Las Memorias de Maigret

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LITER@NET

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Maigret a Pensin

GEORGES SIMENON

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CAPTULO PRIMERO

De cmo Maigret pas una nochede solteroy cmodicha noche termin en elhospital Cochin

Por qu no viene usted a cenar a casa, lo que haya?

Y probablemente el buen Lucas habra aadido:

Le aseguro que mi mujer estar encantada. Pobre amigo Lucas! No era verdad, pues su mujer, que se armaba un lo por nada y para la que era un martirio tener a alguien a cenar, lo hubiera llenado sin duda de reproches.

Haban salido juntos delQuai des Orfvres hacia las siete, an con el sol en el cielo, y se haban encaminado a laBrasserie Dauphine; instalados en su rincn haban tomado un primer aperitivo mirando el vaco como hacen las gentes que han terminado su jornada. Y despus, sin darse apenas cuenta, Maigret haba golpeado su platillo con una moneda para llamar al camarero y decirle que volviera a servir lo mismo.

Era algo sin importancia, desde luego. Hay cosas que, al ser comentadas, resultan exageradas, cuando en la realidad son mucho ms sutiles. Pero Maigret estaba convencido que Lucas haba pensado:

El jefe toma una segunda copa, sin necesidad, porque su mujer est fuera de Pars.

Hacia dos das que la seora Maigret haba sido llamada a Alsacia para hacer compaa a una hermana a la cual iban a operar.

Quiz pensaba Lucas que se encontraba desorientado?, o desgraciado? En cualquier caso, lo haba invitado a cenar, insistiendo un poco demasiado afectuosamente,aun a su pesar. Y, adems, lo miraba de una manera especial, como para darle a entender que lo senta. O quiz todo aquello slo exista en la imaginacin del comisario?

Y como por una irona de la suerte, haca dos das que ningn caso urgente lo retena en la oficina despus de las siete, cuando normalmente era un milagro que estuviese en casa a tiempo para comer.

No. Aprovechar para meterme en uncinehaba respondido.

Y haba usado el verbo aprovechar sin darse cuenta, sin que aquello reflejase lo que realmente pensaba.

Se haban separado en Chatelet; Lucas descendi saltarn las escaleras del metro y Maigret qued de pie, en medio de la acera. El cielo estaba rosado. Las calles rosa. Era una de las primeras tardes en que verdaderamente se dejaba sentir la primavera, y las terrazas estaban llenas de gente.

Qu le apeteca cenar? Como estaba solo y poda ir a cualquier sitio, se plante gravemente la pregunta, pens en los diferentes restaurantes capaces de tentarlo, como para una ocasin excepcional.Dio unos pasos, en principio, hacia la plaza de la Concordia y sinti remordimientos, al darse cuenta que se alejaba intilmente de su casa. En el escaparate de una charcutera vio unos caracoles ya preparados, cubiertos de una grasa salpicada de perejil con aspecto de barniz. A su mujer no le gustaban los caracoles y l los coma muy pocas veces. Decidi regalarse con ellos aquella noche y dio media vuelta para encaminarse a un restaurante prximo a la Bastilla, en el cual eran la especialidad.

Era conocido all.

Un solo cubierto, seor Maigret?

El camarero lo mir con algo de asombro, de reproche. Estando solo, no poda tener una buena mesa, y lo colocaron en una especie de pasillo, contra una columna.

La verdad es que no se haba prometido nada extraordinario. Ni siquiera era cierto que tuviese ganas de ir al cine. No saba qu hacer de su corpachn.Y, sin embargo, se sinti vagamente decepcionado.

Qu vinodesea?

No se atrevi a pedir un vino muy fino, siempre por no parecer que se aprovechaba.

Y tres cuartos de hora ms tarde, con los faroles ya encendidos en la noche azulada, se encontr solo, de pie, en la plaza de la Bastilla.

Era demasiado pronto para acostarse. Haba tenido tiempo, en el despacho, de leer el peridico de la tarde. No le apeteca empezar un libro que lo tendra despierto parte de la noche.

Se puso a caminar por los Grandes Bulevares, decidido a entrar en un cine. Se par dos veces a ver las carteleras, pero no le convencieron. Una mujer le mir con insistencia y casi le hizo enrojecer, pues pareca como si hubiese adivinado que estaba provisionalmente soltero.

Esperaba, tambin ella, que Maigret aprovechase la ocasin? La mujer le adelant, se volvi y, cuanto ms molesto se mostraba Maigret, ms se convenca ella de que se trataba de un cliente tmido. Le murmur incluso algunas palabras, al cruzarse con l y slo consigui librarse de ella cambiando de acera.

Hasta en el cine haba cierto no s qu culpable, cuando se trataba de entrar solo. Ridculo, en todo caso. Entr en un bar y bebi un calvados. Tambin aqu una mujer le sonri de manera provocativa.

Se haba acercado a los mostradores de los bares miles de veces, y nunca haba tenido aquella impresin.

Termin, para conseguir un poco de paz, entrando en una salita de cine donde slo proyectaban actualidades.

A las diez y media estaba otra vez en la calle. Se par en el mismo bar y bebi un nuevo calvados, como si fuera su costumbre y despus de llenar la pipa se encamin lentamente hacia el bulevar Richard-Lenor.

En resumidas cuentas toda la tarde haba sentido la sensacin de no estar en su sitio y, si bien no haba hecho nada censurable, senta en algn repliegue de su conciencia una especie de remordimiento.

Mientras suba las escaleras sac la llave del bolsillo. Ninguna luz debajo de la puerta, ningn olor a cocina para recibirlo. Tuvo que encender l las luces. Al pasar delante del aparador, decidi servirse algo de beber, cosa que hoy pudo hacer sin cambiar previamente una mirada con su mujer.

Comenz a desnudarse sin haber corrido las cortinas, fue hacia la ventana, y estaba sacndose los tirantes cuando son el timbre del telfono.

Estuvo seguro, en el momento mismo, que su malestar de toda la tarde iba a quedar explicado con alguna noticia desagradable.

Diga!...

Su cuada no haba muerto, pues no era su mujer quien llamaba y la comunicacin era de Pars.

Es usted. Jefe?

O sea, la Polica judicial. Reconoci la voz gruesa de Torrence que, al telfono, tena resonancias de trompeta.

Me alegro que haya vuelto usted. Llevo llamando cuatro veces. He llamado a Lucas y me dijo que estaba usted en el cine. Pero no saba en cul...

Torrence, trastornado, no sabia por dnde empezar.

Es a propsito de Janvier...

Reaccin? Maigret, inconscientemente, puso para preguntar su voz malhumorada:

Ou quiere Janvier?

Acaban de conducirlo al Cochin, con una bala en mitad del pecho.

Qu me dices?

A estas horas debe estar en la mesa.

Dnde ests?

En el Quai. Hace falta que alguien est aqu. Ya he hecho lo necesario en la calle Lhomond. Lucas cogi un taxi camino del Cochin. Tambin he avisado a la seora Janvier, que ya debe haber llegado all.

Voy inmediatamente.

Ya iba a colgar, mientras se pona otra vez los tirantes, pero volvi a preguntar:

Fue Paulus?

No se sabe. Janvier era el nico que estaba en la calle. Haba hecho su relevo a las siete. El joven Lapointe deba ocupar su puesto a las siete de la maana.

Has mandado hombres a la casa?

Estn an all. Me tienen al corriente por telfono. No han encontrado nada.

Maigret tuvo que caminar hasta el bulevar Voltaire para encontrar un taxi. La calle Saint-Jacques estaba casi desierta, iluminada solamente por las luces de algunas tascas. Corri hacia la entrada del Cochin y sinti como el vaho de todos los hospitales que haba conocido en su vida.

Por qu rodear de una atmsfera tan lgubre, tan triste a los enfermos, los heridos, las gentes a las que intentaban hacer vivir y aquellos otros condenados a morir? Por qu aquella luz, a ]a vez pobre y cruel, que solamente haba all y en cierto tipo de locales administrativos? Y por qu, desde la puerta, los empleados son personas de mirada hosca?

Por un poco, casi estuvo a punto de tener que identificarse. El interno de guardia tena cara de nio yllevaba el gorro blanco atravesado, por fanfarronera.

Pabelln C. Lo acompaarn.

Herva de impaciencia. Furioso contra todo el mundo, ahora le reprochaba a la enfermera que le guiaba el rojo de sus labios y el ondulado pelo.

Patios mal iluminados, escaleras, un largo pasillo y, a! fondo, tres siluetas. El camino entre Maigret y aquellas siluetas se hizo interminable; el piso estaba ms igualado que en el resto de la casa.

Lucas dio unos pasos hacia Maigret, con el caminar oblicuo de un perro al que han pegado.

Parece que saldr de sta dijo inmediatamente en voz baja . Lleva tres cuartos de hora en la sala de operaciones.

La seora Janvier, con los ojos rojos y el sombrero mal colocado, le miraba como para implorarle algo, como si Maigret pudiese hacer cualquier cosa, y de repente la mujer estall en sollozos en su pauelo.

Maigret no conoca al tercer personaje, con largos bigotes, y que se mantena discretamente aparte.

Es un vecino explic Lucas ; como la seora Janvier no poda dejar solos a tos nios, llam a una vecina y su marido se ofreci para acompaarla.

El hombre, que haba odo, salud y sonri luego a Lucas en agradecimiento.

Qu dice el cirujano?

Estaban delante de la puerta de la sala de operaciones y hablaban en voz baja. Al otro extremo del pasillo, unas enfermeras, siempre con algo en la mano, iban y venan sin cesar, como hormigas.

La bala no ha tocado el corazn, pero se ha alojado en el pulmn derecho.

Ha dicho algo Janvier?

No. Cuando el coche de la Polica lleg a la calle Lhomond, Janvier estaba sin conocimiento.

Cree usted que se salvar, seor comisario?pregunt la seora Janvier, que estaba visiblemente embarazada y que tena manchas rojizas bajo los ojos.

No veo razones para que no salga de esto.

Ya ve usted. Cunta razn tenia yo para dormir inquieta cada noche que pasa fuera!

Vivan en las afueras, en un hotelito que Janvier se haba hecho tres aos antes, precisamente por los nios. a los que es difcil educar en un piso en Pars. Estaba muy orgulloso de su jardn.

Intercambiaron an unas cuantas frases, sin conviccin, con ansiosa atencin a la puerta, que no se abra. Maigret sac la pipa del bolsillo, pero volvi a guardarla, al recordar que estaba prohibido fumar. Le hacia falta. Estuvo a punto de bajar al patio para dar unas chapadas.

No quera preguntar a Lucas delante de la seora Janvier lo que haba pasado. Tampoco poda dejarlos. Aparte de Lucas, su brazo derecho, Janvier haba sido siempre su inspector favorito. Haba empezado con l casi un muchacho, como ahora Lapointe, y todava a veces le llamaba, sin darse cuenta, el pequeo Janvier.

Por fin la puerta se abri, pero fue simplemente para dejar paso a una enfermera pelirroja que corri hacia otra puerta sin mirarlos siquiera, y volvi luego en sentido inverso llevando en la mano algo que no distinguieron. No les haba dado tiempo a pararla, a preguntarle cmo iba la operacin, pero los cuatro haban mirado su cara y todos estaban decepcionados de no haber encontrado en ella ms que un apresuramiento

profesional.

Creo que, si le sucediese alguna desgracia, yo morira tambin dijo la seora Janvier. que, a pesar de que dispona de una silla, segua de pie, como ellos, vacilante, por miedo de perder un segundo en el momento de levantarse, dentro de un instante, cuando la puerta se abriese definitivamente.

Se oy un ruido. Los dos batientes fueron separados. Vieron una camilla. Maigret agarr del brazo a la seora Janvier para impedirle precipitarse. Durante un momento tuvo miedo, pues, por efectos de la perspectiva, le haba parecido que la cara de Janvier estaba cubierta con una sabana.

Pero cuando la camilla rodante lleg a su altura vio que no era as.

Albert!grit la mujer con un sollozo contenido.

Chst!.., dijo el cirujano, que llegaba, quitndose sus guantes de goma.

Janvier tena los ojos abiertos y deba haberlos reconocido, pues en sus labios se dibuj una tenue sonrisa.

Le llevaron a una de las habitaciones y su mujer fue tras, l acompaada por Lucas y el vecino mientras Maigret quedaba de charla con el mdico, junto a una ventana.

Ha sacado usted la bala?

El cirujano volvi un momento a la sala de operaciones y volvi con un poco de

algodn manchado de sangre, dentro del cual haba un trozo de plomo.

Me la llevo dijo Maigret . Le enviar en seguida un recibo. No ha hablado?

No. Bajo los efectos de la anestesia, ha pronunciado algunas palabras, pero no era nada concreto, y yo estaba muy ocupado para prestar atencin.

Cuando podr hacerle unas preguntas?

Cuando se haya repuesto del choque probablemente maana, haca medioda. Esa es su mujer? Dgale que no se inquiete. Que no intente verlo antes de maana. Segn las instrucciones recibidas, se le ha dado una habitacin individual y una enfermera. Y ahora, perdneme, pero opero a las siete de la maana,

La seora Janvier insisti en ver a su marido instalado en la cama y les hicieron esperar en el pasillo basta que estuvo instalado, tras lo cual les autorizaron a echar una mirada.

Muy bajo, la seora Janvier hizo algunas recomendaciones a la enfermera, que deba andar por la cincuentena y pareca un hombre vestido de mujer.

Fuera no saban qu hacer. No haba taxis a la vista.

Le juro le asegur Maigretque lodo va bien, que el doctor no est en absoluto preocupado. Venga usted maana a medioda, pero no antes. Yo me enterar regularmente de coma va y la llamar por telfono. Piense en los nios.

Tuvieron que caminar hasta la calle Gay-Lussac para encontrar un taxi; el hombre de los bigotes consigui hablar aparte con Maigret.

No se preocupe por ella. Estamos mi mujer y yo.

Soto cuando ya estaba a solas con Lucas, en la acera, pens si la seora Janvier tendra dinero disponible. Estaban a fin de mes. No le agradaba pensar que la mujer tena que viajar en Metro en aquel estado. Y los taxis cuestan caros. Al da siguiente se ocupara de aquello.

Volvindose hacia Lucas, por ltimo, encendi la pipa, que tena, en la mano desde haca un buen rato, y pregunt:

Qu piensas del asunto?

Estaban a dos pasos de la calle Lhomond y se dirigieron hacia la pensin de la seorita Clment.

? ? ?

La calle, desierta a aquella hora, tena un aire completamente provinciano, con sus casas de uno o dos pisos metidas enire edificios de alquiler. La casa de la seorita Clement era una de las primeras, con una escalera de tres peldaos, y con una placa que anunciaba:

Habitaciones de alquiler por mes.

Dos agentes del distrito V, que charlaban cerca de en puerta, saludaron al comisario.

Se vea luz por encima de la puerta, y tambin en las ventanas de la derecha y en las del segundo. Maigret no tuvo necesidad de llamar. Deban estar vindolos, pues la puerta se abri y el inspector Vacher miro al comisario con aire interrogador.

Saldr bienanunci Maigret.

En la habitacin de la derecha se oy una voz de mujer, diciendo:

Qu le dije?

Era una voz curiosa, a la vez infantil y alegre. Una mujer alta, gorda, apareci en el marco de la puerta y tendi la mano a Maigret al tiempo que declaraba:

Encantada de conocerlo, seor Maigret

Era como un enorme beb, de formas indecisas, con grandes ojos azules, pelo muy rubio y una bata colorcaramelo. Vindola, se dira que no haba ocurrido nada

trgico, que todo marchaba como en el mejor de los mundos.

La pieza donde les recibi era un saln confortable, encima de cuya mesa se vean tres frascos de licor.

Soy la seorita Clementdijo. He conseguido mandar a mis inquilinos a la cama. Pero, desde luego, podr llamarlos cuando usted desee, De modo que su inspector no ha muerto?

La bala le agujereo el pulmn derecho.

Hoy los cirujanos arreglan esas cosas en un abrir y cerrar de ojos.

Maigret estaba un poco asombrado. Por una vez, se haba imaginado completamente distintas la casa y la propietaria. Los dos inspectores, Vauquelin y Vacher, queTorrence haba mandado a los lugares del suceso al tener noticia del atentado, parecan gozar de su sor presa; Vauqueln, mas familiar que Vacher, le diriga

incluso guios, designndole la gruesa mujer.

Deba andar por los cuarenta o cuarenta y cinco, pero, en apariencia, no tenia edad. Lo mismo que, a pesar de su impresionante volumen, pareca carecer de peso. Y haba en ella tanta exuberancia que era de esperar, a pesar de las circunstancias, verla estallar en una risa gozosa,

Se trataba de un asunto del que Maigret apenas se haba ocupado personalmente. No haba visitado los escenarios. Haba trabajado sobre los datos, en su despacho, dejando la responsabilidad de las operaciones a Janvier, que se haba puesto contentsimo por ello.

Nadie, en el Quai, haba imaginado que aquel asunto, llamado el asunto de "La Cigea", pudiese suponer el menor peligro.

Cinco das antes, alrededor de las dos y media de la madrugada, dos hombres entraron en un pequeo cabaret de la calle Campagne-Premire, en Montparnasse, "La Cigea", cuando ya iban a cerrar.

Llevaban las caras cubiertas por sendos trapos negros y uno de ellos llevaba en la mano un revolver.

En aquel momento slo estaban en el establecimiento el dueo, un muchacho llamado Angelo y la mujer de los lavabos, que estaba ponindose el sombrero ante un espejo.

La caja'haba ordenado uno de tos individuos enmascarados.

El jefe no haba opuesto ninguna resistencia. Haba puesto sobre el mostrador la liquidacin de la tarde y, momentos ms tarde, los ladrones se alejaban en un coche oscuro.

Maigret haba recibido al da siguiente a la mujer de los lavabos, una gorda con bellos residuos.

Est usted segura de haberlo reconocido?

No vi su cara, si es lo que usted quiere decir. Pero reconoc el tejido, al ver el hilo sobre su pantaln.

Un deialle idiota, en realidad. Dos horas antes del robo, uno de los clientes instalados en el mostrador se haba dirigido hacia los lavabos para lavarse las manos y parsarse un peine.

Ya sabe usted como es eso. Posamos la mirada sobre un punto cualquiera, sin darnos siquiera cuenta. Yo, al tenderle la toalla, me fij en un hilito blanco, a la altura de su rodilla, sobre el lado izquierdo. El hilo tena unos diez centmeiros de largo, y formaba un dibujo. Incluso pens que pareca un perfil.

Haba estado a punto de retirarselo y si no lo haba hecho era porque el joven haba salido en aquel momento.

Pues era un chico joven. Ella deca que un muchacho. Lo haba visto varias veces por el bar, en los ltimos tiempos. Una noche haba conocido a una chica que frecuentaba con asiduidad "La Ciguea" y se la haba llevado.

Quieres ocuparte de esto, Janvier?

Tres horas despus, no ms, uno de los ladrones estaba identifcado. A Janvier le haba bastado con localizar a la chica, una tal Lucette, que viva en un hotel del barrio.

Paso toda la noche conmigo,

En su casa?

No, aqu. Qued muy sorprendido al saber que yo soy de Limoges, pues tambin l es de all, y sus padres viven todava en la ciudad. Se llama Paulus. Yo le echaba unos dieciocho aos, pero tiene diecinueve y medio,

La cosa poda haber tomado mas tiempo, pero Janvier encontr en las "relaciones" el nombre de Emile Paulus, de Limoges, inscrito desde haca cuatro meses en una pensin de la calle Lhomond.

En casa de la seorita Clment.

Quiere usted hacerme una orden, jefe?

Janvier haba llevado con l a alguien. Eran sobre las once de la maana, Maigret se acordaba perfectamente, y haca sol. Haba vuelto dos horas mas tarde y haba dejado sobre la mesa del comisario un sobre conteniendo billetes de Banco, un revlver de juguete y una tela negra.

Es Paulus.

La suma coincide?

No. Hay la mitad. Los golfos deben haberse repartido el botn. Pero ah hay tres billetes de dlar. Fui a preguntar al jefe de "La Cigea", que me confirm que aquella noche un americano le haba pagado en dlares.

Y Paulus?

Su cama estaba deshecha, pero no estaba en la habitacin. La seorita Clment, la duea, no lo haba visto salir y supone que habr dejado la casa a eso de diez de la maana, como de costumbre.

Has dejado a alguien all?

S. Vamos a tenderte una trampa,

Haca cuairo das que vigilaban, sin resultado. Maigret no se ocup ms del asunto, salvo echar una ojeada al nombre del inspector de guardia, en el informe, en donde regularmente se lea la nota:"nada nuevo".

La Prensa no haba dicho nada del descubrimiento de los policas. Paulus no se haba llevado su equipaje y pareca probable que volvera a buscar la pequea fortuna encerrada en su maleta.

Tu has participado en la vigilancia, Vacher?

Dos veces.

cuentame qu pasaba.

Cre que el primer da, Janvier qued arriba, esperando a Paulus en la habitacin.

Ech una mirada a la gruesa seorita Clement.

El chico debi desconfiar. O pudo ser avisado antes de subir la escalera.

Y entonces?

Nos hemos relevado fuera. Yo no tuve ocasin de hacer ei tumo de noche. De da, era fcil y agradable. Hay un bar enfrente, con dos mesas en la terraza. Dan all de comer, y le aseguro que la cocina no es nada mala,

Registrasteis la casa el primer da?

Fue Ja seorita Clement quien contest, alegre, como si se traase de una aventura divertida.

De la cueva al tejado, seor Maigret. Y le dir, adems, que el seor Janvier ha vuelto a verme por lo menos una docena de veces. Algo le intrigaba, no se qu. Pasaba horas all arriba, midiendo la habitacin a zancadas. Otras veces vena a sentarse aqu y charlaba conmigo. Ahora conoce la historia de todos mis nquilinos.

Qu ocurri exactamente esta noche? Sabia usted que l estaba fuera?

No saba que se trataba de l, pero saba que haba un polica de guardia.

Pudo verlo usted?

Ech una mirada, hacia las nueve y meda, antes de acostarme. Vi a alguien paseando por la acera, pero el farol estaba demasiado lejos para poder reconocerlo por la silueta. Volv a mi habitacin.

Esta en el piso?

No, en el bajo. Da al patio. Empec a desnudarme y estaba quitndome las medias cuando o a la seorita Blanche que bajaba la escalera gritando no s qu. Abri mi puerta sin llamar.

Estaba vestida?

En bala. Por qu? Cuando no sale, pasa las tardes leyendo en la cama. Es una buena chica. Su habitacin, en el primero, al lado de la de los Lotard, da a la calle. Haba odo un tiro, se tir de la cama y fue a mirar por la ventana. Primero no vio nada. Le pareci, no obstante, que alguien corra, pero no esta segura.

Le, hemos preguntadodijo Vauquehn. No est segura en absoluto.

Parece que se abrieron varas ventanas, Una mujer, enfrente, seal algo sobre la acera, sobre nuestra acera, y la seorita Blanche distingui un cuerpo entendido.

Qu hizo usted?

Me puse la bata y corr al pasilio, al telfono, y llame a la Polica. El seor Valentin sali de su habitacin y yo intent prohibirle abrir la puerta. Pero lo hizo y creo que fue el primero en acercarse al cuerpo. Es un hombre encantador, un verdadero hombre de mundo, ya ver usted,

La seorita Blanche era una buena chica, el seor Valentin era encantador. Los Lotard, sin duda, eran gen tes perfectas. La seorita Clement sonrea a la vida, a los hombres, a las mujeres, a Maigret.

Tomar usted una copita de licor?

EraChartreuse , y la mujer palade el suyo con cara glotona.

Cmo entran sus inquilinos de noche? Tienen llave?

No. Llaman. Tengo un cordn a la cabecera de mi cama, como las porteras, y un conmutador elctrico que da la luz en las escaleras y e] pasillo.

Gritan sus nombres?

No hace falta. Antes de abrirles la puerta, enciendo la luz del pasillo. Mi habitacin est en el fondo. Es una casa vieja, hecha de curiosa manera. Es divertido. Solo con inclinarme en la cama, por un pequeo cuadrado veo a los que entran o salen.

Y tambin hay que despertarla para salir?

Desde luego.

Y de da?

La puerta queda abierta. Pero hay otra mirilla en la cocina, y nadie puede pasar sin mi conocimiento. Ya se lo ensear.

Se lo prometa como quien le hubiese prometido una agradable diversin.

Tiene usted muchos inquilinos?

Nueve. Quiero decir que alquilo nueve habitaciones. En realidad, con el seor Paulus eran once personas, pues tengo dos parejas, una en el primero y otra en el segundo.

Haba entrado todo el mundo cuando se realiz el atentado?

No. El seor Lotard haba salido y volvi un cuarto de hora ms tarde, cuando la polica estaba ya aqu. Tampoco la seorita Isabelle estaba en su habitacin. Volvi poco antes de medianoche. Estos seores la interrogaron como a los dems. Todo el mundo comprendi que no haba que tomar la cosa como ofensa. Son gente muy bien, ya ver usted...

Eran cerca de las dos de la madrugada.

Me permite usted que telefonee?

Voy a ensenarle el aparato.

Estaba en el pasillo, bajo la escalera. Maigrel descubri los dos cristales a que haba aludido la seorita Clement y que le permitan vigilar a sus inquilinos, bien desde la cocina, bien desde su alcoba.

Marco el nmero del hospital y su mirada cay sobre una especie de hucha sujeta a la pared. Encima de la hucha, una nota manuscrita, con bella letra redondilla, deca:

Rogamos a los inquilinos depositen aqu un franco por cada llamada local.

Para las regionales y las interurbanas, dirigirse a la seorita Clment. Gracias.

Alguno hace trampas?pregunto Maigrel con una sonrisa.

A veces. Los veo por la mirilla, pero no son siempre los que uno pensara. El seor Faulus, por ejemplo, nunca ha dejado de echar su moneda en la hucha.

Oiga! Hospital Cochin?

Le pusieron por po menos con cuatro servicios distintos, siempre con voces dormidas o apuradas, hasta que por fin le anunciaron que Janvier estaba sumido en un profundo sueo y que su temperatura era satisfactoria.

Despus llam a Juvisy para dar la noticia a la seora Janvier, que hablaba en voz baja para no despertar a los nios.

Su inspector me confes que esta vez esperaba una chicadijo la seorita Cment cuando Maigret colg. Hemos hablado mucho, los dos. Es un hombre muy atractivo!

CAPITULO II

Donde Maigret se convierte a su vez en un encantador inquilino de la seorita Clment y donde hacecierto nmero de conocimientos

Haba una parte ms ancha, a la entrada del inmen so pasillo, cerca de la escalera, y haban puesto all dosbancos que parecan bancos de escuela.

Ah encontr Maigret, a medioda, en el momento en que los timbres sonaban en todo el hospital y en algn pasillo una campana, como de convento , a la seora Janvier que haba llegado haca una media hora.

A pesar de notrsele la fatiga, la mujer le dirigi una sonrisa para demostrarle que quera ser fuerte. Se oa en todos los pisos un barullo de cuartel, sin duda el relevo de los enfermeros y las enfermeras. Vieron pasar a algunas, riendo y contonendose.

El sol chispeaba y de vez en cuando el aire vena templado. Maigret no llevaba abrigo y an no se haba acostumbrado.

Parece que van a venir a buscarme dentro de unos minutos dijo la seora Janvier. Y aadi, con cierta irona, o amargura: Estn arreglndolo un poco. Porque ella, all, no tena derecho a asistir a latoilette de su marido. A veces, la seora Janvier iba a buscar a su marido al Quai des Orfvres. Maigret la encontraba de vez en cuando. Sin embargo, se daba cuenta por vez primera que era una mujer casi marchita. Haca apenas diez aos, nueve exactamente, queJanvier le haba presentado a una novia de mejillas redondas, que al rerse se marcaban con unos hoyuelos, y ahora tena en cambio ese aspecto neutro, esa mirada grave de las mujeres de barrio que trabajan en sus casas con los rones fatigados.

Dgame francamente, seor comisario, cree usted que el disparo iba dirigido exactamente a l?

Maigret comprendi el pensamiento de la mujer, y reflexion antes de responder, si bien ya haba examinado aquella idea por la maana.

Evidentemente, cuando Janvier haba sido abatido en la calle Lhomond, haban pensado inmediatamente en Paulus. Ahora bien, tal como Maigret haba dicho al director de la P. J. a la hora del informe, aquella hiptesis iba siendo ms improbable a medida que se reflexionaba un poco.

El chico no es un asesino, jefe. He obtenido algunos informes sobre l. Cuando lleg a Pars, hace ao y medio, trabaj como empleado en la tienda de un corredor de fincas del bulevar Saint-Denis.

Maigret haba estado all. Las oficinas, en el bajo, eran sucias, como el patrn, que tena el aspecto de un chaln.

En las paredes, sujetos con chnchetas, haba letreros manuscritos anunciando los diferentes establecimientos en venta, sobre todo cafs y bares. La tarea de Paulus consista en escribir los carteles en redondilla, y asimismo enviar cientos de circulares.

Otro adolescente famlico, de largos cabellos, trabajaba en la antesala, que haba que tener iluminada todo el da.

Paulus?le haba dicho el patrn, que tenia un fuerte acento campesino. Lo puse en la calle.

Por qu?

Porque todos los das coga algunos francos de la cajita.

Era un cajn en el que siempre haba algn dinero, no mucho, para los gastos menudos corrientes, los sellos, los telegramas, etc...

Paulus dej el empleo hace seis meses, jefe haba continuado Maigret . Sus padres le enviaban algn dinero, pero no lo bastante para vivir, pues no son ricos. Termin por vender enciclopedias de puerta en puerta. He encontrado su cartera con un catlogo, as como contratos para cubrir la compra a plazos de los veintids o veinticuatro volmenes.

Continuaban investigando, por supuesto. Pars ola a primavera. Los brotes de los castaos estallaban y daban paso a minsculas hojas de un verde tierno. Miles de jvenes parecidos a Paulus y a su sucesor recorran las calles de Pars, con la mirada atrevida, en busca de un empleo o de un porvenir.

Seguramente se encontr con un muchacho mayor que l, y ms experimentado. La seorita Clment dijo que alguna que otra vez reciba a un amigo, y que en dos ocasiones ste haba dormido en la habitacin de Paulus. Es un tipo moreno, de unos veinticinco aos. Lo encontraremos. Lo que me asombra es que para desvalijarLa Cigea hayan utilizado un revlver de juguete.

Asustar a un dueo de cabaret con un juguete y tirar a sangre fra sobre un inspector en la calle son dos cosas muy diferentes.

No cree usted, Maigret, que la cosa puede ser asunto del amigo?

Con qu fin? Slo veo dos razones para disparar contra Janvier: o bien entrar en la casa para recuperar el botn, lo cual hubiera sido muy arriesgado, o bien dejar la va libre para que alguien saliera. Ahora bien, la seorita Clment es formal. Nadie entr ni sali.

A no ser que Janvier haya descubierto un indicio importante y...

Maigret haba estado pensando en ello toda la maana, mientras que Vauquelin segua de guardia en la casa de la calle Lhomond, donde la seorita Clment le haba instalado en el saln, junto a la ventana abierta.

El comisario haba echado un vistazo incluso a la mesa de Janvier, y hecho una lista de todos los asuntos de los que Janvier se haba encargado durante los ltimos meses.

No haba encontrado nada.

En seguida sabremos si l sabe alguna cosa! haba suspirado.

La seora Janvier manoseaba nerviosamente su bolso y, sin duda al encontrarse demasiado plida, haba puesto en sus mejillas dos veces la cantidad de colorete necesario, torpemente, y pareca tener fiebre.

Vinieron a buscarlos. La enfermera, antes de pasarlos a la habitacin, les hizo sus recomendaciones.

Conviene no quedarse ms de unos minutos. No le cansen. Ni le hablen de cosas que podran agitarlo.

Era la primera vez que Maigret vea al inspector en una cama y le pareci an ms cambiado, puesto que Janvier, de rostro infantil, siempre muy afeitado, con la piel rosada y tersa, tena la cara oscurecida por la barba.

Tambin a l le ech su discurso la enfermera:

No olvide lo que el mdico le ha dicho. Le est absolutamente prohibido hablar. Si el comisario tiene alguna pregunta que hacerle, respndale s o no con un movimiento de los prpados. Y no se agite, ni se ponga nervioso. Y aadi, dirigindose hacia una mesitasobre la que habaun peridico:Y, adems yo estar delante. Y se instal enuna silla.

Maigret estaba cerca de la puerta, de modoque Janvier an no poda verlo. La seoraJanvier avanzhasta los pies de la cama,con las manos apretadascontra el bolso, y mir a su marido conuna sonrisa tmida y murmur:

No te inquietes, Albert. Todo va bien. Todo el mundo ha sido muy amable conmigo y los nios estn muy bien. No has sufrido demasiado?

Fue muy emocionante ver cmo dos lagrimones inundaban de repente los ojos del herido, que mir fijamente a su mujer como si nunca hubiese esperado verla.

Y,sobre todo, note preocupespor nosotros. El comisario est aqu...

Haba notado la mujer que, pasada la primera emocin, Janvier buscaba a alguien con los ojos? Era casi molesto. Janvier perteneca a su familia, cierto, adoraba a su mujer y a sus nios, pero Maigret tena la impresin de que ante todo se consideraba de la P. J.

Maigret dio dos pasos y la cara del inspector, al verlo, se anim, y quiso hablar a pesar de la prohibicin; Maigret tuvo que detenerlo con un signo.

T, tranquilo, mi querido Janvier. Ante todo, djame que te diga cunto nos hemos alegrado todos que hayas salido bien de esto. El jefe me ha pedido que te transmita sus saludos y sus, votos. l mismo vendr a verte cuando las visitas ya no te fatiguen.

Discretamente, la seora Janvier haba retrocedido un paso,

El mdico slo nos deja unosminutos. Me he encargado yodel caso. Ests lo suficientemente bienparaaguantar unas preguntas? Ya hasodoa la enfermera:contesta con un movimiento de prpados. Nointentes hablar.

La habitacin estabaatravesada por un haz de luz en el quevibraban las finsimas partculasde polvo, como side repente se descubriese la vida intima del aire.

Has visto quin dispar sobre ti?

Janvier, sin dudarlo, hizo un signo negativo.

Te recogieron en la acera de la derecha, o sea la acera de la seorita Clment,

exactamente delante de la casa. Parece que no te dio tiempo a moverte, antes de que te descubrieran. La calle estaba desierta, no?

Los prpados bajaron.

Estabas paseando?

Volvieron a cerrarse los parpados.

Oste llegar a alguien?

Signo negativo.

Y, durantelas horasprecedentes,notaste si alguien te espiaba?

De nuevo,no.

Encendiste un cigarrillo?

En los ojosde Janvier hubo sorpresa,y luego se sonri ligeramente. Haba comprendido el pensamiento de Maigret. Los prpados dijeron s.

Segnel mdico, en efecto, el disparo habasidohecho a unos diez metros, ms o menos.Peroen las cercanas de la casa de laseorita Clmentno haba farol alguno. Y Janvier slo era una siluetaen la noche.

Evidentemente, en el momento de encender su cigarrillo, haba ofrecido un blanco preciso.

Oste abrirse alguna ventana, en algn momento?

El herido dijo que no con la cabeza, despus de reflexionar, pero con cierta inseguridad.

Quieres decir que no fue en aquel momento, cuando oste elruido de la ventana?Era esto.

Supongoque durante la noche se abrieron o se cerraron varias ventanas?

Era natural, con aquel buen tiempo. Janvier lo confirm.

Tambin en la casa de la seorita CIment?

Nuevamente,s.

Pero no hacia la hora del disparo?

No.

Puedes recordar hacia qu lado estabas vuelto cuando te alcanz el disparo?

De la posicin del cuerpo sobre a acera nohaba podido deducirsenada,pues es muy posible que un hombre herido deun balazo d media vuelta ogire encualquier direccinal caer.

El esfuerzo que Janvierhizo para recordar se tradujo en una expresin penosa. La seoraJanvier ya no los escuchaba. Y no solamente por discrecin. Se haba acercado a la enfermera y le hablaba en voz baja, sin duda hacindole preguntas, y arriesgandotmidas recomendaciones.

No. Janvier no recordaba. Era natural, por otra parte. Aquella noche no haba parado de dar vueltas sobre la misma acera, de un extremo al otro...

Has descubierto, acerca de Paulus ode sucmplice,algn indicio queno figureen tusinformes?

Era casi la nica explicacin probable, pero, otra vez, Janvier respondi negativamente.

Ni encontraste nada respecto a cualquier otro asunto en marcha, aunque sea un asunto viejo?

Janvier sonri de nuevo,adivinandoel razonamiento de Maigret.

No. Todas las explicaciones iban resultando falsas, una tras otra.

En una palabra,encendisteel pitillo ysoneldisparo. No oste pasos. Noosteruido alguno. Castey perdisteelsentido.

Seor comisariointervino laenfermera,siento interrumpirlo; lasinstrucciones del doctor sonrgidas.

No te inquietes,querido Janvier.Y,sobre todo, no pienses msen eso.

Vio una pregunta en los labios del inspector, y loconoca lo suficientepara adivinarla.

-Desde hoy, me instaloen la calleLhomond enla casade la seoritaCIment,y har falta que acabe descubriendo la verdad, no?

Pobre Janvier! Era evidente que se imaginaba al comisario en la pensin de la mujer gruesa y que hubiera deseado estar allcon l.

Tengo que dejarte,Albert. La seoraDambois es muy amable y cuida a los nios en mi ausencia. Vendr todos los das. Me dijeron que maana podr estar ms tiempo.

Se haca la valiente, pero cuando estuvo a solas en el pasillo con Maigret, no pudo evitar echarse a llorar mientras caminaban, y l la sostuvo gentilmente por el brazo, sin decir nada, sin intentar consolarla.

***

Prefiri telefonear desde su piso, que le result casi extrao. No solamente se encontraba en l solo, sin nadie a quien hablar, sino que adems no tena costumbre, salvo el domingo,de estar all a aquellas horas.

Haba abierto la ventana grande,se sirvi unacopita de ciruela y, mientras esperaba la comunicacin, meti ropa y sus objetos de aseo en su vieja maleta dec uero.

Tambin en un hospital, oypor fin al otrolado la voz de la seora Maigret, que haba conseguido estar al lado de su hermana, recin entrada en convalecencia.

Sin duda por estar lejos, la mujer tema que el marido no la oyese y hablaba con voz aguda que Maigretno reconoca y que haca vibrar el aparato.

No, no me ha ocurrido nada.Te llamo para decirte que no me llames aqu esta noche. Y para explicarte por qu ayer no me encontraste en casa. cuando llamaste.

Haban convenido que le llamara todas las noches hacia las once.

Janverest herido. S,Janvier...no. Est fuera de peligro... Oiga! Pero, para continuar con el caso, tengo que instalarme en la calleLhomond... Es una pensin... Estar muy bien, s... Desde luego!... Te lo aseguro... La propietaria es encantadora...

No haba empleado a propsito aquella palabra, que le hizo sonrer.

Tienes un lpiz y papel? Toma nota del nmero. En adelante,llmame un poco ms temprano,entre nueve y diez, para no despertar a toda la casa,pues el telfono est en el pasillo del bajo... No, no he olvidado nada... Casi hace calor... Te aseguro que es innecesario el abrigo...

Hizo un nuevo viraje al aparador, donde estaba el frasco de filete dorado, sali por fin de su casa, con su pesada maleta en la mano, y cerr la puerta con llave, un poco bajo la impresin de que cometa una especie de traicin.

Se instalaba solamente en la calle Lhomond por culpa del caso,o tambin porque tena miedo a volver a un piso vaco?

La seorita Clment se precipit a su encuentro, muy excitada, con sus gruesos senos movindose dentro de la blusa como si se tratara de gelatina.

No he tocado nada en la habitacin, como usted me ha recomendado. Solamente he cambiado las mantas y puesto sbanas limpias.

Vauquelin, sentado en un silln cerca de la ventana, en la habitacin de delante, con una taza de caf al alcance de la mano. Se levant al verlo llegar e insisti en subirle la maleta.

Era una casa curiosa, que no entraba exactamente en la categora de pensin. Aunque vieja, estaba limpsima, y sobre todo respiraba alegra. Los papeles de las paredes, por todas partes, incluida la escalera, eran claros, la mayora amarillos plidos, con flores, sin nada viejo ni convencional. Las maderas, gastadas por el tiempo, despedan reflejos y las escaleras, sin alfombra, olan a cera.

Las habitaciones eran ms grandes que en la mayor parte de los hoteles y pensiones. Recordaban ms bien las de los albergues de provincias, y casi todos los muebles eran antiguos, los armarios altos y profundos, las cmodas panzudas.

La seorita Clment haba tenido la inesperada delicadeza de poner algunas flores en un jarro encima de la mesa, flores sin pretensin que habra comprado en algn carrito al hacer la compra. Subi con ellos.

No quiere que le arregle sus cosas? Creo que usted no debe tener mucha costumbre.Y aadi, rindose con una curiosa risa de garganta que haca temblar su pecho:A no ser que su maleta contenga cosas que yo no pueda ver...

Maigret sospech que haca lo mismo con todos los clientes, y no por servilismo, ni por conciencia profesional, sino por gusto. Se pregunt incluso si no era una especie de seora Maigret, una seora Maigret sin un hombre a quien cuidar y que se consolaba mimando a sus inquilinos.

Hace mucho que tiene usted esta pensin, seoritaClment?

Diez aos, seor Maigret.

Es usted natural de Pars?

De Lille. Ms exactamente, de Roubaix. Conoce usted laBrasserie Flamande, en

Roubaix? Mi padre fue all camarero durante cuarenta aos y todo el mundo lo conoca. Yo an no tena veinte aos cuando entr de cajera.

Se dira, oyndola, que haba jugado a la cajera, igual que de nia jugaba a las muecas, y ahora jugaba a propietaria de pensin.

Mi sueo era instalarme en Pars, por mi cuenta, y cuando muri mi padre, dejndome una pequea herencia, tom esta casa. No podra vivir sola. Necesito vida a mi arededor.

Y nunca pens usted en casarse?

Entonces ya no sera completamente duea de m. Ahora, si es usted tan amable, va usted un ratito abajo. Me molesta arreglar estas cosas en presencia de usted. Prefiero que me dejen sola.

Maigret hizo una sea a Vauquelin para que lo siguiera.

En la escalera, oyeron retornelos de piano, y una voz de mujer que vocalizaba. Vena del bajo.

Quin es?

Y Vauquelin, que ya conoca la casa, le explic:

Don Valentn. Su verdadero nombre es Valentn Desquerr. Fue bastante conocido como cantante de opereta, hace una treintena de aos, con el nombre de Valentn.

La habitacin de la izquierda, si mal no recuerdo?

S. Y no slo tiene la habitacin, sino que dispone asimismo de un saloncito en la parte delantera donde da sus lecciones de canto, y otra habitacin, un cuartob ao y una cocina. l se hace su comida. Sus alumnos son sobre todomuchachitas...

Vauquelin aadi sacando unos papeles de su bolsillo, mientras llegaban al bajo:

.Le he preparado un plano de la casa, con los nombres de losinquilinos y un resumen de su historia.Mo lo necesitar, pues la seorita Clment le contar todo sin que usted tenga que preguntarle. Es una casa muy curiosa, ya ver. Las gentes entran y salen como en su casa, entran en la cocina para calentar caf y, como el telfono est en el pasillo, todo el mundo est al corriente de los asuntos de cada uno. La seorita Clment querr que coma usted aqu; tambin lo intent conmigo. Pero yo he preferido ir a la tasca que hay unas casas ms all.

Fueron hasta all juntos. El toldo estaba extendido sobre las dosmesitas de la terraza y, dentro, unalbail beba vino blanco. El patrn era unauverns de bigotes azulados y cabellos que nacan encima de una estrecha frente.

Era difcil sospechar que el bulevarSaint-Michel, con su agitacin, estaba slo a dos pasos. Dos chiquillos jugaban en medio de la calzada, como en una pequea ciudad de provincias. Se oan martillazos que procedan de algn taller cercano.

Creo que comer aqu durante unos dasdijo Maigret al patrn.

Mientras no sea exigente,la cocina es casera... A las once de la maana,Gastine-Renette, el experto balstico, haba enviado su informe, que haba asombrado un poco a Maigret. La bala que haba herido aJanvier, en efecto, proceda de un revlver de gran calibre, probablemente uncolt de tambor.

Ahora bien, se trataba de un arma pesada y abultada, que se emplea sobre todo en el ejrcito, pero difcil de disimular en el bolsillo de un traje.

Nadie ha venido por la casa desde esta maana?pregunt el comisario mientras beba un vaso con Vauquelin.

Algunos periodistas, fotgrafos de la Prensa.

No has sorprendido ninguna llamada telefnica interesante?

No. Un hombre telefone a la seorita Blanche, que baj en camis y bata.

Guapa chica.

Sobre qu hora?

A las once.

Y sali?

No. Volvi a acostarse.

Profesin?

Ninguna. Dice que es artista, porque a veces ha hecho papelitos en el Chtelet, o no s dnde. Un to suyo viene a verla dos o tres veces por semana.

Un to?

Digo lo que dice la seorita Clment. Me pregunto, por lo dems, si sta se hace la tonta o si es realmente ingenua. En el segundo caso, lo es hasta la saciedad.

La seorita Blanche estudia sus papeles, comprende usted?me dijo.Y por eso est casi todo el tiempo en cama. Su to se ocupa mucho de ella. Quiere convertirla en una gran actriz. Es muy joven: apenas veintids aos...

Has visto al to?

An no. Maana le toca visita. Todo lo que s es que se trata de un hombre

muy bien educado y correctsimo....

Y los dems?

Tambin encantadores, claro est. Todo el mundo es encantador en esta casa. Encima de don Valentn, en el primero, estn los Lotard, que tienen un beb de un ao.

Y por qu viven a pensin?

Han llegado hace poco a Pars y parece que anno han encontrado un pisito. Cocinan en su habitacin, en un infiernillo de alcohol, en el water. Entr en su habitacin, llena de cuerdas con ropa puesta a secar.

Y qu hace Lotard?

Trababa en seguros. Tiene unos treinta aos; largo y triste; ella es un taponcito que baja a veces a charlar con la seorita Clment y deja abierta su puerta para or si llora el beb. Detesta a don Valentin a causa del piano. Y don Valentin debe detestarla por culpa del beb que grita todas las noches.

Tienen tambin varias habitaciones?

Solamente habitacin y cuarto de bao. Detrs de ellos, en la habitacin que da al patio, vive un estudiante, Oscar Fachin, que gana su vida copiando msica y que no parece comer todos los das. A veces, la seorita Clment le sube una taza de t. Parece que siempre empieza por decir que no, porque es muy orgulloso. Cuando sale, la seorita Clment va a buscar sus calcetines para zurcirlos. l se los esconde, pero la mujer siempre los encuentra.

Qu poda estar haciendo Paulus mientras ellos dos charlaban all junto a un mostrador de cinc bebiendo un vino blanco en la atmsfera entibiada por el sol que penetraba por la puerta abierta?

La polica tena sus seas.1deba saber que la casa de la calle Lhomond estaba vigilada. Sin duda lo saba desde el primer registro, pues no haba vuelto a aparecer.

Maigret haba encargado de su bsqueda, as como la de su cmplice, a Lucas.

Contino ocupndome de la casa?pregunt Vauquelin, que empezaba a estar cansado de la seorita Clment y deaquel remanso de paz en medio de Pars.

No. No de la casa. Dentro de un rato, a la hora de cenar, cuando la gente hayavuelto a sus habitaviones,quiero que vayas a interrogar a los vecinos. Es posible que alguno haya visto u odo alguna cosa.

Maigret cen solo en la tasca del auverns, leyendo el peridico de la tarde y echando de vez en cuando una ojeada a la pensin.

Cuando volvi, hacia las siete y media, en la segunda habitacin que serva de comedor y de cocina haba una bonita muchacha. Llevaba un smbrer rojo vivo. Era fresca, con el pelo rubio muy rizado.

Seorita Isabellepresento la seorita Clment.Vive en el segundo. Trabaja

de mecangrafa en una oficina de la calle Montmartre. El comisario Maigret.

Maigret le hizo un saludo.

-La seorita Isabelle me estaba contando precisamente que Paulos intent

la corte. Yo no saba nada.

Bueno, no es que digamos tanto... No creo que se le pueda llamar a eso hacer la corte... Si se lo cont, era para hacerle ver el tipo de chico que es...

Qu tipo?

Yo tengo la costumbre de tomar por la maana uncroissant en un bar de la calle Gay-Lussac antes de coger el Metro. Un da me fij que un joven que beba su caf en el mismo mostrador me miraba fijamente. Ms exactamente, me miraba en el espejo. Nunca habamos tenido ocasin de hablamos, pero lo reconoc. Tambin l deba haberme reconocido. Cuando sal, me sigui. Despus o sus pasos apresurados, vi su sombra, lleg a mi altura y me pregunt si poda acompaarme.

No es delicioso?,exclam la seorita Clment.

- Aquella maana yo estaba quiz de mal humor. Nunca estoy de buen humor por la maana. Le contest que era bastante mayorcita para poder ir sola.

- Y entonces?

Nada. El tiempo de volver la cabeza, y ya haba dado media vuelta balbuciendo algunas palabras de excusa. Por eso se lo contaba a la seorita Clment. Es raro que un joven sea tan tmido. Por lo general, insisten, aunque slo sea por apariencia.

En una palabra, encuentra usted curioso que un joven tan tmido atraque una boite nocturna y luego, ms adelante, dispare sobre un inspector de polica?

No le parece a usted extrao?

No se haba ocultado a la Prensa la identidad delgngster de la calle Campagne-Premire, como decan los peridicos. E incluso haban publicado en primera pgina una fotografa que haban encontrado entre sus cosas.

Quiz si usted le hubiese dejado acompaarla, no habra pasado nadadijo soadoramente la seorita Clment a la muchacha.

Y cmo?

Quiz se habra hecho su amigo. Y habra pensado en otra cosa que en desvalijar un bar...

Bueno, tengo que irme. Voy al cine con una amiga. Buenas noches, seor comisario...

Cuando sali,la seorita Clment murmur:

Deliciosa, no? Todas las noches la misma historia. Empieza por decirme que no sale, que tiene mucho que coser, pues se hace sus vestidos ella misma. Y despus, media hora ms tarde, la oigo bajar, con el sombrero puesto. De repente se ha acordado que tena una cita con una amiga para ir al cine. Estas muchachas, no resisten verse encerradas.

Tiene un amigo?

Un primo, solamente.

Que viene de vez en cuando a verla?

Sube un momento, cuando salen juntos, pero sin que haya que pensar nada... Ocurre pocas veces, pues l trabaja por la noche. Solamente el domingo...

El domingo?

Van al campo. Cuando llueve, se quedan arriba.

Ella lo miraba con una sonrisa sin apelacin.

En una palabra que en su casa slo hay excelentes tes personas!

En e1 mundo hay muchas ms buenas personasde lo que se piensa!No comprendo cmo hay gentes que slo ven lo malo. Mire! Ah vuelve el seor Kridelkaaadi tras un vistazo por la mirilla.

Era un hombre deuns cuarentena de aos, de pelo ms negro que el auverns, de color plido, que se limpi mecnicamente los pies en la estera antes de ponerse a subir la escalera..

Vive tambin en el segundo, en la habitacin dd al lado de la seorita Isabelle.

Maigret consult las notas de Vauquelin.

Es un yugoslavodijo.

Vive en Pars hace mucho.

Y qu hace?

No lo adivinara usted nunca. Es enfermero en un manicomio. Probablemente por eso es tan callado. Creo que es un oficio muy duro. Tiene mucho mucho mrito pues en su pas era abogado. No quiereusted venir a sentarse al saln?

La seorita Clment se instal con una calceta clara sobre las rodillas, y se puso a darle alas agujas.

Es parael beb de los Lotard. Algunos porpietariarios no quieren nios en la casa. Pero a m me gusta, todo, lo mismo nios que pianos. Tambinlaseora Saft espera un beb.

Quin es?

Segundo piso, a la derecha del pasillo. Ella es francesa, pero 1 es polaco. Si hubiera llegado usted un Poco antes lo habravisto entrar. l hace la compra al volver de su oficina. La mayora de las veces comen fro. Creo que a ella no le gusta cocinar. Ella era estudiante. lacab sus estudios.

Estudios de qu?

Qumica. Pero no encontr un puestode qmico y trabaja de ayudante de .farmacia hacia la calle de Rennes. Las gentes son valientes, no le parece? Ellos tampoco han encontrado an piso. Cuando se me presentauna pareja ya s lo que van o decirme, que es provisional,que no tardarn en tener un piso. Los Lotard llevan esperando tres aos. Los Saft esperan mudarsecon el parto.

Aquello la haca rer, con su curiosa risa degarganta. No haca falta mucho para ponerla alegre. A Maigret le recordaba las hermanas que animan la vida del convento rindose por las naderas ms inocentes.

Conoca usted bien a Paulus, seorita Clmente?

Como a los otros. Llevaba aqu solamente meses.

Qu clase de muchacho era?

Ya ha odo lo que le acaba de decir la seorita Isabelle. Es su vivo retrato. Era tan tmido que al pasar por la mirilla volva la cabeza.

Reciba mucho correo?

Solamente cartas de Limoges.Desu familia. Yo conoca las dos escrituras, la de su padre y la de su madre. Ella le escriba dos veces por semana, y el padre una vez al mes. Siempre pareca impresionado cuando yo le entregaba las cartas.

Nunca meti chicas en su habitacin?

No se habra atrevido.

Cuando su amigo vino a verlo, saba usted que dormira aqu?

No. E incluso la primera vez estuve preocupada. Esper a ver si se iba, pues no me gusta que me despierten en el primer sueo. Por la maana, baj puntillas antes de que fuese an de da, y la cosa me hizo gracia. Tengo un her mano que era as. Ahora est casado y vive en Indochina Pero cuando vivamos en casa y l tena diecisiete dieciocho aos,meta tambin amigos en su cuarto, a escondidas, chicos que no se atrevan a volver a casa porque era demasiado tarde.

Y no le haca Paulus confidencias?

Al final, ramos bastante amigo. A vecesentraba, a decirme buenasnoches y comentaba lo difcil que resultaba vender las enciclopedias. Su cartera pesabatanto, con aquellos libros dentro, que el brazo se le dorma..No coma siemore bien, estoy segura.

Cmo lo sabe. usted?

A veces volva cuandoyo,estabacenando. Bastaba ver la mirada que echaba a mi plato, la manera comosorba los olores para comprenderlo. Yo le decaamablementeQuieretomar un plato de sopaconmigo,seor Paulus? Empezaba por negarse, pretendiendo que acababa de hacerlo, pero terminaba por sentarse frente a mi.

Le pagabacon regularidad?

Se ve que no ha tenido usted nunca una pensin, seor Maigret. Nunca pagan con regularidad,ninguno, comprende? Si tuviesen con qu pagar regularmente, probablementeno estaran aqu.No quiero ser indiscreta ensendole micuaderno con lo que cada uno me debe,

pero son honrados. Terminan por dame dinero, a veces en pequeas sumas.

Incluso Don Valentin?

Ese es el mspelado de todos. Las muchachas quee vienen a tomar lecciones de canto le pagan ms irregularmente an y. algunas no le pagan nada.

Y, sin embargo, l da sus lecciones?

Sn, duda porque encuentro que tienen talento. Es tan bueno!

En aquel momento Maigret se volvi hacia ella, raznprecisa,y tuvo laimpresinde sorprender en la mujer una mirada distinta de las otras.

Desgraciadamente no fue ms queun instante, e inmediatamente haba bajado su vista sobre la plida calceta.

Maigret haba credodescubrir, enlugar del alegre candor que pareca mostrarhabitualmente,una irona que no era menos alegre, ni menos infantil, pero que le turbaba.

Al principio, Magret se dijo que era algo que pasaba de vez en cuando.

Pero ahora se pregunt sila mujer no estara representando una comediapara equivocarlo, o para ocultarle algo, y tambin por el placer de fingir.

Se divierte usted mucho, seorita Clment?

Siempre,seor Maigret.

Esta vez le mir de nuevo con todo su candor. En los colegios de nias es raro no encontrar por lo menos una chiquilla que supera a las otras en altura y conaquella misma carne hinchada. A los trece o catorceaos, tienen aspecto de muecas grandes, con ojos claro que parecen no ver nada. de lavida que no se refiera a sus sueos.

Pero hasta entonces, Maigret nunca las haba visto de cuarenta aos.

El humo de su pipa azuleaba el aire cada vez ms e iba formando una masa movediza alrededor de lapantalla salmn de lo lmpara.

Senensacin extraa, la de estar all sentado en un silln , un poco como en su propia casa, salvo que se habra quitado la chaqueta . Eincluso estabavencido que cualquier da de aquellos ella se lo pedira

Maigret se sobresalt cuando oy el timbre del telfono, y mir la hora en sureloj.

Debeser para m ...- dijo precipitadamente.

Y lo mismo que el da antes en los bulevares, estaba algo molesto, se senta casi culpable.

Soyyo, s... No ha tenido problema con la coferencia?... Muy bien... Muy bien... Te aseguro que estoy muy bien... Pero no, completamente tramquilo... Me cuidan, s... Cmo est tu hermana?

Cuando colg y volvi al saln, la seorita Climent tena los ojos bajos sobre su punto y esper a que Maigret se hubiese sentado y vuelto a encender su pipa para preguntar con voz ligera:

Su mujer

CAPITULO III

Donde la evocacin de un vaso de cerveza fresca juega un importante papel y donde Maigret descubre a un inquilino de la seorita Clment en un lugar inesperado

Maigret pas buena parte de la noche echando pestes, gruendo, a veces quejndose. Maldijo sinnmero de veces la ocurrencia de venir a instalarse en la pensin de la calle Lhomond y en algunos momentos sinti vergenza, como si se acusase de haber cedido a cualquier inclinacin vergonzosa, o en cualquier caso a una inconfesable debilidad. Y, por ltimo, a fin de cuentas, por la maana se alegr de estar all.

Haba que echar las culpas alChartreuse ? Siempre le haban horrorizado los licores. Por el contrario, la seorita Clment pareca sentir por ellos especial gusto.

Como ya haba ocurrido el da antes, la mujer no tard en ir a coger la botella al aparador y, nada ms al contemplar el lquido con aspecto de un jarabe ver doso, su cara expresaba una glotonera infantil, sus ojos brillaron, sus labios se humedecieron.

Maigret no haba tenido el valor de negarse. Haba sido, en suma, una noche en verde y azul, el verde del licor y el azul plido de la calceta que descansaba en el regazo de lapropietaria.

No haban bebido mucho, pues los vasos eran minsculos. Maigret no estaba en absoluto mareado al subir a su habitacin y solamente la seorita Clmenty cuando la haba dejado abajo, tena una risa algo ms sonora que de ordinario.

No haba encendido la luz inmediatamente. Despus de haberse quitado la corbata y abierto el cuello, se haba acodado en la ventana lo mismo que millares de parisinos deban haberlo hecho aquella noche.

El aire estaba suave como un terciopelo, casi palpable. Ningn movimiento, ningn ruido turbaba la paz de la calle Lhomond que bajaba en una casi imperceptible pendiente hacia la calle Mouffetard. En alguna parte, tras las casas, se perciba un rumor, los ruidos amortiguados de los coches que pasaban por el bulevar Saint-Michel, frenos, claxons, pero todo aquello suceda en otro mundo y, entre los tejados de las casas, entre las chimeneas, se gozaba de una vista que abarcaba un infinito poblado de estrellas.

El seor Kridelka deba estar durmiendo en la habitacin vecina, pues no se oa ningn ruido y su ventana no estaba encendida.

Inclinndose, Maigret poda ver, o ms bien adivinar, el lugar de la acera donde Janvier haba cado.

Ms lejos, brillante, solitario, se vea el farol.

Despus de un momento de inmovilidad, se llegaba a sentir o a adivinar las pulsaciones de la casa.

En el primero, los Lotard estaban tambin acostados. Pero uno de ellos, probablemente la mujer, no tard en levantarse, porque el beb lloriqueaba. No encendi la luz grande, sino solamente una lamparilla, pues el respandor que atraves la ventana era muy dbil. En camisn, descalza, deba estar preparndole algo, sin duda un bibern; crey or un ruido, el choque de un vaso, y al mismo tiempo la mujer se puso a tararear con una voz mecnica.

Ms o menos entonces, sobre las once y media, la seorita Blanche apag su luz. Haba terminado su libro y, poco despus, se oy la cisterna.

La pequea tasca, algo ms lejos, donde haba cenado Maigret, haba cerrado sus puertas haca ya tiempo, y, ms o menos en aquel momento, Maigret se haba puesto a pensar en un vaso de cerveza bien fresca. Quiz porque un autobs haba frenado estrepitosamente hacia la parte del bulevar Saint-Michel, cuyos bares Maigret haba entonces evocado?

Pronto la idea se convirti en obsesin. El Chartreuse le haba dejado la boca pastosa y tena la impresin de que su garganta estaba an engrasada con resto del ragut de cordero que haba cenado en la tasca del auverns y que le haba resultado tan sabroso.

Dud slo un momento, pensando en ponerse la corbata, bajar sin hacer ruido y dar un salto hasta el bar ms cercano.

La seorita Clment estaba acostada. Habra que despertarla para salir, y otra vez, despus, para entrar. Encendi un pipa, siempre acodado a la ventana, respirando el aire de la noche, pero no consegua olvidar la idea de la cerveza.

Aqu y all, en medio de la obscuridad de las casas de enfrente, se dibujaban rectngulos ms o menos luminosos, no muchos, cinco o seis, y a veces uno de ellos desapareca; a veces, tras las cortinas o las persianas, se vean sombras que se movan silenciosamente.

El da antes, cuando el pobre Janvier paseaba por la acera, deba ser exactamente lo mismo.

Oy ruido en la calle y luego voces que resonaban de forma curiosa entre las casas, una voz de hombre y una voz de mujer. Casi poda comprenderse qu decan.Iban del brazo, y se pararon dos casas ms abajo. Una mano tir del cordn de un llamador y la pareja desapareci. Una puerta se cerr ruidosamente.

Frente a l, en el primer piso, un hombre paseaba, en una habitacin dbilmente iluminada tras las persianas, dejndose ver a menudo; y cada vez desapareca un momento para hacerse visible en seguida.

Un taxi se detuvo delante de la puerta. Paso un rato sin que nadie se apease de l, y Maigret supuso que una pareja deba estar besndose en el interior. Baj la seora Isabelle, vivaracha, y se dirigi hacia la puerta volvindose varias veces hacia el ocupante del coche

Oy el timbre apagado, e imagin a la seorita Clment medio dormida mirando por el chivato despus de haber encendido la luz. Pasos en las escaleras. Y luego, muy cerca de l, una llave en la cerradura y, casi inmediatamente, el ruido de un jergn, dos zapatos cayendo sobre el suelo. Maigret habra jurado que la chica, al descalzarse, haba lanzado un suspiro de alivio y que ahora acariciaba sus pies doloridos.

Se desnud, abri el grifo.

Aquel ruido dio ms sed an a Maigret, que fue tambin al lavabo y llen el vaso de los dientes. El lquido estaba turbio.

Entonces Maigret se desnud malhumorado, con la ventana siempre abierta, se lav los dientes y se meti en cama.

Quiz pens que se dormira en seguida, pues se amodorr inmediatamente. Su respiracin se hizo regular. Las imgenes del da comenzaban a mezclarse en un medio sueo.

Ahora bien, cinco minutos ms tarde estaba completamente despierto, con los ojos abiertos, pensando con ms ganas que nunca en un vaso de cerveza. Esta vez, el deseo iba acompaado de ardores de estmago, y no caba duda alguna que haba sido el ragut de cordero. En su casa del bulevar Richard-Lenoir, se habra levantado para tomar un poco de bicarbonato. No haba trado con l, y no se atreva a despertar a la seorita Clrnent para pedrselo.

Volvi a cerrar los ojos y se hundi en su cama todo lo posible, y entonces empez a notar unos fros temblores en el crneo y en la nuca.

Volvi a levantarse para cerrar la ventana. El tipo de enfrente an no se haba acostado. Segua midiendo la habitacin, tras las persianas, y Maigret se pregunt qu poda hacerle pasear de aquella manera. Quiz era un actor y estaba recitando su papel? 0 discuta con alguien que estaba sentado, invisible desde donde estaba Maigret?

Haba otra luz, arriba, en una ventana abuhardillada de la misma casa, y Maigret volvera a ver la misma luz en las primeras horas de la maana.

Se durmi. Debi dormirse. Con un sueo agitado, sin perder por completo conciencia del lugar donde estaba ni de sus problemas, que por el contrario adquirieron una importancia exagerada.

La cosa resultaba casi un asunto de Estado, o peor an, una cuestin de vida o muerte. Los menores detalles aumentaban como vistos a travs del prisma de la embriaguez. Era responsable, no solamente frente a Janvier sino tambin respecto a la mujer de Janvier que esperaba un nio. Y que era tan valiente y estaba tan cansada.

Acaso no le haba mirado como dicindole que pona en sus manos su suerte y la del beb que iba a nacer? Ahora bien, la seora Maigret no estaba all. Y, Dios sabe por qu, tambin se senta culpable de aquello.

Tena sed. De vez en cuando los ardores se hacan ms vivos, en su estmago, y tena conciencia de que lanzaba un gemido; deba poner atencin para no despertar a los inquilinos sobre todo al beb de los Lotard que haba vuelto a dormirse.

En cuanto a l, no podra dormirse, pues estaba all para vigilar. Su deber consista en escuchar los ruidos, espiar las idas y venidas.

Un taxi que pasaba poir la calle arm tal alboroto que daba la impresin de insultar al silencio. Se detuvo. Una puerta se cerr de golpe. Pero era ms arriba, diez casas ms all por1o menos.

Todo el mundo dorma. Pens en la seorita Isabelle que se revolva en su cama y cuyo cuerpo de mujer rubia deba estar ya sudoroso. Los Saft, en la otra habitacin, dorman en la misma cama. Haba visitado su habitacin; la cama era tan estrecha, que Maigret se haba preguntado cmo podran caber all los dos.

Se sent en la cama. Ms exactamente, se encontr sentado sin haber tenido conciencia previa de su movimiento y, de repente, prest atencin con el odo. Estaba seguro de haber escuchado un ruido anormal, probablemente un choque de loza, o de porcelana.

Esper, inmvil, reteniendo su respiracin, y volvi a sentir un segundo ruido, en el bajo, esta vez como de un armario que se cierra.

Encendi una cerilla para mirar la hora. Eran las dos y media de la madrugada.

Se acerc descalzo a la puerta y la entreabri, y despus, seguro de que alguien andaba levantado, se puso el pantaln y se desliz por la escalera.

Antes de llegar al primero, hizo crujir un peldao.Deba crujir siempre. En todas las casas hay por lo menos una escalera que cruje. Hubiera jurado que, un momento antes, en el pasillo haba un dbil resplandor, como el que sale bajo la puerta de una habitacin iluminada.

Pero la haban apagado bruscamente. Se detuvo. Y cuanto ms escuchaba, ms se convenca de que tambin le estaban escuchando, lo mismo que l, en la obscuridad, reteniendo el aliento.

Baj ms aprisa, encontr a tientas la manivela de la cocina.

Una taza cay al suelo y se rompi.

Maigret encendi la luz.

Delante de l, de pie, estaba la seorita Clment, en camisn, con los pelos recogidos en una especie de redecilla. Durante un instante, slo pudo leer en su cara una serie de impresiones confusas y por ltimo, en el momento en que menos se lo esperaba Maigret, estall en risas, con su risa de garganta que haca saltar sus senos.

- Me ha dado usted miedo - dijo la mujer Dios mo, que miedo me ha dado!

El gas arda en el hornillo. La cocina ola a caf recin preparado. Sobre el mantelito de hule de la mesa haba un bocadillo de jamn.

- Me asust tanto al or pasos que apagu. Y cuando los pasos se acercaron, dej caer mi taza...

Estaba orgullosa de sus carnes; su cuerpo, bajo el camisn, era an joven y apetitoso.

- Tambin usted tiene hambre?

Maigret pregunt, sin saber dnde mirar:

- Se ha levantado usted para comer?

La seorita Clment volvi a rer, esta vez ms brevemente y enrojeci.

- Me ocurre casi todas las noches. Ya s que no debera comer tanto, pero es ms fuerte que yo. Me pasa como a aquel rey de Francia que tena siempre un pollo asado en la mesilla de noche.

Cogi otra taza en la alacena.

- Quiere usted caf?

Maigret no se atrevi a preguntarle si tena, por casualidad, cerveza. La seorita Clment le sirvi.

- Creo que debera ir a ponerme una bata. Si nos encontraran aqu...

En realidad, ofrecan un cuadro divertido. Maigret no llevaba chaqueta y los tirantes le colgaban del pantaln; sus pelos estaban revueltos.

- Me permite un segundo?

La seorita Clment pas a su cuarto y volvi casi inmediatamente; Maigret not que el carmn de sus labios se haba corrido un poco, lo cual le haca una boca muy

diferente.

- Quiere usted comer algo?

No tena hambre. Solamente sed.

- Sintese...

Haba apagado el gas. El caf humeaba en las tazas.

El bocadillo, en el plato, estaba dorado, crujiente.

- Acaso le he despertado, seor Maigret?

-No dorma.

-Por regla general, yo no soy miedosa. Ni siquiera pienso en echar la llave a mi cuarto. Pero despus de lo que pas anoche, estoy algo menos segura...

Mordi el pan. Magret bebi un sorbo de caf. Y despus, mecnicamente, se puso a llenar la pipa. Se haba dejado las cerillas arriba y se levant para coger una caja que haba encima del hornillo, sobre la caja de las especies.

Al principio, la seorita Clment coma a grandes bocados, como alguien que tiene hambre, pero poco a poco comenz a masticar ms despacio, echando a Maigret pequeas miradas intrigadas.

- Ha vuelto todo el mundo? - pregunt Maigret.

-Todo el mundo, salvo el seor Fachin, el estudiante, que ha ido a trabajar en casa de un amigo. Compran los libros entre varios, van a las clases, y luego se renen para estudiar. As, adems, tienen tiempo para trabajar en algo. Tuve uno que era guardia nocturno en un Banco y que slo dorma tres o cuatro horas al da.

- Y usted, duerme mucho?

- Depende. Soy ms comedora que dormilona. Y usted?

Los ltimos bocados pasaban con ms dificultad.

-Ahora me encuentro ya mejor, y puedo acostarme definitivamente. No necesita usted nada?

- Nada, Gracias.

-Buenas noches, seor Maigret.

Maigret subi las escaleras. En el primero, oy el ronroneo de un nio medio dormido y el ruido regular de una cuna que probablemente la mam mova desde su cama, en la obscuridad, para impedir que el beb se despertase del todo.

???

Esta vez, a pesar del caf, se durmi inmediatamente, con un sueo sin pesadillas que le pareci muy corto. Lo despert la claridad, pues no haba cerrado las cortinas, a las cinco y media, y fue a asomarse de nuevo a la ventana.

La calle estaba ms vaca que de noche, en la claridad de la maana, y, por culpa del fresco, Maigret se puso la chaqueta.

El cielo, entre los tejados, apareca azul muy plido, sin una nube, y la mayor parte de las casas parecan doradas. Un agente de polica, camino de su servicio, pas a zancadas regulares por la parte baja de la calle.

En el primer piso de enfrente haban subido las persianas y la mirada encontr una alcoba en desorden en la que haba, cerca de la ventana, una maleta abierta. Era una vieja maleta, nada lujosa, muy usada, de las que usan los viajantes de comercio que andan siempre de aqu para all y en las que llevan sus muestrarios.

Un hombre iba y vena, de un lado a otro y cuando se agach, Maigret pudo ver, desde arriba, su crneo bastante calvo. Distingua menos su cara.

Le calcul unos cincuenta y cinco aos, o ms. Ms bien ms. Estaba completamente vestido, de oscuro. Acab de colocar las camisas blancas en el departamento superior y despus baj la tapa, y se sent encima para cerrarla.

Se vea la mitad de la cama, y una marca en la almohada de haber descansado all una cabeza.

El comisario se pregunt si en la cama habra alguien ms; en seguida encontr respuesta, al ver un brazo de mujer.

El hombre arrastr su maleta, sin duda hasta la puerta, volvi y se inclin para besar a su mujer. Volvi otra vez, y cogi en el cajn de la mesilla de noche una caja de la que sac dos pldoras, llen un vaso de agua y se lo ofreci a la persona invisible.

Deba haber telefoneado, pues un taxi subi la calle y se detuvo delante de la casa. Antes de salir, el hombre ech la cortina, y Maigret ya no vio ms hasta que se abri la puerta de la calle.

La maleta era pesada y el chfer sali de su asiento para ayudar al cliente.

Se oan perfectamente las voces.

- A la estacin de Montparnasse. Rpidamente.

La portezuela son.

Se abri una ventana, al otro lado de la calle, ms arriba que la cabeza de Maigret, en el tercero, y una mujer en bigudes, sujetando con una mano su bata malva contra el pecho, se inclin hacia la calle.

Vio al comisario; le result una cara extraa, y se extra ligeramente; antes de desaparecer dentro de la habitacin se tom tiempo para examinarlo.

Maigret slo volvi a ver su mano, sacudiendo un pao del polvo en el vaco.

En la habitacin de los Lotard empezaban a agitarse. Entr un muchacho pelirrojo y, a juzgar por el ruido de sus pasos en la casa, Maigret adivin que era Oscar Fachin, el estudiante, que se acost en seguida.

Quiz la seorita Clment, a quien el estudiante haba despertado para entrar, volvera a dormirse?

A las seis y media, los Saft se levantaron y se extendi por el piso un vago olor a caf.

La seorita Isabelle no se levant de la cama hasta las siete y cuarto, y en seguida se oy correr el agua.

El seor Kridelka segua durmiendo, y tambin don Valentin. La seorita Blanche deba seguir en cama, pues no se la oa y, mucho ms tarde, cuando la casa estaba ya vaca, deba seguir an durmiendo.

Maigret llevaba fumadas tres o cuatro pipas cuando decidi hacer su aseo. El seor Lotard sali, y despus el seor Saft, al que vio marchando por la acera con una vieja cartera bajo el brazo.

No tena ganas de caf, sino de un vaso de vino blanco, y le excit ms la sed el ver al auverns retirar las contraventanas y sacar las sillas y las mesitas.

Gan el bajo, mir en direccin a los dos chivatos, el de la alcoba y el de la cotina-comedor, sin ver a la seorita Clment. Cierto que la mirilla de la alcoba estaba velada por una cortinilla oscura. Sin duda estara tambin en el cuarto de bao.

La puerta de la calle estaba abierta y, en el momento de franquearla, se cruz con una mujer delgada, bajita, vestida de negro, que andaba con aire decidido y que entr en el saln como en su casa. Se volvi hacia Maigret, en el momento en que l lo haca tambin, y sus miradas se encontraron; la mujer no baj los ojos, y Maigret tuvo la impresin de que la mujer alzaba los hombros y murmuraba algo entre dientes. Not, sin demasiada sorpresa, que llevaba zapatos de hombre.

-Un blanco - pidi Maigret al auverns, cuya camisa tena el mismo color azul desteido que el cielo.

-Y, pues, esta noche no han matado a nadie?

Vio pasar a la seorita Isabelle, muy fresca, vestida con un sastre azul marino. No separaba la vista de la casa; cualquiera de los que estaban acostumbrados a trabajar con l habra comprendido inmediatamente que andaba dndole vueltas a alguna idea.

- Sabe usted dnde suele hacer sus compras la seorita Clament?

-En la calle Mouffetard, como toda la gente de por aqu. En la calle Gay-Lussac hay tiendas, pero es ms caro. Y la carnicera de la calle Saint-Jacques no es buena.

Maigret bebi tres vasos de un vino blanco con reflejos verdosos, y despus, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, descendi lentamente la calle como si fuera ya del barrio. Un viejo que paseaba su perro le dirigi un saludo, igual que en el campo se saluda a las gentes desconocidas. Quiz porque daba la impresin de estar en su barrio? Devolvi el saludo, sonriente y, unos minutos ms tarde, daba vueltas por la estrecha calle Mouffetard, llena de puestos que exhalaban un fuerte olor a legumbres y a frutas.

Sobre los repollos y las ensaladas temblaban an las gotas de roco o quiz los vendedores las haban regado para refrescarlas.

Maigret buscaba la charcutera y la encontr en seguida; tras el mostrador de mrmol, blanco, una mujer de rojas mejillas, con un cors muy levantado, an con olor a pueblo.

Esper a quedarse solo con ella, y dej pasar delante a dos clientes llegados tras sus talones.

- Qu va a ser?

-Una pregunta. La seorita Clment, de la calle Lhomond, compra aqu, verdad?

-Desde hace diez aos.

- Es una buena cliente?

-No tanto como si diera de comer a sus inquilinos, como hacen en otras pensiones, pero es un cliente regular.

- Tiene mucho apetito?... - dijo Maigret, con cara divertida.

-Tiene un buen buche, s. Vive usted en su casa?

-Desde ayer.

- Le sirve a usted las comidas?

-A veces.

Ella ni siquiera busc el sentido de aquellas preguntas. De repente, pareci extraarle algo.

- Slo desde ayer?

- Ayer tarde...

- Cre que llevaba usted varios das.

Maigret abri la boca, pero entr una mujer, y prefir no insistir. Cuando volvi a encontrarse paseando por la calle Mouffetard, se senta alegre. Estuvo a punto de entrar en un bar para telefonear. Pero una especie de fidelidad a su auverns le hizo esperar a estar de nuevo en la calle Lhomond, y tambin quiz el recuerdo del vino blanco con un ligero regusto a albergue de campo.

- Tiene usted telfono?

- Detrs de la puerta del fondo.

Eran las nueve de la maana. La hora del informe en elQuai des 0rfvres . Los jefes de servicio estaran entrando, con sus carpetas bajo el brazo, en el gran despacho del jefe con las amplias ventanas abiertas al panorama del Sena.

- Oiga! ... Pngame con Lucas.

La telefonista haba reconocido su voz.

- En seguida, seor comisario.

Y en seguida, Lucas:

- Es usted, jefe?

- Nada nuevo?

- Vauquelin est redactando su informe, sobre el trabajo que usted le ha confiado. No creo que haya encontrado gran cosa.

- Tienes noticias deJanvier?

-Acabo de telefonear a Cochin. Ha pasado una noche agitada, pero el mdico asegura que es natural. Su temperatura es buena. Sigue usted en casa de la seorita Clment? Ha dormido usted bien?

En la voz de Lucas no haba soma, pero el comisario no por ello se amosc menos.

- Ests libre? Quieres coger el coche y venir a la calle Lhomond? Te paras un poco ms abajo de la casa y esperas. No te apures. No me haces falta antes de una media hora.

Lucas no se atrevi a preguntar nada, y Maigret sinti el olor de la cocina donde se encontraba el telfono, hizo una mueca al comprobar que tambin aquel da haba cordero y fue a tomar un ltimo vaso al mostrador.

Cuando volvi a casa de la seorita Clment, la mujer de los zapatos masculinos con la que se haba cruzado al salir le obstruy el paso, con la cabeza baja y el culo en alto, ocupada en lavar las baldosas de la entrada.

En el saln, ya arreglado, no haba nadie. La seorita Clment estaba en la cocina, vestida con un traje claro, la cara fresca, alegre la mirada.

- Ha ido usted a desayunar? - le pregunt -. Si usted me lo hubiera pedido, se lo habra preparado.

- Sirve usted a veces comidas a sus inquilinos?

-No, exactamente. A veces, les hago el caf de la maana. Y tambin bajan ellos a calentar su cafetera.

-Ha dormido usted bien, despus de su piscolabis de anoche?

-Bastante bien. Y usted?

En su buen humor haba algo agresivo, quiz cierta crispacin. Y, sin embargo, Maigret estaba seguro que estaba hablndole con la misma cara que el da anterior. Pero sin duda, la mujer tena antenas. Estaba ocupada pelando unas patatas.

- La que est trabajando ah fuera es la mujer de la limpieza?

-Evidentemente, no viene a hacer eso por gusto, o como ejercicio.

-No la vi ayer.

-Porque slo viene cuatro das por semana. Tiene cinco hijos y tambin necesita atender su casa. Le ha hablado usted?

-No. Es ella la que limpia todas las habitaciones?

-No todas. Salvo el viernes y el sbado, cuando hace la limpieza a fondo.

-Y tambin su habitacin?

-Yo puedo an cuidarme de mi cuarto, no cree?

Segua estando alegre, desde luego, pero era una alegra forzada y haba entre los dos cierta tensin.

-Querra echar un vistazo a su cuarto, seorita Clment.

-Sus inspectores ya lo vieron el primer da.

- El da en que no encontraron a Paulus en la casa?

-S.

- Le molestara ensermelo otra vez?

Ella alz los hombros, se levant, sacudi las mondas de su delantal.

-An no est arreglado. Claro que, ya me vio usted anoche en camisa...-.Apareci su risa de garganta - Venga...

Empuj la puerta y pas la primera. La habitacin era oscura, pues daba a un patio estrecho de una casa vecina. Mientras el sol baaba la fachada y daba vida a todo lo que iluminaba, all en cambio se tena la impresin de inmovilidad, de vaco.

Y, sin embargo, la habitacin era coqueta. La cama estaba deshecha. En el peinador haba un bonito estuche de aseo, y an quedaban en el peine restos de cabellos. El cuarto de bao estaba escondido tras una cortina de retona floreada; ola fuertemente a jabn.

- Ha visto?

Maigret haba visto, en efecto, que no haba armario. A pesar de la indiscrecin del ademn, levant la cortina del water, mientras la seorita Clment suspiraba a su espalda:

-Ahora ya sabe usted cmo es la habitacin de una solterona...

Sobre la mesilla de noche haba una taza que conservaba restos de caf y, en el platillo, migas de croissant.

- Se trae usted el desayuno a la cama?

Los ojos de Maigret rean, mientras miraba al beb sobre cuyo rostro comenzaba a leerse el desconcierto.

-Es usted encantadora, seorita Climent. Me molestara causarle molestia alguna, pero no tengo ms remedio que mirar bajo su cama.

No le dio tiempo a bajarse. Bajo la cama asomaron unos zapatos de hombre, un pantaln, unos brazos y, por ltimo, una cara muy plida en la que lucan unos ojos asustados.

-Levntese, Paulus, y no tenga miedo. No voy a hacerle dao.

El muchacho temblaba. Cuando abri la boca, fue para balbucir, con la garganta atenazada:

-Ella no lo saba.

- Qu es lo que no saba?

- Que yo estaba escondido bajo su cama.

Maigret se ri. Descubri que estaba de un humor casi tan bueno como aquella maana primaveral.

- 0 sea que se afeita usted en ausencia de la seorita? -pregunt, pues el adolescente no tena ni mucho menos barba de cuatro das.

- Le juro...

- Escuche, seor Maigret... - empez a decir la seorita Clment.

Tambin ella se ri. Se ri, e incluso, en el fondo, no tomaba la aventura muy a lo trgico.

- Lo he engaado, es cierto. Pero la cosa no es como usted supone. No fue l quien dispar sobre su inspector.

- Estaba usted con l en aquel momento?

- S.

- En cama?

- Me tema que iba a decir usted eso. Las gentes slo pueden ver el mal por todas partes. Si se acost en mi cama, le juro que fue cuando yo no estaba acostada.

- Es cierto - intervino Paulus.

- No soy yo, a pesar de lo que usted crea, quien lo ha metido en esta habitacin. Tuve mucho miedo,de noche, cuando o un ruido bajo mi cama.

Maigret, esta vez, tute al joven Paulus, lo cual era una manera de tomarlo ya a su cargo.

-Estabas arriba cuando vinieron los inspectores?

-S. Los -esperaba. Estaba asustado. Los vi por la ventana. Como la casa slo tiene una salida, sub al desvn.

-No lo miraron?

-S, pero me dio tiempo a pasar al tejado. Estuve all buena parte del da, arrimado a una chimenea.

-Tienes vrtigo?

-S. Cuando pens que ya no haba peligro, volv a entrar por la claraboya y baj sin hacer ruido.

-Y no se te ocurri escapar?

-Seguro. Pero tema que hubiese quedado algn polica en la calle.

No era mal parecido. Un poco delgado, algo excesvamente nervioso, y tena una manera agitada de hablar. A veces las palabras le salan tan cortadas que se dira que le temblaba la mandbula.

Y, sin embargo, estaba menos asustado de lo que caba esperar. Incluso pareca dispuesto a defenderse. Quiz era para l un alivio el ser cogido as.

-Y entonces te escondiste en la habitacin de la seorita Clment?

-No pens que sera por tanto tiempo. Pensaba que se me presentara una ocasin de escapar.

-Y ella te descubri?

Deb moverme, sin darme cuenta. Me dorm. Me haba jurado no dormirme, pero me dorm, de todas formas.

Era curioso observarlos a los dos, descarnado l, como una bestezuela, y ella gorda y plcida como una ta de provincias.

Hubiera sido divertido asistir a la escena de aquella noche. Acaso la seorita Clment se haba sorprendido tanto como deca?

1 habra llorado y ella lo habra sin duda consolado. Luego habra ido a buscar algo que comer, y de beber, tambin. Y casi seguro que le haba dado una copita de Chartreuse.

Desde entonces, o sea desde cinco das atrs, vivan en la misma habitacin, con una sola cama donde se acostaban, con seguridad, por turno. Pues aquello Maigret lo crea.

De la maana a la noche, el joven Paulus contemplaba los muelles del jergn y se sobresaltaba al menor ruido. Haba odo las idas y venidas de los inspectores, de Maigret, las preguntas, las respuestas.

Dada la constante vigilancia, la seorita Clment se vea obligada a levantarse de noche para darle de comer.

Maigret sonri pensando en el enorme bocadillo que le haba obligado a tragar a las dos y media de la madrugada, sin hambre alguna.

Un coche se detuvo no lejos de la casa, uno de los coches de la Prefectura en el que Lucas, segn las instrucciones, esper pacientemente al lado del chfer.

-Qu va a hacer usted? - pregunt la seorita Clment, que tambin haba odo el coche-. Va a detenerme?

Ech una mirada apenada a sus muebles, a las paredes, a la habitacin que crea que iba a verse obligada a abandonar.

-No ahora - dijo Maigret -. Depender. T ven conmigo, muchacho. Puedes coger tu cepillo de dientes y un peine.

-Mis padres se enterarn, no?

-Deben haberse enterado ayer por los peridicos.

-Qu ha dicho mi padre?

-An no lo he visto. Es posible que haya cogido un tren anoche hacia Pars.

-Preferira no verlo.

-Comprendo! Vamos.

El adolescente vacil, y seal luego a la seorita Cment.

-No tiene ninguna culpa, sabe? Ella es...

Busc la palabra, sin encontrarla.

-Ella es...

-Encantadora, ya lo s. Ya me lo contars todo en el Quai des Orfvres.

Atravesaron la cocina, el saln donde Maigret haba pasado la tarde hablando con la gruesa seorita. Desde el umbral de piedra, hizo seas a Lucas.

Lucas, al ver al muchacho, no pudo reprimir un silbido de admiracin.

Sin duda pensaba que el asunto estaba concluido.

Y slo haba hecho que empezar.

CAPTULO IV

Donde se narra un interrogatorio durante el cual Migret no se incomoda una sola vez.

Durante el trayecto en el coche de la P. J., Maigretno haba cesado de observar al joven Paulus con el rabillo del ojo, y Lucas, que espiaba al jefe, le haba encontrado un aspecto curioso.

No lo haban esposado. Iba mirando vidamente por la ventanilla y ya no tena miedo, ni temblaba como al salir de debajo de la cama de la seorita Clment. En determinado momento, dijo la frase ms sorprendente que Lucas haba odo en boca de alguien a quien aca baban de detener. El coche se haba metido por el bu levar Saint-Michel y pas cerca de un coche cisterna municipal.

Un poco ms lejos, entre una guantera y un cine, brillaba al sol la muestra roja de un estanco.

Con la misma expresin del escolar que levanta la mano para pedir permiso para ir a cierto sitio, Paulus dijo:

-No podran parar un momento para comprarme cigarrillos?

No era un truco para escapar. Habra sido demasiado ingenuo.

Sin enfadarse, sin dejar de mirarle con sus ojos pensativos, Maigret le haba respondido:

-Tengo en mi despacho.

El comisario se instal en l con evidente placer, con el mismo placer que el chico haba manifestado ante la animacin de la calle soleada.

- Sintate.

Se entretuvo leyendo el correo que le esperaba, dando algunas instrucciones sobre los asuntos del momento, Haba abierto la ventana, llenado una pipa y ofrecido un paquete de cigarrillos a su interlocutor.

-Y ahora, cuenta.

-Ya sabe usted que no fui yo quien dispar sobre su inspector. Se lo juro. Adems, yo no tena revlver. El que us enLa Cigea era de juguete.

-Ya lo s.

-Usted me cree, no? No me mov de la habitacin de la seorita Clment. Por qu razn iba amatar a un inspector?

-No, queras salir de la casa?

-Seguramente no.

Lo