Lectura trabajo simposium internacional sobre patologizacion de la infancia

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TITULO: “Nunca es Triste la Verdad solamente es IRREDUCTIBLE” . Autora: Lic Mònica B Peisajovich Datos Autora: [email protected] y [email protected] Telèfonos: 0054-011-4551-2311 Pàgina Web: www.escuchandotehablar.com La verdad la llevamos puesta cubriendo nuestro cuerpo, hace de traje a lo biológico. Traje tejido con los irreductibles hilos de un pathos. Los griegos suelen ayudarnos a pensar: Pathos, aquello que uno experimenta, prueba o siente. Esa emoción puesta en el discurso tanto a través del tono de voz como del lenguaje no verbal, que despierta respuestas acordes en quien escucha u observa. Del concepto y de la palabra Pathos se originan patología y padecimiento. Pathos tiene tres acepciones referidas al sufrimiento humano como lo que afecta el Juicio de alguien, intento de crear un “rechazo” hacia el sujeto juzgado: el niño etiquetado es patético para muchos sectores de nuestra sociedad. La “etiqueta” toca el Ser, con un luminoso cartel de pasión y, por lo tanto, desenfreno inducido, que, inevitablemente, lleva al punto de la imagen con la mirada

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TITULO: “Nunca es Triste la Verdad solamente es IRREDUCTIBLE”.

Autora: Lic Mònica B Peisajovich

Datos Autora: [email protected] y

[email protected]

Telèfonos: 0054-011-4551-2311

Pàgina Web: www.escuchandotehablar.com

La verdad la llevamos puesta cubriendo nuestro cuerpo, hace de traje a lo

biológico. Traje tejido con los irreductibles hilos de un pathos.

Los griegos suelen ayudarnos a pensar:

Pathos, aquello que uno experimenta, prueba o siente. Esa emoción puesta en

el discurso tanto a través del tono de voz como del lenguaje no verbal, que

despierta respuestas acordes en quien escucha u observa.

Del concepto y de la palabra Pathos se originan patología y padecimiento.

Pathos tiene tres acepciones referidas al sufrimiento humano como lo que

afecta el Juicio de alguien, intento de crear un “rechazo” hacia el sujeto

juzgado: el niño etiquetado es patético para muchos sectores de nuestra

sociedad. La “etiqueta” toca el Ser, con un luminoso cartel de pasión y, por lo

tanto, desenfreno inducido, que, inevitablemente, lleva al punto de la imagen

con la mirada del otro, cuya ética responde a su historia familiar, amor en una

bipolaridad permanente.

El padre de la lógica y la biología nos llama a la causa sobre el principio de no

contradicción (una de las leyes del Inconsciente) y a la teoría de la generación

nueva, empleando las nociones de corte, sustancia, acto y potencia, que son

parte del sentido común de la gente. Ya su maestro le dijo que no olvide el mito

de la caverna: su legado, atravesar el oscuro túnel para llegar a la luz: lo falso.

El padre le enseña bien a un hijo, Alejandro Magno lo escucha y se convierte

en rey dando inicio a una enseñanza.

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Entiendo que nos convoca algo sobre lo que quisiera hacer una nueva

reflexión.

Si partimos de instalar un niño en un lugar de rechazo en el discurso familiar y

no de aceptación que lo cause, es necesario hacerlo pasar por semejante

oscuridad en una cueva sin salida, porque sabemos, que cuando se instala una

medicación, previo convencimiento a los padres, no se retira tan

frecuentemente. El saldo es deudor, una pastillita no paga nunca la deuda sino

que termina generando una deuda mayor: la usura que paga el niño con todo

su cuerpo y alma.

La manera de alinearnos como Profesionales, que nos lleva a un concepto de

niñez y salud mental, determina el posicionamiento en relación a una escucha

libre de ruidos, y en el camino de la paz, que hace frente en la calidad de

atención que le damos a nuestros consultantes. Nuestra enseñanza no puede

caer, ni renunciar, ni apartarse, ni denunciar los principios que embanderan

ciertos sectores, para llenar un tesoro que no incluye la niñez y sus familias,

sino desde la tristeza y el padecimiento como ganancia para ellos. Nuestra

ganancia es el bienestar del niño y, por ende, de la familia.

Si negamos al Inconsciente como principio rector, negamos la existencia de

una psiquis para un sujeto, pasando a concebir un niño como un ente biológico

únicamente, olvidándonos del concepto de pulsión, repetición, transferencia.

Apadrinar la niñez con el nombre de una enfermedad es hacerla huérfana de

lo que no merece y nosotros somos los únicos responsables, los padres nos

siguen. Los estados del alma ya tienen nombre propio y no es necesario

agregarle otro. No es cierto que lo que abunda no molesta; el goce da cuenta

de ello, diciendo presente en el objeto que aparece luego del corte entre

necesidad y demanda. Pretender darle otra sustancia a estos estados es

pretender hacer un corte en la conexión que hace puente, a la manera en que

manifiesta la palabra como puerta de salida de los sentimientos humanos,

llevando los significantes a lo oculto sin que salgan a la luz. Callar la palabra

significa lo mudo, volver a un espejismo de una vasija sin flores, donde el

desierto del Amo cubre el espacio real a lo imaginario.

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Algo de lo indeterminado se pone en juego en las situaciones de estos niños,

de ellos o de la familia, si un niño es parte de un contexto familiar, parte de un

Contrato Narcisista establecido con los miembros, este niño pasa a ser el

portavoz surgiendo como un emergente, la punta del iceberg, decía Freud,

cuya raíz tenemos que buscar debajo del agua. El niño pasa a ocupar un lugar

de objeto resto, que entra justo taponando la falta de la madre sin posibilidad

de deslizamiento, sin ser en la cadena significante del padre; en realidad no

tienen un lugar en el deseo de ninguno de los integrantes de la pareja parental,

lo cual se traslada luego a lo social: la escuela como modelo princeps de

relación vincular; lugar que le ofrece un espacio de expresión de sus

manifestaciones, lugar donde puede dar vuelo a las palabras, el cuerpo, el

movimiento y la comunicación de un dolor de existir. La escuela pasa a ser un

espejo en el cual puede, pero tampoco encuentran un lugar de alojamiento, de

albergue para salir del encierro de significantes que no paran de dar vueltas

circulares y locas en sus cabezas, embarullados de las palabras dichas y

aturdidos por un silencio que los inserte como seres pensantes por haber sido

deseados. Estos niños caen en una caja con una etiqueta en la frente y van por

la vida vendiendo un cuerpo al mejor postor. El remate termina cuando un juez

baja el martillo y dice: TGD. TICS.TOC, TEA, TDHA, o cuantas T podamos

imaginar; cuando a falta de yo (tu) buenas son las T en un Yo (je) que queda

fijado en una línea de alienación entre la Madre en un extremo y el falo en el

otro; qué lugar para el tener cuando no se puede salir del ser; no hay un lápiz

que dibuje una línea, porque no hay alguien que done el descenso. El espejo

tiene una forma, no nos engañemos, el Otro tiene un grosor que marca una

superficie y un volumen al espejo plano, tiene una posición: si la línea es tan

delgada y marca una inclinación, hace sombra sobre el campo de lo falso, hace

sombra sobre el niño y es, en esa posición de sombra, que quedan atrapados,

mancha de la madre, un irreductible del Otro pasa como indeterminado en el

niño. Hay un desconocimiento de lo falso como estructura, que no incluye una

creencia, sino que se dirige a la identidad como huella de identificación con el

Otro. Estos padres buscan en el Otro la creencia como confirmación de su

propia falta de creencia y de afirmación, y la encuentran pagando el niño el

precio de una usura sin medida al infinito por algo que NUNCA es de su

persona. Pero la vida es sabia y en algún momento tropiezan con alguna piedra

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que les impide seguir en la loca carrera y esta piedra logra detener la fuga

como manera de vivir; esta piedra se llama padre que pone un contorno al

desborde de lo familiar, lo escolar, lo conocido. Porque sabemos que si hay

algo que incomoda a la sociedad somos los Analistas que vamos cuestionando

las certezas que encontramos en la oscuridad de la noche y buscamos poner

luz en el final del camino como meta alcanzable frente a los no cautos, aunque

sea con una primer estrella: “su hijo puede evitar la medicación”, “deme unas

consultas para sentarnos a conversar acerca de su sufrimiento o lo que le

sucede”, transformando lo imposible en posible, en una lógica del no-todo que

también toca al analista. Prefiero el extrañamiento al impávido, prefiero la carne

al metal y las lamparillas a las sombras que empobrecen el potencial de un

niño. El bien decir no es convocado cuando rotulamos la niñez como latas en

un supermercado, y tampoco hay ética llamada para ocupar un lugar, porque

no hay dicho lugar y en la lógica del Tu (yo) hay una segunda persona, porque

hay Otra primero (je), ambas singulares pero con acciones diferentes. Quién

ocupa ese lugar de primero, quién el de relevo, y quién el de infancia, si

ninguno plantea, al modo de Alejandro Magno, un reinado, porque hubo un

Antecesor que supo lo que decía. Lo que se hereda no se niega y ellos también

son herederos, pero de una herencia lúgubre, donde no se acepta el error

como parte del lapsus; de modo que el pegoteo es parte del sistema donde la

mirada no cesa sobre lo real del niño o el niño como un real, como una voz que

no calla, aplastado por los SI de un NO como marca de origen de la vida en un

sujeto no sujetado, en un viaje que puede y merece retorno. La castración

marca un clivaje como experiencia de pase de una generación a otra, donde el

cuatro habla de la no embriaguez en un objeto a caído, pero no desaparecido,

apto para cualquier ser mortal que no sea cobarde y hable para que alguien lo

escuche, para que alguien pueda instalar un Tu (en el nombre del Padre)

previa lectura de los acontecimientos.

En los T hay dos espacios: 1) Interior, 2) Exterior. Se requieren tres.

Entrar por ambos extremos implica un corte transversal, entrando por la zona

intermedia, paralela a cada uno de los lados de la Banda de modo que dos

Bandas quedan formadas a partir del corte, pero unidas irremediable e

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irreductiblemente, esto es la alienación. Lacan vuelve al punto de alienación

para volver a separar, en cada re-pedido.

En la repetición el niño intenta pedir a la madre la separación que le resulta

forzada. El forzamiento surge a partir de la causa, el objeto es convocado para

que salga del lugar de resto, desecho, desprendimiento del otro, cuando el

corte del ombligo nunca alcanza.

El niño impera nuevamente a la madre esa zona intermedia que No Dona, una

separación convocando también el amor del padre a través de la neurosis de

transferencia o fuera del viaje: en los padecimientos que produce, cuyas

manifestaciones son observables en la escuela, como lugar donde vuelve a

ponerse en juego el pasaje de la hormiga por la banda, el niño, con sus

síntomas repite en Acto, en un nuevo acto su suceder.

Si Una petición es un derecho que tiene toda persona para acudir ante las

autoridades competentes por motivo de interés público (del derecho), hay un

derecho que no le fue asignado a un niño, un analista funciona desde un marco

de legalidad reparadora de todo el entorno familiar a tratar. Un niño en

tratamiento conduce inevitable y obligadamente a las consultas con los padres

que de entrevistas pasan a transformarse en un espacio de apoyo y sostén de

la estructura y el Contrato.

La legalidad de la falta de significante de los participantes de la pareja de los

padres, vuelve como significante: agujero donde cae el niño; frente a esto el

niño reacciona por falta de ubicación entre ambos actores; no se reconoce en

ellos, en la legalidad ya escrita pero ahora falseada. Cuando algo fue bien

escrito, nada ni nadie lo borra; lo que seguirá escribiéndose, si no sigue la

línea, hay enfermedad en el niño, porque no son como nosotros, los adultos,

que convivimos con ambivalencias y contradicciones. El niño, al ser un sujeto

en forma, al no tener su aparato psíquico completamente formado, la causa no

es un significante que pueda ingresar, que se pueda inscribir. Esto viene de la

lógica: - + - = +: cuando los signos son contrapuestos, da prevalencia a uno

como representante de dicha inscripción; pero si los signos son iguales, da

como resultado el significante. El síntoma aparece como signo menos: da

cuenta de la obturación de una falta. La falta funciona como un signo +, y el

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taponamiento como un signo -, el resultado es negativo. Cuando el niño es

objeto de la madre, funciona en ese signo +, siendo + para ella. Pero la banda

entonces no se corta, es un corte en apariencia. Que haya niños que vayan por

la vida como personas que van por la vida teniendo apariencia de vida normal,

no significa que verdaderamente eso sea; nada tan falso como lo verdadero, si

lo vemos como un espejo que puede y pierde el fondo a lo largo del tiempo,

volviendo a convertirse en un mero y simple vidrio. Tener una vida normal es

andar dando miles de tropiezos sin advertirlo; he ahí el lugar de la falla en la

ley, la falta de previsibilidad de un marco previo. Porque la vida normal es lo

anormal por naturaleza, porque el amor no es de la naturaleza. El amor es una

causa que hacemos los seres humanos para liberarnos del odio y contra el cual

luchamos. Si los niños muestran sus síntomas en la escuela, es porque, muy

lamentablemente, vuelven a encontrarse con esto en ese lugar. Decentes los

que trabajan por el rasgo que los identifica y no por el salario y por salir de sus

casas, y por el padre de su trabajo, cuya causa son los niños con la que fueron

causados. Cada padre intenta reparar la falla originaria.

Ninguna praxis puede reemplazar un análisis donde cada sujeto se las ve con

su Otro.

Los niños pasan a ser ese Otro que los trajo al mundo y educó. El maltrato

pasa a ser parte de la estructura, por el escotoma que todos llevamos.

Lavarnos la cara en el agua de los niños resulta cruel, porque en medio de esa

situación, no tienen voz ni voto, ni dentro ni fuera de la escuela.

Es en ese camino que planteo el síntoma escolar. Dentro de la institución

educativa, encontramos contradicciones entre docentes y directivos; como los

padres, pelean y discuten: la casita no cambia, se re-pite, sintiendo, el niño,

que transita en un callejón sin salida, y que producir significantes escolares es

tan deseable como producir significantes psicosomáticos. Ahí estamos en peor

situación, ahí el nudo de causa es aún más deseable de deshacer; el nudo de

las enfermedades es un significante hacia adentro.

La re-petición: va en la luz de la madre al padre para descender objeto y

deslizar el deseo como desplazamiento del padre al niño. Pero si el padre no

hace hablar su voz: el niño calla por fuera y grita por dentro con los diversos

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modos de retener el goce. Ojala tuviera que retener solamente pis o caca, que

también son modalidades de goce, pero absolutamente necesarios como

figuras de nuestra cultura.

De este modo el niño no sale de la bolsa en N lugar, en ningún momento. Y

ahora si cabe hablar de los niños T-GD/T-OC-T-ICS, ya que la luz del yo (je)

como inclusión donde la identificación inscribe su lugar, no parece escrita

siendo el yo (je) una horizontalidad impenetrable.

Si el je establece su diagonal, abre camino y, ¡fíjense qué burla!, la forma de la

T nos dice mucho: la vertical no alineada en la alienación, sigue el je su

descenso para establecer una paralela entre ambas líneas de alienación.

Entonces tendríamos que establecer una nueva figura en esta superficie plana,

sin volumen. En las escuelas técnicas se emplea ésta como regla para unir a

otra regla sobre el plano de la hoja. Si sigo en este camino voy a proponer el

empleo de estos elementos en las escuela primarias para intentar disminuir los

síntomas en los niños.

Si los padres no notan dificultades en sus hijos, y los docentes tampoco, quizás

podemos pensar un intento de menor sufrimiento para ellos, desde lo

educativo, hasta que la causa se modifique o tome una diagonal. Y si de

enseñanza se trata, formal o no formal, familiar o escolar,”todo sirve”, esto no

garantiza que no produzca síntomas. Nos da tiempo para seguir los

movimientos del Otro y ver si puede tomar otro objeto como causa que su hijo o

su alumno.

El Estado bien podría ayudar, no encuentro respuesta a por qué los docentes

tienen tantas licencias por motivos psicológicos o psiquiátricos. Sería mejor si

cada cinco años pasaran por un apto psicofísico que evitara un mal mayor. Si

el registro para conductores lo requiere, finalmente un docente es conductor de

un grupo de alumnos, de niños. Nada evita la enfermedad, pero si es posible

advertirla. De este modo podríamos estar comunicados Familia, Escuela y

Estado proyectando al mundo otra calidad de infancia, otra calidad de vida; una

nueva vida para ellos y para el futuro de nuestra humanidad, libres de

etiquetas, libres de remedios y libres de verdades que hacen tan pesadas las

mochilas.

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El mundo espera un cambio en nosotros para ellos, el mundo espera otros

niños, el mundo espera otro futuro.

Referencias Consultadas:

1- Paola, Daniel: “Lo Irreductible”