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    LO COMN Y LO COLECTIVO

    Manuel DelgadoUniversitat de Barcelona

    1. La comunidad perdida

    En ciencias sociales, el valor terico comunidad no puede negarsu gnesis en una figura formalizada por la sociologa alemana delXIX bajo el nombre de Gemeinschafty cuya invencin corresponde aFerdinand Tnnies, en su libro GemeinschaftundGesellschaft,aparecido en 1887 y traducido habitualmente como Comunidad yasociacin.1 Como se sabe, la Gemeinschafto comunidad se asociaen Tnnies a un tipo de organizacin social inspirada en el modelo delos lazos familiares, fundamentada en posiciones sociales heredadas yobjetivables y en relaciones personales de intimidad y confianza,vnculos corporativos, relaciones de intercambio, sistema divino desanciones, etc. Tnnies opona la Gemeinschafta otra nocin, la deGesellschafto asociacin, relativa a un tipo ideal de sociedadfundada en relaciones impersonales entre desconocidos, vnculosindependientes, relaciones contractuales, sistema de sancionesseculares, etc. Suele aceptarse que la inspiracin directa paraelaborar su teora la encontr Tnnies en la obraAncient Law, deHenry Maine (1861), en gran medida centrada en el paso de unasociedad basada en el parentesco, la agregacin de familias y lapropiedad conjunta a otra centrada en el contrato y los derechos

    individuales. Esa distincin la encontramos en el Manifiestocomunista, de Marx y Engels, por mucho que ya hubiera sido sugeridaantes por Ferguson y Millar a finales del XVIII.

    La Gemeinschaftes esa sociedad imaginada como natural, quese caracteriza por el papel central que en ella juega el parentesco y lavecindad, sus miembros se conocen y confan mutuamente entre s,comparten vida cotidiana y trabajo y desarrollan su actividadteniendo como fondo un paisaje al que aman. La existencia de laGemeinschaftse asocia ntimamente con un territorio condelimitaciones claras, cuyos habitantes naturales ordenan susexperiencias a partir de valores divinamente inspirados y/o

    legitimados por la tradicin y la historia. Todo en la nocin deGemeinschaftparece responder a la evocacin nostlgica de un tipode vinculacin social basada en la verdad, una manera deconvivialidad anterior, que tendra como presupuesto la voluntadesencial de sus componentes (Wesenwille), cohesionados por unaexperiencia comn del pasado y organizando unitariamente suconciencia. Esa sociedad otorga un papel principal a lo sentimientos.En cambio, la Gesellschaftse funda en la voluntad arbitraria de susmiembros (Krwillle). Estos comparten ms el futuro que el pasado,subordinan los sentimientos a la razn, calculan medios y fines y

    1 Cf.. M. Moreno Arcas, Ferdinand Toennies. Ell conflicto entre comunidad ysociedad, Ethnica, 10 (1975), pp. 85-98.

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    actan en funcin de ellos. En Tnnies el modelo de la primera es lasolidaridad que se da entre un organismo vivo y sus funciones. El dela segunda es la mquina, el agregado mecnico, el artilugioconstruido. La Gemeinschaftes la vida orgnica y real, mientrasque la Gesellschaftresponde a una estructura imaginaria y

    mecnica.2 En esa oposicin apenas se disimula la aoranza por ununiverso social marcado por el emotivismo y la autencididadrelacional que el mal du sicle romntico experimenta comoenajenados casi por completo. Esa comunidad perdida se sostieneapenas sobrevive en ciertas comunidades campesinas o ensociedades todava no contaminadas por una civilizacin occidental elcontacto con la cual habra de traer el triunfo ya irrevocable de laincomunicacin estructural y el egosmo y en la que todos, sinexcepcin, nos vemos abocados a convertirnos en comerciantes.

    Esa forma de entender la comunidad como Gemeinschaftnopuede entenderse al margen del contexto en que es concebida porTnnies y del tipo de herencia inequvocamente romntica responde.Estamos ante las consecuencias del desgarramiento o Entzweiungque experimentan Hlderin, Schelling o Hegel. Lckas ya remarcacmo Tnnies elabora toda su teora sobre la comunidad a partir deuna concepcin fatal del capitalismo, etapa histrica lamentable a laque acaban desembocando todas las sociedades, luego de haberrenunciado a la congregacin afectual que haban sido . De hecho,segn Lckacs, la idea de comunidad en Tnnies rene todo loprecapitalista, en la glorificacin de los estados orgnicos primitivosy, al mismo tiempo, contra la accin mecanizadora y anticultural del

    capitalismo.3

    El autor hngaro no deja de subrayar la naturalezareaccionaria de ese anticapitalismo romntico, que opone la sociedadindustrial al pueblo y a la vida y que airea un concepto de organicidadque veremos luego reaparecer en los movimientos fascistas europeos.Porque, en efecto, lo que resulta definitorio de la Gemeinschaftes suorganicidad, tal y como el propio Tnnies reconoce a la hora desintetizar su concepto de comunidad: All donde los seres humanosestn relacionados por voluntad propia de una manera orgnica y seafirmen entre ellos, encontraremos una u otra forma de comunidad.4

    La disolucin de ese comunalismo emotivista es precisamentelo que singulariza el proceso de industrializacin y urbanizacin que

    conduce a la Gesellschaft. Ese proceso es, para Tnnies, ruptura odebilitamiento creciente de los lazos clidos y espontneos ehipertrofia de los sentimientos, embotados por la experienciafrentica de las ciudades. Esa visin, que ya habamos encontrado enel degeneracionismo romntico de Chautebriand, de Bonald o deMaistre, es el que luego Weber identificar en su teora sobre lasdinmicas de racionalizacin y desencantamiento del mundo, quesupondrn a la postre el triunfo de la famosa jaula de hierro queaparece profetizada en su tica protestante.

    2 Ferdinand Tnnies, Comunitat i associaci, Edicions 62/La Caixa, Barcelona, 1984,

    p. 33-35.3 George Lckaks, El asalto a la razn, Grijalbo, Madrid, 1998.4 Tnnies, op. cit., p. 45. El subrayado es mo.

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    No resulta de una casualidad que esa oposicin que tipifica dosmodelos sociales, uno anterior, otro propio a la sociedad capitalista,sea tan central a las preocupaciones de la Escuela de Chicago, cercade la cual y de la mano de Robert Redfield y su contraste sociedadfolk/sociedad urbana aparecer una nueva versin de esa misma

    oposicin entre una convivencia humana basada en principios que sepresentan como simples, verdaderos y naturales, y otra del todoartificial, compleja, insolidaria, definida por la incapacidad de susmiembros en orden a guiarse por algo que no fuera el interspersonal. Dirigiendo su mirada a las sociedades de origen de losinmigrantes, los tericos de Chicago quisieron ver en ellas la vigenciaen otros sitios de ese modelo integrado y pacfico de sociedad apequea escala, en que poda encontrarse todo lo que la sociedadurbana no poda ofrecer: una convivencia en que se respetaba elpasado, cuyos componentes se sentan vinculados a travs depoderosos sentimientos de pertenencia identitaria, y, sobre todo, unasociedad consecuente consigo misma, en que cada lugar estructuralera coherente con todos los dems y con su visin del universo y enla que cualquier amenaza para esa congruencia al tiempo social ycsmica era rpidamente neutralizada. Alimentando esapreocupacin estaba tambin la nocin romntica de cultura queFranz Boas en quin en tantos sentidos se inspiraron loschicaguianos haba colocado en el centro de sus aportes tericos, apartir de su deuda con la escuela historicista alemana y, en concreto,con Wilheim Dulthey y los neokantianos. La cultura seraprecisamente ese cemento que dara solidez a grupos humanos

    presupuestos como unidades discretas, exentas e inmanentes, fuentede congruencia que les permite autoidentificarse y dotarse de lmitescosmovisionales hasta cierto punto inconmesurables.

    Unas ciencias sociales que, como las postuladas por lossocilogos y antroplogos de Chicago, asumieran la tarea de analizarla desorganizacin y la anomia a que tenda la vida en las grandesciudades de los Estados Unidos, no poda por menos que reconocercomo adecuadas las conclusiones de Tnnies sobre la necesidad demantener vivos algunos de los principios del modelo de vidacomunitario ante un tipo de sociedad, como la urbana, que habarenunciado a cualquier justificacin trascendente y dependa de

    instituciones sin calor. Pero, si las races morales de la aoranza por lacomunidad en Tnnies las encontrbamos en el anticapitalismoromntico de Hlderin y Schiller, la comunidad cuya restauracin seanhela en el contexto chicagiano es aquella cuyo sentidoreencontrara su raz etimolgica como congregacin de comulgantes,es decir como grupo cuyos componentes establecen entre s unavinculacin trascendente, fundada en su peridicamente renovadalealtad absoluta a las propia gnesis sagrada de la unidad obtenida.Es ms, en este caso se haca explcita la fuente teolgica de lanocin de comunidad como substantivizacin del principio mstico desolidaridad de los creyentes entre s y con la divinidad. Como ha sidoresaltado en numerosas oportunidades la escuela chicaguiana desociologa fue una derivacin directa de una inquietud redentorista

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    por salvar a los sectores marginales de las grandes ciudadesnorteamericanas de las consecuencias de la desestructuracin a laque la vida urbana les condenaba, resultado a su vez de la liquidacinde las certezas tanto ticas como institucionales que habancaracterizado el vnculo comunal.

    Esa inquietud no fue nicamente cientfica, sino sobre todomoral y participaba de esa misma nostalgia por la comunidadperdida, encarnada en este caso por la pequea sociedad local queJefferson haba instalado en la base misma de la fundacin moral delos Estados Unidos. Se puede decir que es de esa versin de laaoranza por la Gemeinschaftaqu la HollyCommontwealth de lostiempos inmediatamente posteriores a la llegada del Myflowers es laque explica esos recurrentes ensayos de reconstruir la comunidadperdida en Estados Unidos, desde los pietistas alemanes del XVIII alas comunas hippies y contraculturales de los aos sesenta, pasandopor dos siglos de experimentos cooperativistas de todo tipo, ms omenos duraderos, pero ninguno de ellos con xito. Al margen de losexperimentos utopistas, del todo ajena a las contingencias de untiempo y un mundo corruptos, esa forma de sociabilidad sagrada,organizada segn una jerarqua moral y formal sancionadadivinamente, haba podido sobrevivir slo bajo el aspecto de unidadessociales que se retiraban ms o menos radicalmente de lamundanidad, como asociaciones de salvados, es decir como sectas enla terminologa de Weber. Por el lugar nodal asignado a lacongruencia, la integracin y la organicidad tambin el ideal de laholly life protestante no poda dejar de resultar excluyente. En efecto,

    el pacto de gracia que era la sociedad teocrtica de los protestantesheterodoxos que fundaron los Estados Unidos entendan la comunidadcomo una democracia de elegidos que mimaba el modelo bblico quele prestaban los judos como el pueblo de Dios. En tanto asociacin delos santos y de los puros, las comunidades pioneras deban pasarbuena parte de su tiempo buscando recalcitrantes internos a los quecondenar y protegindose de toda influencia negativa procedente deun exterior impuro por definicin.

    No se est hablando sino de variantes de la Gemeinschafttnniesiana. Lo era, en efecto, la pequea comunidad armnica yhomognea imaginada como no contaminada por la modernidad que

    imagin Redfield y los tericos de Chicago. Lo eran tambin lasexpresiones que adoptaba su penosa adaptacin al mundo moderno,de la secta religiosa al hogar dulce hogar, pasando por la patria suexpresin mayor o el sujeto en su intimidad, comunidad unicelularno menos vida de congruencia interior y organicidad y queconstituye la variable mnima de comunitarismo. Fuera cual fuera lafusin social que se forzase a existir dependiendo de vnculosemocionales primordiales, est condenada a generar y nutrirse deansiedad ante cualquier cosa que pueda amenazarla, cercada comose encuentra de un mundo en que todo es fragmentacin,inautenticidad e incerteza.

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    2. El idealismo solidario

    Es importante distinguir la idea tonnesiana de Gemeinschaft ocomunidad de la de solidaridad mecnica en Durkheim, con la que esfrecuente identificarla. La tradicin iniciada por Tnnies de matrizromntica y fuertemente degeneracionista, concibe la fusin socialcomo organicidad, puesto que est estructurada a travs de unsistema integrado de funciones y dispositivos que las sirven,coherente consigo misma, puesto que se pretende fiel a un modelosagrado de convivencia, cuyas fuentes son trascendentes y cuyocontenido es una cosmosivisin y una cultura que, ciertamente, escomn, puesto que todos participan de ella, justamente como lagaranta de que se cumpla la naturaleza inmanente y teleolgica quese le atribuye. Esa forma de fusin no puede existir sino en estado dealerta constante ante todo lo que pudiera desvirtuar o poner enpeligro su propia congruencia, de la que en ltima instancia dependepara existir. En cambio, las fusiones sociales que parten del conceptodurkheimniano de solidaridad mecnica son todo lo contrario. Lo queune a las personas y las convierten en poderosamente solidarias noes que piensen lo mismo, sino que experimentan y se transmiten lomismo. Tanto en un caso como en otro, los individuos que se percibena s mismos como formando una unidad sienten las mismas cosas,

    pero en el caso de la comunidad tnniesiana en el sentido de quetienen lo mismos sentimientos, mientras que el modelo inspirado enDurkheim lo que comparten son unos mismos sensaciones. En estesegundo caso, lo que vincula es una vivencia que todos comparten,sin que ello presuponga que tengan porqu asumir una, sumndose aese lo mismo de manera siempre diferente. Ser misma visin delmundo. Es ms, a esa vivencia cada cual se puede incorporar a sumanera, sumarse a ese lo mismo que se ha generado y que generade manera siempre diferente.

    Ser siempre en la geneologa terica de Durkheim un autorcomo Maurice Halbwachs, quien, en su clsico trabajo sobre la

    memoria colectiva,5 sabr distinguir lo comn de lo colectivo,justamente para separar una memoria comn, que es idntica entodos los miembros de la sociedad, de una memoria colectiva, de laque tambin participan todos, slo que no subsumiendo, sinoarticulando la aportacin de cada miembro de la sociedad, que esdistinta y asume de manera no menos distinta los recuerdos quecomparte con los dems. Esa diferencia es importante, porquepermite distinguir dos conceptos que con frecuencia se concibencomo sinnimos sin serlo. Lo comn, puede ser lo de todos, loaccesible a todos, pero con frecuencia significa aquello con lo que

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    Maurice Halbwachs, La memoria colectiva, Publicaciones de la Universidad deZaragoza, Zaragoza, 2004, y Los marcos de la memoria colectiva, Anthropos,Barcelona, 2003.

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    todos comulgan hasta convertirlos no slo en un nico cuerpo, sino yeso es especialmente estratgico en una sola alma. Esa idea de locomn hace que la comunidad que de ella se deriva se presentecomo unidad social severamente jerarquizada, que encierra a suscomponentes en un orden cosmovisional y organizativo del que ni

    deben ni sabran escapar.Lo colectivo, por contra, se asocia con la idea de reunin de

    individuos que toman consciencia de lo conveniente de sucopresencia y la asumen como medio para obtener un fin, que puedeser el de simplemente sobrevivir. Como se viene repitiendo, lacomunidad se funda en la comunin; la colectividad, en cambio, seorganiza a partir de la comunicacin. En apariencia, la comunidad y lacolectividad implican una parecida reduccin a la unidad. Ladiferencia, con todo, es importante y consiste en que si la comunidadexige coherencia, lo que necesita y produce toda colectividad escohesin. La colectividad puede asumir diferentes manera deorganizarse, pero no lo hace siempre y por fuerza invocandoprincipios trascendentes, ni amparndose en la tradicin, en lahistoria, ni en la voluntad de los dioses o de los ancestros. Lacomunidad es, se ha dicho, un alma; en cambio la colectividad notiene alma, puesto que, de nuevo como sugera Durkheim, es unmero resorte, un mecanismo, un aparato de producir sociedad, peroque no tiene porqu acabar produciendo ninguna forma socialcristalizada y puede conformarse, con las expresiones que Durkheimrecoga de la efervescencia colectiva, agitarse por agitarse, sinfinalidad, por el mero placer de existir y contemplarse existiendo.

    Acaso no debera interpretarse como casual que sea elpensamiento moderno el que haya puesto en circulacin y hayadeseado como posible realizacin un concepto como el de espaciopblico que tan bien se adecua a ese concepto de lo colectivo, comolo que surge cuando seres humanos se renen para hacer entre ellossociedad en funcin de sus intereses comunes, entre los cuales nohay ninguno que supere en importancia e intensidad al de convivir.Como espacio terico, el espacio pblico es uno de los pilares delproyecto cultural de la modernidad. Como espacio concreto el espaciopblico se parece cuanto menos en teora a cualquier cosa menos aun territorio, en el sentido de que no es un marco con lmites y

    defendible, que alguien puede arrogar como propio y cuyo acceso espor definicin restringido, dado que en l se reserva el derecho deadmisin. Al contrario, ese espacio pblico no es otra cosa que laposibilidad de reunir en una produccin interminable e interminada delo social, lo social manos a la obra, por as decirlo, en un dominio enque cualquier dominacin sera inconcebible. Todos los reunidosparticipan de lo colectivo de una manera diferente, percibiendo lomismo y actuando de un modo concertado, pero sin modificar nimenos renunciar a su identidad. All todo lo ordena una manoinvisible, esto es nadie.6 Para Arendt, la realidad de la esfera pblica

    6 H. ARENDT, La esfera pblica y la privada, en La condicin humana, Paids,Barcelona, 1989 [original 1958], p. 46.

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    radica en la simultnea presencia de innumerables perspectivas yaspectos en los que se presenta un mundo en comn y para el que nocabe inventar medida o denominador comn.7 Ello lleva consigo que,aunque pueda parecer una contradiccin, la posibilidad misma de unmundo comn en el sentido de compartido no puede asentarse en

    la naturaleza comn de los seres humanos que lo conforman, sinopor el hecho de que, a pesar de las diferencias de posicin y laresultante variedad de perspectivas, todos estn interesados en elmismo objeto.8

    En ese sentido, el espacio pblico moderno, por lo menos encuanto proyecto, es un espacio del y para intercambio comunicacionalgeneralizado, en que se produce y producido por una colectividad sinmorfologa estable, cuyos miembros acuerdan concertar sus accionesa partir de acuerdos mnimos pero suficientes. El resultado deberaser una suerte de mquina de convivir, que no aspira a sercongruente puesto que dar por supuesto que los individuos ysegmentos que la componen son o pueden ser muy distintos entre s,y hasta incompatibles. Ese espacio colectivo por excelencia norechaza lo extrao, puesto que en l slo se puede participar comoconsecuencia de un proceso masivo de desafiliacin. En efecto, paraparticipar en ese consenso sin contenidos trascendentes, el requisitono es ser, como entidad inmanente, ni estar como localizacin, sinosuceder, en un marco puramente acontecimiental, sin estabilidad, enque el acontecimiento es norma y la estructura excepcin. Tenemosentonces que la colectividad constituira una modalidad decooperacin basada en el consenso y el intercambio comunicacional,

    que podra dotarse de diferentes grados y formas de organicidad,pero que podra prescindir de ella en ciertos momentos en quedemostrara su capacidad para la autogestin, momentos sin duda enque el grupo alcanzara sus mximos niveles de creatividad. Talespostulados se asociaran conceptualmente con aquella comunidadpragmtica que han teorizado autores como Apel o Habermas, porejemplo, al referirse a una moral compartida simblicamenteexpresada, capaz de ser fuente de valoraciones ticas y de engendrarsentimientos de pertenencia entre desconocidos que decidencolaborar entre si.

    Ahora bien. Se ha intentado mostrar como la nocin de

    Gemeinschaftes consecuente con la nostalgia por la comunidadperdida y est en la base de buen nmero de planteamientosexcluyentes que se derivan de sus proyectos de revitalizacin. Es, portanto, una forma de idealismo, en el sentido marxista de la palabra,es decir en el de una fantasmagorizacin de las relaciones sociales,en la que una ilusin se impone a los hechos y les obliga a adoptardeterminados significados que se suponen trascendentes. Ahora bien,no se puede negar que las ideas de solidaridad debidas a la tradicindurkheimniana, especialmente cuando asumen pretensiones deespontaneidad e inorganicidad, no estn menos exentas de idntica

    7Op. cit., p. 67-68.8Op. cit. pp. 66-67.

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    naturaleza idealista, en este caso deudoras no del romanticismo, perosi de la gran tradicin del republicanismo ilustrado, con su alucinacinde una sociedad de seres libres e iguales que acuerdan racionalmentesus formas de estar juntos y generar sociedad. En este caso, laasociacin entre solidaridad mecnica y copresencia autoregulada en

    la esfera pblica es igualmente idealista.La idea de espacio pblico, tal y como se aplica en la

    actualidad, quiere decir esfera de coexistencia pacfica y armoniosade lo heterogneo de la sociedad, marco en que se supone que seconforma y se confirma la posibilidad de estar juntos sin que, comoescribiera Hannah Arendt, caigamos unos sobre otros.9 Ese espaciopblico se puede esgrimir como la evidencia de que lo que nospermite hacer sociedad es que nos ponemos de acuerdo en unconjunto de postulados programticos en el seno de las cuales lasdiferencias se ven superadas, sin quedar olvidadas ni negadas deltodo, sino definidas aparte, en ese otro escenario al que llamamosprivado. Ese espacio pblico se identifica, por tanto, como mbito dey para el libre acuerdo entre seres autnomos y emancipados queviven en tanto se encuadran en l, una experiencia masiva dedesafiliacin.

    La esfera pblica es, entonces, en el lenguaje poltico, unconstructo en el que cada ser humano se ve reconocido como tal enrelacin y como la relacin con otros, con los que se vincula a partirde pactos reflexivos permanentemente reactualizados. Ese espacio esla base institucional misma sobre la que se asienta la posibilidad deuna racionalizacin democrtica de la poltica. Por supuesto que es

    indispensable aqu atender la conocida genealoga que JrgenHabermas,10 que sealaba esa idea de espacio pblico comoderivacin de la publicidad ilustrada, ideal filosfico originado enKant del que emana el ms amplio de los principios de consensodemocrtico, nico principio que permite garantizar una cierta unidadde lo poltico y de lo moral, es decir la racionalizacin moral de lapoltica. Todo ello de acuerdo con el ideal de una sociedad cultaformada por personas privadas iguales y libres que, siguiendo elmodelo del burgus librepensador, establecen entre si un conciertoracional, en el sentido de que hacen un uso pblico de su raciocinioen orden a un control pragmtico de la verdad. De ah la vocacin

    normativa que el concepto de espacio pblico viene a explicitar comototalidad moral, conformado y determinado por ese deber ser entorno al cual se articulan todo tipo de prcticas sociales y polticas,que exigen de ese marco que se convierta en lo que se supone quees.

    Ese fuerte sentido eidtico, que remite a fuertes significacionesy compromisos morales que deben verse cumplidos, es el que lanocin de espacio pblico se haya constituido en uno de losingredientes conceptuales bsicos de la ideologa ciudadanista, ese

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    Ibidem, p. 62.10 Jrgen Habermas, Historia y crtica de la opinin pblica. La transformacinestructural de la vida pblica. Gustavo Gili, Barcelona, 1981 [1962].

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    que simplemente una calle o una plaza. Son o deben serel proscenioen que esa ideologa ciudadanista se pretende ver a s mismareificiada, el lugar en el que el Estado logra desmentirmomentneamente la naturaleza asimtrica de las relaciones socialesque administra y a las que sirve y escenifica el sueo imposible de un

    consenso equitativo en el que puede llevar a cabo su funcinintegradora y de mediacin.

    En realidad, ese espacio pblico es el mbito de lo que Lukcshubiera denominado cosificacin, puesto que se le confiere laresponsabilidad de convertirse como sea en lo que se presupone quees y que en realidad slo es un debera ser. El espacio pblico es unade aquellas nociones que exige ver cumplida la realidad que evoca yque en cierto modo tambin invoca, una ficcin nominal concebidapara inducir a pensar y a actuar de cierta manera y que urge verseinstituida como realidad objetiva. Un cierto aspecto de la ideologadominante en este caso el desvanecimiento de las desigualdades ysu disolucin en valores universales de orden superior adquiere, depronto y por emplear la imagen que el propio Lukcs propona, unaobjetividad fantasmal.12 Se consigue, por esa va y en ese marco,que el orden econmico en torno al cual gira la sociedad quedesoslayado o elidido.

    El objetivo es, pues, llevar a cabo una autnticatransubstanciacin, en el sentido casi litrgico-teolgico de lapalabra, a la manera como se emplea el trmino para aludir a lasagrada hipstasis eucarstica. Una serie de operaciones rituales y unconjunto de ensalmos y una entidad puramente metafsica se

    convierte en cosa sensible, que est ah, que se puede tocar con lasmanos y ver con los ojos, que, en este caso, puede ser recorrida yatravesada. Un espacio terico se ha convertido por arte de magia enespacio sensible. Lo que antes era una calle es ahora escenariopotencialmente inagotable para la comunicacin y el intercambio,mbito accesible a todos en que se producen constantesnegociaciones entre copresentes que juegan con los diferentes gradosde la aproximacin y el distanciamiento, pero siempre sobre la basede la libertad formal y la igualdad de derechos, todo ello en unaesfera de la que todos pueden apropiarse, pero que no puedenreclamar como propiedad; marco fsico de lo poltico como campo de

    encuentro transpersonal y regin sometida a leyes que deberan sergaranta para la equidad. En otras palabras: lugar para le mediacinentre sociedad y Estado lo que equivale a decir entre sociabilidad yciudanana, organizado para que en l puedan cobrar vida losprincipios democrticos que hacen posible el libre flujo de iniciativas,juicios e ideas.

    En la calle, devenida ahora espacio pblico, la figura hastaaquel momento entelquica del ciudadano, en que se resumen losprincipios de igualdad y universalidad democrticas, se materializa,en este caso bajo el aspecto de usuario. Es en l quien practica enconcreto los derechos en que se hace o debera hacerse posible el

    12 Georg Lukcs, Historia y consciencia de clase. Orbis, Barcelona, 1985 [1923], p. 8.

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    equilibrio entre un orden social desigual e injusto y un orden polticoque se supone equitativo. El usuario se constituye as en depositario yejecutor de derechos que se arraigan en la concepcin misma decivilidad democrtica, en la medida en que es en l quien recibe losbeneficios de un mnimo de simetra ante los avatares de la vida y la

    garanta de acceso a las prestaciones sociales y culturales quenecesita. Ese individuo es viandante, automovilista, pasajero...,personaje que reclama el anonimato y la reserva como derechos y alque no le corresponde otra identidad que la de masa corprea conrostro humano, individuo soberano a la que se le supone y reconocecompetencia para actuar y comunicarse racionalmente y que estsujeto a leyes iguales para todos.

    Con ello, cada transente es como abducido imaginariamente auna especie de no-lugar o nirvana en el que las diferencias de statuso de clase han quedado atrs. Ese espacio lmbico, al que se le hacejugar un papel estructurante del orden poltico en vigor,paradjicamente viene a suponer algo parecido a una anulacin onihilizacin de la estructura, en la que lo que se presume que lo quecuenta no es quin o qu es cada cual, sino qu hace y qu le sucede.Tal aparente contradiccin no lo es tal si se entiende que ese limboescenifica una por lo dems puramente ilusoria situacin de a-estructuracin, una especie de communitas en la que una sociedadseveramente jerarquizada y estratificada vive la experiencia de unaimaginaria ecumene fraternal en la que el presupuesto igualitario delos sistemas democrticos del que todos han odo hablar, pero nadieha visto en realidad recibe la oportunidad de existir como realidad

    palpable. En eso consiste el efecto ptico democrtico por excelencia:el de un mbito en el que las desigualdades se proclaman abolidas,aunque todo el mundo sepa que no es ni puede ser as.

    Ni que decir tiene que la experiencia real de lo que ocurre ahafuera, en eso que se da en llamar espacio pblico, procurainnumerables evidencias de que no es as. Los lugares de encuentrono siempre ven soslayado el lugar que cada concurrente ocupa en unorganigrama social que distribuye e institucionaliza desigualdades declase, de edad, de gnero, de etnia, de raza. A determinadaspersonas en teora beneficiarios del estatuto de plena ciudadana seles despoja o se les regatea en pblico la igualdad, como

    consecuencia de todo tipo de estigmas y negativizaciones. Otros losno-nacionales y por tanto no-ciudadanos, millones de inmigrantesson directamente abocados a la ilegalidad y obligados a ocultarse. Loque se tena por un orden social pblico basado en la adecuacinentre comportamientos operativos pertinentes, un ordentransaccional e interaccional basado en la comunicacingeneralizada, se ve una y otra vez desenmascarado como una arenade y para el marcaje de ciertos individuos, cuya identidad real oatribuida les coloca en un estado de excepcin del que el espaciopblico no les libera en absoluto. Antes al contrario, en no pocoscasos. Es ante esa verdad que el discurso ciudadanista y del espaciopblico invita a cerrar los ojos.

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