Las prácticas sociales y el deterioro del medio ambiente

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Las prácticas sociales y el deterioro del medio ambiente Las actividades del hombre a menudo destruyen el medio ambiente. Pero están prácticas no se hacen por locura, por rencor al medio ambiente o por cuestiones de diversión; sino por necesidad o por costumbres tradicionales. Los pobladores de diversos pueblos de Piura, Lambayeque, Cajamarca y Trujillo, especialmente de los andes, a través de sus prácticas cotidianas, practicadas en ciertos períodos del año, atentan contra el medio ambiente. De manera consciente, estos ciudadanos tratan de convivir con su medio; pero la necesidad es profunda y se ven obligados a talar sus bosques para cultivar el maíz, trigo, cebada, habas, arvejas. Cada año por los meses de setiembre y octubre en los pueblo de Canchaque, Lalaquis, El Faique, Huancabamba y otros (en Piura), Penachí, Incahuasi y Cañaris (en Lambayeque) los pobladores celebran las famosas Minkas (ayuda mutua) y a través de éstas talan ciertos espacios de sus bosques. Un día talan media hectárea, entre diez o quince agricultores con hachas, calabozos, machetes, de mañana van a la chacra de otro agricultor y así hasta terminar cada uno su trabajo de tala. Luego se espera hasta el mes de noviembre a que estos árboles y arbustos sequen con la fuerza del sol, cuando ya está muy seco se enciende, entonces se ven las Eduer Bernilla Rodriguez. Sociólogo (consultor, asesor, investigador, ponente y docente universitario en diversos temas sociales, ambientales, interculturales,

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Las prácticas sociales y el deterioro del medio ambiente

Las actividades del hombre a menudo destruyen el medio ambiente. Pero están prácticas no se hacen por locura, por rencor al medio ambiente o por cuestiones de diversión; sino por necesidad o por costumbres tradicionales.

Los pobladores de diversos pueblos de Piura, Lambayeque, Cajamarca y Trujillo, especialmente de los andes, a través de sus prácticas cotidianas, practicadas en ciertos períodos del año, atentan contra el medio ambiente. De manera consciente, estos ciudadanos tratan de convivir con su medio; pero la necesidad es profunda y se ven obligados a talar sus bosques para cultivar el maíz, trigo, cebada, habas, arvejas.

Cada año por los meses de setiembre y octubre en los pueblo de Canchaque, Lalaquis, El Faique, Huancabamba y otros (en Piura), Penachí, Incahuasi y Cañaris (en Lambayeque) los pobladores celebran las famosas Minkas (ayuda mutua) y a través de éstas talan ciertos espacios de sus bosques. Un día talan media hectárea, entre diez o quince agricultores con hachas, calabozos, machetes, de mañana van a la chacra de otro agricultor y así hasta terminar cada uno su trabajo de tala. Luego se espera hasta el mes de noviembre a que estos árboles y arbustos sequen con la fuerza del sol, cuando ya está muy seco se enciende, entonces se ven las humaredas en diversos rastrojos, la humareda pone de color negro el cielo y esas tardes comienza la lluvia.

El agricultor entre emocionado y triste, da gracias a la madre tierra y a Dios, primero por brindarles la vida, luego por darles esas esperanzas de que el año ha de ser muy bueno. Para celebrar la roza o rozo se bebe cañazo, chicha y se almuerza los ricos productos que se ha obtenido de la tierra.

Hace una década y décadas atrás las minkas eran más grandes; sin embargo ahora ya no hay montes para rozar (expresan los agricultores de estos lares). Todas estas prácticas poco a poco han acabado con un sinnúmero de plantas autóctonas, con una gran diversidad de animales silvestres. En los distritos de Canchaque, El Faique y otros se están extinguiendo las plantas de Chamelico,

Eduer Bernilla Rodriguez.

Sociólogo (consultor, asesor, investigador, ponente y docente universitario en diversos temas sociales, ambientales, interculturales, tecnológicos, educativos),

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Huayacan, Nogal, Chuspo, Huarapo, Flor de Agua, Pashul, Chicope y en entre los animalitos que se están desapareciendo tenemos a la Chiroca pantera, La Luisa, Pájaro Carpintero, Pava de monte, Shahuairo, Gorrión, Tortolitas, Zorro Negro,

Tigrillo, Venado, Sajino, Oso negro, Oso

hormiguero, Cacchul.

Lo mismo sucede en los diversos pueblos de Lambayeque en Penachí, Incahuasi y Cañaris se están extinguiendo los ejemplares de Lanchi (negro, colorao, rumilanche), antanca, chañi, cascarilla (árbol de la quina), pucho (blanco, amarillo), solitario, Huarabio, Shillipe; y entre los animales que se extinguen son el puma, el león, el oso carnicero, el oso achupayero (oso de los árboles), oso hormiguero; gato montés, pava aliblanca, zorros, sotos, caballo de siete colores, chilala, pugos, linkan (animalito muy parecido al chiroque, lo único que lo diferencia es el pico grueso parecido al de un loro), zorzales, vizcachas, liebres, conejos, entre otros ejemplares diversos.

Desde una perspectiva limitada, centrada solo en estos lugares y solo en estos aspectos pareciera que el problema no es significativo; sin embargo si miramos de manera integral veremos que diez agricultores en cada pueblo o caserío pueden talar mínimamente cinco hectáreas de bosque y cada distrito descrito solo en este caso tiene alrededor de cincuenta caseríos, entonces estamos ante doscientos cincuenta hectáreas perdidas. Mirando esto a escala nacional tenemos un gran problema social que debe ser atendido con mucho cuidado, teniendo como eje central las costumbres, tradiciones, cultura e interacción hombre-hombre-naturaleza de cada espacio donde se realizan cada una de esta prácticas.

El problema no se soluciona con unas cuantas teorías de ecología, diversidad, sociología ambiental o ecoturismo; las soluciones no se tejen desde el interior de una universidad nacional o privada, tampoco se puede solucionar estos desde un escritorio del ministerio del medio ambiente o través

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de las leyes, ordenanzas o un Plan Nacional del Medio Ambiente que no haya recogido previamente las experiencias, vivencias, actitudes, pensamientos, sentimientos y prácticas de cada uno de estos pueblos.

Tratar de imponer un plan, una ley, un decreto desde una oficina tiende al fracaso y la pérdida o muerte de estas especies no se alivia con ello porque las prácticas continúan por necesidades de sobrevivencia. Entonces compete diversificar las funciones y encargar estos oficios a profesionales con miradas integrales, interdisciplinarias que recojan el modo de sentir, pensar, actuar e interactuar de los ciudadanos. Solo así se tejerán soluciones concretas que ayuden, por lo menos a sobrevivir a cada una de las especies en estos pueblos, en beneficio de nuestra sociedad y nuestro planeta.