Lontananza - Edición digital nº. 6 DICIEMBRE 2020 LONTANANZA

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020 PÁGINA 1 LONTANANZA DICIEMBRE 2020 SEGUNDA ÉPOCA NÚMERO 6 FORMATO DIGITAL L

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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LONTANANZA DICIEMBRE 2020

SEGUNDA ÉPOCA NÚMERO 6 FORMATO DIGITAL

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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COORDINACIÓN Federico de la Vega,

José Luís Huertas

y José A. Sacristán

Queridos lectores:

EDITORIAL

Este 2020 ha sido y sigue siendo un año difícil, muy difícil. Esta pandemia nos ha cambiado

la vida hasta extremos que nunca creímos que fueran posibles y que parece salido de una

historia de terror.

Para los que editamos esta revista ha sido particularmente difícil, pues hemos sufrido una

pérdida irreparable y que nos ha marcado. José Carlos Encinas, nuestro Charly, nos ha

dejado. Su muerte no ha sido motivada por el covid, ha sido una muerte que nos ha pillado

a todos por sorpresa y que seguiremos lamentando por mucho tiempo. José Carlos ha sido

desde hace muchos años el “alma mater” de Lontananza, pues desde que lo dejo Miguel

Pascual, sobre el año 2009, estuvo luchando por su continuidad con un trabajo ímprobo y

que, desde que pasamos a formato digital se convirtió en insustituible. Todos los que le

conocimos le echaremos mucho en falta, y estará en nuestro recuerdo su bondad, sus ganas

de ayudar y su generosidad. Descansa en paz, Charly.

También durante esta pandemia hemos perdido familiares, amigos y algún compañero, pero

la vida sigue y debemos mirar hacia delante. Por Charly y por todos los seres queridos que

hemos perdido va este número de Lontananza.

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Editorial página 2

Información económica (resumen de ingresos y gastos 2019) páginas 4-5

Presupuesto 2020 página 6

La junta directiva informa página 7

COLABORACIONES

RELATOS

LA ESPIGADORA por Pablo Gómez de la Fuente páginas de 8 a13

ARTRÓPODOS por Tomás Virseda Sanz páginas 14 y 15

LA ENTREVISTA POR Tomás Virseda Sanz páginas de 16 a18

MI LIBRERÍA por Luis Encinas Regidor páginas 19 y 20

LA OTRA MIRADA por Francisco Valverde Gómez páginas de 21 y 22

HISTORIA BREVE DE UNA VASECTOMÍA por Federico de la Vega páginas 23 y 24

POESÍA

LOS DERECHOS por Pedro Rodríguez Villa página 25

PENSAMIENTOS por Pedro Rodríguez Villa página 26

LA VIDA por Pedro Rodríguez Villa página 27

HUMOR

Chistes cortos y humor gráfico páginas 28 y 29

Sumario

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LA JUNTA DIRECTIVA INFORMA:

Estimados compañeros, un cordial saludo para todos. Este año no es un año más, pues es un año que ha estado

marcado por la terrible pandemia que nos asola y que ha condicionado nuestras actividades y nuestras vidas a lo largo

del año 2020. Queremos aprovechar este espacio para trasladar nuestra solidaridad a todos los que habéis sufrido la

perdida de algún ser querido. Esperemos que pronto podamos recuperar la normalidad y el control de nuestras vidas.

A continuación, os detallamos todas las actividades que se han podido realizar en este curso 2019/2020, y que son las

siguientes:

CURSOS:

Se programaron cursos de inglés (5 cursos), Chi Kung e informática (2 cursos). Todas estas actividades empezaron a

complicarse a lo largo del primer trimestre de 2020, y el segundo trimestre, y ultimo de cada curso tuvieron que

suspenderse por las medidas de confinamiento que tuvimos que afrontar. Su desarrollo se repartió entre nuestra sede

social (inglés y Chi-Kung) y el Si@ de Cristo del mercado. Para el curso actual, temporalmente, se han aplazado hasta

que las circunstancias lo permitan los cursos de Chi-Kung e Informática.

TEATRO: Se programaron y realizaron viajes a Madrid para presenciar dos representaciones teatrales, que fueron

“Señora de Rojo sobre fondo gris” que tuvo lugar el 15/11/2019 y “La jaula de las locas”, al que acudimos el

23/01/2020.

VIAJES: Granada y Almería, que tuvo lugar el 25/10/2019. Las nuevas circunstancias obligaron a la anulación de los

viajes programados al Valle del Jerte y Las Hurdes.

OTRAS ACTIVIDADES:

A finales del año 2019 celebramos en La Venta Magullo la tradicional comida de Navidad de la Asociación, con la

participación de más de un centenar de socios, y a lo largo de la cual se homenajeo a los que habían cumplido 75 años.

También, entre finales y principio de año tuvo lugar el habitual reconocimiento médico para aquellos socios que así

lo solicitaron.

Desde el 15 de enero y hasta el 15 de febrero tuvo lugar la exposición de pintura que se celebró en el Si@ del Corpus

y en la que participaron nuestros socios aficionados a la pintura de cualquier técnica, como acuarela, acrílico y oleo.

Como es tradicional, también se participó en el sorteo de lotería de Navidad, tal y como venimos haciendo desde hace

años y en el que no perdemos la esperanza de que algún año nos sonría la suerte.

Desafortunadamente no se pudo hacer la Asamblea anual que tiene lugar en el mes de mayo, en la que informamos

del desarrollo del ejercicio, cuentas y renovación de cargos cuando corresponde, así como detallamos las actividades

del último curso. Tendremos que esperar para su celebración cuando las circunstancias actuales lo permitan, y que

deseamos fervientemente que sea pronto.

Cuidaros y vamos a esperar que podamos juntarnos en un plazo razonable. Un abrazo para todos.

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A MODO DE PROLOGO:

Dejemos volar nuestra imaginación a través del tiempo, hasta aquellos años en que aún no se conocía

la maquinaria agrícola, como las cosechadoras o los tractores. Viajemos hasta aquellos días cuando todo el

trabajo del campo recaía sobre los recios brazos de los labradores, criados o jornaleros, quienes por la rudeza

y el esfuerzo de las tareas regaban con su sudor los terrones de los labrantíos. Solo las yuntas de bueyes,

mulas, caballos o burros aliviaban la faena.

LA ESPIGADORA

Por Pablo Gómez de la Fuente

COLABORACIÓN

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Me llaman Tordo y tengo cuatro años. Soy de pequeña

estatura, solo alcanzo ciento quince centímetros en la cruceta de mis

hombros. Vivo, o mejor dicho duermo, en un establo compartiendo

estancia con otros tantos animales, tres vacas lecheras, dos terneras,

una yegua y un macho.

Los pollos y gallinas entran y salen por una gatera que hay a

propósito abierta en la puerta. Escarban y picotean, entre unos y

otros y se acuestan en el gallinero preparado con cuatro palos en uno

de los rincones de la cuadra. Un hermoso gallo castellano de plumaje

negro, tirando a rojizo en su pescuezo, es el que domina el cotarro de

las pitas y siempre termina prendiendo a las más papanatas. Por las

mañanas, desde lo alto de la tapia, es el encargado de despertar a

todo el mundo con su sonoro quiquiriquí.

Los cerdos duermen por las noches en las pocilgas después de

haber estado holgando y rebozándose en la charca todo el día.

Cuando al atardecer regresan las ovejas paridas y de ordeño,

cansadas y rechonchas de sus careos por los rastrojos, las encierran en la cija apartando, las unas con los

corderos y las otras las disponen para el ordeño. El resto de la piara suelen dejarlas en el redil, hecho con

teleras de madera, en alguna de las fincas del amo para que sea abonada con sus meaos y cagarrutas.

Un amplio corral distribuye las distintas dependencias de la granja, cuadras, cija, pocilga, pajar,

colgadizo, leñera, trastero…, y por último la casa de los amos. Es de una sola planta orientada al sudeste

para recibir mejor la luz del sol. En el soportal de madera, previo a la entrada, suele descansar un gato gandul

que lo único que hace es vigilar, relamiéndose los bigotes, la jaula en donde dos preciosos jilgueros animan

el ambiente con sus trinos.

No quiero pasar por alto el pozo y el abrevadero que hay en medio del patio, en donde solemos

saciar nuestra sed al regresar de las duras tareas. También refrescan la leche recién ordeñada, lavan la ropa

y llevan cubos y cantaros a la casa para su sustento y otras necesidades.

Y esto es más o menos en donde, como decía al principio, suelo dormir pues raras son las jornadas

de descanso, días que suelo aprovechar para degustar tranquilamente los desperdicios que caen de las

pesebreras de las vacas y que los amos me echan en mi comedero. Son tantas las tareas que no hay tiempo

para otra cosa que no sea trabajar. Si no es ir con las ovejas, es tirar de la pértiga de la noria, traer cargas de

leña, llevar la leche a la quesería, acudir con las hortalizas a los mercados… o llevar a los amos hasta el pueblo

para hacer las compras y recados.

No es de extrañar, por tanto, que un borrico, que ha vivido y sufrido en sus carnes estos tiempos y

oficios, sea el artífice de esta pequeña historia y nos relate, a su manera, las vivencias de uno de aquellos

días.

LA PRESENTACION:

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Entramos en la segunda semana del mes

son largos y el calor sofocante. Estamos en plena

siega. Hace unos días terminamos de recoger las

estamos a punto de acabar con la cebada. Luego

centeno, al trigo, seguiremos con la avena para

garbanzos allá para la Virgen de agosto.

Entre tanto, se pondrán las eras y

mieses para la trilla. La tarea que menos me

emparvar y tirar del trillo, un tablero de madera

guarnecido de lascas de sílice, de esos que hacen

aburre un montón. ¡Que pesadez!, todo son

vueltas sobre la parva aguantando un sol

parece acomodarse sobre el espinazo con todo su

acarrearemos las

gusta. Eso de

con el vientre

en Cantalejo, me

vueltas y más

aplastante, que

peso y me llena de

una importante galbana. El tamo de la paja se pega al sudor y se preparan buenos regueros de morroña que

se deslizan por mi pelo y gotean hasta el suelo. Podría ser más llevadero si te dejaran dar algún bocado a las

espigas, pero ni eso, te colocan un bozal para que no puedas probar ni una tan siquiera.

Agradezco a los vencejos que me entretengan pasando por encima a toda velocidad con sus alas en

forma de hoz y sus característicos chillidos. Van a la caza de los gorgojos que saltan al aventar las algarrobas.

Son curiosos estos pájaros tan oscuros, casi negros, que llegan a primeros de mayo, nos acompañan en el

verano y regresan a su procedencia en los primeros días de agosto. Hacen su vida en el aire, vuelan, comen,

beben, duermen, incluso copulan. No sé cómo se apañan, pero tiene que ser toda una odisea hacer el amor

planeando en el aire, aunque yo siempre digo que lo hacen usando las nubes como lecho para después

echarse una siestecilla. Solo paran para criar en alguna rendija de riscos o viejos edificios.

En estos días tan calurosos es un placer madrugar y salir hacia el tajo con las primeras luces del alba.

Esta mañana, tienen previsto acabar de segar la última de las tierras sembradas de cebada. Cuando

tienen todo preparado el amo y su hijo Pedro montan sobre Alba, la yegua. Llevan también las alforjas con

el almuerzo, las hoces, los dediles de cuero, las zoquetas de madera, los manguitos y la piedra de afilar.

María, la señora de la casa, carga sobre mis lomos las largas pajas de centeno, que previamente han tenido

durante toda la noche en remojo en el pilón junto al pozo. Las cubre con una manta mulera para que

conserven la humedad. Servirán para atar las mieses. Monta sobre mis lomos a asentadillas, esto es, con las

dos piernas hacia un lado, y nos ponemos en marcha.

La aurora se aprecia por el horizonte, pero aún está oscuro. La arena del camino clarea sobre el

sombrío de los pastos y nos facilita la marcha. Desde hace un buen rato escuchamos los melodiosos trinos

de los mirlos que parecen saludarnos y desearnos un buen día. También las golondrinas gorjean subidas en

lo alto de los tejados. Una suave brisa refresca nuestra piel, repleta de aromas a hierba seca, y otras a

romero, tomillo y cantueso. Los grillos parecen competir con sus “gri-gris” por todo el campo y que silencian

al oír cerca nuestras pisadas...

Al llegar a la finca nos estacan al lado de una cacera en donde aún se mantiene la hierba verde y

fresca que hará la delicia de nuestro paladar. Los amos, con la hoz en una mano y los dediles en la otra se

disponen para la siega. Cortan buenos puñados que van juntando en manojos. Detrás es María quién recoge

las gavillas hasta formar un buen haz que anuda fuerte con los hatillos de centeno.

de Julio. Los días

temporada de la

algarrobas y ahora

tocará el turno al

terminar con los

UN DIA CUALQUIERA DE VERANO:

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En el almuerzo les oigo decir que las cañas están demasiado

secas y se pierden algunas espigas.

Después del refrigerio el sol se deja notar y en los árboles

de la finca de al lado el arrullo de las palomas y los chirridos de las

chicharras nos tiene entretenidos.

El calor hace que nuestros olores a yegua y burro nos

delaten en el ambiente y un ejército de pesadas moscas nos ataca,

entre ellas algún tábano que tratamos de espantar con la cola. Si

no lo conseguimos nos acribilla a picotazos. A veces se suben a

nuestros lomos algunos pájaros que picotean entre el pelo en

busca de insectos. No sé si conseguirán cazar muchos, pero lo que

siempre consiguen es hacernos un montón de cosquillas.

Antes de que suenen las campanas de la iglesia con el ángelus del mediodía ya han terminado con la

siega y hacinan los haces para proteger el cereal y facilitar el próximo acarreo.

Camino de regreso paramos en la venta el berro, cercana al pueblo. Mis amos saben de los apuros

que atraviesa una humilde familia que allí se aloja y quieren informarles de la buena cantidad de espigas

que han dejado caídas con la siega. La casa es más bien pequeña y muy deteriorada. Cerca de la puerta de

entrada una acacia da sombra a dos pequeños desarrapados que juegan envueltos en polvo sobre la tierra.

Los vigila de cerca una jovencita con largas trenzas, no mucho mayor que ellos. Es la casa en donde vive

Pepino, uno de los zagales de mi amo, con sus padres y seis hermanos más pequeños. Julia, la madre, suele

ir por las tardes a espigar con dos de sus hijos, los que tienen 7 y 8 años y la informan al detalle. Viendo lo

avanzado de su preñez y dado que no me van a necesitar por la tarde, deciden dejarme prestado para que

les ayude en llevarlos hasta el lugar y después cargar y traer el costal con lo espigado.

Esta pobre gente es humilde y trabajadora como pocos. Buscan cualquier quehacer por pequeño que

sea su beneficio, siempre pensando en sumar y aportar para sacar adelante una familia tan numerosa como

la suya. En este caso se sacrifican en un durísimo trabajo, sobre todo para una mujer embarazada de más

de siete meses y dos pequeños que en cuanto pueden con el talego de guardar las mieses. Pero espiga a

espiga han conseguido ya varios sacos que destinaran al cebo de los gorrinos para la matanza y otro tanto

para los pollos y gallinas.

Mientras la siesta y antes de que se oigan los chirridos de los carros yendo a las eras ya estamos en

camino. Llevo a cuestas a los dos pequeños, una manta mulera, dos costales vacíos y unas pequeñas y raídas

alforjas en donde guardan el agua y la merienda. Hoy unos mendrugos de pan y una pizca de tocino que

repartirán para los tres. Julia va caminando agarrada a mi montura. Viste un atuendo suelto, que delata su

gran barriga, cubre su cabeza con un pañuelo bien atado y encima un sombrero de grandes alas para que

no le queme la solanera.

Cuando llegamos me estacan dentro de la tierra así que podré comer algunas espigas. Entre tanto

oigo hablar al más pequeño y decir: “pero madre como me traes aquí con esta calorina. ¿No ves lo tanto que

sudo que me dan hasta escalofríos?

La madre muy compasiva le responde: Mirad hijos, debéis entender que no disponemos de dinero

para comprar harina al molinero y necesitamos coger muchas espigas con las que cebar los gorrinos para la

matanza y dar de comer a los pollitos para que se hagan grandes y nos den buena carne y mejores huevos.

Luego serán nuestro sustento durante gran parte del año. Vosotros sois ya unos mozos y con vuestro esfuerzo

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ayudáis y mucho a la familia, sobre todo a vuestros hermanos más pequeños. Ya veréis como en poco tiempo

el sol irá cayendo por el horizonte y el aire será más fresco. Además, esta tarde hay nubes que seguro nos

dan buena sombra y suavizan la fuerza de los rayos del sol.

Se atan el talego a la cintura y a horcajadas

sobre el surco doblan el espinazo. Van recogiendo

una a una las espigas caídas hasta formar un buen

puñado que desmochan de las cañas y guardan

en el talego. Si agachados duelen los riñones ni que

decir cuando poco a poco el talego se va llenando y su

peso tira del espinazo hacía el suelo haciéndoles

buenas rozaduras en la cintura. Cuando lo llenan

lo llevan hasta la ropa y lo vuelcan en el costal.

Aprovechan para echar un trago de agua y ya están

otra vez encorvados en el tajo. Las piernas y las

manos las tienen repletas de arañazos por el

roce con los cañotes, y alguna que otra espina se va

clavando en sus tiernos dedos, pero no se quejan, ni se entretienen en lamentos y siguen adelante. A veces

Julia se echa las manos a la barriga, siente pesadez del hijo que lleva dentro y se coloca en cuclillas para

soportar mejor su peso, pero no por ello deja de coger espigas.

A media tarde han conseguido llenar uno de los costales hasta los topes y muy contentos y

satisfechos por el logro se sientan para la merienda.

Unos nubarrones amenazan tormenta. La temperatura es tan suave que quieren aprovechar y

enseguida están de nuevo en la tarea.

Julia mira al cielo, el nublado esta encima y no

le gusta nada el color tan oscuro de las nubes. Un

tremendo trueno aturde sus oídos y los hace mirarse

con espanto. Los siguen otros y otros más fuertes. Los

rayos se multiplican rasgando el cielo en todas

direcciones. Uno cae cerca y raja por la mitad una gran

encina de la que sale humo como si estuviera

ardiendo. Unas escasas gotas gordas y frías, pronto se

convierten en chaparrón. La mujer asustada llama a

los pequeños y con los haces de una de las cinas

improvisa una cabaña en donde los introduce con

urgencia. La lluvia se convierte ahora en un granizo

como garbanzos. Deprisa me echa la manta encima

para protegerme y me suelta. Los truenos son aterradores, los relámpagos una amenaza. Corre junto a sus

hijos soportando las pedradas del granizo que ahora son como nueces de grandes. Allí están acurrucados en

el improvisado resguardo. Es tan pequeño que la mujer solo puede guarecer su cuerpo dejando las piernas

a la intemperie. Se abrazan con fuerza y los trasmite tranquilidad a la espera de que el nublado pase pronto.

Poco puedo hacer, pero al ver la escena me aproximo todo lo que puedo a la familia colocándome

en medio para evitar que el granizo golpee las piernas de la señora.

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Apedrea con ganas. Son tantos los coscorrones del granizo que ya no sé qué parte de mi cuerpo me

duelen más. El suelo se cubre de blanco y el día de tanta oscuridad como si la noche se hubiera adelantado.

Los surcos se llenan de agua. Estoy acobardado, siento tanto miedo que agacho la cabeza. Oigo rezar a la

mujer y a los niños invocando a Santa Bárbara. Yo

no sé rezar, pero me uno a ellos con mis deseos y

sentimientos.

Por fin el granizo se convierte en lluvia

que poco a poco va perdiendo fuerza. Cuando

termina me doy cuenta de que estoy rilando de

frio y me duele todo el cuerpo de tantos

coscorrones.

Julia comprueba que los niños están bien

y examina sus propias piernas que tiene repletas

de moratones. Me mira y me da las gracias por

ponerme en medio para evitar las piedras,

cuando debo ser yo quién se lo agradezca pues

fue ella quién me cubrió con la manta para

protegerme.

Con mucho esfuerzo cargan sobre mi

espinazo el costal y medio de espigas e iniciamos

el camino de regreso con un gran palizón, pero

alegres y contentos de volver sanos y salvos.

A medio camino nos cruzamos con Pepín

y Pepino que vienen a nuestro encuentro. Todos

se funden en un fuerte abrazo y el suelo vuelve a

mojarse, ahora no por la lluvia sino por las lágrimas de amor de esta humilde familia.

“A mis padres, Juan Manuel y Pilar”

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COLABORACIÓN

ARTRÓPODOS por Tomás Virseda Sanz

"La faena ha sido de dos orejas y rabo", pregonó con sarcasmo aquel pendejo, achaparrado, pelón,

politicastro y charlatán, acercándose al grupo mientras libaba, voluptuoso, su bien cumplida copa de vino

tinto "reserva especial".

"¿Siii?", indagó uno de los contertulios.

"Como lo oyes, sendos volapiés, un poco atravesados, eso sí, pero de efecto inmediato", añadió,

perfilándose, en un alarde postinero.

"Pobres …qué fracaso".

"¿Fracaso?..¿pobres?, eres un sentimental", añadió, bravucón, mientras se recreaba elevando con

ostentación la copa para contemplar al trasluz su contenido.

Aquel nombramiento había sido muy controvertido; algunos ponderaban su preparación, otros censuraban

su semblante altivo y los más antiguos, recelosos y suspicaces, lo reprobaban por su juventud; estos, con un

punto de perfidia, auguraban: "vale más lo malo conocido…"

De complexión amazacotada, blondos su pelo y su tez, jactancioso y arrogante, mirada lasciva y sonrisa

cínica, exhibía su idiosincrasia con un lenguaje morigerado pero cargado de petulancia, modulado

armónicamente con inflexiones conmiserativas que no eran sino un subterfugio de su altivez y presuntuosidad.

Al frente del régimen organizativo heredado, obsoleto y despótico y una plantilla subyugada, pronto se

sintió invulnerable y todopoderoso propiciando conatos megalomaníacos que, trufados de fatuidad,

inevitablemente desembocaron en egolatría, constatando, así, los peores augurios que revelaban un síndrome

ignorado pero inquietante.

Y lo que parecía erudición no era sino afeite; su autoridad, caciquismo; su anhelo, la codicia y su ambición,

el poder.

Sus plúmbeas peroratas, saturadas de anacolutos, eran efectistas, casi teatrales y sus artificiosos preámbulos,

aderezados con un despotismo insultante, provocaban en sus constreñidos asistentes una atención sazonada

de apatía con aliño de miradas y guiños ahítos de tedio e ironía.

La "tarántula" (alias revelador) había erigido su baluarte en el risco más

estratégico, guarneciéndolo con un enfoscado de aislamiento e inaccesibilidad, en

cuyas breñas anidaban la mezquindad, el servilismo y la delación.

Detentaba, al fin, un gobierno despótico que aireaba sin mesura y de tal forma lo

obnubilaron sus delirios que su capacidad de discernimiento derivó en ofuscación y

tiranía.

Había fichado un espolique, experto columbrante, atezado y de pelo bruno, hombre de iglesia, aunque no

muy "católico", truchimán versado en anfibología y secuaz de Don Nicolás, autor de "El Príncipe", que era

su paradigma, cuya labor de zapa extirpaba cualquier sospecha de reivindicación o atisbo de rebeldía; urdió

su red cual "viuda negra" (alias muy aplaudido) con recelos, sospechas e incertidumbres tejiendo una trama

de intrigas y maquinaciones en cuya telaraña eran succionadas la solidaridad, la iniciativa y la propia

autoestima.

Y aquel candoroso joven, que había llegado con el único bagaje de sí mismo y un exiguo equipaje en su

vieja maleta de madera, mariposeaba sin rumbo orientándose en aquel nebuloso y anodino universo de

banalidades e insignificancias con la única brújula de su propio criterio hasta que comenzó a detectar a su

alrededor el susurro perverso de las suspicacias y los achares.

Dibujaba arabescos en su trayectoria sin apercibirse de la presencia de aquella tupida red de conspiradores

y proxenetas de la frustración. Con una finta de templanza, trataba de sortear un embate furioso de rencor

cuando, súbitamente, se sintió prendido blandamente en aquella urdimbre glutinosa de

susceptibilidades y reticencias; forcejeaba en vano por liberarse batiendo frenéticamente

las alas de su optimismo y espontaneidad pero, al fin, exhausto e inerme, se aquietó;

miraba en derredor y solo veía las carcasas resecas de los inmolados; aleteaba tratando de

recuperar su entereza cuando apareció ante él la araña mortífera, la "viuda negra",

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exhibiendo los quelíceros del poder tiránico de sus atribuciones y jactándose del veneno letal de sus efectos;

circundaba a su víctima escudriñando, entre admoniciones y apercibimientos, alguna carencia por donde

inocular con alevosía su ponzoña mortífera; forcejeaba el cautivo por romper el cerco con la osadía de su

franqueza y la constatación de su probidad con tal pertinacia y denuedo que su verdugo, sin conseguir

doblegarlo, hubo de optar por replegarse.

Pero fue un repliegue táctico mientras entretejía y reforzaba la trama de aquella urdimbre de insidias y

acechanzas.

Pronto los renovados métodos del actualizado dispositivo de asedio alcanzaron tal sofisticación y el

hostigamiento y acoso fueron tan implacables que el bloqueo agotó la resistencia de la víctima por consunción;

al fin, paralizada por el tósigo de su despotismo, la "viuda negra" envolvió a su víctima con una tela de

chantajes y coacciones y succionó su esencia hasta reducirla a una carcasa más....

Tarántula y Viuda Negra gozaban de sus prerrogativas sin que la ceguera que les producían sus privilegios

les permitiese percatarse de las amenazas que estaban incubando sus predadores. Y tales eran su altivez y

estulticia que su insolencia les llevó al desdén e, incluso, al desafío de aquellos en su propio territorio.

Y el choque fue letal

Acechaba con astucia la "mantis religiosa" que, impertérrita y mimetizada,

atisbaba las posiciones y movimientos de aquellas arácnidas insidiosas; éstas,

empecinadas y ahítas de soberbia, trataron de doblegarla obviando su

jurisdicción y agresividad, apoyándose en la urdimbre viscosa que habían

maquinado.

Su fracaso fue estrepitoso. La "mantis", ......con sendos movimientos

fulminantes de las bien armadas patas delanteras de su preeminencia y

supremacía, inmovilizó a sus víctimas y.…. las devoró inmisericorde.

.........registradas en el obituario de la estupidez aquellas muertes ignominiosas, migró la "mantis", cuyos

instintos ambicionaban nuevos territorios …y aquel común de supervivientes, amorfo, obsecuente, con su

capacidad de resiliencia atrofiada, inficionado de abulia, toleró, sumiso, un inédito y ávido predador cuyo

talante presagiaba una nueva etapa a todas luces perturbadora......

"Acércame esa cigala, chaval, que este "gran reserva" no merece menos",

añadió, dirigiéndose al camarero, aquel cristobita pretencioso henchido de

petulancia ....

...y ahora?, insistió en sus indagaciones el contertulio.

Ahora nada hombre, ...estos estoconazos son muy esclarecedores ... y

ejemplarizantes, los supervivientes y espectadores aprenden mucho. ...... "y

asimilan enseguida sus consecuencias", enfatizó; además "esto no lo

regalan"...añadió, mordaz, señalando con un guiño de complicidad la cigala con su amorcillado dedo índice....

Una mirada indefinible apareció en el rostro de aquel tertuliano que, con ira contenida , arguyó:

"desconozco si tus supervivientes y espectadores aprenderán o no de vuestros estoconazos, pero lo que sí

puedo asegurarte es que tus comentarios sarcásticos, por su vileza, me repugnan....y te digo más: tú, tan

taurino, ¿recuerdas al gentío vociferante de las plazas de toros cuando el torero entra en pánico? pues quizá

no debieras olvidar que, como a estos, también pueda seducirles la crueldad que surge ante el sufrimiento

ajeno.......no es decente ser cruel con nadie y menos aún con quien sufre o fracasa....Buenas noches"... y dando

media vuelta se marchó..

"Adiós hombre” …, respondió, perplejo, siguiéndolo con la mirada por encima de la montura de sus gafas

mientras chuperreteaba, baboso, el caparazón de su cigala.

…y de los mejores solo quedaron sus carcasas.

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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Buenos días, señora Resu.

Buenos días, respondió entre dientes mientras extendía el hule sobre la mesa del comedor en el que se

reproducía un mapa de España con las islas Baleares y abajo a la izquierda, en un recuadro, las Islas Canarias.

A la señora Resurrección, pues así se llamaba la patrona, le había recortado su nombre el pupilaje al

considerar, muchos, la extensión de la palabra y lo rasposo de su pronunciación; otros, los más, que así estaba

en consonancia con los menguados refrigerios que en aquella pensión se servían y algunos, pocos, porque no

podía aplicarse tal denominación a quien les estaba matando de hambre.

La señora Resu, ya entrada en años, era menuda, seca de carnes y de trato, nariz corva, como enganchada

al entrecejo, ojos tiernos, de mirada fría, casi siempre dirigida al suelo, como buscando algo; vestía de negro,

con medias y zapatillas del mismo color, se teñía el pelo, canoso y ralo utilizando una brocha con la que

embadurnada su cuero cabelludo de una pringue de color cobrizo y tenía un marido rechoncho, palabrero y

holgazán que cojeaba de su pierna izquierda.

¿Va a desayunar? preguntó mirándolo de reojo mientras alisaba el tapete con las palmas de sus manos.

Sí, claro…y por favor, no deje que se enfríe.

Ya, ya, calentito…rezongaba al retirarse...

Se entretenía localizando diversas ubicaciones en el mapa del hule cuando la vió llegar, muy despacio,

portando con ambas manos un plato en el que trataba de mantener en equilibrio inestable un tazón, tres galletas

"marías " y una cuchara. Lo depositó sobre el mantel y dijo: ahí lo tiene, bien calentito... el azúcar ya se lo he

puesto yo...es que no podía traer todo a la vez....

La miró sorprendido, pero optó por callarse. Revolvía con la cuchara aquel líquido turbio que disimulaba la trasparencia natural del agua y lo tomaba a

sorbos mordisqueando en los intervalos cada una de las galletas mientras, ensimismado, reflexionaba sobre

la entrevista a la que estaba citado. No había dormido bien y notaba como una sensación de ansiedad que le

oprimía el pecho.

Era un joven moreno, esbelto tirando a flaco, frente despejada, nariz prominente y ojos un poco hundidos

de color castaño, brillantes y apasionados, pero con un punto de melancolía; vestía un jersey gris de cuello

vuelto, trenzado en ochos, sobre una camisa beis, pantalón azul, ya sin raya y zapatos marrones lustrados para

la ocasión.

Al fin salió a la calle. Había llovido. Un hombre remangado, con mandil de peto y rayas horizontales

verdes y grana, levantaba el cierre de su tienda de ultramarinos. Más adelante esperó el paso de un tranvía

que cruzaba haciendo sonar su campanilla y, tres calles más allá, alcanzó la acera desde la que se accedía a la

boca del "metro". Descendió los mojados escalones asido a la barandilla, pagó el billete en taquilla y accedió

a la estación cuyos andenes rebosaban. Un olor acedado flotaba en aquel ambiente húmedo y claustrofóbico.

Pronto, con gran estruendo y un tac-tac, tac-tac, sincopado, vio salir de aquel tenebroso subterráneo como un

monstruo metálico, de ojos refulgentes que, al detenerse, expelió una ventosidad prolongada y estridente y,

como si sintiera una arcada, todas las puertas se abrieron a la vez vomitando bocanadas de gente cuyos

regueros se diluían por los túneles de salida; los vagones, aún con náuseas, engullían ahora ansiosamente la

multitud amontonada en los andenes hasta atiborrarse. Hubo de empujar con todas sus fuerzas y apretarse

hasta quedar embutido; se oyó un pitido, se cerraron las puertas y entre chirridos metálicos que parecían

alaridos se hundió en aquella lóbrega caverna. La atmósfera era irrespirable y el silencio casi absoluto; los

ojos de quienes lo rodeaban, de mirada perdida, apenas pestañeaban; parecían aceptar, con patética

resignación, un destino cruel e irremediable…. y le acometió el vago presentimiento de que él también había

sido condenado y ya era conducido a alguna zahúrda infernal.

Se acercaba a su destino y forcejeaba con todo su vigor en aquel maremágnum para arrimarse a la puerta

de salida; nunca se había sentido tan cerca y, a la vez, tan lejos de las personas que lo rodeaban y, casi sin

LA ENTREVISTA TOMAS VIRSEDA SANZ Por

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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resuello, salió expelido de su vagón, como regurgitado; en volandas alcanzó la escalera ascendente de un túnel

recubierto de azulejos blancos, brillantes y sucios. Cubrió en tensión el último tramo y salió a la calle; una

película como de salitre tapizaba su paladar, humedeció sus labios resecos y esperó unos instantes; respiraba

profundamente procurando recobrar el aliento y, enseguida, el frescor del aire y el entorno abierto lo liberaron

de la pesadilla que acababa de vivir; poco después, caminaba abstraído cavilando sobre la cita y tratando de

concienciarse para afrontarla con entereza.

¿Se puede?, llamó ante la puerta entreabierta.

¡Adelante!

Buenos días, dijo; vengo de parte de D. Teodoro quien me

informó que debía acudir hoy a esta cita con Vd.

Buenos días. Es Vd. muy puntual, dijo con una sonrisa, mirando

su reloj de pulsera. Siéntese por favor, enseguida le atiendo.

Era un hombre corpulento, con poco pelo y gafas, vestía

chaqueta gris y camisa negra con alzacuellos. Sobre su mesa

escritorio, de madera barnizada, se veía una carpeta y un bloc en el

que estaba escribiendo algo y delante, junto a un portalápiz, en

posición vertical, un pequeño crucifijo plateado. El despacho era

reducido y sobrio. Solo una pequeña estantería con libros y una

fotografía dedicada del Papa ocupaba la parte izquierda de la pared. Desligó la hoja escrita y la introdujo en

la carpeta, depositó el bolígrafo en su soporte y dijo:

En efecto, Teodoro, con quien me une una gran amistad, me ha hablado de ti y de tus inquietudes,...también

de tus dificultades; ambos estamos interesados en ellas y hemos convenido esta entrevista para ver la

posibilidad de, entre todos, encauzarlas; te toca, por tanto, exponerlas sucintamente. Te escucho.

Tomó aire y trató de hilvanar sus reflexiones: "procedo de una familia humilde, que D. Teodoro conoce

muy bien, cargada de hijos y de carencias, pero sobrada de cariño. Hace solo unos meses que llegué a esta

gran ciudad, para mí desconocida y ya perturbadora; me abruman las multitudes, tanta gente desconocida a

mi alrededor, tantos seres anónimos que miran como sin ver, quizá sumidos en la melancolía y asediados por

la nostalgia o bloqueados por su propia soledad. A veces recapacito, trato de discernir sobre los conceptos e

incluso los dogmas que yo creía irrefutables…y aquí parecen tener un significado diferente, y no descubro

sino dudas y titubeos que me ofuscan y me inquietan. Me llevaron al seminario, que hube de abandonar, como

Vd. conoce por D. Teodoro, donde cursé solo unos años pero que fueron suficientes para vislumbrar un

camino que aún me atrae y por el que añoro seguir caminando; por otra parte, estoy alojado en una pensión

bastante miserable que, aun así, mis padres no pueden permitirse y tomo algunas clases con el fin de resolver,

en cuanto sea posible, esta coyuntura incierta que atravieso; no obstante mantengo mi fe en la Providencia

y, todavía, a pesar de las difíciles circunstancias, también en mí mismo" respondió intentando sostener la

mirada escrutadora de su interlocutor, que lo escuchaba atentamente; poco después, sin que él se percatara,

aquel monólogo derivó en un diálogo fluido aunque no superficial; la afabilidad y franqueza de aquel hombre

lo impulsaban a mostrarse confiado y así, sincera y espontáneamente, vació, ya sin complejos, su corazón y

su alma aquel desahogo, más parecido a una confesión, satisfizo y debió de convencer a su interlocutor

quien, tras una exposición exhaustiva salpicada de consejos y recomendaciones, dio por finalizada la reunión

añadiendo:

" convenimos, entonces, que el próximo lunes te unirás al grupo de nuestra Residencia donde participarás

como uno más en las actividades de la misma, actividades que, como hemos comentado, te servirán de apoyo

para seguir avanzando por ese camino que pretendes recuperar. Espero que nuestra mutua colaboración colme

tus aspiraciones y tu esfuerzo redunde en beneficio de todos. ¡bienvenído!", dijo poniéndose en pie y

tendiéndole la mano con una sonrisa.

Muchas gracias, no le defraudaré, respondió estrechándosela. Y salió.

El sol se dejaba ver, ahora descaradamente, entre aquellos nubarrones que parecían huir de su luz y su calor,

y optó por volver andando; caminaba por la gran avenida entre el vigoroso ir y venir del gentío que, ahora sí,

parecía perseguir una meta; se sintió, por primera vez, inmerso en un entorno inexplorado pero del que ansiaba

formar parte, abrió la cremallera de su jersey de ochos y, casi sin advertirlo, acomodó su paso al ritmo un

poco enloquecido de la multitud. más tarde, tarareando una tonadilla, llamaba al timbre de la pensión:

Hola Sra. Resu, saludó efusivo.

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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Hola, contestó con desgana.

Bonito día hoy ¿verdad?

Como todos…, respondió cerrando la puerta.

No, Sra. Resu, hoy es un día especial…apostilló, con una sonrisa, mientras se retiraba.

Su eufórico estado de ánimo despertó los recelos de la Sra. Resu, quien dio en merodear con insistencia;

él, con la puerta de su habitación entornada, silbaba una divertida canción de moda mientras ordenaba con

parsimonia sus escasas pertenencias en su vieja maleta de madera....

…caminaba sin rumbo cierto …y ahora vislumbraba ilusionado nuevos horizontes sin percatarse de que las

huellas de aquel aprendizaje hallaban cobijo en el relicario de su corazón.

Tomás Virseda Sanz

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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El siguiente título que recojo es “Rebelión en la granja” de George

Orwel. En este caso la rebelión se ha producido en la biblioteca, y yo estoy

intentando sofocarla.

Me sorprende un libro que entre todos ha quedado en pie, enhiesto

sobre la montonera “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger, haciendo

de guardián entre tanto libro desparramado.

Deposito el contenido de mi bolsa sobre una de las estanterías y

parece ser que esta ha llegado al límite de su resistencia, y se parte por

la mitad. El gran estruendo provocado por los libros al caer al suelo me

sobresalta por lo inesperado.

Me agacho a recoger los libros que han quedado

amontonados en el

suelo. El primer título que recojo es “Crónica de una muerte anunciada” de

Gabriel García Márquez, me quedo pensativo, y deduzco que está claro, “la

muerte anunciada” es la de la tabla, que según se combaba bajo el peso de los

libros estaba anunciando su final.

El siguiente libro que recojo es “La metamorfosis” de Franz Kafka, y lo veo

claro: se ha producido una metamorfosis con esa estantería, de tener una serie

de libros ordenados y bien colocados, ahora tengo una montonera de títulos,

en espera de ser rescatados.

Ese montón me recuerda los montones de libros que en “Fahrenheit 451” de Ray

Bradbury, iban apilando, para ser entregados a las llamas provocadas por los bomberos

incendiarios (¿Qué ironía!) de esa sociedad futurista.

Me vuelvo a agachar y en mis manos cae “La casa de los espíritus” de

Isabel Allende, me pregunto si en ese derrumbamiento no se habrá escapado

de esa casa algún espíritu, o al contrario algún espíritu errante, de entre tantas

historias se haya colado como “okupa” en la misma casa aprovechando el

desorden.

Como otros muchos días llego a casa con una bolsa. Cuelgo la gabardina en la percha

de la entrada y me dirijo a la habitación que, desde hace años, poco a poco, se ha ido

convirtiendo en biblioteca. Las tablas están combadas bajo el peso de los libros.

COLABORACIÓN

MI LIBRERÍA por Luís Encinas Regidor

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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Entre tanta obra amontonada observo que en la estantería de al lado

sobresale un libro, que parece querer destacar entre los demás, lo abro y

no me queda más remedio que empezar a tomar notas, sin falta mañana

tendré que venir provisto de todo lo que he anotado, tengo que remediar

esta situación. El título del libro que me ha hecho tomar esta decisión es

“Bricolaje y reparaciones del hogar”. A ver si soy capaz de salir de “El túnel”

título de Ernesto Sábato, que ahora tengo en mis manos.

Puede que también el guardián estuviera formándose con el “Arte de la guerra” de

Sun Tzu, que muestra sus páginas abiertas a su lado.

Con tanto libro mi espíritu se siente como en “Un mundo feliz” emulando el famoso

título de Aldous Huxley

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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- No se preocupe, nos ocupamos enseguida. Permítame que busque su ficha y revisemos sus medidas. Disculpe

. Como un autómata, el dependiente depositó la ficha encima del mostrador, mientras con la cinta métrica amarilla

tomaba las medidas del cuello, hombro, tórax, brazo y antebrazo, que cuidadosamente anotaba en la ficha. Sin

disimulo, Jiménez cogió la ficha para verificar sus datos personales, comentando al empleado lo poco que habían

variado sus medidas.

COLABORACIÓN

LA OTRA MIRADA Por FRANCISCO VALVERDE GOMEZ

Con los ojos pegados al suelo, el paso acelerado y vacilante se movía entre la muchedumbre, pensando solo en

desaparecer, consciente de que el mejor lugar para ocultarse era, sin lugar a dudas, si se mezclaba con la gente, que

iba y venía, sin rumbo aparente. El instinto le llevó a un callejón al que no llegaba la luz del sol, donde los gatos

compartían restos de la comida robada de los contenedores de los bares aledaños.

La puerta trasera de uno de ellos, trabada con una cuña, permanecía abierta para facilitar la renovación del aire viciado

del interior del local, dejando entrever la entrada a los aseos. Sin pensarlo dos veces entró en el servicio de caballeros.

Estaba sucio, así que aspiró con profundidad antes de pasar al interior, para no tener que respirar. Se miró en el espejo

resquebrajado pegado a la pared. Cabello cano, los ojos inyectados en sangre, la mirada fija y perdida. Incrédulo sobre

lo que estaba viendo, pensaba que podría ser cualquier persona, pero ¿quién? Dejo correr el grifo del agua fría, se

lavó las manos y frotó la cara hasta hacer desaparecer la suciedad que pudiera delatarlo. Intentó limpiar la herida,

levantando la costra de sangre y suciedad que había oscurecido la zona parietal de su cabeza. La sangre asomó de

nuevo, tiñendo de rojo su pelo blanco. Puso la cabeza debajo del grifo hasta que la sangre dejó de manar.

Con gran esfuerzo, intentaba recordar ¿quién era? ¿por qué huía? Solo podía recordar los gritos de alguien que lo

señalaba mientras abandonaba un hotel mugriento. Sintiéndose observado, comenzó a caminar con ritmo acelerado,

para alejarse lo antes posible de aquel lugar.

Sin mirar atrás había deambulado por las calles durante una hora larga, hasta llegar al bar Los Mellizos. Revisó sus

bolsillos para buscar documentación. Solo encontró dinero, suficiente dinero para sobrevivir durante unos meses.

Doce mil ochocientos euros en billetes de 500, 200 y alguno de 50.

Necesitaba cambiarse de ropa. Su camisa blanca estaba llena de sangre y restos de comida. Sobre el bolsillo izquierdo,

destacaban las letras “JJ”. Se quitó la camisa y miró la etiqueta. “Artesanos Camiseros de Sevilla”. Sin duda estaba

hecha a medida. Dio la vuelta a la camisa y volvió a ponérsela.

Cuando entró en el bar buscó un lugar discreto para descansar. Se sentó al lado de una pequeña mesa en el lugar más

apartado del recinto, sobre la que lucía una pequeña lámpara. Cuando llegó el camarero pidió una cerveza doble y las

páginas amarillas. Bajo el título “ROPA-FABRICANTES” encontró la dirección, Cardenal Bueno Monreal, 20 –SEVILLA.

Tenía que presentarse en el comercio y averiguar sus propios datos. Antes debería adquirir ropa adecuada en

cualquier otro comercio de ropa para caballero. Compró un modesto traje gris, impersonal, camisa blanca, corbata y

un par de zapatos negros.

Con el nuevo look, pasaría más desapercibido y podría averiguar con facilidad sus propios datos. Pagó al taxista y con

rapidez entró en la tienda de camisas a medida.

-Buenos días señor Jiménez, dijo el dependiente dirigiéndose a él con una

sonrisa. Hace mucho tiempo que no le vemos por aquí.

-Buenos días. Ya sabe, a veces el trabajo nos come demasiado tiempo y no

podemos atender otras necesidades básicas. Necesito dos pares de camisas.

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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Su cerebro estaba revolucionado intentando procesar los datos que acababa de averiguar, pero no podía creer lo que

había leído en la ficha del camisero.

Lleno de dudas cogió de nuevo un taxi y se dirigió al centro de la ciudad. La posibilidad de conocer los hechos previos

a su huida del hotel, podrían dar respuesta a todas las cuestiones que empezaban a rondar por su cabeza.

Tengo que actuar con cautela antes de tomar una decisión equivocada, susurraba, observando a las personas que

entraban y salían del edificio. La gente parecía despreocupada por lo que estuviera ocurriendo dentro o fuera de su

interior. En apariencia, la despreocupación e indiferencia se reflejaba en sus caras. La gente normal no se esconde –

pensaba- si actúo con decisión, sin titubeos, no hay razón para que reparen en mí, cada cual va a lo suyo.

La necesidad que tenía por continuar siguiendo las pistas de la ficha del camisero era la senda más razonable que

seguir, para recuperar la memoria y ese nombre que aún no representaba nada para él. Sabía cómo se llamaba y sin

embargo desconocía quién era.

Con la cabeza erguida y paso firme traspasó la puerta de entrada, subió a la primera planta. Fue mirando los letreros

de los despachos. En algunos figuraba el cargo y nombre del titular y en otros solo el título genérico de la dependencia.

En ninguno figuraba su nombre. Tuvo dudas, sus pies seguían hacia adelante mientras pensaba en la posibilidad de

volver atrás. De repente, sintió cómo una mano se apoyaba con firmeza en su hombro, sin forzar su detención, al

tiempo que pronunciaba su nombre de pila.

- Javier, Javier, para hombre -un varón de unos 40 años le interpelaba, mientras la extrañeza se reflejaba en su cara-.

¿Qué te pasa? ¿No me conoces? “Joder, Javier, nos tenías locos, hemos estado buscándote por toda la ciudad, parecía

que se te hubiera tragado la tierra” ¿Puedes decirme dónde has estado?

-Sé cómo me llamo, pero no sé quién soy. He recibido un fuerte golpe en la cabeza y no puedo recordar nada.

-Mira Javier, estabas cumpliendo una misión como agente encubierto

en un hotel de mala muerte, con nuestro apoyo externo. Por alguna

razón te has desecho de los micros y hemos perdido el contacto contigo.

En ese momento decidimos entrar en el hotel, pero ya no pudimos

encontrarte, tan solo hemos recuperado tu chaqueta y la cartera.

-Solo recuerdo cuando me levanté del suelo con un fuerte dolor de

cabeza, sucio, sangrando y sin poder recordar nada en absoluto. Decidí

salir a la calle y noté cómo alguien me señalaba, llamando mi atención.

Por eso he procurado permanecer escondido y pasar desapercibido.

Gracias a la camisa que llevaba puesta he podido seguir algunas pistas para averiguar mi identidad.

-Javier, eres un gran policía. Tu padre también lo fue. Lo llevas en los genes, por eso has tardado tan poco tiempo en

averiguar tu propia identidad.

– -Por cierto, ¿se sabe quién me ha golpeado?

-No solo sabemos eso. Gracias a las conversaciones grabadas antes de que te deshicieras de los micros, conseguimos

las pruebas de su intención de venderte varias pistolas. Después huyeron, pero hemos podido detener a toda esa

banda de traficantes de armas. Fue uno de ellos quien te golpeó antes de huir, pero pudimos cogerlos cuando

pretendían abandonar la ciudad. Ya nos contarás los detalles cuando recuperes la memoria. Ahora lo importante es

que te encuentres bien. Deberás acudir al médico lo antes posible.

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Antonio se dirigía a la clínica con un cierto recelo. Había decidido hacía algo más de un mes hacerse la

dichosa vasectomía, bueno quizás lo de “había decidido” no era la expresión exacta,

la decisión era suya y de su mujer. Bueno…. quizás era justo decir que un poco más

de su mujer. Qué demonios, la decisión había sido en un 99% de su mujer, que

amablemente le había dicho “O te lo hace un cirujano o te lo hago yo con el cuchillo

grande de la cocina”, y, ante esa amable sugerencia había decidido que era mejor y

más prudente recurrir al cirujano. Si era cierto que tenían ya una familia numerosa

y que cuatro hijos era una cifra más que respetable por lo que acepto la amable

sugerencia.

En su primera cita con su cirujano le había dicho que le avisaría con unos días de antelación de la fecha y la

hora, pues tenía que concertar clínica- Era una intervención por lo privado, pues la Seguridad Social le había

puesto una serie de trabas, como que previamente tenía que acudir a una entrevista con el psiquiatra para

saber si era una decisión meditada o no. Definitivamente, si alguien pensaba que después de cuatro hijos el

no poder tener más le iba a originar algún tipo de trauma, seguramente que sería esta persona el que

necesitaría un buen psiquiatra. Pues bien, el doctor Martín le había avisado hacia dos días citándole en una

clínica privada situada cerca de la Plaza Mayor, diciéndole que sería conveniente que acudiera con sus partes

íntimas depiladas, lo que facilitaría su labor y ahorraría tiempo.

Lo de la depilación no había sido tarea fácil, pues la cuchilla no había sido muy amable con las superficies no

demasiado lisas en las que había tenido que trabajar, es conocido la zona de los testículos se puede definir

como queramos, pero desde luego. zona lisa…. pues no. El resultado había sido solo regular tirando a malo,

pues había dejado la zona llena de pequeños, no tan pequeños y hasta algunos grandes cortes y arañazos,

pero…… ¡Todo sea por una buena causa!

Llego a la clínica diez minutos antes de la hora a la que estaba citado y se encontró con que el Dr. Martín y

una enfermera, ya vestidos de faena, le estaban esperando con la sonrisa en los labios. ¡Como se notaba

quien iba a ser el operado y quien el operador!

El doctor Martín le pidió a Antonio que se desnudara y que se pusiera la prenda que tenía colgada en el

vestidor. Antonio después de dudar si entrar a desvestirse o salir corriendo, opto por lo primero. Se desnudo

y se puso la prenda, si se la puede llamar así, pues lo que le habían dejado era una especie de babero corto

por delante y otro, un poco más largo, por detrás, con dos tirantes que lo sujetaban al cuello. Salió con una

cierta turbación a la sala del quirófano, pues se sentía como el párroco de San Millán en plan nudista.

El recibimiento no fue muy bueno para darle ánimos, pues el doctor y la enfermera empezaron a reírse de

una forma escandalosa.

-Pero, por Dios, Antonio ¿qué te has hecho hay abajo? ¡sí parece que te has metido un gato cabreado en el

pantalón ¡

Antonio pensó si no habría sido mejor seguir su primer impulso y salir corriendo, y, además, que los quince

o veinte cortes que tenía en su entrepierna tampoco eran para tanto, pero opto por ser prudente, y

tímidamente, solo se atrevió a decir:

COLABORACIÓN

HISTORIA BREVE DE UNA VASECTOMIA (Con perdón)

Por Federico de la Vega

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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-Pero Doctor, Vd. Me dijo que viniera depilado….

El Dr. Martín le contesto entre risas contenidas: - Si, pero no era exactamente ahí abajo, era en los laterales.

Los conductos deferentes que vamos a cortar van entre el muslo y la pelvis. En fin, ven para acá, que con un

poco de suerte y con lo que te has preparado hay abajo lo mismo no va a hacer falta ni operarte.

Antonio de alguna manera se sentía humillado, y le contesto diciendo: -Pues la próxima vez, me da Vd. un

plano, que demonios ¡¡¡.

La operación la podemos describir de muchas maneras, menos agradable. ¿Los

que no la habéis sufrido os imagináis los que es un pinchazo en los testículos?

Vamos, para salir disparado y quedarte colgado del techo, como el gato Félix¡¡¡

La operación la describió el cirujano como rápida. Esta opinión no la compartió

Antonio en modo alguno, pues se le hizo eterna.

Al fin, una vez concluida, el Dr. Martín le pregunto

- ¿Te ha traído alguien en coche?

A lo que Antonio, con cara de sorpresa respondió

No. ¿Por qué?

No. Es que la anestesia se pasara dentro de un rato, y tienes siete puntos en cada lado. Deberías llamar a

alguien….

Antonio respondió, muy sobrado él.

-No. Estoy bien y tardare poco en llegar a casa.

El Dr. Martín inicio un gesto como de santiguarse, pero se lo pensó mejor y solo contesto con un: -Como

quieras. Tú mismo

El viaje de vuelta al principio no fue muy complicado, pero poco a poco, el dolor fue subiendo y, ya llegando

a casa su andar era de lo más curioso, juntando la entrepierna todo lo que podía y un poco más. La gente le

miraba con cara de sorpresa por sus andares digamos que poco habituales.

Por fin llego a su casa, solo le quedaban dos pisos por subir sin ascensor. La subida fue delirante, pues al

subir cada peldaño Antonio tenía la extraña sensación de que iba a perder un testículo.

Un cuarto de hora después entraba en casa y Pilar, su mujer, le pregunto con amabilidad: - ¿Todo bien,

cariño?

Antonio, dolorido, solo pudo responder: -Pili, creo que hubiera sido mejor idea la del cuchillo……………

Federico de la Vega

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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LOS DERECHOS

Hoy en día reclamamos No sea que nos descubran

A todas horas seguidas que andando piso un gusano

Que como seres humanos o un ciempiés adormilado

Tenemos muchos derechos. Y me traten de malvado.

Todos tenemos derechos A lo que hemos llegado

Obligaciones ninguna y lo que nos llevará

No las queremos saber al buenismo acostumbrado.

Solo derechos a una. Queremos ser todos buenos

Sin obligaciones no hay y ayudar a ONGS

Derechos que reclamar que no está mal ¡vive Dios!

La ONU las propagó pero siendo comedidos.

Pero obligaciones NO. Que con el tiempo veremos

Sin una cosa primera lo que le depara a Europa

No se puede la segunda que el exceso de buenismo

Así tenemos hoy en día lo llamo yo insensatez.

Lo que vemos, lo que toca. No me traten de xenófobo

El buenismo está muy bien no me traten de algo más

Sin llegar a los extremos que los evangelios dicen

Que los extremos nos llevan al César lo que es del César

Sin salida a callejones. Y a Dios lo que es de Dios.

Hoy todo está permitido yo estoy hablando del César

Un toro no hay que matarlo y no me meto con Dios.

Y las hormigas ¿qué pasa?

Tendremos que ir con cuidado

Cuando andamos por el campo.

Pedro Rodríguez

COLABORACIÓN

POESÍA de Pedro Rodríguez Villa

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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PENSAMIENTOS

Por la ventana entra

El aroma de la lluvia

Humedad, pero no llueve

Sensación que me invade.

¿Qué nos pasa con la lluvia?

Que en Segovia ya no llueve

Se resiste día y día

Y no viene o no quiere.

Antes, mucho antes

Segovia, tierra de nieves

De inviernos duros y fríos

Y eso ahora ya no quiere.

Nos queda sólo esperar

Que vengan inviernos fuertes

De esos que hacen temblar

De ese frío que ahora no viene.

Aunque haya muchos cambios

Los ciclos si se repiten

Y lo queramos o no

Aún con destrozos humanos

Esos cambios sí que vienen.

Pedro Rodríguez

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Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020

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LA VIDA

¿Qué es la vida?

La vida son: sueños, tristezas

Enfermedad, amor,

Momentos de alegría

Momentos de dolor.

¿La muerte?

Despertar a la realidad

La realidad que anhelamos

La realidad que es verdad.

Hay veces que algunos tocan

Que si lo cuentan, les dicen locos

Y lo prefieren callar

Pero saben que eso existe

Y es mucho mejor callar.

Bienaventurados los que han podido tocar

El túnel del cual nos hablan

Y no lo pueden contar.

La vida está diseñada

Para que nos parezca

Que ya no tenemos otra

Y ésta al máximo degustar. El que ha llegado a ver

Lo que después nos espera

No vive lo que tenemos

Con la misma intensidad.

Pedro Rodríguez

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HUMOR

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8.

11.

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