No se les da la suficiente importancia,
siendo personajes tan fuertes y significativos. En la literatura parece que hubieran muerto
con Esquilo o Eurípides. Y no es así. La recurrencia de estos personajes han sido
reconstruidos a lo largo de la historia en nuevos contextos, que transforman o actualizan a
las Erinias griegas. Un mito tan simbólico no puede deshacerse en la historia literaria como
otra herencia del perdido teatro griego. Vale la pena extraer y revivir.
El trabajo que me propongo a presentar, busca hacer un seguimiento a las Erinias o Furias
en cinco instancias u obras: La primera, desde el mito griego complementado con la
caracterización de autores como Virgilio. Luego, observarlas en la tragedia de Esquilo que
representa uno de los trabajos más significativos respecto a estos personajes en el teatro
griego. Tercero, un cuento de la española Raquel Froilán García, titulado “Erinnis” donde
se encuentra una continuación de la historia de Orestes usando referencias como
Eurípides o el mito de Prometeo. Cuarto, la novela de la italiana Silvana de Mari donde se
ven las Erinias, resignificadas y con una historia diferente acorde al contexto del libro. Por
último ahondar en ellas ya no como personaje, sino más como concepto de culpa,
utilizando como hipertexto el corazón delator de Edgar Allan Poe.
ORESTÍA
La única tragedia “Completa” de Esquilo que ha perdurado hasta nosotros. Digo
“Completa” porque el drama satírico, Proteo, no corrió la misma suerte que las tres obras
que le preceden. Entonces, esta tragedia está dividida en cuatro partes: Uno
evidentemente es el drama satírico perdido y las otras tres son obras trágicas llamadas
“Agamenón”, “Las Coéforas” y “Las Euménides” respectivamente.
Partes de la tragedia
Prólogo: Este introduce la obra y la contextualiza por medio de la conversación entre un
vigía que anuncia el regreso del Rey Agamenón y el coro.
Guardián. – A los dioses imploro la liberación de esos trabajos, la vigilancia a lo largo de un año, que tendido en el palacio de los Atridas, apoyado en mis codos…
Corifeo. – Es ya el décimo año desde que el gran adversario de Príamo, el rey Menelao y Agamenón, pareja poderosa de Atridas… (Esquilo, 458 A.C; 1)
Párodos: Es la primera intervención del coro, alternando estrofas y antistrofas, donde se
brinda el trasfondo de los eventos de la obra.
Estrofa. – Soy dueño de cantar el mando de felices augurios en la expedición de los caudillos, pues mi vieja existencia, por voluntad de los dioses, aún me inspira la persuasión…
Antistrofa. – Cuando el sabio adivino del ejército vio a los dos Atridas con voluntades tan iguales, en las aves devoradoras de la liebre reconoció a los caudillos de la guerra… (Esquilo, 458 A.C; 3)
Escena (Agnición por peripecia): Una escena de reconocimiento por medio de un “giro”
sorprendente en los eventos, se da con el regreso de Orestes, el bucle de cabello que deja
en la tumba de su padre y el hallazgo de éste por Elektra, su hermana gemela.
Electra. – Pero, mirad, este bucle es del mismo color…
Corifeo. - ¿Qué cuáles cabellos? Esto deseo saber.
Electra. – Que los míos. La semejanza es perfecta, si bien se mira.
Corifeo. – ¿Acaso será de Orestes esta ofrenda secreta?
Electra. – Estos cabellos se parecen muchísimo a los míos. (Esquilo, 458 A.C; 38)
Estásimo: Intervención en un episodio, donde el coro introduce las posiciones del autor
respecto a diversos temas pertinentes en la obra.
Coro. – Hijo, la terrible quijada del fuego no domina al espíritu del muerto: un día u otro manifiesta su cólera. Se llora al muerto y el vengador aparece. El lamento debido al padre que os ha engendrado sabe encontrarlo, si se lanza con todo vigor. (Esquilo, 458 A.C; 42)
II Escena (Agón): Es el enfrentamiento verbal entre Clitemnestra y su hijo Orestes, donde
éste se descubre y la confronta con el hecho del asesinato de su padre.
Clitemnestra. – La Moira, hijo, es la única culpable.
Orestes. – La Moira es también la que va a degollarte.
Clitemnestra. – ¿No temes las maldiciones de la madre que te concibió, hijo mío?
Orestes. – ¡Me concebiste, y me arrojaste a la miseria! (Esquilo, 458 A.C; 55)
III Escena (Lance Patético): La escena de desgracia por excelencia, se da finalizando el
agón, con Orestes decidido a asesinar a su madre para vengar a Agamenón.
Clitemestra. – Me da la impresión de que viva dirijo vanamente mis plegarias a una tumba.
Orestes. – La suerte de mi padre determina esta muerte para ti.
Clitemestra. - ¡Ay de mí!, engendré y alimenté esta serpiente.
Orestes. - !Ah, qué profeta tan verídico el terror que te inspiraban tus sueños! Mataste a quien no debías, sufre ahora lo que no debía ser. (Esquilo, 458 A.C; 56)
Éxodo: Es la parte final de la tragedia “Las coéforas”. El héroe es castigado y perseguido
por las Erinis, que vienen a hacer juicio por el asesinato de su madre.
Orestes. – Vosotras no las veis, pero yo sí; me persiguen, no puedo permanecer aquí.
Corifeo. – Buena suerte, pues, y que un dios, mirándote con ojos propicios, te guarde para días mejores. (Esquilo, 458 A.C; 59)
Y cierro el análisis de la tragedia. Ahora presento los hipertextos o conceptos con los
cuales trabajaré.
El Último Orco – Silvana de Mari
La escritora italiana nace en 1953 en Italia, en la provincia de Caserta y vive sobre la colina
de Turín. Fue cirujana voluntaria en la provincia en Italia y en Etiopía. Ha escrito algunos
cuentos infantiles, poemas y dos novelas fantásticas de las que nos concierne la segunda.
El Último Orco es el segundo libro (y el último) de la saga corta de dos novelas de Silvana
de Mari. Se divide en tres partes: El Oso y el lobo, El último Fénix y El último Orco. La
historia gira alrededor de la vida de un muchacho que busca una vida mejor a la que tiene
para poder ayudar a su padre y a su hermana. También se hila la historia con su antecesor
“El último Elfo” donde el último de los moradores de los pueblos en los bosques ha
establecido su vida en una playa lejana y ahora debe enfrentarse a la invasión de los orcos
y la idiotez de los hombres.
Erinnis – Raquel Froilán García
Raquel Froilán García nació en la ciudad de León, en España, una fría mañana de febrero
en 1981. Escribe cuentos para la revista Axxón desde hace algún tiempo.
Respecto al cuento, la española cambia el contexto de la persecución de Orestes por parte
de las erinias, el lenguaje que utilizan y agrega una idea propia del mito de Prometeo. El
asesino de su madre reencarna eternamente y es castigado y perseguido por las furias en
todas sus vidas.
El Corazón delator – Edgard Allan Poe
Poe nace en 1809 en Boston y muere a sus cuarenta años en Baltimore. Es generalmente
reconocido como uno de los maestros del relato corto y trasciende hasta nuestra época
sobre todo, por sus relatos de terror.
El Corazón delator nos describe la culpa que causa en un hombre el asesinato. La culpa que
lo consume y enloquece mientras fluye el tiempo irremediablemente.
LAS FURIAS
COMO PERSONAJE
Desde el mito griego, las erinias nacen de la sangre derramada cuando le cortan el
miembro a Urano. Las llaman las perras perseguidoras ya que su cometido está
direccionado a ser las ejecutoras del castigo respecto a delitos de distinta índole. Su deber
– es más su sentido de vivir, ya que nadie les ordena hacerlo – es mantener un orden
establecido para los “mortales”, así sea necesario pasar sobre los dioses y sus protegidos.
Son representadas como genios alados – femeninos – con serpientes en vez de cabello,
armadas de látigos y antorchas.
Virgilio define tres erinias: Tisífone, encargada de castigar los delitos de asesinato, Megera,
castigadora de los delitos cometidos contra la institución del matrimonio, principalmente
la infidelidad; y Alecto, la implacable, dueña de los delitos morales tales como la ira o la
soberbia.
Orestía
En la tragedia de Esquilo las erinias no tienen número y son el coro de la última parte de la
trilogía. La pitonisa, al principio de “Las Euménides” las describe como
No diré que son mujeres, sino, más bien, Gorgonas. Ni siquiera con las Gorgonas he de compararlas. Una vez las he visto, pintadas, arrebatar la comida de Fineo. Pero estas mujeres no tienen alas, son negras y horribles. Roncan con resoplido feroz, y sus ojos vierten lágrimas horribles y sus vestiduras son tales que nadie llevara otras semejantes ante las efigies de los Dioses o bajo el techo de los hombres. ¡Nunca vi raza semejante! Jamás tierra alguna pudo vanagloriarse de criar hijos tales, sin merecer lamentables calamidades. (Esquilo, 458 A.C; 61)
Luego Apolo, haciendo de guía de Orestes las termina de caracterizar, describiéndolas
como las pobladoras de las tinieblas y el horror de los hombres. Para Esquilo no regulan la
sociedad. Son más “las que castigan”, pero no los delitos que menciona Virgilio. Ellas
persiguen los crímenes de sangre entre familia, con el requisito de los lazos de sangre. El
asesinato de Agamenón a mano de su esposa no pesa tanto como el que comete Orestes a
su madre, Clitemnestra. Y es este último el que rastrean las “perras”, desafiando la
autoridad de los dioses jóvenes.
Erinnis
La historia de Orestes encuentra continuación – o final bucle alternativo – en el cuento de
la escritora Raquel Froilán García. En la historia de la española, las Erinias son tres,
caracterizadas desde la visión de Virgilio. Alecto es la más joven y Tisífone la más vieja.
Megera está entre las dos, evidentemente – Cabe aclarar que realmente las tres son muy
viejas; han sobrevivido incluso a los dioses del panteón griego –.
En el cuento, el narrador hace apuntes que necesitan a la tragedia de esquilo como punto
de referencia. Un ejemplo está en la referencia de los dioses que ya no están, por parte de
las erinias
Caminaban seguras, sin prisa. Le atraparían. Ya no le quedaban dioses tras los que esconderse. (García, 2006)
Orestes, tras el asesinato de su madre, se escudó en Apolo para luchar con la locura que
venía a castigarlo. Apolo luego apela a la justicia de Atenea y de una u otra forma Orestes
sale “bien librado”. Pero en la historia de la española, nadie cuida del protagonista que
huye en un auto destartalado no muy seguro por qué. Otro ejemplo a la referencia, muy
evidente, es el uso del personaje “Orestes” y la culpa de “haber asesinado” de éste,
revelada al final.
Un rasgo característico de estas furias, además de su lenguaje actualizado con la “jerga
moderna”, es la importancia que le dan a la persecución, al miedo que se siembra en el
personaje mientras pasa el tiempo, a la tensión de dejarlo huir sin esperanza.
—Ya puestas —dijo la que parecía más joven, aunque ninguna lo era—, ¿por qué siempre tenemos que ir andando? ¿Por qué no nos materializamos frente a ellos, sin más?
La criatura que iba en cabeza, la más anciana y la que tenía peor carácter, se paró y murmuró algo entre dientes, con gesto de fastidio. Luego, en voz alta y con un tono que no admitía réplicas, dijo:
—Porque siente cada paso que damos —vaciló, buscando alguna frase adecuada—, cada paso que avanzamos es como... como...
—¿Como un clavo más atravesando la tapa de su ataúd? —terminó la criatura de edad intermedia. (García, 2006)
Otro rasgo importante de las Erinnis en el cuento, es el lazo fino que les une al águila que
le devora el hígado a Prometeo cada día. También el Orestes de García es un Prometeo
inmortal que renace para ser castigado – una Erinia devora su hígado – y luego morir en un
bucle infinito.
Mientras se iba, escuchó como algo graznaba a sus espaldas:
—¡El hígado! ¡Yo me pido el hígado!
Se encogió de hombros.
Cosas más raras había visto.
Orestes abrió los ojos. Estaba tendido bajo una Luna inmensa en la noche infinita, bajo un cielo con las nubes disfrazadas de Vía Láctea. Desnudo como un recién nacido, infinitamente cansado.
Lo único que recordaba era su nombre.
También sabía que había hecho algo terrible.
Y que alguien le perseguiría eternamente por ello. (García, 2006)
La descripción que complementa a las Erinnis como personajes, la hace Oriol – al igual que
Orestes en su respectiva tragedia – a la compañera de viaje forzada que consigue en el
recorrido de la historia. Él las ve como cazadoras negras; casi que literalmente, perras que
rastrean su esencia.
—No hay mucho que decir. Son tres, las hijas de la negra Noche. Viejas, más viejas que cualquier dios. Con serpientes por cabellera, cabezas de perro, cuerpos negros como el carbón, alas de murciélago y ojos que lloran sangre.
—¿Todo a la vez?
—Sí. Y además usan látigo y antorchas. (García, 2006)
Este cuento es el hipertexto por excelencia de la historia de Orestes ya que no puede
existir sin su predecesor y transforma la historia “modernizándola”, dándole significado a
lo planteado por Esquilo unos cuantos años atrás en nuestro contexto. Otra acotación
válida, es el hecho de que aunque en la Orestíada se perdona a Orestes, en una obra de
Eurípides – Ifigenia en Táuride –, más adelante, se muestra a las Erinias acosando al
protagonista por el resto de su vida.
El último orco
Silvana de Mari plantea unas furias que se salen de la visión de Esquilo y en parte, también
del mito griego. Las erinias, desde la herencia élfica en la novela, son tres mujeres
condenadas como brujas. Maldijeron el universo y se convirtieron en los espíritus de la
destrucción. Son mucho más anteriores que el reinado de los elfos – nueve a diez siglos – y
no buscan castigar nada; sencillamente quieren venganza. La sola presencia de ellas es
capaz de ahogar a las personas en el desespero; no pueden respirar y se encierran en la
angustia. Direccionan a la locura, tal como a Orestes en la tragedia de Esquilo. El miedo
consume a los presentes en la escena de las Erinias y no son capaces de reaccionar; se
asfixian, pero no por falta de aire sino por falta de valor.
Las Erinias son tres: El dolor, la venganza y el odio. Y están amarradas a un lugar en
particular – el espacio en el que murieron – el cual protegen de quien aparezca y asesinan
a quienes intentan poblarlo.
Son negras, perras perseguidoras, venganza de sus propios males. En los otros textos las
Erinias también pueden verse como vengativas, pero no vengan sus propios males; se
apropian de la venganza ajena y hacen justicia. Pero para Silvana de Mari no es así. El
mismo personaje lo dice:
- ¿Justas? La justicia no está dentro de nuestros propósitos, joven estólido. No nos entristecerá saber que le hemos irrespetado ni nos angustiará saber que no lo apruebas. Te damos a escoger entre vivir o morir con ellas. No puedes hacer nada para salvarlas.
COMO CONCEPTO
Culpa
La literatura comparada no se limita a la mirada entre obras, buscando recurrencias o
parecidos en la construcción narrativa. Se analiza y observa a los personajes que
trascienden y la relación entre estos y algunas cualidades humanas. Desde aquí quiero
identificar a las perras cazadoras de Orestes, a las erinias griegas con el concepto de culpa
moderno que incluso sin representantes tan oscuros como las furias, es capaz de consumir
y enloquecer.
En el campo de la psicología, distintos autores han trabajado lo que significa la culpa
moderna. El argentino Norberto Levy habla sobre ésta en su libro “La sabiduría de las
emociones” e introduce su capítulo sobre la culpa mencionando dos estados de ésta
Suele considerarse la culpa como una «emoción negativa», torturadora, que no deja vivir. Ésa es la forma disfuncional de la culpa, y es posible aprender a transformarla en un valiosísimo aliado que repara sin torturar (Levy, 1999; 63)
Recordamos en la obra de Esquilo, en la tercera parte de la tragedia de Orestes, dos
estados de las Erinias como personaje: el primero torturador, incitador de la locura del
protagonista – Las Erinias – y el segundo – Las Euménides – planteado por Atenea,
Benévolo y justo. La culpa que consume es una Erinia que persigue y enloquece hasta que
interviene el dialogo y la reflexión donde esa culpa es una Euménide.
El sentirse “culpable” es la mitad de la culpa. La otra mitad la establece el culpador. Éste
representa la Erinia reguladora de un conjunto de normas establecida en cada sujeto. Levy
dice al respecto
(…) cada individuo está regido por un conjunto de pautas que regulan su funcionamiento. Estas normas pueden ser distintas para cada uno y dependen, entre otras variables, del medio y la educación que se haya recibido; pero lo importante, en relación con este tema, es que siempre existe ese conjunto de normas, algunas de las cuales pueden ser conscientes y otras no. (Levy, 1999; 65)
Así, cada sujeto funciona desde ciertas normas que establece a lo largo de su formación. Si
se vive de acuerdo a lo estipulado por este “manual de convivencia” no hay conflicto
alguno y la sociedad que el individuo representa, se mantiene en equilibrio. Si alguna de
las normas se rompen, el culpador entra cual erinia a castigar, torturar o enloquecer al
culpable. Levy lo menciona en su capítulo de culpa
El culpador es el guardián del código, y cada vez que transgredimos alguna pauta de dicho código se activa una señal que informa que el código ha sido transgredido.Esa señal es el sentimiento de culpa. (Levy, 1999; 65)
Así, tenemos las furias modernas implícitas en cada uno de nosotros, regulando o
castigando nuestro actuar de acuerdo a la “moral” que hemos apropiado. La culpa
disfuncional agrega más sufrimiento y no merma la culpa, torturándonos constantemente
en vez de llegar a la resolución. Las Euménides o culpa funcional según Levy, nos ayudarían
a llegar a una resolución para restablecer el equilibrio.
El cuento donde se ve la culpa por excelencia es “El corazón delator” de Poe. El
protagonista es consumido por la locura del asesinato. El sentimiento de que “matar se
castiga” que se había impuesto a sí mismo – consciente o inconsciente – lo consumió en
agonía, sintiendo los latidos de un corazón muerto llamándole. La erinia es su propia
conciencia que lo traiciona con desespero y lo obliga a confesarse, buscando librarse de
esa furia que lo consumía, invisible, a la locura.
CONCLUSIÓN
Las furias no se oxidan. Ni siquiera la psicología deja de estudiarlas, nómbrelas como lo
quieran. La culpa es una realidad que nos ha castigado desde mucho antes incluso del
nacimiento de los pueblos élficos. Las personas infringen sus propios límites y luego se
ahogan en la locura de la culpabilidad cual héroe griego perseguido por las furias.
Pero no se reduce a las furias. Los personajes griegos trascienden su contexto y saltan a
otros lares donde se cambian el nombre, el género o incluso el corte de cabello. Un sujeto
es construido por un contexto, pero no es ese contexto. Puede transformarse o
modernizarse para adaptarse a un nuevo entorno, quien, aunque es un nuevo personaje,
también guarda las características de su “raíz”.
¿Cómo creer que las mitologías que estructuran el occidente en el que vivimos no son más
que lecturas agradables de biblioteca? Se han utilizado estas y otras más – Nórdicas,
Célticas – para crear historias y explicar el mundo que nos rodea o que rodeamos. La
literatura es un eco casi imperceptible de la cultura griega con su teatro, su mitología y su
arte, pero un eco al fin y al cabo.
Y el mundo ha cambiado, pero sigue siendo el mismo.
BIBLIOGRAFÍA
DE MARI, Silvana. El último orco Norma, Barcelona, 2006.
DODDS, Eric Robertson. Los griegos y lo irracional Alianza Editorial, España, 2006.
ESQUILO. La Orestíada. Versión disponible en:
http://enredatenlaliteraturagriega.files.wordpress.com/2010/11/la-orestiada-esquilo.pdf
GARCÍA, Raquel Froilán. Erinnis, Revista Axxón, 158, Argentina, 2006. Disponible en:
http://axxon.com.ar/rev/158/c-158cuento5.htm
GENETTE, Gerard PALIMPSESTOS, La literatura en segundo grado Taurus, Madrid, 1989.
LEVY, Norberto. La sabiduría de las emociones, Plaza & Janes Editores, S.A, Barcelona, 2000.
PIMENTEL, Luz Aurora. Tematología y transtextualidad, Revista NRFH, XLI, Núm 1. México, 1993.
POE, Edgar Allan. El corazón delator. Versión disponible en:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/corazon.htm