Los Himenópteros

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Los fabuladores Nuestros inviernos son largos y oscuros. Unas vacaciones en una noche sin estrellas, ni grillos que muevan sus alitas haciéndonos bailar. Una noche que parece eterna hasta que el sol recupera su tibieza y nos invita otra vez al mundo. Ese viejo sol que existe desde un tiempo que no se puede contar. En esa noche gran noche es inevitable ver crecer fábulas, y apretaditos, en un abrazo de cientos de cuerpos buscando calor, sentimos que todo es posible Ellos nos inventaron nombres, nos estudiaron, buscaron beneficios pero nunca trataron de comprendernos. Para nosotros son los gigantes, los asesinos de la naturaleza Esa puerta aun se abre pero nadie de nosotros volverá a cruzarla. Aprendimos a tenerle miedo, a no atrevernos a abandonar nuestro hogar debajo del paraíso. Ellos siguen adentro y no saben nada, nunca supieron nada. Lo largo de su brazo, de los gritos, la desesperación, lo que sobrevino en las noches posteriores. Una larga soledad, un aire espeso hundido de silencio, una única pesadilla gastando toda promesa de consuelo. Mucho antes del tiempo de mis abuelos, existía un rumor convertido en quimera. Supe de esa historia en boca del viejo Tobías,

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no importa hoy celebraremos como familia que hoy todo sigue como quiero yo

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Page 1: Los Himenópteros

Los fabuladores

Nuestros inviernos son largos y oscuros. Unas vacaciones en una

noche sin estrellas, ni grillos que muevan sus alitas haciéndonos bailar.

Una noche que parece eterna hasta que el sol recupera su tibieza y nos

invita otra vez al mundo. Ese viejo sol que existe desde un tiempo que

no se puede contar. En esa noche gran noche es inevitable ver crecer

fábulas, y apretaditos, en un abrazo de cientos de cuerpos buscando

calor, sentimos que todo es posible

Ellos nos inventaron nombres, nos estudiaron, buscaron beneficios

pero nunca trataron de comprendernos. Para nosotros son los gigantes,

los asesinos de la naturaleza

Esa puerta aun se abre pero nadie de nosotros volverá a cruzarla.

Aprendimos a tenerle miedo, a no atrevernos a abandonar nuestro hogar

debajo del paraíso. Ellos siguen adentro y no saben nada, nunca

supieron nada. Lo largo de su brazo, de los gritos, la desesperación, lo

que sobrevino en las noches posteriores. Una larga soledad, un aire

espeso hundido de silencio, una única pesadilla gastando toda promesa

de consuelo.

Mucho antes del tiempo de mis abuelos, existía un rumor

convertido en quimera. Supe de esa historia en boca del viejo Tobías,

y cuando no jugamos a perdernos en nuestros laberintos nos

gustaba sentarnos a escuchar sobre la inmensidad de este mundo. Y así

pasábamos los meses apretándonos para sentir calor, esperando al sol

de primavera. Disfrutando del fruto de nuestros trabajos. Y al viejo

Tobías siempre le pedíamos el mismo cuento, nos hablaba de un lugar

poblado de exquisiteces, una abundancia que ni siquiera lográbamos

imaginar.

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Llegará el momento de explicar él por qué de tantas precauciones,

de lo que parece una falta total de valentía. De repetir una dura rutina

que no tiene sentido y ser uno de cientos que marchan en un camino sin

recompensas. Necesito hablar de otros recuerdos distorsionados por el

tiempo que no espera. Cuando era muy pequeña crecíamos con otra

voluntad, se respiraba otro aire, teníamos pensamientos con colores de

imágenes infinitas. Hacíamos cosas que hoy parecen imposibles.

Aprendíamos a montar mariposas, a jugar a las escondidas entre los

pétalos, teníamos un espíritu libre. Y no nos importaba subir a lo alto del

paraíso para buscar alimentos, hojitas frescas pero lo mejor de subir era

el cielo interminable que nos contagiaba con su inmensidad un deseo de

aventuras.

Quisiera que hoy me acompañaran esos amigos de ayer que

siempre regresan y sus sonrisas me confunden y pienso que soy yo la

que no existe más, que estoy del otro lado como detrás de un vidrio y

logro traspasar el vidrio, los quiero tocar y mis manos se desvanecen.

Nos acusaban de un exceso de locura, pero no nos contradecían

demasiado. Y así crecí mientras dentro de mí, y el de tantos otros,

germinaban las historias del viejo Tobías. Un día decidimos pasar a la

acción, necesitábamos comprobar. Nos rebelamos ante las tradiciones,

ante un destino isomorfo y debemos aceptar con la paciencia de una

piedra.

Así nos dormíamos frotando nuestras antenas con un gusto a

sueño.

Isócrono destino, solo buscar hojitas y pedacitos de flores

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Yo nací debajo de un paraíso.