Lavozatidebida e - ddd.uab.cat · para escapar delmoribundo modernismo deDarío y compañía,...

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2 EL SOL Domingo. 8 de diciembre de 1991 u B Universitat Autónoma de Barcelona Biblioteca d'HumanitaIs SEGUNDA PLAr .................................................................................................................................................................................................................................. La voz ati debida e onocr MUY PRONTO la poesía de Pe- . dro Salinas. Eritre otros muchos li- bros de la biblioteca que fue de mi madre encontré la primera edición de Seguro azar. Debía estar yo en- tonces estudiando el bachillerato, y de la poesía castellana posterior a Rubén Darío sólo había leído Campos de Castilla, de Antonio Machado, y la Segunda antología poética, de Juan Ramón Jiménez, que me deslumbró. Y Salinas pa- recía más cerca de J. R. J. que del lirismo realista, con tintes aún modernistas, de Machado. Leí Se- guro azar muchas veces, hasta que llegué a medio entenderlo, y no paré hasta que en una librería de lance encontré Fábula y signo. Mi profesor de li- teratura me dijo que Salinas escribía "poesía du- ra": después supe que así era llamada la poesía de J. R. J., lo mismo que la de Salinas y Jorge Gui- llén. Más tarde, en Madrid, mientras estudíaba Derecho, fui comprando, en la Cuesta de Moyano, todos los libros que encontré de los poetas del 27, y los que no encontraba los leí de prestado a algún compañero iberoamericano del Colegio Mayor Guadalupe, entre 1947 y 1951. Ya tenía toda la obra de Salinas hasta entonces publicada, desde Presa- gios hasta Largo lamento. En Presagios, su primer libro, sí se notaba cla- ramente la influencía de Juan Ramón Jíménez: para escapar del moribundo modernismo de Darío y compañía, Salinas orilla el realismo sensorial de Machado y, a partir de J. R. J. busca un estilo propio, intelectualista, envuelto en un ambiente poético emocional, abstracto. Con ser un buen li- bro, no estoy de acuerdo con el juico de Luis Cer- nuda, que siempre añrmó que Presagios era lo mejor de Salinas. Lo que sí es cierto es que en el poema número ocho de este libro se puede adivi- nar el tono cálido e íntimo de su posterior poesía amorosa. Antes de seguir, quiero ahora aclarar el por- qué de lo equivocado que es llamar posmoderna a la poesía de Salinas. En España y en Iberoamérica se llamó modernismo a mi movimiento literario que puede situarse entre 1880 y 1920, que era, en realidad, una no muy afortunada mezcla de ele- mentos parnasianos y simbolistas, es decir, una mal digerida influencía de la poesía francesa. A esa mixtura la bautizó Rubén Darío con el nom- bre de modernismo, que ha hecho fortuna en nues- tra terminología literaria, produciendo poetas de mérito como Julíán del Casal, José Asunción Sil- va o Gutiérrez Nájera, al otro lado del Atlántico, y aquí a los hermanos Machado, Valle-Inclán o el primer Juan Ramón Jiménez, por citar los más conocidos. No ocurre así en la poesía anglosajona, en don- de se llama modernistas a los poetas apadrinados por Ezra Pound, como Thomas Stearns Elliot, Wi- lliam Carlos Williams o Wallace Stevens, atentos a la irrupción del lenguaje de la técnica en la lite- ratura, y que empezaron a publicar alrededor de los años veinte de este siglo, es decir, como los po- etas del 27. Howard Young asocia la poesía de Sa- linas a la de Eliot, precisamente por su automó- vil, teléfono, tren, tranvía, máquina de escribir, gramófono, bombilla, asfalto ... Y por emplear en el poema, a veces, técnicas cinematográficas, ra- diofónicas o publicitarias. Quede claro: Salinas es "moderno", no "posmoderno"; quizás el más cla- ro representante de la modernidad en nuestra poesía. Francisco Brines, que desde que le conozco, y ya son años, siempre ha apreciado, con igual o mayor devoción que yo, la poesía de Salinas, ex- plica la magistral novedad de Seguro azar y Fá- bula y signo analizando dos poemas: Estación y Far West. En el primero un viajero nocturno des- pierta de su sueño en el coche-cama, mientras el tren está detenido en una estación, a causa de una voz que, en el andén, pregona el nombre de la ciu- dad, que el viajero, entre sueños, imagina y prefie- re a la real: "... tú, mía, instantánea! voz y sonido puro contra piedras". Y Far West nos avisa de la experiencía de un espectador de cine que recuer- da luego con nostalgía los cabellos sueltos de Ma- bel, la heroína, ondeando a un viento "que se mu- rió/ sin que yo lo conociera .." pero el poeta, en su imaginación, asegura: "Está allí, en el mundo su- yo,! viento de cine, ese viento". En ambos poe- mas, Paco Brines resalta tres puntos característi- cos de esta etapa de Salinas: la descripción de una sensación experimentada; el avance sorpresivo, ingenioso del poema; y la transmutación poética de lo cotidiano. Sí, es cierto que la monotonía de la forma, por su reiteración, puede llegar a produ- cir el cansancio de lo que parece ya sabido. La poesía amorosa de Pedro Salinas, contenida en su casi totalidad en La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento, es excepcional; cada uno a su modo e intención, él y Luis Cernuda son los mejores poetas del amor, en castellano, de este siglo. Con Salinas aparece una nueva voz amoro- sa, la del monólogo con una amante que no está, que está fuera. que nunca responde, pero que exis- te, que se nos representa a través de la magia poética de su enamorado, que la vuelve real y que nos deja compartir su ternura, su belleza. El lec- tor puede incluso llegar a pensar que vivió una experiencia de amor parecida. Suscribo la opi- nión de Luis García Montero: "Salinas acierta con nitidez cuando su realidad amorosa no la aborda desde la objetividad de un concepto o desde las re- ferencias prosaicas al mundo, sino desde la cons- trucción, en sus poemas, de situaciones reales y fácílmente reconocibles ...". La originalidad poética del tema amoroso en Salinas reside en su don de hacernos sentir, de re- crear en nosotros un amor real. Y todo esto con un lenguaje limpio, que no emplea nunca las pa- labras gastadas del léxico romántico o parnasia- no; y sin caer en explicitaciones de esas absurda- mente llamadas partes íntimas del cuerpo de la mujer, tan caras a un gran sector de la llamada poesía de amor contemporánea. Salinas insinúa, velando o callando, el cuerpo de su amante y sus efusiones amorosas. Insinuar, velar y no dedr son los rasgos del más puro erotismo, de la absoluta sugestión ambigua. Salinas salta siglos: en el pa- sado enlaza con Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Fray Luis de León (¿recuerdan?: "Ahora con la aurora se levanta! ni luz, ahora coge en rico nu- do/ el hermoso cabello, ahora el crudo/ pecho ci- ñe con oro y la garganta ..."), con diversos poemas de Lope, Góngora o Quevedo; y en el presente y en el futuro, el magisterio de Salinas, aunque tardío, ha comenzado ya, y será largo. Me comí el espacio de este artículo y me he de- jado muchas cosas que pensaba escribir. Elijo una de ellas, muy personal: en mi adolescencía conocí parte de la obra de Marcel Proust gracias a las es- pléndidas traducciones de Pedro Salinas, ya que mi francés era muy deficiente. Recuerdo sus ver- siones de Du rote de chez Swann, deA l'ombre des jeunes filles en jleurs y Le rote de Guermantes, que tradujo con José María Quiroga Plá. Los cuatro tomos resantes de A ,la recherche du temps perdu, los tradujo con mucha voluntad, Consuelo Berges. Pero no era lo mismo.

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2 EL SOL Domingo. 8 de diciembre de 1991

u BUniversitat Autónoma de Barcelona

Biblioteca d'HumanitaIs

SEGUNDA PLAr..................................................................................................................................................................................................................................

La voz a ti debida

e onocr MUY PRONTO la poesía de Pe-. dro Salinas. Eritre otros muchos li-

bros de la biblioteca que fue de mimadre encontré la primera ediciónde Seguro azar. Debía estar yo en-tonces estudiando el bachillerato, y

de la poesía castellana posterior a Rubén Daríosólo había leído Campos de Castilla, de AntonioMachado, y la Segunda antología poética, de JuanRamón Jiménez, que me deslumbró. Y Salinas pa-recía más cerca de J. R. J. que del lirismo realista,con tintes aún modernistas, de Machado. Leí Se-guro azar muchas veces, hasta que llegué a medioentenderlo, y no paré hasta que en una librería delance encontré Fábula y signo. Mi profesor de li-teratura me dijo que Salinas escribía "poesía du-ra": después supe que así era llamada la poesía deJ. R. J., lo mismo que la de Salinas y Jorge Gui-llén. Más tarde, en Madrid, mientras estudíabaDerecho, fui comprando, en la Cuesta de Moyano,todos los libros que encontré de los poetas del 27,y los que no encontraba los leí de prestado a algúncompañero iberoamericano del Colegio MayorGuadalupe, entre 1947 y 1951. Ya tenía toda la obrade Salinas hasta entonces publicada, desde Presa-gios hasta Largo lamento.

EnPresagios, su primer libro, sí se notaba cla-ramente la influencía de Juan Ramón Jíménez:para escapar del moribundo modernismo de Daríoy compañía, Salinas orilla el realismo sensorialde Machado y, a partir de J. R. J. busca un estilopropio, intelectualista, envuelto en un ambientepoético emocional, abstracto. Con ser un buen li-bro, no estoy de acuerdo con el juico de Luis Cer-nuda, que siempre añrmó que Presagios era lomejor de Salinas. Lo que sí es cierto es que en elpoema número ocho de este libro se puede adivi-nar el tono cálido e íntimo de su posterior poesíaamorosa.Antes de seguir, quiero ahora aclarar el por-

qué de lo equivocado que es llamar posmoderna ala poesía de Salinas. En España y en Iberoaméricase llamó modernismo a mi movimiento literarioque puede situarse entre 1880 y 1920, que era, enrealidad, una no muy afortunada mezcla de ele-mentos parnasianos y simbolistas, es decir, unamal digerida influencía de la poesía francesa. Aesa mixtura la bautizó Rubén Darío con el nom-bre de modernismo, que ha hecho fortuna en nues-tra terminología literaria, produciendo poetas demérito como Julíán del Casal, José Asunción Sil-va o Gutiérrez Nájera, al otro lado del Atlántico,y aquí a los hermanos Machado, Valle-Inclán o elprimer Juan Ramón Jiménez, por citar los másconocidos.

No ocurre así en la poesía anglosajona, en don-de se llama modernistas a los poetas apadrinadospor Ezra Pound, como Thomas Stearns Elliot, Wi-lliam Carlos Williams o Wallace Stevens, atentosa la irrupción del lenguaje de la técnica en la lite-ratura, y que empezaron a publicar alrededor delos años veinte de este siglo, es decir, como los po-etas del 27. Howard Young asocia la poesía de Sa-linas a la de Eliot, precisamente por su automó-vil, teléfono, tren, tranvía, máquina de escribir,gramófono, bombilla, asfalto ... Y por emplear enel poema, a veces, técnicas cinematográficas, ra-diofónicas o publicitarias. Quede claro: Salinas es"moderno", no "posmoderno"; quizás el más cla-ro representante de la modernidad en nuestrapoesía.

Francisco Brines, que desde que le conozco, yya son años, siempre ha apreciado, con igual omayor devoción que yo, la poesía de Salinas, ex-

plica la magistral novedad de Seguro azar y Fá-bula y signo analizando dos poemas: Estación yFar West. En el primero un viajero nocturno des-pierta de su sueño en el coche-cama, mientras eltren está detenido en una estación, a causa de unavoz que, en el andén, pregona el nombre de la ciu-dad, que el viajero, entre sueños, imagina y prefie-re a la real: " ... tú, mía, instantánea! voz y sonidopuro contra piedras". Y Far West nos avisa de laexperiencía de un espectador de cine que recuer-da luego con nostalgía los cabellos sueltos de Ma-bel, la heroína, ondeando a un viento "que se mu-rió/ sin que yo lo conociera .." pero el poeta, en suimaginación, asegura: "Está allí, en el mundo su-yo,! viento de cine, ese viento". En ambos poe-mas, Paco Brines resalta tres puntos característi-cos de esta etapa de Salinas: la descripción de unasensación experimentada; el avance sorpresivo,ingenioso del poema; y la transmutación poéticade lo cotidiano. Sí, es cierto que la monotonía dela forma, por su reiteración, puede llegar a produ-cir el cansancio de lo que parece ya sabido.La poesía amorosa de Pedro Salinas, contenida

en su casi totalidad en La voz a ti debida, Razónde amor y Largo lamento, es excepcional; cadauno a su modo e intención, él y Luis Cernuda sonlos mejores poetas del amor, en castellano, de estesiglo. Con Salinas aparece una nueva voz amoro-sa, la del monólogo con una amante que no está,que está fuera. que nunca responde, pero que exis-te, que se nos representa a través de la magiapoética de su enamorado, que la vuelve real y quenos deja compartir su ternura, su belleza. El lec-tor puede incluso llegar a pensar que vivió unaexperiencia de amor parecida. Suscribo la opi-nión de Luis García Montero: "Salinas acierta connitidez cuando su realidad amorosa no la abordadesde la objetividad de un concepto o desde las re-ferencias prosaicas al mundo, sino desde la cons-trucción, en sus poemas, de situaciones reales yfácílmente reconocibles ...".

La originalidad poética del tema amoroso enSalinas reside en su don de hacernos sentir, de re-crear en nosotros un amor real. Y todo esto conun lenguaje limpio, que no emplea nunca las pa-labras gastadas del léxico romántico o parnasia-no; y sin caer en explicitaciones de esas absurda-mente llamadas partes íntimas del cuerpo de lamujer, tan caras a un gran sector de la llamadapoesía de amor contemporánea. Salinas insinúa,velando o callando, el cuerpo de su amante y susefusiones amorosas. Insinuar, velar y no dedr sonlos rasgos del más puro erotismo, de la absolutasugestión ambigua. Salinas salta siglos: en el pa-sado enlaza con Juan de la Cruz, Teresa de Jesús,Fray Luis de León (¿recuerdan?: "Ahora con laaurora se levanta! ni luz, ahora coge en rico nu-do/ el hermoso cabello, ahora el crudo/ pecho ci-ñe con oro y la garganta ..."), con diversos poemasde Lope, Góngora o Quevedo; y en el presente y enel futuro, el magisterio de Salinas, aunque tardío,ha comenzado ya, y será largo.

Me comí el espacio de este artículo y me he de-jado muchas cosas que pensaba escribir. Elijo unade ellas, muy personal: en mi adolescencía conocíparte de la obra de Marcel Proust gracias a las es-pléndidas traducciones de Pedro Salinas, ya quemi francés era muy deficiente. Recuerdo sus ver-siones de Du rote de chez Swann, deA l'ombre desjeunes filles en jleurs y Le rote de Guermantes, quetradujo con José María Quiroga Plá. Los cuatrotomos resantes de A ,la recherche du temps perdu,los tradujo con mucha voluntad, Consuelo Berges.Pero no era lo mismo.