Los Elementos

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Los elementos El agua, el fuego, la tierra, el aire, y todo lo derivado de ellas, han sido utilizados por el hombre, han sido dominados de distintas maneras para su beneficio. Algunas veces existían ciertos deslices de ese control omnipotente, y nos hacían caer en cuenta de nuestra insignificancia para la naturaleza. Un Tsunami podía acabar en unas cuantas horas con miles de vidas humanas, o bien un incendio forestal con miles de hectáreas. Una inundación podía erosionar la tierra a tal grado de embarrar las calles obstruir caminos y destruir las casas. Era posible así mismo que los huracanes, aunque no se daban en todo el mundo, destruyeran las casas y obligaran a los habitantes de esa zona a refugiarse. De la misma manera sequías prolongadas u olas de calor eran capaces de matar a más de alguno que cupiese en esa cifra de la que informaban ciertos noticiarios. Y para qué hablar de las pandemias, fantasmas que mientras más cerca de uno estuviesen, más detallada sería la fantasía que aparecía en la respuesta para: ¿Y si me pasara a mí? Y, cuando esos momentos venían, y sólo cuando estos se hacían presentes, recordábamos cuán merced de la buena voluntad de la madre naturaleza estaba lo que para nuestra civilización se llamaba la “normalidad”. Sin embargo, no solía pasar que, mientras alguna catástrofe interrumpiera nuestras actividades diarias, nos preocupáramos de otra cosa que no fueran nuestros problemas cotidianos tales como: de deudas, abogados, trámites, planes futuros, comportamientos no deseados de nuestros hijos, delincuencia, trabajadores negligentes, jefes explotadores, vida esclavizante e insatisfactoria, impotencia sexual, eyaculación precoz, un empleo aburrido, falta dinero para cualquier cosa necesaria, desencuentros amorosos, dudas existenciales, pensamientos suicidas, artefactos defectuosos que no hemos llevado al técnico para darles reparación por falta de tiempo, falta de tiempo para hacer las cosas que queremos hacer, faltas de cosas que hacer con nuestro tiempo, depresión, bipolaridad propia o de algún familiar, alza de precios del combustible, inflación, conductores de locomoción colectiva mal educados, peleas

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Cuento fantástico inconcluso

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Los elementos

El agua, el fuego, la tierra, el aire, y todo lo derivado de ellas, han sido utilizados por el hombre, han sido dominados de distintas maneras para su beneficio. Algunas veces existían ciertos deslices de ese control omnipotente, y nos hacían caer en cuenta de nuestra insignificancia para la naturaleza. Un Tsunami podía acabar en unas cuantas horas con miles de vidas humanas, o bien un incendio forestal con miles de hectáreas. Una inundación podía erosionar la tierra a tal grado de embarrar las calles obstruir caminos y destruir las casas. Era posible así mismo que los huracanes, aunque no se daban en todo el mundo, destruyeran las casas y obligaran a los habitantes de esa zona a refugiarse. De la misma manera sequías prolongadas u olas de calor eran capaces de matar a más de alguno que cupiese en esa cifra de la que informaban ciertos noticiarios. Y para qué hablar de las pandemias, fantasmas que mientras más cerca de uno estuviesen, más detallada sería la fantasía que aparecía en la respuesta para: ¿Y si me pasara a mí?

Y, cuando esos momentos venían, y sólo cuando estos se hacían presentes, recordábamos cuán merced de la buena voluntad de la madre naturaleza estaba lo que para nuestra civilización se llamaba la “normalidad”. Sin embargo, no solía pasar que, mientras alguna catástrofe interrumpiera nuestras actividades diarias, nos preocupáramos de otra cosa que no fueran nuestros problemas cotidianos tales como: de deudas, abogados, trámites, planes futuros, comportamientos no deseados de nuestros hijos, delincuencia, trabajadores negligentes, jefes explotadores, vida esclavizante e insatisfactoria, impotencia sexual, eyaculación precoz, un empleo aburrido, falta dinero para cualquier cosa necesaria, desencuentros amorosos, dudas existenciales, pensamientos suicidas, artefactos defectuosos que no hemos llevado al técnico para darles reparación por falta de tiempo, falta de tiempo para hacer las cosas que queremos hacer, faltas de cosas que hacer con nuestro tiempo, depresión, bipolaridad propia o de algún familiar, alza de precios del combustible, inflación, conductores de locomoción colectiva mal educados, peleas familiares, enfermedades varias, enfermedades crónicas varias, enfermedades de alguien que apreciamos, dolor de cabeza, nostalgia, tristeza e inconformidad etc.

Eventos súbitos que de un segundo a otro interrumpen el diario vivir y subsumen al hombre a una nueva dimensión suya, la de la incertidumbre. Hace años hubo unos atentados en New York y Washinton. En el hemisferio opuesto se supo casi instantáneamente, aparecieron en la tele mientras ocurrían, y fuimos todos testigos del movimiento informático que se hacía en pro de aplacar esa angustia derivada de la incertidumbre que terminó con una guerra contra un enemigo ficticio. Cinco años después un huracán arrasó con un par de estados de Los Estados Unidos. Soldados armados evacuando a gente de sus casas, saqueadores, delincuencia y locura desenfrenada de algunos que aprovechan el pánico de otros para beneficio del control de esos otros. Las calles vacías, inutilizadas. Gente de la tierra más poderosa del mundo con hambre y con temor a enfermarse de cólera, pues su tan querido hogar ahora se convertía solo en un nido de infecciones.

Entonces, ¿Qué cabida tiene esta serie de cuentos que relatan historias singulares de gente que pasa por una situación extrema similar pero totalmente ficticia? Una vez leí en el Clinic en un especial de “cosas raras” comentando que la literatura fantástica en nuestra época actual no podía evitar de ser ingenua. Esto en el contexto de decir que es

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posible encontrar lo extraño en la misma cotidianidad. A lo mejor es algo tonto, a lo mejor tiene algo de masturbatorio situar un montón de personajes sacados de no sé dónde en una situación ficticia que comparte con todas esas tragedias mundiales lo súbito, lo inesperado y lo incomprensible.

En esta historia un día se corta la luz, las máquinas dejan de funcionar. Los automóviles, las fábricas, los computadores y… las puertas simplemente interrumpen su ciclo de trabajo. Si tuvieran conciencia diríamos que se han “revelado”, pero sería algo animista ¿no? Tal vez no me he dedicado a fondo a precisar los alcances de esta “rebelión de las máquinas”, tal vez eso sí sería algo bobo. Tal vez toda la historia es una bobería. Teniendo tantas cosas en “la realidad fáctica”, escribir cosas inventadas a cada momento tal vez no hace de la escritura una actividad más interesante que el juego de un niño. Bueno, en psicología hay libros completos sobre el juego del niño, pero tampoco son muy interesantes.

Entonces, en esta historia que ha tomado la forma de: “¿Qué pasaría si en el mundo un día dejaran de funcionar las cosas y quedara la cagada?” “¿Qué pasaría si los hombres viviéramos bajo la incertidumbre de un evento colapsante, pero sin el despliegue compensatorio dirigido a disminuir sus efectos, disminuir la angustia, aumentar la información y la dotación?” Bueno lo que pasaría son cosas obvias. Habría que cambiar el sistema de alimentación. Pues es imposible abastecer los almacenes sin camiones desde el lugar de producción. Probablemente con ese espíritu la gente emigraría al campo. Mucha gente moriría, pues los medicamentos ya no cumplirían su función. Y bueno mucha gente se angustiaría un tiempo y otros tal vez más tiempo que los otros. ¿Quién sabe? Algunos tratarían de proteger al máximo sus bienes, su comida y a su familia, pero ¿Cómo hacerlo sin armas de fuego? Tal vez con violencia pura. Tal vez qué hacer con el agua sería otro tema. En este mundo hipotético el agua ya no es potable sino que debe trasladarse por las vías naturales que conocemos. Por lo tanto sería otro factor que motivase migraciones de la gente. Las casas de las personas no serían lugares seguros, los bancos no resguardarían bien alguno. El dinero se cambiaría por el trueque de lo que sirviera para la supervivencia.

¿Qué les pasaría a las personas en este mundo hipotético? A lo mejor muchas cosas diferentes. A lo mejor básicamente vuelven al tedio común de la vida cotidiana, y solo cambian las condiciones, un fondo cultural.

Probablemente muchos se asustarían al principio, quedarían impávidos los primeros días al descubrir qué pedazo cultural ha dejado de hacer lo que hacía, lo que haría resaltar su antigua presencia en nuestras vidas dada su ausencia actual. A lo mejor lo más notable sería que, en ausencia de los medios de comunicación serían aún más divergentes los modos de reaccionar. “La opinión pública” se convertiría en consensos locales de la gente que tienes cerca y no las opciones derivadas de un texto periodístico. ¿Quién sabe?

Si esto llega a ocurrir alguna vez, quienes lo hayan leído, recuerden que yo lo escribí primero. No se para qué, tal vez simplemente para que cuando alguien me vea sumido en la desesperación de la pérdida de las máquinas y de una sociedad que se basa en ellas para la existencia de sus regulaciones y de los mecanismos de control de estas, me sienta orgulloso de ser quien predijo algo tan improbable, usando a la boba fantasía para entretenerse, para entretener, para ver si de ahí se puede sacar algo interesante, algo que valga la pena leer.

Estos son mis elementos, la hiperpresencia de la pérdida de la materialidad cultural soportada en el funcionamiento correcto de las máquinas. La fractura de un mundo globalizado, ahora hiper singularizado. La pérdida de las comunicaciones. Eso

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explica el sentido localista del que intento sea mi guía por estas aventuras fantásticas (en el sentido fantasioso y no extraordinario del término).