Libro no 741 el buque fantasma marryat, frederick colección e o mayo 3 de 2014

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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular! 1 Colección Emancipación Obrera IBAGUÉ-TOLIMA 2014 GMM

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El Buque Fantasma. Marryat, Frederick. Biblioteca Emancipación Obrera. Guillermo Molina Miranda.

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  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

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    Coleccin Emancipacin Obrera IBAGU-TOLIMA 2014

    GMM

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    Libro No. 741. El Buque Fantasma. Marryat, Frederick. Coleccin E.O. Mayo 3 de 2014. Ttulo original: El Buque Fantasma. Capitn Marryat Versin Original: El Buque Fantasma. Capitn Marryat Circulacin conocimiento libre, Diseo y edicin digital de Versin original de textos: http://www.freelibros.org/libros/el-buque-fantasma-frederick-marryat.html Licencia Creative Commons: Emancipacin Obrera utiliza una licencia Creative Commons, puedes copiar, difundir o remezclar nuestro contenido, con la nica condicin de citar la fuente. La Biblioteca Emancipacin Obrera es un medio de difusin cultural sin fronteras, no obstante los derechos sobre los contenidos publicados pertenecen a sus respectivos autores y se basa en la circulacin del conocimiento libre. Los Diseos y edicin digital en su mayora corresponden a Versiones originales de textos. El uso de los mismos son estrictamente educativos y est prohibida su comercializacin. Autora-atribucin: Respetar la autora del texto y el nombre de los autores No comercial: No se puede utilizar este trabajo con fines comerciales No derivados: No se puede alterar, modificar o reconstruir este texto. Portada E.O. de Imagen original: http://www.librosalcana.com/330151.jpg

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    3 RESEA

    El buque fantasma

    La grandeza de Marryat es innegable. Joseph Conrad

    El libro: Un castigo Divino a un capitn blasfemo, Guillermo Vanderdecken, condicionar la

    vida de su hijo Felipe, que jura cumplir la condicin impuesta para salvar el alma de su sacrlego padre,

    llevarle una reliquia del Lgnum Crucis.

    Dos mujeres pagarn an ms caro las penalidades del castigo, Catalina la esposa de Guillermo,

    una vida atormentada con el secreto que debe transmitir a su hijo, pero no quiere hacerlo sabedora de

    sus fatales consecuencias. Amina, la dulce Amina, que por amor a Felipe abraza, sin creer en ella, la fe

    catlica, cumpliendo un terrible destino. Un enigmtico piloto, Schriften, recorre todo el relato

    hostigando a Felipe con un insoldable designio. Un buque, capitaneado por Guillermo, que aterroriza a

    los conocedores de su leyenda, cuando surge de entre las aguas anuncia un inminente naufragio con la

    muerte de la mayora de ocupantes del navo al que se aparece. La minuciosa descripcin de unas lejanas

    y exticas tierras; la dura vida del marino en sus singladuras luchando contra la adversidad en forma de

    tormentas, naufragios, motines, piratas... la ignominiosa actividad de la Santa Inquisicin contra los que no compartan la fe catlica; junto con unos personajes secundarios bien perfilados; incluso un

    cuento de terror, La loba blanca, completan esta novela de trgicas aventuras, sin ningn hlito de

    esperanza para sus protagonistas. No acta para almas cndidas y predispuestas al sofoco.

    El autor: Capitn Frederick Marryat Naci el 10 de julio de 1792 en Londres, falleci en

    Langham, Norfolk el 2 de agosto de 1848. Novelista ingls famoso por sus emocionantes cuentos de

    aventuras en el mar.

    Su madre nacida en Boston, con el apellido de soltera de Geyer, formaba parte del grupo de

    americanos que permaneci fiel a la corona inglesa en la guerra por la independencia. Su padre, Joseph

    Marryat, descenda de unos Huguenotes calvinistas que se refugiaron en Inglaterra despus de la matanza del da de San Bartolom en 1572. Esto explica la animadversin al catolicismo por parte del

    Capitn Marryat, olvidando que Miguel Servet fue cremado por los propios calvinistas por tratar de

    racionalizar el misterio de la santsima trinidad. En relacin con esto, es aplicable el refrn castellano:

    En todas partes cuecen habas, En todas partes creman almas

    Ingres a los catorce aos en la Armada Real britnica y dio sus primeros pasos en el mar a bordo

    del buque Impriouse capitaneado por Lord Cochrane, cuyo valor inspir a Marryat futuros personajes

    de sus novelas, el propio Marryat llevo a cabo actos de indudable herosmo, salv la vida de varios

    marineros, lanzndose al agua para rescatarlos, lo que le vali el sobrenombre de bote salvavidas. En 1814 fue nombrado teniente de navo del Newcastle y en 1825 capitn del Tees. Su labor no slo se

    limit a servir en barcos de guerra, intervino de modo destacado en el desarrollo del cdigo internacional

    de seales martimas con banderas, en uso en la actualidad, esto le vali ser nombrado miembro de la

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    4 Royal Society en 1817 y miembro de la Legin de Honor francesa en 1833. A los treinta y ocho aos se retir del servicio con el rango de capitn y se dedic por entero a escribir (como Conrad, como

    Melville) narraciones de aventuras en el mar con gran vigor, batallas, tormentas y naufragios, no exentas

    de un fino sentido del humor, contando para ello con su enorme conocimiento de primera mano de la

    vida marinera.

    Su obra:

    Frank Mildmay; o, the Naval Officer (1829)

    The Kings Own (1830)

    Newton Forster - Aventuras de Newton Forster (1832)

    Peter Simple (1834)

    Jacob Faithful (1834)

    The Pacha of Many Tales (1835)

    Japhet in Search of a Father (1836)

    Mr. Midshipman Easy (1836)

    The Pirate and the Three Cutters (1836)

    Snarleyyow, or, the Dog Fiend - El perro diablico(1837)

    The Phantom Ship - El Buque Fantasma (1839)

    A Diary in America (1839)

    Olla Podrida Ttulo original en la versin inglesa(1840)

    Poor Jack (1840)

    Masterman Ready (1841)

    Joseph Rushbrook (1841)

    Percival Keene (1842)

    Monsieur Violet (1842)

    The Settlers in Canada (1843)

    The Privateers Man (1844)

    The Mission o Scenes in Africa - Cuentos Africanos (1845)

    The Children of the New Forest - Los Cautivos del Bosque(1847)

    The Little Savage publicado despus de su muerte(1848)

    Valerie publicado despus de su muerte (1848)

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    El Buque Fantasma Frederick Marryat

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    Grficas Ramn Sopena, S. A. (10937) Barcelona - 1966

    Impreso en Espaa - Printed in Spain Editorial Ramn Sopena, S. A.

    Depsito Legal: B. 1.712-1960. N. R.: 4.659-58-66

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    7 NDICE

    ndice .............................................................. Error! Marcador no definido.

    I ........................................................................................................................ 9

    II ..................................................................................................................... 18

    III .................................................................................................................... 26

    IV ................................................................................................................... 31

    V ..................................................................................................................... 41

    VI ................................................................................................................... 47

    VII .................................................................................................................. 53

    VIII ................................................................................................................. 58

    IX ................................................................................................................... 65

    X ..................................................................................................................... 73

    XI ................................................................................................................... 80

    XII .................................................................................................................. 90

    XIII ................................................................................................................. 98

    XIV .............................................................................................................. 104

    xv .................................................................................................................. 110

    XVI .............................................................................................................. 115

    XVII ............................................................................................................. 121

    XVIII ............................................................................................................ 125

    XIX .............................................................................................................. 129

    XX ................................................................................................................ 137

    XXI .............................................................................................................. 140

    XXII ............................................................................................................. 148

    XXIII ............................................................................................................ 151

    XXIV ............................................................................................................ 153

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    8 XXV ............................................................................................................. 157

    XXVI ............................................................................................................ 161

    XXVII .......................................................................................................... 164

    XXVIII ......................................................................................................... 168

    XXIX ............................................................................................................ 174

    XXX ............................................................................................................. 179

    XXXI ............................................................................................................ 184

    XXXII .......................................................................................................... 190

    XXXIII ......................................................................................................... 193

    XXXIV ......................................................................................................... 196

    XXXV .......................................................................................................... 202

    XXXVI ......................................................................................................... 206

    XXXVII ....................................................................................................... 218

    XXXVIII ...................................................................................................... 222

    XXXIX ......................................................................................................... 228

    XL ................................................................................................................ 234

    FIN ............................................................................................................... 236

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    9 I

    A mediados del siglo XVII, alzbase1 una casita de agradable aspecto sobre la margen derecha del

    Scalda, casi enfrente de la isla de Walcheren, cerca de Terneuse, pequea ciudad fortificada.

    La minscula vivienda haba sido construida a estilo de la poca, y se destacaba, por el color

    anaranjado de su fachada y el verde claro de sus ventanas, de entre el grupo de pequeos edificios que

    estaban en su derredor.

    Un zcalo de baldosas blancas y azules, hbilmente combinadas, corra a lo largo de sus paredes

    exteriores hasta una altura de tres pies, lo que induca a suponer que el dueo primitivo de la finca habase

    esmerado en embellecerla, tanto como el propietario actual se descuidaba en repararla, porque muchas de

    aquellas baldosas yacan por tierra, la pintura de la fachada empezaba a desaparecer, y la madera de las

    puertas y ventanas reclamaba urgentemente una reparacin.

    Adosado a la casita, por la parte de atrs, extendase un pequeo jardn defendido por una espesa

    cerca de espinos, y circundando a ste, un ancho foso lleno de agua, que no era fcil salvar de un salto.

    Daba acceso a la finca un puente de poca anchura, provisto de barandillas de hierro, tendido sobre

    el foso, frente a la puerta principal.

    La casa slo tena, en cada uno de los dos pisos de que constaba, cuatro habitaciones, dos de las

    cuales estaban provistas de ventanas a la fachada, mientras que las otras dos reciban la luz del jardn.

    Las primeras medan, cada una, veinte pies cuadrados; las dos restantes eran ms pequeas y

    estaban destinadas a lavadero y depsito de trastos intiles respectivamente.

    Uno de los departamentos mayores serva de cocina; y el otro, hermticamente cerrado desde diez

    aos atrs, era inaccesible aun para los mismos habitantes de la casa.

    Esto, en cuanto al piso bajo, pues en el principal, las cuatro estancias de que se compona eran

    dormitorios.

    Dos personas ocupaban la cocina, cuyos muebles eran escasos, pero en la que se adverta una

    limpieza tan esmerada, que las paredes y el suelo, entarimado, brillaban como si fueran de reluciente

    metal.

    1 Uso de alzbase por se alzaba. Quiz debido a la poca de la traduccin, en este

    texto hay un gran uso de nclisis; esto es, la unin de una palabra encltica a la que

    la precede, normalmente pronombres pospuestos al verbo. En la actualidad las enclisis

    llevan tilde o no de acuerdo con las normas generales de acentuacin, aqu se mantienen

    tal como estn impresos, al entender que en su poca la palabra resultante mantena la

    tilde del verbo, al igual que ocurre en la actualidad con los adverbios terminados en

    mente. Ejemplos callse por se call, cerrse por se cerr.

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    10 Una de las citadas personas era una mujer, en cuyo rostro, que en otro tiempo debi ser de extremada belleza, advertanse los estragos de enfermedades y disgustos.

    Representaba unos cuarenta aos de edad; tena la frente despejada, y sus ojos eran negros y

    rasgados. Su palidez la asemejaba a un cadver, y la infeliz se encontraba tan esculida que pareca que

    las carnes se le transparentaban. Profundas arrugas surcaban su rostro, y sus ojos despedan un fulgor tan

    extrao, que sugera la conviccin de que estaba demente.

    A juzgar por su indumentaria, aquella mujer deba ser viuda, pues en aquella poca las que tenan

    la desgracia de perder su consorte vestan de un modo especial que revelaba su estado. No deba nadar en

    la abundancia, pues su ropa, aunque extremadamente limpia, estaba descolorida y deteriorada por el

    mucho uso.

    Sentada en un sof, que con dos sillas y una mesa de pino constituan todo el mueblaje de la

    estancia, en cuyas paredes veanse colgados algunos utensilios de cocina, la pobre mujer pareca

    contristada. Su aspecto era el de una persona que sufre una prolongada angustia, que slo puede

    extinguirse con la muerte.

    Sobre la mesa de pino estaba sentado un hermoso y fornido joven de unos diecinueve o veinte

    aos. Sus facciones eran bellas y atrevidas, su desarrollo extraordinario, y su mirada penetrante revelaba

    valor y osada. Todo su aspecto induca a creer que tena un carcter resuelto y aventurero.

    No vayas al mar, Felipe2; promtemelo por Dios, hijo mo dijo la mujer cruzando las manos con voz y gesto suplicantes.

    Y por qu no he de embarcarme, madre? repuso el interpelado que, con las piernas cruzadas, haba estado hasta entonces, silbando distradamente. Permaneciendo aqu slo conseguir morirme de hambre. Por el cielo! Lo primero es preferible, Y en qu otra cosa he de ocuparme? Mi to Van Brennen

    me ha prometido recibirme en su buque y pagarme con esplendidez. As vivir feliz a bordo y con mis

    ganancias atender a las necesidades de usted.

    Felipe, Felipe, yeme. Me morir si me dejas. No tengo a nadie en el mundo ms que a ti. Oh, hijo mo! Te suplico que no me abandones y, si lo haces, en ltimo caso que no sea para embarcarte.

    Felipe permaneci callado y continu silbando algunos segundos, mientras su madre sollozaba.

    Ser, quiz dijo el joven al fin, porque se ahog mi padre en el mar, por lo que me ruega con tanto inters que no me embarque?

    Oh, no, no! exclam la angustiada mujer. Quiera Dios...!

    Qu ha de querer Dios, madre?

    Nada, nada. Apiadaos de m, Seor contest la angustiada mujer, deslizndose del sof y arrodillndose en el suelo, en cuya actitud permaneci algunos instantes orando con fervor. Al fin, volvi

    a sentarse, algo ms tranquila.

    2 En general, los nombres propios estn traducidos al castellano.

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    11 Felipe, que haba permanecido silencioso y meditabundo, volvi a tomar la palabra.

    Esccheme usted, madre. Su deseo es que no me embarque y que me muera de hambre; dos cosas a cual peor; ahora voy a hablar claro. Aquella habitacin de enfrente la he visto siempre cerrada y

    nunca me ha dicho usted el motivo. Recuerdo que en una ocasin en que no tenamos absolutamente qu

    comer, ni esperanza de que mi to regresara pronto, en uno de sus frecuentes accesos de su enfermedad

    dijo usted...

    Qu dije, Felipe? pregunt la madre temblando de pies a cabeza.

    Que haba en aquella habitacin dinero suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades, pero comenz usted a llorar enseguida, afirmando que morira antes que abrir la puerta. Y yo pregunto:

    qu hay en esa habitacin, y por qu est cerrada tanto tiempo? O me lo dice usted o ahora mismo voy a

    embarcarme.

    Mientras el joven hablaba as la fisonoma de la madre sufri una completa transformacin. Al

    principio qued aterrorizada y muda como una estatua, sus labios se entreabrieron, brillaron sus ojos, y

    pareci haber quedado muda; oprimi con una mano el pecho como para aplacar algn dolor interior, y,

    desplomndose del sof con la cabeza adelante, empez a arrojar sangre por la boca.

    Felipe corri presuroso a prestarle ayuda llegando a tiempo de sostenerla y evitar que rodara al

    suelo. Cuando la hubo colocado nuevamente en el sof, advirti con espanto que continuaba el vmito de

    sangre.

    Madre ma, madre de mi alma, qu le sucede? grit sobresaltado.

    Transcurrieron algunos instantes sin obtener contestacin. La enferma vari algo de postura, sin

    duda para no sofocarse con la sangre que arrojaba, y pronto las blancas tablas del entarimado se tieron

    de color de rosa.

    Hable usted, madre, hable usted si puede repiti Felipe con voz preada de angustia. Necesita usted alguna cosa? Oh Dios mo! Qu ser esto?

    Me muero, hijo mo, me muero dijo al fin la madre quedando enseguida en un estado de absoluta insensibilidad.

    Felipe, enteramente alarmado, sali a la puerta para pedir socorro a los vecinos. Acudieron dos o

    tres, y cuando los vio ocupados en hacer volver en s a la enferma, corri con toda la ligereza que sus

    piernas le permitan en busca de un mdico que no lejos de all viva. Llambase ste Mynheer3 Poots,

    hombre pequeo y avaro, que, como facultativo, gozaba de merecida fama. Felipe le encontr en su casa

    y le rog que le acompaara inmediatamente.

    No tengo inconveniente en ir replic Poots, que hablaba el idioma con exagerado acento; pero, antes, necesito saber, seor Vanderdecken, si piensa usted pagarme.

    3 Mi Seor, en holands en el original, equivale al seor espaol, antecede tanto al nombre como al apellido. La versin

    original es ms prolija en su uso.

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    12 Pagarle! Mi to lo har tan pronto como regrese.

    Se refiere usted al capitn Van Brennen? Ese me debe cuatro guilders hace ya mucho tiempo. Adems, su buque podra naufragar...

    Respondo que satisfar su deuda y lo que valga esta visita dijo Felipe con impaciencia; venga usted conmigo, mientras disputamos podra morirse mi madre.

    Pero, seor Felipe, ahora recuerdo que me es imposible acompaarle. Tengo precisin de ir a Terneuse a visitar a un hijo del burgomaestre replic Mynheer Poots.

    A m no me engaa usted, caballero contest Felipe, rojo de clera. O viene usted voluntariamente o le llevo a la fuerza.

    El mdico sobresaltse al or estas palabras, pues conoca perfectamente l carcter de su

    interlocutor.

    Le prometo ir dentro de un rato si me es posible respondi.

    Vendr usted ahora mismo, viejo ruin y miserable grit Felipe agarrndole por el cuello y obligndole a salir a la calle.

    Que me asesinan! Socorro! exclam Poots, cayendo al suelo y dejndose arrastrar por el impetuoso joven.

    Este, al advertir que el rostro del doctor tomaba un tinte violceo, se detuvo y dijo:

    Quiere usted que le estrangule? No sabe que estoy decidido a llevarle muerto o vivo a mi casa?

    Bueno replic el vejete, ir; pero esta noche la pasar usted en la crcel. En cuanto a su madre, me es imposible hacer nada por ella.

    Cmo imposible! Le juro que, si no viene, le ahogo ahora mismo, y si, cuando estemos en mi casa, no salva a mi madre a toda costa... oh! Entonces lo matar como a un perro. Demasiado le consta

    que cumplo siempre lo que prometo; por lo tanto, siga mi consejo; acompeme buenamente y le pagar

    la visita, aunque para ello necesite vender la camisa.

    Esta ltima observacin de Felipe produjo mucho ms efecto que sus amenazas. Poots era dbil y

    no poda oponer resistencia a las hercleas fuerzas del joven; la casa en que l viva, estaba completamente

    aislada y no haba vecino alguno, por aquellos contornos, que pudiera prestarle ayuda en caso de que fuese

    agredido, por lo cual resolvi visitar a la enferma. Era el mejor partido que poda adoptar, y, en su

    consecuencia, el joven y el mdico pusironse inmediatamente en marcha. Cuando llegaron junto al lecho

    de la viuda la encontraron en brazos de dos vecinas que le humedecan las sienes con paos de agua y

    vinagre. Haba recobrado el conocimiento, pero permaneca muda. Poots dispuso que se trasladara al piso

    principal y a una cama ms cmoda. Despus de hacerle ingerir algunas gotas de cierto cido, volvi a

    salir con Felipe en busca de otros medicamentos.

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    13 Debe usted hacer que tome esto su madre cuanto antes, amigo mo dijo Poots entregando a Felipe una botellita. Yo voy a ver al hijo del burgomaestre y regresar pronto.

    No me engaa usted? pregunt el joven dirigindole una mirada amenazadora.

    No, no. Si su to Brennen hubiera de dar el dinero, quiz no volviese, porque no me inspira confianza el fiador; pero usted ha prometido pagarme y s que cumple siempre su palabra. Dentro de una

    hora nos veremos; apresrese ahora a volver a su casa.

    Felipe corri con todas sus fuerzas. En cuanto administr a su madre el contenido de la botella,

    ces la hemorragia, y media hora ms tarde la enferma suspir dbilmente.

    Conforme haba prometido, no tard en presentarse de nuevo el diminuto doctor, examin a la

    paciente con atencin y dirigise a la cocina acompaado de nuestro hroe.

    Amigo Felipe dijo Poots, aseguro a usted que he hecho cuanto me ha sido posible por salvar a su madre, pero no debemos abrigar esperanza alguna de que recobre la salud; me atrevo a afirmar

    que no se levantar ms de la cama; vivir uno o dos das, tres quizs, pero su enfermedad es incurable.

    Bien quisiera prolongarle la vida; pero la ciencia es impotente.

    Le creo a usted, pues yo tambin he perdido la esperanza. Sea lo que Dios quiera! contest Felipe con profunda tristeza.

    Y me pagar usted? pregunt el doctor despus de una pequea pausa.

    S, por vida ma! replic el joven con voz atronadora.

    Transcurridos algunos instantes, volvi a decir el mdico:

    Desea usted que vuelva maana? Ya sabe que cada visita vale un guilder. Para nosotros el tiempo es oro y lo cobramos.

    Venga usted maana, hoy, a todas horas y pida despus cuanto se le antoje respondi Felipe mirndole despreciativamente.

    Bien, como usted guste. Cuando muera su madre, la casa y todo cuanto hay en ella ser suyo y podr venderlo. Volver, desde luego, puesto que ya lo considero rico. Ah! Si piensa usted alquilar la

    casa, acurdese de m.

    Salga de aqu inmediatamente, miserable! grit indignado el joven, ocultndose el rostro con las manos y cayendo casi trastornado sobre el catre, manchado con la sangre todava fresca de su madre.

    Cuando se recobr un tanto, subi a ver a la enferma, a la que encontr algo ms aliviada; los

    vecinos aprovecharon sta ocasin para despedirse dejndole solo. Debilitada por la prdida de la sangre,

    la infeliz mujer dormit algunas horas, durante las cuales permaneci Felipe escuchando acongojado

    aquella penosa y difcil respiracin.

    A la una de la madrugada despertse la viuda. Haba recobrado casi por completo el uso de la

    palabra y pudo preguntar a su hijo:

    Cunto tiempo hace que ests aqu aprisionado?

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    14 Oh! Lo hago con mucho gusto, madre ma. No la confiar al cuidado de personas extraas, mientras no se cure por completo.

    Eso no ocurrir, hijo mo. Siento ya que se acerca la muerte y te aseguro que, si no fuera por ti, abandonara este mundo con alegra. He sufrido mucho y he pedido a Dios con frecuencia que acelere

    mis tormentos!

    Y por qu, madre? -replic Felipe speramente. No he cumplido siempre con mi deber?

    S, hijo mo, y Dios te colme de bendiciones por ello. Muchas veces te he visto refrenar tus pasiones y dominar tu carcter slo porque yo no sufra; nicamente el hambre te ha inducido a la

    desobediencia. Siempre me he opuesto a que te separes de m y jams te he dado razn alguna; tal vez me

    habrs credo demente, pero ahora voy a confesarte las razones que para ello he tenido.

    La viuda volvi la cabeza y guard silencio algunos minutos; al fin prosigui:

    Me parece que padezco accesos de enajenacin mental, no es verdad, Felipe? Pero Dios sabe que el secreto que me abruma es suficiente para trastornar otra cabeza ms fuerte que la ma. Oprime mi

    pecho, ofusca mi entendimiento, perturba mi razn y va a llevarme a la sepultura... Cmplase la voluntad

    de Dios! Slo me resta decirte lo que... pero no debo; podras volverte loco tambin.

    Madre repuso ansiosamente el joven, revleme ese secreto terrible. No temo al infierno ni al cielo; ste no persigue jams a los justos, y en cuanto a Satans lo desafo.

    Conozco tu valor. Si alguien en el mundo puede or con tranquilidad el sombro relato, eres t solamente. Ah! Mi cabeza est muy dbil, pero no debo ocultarte nada.

    La viuda detvose un momento para reflexionar y algunas lgrimas corrieron por sus hundidas

    mejillas. Cuando recobr las fuerzas, prosigui:

    Felipe, voy a hablarte de tu padre. La creencia general es que pereci ahogado.

    Pues no muri de ese modo? interrumpi el joven sorprendido.

    Oh, no!

    Pero falleci hace ya mucho tiempo?

    Tampoco contest la mujer cubrindose el rostro con las manos.

    Algn acceso de locura pens Felipe; pero, sin embargo, volvi a interrogar:

    Y dnde est mi padre?

    La enferma se incorpor: un temblor convulsivo corri por todos sus miembros y repuso:

    Cumpliendo un castigo impuesto por Dios.

    Desplomse la enferma en el lecho y escondi la cabeza entre las sbanas como si pretendiera

    ocultarse. Felipe, atnito y perplejo, permaneca mudo. Sigui un silencio de algunos minutos al que puso

    trmino el joven diciendo con voz apagada:

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    15 El secreto, madre; revlemelo pronto.

    yeme, hijo mo dijo la enferma con acento solemne.

    Tu padre tena un carcter muy semejante al tuyo. Ojal su triste suerte te sirva de provechosa

    leccin! Segn decan todos era un marino excelente, sufrido y de gran valor. Haba nacido en msterdam,

    pero abandon aquella poblacin porque perteneca a la religin catlica y los holandeses son, como t

    sabes, herejes en su inmensa mayora. Hace diecisiete aos, poco ms o menos, que se embarc con rumbo

    a la India en su hermoso buque El Amsterdammer4 con un cargamento valioso. Era el tercer viaje que

    haca a Oriente, y habra sido el ltimo, si Dios no hubiera dispuesto lo contrario, pues, adems de haber

    comprado el barco con el producto de las ganancias de sus viajes anteriores, haba redondeado nuestra

    fortuna. Oh! Cuntas veces formbamos juntos planes para lo porvenir y cmo me consolaba con ellos

    durante sus ausencias! Le amaba con ternura, Felipe, porque siempre fue bueno y carioso conmigo, as

    es que aguardaba ansiosa su regreso.

    La suerte de la esposa de un marino es poco envidiable. Abandonada y sola durante largas

    temporadas, pasa en vela las noches de tempestad, escuchando el ruido del viento y el fragor de la tormenta

    y creyendo ver por doquiera peligros, naufragio y viudedad! Haca ya seis meses que haba partido tu

    padre y an necesitaba esperarle un ao entero cuando, una noche, hijo mo, mientras t dormas

    profundamente y yo velaba tu sueo, ocurri una cosa terrible. Cmo haba de sospechar que en aquel

    momento mi esposo haba sido terrible y fatalmente maldecido!

    La enferma detvose para tomar aliento. Felipe permaneca mudo; tena los labios secos y miraba

    fijamente a su madre como si quisiera adivinar sus palabras, antes de que se pronunciasen.

    Te dej en la cuna y dirigme5 a esa habitacin que desde aquella noche permanece cerrada, y me puse a leer porque no poda conciliar el sueo. Era ms de la media noche y llova mucho. Sent cierto

    temor extrao inexplicable; me levant de la silla, y, mojando la mano en agua bendita, me persign. Una

    fuerte rfaga de viento azot las paredes de la casa y me llen de espanto. Tena tristes presentimientos;

    de pronto abrironse de par en par las ventanas, se apag la luz y qued en la ms profunda obscuridad.

    Llena de terror, empec a gritar, pero reponindome, en seguida, me diriga a cerrar las ventanas, cuando

    presentse ante m tu propio padre.

    Santo Dios! murmur Felipe con una voz que semejaba un suspiro.

    No supe qu pensar; l estaba a mi lado y, a pesar de que la obscuridad era absoluta, distingua sus facciones tan perfectamente como si fuese de da. El miedo me impulsaba a huir, pero el amor que le

    profesaba, me contena.

    4 En holands en el original. Gentilicio de msterdam Amterdams? Es la nica vez que el autor llama por este nombre al buque

    del capitn Guillermo Vanderdecken, en lo sucesivo lo denominar Volador Holands

    5 Ejemplo de enclisis donde el verbo aporta la tilde original, en la actualidad su uso es incorrecto.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    16 Luchando con estos dos sentimientos, permanec inmvil. Despus que tu padre hubo entrado, cerrronse nuevamente las ventanas y la luz se encendi por s misma; creyendo que aquello era una

    aparicin perd el conocimiento.

    Cuando recobr el sentido, estaba sentada en un sof y una mano fra y hmeda estrechaba la ma

    (Oh, cun helada estaba!). Sin embargo, no tard en reponerme y, dando al olvido las circunstancias

    sobrenaturales que acompaaron a la aparicin, cre que tu padre haba sufrido algn contratiempo en su

    viaje, y regresaba al hogar. Tena delante a mi esposo y me arroj en sus brazos. Sus vestidos estaban

    empapados en agua y helados como la nieve. Recibi mis caricias sin devolvrmelas y sin pronunciar una

    palabra; pareca triste y pensativo. Guillermo, Guillermo exclam, habla, di alguna cosa a tu amada Catalina.

    Voy a hacerlo replic con solemnidad, porque dispongo de poco tiempo.

    No te irs de manera alguna, ni te embarcars de nuevo. Si el buque se ha perdido, t te has salvado; nada importa, puesto que estamos otra vez juntos.

    Ay de m! He perdido mi buque y tambin a m... Escchame, porque tengo necesidad de marcharme en seguida. No estoy muerto, y, sin embargo, no vivo; mi destino es permanecer entre el

    mundo de los hombres y el mundo de los espritus. Atiende:

    Durante nueve semanas estuve intentando, sin conseguirlo, abrirme paso a travs de los borrascosos mares que circundan el cabo de las Tempestades y lanc juramentos horribles. Pas otras

    tantas semanas luchando incesantemente contra vientos y corrientes sin adelantar un palmo de terreno y,

    desesperado, tuve la desgracia de blasfemar. Sin embargo, persist en doblar el cabo. La tripulacin,

    fatigada con tanto trabajo, me rog que regresara a Table Bay; pero, lejos de acceder a su deseo, comet

    un asesinato, que, aunque sin intencin, no dej de ser un gran crimen. El piloto, no queriendo ir ms

    adelante, persuadi a los marineros a que me ataran, y yo, encolerizado al verme sujeto por el cuello, le

    di un golpe terrible que le hizo tambalearse. En aquel momento, el buque cabece espantosamente y el

    infeliz, al perder el equilibrio, cay al agua. Este triste accidente no puso trmino a mi obstinacin, tan

    ciego estaba; por lo contrario, continu jurando, hasta por los fragmentos de la Santa Cruz guardados en

    el relicario que llevas al cuello, que doblara el cabo a pesar de las tempestades, del mar, del rayo, del

    cielo y del infierno, aunque necesitara luchar hasta el da del juicio.

    Dios oy mi juramento formulado entre truenos y relmpagos. El huracn azot al buque, las velas volaron hechas jirones, altsimas montaas de agua nos envolvan, y en el centro de una nube que

    de pronto se form sobre nuestras cabezas obscureciendo todo el firmamento, vi escritas con caracteres

    de fuego estas palabras terribles:

    Hasta el da del juicio.

    No me queda ms que una esperanza, y por esto se me ha permitido que venga a verte, Catalina. Toma esta carta prosigui colocando sobre la mesa un papel lacrado; lela y ve si puedes prestarme alguna ayuda.

    Adis, esposa ma, hasta la eternidad!

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    17 La estancia qued nuevamente a obscuras y tu padre desapareci en las tinieblas. Corr tras l con los brazos abiertos y mis deslumbrados ojos contemplronle a la luz de un relmpago, llevado en alas

    del huracn, hasta que, al fin, desapareci por completo. Cerrronse por tercera vez las maderas de las

    ventanas, volvi a brillar la luz en la buja y qued sola como antes.

    Apidate de m, Seor!; mi cabeza, mis sienes! Felipe, Felipe grit la infeliz mujer, no me abandones, no te embarques, por el Cielo!

    Mientras lanzaba estas exclamaciones, la enferma se haba incorporado en el lecho, pero no tard

    en caer exnime en los brazos de su hijo.

    Felipe intent incorporarla nuevamente; pero bien pronto advirti que la cabeza se le caa hacia

    atrs, que los ojos estaban sin brillo y que las manos se haban crispado: la viuda Vanderdecken haba

    pasado a mejor vida.

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    18 II

    Aunque Felipe Vanderdecken era un joven muy valeroso, abatise profundamente cuando se

    convenci de que su madre haba dejado de existir, y permaneci junto a la cama con los ojos fijos en el

    cadver y con la imaginacin perturbada por completo. Poco a poco fue tranquilizndose; cerr los ojos

    de aquel querido cuerpo y le cruz las manos, mientras derramaba abundantes lgrimas que surcaban su

    rostro varonil. Luego, bes solemnemente la plida y helada frente de la difunta, y corri las cortinas del

    lecho.

    Infeliz madre! exclam con amargura. Al fin, has encontrado el reposo; pero me dejas un triste legado.

    En su imaginacin vio nuevamente desarrollarse las escenas a que acababa de asistir, y el terrible

    relato de su madre pesaba sobre su corazn y le haca perder el juicio. Apretse fuertemente las sienes e

    hizo grandes esfuerzos por tranquilizarse. Necesitaba adoptar una resolucin cualquiera y saba que no

    tena tiempo para llorar. Su madre descansaba en paz pero, dnde estaba su padre?

    Record sus palabras: Slo resta una esperanza. Su padre haba dejado una carta sobre la mesa,

    no estara an en el mismo sitio? S; all deba hallarse, porque su madre no se haba atrevido a leerla. Aquel papel, que nadie haba tocado durante diecisiete aos, constitua una verdadera esperanza.

    Resolvi entrar en la habitacin fatal para saberlo todo de una vez. Deba hacer esta operacin en

    aquel mismo momento, o esperar a que amaneciera? Pero la llave, dnde estaba? Sus ojos tropezaron

    con un secreter antiguo que estaba junto al lecho; jams lo haba abierto su madre en presencia suya, y era

    un mueble a propsito para ocultar cualquier objeto. No tard mucho en decidirse, y, aproximando una

    luz, comenz a examinarlo. El secreter estaba abierto y registr todos los cajones, uno despus de otro,

    sin encontrar lo que buscaba. Sospech que hubiera cajones secretos, pero, por mucho que examin el

    mueble, no los encontr. Entonces, los sac todos, y colocndolos en el suelo, levant en alto el armazn

    del secreter sacudindolo con fuerza. Cierto ruido especial le hizo comprender que, probablemente, estaba

    oculta all la llave que necesitaba. Renov sus tentativas para apoderarse de ella, pero nada consigui. Ya

    la luz del da, entrando por los intersticios de las ventanas, iluminaba el aposento, y Felipe no haba

    obtenido ningn resultado, hasta que al fin, aburrido, resolvi forzar la parte posterior del mueble; subi

    de la cocina un fuerte cuchillo de partir carne y un martillo, y cuando ms distrado estaba, arrancando las

    tablas del mueble, sinti que una mano se apoyaba en su hombro.

    Felipe se estremeci: tan embebido estaba en su trabajo, que no haba odo los pasos que se

    acercaban. Levant la cabeza y vio detrs de l al prroco, seor Leysen6, que le miraba con severidad. El

    6 En la versin original inglesa el nombre del cura es Seysen y no Leysen, no encuentro explicacin para este cambio.

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    19 digno sacerdote, enterado del peligroso estado de la viuda Vanderdecken, haba madrugado mucho para hacerle una visita y administrarle los santos sacramentos.

    Cmo se entiende, hijo mo? pregunt al joven. No temes turbar el reposo de la enferma? te entretienes forzando los muebles y saquendolo todo, antes de que fallezca tu desdichada madre?

    No temo turbar su reposo, seor cura replic Felipe ponindose de pie; la infeliz duerme ya el sueo eterno. Tampoco saqueo ni robo nada. No es dinero lo que busco, sino una llave largo tiempo

    escondida, segn mi creencia, en este cajn secreto, y que ignoro cmo se abre.

    Tu madre ha muerto sin recibir los auxilios espirituales? Por qu no hiciste que me llamaran?

    Muri de repente en mis brazos, hace unas dos horas. Su alma est seguramente entre las de los bienaventurados, aunque siento que no haya usted podido auxiliarla en los ltimos momentos.

    El buen sacerdote descorri con lentitud las cortinas del lecho y contempl el cadver, que roci

    con agua bendita. Durante algunos minutos sus labios se movieron como si rezara, y al fin, pregunt a

    Felipe:

    Por qu te afanas tanto en buscar esa llave? Ms vala que lloraras y pidieras a Dios misericordia por el alma de tu desgraciada madre. Tientes los ojos secos y, antes de que se enfre el

    cadver, te dedicas a registrar los muebles. Esto no me parece bien, Felipe, qu llave es sa que te interesa

    tanto?

    Padre, no tengo tiempo para llorar ni para hacer lamentaciones. Por lo contrario, me veo obligado a hacer otras cosas que ocupan por completo mi imaginacin. Bien sabe usted que amaba a mi

    madre con delirio.

    Pero esa llave que buscas, Felipe...?

    Es la de una habitacin que permanece cerrada desde hace muchos aos y que necesito abrir aun a costa de...

    De qu, hijo mo?

    Iba a decir un desatino; perdone usted, seor cura. Slo quera dar a entender que me es indispensable y absolutamente preciso entrar en ese aposento.

    Algo he odo de ese misterio, que tu madre jams quiso revelarme, aunque la interrogu con frecuencia; pero, conociendo que era importuno, no volv a molestarla. Algo terrible debe haber en l,

    cuando siempre rehus confesrmelo. Te lo ha revelado a ti quiz antes de morir?

    S, padre Leysen.

    Te negars t tambin a confirmelo? Yo podra aconsejarte, dirigirte...

    Comprendo que no es mera curiosidad, sino un fin laudable lo que le induce a dirigirme esa pregunta; pero no s todava si lo que me ha dicho mi madre es un hecho cierto o slo un desvaro de su

    extraviada mente. Si es lo primero, le enterar de todo y compartir con usted el peso enorme de tan

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    20 terrible secreto. Mas, por ahora al menos, no puedo revelarlo; necesito cumplir mi deber y entrar solo en ese aposento fatal.

    Y no temes...?

    No temo nada. Tengo una misin que cumplir, verdaderamente triste, y le ruego que no me haga ms preguntas, pues creo que perder el juicio, como mi infeliz madre, si me sigue usted hablando del

    asunto.

    Siendo as, no insisto. Tiempo llegar, tal vez, en que pueda prestarte algn servicio. Adis, hijo mo; no te ocupes por ahora en forzar ms cajones, pues voy a disponer que vengan algunos vecinos a

    velar el cadver de tu desgraciada madre, cuya alma creo que ha subido al Cielo.

    El sacerdote mir a Felipe, y al advertir que no le escuchaba y que su imaginacin pareca

    perturbada, retirse moviendo tristemente la cabeza.

    Tiene razn murmur Felipe, al quedarse solo, dejando el secreter en su sitio. Lo mismo da una hora antes que una hora despus. Descansar un rato, porque siento vrtigos en la cabeza.

    Dirigise en seguida a la habitacin inmediata, se acost y pocos momentos despus dorma con

    un sueo profundo, pero tan agitado como el del reo que est en capilla y espera ser ejecutado.

    Mientras tanto, llegaron algunos vecinos e hicieron los preparativos necesarios para el sepelio del

    cadver, cuidando de no despertar a Felipe, pues respetaban como sagrado el sueo del que slo despierta

    para verter lgrimas. Con ellos se present Mynheer Poots, que, informado de la muerte de la enferma, y

    disponiendo de una hora de tiempo, crey que poda aprovecharla en hacer una nueva visita para ganar

    otro guilder. Entr en la habitacin en que reposaba el cadver y, despus, en la que ocupaba el joven, al

    que sacudi bruscamente un brazo.

    Despertse ste, e, incorporndose en el lecho, vio que el doctor estaba a su lado.

    Buenos das, querido Vanderdecken dijo el cnico hombrecillo, veo que todo ha terminado, segn le pronostiqu. Me debe otro guilder, puesto que ha ofrecido pagar con exactitud; las visitas y la

    medicina suman tres y medio. Esto si me devuelve la botella, pues en caso contrario...

    Le pagar a usted los tres guilders y medio, y le entregar, adems, la botella, para que vuelva a utilizarla.

    Me consta que tiene usted intencin de pagarme, pero no se me oculta que ha de transcurrir algn tiempo antes que venda usted la casa, porque no se encuentra fcilmente comprador, y, como no me

    gusta apurar a los pobres, podemos hacer otra cosa. Del cuello de su difunta madre pende una alhajita que

    slo tiene valor para un buen catlico: me quedar con ella y estamos en paz.

    Felipe le escuch con aparente tranquilidad; conoca la alhaja a que se refera el avaro mdico. Era

    la reliquia que llevaba su madre al cuello, y sobre la cual haba hecho su padre el terrible juramento. No

    la habra vendido por todo el oro del mundo.

    Salga usted de esta casa ahora mismo grit encolerizado. Le pagar la deuda.

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    21 Mynheer Poots haba comprendido a primera vista que la reliquia, encerrada en un marco de oro puro, vala mucho ms que los tres guilders y medio, saba que el valor extrnseco de la alhaja era grande

    como prenda religiosa y abrigaba la conviccin de poder enajenarla pronto. Cuando entr en la habitacin

    en que yaca la difunta, dominado por la tentacin, la arranc del cuello del cadver y la guard en el

    bolsillo.

    Creo que mi proposicin es muy ventajosa para usted repuso y que debe aceptarla.

    De ningn modo grit Felipe lleno de clera.

    En ese caso, la retendr en mi poder hasta que usted me pague lo que me debe; esto es muy justo, amigo Vanderdecken. Cuando me lleve usted a casa los tres guilders y medio y la botella, le

    devolver la alhaja.

    La indignacin de Felipe no tuvo lmites. Agarr a Mynheer Poots por el cuello, y lo arroj fuera

    del aposento, gritando:

    Mrchese usted inmediatamente, o de lo contrario...

    No pudo concluir su imprecacin. El doctor se apresur a huir tan rpidamente, que baj rodando

    las escaleras y atraves cojeando el puente. Hubiera deseado devolver la reliquia, pero en la precipitacin

    de la fuga no le fue posible volver a colocarla en el cuello de la viuda.

    Esta conversacin hizo pensar naturalmente al joven en la reliquia, y fue al aposento de su madre

    para recogerla. Descorri las cortinas del lecho, destap la cara del cadver, y, cuando ya se dispona a

    soltar el negro cordn, advirti que la alhaja haba desaparecido.

    Me la han robado! exclam. Los vecinos no son capaces de cometer semejante villana. Indudablemente, ha sido el miserable Poots; infame! Pero la recobrar, aunque se la haya tragado y

    aunque necesite arrancarle uno a uno todos los miembros.

    Precipitse escaleras abajo, sali de casa, franque de un salto el foso, y, sin sombrero ni chaqueta,

    ech a correr hacia la casa de Mynheer Poots. Los vecinos, al verle pasar como un relmpago, movieron

    tristemente la cabeza creyendo que haba perdido el juicio. El mdico slo haba recorrido la mitad del

    trayecto, porque, habindose herido en un tobillo, le era imposible caminar muy aprisa. Temeroso de lo

    que pudiera ocurrir, si se descubra su robo, volva frecuentemente la cabeza hacia atrs; y su terror al ver

    a Felipe que volaba en persecucin suya fue enorme. El miedo le hizo perder la serenidad, y el desdichado

    no saba que 'partido tomar; su primer impulso fue pararse y devolver la alhaja robada; pero no se atrevi

    a ello temiendo un acto de violencia por parte de Vanderdecken. Decidi por lo tanto seguir huyendo hasta

    llegar a su casa, encerrarse en ella y retener la alhaja, o, al menos, imponer algunas condiciones para su

    devolucin.

    Comprendiendo que necesitaba correr todava ms, as lo hizo; pero Felipe, viendo en esta fuga la

    prueba de culpabilidad, redobl sus esfuerzos y pronto estuvo cerca de l. Cuando slo le faltaban unas

    cien varas para llegar a la puerta de su casa, Mynheer Poots perciba claramente el ruido de los pasos de

    su perseguidor, y aument la velocidad de su carrera, pero intilmente, pues cada vez era ms distinto el

    sonido de las pisadas, y hasta crea sentir el aliento de su enemigo; Poots entonces, lleno de angustia, dio

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    22 un salto, cual la liebre que se encuentra acosada por los perros que l persiguen. Al extender Felipe el brazo para sujetarle, el fugitivo cay al suelo aterrorizado, pero el mpetu de Vanderdecken era tan grande,

    que pas sobre l, y, tropezando con su cuerpo, rod por el suelo sin conseguir mantener el equilibrio.

    Esta circunstancia salv al pequeo doctor, que efectivamente haba puesto en prctica una estratagema

    de liebre. Levantse rpidamente y, antes de que Felipe pudiera reanudar la carrera, Poots lleg a su casa

    y se encastill en ella. Vanderdecken pareca, no obstante, dispuesto a rescatar su importante tesoro, y

    jadeante de cansancio, mir en su derredor buscando algo con que forzar la puerta. Pero, como la casa del

    mdico estaba, segn ya hemos dicho, completamente aislada, se haban adoptado todo gnero de pre-

    cauciones para asegurarla, de un golpe de mano; las ventanas del piso bajo tenan interiormente gruesas

    barras de hierro, y las del principal estaban a mucha altura para hacer imposible un escalo.

    Debemos hacer constar que, aunque Poots disfrutaba de cierta consideracin por su reconocida

    competencia profesional, su reputacin de hombre cnico y desalmado estaba muy bien sentada. No

    permita jams entrar en su casa a nadie, aunque realmente a pocos se les ocurri hacerlo. Viva solo y

    nicamente se le encontraba junto al lecho del dolor y de la muerte. Se ignoraba, adems, si tena familia;

    cuando fij su residencia en la casa que a la sazn habitaba, una vieja decrpita reciba los recados de los

    que solicitaban sus servicios, pero haba fallecido haca largo tiempo, y desde entonces, los que llamaban

    a su puerta, o eran recibidos por el mismo Mynheer Poots en persona, o tenan que volverse sin recibir

    contestacin alguna cuando el mdico estaba ausente. Por esta razn, se murmuraba que viva solo, pues

    era sobrado ruin para mantener una criada. Esta era tambin la creencia de Felipe, quien, cuando recobr

    el aliento, comenz a idear la manera de recuperar la alhaja de su madre y de vengarse al mismo tiempo

    cruelmente.

    La puerta de la casa del mdico era slida y difcil de forzar.

    Felipe reflexion durante algunos minutos, y, a medida que reflexionaba, fuese aplacando su ira,

    hasta que, al fin, decidi rescatar la reliquia robada sin apelar a la violencia.

    Mynheer Poots grit, s que me est usted oyendo. Devulvame lo que me ha robado, y no le ocasionar mal alguno. De lo contrario, atngase a las consecuencias, pues su vida me responder de

    todo.

    El mdico oy claramente esta proposicin, pero al miserable le haba pasado ya el susto, y

    creyndose seguro, resistase a devolver la reliquia. No contest, pues, confiando en que se agotara la

    paciencia de Felipe y que con sacrificar por su parte algunos guilders, que tanto necesitaba su enemigo,

    quedara tranquilamente en posesin de una alhaja, que estaba seguro de enajenar a alto precio.

    Vanderdecken, al ver que no le contestaba, se dej de invectivas y recurri a medios mucho ms

    eficaces.

    Haba junto a la casa un montn de heno seco, y contra la pared una pila de lea. Felipe se dispuso

    a incendiar la casa, y si no rescataba la reliquia, tendra al menos el placer de achicharrar al ladrn. Llev

    algunas brazadas de heno al lado de la puerta, y coloc encima gran cantidad de maderos. Sac en seguida

    yesca, pedernal y eslabn, utensilios que jams faltan en el bolsillo de un holands, y pronto elevse una

    brillante llama. El humo ascendi en columnas hasta los aleros del tejado, y el fuego empez a rugir.

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    23 Momentos despus arda tambin la puerta, aadiendo nueva fuerza al incendio, y Felipe, lleno de satisfaccin por el feliz resultado de su diablica idea, grit con toda la fuerza de sus pulmones:

    Ahora, infame despojador de muertos, desalmado ladrn, vas a sentir los efectos de mi venganza; si permaneces dentro, mueres abrasado, y si intentas salir, perecers a mis manos. Me oyes,

    Mynheer Poots, me oyes?

    No haba el joven terminado an de pronunciar estas palabras, cuando se abri de par en par una

    de las ventanas del piso principal que estaba muy distante del fuego.

    Ir a pedirme perdn? Pero no, no pens Felipe, al contemplar, no al mdico, sino a una de las ms hermosas criaturas que haba visto hasta entonces.

    Era sta una nia angelical de diecisiete a dieciocho aos, que pareca tranquila y resuelta en medio

    del peligro que le amenazaba. Sus largos cabellos negros, peinados en dos trenzas, estaban graciosamente

    sujetos a su linda cabeza; sus ojos eran grandes e intensamente obscuros, sus labios sonrosados y finos y

    su nariz pequea y recta. Era imposible concebir un rostro ms encantador; pareca una de esas sublimes

    concepciones que los grandes pintores han trasladado al lienzo en un momento de inspiracin; era, en fin,

    una divinidad. Cualquiera la habra credo una mrtir al verla tan resignada, prxima a perecer asfixiada

    por el denso humo y amenazada por las rugientes llamas que casi llegaban a la ventana.

    Qu se propone usted, joven? Qu dao le han hecho los habitantes de esta casa, para que pretenda sacrificarlos a su venganza? pregunt la nia con perfecta calma.

    Felipe contemplla embelesado algunos momentos, sin articular palabra, y arrepentido de su

    arrebato, que iba a ocasionar la muerte de tan bella criatura. Olvid su venganza, y, apoderndose de una

    de las largas prtigas que le servan para avivar el fuego, comenz a separar los candentes leos hasta que

    slo continu ardiendo la puerta, que no haba sufrido mucho dao, pues estaba construida con gruesos

    tablones de roble, por cuya causa no tard mucho en apagarse tambin. Mientras duraron estas maniobras

    de Felipe, la joven lo observ en silencio.

    No corre ya peligro, seorita dijo nuestro hroe; Dios me perdone el haber atentado contra una vida tan preciosa. Slo pretenda vengarme de Mynheer Poots.

    Y qu motivos le ha dado ese caballero para que le odie tanto? pregunt la nia.

    Un motivo muy poderoso: ha ido a mi casa, ha despojado a un muerto, ha robado del cuello del cadver de mi madre una reliquia que para m es de un valor ilimitado.

    Que ha despojado a un cadver! Eso es imposible, usted se ha equivocado.

    No, no. El hecho es positivamente cierto, seorita. En cuanto a la reliquia, me es indispensable recobrarla. No sabe usted cuntas cosas dependen de ella.

    Espere un momento, joven, que pronto vuelvo contest la nia.

    Felipe esper algunos minutos, lleno de asombro, por haber encontrado a tan hermosa criatura en

    casa de Mynheer Poots. Quin podra ser? Mientras pensaba en esto, volvi a or la argentina voz y vio

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    24 a la joven que se asomaba a la ventana, llevando en la mano un cordn negro del que penda la tan deseada alhaja.

    He aqu su reliquia dijo. Siento mucho que mi padre haya cometido una accin tan villana, que merece la justa clera de usted. Tmela continu, dejndola caer junto a Felipe, puede marcharse.

    Su padre de usted, seorita! Puede l ser su padre? exclam Felipe, olvidndose de recoger la reliquia, que permaneca en el suelo.

    Ella se haba retirado de la ventana sin replicar, pero Vanderdecken insisti:

    Espere usted un momento mientras le pido que me perdone mi accin loca y arrebatada. Juro por esta reliquia continu, llevndola a los labios que si hubiera sabido que viva en esta casa un ser tan adorable, jams habra procedido como lo he hecho y que me alegro muchsimo de que no haya usted

    sufrido dao alguno. Pero todava no ha desaparecido el peligro; es necesario abrir la puerta y apagar

    completamente los barrotes que estn ardiendo y que amenazan incendiar de nuevo la casa. No tema por

    su padre, seorita, pues, aunque me hubiera hecho mil veces ms dao, usted le protege y jams tocar un

    solo cabello de su cabeza. Bien me conoce l y demasiado sabe que cumplo mi palabra. Permtame usted

    que repare el dao que he ocasionado, y me marchar luego tranquilo.

    No, hija ma, no te fes! dijo la voz de Mynheer Poots, dentro de la habitacin.

    Me inspira confianza repuso la nia, y considero muy necesarios sus servicios porque, qu podemos hacer en este apuro una dbil mujer como yo y un padre todava ms dbil? Abra usted, pues, la

    puerta, y permtale que apague el fuego.

    La joven, dirigindose despus a Felipe, agreg:

    Mi padre abrir la puerta, caballero; le agradezco sus ofrecimientos y espero que cumplir su promesa.

    Jams he faltado a mi palabra, seorita; pero que se apresure su padre, porque veo otra vez llamas.

    Las temblorosas manos de Mynheer Poots abrieron la puerta, y el acobardado mdico, tan pronto

    como hubo descorrido el cerrojo, subi huyendo las escaleras. Lo que haba asegurado Felipe era cierto;

    muchos cubos de agua fueron necesarios para dominar el incendio; pero, mientras estuvo ocupado en esta

    tarea, ni la hija ni el padre aparecieron por ninguna parte.

    Concluida su penosa operacin, cerr Vanderdecken la puerta y mir hacia la ventana. La hermosa

    joven asomse a ella, y Felipe, hacindole un profundo saludo, le asegur que nada haba ya que temer.

    Le quedo profundamente agradecida dijo ella. Su conducta ha sido digna, aunque, al principio, pec mucho de inconveniente.

    Diga a su padre que toda animosidad de mi parte ha cesado, y que no tardar en venir a satisfacer la deuda que con l tengo contrada.

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    25 Cerrase la ventana, y Felipe, todava ms impresionado que cuando haba venido, aunque por distintos sentimientos, mir por ltima vez el sitio en que haba estado la hermosa joven, y regres, muy

    preocupado y pensativo, a su casa.

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    26 III

    Felipe Vanderdecken qued profundamente impresionado por el descubrimiento de la bella hija

    del mdico Mynheer Poots.

    Al llegar a su casa, subi el joven, aheleado por este nuevo sentimiento, las escaleras y arrojse

    sobre la cama en que antes haba dormido y que abandon para salir en persecucin del mdico. Al

    principio record la escena que hemos descrito, las facciones de la preciosa nia, sus ojos, su expresin,

    su argentina voz y las palabras que haba pronunciado; pero, recordando que el cadver de su madre yaca

    en el aposento inmediato, y que el secreto de su padre permaneca oculto en la sala del piso bajo, olvidse

    de la encantadora imagen que tan honda impresin le haba producido.

    El entierro estaba dispuesto para la maana siguiente, y Felipe, cuyo inters por examinar el

    aposento misterioso haba disminuido desde que conoca a la bella hija de Mynheer Poots, decidi no

    abrirlo hasta que terminara la fnebre ceremonia. Con esta resolucin y fatigado con tanto trabajo material

    y mental quedse dormido hasta que le despert el prroco para que acompaara el fnebre cortejo. Una

    hora despus todo haba terminado, se disolvi la multitud, y Felipe regres a su casa y, cerrando la puerta

    para que no le interrumpiera nadie, sintise feliz al encontrarse solo.

    Subi en seguida a la estancia en que una hora antes estuvo expuesto el cadver y sintise

    consolado. Nuevamente volvi a apoderarse del secreter y reanud su tarea; pronto qued arrancada la

    parte posterior del mueble y descubierto el cajn secreto, en cuyo interior encontr algo que supuso sera

    el objeto de sus pesquisas; era una gran llave cubierta enteramente con una espesa capa de herrumbre.

    Debajo haba una carta cuyos caracteres estaban borrosos: la letra era de su madre y estaba redactada en

    los siguientes trminos:

    Hace dos noches ocurri un terrible suceso, del que me acuerdo an con espanto y que me indujo a cerrar la puerta de la sala baja. Si durante mi vida no refiero a nadie lo sucedido, sepa el que leyere las

    presentes lneas, que la llave que hay con esta carta es la del aposento de referencia. Cuando por ltima

    vez sal de ella, sub al piso principal y pas toda la noche al lado de mi hijo; al otro da tuve, sin embargo,

    bastante valor para volver a bajar, echar la llave y ocultarla en este secreter. La sala est actualmente

    cerrada y as continuar hasta que la muerte cierre a su vez mis ojos. Ni privaciones ni sufrimientos me

    obligarn jams a abrirla, a pesar de que el armario de hierro que hay debajo del aparador que est ms

    lejos de la ventana, encierra dinero suficiente para satisfacer todas mis necesidades; este dinero lo dedico

    a mi hijo, el cual, si no le revelo el fatal secreto, debe darse por satisfecho sabiendo que es tan terrible que

    me ha obligado a proceder como lo hago. Las llaves del armario y de los aparadores se encontraban, si no

    me es infiel la memoria, sobre la mesa o en mi canastillo de labor, cuando abandon la sala. Tambin

    haba sobre la mesa una carta. Est lacrada. Que nadie la abra sino Felipe y slo en el caso de que el

    secreto le haya sido revelado por m. Despus que la queme el prroco, porque est maldita; y, si mi hijo

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    27 decide leerla, oh! que medite y reflexione mucho antes de romper el sobre, porque sera preferible que no averiguase nada.

    Que no averige nada! pens Felipe con los ojos clavados en el papel. Precisamente deseo todo lo contrario: saberlo todo. Perdname, madre querida, que no reflexione antes como t previenes;

    sera perder tiempo, puesto que estoy decidido a ello.

    Luego, con ternura filial, bes la firma, dobl la carta y guardsela en el bolsillo. Despus tom la

    llave y comenz a bajar las escaleras.

    Era medioda, el sol brillaba esplendoroso en el espacio azul, en el cielo no haba una sola nube y

    la naturaleza toda respiraba alegra y contento. Como la puerta de la casa permaneca cerrada, el pasadizo

    estaba envuelto en una semiobscuridad, y Felipe tard algunos momentos en introducir la llave por el ojo

    de la cerradura, consiguiendo darle una vuelta con bastante trabajo.

    Cuando empuj la puerta de la estancia, Felipe no estaba tranquilo sino que, por el contrario,

    sintise alarmado y su corazn palpitaba con violencia, pero l tena valor sobrado para dominar el

    sobresalto que pudiera producirle la contemplacin de lo que encontrara dentro. Abri, al fin, y quedse

    clavado en el portal, cual si temiera profanar el retiro de un espritu, que poda reaparecer al turbar su

    reposo. Todava tard otro minuto para recobrar el aliento que haba perdido y mir por ltimo hacia el

    interior.

    Desde el lugar en que se encontraba, distingui, aunque imperfectamente, algunos objetos; pero

    tres rayos de sol, que atravesaban las junturas de los postigos, le impulsaron a retroceder, creyndolos

    sobrenaturales, un poco de reflexin bast, sin embargo, para tranquilizarle. Despus de un momento de

    indecisin, Felipe fue a la cocina, encendi una buja y, lanzando algunos suspiros, hizo un llamamiento

    a su valor, pues estaba ya decidido a penetrar en el funesto aposento. Desde la puerta practic un ligero

    reconocimiento a la dbil luz de la buja; todo estaba tranquilo; la hoja de la puerta ocultaba la mesa sobre

    la cual haba dejado su madre la carta.

    Es preciso hacerlo pens Felipe, pues, cuanto ms pronto, mejor y, haciendo un poderoso esfuerzo de voluntad para dominar su inquietud, fue resueltamente a abrir los postigos.

    No es extrao que temblara su mano al tocar aquella ventana que en otra ocasin se haba abierto

    tan sobrenaturalmente; somos mortales y nos estremecemos al ponernos en contacto con lo que, segn

    nuestra creencia, pertenece al mundo de los espritus. Cuando, quitadas las aldabas y descorridos los

    pasadores, pudo abrir la ventana, un torrente de luz ilumin la estancia y, Cosa extraa! la brillante

    claridad del da impresion a Felipe mucho ms que las tinieblas anteriores y, con la buja en la mano,

    huy precipitadamente a la cocina, donde permaneci algunos instantes con el rostro oculto entre las

    manos y profundamente pensativo.

    Acordse entonces de la encantadora hija de Mynheer Poots, e infundindole est recuerdo valor

    y confianza se puso de pie y encaminse resueltamente hacia la sala. No describiremos los objetos que

    contena por el orden con que los contemplaron los ojos de nuestro hroe sino de un modo ms detallado

    y completo.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    28 Meda aquella estancia doce o catorce pies cuadrados, con una sola ventana; frente a la puerta haba una chimenea a cada uno de cuyos lados vease un alto aparador de madera obscura. El suelo estaba

    limpio relativamente, aunque las araas haban tendido sus redes por todas partes. Del centro del techo

    penda un globo de cristal azogado, segn la moda de aquel tiempo, pero la mayor parte de su superficie

    estaba opaca, y envuelto todo l completamente por telaraas, como si estuviera dentro de una funda.

    Sobre la chimenea haba dos o tres cuadros; pero el polvo empaaba los cristales hasta el punto de ocultar

    por completo las estampas. En el centro de la cornisa del hogar vease una imagen de la Virgen Mara, de

    plata, dentro de una especie de relicario del mismo metal, pero tan enmohecida que pareca de hierro o de

    cobre; a uno y otro lado haba algunas figuritas indias. Los cristales de los aparadores estaban tambin tan

    sucios que, a travs de ellos, era imposible ver el interior. La luz y el calor, al penetrar en la estancia,

    secaron en seguida la humedad y el polvo comenz a caer cual menuda lluvia sobre las vidrieras,

    hacindoles perder su natural transparencia; pero, esto no obstante, aunque con alguna dificultad, poda

    distinguirse dentro de los aparadores el brillo de algunas vasijas de plata que, aunque de igual modo

    enmohecidas, no haban perdido el color por completo.

    De la pared frente a la ventana pendan otros cuadros anlogos a los anteriores; pero, como ellos,

    llenos de polvo y telaraas, y, por ltimo, dos jaulas. Felipe acercse a examinar estas ltimas

    comprobando que los que las ocuparon en otro tiempo haban sucumbido; los pequeos montones de

    plumas amarillentas y los diminutos esqueletos que se vean en ellas revelaban claramente que fueron

    canarios; pjaros raros y de mucho precio en aquella poca. Felipe pareca dispuesto a examinarlo todo

    antes d buscar lo que ms ansiaba y tema encontrar. En aquel aposento haba, adems, varias sillas y

    sobre una de ellas algunas prendas de ropa blanca, que Vanderdecken supuso que le haban pertenecido

    cuando era nio. Al fin, volvi los ojos hacia la pared opuesta a la de la chimenea y en la cual estaba la

    puerta, detrs de cuya hoja deba encontrarse el sof, la costura de labor y la carta fatal. Al mirar en la

    citada direccin, un temblor nervioso agit todo su cuerpo; pero, haciendo un gran esfuerzo de voluntad,

    consigui tranquilizarse. Fijse primero en la pared de la que pendan espadas, pistolas, arcos y flechas

    de varias clases, casi todas de origen asitico, y otras muchas mquinas de destruccin. Baj poco a poco los ojos hacia la mesa y el sof en que estuvo sentada su madre cuando su esposo le hizo la terrible visita,

    segn ella le haba referido. La costura, con todos sus accesorios, permaneca sobre la mesa, del mismo

    modo que la dej la viuda. Las llaves a que haca referencia en su carta, tambin estaban all; pero Felipe,

    a pesar de registrarlo todo minuciosamente, no encontr carta alguna; levant el costurero por si la

    encontraba debajo, pero intilmente; removi, por ltimo, los almohadones del sof y el resultado fue el

    mismo. La carta no se encontraba tampoco all. Sinti entonces como si un enorme peso desapareciera de

    su palpitante pecho.

    Sin duda alguna dijo apoyndose en la pared, todo ha sido una visin de la extraviada mente de mi pobre madre. Quiz se quedara dormida y viera en sueos lo que, despus, tom por realidad.

    Siempre cre que lo que me cont no era posible, o al menos, as lo esperaba. Habr ocurrido lo que

    supongo; el sueo debi ser tan terrible como la realidad y perturbara el juicio de la infeliz.

    Felipe continu reflexionando y concluy por convencerse en absoluto de que sus conjeturas eran

    ciertas.

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    29 Necesariamente debi de ocurrir lo que supongo continu diciendo. Pobre madre, cunto has sufrido! Pero ya has obtenido tu recompensa y ests gozando de Dios.

    Transcurrieron algunos minutos, que invirti en examinar la habitacin con ms tranquilidad y

    quiz con indiferencia, pues se haba persuadido de que la sobrenatural historia slo haba existido en la

    imaginacin enferma de su madre, y Felipe, sacando del bolsillo la carta que haba encontrado con la

    llave, ley este prrafo: El armario de hierro colocado debajo del aparador que est ms lejos de la

    ventana, contiene dinero suficiente para satisfacer todas mis necesidades. Entonces tom el manojo de

    llaves que' estaba sobre la mesa y abri las puertas de hierro, quedando atnito al contemplar una suma

    considerable que, segn sus clculos, no bajara de diez mil guilders, contenidos en sacos amarillentos.

    Pobre madre ma! pens Felipe, ha bastado un simple sueo para conducirte a la ms espantosa miseria, siendo poseedora de una suma tan grande?

    Tom luego de uno de los talegos, que estaba medio vaco, algunas monedas para sus gastos

    inmediatos, y cerr nuevamente el armario. Abri despus los aparadores con otra llave, y en ellos

    encontr numerosas tazas y platos de plata y de porcelana de gran valor. Cuando todo estuvo otra vez

    cerrado, coloc el manojo de llaves sobre la mesa.

    La posesin repentina de aquel tesoro, confirm a Felipe en la creencia de que no haba existido

    tal aparicin, cuya creencia hzole cobrar nuevos nimos, y le infundi tal valor que casi estuvo tentado

    de soltar la carcajada. Sentado en el sof, empez a pensar en la linda hija de Mynheer Poots y a fabricar

    castillos en el aire, que terminaban en una vida de absoluta felicidad. Pas dos horas en tan agradable

    ocupacin, hasta que, acordndose, de pronto, de la reciente muerte de su madre, dijo en alta voz y

    ponindose de pie:

    Aqu estabas sentada, madre ma, arrullando mi sueo, pensando en mi ausente padre y pronosticando peligros para l, cuando creste ver que se te apareca su espritu. Indudablemente dormas,

    porque hay aqu en el suelo un bordado que dejaran caer tus inertes manos. Querida madre! continu, mientras que una lgrima se deslizaba por sus mejillas, al inclinarse a recoger el pedazo de muselina; grande debi ser tu sufrimiento al... Santo Dios! Aqu est, aqu est... la carta!

    Como agobiado por un peso abrumador, inclin la cabeza, lleno de angustia, sin que sus labios

    pudieran, articular una palabra ms.

    Era, sin embargo, cierto; all estaba la carta fatal de Guillermo Vanderdecken. Si la hubiese

    encontrado sobre la mesa, como esperaba al entrar en la sala, la habra tomado con ms tranquilidad

    seguramente; pero verla cuando se haba plenamente convencido de que todo era una ilusin de su madre,

    cuando crea que lo sobrenatural y extraordinario slo haba sido una quimera y despus de haber aca-

    riciado esperanzas y formado planes de futura felicidad, era un golpe terrible que le dej durante algunos

    instantes inmvil, aterrorizado y sorprendido. Cayeron, reducidos a la nada, los castillos en el aire que

    haba formado, y a medida que iba recobrndose del susto, fue sintindose acometido de una profunda

    melancola. Cuando pudo levantarse, se apoder de la carta y huy de aquella fatdica estancia.

    No puedo, no quiero leerla aqu exclam. Este mensaje debo abrirlo bajo la bveda del alto y ofendido cielo.

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    30 Y, dichas estas palabras, psose el sombrero, sali a la calle y, despus de cerrar la puerta, ech a andar sin rumbo fijo.

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    31 IV

    No es fcil dar al lector una idea del estado de nimo en que se encontraba Felipe Vanderdecken

    cuando, despus de haberse apoderado de la carta de su padre, abandon la casa y se encontr bajo la

    bveda del cielo.

    A semejanza del reo condenado a muerte que recibe en capilla la noticia de que ha sido perdonado

    y, cuando se entrega al jbilo que la remisin de su pena le produce, vuelve a tener luego la seguridad de

    que ha de ser conducido al patbulo, Felipe sufri las alternativas de sus esperanzas de felicidad y de

    certidumbre de su infortunio con gran abatimiento.

    Durante largo tiempo vag con la carta en su crispada mano y apretando con fuerza los dientes.

    Poco a poco fue tranquilizndose y, falto de aliento por la rapidez de la marcha, sentse en el suelo en

    cuya postura permaneci un rato, absorto en la contemplacin del papel funesto, que sostena sobre sus

    rodillas con entrambas manos.

    Instintivamente dio media vuelta a la carta, cuyo sello era negro; suspir, se puso de pie y prosigui

    su incierto camino, murmurando:

    No, no debo leerla aqu.

    Todava anduvo errante otra media hora; el sol estaba ya a punto de desaparecer del horizonte.

    Felipe se par entonces y, contemplando con fijeza el astro rey, exclam:

    Dios me est contemplando; pero, por qu, misericordioso Creador, me has elegido a m entre tantos millones de hombres, para que emprenda tarea tan penosa?

    Despus mir en torno suyo buscando un sitio a propsito para ocultarse, romper el sello y leer

    aquel mensaje que vena del mundo de los espritus, y vio no lejos de all un pequeo espacio cubierto de

    arbustos y rodeado de grandes rboles, al cual se encamin, y donde tom asiento oculto entre el follaje

    de modo que nadie pudiera observarlo. Contempl nuevamente el brillante astro del da y se sinti ms

    tranquilo.

    Esta es tu voluntad y ste es mi destino dijo; cmplanse ambas cosas.

    Toc, al fin, el sello, y sinti que le herva la sangre al reflexionar que aquella carta haba sido

    entregada por un ser extraordinario, y que encerraba el secreto de un condenado por Dios. Record que

    aqul era su propio padre y que en la carta revelaba la nica esperanza de redencin que tena el infeliz,

    que imploraba su auxilio, y cuya memoria le haban enseado a amar.

    Es una cobarda perder tantas horas exclam Felipe; hasta el sol parece que no quiere ocultarse hasta haber alumbrado mi lectura.

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    32 Reflexion luego un rato y volvi a ser el atrevido Vanderdecken. Rompiendo entonces el lacre, que llevaba las iniciales del nombre de su padre, ley el contenido de la carta, que deca as:

    A Catalina:

    Dios ha permitido a uno de esos espritus compasivos que constantemente estn impetrando el

    perdn para los pecados de los hombres, que me revele cul es el medio de que se conmute mi sentencia.

    Si consigo recibir en la cubierta de mi propio buque la misma reliquia sobre la que hice el fatal

    juramento, besarla humildemente y llorar profundamente arrepentido, entonces el Todopoderoso me

    permitir descansar en paz.

    Ignoro de qu modo podr esto verificarse ni quin ser el osado que acometa tan temeraria empresa. Nosotros tenemos un hijo, Catalina, pero no, no; es preferible que jams conozca la suerte de su

    desdichado padre.

    Adis y ruega por m.

    G. Vanderdecken.

    Conque es cierto! conque es, por desgracia, cierto! pens Felipe; y mi padre se encuentra sufriendo su condena? Habla de m en la carta, de qu otro podra hablar? No soy su hijo? No es se

    mi deber? S, padre mo aadi en voz alta y cayendo de rodillas, no has escrito estas lneas intilmente. Voy a leerlas de nuevo.

    Levant la mano en que tena la carta, pero sta haba ya desaparecido; sus dedos slo apretaban

    la nada. Mir al suelo, por si la encontraba entre el csped, pero no la encontr. Sera todo aquello una

    visin? No, l haba ledo todas las palabras una por una.

    Segn esto exclam, yo soy el llamado a desempear tan terrible misin; pues bien, la cumplir. yeme, padre querido, si Dios te lo consiente; oye a tu hijo que por esta sagrada reliquia jura

    obtener tu perdn o sucumbir en la demanda. Todos los das de su vida los dedicar a tan noble objeto y,

    cuando haya cumplido su deber, morir tranquilo. Cielos, que escuchasteis el impo juramento del padre,

    od ahora el que hace su hijo sobre la misma reliquia y, si soy perjuro, castigadme todava con mayor

    severidad que a l.

    Felipe prosternse besando el sagrado smbolo. El sol ocult su dorado disco tras las cumbres de

    las montaas lejanas y la noche lo cubri todo con su negro manto; el joven permaneca an en la misma

    postura orando y entregado a profundas reflexiones.

    De pronto, atrajo su atencin el rumor que producan las voces de varios hombres que estaban

    sentados en el mismo bosquecillo muy cerca del sitio en que l se ocultaba. Dio al principio poca

    importancia al hecho, y se ocup nicamente en regresar a su casa para hacer sus planes; pero, aunque los

    hombres hablaban bajo, lleg a sus odos repetidas veces el nombre de Mynheer Poots. Entonces se deci-

    di a prestarles atencin, comprendiendo en seguida que eran unos cuantos desertores que proyectaban

    asaltar aquella misma noche la casa del mdico, que, segn sus clculos, deba ser muy rico.

    He propuesto lo mejor dijo uno de ellos; slo vive con l su hija.

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    33 A m replic otro, me seduce la joven ms que el dinero; y advierto a ustedes antes de ir que la reclamo como ma.

    Si la compras, te la cederemos gustosos objet un tercero.

    Conforme; y cunto debo dar, en conciencia, por una nia llorona?

    Quinientos guilders dijo otro de los bandidos.

    Los dar, pero con la condicin de que si mi parte del botn es inferior a esa suma, tendr derecho a quedarme con la chiquilla por lo que me toque.

    Negocio arreglado interrumpi otro; pero sufrira una gran decepcin si en el arca del vejete, no encontramos lo menos dos mil guilders.

    Estn todos conformes en ceder la chica a Baetans?

    S contestaron los dems.

    Perfectamente repuso el que anhelaba la posesin de la hija de Poots, soy d ustedes en cuerpo y alma. Yo amaba a esa joven y ofrec casarme con ella, pero ese viejo avaro me despreci a pesar

    de ser oficial. Ha llegado la ocasin de vengarme y me las pagar todas juntas.

    Bueno, bueno replicaron los oyentes.

    Vamos ahora mismo, o esperamos que sea ms tarde? Dentro de una hora sale la luna y conviene que nadie nos vea.

    Y quin nos ha de ver, como no sea alguno que vaya a solicitar los servicios de Mynheer Poots para que asista a un enfermo? Creo que cuanto ms tarde vayamos, ser mejor.

    Qu se necesita para ir a su casa? Slo unos treinta minutos; por consiguiente, si emprendemos la marcha dentro de media hora, llegaremos justamente a tiempo de contar los guilders a la luz de la luna.

    Tienes razn; mientras tanto pondr al gatillo de mi fusil un pedernal nuevo y lo cargar despus. Yo trabajo muy bien en la obscuridad.

    Como que ests acostumbrado a ello, Jan.

    Es verdad. Seores, dedico esta bala a la cabeza de ese viejo espantajo.

    Me alegro; ms vale que lo mates t que yo replic uno de los otros, porque me salv la vida en Middleburgo, cuando todos me haban ya desahuciado, y le estoy agradecido.

    Felipe no necesit or ms. Deslizse por entre los arbustos y saliendo a la alameda, la atraves

    con el mayor silencio que pudo para evitar el ser descubierto. Saba muy bien que aquellos desalmados

    pertenecan a una banda de desertores que infestaba el pas. Sin otra preocupacin que la de salvar a Poots

    y a su hija, olvid por un momento a su desgraciado padre y la carta que acababa de leer. Conocedor del

    pas, no tard en hacerse cargo de la direccin que deba tomar para ir a la solitaria casa del mdico; ech

    a correr con toda la ligereza de sus piernas y a los veinte minutos se detena, falto de aliento junto a la

    puerta.

  • Por una Cultura Nacional, Cientfica y Popular!

    34 Como de costumbre, all no se perciba ningn ruido. Llam y no obtuvo respuesta; repiti el llamamiento varias veces, pero obtuvo el mismo negativo resultado. Mynheer Poots deba de haber ido a

    visitar algn enfermo y no estara en casa. Felipe entonces, grit:

    Seorita, si su padre ha salido, como presumo, esccheme usted. Soy Felipe Vanderdecken. He odo casualmente la conversacin de cuatro criminales que pretenden asesinar y robar al anciano Poots.

    Dentro de una hora y quiz antes estarn aqu y he venido a proteger a ustedes en cuanto me sea posible.

    Juro a usted por la reliquia que me ha devuelto esta maana que es cierto cuanto llevo dicho.

    Transcurri un largo rato sin que nadie contestara.

    Seorita volvi a decir, contsteme si aprecia su honra, que debe ser para usted ms preciosa que el oro para su padre. Abra esa ventana y oiga lo que voy a referirle; ningn peligro hay en

    ello.

    Al fin se abri la ventana, y Felipe pudo contemplar en ella, a travs de la obscuridad, la graciosa

    figura de la hija de Mynheer Poots.

    Qu desea usted a esta hora tan inoportuna? Qu es lo que me iba usted a decir hace un minuto, cuando llam a la puerta?

    Felipe refiri entonces detalladamente cuanto haba escuchado y concluy rogando que le

    permitiera entrar para defenderla.

    No olvide, seorita, lo que le he dicho. Ha sido usted vendida a uno de esos canallas, llamada, segn creo, Baetans. El oro supone bien poca cosa, pero permtame que entre para defender su honor que

    es el mayor tesoro y no crea ni por un solo instante que la engao. Le juro que es verdad por el alma de

    mi pobre madre.

    Ha dicho usted Baetans?

    Si no he odo mal, as le llamaban los otros; hasta asegur haber amado a usted en otro tiempo.

    Recuerdo ese nombre; pero ignoro qu hacer ni qu decir. Mi padre ha ido a asistir a un enfermo y acaso tarde mucho en volver. Cmo puedo abrir a usted la casa de noche, estando l ausente y yo sola?

    Ni debo ni puedo hacerlo, y, sin embargo, me inspira usted confianza. No lo supongo en manera alguna

    capaz de inventar una fbula para sorprenderme.

    Jams juego con la honra y la vida de una seorita; permtame que entre.

    Pero, aun cuando lo permita, qu va usted a hacer contra tantos? Ellos son cuatro, lo arrollaran, y, en vez de una vida, sacrificaran dos.

    No ocurrir semejante cosa, si tiene usted armas; creo que su padre no vivir en este retiro sin ellas. En cuanto a m no temo, y bien sabe usted que tampoco soy cobarde.

    Me consta; pero me sorprende que arriesgue su vida por salvar la de aquellos a quienes no hace mucho intentaba matar. Le doy, pues, las gracias de todo corazn, pero no me atrevo a abrir la puerta.

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    35 En ese caso, seorita, si no me permite usted entrar no me mover de aqu y sin armas mal podr defenderme contra cuatro bandidos que no carecen de ellas; me dejar matar para demostrar que es sincero

    mi juramento a una persona a quien de todos modos defender aun a costa de...

    Dios mo! voy, entonces, a asesinarlo yo? No puedo permitirlo. Jreme por lo que ms quiera en el mundo que no me engaa.

    Lo juro por usted misma, que es para m lo ms sagrado.

    Seguidamente cerrse la ventana y dos minutos despus se abri la puerta, apareciendo en ella la

    encantadora joven. Llevaba una luz en la mano derecha, y sus mejillas pasaban, alternativamente, del rojo

    ms subido a la ms extremada palidez. Tena el brazo izquierdo extendido hacia abajo y en la mano una

    pistola medio oculta. Felipe, aunque vio el arma, hzose el desentendido, y fingi no advertir su pre-

    caucin.

    Seorita dijo antes de pasar del umbral, si an abriga usted la menor duda, si an cree que no debe permitirme la entrada, puede cerrar de nuevo la puerta; pero, por su propia salvacin, le ruego

    que no lo haga. Antes de que salga la luna llegarn aqu los ladrones. Proteger a usted; respondo de ello

    con mi vida. Quin osar tocar uno solo de sus cabellos?

    La joven era realmente bella y digna de ser admirada. Sus facciones, alumbradas de vez en cuando

    por la luz de la buja que el viento haca oscilar, la simetra de sus formas y la gracia de su traje, eran otros

    tantos atractivos que realzaban sus encantos y justificaban la admiracin de Felipe. Llevaba la cabeza

    descubierta y el pelo peinado en gruesas trenzas que le caan por la espalda; su estatura era mediana; sus

    formas, perfectas y el vestido, sencillo y elegante, aunque en nada parecido al que a la sazn usaban las

    jvenes de aquella provincia. Todo en ella revelaba a primera vista que corra por sus venas sangre rabe,

    como as era efectivamente.

    Miraba de hito en hito a Felipe como si pretendiera adivinar sus pensamientos, pero haba tal

    ingenuidad en las palabras de ste y tanta sinceridad en sus maneras, que la joven se tranquiliz. Despus

    de un momento de reflexin, dijo:

    Entre usted, Vanderdecken, creo que puedo confiar en usted.

    Felipe entr, cerrando en seguida la puerta.

    No podemos perder tiempo, seorita; dgame usted su nombre para poder llamarla por l.

    Mi nombre es Amina replic la joven retirndose un poco.

    Gracias por la confianza que deposita usted en m; pero no nos entretengamos. Tiene usted armas y municiones?

    Tengo ambas cosas. Slo siento que mi padre est ausente.

    Yo tambin deseara que se encontrara aqu. Ojal llegue antes que los criminales; no permita Dios que se presente mientras estn aqu, porque han cargado una carabina para atravesarle el crneo, y

    slo le perdonaran la vida a cambio de su dinero y de la persona de usted. Dnde estn las armas?

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    36 Venga usted conmigo replic Amina, guiando a Felipe hacia una sala interior del piso alto, que era el retiro del mdico y contena varios estantes llenos de botellas de drogas. En un rincn vease

    un arca de hierro y sobre ella dos carabinas y tres pistolas.

    Todas estn cargadas aadi Amina mostrndoselas y poniendo sobre la mesa la que ella llevaba en la mano.

    Felipe las tom una a una y examin los cebos. Luego, agarr la pistola que haba dejado la joven

    y mir la cazoleta. Estaba cargada tambin.

    Esta la destinaba usted para m, no es cierto? pregunt Felipe.

    No para usted, sino para un traidor.

    Ahora, Amina, voy a colocarme en la ventana que usted abri antes, pero la habitacin debe quedar a obscuras. Permanecer usted aqu y se encerrar con llave, si as lo reclama su seguridad.

    No me conoce usted bien! respondi Amina. No soy cobarde y, por consiguiente, cargar las armas, cosa que s hacer perfectamente.

    De ningn modo arguy Felipe; podran herirla.

    Ciertamente; pero supone usted que permanecer ociosa, pudiendo ayudar al que expone su vida por m? Conozco mi deber y he de cumplirlo.

    No se exponga usted, Amina dijo Vanderdecken; mi puntera ser insegura mientras usted corra peligro. Pero tra