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Lina Morgan: de Angelina a Excelentísima Señora

Jesús García Orts

La presente edición ha sido revisada atendiendo a las normas vigentes de nuestra lengua, recogidas en la Ortografía de la lengua española (2010), Diccionario Panhispánico de Dudas (2005) y Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2001). Estas dos últimas están en proceso de adaptación a la Nueva gramática de la lengua española (2009) y a las normas de la nueva edición de la Ortografía de la lengua española (2010).

Lina Morgan: de Angelines a Excelentísima Señora

© Jesús García Orts

Foto portada cedida por Víctor Cucart

ISBN: 978-84-15941-65-1Depósito legal: A 849-2014

Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 61 33C/ Decano, n.º 4 – 03690 San Vicente (Alicante)www.ecu.fme-mail: [email protected]

Printed in SpainImprime: Imprenta Gamma Telf.: 96 567 19 87C/ Cottolengo, n.º 25 – 03690 San Vicente (Alicante)[email protected]

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de repro-ducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

ÍNDICE

Lina Morgan, «mucho más que una cómica»… ..................5La niña se mete a artista ...................................................9Los chavalillos de España ................................................13De cómo nace Lina Morgan..............................................23Nuestra Gulietta Massina a la española ...........................31Primera figura del teatro ..................................................43De cómo se come a la estrella ..........................................53Nueve años con Juanito Navarro .....................................67La gran oportunidad ........................................................87Estrella y empresaria con los Chicos..............................127La actriz más taquillera del cine de los setenta ..............145Empezar de cero… .........................................................161El regreso a Barcelona: un triunfo imparable .................175¡Vaya par de gemelas! ....................................................183El desprendimiento de retina .........................................203La rompetaquillas ..........................................................217El inicio de una nueva etapa .........................................263El espectáculo debe de continuar ..................................275La reina de los jueves ....................................................285Poniendo la carne en el asador ......................................323Cincuenta años de profesion: sigue siendo la reina ........343Bajar el telón y no decir adiós ........................................357Premios y homenajes .....................................................373

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LINA MORGAN, «MUCHO MÁS QUE UNA CÓMICA»…

Hacer un libro biográfico sobre un personaje popular puede resultar a simple vista muy fácil. Y más si tenemos en cuenta las fantásticas nuevas tecnologías con las que convivimos a diario. En un solo clic podríamos sacar todo tipo de datos.

Pero la realidad es otra, pues el personaje que me disponía a investigar, pese a ser uno de los rostros más populares, queridos y emblemáticos de nuestra historia sociocultural, se trata a su vez de una personalidad totalmente hermética y poco amiga de las entrevistas o de contar cosas: ni de su vida profesional ni mucho menos de la personal.

Se defiende diciendo: «Mi vida no interesa», añadiendo: «Por lo menos la parte de mi vida que debe interesar, la otra es mía y no le pertenece a nadie».

Cuando se habla de Lina Morgan todo el mundo tiene clara la idea: actriz, vedette, cómica y empresaria teatral. Una de las mujeres más deseadas y envidiadas, criticadas y queridas. Co-nocida de sobra por una larga trayectoria profesional. Comenzó de la nada, de cero y desde abajo y supo desde bien pequeña que lo suyo era el teatro.

En ese mundo ha vivido durante casi más de sesenta años, sin escándalos, a base de subir y bajar escaleras, de oportunidades escasas pero bien aprovechadas por su inteligencia y su valía artística.

Lina es la mujer más famosa del mundo del espectáculo, pero también es la más desconocida. ¿Qué se sabe de ella?

Para poder realizar este libro he tenido que vampirizarme de su arte y de su fuerza sobre el escenario. Tenerle una tremenda admiración, a la vez que dedicación en el tema. Casi como una tesis doctoral.

Cuando comencé a adentrarme en su mundo, en su vida, solo disponía de unos cuantos reportajes en esas revistas del

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corazón, que por aquel entonces nos acercaban la vida rosa y «profesional» de los artistas en mayúscula y no de los conocidos vips de la actualidad.

Se encontraba en pleno auge televisivo con Hostal Royal Manzanares y poco se desconocía de ella: ¡Vaya par de geme-las!, Celeste… no es un color, El último tranvía o ¡Sí, al amor!… Su filmografía se pasaba por la televisión a todas horas.

Se conocía lo esencial y poco más…, pero siempre me pre-gunté que para estar donde estaba antes debió de pasar mu-chas cosas, horas y horas de trabajo –como ella definía su am-plia vida laboral–. ¿Pero cuáles?

Ese interés por saber más y más para poder completar aque-llos apuntes que tenía de ella, escritos a mano en varios folios a modo de libro. Muchos datos de cosas publicadas, erróneas y otras ciertas.

Descubrí las hemerotecas, donde en cada uno de los diarios que en cada ciudad, en este caso en Alicante –mi ciudad na-tal–, se publicaba la cartelera de espectáculos, buscaba incan-sable el nombre de Lina Morgan.

Tardé muchísimos días en encontrarlo, pero poco a poco fui aficionándome y, lejos de resultarme un duro trabajo, la gran satisfacción por lo que iba encontrándome hacía que cada día ansiase ir a las hemerotecas y devorar todos y cada uno de los diarios publicados en este país.

No dejé títere con cabeza, de Alicante a Madrid pasando por Valencia. Horas y horas, sentado frente a un ordenador indagando en las hemerotecas o archivos digitales de todas las ciudades.

Ya tenía la suficiente información y/o conocimiento como para poder realizar una biografía digna y sobre todo comple-ta que me permitiese acercar a los lectores interesados en el tema, por admiración, fanatismo o quizás por curiosidad, la vida de un personaje al que denominan «fenómeno sociocultu-ral». La mujer que había reventado los índices de audiencia en la televisión y desorbitado las taquillas de todos los teatros de España.

Creo que lo he conseguido. Ustedes juzgarán a lo largo de esta lectura, que espero sea rápida e interesante y no pesada y aburrida.

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Sus mismos incondicionales fueron los que me animaban y avivaban mis fuertes ganas para poder llevar a cabo este pro-yecto.

Tampoco ha sido fácil poder llegar a los profesionales que compartieron con ella muchas vivencias encima de un escena-rio. Pero he de reconocer y agradecer que, tras el primer acer-camiento, todo resultó mucho más fácil y positivo, pues ense-guida se abrieron y colaboraron de una manera desinteresada.

Gracias a todas y cada una de las personas que pusieron su granito de arena en este libro.

Mi intención siempre fue clara: descubrir a Lina Morgan. Porque Lina no empieza en ¡Vaya par de gemelas! ni acaba en Hostal Royal Manzanares pasando por La tonta del bote (sus trabajos más representativos y conocidísimos por todo el mun-do, inclusive por aquellos que ni la han visto actuar).

Quería contar cómo fueron sus comienzos, sus pasos hasta conseguir el éxito. Nada fácil. Los duros momentos hasta con-vertirse en una estrella. El duro camino hacia la gloria y, sobre todo, la continua lucha y el esfuerzo por mantenerse arriba del todo durante casi seis décadas, dando a conocer trabajos desconocidos hasta ahora por el público que fielmente la ha se-guido y, por qué no, por aquel que sienta la curiosidad o ignore por una serie de razones, nadie es dólar para gustar a todo el mundo, quién es y lo que hizo esa señora de la que, a veces muy despectivamente, comentan: «… esa que tuerce las piernas y hace de tonta».

Pues oiga usted, salvando las distancias –que ella misma di-ría–, Charlot siempre hizo de Charlot, Cantinflas de Cantinflas y Groucho Marx fue siempre el mismo y por eso nadie les cri-ticó, al contrario, están muy bien considerados en la historia.

Y también, por qué negar un acercamiento a su personali-dad y a su vida familiar y personal.

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LA NIÑA SE METE A ARTISTA

Su auténtico nombre es María de los Ángeles López Segovia. Nació el 20 de marzo de 1937. Lo hizo en la calle de don Pedro, número 4. En el barrio de La Latina.

«Allí estuvieron mis padres al casarse. Fue su primera casa, alquilada… Naturalmente. En aquellos años treinta y en los cuarenta también, se alquilaban pisos como el que lava».

No tuvo una infancia triste pese a las penurias de la época. Una época en la que podía ser casi habitual el ir por la calle y ver como un señor se desvanecía en plena calle. Todos acudían para asistirlo: unos bajan comida, otros unas mantas y casi todo el mundo ayudaba en ese tiempo.

En aquella casa vivió hasta 1945: «El nuestro era un piso grande y amplio, como casi todos los de la época. Pasillos largos, techos altos. La cocina era de hierro y tenía un fo-gón enorme. Pero lo mejor de todo era el ambiente alegre y familiar que se respiraba en casa. No éramos millonarios, ni mucho menos, pero vivíamos tranquilos e ilusionados».

En los años cuarenta, en la madrileña Gran Vía, concreta-mente en la calle de Hortaleza, vivió Lina Morgan. Se trata de una casa de alquiler muy normal en aquella época.

Lina estudiaba en la escuela municipal que estaba situada en la calle de San Marcos y pertenecía al Ayuntamiento. Conta-ba con tan solo nueve años cuando acudía a esa escuela, acom-pañada de su hermano menor, y en la que debían de llevarse la silla a cuestas. Era una familia muy humilde. Se querían mucho. El padre era sastre, trabajó en la sastrería Roldán, que estaba situada en la calle Toledo.

Hay que decir que el patriarca era natural de Torrejón de Velasco. Una localidad que se encuentra situada a unos vein-ticinco kilómetros de la capital. «Mi padre era un hombre ex-

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cepcional. Luchó lo indecible por sacar a los suyos adelan-te, a su esposa y a sus cinco hijos. Supo transmitirnos sus extraordinarios sentimientos».

La madre era una auténtica ama de casa. Nació en Las Na-vas del Marqués (Ávila). Lina es la cuarta de cinco hermanos: Emilio, Julio, Julia y el benjamín, que era José Luis.

«Mi madre era eso, madre, nada más. La pobre, bastante tenía con estirar el sueldo de mi padre y cuidarnos. Recuer-do que los domingos en que había dinerillo, me mandaban por la mañana a por churros, que entonces se vendían en un junco verde. ¡Antes de llegar a casa yo ya me había co-mido todas las puntas de los churros!».

Aquella niña de la posguerra siempre fue muy emprendedo-ra y no era de extrañar que para poder ir al cine, ella, siempre acompañada de su hermano, recogían cartones y botellas que después vendían. Con lo que ganaban iban al cine.

«Desde mi niñez siempre tuve en mente un personaje in-olvidable: Charles Chaplin, Charlot. La primera película que vi de él fue en el cine Pompeya: Luces en la ciudad. Pasé una de la mejores tardes de mi vida. Me dije a mí misma que yo podía también triunfar y hacer reír. Decidí luchar por ello».

Lina además ayudaba a su padre cosiendo y pegando ca-potes alternándolo con las clases del colegio. No era buena es-tudiante. Dice siempre que le gustaba aprender, pero no por obligación. Le hubiese encantado haber corrido delante de los grises como hacían muchos de sus compañeros cuando termi-naban sus estudios. Cosas e ideales de la época. Una niña muy traviesa, alegre y ya con dones para el arte del baile. Le gustaba muchísimo bailar. Enseguida dejó los estudios, la aritmética, los reyes godos y demás para acudir a la escuela de baile que había en la aledaña calle Pelayo.

Lina contaría con el paso de los años que un día se presentó a un concurso de la radio, Hacia la fama se titulaba.

Una de las primeras cosas que realiza es dentro de aquella academia de la calle Pelayo. Hizo varios números famosos en diferentes festivales que se organizaban en varios teatros. Por ejemplo, hizo en el teatro Pavón de Madrid uno de los números del Amor Brujo de Manuel de Falla y el 14 de abril de 1947, en

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el teatro Cine Proyecciones de Madrid interpretó el número titu-lado El antequerano. Ya estaba entusiasmada con el baile.

Le gustaba mucho bailar, estudió bastante y estaba siendo una buena alumna. Esto no era como aprenderse la historia de España. Realizaba muchos esfuerzos para lograr aprender a bailar.

«Cuando tenía catorce años yo lo que quería era ser ar-tista y me enrolé con los Chavalillos de España, que era una compañía de niños que recorrían los pueblos actuando. Pero en aquella época todo era en plan muy modesto. Y es que a mí, el éxito, o esto que tengo ahora, lo que sea, me ha costado muchísimo. He tenido que dormir en muchas pensiones pobres, de esas en las que te tenías que acostar con el abrigo y los calcetines por el frío que hacía, y me he pasado con mi maleta de cartón a los pies muchas horas esperando aquellos trenes que siempre iban con retraso».

Sus comienzos fueron en el baile. Precisamente en la acade-mia en la que también estudiaron Mari Carmen Ramírez, Espe-ranza Roy, Concha Velasco y María Luisa Merlo.

Esta escuela de baile estaba situada en la calle del Arenal 26, y hasta allí acudió un día Pepe Cabo.

Que la niña aprendiese baile clásico no solo era por su pa-sión, también un poco siguiendo los pasos de su hermana Ju-lita, quien aprendió en otra escuela de la calle Hortaleza con la hermana de Esperanza Roy.

La Roy lo recuerda perfectamente: las dos hermanas ma-yores acudían a la academia, eran muy amigas. Además, eran vecinos. Y lo mismo ocurrió entre Angelines y Esperanza. La amistad también existía entre los padres de las dos actrices.

Pepe Cabo era uno de los socios del Mtro. José M.ª Legaza, el fundador y creador de una de las formaciones infantiles más relevantes de aquellos años, los Chavalillos de España.

Los Chavalillos de España hizo su debut en el año 1947, en el teatro Madrid de la capital española, con un espectáculo ti-tulado Alegrías de juventud escrito por el propio Mtro. Legaza.

Resultó un enorme éxito y comenzaron a triunfar de for-ma local, en diferentes teatros de Madrid con espectáculos escritos por el propio José M.ª Legaza con música del Mtro. Monreal.

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Aquel éxito hizo que saliesen de tournée por toda España logrando un tremendo éxito, hasta el punto de que el Mtro. Le-gaza salió de gira fuera de España consiguiendo un importante éxito.

Los Chavalillos de España estaba formada generalmente por chicos y chicas que tenían unas aptitudes artísticas como can-tantes o danzarines. Comprendían entre los doce años hasta los dieciséis años de edad. De aquella cantera salieron nombres como Angelita Font, Pepita Sevilla, Marisol Reyes, Luis Mosca-telly, Manuel Zarzo y su hermana, Caracolillo de Cádiz, y un largo etcétera…

Cuando Angelines se enroló en aquella compañía, con una de las formaciones que estaban dirigidas por Pepe Cabo, la compañía estaba asentada y se encontraban representando el espectáculo Cascabeles Españoles, en el madrileño teatro Gran Vía.

Ella lo dijo en casa, cosa nada fácil. Hablamos de una época en la que ser artista era seudónimo de mujer fatal, de mujer de mala vida. El padre lo comprendió, sabía que era el sueño de la niña y sabía que no iba sola, que con ellos iban una serie de tutores que estarían al cuidado de las niñas de la compañía. La madre fue eso: madre. Decía aquello de «¡Dios mío, artista!».

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LOS CHAVALILLOS DE ESPAÑA

Lina Morgan ha comentado a lo largo de los años que sin-tió una grandísima emoción al pisar un escenario, aunque no recuerda exactamente cómo fue aquel momento, pues ya han pasado más de cincuenta años: «Estaba convencida de que lo mío era el espectáculo: a esa edad todas empezábamos de bailarinas y creyéndonos que vamos a ser una Paulova».

Después comenzaron la gira en el teatro Poliorama de Bar-celona y de ahí a Gran Canarias.

Debutan el 20 de diciembre de 1949, con el espectáculo que ya habían estrenado en el Gran Vía. Les siguió Cancionero.

Lina se inició en la profesión de la que ha vivido toda su vida. Con su maleta de cartón marchó a Canarias: «Era mi primera salida de Madrid. Para mí, como irme al extranje-ro. Tenía tan solo trece años, imagínate, cumplí los cator-ce en la compañía. Actuamos en el teatro Pérez Galdós, de las Palmas de Gran Canaria, y me acuerdo que representá-bamos una estampa canaria en la que a mí me tocó vestir un traje típico de la Isla Bonita, o sea de La Palma».

La compañía presentó Bulerías la noche del 30 de diciem-bre de 1949, escrito por Quintero, León y Quiroga.

Lina Morgan ha comentado al respecto en alguna entrevis-ta: «Lo más triste fue tener que estar alejada de mi familia, pero creo que mereció la pena. Actuábamos en el Teatro Pérez Galdós. En aquella compañía también estaba Manolo Zarzo, que iba de galán».

El 3 de enero ya de 1950, pusieron sobre el mismo escenario el espectáculo Fantasía Canaria, escrito por Martín Moreno con música de Mtro. Batista. La compañía estaba formada por Goyo Reyes, Pepita Ortega, Manolo y Pepita Zarzo, Amparo Pinilla, Naranjito de Triana, entre otros muchos más. Continuó la gira hasta Victoria.

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En aquella ciudad sufrió un ataque de apendicitis que la obli-gó a abandonar momentáneamente la compañía. Casi se muere, porque a una de las cuidadoras se le ocurrió ponerle una plan-cha provocándole una peritonitis.

Lina recordó en el programa Tatuaje (TVE2, 1985) que la obligaban a confesarse, o sea, como la extremaunción. Se negó rotundamente, pensó que aquello solo se hacía con gente que estaba muy grave. Ella lo estaba, pero sabía que iba a salir de aquella.

De regreso a Madrid fue toda la familia a recibirla. Se habían enterado de lo ocurrido y estaban muy preocupados.

Enseguida se incorporó a la compañía. Estrenó varios espec-táculos en Madrid. El primero fue Cascabeles Españoles N.º2 y Multicolor, ambas dos representadas en el teatro Pavón primero y en el Reina Victoria de Madrid, donde estrenó Claveles, 1950, original de Prada y Salvador Guerrero con música compuesta por Mtro. Algarra.

Bajo la dirección de Pepe Cabo, que presentó a Pepita Orte-ga, Goyo Reyes, Marisol Reyes, Angelita Font, Moscatelly, Pepita Sevilla y Manuel Ruíz.

Cosecharon un grandísimo éxito, lo que les obligaba a ir pa-sando de teatro en teatro. Del Reina Victoria pasa a La Latina para desembocar en el escenario del teatro Fuencarral.

Precisamente, en el Fuencarral, estrena Tecnicolor, obra de Basilio G. Cabello con música del Mtro. Freire. Ya sin los Hermanos Zarzo, que fueron contratados por Bonet San Pedro para su espectáculo Constelación 1950 en el teatro Calderón de Madrid.

La noche del 20 de diciembre se presenta con otro éxito, Sole-ra Vieja de Quintero, León y Quiroga, en el Fuencarral de Madrid.

Comienza la que sería su última tournée con Los Chavalillos de España con el espectáculo Claveles 1951 con Pepita Sevilla, Marisol Reyes, Angelita Font, Moscatelly, Mercedes y Ricardo, Trío Bambo, Mercedes Mato, Mari Tere Hernández, Pepita Rue-da, Maruja Sigüenza, Taito, Emilia Vicente, Ángeles López (Lina Morgan) y Aurelio Garci. La dirección artística es de Pepe Cabo y la dirección musical es de Diego Cortés.

Terminó aquí una etapa dulce, bonita y de muchos esfuerzos, de tanto trabajo y de tantas anécdotas.

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Lina Morgan conoció por primera vez el amor trabajando en Los Chavalillos de España, con el actor Manolo Zarzo. La actriz comentó al respecto con el paso de los años, después de guardar-la celosamente –como todas sus historias sentimentales–, pero el actor Manolo Zarzo contó el idilio como una simpática y bonita anécdota, y a la actriz le parecía también una bonita historia que no le importó comentar: «Yo tenía catorce años y él dieciséis o diecisiete años. Con su hermana Pepita formaban la pareja «los hermanos Zarzo» y yo empezaba entonces. Ellos eran un número consagrado en la compañía Los Chavalillos de Es-paña cuando entré para pisar un escenario por primera vez. Recuerdo que mi padre me dio una autorización para poder ir con la compañía y llevábamos un tutor para vigilarnos a todos en la gira.

»Los chicos dormían en un lado y las chicas en el otro lado de la pensión cuando íbamos a los pueblos. Pepe Cabo era el empresario».

La entrañable artista define esta entrañable historia de la si-guiente manera: «Depende de a lo que se le llame relación. Era muy bonita, rosa, de niños… de rozarse la mano al salir o al entrar del escenario y emocionarse toda la tarde. Pero, por así decirlo, sí: Manolo fue mi primer novio.

»Lo cuento porque él lo ha dicho y yo, que quiero a Manolo con locura, también considero que es una anécdota bonita. Manolo ahora está felizmente casado, tienen sus hijos y esto pertenece al recuerdo del pasado.

»Fue durante unos cinco o seis meses. Luego, él se fue de la compañía por su lado y yo por el mío. Pero nos queremos muchísimo y nos da alegría rencontrarnos. Él me llama to-davía Angelines. Entonces me llamaba Angelines Segovia.

»Por reyes aquel año, me regaló una colonia de Diamante Negro, de las que vendían en los puestos ambulantes. Tam-bién me compró una sortija, de aquellas que eran como de acero inoxidable y que las hacían con las hebillas de los cin-turones… Creo que todavía tengo esa sortija por casa. Yo llevé ese anillo puesto mucho tiempo, como si me hubiese regalado la perla Peregrina».

Por otro lado, Manuel Zarzo relató muy elegante y respetuo-so aquella relación en 1994: «Fue el primer amor para los dos

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–confiesa Manolo–, éramos unos críos, ella tenía catorce años y yo dieciséis, y nos conocimos trabajando en la compañía de Los Chavalillos de España”. Angelines, porque yo llamo a Lina por su nombre, era una chica muy guapa, la más guapa de todas las de la compañía. Me enamoré de ella en cuanto la vi, y mantuvimos un noviazgo al uso de finales de los años cincuenta…».

El actor confesaba que siempre había sido muy romántico y que Lina también lo era. La artista se emocionaba mucho leyendo los poemas que el actor le escribía, donde le hablaba de amor, llenos de sentimiento.

Ella se emocionaba muchísimo al leerlos. Manolo contaba que «Era preciosa, con unos ojos como so-

les, muy delgadita, y me gustaba mucho su gracia, y que sa-bía ser seria cuando hacía falta. Pasábamos muy buenos ratos juntos, incluso recuerdo unas Navidades en Canarias que fue-ron muy divertidas».

Manolo confesó que fue el primero en declararse a ella: «Fui a por Angelines porque era la más guapa, no quise dejarla escapar».

Con ellos iba de carabina la madre de Manolo y les tenía vigila-dísimos y decía que les cuidaba para que no les sucediese nada.

La madre de Manolo quería muchísimo a Lina y aconsejaba a su hijo sobre cómo debía comportarse. No dejaba a su hijo que coquetease mucho con ella porque, según Manolo Zarzo, su ma-dre siempre velaba más por ella que por él.

Existe la anécdota de que cuando Lina ve a los hijos de Ma-nolo le dice: «Yo podría ser vuestra madre». Y hubiese sido un curioso matrimonio. Pues Manolo se llama Manuel López Zar-za y ella es María Ángeles López Segovia. Pero aquello acabó cuando ella se marchó de gira con otra formación de la compa-ñía Los Chavalillos de España en 1951.

Dejaron de verse y se fue enfriando. Lina Morgan con el paso de los años comentaba, cuando

se le preguntaba por esta etapa en Los Chavalillos de España, que ella iba haciendo bulto y que iba de las últimas en la com-pañía, restándose importancia dentro de aquella compañía.

El propio José M.ª Legaza (hijo) a propósito de esta biografía comenta que, en aquella compañía ideada y creada por su pa-

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dre, Lina sorprendió desde el primer momento porque contaba con buenas aptitudes para el baile, sobre todo en el clásico español. Pero, sobre todo, en ella ya destacaba una tremenda vis cómica. Nada todavía como lo que resultó con el tiempo, pero si cantaba con estilo y en los cuadros cómicos resultaba una de las más graciosas, con Manolo Zarzo solía actuar en los sketchs.

La principiante artista iba en la compañía de «característi-ca», aunque en la compañía había por norma que variasen los «protagonistas» de los espectáculos que estrenaban y según el tema del espectáculo.

Se iban rotando los protagonistas para evitar así cualquier tipo de roce o de mal relación o envidias entre los componentes de la compañía.

Cada uno de los chicos y chicas estaban especializados en algún registro: danzarines, cantantes, galanes, cómicos o teno-res cómicos, etc.

El Mtro. Legaza era un señor muy serio y disciplinado que se preocupó siempre de los chicos y chicas, de que nada malo les pasase y de que aprendiesen y se esforzasen sin necesidad de ser explotados.

Disfrutaban de los viajes, del sol y de la cultura del lugar donde acudían a representar sus obras. Solían ir chicos y chi-cas que normalmente provenían de familias muy humildes, cuyo sueldo, unas seis pesetas, mandaban a sus padres para ayudar en la economía familiar. Nunca nadie destacó más que otros, de no ser por sus propios méritos. Y eso que algunas de las madres que acompañaban a sus hijos en las giras se les acercaban al maestro o al director de la compañía para decirles que «Su hija/hijo era el/la mejor de todos».

Retomando la biografía, la pobre Angelines se encuentra en la calle y sin trabajo. Sería por poco tiempo, enseguida encuen-tra un puesto de bailarina en una sala de fiestas de la Gran Vía: «Por mediación de mi hermana Julia, y tras falsificar unos papeles, trabajé en una sala de fiestas llamada La Parrilla de Rex, en plena Gran Vía. No éramos de las que salían a tomar una consumición a la sala. Hacíamos nuestro show y nos íbamos. Allí conocí a una persona a la que quiero mu-chísimo: Esperanza Roy. Ella ocupó mi sitio cuando yo me

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marché a Valencia con una compañía de revistas liderada por Alfonso del Real y Maruja Tomas, que ya se retiraba. Yo pensaba que las revistas musicales eran algo distinto de lo que encontré. Pero en aquel tiempo se llevaban las mujeres muy altas y llamativas».

En este espectáculo se mantiene bastante tiempo, llega in-cluso a ser una de las principales figuras por su facilidad para el baile.

Pero de repente se encuentra nuevamente en la calle, aun sin finalizar la temporada y siendo sustituida por Esperanza Roy.

Esperanza Roy entró de la noche a la mañana y por me-diación de la hermana de Lina, Julita López Segovia, y por la hermana de la Roy, que también estaban en el balé. Fue algo casual que la Roy sustituyese a Angelines en este espectáculo, pero le abrió las puertas en Europa, donde hizo una importante parte de su trayectoria.

Lina se embarca en la compañía del empresario don Matías Colsada, que presentaba en el teatro Victoria de Barcelona la reposición de La copla andaluza.

La copla andaluza es original de León y Guillén, donde la estrella del espectáculo era Rafael Farina. Debutó el 10 de oc-tubre de 1952.

Como tenía una gran disposición para el baile y grandes ilu-siones, era muy constante, Matías Colsada se fijó en ella y la mandó al teatro Ruzafa de Valencia.

Llegó a Valencia y la colocaron la última de las chicas del conjunto porque era delgadita, bajita y muy poca cosa. Le pu-sieron la última para que no se la viese mucho.

Ella sin embrago se las ingeniaba para hacerse notar y en-tonces, Matías Colsada, el empresario, le decía que no hiciese la «payasa».

La estructura de la revista que ella se encontró era muy dis-tinta a la que ella hizo en su momento. Hasta el punto de que a veces no sabe cómo han admitido que diese el giro que le ha dado al género. Por aquel entonces se llevaban las mujeres al-tas y llamativas, lo que se llamó «los monumentos», y ella no se cansaba de decirse a sí misma: «No le van a gustar a todos las mujeres altas».

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Era terrible el escalafón que existía en aquellos años en la revista. Toda una jerarquía rigurosa: la estrella, la primera ve-dette, la segunda, la tercera y hasta una cuarta. Venían des-pués las que hacían papeles, una frase… Y después las filas de las guapas, las tiples. Y por último las vicetiples, de las cuales ella iba la última.

Ella hizo su debut en el valenciano teatro Ruzafa, en lo que se puede llamar «el Broadway valenciano», donde se encontra-ban todos los más importantes teatros de la ciudad. Fue en una revista que habían escrito los mismos autores de La blanca doble, Enrique Paradas y Joaquín Jiménez, con música de Ja-cinto Guerrero y de Manuel Parada, que se llamó ¡Espabíleme usted al chico!

Se trataba de un espectáculo de la empresa Colsada que lideran el primer actor y director Alfonso Del Real y la superve-dette Maruja Tomás, que se retiraba del género.

El estreno se produjo la noche del 23 de diciembre de 1952 y supuso un enorme éxito desde el principio. Colsada llevaba como repertorio el éxito de La blanca doble, que también fue recibida con el mismo entusiasmo por los valencianos que la anterior.

Cuando se despidió Maruja Tomás entró en su lugar la ve-dette Beatriz de Lenclos, que se mantuvo en la compañía breve tiempo, pues enseguida contratan a la alemana Trudi Bora. Con esta compañía recorren todas y cada una de las más importan-tes ferias de España. Fue precisamente en Orihuela, Alicante, cuando estaban actuando en el teatro Circo. Este teatro tenía unas escaleras peligrosísimas. Hasta el punto de que una de las chicas que tenía un papelito se cayó y hubo que sustituirla rápidamente.

Entre las muchachas que se sabían aquel papel, ella se ade-lantó, y Alfonso Del Real le hizo la prueba y, en un principio, dudó, pero le dio el papel. Aquello fue algo grandioso para ella.

Llevaba un tiempo esperando esta oportunidad que no pen-saba desperdiciar. En la realidad ella se sabía aquel papel y el resto de papeles que había en la compañía, incluido el del pro-pio Alfonso Del Real.

En estos años los personajes solían ir caracterizados con pelucas que los hacían mayores de lo que eran en la realidad.

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Ella pensó siempre que si se caracterizaba nadie notaría que era una mujer.

Lo cierto es que era muy consciente de que estaba en des-igualdad física ante aquellas señoras despampanantes que en-cabezaban las carteleras de aquellos espectáculos. Puede ser que desde este momento, inconsciente, comenzase a surgir en ella la estrategia de la comicidad, de hacer reír. Por consejo de Alfonso Del Real y en su compañía.

Era la única forma de poder destacar y de llamar la atención, ya que, en la realidad, lo que no podía cambiar era su físico, su estatura. Y en la lucha en la que estaba metida era bastante desigual y llevaba todas las de perder.

Tras aquel pequeño papel al lado de Alfonso Del Real si-guió haciendo otros. O volviendo a ser vicetiple rasa. Porque su carrera tenía muchos altibajos. Pero nunca se desanimó. Su nombre, seguía siendo anunciada como Angelines Segovia, era resaltado en alguna crítica como en La Voz de San Sebastián o el diario de Zamora.

El 30 de mayo de 1953, debutaron en el madrileño teatro La Latina, con la revista que llevaban en cartel. Por aquellos años cobraba ya unos treinta duros y con aquel sueldo le compró a su hermano José Luis su primer traje. Con los años han recor-dado que en ese mismo momento cuando paseaban por la plaza de la Cebada ella se volvió y le dijo a su hermano: «Algún día ese teatro será nuestro». Y quién le diría aquel día que varios años después sería la auténtica dueña y señora de aquel coliseo del barrio que la vio nacer.

Continuó con la empresa Colsada, y en la misma compañía de Alfonso Del Real, donde estrenó títulos como ¡Ki-ki-ri-ki! de Enrique Paradas y Joaquín Jiménez con música de Manuel Pa-rada.

Este espectáculo fue estrenado en el teatro Ruzafa de Valen-cia el 30 de septiembre de 1953. Unas semanas antes habían representado en este mismo local las dos revistas que venían representando.

Le seguirán títulos como ¡Cirilo, que estás en vilo!, Ana Ma-ría, ¡Ay, qué trío!, La vista es la que trabaja, etc., en provincias.

Después, Colsada la incorporó a su nueva compañía del tea-tro Fuencarral de Madrid, junto a la estrella Raquel Daina y

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los cómicos Luis Cuenca y Ricardo Espinosa, con la revista de Leonardo Navarro (hijo) y música de Fernando Moraleda titula-da Tontita.

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DE CÓMO NACE LINA MORGAN

Cuando aquella compañía se disponía a salir de gira, entró a trabajar en otra de las compañías de Colsada, en esta ocasión iban de cabecera de cartel Gracia Imperio con Luis Cuenca y Pedro Peña en el teatro Ruzafa de Valencia.

Con esta compañía se mantuvo casi tres meses consecuti-vos a teatro lleno. Precisamente, en este mismo local pasó a otra de las compañías que tenía Colsada, con la estrella Finita Rufette y el actor Carlos Garriga en una revista que se llamó Mi Padre… Tu Padre… Su Padre…, de los hermanos Antonio y Manuel Paso. Hasta aquí su carrera tenía bastantes altibajos.

Fue dando tumbos por todos los teatros de España en las diferentes compañías que llevaba Matías Colsada.

El empresario tenía una producción de muchísimo éxito y rango internacional, Mujeres o Diosas. Esta producción fue es-trenada oficialmente el 9 de abril de 1955, en el barcelonés teatro Apolo –propiedad de Colsada–.

Este espectáculo contaba con la estrella Nicole Blanchery, la primera vedette Mercedes Llofriú y la segunda vedette Gloria Braxi.

El actor y primer director es Adrián Ortega y el primer actor cómico era Quique Camoiras.

Hasta el teatro Albéniz de Madrid recayó la joven artista como «bailarina de español» para montar con ella, y con otra de baile americano, un número importante, necesario para la nueva versión de Mujeres o Diosas.

El encargado de hacer la nueva versión fue su autor, Adrián Ortega, y formó dos grupos de danza, cada uno con su figu-ra, estableciendo una pugna del baile flamenco con el claqué americano. Adrián probó con vistas además de sustituir a la segunda vedette Mercedes Llofriú, a una jovencísima Vicky Lagos.

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Pero aquella joven les dejó plantados ya con todo prepara-do, había sido contratada por la estrella Celia Gámez. Y por lo tanto la empresa buscó desesperadamente una sustituta.

En este mismo instante al actor Adrián Ortega se le en-ciende una luz al recordar en la otra que durante en los en-sayos vio grandes dotes de «captación y brillantez».

Él la había visto no solo pendiente de su trabajo, sino tam-bién entre los demás, con una enorme dedicación. Así que se decidió a llamarla aparte e intentar ver si ella sería capaz de encargarse del puesto de Vicky Lagos, haciendo ella las dos partes del baile, porque además ella también dominaba muy bien el claqué. Aceptó muy ilusionada.

Pasó sorprendentemente todas las pruebas que le realiza-ron los maestros de baile y de música y la de interpretación, que el mismo Adrián Ortega le hizo sorprendiéndose grata-mente, pues le había comentado que era la primera vez que iba a efectuarla.

Hay que decir que Adrián Ortega se la jugó completamente cuando lo comunicó a la empresa. Lo tacharon de loco o qui-zás se tratase de un «capricho» del señor. Era guapa, gracio-sa, bailaba, cantaba e interpretaba muy bien, pero desento-naba con aquellas despampanantes mujeres internacionales. Aun así se salió con la suya. Pero nadie de la empresa estaba contento con la elección. Poco tardaron en salir de su error, pues aquella chica estaba triunfando de forma descomunal.

Hubo que cambiarse el nombre artístico por otro más in-ternacional. Eligió Lina porque era un nombre que sonaba mucho (Lina Canalejas, Lina Yegros…) y muy cortito. Lo del apellido fue más difícil y fue su hermano quien se lo puso. Los dos estuvieron seguros de que se trataba de un apellido que les tiraría mucha suerte, aunque solo fuese por Morgan el pirata o su homónimo del banquero.

En septiembre de 1956, en el teatro Principal de Alicante hizo su debut como Lina Morgan. Precisamente es en este teatro donde ocurrió una anécdota curiosa. Cuenta Adrián Ortega que estando tomando un aperitivo con Serrat y Suau –los otros autores– se acercó un hombre a otros dos cono-cidos de él: «¡Ya tengo las localidades para esta noche!», ¡No veas cómo estaba la taquilla! ¡Pero creo que la cola lo vale!

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¡Me han dicho que un plantel de mujeres estupendas! Y tam-bién que sale una chiquita haciendo de rea en un juicio, que es un encanto. ¡Que baila y canta de maravilla! Aquí la tenéis en el programa. Es la segunda vedette y se llama Lina Mor-gan».

Una curiosa anécdota donde queda claro el buen ojo de Adrián Ortega, quien, descaradamente, es quien confió, cre-yó, en Lina Morgan cuando nadie lo hizo. Y que una chica de aquellas medidas –que decían despectivamente– sobresaliese entre tanta mujer explosiva es un verdadero ejemplo de la capacidad de captación que ya comenzaba a tener una joven-císima Lina Morgan.

El éxito que estaba teniendo Lina hizo que el empresa-rio Matías Colsada la mantuviese sin trabajar durante algún tiempo, confesando con el paso del tiempo que se comía a la tercera, la segunda y si la deja hasta la estrella… y le traía bastantes problemas con sus estrellas.

Por eso tras aquella actuación en Alicante y otras ciuda-des, no actuó en el teatro Apolo de Barcelona. Por lo tanto, su gran debut siendo Lina Morgan lo hace el 25 de enero de 1957, en el madrileño teatro Albéniz.

Con el éxito obtenido estrenan una nueva revista que titu-lan Beldades y… mentiras, con la que recorre las más impor-tantes ferias del país. Aunque solían tener cambios entre los intérpretes y los cuadros musicales, así como en el título que en ocasiones se tituló Dos en Una, como ocurrió en el teatro Ruzafa de Valencia. La compañía dejó de llamarse Produc-ciones Apolo para llamarse Mujeres o Diosas y ¡Qué Mujeres!

Recorrieron toda la península varias veces e incluso ac-tuaron en 1958, cuando ya llevaban más de dos años, en Lisboa (Portugal).

De aquella época guarda un gran recuerdo de sus com-pañeros, como Adrián Ortega, Emilio Vendrell, y del genial Quique Camoiras, con el que siempre formó pareja cómica en los gags. Se llevaban muy bien, tuvieron mucha química encima del escenario y aprendió muchísimo.

Lina se entera de que en el teatro Martín de Madrid bus-caban segunda vedette para un nuevo espectáculo que se re-presentaría en la etapa estival, en el Alcázar. Los encargados

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de hacer la elección eran Ramón Clemente, como promotor de la compañía, y el autor y empresario teatral José Muñoz Román. Lina Morgan se presentó y fue elegida.

Muñoz Román había escrito un libreto titulado Un Matraco en Nueva York, se trataba de una antología de números de los maestros Jacinto Guerrero y Francisco Alonso.

A Lina Morgan le tocó interpretar uno de los números más difíciles del género: el Pichi, el famoso personaje que estrenó y catapultó a los índices de la popularidad la gran estrella del gé-nero, Celia Gámez.

La Celia, como bien era conocida entre sus adictos, admirado-res, destructores y demás personajes de la vida que la rodeaban, lo estrenó en el teatro Pavón, en la revista, precisamente de José Muñoz Román, con música de González del Castillo y Francisco Alonso, titulada Las Leandras.

De aquel espectáculo, Celia popularizó números inolvidables dentro del género, como son Los Nardos, Habanera Canaria, Java de las viudas, Llévame a la verbena de San Antonio o Tomar la vida en serio…

Cualquier estreno de Celia Gámez se convertía en un autén-tico suceso desde aquel año 1931. Y ha llovido lo suficiente y siguen vigentes los cánticos de la vedette argentina.

Celia Gámez estaba considerada como la auténtica reina del género, insuperable, vedette de las señoras y de los señores. Dig-nificó un género que llamaban, y aún lo siguen llamando, efí-mero. Como bien diría Lina Morgan, la revista siempre fue la cenicienta del teatro. Y Celia Gámez hizo de todo para que aquel género fuese un género considerado dentro del teatro.

Lina Morgan estaba loca de contento por aquel trabajo en aquella compañía: «Muñoz Román era un tío muy serio. No te dejaba improvisar. Me montó el número, no a mi estilo, sino como lo había hecho Celia Gámez en Las Leandras. Ante este panorama yo reconozco que en los ensayos no me cansaba de decirle: “Sí, sí, sí, señor, lo que usted mande, lo que usted mande”. El día del estreno, ¡plaf!, lo hice a mi aire, como yo lo veía. Tras mi número no tenía que saludar, pues los trocitos musicales se encadenaban sin pausa, nadie podía saludar excepto la primera vedette cuando salía y can-taba Los Nardos.

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»Pero resulta que empezaron a aplaudirme, yo me esca-bullí para no molestar y entré en mi camerino.

»De pronto, Muñoz Román golpeó en la puerta y yo me dije: “Sanseacabó, ahora me despide”. Y no, era para que saludara. Aquella noche repetí el “Pichi” tres veces».

Por aquel tiempo acudía a visionar el espectáculo donde tra-bajaba Lina su gran amiga Esperanza Roy.

La Roy estaba por entonces en diferentes balés internacio-nales por Francia, Berlín, etc., y, cuando vio a Lina Morgan haciendo el Pichi, reconoció que lo hacía increíblemente mejor que la propia Celia Gámez. Era muy madrileño, parecía un cha-valillo de verdad. Ya por entonces –confiesa Roy– Lina utilizaba algo que con el tiempo llamarían «expresión corporal» y que se estudia en todas las academia de interpretación.

Entonces, a ese trabajo que realizaba la genial cómica se le denominaba mimo. Lina era una tremenda mimo y así lo demostraba cada día, función a función, en el Alcázar interpre-tando aquel Pichi donde el público aplaudía y jaleaba incansa-blemente. Era increíble: salía al escenario como un verdadero chico fingiendo –haciendo mimo– que se liaba un cigarrillo que se fumaba durante toda la interpretación. Eso estaba súperva-lorado fuera –comenta Esperanza Roy–, en el extranjero, hasta el punto de que iba al camerino y se lo contaba a una Lina que no terminaba de creerse lo que le sucedía cada día con el Pichi.

Fueron las primeras críticas que destacaban la genialidad de Lina Morgan y que decían que había nacido una gran estrella con un prometedor futuro. A sus veintidós años, jovencísima, saborea las mieles del éxito.

[Un matraco en Nueva York, revista de Muñoz Román que ha puesto en el libro enredo, chistes, chascarrillos en acción y tronadas y jácaras con alusiones a la actualidad, situaciones hilarantes, y, en fin, todo lo que su malicia y pericia de expertos en el género puede suministrar para distraer y divertir al público… Lina Morgan simpatía y dominio escénico… A. Marque-rie, 13/06/58].

Con Manolo Gómez Bur, que era el primer actor de Un Ma-traco en Nueva York. Imprescindible y gran amigo de la artista, quien en ese momento le dijo: «Lineja, tú comerás del teatro, vales mucho».

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Gómez Bur fue muy importante en la vida de la querida artista, en todos los principales e importantes pasos artísticos que dio estuvo arropada por el actor.

Un Matraco en Nueva York cuenta, además de con las figu-ras destacadas Maruja Boldova, Gómez Bur y Lina, con Mimí de Bronce, Blas de Almenara, Eduardo Hernández, Díaz Vale-ro, Emilio Espinosa y Félix R. Casas.

Con ellos iba de estrella una entrañable artista, Maruja Bol-doba.

Lina y ella se llevaron estupendamente bien. Existe la anécdota de cuando Maruja, acompañada de Lina

y de otras vedettes, cantaba aquello de Las viudas del alivio: Lina Morgan exageraba y bizqueaba provocando las carcajadas del público, Maruja le miraba preguntándose por qué se reían en ese momento y Lina, con un gesto levantando los hombros, le contestaba.

Se enteró y jamás le dijo nada en contra. No era nada diva. Lina Morgan había conseguido el mayor de los éxitos hasta

el momento en su trayectoria, lo que le permitía situarse de una manera. Se había acabado por el momento volver al coro, como antaño.

El siguiente estreno, también con Manolo Gómez Bur y Ma-ruja Boldoba, fue en el mismo escenario.

En esta ocasión se hacía una reposición, pues, en provin-cias, Manuel Gómez Bur acompañado de la bellísima Licia Cal-derón, todavía no era la mujer del actor Jesús Puente, habían paseado por algunas ciudades con éxito la revista Los diabóli-cos.

El autor es Muñoz Román y le acompañan el Mtro. Fer-nando Moraleda y Ernesto Rosillo como autores musicales. Un nuevo éxito cuya crítica alabó magistralmente…

Su paso por la compañía de Muñoz Román la convierte en 1958 en una popular vedette cómica, aunque siempre iba de segundona porque en la revista esto de las categorías estaba muy mal.

Consiguió la amistad de Muñoz Román, a quien demostró su gran valía, tanto que con el tiempo sería el propio autor y empresario quien le concedió una de sus más importantes oportunidades.

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Tras aquel éxito de público y crítica es elegida por el empre-sario Manuel Paso para que sustituyese a Gloria May –segunda vedette–, que nada tenía que ver con ella en su forma y físico. Ella solo pidió una cosa: que la dejasen hacer a su estilo el personaje de La Niña que le había tocado interpretar.

Lo hace de la siguiente manera: con zapato plano, calcetines hasta las rodillas, dos coletitas en la cabeza y un vestidito. Logró hacer otra personal interpretación, hasta el punto de ser el per-sonaje que le pedirían hasta la saciedad.

Aquel espectáculo se llamó El tren de la felicidad, un libreto de Manuel Paso y música del inolvidable Augusto Alguero. La estrella era Isabelle, una artista italiana que provenía de hacer temporadas en el Moulin Rouge de Francia.

Tras la tournée de El tren de la felicidad, la compañía al com-pleto regresa a la capital, donde se estrenan Madame frivolidad, de los mismos autores.

Fue en el teatro Fuencarral de Madrid. La estrenaron la noche del 20 de febrero de 1959.

[… Estupendo el cuadro de Pulgarcito, con los personajes populares que conocen los niños; deliciosa la tonada de Bajo el sol de Roma y el ritmo de Un día en las carreras, y la delicada finura de los movimientos de El zapatero enamorado.

… Lina Morgan cantando, hablando y bailando posee condiciones de pri-mera estrella... A. Marquerie, 22/02/1959, ABC].

De aquel espectáculo la estrella destacó con el número Pulgar-cito interpretando al personaje de Petra, criada para todo del cómic de José Escobar Saliente, aquel personaje fue dibujado como una mujer gruesa, aunque con el tiempo Escobar la fue haciendo más esbelta, de gran nariz y peinado a lo garçon, y bajita. Siempre ves-tida de traje negro con cofia y delantal blanco.

Lo habitual en aquellas chachas de la época que Lina bordó como nadie consiguiendo una enorme ovación cada vez que las representó.

Con Madame frivolidad llega a Barcelona, ciudad que no pisa-ba desde el éxito de Beldades y… mentiras, que representó en el Calderón. En esta ocasión fue en el teatro Cómico donde actua-ron con muchísimo éxito.

Participó en un homenaje a Cassen, en el teatro Victoria.

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Cassen con Mari Carmen Casas, Antonio Amaya y Nicole Blanchery habían debutado con ¡Oh, la, la…!, un espectáculo producido por José M. Lasso.

Su actuación en aquel espectáculo hizo que la contratasen para una gira que llevaban Manuel Paso y Lasso –como promo-tor– del espectáculo Ayer y hoy.

Para aquella ocasión se incorporaron Lilian De Celis y Lina Morgan, que iba de cómica, interpretando a la Niña. Lo estre-naron en el Ruzafa de Valencia y terminan en el San Fernando de Sevilla.

[Con rotundo éxito presentó anoche José María Lasso en San Fernando el dinámico espectáculo Ayer y hoy, original de Manuel Paso, Juan Valls, Cassen y el maestro R. Vives…

… Asimismo, actuó con evidente acierto la encantadora y saladísima primera vedette Lina Morgan… Texto: S. Fecha: 29.11.1959. Diario ABC].

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NUESTRA GULIETTA MASSINA A LA ESPAÑOLA

En 1960, el genial Ángel de Andrés se presentaba en el teatro Maravillas de Madrid con su gran compañía de revistas, con el sainete cómico musical El gato celoso, escrito por el propio actor y por Vicente Soriano de Andía, con música de Augusto Alguero.

Lina Morgan fue contratada como «cómica» mientras que de «estrella» iba la argentina Perla Cristal, que había debutado el anterior año en el Price de Madrid.

Nuevamente Lina consigue un éxito muy personal interpre-tando el personaje de Almendrilla, muy castizo.

[Con buen éxito se estrenó anoche en el Maravillas un espectáculo titu-lado El gato celoso…

La mayor parte de los efectos graciosos y de las risas corresponden, en primer lugar, al gracejo de la simpatía del infatigable Ángel de Andrés, base del espectáculo, en el que hay que conceder una parte de consideración a Lina Morgan, francamente graciosa, y llena de espontánea soltura … N. G. R., Ya, 17/01/1960].

El gato celoso se estrena la noche del 16 de enero de 1960, en el teatro Maravillas. Pero, en vista del éxito obtenido, de-ben de trasladarse al Calderón, donde celebraron las ciento cincuenta representaciones, hasta iniciar una breve tournée por Barcelona.

En la ciudad condal actúan en el Calderón, donde Ángel de Andrés es protagonista de un homenaje con un bonito fin de fiestas en el que no solo participan las estrellas femeninas de El gato celoso Perla Cristial y Lina Morgan, sino también otras es-trellas como Marujita Díaz, Tony Leblanc, Juan Capri y Antonio Garisa, entre otros.

En la revista también intervienen Vicente Haro, Modesto Blanch –padre de Jaime Blanch–, Tina Fernández, Mary Mayer y la actriz María Portillo.

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Desde la despedida de El gato celoso en el teatro Fleta de Za-ragoza, pasa a formar parte de una compañía del teatro Eslava con Miguel Gila de estrella. Se trata de un espectáculo cómico musical del autor Salvador Guerrero con música a cargo de García-Bernalt y Castellanos.

Baraja de ritmos es el título que estrenan en el Eslava la no-che del 12 de junio de 1960, con Miguel Gila, y en donde Lina iba de principal figura femenina.

Este espectáculo resultó un rotundo fracaso permaneciendo en cartel solamente un mes. El primero en abandonar fue Gila, con el que congenió maravillosamente bien.

A Gila le encantaba la fotografía, hobby al que dedicaba su tiempo libre. Casi siempre, al terminar la función llamaba a Lina a su camerino y se pasaba un buen tiempo haciéndole fotografías.

Trabajando en el Eslava, Lina se sacó el carné de conducir con una Gordini. Lo pasaba fatal cada vez que tenía que salir por la carrera de San Jerónimo.

Precisamente, cuando Gila estaba haciendo este espectácu-lo, su buen amigo Tony Leblanc, que acudía asiduamente a ver las representaciones, un día le propuso a Gila formar compañía de espectáculos. Ya tenían pensado todo, hasta las vedettes: Conchita Velasco y Lina Morgan, solo a falta de estrenar.

[… la estrella Lina Morgan, llena de encanto, de gracia y ritmo en todas sus creaciones.

Pero la verdadera atracción del espectáculo es Gila, felicísimo en todas sus intervenciones, en sus nuevos diálogos internacionales, en su divertida burla y vejamen, del toro pequeño, en sus discursos fin de siglo en torno al fútbol… Texto: A. M. Diario: ABC (15-06-60)].

Buscaban una chica joven y popular para un puesto de se-gunda vedette en el teatro Alcázar, la compañía de Ramón Cle-mente realizaría su habitual época estival con una revista de Muñoz Román que había sido muy bien acogida por el público en su estreno en el madrileño teatro Martín, ¡Cásate con una ingenua!

Eran los principales intérpretes la estrella Ethel Rojo con Juanito Navarro, que era primer actor y director, y la segunda era Addy Ventura.

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La primera abandonaba la compañía siendo sustituida por Addy, mientras que Juanito Navarro recurrió a Lina Morgan para ocuparse del puesto vacante de segunda vedette. Como Muñoz Román conocía a la perfección las dotes cómicas de Lina aceptó encantado.

Lina debutó con ¡Cásate con una ingenua!, en el Alcázar, el 29 de junio de 1960, obteniendo un gran éxito. Desde el prin-cipio Juanito y Lina –hacían los sketchs cómicos– consiguieron una gran química entre ellos, por lo que la obra se enriqueció más y al público le atraía muchísimo aquella peculiar «pareja cómica».

Poco después, en el Alcázar se repone Un Matraco en Nueva York, en esta ocasión es Antonio Casal quien sustituye a Juani-to Navarro, que no tardó en incorporarse nuevamente. Aquella reposición fue nuevamente del agrado del público. Se volvió a repetir con Lina lo ocurrido en 1958 al interpretar el personaje de Pichi.

Con su poco disimulado homenaje a Cantando bajo la lluvia, Jesús Franco ponía un punto y aparte en su todavía escueta filmografía, para adelantarse en los géneros que más le atraían. Al igual que el legendario film de Stanley Donen y Gene Kelly mostraba el fin del cine mudo para mostrar la nueva época del “totalmente hablado, «totalmente cantado, totalmente bailado», Vampiresas 1930 representó en la carreara de Jesús Franco el paso al «totalmente aterrador, totalmente transgresor, total-mente incorrecto».

Esta película mostraba un homenaje a Con faldas y a lo loco, el film de Billy Wilder que la censura española se negaba a au-torizar. Hay que señalar que el film de Jess Franco se estrenó el 20 de abril de 1961 y que Con faldas y a lo loco no lo haría hasta 1963.

Que Lina apareciese en el film fue idea de Jesús Franco, quien acudió acompañado del productor, Sergio Newman, al teatro Alcázar a presenciar la representación de Un Matraco en Nueva York, donde aparecía de vedette cómica.

Entonces, se decía que en Hollywood se estaban poniendo de moda las actrices como Raquel Welchs bajitas, porque ante la cámara daban mejor el movimiento que las despampanantes altas. Además, Lina era una nueva figura totalmente descono-

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cida en la gran pantalla, aunque conocida en el teatro, tenía una estupenda vis cómica y un gran talento –como comentaría el propio Jesús Franco–.

Volando hacia la fama fue una idea de Sergio Newman para que fuese protagonizada en sus principales papeles por Tony Leblanc, Antonio Ozores, Mikaela y María Martín, José Luis López Vázquez y Félix Fernández bajo la dirección de Pedro La-zaga.

Tenían el permiso de rodaje desde el 26 de abril de 1960, pero por motivos de contratación y tal tuvieron que pedirlo nue-vamente. La siguiente fecha fue la del 27 de septiembre del mismo año.

Lo mismo ocurrió con las fechas previstas para iniciar el ro-daje, primero, 18 de junio y después 10 de octubre.

Tras muchas vueltas, la productora Producciones Cinema-tográficas Hispamer presenta el 29 de octubre el reparto final. Se producen importantes cambios: Tony Leblanc, que interpre-taría a Toni, comenzaba sus trabajos en el teatro, por lo que por prescripción facultativa no le era posible alternar el teatro con el cine. Esto hizo que buscasen a un actor internacional, del que hubo que pedir una autorización al Ministerio. El actor es Ives Marssad.

La actriz María Martín fue sustituida por Lina Morgan, cuyo sueldo fue de cuarenta mil pesetas, aunque inicialmente iba ser de cincuenta mil. El papel que interpreta Lina Morgan en Volando hacia la fama es el de Carolina, que estaba designado a Mikaela, ésta obtiene finalmente el de la protagonista.

Manuel Alexander fue el sustituto de José Luis López Váz-quez, que interpretaba el papel de director. Y, por último, la dirección del film pasó de Pedro Lazaga a Jesús Franco.

Fue el primer contacto que tuvieron Antonio Ozores y Lina y del que surgió una grandísima amistad y mutua admiración.

Precisamente, Antonio, en uno de sus muchos libros de me-morias, cuenta cómo se rodó Vampiresas 1930. Fue en París y Niza donde rodaron algunos de los exteriores, pero solo fueron Jesús Franco, Sergio Newman y Ozores, no les pagaban dietas, tan solo les daban de comer y tabaco. No tenían permiso para rodar en las calles de París y de Niza, la cámara se ocultaba en un gran bolso.

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Incluso, rodando en la casa de campo de Madrid ocurrió una anécdota que casi le pudo costar la vida. Fue rodando la escena del coche que entra en una caseta y esta explota.

Afortunadamente se salvó de una buena, pues dice que aquella explosión llegó a ser brutal haciendo salir por los aires la caseta, coche y todo lo que pillaba.

Volando hacia la fama inició su rodaje en los estudios Ba-llesteros de Madrid entre el 11 de noviembre y el 20 de enero de 1961. Se rodó en sesenta y tres días y su presupuesto fue de 6.480.000 pesetas. Los productores decidieron que Volando hacía la fama, no era un título muy comercial y optaron por el de Vampiresas 1930.

La película, que ya he dicho que se trata de una comedia musical, cuenta con varios y populares números que interpre-tan a la par Mikaela y Lina Morgan.

Las canciones son de varios autores y compositores, entre ellas nos encontramos con Charles Trenet, con títulos suyos como Tu mano en mi mano, Boum, El Mar, Tú que pasas sin mirar y Menilmontant, que estaban editadas por Raoul Bretón en París. Las otras canciones pertenecen al maestro Fernando García Morcillo, que era un compositor popular ya que compo-nía para espectáculos de revista, para la compañía de Tomas Zori, Fernando Santos y Manuel Codeso o, lo que es lo mismo, Los Chicos, títulos como Viajera (letra de F. Del Val), Santa Cruz (letra de Adolfo M. Pintos), Recordar, Santa Lucía y Sueño de amor.

En la película también aparece Tete Montoliu del W. Jazz-Club y su gran orquesta. La música de fondo y la dirección musical estaban a cargo de José Pagan y A. Ramírez-Ángel. Las canciones, por cierto, están registradas y editadas por R.C.A Española.

El guion de la película está escrito por Mari Carmen M. Ro-mán y Pío Ballesteros. La adaptación y los diálogos son de Je-sús Franco. También Antonio Ozores añadió otros diálogos adi-cionales.

El argumento cuenta que Daniel y Tony se dedican al cine mudo. Daniel hace de doble en las escenas de peligro y Tony toca el violín para ambientar a los artistas. A cambio de su mú-sica comen gratis en un restaurante italiano.

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Un día entra en el restaurante Carolina, artista de circo que se ha quedado sin trabajo. Los dos amigos se compadecen de ella y la llevan a su pensión, llena de artistas que esperan ser contratados. Tony decide hablar con Dora, una famosa estrella de cine, para que coloque a Carolina como ayudante o secre-taria.

Pero, para desgracia de todos, llega el cine sonoro y su tra-bajo se acaba. Esto les obliga a sobrevivir aceptando diferentes trabajos.

Vampiresas 1930 es una coproducción de Producciones Ci-nematográficas Hispamer Films y Cifesa Producciones rodada en 1960.

Hay que decir que como ayudante de dirección estaba Rafael Romero Marchent, quien dirigiría a Lina siendo ya una estrella en sus últimas películas y él siendo un consagrado director.

Completan el reparto de esta película Antonio Garisa, Juan Riquelme (interprete de la canción El mar), Fernando Calzado, Félix Fernández, Mary Begoña, Mari Tere Penella (ahora Terele Pávez), Valeriano Andrés, José Morales, Javier Rivera, Pablo Sanz, Guillermo Hidalgo, Luis Rico, Antonio Pérez, Ketty de la Cámara, Francisco Bernal, Juan Antonio Arévalo, José Carlos Arévalo, Tota Alba, Lolita del Pino, Vicente Haro, Mari Sol Ayu-so, Manuel San Francisco, Sancho Gracia y la colaboración de Trini Alonso, Manuel Alexandre, Antonio G. Escribano y Silvia Solar.

A lo largo de esta biografía el nombre de Miguel Gila y el de Tony Leblanc han aparecido en alguna ocasión, y seguirán apa-reciendo muchas veces más.

En esta que nos concierne es motivada por la asociación artística de los dos genios del espectáculo que han decidido unirse para formar una de las más importantes formaciones o compañías de revistas existentes hasta el momento en todo el panorama teatral.

Tony Leblanc contó que fue él quien se encargó de hacer las contrataciones. Como principal figura femenina pensó en dos mujeres. La primera sería Katia Loritz, que aportaba la belleza y popularidad cinematográfica siendo este su debut en el teatro. La siguiente era una chica que conoció cuando la vio actuar en la compañía de Manuel Paso: Lina Morgan.

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Lina aportaba sobre todo simpatía y comicidad. La presenta-ba como figura cómica. Le dio el puesto y el reconocimiento que ya iba mereciéndose.

[… Lina Morgan, que canta y baila infatigablemente, y tiene graciosísimas intervenciones de actriz cómica… Texto: A. M. Diario ABC: 04/11/1960].

De este modo debuta con ellos en el teatro Calderón la noche del 3 de noviembre de 1960 con enorme éxito de crítica y de público.

Aquel espectáculo se tituló Este y Yo, SL, con música del maestro Daniel Montorio, donde estaban Carmen Apolo, Chico Valento, María Rosa Lens, Vicente Haro, Juan Páez y José Anto-nio Lebrero.

La coreografía está a cargo de Alberto Portillo y la represen-tación-programación del espectáculo corre a cargo de Luis Mén-dez, antes de que se sumergiese en el mundo del cine asociándo-se con José Frade y con Julián Esteban después.

Una curiosa anécdota donde destaca la valía profesional y la categoría de cómica que ya entonces ostentaba Lina.

Había un número que se llama Apriéteme usted al corsé que interpretaban Katia y Lina, la primera como belleza explosiva y la segunda como cómica.

La gracia de Lina puede llegar hasta límites insospechados, este es uno de esos momentos en los que la estrella, Katia, siendo guapa, alta y descomunal, puede perder la atención, admiración y la importancia encima del escenario si tiene al lado alguien de la categoría de Lina Morgan, quien, con solo utilizar pequeños gestos, ademanes y bizqueos al son de un charlestón en el que, además, lleva colgadas unas perlas que se le desmoronan por su cara, convierte la sala en una verdadera jauría de carcajadas.

Lo que se dice «metiéndose» al público en el bolsillo. Esto molestaba bastante a la vedette y tuvo que intervenir

Tony Leblanc. La pobre Lina estaba muy triste porque era un número donde se podía lucir bastante. No pasó nada, enseguida Tony ideó un número cómico para Lina. Se trata de una parodia de El Bolero de Ravel. Fue un verdadero bombazo el ver a Tony con Lina parodiando aquel número.

Lina consiguió salir anunciada al lado de Tony y de Gila en los carteles que anunciaban la obra. Pero el ingenio y la categoría de esta pequeña mujer llegan más allá.