Los Zapatos de Ninguna Parte Caps 1a6

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Les presentamos el capítulo No. 6 y sus correspondientes capítulos anteriores

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    La pgina de patojos y patojas, chavalas y

    chavalos

    LOS ZAPATOS

    DE NINGUNA PARTE

    Captulo 1

    Tiburcio llevaba una semana buscando

    desesperado una zapatera. No es que

    faltasen zapateras en la ciudad, pero las que

    haban no tenan calzado para l. En unas

    era muy caros, en otra demasiado baratos y

    no se fiaba. En unas eran demasiado

    estrechos y le hacan dao, en otras no tenan

    de su medida. En unas tenan zapatos

    puntiagudos que no le gustaban, en otras

    eran tan chatos que le hacan dao en el dedo

    gordo.

    Tena libre aquella tarde y decidi buscarlos

    por toda la ciudad, hasta los barrios ms

    lejanos. Tena piernas fuertes y camin,

    camin, detenindose en toda tienda que

    pareca vender zapatos. Hasta entr en una

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    llamada al paso, al trote, al galope.

    Pregunt si para dar pasos tendran Le

    respondieron que slo tenan herraduras.

    Entonces se dio cuenta de que en esa tienda

    slo haba sillas de montar, estribos, riendas

    y todo tipo de herraduras a gusto de los

    caballos y de sus dueos. Pens que l haba

    sido un burro entrando all. Sali

    avergonzado.

    Empezaba a anochecer. Un poco ms

    adelante, en un callejn algo oscuro vio un

    extrao letrero. TIENDA LA MISTERIOSA .

    En la vitrina, junto a la puerta, se

    amontonaban cajas y objetos que no se

    distinguan muy bien por la poca luz, pero

    en un rincn descubri varios pares de

    zapatos, botas, caites Entr y pregunt:

    Tienen ustedes zapatos para m?, del

    nmero 40?

    Se levant de su banqueta una seora con

    una paoleta blanca en la cabeza. No era ni

    muy joven ni anciana, sino todo lo contrario.

    Se le acerc y le mir de pies a cabeza. S,

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    as, empezando por los pies. Al llegar la

    mirada a su cara la mujer le clav unos ojos

    pequeos, negros, que parecan leer su

    corazn. Est usted seguro de lo que

    quiere?.

    - Claro, ya le digo, unos zapatos para

    andar bien por las calles de esta

    ciudad con tantos baches y tropiezos

    - La mujer sonri con gesto misterioso:

    pues si quiere caminar lejos y seguro,

    le recomiendo estos del nmero

    cuarenta me dijo? Son ciento quince

    pesos.

    En la moneda de aquel pas ( no les digo

    cul es) ciento quince pesos no eran

    mucho.

    Los zapatos que le ense la vendedora

    eran un poco extraos en su forma y

    colorido.

    Prubeselos - le aconsej. Se sent

    Tiburcio, se quit los zapatos viejos, y

    se prob los nuevos. Movi algo los

    dedos de los pies, se levant y camin

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    un poquito. Pues muy bien exclam

    satisfecho esto es lo que buscaba! Me

    los, me losss Entonces se dio cuenta

    de que la vendedora haba

    desaparecido.

    -Oiga seora, oiga!. Mir por todas

    partes en el comercio. .Nadie se asom.

    Ya estaba casi oscuro y su casa estaba

    lejos. Decidi marcharse con los

    zapatos nuevos.

    Tiburcio era persona honrada. Dej los

    ciento quince pesos sobre el mostrador.

    Grit por ltima vez, por si ella estaba

    en otra habitacin: gracias seora,

    aqu le dejo el dinero!. Agarr los

    zapatos viejos bajo el brazo y se fue.

    Estaba bastante oscuro. Al salir del

    callejn ya en las calles ms anchas de la

    ciudad haba farolas encendidas.

    Aunque era un poco tarde, por el placer

    de caminar con aquellos zapaos tan

    cmodos volvi paseando a casa.

  • 6

    Por el camino se cruz con su prima

    Carlota, que iba por la banqueta de

    enfrente.

    - Adis Carlota!

    La muchacha se detuvo y mir hacia

    atrs.

    - Eh, que estoy aqu!

    Ella mir hacia donde l estaba. Pareci

    que no lo vea. Tiburcio levant la mano

    saludando. Muchacha que estoy

    enfrente!.

    Ella mir a un lado y a otro, se encogi

    de hombros y sigui adelante. Es verdad

    que estaba un poco oscuro, pero no

    tanto. Esta chica necesita lentes-

    pens Tiburcio- y sigui tambin su

    camino de vuelta. Viva en una casita de

    un solo nivel, con sus padres y una

    hermana ms pequea. Al llegar meti

    la llave en la cerradura, abri - Hay

    alguien? pregunt sin respuesta.

    Habran salido todos.

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    Entro en su habitacin. Dej los zapatos

    viejos en un rincn. Se acerc a su

    armario que tena un espejo de cuerpo

    entero. All fue a ver qu tal le caan los

    zapatos. Se puso enfrente del espejo,

    mir y no vio nada! Eh? Qu me

    est pasando? Estoy ciego? -dijo en

    voz baja. Pero l vea perfectamente

    todo lo que le rodeaba. Vea el armario

    y el espejo que reflejaba la habitacin,

    pero l mismo no se vea all

    Temblando de nerviosismo volvi a su

    cama y se sent. El cansancio de la

    tarde, el paseo y los nervios le dieron

    ganas de tumbarse un ratito. Se quit

    los zapatos. Desde su asiento mir

    hacia el espejo y dio un salto. Ahora s!,

    all estaba l reflejado en el espejo, con

    cara de susto y y descalzo.

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    LOS ZAPATOS

    DE NINGUNA PARTE

    Captulo 2

    En el primer captulo, recuerdan?, dejamos

    a Tiburcio, con la boca abierta vindose en el

    espejo cuando un rato antes no se vea.

    Tambin record entonces que, cuando pas

    cerca de su prima Carlota, tampoco ella le

    haba visto. Pues no le fue muy difcil sacar

    consecuencias de lo que pasaba.

    Para estar ms seguro se sent frente al

    espejo, agarr los zapatos y empez a

    ponrselos. Se puso el primero y mir al

    espejo. Qu creen ustedes que pas? Se

    vea?, no se vea? Pues mita-mita, que dicen

    en este pueblo. Se vea en blanco y negro,

    como una pelcula de las antiguas. Entonces

    agarr el otro zapato se lo puso, y zas! Lo

    que ustedes estn pensando. Haba vuelto a

    desaparecer totalmente del espejo porque l

  • 9

    s se vea y se tocaba. Estaba all, pero

    como en esas pelculas del hombre invisible,

    nadie poda verle. No se lo acababa de creer.

    O sea que esos zapatos eran

    invisibilizadores, lo hacan invisible.

    Mir el reloj. Eran las 9 de la noche. Estaba

    cansado y nervioso de la impresin. Supuso

    que sus paps y su hermana estaban en

    alguna visita. Les dej un aviso sobre la mesa

    de la cocina. Me acost, hasta maana.

    Volvi a su habitacin y a dormir.

    Seguramente esa noche so mucho, pero l

    nunca se acordaba al despertar de sus

    sueos.

    Amaneci, son ese antiptico aparato

    llamado despertador y en cuanto Tiburcio

    abri los ojos, naturalmente, le volvi a la

    cabeza la memoria de los misteriosos

    zapatos.

    - Los tengo que probar, a ver si siguen

    hoy como ayer.

  • 10

    Se los puso y sali a la cocina, donde estaban

    sus padres desayunando. Doa Tina

    preparaba los huevos revueltos. Don Toribio

    estaba pasando las hojas del peridico

    mientras se le escapaban exclamaciones:

    Uff!... huy!... ah!... qu brbaro!... menos

    mal!...

    - Qu sucede? le pregunt doa Tina.

    - Sucede de todo contesto Don Toribio-

    y empezaron los dos a comentar las

    noticias de la poltica nacional e

    internacional y los problemas de los

    emigrantes que estaban expulsando de

    los Estados (unidos-de-Norteamrica,

    se supone, pero los llamaban solo los

    Estados, a secas).

    - Tiburcio entr en ese momento,

    despacito, procurando no hacer ruido

    con los pasos, pero roz con el codo

    una cacerola vaca que se fue al suelo

    estrepitosamente.

    - Se volvi doa Tina - huy!, la dej al

    borde y se habr resbalado.

  • 11

    - Tiburcio salt silenciosamente y se

    qued en un rincn. Pens que si los

    padres sentan algo que no vean, el

    susto podra ser tremendo. Doa Tina

    recogi la cacerola y en aquel momento

    entro Teresita, la pequea de los T.

    Se habrn dado ustedes cuenta?: eran

    Tiburcio, Toribio, Tina y Teresita. La

    broma de los amigos era: Te vienes a

    tomar el te a casa de los T?

    - Teresita tena10 aos, ocho menos que

    su hermano y era un rabo de lagartija,

    traviesa y lista para todo menos para los

    nmeros, pues se le atravesaban las

    matemticas en la escuela.

    - Mam- pregunt la nia- , dnde est

    el dormiln de mi hermano?

    - Djale dormir; vendra anoche muy

    cansado.

    Entonces se dio cuenta Tiburcio de que

    ya deba dar seales de vida.

    Aprovech que estaba la puerta abierta,

    volvi a su habitacin, se quit los

  • 12

    misteriosos zapatos y ya empez a

    volver al mundo visible; se lav, se

    pein, se visti, se puso los zapatos

    viejos y entr haciendo ruido a la

    cocina.

    - Entre los saludos, los qu tal te fue? y

    los qu tal amanecieron? , la pregunta

    de Doa Tina: Pero hijo, no fuiste ayer

    a comprar zapatos y todava andas con

    esos medio rotos?

    - S mam, no encontraba en ningn

    sitio Slo vi unos pero no s si me

    quedar con ellos volver hoy a ver

    qu hago

    - Esa era de verdad la idea de Tiburcio.

    Aquellos zapatos estaban siendo un

    problema para l. Ir de Invisible por la

    vida est bien para los cuentos, pero

    para la vida real creaba muchos

    problemas. Ustedes no han hecho

    nunca la prueba de volverse invisibles?

    Pues Tiburcio s y estaba asustado.

    Cuando desayunaron, el volvi a su

  • 13

    habitacin, meti en una bolsa de

    plstico los zapatos misteriosos (es que

    llamarlos in-vi-si-bi-li-za-do-res , es muy

    complicado). Pues el muchacho, agarr

    la bolsa y sali a la calle para devolver

    esos zapatos invi o hablar con la

    seora que se los haba vendido.

    - Esta vez agarr un bus que pasaba cerca

    de all. Se baj justo frente a la tienda

    de las herraduras, la del Paso, trote y

    galope, sigui hasta el callejn y busc

    la tienda de los zapatos. La busc pero

    no la encontr. En el sitio donde ayer

    estaba la tienda misteriosa haba un

    edificio en construccin. Los albailes

    estaban levantando un segundo nivel,

    con ayuda de una gra.

    - Tiburcio se acerc a uno de ellos:

    disculpe aqu no haba antes una

    tienda de de cosas?

    - Pues no s muchacho, hace tres

    semanas que trabajamos en construir

  • 14

    esta casa. No tengo idea de lo que

    haba antes aqu.

    - Tiburcio se qued lo que se dice

    patidifuso, es decir, de piedra, hecho un

    lo, balanceando la bolsa de zapatos en

    la mano, mirando a todos lados sin

    saber qu hacer. Estuvo a punto de ir a

    la tienda para caballos y comprarse unas

    herraduras; pero al final lo pens mejor

    y

    Ya les contar en otro captulo lo que

    hicieron el pobre Tiburcio y sus zapatos

    invi

    - Mientras tanto vayan aprendiendo a decir

    sin respirar: Tiburcio est invisibilizado

    quin lo desinvisibilizar, el

    desinvisibilizador que lo desinvisibilizare

    buen desinvisibilizador ser.

  • 15

    L0S ZAPATOS DE

    NINGUNA PARTE

    Captulo 3

    Tiburcio dej de balancear la bolsa con los

    zapatos misteriosos y empez a caminar de

    vuelta a casa. Ya no pens en montar en

    ningn bus. Necesitaba pensar. Se daba

    cuenta de que con aquellos zapatos en su

    poder se le iba a complicar mucho la vida,

    para bien o para mal. Pens tirarlos en

    un cubo de basura, pero menudo conflicto se

    poda organizar. Si los encontraba un ladrn,

    se los pona y dejaba toda la ciudad pelada,

    levndose todas las cosas de todas las casas,

    hasta los quesos. Sera un caso curioso.

    Pero ya que tena all los misteriosos zapatos,

    y saba cmo utilizarlos, se dijo:

    Voy a ver lo que puedo hacer con ellos.

  • 16

    Entr en un jardincillo solitario a aquellas

    horas, se sent en un banco, mir alrededor

    por si vena alguien y se los puso. Volvi a

    la calle y empez a pasear. No saba qu hora

    era. Se acerc a una seora que caminaba

    por y la pregunt: Buenos das, me puede

    decir por favor qu hora es? La seora se

    volvi hacia la derecha, hacia la izquierda.

    Hacia atrs, se qued plida de susto, volvi a

    mirar alrededor dijo temblorosa: laaas

    dieez y veeeeinteee y sigui caminando, casi

  • 17

    corriendo, mirando hacia atrs de vez en

    cuando.

    -Ya met la pata se dijo Tiburcio a ver si

    me convenzo de que aunque estoy, no estoy

    y sigui su camino procurando que nadie

    tropezase con l. Al principio le fue fcil

    porque a esa hora y en esa calle pasaba poca

    gente.

    Pero al cabo de 10 minutos, escuch a lo

    lejos gritos que se acercaban. Al llegar a la

    esquina cercana, se dio cuenta del origen de

    las voces-

  • 18

    Por all vena, ocupando toda la calle, con una

    manta desplegada en primera fila, una

    marcha, manifestacin de campesinos. En la

    manta estaba escrito con grandes letras el

    motivo:

    LA MINERA DESTRUYE NUESTRA TIERRA.

    Record que la radio haba anunciado la

    marcha el da anterior. Decidi ir con los que

    protestaban el pero dnde se colocara?,

    entre todos? detrs del gran grupo? Ir

    delante de los manifestantes -pens-

    donde llevan la manta desplegada.

    Los campesinos portaban tambin banderas,

    o pequeos afiches. Iban gritando consignas

    como: La tierra es nuestra vida y nadie nos

    la quita!!... o Comemos maz, no

    comemos oro!!. Tiburcio tambin empez a

    gritar. Su voz se perda entre las dems y

    nadie se daba cuenta de que el sonido sala

    de ninguna parte.

  • 19

    El grupo de varios cientos de campesinos,

    mujeres y hombres se diriga al ministerio de

    energa y minas.

    Tan animado iba Tiburcio que se decidi

    mezclarse con los manifestantes. Aunque no

    lo vieran no lo notaran, como iban todos

    apretujados, hombro con hombro, codo con

    codo. Se mezcl en el grupo, sin decir

    siquiera con permiso y sigui caminando y

    gritando consignas.

    As fueron llegando al ministerio. Pero all se

    encontr nuestro hombre invisible algo que

    no se esperaba. Cerrando la calle, delante del

    ministerio: una barrera de polica.

  • 20

    Los timotines exclam un viejito que

    caminaba a su lado. No entenda lo que

    quera decir anti ni motines slo le

    sonaba Timotines.

    Los campesinos se detuvieron y uno de sus

    lderes se adelant a hablar con los policas.

    - No pudo hablar mucho. Se not que el

    oficial tena rdenes demasiado

    concretas y sin hacer caso al dialogante

    dio una orden. Los antimotines

    levantaron las estacas, se protegieron

    con sus escudos de plstico fuerte y

    avanzaron sobre los manifestantes.

    - El grupo de inconformes, pacficamente

    se sent en el suelo manteniendo

    delante la pancarta. Algunas mams que

    venan con sus nios, y hasta con el

    tiernito a la espalda se apartaron

    rpidamente y se echaron hacia atrs.

    Tiburcio tambin se iba a sentar cuando

  • 21

    record que a l no lo vean los polis.

    Entonces se qued parado esperando

    reacciones.

    - El grupo antidisturbios (aunque

    disturbios all no haba) entr en las filas

    de manifestantes como un rebao de

    elefantes en una cacharrera. Pisote la

    manta y las banderitas, empez a patear

    y golpear a los manifestantes.

    - Tiburcio se dio cuenta de que all tena

    l trabajo. Se puso a la espalda de los

    policas y con movimientos rpidos

    empez a quitarles garrotes y escudos

    a los que poda, a poner a otros la

    zancadilla, a empujar a quienes iban a

    golpear a los cados en el suelo y a

    apartar a algn manifestante herido.

    - El desconcierto fue grande, tanto entre

    las fuerzas del orden que haban

    empezado el desorden, como entre los

    campesinos sintiendo que all pasaba

    algo raro pero no saban qu.

  • 22

    - En ese desconcierto, algunos de los

    lderes de la manifestacin entraron en

    el ministerio con gesto pacfico y seguro.

    Nadie les impidi el paso. Los

    timotines se replegaron

    desconcertados, sin saber qu estaba

    pasando. Tambin el grupo de

    manifestantes se retir por una de las

    calles, a atender a los heridos, a

    reunirse con sus esposas e hijos y a

    comentar intrigados aquello tan extrao

    que haba sucedido. Los golpes haban

    sido escasos para lo que se temieron.

    Una extraa fuerza haba dispersado a

    los antidisturbios.

    Y Tiburcio?

    Tiburcio, contento, pensando que el

    estar invisibilizado, sin que nadie lo

    desinvisibilizase poda ayudarle, bien

    panificado, a hacer buenas obras. Pero

    en ese momento se dio cuenta de que

    no tena los zapatos viejos!. Los haba

    olvidado en el jardn! Ech a correr

  • 23

    para buscarlos. Pero en el jardn donde

    los dej tampoco estaban.

    - Y ahora qu hago yo? se pregunt

    Tiburcio.

    - Y ustedes se preguntarn tambin

    Pues esperen hasta el prximo captulo

    que se lo contaremos.

  • 24

    LOS ZAPATOS

    DE NINGUNA PARTE

    Captulo 4

    O sea que nos encontramos con Tiburcio,

    sentado en un banco del parque, all donde

    haba perdido sus zapatos viejos, pensando

    y ahora qu hago yo?

    Mientras pensaba no se dio cuenta de que se

    acercaba por el paseo una seora con dos

    nios. La seora, la mam sin duda, iba

    regaando a los pequeos.: Les tiene que

    dar vergenza sacar esas malas calificaciones.

  • 25

    Yo cuando era pequea tena muy buenas

    notas.

    - Pero mam, si t nos dijiste que de

    pequea, en tu aldea no haba escuela ni

    maestro

    La mam se mordi los labios

    - Bueno no haba escuela, pero cuando fui

    mayor aprend a leer y a hacer cuentas, y

    ahora en el mercado no me engaa nadie

    cuando compro.

    - Los pequeos se quedaron un poco

    avergonzados. La maestra haba dicho a la

    mam que sus hijos lean muy mal y as no

    podran estudiar bien.

    - Ahora - sigui diciendo la mam - en vez

    de jugar se van a sentar ustedes en ese

    banco y van a ponerse a leer.

    - Tiburcio segua sentado en el banco,

    pensativo, cuando sinti que alguien se

    sentaba encima de l.

    - Aaaay mam que no me puedo sentar!

    grit uno de los hermanos saltando

  • 26

    fuera del banco,- aqu hay un fantasma o

    no s qu!

    - Naturalmente, en ese momento Tiburcio

    tambin se levant rpidamente y se puso

    detrs de un rbol.

    - Nio no digas payasadas - le rega la

    mam-, ven aqu a sentarte. Claro, ya

    estaba el terreno libre. Se sent la mam

    en el banco e hizo sentarse a los

    pequeos, que lo hicieron con mucha

    precaucin, aunque ya no haba nadie

    ocupando el lugar.

    - Tiburcio no quiso saber ms de los

    pequeos estudiantes y con cuidado para

    no tropezar con nadie, sigui caminando

    por la calle. A los pocos pasos encontr

    una zapatera: ZAPATOS LOS INVENCIBLES.

    Cmo? -pens Tiburcio- ah

    invencibles! no invisibles Entonces se

    decidi a entrar con cuidado, a ver qu

    encontraba.

  • 27

    - En una estantera a la izquierda haba

    muchos pares de zapatos. Todos tenan

    una etiqueta con el nmero del tamao y

    el precio. All haba varios pares del

    nmero cuarenta. El precio 120 pesos.

    Ms caros que los invisibles y la verdad no

    le gustaban mucho, pero no estaba para

    elegir. Mir hacia los lados. Nadie se

    fijaba en aquella estantera. Entonces

    rpidamente agarr los zapatos y dej en

    su lugar los 120 pesos. Luego rpidamente

    sali a la calle. Vern que Tiburcio segua

  • 28

    siendo persona honrada y no se

    aprovechaba de su invisibilidad para no

    pagar. Qu ejemplo para la humanidad!

    S, era honrado, pero un poco torpe,

    porque al salir deprisa, roz su codo con

    un jarrn que haba de adorno junto a la

    puerta y zs! o mejor: cras, cric, chinc!

    Porque se hizo mil pedazos, o por lo

    menos novecientos noventa y nueve. No

    tuvo tiempo de contarlos. Sali a la calle y

    respir.

    - Slo le faltaba ahora a nuestro amigo

    cambiarse de zapatos para visibilizarse, o

    sea, no andar por la vida invisible.

    - Le fue fcil volver al jardn de antes. All

    segua la mam dando sermones a los

    nios. Pues el hombre invisible se fue

    detrs de unos rosales y se cambi los

  • 29

    nuevos zapatos por los todava ms

    nuevos. Ya visible tom el camino de su

    casa.

    Al llegar entr haciendo ruido para que

    todos lo viesen.: -Hola, buenas tardes.

    - Hola dijo la mam - ya compraste los

    zapatos?.

    Se qued mirndole los pies, mientras l

    zapateaba para que todos se fijasen en su

    calzado. Pero la hermanita curiosa se fij

    que llevaba en la mano otros y empez el

    conflicto:

    - Mira mam, si lleva otros en la mano! Y

    son ms bonitos.

    - Tiburcio se puso nervioso; enrojeci.

    No, no, estos no son, bueno, s son pero

    no Los voy a devolver, porque no sirven,

    claro que s sirven pero Se dio la vuelta

    y se meti deprisa en su habitacin. Cerr

    la puerta y empez a buscar dnde

    esconder los misteriosos zapatos

    invisivilizadores.

  • 30

    - Tena miedo de que su traviesa hermana

    se metiera en su recmara y se los

    encontrase. Menudo problema si se les

    volva invisible la pequea. No se le

    ocurri otra cosa a Tiburcio que volverse a

    poner los zapatos conflictivos. Se los

    puso, se qued otra vez invisible, y

    empez a pasear por el cuarto mientras

    pensaba: Pues a ver qu puedo hacer yo

    ahora para esconder esto. Aqu en casa

    no es seguro. En menudo lo me he

    metido. Me gustara estar lejos, para no

    complicarme la vida Me gustara estar

    ahora en la India. En la India y zas!.

    En ese mismo instante Tiburcio sinti que

    su casa desapareca.

    Se encontr en un paisaje diferente.

    Escuch un sonido como de una trompeta.

    Mir para atrs y all, a dos pasos

    levantaba su trompa un hermoso

    elefante.

  • 31

    Pues en su tierra no existan esos

    animales, as que Tiburcio estaba en

    donde l haba dicho:

    - En la mismsima India!

    ((Aqu nos quedamos, porque esto se pone

    complicado. El prximo captulo sabremos

    qu pasa con esos zapatos misteriosos que,

    adems de hacer a la gente invisible,

    tambin parecen una agencia de viajes

    gratuitos. Hasta el prximo captulo, en la

    India))

  • 32

    LOS ZAPATOS DE

    NINGUNA PARTE

    Captulo 5

    Ya recuerdan, verdad? Por obra y gracia de

    esos misteriosos zapatos, Tiburcio se

    encontraba

    Bueno s, se encontraba asombrado, a la

    sombra de la trompa de un elefante, y

    pensando: O sea, que estos locos zapatos

  • 33

    adems de hacerme invisible me hacen

    turista. Si yo digo el nombre de un pas, all

    me voy sin pagar pasaje de avin.

    Le dieron ganas de hacer la prueba y

    empezar a decir a toda velocidad: quiero

    estar en. Y nombrar todos los pases del

    mundo. Pero se aguant las ganas porque

    imagnense el mareo de saltar de un pas a

    otro. Adems en el aterrizaje le poda fallar el

    motor a alguno de los zapatos y darse un

    golpe contra una palmera o caer al mar, o

    Se apart prudentemente del trompudo y se

    meti por las calles de aquella ciudad. No

    saba cul era.

    La India es muy grande,

    con 1250 millones de

    habitantes. No saba si

    estaba en Nueva Delhi,

    Bombay, Calcuta o

    Bueno, que no saba.

    Tuvo que hacer un esfuerzo para darse

    cuenta de que segua invisible y adems no

  • 34

    poda hablar con nadie, porque tampoco

    conoca el idioma indio, o hind como dicen

    otros. De todos modos, ya que estaba all

    pens : me gustara tomar contacto con la

    gente, pero cmo?. Para eso me tienen que

    ver.

    Se le ocurri una idea. Aunque era un

    muchacho honrado consider que en caso de

    necesidad y la necesidad ahora era buscar

    unos zapatos. La calle estaba llena de gente y

    de puestos de venta, como en el mercado de

    su ciudad (que sigo sin decirles cul es). No le

    fue difcil encontrar un puesto donde vendan

    calzado.

    Lo que encontr

    por all fue eso que

    se llaman babuchas,

    zapatillas sin

    cordones ni nada y

    con un pico como de

    pajarito. El clima era

    bueno; pens que

    eso le bastara para no clavarse algn clavo

  • 35

    en la planta del pie. Calcul a ojo el tamao

    de unas babuchas de esas y se las guard.

    Nadie lo vio. Busc un rincn apartado e hizo

    el cambio de calzado. Y ahora qu hago con

    mis zapatos? En aquel mercado haba de

    todo. Cerca del puesto de zapatos encontr

    un sitio donde vendan bolsas, se acerc y

    eligi una sencilla donde le cupieran los

    zapatos. Ya tena experiencia de llevarse

    cosas desde su invisibilidad Despacito la

    agarr. Pero en ese momento volvi la cabeza

    el vendedor y: Socorro que me roban!.

    Tiburcio no se haba dado cuenta de que ya,

    sin los zapatos, no era invisible. A ustedes

    no les sucede que no se fijan cuando son

    invisibles y cuando no? Varias personas del

    mercado se echaron a por l. El muchacho

    tena buenas piernas y mucho miedo. Sali

    corriendo por las callejuelas, tropezando con

    gente, con carros, con latas, con perros.

    Metindose por los lugares ms estrechos y

    retorcidos que vea hasta que se encontr

    en un callejn sin salida.

  • 36

    Se qued temblando pegado a la pared. Pero

    mir hacia atrs y respir. No haba rastro de

    los perseguidores. Meti los zapatos en la

    bolsa y se la colg al cuello. A dnde

    puedo ir ahora, si no conozco nada de aqu?.

    Mir alrededor. Cerca de l pasaban algunos

    hombres y mujeres. Eran, ancianos y

    enfermos. Tenan aspecto de ser muy pobres.

    Unos cojeaban, otros medio se arrastraban

    apoyados en ramas como bastn. Sus ropas

    estaban sucias y desgarradas o iban casi sin

    ropa. Llamaron a una puerta que se abri

    enseguida.

  • 37

    All se asom una mujer vestida con una

    tnica blanca, limpia aunque no demasiado.

    Este vestido pens Tiburcio lo he visto yo

    en algn sitio; mmm s!, en un documental

    de la tele que hablaba de - Le entr un

    escalofro por el

    cuerpo -

    Ya recuerdo

    esas son monjas

    de la madre

    Teresa, la que

    nombraron santa

    hace poco.

    Pens que lo mismo estaba en Calcuta,

    aunque en toda la India y en otros pases ya

    haba hermanas de esas por muchos sitios.

    Mientras recordaba todo eso, vio cmo los

    pobres que haban llamado a la puerta, iban

    entrando en la casa acogidos cariosamente

    por la monjita. Entonces sin penarlo dos

    veces se puso en la cola, detrs de los

    mendigos. No tuvo que hacer mucho esfuerzo

  • 38

    para cojear un poco despus de su huida. Iba

    despeinado y sucio, pero la hermana lo

    detuvo a la puerta. Le puso la mano en el

    hombro : Muchachito, t no eres de aqu

    verdad?

    El muchachito se qued otra vez de piedra,

    pro no de susto, sino de asombro. Resulta

    que la hermana le hablaba en hind pero l

    lo entenda todo!. Al mismo tiempo senta en

    su bolsa, donde tena los zapatos guardados,

    un temblor, igual que cundo le llaman a uno

    por celular y el aparato vibra.

    En ese momento Tiburcio ya no resisti ms.

    Entre la sorpresa de estar en otro pas con el

    elefante trompudo, el buscar y rebuscar en el

    mercado, el susto de sentirse descubierto

    robando, el cansancio, los nervios de la

    carrera frentica huyendo y el descubrir

    aquel maravilloso y a la vez miserable lugar

    con la hermana que lo reciba, cay redondo

    al suelo, desmayado y agotado, aunque sin

    perder del todo el conocimiento.

  • 39

    La hermana llam a otras compaeras que lo

    recogieron y pusieron sobre una pobre y no

    muy limpia colchoneta. A su alrededor, en un

    ambiente de olor a enfermedad y miseria,

    otra pobre gente tambin acostada.

    Tiburcio, con los ojos entornados y sin

    fuerzas, se dej atender. Pero su cerebro

    funcionaba a toda velocidad: Lo que me

    faltaba: Estos zapatos me sorprenden a cada

    minuto. Primero me hacen invisible, luego me

    llevan de viaje por el mundo y, encima, tienen

  • 40

    traduccin simultnea. Pero esto no se lo

    puedo contar a las monjas porque no me

    creeran y lo mismo me echan a la calle.

    Mejor ser hacerme el mudo. S, eso, aqu soy

    mudo

    Cerr los ojos y se qued dormido de verdad.

    Buena ocasin para tambin hacernos

    nosotros los mudos y no contarles ms

    aventuras de Tiburcio hasta el prximo

    captulo.

  • 41

    LOS ZAPATOS DE

    NINGUNA PARTE

    Captulo 6

    Cuando Tiburcio se despert no saba cunto

    tiempo haba dormido. Vio que empezaba

    lentamente a amanecer. Eso no le orientaba

    nada, porque entre la India y su pas haba

    una diferencia de algunas horas (al muchacho

    no se le daba bien calcular las diferencias

    horarias ente los pases de la tierra)

    Abri los ojos y

    mir a su

    alrededor.

    Todo estaba en

    silencio. Los

    acogidos a la

    caridad de las

    hermanas dorman. En un rincn alumbrado

    por una luz pequeita un monja lea. A veces

  • 42

    echaba una mirada vigilante a la sala. Todo

    tranquilo.

    Tiburcio tuvo que hacer el esfuerzo de

    siempre para recordar cuenta si estaba visible

    o no. Claro, Los invis, como empezaba a

    llamar a los mgicos zapatos, colgaban de su

    cuello en la bolsa de la que no se haba

    separado. All, descansado en esa colchoneta,

    estaba muy bien pero tena que hacer algo.

    Se acurruc bajo las sbanas, se fue quitando

    las babuchas y ponindose su maravilloso

    calzado. Guard las zapatillas indias en la

    bolsa y se puso de pie. Despacito camin por

    la sala de aquel hospitalito. Se acerc al

    rincn donde estaba la hermana e hizo un

    poco de ruido. La monja levant la vista, mir

    a un lado y a otro y sigui leyendo.

    Entonces nuestro amigo, caminando de

    puntillas, se acerc a la puerta que slo

    estaba cerrada con una cadena, la

    desenganch con cuidado abri y sali a la

    calle. Dej sin cerrar pero el viento se ocup

    de eso y la puerta son: click!.

  • 43

    l dio un salto y, aunque no le haca falta, se

    escondi detrs de un rbol. Lo que esperaba:

    Enseguida apareci la cara asustada de la

    monja. Volvi a mirar a todos lados de la

    calle varias veces y al fin cerr.

    En ese momento a Tiburcio le entr en el

    pellejo el espritu turista. Con su bolsa de

    zapatillas al cuello sali del callejn y

    empez a pasear. Hacia la derecha vi que el

    camino se meta entre grandes rboles.

  • 44

    Ser algn Jardn pens. Se acerc ms y vi

    que los rboles seguan cada vez ms grandes

    y ms apretados entre ellos. Tena que ir

    apartando las ramas ms bajas. Ya no haba

    camino sino zarzas y maleza. Esto no es un

    jardn pens esto es la selva! Un

    escalofro de emocin le recorri el cuerpo.

    Mir a todos lados. Selva por todas partes.

    Oy gritos por encima de l. Varios monos

    saltaban entre las ramas. Quiso volver hacia

    atrs pero, dnde estaba atrs? Ya no

    haba camino, solo grandes plantas y

    enormes troncos. Haba clareado y el sol se

    meta entre las hojas mezclando luces y

    sombras. Otro escalofro, este de miedo, le

    volvi a recorrer el cuerpo que ya lo tena

    escalofriado (se dice as?) pero en aquel

  • 45

    momento el pobre Tiburcio se qued

    escalohelado de terror) porque a pocos

    metro de l se escuch un enorme rugido

    que dej en silencio a los monos y temblando

    a Tiburcio.

    La cabeza y las patas de un tigre con sus

    garras, sus colmillos y sus rayas, el uniforme

    completo del tigre de Bengala, aparecieron

    en la espesa jungla.

    Estoy perdido -dijo en vos baja - Esto me

    sucede por no estar donde deba, en mi

    casa!.

  • 46

    Sinti como si alguien le agarraba del pelo

    (un mono?). Sinti luego como un viento

    fuerte que azotaba su rostro y le cerraba los

    ojos y ya no sinti ms que un suave golpe

    en sus espaldas que rebotaban sobre un

    mullido colchn. Abri los ojos y se vi de

    espaldas y patas arriba sobre su cama, en su

    habitacin, en su ciudad que sigo sin decirles

    cmo se llama.

    Se qued un rato tumbado mientras se le

    pasaban los escalofros hindes y haca un

    recuento de lo

    sucedido.

    Cuando se mir en el

    espejo y vio que no

    se vea, lo primero

    que pens fue:

    Qu tonto he sido!

    Poda haberme

    paseado al lado del

    tigre que tampoco

    me poda ver! Claro

    que no me vea, pero y si me ola?, que esos

  • 47

    bichos tienen muy buen olfato. S, s, mejor

    estoy aqu en casita.

    Se quit los zapatos invi y se puso las

    babuchas de la India.

    En ese momento tocaron en la puerta. La voz

    de su hermanita le gritaba: Tiburcio,

    Tiburcio llevas durmiendo 15 horas! No te

    vas a levantar? En la cabeza de Tiburcio se

    enrosc una duda como una serpiente: Y

    ahora qu les cuento, para que no piensen

    que estoy loco?

    Eso se preguntaba. Yo en este momento no

    me acuerdo lo que contest, as que

    paciencia. Buscar en mis archivos y en el

    prximo captulo se lo cuento.