Leyendas de navarra

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LEYENDAS de NAVARRA San Guillén y Santa Felicia San Virila Teodosio de Goñi

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LEYENDAS

de

NAVARRA

LEYENDAS

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NAVARRA

San Guillén y Santa Felicia

San Virila

Teodosio de Goñi

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LEYENDAS

de

NAVARRA

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NAVARRA

San Guillén y Santa Felicia

San Virila

Teodosio de Goñi

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APARICIÓN DE SAN MIGUEL

A

DON TEODOSIO DE GOÑI

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Don Teodosio de Goñi, señor del palacio, pueblo y valle de su apellido y uno de los ricos hombres del país, estaba casado con Doña Constanza de Butrón, noble señora, natural también de Goñi.

En el año 707, Teodosio marchó a África a luchar contra los moros a las órdenes del conde D. Julián. En ausencia de Teodosio, sus padres abandonaron su antiguo palacio y fueron a vivir a la casa de Doña Constanza.

Cumplida su misión, Teodosio regresó a Navarra.

Cuando el noble guerrero estaba entrando en su pueblo, un hombre vestido de ermitaño le salió al encuentro y diciendo ser un enviado del cielo le comentó que su esposa le era infiel con un criado.

Teodosio entró silenciosamente en el aposento nupcial y descubrió acostadas en el lecho a dos personas. Tomó la espada y ciego de ira las mató.

Teodosio se sintió feliz por haber reparado su honor. Salió de casa y se quedó petrificado al ver que su mujer venía feliz a su encuentro. Al preguntarle Teodosio de donde venía, ella respondió que de rezar en la iglesia tras haber dejado acostados a sus suegros. Teodosio quedó destrozado al constatar que había matado a sus padres.

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Don Teodosio confesó su horrible crimen al párroco de Goñi y, aquella misma noche, fue a Pamplona a hablar con el obispo, que le ordenó ir en peregrinación a Roma para recibir la absolución del Papa. El Santo Padre oyó la confesión del crimen y le puso como penitencia que se ciñese al cuerpo una gruesa cadena de hierro y que cargase una gran cruz de madera sobre sus espaldas. Así debía caminar errante hasta que la cadena se rompiera. Esa sería la señal de que Dios le había perdonado. También debía construir una iglesia en honor de San Miguel.

Para cumplir la penitencia, Teodosio permaneció en la montaña de Aralar durante siete años durmiendo en el suelo, habitando en grutas y comiendo hierbas.

Un día, se acercó a la boca de una sima donde moraba un dragón que atemorizaba a los habitantes de la comarca. Al advertir la presencia humana, salió la fiera y atacó a Teodosio, que exclamó: “San Miguel me valga”.

Un enorme trueno y un gran resplandor iluminó la cumbre de Aralar, apareciendo en forma visible el Arcángel San Miguel llevando la cruz sobre su cabeza. El dragón quedó muerto al instante y se rompieron las cadenas que arrastraba Teodosio.

Teodosio regresó a su pueblo, contó a su esposa y vecinos lo ocurrido y lo escribió. Para cumplir totalmente la penitencia decidió levantar un templo en el lugar donde apareció el Arcángel. En este templo se conservan las cadenas que durante siete años arrastró D. Teodosio de Goñi.

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SAN VIRILASAN VIRILA

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La leyenda de San Virila está íntimamente ligada al Monasterio de Leyre, cuya influencia espiritual y política en Navarra fue muy importante en la Edad Media.

PORTADA DE LA IGLESIA DEL MONASTERIO DE LEYRE

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Virila era abad del Monasterio en el s. X. Disfrutaba de la naturaleza paseando por los bosques que cubrían la sierra de Leyre y rodeaban el Monasterio, y en esos paseos se entregaba a profundas meditaciones. Solamente una duda le atormentaba, “el misterio de la eternidad”. No podía comprender que los santos estuviesen toda la eternidad en el Cielo alabando a Dios sin aburrirse.

Un día, absorto en sus pensamientos sobre la eternidad, se alejó mucho de los muros del monas-

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terio y, fatigado, se sentó a descansar junto a una fuente de agua cristalina.

El canto maravilloso de un ruiseñor llegó hasta él y quedó extasiado oyéndole cantar. Cuando el ruiseñor cesó de cantar, Virila volvió a la realidad y decidió regresar al Monasterio, aunque le costó mucho encontrar el camino porque estaba semioculto por la maleza.

Al llegar al monasterio se quedó sorprendido ya que todo estaba alterado, incluso los monjes no eran los mismos.

Cuando Virila manifestó quien era, no le creyeron, pero dio tantos detalles de su época que, al final, constataron que se trataba del abad Virila que había desaparecido del Monasterio hacía más de trescientos años y nunca regresó. Los monjes pensaron que había sido devorado por los lobos.

Virila comprendió lo que Dios quería decirle. Si había pasado más de trescientos años extasiado oyendo el canto de un ruiseñor, mucho más fácil sería estar toda la eternidad junto a Dios.

A los pocos días de regresar al Monasterio falleció.