Los Mitos de La Guerra Civil_Pio Moa_Cap16_El Alcazar de Toledo y Otros Asedios

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ir Capítulo 16 EL ALCÁZAR DE TOLEDO y OTROS ASEDIOS A l comenzar el alzamiento derechista, el coronel Moscar- dó, comandante militar accidental de Toledo, desobede- ció la orden de mandar a Madrid las reservas de municiones de la fábrica de armas toledana. Entonces, una columnapopu- lista al mando del general Riquelme, veterano africanista, marchó desde Madrid sobre la ciudad del Tajo. El grueso de la columna se componía de guardias de asalto, y había además dos compañías de infantería y un nutrido grupo de milicia- nos anarquistas a las órdenes de un capitán de artillería. En total, 1.500 hombres, con una batería artillera. Moscardó declaró el estado de guerra en la ciudad, y concentró a los guardias civiles de la provincia, más algunos voluntarios, sol- dados y un puñado de cadetes de la academia militar, de 1.100 a 1.200 hombres en total. La disparidad de fuerzas era escasa,pero Toledo se encontraba totalmente aislada en medio de una vasta región enemiga, a sólo 70 km de Madrid, cuya capacidad de refuerzos era inagotable. Después de una breve resistencia en las afueras de la ciu- dad, Moscardó resolvió hacerse fuerte en el alcázar, una gran- de y sólida fortaleza muy destacada sobre el caserío urbano, y en la vecina comandancia militar. También aprovechó las horas para trasladar allí gran cantidad de municiones y víve- . ¡I:LOS MITOS DE LA GUERRA CIVILI ~ res. Con las tropas entraron unos 500 civiles, mujeres y niños, familiares de los guardias civiles, más un puñado de prisio- neros izquierdistas, como garantía ante posibles represalias enemigas contra otros parientes de los sublevados. La deci- sión de encerrarse fue probablemente errónea desde el punto de vista militar, pues habría podido ocupar la ciudad entera, de fácil defensa por sus condiciones naturales. f En Madrid, el general Fanjul había cometido un error parecido, al concentrar sus fuerzas en el Cuartel de la Montaña, donde, desmoralizado, hubo de rendirse el día 20, después de lo cual sucedió una matanza de prisioneros. Y el mismo error acababa de cometer, en Gijón, el coronel Pinilla, que tras un intento de dominar la ciudad se encerró en el cuarrel de Simancas y otro cercano, con 200 o 300 hombres; el 21 hacía otro tanto, en San Sebastián, el teniente coronel Vallespín, en los cuarteles de Loyola. En contraste, el coronel Aranda se impuso en Oviedo: fingiéndose afecto a las izquier- das, formó una columna con los milicianos más arriscados y los animó a dirigirse a Madrid, hecho lo cual ocupó la ciu- dad fácilmente y procuró extenderse hacia el mar, por la cer- cana Gijón. Casi lo había logrado cuando Pinilla se retiraba ya al cuartel. Aranda quedaría enseguida aislado en Oviedo, en condiciones casi tan dificiles como las de Simancas o el alcá- zar toledano. Las burladas columnas revolucionarias, domi- nantes en la mayor parte de Asturias, hicieron cuestión de honor la captura de los cuarteles de Gijón y, sobre todo, de la ciudad de Oviedo, volcando sobre ellos, con la mayor tenaci- dad, todos sus elementos de lucha. En San Sebastián, los cuarteles de Loyola aguantaron una semana, y tras pactar su rendición y sometimiento a un tribunal, por intermedio del nacionalista Irujo, fueron fusi- lados sin causa 4 jefes y 15 oficiales, de un total de 7 y 21 respectivamente. En cambio, los enclaves de Gij ón, Oviedo

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Capítulo 16

EL ALCÁZAR DE TOLEDOy OTROS ASEDIOS

A l comenzar el alzamiento derechista, el coronel Moscar-dó, comandante militar accidental de Toledo, desobede-

ció la orden de mandar a Madrid las reservas de municiones

de la fábrica de armas toledana. Entonces, una columnapopu-lista al mando del general Riquelme, veterano africanista,marchó desde Madrid sobre la ciudad del Tajo. El grueso dela columna se componía de guardias de asalto, y había ademásdos compañías de infantería y un nutrido grupo de milicia-nos anarquistas a las órdenes de un capitán de artillería. Entotal, 1.500 hombres, con una batería artillera. Moscardódeclaró el estado de guerra en la ciudad, y concentró a losguardias civiles de la provincia, más algunos voluntarios, sol-dados y un puñado de cadetes de la academia militar, de1.100 a 1.200 hombres en total. La disparidad de fuerzas eraescasa,pero Toledo se encontraba totalmente aislada en medio

de una vasta región enemiga, a sólo 70 km de Madrid, cuyacapacidad de refuerzos era inagotable.

Después de una breve resistencia en las afueras de la ciu-

dad, Moscardó resolvió hacerse fuerte en el alcázar, una gran-de y sólida fortaleza muy destacada sobre el caserío urbano, yen la vecina comandancia militar. También aprovechó lashoras para trasladar allí gran cantidad de municiones y víve-

.

¡I:LOS MITOS DE LA GUERRA CIVILI ~

res. Con las tropas entraron unos 500 civiles, mujeres y niños,familiares de los guardias civiles, más un puñado de prisio-neros izquierdistas, como garantía ante posibles represaliasenemigas contra otros parientes de los sublevados. La deci-sión de encerrarse fue probablemente errónea desde elpunto de vista militar, pues habría podido ocupar la ciudadentera, de fácil defensa por sus condiciones naturales.

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En Madrid, el general Fanjul había cometido un errorparecido, al concentrar sus fuerzas en el Cuartel de laMontaña, donde, desmoralizado, hubo de rendirse el día 20,

después de lo cual sucedió una matanza de prisioneros. Y elmismo error acababa de cometer, en Gijón, el coronel Pinilla,que tras un intento de dominar la ciudad se encerró en elcuarrel de Simancas y otro cercano, con 200 o 300 hombres;el 21 hacía otro tanto, en San Sebastián, el teniente coronelVallespín, en los cuarteles de Loyola. En contraste, el coronelAranda se impuso en Oviedo: fingiéndose afecto a las izquier-das, formó una columna con los milicianos más arriscados ylos animó a dirigirse a Madrid, hecho lo cual ocupó la ciu-dad fácilmente y procuró extenderse hacia el mar, por la cer-cana Gijón. Casi lo había logrado cuando Pinilla se retiraba yaal cuartel. Aranda quedaría enseguida aislado en Oviedo, encondiciones casi tan dificiles como las de Simancas o el alcá-zar toledano. Las burladas columnas revolucionarias, domi-nantes en la mayor parte de Asturias, hicieron cuestión dehonor la captura de los cuarteles de Gijón y, sobre todo, de laciudad de Oviedo, volcando sobre ellos, con la mayor tenaci-dad, todos sus elementos de lucha.

En San Sebastián, los cuarteles de Loyola aguantaronuna semana, y tras pactar su rendición y sometimiento a untribunal, por intermedio del nacionalista Irujo, fueron fusi-lados sin causa 4 jefes y 15 oficiales, de un total de 7 y 21respectivamente. En cambio, los enclaves de Gij ón, Oviedo

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~ p o M GUERRA CIVIL) ~=:Jy Toledo iban a resistir largo tiempo en condiciones casiimposibles. La lucha de la fortaleza toledana iba a tener

especial proyección moral, dentro y fuera de España, porhallarse tan cerca de Madrid, centro mayor de la atenciónpolítica y de los corresponsales extranjeros, y por algunascircunstancias de particular dramatismo.

o ITo sA MITOS D E L A

A finales de mes, Riquelme, una vez asegurado el cerco,salió para la sierra de Madrid, sustituyéndole el coronel Álva-rez Coque. Un teniente, llamado Ciutat, distinguido mástarde en el norte cantábrico, entró una semana después comooficial de enlace, mientras la columna engrosaba con nuevosefectivos. Ciutat habla de un orden público aceptable, pese alo cual advierte: «El pillaje y el asesinato cunde en forma queesto va a ser un foco que atrae a todos los maleantes, más omenos adheridos a las organizaciones obreras», lo cual «lejosde mejorar, sigue empeorando». En otros informes, la pobla-ción «más que frialdad, muestra miedo». Los comunistas acu-sarán a los miliciano s de formar en Toledo un «cantón inde-

pendiente en el que (...) hacían y deshacían a su antojo».Líster, más crudo, trata de prostitutas a las milicianas: «De cua-tro a cinco mil hombres, la mayoría anarquistas, acompañadosde varios centenares de señoras,también c;on pañuelito rojo ynegro, traídas de los burdeles de Madrid, se dieron la gran vida».

Kléber,unjefe de lasBrigadas Internacionales, describe cómocada vez que los comunistas eran rechazados al intentar el asal-to a la fortaleza, suman las burlas «de'los indiferentes anarquis-tas y soldados, que vivían muy bien en Toledo, sometiéndolo apillaje}>.Éstos pensaban rendir a los sitiados por medio de ladestrucción de su baluarte, sin lanzarse a asaltos ttontales, muycostosos en sangre 2.

Los ataques se recrudecieron el 2 de agosto con un inten-so bombardeo artillero. El capitán Salinas y el pintor LuisQuintanilla, que en la rebelión socialista de octubre del 34había dejado su piso como sede del comité coordinador de lainsurrección en Madrid, propusieron a Álvarez Coque asfixiara los defensores con gases, ottecidos por representantes de unaindustria francesa; Álvarez no se decidió aunque el día 9 unavión atacó a los sitiados con gases lacrimógenos. La resisten-cia constituía un desafío para los revolucionarios, y el auxilio

El 23 de julio, apenas comenzado el asedio al Alcázar, unjefe revolucionario, Cándido Cabello, que se tocaba con labirreta del arzobispo Gomá, ideó forzar la rendición deMoscardó mediante la amenaza de fusilar a su hijo Luis, de 24años. La conversación fue así:

~Son ustedes responsables de los crímenes y de todo loque está ocurriendo en Toledo y le doy un plazo de diezminutos para que rinda el Alcázar, y de no hacerlo fusilaré asu hijo Luis, que lo tengo aquí a mi lado.

-Lo creo.

-y para que vea que es verdad, ahora se pone al aparato.-Papá.

-¿Qué hay, hijo mio?

-Nada, que dicen que me van a fusilar si el Alcázar no serinde, pero no te preocupes por mi.

-Si es cierto, encomienda tu alma a Dios, da un viva a

España y serás un héroe que muere por ella. ¡Adiós, hijo mio,un beso muy fuerte!

-¡Adiós, papá, un beso muy fuerte!

y dirigiéndose al jefe miliciano, el coronel terminó:

-Puede ahorrarse el plazo que me ha dado, puesto que elAlcázar no se rendirá jamás.

Según algunas versiones, el hijo fue ejecutado de inme-diato, pero en aquel momento fue sólo encarcelado, con otros

muchos. Un testigo afirmó que la ejecución fue evitada poralguien presente, que advirtió de la posibilidad de canjear aljoven por prisioneros izquierdistas retenidos en el Alcázar 1.

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dependía de las tropas de Franco, que el día 11 se hallabantodavía en Mérida, a unos 300 km de distancia 3.

Al tomar Mérida y unir las dos zonas sublevadas, Francohabría podido trasladar sus tropas por territorio de Mala hastala sierra de Madrid, sÓlo 50 o 60 km al norte de la capital,para lanzar desde allí la ofensiva que decidiera la guerra. Encambio prefiriÓ una larga y dura marcha por el valle del Tajo.La elecciÓn debiÓ de obedecer a su escasez de medios, puesaunque sus tropas fueron aumentando en las semanas siguien-tes, no bastaban ni de lejos para tomar una urbe de un millÓnde habitantes, que fácilmente podía engullidos y aniquiladosen sus calles. Dada la desproporciÓn de fuerzas, sÓlo un com-pleto desánimo del adversario podía dade la victoria*. Elcamino más largo le permitía ir venciendo al enemigo porfracciones, en campo abierto o pequeñas ciudades, donde susuperioridad maniobrera le hacía imbatible. De ese modo, lasucesiÓn de fracasos iría desmoralizando al enemigo y hacien-do madurar la caída de Madrid.

La liberaciÓn del Alcázar dependía del éxito de esta mar-cha T;uo arriba. Aunque el baluarte era muy fuerte, tambiénconstituía un blanco perfecto a los bombardeos, que dañabansus muros y aumentaban las bajas día tras día. Además de ais-lado estaba incomunicado, pues sÓlopodía recibir noticias porradio, por cuyo medio se enteraron los de Moscardó de supropia rendición, pretendida por las emisoras madrileñas. Amediados de agosto, los sitiadores comenzaron a construir una

* Otra opción para tomar la capital con poco esfuerzo consistía en cor-tarle el agua, capturando los pantanos que la abastecían. El 11 de agostoFranco había telegrafiado a Mala: «Acción sobre Madrid estimo debe con-sistir en apretarle cerco y privarle de agua y aeródromos cortándole comu-nicaciones, evitando ataques casco población, que caso contrario defensadestrozaría tropas» 4. Por razón ignorada, posiblemente de orden moral,renunció a privar de agua a la ciudad.

[lOS e IVI l ]D E l A G U E R R AMITOS

mina, a fin de volar el edificio y aplastar a los resistentes entrelos escombros. El día 20, el gobierno, acuciado por la reper-cusiÓn internacional de la lucha, dio un plazo improrrogablede. 48 horas para tomar la fortaleza, rebelde ya durante unmes. Pero el 22, un aviÓn franquista levantÓ el espíritu de lossitiados, al soltar sobre ellos un mensaje de Franco en que

prometía liberados. Ese día, el Ejército de África estaba enN avalmoral, a 150 km. En un principio, Franco había pensado

dirigirse a Madrid dejando a un lado Toledo, pero finalmenteoptó por el Alcázar, convertido en un símbolo mundial.

El día anterior al mensaje de Franco terminaba en GijÓn laresistencia del cuartel de Simancas, tras un mes largo de asedio

entre durísimas penalidades, sin apenas alimentos ni luz, ayu-dado precariaménte desde el mar por los cañonazos del único

oIJIcrucero en poder rebelde,el AlmiranteCervera.Los revolucio-narios obligaron a familiares de los sitiados a plantarse ante elcuartel para pedir la rendiciÓn, pero en vano. Sometidos acontinuos bombardeos y tiroteos, atacados con dinamita ygasolina, al límite de sus fuerzas, el 21 de agosto ya no pudie-ron contener el asalto de sus enemigos. Entonces ,radiaron alcrucero: «El enemigo está dentro. Tirad sobre nosotros», aun-que el crucero no parece habedo hecho, temiendo se tratasede una argucia de los revolucionarios.

La caída del cuartel gijonés liberó más fuerzas para atacarOviedo, cuya situación, siempre precaria, se tornó sombría,mientras la columna gallega de socorro, que desde el 25 dejulio pugnaba por abrirse paso en las dificiles montañas, cho-caba con creciente oposición. Prieto decía el 25 de agosto:«Extinguido el foco [de GijÓn], el coronel Aranda está total-mente solo en Asturias, porque maldito si le sirve de compa-ñía útil la pequeña columna que procedente de Galicia estáembotellada por los mineros (...). A las tropas gallegas- lascogerá inmovilizadas en aquel abrupto lugar la noticia de la

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rendición de Oviedo, como las habrá cogido hoy el mensajedel aniquilamiento de Simancas (",), Destruidos los focos dela revuelta, de cuyos cuarteles sólo quedan escombros, elesfuerzo del proletariado asturiano (.,.) se concentrará sobreOviedo (.. .). ¿Habrá también en Oviedo otro derroche deheroísmo inútil? Pronto 10 veremos» 5.

A partir de entonces, con la recepción de seis aviones debombardeo y uno de caza por los populistas, la ciudad y lasescasas tropas gallegas quedaron sometidas a constantes ata-ques aéreos, y la liquidación de una y otras parecía inminen-te. Los partes oficiales señalan: «La aviación y el intenso fuegode artillería sobre la ciudad de Oviedo aumenta por horas ladesmoralización de los sitiados y de la población civil».«Nuestra artillería bombardea sin cesar la ciudad.» «Oviedo,en la mañana de hoy, ha sufrido un fuerte bombardeo de laaviación.» «En las primeras horas de la mañana se ha iniciado

un terrible fuego sobre Oviedo, combinado de artillería yaviación, cuyos efectos pueden apreciarse a simple vista.»Horas después: «El bombardeo iniciado a primera hora de lamañana sobre Oviedo continúa hasta este momento sin inte-

rrupción» (5 de septiembre y siguientes).Y así día tras día 6,

y unos días antes, hacia e118 de agosto, comenzaba a cua-jar un nuevo enclave derechista en el santuario de la Virgen dela Cabeza,un edificio del siglo XIV erigido en un paraje soli-tario, árido, falto de árboles, aunque con bastante agua en ellugar mismo donde, decía la leyenda, laVirgen se había apare-cido a un pastor en 1227. Unos 250 guardias civiles de lacomandancia de Jaén, con sus familias y otros -mil personasmás- se habían concentrado en el santuario, sin declararse poruno u otro bando. Cuando la columna de Miaja, que venía deaplastar la rebelión en Albacete, marchaba a hacer lo mismo enCórdoba, exigió la incorporación de los guardias civiles. Se

[LOSL A GUERRA e 1 VIL]MITOS D E

produjeron deserciones de éstos y una creciente hostilidad delos milicianos.

Tras unas semanas de calma tensa, el 2 de septiembre lasautoridades izquierdistas exigieron el desarme de los guardias.

Se negó terminantemente un capitán, llamado Cortés, quetomó el mando, iniciando otro episodio de resistencia ímpro-ba, con escasez de municiones, de ropas de abrigo al llegar elinvierno, y de víveres, llegando a comer hierbas y madroños,atacados con bombardeos artilleros y aéreos. Cortés pidió laevacuación de los no combatientes, pero le fue negada a finde acelerar la rendición por hambre y desánimo. Los sitiadosiban a sostenerse ocho meses, hasta el 1 de mayo de1937,cuando los últimos defensores fueron arrollados en un asalto

final, con carros de combate. Sólo 52 combatientes seguíanilesos, aunque exhaustos. Cortés, murió, de las heridas. Habíaarengado, al principio: «No quiero que nadie permanezca enel campamento contra su voluntad (...). Aquí nos espera unabrega dura y dificil a cuantos permanezcamos defendiendo elhonor del uniforme que vestimos y del Instituto al que per-tenecemos (...). El deber hay que cumplido a rajatabla, seacomo sea»7.

Al día siguiente de la promesa de Franco a los del Alcázar,tenía lugar el asesinato del hijo de Moscardó más un grupo deprisioneros sacados de la cárcel, en represalia por la caída de unabomba de aviación que había matado a ocho personas.

En los días' siguientes el avance de las columnas africanasse hizo más arduo. Pero el 3 de septiembre caía Talavera, ciu-dad de cierta importancia a 120 km de Madrid y 95 deToledo. El golpe fue tremendo, y las izquierdas, hasta muchosácratas, empezaron a comprender que estaban en auténticopeligro, que las milicias, ardorosas pero indisciplinadas, habíanfracasado, y que urgía poner en pie un ejército en toda reglay sustituir un gobierno inane por otro representativo de las

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fuerzas revolucionarias, capaz de coordinar las fuerzas disponi-bles, todavía muy superiores a las de los rebeldes. Entonces el

gobierno de Giral fue simplemente apartado y sustituido porotro, bajo la presidencia de Largo Caballero, el Lenin español,sibien Azaña seguía como presidente nominal de la «república».

y el problema del Alcázar dejaba de ser moral y propa-gandístico para convertirse en estratégico, según señala la his-toria comunista de la guerra. Su persistencia en una retaguar-dia cada vez más próxima al frente debilitaba seriamente aéste, y a la inversa, aplastar a Moscardó permitiría liberar aunos 4.000 hombres, muy necesarios para afrontar a lascolumnas de Yagüe.

El nuevo gobierno tomó decisiones tajantes. Trató de recu-perar Talavera a toda costa, mediante contraataques sucesivos,y bombardeando duramente la ciudad; y ordenó endurecer elasedio al Alcázar, combinándolo con maniobras psicológicaspara desmoralizar a los sitiados. El continuo cañoneo de vein-

te piezas artilleras, sumado a los ataques aéreos, derribaba eltorreón noreste el día 4; el 5 se hundía la fachada sur delpatio; y el 8 el torreón del noroeste. Mientras, la mina avan-zaba y los defensores seguían con creciente ansiedad los rui-dos que marcaban su progresión. En realidad eran dos minas,pues los anarquistas construían otra por su cuenta, sin haber-la comunicado al mando en un principio.

El día 9, el comandante Vicente Rojo, que sería luegoel principal estratega del Frente Popular y tenía amigos en elAlcázar, entró en él para pedir la rendición, prometiendo lalibertad inmediata de las mujeres, soldados y niños, y entre-ga de los oficiales yjefes a los jueces. Moscardó replicó:«Tengo la inmensa satisfacción de manifestarle que desde elúltimo soldado hasta el jefe que suscribe, rechazan dichascondiciones y continuarán la defensa del Alcázar y de la dig-nidad de España hasta el último momento».

p o [lOSMITOS D E l A G U E R R A CIVil] ~

Pidió también un sacerdote para que celebrase una misa, y

al día siguiente le fue enviado el canónigo Vázquez Camarasa,uno de los pocos clérigos partidarios de las izquierdas y deencubrir la persecución. Entró de paisano, vestido de puntaen blanco, y ejerció una indisimulada presión moral a favor dela rendición. Aseguró que la vida en Madrid era normal, conlas iglesias precintadas, pero respetadas. Su homilía dejó laimpresión de que «venía a absolvernos en común a todos,porque al día siguiente íbamos a morir todos aplastados porla mina», deprimiendo el ánimo de los sitiados.

El canónigo dijo a Moscardó que no entendía por quémantenía a las mujeres coaccionadas y no les permitía salir conlos niños. La esposa de un oficial le respondió: «¿Coaccionadasnosotras? No. He hablado de este asunto con todas las muje-res del Alcázar, y todas piensan como yo. O salir libres connuestros esposos Y nuestros hijos, o morir abrazadas a ellosentre las ruinas, pero solas ¡nunca!».

Un tercer intento de mediación, a cargo del embajador deChile, ttacasó también.

El patio del Alcázar había quedado al descubierto desde el

, exterior, y sobre él caían ininterrumpidame.nte las granadas.El miedo a la mina provocó algunas deserciones en los días

siguientes. Hasta el 17 siguieron los ruidos subterráneos, Yentonces pararon: la obra estaba dispuesta. En cada mina se

dispusieron dos toneladas y media de trilita, que debían volarel edificio entero con sus ocupantes. Sabiendo, por el ruido,la zona aproximada de las explosiones, los defensores se dis-tribuyeron alejándose lo más posible de ellas.Para entonces lastropas de Franco se hallaban a 50 km, y si tenía éxito el ata-que definitivo podrían retirarse de Toledo fuerzas cuantiosaspara contraatacadas. A las 6 de la madrugada comenzó elbombardeo artillero, y media hora más tarde estallaban por finlas dos minas. Todo el poderoso edificio vaciló, se elevó unadensa nube de humo, y cayó por tierra casi toda la fachada

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oeste y el torreón suroeste.Poco después, cuatro grupos demiliciano s y guardias de asalto se lanzaron sobre las ruinas,pero, para su sorpresa, buen número de defensores los repe-lieron con fuego de ametralladora y fusil, rechazando encombate cuerpo a cuerpo a los que lograron entrar hasta elpatio. A las cuatro horas se reanudaba el bombardeo artillero:el ataque había fracasado, dejando 170 bajas en los atacantes y72 en los defensores.

Al día siguiente hubo un nuevo intento de asalto, orienta-do, como el anterior, por el general Asensio, militar de firmeespíritu ofensivo, nombrado por Largo Caballero jefe de todoel ejército izquierdista del centro, y que dedicó sus mayores'energías a acabar con la pesadilla de Toledo. E121 se derrum-baba el último torreón. Para entonces los defensores sufrían

201 nuevas bajas y su situación se hacía insostenible.Las fuerzas rebeldes estaban ya a sólo 42 km, pero no fáci-

les de cubrir. Habían recorrido en un mes 425 km, de Sevillaa Talavera, pero desde esta última su progresión fue frenada porla oposición izquierdista, cada vez más enconada y con fre-cuentes contraataques: los siguientes 43 km de Talavera aMaqueda, distancia diez veces menor, les costaron casi tressemanas, desde el3 al 21 de septiembre. En Maqueda se bifur-caba la carretera hacia Madrid y hacia Toledo. Entonces losrebeldes, por la misma necesidad que había llevado a la reor-ganización del Frente Popular unas semanas antes, se plantea-ron la construcción de un Estado, y la concentración delmando en una sola persona, como exigencia militar inaplaza-ble. La elección sólo podía recaer en Franco, y así fue.

Al caer Maqueda, Asensio decidió encargarse de Yagüe, ydejó Toledo al mando del teniente coronel Burillo, comunistaque sustituía al teniente coronel Barceló, también comunista ocomunistófilo, con la orden perentoria de acabar con Moscardóa cualquier precio. Los días siguientes, Asensio contraatacó rei-teradamente a las tropas enemigas, ahora mandadas por Varela

] [ L o S e IVI L ]MITOS D E L A GUERRA

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en sustitución de Yagüe, retrasando su avance, mientras en To-ledo, Burillo, con creciente intervención de las milicias comu-nistas del célebre Quinto Regimiento (el batallón Thaelmann,al mando de Líster), repetía una y otra vez los asaltosy los bom-bardeos artilleros y aéreos contra el Alcázar. Creyendo la forta-leza a punto de ceder, los comunistas prepararon, con el corres-ponsal soviético Kóltsof, enviado de Stalin, el escenario de unavictoria a la que pensaban dar máxima repercusión internacio-nal. Pero no tuvieron mejor suerte que los anarquistas y guar-dias de asalto, y fueron también rechazados, aunque a duraspenas. El 27, tropas en su mayoría comunistas hacían un últimoy baldío esfuerzo por arrollar la resistencia. En el intento dedoblegar el Alcázar habían participado los jefes más prestigiososdel bando revolucionario, y el mismo Largo Caballero había idoa la ciudad a esperar la caída del baluarte.

En la noche de ese día, los soldados de Varela llegaban a laciudad y la ocuparían al día siguiente, en medio de una repre-sión muy violenta *.

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Esta parece ser la historia, en líneas generales. Sin embargoalgunos aspectos han sido puestos en duda. El periodistauseño** Herbert Matthews la encontrará «demasiadobuena

para ser cierta», y, en palabras del polemista H. Southworth, «laleyenda del Alcázar ha estado desde sus comienzos manchadapor el fraude». En la misma línea escribe Blanco Escolá, yresume el estudioso A. ReigTapia: «Algunos de los hechos sonverdaderos, pero el conjunto de la narración es falso.El sopor-te fundamental del mito es que el hijo de Moscardó fue ame-nazado de ser ejecutado si el Alcázar no se rendía y al negarsesu padre la amenaza se cumplió. Evidentemente «sila amena-

* Los datosexpuestosaparecen en prácticamente todas lashistorias delsitio del Alcázar, por lo que no vale la pena poner referencias.

** Recuérdese, de Usa, o Estados Unidos.

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za no se cumplió,la leyendadelAlcázarcae por su propio peso[textual en Southworth] y todo 10 demás no es sino literatu-ra.» Extraña interpretación. El mito del Alcázar nace de unaresistencia extrema, durante dos meses largos, que obsesionó al

Frente Popular sin que éste consiguiera vencerla y tuvo enor-me repercusión dentro y fuera de España. Tal resistencia, pornadie discutida, incluye el episodio de Moscardó y su hijocomo elemento especialmente dramático, pero no es sensatopretender que, de resultar éste falso, «todo 10 demás es litera-tura» 8.

La polémica, no obstante, ha girado de preferencia entorno a la veracidad de la conversación entre el defensor del

Alcázar y su hijo, y el destino de éste. Los historiadores AlfonsoBu1lón y Luis E. Togores han realizado un detenido examen delas tesis de los autores «antialcázar» Luis Quintanilla, HerbertSouthworth, Isabelo Herreros,Vilanova, Prestan y otros, las cua-

les pueden resumirse así:1. La conversación entre Moscardó y su hijo no pudo

tener lugar, porque el teléfono estaba cortado y/o porqueLuis Moscardó ya había muerto en Madrid, en el Cuartel dela Montaña. Además, los franquistas han ofrecido varias ver-siones del diálogo, y los desertores de la fortaleza no sabíannada de él, ni fue reproducido en el diario ElAlcázar,impre-so por los sitiados con medios rudimentarios. .

Estos argumentos carecen de base, como muestran convin-centemente Bullón y Togores. El teléfono estaba intervenido,no cortado, y la conversación existió, sin duda alguna, pues 10certifican testimonios de ambas partes. Luis Moscardó nomurió en Madrid, sino en Toledo. La conversación no fue

reproducida en El Alcázar porque éste empezó a publicarsedías después de ella, y por supuesto, era bien conocida entrelos sitiados y los desertores. En cuanto a las versiones de laspalabras dichas, son prácticamente iguales, con cambios míni-mos, naturales en la reproducción.

2. Aceptado el fusilamiento del joven Moscardó enToledo, se objeta que algunas versiones franquistas 10 presen-tan, falsamente, como ejecutado tras hablar con su padre. Perosi bien es cierto que no fue matado de inmediato, como hancontado algunos, por error o por dramatizar aun más el suce-so, en general se ha dicho la verdad; el diario ABC, por ejem-plo, rectificó una primera versión falsa. El propio Moscardónunca dijo nada así, pues creía lo contrario, como explicabaen una carta íntima a su mujer, evidentemente sin el menorcarácter propagandístico: «Mi hijo de mi alma, me habló convoz tranquila, y yo no hice más que decirle que encomenda-ra su alma a Dios si llegara el caso y diera un Viva España muyfuerte.Yo espero que no sean tan crueles que quieran vengar-se en la persona de mí hijo, completamente inocente en estacausa, y no pase de una amenaza, pero no obstante no puedoestar confiado» 9.

También alegan los desmitificadores que los franquistasinforman diversamente sobre el dónde y el cuándo de sumuerte. En realidad hubo muchas dificultades para identificarel cadáver, y distintas explicaciones por un tiempo, cosa por10 demás lógica.

3. Aceptado el fusilamiento de Moscardó hijo en Toledo,y la existencia de la conversación, se ha atribuido a ésta uncarácter totalmente distinto, a partir de la tardía versión de untestigo de la izquierda, García-Rojo, recogida por IsabeloHerreros hace pocos años. Según el testigo, habrían habladocon el jefe del Alcázar no uno sino tres de los sitiadores:Carmelo Cabello, Malaquías Martín-Macho, y el propioGarcía-Rojo: «En relación a su hijo fui yo quien le hizo sabera Moscardó. Le dije, pues le conocía personalmente, que pen-sase que estaba allí su hijo Luis, pero sin dar a entender nin-gún tipo de amenaza sobre el mismo. A continuación se pusoal teléfono Luis Moscardó y, más o menos, el diálogo fue elsiguiente:

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LUIS:Papá, piensa bien en lo que están diciendo y haz casode sus indicaciones, pues me pueden matar a mí.

MOSCARDó:Pues bien, es lo que haría yo con los cobardescomo tú, Luis,y me quedaría el recuerdo de que por cobarde tehan matado.

El muchacho comenzó a llorar y yo le dije que se tranqui-lizara, que no se preocupase porque no le iba a suceder nada».

Extraña que Luis pidiera a su padre la rendición sin mediaramenaza alguna, sólo por si a los milicianos se les ocurría matar-le; y aun extraña más que, si los sitiadores no pensaban amenazaral coronel con la muerte de su hijo, hubieran llevado a éste allí.Por otra parte, la pretensión de que fueron tres los jefes izquier-distas que hablaron con Moscardó no sólo contradice todos losdemás testimonios, sino t;:unbiénuno anterior del mismo García-

Rojo, al deponer ante el juez después de la guerra. ¿En cuál delas dos ocasiones falla la memoria al testigo? No es dificil vedo.Dice haber hablado con el coronel, por conocerle, pero éste, enla carta que envió a su mujer, sólo menciona un interlocutor,desconocido para él.Y al querer explicar su cambio de testimo-nio, el testigo se enreda más: «En mi declaración jurada, añosdespués en la cárcel, me. hice responsable único de la conver-sación en un intento de salvar la vida de Malaquías Martín-Macho, que como sabes-fue fusilado». Pero, observan Bullón yTogores, en la citada declaración García-Rojo no se hizo res-ponsable de la conversación, sino que la atribuye a CándidoCabello. La falsificación, realmente tosca, salta a la vista.

4. Otro ataque al mito del Alcázar convierte a las mujeresy niños allí alojados en rehenes tomados para impedir el asal-to. El periodista norteamericano de izquierdas, H. Matthews,recogiendo el argumento, escribió en 1957: «Las mujeres yniños que estaban en el Alcázar -unos 570- fueron sin duda

atraídos y encerrados d{~ntrode la fortaleza o por ignorancia ocontra su voluntad. Más aún, los leales hicieron repetidos inten-tos, con las más riguros<:tsgarantías de seguridad, para conseguir

que los rebeldes dejaran salir a las mujeres y a los niños. Estaspobres criaturas fueron simplemente rehenes de los rebeldes,aprisionados contra su voluntad. Lejos de ser una fuente deorgullo para los nacionalistas, su presencia y sus sufrimientosrepresentan uno de los más vergonzosos incidentes de la gue-rra civil en el lado de Franco».

y H. Southworth remacha que Moscardó bien podía ima-ginar que podían matar a su hijo, pues «él mismo tenía la sufi-ciente [maldad] como para capturar a los hijos y las hijas deotros como rehenes, y... ¿quién sabe lo que hizo con ellos?»10.

Estas fábulas proceden especialmente del exiliado pintorQuintanilla, que también había incitado a Matthews a negar laconversación y a afirmar que Luis Moscardó había muerto enMadrid días antes; aseguraba también que los guardias civilesbajo ningún concepto podían llevar consigo a sus familias.Cosas todas ellas falsas.

En su tiempo, Matthews recibió una contundente réplicadel historiador franquista Manuel Aznar, y finalmente pidiódisculpas a la viuda de Moscardó: «Estoy seguro de que ustedse dará cuenta- de que yo escribí lo que escribí en la versiónoriginal de buena fe. Creo también, que aquellos que me faci-litaron la información que utilicé actuaron de buena fe. Sinembargo, estoy convencido, después de haber leído las razonesescritas por Manuel Aznar y discutido el asunto con otras per-sonas que merecen garantía, de que debo haber estado com-pletamente equivocado» 11.

La buena fe de Matthews salta a la vista, pero no tanto lade Quintanilla ni la de otros que mantienen impertérritosesas leyendas. De haber cientos de rehenes izquierdistas, en sumayoría mujeres y niños, posiblemente el Alcázar no habríasido atacado tan furiosamente, con intentos de volar el edifi-cio y sepultar indiscriminadamente a sus ocupantes. Pero enrealidad, como observa R. Salas: «La existencia de rehenes enel Alcázar nunca fue motivo de preocupación para los sitia-

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dores y el tema no fue objeto de debate en una sola de lasreuniones de civiles y militares. Sediles y Quintanilla sentíantan escasa preocupación por ellos que estaban dispuestos abombardear el Alcázar con gases asfixiantes. La prensa y laradio tampoco se hicieron eco en ningún momento de estehecho, que jamás fue invocado como paralizante de la accióngubernamental» 12.La idea de los rehenes, indudablemente, se

le ocurrió a Quinta~illa más tarde.Hubo, sin embargo, algunos prisioneros izquierdistas, cuya

utilidad para disuadir de ataques o del asesinato de derechis-tas en la ciudad resultó nula, aunque acaso salvaran momen-táneamente al hijo de Moscardó. ¿Cuántos rehenes hubo?Sería absurdo que metieran en el bastión a cientos de ellos,sabiendo que tenían por delante un largo asedio. Su númerofue de 16, según se desprende de las anotaciones en elCuaderno escrito por Moscardó durante el sitio. Debieron deser liberados al llegar las tropas de Franco, pero la suerte devarios de ellos fue trágica. Lo ejemplifica el caso de FranciscoSánchez, maestro izquierdista. Bullón y Togores dicen:«Logramos localizar a su hijo Virgilio, cuyas revelaciones acla-ran el porqué de la diversa suerte corrida por los presos.Según su testimonio, su padre fue puesto en libertad porMoscardó, junto con los demás rehenes (...). Durante un díadeambuló por la ciudad, sin saber a dónde dirigirse, pues sufamilia había abandonado Toledo. Pero Toledo era una ciudad

enloquecida, donde lós deudos de los asesinados por los repu-blicanos buscaban venganza, y señalaban a las tropas las per-sonas que debían ser fusiladas. Francisco Sánchez fue uno delos denunciados, por lo que fue pasado por las armas, sin queen su muerte tuviera nada que ver el coronel Moscardó (...).Cuando Moscardó supo que algunos de los rehenes habíansido asesinados se indignó, pues consideraba harto evidenteque al haber estado encerrados dentro del Alcázar no se les

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podía culpar de ninguna de lastropelías que habían cometido suscorreligionarios» .

Otros corrieron mejor suerte, como la mujer e hija delconcejal Domingo Alonso, auxiliadas por varios guardias civi-les, pero quizá fueron más los represaliados 13.

Pese a la contundencia de testimonios y libros como el deBullón y Togores, el «asedio al Alcázar» persiste encarnizada-mente en los papeles. El estudioso Reig Tapia, después delimitar la «leyenda» al episodio de Luis Moscardó, y definircomo «literatura» el resto, juzga la versión de García-Rojo,que presenta al padre llamando al hijo cobarde, «tan verosímilcomo cualquiera otra de las esgrimidas}>,cuando, como hemosvisto, sólo resulta verosímil para quien quiera prescindir de lafacultad crítica.Y explica: «Que el hijo de Moscardó se des-plomara moralmente en la creencia de que iba a ser fusilado-recuérdese el caso de García Larca-, simplemente humani-zaría al hijo y, para el caso, el padre no hace sino reflejar lamentalidad militar propia de la época impregnada toda elladel militarismo fascista dominante}>14. .

¿Sería fascista Guzmán el Bueno, o debería un jefe militarrendirse ante un chantaje así para no sedo? ¿Qué dirían Reig,,Southworth, Quintanilla, etc., si el caso hubiera ocurrido conlos papeles de nacionales y «republicanos» invertidos? Y ya queReig emplea la palabra fascista como un insulto, ¿no debería

"aplicado, más bien, a quienes idearon semejante tortura moralpara el padre y el hijo? Por supuesto, es humano el desfalleci-miento ante la muerte, y sólo un cretino lo reprocharía a GarcíaLarca o a cualquiera. Pero también es humana la postura vale-rosa, y sólo un necio la denigraría.

La poca seriedad de Reig resalta en su pretensión de quelos milicianos no pensaban fusilar al hijo de Moscardó. ¿Porqué no habían de hacerla cuando, con mucho menos moti-vo, eran fusilados otros, en los dos bandos? La primera depo-sición de García-Rojo, en la cárcel, suena más veraz, cuando

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señala que sólo la interposición de algunos, aduciendo unposible canje de rehenes, salvó al joven en aquel momento.Pero así quiere vedo Reig: «Su hijo será fusilado, en otro con-texto, como una víctima anónima más de las tantas que huboen la guerra, un mes más tarde, el 23 de agosto, junto conotros presos que fueron objeto de una "saca" ante la sinagogadel Tránsito, como represalia de un bombardeo de la aviaciónrebelde sobre la ciudad que provocó numerosas víctimas ino-centes, entre las que se encontraban varias mujeres y niños(matices y circunstancias que la propaganda franquista, obvia-mente, se encargó de ocultar celosamente). Todos estos mati-ces y circunstancias confieren al suceso una perspectiva radi-calmentenueva que imprime al lamentable episodio un sesgobien d!ferente del presentado por la hagiografía franquista» 15.

En realidad no fue una «saca»tan anónima, pues con LuisMoscardó cayeron otros destacados derechistas locales, comoel fiscal de la Audiencia o el secretario de la Diputación, aménde varios hermanos maristas.

y no menos erróneo es atribuir a los nacionales el bombar-

deo causante de la «saca».Para apoyar su versión, Reig cita a his-toriadores fi-anquistas como Arrarás y Jordana de Pozas, quecuando escribieron ignoraban la realidad. Pero omite que ya en1973 Ramón Salas, en su monumental Historia del EjércitoPopularde la República, transcribe una nota pasada al ministropor el estado mayor izquierdista en relación con el bombardeodel día 23: «A un aparato de la aviación leal se le cayó unabomba cerca de la esquina de la calle ancha de Zocodover y queha producido cuatro muertos y aproximadamente dieciséisheridos que están en los hospitales».

En el parte del día siguiente el número de muertos subíaal doble, probablemente por heridos fallecidos en el hospital.Así pues, las «víctimas inocentes, mujeres y niños» fueron cau-sadas por un avión populista. Como señala Salas:«El bombar-deo aéreo que provocó el asalto a la cárcel (...) fue efectuado

por un avión gubernamental y el hecho era perfectamenteconocido, desde que se produjo, por las autoridades civiles yrhilitares y jefes de milicias y muy posiblemente incluso porla población civil, pues el bombardeo se efectuaba sobre elAlcázar y fue una sola bomba la que cayó fuera, aunque muypróxima al objetivo». No obstante lo cual fue utilizado paraorganizar una matanza de presos 16.

Parece poco dudoso a estas alturas que el mito del Alcázarresponde en 10 esencial a la realidad, como hubo de recono-cer Matthews. Por lo demás, no se trató de un caso único,pues muy similares fueron los de Simancas, Oviedo ~iberadaen octubre), Santa María de la Cabeza; y sin estar totalmenterodeadas, también fueron realmente duras, heroicas propia-mente hablando, las resistencias de Guadalupe, Terue!, Huesca,Zaragoza y otras. Nada semejante ocurrió en el bando con-trario, como reconoció el líder anarquista García Oliver: «Seestá dando un fenómeno en esta guerra, y es que los fascistascuando les atacan en ciudades aguantan mucho, y los nuestrosno aguantan nada; ellos cercan una pequeña ciudad, y al cabode dos días es tomada. La cercamos nosotros y nos pasamosallí toda la vida» 17.

Lo mismo vienen a reconocer las instrucciones del

gobierno de Largo Caballero para la defensa de Madrid: «Ladefensa de la plaza de Madrid, que al ejemplo de la realizada:por el enemigo en plazas como Toledo, Oviedo, Huesca yTeruel, debe hacerse a toda costa, defendiendo palmo a palmoel terreno...».

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