El mito inagotable. Estudio de las reescrituras del mito ...
LAS MARCAS DEL PADRE SOL Mito, petroglifo y geografía ...
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LAS MARCAS DEL PADRE SOL
–Mito, petroglifo y geografía chamanística en la Amazonia–
Fernando Urbina Rangel
Esta conferencia hace parte de un ciclo en que la propuesta final es brindarle la
oportunidad a la amable audiencia de ampliar las miradas para que en ellas pueda caber
la inmensidad amazónica. Una cuádruple inmensidad: su dilatada extensión, su dilatada
historia, su complejísima red de relaciones y la intrincada red de pensamientos
(imaginarios), que se han tejido desde ella y sobre ella.
La conferencia estaba planeada, por supuesto, para obedecer al título inicial,
pero luego de escuchar la erudita exposición de Pineda, se me ocurrió la conveniencia
de adelantar una especulación más sobre los conceptos de «paraíso» e «infierno»1 con
que se suele calificar en forma alternativa o simultánea a la Amazonia; práctica facilista
que no ha quedado en el pasado, sino que se remoza al ritmo de las modas o necesidades
dominantes. Espigaré, sin mayor rigor, algunas de las expresiones que flotan en el
ambiente periodístico.
Cuando los invasores europeos llegan al Continente Prodigioso no tenían
suficientes categorías, es decir, moldes de pensamiento, para meter allí y comprender y
manejar de forma inteligente lo novedoso que encontraron. Empezando porque se
toparon con un continente descomunal que no estaban buscando. Pura equivocación.
Hubo que ampliar esos moldes. De la ampliación de esos moldes de pensamiento es
desde donde va saliendo poco a poco el mundo moderno (tesis de Arciniegas); y ese fue
el verdadero Nuevo Mundo; el que sale del encuentro; no el que habitualmente se llama
el «Nuevo Mundo», ese que supuestamente encontraron, que, sobre todo, no era nada
«nuevo» y que no estaba allí para ser estrenado por los últimos en llegar: los europeos.
Provenían los invasores de una Europa donde apenas se estaba asomando el
llamado Renacimiento2, pero aún empotrada en la Edad Media; y la Edad Media la
1 Estos conceptos se acuñaron cuando se consideraba que la tierra era el centro del universo y no una
partícula, una “basurita de nada” en la inmensidad; pero, nada más ni nada menos que esa minúscula
partija es nuestro azul hogar planetario, desde donde nuestra especie, a fuerza de ampliar su interioridad,
fue capaz de pensar y vive tratando: de armar y comprender la Totalidad y de fraguar una ética que se
haga responsable de La Vida. Paraíso es una palabra de origen persa que quiere decir jardín. Infierno:
equivale a inframundo, término para nada negativo pues mienta aquello desde donde se yergue la
realidad, su fábrica, su fundamento. El cristianismo reelaboró la idea colocando allí el lugar de los
condenados por toda la eternidad; igual lo hizo con el paraíso, lugar de los bienaventurados, ubicándolo
en el cielo. Hoy día, en la doctrina católica, paraíso e infierno no son considerados «lugares» sino
«estados del alma». Razones geológicas y cosmológicas obligaron a efectuar este cambio de imagen. 2 Período de la cultura occidental (europea) que supuestamente sucede a la Edad Media… pero no la
reemplaza. Los prejuicios que enraíza el cristianismo una vez constituido en la religión oficial del Imperio
Romano, y que substituyen la actitud más abierta del mundo clásico pagano, aún hoy se mantienen
intactos en vastos conglomerados humanos (algunas sectas del protestantismo, muy activas por cierto en
Colombia), cerrados incluso a las aperturas que el mismo cristianismo se ha visto precisado a dar para
consonar con los avances científicos (en el catolicismo: Concilio Vaticano II y ciertas aprobaciones de
Juan Pablo II, que no de Ratzinger). Es el caso de países como EE.UU y Canadá donde hay comunidades
cristianas que se oponen con toda la tenacidad posible a la enseñanza de la teoría de la evolución por
considerar que contradice al Libro (la Biblia). Los creyentes intelectualmente decentes –y los hay y en
gran número– han superado hace tiempos esos baches teóricos, simplemente no tomando la Biblia como
un manual científico de cosmología. Las organizaciones de padres de familia, entre los creyentes
trajeron los conquistadores en sus alforjas, llenas de prejuicios y vacías de oro. Dejaron
sus prejuicios y se llevaron el oro. Tal como van las cosas, aquí parece que no hemos
llegado ni al Renacimiento, y si no pregúntenles a los señores feudales de la costa, si
bien para mis colegas de filosofía ya disque estamos en el postmodernismo, pero a la
ansiosa espera de que los europeos o norteamericanos se inventen otro nuevo ismo para
copiarlo.
Tenían los invasores unos moldes provenientes de viejas mitologías: el molde
paraíso y el molde infierno. Y desde luego eran moldes muy fuertes, tanto más por ser
los claves en una religión predicada para angustiar y atemorizar a cambio de generar
esperanzas imposibles. Trataron de hacer aquí un paraíso, una tierra nueva, un nuevo
mundo, una Nueva Jerusalén, y lo que consiguieron fue generar un infierno para los
pobladores autóctonos. Aún ese infierno está presente para la inmensa mayoría y de
forma muy palpable en Colombia, acosada por una corrupción que se retroalimenta
insaciable en cada campaña electoral, corrupción que heredamos directamente de los
españoles, que con la llamada independencia (es un cinismo celebrarla, sobre todo
después de que el periódico más importante de Colombia, «El Tiempo», es ahora
español) pasa directamente como forma de ser a nuestra clase dirigente. Y ahí está. Y si
hay tercera reelección aquí se queda.
En la magistral conferencia de Pineda vimos esa alternancia de «asombros»,
«paraísos» e «infiernos». Por lo general donde para unos hay un paraíso, otros tienen
que padecer un infierno. Son simultáneos. Se implican. Hoy día aparentemente esos
imaginarios aplicados a la Amazonia se han diluido un tanto, pero no del todo. Los
sectarios del difuso movimiento llamado «La Nueva Era», piensan que las comunidades
indígenas amazónicas viven en «estado de paraíso» y por eso sus Sabios poseen toda la
Sabiduría y las gentes son la perfección misma en cuanto bondad, responsabilidad y
buen manejo del entorno. Y fue más paraíso antes del «infierno del esclavismo» y del
«infierno de la cauchería» (o lo que es lo mismo: «el paraíso del Diablo»), cuando esas
culturas no habían sido rotas y avasallados sus sobrevivientes. Muchos antropólogos
como Reichel Dolmatoff han contribuido a forjar esta mirada que idealiza al indígena;
yo, modestamente, lo he hecho también. Queremos olvidar, con frecuencia, que también
son precariamente humanos como todos nosotros; pero es que cada quien quiere que, al
menos como ilusión, haya en alguna parte un paraíso; se dice que eso hace un tanto más
soportable la existencia.
Visiones de la Amazonia hay para todos los gustos. Espigaré sin mayor rigor
algunas de las que se agitan en el ambiente académico y periodístico. Piensen uds. que
en la Amazonia Colombiana está uno de los paraísos a nivel mundial: el «paraíso de los
lingüistas»: más de 20 idiomas distintos en el Vaupés, y ¡claro! eso molesta a otros:
tener que traducir las falacias de la seguridad democrática en 20 lenguas resultaría muy
dispendioso; y desde luego, es el «paraíso de los biólogos» por su inimaginable
fanáticos, son muy fuertes en algunos sectores y ellas intervienen activamente en las universidades
condenando programas y presionando a los profesores y científicos que se ven en figurillas para poder
desasnar a sus educandos. Con Bush estas asociaciones recibieron un renovado aire de conservadurismo.
En todas las guerras de religión incluidas la más enconada de las actuales, se trata de arrebatarle al otro
sus posesiones y asesinarlo mandándolo de paso al infierno, asegurándose por tal mérito el propio tránsito
al paraíso.
biodiversidad, tan grande que sólo cabe en el mito. Pero también es el «paraíso de la
guerrilla»; lo dicen algunos, porque allí es fácil escabullirse debido a la
«impenetrabilidad»; no es cómodo encontrar y eliminar a los subversivos
persiguiéndolos en un impenetrable tanque de guerra; hay que ir a pie y desde el aire, y
a pesar de toda la tecnología, es difícil atinarles dada la cobertura vegetal. Por las
mismas razones de “seguridad” está allí uno de los «paraísos del narcotráfico». Pero
hay infiernos: el «infierno del secuestro»: esa selva hostil, terrible que nos han pintado
recordando sus angustias las Ingris y las Claras y los Eladios y los Pinchaos. Y para
colmo, en muchos lugares hay «infiernitos» como el de las miles de minas
antipersonales3. Pero también hay otros personajes e instituciones que por razones bien
distintas continúan viendo la Amazonia en grande, pero en forma negativa, o con
intereses muy mezquinos. Son quienes añorando los monótonos bosques de coníferas de
Norteamérica (especies tan buenas para hacer papel) –en cuyas cercanías obtuvieron sus
maestrías y doctorados–, ven en la extrema biodiversidad una maldición: el «infierno de
la biodiversidad»: 600 especies vegetales distintas, promedio, por cada hectárea de
selva. Es para angustiarse o enloquecerse o, si se es inteligente, para congratularse,
como lo hizo toda la vida Schultes. Hace unos cuantos lustros, a un Viceministro de
Agricultura, antecesor directo –en cuanto actitud mental– de nuestro ex ministro Arias,
le oí en un foro sobre Amazonia o sobre biodiversidad (ya no recuerdo), aquí, en esta
querida UN, la expresión “la maldición de la biodiversidad”. Y eso que el tal
Viceministro ignoraba que cada cultura amazónica multiplica la biodiversidad porque la
experimenta, la piensa, la constela y la maneja de diferente manera; y cada una de
dichas culturas descubre aspectos que las otras no descubren por sus propios medios,
ninguna de las otras, incluida la cultura que cuenta con Academias y Universidades, la
nuestra. Por eso es tan fecundo el diálogo intercultural.
Lustros después se continúa pensando y proponiendo que a ese «infierno verde»
hay que acabarlo, o mejor, transformarlo, por ejemplo, en unas plantaciones bien
ordenadas de palma africana o de cualquier cultivo industrial a grandes escalas, y
mucho mejor –más ordenado– si esos monocultivos pertenecen a unas pocas familias de
“pobres” privilegiados a quienes hay que ayudar con dádivas electorales sacadas de los
recursos públicos. O mejor aun: remplazar sus inútiles bosques por potreros donde
pasten unas pocas vacas y caballos de paso substituyendo a las casi infinitas especies
autóctonas, inútiles según los dueños de las vacas y los caballos de paso. Y así, así, la
Amazonia quedaría convertida en el «paraíso de las multinacionales», como lo
mostraba la conferencia inaugural de Fenzl. Para las empresas transcontinentales y para
sus sirvientes en los gobiernos arrodillados, repito, la biodiversidad es una maldición,
3 Hace pocos años, trabajaba en el libro La copa de los espíritus del bosque, obra sobre un episodio de la
vida del Abuelo Juvenal Flaviano Castilla, cuando uno de mis alumnos indígenas (Filosofía) nacido en El
Encanto (río Caraparaná), me dio la arrasadora noticia de que el Abuelo había muerto por causa de una de
estas minas que siembran haciendo gala de cobardía y crueldad los amos de la guerra. Algún día
aparecerá este libro que condena la infamia y que rescata las maravillosas enseñanzas de un cazador y
aserrador arrepentido. El programa de la Presidencia que se ocupa de ese problema (víctimas de las
minas), no le dio ninguna importancia a la publicación de esa obra. Ni siquiera tuvieron la amabilidad de
responder a mi ofrecimiento. Que las víctimas tengan rostro real poco les importa; importan las
estadísticas.
una maldición que huele a infierno; biodiversidad que impone pensar en forma compleja
para manejarla; no en la forma simple, que no mide consecuencias ni humanas ni
ambientales, propia de los «gobiernos de opinión».
Y la forma de aniquilar la biodiversidad es uniformando. En el paraíso todos
piensan igual, y se comportan en forma uniforme; quizás al menos sólo por eso sea
preferible el infierno. Hay paraísos que se empiezan a volver infierno cuando a alguien
le da por pensar distinto; cuando aparecen individuos y minorías díscolas; entonces los
que piensan igual, o quienes desean que se piense igual, le empiezan a hacer la vida un
infierno al que piensa distinto; y lo depuran o lo expulsan. Y para no salirnos del mito –
que es el marco de esta conferencia–, ¡Pregúntenle a Eva!, la bíblica, la que tuvo la
osadía de pensar distinto y generar al verdadero hombre: el que sólo llega a ser humano
por fuera del paraíso, el que sabe, el que probó del árbol del conocimiento y por eso fue
expulsado.
Pero no pierdan de vista nunca que los paraísos sólo aparecen en el imaginario
cuando se han perdido. Ese aserto debe ser cierto porque es bello y porque lo dijo
Borges. Los paraísos “de verdad” siempre están al comienzo ilusorio y al final ilusorio.
Nunca en un presente. Se añoran, quizás porque nunca lo fueron ni podrán serlo.
Constituyen la macro extrapolación del deseo.
Insisto. Eso de paraíso o infierno es parte de lo que han pensado los que
invadieron la Amazonia a partir de finales del s. XVI; y lo que sigue pensando ese
pensamiento que es la punta de lanza del occidente, consumista, mercantilista, y con una
ambición insaciable: las transnacionales. Ellas preparan su asalto contra lo que encierra
la última gran frontera. Una frontera verde en que el verde tiene todos los colores de
puro biodiverso. Eso de los colores del verde lo dijo Aurelio Arturo hablando
enamorado del sur. Y frente a esa amenaza hay que pensar, organizarse, y resistir en
formas eficientes. La más eficiente, a mi juicio, es aquella que consiste en unir la
sabiduría indígena y la ciencia de mayor avanzada, y divulgarla y crear ciudadanos
conscientes, es decir críticos. Coincide, ello, con una de las tareas esenciales de la
universidad.
Pero ¿qué piensan de la Amazonia los indígenas? O ¿cómo la piensan? ¿Cómo la
ven? ¿Cuáles son sus imaginarios? Porque no han de ser los mismos. ¿Será un infierno?
Será un paraíso? ¿Habrá sido paraíso y luego infierno? ¿O al revés?
En primer lugar hay una gran diversidad de formas endógenas de pensar la
Amazonia y ninguna de ellas utilizó los moldes de paraíso o infierno, antes de conocer
la llamada “civilización”. Hay tantas maneras de sentir y pensar la Amazonia como
culturas se dan en ella y son muchas y han sido muchas más a través de ese tan dilatado
tiempo que se remonta, según las cuentas cortas y más reconocidas que nos trajo Mora
(10000 a.p.), o según las largas que proponen Van der Hamenn y Castaño (¿o es sólo
Castaño?) de 19270 a.p. para la ocupación más antigua del Chiribiquete. Para el centro
de Colombia, cerca de Tocaima, tenemos la encontrada por Correal: algo anterior a
16000 a.p. Y por supuesto, está la de Monte Verde en Chile (33000 a.p.), y las de más
de 30000 a.p. encontradas por los brasileros, que, sin ser amazónicas, nos ponen de
presente que a lo mejor se puedan encontrar fechas más antiguas para la llegada del
hombre a la gran selva. Entre el 33000 a.p. y el 19270 a.p. (de ser válidas las fechas
halladas por Castaño) hubo tiempo para haber llegado antes a la Amazonia, aunque se
desplazaran muy despacio. No tenían afán. No estaban buscando Eldorado. Y no
olvidemos que para hacer rabiar a los gringos –ellos se sienten los primeros y con
derecho a extrapolar ese derecho a toda América («1ª ocupación», ¡ahí sí se sienten
pieles rojas!, y «posesión»)–, en Suramérica las fechas de llegada ya se van remontando
al 50000 a.p. Y para los eurocéntricos –y los muchos nacionales que quieren ser
europeos– queda zumbando una molesta mosca con una molesta pregunta ¿Qué es eso
de Nuevo Mundo? ¿Nuevo para quién? ¿Nuevo para que nos lo vengan a hacer?
Ideologías amañadas, convenientes, justificadoras de exterminios, saqueos y
atropellos… ideologías… amañando la historia, manejando los mapas, para que unos
países queden arriba y otros abajo (la posición de la tierra orientada artificiosamente por
el norte y no naturalmente por el sol… si uds. quieren dejar de sentir a los gringos
encima, empiecen por horizontalizar el mapamundi, así los tendrían de lado, pero no
encima).
Y ¿cómo armaban su universo, su geografía y su historia los que fueron
invadidos o vencidos? Para responder en algo a estos interrogantes vamos a recurrir a
los mitos. Los mitos los crean las culturas para recordar lo que para ellas es
fundamental; lo que vale la pena no olvidar porque sirve para vivir bien, como
auténticos seres humanos.
Pero antes, perdonarán otra vez eso de no entrar en materia, ¡pero es que ya
estamos en ella!, debemos aclarar algo mínimo: ¿qué es mito? Y esto se impone porque
algo va de la forma en que uso la palabra «mito» en esta conferencia, a como la usó
Marco Palacios, nuestro pomposo y ampuloso ex rector, durante cuya administración se
intentó acabar la Sede de la UN en la Amazonia, la creada durante la administración
Páramo, esa Sede de la UN en Leticia, el IMANI, que es su Sede Amazónica; es esa
sede la que hace presencia en el León de Greiff con este capítulo de la cátedra Jorge
Eliécer Gaitán. Este instituto, el IMANI, ya acusa 20 años de fecunda existencia y lo
vamos a tener para largo toda vez que dicha unidad académica es una de los más
productivas de la UN.
Palacios hace el breve prólogo del libro más global que se ha hecho sobre
Amazonia, se llama Colombia Amazónica; la gran obra –es grande de verdad no sólo
por su enjundia sino por su gran tamaño– fue publicada por la UN y la FEN en 1988. En
su artículo introductorio “Miedo, mito y colonialismo” el ex rector Palacios califica
«mito» las creencias absurdas que hay sobre la Amazonia; ¡Qué mal manejo de la
palabra mito; cuan poco académico!; igualito al precario concepto que manejan los del
programa de TV (National Geographic) titulado «Cazadores de mitos», un típico
programa para hombre promedio consumista, ese tipo de persona a quien hay que
orientar cuando mira programas de humor para que estalle en carcajadas en el momento
oportuno4. El ex rector, igual que los del programa de tv., confunde «mito» con
«creencia» sin percatarse que si bien todos los mitos son creencias, igual que toda
4 Para ello, los programadores introducen risas en las series de humor, risas programadas, actuadas, no
espontáneas y colocadas como telón de fondo. ¡Juzguen la estupidez: tener que indicarle a una audiencia
cuándo se debe reír!; tal pre programación estricta sólo se da en Colombia en los consejos comunitarios.
fórmula científica (sobre todo las que van siendo descartadas5), no todas las creencias
son mitos.
Pero vayamos dando una aproximación al mito. De puro trajinar con el concepto
terminé por acuñar unos versos, simplemente, como recurso nemotécnico; ahí van:
EL MITO
Aproximación
El mito es un decir siempre confiado
Que alguien nos trae de un ayer difuso.
Está en su oficio revelar comienzos
Retrayendo en palabras, trazo o gesto
Los arquetipos con que se hace mundo.
(Versos basados en las enseñanzas de Eliade uno de los máximos estudiosos del mito).
Etimología de «mito».
Del griego mythos. Originalmente significó palabra, especialmente la palabra
fundamental (verdadera) que venía por tradición y cuyos garantes eran los dioses
mismos. Se oponía al término logos que también significa palabra, pero no la palabra
que habla de lo que es (lo real), sino que el logos es la palabra que habla de lo pensado.
La etimología de mythos ha sido escenario de mucho debate. Hoy día con Gustav
Stählin se piensa que encierra la raíz meudh presente en muchas otras lenguas del gran
tronco indoeuropeo y que entre otros contiene el sentido de recordar.
El paso del mito como palabra verdadera a palabra errónea o, peor
aún, mentirosa.
S. VI a.C. Este siglo constituye la divisoria en la valoración que se le da al mito. Los
racionalistas griegos van convirtiendo poco a poco la palabra en sinónimo de mentira,
error o, al menos, inexactitud. Esa dirección del pensar termina por acuñar el término
«mitómano» para referirse a quien tiene el defecto de decir mentiras habitualmente.
Pero, también, a lo largo de todo su historia el concepto mito tuvo pensadores a su favor
que no lo vieron como sinónimo de mentira, falla o debilidad de pensamiento sino como
una de las formas más eficaces que se ha ideado el hombre para no permitir que se
olvide o minimice lo fundamental, eso que constituye lo propiamente humano: la
capacidad de imaginar y recordar y transmitir mediante símbolos lo imaginado y
recordado. Dentro de esta línea entusiasta se encuentra entre muchos otros Lévi-Strauss,
el venerable antropólogo que nos dejó hace poco después de su larguísima y fecunda
5 Lo de las hojas del poder: no se iba a permitir que aparecieran allí unos mitos y menos sobre la «planta
infernal», la maldita: la coca. El libro adolece de un garrafal defecto: por ningún lado aparece el punto de
vista desde lo indígena ; las menciones a ellos es desde lo que dice la Academia.
existencia, y también Guillermo Páramo, bajo cuya rectoría se fundó la sede de la
Universidad Nacional en Leticia.
Miremos algo de lo que estuvo en juego con la polémica en que se ventiló la oposición
mito-verdad. Verdad en griego se dice aletheia = a (partícula negatica, significa lo
mismo que en castellano) y lethe = olvido. La palabra verdad en griego arcaico no
significaba «lo opuesto al error y a la mentira»; ALETHEIA significaba «lo opuesto al
olvido», la negación del olvido, y lo opuesto al olvido es precisamente = recordar. De
ahí que en la maravillada experiencia de quien creó la palabra (cada palabra fue creada
por un individuo quien al socializarla, si tiene suerte –acogida– la hace perdurar) los
términos mythos y aletheia no fueran opuestos sino complementarios.
Fue con el andar del tiempo que se olvidó el sentir de los arcaicos y se llegó a
ver la verdad como lo opuesto al error y a la mentira, y al mito como lo opuesto a la
verdad. Y el logos como lo opuesto al mito y con mayor valor que éste. En ocasiones se
gana mucho cuando se retorna a los sentidos originarios. Espero que la mayor ganancia
que podrían llevarse de esta charla consista en abrirse a meditar sobre eso de no ver la
verdad como lo opuesto al error y a la mentira sino al olvido. ¡Qué lejos se estaría con
ello de sucumbir a cualquier fanatismo, actitud que niega lo mejor del espíritu humano y
que no es más que la certeza de tener la verdad en el bolsillo y poder administrarla
diciendo que quienes están conmigo son quienes la acepten y los que no la acepten
merecen la exclusión, o la muerte y el infierno, cualquiera sea el tipo de infierno que se
imagine. La verdad es tarea, labor inacabable, no posesión.
Pregunta
¿Cuál es la peor peste que puede aquejar a un ser humano? García Márquez habló de
ella: “la peste del olvido”, esa aguda pandemia que aqueja a los colombianos. Y que
valga eso en el ámbito preelectoral en que nos movemos por estos días.
LAS GRANDES PREGUNTAS
¿Tuvieron los indígenas amazónicos conciencia de la Panamazonia? Perdón: hay una
pregunta previa: ¿Tuvieron los indígenas amazónicos consciencia de que había algo más
que Amazonia? Pero uds. sabrán perdonar nuevamente: por lo menos hay otra pregunta
anterior: ¿Tuvieron los indígenas amazónicos consciencia de una realidad total, de un
universo que excedía los límites inmediatos de su aldea o maloca e inmediato entorno?
Oigamos los mitos.
LOS MITOS
Cosmogonías.
Los más mitos entre los mitos. Todo mito habla de orígenes. Aquellos que hablan del
origen de la realidad son, obviamente, los que más merecen el nombre de mitos.
Un mito de los okaina, narrado por el Abuelo Noé Siake. La antropóloga María
Cecilia López recogió este relato en la década de los 80; poco tiempo después
tuve oportunidad de entrevistar nuevamente al relator, quien me aclaró aspectos
del intrincado mito. Era tan bello el cuento que no veo forma mejor que el del
poema para transmitirlo:
ORIGEN
El Padre abrió sus ojos:
No vio nada.
Vacíos estaban en medio del vacío.
Y así una y otra vez.
Por fin, un día,
Cuando aún no había espacio ni nostalgia,
Entre parpadeo y parpadeo
Vio un puntito de nada entre la nada
Que crecía y se achicaba.
Y esa basurita de nada entró en su vista
Y ese fue el negro de sus ojos.
Se agrandaba ese punto, se agrandaba
Hasta que fue bien firme aquella cosa.
Entonces dijo:
–Bueno para sentarme es esto.
Bueno para enraizar la fuerza del origen.
Y sintiéndose ya fuerte
Hizo que su banco explotara
Como cápsula de semillas aéreas de ceiba
Y de allí salió todo lo creado.
La creación según el Abuelo Enokayï.
Blanca de Corredor recogió este relato en Araracuara para su tesis de grado. Pertenece
al Conjuro de la Maloca, oración con la que se sacraliza e instaura la gran choza,
símbolo del mundo en su doble dimensión temporal y espacial. Es de destacar en este
relato la importancia dada a la Gran Madre, asiento de toda la realidad, según la
vertiente matriarcalista del pensamiento uitoto.
La Madre existía cuando no existía nada, nada, sólo ella;
Ella es aire, es agua, es conocimiento.
Fue ella quien calladamente dio el primer suspiro
Para que de ese suspiro, como una burbuja,
Naciera el Padre Creador, el padre Unámaraï
Y Él se posa como una nube por encima de la Madre,
Sustentado por ella, porque es ella quien lo sostiene.
Y la Madre y el Padre engendraron a su hijo, Áñïraima.
Y el Hijo será el encargado de hacer visible la Creación que sólo era vibración,
murmullo, palabra o sueño en el seno de los Progenitores Primordiales.
La creación según los relatos recogidos por Preuss
Era la nada [naaïno], no había cosa alguna. Allí el Padre palpaba lo imaginario,
lo misterioso. No había nada. ¿Qué cosa habría? Naaïnuema, el Padre, en estado
de trance, se concentró, buscando dentro de sí mismo.
¿Qué cosa habría? No había árboles. Rodeado de la nada, el Padre la controló
con ayuda de un hilo soñado y de su aliento. En todas partes reinaba el vacío. El
Padre examinaba el fondo de ese vacío, pero no había nada. Recitó la oración de
la nada, mas todo era vacío.
Ahora, el Padre buscaba aquello que es nuestra vida, el comienzo de nuestra
historia, pero sólo había un vacío. Intentaba palpar el fondo de la nada, atarlo
con la ayuda del hilo soñado, pero todo era vacío. En estado de trance obtuvo las
sustancias mágicas arebaikï e izeikï, con las cuales sujetó el fondo de la nada.
Tomó posesión de la nada, para luego sentarse en aquel plano, que es nuestra
tierra, e intentar extenderlo.
Y de ahí arrancará la creación de la Tierra, de ese comienzo abstracto preñado de
gérmenes.
UN MITO SOBRE LA PANAMAZONIA
Y ahora sí hablemos de la Amazonia. Traeré a cuento un mito en una versión que no es
la más extensa, pero sí una de las más apropiadas para llevar un mensaje de mucha
claridad a los colombianos. En él se habla de la Amazonia como conjunto. Pero si no
nos alcanzase el tiempo para más, ya sería suficiente para que uds. se lleven una idea de
lo que piensa un pueblo amazónico acerca de tan inmenso territorio y lo mucho que se
puede extraer de allí en cuanto a valoración del pensamiento indígena y en cuanto
pautas para una visión y manejo inteligente de la Amazonia.
EL ÁRBOL DE LA ABUNDANCIA O DE LA BIODIVERSIDAD
Entre las poblaciones aborígenes sobrevivientes a la catástrofe de la invasión y
colonización de la Amazonia a partir del s. XVI, el mito más difundido acerca de su
forma y funcionamiento presenta a esta inmensa y compleja región como un gran árbol
cuyo tronco es el río-mar, las ramas están conformadas por sus innumerables afluentes y
las hojas fungen como selvas. La imagen a su vez está tomada de la ceiba (Ceiba
pentandra L., Gart.), el organismo arbóreo más gigantesco de los bosques del trópico
húmedo, cuyo grosor no tiene rival y su colosal altura lo destaca sobre el dosel del
boscaje.
La reflexión indígena subyacente en esta imagen arbórea, fiel a la lógica de lo
concreto, presenta a la Amazonia como un organismo, como un inmenso ser vivo. La
ciencia moderna nos dirá que conforma un prodigioso conjunto de interacciones, las
más finas según parece en la historia natural. Es el ámbito en que la vida a nivel
planetario ostenta su mayor diversificación, su más grande y refinada inventiva, a tal
punto que la selva ecuatorial medra no a fuerza de la fecundidad del suelo, que es en
extremo pobre, sino a partir de auto reciclarse; de esta manera resulta la más sofisticada
de las invenciones6.
Son muchas las variantes del relato en cuestión. Algunas se emparientan con las
versiones del mito presentes en culturas extra amazónicas, en las cuales los ríos que
vertebran los territorios ancestrales son también equiparados a grandes árboles.
No es ilusoria la importancia dada al árbol. Por una parte es un ser que permite
desencadenar innúmeros pensamientos, toda vez que su estructura y funcionamiento se
pueden cargar de fecundos simbolismos: hunde sus raíces en lo oscuro de donde
procede toda auténtica fuerza, aquella que sustenta, aunque también la que domina
cerniéndose; su tronco se yergue en el mundo de los hombres compartiendo su destino,
y su copa se proyecta hacia el cielo esplendente al que toca con sus ansiosos dedos
verdes. Conjuga los tres ámbitos del mundo. Equivale al mundo. Por otra parte, la
importancia del árbol en el desenvolvimiento de la especie humana y de la cultura
misma es fundamental. En algún momento el antepasado arborícola del hombre se
balanceó en sus ramas. Lo era todo: sendero, alimento, refugio, juego. Se desprendió de
él como un fruto para colonizar los campos abiertos, liberando las manos y oteando
horizontes más anchos, irguiéndose... En el transcurrir del tiempo alguien dirá que el
verdadero hombre ha de morir de pie como los árboles. Bien pronto en la evolución de
los homínidos los leños serán determinantes como instrumentos inmediatos y
posteriormente –en el lento andar de la invención de la cultura y del hombre– como
materia prima de los utensilios más elementales, y luego de los más y más sofisticados o
complejos... atlatl... búmerang ... arco y flecha para clavarse en lo distante, para ser en la
6 Parece que la única finalidad de la vida es reinventarse. Tener en cuenta que los cazadores
recolectores silvícolas y los agricultores de roza y quema itinerantes han contribuido a lo largo de su
milenario nomadeo a la diversificación de los entornos amazónicos. Los primeros, al acampar
seleccionaban semillas y las sembraban entreveradas en la selva. Al cumplir un ciclo en sus
desplazamientos las gentes encontraban qué cosechar. Los segundos al abandonar los rastrojos a la selva
invasora, la intervenían. Estas mínimas incidencias en el manejo del bosque primario lo han ido
transformando paulatinamente. La selva virgen de hoy no lo es tanto como habitualmente se afirma;
también es producto cultural.
lontananza, para trascender lo inmediato, y por esta senda llegar a crear hasta dioses que
divinizan al hombre y lo hacen ser más allá de tiempos y distancias.
En los fundamentos de la cultura occidental, entre los griegos arcaicos,
inventores de las palabras en las que se quintaesencian metáforas que aún nos permiten
una cierta configuración, captación y manejo de la realidad que aún nos acompaña–,
HÝLE era la voz para designar el bosque, el árbol, la madera… y será la enaltecida
palabra con que los filósofos –ya auto posicionados frente al mito– se referirán a lo que
en castellano se dice materia, ésa que el hombre humaniza haciéndola utensilio; uso de
utensilios que, a su vez, garantiza que estamos ante la innegable presencia de lo
humano.
El mito que se transcribe a continuación me fue narrado en varias oportunidades,
a partir de 1971, por José Octavio García, quien lo había recibido a la vez de su padre,
el gran sabedor don José García, de la Nación Muinane. Fue en uitoto la lengua en que
se trasmitió inicialmente y no en la propia de don José, por cuanto la uitotización de la
cultura muinane ya está muy acelerada y muchos hijos de varones de esta etnia terminan
por aprender la lengua materna (generalmente el uitoto) por razones de dominancia. El
Abuelo José manejaba con fluidez varios idiomas indígenas, entre ellos el uitoto. La
traducción de este mito7 y de muchos otros por obra de José Octavio, fiel al legado de
su padre, obedece al propósito de hacer asequible aspectos fundamentales de su cultura
ancestral a un público blanco; el objetivo es que éste al conocerla la respete.
El texto del mito que aquí se entrega tiene varias elaboraciones. Primero está
tamizado por Octavio quien lo vierte al castellano y, además, lo escribe. Esta versión
escrita reposa en mis archivos. Luego de oírselo en varias oportunidades y de leerlo
muchísimas veces, hago mi versión8. Es la que aquí presento. Para comodidad en la
lectura he dividido el relato de «Moniya Amena»9 en seis apartes.
El amor secreto
Bella es Monaiya Tïrizaï, la hija del cacique Jurama. Muchos jóvenes
la pretenden pero todos son despreciados. ¿Por qué razón? Ni el
propio padre, con ser tan sabedor, sabe la causa.
7 Publiqué este relato en mi libro (1986) Amazonia: naturaleza y cultura,(: 62-70); es el único mito que
figura allí completo; también como texto de la exposición pictórica itinerante (desde 1993), del mismo
nombre y con autoría de la artista Mónica Rubio Torgler. Una versión muy extensa, pero sólo a partir del
episodio del parto de la criatura prodigiosa, en Garzón & Macuritofe (:123-144). 8 Ediciones críticas (bilingües y comentadas) de los mitos uitotos, por fortuna, ya se están dando. El
lector interesado en una aproximación plena a la literatura en el original uitoto puede ya consultar este
tipo básico de documentos; son inapreciables estas obras por ser las que permiten con justeza asomarse a
la intimidad de la cultura y dan la posibilidad de sumergirse en sus profundidades –siempre insondables,
por supuesto–. Mi texto no es más que una invitación para dirigirse a esas meritorias obras: las
transcripciones del vernáculo logradas por lingüistas especializados en uitoto. La más copiosa colección
la tenemos en PREUSS; ver también en la bibliografía a BECERRA-MARÍN y, muy especialmente, a
CANDRE-ECHEVERRI. 9 Moniya proviene de monifue : alimento; amena: árbol. Literalmente Árbol de la comida o de los
alimentos, también llamado Árbol de la yuca, por cuanto esta raíz tuberosa constituye la comida cultivada
básica, uno de los principales diferenciadores entre el hombre y la bestia por tratarse de un alimento
cultivado y procesado mediante el fuego transformador y el uso de muy variados utensilios. Resulta el
paradigma de todos los alimentos.
Y es que Kuio Buinaima, el Dios·lombriz, la ama, y ella a él. El
Padre·de·la·abundancia10
es el amor de la bella.
En la noche cómplice, cuando la sombra ampara el secreto, llega
el dios en forma de lombriz, y la vida se hace fruto y crece en el
vientre de la ya no doncella.
-¡Aaaay! -gime la madre: -¿Quién es el causante de la preñez de
mi hija? ¿Cómo burló mi vigilancia?
-¡Ah! -murmura cada pretendiente-: si el sí me hubiera dado, su
hijo tendría padre; todo sería claro y bueno.
Y la palabra hiriente, hiere.
El padre, entonces, convoca a los jóvenes ansiosos y pregunta:
-¿Quién deshojó la flor de la doncella?
Nadie se muestra. El padre, avergonzado. La madre,
avergonzada. La mirada no encuentra la mirada. Quizás el tiempo
traiga algo de luz.
Cuando el dios se va
Un día, al clarear, la madre escucha la cantarina charla de los
pájaros. Bien sabe que entre ellos están los pretendientes, los
despreciados. Chismorrean, envidiosos, dando pistas. Es cuando la
vieja decide dar con el culpable. Entonces busca, busca, busca...
-¡Vete por agua! -dice a Monaiya Tïrizaï y le da un cernidor para
traerla y así aumentar el tiempo de la búsqueda. Barre el aposento
levantando cada cosa... Busca ... busca... busca por toda la gran
maloca. Pasa por debajo de la hamaca; llega al fogón y levanta la
esterilla en donde se sienta la hija. Debajo hay un hueco. De él brota
un aroma de frutas y al poner atención va descubriendo el rostro de
un hombre que sonríe.
-¡Ajá! -exclama. -Aquí está el culpable.
Ya retrocede la madre. Ya calienta agua mientras la joven trata
inútilmente de traer el encargo. Ya derrama el líquido hirviente en el
hueco en donde el dios se esconde.
Kuio Buinaima muere, pero no desaparece. ¿Acaso un dios puede
deshacerse? Se oculta. Los dioses siempre buscan la penumbra. Se va
al fondo, a las sombrías raíces de la tierra donde reside toda fuerza,
fábrica oscura, vientre del que surge lo que existe.
10
A nivel mundial la mitología y ritualística asociada a cultígenos es inmensa y contiene muchos
simbolismos comunes que no siempre pueden explicarse sobre la base de difusión cultural; prueba de
ellos son los corpus amerindios. La diosa o dios que constituye la esencia de las cosechas es visto como
un ser que muere y resucita, desciende al inframundo y vuelve a la luz; al fin de cuentas es una
personificación divina de la semilla. En las culturas que ostentan un cuño matriarcal –las que idearon la
horticultura– la divinidad en cuestión será femenina: Inanna-Ishtar, Perséfone, Buinaiño ...; en las de corte
patriarcal, que llegan a imponerse, se tratará de un personaje masculino: Tammuz, Osiris, Diónysos,
Quetzalcoatl, Kuio Buinaima...
Muy satisfecha queda la mujer, ignorante del mal que causaría.
Entonces, le ordena a Monaiya Tïrizaï:
-¡Toma un cántaro y trae agua!
Al regresar, la que está encinta descubre que Buinaima se ha ido.
La ausencia del amado va labrando en su rostro la tristeza. Pero esa
noche sueña, y él le dice:
-Calma, muchacha. Deja ya tu amargura. Yo soy Kuio Buinaima,
el Dueño·de·las·buenas·cosechas. Pensaba traerles la abundancia y
mira: cuando hablaba a tu madre, me ha quemado. Me he ido a lo
profundo. Ya nada medrará sobre la tierra; pero tú no estarás mal;
nuestro hijo tampoco. En la quebrada descubrirás espumas.
¡Recógelas y tráelas! Son alimento bueno, pero sólo han de ser para
ti, no para quienes desoyeron mis palabras y despreciaron mis
dones11
.
Diciendo esto el dios se marcha y con él se lleva la esencia de las
muchas cosechas. Ya no hay más yuca, alimento el más propio de los
hombres que construyen malocas y que bailan, ni el amarillo caimo
salpica con su luz la fronda verde, ni el umarí perfuma el aire de la
siesta, la maraca no deja ver su carne amarillenta, la uva caimarona
y el cucuy no endulzan más las horas del reposo, ni el ají con su
diente hace sabrosa la carne de la bestia, tampoco el canangucho12
11
Traer las palabras de abundancia equivale a donar la fuerza de aquello que se nombra. Fuerza
equivale a esencia; se hace presente en el arquetipo; en este caso, en las primeras plantas cultivadas, don
de la divinidad que personifica a la Madre Primordial, una de cuyas manifestaciones se da en Monaiya
Tïrizaïï, de quien nace la yuca. Otro personaje femenino, advocación de la Mater Generatrix, es
Buinaiño; ella le aporta a la humanidad, después del diluvio que ha aniquilado toda la cultura, las plantas
cultivadas y los instrumentos básicos que permiten el paso de lo crudo a lo cocido. 12
O moriche (Mauritia minor Burret), palmácea cuyos rojos frutos sirven para confeccionar una de las
bebidas rituales más importantes, la que tiene que ver con el bautizo de las gentes. Cuando se llega a una
nueva etapa en el ciclo ritual generacional, el abuelo dueño de tradiciones adopta un nuevo nombre, igual
que sus familiares inmediatos. Los nombres varían de acuerdo a los grados de conocimiento del Dueño de
Baile, u hombre de conocimiento, sabedor. En el fondo el nombre ha de ser el recipiente que permita
contener el poder que ha sido acrecentado mediante la realización correcta de los ritos, y la superación de
problemas graves. La masa de canangucho se obtiene macerando los frutos para desprender la película
que recubre el cuesco; se mezcla luego con una base líquida de almidón de yuca y así se consume. El
canangucho está asociado a la anaconda (Eunectes murinus), que en su forma de Serpiente Ancestral da
origen a los nombres de los diferentes grupos humanos, manera de simbolizar que éstos provienen de ella,
por cuanto el nombre es la esencia de los seres. El utilizar la planta durante el bautizo hace cobrar a éste
un pleno sentido: confirmarse en la humanidad mediante un nombre. En el mito de Áñïraima, otra
variante uitota del mitema Origen serpentino de la humanidad, a los hombres primigenios tan pronto
salen del Hueco·del·origen –un barrialoso útero cósmico–, les son cortados sus cordones umbilicales que
van a parar a la laguna primordial, donde luego se bañan estos recién nacidos. Dichos ombligos se juntan
posteriormente y dan forma a la Anaconda Ancestral. Las gentes se alejan y dispersan pero han de
regresar pues se sienten incompletas sin sus nombres. Un gavilán las ayuda a atrapar la Gran Víbora. La
cortan inicialmente en cuatro grandes trozos, origen de los cuatro ancestros que se van a poblar la tierra
hacia los puntos cardinales. Luego de obtener sus nombres los grupos habrán de regresar nuevamente
pues se han ido sin coca y sin tabaco (las plantas rituales), sin las historias del origen y sin banco donde
sentarse para recrear mediante la palabra. Los cuatro ancestros son representados en los cuatro postes que
soportan la estructura de la maloca, la gran casa comunal, microcosmos, mitograma síntesis de la realidad
en su doble dimensión de naturaleza y cultura. La Culebra Ancestral es considerada la Madre·del·agua.
Los ríos son serpientes que penetran en la tierra desde el canto del mar. La Vía Láctea es vista por los
dará su rojo fruto para ofrendarle al huésped la bebida que ha de
calmar la sed de los caminos.
El hambre
En la quebrada, la hija del cacique recoge las espumas. Es yuca. Sólo
ella se alimenta bien; toda la demás gente padece; comen de nuevo
tragazón de bestias. Ningún trabajo fructifica. Es el castigo. ¿Por qué
los hombres nunca son capaces de reconocer los dones de los dioses?
¡Ay!, cómo padecía la gente, ¡ay!. Comían jukï,
yuca·de·la·selva13
; comían zoñekï, pepa de los micos; comían cogollos
de palmas, y, al final, tan sólo tierra asada. ¡Ay!
Jurama, el cacique, está triste. Estar hambreado es muy triste.
Pero, ¿qué es eso? ¿Qué es lo que arrastra esa hormiga? Y ya en el
angosto límite de sus fuerzas se agacha y recoge una borona. La
huele. -¡Aaaah!-, exclama aspirando el aroma del alimento. -¡Aaaah
es yuca!. Entonces busca y busca y busca y encuentra en la canasta de
la hija el fruto de la espuma. Jurama la llama y la reprende:
-¡Eh!, tú eres mala. ¡Eh!, tú que comes sola mezquinando el
alimento. ¡Eh!, ¿por qué nada compartes?
Ella responde:
-¡Acaso yo soy la culpable del hambre que padecen las gentes!
Seres incapaces de comprender los signos de los dioses. Aquel, a
quien quemó tu mujer, era el Dueño·de·los·frutos, los que habrían de
cultivar los hombres sin tanto esfuerzo, los que no se amargan. ¿Por
qué mi madre no hizo caso de sus palabras? ¿Acaso él no le habló
con el lenguaje de los aromas?
Ante el reclamo del padre, la joven consiente en compartir el don
del dios. De nuevo padre y madre comen. Entre tanto, toda la demás
gente padece tragando cosas de animales, retrocediendo día a día al
mundo del origen, cuando el límite entre el hombre y la bestia era
impreciso.
El Árbol de los Alimentos
¿Qué prodigio se anuncia en medio de la quebrada? ¿A qué extraño
ser ha hecho amanecer la amada del dios? ¿Qué árbol es ese en que
relucen toda suerte de flores?
amazónicos como la Anaconda Celeste. De esta manera el güío de agua resulta para los uitotos y
muinanes el más polisémico de los símbolos, sólo superado por el símbolo hombre, el cual posee la
infinitud de connotaciones propias del ser que es capaz de dar sentido a cuanto se imagina. 13
Todas las plantas que se cultivan en las chagras tienen su paralelo en el huerto de los animales; por tal
es tenida la selva.
Y después amarillean, enrojecen, negrean las frutas: el umarí y el
caimo, la maraca y la guama, la piña de ojos múltiples, las nueces,
los coquillos, y todos, todos, toda la maravilla perfumada, alimento de
hombres.
Entonces lo llaman Moniya Amena, Árbol·de·la·abundancia.
Y la joven madre trae y trae los frutos del gran árbol y el don del
dios nutre la casa de Jurama. El cacique se jacta:
-¡Ah!: los que viven al otro lado son como bestias, siguen
comiendo cosas de animales. ¡Ah!
Los hambrientos comentan:
-¿Por qué está Jurama tan contento? ¿Habrá conseguido ya
buena comida?
Entonces, se van de cacería; se van de pesca y traen las presas
para intercambiar por frutas. Dicen:
-¿Acaso el hombre es jaguar para comer sólo carne? La planta es
alimento bueno. El hombre es de la estirpe de las plantas. Por eso
somos frutas. Hombres·fruta14
.
Y van donde Jurama y le llevan la ofrenda y a cambio reciben los
frutos cultivados. Así, de los muy pocos que cada día acarrea
Monaiya Tïrizaï, se obtiene alimento suficiente para que toda la gente
coma y prolifere.
Pero el árbol crece y crece y ya es tan alto que la mano de
Monaiya Tïrizaï no alcanza a tocar las frutas. Al fin llega el momento
para que la amada del dios revele su secreto y pueda recibir la ayuda
necesaria.
***
Árbol formidable: su tronco, inmenso en medio del agua, su
altura, prodigiosa. ¿Quién puede llegar a sus ramas? Sólo Ega, el
ladrón. Él sube a ocultas y roba. Come solo. Ega el hombre15
tragafrutas, a escondidas, trepa por un bejuco.
-¡Que se corte la liana! -dice el cacique y cortan. Pero está de
malas Jurama: el bejuco se balancea y su azarosa punta le golpea un
ojo y se lo arranca. Exclaman:
-¡Allá va el ojo de Juramaaaa!
Va a parar al horizonte. Estrella de la tarde, el ojo de Jurama. Es
el primer tuerto y que nadie diga en el futuro que no es cierta esta
historia. Allí está el véspero, testigo luminoso de la gran aventura.
Ega en castigo, por mezquinar al producto de su arte, queda
arriba ya vuelto bestezuela, el zorro tragafrutas, nocturno y
14
Esta concepción del hombre se reafirma en la creencia de que al morir la gente se convierte en frutos
del huerto; así seguirán manteniendo la fuerza del grupo. Sólo los chamanes, los grandes sabedores,
presienten que al morir su espíritu tomará la forma de un jaguar, cuidador del territorio ancestral. 15
Estos mitos se refieren a un tiempo en que los animales aún eran gente; son los acontecimientos
narrados en las historias los que terminan por confirmar la diferenciación.
silencioso. Y ya nadie puede bajar más pomas del árbol que perfuma
en medio de las aguas.
Los animales nada pueden
Las gentes se admiran:
-¡Pero cómo crece el árbol! ¡Pero cómo crece! Y ahora ¿de qué
manera obtendremos alimento? Ni semillas siquiera; las que caen las
devoran los extraños seres que habitan el mundo de las aguas.
-Que el problema sea resuelto por Monaiya Jurama,
Hombre·de·amanecer16
. Para eso es el cacique. Él es sabio y porque
sabe, manda.
Entonces, en la noche, cuando el pensamiento se extravía menos
en la selva de los signos, el jefe reúne a los ancianos de la tribu. Van
a deliberar. Van a buscar por las sendas ambiguas de los sueños la
manera de obtener alimento. Ellos buscan. Las plantas de poder
trazan caminos por la floresta inmensa del espíritu. Le dan a la
mirada potencia de ojo de águila y a la palabra la vuelven como
arcilla para plasmar lo visto. Al fin resuelven:
-¡Es necesario derribar el árbol!
Pero, ¿cómo hacerlo? (En este tiempo aún no manejan el poder
del hacha). Se preguntan:
-¿Quién podrá cortar el árbol que crece en medio del agua, de
tronco, inabarcable, de altura, inmensa?
Los sabios de la tribu se juntan y convocan a muchos animales.
Recuerdan antiguas alianzas, comienzos más arcaicos cuando los
lindes entre el hombre y la bestia se traslapan. Concurren los de pico
fuerte: los loros, las guacamayas; los de diente agudo: la boruga, la
guara y el tintín; los de garra corva: los osos hormigueros, el
armadillo trueno... Todos, todos, todos... Y llega Janikoño, el
cucarrón que corta ramitas, y hasta el sapo concurre; él también
quiere intentarlo pero, menos que otros, ¿qué puede hacer? Se hizo al
pie del palo y se puso a cantar. Jurama lo maldice y lo deja con esa
misma voz para croar a la orilla de los charcos.
Las gentes en corrillos observan y comentan la forma en que van
llegando y actuando todos los animales. Ninguno quiere renunciar al
intento.
-¡Miren, miren, miren!: llega el tintín. Está mordisqueando el
palo. ¡Eh!, de nada sirve.
-¡Miren, miren, miren!: llega la boruga. Su diente es más
poderoso, dobla al del tintín. ¡Eh!, de nada sirve.
16
Hombre de amanecer o de hacer amanecer: expresiones referidas a los demiurgos que hacen que las
cosas se originen, aparezcan, nazcan = amanezcan. Los jefes participan del poder de los demiurgos.
-¡Aaah!, llegan las loras. ¡Qué va!: se han puesto a picotear las
frutas y a parlotear como gentes necias.
-¡Ahí vienen las guacamayas! Con sus picotes quizás puedan
lograrlo. ¡Malditas sean! Nada pueden. Se dedican a tragar también y
hacer sesión de chismes.
-Bueno: queda Janikoño. Veamos si él consigue hacer algo.
¡Miren!: sí puede cortar ramas. Pero, ¡tampoco!: sólo troza las más
delgaditas y los frutos cuelgan de las ramas grandes.
Y con todos los animales sucede lo mismo. Dice entonces el
cacique:
-¡Animales tontos! ¡Que se queden así! ¡Que definitivamente no
sean gente!
El cacique ha de seguir buscando la manera de tumbar el
Árbol·de·la·abundancia. Él, que es sabedor, que busque entre el
ensueño. Y así, Jurama, termina por invocar al dios pidiendo su
socorro, a Juzíñamui, el Sol·sangriento, cortador y devorador de
cabezas, Dios·sol·rojo de la aurora.
El hacha17
Solamente después de cinco noches, cinco noches sin dormir
mostrando que se es fuerte; cinco noches en que se invoca al dios
entre la borrachera del tabaco, cuyas hojas·ala construyen vuelos
altos; cinco noches en que el polvo sagrado de la coca, revuelto con
las cenizas del yarumo·pata·de·gavilán, aguza el recuerdo, concentra
la atención, y afina la palabra, solamente así, después de cinco
noches Juzíñamui se muestra y su imperioso decir invade el alma:
-Allá, en el rincón del mundo, el lugar por donde amanece, allá
está el hacha. Su dueño es Muinájema. Acuerda en unión con tu gente
la manera de negociarla.
Jurama, después de oír al dios, es hombre de alegría. Habla.
Invita. Ordena. Es el jefe. Y todos en el coqueadero discuten y
resuelven:
-Que se envíe una comisión para saber de cierto la existencia del
hacha. Al fin de cuentas, el decir de los dioses no siempre viene en
17
La introducción del instrumental metálico significó una ruptura de profundas repercusiones en el
pensamiento, economía, organización social y en la política de los pueblos amazónicos. Parte en dos su
historia: “antes y después del hacha metálica”. Ésta llega a reemplazar al fuego como paradigma de los
instrumentos; razón por la cual se diga que “el hacha es candela”, tanto más que la derriba de unos pocos
árboles, talados y quemados para despejar y abonar la tierra, se lograba aplicando fuego a la madera de la
base del tronco previamente “amasada” con las hachas de piedra. En esos sitios, escasamente despejados,
se plantaban en antigua mínimos huertos. Al inicio del contacto, la eficiencia del instrumental metálico
fue tan sorprendente para los indígenas, que llegaron a generar mitos en los cuales la fuerza (poder)
depositada en dichas herramientas les permitía trabajar solas sin necesidad de operario. Algunos abuelos
antiguos hasta llegaron a utilizar el hacha metálica como banquito, en tanto fuente y sede del Poder.
Desde luego no se sentaban en la parte del filo.
derechura. Que quienes vayan, si de verdad la encuentran, hagan
propuestas para fijar el precio.
Caminan un día. Caminan. Otro día y otro caminan y otro y
otros. Al llegar donde Muinájema dicen:
-Venimos en nombre de Monaiya Jurama, quien supo en
revelación de sueños que aquí está el hacha. ¿Qué pides por ella a
cambio?
Muinájema, el artero, Dueño·de·las·herramientas, responde:
-Es necesario traer tabaco y coca, hamaca y corona, collares de
colmillos de jaguar, y sobre todo tener confianza en mí.
Mientras hablan los mensajeros, Jurama y los otros los observan
y escuchan desde lejos, entre el ensueño que produce el tabaco. Y
cuando retorna el mensajero ya todo está bien listo para pagar el
instrumento. De nuevo es el camino, el caminar, el caminar.
Cuando, por fin recibe Muinájema el pago, comenta:
-De acuerdo. ¡Bien pueden irse! Después mandaré el hacha.
Y lleno de malicia agrega:
-Cuando corten el árbol hagan que la copa caiga en el agua.
Jurama, entre tanto, hace andamio en la cepa del palo, porque
hay mucha agua y es imposible hacer pie para cortarlo. Cuando
finalmente todo está ya a punto, el pájaro carpintero, mensajero del
Dueño·de·la·herramienta, llega con la mercancía.
¡El hacha al fin! Jurama manda:
-¡Corten el árbol! Pero que la copa caiga en tierra. ¡Que no
caiga en el agua! Que no hay que hacerle caso a Muinájema, el
tramposo. Que si cae en el agua todo se pierde.
El hacha hiere. Astillas cortas y astillas largas, astillas delgadas
y astillas aplanadas vuelan por doquiera y al agua van a dar. Será el
origen del innúmero pueblo de los peces.
¡Purrummm dummm dummm dummm...!
El tronco, inmenso. La altura, enorme. El peso, enorme. El
fragor, inmenso.
El árbol cae y frutas y semillas se esparcen. De su fecunda
muerte van brotando las selvas que verdean y hacen posible la vida de
las bestias y los hombres.
Al derrumbarse el árbol sus ramas se convierten en ríos: río
Caquetá y río Putumayo, los de las aguas turbias que bajan de los
Andes y tan buenos son para la pesca. Río Negro, río del hambre, el
que nace en la planicie y sus aguas translúcidas mezquinan el
alimento18
... y cientos y cientos más de ríos, y miles y miles de
quebradas.
18
Se trata de los dos principales tipos de ríos presentes en la Amazonia. Los primeros constituyen un
caldo espeso que posibilita el desarrollo de infinidad de cadenas bióticas debido a la gran cantidad de
sedimentos que arrastran las lluvias cordilleranas que los nutren; los segundos nacen en la propia llanura
Y el tronco inmenso, se vuelve el gran Amazonas, Madre-de-las-
aguas19
.
Río·árbol·de·las·frutos. Río·árbol·de·los·alimentos. Ríos
innumerables. Selvas que mantienen la vida de la Tierra...
Fue Buinaima, el Dios·lombriz, Dueño·de·los·frutos, y Moaiya
Tïrizaïï quienes nos trajeron la abundancia.
Y así termina la historia de El Árbol·de·los·alimentos, el que al caer da origen a
la prodigiosa Amazonia20
, gigantesco organismo, trabazón de vida que triunfa en la más
copiosa diversificación.
Los hombres amazónicos, aquellos que permanecen fieles a los grandes
lineamientos de sus culturas tradicionales (no todos lo hacen), piensan así el conjunto
inscribiendo en él sus vidas, su inmediata cotidianidad, la cual adquiere dentro de
semejante marco una plenitud de sentido.
Parcelando mundo.
El mito de El Árbol de la abundancia o de la biodiversidad, nos pone de presente la
percepción que han tenido los indígenas –global, integrada– de este gran
macroecosistema, como conjunto orgánico. También, en las maneras indígenas de
organizar el mundo figuran personajes míticos, encargados por los grandes Demiurgos
Creadores (la trilogía Madre-Padre-Hijo) para cuidar parcelas del gran conjunto
amazónico. Estos Dueños resultan la sumatoria y personificación de la ecosofía (saber
decantado acerca del manejo ambiental). Con ellos han de tratar los Sabedores que
orientan sus respectivas comunidades. En diálogo con estas Fuerzas, los Sabedores
cosechan recomendaciones para el buen manejo de los entornos naturales. Se piensa que
estos Dueños son los garantes del orden cósmico a escala puntual, regional. La
suspensión de este diálogo, como consecuencia del abandono de la tradición o del
desplazamiento de las comunidades con quienes dichos Dueños míticos han creado
alianzas, desencadena el desorden cósmico que se manifiesta en alteraciones en el
clima, o en catástrofes más puntuales. Es el caso del temor que sentían los Abuelos
indígenas responsables del territorio de Araracuara cuando el Ejército pretendió
establecer en dicho lugar una gran base militar para controlar la región (guerrilla y
conformada por suelos muy pobres, a los que ha quedado reducido en el transcurso de millones de años el
formidable complejo montañoso precámbrico que ocupara la región. 19
En mi aldea andina, cuando era niño, imaginaba una mar de donde salían los ríos para regar la tierra.
En esa cosmovisión mítica –la infancia es la patria del mito– las grandes aguas estaban contenidas como
en una inmensa copa puesta en lo alto. La prédica de los adultos borró la imagen, pero la recuperé para
siempre en otros mitos que, obedientes a su dúctil lógica, ofrecen el reflejo especular de ese pensamiento
que algunos llaman lo real. Además se sabe que la nubosidad procedente en buena parte de los océanos y
de la evaporación producida en las propias selvas, se descarga en aguaceros sobre las cordilleras y en la
llanura boscosa nutriendo los grandes ríos. Una copa puesta en lo alto. 20
El tema de la «la tala del gran árbol», no es más que una variante del tema mítico del «sacrificio de la
criatura prodigiosa», indispensable para que la Vida se expanda y se renueve. Vieja figura de las
religiones mistéricas, que si bien proviene del paleolítico, se ramifica en una explosión de rituales con la
domesticación de las plantas: el misterio de la semilla que ha de morir para dar vida. Todas las religiones
que valen la pena giran sobre el asunto de la comida; el más importante de todos los asuntos.
narcotráfico y en previsión de la protección de los intereses de las transnacionales que
pretenden explotar la región). Se temía que tal intrusión molestara a los Dueños del
Raudal, responsables de los flujos de energía cósmica que permiten las buenas cosechas
y el control de las enfermedades y cuyos poderes están guardados bajo las mesetas
rocosas de Araracuara. De hecho ya se habían molestado cuando la DEA inició
perforaciones en la meseta para establecer la base de sus agentes, responsables del radar
que allí funcionaba. Trataron de perforar en busca de agua potable. Esto es destapar la
olla en que están guardadas las Fuerzas que así pueden emerger sin control generando
desastres. Terminaron los gringos trayendo el agua –junto con todos las demás
provisiones– en aviones expresos desde Panamá. A esos intentos de perforación
achacaron los Abuelos ciertos desfases estacionarios (fenómeno del Niño) ocurridos en
la zona. De insistir tanto en que las fallas de los hombres inciden negativamente en el
comportamiento cósmico, el aserto de los viejos Sabedores terminó siendo verdad
plena: ya la humanidad tomó consciencia de que sus acciones inciden en el cambio
climático, acciones irresponsables sobre la base del desperdicio y el mal manejo de los
entornos que trae una contaminación insostenible. Tumbar selvas para que se siembren
transgénicos que permitan alimentar vacas europeas y vender quesos caros, no es una
medida globalmente inteligente, ni ética; ni aquella de producir combustibles
contaminantes en lugar de dedicar parte importante de las exorbitantes ganancias de la
extracción de combustibles fósiles en ingeniar formas de aprovechamiento de la energía
solar, y no simplemente para enriquecer a una élite que se beneficia del gran negocio de
la venta y mantenimiento de coches producidos por unas pocas grandes transnacionales.
Los mitos y los grandes cambios del paisaje amazónico. Los trazos de Sol. Y
¡por fin!, la justificación del título de esta conferencia.
En el mito, según la versión que de él da el Abuelo uitoto Enokayï, Sol
viajaba desde el Oriente a donde van los ríos calcinando la Tierra,
quemando las selvas y dejándolas reducidas a pastizales, a grandes
sabanas, reticuladas de tanto en tanto por las cintas de bosque que
sólo podían crecer en las húmedas y fecundas orillas de los ríos.
Entre el día, Sol se entretenía dibujando con sus dedos en el barro
fresco de las riberas del gran río mítico (el Amazonas y el Caquetá,
en este caso) las figuras de múltiples seres; eran los diseños básicos
de los que poblarían la tierra. De tarde, Sol se detenía en la cresta de
la cordillera (¿Andes?, ¿mesetas de la formación Araracuara-La
Chorrera?) y desde allí contemplaba su obra y la calcinaba con su
fuego trocando el barro en piedra21
. Pero no sólo era este tramo del
proceso cosmogónico el que cumplía día a día el Padre Sol. Se
preocupó por establecer, mediante diferentes figuras emblemáticas
21
Esos trazos que, supuestamente en el mito, Sol hace, son los petroglifos, literalmente: glifo en la
piedra, grabado. Es el resultado de practicar surcos intencionales en la piedra, generalmente con otra más
dura.
grabadas en las rocas, los puntos en que las diversas tribus, que se
disputaban la rica y estratégica región de Araracuara, pudieran tener
tránsito libre por dónde cruzar al otro lado. Así se evitarían las
guerras.
Este relato permite aseverar que en los mitos se guardan cambios ambientales macros
atestiguados por generaciones que constelaban y transmitían las noticias mediante
relatos míticos. Es el caso de los famosos refugios pleistocénicos, parches de selva que
perduraron rodeados de sabanas en el cambiante paisaje amazónico medido en
centenares y miles de años.
ANTROPOGÉNESIS – MIGRACIONES – DISPERSIONES
LA HUMANIZACIÓN DE LA SELVA
El Hueco del origen. Mito del útero cósmico. La primera gran dispersión.
Me baso en unos de los relatos más extendidos entre los uitotos, pero especialmente en
la versión de la Abuela Filomena Tejada.
Un Dios rebanador se ubica cabe el hueco del origen, un barrialoso
útero cósmico localizado en Cordillera, en el río Igaraparná, hábitat
ancestral del pueblo uitoto. A la salida de ese hueco bullen seres que
ansían salir. El dios escoge uno a uno entre estos seres y, valiéndose
de los interesados servicios de una avispa carnicera, le recorta a LOS
seleccionados sus colas maromeras. Era cuando los humanos eran
como animales y los animales eran como humanos. Dura en su tarea
todo el día. No hubo tiempo para todos. Los que no fueron mutilados
quedarán micos para siempre. Los sin cola serán los humanos.
Embarrados, concurren a la laguna primordial y allí se bañan, se
recortan sus ombligos y los tiran al agua y se van dichosos,
dispersándose por los cuatro rumbos. Pero al notarse carentes de
algo, deciden regresar y buscar sus cordones umbilicales. En ellos
reside el secreto del nombre. Los ombligos se han juntado generando
la Anaconda Ancestral. Han de capturarla; sólo lo logran cuando una
rapaz llega en su ayuda. La agarran, trocean y reparten y al hacerlo
van recibiendo sus nombres tribales y sus respectivos idiomas y
dialectos. Es que no se puede ser gente si se carece de nombre y de
idioma. Se van sintiéndose plenos; pero han de retornar pues algo les
falta: el banco de contar historias porque no se puede ser verdadera
gente sin saber y contar las historias del origen y ellas residen en el
banco ritual en que el Sabedor se sienta a armar el mundo desde la
palabra. Esa palabra que orienta y que se hará obra cuando la
comunidad que rodea al Sabedor la concrete mediante el trabajo.
Así, poco a poco, la gran selva se irá humanizando. Ésta que nos ha llegado a nosotros
luego de una milenaria ocupación y de un equilibrado manejo, no es una selva virgen, es
una selva humanada, pensada, intervenida mediante acciones que lejos de disminuir su
biodiversidad, la multiplicaron.
Mito pan amazónico de la Serpiente Ancestral. El origen de la Humanidad.
José García.
Dïïjoma – El hombre-serpiente-águila. Los viajes del chamán.
La versión que aquí presento la obtuve de don José García, Abuelo muinane, por el año de
1976 en las proximidades de Leticia. En atención a la concurrencia, utilizó el uitoto (dialecto
bue) y lo tradujo al castellano en compañía de su hijo José Octavio. Se conocía otra variante
mucho más sucinta (Instituto Lingüístico de Verano, 1974: 156, ss.) y muchas informaciones
al respecto en la obra de Girard (1958:69,s.). Merece destacarse la excelente y extensa recopi-
lación hecha por Preuss (1921: 219, ss.) no sólo de este relato sino de muchos otros, obra que
realizó a comienzos de siglo; aparte de sus interpretaciones panlunaristas, que ya no
convencen, la obra resulta la mejor compilación de esta mitología, al menos entre las publi-
cadas hasta ahora. Existen numerosas variantes de este relato en muchas otras naciones
amazónicas y orinocenses, incluso con sorprendentes similitudes en pueblos tan alejados
geográfica y culturalmente como son los grupos chocoes de la región pacífica, los paeces del
Cauca y los mayas y aztecas.
Dïïjoma es un gran cacique. Quiere seguir el estudio, el camino de la boa
de agua -anaconda- con el fin de saber qué hay en el mundo acuático.
Dentro del proceso de aprendizaje infringe la dieta sexual. Aquello
serpentino que ya se había formado en él, cae de su frente durante el baño,
sin que el irresponsable aprendiz se percate de ello, y se convierte en una
culebrita que posteriormente encuentran sus hijas en la quebrada. LLevan
el animal a la casa y lo depositan en forma sucesiva en diferentes reci-
pientes vacíos, cada vez más grandes, los cuales terminan rebosantes de
agua, pues esa víbora es la dueña del agua. Luego, puesta en un hoyo en el
patio de la maloca, lo va agrandando hasta convertirlo en una gran laguna.
La más hermosa de las hijas de Dïïjoma alimentaba a la culebra con bolas
de almidón de yuca. El día en que el ostentoso cacique celebra un baile
ritual para hacer conocer de toda la gente la mascota de sus hijas, el
animal devora a su cuidandera junto con el almidón que ésta le ofrece.
Dïïjoma, resuelto a vengar a su hija y a recuperar los collares que ella
luciera el día de la tragedia, y en los cuales reside su poder como cacique,
se deja devorar por la bestia. Recupera los tesoros y procede a rasgar
lentamente el costado de la sierpe. Sufre al hacerlo porque a quien hiere es
a su propio espíritu. El animal inicia un largo recorrido hasta llegar al
mar. En este pasaje devora muchas gentes que viajan con sus respectivos
productos hortícolas y bebe de todas las aguas con la intención de ahogar a
su verdugo. Del mar regresa agonizante; del mar del Oriente. Llega al sitio
de partida donde el vengador concluye su labor dándole muerte para luego
salir por el costado roto. Muchos de los episodios de este largo viaje sirven
para nominar ríos y lugares, codificando el territorio. La hija superviviente
convence a su padre para repartir segmentos del ofidio, para que su poder
quede entre los hombres y no sea usufructuado por otro sector del cosmos;
las gentes al recibirlos obtienen de paso sus nombres como naciones: serán
los mirañas, los boras, los uitotos, los diversos grupos muinanes, los
brasileños, los peruanos, los colombianos, los gringos, los islandeses, los
enanos... todos los pueblos. El vindicador siembra la yuca cuyos esquejes
había almacenado la boa en su panza, y continúa planeando venganzas. La
infidelidad de su mujer durante tan larga ausencia (ciclo anual) lo impulsa
a la siguiente metamorfosis, esta vez sí lograda a cabalidad: se convertirá
en águila con el concurso de la paloma quien lo instruye en los secretos del
vuelo. Empolla un huevo, hecho con el almidón de la yuca que la anaconda
llevaba en su vientre. Los esquejes que ha plantado, poco a poco dan lugar
a una gran ceiba; en sus ramas confecciona el nido. Al nacer la cría, la ali-
menta con presas humanas, comenzando por su cuñado -hermano de su
mujer- y continuando con casi todas las gentes de la tribu de ésta, para
luego extender la vindicta a los miembros de la propia comunidad y, poste-
riormente, a otras naciones. Reunidos los sobrevivientes y poseídos algunos
de ellos por el espíritu avizor del yajé, descubren la causa de sus males y
planean y logran la captura de la cría del comegente. Tratando de
rescatarla, Dïïjoma pierde una de sus patas, la que dan las gentes al pollo,
quien la devora, para finalmente transformarse (el pollo) en almidón de
yuca que es su origen. Los sobrevivientes buscan la destrucción definitiva
de Dïïjoma. Vencido al fin con la ayuda de su hija, despedazan su cuerpo y,
siguiendo las instrucciones del propio gavilán, con los miembros fabrican
los instrumentos y atuendos utilizados en la ceremonia del yadiko, el palo
ahuecado que representa la Canoa-serpiente, el tronco de la yuca, el prin-
cipio serpentino de la creación, el origen de las tribus, el asiento de todos22
.
Los Abuelos consejeros echan mano de este complejo relato en muchas
circunstancias: el humano pertenece a la comunidad que tiene su ámbito propio en la maloca,
el espacio humanizante por excelencia, donde se afirma la existencia comunitaria; no es lo
propio del hombre estar tratando de volverse animal, dejando su puesto, y recurriendo al acto
muy individualista de la brujería; el hombre encuentra en el animal su interlocutor pero no
debe hacerse como él, y en el caso extremo de intentarlo ha de cumplir con todas las
prescripciones hasta el final, sin dejar cabos sueltos; a fuerza de no contar con los otros, a
fuerza de radicalizar el sí mismo, Dïïjoma sufre y perece: no es un ser del mundo de arriba -
águila-, ni de abajo -serpiente-, es un ser para vivir en la comunidad de los hombres en donde
finalmente queda repartido, integrado. Todo en este mito es circular como los mismos anillos
22
Uso dado a la gran viga dentro de la maloca durante la cotidianidad.
de la sierpe. La serpiente: animal dominante en el imaginario amerindio, tan bueno para
vehiculizar pensamientos, como diría Lévi-Strauss.
El origen del hombre en el arte rupestre del río Caquetá
(Para acceder a esta información sobre el arte rupestre amazónico –en lo que a
mí respecta– se pueden consultar dos artículos y un libro. Los artículos aparecen
en la página WEB del Museo del Oro, boletines Ns. 30 y 36; y el libro
DÏÏJOMA – El hombre-serpiente-águila, Secretaría del Convenio Andrés Bello,
Bogotá, 2004, se encuentra en bibliotecas).
Conclusiones
El mito nos enseña que la Amazonia es un conjunto orgánico. Es a fuerza de
unir a las instituciones pensantes de la Amazonia continental y a las
comunidades que la habitan, para crear las redes de resistencia que permitan
salvar el conjunto mediante unas prácticas de buen manejo sostenible, armónico,
dinámico, es decir: inteligente.
Cotidianidad. Para terminar consignaré aquí el epílogo del próximo libro, el que
trata de El Árbol de la Biodiversidad.
Al mediar la tarde las mujeres y los niños regresan a la maloca cargando
los frutos del huerto. Luego del baño vespertino ellas se dedican a preparar
la otra comida importante del día; la primera se ha hecho en la mañana. De
regreso de cazar o pescar los hombres recogen del plantío cercano unas
canastadas de hojas de coca. Después de comer y al ahondarse la sombra,
las mujeres y los niños se acogen a sus hamacas, colgadas alrededor de los
fogones familiares. El fuego sin llama del hogar, que abriga pero no
ilumina, les servirá de manta durante la alta noche y el frío amanecer.
Entre tanto, los hombres se aprontan para el ritual nocturno de la
Palabra. Preparan la coca y rodean al Abuelo, Dueño de maloca,
El·que·cui-da·de·la·gente. Todos se sientan en banquitos de mínima altura.
El lugar donde se ubican está débilmente iluminado por una lamparita. Una
vez que el cacique prueba la primera coca y da su aprobación, la reparten
mientras va apagándose el barullo. Alguien habla. Se comentan los sucesos
del día. Proponen los trabajos de la jornada siguiente. Se turnan en el uso
de la palabra sin arrebatarla. El Abuelo Sabedor escucha. Se va haciendo
el silencio; respetuoso silencio en el que la voz calmada y apenas audible
del cacique asciende desde el mínimo círculo de luz. Entonces trae a cuento
algún mito de los que conforman la copiosa tradición oral de su pueblo;
uno que pueda servir para sacar de allí el buen consejo que oriente en la
solución del problema que se haya planteado. Y esto puede durar muchas
horas.
Dada la orientación, el cacique reparte lo que resta de mambe; ésa será
la provisión para acompañar las fatigosas labores del día. Despide a los
varones. En la alta noche se irán a bañar para descansar luego unas horas
y acometer las tareas cotidianas previstas. Uno que otro toma la escopeta y
se va a la caza nocturna.
El Abuelo permanece en su banco y se ensimisma depositando en su
corazón los problemas apalabrados. Los medita ubicándolos. Visualiza su
corazón y lo deja vacío de voces. Siente su cuerpo rodeando su corazón.
Siente su cuerpo en el campo iluminado por el candil. Siente ese campo.
Siente los rincones oscuros de la maloca y su encumbrada techumbre. Él es
la maloca. La maloca es su cuerpo. Es la antena de su pensar. En su sentir
sale de la maloca y se extiende en derredor. Su pensamiento-cuerpo, como
una sensible red de araña, se va entretejiendo con los huertos, con los
terrenos de caza, con el río, hasta hacerse uno solo con el territorio de su
tribu. Y todo desde su banco·de·contar·historias.
La red de pensamiento del Sabedor toca otras redes. Él sabe que a esas
horas, por toda la Amazonia, otros pensadores indígenas hacen lo mismo.
Sienten el Gran Árbol. Enmarcan en él la cotidianidad. Lo piensan. Lo
cuidan. Para eso son jefes.
La autoridad reside en el jefe no tanto por mandar sino por cuidar
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