Libro Scottia Ana Solari 05enero2002

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1 < articulos > "Scottia" o el laberinto de la creación Edicion del 05 de enero de 2002 "Scottia" o el laberinto de la creación En el mundo de la escritura, abundan las interrogantes: ¿cuál es la veracidad del relato?, ¿quién conduce la narración, el que escribe o sus personajes?, ¿la vida es simplemente simulación? Una mujer misteriosa que cuenta. Un hombre interesado que escucha. Un hombre que quiere ser escritor. "Scottia" (Alfaguara, 2001), la última novela de Ana Solari puede ser leída como la historia de una mujer que cuenta o como una novela que indaga en la invención literaria. Por Leticia Brando Además de su rol de escritora, Ana Solari es docente, periodista cultural y comentarista de libros en el programa Plan B, que conduce Daniel Figares en 1410 AM Libre. Quizá por tener experiencia de la multiplicidad y de la división del ser, Solari impregna su novela de un componente polifónico. Uno de los primeros en desentrañar los secretos de la novela fue Gustavo Flaubert cuando confesó "Yo soy Madame Bovary", dando a entender la autoreferencialidad del relato. Con clara tendencia metaliteraria, Solari provoca al lector y establece un diálogo en el que las diferentes historias se funden: "Que nadie crea que esta es mi propia historia. No. Sólo son pedazos de historias de otros. Sólo se necesita estarse quieto un rato y prestar atención. Las personas siempre hablan. Hablan y hablan de sí mismas y no importa con quién ni cuándo. Jamás se preguntan si uno quiere escuchar o si tiene algo para decir. Las historias se repiten. El dolor es el mismo", señala "el hombre que quiere ser escritor". La voz de Scottia es sólo el pretexto para acceder a su historia, que no es sólo su historia. Aparece también el discurso del hombre que quiere ser escritor, del hombre que escucha, del hombre del sótano, el discurso de la voz generativa. En algún momento, las voces se confunden y esa polivocidad parece no tener límites. La realidad interjuega con la fantasía. La falta de nombres, la conjugación del presente y el pasado, una ciudad que puede ser muchas ciudades y el discurso de la voz generativa que busca ordenar la realidad. "El que lee padece de desmemoria. Una y otra vez busca historias ajenas para sentir una emoción. Busca vivir lo que otros para seguir adelante. Sufre de una adicción incurable que crece en espiral. Necesita de los relatos ajenos como si Carátula de la edición de Alfaguara.

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"Scottia" o el laberinto de la creación

Edicion del 05 de enero de 2002

"Scottia" o el laberinto de la creación En el mundo de la escritura, abundan las interrogantes: ¿cuál es la veracidad del relato?, ¿quién conduce la narración, el que escribe o sus personajes?, ¿la vida es simplemente simulación? Una mujer misteriosa que cuenta. Un hombre interesado que escucha. Un hombre que quiere ser escritor. "Scottia" (Alfaguara, 2001), la última novela de Ana Solari puede ser leída como la historia de una mujer que cuenta o como una novela que indaga en la

invención literaria.

Por Leticia Brando

Además de su rol de escritora, Ana Solari es docente, periodista cultural y comentarista de libros en el programa Plan B, que conduce Daniel Figares en 1410 AM Libre. Quizá por tener experiencia de la multiplicidad y de la división del ser, Solari impregna su novela de un componente polifónico.

Uno de los primeros en desentrañar los secretos de la novela fue Gustavo Flaubert cuando confesó "Yo soy Madame Bovary", dando a entender la autoreferencialidad del relato. Con clara tendencia metaliteraria, Solari provoca al lector y establece un diálogo en el que las diferentes historias se funden: "Que nadie crea que esta es mi propia historia. No. Sólo son pedazos de historias de otros. Sólo se necesita estarse quieto un rato y prestar atención. Las personas siempre hablan. Hablan y hablan de sí mismas y no importa con quién ni cuándo. Jamás se preguntan si uno quiere escuchar o si tiene algo para decir. Las historias se repiten. El dolor es el mismo", señala "el hombre que quiere ser escritor".

La voz de Scottia es sólo el pretexto para acceder a su historia, que no es sólo su historia. Aparece también el discurso del hombre que quiere ser escritor, del hombre que escucha, del hombre del sótano, el discurso de la voz generativa.

En algún momento, las voces se confunden y esa polivocidad parece no tener límites. La realidad interjuega con la fantasía. La falta de nombres, la conjugación del presente y el pasado, una ciudad que puede ser muchas ciudades y el discurso de la voz generativa que busca ordenar la realidad. "El que lee padece de desmemoria. Una y otra vez busca historias ajenas para sentir una emoción. Busca vivir lo que otros para seguir adelante. Sufre de una adicción incurable que crece en espiral. Necesita de los relatos ajenos como si

Carátula de la edición de Alfaguara.

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fueran el aire que respira. Quiere siempre más. No quiere que la historia termine, porque es la muerte, y porque debe buscar una nueva".

TODOS LOS NOMBRES, EL NOMBRE

En la película "El gusto de los otros" (Francia, 2000), de Agnès Jaoui, el protagonista masculino se da cuenta que ha vivido su vida basado en aquello que los otros esperan de él. Su casa está decorada al gusto de su mujer, su empresa es administrada al gusto de su contador, y casi nadie toma en cuenta sus deseos y necesidades. Por lo tanto decide cambiar. Con un componente más filosófico, Scottia también decide ser otra, no la construida por su creador, "el hombre que quiere ser escritor". Decide ser la que ella quiere ser. Si la "mano que escribe" resuelve el destino de los personajes, Scottia busca liberarse de su yugo.

"Ser personaje de otro no es algo agradable. Le quita a uno cualquier posibilidad de decidir sobre la vida, de ser el dueño de uno mismo... Supongo que eso le sucede a los escritores; llega un momento que el personaje se independiza del universo que le ha moldeado su creador. Si el creador es grande en verdad, aceptará la transformación de su personaje, lo dejará crecer y le regalará su libertad. Pero si es tan mediocre como el hombre que quería ser escritor, hará todo lo posible por enredarlo y retenerlo en esas redes perversas".

El hombre que escribe detenta el poder, planifica su historia pero presa de la mujer que escribe (Ana Solari), no puede hacer otra cosa que escribir y se sumerge en un laberinto sin fin. "El hombre que quiere ser escritor quiere detenerse, hacer un punto y aparte, reflexionar... Ha decidido que cuando Scottia finalice la historia, morirá".

El hombre que escucha se sumerge en la historia relatada por Scottia, "una historia de personajes sin nombre" porque la misma protagonista decide no tener ecos de su nombre en su mente.

Scottia elige quién ser, cómo llamarse y qué contar. "Hay muchos que jamás llegan a darse cuenta de que son personajes de historias ajenas. La mayoría. Todos creen que dominan sus vidas y que son como quieren ser. Yo no. Yo supe, de pronto, que esa que estaba ahí no era yo, que alguien estaba escribiendo mi historia y que en esa historia todo era posible porque pretendía ser una historia entera y real, pero no era la que yo quería".

Ese ir y venir del relato inunda al texto de cierta lógica aristotélica. El lector trata de ordenar ese fluir de voces, de personajes, que parecen ser tan distintos o los mismos.

El universo construido por Solari, donde se confunde el plano de la escritura con el plano de la realidad, parece no tener principio ni fin. El meollo de la cuestión podría resumirse en una frase del hombre que escucha: "Al fin y al cabo, ¿qué es una vida humana sino una suma de datos dispersos, absurdos, cuyo hilo conductor está dado por la persona que los relata y nada más?"

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