LO CONSABIDO: MOSTRACION DE LA EXPERIENCIA

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LO CONSABIDO: MOSTRACION DE LA EXPERIENCIA En un sugerente estudio, publicado hace ya varios años, mi amigo y colega Guillermo Ataya legitimó la existencia de la función mostrativa del lenguaje, a partir de un lúcido análisis de la Teoría del lenguaje de Karl Bühler (1)_ La importancia de este aporte teórico no sólo ha de verse en relación con una comprensión más adecuada de lo que es el lenguaje, sino también con una más estricta descripción de las lenguas históricas, toda vez que hace posible -como sustento metodológico- el estudio riguroso y pleno de un sistema lingüístico (2)_ Inten- taré demostrar brevemente en este trabajo cómo se encarna el principio postulado en la morfología de la gramática española, sin perjuicio de que la validez de su aplicación pueda verse igualmente comprobada en los estudios Iexicogenésico, semántico y síntácti- co de la lengua española. Para establecer desde el comienzo de esta exposición las diferencias identi- ficadoras, es conveniente partir de un exa- * Creada originalmente para ser presentada como ponencia en el III Congreso de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALF AL), fue leída, poste- riormente, en el 1 Simposio de Lingüística y Filología celebrado en Valparaíso (Chile), en noviembre de 1971. Gastón Gainza * men del género gramatical en cuanto caracte- rística de clase de los nombres en las lenguas que lo sutilizan como rasgo distintivo formal (3). Su valor originario está vinculado a un criterio taxonómico de los objetos de la realidad y sus correspondientes clases, aprehendido intersubjetivamente para los fi- nes de la comunicación. Con la evolución del pensamiento hu- mano, tal principio clasificador, ha experi- mentado una notable reducción semántica. Es por eso que en español podemos captar sólo un muñón de su antigua efectividad en la diferenciación de sexos que se manifiesta genéricamente a través de algunos sustan- tivos que representan clases de objetos se- xuados. Su misma debilidad y precariedad está demostrada por la existencia de los sustantivo s llamados epicenos y comunes los que, aun cuando representan clases de ob- jetos caracterizados por dicha particularidad biológica, no denotan la distinción a través de su marca formal. Pero, por otra parte, su virtualidad y latencia hacen posible que, mediante un proceso de animización, la distinción opere en sustantivo s que represen- tan clases de objetos no sexuados. En rela- ción con esto habría que examinar, también, los recursos lexicogenésicos y sintácticos que concurren, en multitud de casos, a marcar la diferencia o a establecer lúdicamente una 75

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En un sugerente estudio, publicadohace ya varios años, mi amigo y colegaGuillermo Ataya legitimó la existencia de lafunción mostrativa del lenguaje, a partir deun lúcido análisis de la Teoría del lenguajede Karl Bühler (1)_ La importancia de esteaporte teórico no sólo ha de verse enrelación con una comprensión más adecuadade lo que es el lenguaje, sino también conuna más estricta descripción de las lenguashistóricas, toda vez que hace posible -comosustento metodológico- el estudio rigurosoy pleno de un sistema lingüístico (2)_ Inten-taré demostrar brevemente en este trabajocómo se encarna el principio postulado en lamorfología de la gramática española, sinperjuicio de que la validez de su aplicaciónpueda verse igualmente comprobada en losestudios Iexicogenésico, semántico y síntácti-co de la lengua española.

Para establecer desde el comienzo deesta exposición las diferencias identi-ficadoras, es conveniente partir de un exa-

* Creada originalmente para ser presentadacomo ponencia en el III Congreso de laAsociación de Lingüística y Filología deAmérica Latina (ALF AL), fue leída, poste-riormente, en el 1 Simposio de Lingüística yFilología celebrado en Valparaíso (Chile),en noviembre de 1971.

Gastón Gainza *

men del género gramatical en cuanto caracte-rística de clase de los nombres en las lenguasque lo sutilizan como rasgo distintivo formal(3). Su valor originario está vinculado a uncriterio taxonómico de los objetos de larealidad y sus correspondientes clases,aprehendido intersubjetivamente para los fi-nes de la comunicación.

Con la evolución del pensamiento hu-mano, tal principio clasificador, ha experi-mentado una notable reducción semántica.Es por eso que en español podemos captarsólo un muñón de su antigua efectividad enla diferenciación de sexos que se manifiestagenéricamente a través de algunos sustan-tivos que representan clases de objetos se-xuados. Su misma debilidad y precariedadestá demostrada por la existencia de lossustantivo s llamados epicenos y comunes losque, aun cuando representan clases de ob-jetos caracterizados por dicha particularidadbiológica, no denotan la distinción a travésde su marca formal. Pero, por otra parte, suvirtualidad y latencia hacen posible que,mediante un proceso de animización, ladistinción opere en sustantivo s que represen-tan clases de objetos no sexuados. En rela-ción con esto habría que examinar, también,los recursos lexicogenésicos y sintácticos queconcurren, en multitud de casos, a marcar ladiferencia o a establecer lúdicamente una

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distinción aparente.Por lo expuesto hasta aquí puede

estimarse que el valor nocional originario delgénero se hallaba esfuminado ya en la lengualatina y no puede constituir, por tanto, unrasgo sémico identificador de los sustantivosen español. En esta lengua, su papel hadevenido en expresión de las relacionessintácticas de concordancia que el sustantivoimpone sobre otras clases de palabras en elsintagma. Lo que importa para los fmes demi trabajo es destacar que el valor essecundario, aunque sea el único legíti-mamente aprehensible en la descripción delespañol (4). Dicho lo mismo de otra manera:que al género gramatical sea en español lamarca de la concordancia con el sustantivo,sólo es posible por su carácter originario dediferenciador semántico en la representaciónde clases de objetos. De aquí se infieren,necesariamente, dos cosas: de una parte, queel género está adscrito a la magnitud morfo-lógica llamada sustantivo; de otra, -y eníntima conexión con la anterior-, que sufunción es representativa (5).

Llama la atención, a diferencia de loque se ha dicho sobre el género, que en elvasto campo léxico de los signos mostrativosno exista un rasgo formal distintivo que

denote su función deíctica. La razón essimple: tal carácter semántico se aprehendesin dificultad en la impleción significativa delos mostrativos. Por eso, dichos signos seorganizan, en cambio, en paradigmas léxicosconstituidos en base de las diferentes intui-ciones deícticas que configuran la comuni-cación lingüística.

Estoy hablando de la existencia deórdenes mostrativos diversos. Procuraré de-mostrar esto en lo que sigue, pero antes deboatender a una cuestión de principios insosla-yable.

Si se examinan los paradigmas de lossignos mostrativos del español. podráapreciarse que en algunos de ellos(el"'la"'lo"'los"'las; est e-re ua-:esto"'estos"'estas;mío"mía"'Mi"míoS"mías"mis, etc.}, existela variación genérico-numérica; en otros,sólo la numérica (quienr-quienes; talr-tales;le"'les, etc.) y en otros, ninguna(donde--aqui"'ahí"'allí'"

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cuandor-uhora=entonces, etc). No tieneimportancia para los fines que persigo elentregar sólo algunos paradigmas, y de éstosno todas las variantes en uso.

Los mostrativos capaces de alternanciaformal de género y/o número, la evidencianen virtud de su relación deíctica situacionalcon el sustantivo que representa la clase aque pertenece el objeto mostrado. En elentorno, la deixis no apunta directamente alobjeto; su significación indica la designaciónlingüística nominativa o representativa queaprehende conceptualmente la clase a quepertenece el objeto, y que alienta de modovirtual en el proceso de comunicación. Por lodemás, esta particularidad de la funciónmostrativa la integra defmitivamente comodimensión semántica del lenguaje (6).

En el contexto la relación es absolu-tamente diáfana. Ya sea por la dependenciadirecta de un sustantivo que les impone suconcordancia (esta CASA tuya, algunos LI-BROS míos) o por la anáfora (aquéllas cuyovuelo refrenaban/ tu hermosura y mi dicha alcontemplar. BECQUER, Rimas, LIII), lavariación formal viene impuesta o por laconcordancia o por la mención precedente osubsecuente de un sustantivo.

Aún es conveniente establecer otraprecisión: por lo menos, como una ojeadarápida, toda vez que su examen en profun-didad será objeto de otro estudio. Se trata dela función a que pertenecen los morfemas dela magnitud morfológica verbo; por lo pron-to, es inevitable señalar que la persona y eltiempo constituyen semas deícticos.

Pues bien, pennítaseme decir por aho-ra sólo que el verbo no es una clase de signosde la función mostrativa -como lo sonclaramente, en cambio, los llamados pro-nombres y adverbios-, y que la existencia desemas deícticos en su estructura está alservicio de la autonomía sin táctica en unalengua como la española (7).

Ahora puedo volver a mi objeto funda-mental: distinguir órdenes diversos en lamostración. Como quiera que la funciónmostrativa se aprehende en la situacióncomunicativa concreta, es metodológica-mente imprescindible recurrir a ella paradistinguir la especificidad funcional de susignificación.

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Los factores que el signo pone enrelación en toda situación comunicativa con-creta son tres:

1) Un hablante locutor o emisor,que puede mostrarse a sí mismo solo (yo) ointegrando un conjunto (nos-otros). (Laexistencia de un locutor múltiple -el corode la tragedia, por ejemplo- es teóricamentedesechable en el habla normal. La comuni-cación a través de un enunciado lingüísticoune dos subjetividades; esto significa quequien habla articula su mensaje desde unsistema psicofísico individual, único e in-intransferible.Por lomismo, la decodificacióndel mensaje -aunque haya sido captado pordiversosreceptores- es privativa también decada sistema psicofísico. Esta es la improntamásrelevante del lenguaje) (8).

2) Un hablante auditor o recep-tor, que puede mostrarse como uno(tú r-usted] o como un conjunto{vosotrorrustedes]; en español, esta mostra-ción permite -en ciertas áreas y en detenni-nadasniveles- distinguir, además, el gradode familiaridad que existe entre el auditor yel locutor. (En Chile, la oposición tú/usted,en el singular; asimismo el "vasco": uso devos como apelativo singular).

3) Una circunstancia vital que su-pone, de un lado -e independientemente delaspersonas mencionadas-, la situación tém-poro-espacial del acto de la palabra, y deotro -y en íntima vinculación con quienhabla-, la situación histórico-cultural evi-denciada en el punto de vista o experienciaen que el locutor funda la comunicación. Eltiempo y el espacio son ajenos a los interlo-cutores; éstos deben asumirlos intuitiva-mente a I partir de un ahora y de un aquicorrespondientes a la dimensión témpo-ro-espacial del yo que habla. La experien-cia,en cambio, es subjetiva y tiene su arraigoen la persona histórica del locutor, quien laorienta, intuitivamente también, desde unasi. La distinción entre la deixis témpo-ro-espacial y la indicación de experiencia es,por tanto, cualitativa. Esto se compruebacuando se constata que en la indicaciónespacialcabe distinguir entre el lugar del yo[aqui}, del tú (ahz) e, incluso, de la tercerapersona [alli}; en la mostración de tiempo seda, también, la posibilidad de oposiciónentre ahora y entonces, en la que este último

signo denota un desplazamiento tanto haciael pasado como hacia el futuro en la intui-ción temporal. En cambio, asi -que es elmostrativo de la experiencia- no tiene apó-sito: quien habla sólo conoce su experienciapropia; la de su interlocutor, a lo más, puedeser supuesta. Por otra parte, la experiencia essiempre un resultado acumulativo.

La distinción del espacio en relacióncon las personas de la situación comunicativaconcreta parte de un hecho incuestionable:el lugar que la persona que habla ocupa en elespacio es incompartible con el que ocupa elauditor, y el de ambos -obviamente-, conel de quien no está en la situación misma. Eltiempo, en cambio, es una dimensión de larealidad que locutor y auditor compartennormalmente, i.e., no hay un ahora para elyo y otro para el tú. Esto pareciera aproxi-mar la deixis temporal a la indicación deexperiencia -lo que, por otra parte, puedeser estimado como natural, en la medida enque la experiencia es historia e historia estiempo vivido-: sin embargo, no convienemetodológicamente identificar ambas dimen-siones intuitivas, toda vez que la experiencia(resultante del proceso dialéctico vivido portodo individuo entre su ontogénesis y lafilogénesis de su medio (9); por eso laexperiencia es vividuray, es tan intransferibley subjetiva como el proceso mismo deorganización del enunciado lingüístico en ellocutor y el análisis para su intelección en elauditor, a que me referí más arriba. Latemporalidad se revela, por el contrario,como objetiva y mensurable en común.

En resumen: el espacio es una objeti-vidad no compartible: el tiempo es unaobjetividad compartible, y la experiencia esuna subjetividad que, sólo mediante unproceso especial, puede ser objetivada por ellocutor en el enunciado de su comunicaciónlingüística.

Ahora bien, como la experiencia essubjetiva el hablante puede someterla a unjuego intuitivo que consiste en atribuirla alauditor. En ese momento, se convierte en loconsabido de la comunicación: a partir deella se orienta el punto de vista con que esemitido el enunciado lingüístico. Material-mente, este proceso se realiza como adecua-ción de lo que se dice al destinatario.(Piénsese, por ejemplo, en que el decir no es

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ni puede ser el mismo cuando el destinatarioes el conjunto de estudiantes del aula quecuando es un conjunto de amigos en lacafetería del campus; tal diferenciación sefunda en el punto de vista. A veces, tambiénlo físico del decir fuerza -en concomitanciacon la circunstancialidad y la calidad delauditor- la adopción de un determinadopunto de vista: el habla confidencial con unahija o con la amada supone una líneamelódica distinta de la que soporta unaintervención en el Instituto; en esa diferenciaradica un punto de vista que exige un léxicodeterminado y un ordenamiento sintácticoespecífico. Existe una cultura lingüística queconsiste, precisamente, en saber adecuar eluso del lenguaje al interlocutor en cadacircunstancia concreta. Esta cultura se mideen términos de eficacia social, y tiene muchoque ver con la influencia que la personapuede ejercer sobre su medio).

De lo dicho hasta aquí se desprendeque la reducción analítica practicada porBühler, en orden a establecer tres coorde-nadas de orientación básica del hablar (ego,hic, nunc) , si bien cumple una funciónesclarecedora muy importante, resulta insu-ficiente para el estudio exhaustivo de losmecanismos de formalización a que el ha-blante recurre para entrar en comunicaciónlingüística (10)_ Deja sin aclarar el rol quedesempeñan en la lengua los llamados adver-bios de modo y el morfema modal del verbo.

En la medida en que un hablante es unente histórico dotado de memoria, orienta suhabla -corno su actividad vital toda- apartir de un propósito fundado en su expe-riencia. A su vez, ésta se le aparece cornoposible y factible en otro ser corno él. Alentrar en comunicación, por tanto, evalúa laprobabilidad de experiencia compartida yestablece un ordenamiento intuitivo gradualque se manifiesta en la elección de normas.Pero, además, muestra su personal punto devista sobre lo que enuncia a través de laoposición modal del verbo y/o de los mostra-tivos de modo. Esto es posible porque loconsabido se halla inserto en el parasistemacorno dimensión semántica mostrativa de laprimera articulación (11).

Corno aplicaciones concretas de estadistinción en la descripción gramatical, melimitaré a enunciar dos de los temas en que

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su productividad permite una fecunda com-prensión de los fenómenos lingüísticos exa-minados.

En primer lugar, en el estudio de lamagnitud morfológica verbal, que puedeganar en sistematicidad gracias a la identi-ficación de una variedad deíctica modal. Elmodo en el verbo está al servicio de laoposición 'certeza/no certeza' de la signifi-cación total del sintagma; por este motivo,deben descartarse corno formas modales losllamados inadecuadamente "modos" infíni-tivo e imperativo. En cuanto a la distinciónentre indicativo y subjuntivo (y potencial enalgunas doctrinas, corno la de la Real Acade-mia), debe ser descrita de nuevo para deslin-dar, ante todo, la oposición estrictamentemodal (debe asistírldebiera-cdeberia asistir),de las exigencias tradicionalmente estudiadascorno "consecutío temporum' (me pidió queviniera, donde en el casillero de viniera nocabe ninguna de las formas caracterizadascorno 'indicativo', aunque la oposición se-mántica del modo no sea allí pertinente).Que la marca de la oposición sea el sema'certeza', se debe a que la mostración modalindica lo consabido, la experiencia en que elhablante funda el punto de vista de su decir.Por lo demás, esta misma característicasemántica mostrativa juega un papel impor-tante en la adjetivación atenuada medianteun como antepuesto (parecia COMO resuel-to: una noche COMO siniestra) que no porcasualidad entra en la zona de la ironía (I2).

En segundo lugar, y en íntima relacióncon el papel del adjetivo, puede contribuir aaclarar el rol que en el léxico desempeña elsufijo -mente que, con alguna razón, puedeser llamado morfema de modo. Es un hechoconocido que ya en latín el sustantivo mens,mentis fue utilizado para construir locucio-nes adverbiales (1~)_Tal uso se generalizó enlas lenguas romances (14)- La explicación deque pase a significar modalidad ha de verseen su etimología: la raíz * men 'pensar' _Lamostración de lo consabido es el resultadodel proceso dialéctico entre la representacióny la intuición; en ella se materializa lahistoricidad del hombre. La significaciónmodal es deudora de la vividura humanapuesta en juego cada vez que se habla: lamemoria y la intención coordinadas en elenunciado lingüístico de la comunicación

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(15). Es por eso que resulta tan atractivoiniciar desde el establecimiento de la funciónmostrativa de lo consabido un nuevo estudiodel papel que en la lengua desempeña eladjetivo, toda vez que adjetivar es denotarcualidades y éstas son "modalidades" atriobuidas a los objetos de las clases representadaspor los sustantivos. Baste mencionar que sonadjetivos los que, normalmente, se unen alsufijo -mente para formar los llamadosadverbios de modo cualitativos. (Que en elsufijo subsista el morfema de género -queexige que el adjetivo que entra en sintagmafijo con él adopte, si es del caso, la termina-ción, -a del femenino-, constituye unmotivo de análisis que procuraré realizar enotro trabajo).

En conclusión, a los factores constitu-tivos de la circunstancia vital en que siemprese da todo enunciado lingüístico (hic y nuncde Bühler), debe agregarse un sic que mues-tra la experiencia individual del hablantesobre la que intuye lo consabido predecible

1) K. BUHLER, Teoría del lenguaje. Madrid3a. ed., 1967, Rev. de Occidente, Selecta,18. Trad. por 1. Marías; pp.622. Y G.ARAYA, "Dimensiones semánticas del len-guaje", en Mapocho 11, No. 1 (1964),179-193.El término "10 consabido" 10 he tomado demi maestro Eleazar Huerta, quien, con susfinos y perspicaces análisis, me introdujo enel campo de la mostración lingüística.

2) Cf. G. ARAYA: "Es un problema de em-piria y relacionado con cada idioma concre-to o con familias de lenguas llegar a determi-naciones más detalladas acerca de cómo sedan en los tipos de palabras las funcionesdominantes", arto cit. p.186.

3) Vid. A. MEILLET, Linguistique historiqueet linguistique générale 2 tomes, París, 1948y 1951. Libr. Anc. Honoré Champion etlibro C. Clincksieck; Vol. 1, pp.199-210 y211-229, Y Vol. 11, pp.24 Y ss. 1.VENDRYES, El lenguaje. Introducción lin-güística a la historia. Barcelona, 2a. ed.,corro y aum., 1953. Edit. Cervantes. Trad.de M. de Montoliú y 1.M. Casas;pp.125-132. 1. MATTOSO CAMARA IR.,Principios de Lingüística General Rio deJaneiro, 3a. ed., rev. y aum., 1959. Livr.Acad.; pp.154-165. Cf., asimismo, G. ARA-

para una comunicación eficaz. Tal expe-riencia define al hombre que habla en unahistoricidad permanente, ineludible y especí-fica de la condición humana. Lo consabidoes la intención comunicativa inducida de esaexperiencia. En tal componente de la comu-nicación no sólo debe reconocerse la rele-vancia que implica saber si el interlocutormaneja el mismo código y si lo maneja deuna manera aproximada a la del que habla,sino también la que supone saber -o pronos-ticar- si comparte o no los puntos de vista operspectivas del discurso y, por lo mismo, suvividura materializada en las alusiones omodalidades del decir.

Por tanto, los órdenes de la mostraciónson cuatro: la persona, el modo, el tiempo yel espacio. Cada uno de ellos configura áreasléxicas propias. Además, los tres primerosmaterializan los morfemas verbales y hacenposible la capacidad de doble campo: con-ditio sine qua non de la autonomía sintác-tica.

NOTAS

YA, "Hombre y lenguaje", en Mapocho. 1,No.2 (1963), 68-71.

4) Aunque la Academia pone el énfasis en elvalor taxonómico del género- y la siguen enesto las gramáticas escolares=, A. Bello, encambio, 10 estudia como función sintáctica.Vid. R.A.E., Gramática de la lengua espa-ñola. Madrid, nueva ed., reformada, 1931.Espasa-Calpe; pp. 12-18, y A. BELLO Y R.CUERVO. Gramática de la lengua caste-llana. Buenos Aires, 7a. ed., 1964. Sopena;pp.37-39.

5) En otro estudio intento demostrar que larelación sintáctica entre sustantivo y verbo(en cuanto formantes oracionales sujeto yforzoso, respectivamente) debe entendersecomo de interdependencia, precisamenteporque no es el género la marca queparticipa en ella. Cf., además, G. GAINZA,"Notas a la Clasificación de las proposi-ciones de A. Bello", en Estudios Filolágicos,2 (1966),131-160.

6) G. ARAYA: "la mostración intrínseca sehace impletiva al conjugarse con una "cosa",un objeto espacial o temporal, percibido pornuestros ojos o por nuestros oídos", (Di-mensiones p. 187). Yo preferiría decir quela impleción se consigue en el momento en

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que la mostración se coordina con la repre-sentación de la clase a que pertenece elobjeto indicado. Por cierto, la perspectiva deAraya está centrada más bien sobre elcontorno de la acción verbal cuando for-mula la observación que he transcrito.

7) Es, funcionalmente, un híbrido. Cf. G.ARAYA, Dimensiones, p.186 y G. GAIN-ZA, arto cit. pp.134 Y ss.

8) Vid. E. BENVENISTE, Problémes de lin-guistique générale. Paris, 1966. Gallimard;pp.56-62 y 75-87.

9) Vid. A. SCHAFF, "Langage et réalité", enE. BENVENISTE, N. CHOMSKY et autres,Pro blé mes du langage , Paris, 1966.Gallimard; pp. 153-175. Dice Schaff: "Carce que l'homme percoit et la facondont ilpercoit, comme ce que l'homme connait etla facon donti il le connait, dépend du typed'expérience (accumulé au cours de laphylogénese et de l'ontogénese] dont ildispose", p.171. (El cursivo es nuestro).

10) Vid. K. BUHLER, op. cit.; pp. 137-141 y169-194. "Todo lo que es lingüísticame ntedeÍctico coincide en que no recibe en cadacaso su írnplecíón y precisión significativa enel campo simbólico, sino en el campomostrativo del lenguaje: y solo en él puederecibirlas (p.139). Al finalizar el No.20, enque examina las funciones del artículo, tratade "la deixis del 'así' como paralelo"(pp.462--464), pero no integra el eje quepropongo aquí dentro de las orientacionespermanentes de la situación comunicativa.

La teoría de las dos articulaciones del11)

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lenguaje: en A. MARTlNET, La lingüísticasincrónica. Estudios e investigaciones. Ma-drid, 1968. Gredos; pp.9-41. En cuanto alrol de lo consabido en la lengua, véase E.HUERT A, "La mostración y lo consabido.(Un alcance a S. Fernández)", en Lengua,literatura, folklore. Estudios dedicados a R.Oroz. Santiago, 1967. Fac. de Fil y Ed.Univ. de Chile; pp.227-231.

12) C!'r. G. GAINZA, " 'Es como mucho ... ' en elespañol coloquial de Chile", en EstudiosFilológicos, 4 (1968),60-72.

Vid. A. ERNOUT et A. MEILLET,Dictionnaire étymologique de la languelatine. Histoire des mots. París, 4e. éd., 2e.tirage augm. de corrections nouvelles, 1967.Klincksieck; p.397.

13)

14) Cf. W. MEYER-LUBKE, RomanishesEtymologisches worterbuch. Heidelberg, 3.vollstándig ncubearb. Aufl., 1935. CarlWinters Universitasbuschhandlung: "DasWort mente dient fast überall zur Bildungder Adverbien", p.451. Vid., asimismo, S.FERNANDEZ, "A propósito de los diminu-tivos españoles", en Strenae. Estudios defilología e historia dedicados al Prof GarcíaBlanco, Salamanca, 1966, Acta Salaman-ticensia, T. XVI, p.186.

15) CL A. ERNOUT et A. MEILLET: "Termetres général de la racine* men - "penser" etqui désigne, par opposition a corps, le"príncipe pensant, l'activité de la pensé e",l'esprit, l'intelligence, la "pensée" (sensabstrait et concret, e. g. Vg., As. 1,676 ...),par suite "1" intention", loc. cit. p. 396.