Luchar y Amar (def) Anselm Grün-1

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mo los hombres encuentran a sí mismos

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mo los hombresencuentran a sí mismos

ANSELM GRÜN

Luchar AmarCómo los hombres se encuentran a sí mismos

II Edición

SAN PABLO

Título original:Kámpfen und Lieben. Wie Mánner zu sich selbst linden

Traducción al español:Francisco Pérez Herrero

Diseño de portada:DCG Ma. del Carmen Gómez Noguez

INTRODUCCIÓN

Todos los derechos de esta obra están protegidos. Se prohíbe su pro-ducción o transmisión total o parcial, incluido el diseño tipográfico y deportada, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, incluido foto-copiado, grabación o cualquier otro medio de almacenaje o base de da-tos, sin el previo permiso por escrito de Editorial Alba, S. A. de C. V.

"HÁGANLES A TODOS LA CARIDAD DE LA VERDAD"Paulinos, Provincia México.

Primera edición, 20082' edición, 2010

D.R. © San Pablo 2005(Protasio Gómez, 11 - 15 28027 Madrid)

D. R. © 2008, EDITORIAL ALBA, S. A. DE C. V.Calle Alba 1914, San Pedrito, Tlaquepaque, Jal.

Impreso y hecho en MéxicoPrinted and mide in Mexico

ISBN: 978-970-685-169-7

esde hace dos décadas da vueltas en la con-ciencia de muchos europeos la pregunta por

la identidad del hombre. El movimiento feminista hafortificado la autoconciencia de muchas mujeres. Peroesto ha suscitado la perplejidad e inseguridad en loshombres. ¿Son simplemente los Patriarcas, a quienestodo se les permite con la edad? ¿Son los "machos",tal como a las mujeres les gusta caricaturizarlos? ¿Pa-san por ser unos "blandengues", a quienes no les pue-den tomar en serio ni los hombres ni las mujeres? Ala luz de algunas figuras bíblicas masculinas, quisieramostrar en este libro cómo pueden los hombres en-contrar su propia identidad. Se trata para mí de unir doselementos: la lucha y el amor. Quien solamente lucha,corre el peligro de volverse duro e insensible. Quien so-lamente ama, propende a potenciar sólo su parte afecti-va de ternura. Las dos virtualidades pertenecen a lamasculinidad. Como luchador, el hombre es capaz deamar. Su amor necesita la cualidad del conquistador yprotector. Y su lucha necesita el amor, para que no seconvierta en un combate rabiosamente ciego.

En los últimos años han surgido muchos gruposmasculinos en los que los hombres conversan sobre sumasculinidad. Existen esos grupos en la Iglesia evan-gélica y católica, pero también en los círculos de los

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terapeutas, que invitan a los hombres a desarrollar encomún sus energías masculinas. Es necesario a todasluces que los hombres se junten y hablen entre sí. Seatreven entonces a expresar su propia inseguridad,sus miedos y sus debilidades. En tales grupos se sien-ten libres de los típicos convencionalismos a los quefácilmente se ven sometidos a diario, tan pronto comolas mujeres hacen acto de presencia. En mis cursos haygeneralmente más mujeres que hombres. Yo prefierotrabajar con mujeres. Tienen un especial olfato paralas cuestiones espirituales y psicológicas. Pero cuandotrabajo con grupos exclusivamente masculinos, sientotambién que allí puede surgir una fuerza específica,una fuerza masculina. Cuando los hombres dejan aun lado sus viejos papeles y se sinceran entre ellos, derepente se llena la sala de energía masculina.

Desde hace doce años acompaño a sacerdotes y re-ligiosos, hombres y mujeres, en la casa-retiro de Müns-terschwarzach. En los últimos años, un terapeuta y unaterapeuta han organizado con frecuencia grupos mix-tos de fin de semana. Al principio están juntos en estoscursos los hombres y las mujeres, y juntos decoran consímbolos un espacio. Después los hombres invitan a lasmujeres a que se unan a ellos, y viceversa. Siempre esun fin de semana tenso, haciéndose cada vez más pa-tente que los hombres se diferencian, de las mujeres. Nose trata de valorar, sino de experimentar, que cada unodebe ser plenamente hombre y plenamente mujer.

En el último curso juvenil de fin de año en Müns-terschwarzach (paso del 2002 al 2003), el padre Mau-ricio organizó un grupo sólo de varones. Esto era unanovedad en los cursos para jóvenes, donde suele pre-dominar el género femenino. Fue, sin embargo, unaexperiencia importante para los jóvenes entre 16 y

30 años. Necesitaban claramente estar solos, charlarentre ellos sobre sus propias fuerzas, frecuentementedesapercibidas, y quizá también manifestar ante losdemás sus propias debilidades. Tuvieron conversacio-nes muy francas sobre su propia sexualidad, sobre susmiedos a no ser suficientemente buenos para con lasmujeres, pero también sobre su miedo a enfrentarsecon su propia masculinidad. La experiencia de estegrupo mostraba la escasa confianza que hoy tienen losjóvenes en sí mismos. Frente a las mujeres, ellos pien-san que deben ser siempre cariñosos y gentiles, y olvi-dan así que son hombres. Ellos no creen poder asumirresponsabilidades, luchar por sí mismos, tomar lasriendas. Sienten que algo les falta. Pero con frecuenci ano saben cómo pueden llegar a ser auténticos hom-bres sin tener que desempeñar el papel de "machos" osin tener que convertirse en unos "blandengues".

Mis libros son más leídos por las mujeres que por loshombres. En este libro quiero dirigirme deliberadamen-te como hombre a los hombres. Vivo desde hace 39 añosentre un grupo de hombres, en una comunidad conven-tual de casi 100 hombres. Una comunidad de hombrestiene sus propias virtudes, pero también sus peligrosy sus parcialidades. Cuando los hombres se lanzan encomún a la búsqueda, surge entre ellos una potentefuerza. Unos a otros se abren los ojos para ver los verda-deros problemas de nuestro mundo. Y ellos se animany se van disponiendo para arremangarse y asumir lastareas que les competen. El peligro de una comunidadexclusivamente masculina está en que se pierde la sen-sibilidad hacia el otro, en que cada cual vive y trabajasólo para sí mismo. Con frecuencia entran al conven-to hombres huérfanos de padre. En el convento ellosbuscan o bien a la abuela, que les libera de sus propios

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vínculos maternos, o bien a auténticos padres, entre loscuales pueden crecer como hombres. Se refleja así enla comunidad conventual la problemática de nuestrasociedad. Desde Alexander Mitscherlich se ha habladomucho de la sociedad huérfana de padre. El problemaes que muchos hombres huérfanos de padre buscan hoypadres sustitutos. Muchos están desquiciados por vivirsometidos a hombres fuertes, cuyo poder los ha obnubi-lado. Nuestra sociedad necesita hoy padres que sirvande guía para los jóvenes, que los apoyen y los estimulena desarrollar sus propias energías masculinas.

En mi comunidad me he encontrado con auténticospadres. Cuando la comunidad masculina de un con-vento se ve determinada demasiado unilateralmentepor las energías maternales, los monjes viven entoncesaglutinados. No sale ya de ellos ninguna fuerza. Gra-cias a Dios, en mi comunidad he podido experimentarla energía masculina del padre. Cuando los hombresse esfuerzan en común por encontrar la respuesta quese puede dar a las preguntas de nuestro tiempo, apa-rece un alto potencial de creatividad. Surgen las ganasde ocuparse de algo y de emprender algo por esta so-ciedad. Se despliegan nuevas perspectivas y se tieneel valor de transformar la situación. Tengo el presen-timiento de que yo puedo participar con mi propiacreatividad en el potencial que ofrece una comunidadmasculina. Quisiera, pues, escribir este libro desde miexperiencia con hombres y desde mi propia condiciónde hombre, y quisiera hablar de hombre a hombre. Alos hombres en proceso de búsqueda les hace bien es-tar entre hombres. Espero que, con las reflexiones deeste libro, pueda alentar a muchos hombres a empren-der su camino hacia su propia realización en cuantohombres.

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Hay dos imágenes de hombre que falsean su ver-dadera identidad. Una es la imagen del "macho", quepresume de su masculinidad, que alardea ante lasmujeres y que se jacta de su potencia. El "macho" esen última instancia un hombre aprensivo y profun-damente inseguro, que se siente alguien sólo cuandomenosprecia a las mujeres. La otra imagen, que tienemenos atractivo, es la del "blandengue". C. G. Junginvitaba al hombre a integrar en sí su "anima", es de-cir, su parte vital femenina. Pero muchos hombres hantomado esto tan en serio que han olvidado su propiamasculinidad. Walter Hollstein, un sociólogo que hareflexionado mucho sobre la identidad del hombre,no se ocupa en absoluto de los "blandengues", que ca-recen de espíritu creador. El "blandengue" "no es sóloun compañero sin incentivo para la mujer; es tambiénuna persona socialmente estéril. No irradia ningunaenergía, ningún estímulo, ninguna pasión, ningunainnovación" 1 . En las consultas de los psicólogos ame-ricanos, los "blandengues" se quejan con frecuenciade su debilidad. Se sienten perdidos y en una crisispermanente de identidad 2. Se dejan cuidar por la so-ciedad, en lugar de configurar su vida con espíritucreativo, con responsabilidad y con audacia.

Durante 25 años he trabajado entre jóvenes. A loscursos de final de año y de Pascua venían muchas ve-ces más de 250 adolescentes y jóvenes adultos. Unatercera parte eran varones. Mantenía con ellos largasconversaciones. Tenía la impresión de que no estabanallí en primera línea los de mayor vitalidad, sino másbien aquellos que sufrían por carecer de autoestima,

1. VV. HOLLSTEIN, Das nene Selbstäerstädndnis der Münner , en Der Mann ira Umhruch ,Olten 1989, 25.

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los que se sentían cohibidos y los que se veían domi-nados por fuerzas depresivas. En los cursos juvenilesellos buscaban con toda seriedad un camino parapoder afrontar mejor su vida y su propia persona.El camino espiritual era para ellos una promesa paraconseguir la relajación y la paz interior. Ellos busca-ban una espiritualidad tranquilizante, más que unaestimulante. Hombres agresivos, que quieren cambiarel mundo, rara vez recurren a los cursos espirituales.Éstos tampoco son hoy adecuadamente interpeladospor la Iglesia. Sin embargo, la Iglesia necesita pre-cisamente los hombres agresivos. Y vale también locontrario: a los hombres impetuosos les hace bienuna espiritualidad que les lleve a entrar en contactocon su verdadera identidad. Pero estos hombres bus-can una espiritualidad que corresponda a su mascu-linidad, que despierte sus energías masculinas y quelos conduzca donde merece la pena comprometerse.La Biblia nos habla de hombres fuertes. No los mitifi-ca para convertirlos en gurús espirituales. Ellos estánen medio de la vida. Cometen errores y pecan. Perorecorren su camino ante Dios y con Dios. Se embarcanen el difícil viaje hacia su realización como hombres.

En este libro quisiera poner ante los ojos del lector18 figuras de hombres bíblicos, que pueden infundirvalor y fuerza a cualquier hombre. Cuando contemplopara mí mismo a estos 18 hombres, siento la energíaque irradian todos ellos. Cada uno recorre su propiocamino. Ninguno es perfecto al inicio de su camino.Cada cual debe aprender de sus intentos y de sus erro-res. No dejan de tener también sus partes sombrías. Apesar de todo, estos hombres son para mí un ejemploa seguir. Muchos psicólogos se lamentan de que hoyapenas existen modelos masculinos. No lo son los políticos

líticos, ni tampoco los actores de cine o las figuras deldeporte. Espero que el lector descubra, en los 18 hom-bres que presento, modelos dignos de ser imitadospor él. No en todos los hombres se podrá reencontrar.Ante cada uno de ellos yo me fijaré sólo en un aspecto,que me parece el dominante, y desde él lo presentarécomo arquetipo. La sucesión de las figuras respeta lacronología de la Biblia. El lector, sin embargo, puedeelegir libremente aquel que a él más le interese. Al-gunos necesitarán quizá conocer en primer lugar al"hombre selvático", Juan el Bautista, o al guerreroSansón. Otros preferirán comenzar con el amante. Elarquetipo que a uno más le puede interpelar depen-de de la situación de cada cual. Según C. G. Jung, losarquetipos tienen la capacidad de hacernos entrar encontacto con el potencial propio que ellos contagian.Ellos nos ponen en movimiento para que nosotros noscentremos cada vez más y encontremos nuestro lugar.Cada arquetipo tiene en sí un potencial de crecimien-to. Cada uno de los 18 arquetipos vale igualmente paralas mujeres. También la mujer es guía. Necesita para síun modelo de guerrero. Ella es reina y mujer selvática.Aunque esta vez escriba sólo sobre hombres, no sig-nifica que prive a las mujeres de lo que digo acerca delos hombres. Las mujeres encarnan las figuras arque-típicas a su manera. A veces comparten con los hom-bres los mismos arquetipos. Pero las mujeres conocentambién arquetipos específicos. Espero poder escribir,con la colaboración de mi hermana, otro libro sobre eltema, pensado sólo para las mujeres.

Ningún hombre se ha de fijar solamente en un ar-quetipo. La vida de cada uno tiene aspectos diversos,y para cada uno va tomando forma el arquetipo demanera diversa. Por eso me parece importante con-

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templar cada figura bíblica concreta en su vida y enla historia de su desarrollo. Es de especial utilidadque la Biblia no nos presente a ningún hombre per-fecto. En cada uno de los grandes hombres descubretambién, sin indulgencias, debilidades y sombras.Esto es consolador para el lector. Los hombres de laBiblia tampoco se ven, pues, exentos de conflictos ypeligros. Ellos escapan una y otra vez de las trampasde su propio temperamento o de la tentación de de-jarse determinar desde fuera o de acomodarse a lasituación dada. Precisamente en el flujo y reflujo defuerzas y debilidades, de luces y sombras, de seguri-dades y miedos, de amor y de odio, tiene que acriso-larse el hombre. El hombre busca la confrontación y laguerra, y ha de contar con que también puede perder.Él aborrece demasiado los caminos trillados. La Biblianos describe caminos que, llenos de peligros y aven-turas, conducen hacia la verdadera realización de lamasculinidad. Espero que estos caminos interpelen allector y despierten en él sus energías masculinas.

18 Arquetipos

masculino/

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Adán: hombre y muje

El1 significado originario de Adán no es 'nombre",sino "ser humano" en general. Dios formo al ser

hu nano de la tierra. Adán viene de "Aclama" ( sue- lo,tierra). El ser humano tiene, por tanto, una profundavinculación con la tierra. Él ha sido tomado de la tierray a la tierra volverá con la muerte. Pero la tierra recibeel hálito de vida que Dios insufló a Adán en su nariz.Así, pues, hay a la vez algo divino en el ser humano.La Biblia conoce dos relatos sobre la creación del serhumano. El más antiguo se nos narra en el segundocapítulo del libro del Génesis. Según él, Dios crea pri-mero la tierra. Pero no producía todavía ningún fruto.Entonces forma Dios con la tierra al ser humano y le in-sufla el hálito de vida: "Y el ser humano se convirtió así enun ser viviente" (Gén 2, 7). Después Dios planta para el unjardín. El ser humano debía alegrarse con los árboles ysus frutos. Tenía a la vez la misión de cultivar el jardín.Pero el ser humano se siente solo. Dios crea entoncestoda clase de animales y se los presenta. Él pone a cadacual su nombre. Pero en ellos "no encontró una ayudaadecuada" (Gén 2, 20). De la costilla de Adán, Dios creaentonces una mujer. De ella puede decir Adán: "Ésta síque es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Éstaserá llamada mujer (ischah), porque del varón (isch) ha

sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a sumadre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.Estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, pero no seavergonzaban el uno del otro" (Gén 2, 23-25).

Lo que más me llama la atención de este relato esque el hombre aparece corno referido hacia la mujer.Ambos forman una unidad profunda. El hombre sus-pira por la mujer. Encuentra su plenitud sólo cuandose sitúa ante la mujer en una buena relación. Hombrey mujer se complementan. En este libro quiero escribirsólo sobre el hombre. Pero sobre él yo no puedo escri-bir sin tener presente también su relación con la mujer.La historia de Adán y Eva esclarece no sólo la profun-da unidad y la mutua pertenencia, sino también lasmotivaciones de las luchas de sexos que traspasantoda la historia de la humanidad. Es evidente que elhombre puede llegar a ser plenamente hombre sólo sireconoce a la mujer en paridad de rango y de valor ysi se deja inspirar por ella. Esto se hace realidad sólocuando él integra en sí a la mujer, cuando él entra encontacto con su "anima", tal como Jung designaba laparte femenina del alma masculina.

Adán y Eva están desnudos, y no se avergüenzande ello. Se aprecian y se exhiben mutuamente. No tie-nen que esconderse el uno del otro. Y ninguno necesi-ta llevar a cabo juegos de poder, o imponerse sobre elotro, o inculpar al otro. Pero esta situación de armoníano dura demasiado. La Biblia narra la conocida historiade la serpiente, que seduce a Eva. La serpiente insta aEva a comer también de los frutos que Dios les habíaprohibido. Es un antiguo tema, que aparece en muchoscuentos. Con frecuencia la mujer no debe traspasar unespacio. Pero la prohibición se convierte precisamenteen estímulo para que ella se introduzca en aquel espacio

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marcado por la fatalidad. No obstante, los cuentos veneste quebrantamiento del mandato como presupuestoindispensable para poder dar un paso adelante.

La Biblia, sin embargo, habla más bien de un re-troceso. Eva "tomó de su fruto y comió, y dio tambiéna su marido, que igualmente comió. A ambos se lesabrieron entonces los ojos, y se dieron cuenta de queestaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hi-cieron unos ceñidores. Oyeron luego el ruido de lospasos del Señor Dios que se paseaba por el jardín a lahora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaronde la vista del Señor Dios por entre los árboles deljardín" (Gén 3, 6-8). Esta historia se presta a diversasinterpretaciones. Vista desde la psicología, a mí meconvence la interpretación de C. G. Jung, para quienel comer del fruto del árbol de la ciencia es un acto detoma de conciencia. Para Adán y Eva se trata, pues,de un paso necesario en el camino de su plena realiza-ción personal. El ser humano sale de su situación pa-radisíaca y reconoce sus partes luminosas y sombrías.Puede ya distinguir entre el bien y el mal.

De esta historia me interesa sobre todo la incul-pación del hombre a la mujer y el ocultamiento delhombre ante Dios y ante su mujer. Aquí se encuen-tra, a mi parecer, la razón de la lucha de sexos entrehombre y mujer, lucha que traspasa los siglos y quetodavía hoy sigue activa, a pesar de las declaracionesy justificaciones de igualdad. Dios pregunta a Adán:"¿Dónde estás?" (Gén 3, 9). Adán responde: "Te oíandar por el jardín y tuve miedo, porque estoy des-nudo; por eso me escondí" (Gén 3, 10). Adán, pues,tiene miedo de presentarse ante Dios tal como es. Seesconde de Dios. Con ello está expresando algo esen-cial sobre sí mismo. A los hombres les cuesta sopor-

tar la propia verdad y mostrársela a Dios. Prefierenesconderse detrás de su fachada. Me parece que lapregunta de Dios es hoy más actual que nunca. Cadahombre debería dejarse interpelar por Dios: "¿Dóndeestás? ¿Estás plenamente contigo mismo? ¿Eres real-mente tú mismo? ¿Dónde estás con tus pensamien-tos? ¿Puedes soportarte tal como eres?" Sólo el quese hace estas preguntas puede llegar a ser hombre.La pregunta de Dios es, en mi opinión, la preguntadecisiva para la iniciación masculina, para el ejerci-cio en orden a la realización como hombres. Tengoque preguntarme dónde estoy yo, cómo soy yo y quésoy yo. Tengo que dejar de esconderme. Sólo cuandome atreva a permanecer en pie con mi desnudez, aaceptarme tal como soy —desgarrado, fuerte y débil,pasional y a la vez cobarde y esquivo—, sólo enton-ces maduraré en cuanto hombre.

Cuando Dios pregunta a Adán si ha comido del ár-bol prohibido, éste echa la culpa a Eva: "La mujer queme diste como compañera me dio del árbol y comí"(Gén 3, 12). También esta particularidad es característi-ca de muchos hombres. No admiten la propia culpabi-lidad y la arrojan sobre los demás. Adán echa la culpaen última instancia al mismo Dios. Efectivamente, élha sido quien le ha dado a su mujer. De su parte, Adánno puede hacer nada. Se niega a asumir cualquier res-ponsabilidad respecto a su acción. El hombre suspirapor la mujer. Pero evidentemente lleva también den-tro de sí una parte que siente temor ante ella. Por esole echa la culpa cuando algo no sale bien. El hombresiente atracción por la mujer. Es una sola cosa con ellacuando con ella se hace una sola carne. Pero experi-menta a la vez una ruptura interior en su relación conella, y esta ruptura le lleva a acusar a la mujer.

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En esta breve narración resuena ya la larga histo-ria de la lucha de sexos, que recorre los siglos. Fasci-nación y acusación se entrecruzan; luchas de poder,heridas y miedos impregnan la relación entre hombrey mujer. Para el proceso de la realización masculinaes importante que el hombre supere su miedo incons-ciente hacia la mujer y asuma su "anima". C. G. Jungve en la integración del "anima" un paso decisivo delhombre y, a la vez, el presupuesto para que el hombredeje de proyectar sus propios problemas sobre la mujery de arrojarlos sobre ella.

En el relato de la creación de Génesis 1, cronológi-camente más reciente, Dios crea al ser humano en eldía sexto: "Entonces dijo Dios: Hagamos al ser humanoa nuestra imagen, como semejanza nuestra [...] ilustra [...]. Creó,pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen deDios le creó, macho y hembra los creó" (Gén 1, 26-27).Consiguientemente, el ser humano es, precisamente en su dualidad como hombre y mujer, vivo retratode Dios. Los padres de la Iglesia griega reflexionaronuna y otra vez sobre estos dos versículos (26-27) delcapítulo primen) del Génesis. Ellos tradujeron a sulengua los dos términos hebreos ahí utilizados parahablar de imagen y semejanza (selem y demût) con lostérminos "eikon" (imagen) y "homoiosis" (semejanza),desarrollando desde ellos una teología propia. El serhumano fue creado en su origen a semejanza de Dios.Su misión consiste en asemejarse cada vez más a Dios.El concepto de semejanza describe, pues, el objetivo alque el ser humano ha de tender. Éste debe reproducircada vez mejor a Dios y llegar a ser como Dios. Tal es laauténtica vocación del hombre. Me parece que en estelenguaje se hace perceptible algo que es esencial en elhombre. Cada hombre es semejante al Creador. De aquí

deriva su gran dignidad. Él es creador como Dios. Sutarea consiste en asemejarse cada vez más a Dios. Enesta frase de Génesis 1 creo que se hace patente a la vezque el hombre se asemeja a Dios sólo cuando clarifica yconfigura también su relación con la mujer de acuerdocon el designio originario de Dios: no sometimiento,sino igualdad; no menosprecio, sino estima; no enfren-tamiento, sino armonía; no escisión, sino fusión.

Quisiera solamente abordar un aspecto de la mas-culinidad que me parece importante en esta historiade la creación. En su referencia a la mujer, el hombrese siente siempre como ser sexual. Yo no puedo hablarsobre la masculinidad sin ocuparme de la sexualidadmasculina. Los hombres desconfían de que la Iglesiales pueda ayudar en la formación de su sexualidad.Con demasiada frecuencia han experimentado que laIglesia se limita a condenar la sexualidad o que quie-re simplemente reglamentaria con todo detalle. Loshombres desean hablar abiertamente de su sexuali-dad. Odian la moralina que a menudo se introduceen la perspectiva de la Iglesia sobre la sexualidad. LaBiblia habla de la sexualidad masculina con toda na-turalidad. El lenguaje bíblico no está todavía contami-nado de la moral sexual romana.

En Adán se muestra la sexualidad en su anhelopor ser una sola carne con su mujer. Hombre y mu-jer están desnudos, pero no se avergüenzan el unodel otro. Adán tiene, por tanto, un sano enfoquede su sexualidad. Tras la caída, sin embargo, él seavergüenza de su desnudez. Queda perfectamenteexpresado aquí el enfoque ambivalente de muchoshombres respecto a su sexualidad. Por una parte,presumiendo constantemente de su potencia sexual,no tienen reparo alguno en propalar sus aventuras

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sexuales. Pero, por otra parte, lo que en realidad haydetrás de sus manifestaciones no es sino una pro-funda inseguridad frente a su propia sexualidad.Cuando los hombres se juntan entre sí, se consigue aveces que hablen sinceramente de su sexualidad. Losjóvenes no saben cómo han de enfrentarse con susdesmesuradas energías sexuales. Ellos experimentanla sexualidad como una fuente de fuerza y de placer.Pero su educación les impide con frecuencia situar-se adecuadamente ante esta importantísima energíavital y vivir desde ella. Muy a menudo la sexualidades algo de lo que se habla sólo entre bastidores. A loshombres les hace bien poder intercambiar con fran-queza sus, experiencias con la sexualidad. Se decidenentonces a expresar sus miedos de no ser suficiente-mente buenos en la sexualidad, de no corresponder alas expectativas de la mujer. O hablan incluso de susproblemas con la masturbación. A pesar de todas lasinformaciones sexuales, ellos no suelen saber cómodeben afrontarla. La autocomplacencia es practicadapor un elevado porcentaje de hombres (98%), unossólo algunas veces, otros con frecuencia. Sin embar-go, apenas se atreven a hablar de ello. En unos pesatodavía el sentimiento de culpabilidad; en otros, elreconocimiento de que la relación con las mujeres nosatisface plenamente su sexualidad. Sin hacer valo-raciones, es importante intercambiar ideas sobre laautocomplacencia en el intento de afrontar la pro-pia sexualidad. Uno se, ha de preguntar sobre todosi no hay otros caminos para abordar este tema dela sexualidad. La edad va haciendo descubrir a loshombres que la creatividad es un camino para orien-tar las energías sexuales sobre otra vía. En algunoscasos la sexualidad queda encauzada hacia la espiritualidad

ritualidad. Para Sigmund Freud, la sexualidad eraun importante impulso para la cultura. Además, lasexualidad es siempre un camino para estar en con-tacto con el cuerpo, para sentirse con todos los sen-tidos. La sexualidad es también la fuente de la quebrota la fuerza erótica en todas las relaciones. Ellapreserva a uno de relaciones aburridas. Ella aportavitalidad y animación. Fluye por todas partes y, gra-cias a ella, se puede saborear el eros que surge pordentro y por fuera entre uno y su pareja.

Es importante para el hombre tener ideas clarasrespecto a su identidad sexual. Tiene que saber conprecisión si es heterosexual u homosexual. A veces lasfronteras son borrosas e inestables. Muchos hombresson heterosexuales. Llegar a conocer y tomar concien-cia de la identidad sexual es un presupuesto determi-nante para aceptarse como hombre. También aquí esdecisivo que dejemos aparte todas las valoraciones.Cada hombre —homosexual o heterosexual— tienesus virtualidades, sus fuerzas, y también sus peligros.Los hombres homosexuales se han entregado en losúltimos años a la búsqueda de su propia masculinidadtodavía con más intensidad que los hombres hetero-sexuales. En lugar de disculparse por su homosexua-lidad —como sigue siendo habitual aún en muchoscírculos sociales—, se alegran de su condición. Hantomado conciencia de su cuerpo y se expresan a símismos, con todo su ser, en su cuerpo. Con frecuenciatienen una profunda sensibilidad estética y una granapertura hacia la espiritualidad. Cuando hablo en estelibro de la masculinidad, pienso siempre en los hom-bres heterosexuales y homosexuales. Soy conscientede que muchos homosexuales se sienten heridos porla Iglesia. Con demasiada frecuencia escuchan que la

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homosexualidad es antinatural. Pero tales valoracio-nes son falsas. La homosexualidad se puede deber amotivaciones diversas: a la educación, a una excesi-va vinculación con la madre, a experiencias sexuales,pero también a una determinada configuración ge-nética. En definitiva, nadie puede decir por qué unhombre o una mujer son homosexuales. Lo decisivoes que el homosexual se reconcilie con su condición ysu tendencia y que, desde esa reconciliación, haga lomejor. Esto significa que también él puede vivir su ho-mosexualidad de una manera humanamente digna.

En el paraíso, Adán y Eva no se avergüenzan desu desnudez. Después de la caída, sin embargo, re-conocen que se encuentran desnudos y, por temor,Adán se esconde Dios. La vergüenza es la que leslleva también a hacerse unos ceñidores con hojasde higuera. Sobre el tema de la vergüenza se hanescrito, sobre todo por parte de los psicólogos, mu-chas y valiosas reflexiones. Vergüenza es el miedo amostrarse tal como uno es. Y un aspecto esencial dela vergüenza es la vergüenza sexual. Uno se sienteincómodo con su desnudez e intenta cubrirse. Lavergüenza tiene siempre algo que ver con la nece-sidad de protección. Uno se protege de las miradasdescaradas de otros. Pero la vergüenza es tambiénexpresión de que uno no ha logrado aceptarse en sudesnudez. Desea ocultarse de sí mismo, de Dios yde los demás. Cuando los hombres dejan a un ladosu vergüenza y se muestran tal como son, surge derepente una gran confianza. Pueden ya decirse sí así mismos tal y como son. No necesitan ningún ves-tido más para cubrirse. Se atreven a mostrarse en suvulnerabilidad. Y es que las heridas son inherentesa la sexualidad, con toda su hermosura y fascina-

ción. Las bromas sobre la sexualidad ajena puedenocasionar profundas molestias. Yo he tenido gruposmasculinos que hablaban muy abiertamente sobre susexualidad y que mostraban un gran respeto hacialos demás. Cuando esto se consigue, se experimen-ta algo de la situación paradisíaca. Todos "estabandesnudos, pero no se avergonzaban el uno del otro"(Gén 2, 25).

La biología de la sexualidad masculina tiene unaprofunda significación. El hombre es portador desemillas. La semilla fluye y engendra una criatura.El hombre es esencialmente creador. Su sexualidades energía creadora. El hombre o llega a ser padreen sentido biológico, engendrando un hijo, o lo esen sentido espiritual. Erik Ericson habla de la "ge-neratividad" (fuerza creadora). El hombre se sien-te en su propia piel cuando de él sale algo. En micaso es a través de la escritura como dejo que fluyanmis energías creadoras. Para otros es la pintura o lafundación de obras sociales. Sin la "energía fálica",el hombre se convierte en un ser aburrido. Ya no esél mismo. Para llegar a ser hombre he de aprender,pues, a afrontar de manera correcta mi sexualidad.Este aprendizaje se hace siempre a base de fallos yde errores. Yo he de encontrar mi propio camino per-sonal para integrar mi sexualidad en mi concepciónde la vida. No se trata de pregonar a los cuatro vien-tos la propia sexualidad. Detrás de este pregonarsuele esconderse una gran inseguridad. Jan Vanier,el fundador del Arca, comunidad de impedidos yno impedidos, decía una vez a Richard Rohr que suexperiencia le había llevado a la conclusión de que"prácticamente todos en el mundo occidental tienenque vérselas con dos enfermedades fundamentales:

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con una sexualidad perturbada y con un problemaprofundo de autoridad" 1 . Todo hace pensar que es-tos dos problemas están en relación de dependencia.Puesto que muchos hijos no han sido educados demanera pertinente por sus padres en lo que atañe asu masculinidad y a su sexualidad, éstos no sabendespués cómo pueden afrontar su sexualidad. Ellosademás no han construido ninguna relación autén-tica con el padre. Y hombres con una herida en surelación con el padre tienen siempre problemas deautoridad. Yo he hablado con muchos hombres quehan emprendido grandes cosas. En una conversaciónsincera también aparece en algún momento el temade la sexualidad. Para los hombres es algo fascinan--te. Pero es a la vez, en la mayoría de los casos, algoquebradizo. Frecuentemente no consiguen alcanzarel objetivo tal como nosotros lo imaginamos. Cuandopodemos hablar francamente sobre ello, aparece en-tonces una luz que ilumina la sexualidad oculta paranosotros y para los demás. Y encontramos así unaadecuada solución para ella.

1. R. ROHR, Der wilde Mann. Geistliche Reden zur Mönnerbefreiung, Munich 1986, 59(trad. esp.: El hombre salvaje: charlas espirituales sobre la liberación masculina, Comercial, Va-lencia 1997).

2Abrahán: el peregrino

Abrahán pasa por ser el padre de la fe. Su fequeda reflejada en su disponibilidad para de-

jar su tierra, su patria y su casa paterna. Este tripleabandono era para los monjes no sólo un modelo delcamino de la fe, sino también del camino hacia la pro-pia identidad personal. El que quiera ser plenamenteél mismo, tiene que liberarse de todas las dependen-cias y ataduras, fundamentalmente de las dependen-cias respecto al padre y a la madre. No hay realizaciónhumana posible sin el padre y sin la madre, pero tam-poco la hay sin emanciparse de los padres. Quien sien-do adulto sigue todavía atado a sus padres, no lograránunca vivir su propia vida. No se trata aquí en primerlugar de una emancipación externa, de abandonar porejemplo la casa, sino de una liberación interior de lasfiguras paternas interiorizadas. Pensemos en un hijotodavía vinculado a su madre. Como típico hijo enma-drado, nunca encontrará su propia identidad mascu-lina. Incluso en su relación con las mujeres, él buscarásiempre a su madre, que le consiente todo. Es incapazde una auténtica relación de pareja. El hombre quese siente obligado a demostrar a su padre que es tanfuerte y eficiente como él, tampoco encontrará su pro-pio camino en la vida. Se limitará a copiar a su padre

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y al final se sentirá vacío. De él no podrá salir ningunabendición. Reflejará su problema con el padre en suprofesión y en su relación con los demás. Será incapazde encuentros auténticamente humanos. Le servirántan sólo para experimentar su complejo con el padre.

El segundo abandono es entendido por los mon-jes como abandono de los apegos al pasado. Muchoshombres engrandecen su niñez. Sueñan con las fiestasde Navidad que vivieron en casa, con la sensación deseguridad en la cocina junto a la madre. Viven orien-tados hacia el pasado. Anhelan en última instancia elmundo aparentemente incólume de la niñez. Y confrecuencia desean, cuando llegan a ser padres, repro-ducir aquella seguridad, sintiéndose defraudados sisus hijos no aprecian sus esfuerzos. Por muy agrade-cidos que debamos estar de nuestra niñez, tenemosque liberarnos tanto de los dolorosos como de los her-mosos recuerdos del pasado. De lo contrario corremosel peligro de no hacer a lo largo de nuestra vida otracosa que reproducir aquellos recuerdos y vivencias.Nos cerramos así a lo que se nos ofrece en la vida.Pero abandonar los sentimientos del pasado significaigualmente dejar atrás las heridas y, en lugar de se-guir responsabilizando a otros de nuestra propia vida,asumir nuestra propia responsabilidad. Solamente asínos capacitamos para adentramos en el presente ypara afrontar las exigencias de la vida.

El hombre debe renunciar, en tercer lugar, a todolo perceptible. El camino de la realización humana essiempre en última instancia un camino también espi-ritual. He de renunciar a todo aquello en lo que yo mepuedo instalar: el éxito, las riquezas, el buen nombreque he conseguido con mi trabajo. Nuestra vida esun continuo estar en camino. No podemos pararnos,

no hemos de aferrarnos a lo que hemos conseguido.Los hombres corremos siempre el peligro de quererdescansar en nuestros logros o de disimular de caraal exterior que recorremos, por así decir, un caminointerior. Las mujeres manifiestan mucho más el mun-do interior de sus sentimientos y de sus heridas emo-cionales. Los hombres suelen pensar que no necesitanpreocuparse de sus sueños y de sus presentimientosinteriores. Les basta con funcionar bien de cara al ex-terior. Pero el buen funcionamiento se consigue sólocon la paz interior. De lo contrario, todo se irá al trasteen el momento menos pensado. Se inmovilizarán, sevolverán duros y despiadados para consigo mismos ypara con los demás.

La Biblia, que renuncia a una presentación deAbrahán como simple ideal a reproducir por el hombre,muestra también sus sombras y debilidades. Cuandolos cuentos o los mitos describen el camino heroicode un hombre, este camino no deja de mostrar el en-cuentro del héroe con sus propias sombras. El héroefalla con frecuencia. Comete errores. En el camino demaduración de Abrahán, la Biblia yuxtapone todauna serie de escenas concretas. En estas escenas pode-mos percibir una evolución interior. Observamos losdiversos peligros a los que Abrahán se ve expuesto.Abrahán es el peregrino que aprende de sus fallos yde sus errores y que, precisamente así, se convierte enmodelo de fe y en padre de Israel, pueblo que siemprehabla de él y que siempre le echa de menos.

Las sombras del peregrino Abrahán se hacen pa-tentes sobre todo en la relación con su mujer Sara y consu esclava Agar. Entonces era habitual y estaba per-mitido que un hombre tuviera dos mujeres. La mismaSara pidió a Abrahán que se uniera a Agar para que

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ésta quedara embarazada en su lugar. Se podría con-siderar a Sara y a Agar como las dos caras de la mujer:Sara, la señora, es la mujer a la par en dignidad; Agares la esclava. Muchos hombres prefieren casarse conuna esclava, y no con una señora. Ante la señora tie-nen miedo de verse sometidos. Abrahán abusa de sumujer cuando en Egipto la hace pasar por su hermana,con el riesgo de que el faraón la tomara como esposa.Mientras Abrahán utiliza a su mujer para conseguirun determinado objetivo, ésta no le puede dar ningúnhijo. Sólo cuando tres hombres visitan a Abrahán y leregalan su protección, queda capacitado para recibirde Sara un hijo. Sara no confía en que su marido pue-da todavía hacerla fecunda. Éste sigue siendo hoy unproblema para muchos hombres. Los biólogos han de-terminado que la semilla masculina es cada vez másinfecunda. Son muchos los hombres que sufren deimpotencia. Abrahán necesita la energía masculina detres hombres para hacerse fecundo. De igual modo, loshombres necesitan la comunión con hombres que lesprotejan, que les transmitan su propia fuerza.

Abrahán, por deseo de Sara, repudia a su esclavaAgar y al hijo nacido de ella, Ismael. Lejos de protegera las dos mujeres, las descuida. Es demasiado cobardepara permanecer junto a ellas. Quien desarrolla única-mente la faceta de peregrino no asume su responsabi-lidad frente a su mujer y a sus hijos. Es lo que muestrala historia del sacrificio de Isaac, tan chocante paramuchos. Abrahán ha abandonado a su hijo Ismael yestá pensando en ofrecer a su hijo Isaac en el altar dela imagen que él tiene de Dios. Sin embargo, un ángeldel Señor se lo impide. Ambos hijos sufren el aban-dono por parte del padre. El peregrino es incapaz deofrecer a sus hijos el apoyo que necesitan. Quien está

siempre en camino rehúsa la responsabilidad de lafamilia o del grupo. Conozco actualmente a hombresque creen estar sobre el camino espiritual, pero que nose dan cuenta de lo irresponsables que son respecto alas personas que conviven con ellos. Ésta es la partesombría del peregrino: ante un caminar recto, se ha-cen ciegos para las personas que tienen a su lado.

El sacrificio de Isaac por parte de su padre se puedeinterpretar de diversas maneras. Una interpretaciónsería esta: Quien ordena a Abrahán sacrificar a su hijono es Dios, sino la enfermiza imagen que Abrahán tie-ne de Dios. El ángel del Señor impide a Abrahán quesacrifique a su hijo. Le da a conocer otra imagen deDios. Pero la escena puede entenderse también desdeun punto de vista psicológico. Desde esta perspecti-va, la historia refleja la oculta tendencia de muchospadres hacia la aniquilación de su propio hijo. El pa-dre ve al hijo muchas veces como rival, precisamenteen relación con su propia mujer, que se muestra másinteresada por el hijo que por el propio marido. O elhijo hace recordar al padre sus propios deseos insa-tisfechos o todo aquello que él ha reprimido dentrode sí. Esto puede conducir al rechazo del hijo, que semanifiesta también con frecuencia en los maltratos fí-sicos. Un hijo me contaba, por ejemplo, que el padrele golpeaba a muerte, hasta el punto de que la ma-dre tenía que intervenir. La mitología griega conoceeste tema del padre que quiere aniquilar a sus hijos.Cronos, el que domina sobre la tierra como Titán in-vencible, engendró de su hermana Rea a los diosesolímpicos Zeus, Hades, Poseidón, Hestia, Deméter yHera. Cronos devoró a cada hijo en el momento denacer, porque él, de acuerdo con una profecía, temíaser destronado por su propio hijo. Sólo se salvó Zeus,

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porque Rea urdió una astucia y le protegió con unapiedra extendida como "pañal". Si comparamos el sa-crificio de Isaac con el mito griego, sería el temor a serdestronado por el propio hijo lo que llevaría al padre asacrificar a su hijo. El mito es atemporal. También hoyexisten padres con miedo a ser destronad os por sushijos. Y como consecuencia de ello, son incapaces decumplir con su función de padres y ofrecer proteccióna sus hijos.

La disposición de Abrahán a sacrificar a Isaac, suhijo con Sara, refleja quizá también su deseo de vengar-se de Sara. Sara había forzado a Abrahán a que expul-sara a su hijo Ismael, el hijo del padre. Por ello ahoraquiere el padre sacrificar al hijo de la madre. Conozcoa muchos padres que no pueden soportar a los hijos dela madre. Por no poseer dentro de sí nada masculino,los padres se desentienden de ellos y los desprecian.Esto es como un sacrificio. Tales hijos tendrán dificul-tades para encontrar su identidad masculina. Cadavez se recluirán más en los brazos maternos. Pero estosignifica para ellos la muerte. Abrahán se muestra cie-go ante lo que él se dispone a realizar. I a ceguera máspeligrosa que puede apoderarse de un hombre es laceguera por motivaciones religiosas. Abrahán piensaque Dios le está pidiendo el sacrificio de su hijo. ConDios justifica él su agresividad en relación con el hijo.Tales exageraciones religiosas por resentimientos pu-ramente personales nos resultan bien conocidas en larelación entre padres e hijos. Un padre piensa que, tieneque azotar a su hijo porque ésta es la voluntad de Dios.De lo contrario, no aprendería ninguna disciplina. Lasideologías religiosas no son fáciles de detectar. Se nece-sita realmente un ángel que detenga el brazo del padrey le impida sacrificar a su hijo.

Abrahán no dejó sólo su patria al comienzo de sullamada. Tuvo que dejar algo continuamente a lo lar-go de toda su vida. Tuvo que dejar a un lado las imá-genes que se había hecho de sí mismo. Abrahán eraun luchador valiente, pero era a la vez tímido y calcu-lador cuando estaba en juego la propia vida. Por esoutilizaba a su mujer para su propio provecho. Tuvoque dejar también las imágenes que se había hechode su mujer, y de la mujer en general. El hombre sólopuede madurar como hombre cuando renuncia a lasimágenes infantiles que se ha forjado sobre la mujery consigue verla y aceptarla como compañera de igualdignidad. Abrahán tuvo que dejar igualmente las imá-genes que se había hecho de Dios. No es un Dios queexige sacrificios, sino un Dios que quiere nuestro co-razón, nuestro amor. Dios no desea en absoluto queel hijo sea sacrificado. El hijo está aquí no sólo paraaludir al hijo carnal; representa también todo lo nue-vo e imperecedero en el hombre, el niño interior, eloriginal y auténtico ser que en él quiere salir a la luz.Para que yo pueda llegar a ser yo mismo, tengo quedespedirme de una imagen de Dios que me encierraen un determinado esquema. Tengo que liberarme dela imagen del Dios perfecto, del Dios rígido y despia-dado, para que aparezca en mi horizonte el Dios de lavida y pueda él determinar mi vida.

Abrahán encarna para mí el arquetipo del peregri-no. "El peregrino es el modelo del cambio, la imagenque aparece en la psique cuando es hora de partir unavez más y de buscar un mundo nuevo" 1 . El peregrinoreconoce que ignora la respuesta a los interrogantesmás profundos de la vida. Se pone en marcha para en-

1. P. M. ARNOLD, Männliche Der Weg zur Stärke, Munich 1991, 125.

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contrar respuesta a sus preguntas. De vez en cuando,el arquetipo del peregrino es capaz de cautivar al hom-bre. Él deja entonces, como Abrahán, todo lo conocidoy lo rutinario. En la Edad media hubo una auténticafiebre de peregrinación. Multitud de hombres empren-dieron la peregrinación hacia Santiago de Compostela.El camino duraba nueve meses. Los hombres volvíana casa como renacidos. Eran tantos los que se encontraban en camino por razón de esta peregrinación a San-tiago que los reyes se veían obligados a prohibir quesus súbditos emprendieran aquel camino. El espíritude peregrinación está renaciendo en nuestros días. Elcamino hacia Santiago es frecuentado por hombres ymujeres de todos los países, que emprenden ese cami-no a instancias de su anhelo interior.

El hombre tiene que entrar en contacto con el ar-quetipo del peregrino y decidirse de vez en cuandoa dejar tras de sí lo conocido y lo ya conseguido. Delo contrario, se anquilosará interiormente. Malgastarásus energías en mantener su statu quo y en procurartímidamente que todo permanezca como antaño. Paraconservar su vitalidad, el hombre necesita el espíritudel peregrino. Sólo así permanece interior \ exterior-mente en camino. No en vano describieron numerososautores espirituales el camino espiritual como peregri-nación. Quien desee mantenerse espiritualmente vivo,tiene que emprender la peregrinación hacia Dios. Él notiene a Dios en posesión. Ha de ir al encuentro de Dios.Al andar, sentirá; al caminar, comprenderá. Y el reco-rrido le irá transformando de tal modo que Dios podrátomar posesión de él cada vez con más facilidad.

Andar o caminar puede ser para los hombres unbuen modo de liberarse interiormente de preocupa-ciones y problemas que les oprimen en el trabajo.

Pueden liberarse de coacciones y excitaciones que lesperturban. Sören Kierkegaard pensaba que no habíapreocupación alguna de la que no pudiera liberarse.Algunos emprenden el camino de la libertad cuandose ponen a meditar y, sentados, dejan escapar todo loque les agobia. Otros prefieren andar. Buscan el mo-vimiento corporal para mantenerse interiormente encamino. Es igual que se escoja un camino u otro. Loimportante es partir siempre de nuevo, emprenderel camino y, al caminar, caer en la cuenta de la metahacia la que uno se encamina. "¿Adónde, pues, nosdirigimos? Nosotros siempre vamos hacia casa", es-cribió Novalis. Pero el peregrino ha de ser conscientetambién de su parte sombría. De lo contrario rehusarátoda responsabilidad respecto a las personas que se lehan confiado y entonces sólo habrá en torno a él hijoshuérfanos y abandonados.

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3Isaac: el huérfano de padre

Isaac es el hijo del gran Abrahán. Los hijos de gran-teles hombres lo tienen siempre difícil. Con fre-

cuencia son hombres que están en el escenario de lavida pública, no en casa. Sus hijos se sienten así huér-fanos de padre. Leen en el periódico noticias sobre larelevancia de su padre. Pero en la familia lo experi-mentan como débil. Es ahí donde se hace patente suparte sombría. Cuando el padre encarna el arquetipodel peregrino, el hijo no encuentra en él ningún apo-yo. Se ve obligado a buscar a menudo otro hogar. Enlugar de emprender también él el camino, se refugiaen normas o instituciones. Vive en su propia carne lassombras de su padre. Los huérfanos de padre buscanen la religión sobre todo seguridad y satisfacción desus deseos infantiles por el paraíso perdido. Cuandoyo contemplo a los jóvenes que acuden a nuestroscursos juveniles, entre ellos se encuentran muchoshuérfanos. Vienen con el profundo deseo de encontrardefinitivamente su hogar. Pero frecuentemente utili-zan la religiosidad para huir de la realidad, y no paraafrontarla y cambiarla. Se ven reflejados en la figurade Isaac. Isaac les permite también ver en sí mismosal hombre débil y encontrar un camino para desarro-llar su propia identidad masculina. Los huérfanos de

padre buscan hombres fuertes para poder apoyarseen ellos. Si consiguen dar con los hombres adecuados,encontrarán su camino. Ahora bien, si se dejan domi-nar por ellos, correrán detrás de un Gurú y se sentiránperdidos.

Isaac no es el más fuerte de los patriarcas. Palideceante Abrahán y Jacob. Podemos imaginar la profundaherida que en él produjo la oculta agresividad de supadre, que casi le lleva a la muerte. La relación entreAbrahán e Isaac quedó enturbiada sin duda por aquelintento de sacrificio. Isaac se vio demasiado afectadopara poder mantenerse después sobre sus propiospies. Se limitará a llevar una vida pasiva y sin fuerza'.Los padres de la Iglesia pasaron por alto este aspectoy se dedicaron más bien a idealizar a Isaac. Él habríaestado de acuerdo con su sacrificio y sería un modelopara Jesús, al que el Padre sacrificó por nosotros. Perola Biblia no conoce esta idealización. En ella se nos pre-senta a Isaac como un hombre que no sabe muy biencuál es su verdadera identidad. Es un hombre profun-damente marcado por su orfandad paterna. No expe-rimentó nunca el apoyo que necesitaba para construiruna clara y robusta identidad. Los hombres que, en suniñez, han tenido que vivir traumáticas experienciasde abandono, se amparan después normalmente ennormas estrictas. Se hacen conservadores, se refugianen principios nítidos para compensar su miedo ante elabandono. Pero así se marginan de todo y se incapaci-tan para una auténtica relación.

Sigamos la Biblia. Isaac no va personalmente a bus-car a su mujer. Su padre encarga a uno de sus criadosque marche al país de sus padres con el fin de encon-

1. Cf P. M. ARNOLD, Männliche Spiritualität. Der Weg zar Stärke, Munich 1991, 137.

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trar allá una mujer para Isaac. Trae a Rebeca para Isaac.Isaac "introdujo a Rebeca en su tienda, tomó a Rebeca,que pasó a ser su mujer, y él la amó. Así se consolóIsaac por la pérdida de su madre" (Gén 24, 67). Isaacestaba claramente muy vinculado a su madre, Rebecafue para él la sustitución de su madre. Esto es mor-tal para una auténtica relación entre hombre y mujer.Cuando el hombre está todavía ligado a su madre, larelación con la mujer no puede resultar bien; la mujermorirá de hambre junto a él.

La historia de Isaac muestra que no hubo una ver-dadera relación entre él, su mujer y sus hijos. Rebecadio a Isaac mellizos, Esaú y Jacob. Del vientre maternovenía primero Esaú, pero Jacob lo agarró fuertementede su talón. De aquí que recibiera el nombre de Ja-cob (= el que retiene por el talón). Esaú era rubio ycada vez más velludo. Fue un hombre montaraz, uncazador. Jacob, por el contrario, permanecía en la tien-da. Isaac prefirió a Esaú; Rebeca, a Jacob. Esaú, portanto, era el hijo del padre y Jacob el de la madre. LaBiblia dice que Isaac quería a Esaú porque le gustabala caza. En mi opinión, sin embargo, Esaú es la som-bra de Isaac. Isaac amaba en su hijo su propia sombra,es decir, aquello que él mismo no se permitió vivir:lo salvaje, lo violento, lo indómito, lo fuerte y comba-tivo. Rebeca, por el contrario, amaba a Jacob, el hijoastuto e intelectual. Amando a Jacob, ella participabade sus habilidades, y utilizó a Jacob para lograr suspropósitos contra la voluntad de su marido.

No había, evidentemente, ninguna relación claraentre Isaac y Rebeca. Isaac se dejó llevar. Rebeca lomanipuló. Pero, cuando Isaac se vio obligado a mar-char por razón de una hambruna a un país extranjero,a Guerar, actuó como antes lo había hecho su padre

Abrahán. Hizo pasar a su mujer por su hermana,para que a él nada malo le sucediera. En público,Isaac dominaba sobre su mujer; en casa, sin embar-go, era Rebeca la verdadera señora. Es lo que sucedecon muchos hombres, que en público se imponensobre sus gentiles mujeres, pero que en el hogar sondominados por ellas.

Isaac se hizo rico en Guerar, de forma que los fi-listeos le envidiaban y, por ello, le cegaron los pozosque había excavado su padre Abrahán. Es una formade decir que Isaac no tuvo ya acceso a los pozos desu padre. Él no pudo beber en la fuente del padre.Él no tuvo parte en la fuerza del padre. Quizá sumadre, Sara, había reprobado al padre y había im-pedido así al hijo identificarse con él. Conozco hijosque desdeñan a sus padres porque los ven solamen-te con los ojos turbios de la madre, que los conside-ran como un dechado de informalidad y de avidezsexual. Este rechazo del padre lleva al menospreciode su propia masculinidad. Consiguientemente, lafuerza vital del padre no puede fluir dentro de él ytermina por secarse.

Los criados de Isaac intentan abrir de nuevo lospozos cegados. Pero surgen entonces continuas luchascon los pastores de Guerar. Sólo cuando Isaac hace unpacto con Abimelec, el rey de los filisteos, pueden loscriados abrir ya un pozo sin mediar conflictos sobreél. Isaac entra ahora en contacto con su propia fuente.La alianza con Abimelec muestra que ha conseguidoreconciliarse con las fuerzas enemigas. Ha dado porsí mismo un paso adelante y ya no tiene que limitarsea vivir de la herencia del padre. Ha tomado en susmanos la propia vida, aunque haya sido a través deun pacto con el rey de los filisteos.

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Cuando Isaac era ya anciano y la luz de sus ojos sehabía extinguido, encomienda a su hijo Esaú que lepreparara un guiso de caza. Después le daría su ben-dición. Rebeca lo oye e introduce a Jacob en sus planes.Ella preparará el guiso y él se lo servirá al padre. Paraque Isaac no pueda percibir el engaño, la madre revis-te al hijo con pieles de cabrito, pues Esaú, a diferenciade Jacob, era velludo. Así, con la ayuda de la madre,Jacob, y no el primogénito Esaú, obtiene la bendicióndel padre. El padre aparece en esta escena de bendi-ción del primogénito como una persona impotente.No es el señor de la casa. Contribuye simplemente aque se vean cumplidos los deseos de su mujer. Rebecaaconseja a su hijo que huya. Y de nuevo se las arreglapara que Jacob emprenda el camino con la bendiciónde su padre Isaac y pueda solicitar la mano de la hijade su propio hermano Labán. Isaac pierde así a losdos hijos. Esaú se enoja contra él, porque ha dadopreferencia y ha bendecido a su hermano; Jacob, porsu parte, le abandona. Sólo poco antes de su muertevuelven a casa los dos hermanos para dar juntos final-mente sepultura al padre.

Isaac repite la experiencia tenida con su padre.Sigue desempeñando el papel de víctima en el quesu padre le había introducido. Él no determina porsí mismo su vida, sino que se ve obligado a hacer loque quiere su mujer. Pero, como víctima, también élse convierte en actor. Hiere a su hijo predilecto, Esaú,y con ello se hiere a sí mismo. Sus hijos se dispersan.No sólo Isaac ha sido sacrificado por Abrahán. Su ma-dre había forzado igualmente al padre a expulsar aIsmael. Ismael es la sombra de Isaac. Con la expulsióndel hermano, una parte de sí mismo se ve también ex-pulsada. Isaac experimenta así un doble abandono: el

que deriva de la expulsión de su hermano y el queentraña su propio sacrificio. Uno y otro se repiten aho-ra en la vida de Isaac. Sus hijos se dispersan, como sehabían dispersado Isaac e Ismael, dando origen en lahistoria a la enemistad entre dos pueblos hermanos,los judíos y los árabes.

Isaac se ve obligado a recorrer un doloroso procesode aprendizaje. Tiene que aprender a ser padre, dandoseguridad a sus hijos, y no enfrentando al uno contrael otro. Tiene que aprender a vivir su propia vida. Sóloasí se capacitará para bendecir a sus hijos. La Bibliano continúa describiendo este proceso de aprendizaje.Pero cuando Isaac muere colmado de años, allá estánsus dos hijos reconciliados de nuevo y ambos le dansepultura (Gén 35, 29). En la reconciliación de los hijosqueda simbolizado el final de paz en el que desembo-ca la vida de Isaac: la paz entre el joven huérfano y elhombre anciano.

Para mí, Isaac representa en cuanto huérfano de pa-dre el arquetipo del huérfano, tal como lo describe He-ribert Fischedick. El huérfano añora y anhela el paraísoperdido. Utiliza a su mujer como madre, que debe otor-garle ante todo seguridad. Es incapaz de una relaciónauténtica. Los huérfanos viven a gusto en un mundolleno de ilusiones, un mundo que ellos mismos se cons-truyen para vivir. Les resulta difícil afrontar la vida consus conflictos, pues cada conflicto es amenazador, re-cordándoles que no están ya en el paraíso, sino que hansido desde hace tiempo expulsados de él. El huérfanonecesita espacio para llorar y lamentar vigorosamentesu destino2. Los huérfanos esperan de los demás que

2. H. FISCHEDICK, Der Weg des Helden. Selbstwerdung im Spiegel biblischer Bilder, Mu-nich 1992, 55.

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les comprendan y que les transmitan el sentimientode ser acogidos. Estas esperanzas son frecuentementetan grandes que los demás se sienten abrumados. Así,pues, el huérfano tiene que aprender "a asumir el dolory el sufrimiento de la realidad de la vida y a aceptar lasmuchas pequeñas muertes en la vida"3.

La espiritualidad del huérfano de padre está im-pregnada de un gran deseo de seguridad y liberación.Pero esta espiritualidad lleva con frecuencia rasgos in-fantiles. En lugar de afrontar la vida con sus conflictos,se espera de Dios la solución de todos los problemas.Se tiene así la propensión a rehusar y esquivar dolores.Dios es el que debe otorgar a uno inmediatamente pazy dicha. Este gran optimismo es, sin embargo, el rever-so de una visión pesimista sobre uno mismo y sobre elmundo. Cierran los ojos ante lo depravado del mundopara recluirse en su mundo salvado. Los huérfanos depadre buscan al Gurú, que para ellos es un redentorintocable. Se construyen un mundo redimido, en elque se encuentran como en casa. Pero de ellos no brotafuerza alguna. Sólo cuando estos hombres huérfanoshagan frente al joven abandonado que llevan dentro desí y desarrollen para él sentimientos paternales, puedequedar rota la cadena de un modelo de vida reprimi-da y las heridas pueden transformarse en verdade-ras perlas. Los huérfanos que han sabido afrontar suabandono se convierten en buenos pastores de almasy en buenos terapeutas. Tienen una sensibilidad espe-cial para los hombres abandonados y, lejos de caer enel error de transmitirles la seguridad que de ellos espe-ran, les muestran el camino de su propio corazón, en elque han de adentrarse por su propia cuenta.

3. Ib, 70.

Isaac es un modelo para los "blandengues" quesufren por su falta de energía. El hombre que se veabandonado por su padre y que no encuentra ningúnsustituto con el que él pueda desarrollar su propiaidentidad, se orienta en su comportamiento hacia lasmujeres. Asume las normas de la mujer para su pro-pia vida. También la sociedad se convierte para él enmadre sustituta. En lugar de configurar él mismo a lasociedad, la utiliza simplemente como protectora parasus necesidades. Walter Hollstein piensa que, por ra-zón de la abundancia de "blandengues", nuestra so-ciedad ha pasado a ser "inmasculina y pseudo mater-nal, limitándose a garantizar protección, seguridad,empleo, reglas, control, vigilancia, tutela, compañíay entretenimiento en medidas absorbentes" 4 . Nuestrotiempo, sin embargo, necesita en sentido positivo losvalores masculinos, como responsabilidad y espírituemprendedor. En Isaac aparece con claridad que "elhombre sin masculinidad no tiene ya capacidad deatracción, ni siquiera para las mujeres" 5. El hombre nopuede evitar ser abandonado por su padre. Pero tieneque salir al paso de este abandono y asumir por sí soloresponsabilidades. Tiene que aprender a estar bienconsigo mismo, en lugar de hundirse cada vez másen la apatía y de renegar de su propia condición dehombre. Isaac es un estímulo para el hombre de hoy:es capaz de reconciliarse con su lesión y su desvali-miento interior, de sobreponerse al papel de víctimapara convertirse —como lo hizo al final de su vida—en bendición para los demás.

4. W. HOLLSTEIN, Das nene Selbstverständnis der Mönner, en Der Mann ini Umbruch,O1 ten 1989, 23.

5. Ib, 24.

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Existen hoy muchos hombres huérfanos de padre.Sufren por no tener ningún padre que les dé seguridad.Están dispuestos a sacrificarse completamente por laempresa o por un grupo determinado. Pero ellos sa-crifican también su propia fuerza. Les falta la energíamasculina para gestar algo por sí mismos, para opo-ner resistencia a las tendencias de la sociedad. Comouna abuela, todo lo atraen hacia sí. Los huérfanos depadre se refugian frecuentemente en el papel de vícti-mas. Se sienten víctimas de sus padres y víctimas de lasociedad. Se niegan a asumir responsabilidades parasí y para su vida. Pero cuando consiguen identificarsecon su papel de víctimas, pasan también a ser actores.En lugar de cuidarse por sí mismos, utilizan a otrospara satisfacer sus necesidades. Para poder entrar encontacto con su energía masculina, los huérfanos nece-sitan padres. Sólo entonces brotará de ellos bendiciónpara la sociedad. Sólo entonces configurarán ellos estasociedad, en lugar de dejarse determinar por ella. Loshuérfanos de padre se hieren una y otra vez a sí mis-mos. De esta forma, no disponen de la fuerza necesa-ria para implicarse en el mundo y desarrollar nuevasideas. Les falta el valor para afrontar con gallardía losproblemas. Se dirigen más bien por las expectativasde los demás, para ser amados por el mayor númeroposible de personas. Nuestro tiempo necesita hombresque encarnen en la debida forma las energías paterna-les y que posean el coraje de ofrecer soluciones querealmente ayuden, aun cuando no encuentren siem-pre la aprobación deseada.

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4Jacob: el padre

Jacob fue un típico hijo de mamá. ¿Cómo puedeun hijo de mamá llegar a ser padre? La Biblia nos

habla del desarrollo y del camino recorrido por Jacob,mostrándonos cómo fue madurando desde el papelde un hombre avispado y con éxito hasta el papel depadre. En el camino se encontró con sombras. El pri-mer paso en ese camino fue la salida del seno materno.Jacob huye de su hermano. Huye en última instanciade su sombra. Pero esta huida le libera también de lavinculación con la madre y le conduce en definitivahacia sí mismo y hacia su propia verdad.

En la huida, Jacob tiene una experiencia de Diosdecisiva para él. En sueños ve una escalera que llegahasta el cielo, por la que subía y bajaba el ángel delSeñor. Arriba se halla Dios, que le asegura una vidacon éxito: "Yo estoy contigo; te protegeré adondequie-ra que vayas y haré que vuelvas a esta tierra, porqueno te abandonaré hasta que haya cumplido lo que tehe prometido" (Gén 28, 15). Jacob se encuentra aquípor primera vez con su inconsciente. Intuye que en lavida hay algo más que batirse con la fuerza de la ra-zón. En la profundidad de su corazón, Dios le habla yle bendice. Esta experiencia de un Dios que bendice esel primer paso del camino a recorrer por Jacob. Ahora

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reconoce que no todo depende de él, de su voluntady de su habilidad. El éxito en la vida depende de labendición de Dios. Si se abandona a la voluntad deDios, encontrará su camino.

Cuando Jacob, después de catorce años de servicioen casa de Labán, retorna al hogar con sus dos muje-res, sus hijos y todas sus posesiones, se le hace saberque su hermano Esaú se había puesto en camino parasalir a su encuentro. Piensa que deberá hacer frente asu sombra. Le entra miedo y planea congraciarse consu hermano por medio de regalos. Pero fueron inútilestodos los intentos humanos de vencer el resentimientodel hermano a base de regalos, porque Jacob no tendríaque enfrentarse ya con su propia sombra. Esto habíatenido lugar en la singular escena de la lucha noctur-na, mano a mano, con un hombre misterioso (Gén 32,23-33). Jacob no puede esquivar aquella lucha. Se veobligado a afrontar su propia verdad. Lleva por ello asus mujeres e hijos y todas sus posesiones más allá delvado de Jaboc. "Cuando Jacob se quedó solo, un hom-bre luchó con él hasta el amanecer. Viendo el hombreque no le podía, le tocó en la articulación del muslo, yse la descoyuntó durante la lucha. Y el hombre le dijo:Suéltame, que ya despunta la aurora. Jacob dijo: No tesoltaré hasta que no me bendigas" (Gén 32, 25-27). Esuna lucha a vida o muerte. Jacob no puede evitarla. Laafronta y recibe del hombre misterioso, tan adversarioal inicio, la bendición que le capacita para ir sin miedoal encuentro de su hermano.

Los hombres que piensan salir airosos sin luchar sequedan estancados en su camino de maduración. Lavida es una lucha. Cada cual se encuentra con su pro-pia sombra en el camino de su realización como hom-bre, y encontrarse con la sombra no es ningún placer.

Los cuentos nos narran con toda seriedad que en estalucha está siempre en juego la vida y la muerte. Y alprincipio no se da por hecho en absoluto que la vic-toria sea del héroe protagonista. Tampoco Jacob salevencedor. Pero su adversario se le da a conocer comoángel de Dios. En este misterioso ángel bendice Dios aJacob y le da un nombre nuevo: ya no se llamará Jacob(embustero), sino Israel (el que lucha con Dios). En susombra, Jacob es bendecido por el mismo Dios. Pero lasombra le ha herido también: él cojea por el golpe re-cibido en el muslo. Tiene que caminar por la vida conmás lentitud y cautela. No puede ya realizar todo loque quisiera. Tiene que dejar hacer. Precisamente comoluchador herido entrará Jacob a formar parte de los pa-triarcas de Israel. Es evidente que nadie puede llegar aser verdaderamente padre si previamente no ha lucha-do consigo mismo y con su sombra. Quien piense quepuede ir por la vida sin despeinarse, sin hacer frentea su sombra, proyectará esa sombra como padre so-bre sus hijos e hijas. Será incapaz de ver a sus hijos talcomo realmente son. Los verá, por el contrario, con laslentes deformantes de sus necesidades y sus pasiones.He tenido la ocasión de hablar con muchos hombresque, lejos de ser apoyados por sus padres, se han vistodebilitados por ellos. El padre veía en ellos todo lo queél no podía aceptar de sí mismo, todo lo que él se ha-bía prohibido a sí mismo. Y en lugar de luchar consigomismo, luchaba con el hijo desfigurado. Su lucha nopodía ser fuente de bendición, sino de maldición. Noestaba al servicio de la vida, sino de la muerte. Hijos ypadres que han escamoteado su parte sombría difícil-mente pueden desarrollar una positiva masculinidad.O desactivan violentamente su odio hacia el padre, oactúan condicionados continuamente por sus propias

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debilidades. Nunca logran ponerse en pie y son inca-paces de afrontar la vida con todos sus desafíos.

En Jacob nos muestra la Biblia que hay dos mane-ras de salir al paso de la propia sombra. La primeraes la de luchar con la sombra. La segunda consiste enpostrarse humildemente ante la sombra y acatarla.Cuando Jacob se encuentra con su hermano Esaú, sepostra ante él siete veces consecutivas. Entonces correEsaú hacia él, lo abraza y lo besa. Lloran juntos los dos.Y Jacob exclama: "Me he presentado ante ti como unose presenta ante Dios, y tú me has recibido bien" (Gén33, 10). Es significativo que, en las dos maneras delencuentro con la sombra, se reconoce siempre a Diosen la sombra. Tanto en la lucha como en la postraciónante la sombra, Jacob intuye que es el Dios misteriosoel que en la oscuridad sale a su encuentro. En últimainstancia, no se trata de una mera "construcción psi-cológica" de la sombra, sino de otra imagen de Dios.Quien sale al encuentro de su propia sombra no se darápor satisfecho con una imagen pulida e inofensiva deDios. Para muchos hombres Dios les resulta aburridoporque hemos hecho una presentación demasiado bo-nita y amable de él. La Biblia nos remite a un Dios quehabla a lo más profundo del alma humana, que tocatambién al hombre en su disponibilidad para luchar.Son muchos los hombres que no se interesan por loscaminos espirituales porque esos caminos les resultandemasiado apacibles y no encuentran correspondenciaen su parte belicosa. Dios sale a nuestro encuentro nosólo en la luz, sino también en la tiniebla; no sólo en eldescanso, sino también en la lucha. Dios no es sólo unDios tierno y cariñoso; es también un Dios que agarray hiere. Quien se adentra en esta lucha, aun a riesgode quedar herido, llegará a ser realmente hombre. Y

—como nos muestra Jacob— llegará a ser igualmentepadre, no sólo en sentido biológico, sino también es-piritual. De ahí que los padres del desierto vieran enJacob su arquetipo. Como Jacob, ellos lucharon con lasombra, con los demonios, y los mantuvieron a raya.

Una gran tentación para el hombre de hoy es preci-samente la de confiar sólo en su razón y su voluntad,dejando de lado todo lo que surge de la profundidadde su inconsciente. Con frecuencia obtiene de estemodo buenos resultados. Pero el triunfo puede sertambién un fracaso. El que triunfa no siente la nece-sidad de enfrentarse con su sombra. C. G. Jung diceque el gran enemigo de la conversión es una vida lle-na de éxitos. Quien siempre triunfa cree que su vidaestá en orden. Ya que a la mujer le corresponde ser lasombra del hombre, éste se defiende de ella. No en-tiende en absoluto lo que piensa su mujer. Si ella tieneproblemas, él no. Para él todo va sobre ruedas. Perola reacción agresiva de los hombres frente a las ob-servaciones críticas de la mujer muestra que ellos noestán tan seguros como aparentan. Tienen un miedoirremediable a que alguien pueda raspar el barniz desu imagen exitosa. Llega un momento en que ya nobasta la vieja estrategia. La razón, con su astucia, dejade ayudar cuando los hijos toman su propio rumbo,cuando el cuerpo enferma o cuando la psique no co-labora, quedando por ejemplo perturbado el sueño osobreviniendo ataques de pánico.

Mediante el encuentro con las sombras, Jacob secapacita para ser padre. Él figura entre los patriarcasde Israel. La Biblia no nos dice demasiado sobre cómollega Jacob a ser padre. Cuando él trabaja en la casa deLabán, se tiene la impresión de que sus mujeres quierentener, a ser posible, muchos hijos. Raquel dice a Jacob:

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"Si no me das hijos, me muero" (Gén 30, 1). Jacob estáallí para tener hijos e hijas con sus dos mujeres y suscriadas. Pero de sus sentimientos paternales no se dicenada. Sólo respecto a los dos últimos de sus doce hijos,nacidos ambos ya en su ancianidad, se habla de quelos amaba: "Israel amaba a José más que a los demáshijos, porque le había tenido siendo ya viejo" (Gén 37,3). Esta predilección de Israel por José hace que surja elodio de sus hermanos. Deciden acabar con él. Despuésde lo que la Biblia nos dice aquí, no se puede hablarya de un idilio de padre. Israel (Jacob) tiene que pasarmás bien por experiencias dolorosas para llegar a serpadre de todos sus hijos y fuente de bendición paratodos ellos. José es vendido a Egipto. Y a Benjamín, elhijo más pequeño, tiene que dejarlo marchar para quefuera con los demás hermanos a Egipto. Sólo cuandolos hermanos se han reconciliado con José, llega a sertambién Israel padre del mismo modo para todos,

Desde la psicología, el padre es aquí el que apoyaa los hijos, el que los defiende, para que afronten suvida y la tomen en sus manos. El padre no retiene asus hijos junto a él, sino que los envía al mundo, paraque vivan su propia vida. Pero está con ellos cuan-do le necesitan. A él pueden retornar. En él puedenconfiar. Nunca deja de estar detrás de ellos cuandocometen algún error, y los protege en todo momento.Está detrás de ellos cuando se ven atacados. Es unafuente de energía masculina para sus hijos. Muchoshijos echan hoy en falta la presencia del padre. Sin élno pueden desarrollar la propia identidad masculina.Con bastante frecuencia chocan con el padre y se rebe-lan contra él, bien por ser demasiado duro para ellos,bien por exigirles demasiada obediencia o bien porexcederse en sus expectativas. Pero también esta re-

belión forma parte del proceso para llegar a ser hom-bres. Sólo cuando yo consigo distanciarme del padre,puedo descubrir las raíces positivas que en él tengo.

Yo estoy agradecido a la experiencia vivida con mipadre. Mi padre perdió muy pronto a sus padres. Cre-ció en la región del Ruhr y trabajó en las oficinas deuna mina. Por negarse a trabajar en los días de fiestapara los católicos, se marchó a Munich sin ningún se-guro. No disponía de dinero. Pero resistió y consiguióabrir un negocio. Cuando él hablaba de esto, siempreme estremecía. Después de su muerte, mi hermana en-contró su diario durante los primeros años en Munich,a partir de 1923. Cuando yo lo leí, pude observar conqué esfuerzo y con cuántas frustraciones tuvo que bus-car él su camino. Como padre, siempre estaba presente.Tenía el negocio en la casa en que vivíamos. En todaslas comidas, por tanto, estaba allí. Cuando jugábamosal fútbol con los muchachos vecinos y nos peleábamos,en cuanto veía que habíamos perdido salía él de sudespacho. No nos regañaba a todos a la vez, sino quenos mandaba ponernos en dos filas. Entonces nos sol-taba una arenga sobre el auténtico espíritu deportivo.Teníamos que darnos todos la mano y decir: ¡Hip, hip,hurra! La mayoría de las veces esto era tan gracioso queno podíamos menos que echarnos todos a reír. De estemodo se zanjaba el asunto. Hoy apenas hay padres quese preocupen de las disputas de los hijos. Dejan en ma-nos de la madre las cuestiones espinosas y se vuelvena su trabajo. Cuando yo echo la vista atrás, agradezcoque mi padre se preocupara de nosotros y de nuestrascontiendas, sin moralizar y sin regañar. Él las aprove-chaba más bien para enseñarnos que un hombre de-portista tiene que aprender también a perder y, a pesarde todo, a mantener la compostura.

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Puesto que mi padre tuvo que luchar por sí mis-mo en la vida, él nos apoyaba en cualquier tarea queemprendiéramos. No tenía nunca miedo de que, connuestras bicicletas y nuestras tiendas, nos marchára-mos a pasar dos semanas por los Alpes. Siempre queteníamos algún proyecto, él lo apoyaba. Nunca seoponía a ellos o manifestaba sus reparos. Al contrario,se sentía orgulloso de que emprendiéramos algo y deque se nos ocurriera algo que a otros les parecía unaquimera. Siendo niño, yo tuve una ocurrencia desca-bellada. Con siete años construí con mis hermanosuna pecera en el jardín. Puesto que en el invierno allíno habrían sobrevivido los peces, los trasladé a nues-tra bañera. Nadie de la familia pudo bañarse durantesemanas. Yo me maravillo todavía hoy de que mi pa-dre mostrara comprensión por aquella ocurrencia. Ex-cepto mis hermanos mayores, nadie protestó. Durantela primera guerra mundial, mi padre fue marino, ysiempre le entusiasmó que nosotros pescáramos en unpozo y lleváramos después los peces a la pecera.

En otra ocasión hice un banco con tablas que habíaencontrado en alguna parte. Cuando estuvo termina-do, fui todo orgulloso a enseñárselo a mi padre. Él sesentó, y el banco se hizo trizas. Todos soltamos unagran carcajada. El primer intento había sido fallido.Pero esto no me impidió llevar a cabo otras ideas. Unpadre que apoya a sus hijos promueve su creatividady sus ganas de vivir. Nosotros nunca pudimos abu-rrirnos. Nunca nos faltaron ideas sobre cómo jugar osobre qué acometer. Si más tarde, en la pubertad, dis-cutíamos con él y discrepábamos en nuestra manerade pensar, nunca se aferró tozudamente a su opinión.Si lográbamos acorralarle con nuestros argumentos, élse echaba sencillamente a reír. De este modo, la dis-

cusión se distendía y acababa sin que hubiera habidoun perdedor. Tampoco nosotros tomábamos entoncesnuestros argumentos tan brutalmente en serio.

Como todo arquetipo, la imagen del padre irradiauna gran fuerza, pero encierra también sus peligros.Quien, como padre, no deja libres a sus hijos, quienejerce un estilo de gobierno patriarcal y piensa quepuede determinarlo todo, está falseando la verdaderaimagen de padre. La confunde con la infalibilidad ycon un gobierno autoritario. Autoritario es aquel quecarece de espina dorsal. Receloso instintivamente detoda clase de conflictos, se ve obligado a aporrear con-tinuamente la mesa y a demostrar su autoridad. Peroesto no es ser hombres; esto es una caricatura de lamasculinidad. Detrás de una actitud así se deja per-cibir el miedo a ser destronado y a verse cuestionadoen su infalibilidad. Los hombres que no han tenidoninguna experiencia positiva de padre son siempredesconfiados y piensan que tienen que estar impo-niéndose en todo momento. Incapaces de descansar,han de permanecer incesantemente activos para pro-bar la fuerza masculina que en ellos se encierra. Peroesta fuerza, sin una buena experiencia de padre, obracasi siempre de manera destructiva. Al ser una fuer-za narcisista, está incapacitada para construir. No setrata de tener ganas de hacer cosas, sino de un impul-so que lleva a tener que mostrarse eficiente para serconsiderado finalmente como padre. En la política esfácil percibir que un hombre así resulta devastador.Se necesita todo un pueblo para salir al paso de susheridas paternas.

A la realización de la identidad masculina pertene-ce la paternidad, sea la paternidad biológica del queengendra hijos e hijas o sea solamente la paternidad

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espiritual. Ser padre significa apoyar a otros, transmi-tirles las ganas de vivir, darles seguridad, de modoque puedan tomar con audacia las riendas de su pro-pia vida. Junto al padre, los hijos e hijas se arriesgana cometer también errores. Saben que el padre no losdejará solos. A él deben dirigirse también ellos cuan-do se extravíen. El padre no amarra. Deja en libertada los hijos, pero sin separarse de ellos. Los hijos sabenque siempre pueden recurrir a él para encontrar cobi-jo, ayuda y consuelo.

Muchos hombres entregados exclusivamente a suprofesión renuncian a su papel de padres. Son capa-ces, sin duda, de dirigir su empresa, pero no de diri-gir a sus hijos. En la confrontación con sus hijos, loshombres perciben que no se pueden esconder detrásde su trabajo. Los hijos les hacen recordar sus partessombrías. Lejos de admirarlos por sus éxitos en losnegocios, los desafían como hombres y como padres.Padre es solamente aquel que deja que sus hijos leindiquen sus propias sombras. Reconocer las propiasdebilidades y sombras es el presupuesto para mostrara los hijos verdadera cercanía y para poder ayudarlosen sus eventuales fracasos. Muchos hombres piensanque en su vida familiar tienen que aplicar la mismareceta que les ha llevado al éxito en su mundo laboral.Pero esto no funciona. En la empresa se pide rapidez.La familia, sin embargo, espera que el padre tengatiempo para ella. Me contaba un empresario que élmandaba demasiado en casa durante el poco tiem-po que pasaba con los hijos. Pensaba que tenía queaprovechar el tiempo de la manera más eficaz posibley lo hacía emprendiendo muchas cosas con los hijos.Pero no era esto en absoluto lo que ellos querían. Ellosquerían sencillamente que el padre estuviera allí, que

jugara con ellos, que tuviera tiempo para ellos. Noquerían que los utilizara como obreros, sino que lostomara en serio como hijos.

En nuestro tiempo son especialmente necesarioshombres que entren en contacto con su paternidad. YaAlexander Mitscherlich habló de la sociedad sin padreen los años sesenta del siglo pasado. Eran entoncesmuchos los padres que habían muerto en la guerra.Pero también hoy siguen hablando los psicólogos decarencia de padres. Muchos padres están ahora, igualque antes, ausentes de la educación. No se preocupande apoyar a sus hijos. Se enfadan porque sus hijos sedesarrollan de manera diferente a como ellos se ha-bían imaginado. Prefieren confiar su educación a lasmadres. No quieren enfrentarse constantemente consus hijos. Pero estos necesitan de la energía del padrepara poder crecer. Los hijos quieren ver al hombre quelucha con ellos, y no al hombre de negocios que gastasus energías sólo hacia fuera y que dentro de la fami-lia busca únicamente descansar.

No sólo la familia necesita del padre; también lonecesita la sociedad. El padre no está ahí sólo para loshijos. Asume también una responsabilidad para conaquellos que se han quedado demasiado cortos, quese sienten huérfanos y abandonados, que se encuen-tran marginados de la sociedad. Padre es el que semantiene firme cuando en la familia algo se tuerce.No rehúsa la responsabilidad. Se pone al frente de sufamilia. Se pone al frente de hombres que por sí solosno tienen resistencia alguna. Muchos sacerdotes asu-men este papel de "padres" respecto a otros hombres.No es por casualidad que reciban el título de "padres"(del latín pater) los sacerdotes de una Orden religio-sa. Ellos se convierten en padres para hombres que

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carecen de brújula. Los acompañan en su camino.Les prestan apoyo, sin pretender subyugarlos. Yo ex-perimento hoy una gran sed de padres en los que sepueda confiar. A veces resulta tan grande esa sed queparece imposible de saciar. Pero en ella yo entreveola ausencia de una verdadera experiencia paterna y, ala vez, el deseo de poder apoyarse en los padres. Pordesgracia, estos hombres sin padre caen con frecuen-cia en manos de hombres que les proponen ser padrespara ellos, pero que en realidad no llegan nunca a ser-lo. Los hacen sus vasallos y los manipulan, en lugarde ayudarles a encontrar su propio camino y a entraren contacto con sus energías masculinas.

Resumiendo, se puede decir que dos son las acti-tudes características del padre: determinación y mag-nanimidad. Los padres actúan cuando la situación loexige. Toman decisiones, en lugar de esquivar todoslos problemas. En muchas empresas, gremios y gru-pos faltan hoy hombres-padres que se mantenganfirmes, que asuman responsabilidades y que tomendecisiones. Abundan, por el contrario, los que evitancualquier decisión por miedo a cometer un error. Deéstos, sin embargo, no puede salir nada nuevo. Temenlos conflictos y no aportan nada al esclarecimiento dela situación. La otra actitud característica es la mag-nanimidad. Los padres no son apocados y timoratos.Tienen un corazón grande. Creen en la capacidadde los hijos o de aquellos que los acompañan. Estospadres, con un corazón grande, son los que necesitanuestro tiempo. Yo estoy agradecido de haber tenidoun padre así.

José: el mago

Jacob era el hijo predilecto de su madre. José es elpredilecto del padre. Es un típico hijo de papá. Esto

despierta la envidia e incluso el odio de sus hermanos.José se siente un poco especial. Cuenta a sus hermanosun sueño, en el cual estaban todos ellos atando gavillasen el campo. Su gavilla se mantenía en pie, mientrasque las gavillas de sus hermanos se colocaban alrede-dor de la suya y se inclinaban frente a ella. Ante estesueño, los hermanos le replicaron: "¿Es que vas a sertú rey y señor nuestro? Y le cobraron todavía más odiodebido a sus sueños y a sus palabras" (Gén 37, 8). Así,pues, lo que suscita la envidia de los hermanos no essólo la predilección del padre, sino también el compor-tamiento de José, que se obnubila con ser algo espe-cial, el preferido del padre, el que consigue todo lo quedesea. José hace a sus hermanos agresivos porque, enlugar de amoldarse a ellos, confía en sus propios sue-ños. El tiene todavía otra fuente, de la que puede vivir:el mundo del inconsciente, el mundo de la inspiracióninterior. Es el mundo del mago.

Cuando José, por mandato de su padre, lleva de co-mer a sus hermanos, que cuidan el ganado, éstos de-ciden acabar con él. Rubén, sin embargo, el mayor delos hijos, sale en su defensa. Quiere salvarle de la manode los hermanos y devolverlo al padre. Los hermanos

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renuncian a su plan asesino. Lo arrojan entonces a unacisterna. Cuando pasan por allí unos comerciantes, Judápropone que se lo vendan a ellos. Son ismaelitas, es de-cir, descendientes de Ismael, el hermano de Isaac. José,el predilecto de Jacob, va a parar a las manos de Ismael,el hermano de su abuelo, el expulsado al desierto. Sepodría decir que le dan alcance aquí los secretos de supropia historia familiar. Resurge la inconclusa partesombría de su propia historia y pide ser consumada.José tiene que comenzar por liberarse, con no poco es-fuerzo, de la sombra familiar. Pero, después, el hijo queha contado con todas las bendiciones paternas se veobligado a afrontar la propia impotencia, el miedo y elabandono. En la oscura cisterna se siente abandonado yentregado a la muerte. Los ismaelitas, a quienes es ven-dido por sus hermanos, lo llevan a Egipto y lo venden asu vez a Putifar, un alto funcionario del faraón. A Puti-far le agrada José y le confía todas sus posesiones. Perola dicha no dura demasiado. La mujer del funcionariopone sus ojos en José y le pide que se acueste con ella.José se niega. Sería una traición a su señor y un pecadoen relación con Dios. Cuando la mujer le sujeta un díapor el manto para que se acueste con ella, José huye. Lamujer entonces le acusa y muestra el manto como prue-ba de que había intentado acostarse con ella. El maridomonta en cólera y manda encarcelarlo. De nuevo tieneque experimentar José el abandono y la oscuridad. PeroDios sigue estando con él.

En la cárcel, José descifra los sueños de dos com-pañeros. Los dos corren, con toda precisión, el destinoque José, a la luz de sus sueños, les había predicho. Elpanadero mayor es colgado de un árbol y el coperomayor es repuesto en su cargo. Al cabo de dos años,también el faraón tiene un sueño que no entiende. Lossabios y magos de Egipto no son capaces de interpre-

tarlo. El copero mayor se acuerda entonces de José yle habla al faraón de su habilidad para interpretar lossueños. El faraón manda llamar a José para que le des-cifre el sueño, pero José responde: "No soy yo, sinoDios, quien dará al faraón una respuesta favorable"(Gén 41, 16). Basándose en aquel sueño, José prediceal faraón siete años de abundancia y siete años de es-casez. Y le aconseja levantar almacenes para guardarla producción de los años de abundancia y poder asísobrellevar los años de escasez. El faraón nombra almismo José administrador de su reino. Dice a sus cor-tesanos: "¿Dónde vamos a encontrar un hombre comoeste que goce del espíritu de Dios?" (Gén 41, 38). Joséllega así a ser el hombre más poderoso de Egipto. Sudesgracia se ha transformado en dicha. Como es ca-paz de interpretar los sueños y como cuenta con labendición de Dios, todo le sale bien. Mientras todo elmundo muere de hambre, José, el mago, puede dis-frutar de sus almacenes repletos.

Puesto que la hambruna se extiende también porCanaán, los hermanos de José se dirigen a Egipto paracomprar allí trigo. José reconoce a sus hermanos, peroél no se da a conocer. Les proporciona el trigo sólo acondición de que regresen a la casa de su padre y vuel-van con el hermano más pequeño. Jacob se resiste a de-jar marchar a su hijo pequeño. Tiene miedo de que selo maten. Cuando el hambre se hace sentir de manerainsoportable, Judá sale fiador de Benjamín. Van así denuevo los hermanos al encuentro de José. José los poneuna vez más a prueba. Manda que llenen sus sacos detrigo y que, en el saco de Benjamín, depositen su copade plata. Después ordena que los detengan. Benjamíndebe pasar a ser su esclavo. Como Judá se había hechoresponsable de él, José no lo puede retener junto a síy entonces se da a conocer. Rompiendo a llorar, dice a

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sus hermanos: "Yo soy su hermano, el que vendierony que llegó a Egipto. Pero no estén angustiados, ni lespese el haberme vendido, pues Dios me envió delantede ustedes para salvar sus vidas" (Gén 45, 4-5). José sereconcilia con sus hermanos. En su destino, él ha vistola mano del mismo Dios. Dios ha transformado el malen bien. Ha convertido el deseo fratricida en bendiciónpara toda la familia. José no ha quedado amargadocon las heridas que le causaron los hermanos. Se pue-de reconciliar con ellos, porque se siente protegido ybendecido por Dios. Ya los sueños que tuvo de niñole habían prometido éxito en su vida. Tales sueños lehabían infundido la seguridad de que Dios no lo aban-donaría, ni en la soledad de la cisterna ni en la cárcelde Egipto. El hijo predilecto del padre no podía sinoconfiar en la ayuda de su padre. Ese padre estaba lejos.Pero, habiendo descubierto a Dios como su padre, a élse abandona, y él lo conducirá con mano segura portodos los laberintos de la vida.

José oye los sueños y sabe lo que significan. Mues-tra tener así un don especial, que se convierte paraél en bendición. Llega a ser el dueño de todo el país.Cuando José se encuentra con sus hermanos, mani-fiesta sus sentimientos. Pierde entonces el temple delpoderoso. Echándose a llorar, besa a todos sus herma-nos. José no se siente ya como alguien especial. Es unomás entre sus hermanos. Podría decirse: ahora quedacapacitado para entrar en relación; ahora deja de ser elhijo predilecto, que se sitúa sobre los hermanos; ahorapasa a ser alguien que los abraza y que se hace uno conellos. La nueva relación con sus hermanos lleva a queel faraón invite a toda su familia a quedarse en Egipto.Así es como los israelitas pasan a vivir en Egipto du-rante unos 400 años. El destino de José determina, porlo tanto, el futuro de todo un pueblo.

José es la imagen de un hombre que no se limitaa disfrutar de sus logros profesionales, sino que sabeescuchar sus sueños y que manifiesta sus sentimien-tos. No se identifica con su papel de señor, sino quedesciende de su trono y se hace hermano entre loshermanos. A esta sabiduría ha llegado José pasandopor el abandono, la impotencia, la soledad y la oscu-ridad. Ha recorrido el típico camino que los cuentosdescriben como camino del héroe. Todo hombre ha deafrontar peligros, ha de abandonar su propia personay sus propios planes, cuando se encuentra en situa-ciones sin salida, para ponerse solamente en manosde Dios. No es él quien tiene en su mano la clave deléxito. Ha de abandonarse por completo a las manosde Dios. Ellas le garantizan que su vida tendrá éxito,aun cuando se repitan las situaciones que hacen espe-rar más el fracaso que la victoria.

José encarna otras muchas imágenes, que en él sedan cita. Es el intérprete de sueños, el político, el orga-nizador. Yo quisiera contemplarlo como el arquetipodel mago. "El mago está con los pies sobre el suelode este mundo, en sintonía con los dones del univer-so. Conoce las leyes eternas del devenir y del perecer,el orden de la creación, y lleva a cabo sobre la tierralo que él ha llegado a conocer. Es capaz de traspasarla corteza de las apariencias visibles de este mundoy percibir la realidad que se encuentra en el fondo"1.El mago domina el arte de modelar este mundo des-de el conocimiento de lo trascendente, de lo divino.El mago sabe discernir el orden que rige en todas lascosas. Se distingue por su clarividencia interior. Joséconfigura el mundo desde la comprensión de los sue-ños, en los cuales se le manifiesta Dios mismo en el

1. 1-1. FISCHEDICK, Der Weg des Helden. Selbstwerdung irn Spiegel bibhscher Bilder, Mu-nich 1992, 236.

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trasfondo de toda la realidad. Él organiza la políticade Egipto no desde sus reflexiones racionales, sino so-bre la base de los sueños, que él puede interpretar conla ayuda de Dios. El mago está inmerso en los secretosprofundos de este mundo. Tiene contacto con Dios y,desde esta vinculación interior con Dios, puede confi-gurar el mundo de acuerdo con la voluntad de Dios.En cualquier relación que mantenga con el mundo, élno olvida nunca la dimensión mística de su vida.

Como todo arquetipo, también el del mago estálleno de peligros. Quien desee entrar en contacto conel mago debe proceder con mucha cautela y siempreha de marcar la distancia con él. Si se identifica con elarquetipo, entonces se hinchará. Se sentirá como fuen-te de magia, en lugar de ser su instrumento. Esta hin-chazón del ego conduce al típico gurú, que dispone degrandes talentos y que atrae hacia él a los hombres conun fulgor extraordinario, pero que permanece ciegorespecto a sus propias sombras. Quien no se distanciainteriormente del mago extravía a otros hombres consu magia y los lleva a la ruina. Es, en definitiva, unabuso espiritual el que ejerce. La arrogancia espiritualy la hinchazón del ego son una gran tentación paratodo sacerdote, terapeuta o predicador televisivo.

Los hombres que hoy tienen una tarea directivasienten que necesitan a su lado magos. Con la sola ra-zón no pueden dirigir un gran proyecto. Precisan estaren conexión con la fuente interior, con la fuente divinade la inspiración y la creatividad. Tienen que entrar encontacto con el arquetipo del mago, "el que movilizalos recursos de la conciencia interior de un hombre"2.El arquetipo del mago abre el potencial que está listoen su alma: potencial de inspiración, de creatividad, de

2. P. M. ARNOLD, Mänliche Der Weg zur Stärke, Munich 1991, 149.

posibilidades propias. Los hombres que se fijan sólo enlas apariencias, que se limitan a calcular y organizar, noaprovechan este potencial interior de su alma. Quienencuentra acceso al mago interior no actuará sólo conla cabeza; se dejará guiar por las sugerencias internas,mucho más fructíferas para el trabajo y la vida de cadadía que las reflexiones puramente racionales.

La cuestión es cómo encontrar el acceso al magointerior. La historia de José nos muestra que la rela-ción con el padre es una fuente importante desde laque el mago actúa. José es el hijo del padre. Siendonosotros niños, mi padre nos explicaba por las tar-des, cuando ya oscurecía, las estrellas y las conste-laciones, despertando nuestro asombro. Cuando éliba con nosotros a pasear por el monte, nos dabatoda una lección sobre la hermosura de los árboles.Mi hermana más pequeña se mostraba poco intere-sada. Ella pensaba sólo en ir al quiosco más próxi-mo para conseguir alguna golosina. Pero esto no lehacía desistir a mi padre de explicarnos el misteriode la creación. Él nos introdujo también en lo numi-noso de la liturgia. Cuando hablaba del significadode las fiestas navideñas o de la Pascua, yo intuíaque su corazón se sentía afectado por el misterio dela encarnación de Dios y de nuestra redención. Du-rante mi estancia en el internado, me escribía una yotra vez no sólo sobre lo que sucedía en casa, sinotambién sobre su visión de Dios y del mundo. En elnoviciado recibí de él una carta con estas palabras:"El fundamento del cristianismo está en el amor.Quien ha llegado a comprender esto responderásin dificultad a la benévola alianza entre Dios y loshombres". De mi padre recibí el gusto por pensar,pero no para saber mucho, sino para poder atisbarel trasfondo de las cosas. Mi padre desarrolló su

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afición por la lectura y la reflexión en su profesiónmercantil. Tuvo que construir su existencia desde lanada. A pesar de todo, nunca se conformó con pre-ocuparse sólo por lo exterior. En la fiesta de fin deaño o en las fiestas familiares siempre tenía un dis-curso en el que iba a lo esencial, a lo que importabapara la vida, la vida desde Dios y con Dios.

El mago no adquiere por sí mismo su capacidad deintuición. Él la recibe en última instancia de Dios. Loque él puede hacer es dar crédito a sus propios sue-ños. Algo de magos tenemos todos en nuestro interior.Como José, debemos confiar en que Dios nos habla ensueños y hemos de buscar en nosotros el contacto conel mundo interior del espíritu. Un camino importantepara ello es la meditación, que nos lleva a contactarcon el espacio interior del silencio. Allí donde no tieneacceso ningún ser humano, donde nuestras preocupa-ciones y cavilaciones no pueden ya perturbarnos, allíintuimos que brota dentro de nosotros una fuente delEspíritu divino, una fuente que nunca se seca por serdivina. Para modelar este mundo necesitamos un lu-gar fuera del mundo, un lugar interior sobre el cual elmundo no tiene poder alguno. Desde ese lugar toma-mos distancia suficiente para contemplar los proble-mas cotidianos y percibir lo que realmente importa.Es precisamente lo que buscan muchos hombres quetienen una tarea directiva en economía y política:caminos espirituales para ellos mismos. Se sientenatraídos por el camino de la mística. La mística noes un retirarse del mundo, sino un entrar en contac-to, dentro del mundo, con lo ultramundano, con lotrascendente, con Dios. Desde esta experiencia se con-sigue más fácilmente entregarse a los problemas decada día sin quedar atrapados en ellos.

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Moisés: el guía

oisés es el típico guía. Conduce a su pueblodesde la esclavitud de Egipto a la libertad del

país amado. Moisés es el que sabe guiar a otros hom-bres. Pero el pueblo es también un reflejo de los inte-reses de su propia alma. Moisés se prepara a sí mismopara guiar. La Biblia nos describe el camino, el modoen que Moisés va aprendiendo a conducirse a sí mis-mo y a conducir al pueblo. Moisés no nace siendo yaun guía, y en su función de guía no todo irá sobre rue-das. En primer lugar, ya desde su nacimiento, Moiséses un niño agraciado. El faraón había ordenado que sematara a todos los muchachos recién nacidos. CuandoMoisés nació, la madre vio que era un hermoso niño.Su corazón no soportaba el hecho de tener que matar-lo. Así, pues, lo escondió durante tres meses. Despuéslo colocó en una cesta sobre el Nilo. La hija del faraónencontró la cesta con el niño llorando. Lo tomó comosu propio hijo y le dio el nombre de Moisés: "Yo losaqué de las aguas" (Éx 2, 10). Moisés es un ejemplopara todos nosotros. Todos somos en definitiva niñosen peligro, hijos e hijas del faraón, hijos e hijas del sol.Pero tenemos que crecer en país extraño, expuestos ala intemperie y a los peligros de la vida. El mito delniño en peligro, que goza de un don extraordinario yque tiene en última instancia un origen divino, es un

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mito ampliamente difundido: comienza por Rómulo yRemo, pasa por Edipo, Krishna, Perseo, Sigfrido, Buda,Heracles, Gilgamés y llega hasta Jesús, que tiene quehuir a Egipto en su niñez. El mito nos muestra que to-dos nosotros somos criaturas divinas en peligro. Perosi conseguimos entrar en contacto con el niño divinoque hay en nosotros, descubriremos ya nuestro propiocarisma y la misión a la que Dios nos envía. No pode-mos quedarnos en el niño herido, que somos tambiénnosotros. El niño divino se encuentra en nosotros paraque vayamos renovándonos y lleguemos a ser el yoverdadero e indemne, protegido interiormente porDios en todos los peligros de la vida.

Moisés crece. Al ver que un egipcio maltrataba aun hebreo, lo mata y lo entierra en la arena. Al díasiguiente quiere cortar la pelea entre dos hebreos.Uno de ellos menciona entonces la muerte del egip-cio. Moisés huye a Madián. Allí se casa con una hijadel sacerdote en funciones. A su hijo le pone el nom-bre de Guersón (huésped extraño, emigrante en tie-rra extranjera, en el yermo, en el desierto). Moisés sesiente angustiado. Tiene que pasar la vida en tierraextraña. Su primer intento de tomar las riendas habíafracasado. Confió en sus propias fuerzas, sin haberseencontrado todavía consigo mismo y con su propiadebilidad. Evidentemente, sólo puede guiar a los de-más aquel que ha saboreado la angustia y que en paísextraño ha vivido dolorosamente su soledad y su faltade capacidad para guiar.

Cuando Moisés pastoreaba las ovejas y las cabrasde su suegro, "se le apareció un ángel del Señor comouna llama que ardía en medio de una zarza" (Éx 3,2). Desde la zarza ardiente le habla Dios: "He visto laaflicción de mi pueblo en Egipto... Te envío al faraónpara que saques de Egipto a mi pueblo, a los israeli-

tas" (Éx 3, 7. 10). Moisés se resiste. Pregunta primeropor el nombre de Dios, y Dios se le revela como Yavé,como "Yo soy el que soy" (Éx 3, 14). Después vienenlas dudas personales. ¿Cómo va él a convencer alpueblo? Yavé le señala el instrumento mágico que hade utilizar para convencer al pueblo. Moisés aludefinalmente a su dificultad para hablar. Dios se enfadacon Moisés y le ordena tomar a su hermano Aaróncorno su portavoz.

Moisés no es el líder de nacimiento, que asume unatarea de guía plenamente consciente de su capacidad.Tiene que experimentar antes su propia impotencia ysu inaptitud, que él reconoce en la imagen de la zarza.Moisés no cree que los hombres vayan a escucharle, ysufre por la torpeza de su lengua. Dios tiene que em-pujarle para que acepte su misión. Dios le envía a supueblo, y no desiste de encomendarle aquella misiónde guía por muchos que sean los reparos personalesaducidos por Moisés. Muchos hombres que tienen unaposición directiva dentro de una empresa piensan queellos eran líderes ya de nacimiento. Tales hombres, sinembargo, suelen pasar por encima de sus empleadosen su función directiva. Sólo cuando los hombres sonconscientes, como Moisés, de su propia impotencia,guían de manera cautelosa. Tienen entonces un ojosobre los intereses de sus empleados y comprendenmejor qué es lo importante a la hora de dirigir.

No es tarea fácil la que asume Moisés. El pueblose convence enseguida, gracias a su cayado mágico.Pero cuando la resistencia del faraón contra el pueblose hace más fuerte, el pueblo comienza a murmurar.Todo se complica cada vez más en su intento de libe-rar al pueblo. Después Moisés tiene que enfrentarseduramente con el faraón para hacer que deje marcharal pueblo. Tampoco esto se consigue sin la firme opo-

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sición del faraón. Sólo con las muchas plagas que Diosmanda sobre Egipto se deja convencer el faraón deque ha de permitir la salida del pueblo. Las plagas ha-cen pensar en la oposición que suscita la orden actual-mente vigente de tener que dejarlo todo con la edad.Cualquiera que dirige un grupo, una empresa, unasociedad, sabe lo dura que puede ser esta oposición.Todo se eclipsa. Caen langostas sobre las cosechas ytodo parece quedar destruido. Para no ceder ante estaoposición y no caer en la resignación, se necesita teneruna gran confianza en el Dios que envía.

Moisés logra, finalmente, sacar al pueblo de Egip-to. Pero el faraón lo persigue. El pueblo está ante elmar y ve que los egipcios se acercan impetuosamente.Entonces se rebela contra Moisés: "¿Nos has sacadode Egipto para hacernos esto? ¿No te decíamos quenos dejaras tranquilos sirviendo a los egipcios?" (Ex14, 11-12). Difícil es para Moisés conducir a un pueblohacia la libertad, a un pueblo que, ante cada paso ha-cia la libertad, se llena de miedo y añora las ollas decarne de Egipto. Prefiere seguir en esclavitud a afron-tar los peligros del desierto. Pero el camino hacia lalibertad pasa necesariamente por el peligro del hun-dimiento y de la sed hasta morir. Incluso después delpaso victorioso por el mar Rojo, donde perecieron losperseguidores egipcios, el pueblo sigue murmurandoante cualquier contrariedad. El milagro del mar Rojono les ha persuadido. Moisés se ve obligado a levan-tar continuamente su grito de ayuda a Dios. Él sufrepor la pesada carga de aquel pueblo y se queja a Dios:"¿Qué voy a hacer con este pueblo? ¡Un poco más yme apedrean!" (Éx 17, 4).

Dios muestra a Moisés cómo puede contentar alpueblo en sus necesidades. Cuando los amalecitas ata-can al pueblo, Moisés no lucha en primera fila. Sube

al monte y desde allí reza por el pueblo. Él mantieneviva la relación con Dios. Es consciente de que sólo sepuede conseguir con la ayuda de la oración. La ora-ción fortalece al pueblo en su lucha contra los amale-citas. Moisés no es sólo el que reza; es también el quejuzga. A él se acerca la gente a lo largo de todo el díapara que dirima sus pleitos e imparta justicia. Cuandosu suegro vio esto, dijo a Moisés: "Tu procedimien-to no es bueno. Te agotarás tú y el pueblo que acudea ti, porque es una carga demasiado pesada para ti,y tú solo no puedes con ella" (Éx 18, 17-18). Moiséshizo caso del consejo de su suegro y delegó su tarea deguía. Estableció como jueces a personas de confianza.No se apega a su poder. Es capaz de percibir que tam-bién tiene que cuidar de sí mismo si quiere dirigir alpueblo por mucho tiempo.

En el Sinaí, Moisés recibe una nueva misión. Pasa aser para el pueblo el legislador y el guía en la experien-cia de Dios. Moisés sube solo al monte y allí se encuen-tra con Dios. Después cuenta al pueblo lo que Dios leha dicho. El pueblo ha de purificarse y prepararse parael encuentro con Dios en el espacio de tres días. Al amanecer del tercer día comienza a tronar y relampaguear.El pueblo tiembla de miedo. "Moisés hizo salir al pue-blo del campamento para ir al encuentro de Dios" (Ex19, 17). La misión de Moisés es, pues, la de purificar alpueblo para Dios y la de prepararle para el encuentrocon él. No basta con que Moisés transmita al pueblolo que Dios le ha comunicado a él. Ha de introducir alpueblo en la experiencia de Dios. Es un mistagogo (=sacerdote) que abre al pueblo los ojos para que pue-da percibir el misterio de Dios. Pero, después, Moiséssube solo a la montaña. Allí recibe los mandamientosen dos tablas de piedra, "escritas por el mismo dedode Dios" (Éx 31, 18). Mientras Moisés está en el monte,

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el pueblo de Dios se pervierte y se fabrica un becerrode oro, imagen del Dios de la victoria y la fertilidad. Esuna experiencia que tienen muchos guías. Los hom-bres gustan entregarse con satisfacción a lo que ven ya lo que les promete éxito de inmediato. Las visionesquedan muy lejos. ¿Quién sabe todo lo que sucede allí,sobre el monte? Es mejor gozar del momento presenteque embarcarse en un camino difícil hacia el futuro.Moisés desciende de la montaña y ve al pueblo dan-zando en torno al becerro de oro. Lleno de ira, rompiólas tablas de la ley. Su intento de llevar al pueblo a unbuen futuro parecía haber fracasado.

Pero Dios ordenó a Moisés tallar otras dos losas depiedra y subir con ellas a la montaña. Cuarenta días ycuarenta noches permaneció Moisés sobre el monte.Durante ese tiempo ayunó. Después descendió otravez. Su piel estaba resplandeciente. "Aarón y los is-raelitas miraban a Moisés; su rostro era luminoso, y te-mieron acercarse a él" (Éx 34, 30). Moisés es aquel quehabla familiarmente con Dios, cara a cara. Tan prontocomo habla con Dios, su piel comienza a resplandecer.Para evitar el temor de los israelitas, tiene que ponersesiempre un velo sobre el rostro. Aquí se hace percepti-ble otro aspecto de Moisés. Él es el amigo de Dios. Se lepermite hablar con Dios. Puede estar en su presencia.Esto le transforma. Le convierte en una figura resplan-deciente, lo cual le otorga una nueva autoridad antesu pueblo. Moisés es el legislador del pueblo. Pero losmandatos que él da no son prescripciones rígidas quesólo sirven para que los hombres caminen encorvados.Provienen de la experiencia de Dios y también de laexperiencia de la propia debilidad. Moisés recibe es-tos mandamientos del mismo Dios, y los recibe en unmonte, allí donde Dios se hace especialmente cercano.Quien ha de guiar a otros tiene que distanciarse una

y otra vez de ellos, para experimentar sobre el montela cercanía de Dios. Necesita tomar distancias de losquehaceres cotidianos para adquirir perspectiva des-de lo alto. Si en la soledad pone ante Dios su personay su impotencia, hará después lo correcto desde Dios.Sus consignas, lejos de ser irrelevantes, abrirán el cieloa los hombres. Pero antes de poder transmitir a losdemás lo que Dios quiere de ellos, él mismo tiene quedejarse transformar e iluminar por Dios.

Ya que Moisés es el que ha tenido experiencia deDios y el que ha sido transfigurado mediante el en-cuentro con Dios, el pueblo acepta lo que él dice. Detodos modos, después de la profunda experienciade Dios en el monte Sinaí, el pueblo deja sentir unay otra vez su oposición a Dios y a Moisés. Cae en laautocompasión: "¡Ojalá tuviéramos carne para comer!¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos enEgipto de balde, de los pepinos y melones, de lospuerros, cebollas y ajos! Ahora languidecemos, puessólo vemos maná" (Núm 11, 4-6). Moisés se queja anteDios: "¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué mehas retirado tu confianza y echas sobre mí la carga detodo este pueblo?... Yo solo no puedo soportar a estepueblo; es demasiada carga para mí" (Núm 11, 11. 14).Los hombres con una función directiva comprendeneste lamento. A ellos les pasa a veces lo mismo que aMoisés. Experimentan su misión como una carga. Losempleados parecen no comprender lo que se les quie-re decir. Dios le ordena a Moisés que tome consigo asetenta hombres. A ellos les dará Dios algo del espíri-tu que reside en Moisés, de forma que éste no tengaya que llevar solo la responsabilidad de todo. Muchoshombres prefieren quedar aniquilados bajo su cargaa repartirla sobre los hombros de otros y a solucionarjuntos los problemas.

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Moisés tiene que batirse siempre con nuevos obstá-culos y contrariedades. Envía exploradores al país queDios les había prometido. Ellos retornan con frutos deaquel país. Pero atemorizan al pueblo diciendo que elpaís está habitado por gigantes, contra los, que nuncapodrán combatir. El que guía a otros tiene siempre quecontar con hombres que actúan a contracorriente, queponen reparos a cualquier plan o proyecto de la em-presa. Ven siempre sólo lo negativo. En lugar de ale-grarse por los frutos que ofrece el nuevo país, centransu mirada en los gigantes que aparecen en el camino.Se necesita mucha paciencia para mantenerse firmeen el objetivo, superando continuamente los obstácu-los. Por diez veces murmuró el pueblo contra Dios ycontra Moisés. En todas y cada una de las ocasiones,Moisés se convierte en su intercesor. Dios, dispuestosiempre a perdonar al pueblo, se deja conmover. Perolos que han murmurado deben morir. Sólo sus hijosverán el país amado. Durante treinta y ocho años to-davía tendrá que vagar el pueblo por el desierto. Ycontinuamente surgirán nuevas oposiciones y rebelio-nes. En todos estos conflictos, Moisés no se rinde nun-ca; siempre está allí para ayudar al pueblo. Pero porhaber dudado una vez de que Dios pudiera realmenteabastecer al pueblo de agua, tampoco él entrará en elpaís amado. Debe dejar en otras manos el resultado desus esfuerzos. Sube al monte Nebo para contemplarel país que Dios había prometido al pueblo. Nombradespués a un sucesor y muere. El pueblo lo entierra enel valle de Moab. Pero hasta hoy nadie sabe dónde seencuentra la tumba de Moisés.

Un destino singular le toca vivir a Moisés. Por unaparte, él es el más grande de los profetas. Los israeli-tas lo siguen invocando. Él es el amigo de Dios. Sóloa él se le permite hablar con Dios cara a cara, "como

un hombre habla con su amigo" (Éx 33, 11). Pero Diosle priva del último deseo, de la última conquista. Élpodrá solamente contemplar el país hacia el que haconducido al pueblo. Será otro quien lo introduzca.Moisés fue el guía que tuvo que soportar al pueblo,que tuvo que cargar una y otra vez con sus conflictos.Pero de él se dice también que "era el hombre máshumilde y sufrido del mundo" (Núm 12, 3). EvagrioPóntico traduce la palabra "humilde" por "manso".En su mansedumbre, según él, Moisés es un ejemplopara cualquier director espiritual, que podrá conducira otros a Dios sólo si ha conseguido vencer sus pasio-nes. La mansedumbre es la actitud de un hombre queestá en paz consigo mismo. La humildad habla másbien del valor que uno tiene para afrontar sus propiassombras. Moisés, el gran guía, fue a la vez manso yhumilde. Siempre fue consciente de sus limitacionesy debilidades. Esto no es muy común en hombres queestán en un cargo de responsabilidad. Con frecuenciapasan por alto sus debilidades para aparecer fuertesante todos los demás. La verdadera fortaleza, sin em-bargo, consiste en afrontar las propias sombras y re-conciliarse con ellas.

El proceso de maduración personal que Moiséstuvo que recorrer es el proceso obligado para todo elque desee llegar a ser hombre de verdad. Tiene queaprender a asumir responsabilidades y a afrontar losconflictos que le competen por razón de su respon-sabilidad. Tiene que aprender a resistir frente a lasdesavenencias de un "pueblo" que siempre protesta yque desea volver al seno materno. Si yo veo al pueblocomo referente de lo que uno ha de hacer para llegar aser hombre, esto significa para mí lo siguiente: Moiséstiene que oponerse a la actitud regresiva de retornaral seno materno, a las ollas de carne de Egipto. Dentro

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de nosotros anida el deseo de libertad. Pero al mis-mo tiempo sentimos miedo a la libertad, ya que paraconseguir la libertad tenemos que renunciar a la viejaseguridad: a la protección de la madre o de institucio-nes maternales, como la Iglesia o la empresa. Llegar aser hombre significa asumir el riesgo de adentrarse enel desierto y de experimentar en el camino hambre ysed, sin tener la seguridad de que el camino conducea la meta, al país amado, donde uno puede sentirseplenamente realizado.

En el camino hacia la libertad, muchos hombresdesean volver al paraíso perdido de la niñez. En elcamino hacia la libertad, nos vemos confrontadoscon nuestras más profundas indigencias, con nuestra necesidad de atención y seguridad, de proteccióny de hogar. Pero el camino hacia la libertad pasa porel abandono de la seguridad y la dependencia. El ca-mino pone al descubierto los más profundos miedosque hay en nuestro interior. Moisés sale al paso de susmiedos y necesidades, de sus resistencias internas ysus tendencias regresivas, dirigiéndose una y otra veza Dios en la oración y recibiendo de Dios el apoyo queprecisa en su rebelión interior. Su oración no es sim-plemente asentimiento, sino una lucha con Dios. Peleacon Dios. Se querella con él. Pide cuentas a Dios de lacarga que le ha impuesto. Pero no desiste. Aun cuan-do el pueblo siempre le decepciona, mantiene firmesu confianza en él y en la promesa que Dios ha hechoa este pueblo de dura cerviz.

Como guía, Moisés muestra un aspecto que es esen-cial para llegar a ser hombres. El hombre ha de asumirresponsabilidades. Tiene la tarea de conducir, no sim-plemente la de hacer lo que le digan. Como padre defamilia, el hombre tiene una misión de guía. En cadagrupo donde trabaja, es también un guía, aun estando

sometido a las órdenes de otros. La cuestión es cómo po-demos aprender a ser guías. No llegaremos a ser guíassi nos limitamos a copiar a otros en su tarea directiva.El primer paso a dar consiste en entrar en contacto conel niño divino dentro de nosotros, con la propia crea-tividad e inspiración. Tenemos que aprender a confiaren el propio instinto. El segundo paso es el encuentroauténtico con nosotros mismos. El primer intento deMoisés por tomar las riendas del mando termina enun fracaso. Tiene que marchar a un país extraño y en-frentarse con su propia impotencia y sus limitaciones.Y tiene que esperar a que Dios le llame. Uno no puedeconstituirse a sí mismo en guía. En última instancia esuna misión recibida no de los hombres, sino de Dios.Y entonces Moisés tiene que aprender a llevar adelantela voluntad de Dios —se podría decir también la visiónde Dios— frente a toda clase de oposición

Para ello se hacen necesarias tres condiciones. Poruna parte, la mansedumbre o la humildad. El guíatiene que estar en paz consigo mismo para no arrojarsus sombras sobre los guiados y evitar así toda cla-se de confusión. Por otra parte, el distanciamientoreiterado y el diálogo con Dios. Este diálogo no essólo una meditación silenciosa, sino un hacer partí-cipe a Dios de los propios sentimientos, también delenfado, del miedo y de la impaciencia. La oraciónse parece con frecuencia al grito y al lamento deMoisés. Nosotros gritamos nuestro enojo y nuestradecepción ante Dios desde lo más profundo de nues-tro ser. Nos lamentamos y quejamos. Pero mientrasexpresamos a Dios nuestros sentimientos, éstos pue-den ir transformándose. Las inmundicias internas delas emociones se van depurando. El que guía a otrostiene que limpiar continuamente la suciedad que enél van depositando las emociones negativas de los

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compañeros. No puede dejarse contaminar por estasuciedad. No puede dejarse contagiar ni de las pro-testas ni de la resignación.

La tercera condición es el adecuado empleo de la agre-sividad. A pesar de su mansedumbre, Moisés se muestraa veces agresivo. Hace trizas las dos losas de piedra conlos mandamientos. Manifiesta su agresividad en el diá-logo con Dios. Actúa así ante Dios para poder despuéspresentarse de manera adecuada con su agresividadante el pueblo. Su agresividad le ayuda a perseguir suobjetivo con tenacidad y a no resignarse. Le da fuerzaspara superar las contrariedades. La agresividad es, juntocon la sexualidad, la más importante energía vital, quenos capacita para ser creativos. Quien cercena su agresi-vidad, carece de fuerza. La maduración como hombre oel estancamiento en una cómoda mediocridad dependedel recto uso de la agresividad. Agresividad viene de ad-gredi, que significa acercarse. La agresividad es la fuerzapara asumir las cosas, en lugar de esquivarlas. La agresi-vidad es la fuente desde la que el hombre crea, llevandoadelante aquello que considera correcto incluso contrala oposición de hombres que prefieren conformarse conlo de siempre. La agresividad es un impulso importan-te para progresar. La agresividad no pretende destruir,sino emprender algo nuevo, regulando la relación conlo cercano y lo distante. Si yo soy agresivo, frecuente-mente es porque otros se han extralimitado conmigo. Laagresividad es la fuerza de marcar los límites entre unomismo y los demás para que uno pueda entrar en con-tacto consigo mismo y con sus impulsos interiores. Laagresividad es la energía para llevar a efecto las propiasideas, aun con la oposición de dentro y de fuera.

A los hombres les gusta la agresividad. Se afi-cionan por deportes en los que, de buenas maneras,pueden poner en juego su agresividad, por ejemplo,

el fútbol, el baloncesto, el boxeo o la lucha libre, elciclismo o las carreras de coches. Se trata siempre deun uso regulado de la agresividad. La agresividadnecesita la cortesía para no ser destructiva. Yo com-pito con los demás, sin pretender aniquilarlos. Enla competición es donde los deportistas descubrenla fuerza que se esconde en ellos. El rival deportivoayuda a crecer. Un rival más fuerte estimula al corre-dor a acelerar todavía más su carrera. La agresividadotorga al hombre la fuerza de resistir y de mantener-se firme en su visión de las cosas frente a cualquiercontrariedad. Pero la agresividad necesita también elcontinuo distanciamiento interior. Moisés sube a lamontaña para distanciarse y poder conocer dónde ycómo ha de utilizar su agresividad.

Moisés encarna lo que Walter Hollstein espera hoydel hombre. Hollstein piensa que el hombre debe re-clamar en sí lo prometeico: "idear la aventura del es-píritu, concebir perspectivas y utopías, demostrandocon ello que los hombres pueden todavía hoy levantarindicadores y transmitir orientación; tener el valor deafrontar los problemas en lugar de desplazarlos y deincapacitarse así para la acción; abandonar la posiciónde poder y optar por la libertad" 1 . Moisés se compro-metió por la vida. Se entregó al desarrollo espiritual desu pueblo y, resistiendo la oposición de los perezosos,lo condujo hacia la libertad. Esta capacidad no la tuvodesde el principio. Se decidió con la llamada que Dioshizo recaer sobre él cuando él se sentía inútil, insegu-ro y olvidado. Quien, como Moisés, se embarca en lapedagogía de Dios y se deja conducir por él hacia lalibertad, ése conseguirá ser hombre de verdad, capazde conducir también a otros a la libertad y a la vida.

I. W. HOLLSTEIN, Das neue Selbstverständnis der Männer, en Der Mann im Umbruch,Olten 1989, 25.

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7Sansón: el guerrero

Desde siempre me ha fascinado la historia deSansón. Cuando era joven, me maravillaba dela fuerza casi ilimitada que se escondía en este hom-bre, de su valor y de la libertad con la que se situabapor encima de todas las normas. Sansón fue, desde sunacimiento, consagrado al Señor. Su fuerza le viene deDios. Con ella habría de liberar al pueblo del dominiode los filisteos. Es el espíritu mismo del Señor el quele impulsa. Sansón toma por mujer a una filistea. Decamino desgarra a un león que sale a su paso. En laboda plantea a los invitados un acertijo. Si en siete díasno lo adivinan, tendrán que darle treinta piezas de linoy treinta vestidos preciosos. Presionado por su llori-queante mujer, Sansón le revela el acertijo a ella, que selo comunica de inmediato a los filisteos. Como vengan-za, mató a treinta hombres y los despojó de sus vestidospara dárselos a los invitados de la boda. Se separó desu mujer y se la entregaron a uno de sus amigos.

Sansón no es sólo un hombre fuerte, sino tambiénuna persona llena de fantasía cuando se trataba deencontrar el modo de fastidiar a los filisteos. Cazótrescientos zorros, ató los zorros rabo con rabo y pusoentre rabos una tea, que él encendió. Los zorros echa-ron a correr con la tea encendida por los campos de

trigo, por los viñedos y por los olivares. Toda la co-secha quedó destruida. Cuando gentes de su propiopaís le capturaron y le entregaron a los filisteos, rom-pió las ataduras y con la quijada de un asno mató alos filisteos. Poco después Sansón se enamoró de otrafilistea, llamada Dalila, y se casó con ella. Los filisteosle rogaron que averiguara de dónde le venía a San-són aquella fuerza extraordinaria. Las tres primerasveces, Sansón engaña a su mujer. Ella le replica enton-ces: "¿Cómo puedes decir que me amas, si no tienesconfianza en mí? Por tres veces te has burlado de míy no me has revelado el secreto de tu extraordinariafuerza. Y así lo importunaba un día y otro día, y lomareaba hasta causarle un fastidio de muerte. Así quetuvo que decirle la verdad: La navaja no ha pasadonunca por mi cabeza, porque estoy consagrado a Diosdesde el vientre de mi madre" (Jue 16, 15-17). Comonazireo, es decir, como consagrado a Dios, no podíaél, según la costumbre judía, cortarse el pelo. Pero Da-lila dejó que su marido se durmiera sobre sus rodillasy le cortó todo el cabello, de forma que la fuerza leabandonó. Los filisteos lo capturaron y le sacaron losojos. Después lo metieron en la cárcel. Cuando, pasa-do algún tiempo, celebraban una gran fiesta, llevarona Sansón para divertirse con él. Pero en el intervalosus cabellos fueron creciendo de nuevo. Él se agarróa las columnas sobre las que descansaba la casa y lasderribó. Todo el edificio cayó sobre él. "Así, los quemató al morir fueron más que los que había matadoen vida" (Jue 16, 30).

La Iglesia antigua interpretó teológicamente la qui-jotesca historia de Sansón. Vio en Sansón, en el hombredel sol —cuya historia se recuerda en las aventuras delhéroe griego Heracles—, una figura de Cristo. Como

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el nacimiento de Jesús le fue anunciado a María, así leanuncia un ángel a Manoah el nacimiento de un hijo.El hijo es consagrado a Dios. Su victoria sobre los ene-migos es vista como imagen de la victoria de Jesús,que con su palabra derrota a los adversarios. El hechode que Sansón arranque de cuajo las dos puertas de laciudad de Gaza se convierte en imagen de la resurrec-ción de Jesús, con la cual son derribadas las puertasde la muerte. Sansón es, igual que Jesús, apresado yultrajado. Su muerte, con la que los enemigos quedananiquilados, aparece como prefiguración de la muertede Jesús en la cruz, con la cual él nos libera de nues-tros enemigos. La Iglesia antigua restó fuerza de estamanera a los rasgos más chocantes de la historia deSansón. Pero, dejando a un lado esta interpretaciónde los padres de la Iglesia, la historia de Sansón po-dría entenderse también como un modelo arquetípicopara nuestro camino hacia la plena realización de lamasculinidad. Propio de la identidad del hombre esvencer el mal, no dejarse determinar por los enemigosde la vida, no obstinarse en el papel de víctima, sinoluchar por la vida. Y en el camino hacia nuestra rea-lización como hombres tenemos que asumir el riesgode poder perder también en el combate.

Sansón es el típico guerrero. El arquetipo del gue-rrero no cuenta hoy con buena prensa. Las dos guerrasmundiales se han cobrado infinidad de vidas huma-nas, y siempre hay guerreros que impulsan al mundoa nuevas guerras. El arquetipo del guerrero tiene doscaras contrastantes. Lo muestra ya el dios griego dela guerra, Ares (el latino Marte), que, por una parte,representa la fuerza masculina positiva y, por otra, erael menos respetado de los dioses del Olimpo a causade su irritabilidad y su propensión a la lucha. Elhombre

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bre-Ares tiene "un hilo directo con sus sentimientosy su cuerpo" 1, pero puede encarnar también el deseoincontrolado de pelea.

En el sentido positivo, el guerrero es imagen delque sabe enfrentarse con sus propios miedos y tomaen sus manos las riendas de su vida. El auténtico gue-rrero lucha siempre por la vida. Jamás lucha contraalguien, sino a favor de los hombres, para que ellospuedan vivir en paz. Sin hacer realidad el arquetipodel guerrero, "nunca nos capacitaríamos, de maneraconsciente, para la paz y la solidaridad" 2. El verdaderoguerrero se hace responsable de su vida. Toma distan-cias respecto a las expectativas de los demás. Pero estole lleva al conflicto. Muchos evitan los conflictos porlas malas experiencias que han tenido de ellos. Pero,para desarrollar nuestra identidad, no podemos dejarlos conflictos por el camino. Acabaríamos llenos deresentimiento. Y este resentimiento se descargaría encualquier ocasión adversa. Sigmund Freud criticabalos métodos de educación en su tiempo, porque talesmétodos no preparaban a los jóvenes para la agresivi-dad. Precisamente en nuestro tiempo, cuando los jó-venes se sienten inclinados a la violencia, se hace pre-cisa una orientación adecuada sobre el buen uso de laagresividad, sin dañar a nadie. La violencia es una uti-lización inadecuada de la agresividad. El violento estádominado por su agresividad, en lugar de ser él quienla domina. La agresividad pretende regular la relaciónde lo cercano y lo distante y me capacita para tomardistancias respecto a las expectativas de los demás. La

1. J. S. BOLEN, Götter in jedem Mann. Besser verstehen, une Männer leben tirad Beben, Mu-nich 1998, 256.

2. H. FISCHEDICK, Der Weg des IHelden. Selhstwerduug im Spiegel biblischer Rilder, Mu-nich 1992, 149.

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violencia la ejerce solamente aquel que ha dado a otropoder sobre sí. Por no ser capaz de distanciarse, quie-re aniquilar al que le tiene dominado interiormente.Pero así se destruye también a sí mismo. El violento sehace violencia a sí mismo. Da muerte a su alma.

Sansón no es todopoderoso. Tiene su punto débil.Cuando se le corta el cabello, la fuerza le abandona. Losgriegos hablan de Aquiles, el más valiente de los hé-roes, pero vulnerable en su talón. Los alemanes cantanlas hazañas de Sigfrido, que tampoco era totalmenteinvulnerable. Cuando se estaba bañando en la sangredel dragón, una hoja de tilo cae sobre su hombro, que-dando aquel lugar exento de invulnerabilidad. Quiense embarca en el combate de la vida se verá heridoen un momento u otro. Nuestra sociedad va precisa-mente en busca de las debilidades de hombres fuertes,que ocupan el primer plano de la pantalla publicita-ria; los espía en toda regla. Muchos hombres tienenmiedo de que sus puntos débiles sean descubiertos.Se atrincheran detrás de sus supuestas corazas o seesconden tras una fachada de cortesía. Se preocupansobre todo de no cometer ningún error, pero así tam-poco sale de ellos nada positivo. No asumen ningúnriesgo; dejan de luchar a favor de una buena causa pormiedo al posible fracaso, como si todo el mundo fueraa desplomarse sobre ellos. Se niegan a poner en juegosu vida por razón de la justicia y de la paz. El hombreauténtico no disimula sus debilidades. Lucha inclusocon las heridas abiertas, aun cuando el público lo aco-se todavía más.

Los griegos hablan de "agonía", del dolor intensodel hombre. Lucas nos presenta a Jesús en el huerto delos olivos sumido en profunda agonía. Ethelbert

Staufferentiende la agonía como "miedo por la victoria

ante la batalla cercana y decisiva, de la que dependeel destino del mundo". 3 Agonía es la lucha a muerte,la disposición a comprometerse en algo, aun cuandocueste la vida. Propio de la masculinidad es eviden-temente el exponerse al peligro de muerte en la luchapor la vida. Patrick Arnold, un jesuita americano queha escrito sobre el arquetipo del guerreo, dice que "unhombre ha de aprender a vivir en agonía, aun cuandohaya tomado la decisión de permanecer como espec-tador y pasar su vida observando lo que sucede a sualrededor sentado en una mecedora en la terraza y conuna limonada en compañía de sus tías solteronas".4Quien se sitúa frente al arquetipo del guerrero no tar-dará en sentirse impactado y lleno de miedo. Se estáenfrentando a la vida misma, con sus conflictos. Deeste modo puede brotar de él vida, mientras que delsimple espectador no brota nada, a no ser aburrimien-to e irritación. Los espectadores son sin duda quienesmejor saben todas las cosas, pero nunca llegan a cono-cerse a sí mismos en la confrontación con la vida.

Hoy, ante los signos de terror y la continua ame-naza de guerra, se hace especialmente necesario re-flexionar sobre el arquetipo del guerrero. El peligromás grave es el de los hombres emocionalmente he-ridos, "que en su sentido, su valor y su masculinidadno están seguros"5 de poder identificarse con este ar-quetipo. De tales guerreros no se puede esperar másque destrucción y ruina. El mandamiento principaldel guerrero es "no actuar nunca de manera violenta,ni por ira ciega ni por deseo de venganza" 6 . Quientiene

3. VV. GRUNDMANN, Das Evangelium p iad, Lukas, Berlín 1966, 412.4. P. M. ARNOLD, Mänliche Spiritualität Der Weg zur Stärke, Muich 1991.5. Ib, 142.6. Ib, 145.

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ne que destruir a los demás por estar él interiormentedestruido, ése no es un guerrero. Es más bien alguienque, dominado por el arquetipo del guerrero, se vadestruyendo a sí mismo cada vez más. Robert Blypiensa que el verdadero arquetipo del guerrero tieneque ver algo con la protección de nuestras fronteraspsíquicas. El guerrero se desmarca y se protege fren-te a las intromisiones externas, frente a los pinchazosde su entorno. Ser guerrero equivale a resistir frenteal mal y remite a las peculiaridades más importantesde la masculinidad: "valor, entrega, perseverancia,destreza y serenidad heroica" 7. El guerrero no es vio-lento, sino que lucha por la paz. Luchadores por lapaz, como Mahatma Gandhi y Martin Luther King,encarnan el arquetipo del guerrero cuando se niegana permanecer en el papel de víctimas. Con la fuerzadel guerrero, ellos, frente a una gran oposición, hanllamado a la paz y han creado paz. El contrapunto delguerrero no es el que trabaja por la paz, sino la víctimapasiva, que se identifica con su papel de víctima y selamenta siempre de lo mal que va todo sin decidirsenunca a luchar por el bien.

La historia bíblica de Sansón pone ante, nuestrosojos aspectos fundamentales de un guerrero. Refrenaa un león. Se mide con el león. Entra en contacto con lafuerza del león. Ejerce bien su agresividad. Es tambiénamigo de adivinanzas: no lucha sólo con su fuerzacorporal, sino también con su inteligencia. Se trata deuna batalla divertida. Es igualmente un contorsionis-ta. Sabe cómo romper las cadenas con las que le hanatado sus propios compatriotas para entregarlo a losfilisteos. Además, no se deja sobornar, ni siquiera por

7. lb, 142.

sus amigos. El guerrero es el hombre independiente,libre de lazos familiares. Nadie puede aferrarlo. Final-mente, en la lucha contra los enemigos, Sansón poneen juego su propia vida. Nosotros necesitamos hoyhombres así, que se desliguen de toda atadura y seemancipen de grupos absorbentes para luchar en li-bertad por la vida.

Quizá haya una razón que explique el escaso in-terés que muestran actualmente los hombres por laespiritualidad: disponen de tantos elementos tran-quilizantes y adormecedores que ya son incapaces depercibir la fuerza del guerrero. En los orígenes del mo-nacato se concebía el camino espiritual como una lu-cha. Benito de Nursia habla de la "militia Christi", delservicio militar para Cristo. Benito exhorta al monje aempuñar las armas de la obediencia "para servir

(mi al verdadero rey, Cristo, el Señor" (Regla de sanBenito, Prólogo 3). Benito se sitúa en la tradición delos primeros monasterios y de los padres de la Iglesia,que, en continuidad con el modo de pensar de los filó-sofos estoicos, hablan de combate espiritual, de luchacontra las pasiones y contra los demonios. Así escri-be Basilio: "Un soldado de este mundo se lanza a laguerra contra un enemigo visible. Frente a ti, sin em-bargo, nunca dejará de haber un enemigo invisible acombatir" (Holzherr 37). Más adelante dirá que nadaha de retener al soldado de Cristo de "servir a CristoRey". Desde una perspectiva psicológica, se podríatraducir: servir al verdadero yo, buscar sin desfallecerel camino hacia el propio centro.

Para Benito es evidente que el auténtico combate selibra en el interior del corazón. El combate espiritualfascinó entonces a muchos jóvenes, sin duda a los másfuertes. Hoy son más bien los hombres depresivos los

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que se sienten atraídos por la espiritualidad. Nuestrotiempo necesita de nuevo algo de aquella espiritua-lidad masculina que encarnó el monacato primitivo.Crecería entonces el número de hombres que se sen-tirían invitados a emprender el combate espiritual.Pero este combate no es sólo un combate interior, sinotambién un combate hacia fuera, una confrontaciónconstante con los retos de la vida. El guerrero se man-tiene firme en esa confrontación. No se retira cuandolas dificultades aparecen. La actitud básica de la or-den benedictina, la "stabilitas", expresa concretamen-te una constancia firme en la vida conventual. No setrata solamente de un permanecer en el mismo lugar,sino sobre todo de un persistir, de un no-desistir antelos conflictos de la vida. Quien se mantiene firme enel combate llega a comprender, tal como lo hicieronlos primeros monjes, el espíritu de Jesús. Jesús fuetambién un luchador, uno que no se rindió, sino queresistió con firmeza. No esquivó el conflicto, sino que loafrontó y soportó hasta el amargo final de la cruz.

La Iglesia primitiva conoce muchos santos quefueron soldados, como san Jorge, san Acacio y sanMauricio. Las leyendas que rodean a estos santos su-brayan su entrega miliciana a la defensa de la vida.Eran guerreros que no orientaban su parte belicosa encontra de los hombres, sino a favor de su proteccióny su seguridad. De todos modos, la guerra no es lomismo que la lucha. Nosotros luchamos en un cam-peonato deportivo. Luchamos por nuestro objetivo.En la imagen de la guerra juega siempre un papelimportante el enemigo, es decir, alguien que amenazanuestra vida. Para los primeros monjes, los soldadossantos eran modelos a imitar por su lucha contra losdemonios, que salían a su encuentro y les obstaculi-

zaban su camino hacia la vida. Por eso concibió sanBenito la vida monacal como un servicio militar, comouna confrontación permanente con las fuerzas que mequieren destruir.

En la Edad media se daba el vasallaje de los caba-lleros. Éstos libraban duras batallas por la mujer queapreciaban y adoraban. Combate y amor estaban uni-dos para ellos. El caballero no era simplemente el tipoimpetuoso; era aquel que ponía en un mismo saco lu-cha, mesura y disciplina. Siempre se inclinaba a favorde los pobres y, en el amor, fantaseaba por una mujerde la nobleza, sin querer poseerla para sí. El filósofojudío Walter Schubart denomina a esta forma de amorcorno amor de adoración. Él escribe: "La erótica dela adoración surgió en el siglo XII con el aprecio porla mujer... Tenían que ser mujeres geniales aquellasque entonces enardecieron al hombre hasta llevarle ala adoración, derribando la distinción de clases quehabía determinado la relación del género humano"8.Nosotros tendemos a pensar que los guerreros trata-rían de manera ruda a las mujeres. En el caso del va-sallaje de los caballeros, lo contrario es precisamentelo que se ajusta a la realidad. El caballero no preten-día poseer a la mujer. La amaba y cantaba su amor enmaravillosas canciones. Pero mantenía siempre unadistancia respetuosa con la mujer adorada. Nosotrosno podemos reproducir ese amor caballeresco. Perosí podemos aprender de él a unir dentro de nosotrosal guerrero y al galán. No hay duda de que existe unarelación profunda entre estos dos arquetipos. El reyDavid, sobre el que ahora nos detendremos, une en sílas dos figuras del guerrero y el galán.

8. W. SCHUBART, Religion unt eros, Munich 1941, 2 -122.

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David: el rey

avid es el gran guerrero en la historia de Is-rael, y es al mismo tiempo el gran rey. Una

y otra vez el pueblo dirige hacía él su mirada. Siendoguerrero y rey, es además cantor y poeta, y tambiénamante. Richard Rohr piensa que el rey compendióen su persona todos los arquetipos. En David perci-bimos que uno puede luchar y amar a la vez. Él fuecapaz de actuar con firmeza y de tocar y cantar conla cítara. Integró en unidad la tensión expresada en eltítulo de nuestro libro. Es propio del hombre luchar yamar simultáneamente. De David podemos aprendera integrar en nosotros ambos polos.

David no fue sólo amante, sino también amigo. Suamistad con Jonatán, el hijo de Saúl, su más enconadoenemigo, es descrita en la Biblia con palabras conmo-vedoras. Los homosexuales ven en esta amistad entrelos dos guerreros un ejemplo de lo que ellos sientenentre sí. No significa esto que David o Jonatán fueranhomosexuales. De ello no nos dice nada la Biblia. Perolos sentimientos que ambos experimentan en su inte-rior tienen al menos un colorido homoerótico. No setrata de una simple camaradería entre dos guerreros,sino de una amistad emocionalmente profunda. El reyDavid es, pues, todo: guerrero, amante, amigo, poeta

y cantor. ¿Cómo podemos integrar en David facetastan diversas? Veamos la historia de David tal comonos la presenta la Biblia.

Samuel ungió como rey a Saúl. Pero cuando Saúlse mostró desobediente frente a Dios, fue rechaza-do. Dios ordenó a Samuel que se dirigiera a la casade Jesé. Allí le comunicaría a quién debía ungir porrey. Sobre el hijo más joven fue sobre quien Samuelderramó el cuerno de aceite. Pero esa unción regiapermaneció secreta para el pueblo. Después de que elEspíritu del Señor abandonará a Saúl, éste entró en unestado de depresión, o como dice la Escritura: "un malespíritu le atormentaba" (1 Sam 16, 15). Sus criados leinstaban a que buscara a alguien que pudiera tocar lacítara, para que así se alejara de él aquel mal espíritu.De este modo es como David entró al servicio de Saúl.Y Saúl le fue tomando aprecio. Cada vez que Saúl seveía atormentado por el mal espíritu, David se poníaa tocar la cítara. "Y Saúl se calmaba, mejoraba y el malespíritu se alejaba de él" (1 Sam 16, 23).

Cuando los israelitas tienen que luchar contra losfilisteos, el guerrero más destacado de éstos, el gigan-te Goliat, desafía a los israelitas pidiendo que salierauno de ellos a batirse con él. Nadie se atrevía. El jovenDavid da entonces un paso adelante. Toma su cayado,busca cinco piedras bien lisas y las mete en su zurrónde pastor. Goliat se tomó a mofa que aquel joven seenfrentara con él: "¿Es que soy un perro, para quevengas contra mí con un cayado?" (1 Sam 17, 43). PeroDavid lanzó con su honda una piedra, que se clavó enla frente del gigante Goliat. Éste se desplomó como unárbol y, con su propia espada, David le cortó la cabe-za. Desde siempre ha fascinado a los hombres que unjoven desarmado venciera al veterano guerrero. La

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confianza en Dios aparece aquí en contraposición a laconfianza en las propias fuerzas. Pero la confianza enla ayuda de Dios es también la que robustece la convic-ción del joven David de poder enfrentarse sin armas aun guerrero perfectamente equipado. Quien se apoyaen Dios no necesita acorazarse. Sin armas, puede saliral encuentro de aquel que se mofa de él y le desafía.

David es aclamado como héroe. Esto hace que Saúlse vuelva celoso e intente a partir de entonces acabarcon él. Pero David entabla amistad con Jonatán, el hijode Saúl. "Jonatán se encariñó de David" (1 Sam 18, 1).Cuando el padre lo amenaza, él está al lado del ami-go. David tiene que huir de Saúl. Por dos veces puedeDavid matar a Saúl. Pero en ambas ocasiones perdo-na la vida al enemigo. Finalmente, tanto Saúl cornoJonatán caen en la batalla contra los filisteos. Davidentona un sentido lamento. Deplora la muerte de suenemigo Saúl: "Hijas de Israel, lloren por Saúl, quetan lujosamente las vestía de púrpura" (2 Sam 1, 24).Palabras conmovedoras encuentra David para expre-sar su amistad con Jonatán: "¡Qué angustia me ahoga,hermano mío, Jonatán! ¡Cómo te quería! Tu amor erapara mí más dulce que el amor de las mujeres" (2 Sam1, 26). David no es ahora el duro guerrero. Lucha porla vida. Es capaz de afecto. Su amistad con Jonatánmuestra la intensidad de los sentimientos y del amorque hay en él. Su amor no se agota en sus dos muje-res, Abigail y Ajinoán, y en su amada Betsabé, sinoque abarca también al joven Jonatán. Su amistad conél podría verse como paradigma de una relación entredos hombres. Los homosexuales se sienten profun-damente conmovidos por la canción de amistad queDavid entona por Jonatán. Pero también los hombresheterosexuales y las mujeres pueden entenderla.

Como rey, David no tiene en principio más queéxitos. Unifica al pueblo y lo libra de sus enemigos.Frente a la casa de Saúl se muestra indulgente. Parececomo si David fuera el rey perfecto. Pero también éltiene sus sombras. Piensa que, como rey, todo le estápermitido. Pronto toma el desquite. Cuando desde eltejado de su palacio real ve bañarse a una hermosamujer, la desea para él. Ordena que se la lleven y seacuesta con ella. Ella queda embarazada. EntoncesDavid hace volver a casa a su marido Urías, que se en-contraba en el campo de batalla. Quiere que se acuestecon su mujer Betsabé, para encubrir así la procedenciadel niño. Sin embargo, Urías se niega. David escribeentonces una carta a Joab, el jefe del ejército, ordenán-dole que ponga a Urías en primera fila y que lo dejensolo cuando la batalla arreciara. De este modo, envía aUrías a la muerte segura. Dios, por su parte, manda alprofeta Natán dirigirse a David. Natán le reprocha supecado. En forma de una parábola, muestra a Davidque ha obrado del mismo modo que aquel hombrerico que roba al pobre su única oveja y le anuncia queserá castigado: morirá el hijo que David espera de lamujer de Urías. Más aún, el profeta le amenaza con laexperiencia de la desgracia en su propia casa. Absa-lón mata a su hermano Amnón por haber violado a suhermana y se levanta contra su propio padre. Se hacenombrar rey, de modo que David tiene que huir de Je-rusalén. En la huida, David se encuentra con un hom-bre llamado Semey, que se puso a maldecirle. Viendoque sus acompañantes estaban dispuestos a matarlo,David se lo prohibió con estas palabras: "Si el Señorle ha mandado que maldiga a David, nadie puede re-prochárselo" (2 Sam 16, 10). A diferencia de tantosreyes, que de inmediato acallan toda clase de crítica,

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David se deja maldecir. Es capaz de enfrentarse con susombra y sus errores. Sabe que tampoco él es infalibley carga con toda su culpa.

Absalón emprende una campaña contra su propiopadre con el fin de eliminarlo. La gente de David, sinembargo, derrota al ejército del desalmado hijo. Davidhabía ordenado que respetaran la vida de su hijo. Perocuando éste quedó colgado de una encina, enredadoen ella por su larga cabellera, Joab lo mató contra la or-den dada por David. Al enterarse David de la muertede su hijo, expresó a gritos su lamento. David regresóde nuevo a Jerusalén y nombró como sucesor suyo a suhijo Salomón. Éste sería famoso en todo el mundo porsu sabiduría, pero al final de su vida se volvió engreídoy se apartó del camino de Dios. David, sin embargo, si-guió siendo hasta el final de sus días el rey temeroso deDios. Sus últimas palabras fueron estas: "Ha habladoel Dios de Jacob, la Roca de Israel me ha dicho: El quegobierna a los hombres con justicia, el que gobiernacon temor de Dios, es como la luz de la mañana al salirel sol, mañana esplendorosa y sin nubes, en la que trasla lluvia brota el césped" (2 Sam 23, 3-4).

David es el rey, el hombre que decide por sí mismo,que no se deja determinar por los demás. Pero, parallegar a esto, David tiene que pasar por un dolorosoproceso de aprendizaje. Al principio piensa que, comorey, puede satisfacer todos sus deseos. Cuando deseaa una mujer, ésta tendría que acatar su voluntad. Elprofeta Natán, sin embargo, le obliga a confrontarsecon su falso proceder. David, a diferencia de tantospolíticos, no rehúsa esta confrontación. Al contrario,afronta con valentía su culpa y la asume. Se lamentapor su hijo, que debe morir. Pero, una vez muerto, selava y se pone una vestimenta nueva. Acepta lo que

Dios ha dispuesto para él. Quien se embarca en elcombate de la vida y quien asume responsabilidadespara con otros experimentará siempre sus limitacio-nes. Sentirá la tentación de considerarse poderoso y desobreestimarse. Pero la vida le hará poner los pies enla tierra. David no cabalga siempre sobre la ola de suséxitos. Se ve obligado a huir ante su propio hijo. Tieneque presenciar cómo luchan sus hijos entre sí. En todolo que sucede, David se dirige siempre a Dios. A él lepide consejo. Y acude al profeta y a los sacerdotes, nosólo a los políticos. Se podría decir que busca consejoen el ámbito espiritual. Retorna siempre a la fuente delespíritu divino para beber de la sabiduría de Dios. Esconsciente de que la sola razón no capacita para gober-nar. Necesita otra fuente para poder desempeñar demanera correcta su responsabilidad por este mundo.

La sombra del rey santo, aun cuando lleve al paísa la prosperidad, es el tirano que quiere avasallar alos demás para acrecentar su escasa autoestima. Tieneque hacer pequeños a los demás para poder creer ensu propia grandeza. Las acciones de tales tiranos que-dan impregnadas de "tácticas intimidatorias, coac-ción, manipulación, vileza y paranoia" 1 . En el país deun tirano, los súbditos pasan a la defensiva, en lugarde asumir riesgos. Reina el ordeno y mando, en lugarde la creatividad. La vida se extingue. Una fuerte ten-tación en el hombre es la de imitar a este arquetiponegativo de rey. La otra gran tentación es la de esqui-var toda responsabilidad, permaneciendo un eternoadolescente, un "puer aeternus", como denomina C. G.Jung a un hombre así. Se habla también del "complejode Peter Pan". Pan era el hijo del dios griego Hermes y

1. P M. ARNOLD, Miinnliche Spirirualitat. Der Weg zur Starke, Munich 1991, 161.

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es la imagen del joven que nunca llega a madurar. Pan"vive en un mar de posibilidades, sin decidirse nuncaa comprometerse en un asunto o en una cuestión porno querer arriesgar la próxima posibilidad que se leofrezca" 2. Patrick Arnold piensa que hoy tiene buenmercado en la cultura popular el puer aeternus, el hom-bre agradable, pueril y superficial. Cuando contem-plamos la televisión, no son auténticos hombres losque descubrimos en ella, sino muchachos imberbes.Incluso la propaganda tiene hoy claramente proble-mas para mostrar hombres de verdad. Pero esta ten-dencia es peligrosa no sólo para la plena realizaciónde la masculinidad, sino también para nuestra socie-dad. Los eternos adolescentes no lograrán conduciresta sociedad a un puerto mejor. Se niegan a cualquieratadura o compromiso y rehúsan la tenacidad. El eter-no adolescente es imagen del hombre que no se com-promete. Tan pronto como llega a la mediana edad yse da cuenta de que la vida se le ha escapado, cae en latípica depresión de esa edad.

David no es desde el comienzo el rey lúcido e in-dulgente. Tiene que recorrer un largo camino, con mu-chos peligros, decepciones e intrigas, con debilidadesy miedos personales, hasta llegar a la clemencia, a lacompasión consigo mismo y con los hombres que lerodean. En todas sus batallas, David se muestra ca-pacitado para la amistad. Manifiesta tener sentimien-tos. No se esconde tras la coraza de un ejército. Es unluchador que llora la pérdida de los seres queridos.Es un amigo que se mantiene firme en la amistad. Esun músico que canta ante Dios sus experiencias con lavida. Pone al descubierto lo que siente en su interior.

2. J. S. BOLEN, Gótter in jedem Mann. Besser verstehen, wie ArÑnner leben und Beben, Mu-nich 1998, 244.

Ya de joven es tañedor de cítara, ama la música y conella consigue levantar el ánimo del depresivo Saúl.Músico y guerrero. Para nosotros hoy son dos realida-des contrapuestas. Apenas podemos imaginarlas uni-das. En su integración, sin embargo, se deja percibiruna imagen esencial de la plena realización de la mas-culinidad. Sólo quien armoniza ambos polos, la músicay la lucha, la diversión y la responsabilidad, el sen-timiento y la razón, junto con la voluntad, consigueaquella madurez que caracterizó al viejo rey David.

El arquetipo de rey que podemos reconocer en Da-vid muestra a un hombre que vive por sí mismo, sindejarse determinar por lo de fuera, que mantiene suidentidad, que está en armonía consigo mismo. Reyes aquel que crea orden dentro de sí, que estructurade manera adecuada no sólo el reino exterior, sinotambién el ámbito interior de su propia alma. RichardRohr piensa que la tarea fundamental del rey es la deinstaurar el orden y la paz allá donde reina: "Sólo consu presencia, los hombres se sienten seguros y prote-gidos. Es un rey aquel que, al llegar a un lugar, puedeinfundir en el grupo que lo habita el sentimiento deseguridad y protección"3.

La figura del rey es en los cuentos el modelo delhombre que mantiene integradas todas sus fuerzas aní-micas. Tres príncipes son siempre los que acuden a ayu-dar al padre enfermo. Y es precisamente el más jovenel que lleva al padre el remedio para poder recuperarla salud. Los tres hijos representan a las tres partes delser humano: el espíritu, el alma y el cuerpo; o la razón,la emoción y el impulso; o la cabeza, el corazón y el

3. R. ROHR, Der wilde Mann. Geistliche Reden zar Miinnerbefreiung, Munich 1986, 89-90(trad. esp.: El hombre salvaje: charlas espirituales sobre la liberación masculina, Comercial, Valen-cia 1997).

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estómago. Con frecuencia, los dos hijos mayores fraca-san en el camino por no proceder de manera cautelosacon los animales protectores que salen a su encuentro.Les conducen a la posada. Les llevan a disfrutar de sualta posición, dejando de lado el camino de su realiza-ción personal. Los cuentos muestran así los peligrosque acechan al hombre en el camino de su realización.Para llegar a ser rey, yo tengo que aceptar todo lo quehay en mí y reconciliarme con ello, también con la parteanimal, con lo despreciable y lo selvático. El rey otorgafinalmente su poder a su hijo y le imparte su bendición.También esto pertenece a la esencia del rey: bendecir aotros. ¡Cuántos jóvenes desean ser bendecidos por unhombre mayor, por un rey!

Para Platón, el filósofo griego, rey no es sólo el quegobierna un país, sino también aquel que conoce lasalturas y profundidades del ser humano. Asumien-do esta acepción griega, Lucas presenta a Jesús comorey. Él es el verdadero rey precisamente en la cruz, yaque allí es donde puede medir toda la altura y todala profundidad de este mundo. De manera distinta esentendida la realeza de Jesús en el evangelio de Juan.La realeza de Jesús no es de este mundo. Se trata deuna realidad interior, a la que no tiene acceso el mun-do exterior y que nadie le puede arrebatar. Jesús tieneuna dignidad regia, que está por encima de cualquierpoder humano. Y lo que Jesús dice de él, también no-sotros nos lo podemos aplicar a nosotros mismos: "Mireino no es de este mundo". Con relativa frecuenciahe despedido a algunos hombres con esta frase paraque la repitieran durante un cierto espacio de tiem-po. Les he recomendado colocar un guijarro sobre sucabeza, que les obligara a andar erguidos. Ellos de-ben entonces pronunciar esta frase en cualquier cir-

cunstancia de la vida, sobre todo en situaciones dedebilidad, de abatimiento, de frustración y de trauma.Sienten entonces que hay algo en ellos que no puedeser destruido. Lo regio en ellos proviene de Dios. Noes de este mundo. Y por eso el mundo no puede da-ñarlo. Esto hace libres. Con esa frase tomo yo contactocon mi propio espacio interior, donde reina sólo Dios.El señorío de los hombres no tiene ahí entrada. Ahítampoco tienen poder alguno sobre mí las voces auto-despreciativas del súper-yo.

Todo cristiano ha sido ungido como rey en el bau-tismo. El arquetipo del rey pertenece, pues, esencial-mente al cristiano. Ser rey significa que yo no puedotenerme en menos de lo que soy, que he de tomar con-ciencia de mi dignidad divina, que he de emprenderel camino hacia la libertad interior y que he de hacer-me responsable del país que Dios me ha confiado. Porlo general, este país no es para nosotros un país exte-rior, sino una familia, una empresa, un grupo. Pero estambién el país de la propia alma con su altura y suprofundidad, con sus montañas y sus valles. Rey essolamente aquel que no echa sobre otros la responsa-bilidad de su propia situación y toma en sus manoslas riendas de su vida.

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Salomón: el amante

alomón es presentado en el primer libro de losReyes como monarca sabio. Dios le permite ensueños expresar una petición. Salomón no pide rique-zas, sino sabiduría: "Da, pues, a tu siervo un corazónsabio para gobernar a tu pueblo y poder discernir entrelo bueno y lo malo" (1 Re 3, 9). Dios le responde: "Tedoy un corazón sabio y prudente, corno no ha habidoantes de ti, ni lo habrá después" (1 Re 3, 12). Esta sa-biduría la demuestra Salomón en el proverbial "juiciosalomónico", cuando dos mujeres se dirigen a él acu-sándose mutuamente de haber arrebatado la una elhijo de la otra. Cuando Salomón decide partir en dosal niño en cuestión, una mujer le ruega que se lo dé ala otra, pero que no lo mate. Salomón reconoce en ellaa la verdadera madre. El pueblo queda asombrado desu sabiduría. Hasta la reina de Saba viene para admi-rar su sabiduría. La Biblia dice de él: "Salomón superóen sabiduría a todos los orientales y egipcios" (1 Re5, 10). Lucas ve cumplida la sabiduría de Salomón enJesús: "Aquí hay uno que es más que Salomón" (Lc11, 31). Jesús encarna toda la sabiduría de los judíos yde los griegos, del oriente y del occidente. El AntiguoTestamento atribuye a Salomón muchos proverbios,Salmos e Himnos. Le considera el autor del libro de

los Proverbios, del Eclesiastés y del Cantar de losCantares. En época posbíblica surgen los Salmos deSalomón y las Odas de Salomón. Todo esto demuestraque a Salomón se le tiene por poeta que canta tanto lasabiduría como el amor.

Salomón es famoso no sólo por su sabiduría, sinotambién por haber amado a muchas mujeres: "Tuvosetecientas esposas con rango real, y trescientas concu-binas" (1 Re 11, 3). La Biblia no le reprocha que tuvieratantas mujeres. En aquella época era algo habitual. Eraotra manera de vivir la sexualidad y el erotismo. Este dato sobre el elevado número de mujeres que tuvoSalomón lo podemos comprender también en sentidofigurado. En él se nos mostraría que el hombre, tantoayer como hoy, no se relaciona sólo con su esposa, sinoque lo hace con otras muchas mujeres, que despiertanigualmente en su interior sentimientos eróticos. Lacuestión es cómo procede con tales sentimientos: ¿De-sea poseer también todas aquellas mujeres por las quesiente algo, o las respeta en libertad y se alegra de suhermosura y su fulgor?

La Biblia no reprocha al amante Salomón que ama-ra a tantas mujeres, sino que entre ellas hubiera muchas extranjeras que, practicando cultos extraños, learrastraran también a él a adorar a sus dioses. Salomónmandó construir altares en honor a todos los dioses ydiosas que sus mujeres adoraban. Se podría decir: Elamor a las mujeres se convirtió para él en fatalidad alverlas como diosas. Cuando yo identifico a una mujercon una figura arquetípica, por ejemplo con una diosao una redentora, entonces me incapacito para el ver-dadero amor: No amo ya a la mujer, sino al arquetipoque veo en ella. Una vez se me acercó un hombre y mecontó que su amiga era para él su redentora. Para mí

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estaba claro que aquella relación no podía ir bien. Alpoco tiempo rompieron. Amar a una mujer significaamarla como mujer, no como una diosa que cura to-das mis heridas y soluciona todos los problemas.

Un factor que contribuyó a degradar desde el prin-cipio las relaciones amorosas de Salomón con las mu-jeres fue el hecho de ganárselas sólo por su posición derey. No tuvo que luchar por ellas. Le faltó la condiciónde guerrero para llegar a ser un buen amante. Sin de-sarrollar la faceta de guerrero, el hombre es incapaz deconquistar a una mujer. Al que no es guerrero le falta lapasión en el amor. Su amor resultará pronto aburrido.Y consiguientemente necesitará una mujer tras otra,porque no sabe amar adecuadamente a ninguna.

De Salomón se dice que "su corazón no pertenecióya al Señor, como el de su padre David" (1 Re 11, 4).Dios se enojó con Salomón y le amenazó con despojar-le de su reino. Los cuarenta años del reinado de Salo-món, que tan sabiamente había comenzado, termi-naron así en la división de Israel. Dado que Salomónestaba dividido consigo mismo, también el pueblo sedividió en el reino del sur y el reino del norte. Davidhabía comenzado de la nada y murió como gobernan-te sabio. Salomón comenzó como rey sabio y rico yterminó como un hombre que, dividido por las en-contradas tendencias de su alma, provocó la divisiónen su entorno. Tal fue el destino trágico de este granrey. Pero es un fenómeno que podemos seguir com-probando frecuentemente en nuestros días, Salomónes el típico sucesor. No necesita luchar. Recibe el reinoque David, con mucho tesón y esfuerzo, había levan-tado y consolidado. En lo que concierne a la lucha ya la organización del reino, Salomón se queda muypor debajo de su padre. Interesado por lo espiritual, se

desentiende del reino. El reino va así a la destrucción.Lo que había comenzado tan bien se resquebraja porfaltarle a Salomón la energía del guerrero y del rey.

Pero, por otra parte, la Biblia dice también que"Salomón amó al Señor" (1 Re 3, 3). Es evidente, pues,que el amor a las mujeres le capacitó al mismo tiem-po para amar de verdad a Dios. No están en contra-posición el amor a Dios y el amor a las mujeres. Laforma pura de su amor erótico y sexual la expresóSalomón en maravillosos cantos de amor, recogidosen el Cantar de los Cantares. En tales cantos, el au-tor —identificado posteriormente por la tradición conSalomón— celebra el amor entre un hombre y unamujer como el mayor regalo que Dios ha dado a loshombres. Así se cantan mutuamente el amante y laamada: "¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosaeres! ¡Palomas son tus ojos! ¡Qué hermoso eres, amadomío, qué encanto! ¡Nuestro lecho es de flores!" (Cant1, 15-16). Ellos gozan, de su amor, plenamente eróticoy sexual, y cantan: "No molesten ni despierten a miamada, hasta que ella quiera" (Cant 2, 7). El amigo sesiente embelesado por el amor de su amiga: "Me hasrobado el corazón, hermana y esposa mía; me has ro-bado el corazón con una sola mirada de tus ojos, conuna sola perla de tu collar. ¡Qué hermosos tus amores,hermana y esposa mía! Son mejores que el vino tusamores" (Cant 4, 9-10). Y la novia canta a su amado:"Su boca es la dulzura misma, y todo él un encanto.Así es mi amado, mi amigo, muchachas de Jerusalén"(Cant 5, 16). Al final de estas maravillosas cancionesde amor se encuentra el siguiente juicio: "El amor esmás fuerte que la muerte; la pasión más implacableque el Abismo. Sus llamas son flechas de fuego, llama-rada divina. Los océanos no podrían apagar el amor,

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ni los ríos anegarlo. Quien quisiera comprar el amorcon todas las riquezas de su casa sería despreciable"(Cant 8, 6-7). A los hombres les gustan estos versículosdel Cantar de los Cantares, que cantan el amor sexualentre hombre y mujer sin indicios moralizantes. Rezu-man algo de la libertad y el deseo que el eros despiertaen el hombre.

El arquetipo del amante es propio del hombre ma-duro. Pero a muchos hombres les resulta difícil daracogida en sí al amante. Esto les obliga a abrir su in-terior y a dejar el control sobre sí mismos. El amanteda rienda suelta a sus sentimientos. Muestra tambiénsin reservas sus heridas. Patrick Arnold piensa que elamante presupone al hombre maduro: "En una perso-na inmadura y narcisista el amante degenera en el ro-mántico que añora la ostentación exhibicionista o bienen la patología del tipo de personalidad que está siem-pre dependiendo de otros, tipo denominado '1 lapa"1.Quien se abre al amor, se hace vulnerable. Pero sinamor uno no puede desvelar la riqueza interior de sualma y de su cuerpo. El amor permite irradiar la vidaen el hombre. Propio del que ama no es sólo la capaci-dad de querer a una mujer o de abrirse a una relaciónde amistad con otro hombre. El que ama es capaz tam-bién de entablar la relación con Dios. En una liturgiavibrante es bastante frecuente que el hombre llegue asentir un amor apasionado hacia Dios. Cuando se su-merge con todo su corazón en los rituales, los cantos oel silencio, brota en él un profundo amor a Dios.

El cristianismo ha separado a veces el amor a Diosy el amor apasionado entre hombre y mujer. Se debíaamar ciertamente a Dios con todo el corazón. Pero se

1. P. ARNOLD, Männliche Spiritualität Der Weg zur Shirke, Munich 1991, 222.

sospechaba que el amor entre hombre y mujer distan-ciaba de Dios. Ahora bien, sin una fuerte dosis de ero-tismo, el amor a Dios se hace apático. Pierde la vivezade la fantasía y la fuerza de la pasión. Muchos hom-bres se han alejado de la Iglesia por no haber podidoarmonizar el arquetipo del amante que sentían en suinterior con las ideas eclesiales del amor y la sexuali-dad. Con frecuencia se han sentido heridos por la Igle-sia, ya que ésta mezclaba siempre su sexualidad consentimientos de culpabilidad. Desde la Biblia puedeaprender el hombre a confiar en su fuerza erótica y aalegrarse de su sexualidad. La Biblia le muestra igual-mente caminos para unir su amor erótico hacia hom-bres o mujeres con el amor a Dios. Pues, en su enormenecesidad de amor, experimentará cada vez más queDios infunde en la mujer o en el hombre anhelos quelos sobrepasan. El amor hacia la mujer le llevará enúltima instancia a una dimensión espiritual, le llevaráhasta Dios, el único amante que puede colmar todossus deseos. Cuando un hombre se enamora, no sóloexperimenta un embrujo de todo su ser; entra tambiénen contacto con sus necesidades espirituales. Sin laexperiencia del enamoramiento, la relación del hom-bre con Dios se queda seca, vacía, limitada al merocumplimiento de deberes. Arnold piensa que el ena-moramiento desata un terremoto espiritual. Muchoshombres prefieren apartar de sí ese terremoto, porquede lo contrario perderían el control sobre su propiavida sentimental. Pero nuestra relación con Dios sehace afectuosa y cordial sólo cuando una y otra veznos embarcamos en el enamoramiento y en el amor.

La historia de Salomón nos muestra al mismotiempo la ambivalencia del arquetipo del amante. Enel amor hacia la mujer experimenta el hombre la aper-

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tura a la Trascendencia. Vislumbra algo del misteriosoamor de Dios. Pero si el hombre diviniza el amor ala mujer, si ve en la mujer a su redentora y su diosa,cae entonces en una dependencia enfermiza. Su almaquedará dividida, como fue el caso de Salomón. Elamor a la mujer tiene algo que ver con el amor a Dios.No basta decir, con la teología protestante, que elmatrimonio es "una cosa puramente mundana". Asíquedaría desligado el amor erótico y sexual de su raízdivina. El amor sexual es una importante fuente deespiritualidad. En él se expresa el amor divino. Peroéste no puede ser confundido con Dios. La confusiónllevaría a la idolatría.

La Biblia no moraliza, ni siquiera ante el amanteSalomón. Señala los peligros del amor, pero no dejade cantar su hermosura. En el amor podemos siem-pre cometer errores, como lo hizo Salomón. El amantetraspasa los límites y no se detiene ante las leyes. Peroel mismo Salomón dice: "El amor disimula las fal-tas" (Prov 10, 12). "Mejor cometer un error por amardemasiado que no cometer ninguno por no amar enabsoluto"2. También en el amor vamos aprendiendosólo a base de fallos y de errores. Toda la sabiduríaque hayamos podido alcanzar no nos protegerá deser ciegos alguna vez en el amor. El amor no nos pro-porciona sólo gozo y éxtasis, embrujo y armonía, sinotambién aflicción, soledad, abandono, depresión. Nosconduce a las alturas y a las profundidades de la pa-sión, al cielo y al infierno, a la luz y a la oscuridad.Posee una enorme fuerza, que hace estallar nuestromundo de satisfacciones personales. Puede curarnuestras heridas. Pero también nos abre otras nuevas.

2. lb, 229.

Sólo quien armoniza las dos partes del amor se veráconducido por él hacia el secreto de la verdadera reali-zación como hombre. Quien sólo fantasea con el amor,lo utiliza como huida de su propia realidad. Quien lorehúsa, se niega por miedo a la transformación quepodría realizar en él.

El arquetipo del amante pone al hombre ante el de-ber de crecer y madurar cada vez más. El amor le im-pide identificarse con lo que hace. Quien se identificacon su papel de jefe de empresa, de abogado o de auxi-liar profesional se siente demasiado importante paralanzarse a la aventura del amor. Pero así se opone asu desarrollo interior y a su maduración. El arquetipodel amante abre al hombre no sólo al amor hacia unamujer o a la amistad con otro hombre, sino también alamor hacia su propia anima. Según C. G. Jung, el animaes la parte femenina del hombre. El verdadero amantetrata también con ternura su propia anima. Intuye quees capaz de amar, capaz de dar y de recibir amor. Ypresiente que dentro de él hay una anima merecedorade afecto, una fuente de inspiración, de ternura, decompasión y de amor. Sin anima, el hombre se seca.Sólo cuando integra su anima en el conjunto de su per-sonalidad, llega a ser hombre completo.

La no integración del anima se refleja, según Jung,en la volubilidad del hombre. Es el caso de muchosjefes de empresa, cuyas secretarias conocen con pre-cisión el humor que tienen un día u otro y si se lespuede proponer o no determinadas peticiones. Perouna secretaria intuye también que en esa volubilidadde un hombre normalmente seguro de sí mismo seesconde una sombra que le hace difícil la vida. No haintegrado su anima. Por eso se deja llevar de su hu-mor, y queda a merced de las mujeres, que le pueden

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manipular a su antojo. Desconoce un trato madurocon ellas. C. G. Jung concibe la integración del animacomo la obra clave que el hombre ha de realizar enel camino de su realización personal. Pero piensa almismo tiempo que son pocos los que lo consiguenrealmente. En los cuentos aparece siempre el enlacecon la novia al final del camino recorrido por el hé-roe. El verdadero amor se hace posible cuando el hé-roe afronta sus propias sombras, cuando se enfrentaa los peligros y cumple la tarea que Dios le ha enco-mendado. Hoy son muchos los hombres que fraca-san en el amor por pensar que se trata de algo para loque ellos por naturaleza están capacitados. Para queel amor tenga éxito se hace preciso encontrarse sin-ceramente con uno mismo y tener experiencia de lasalturas y profundidades del ser humano.

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Jeremías: el mártir

1 profeta Jeremías nos ofrece otro arquetipodel hombre: el de profeta y mártir. La propia

vida de Jeremías pone de manifiesto lo que signifi-ca ser profeta. Profeta es aquel que dice lo que se veobligado a decir desde dentro. O en otras palabras:Profeta es aquel que anuncia la palabra de Dios, quedice lo que él escucha de Dios en el silencio. Esto secontrapone con frecuencia a lo que se suele decir y alo que generalmente se desea escuchar. Jeremías es elprofeta sufriente. Contra toda euforia política, sienteen su interior un impulso a anunciar calamidades, aperturbar la opinión común, introduciendo oscurostonos en el agudo canto de victoria. Y a la vez anunciasalvación donde todos corren el riesgo de hundirse enla depresión. Jeremías sale fiador de lo que dice contoda su existencia. Es testigo de aquello que anuncia.En medio de un mundo hostil, se convierte en már-tir de su envío. El hecho de tener que levantarse encontra de la opinión pública le rompe el corazón. Sesiente solo y, no pocas veces, abandonado incluso deDios. De ningún otro profeta sabemos tanto sobre susluchas interiores como de Jeremías.

Jeremías fue llamado por Dios en su juventud. Co-rría el año 628 antes de Cristo. En Jerusalén reinaba el

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piadoso rey Josías, que restableció de nuevo la ley deMoisés. Jeremías descendía de una familia sacerdotalde Anatot. Él mismo describe su vocación en estostérminos: "El Señor me habló así: Antes de formarteen el vientre, te conocí; antes que salieras del seno, teconsagré, te constituí profeta de las naciones. Yo dije:¡Ah, Señor, mira que no sé hablar, pues soy un niño!Y el Señor me respondió: No digas 'soy un niño', por-que irás a donde yo te envíe y dirás todo lo que yo teordene" (Jer 1, 4-7). Jeremías no se mete por sí mismoa actuar de profeta. Es llamado por Dios, muy a pesarsuyo y frente a sus reservas por considerarse incapazde hablar. No son sus cualidades las que le hacen apa-recer idóneo para desempeñar el papel de profeta, sinoexclusivamente la llamada de Dios. Y esta llamada laexperimenta Jeremías como dolorosa.

Cuando muere el piadoso rey Josías, en el que elpueblo había puesto toda su esperanza, le sucedeJoaquín, que reina desde el 609 hasta el 597 antes deCristo. Hace olvidar la reforma de Josías y permiteque se introduzcan costumbres paganas. Jeremías en-tra entonces apasionadamente en escena y se levantacontra el rey, que reacciona persiguiéndolo. Decepcio-nado por el fracaso de su predicación, Jeremías acusaa Dios de haberlo dejado en la estacada. En las lla-madas "confesiones", él grita su desesperación: "¡Ayde mí, madre mía, que me engendraste hombre depleitos y contiendas con todo el mundo! No he presta-do, ni he pedido préstamos, y sin embargo todos memaldicen... No me senté a disfrutar con los que se di-vertían. Agarrado por tu mano, me senté solo, pues túme llenaste de indignación. ¿Por qué es continuo midolor, y mi herida incurable y sin remedio? Te me hasvuelto arroyo engañoso de aguas caprichosas" (Jer 15,

10. 17-18). Jeremías se siente abandonado de sus pro-pios familiares. Sus compatriotas están contra él. Seencuentra solo contra todos. Sufre por estar en luchacon todo el mundo. Y no es su carácter intransigentelo que provoca la lucha. Es la misión de Dios, que lesitúa fuera de la comunidad. Pero el profeta se sienteincluso abandonado de Dios. Considera a Dios, quehasta ahora le había dado fuerzas, como un "arroyoengañoso". No puede ya confiar en él. Jeremías acusaa Dios: "Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé sedu-cir; me has violentado y me has podido" (Jer 20, 7).Sufre por no poder gritar otra cosa que "violencia ydestrucción". Pero tan pronto como intenta sofocarlas palabras que recibe de Dios, para acomodarse alcriterio de los demás, esas palabras se convierten en"un fuego devorador encerrado en mis huesos; me es-forzaba en contenerlo, pero no podía" (Jer 20, 9-10). Éltiene que hablar, quiera o no. Pues si rehúye a Dios, sucorazón le abrasa de tal forma que no puede resistir.A pesar de todo, en medio de su lamento y desespera-ción, Jeremías se mantiene fiel a Dios, pues sabe que"el Señor está conmigo como un héroe poderoso; misperseguidores caerán y no me podrán" (Jer 20, 11).

Jeremías no encuentra satisfacción alguna en pro-nunciar palabras proféticas y evita ponerse en el cen-tro de todo. En nuestros días hay muchos profetasproclamados como tales por sí mismos. Son incapacesde advertir el influjo que pueden ejercer con las pala-bras emitidas como proféticas y el interés que con ellaspueden suscitar sobre sí mismos. Se consideran comoalgo especial. Creen conocer con precisión la voluntaddivina. Jeremías tiene que ser empujado por Dios parapredicar lo que él le sugiere. Y da testimonio de ellocon toda su existencia. La vida de Jeremías no es nin-

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guna historia de éxitos. Se le perdona del destierrode los judíos bajo Nabucodonosor en el año 597 an-tes de Cristo. Pero en el reinado de Sedecías (597-586),durante el asedio de Jerusalén, cae bajo sospecha detraición. Se le arresta y se le retiene en el patio de guar-dia del palacio real. El rey lo manda llamar en secretoy le pregunta si no tiene para él ninguna palabra deDios. Jeremías profetiza al rey que caería en manos delrey de Babilonia. Los oficiales recriminan a Jeremíasdiciendo a Sedecías: "Este hombre es reo de muerte,porque desalienta con semejantes palabras a los com-batientes" (Jer 38, 4). Al profeta se le acusa, pues, dedesmoralizar al ejército. Finalmente se le arroja a unacisterna. Allá se hunde Jeremías en el fango. Un cu-sita, es decir, un extranjero, le salva de aquella situa-ción escabrosa. De nuevo le pide el rey una palabra deDios. Jeremías le responde: "Si te contesto, seguro queme matarás; y si te doy un consejo, no me harás caso"(Jer 38, 15). El rey perdona la vida a Jeremías, pero nosigue lo que el profeta le dice. Jeremías experimentaentonces el fracaso de su misión. Hubiera sido prefe-rible, sin duda, dar al rey esperanzas. Pero él puededecir sólo lo que Dios le dice. Se contrapone así a laopinión pública, al consentimiento de guerra.

A los judíos desterrados en Babilonia el profeta losconsuela a través de sus cartas. Y cuando Jerusaléncae en el año 586, intenta consolar y alentar al pueblo.No se deja contagiar por el generalizado abatimiento,sino que se mantiene firme. Pero sus palabras de con-suelo no son ningún consuelo barato. Con tales pala-bras suscita la irritación, igual que con sus profecíasde desastre. Son, sin embargo, palabras admirables,que siguen impactando todavía hoy: "Tú no temas,siervo mío Jacob, oráculo del Señor; no te asustes, Is-

rael; yo te libraré a ti y a tu descendencia del lejanopaís donde estás desterrado. Jacob volverá y vivirátranquilo, seguro y sin que nadie lo inquiete. Yo estoycontigo para salvarte. Oráculo del Señor" (Jer 30, 10-11). Jeremías promete salvación a todos los que sufrenpor sus heridas: "Sí, yo te curaré y sanaré tus heridas»(Jer 30, 17). Y a los que se encuentran dispersos en paísextraño, que se sienten abandonados de Dios y dudande la obra de Dios, él les anuncia la palabra de Dios:"Con amor eterno te amo; por eso te mantengo mi fa-vor. Te edificaré de nuevo y serás reedificada, doncellade Israel; de nuevo tomarás tus panderos y saldrás abailar alegremente" (Jer 31, 3-4).

Jeremías es el profeta que sufre por causa de su mi-sión. Siente dentro de sí la llamada a anunciar la palabrade Dios contra la opinión dominante. Esto le convierteen un solitario, le acarrea sólo enemistad y aversión.Pero Jeremías no puede hacer otra cosa. Quedaría tras-tornado. Jeremías es para cada hombre un estímulo aconfiar en lo que Dios hace escuchar en el alma. Dioshabla en los presentimientos interiores. Nosotros nopodemos tener seguridad alguna de que esos presen-timientos sean ciertos o no. Pero hemos de expresar loque sentimos, aun a riesgo de vernos despreciados porlos hombres y de perder nuestro buen nombre.

Ya que me detendré en otros profetas, en Elías porejemplo, que es el arquetipo de los profetas, ante Je-remías quiero limitarme a poner de relieve su facetade mártir. Como todo arquetipo también el de mártirtiene su cara edificante y virtuosa y su cruz borrascosa.La tarea del mártir es la de aprender a amar. El peligroestá en que muchos mártires se inmolan para ser ama-dos. En lugar de entregarse, se destruyen. El mártirmaduro da la vida y se entrega por los hombres, pero

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sin que por ello tenga que destruirse. El que se entregano realiza una acción autodestructiva, sino una acciónliberadora. Encarna lo que Jesús dijo: "El que quierasalvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vidapor mí, ése la salvará" (Lc 9, 24). Quien se aferra de ma-nera convulsiva a sí mismo convertirá su vida en algoinsípido y entumecido. Sólo quien se entrega a la vida,quien se embarca en aquello que se le pide, conseguiráque su vida comience a borbotear. Pero hay muchosque entienden mal esta entrega. Se inmolan para recibiramor y reconocimiento. Su inmolación conduce enton-ces al vacío. Juzgan al mundo como injusto, puesto quenunca reciben lo que secretamente esperan. Se sientenexplotados. La inmolación no debe dejar a uno lisiado.No se trata de sacrificar ámbitos esenciales de uno mis-mo, sino de liberarse para poder entregarse por com-pleto a la vida y al amor. Entonces experimentaremosen la entrega vitalidad y plenitud interior.

El arquetipo del mártir es hoy tergiversado y trans-formado en lo antagónico con los atentados suicidas.Hay jóvenes que se suicidan para arrastrar consigo a lamuerte violenta al mayor número posible de hombres.El martirio no está aquí al servicio de la vida, sino sólode la muerte. No surge del amor a la vida, sino delodio a uno mismo y a los demás. Es, en última instan-cia, expresión del desprecio al hombre y del desprecioa sí mismo. Lo que impulsa a uno a un martirio así nopuede ser más que la visión pesimista de uno mismo.Puesto que no se espera nada de la vida, se destru-ye uno a sí mismo y con él a los demás. Se trata casisiempre de hombres que con la muerte desaparecenpor completo. Evidentemente, hay una masculinidaddestructiva que de manera enfermiza negocia con lamuerte. La muerte ejerce sobre muchos hombres una

fascinación singular. Se complacen viendo emisionesdonde abundan los disparos o se entregan a la prác-tica de deportes de riesgo, donde se ha de contar conla muerte como una posibilidad. Sólo se sienten convida cuando vislumbran la cercanía de la muerte. Lasmujeres tienen otra manera de ver la vida y la muerte.El arquetipo del mártir no pretende intensificar el de-seo negativo de la muerte en el hombre. Al contrario,el verdadero mártir muere siempre por la vida. Ponela vida en juego por estar al servicio de la vida.

Propia del mártir es también la capacidad de sufrir.El mártir "reconoce que el sufrimiento forma parte dela vida y que no se le puede ni desmentir, ni esqui-var, ni eliminar completamente con acciones violen-tas. El sufrimiento se nos puede presentar como parteinmanente de nuestro crecimiento y maduración"' .Jeremías se expone al sufrimiento, pero no lo busca.No es un masoquista que busca el sufrimiento paraestablecerse en él. Pero tampoco rehúye el sufrimientoque le sobreviene por mantenerse firme en su misión.Es así, precisamente a través del sufrimiento, como seacrisola y capacita para dirigir palabras de consuelo,que están llenas de amor. Las profecías de consolacióndejan traslucir a un hombre que ha aprendido con elsufrimiento el arte de amar. Quien quiere llegar a serhombre no puede eludir el sufrimiento. No ha de bus-carlo. Pero si recorre con autenticidad su camino, sindesviarse, experimentará que ese camino es —comorepite C. G. Jung— un viacrucis que ha de transitaruna y otra vez. Decir sí al sufrimiento y no huir de él,ésta es la imagen del mártir, que sigue teniendo vali-dez para nosotros hoy.

1. 1-1. FISCHEDICK, Der I /es des Ilelden. Selbstwerdin inr Spiegel bibtiscker Wide, Mu-nich 1992, 221.

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El mártir testifica con toda su existencia aquello querepresenta. Los mártires de la Iglesia primitiva testifica-ron con su muerte la resurrección de Jesús. Su testimo-nio a favor de la verdad era para ellos más importanteque su vida. Ante muchos relatos martiriales hoy nossentimos incómodos. Se dice una y otra vez que losprimeros cristianos iban gozosos a la muerte. Psicoló-gicamente entrenados, husmeamos aquí una tendenciamasoquista. Pero si nos introducimos en el alma deestos hombres y mujeres valientes, descubrimos ense-guida que lo importante para ellos no era la muerte,sino el testimonio a favor de Cristo. Ellos querían dartestimonio de Cristo con toda su vida, rechazando todofalso compromiso con los poderes mundanos. Hom-bres y mujeres tan diáfanos y heroicos se necesitan hoy,lo mismo que entonces. Son hombres que no se dejandesfigurar. No se limitan a hablar de la verdad. No seconforman con predicar su fe, sino que dan testimoniode ella con toda su vida. No van en busca de la muerte.Pero su testimonio incluye también la disponibilidadpara ir a la muerte. La verdad es para ellos más im-portante que la vida. La limpieza de corazón y la pazinterior están para ellos por encima del bien de la exis-tencia física. Los relatos martiriales de la Iglesia primi-tiva rebosan de una esperanza gozosa en la vida eterna.Porque creen en la resurrección de Jesús, los cristianosno se dejan atemorizar tampoco por las amenazas demuerte. La muerte ha perdido para ellos todo poderde amedrentar. Por eso podían dar testimonio de la fecon su vida. Su fe no era una piadosa etiqueta, sino elfundamento sobre el que ellos se erguían, la fuente dela que ellos se saciaban. Ellos habrían podido renegarde los cimientos de su vida sólo si hubieran hecho casoomiso de la oferta del juez, la oferta de salvar su vida.

Los mártires no son exclusivamente un fenóme-no de la Iglesia primitiva. También nuestro tiempogenera mártires. En el Tercer Reich hubo hombres ymujeres intrépidos que afrontaron la muerte por de-fender la verdad y la justicia. En América Latina sonfrecuentemente asesinados hombres y mujeres quetoman en serio el mensaje cristiano y se comprome-ten con los pobres. Cuando oímos hablar de su vida yde su muerte, podemos presentir que nuestro tiempovive de tales hombres. Sin ellos nuestro mundo seríamás pobre. En cualquier caso, también hoy somos mássensibles a la ambivalencia de este arquetipo. Siemprees peligroso que alguien se identifique con la imagenarquetípica del mártir y que se sienta a gusto con estepapel. A veces podemos percibir este fenómeno endeterminados grupos. Uno se siente incomprendido yrechazado. Pero en lugar de afrontar el conflicto y deesforzarse por encontrar una explicación, se refugiaen el papel de mártir. De este modo se ciega y se inca-pacita para ver sus propias necesidades y la manerade participar en el conflicto. Como mártir, reprocharácontinuamente a los demás: "Ustedes tienen la cul-pa de que yo tenga que sufrir; ustedes me han hechomártir". Para muchos es una gran tentación jugar amártires. Se presentan así como seres especiales. Pue-den ponerse sobre los demás. Los verdaderos mártiresno se han identificado nunca con el arquetipo. Elloshan dado testimonio con su vida. Han llegado a sermártires luchando por la verdad. Ellos irradian liber-tad y autenticidad, valor y sinceridad. Tales mártiresno pueden dejar de fascinar a los hombres. Leen conagrado sus historias. Intuyen que de ellos brota unaenergía masculina, de la que ellos participarían gusto-samente. Los hombres firmes, como Oscar Romero o

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Martin Luther King, Dietrich Bonhoeffer o Graf Mol-tke, los hombres que no se amilanan ni siquiera antela muerte, muestran a todos una imagen positiva dehombre, una imagen que resulta convincente tantopara los hombres como para las mujeres.

Yo estoy orgulloso de que mi padre no se dejaracambiar durante el Tercer Reich. Por negarse a darel saludo hitleriano se hizo sospechoso y fue denun-ciado en no pocas ocasiones. Ya en 1938 se presentóun policía en su negocio y quiso cerrárselo por llevarun apellido de color (Grün = verde). Los apellidos decolor eran considerados como apellidos judíos. Mipadre no se calló y exigió al policía que le mostrarasu documentación. Cuando el policía se dio cuenta deque mi padre no se inmutaba, se hizo más amable yse marchó sin conseguir nada. Mi padre nos enseñó aser francos y a entregarnos de lleno a lo que conside-ramos importante. Aunque no lo he conseguido siem-pre, yo sé que mi padre está detrás de mí cuando mesiento demasiado cobarde. Él me da entonces ánimopara seguir siendo un testigo auténtico.

Elías: el profeta

ientras que Jeremías es el profeta que des-confía y que sufre por su misión, Elías se

presenta como el profeta fuerte y confiado en sí mis-mo. Lucha en solitario contra los 450 sacerdotes deBaal y los vence. Termina con todos aquellos que no pro-fesan su fe (cf 1 Re 18). En su agresividad, Elías no caeen la cuenta de sus propias sombras. Quien lucha demanera tan apasionada contra algo queda atrapado lamayoría de las veces por aquello que quiere destruir.Baal es el dios de la fertilidad, la divinidad femeninade Canaán. Yavé es la divinidad masculina, el dios dela guerra. Hoy no nos resulta difícil percibir que Elíastenía una imagen unilateral de Dios y que a ella seaferraba. Su misión profética está mezclada con unaespiritualidad rigurosa. Mientras Elías puede ejercitarsu parte masculina, él se siente fuerte. Pero tan prontocomo le sale al encuentro la parte femenina en la figu-ra de Jezabel, toda la confianza en sí mismo se le vieneabajo. Entonces "se llena de miedo y huye para salvarsu vida" (1 Re 19, 3). Él emprende la huida ante Jeza-bel, ante la parte femenina que tanto ha combatido.Pero cuando se encuentra solo en el desierto, esta par-te le asalta de nuevo. Ahora se encuentra sin la protec-ción de su parte masculina, con la que él podría luchar

contra los demás. Ahora se ve entregado a sí mismo,y hasta las ganas de vivir se extinguen en él. Preferiríamorir. Se dice: "¡Basta ya, Señor! Quítame la vida, queno soy mejor que mis antepasados" (1 Re 19, 4). Elíascae en una profunda depresión. Se encuentra con sussombras precisamente cuando su éxito y su fuerza hanllegado a su punto culminante. Ante esas sombras, élno puede resistir. Se siente entonces decepcionado desí mismo. Reconoce que lo que ha combatido en otrosse encuentra también dentro de él. No es, ciertamente,mejor que sus padres. Tampoco es mejor que aquelloscontra los que ha luchado.

Dios lleva a Elías a su escuela. Le envía un ángelpara que le despierte y le levante. El ángel le da fuer-zas con pan y agua. Pero Elías, después de comer ybeber, se tumba de nuevo. El ángel tiene que ir unasegunda vez para obligarle a reemprender el cami-no. Con la fuerza de aquella comida puede caminarcuarenta días y cuarenta noches por el desierto, hastallegar al. Horeb, el monte de Dios. Dios le hace com-prender allí que su imagen de Dios era unilateral. Elprofeta quería ver a Dios sólo como el poderoso, elque extingue con el fuego de su ira a todos sus ad-versarios. Pero Dios es dulce y apacible, sale al en-cuentro en la suave brisa del viento. El profeta tieneque abandonar en silencio todas sus imágenes deDios para acoger a un Dios totalmente distinto, a unDios que ya no se puede utilizar en beneficio propio,a un Dios que no se deja instrumentalizar para suspropios sueños de grandeza o para sus ideas sobre lamasculinidad. Elías emprende el camino por el queDios le pide ir. Reconoce al Dios totalmente otro. Yes así como Elías termina siendo el gran profeta delAntiguo Testamento.

La Biblia describe en una dramática escena el modoen que Elías es arrebatado al cielo: "Mientras (Elías yEliseo) iban caminando y hablando, un carro de fue-go con caballos de fuego se interpuso entre los dos,y Elías fue arrebatado en un torbellino hacia el cielo.Eliseo lo seguía con la vista y gritaba: ¡Padre mío, pa-dre mío, carro y auriga de Israel!" (2 Re 2, 11-12). Elíasintroduce a Eliseo en el oficio de profeta. Es como unainiciación en el camino de la realización masculina.Eliseo ruega a su maestro que deje caer sobre él dospartes de su espíritu. Elías se lo promete. Cuando éstees arrebatado al cielo, Eliseo toma el manto del profe-ta y golpea con él sobre el agua. El agua se divide. Eldiscípulo ha recibido la fuerza del maestro. Pero hade recorrer su propio camino. Ha tenido a Elías comoa un padre y como a un guía en el destino del pue-blo. Sin él se siente solo. Pero, dotado de su fuerza, seconsidera capaz de llevar a cabo el encargo de Dios.Los hombres necesitan hoy hombres y maestros así,hombres y maestros que los introduzcan en el arte dellegar a ser hombres.

Elías tenía algo que ardía dentro de él. Podía en-tusiasmar. Pero esta virtualidad tenía también suparte sombría. Podía convertirse en fuego de pasión,tal como lo demuestra la escena con los sacerdotes deBaal. Allí el fuego le arrastró a exterminar a los sacer-dotes de Baal. En el momento de su muerte, el profetamismo se convierte en fuego. Se dejó transformar porel fuego del amor de Dios. Desde entonces puede élcalentar como fuego a los hombres que suspiran porese amor. Los hombres que, como Elías, son capaces deentusiasmar, tienen que dejarse traspasar por el fuegode Dios para no arrastrar a los demás en una direcciónque nada tiene que ver ya con Dios, sino sólo con la

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propia ambición. También hoy surgen hombres queentusiasman a los demás, y frecuentemente abusande esa capacidad. Hacen que los demás se sometana ellos. Elías es arrebatado al cielo para que los hom-bres, en lugar de correr tras él, se dejen llenar de suespíritu. Elías es acrisolado por Dios para que el fuegoque le invade dé ahora testimonio de Dios, y no de supropia pasión. Elías se encuentra con sus propias de-bilidades. Sólo así puede emplear de manera correctala fuerza que Dios le ha otorgado. Sin el encuentrocon las propias sombras, el hombre corre el peligrode destruir con su fuerza a los demás, en lugar de le-vantarlos y animarlos.

En el bautismo, todos los cristianos son ungidoscomo profetas. Nuestra misión como profetas tieneaspectos diversos. Profeta es el que habla de Dios des-de lo más profundo de su ser. Cada cual es profetacuando expresa en este mundo esa palabra singularque Dios le dirige en su vida. Cada cual tiene algo quecomunicar de Dios, algo que sólo él puede decir. Cadacual puede hacer perceptible de Dios un aspecto quesólo él es capaz de irradiar en este mundo. Otra tareadel profeta es ver las cosas tal como Dios las ve. "Elverdadero profeta nos hace recordar sin componen-das lo que realmente somos, lo que hacemos aquí ylo que somos a los ojos y en el corazón de Dios"1. Nosabre los ojos para poder desenmascarar las ilusionesque, bajo el influjo de los demás, nos hemos hecho denosotros mismos y de la situación de nuestro mundo.En cada uno de nosotros hay, pues, un profeta interior.Pero con frecuencia está diluido o lo tocamos sólo enla superficie. Nos convertimos entonces en permanen-

I. ARNOLD, Miinaliche Spiritual dt. Der Weg zur Stíirke, Munich 1991, 198.

tes gruñones, insatisfechos con la situación existente,pero incapaces de señalar un camino hacia el futuro.El verdadero artista tiene siempre entrada a su profe-ta interior. "El auténtico arte es profético... El artistagenuino nos muestra una visión de la realidad quenos invita a ver, a escuchar y a sentir las cosas de unamanera nueva"2.

El tercer aspecto de nuestra condición de profetases el de levantarnos con todo nuestro ser y denunciarla injusticia allá donde la encontremos. Propio delprofeta es también la protesta contra la falsedad delos poderosos, sin pensar en el propio bienestar. Elprofeta no se conforma con vivir de manera cómoday discreta. Ha de alzar su voz cuando presiente queeste mundo y la Iglesia toman caminos errados. Serprofeta significa llamar a las cosas por su nombre, sindejarse intimidar. El concilio habló de nuevo sobre lamisión profética de la Iglesia. Pero ¿dónde están hoylos hombres de Iglesia que se atreven a levantar su vozcontra el espíritu del tiempo a favor de la verdad y lajusticia, a favor de los que no tienen voz en nuestrasociedad, a favor de los marginados y excluidos? Elprofeta vive con riesgos. Con frecuencia es muy altoel precio pagado cuando, siguiendo el impulso del"profeta interior", uno expone la verdadera situaciónde este mundo. También hoy pagan los profetas sumisión con la vida, sea en El Salvador, en Zimbabueo en Argelia. Incluso la Iglesia se siente molesta conlos profetas. Prefiere taparles la boca e impedirles elejercicio de cualquier ministerio eclesial. El reprochecontra los críticos se justifica con frecuencia diciendoque pretenden exclusivamente "minar el relieve de la

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Iglesia" o hacerse notar corno acusadores. El profeta,sin embargo, no critica para acusar, sino para hacerque se tome conciencia de la voluntad de Dios. Y lavoluntad de Díos no se cobija siempre en nuestras re-presentaciones de una Iglesia en armonía, que prefiereesconder los conflictos bajo la alfombra para despertarhacia fuera la apariencia de unidad.

El mayor peligro en el arquetipo del profeta radi-ca en la posible identificación del profeta con el ar-quetipo. El profeta se obceca entonces en la propiaverdad. Piensa que es el único que se atreve a decirla verdad. Todos los demás son cobardes. Con talesideas, se sitúa por encima de los demás y se siente al-guien especial. No advierte que en su papel de profetase esconden muchas ansias de poder y muchas pre-tensiones de totalitarismo. Otro peligro del profeta esel de invocar al Espíritu Santo y creer que puede pre-decir a los demás lo que les ha de suceder o que puedepintar para el futuro un determinado escenario de ho-rror. Muchos hombres no son capaces de defendersecontra tales profecías. Piensan que quizá sean ciertas.Cuando yo hablo a otro desde el papel de profeta, es-toy poniéndome por encima de él. Abandono el planonormal de la comunicación y me sitúo sobre él. Lo quetiene que hacer él es sencillamente obedecerme. Yo nodejo ningún margen de movimiento a mis profecías.Éstas no pueden ser cuestionadas. Siempre hay hom-bres que sucumben al peligro de identificarse con elmodelo arquetípico del profeta y de embriagarse conla plenitud de poder que de él reciben.

Elías experimentó los peligros del profeta. Sabo-reó el poder que le confirió su ministerio profético.Pero se vio obligado a vivir dolorosamente la expo-liación de esta faceta profética. Tuvo que ir a la es-

cuela de Dios para aprender a escuchar a Dios en elsilencio, donde no siempre emite una palabra que sepueda transmitir a los demás. En el silencio, Dios nosiempre quiere hablar; a veces prefiere callar con elhombre, porque él quiere no sólo su voz, sino sobretodo su corazón. En el silencio encuentra el profeta supropia sombra. Es ahí donde reconoce el peligro quehay en querer imponerse a los demás. Pero en el si-lencio puede también llegarle la palabra de Dios, unapalabra que ya no puede limitarse a referir, sino quele exige comprometerse con toda su vida. El profetapuede hablar en nombre de Dios sólo cuando abre aDios su corazón. Y entonces habla no para alardearde su poder, sino porque a ello le impulsa el mismoDios. Nuestro tiempo necesita hombres así, hombresque se dejen interpelar por Dios, hombres que, comoprofetas, salgan al paso de todas las tendencias ene-migas de la vida y hagan frente a los poderosos queutilizan su poder para avasallar a los pueblos. Loshombres proféticos necesitan algo de aquella fuerzay de aquel fuego que Elías irradiaba.

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Job: el justo sufriente

Job no es una figura histórica, sino el arquetipode un hombre sabio y justo. Después de la II

Guerra mundial, pocas figuras bíblicas han encontra-do tanto eco en la literatura como la figura de Job. Jobsignifica "el perseguido". Se siente como el hombreal que todos los demás persiguen. No puede siquieraexperimentar a Dios como su amigo y protector, sinocomo el incomprensible, que le sumerge en la desgra-cia. Job puede traducirse también por: "¿Quién es elpadre?" El que sufre tanto como Job se siente huérfa-no de padre. Nosotros, igual que Job, gritamos a Dioscomo Padre nuestro cuando nos sobreviene una enfer-medad incurable, cuando nuestro proyecto de vida seviene abajo o cuando se nos arrebata un ser querido.Invocamos al Padre cuando dejamos de comprendernuestra vida. Y nos rebelamos contra Dios, porque yano podemos experimentarlo como Padre, sino comoenemigo, igual que Job.

Hus, el país de donde proviene Job, no es posibleya localizarlo en un mapa. Se trata de un país ideal,donde los hombres tenían todavía una connatural eintacta relación con Dios. Puesto que la relación conDios no está aún enturbiada por el pecado, en estepaís abundan también las situaciones paradisíacas.

Pero de este paraíso es expulsado Job por el poder delmaligno. Esto le sumerge en una dura prueba de fe.La confrontación que describe el poeta de este librobíblico era típica para el pueblo de Israel, especial-mente en los tiempos del destierro en. Babilonia. Peroes una confrontación que se da en cualquier hombreque se esfuerza por vivir en la virtud y experimentauna y otra vez el sufrimiento y la desgracia. El librode Job muestra a los hombres el camino para no des-esperar ni apartarse de Dios cuando todo lo suyo sedesmorona.

De Job se dice: "Era un hombre recto e íntegro, quetemía a Dios y se guardaba del mal" (Job 1, 1). Su rec-titud había sido recompensada. Tenía siete hijos y treshijas, y una gran hacienda. Vivía en paz y gozaba desu vida. Pero un día le sobreviene la desgracia. Todo lees arrebatado: primero sus posesiones, después sus hi-jos, y finalmente su salud. Cuando él ha perdido todocuanto amaba y cuanto le era querido, cae en tierra ydice: "Desnudo salí del vientre de mi madre, y des-nudo volveré allí. El Señor me lo dio, el Señor me loquitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!" (Job 1, 21). Elhombre que tanto éxito había tenido en la vida no estáaferrado a sus bienes. Sabe que todo lo ha recibido deDios. Es ya una actitud sorprendente. Abandona todaslas ilusiones en una vida llena de éxitos. Pero entoncesse le acercan los amigos, primero para acompañarleen silencio. Con él permanecen siete días y siete no-ches en silencio total. "Ninguno le dirigió la palabra,pues veían que su dolor era muy grande" (Job 2, 13).Es una actitud magnánima: sufrir el dolor del otro sinpronunciar una sola palabra. Pero, cuando al cabo desiete días comienzan a hablar, intentan elaborar unateoría que explique el destino de Job. El destino del

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amigo confirma para ellos su teología: sólo el culpablesufre desgracias. Job, por tanto, debe indagar dóndese ha hecho culpable.

Cuando pretendo interpretar el destino de un hom-bre y desarrollo una teoría que explique ese destino,estoy demostrando que con ese hombre mantengouna conexión meramente física. No me adentro en elinterior del hombre probado por el sufrimiento. Meescondo detrás de la teoría que lanzo sobre él. Job sedefiende de las teorías de sus amigos y de sus intentosde explicar su destino. Rechaza todos los intentos deexplicación. Él sostiene con firmeza que no es culpableante Dios. Esto puede resultarnos extraño. Todos sabe-mos que somos pecadores. Pero Job está seguro de suinocencia. No ha obrado nunca contra Dios ni contrasu voluntad. Está seguro de saber lo que es recto. Y nose deja convencer por sus amigos de que, a pesar desu convicción, él es culpable de su suerte. Dios le dapor fin la razón. A los amigos de Job les dice: "No hanhablado bien de mí, como lo ha hecho mi siervo Job"(Job 42, 3). Dios no ofrece ningún discurso de justifica-ción. Se limita a mostrar a Job los milagros de su obracreadora. Esto convence a Job, el hombre atribuladopor el sufrimiento. Cuando ve con sus propios ojostodo cuanto Dios ha creado, confiesa: "Yo he hablado,insensatamente, de maravillas que me superan y queignoro" (Job 42, 3).

De Job me fascina que no se deje llevar por el juego,sino que confíe en sus sentimientos. Él no se siente cul-pable. A un hombre así pueden entenderle los hombres.Durante siglos han tenido que escuchar la misma can-tinela: que ante Dios deben hacerse siempre pequeños;que, sobre todo, deben indagar y reconocer sus culpas.Job nos permite situarnos ante nosotros tal como so-

mos, sin inculparnos a nosotros mismos. Nietzsche cri-ticó, a veces con razón, la tendencia en el cristianismoa ver pecado por doquier y a menospreciar al hombre.Expresaba así el sentir de muchos que se han alejadodel cristianismo por estar ya hartos de buscar por todaspartes el pecado y de sentirse siempre pecadores. Nose trata de justificar todo lo que se hace, sino de adop-tar una actitud sana frente a las propias acciones. Elhombre justo sabe apreciar lo que merece aprecio, losvalores que él desearía representar. No puede admitirque se desprecien todos sus esfuerzos por la rectitud,cuestionándolo todo y descubriendo por todas partespecados y culpas. Job nos da el valor de seguir ade-lante, frente a toda clase de explicaciones precipitadas.Nosotros no podemos dar respuesta alguna sobre elporqué de una enfermedad que nos sobreviene o de undeterminado destino que nos alcanza. Hemos de acep-tar simplemente que no disponemos de explicación.Los hombres se resisten a que alguien les explique conprecisión por qué se encuentran en esta o en aquellasituación. Intuyen que hay cosas inexplicables. Y pre-fieren conservar esa intuición a confiar sin más en losprecipitados intentos de explicación.

Dios da la razón a Job y le devuelve al final todassus posesiones. Después de haberlo perdido todo,cuando ya había desaparecido en él la idea de definir-se por sus posesiones y su renombre, lo recibe todo denuevo. Ahora puede disfrutarlo agradecido, sin afe-rrarse a ello. La Biblia muestra en este justo sufrienteque Dios es capaz de transformar hasta el fracaso. Enaquel a quien todo se le ha derrumbado, Dios puedeconstruir algo nuevo, que sobrepasa lo primero. Es unmensaje consolador para aquellos hombres cuya vidano discurre tan bien como ellos habían soñado.

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En Job nos encontramos con el justo sufriente, queera para Israel una figura arquetípica, transferida des-pués a Jesús. En esta figura se hace patente la experien-cia amarga de que con frecuencia son precisamente losjustos los que tienen que sufrir. La teología del sufri-miento se escribe aquí con rasgos novedosos. En todaslas religiones aparece la idea de que el hombre es elartífice de su propio sufrimiento, de que él mismo esculpable de su enfermedad. Desde la psicología, no-sotros sabemos que en esta teología hay naturalmentealgo de verdad. Pero no deja de ser una teología peli-grosa. Ella dice al enfermo: Tú mismo te has causadotu enfermedad. Y dice a cada hombre que sufre: Túmismo eres culpable de esto; tú has vivido sin dudaprescindiendo de ti y de tu verdad. Job nos libera deesta teología que menosprecia al hombre. No, el su-frimiento no se ceba siempre en aquellos que lo hanmerecido, sino también, y con bastante frecuencia, enaquellos que han vivido con rectitud. Viene de fuera,sin que podamos determinar siempre las causas. Nonos ayuda, pues, para quedar satisfechos, buscar con-vulsivamente en nosotros una culpa, sea psicológicao moral. Como Job, debemos combatir el sufrimientoy pelear y luchar con Dios. Debemos inculpar a Diosde que nos haya cargado con algo así. Todos los sen-timientos deben salir a relucir. Y sólo cuando haya-mos desahogado todos los sentimientos de rabia, deaflicción, de frustración, de desesperación y de dolor,éstos podrán transformarse, y nosotros podremos reco-nocer súbitamente, como Job, el misterio de Dios. Detodos modos, tampoco entonces podremos explicar elsentido de nuestro sufrimiento. Hemos de renunciara iluminar teológicamente las causas y el sentido denuestro sufrimiento. En silencio, hemos de postrarnos

ante el Dios incomprensible y ante el sufrimiento ines-crutable. Mientras renunciamos a encontrar una ex-plicación, puede surgir en nosotros algo nuevo, comoen Job, que nos dé fuerzas para volver a empezar yque haga nuestra vida más rica que antes.

La imagen arquetípica del justo sufriente se ase-meja a la del mártir. Pero hay una diferencia. El mártirse encuentra con el sufrimiento por permanecer fir-me en sus convicciones. El justo sufriente desconocela razón por la que tiene que sufrir. Sufre, y no es nipor ser justo ni por ser pecador. El sufrimiento es unmisterio. Job no puede explicar el porqué de su sufri-miento. Él puede únicamente decir sí al sufrimientoque le ha tocado vivir. Su misión es la de aceptar laprovocación del sufrimiento e ir madurando así. Loshombres esquivan con facilidad el sufrimiento. Loeliminan o intentan vencerlo con todos los mediosposibles: medicamentos, técnicas espirituales, dietasde alimentación, etc. Desean combatirlo, aun a costade quedar atrapados entre sus garras. Sufrir es paraellos una provocación, algo que ha de cambiar, y sedeciden a hacer frente al sufrimiento de manera acti-va. Esto es sin duda algo saludable en el hombre. Perohay también un sufrimiento que no se puede ya com-batir ni vencer. Uno ha de saber reconciliarse con él.Frecuentemente, esto resulta difícil para los hombres.Consideran como enfermedad narcisista el reconocerque no pueden vencer el sufrimiento con sus propiasfuerzas. Pero cuando ellos aceptan su sufrimiento ylo ven como un reto, entonces se convierte para ellosen un maestro importante. Les obliga a abandonar lasilusiones que se han hecho sobre sí mismos, la ilusiónpor ejemplo de que ellos tienen la vida en sus manoso de que pueden garantizar su salud con una forma

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sana de vivir. En la enfermedad y el sufrimiento seme arrebata todo aquello en lo que me había apoyado.No puedo ya definirme por mi éxito, por mi fuerza,por mi salud. Necesito un fundamento más profundopara poder vivir, y Dios se presenta en última instan-cia como el verdadero fundamento.

Los hombres que han tenido que afrontar el su-frimiento y que han pasado por él destellan una luzpeculiar. Han conseguido la verdadera sabiduría. Elsufrimiento los ha ablandado y los ha iniciado en losmás insondables misterios. Cuando yo me encuen-tro con estos hombres, me siento siempre profunda-mente impactado. Surge en mí un temor reverencialante el misterio de estos hombres, ante su sabiduría,ante la transformación que han experimentado en elsufrimiento. El libro de Job termina diciendo que Jobrecuperó todas sus posesiones, que llegó incluso aser más rico que antes. La experiencia que hay de-trás de este "happy end" la he podido ver confirmadaen los hombres que han tenido que sufrir. No sólorecuperan la salud, la fuerza o el éxito del pasado.Ellos irradian algo más importante que una riquezaexterna. La riqueza interior que resplandece en ellossupera con creces la que dejaban vislumbrar antes dehaber pasado por el sufrimiento. Me fascinan estoshombres. Y presiento que de ellos brota la sabiduríaque nos podría enseñar hoy el modo de vivir en ple-nitud. Naturalmente, podría decir lo mismo de lasmujeres probadas por el sufrimiento. Irradian un ful-gor similar. También las mujeres poseen un instintoespecial para el secreto del justo sufriente.

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Jonás: el bufón

1 profeta Jonás es un hombre interesante. Eljesuita americano Patrick Arnold ve realizado

en él el arquetipo del bufón. No sin razón ha origina-do la historia de Jonás tantas parodias humorísticasen los más diversos idiomas. La historia deja para mu-chos la impresión de que Dios tiene humor y de queJonás se convierte a regañadientes en un bufón, demodo similar a lo que le sucede al payaso en el circo,que, de manera involuntaria, suele verse envuelto enlas situaciones más cómicas. El poeta que escribió elrelato de Jonás conocía sin duda el sentido del humorde Dios. El arte medieval representó con frecuenciaal profeta Jonás como un hombre joven con la cabezapelada. En muchas representaciones artísticas se haceperceptible la bufonería de esta figura bíblica.

Jonás recibe de Dios la misión de ir a Nínive y deamenazar a la ciudad con un juicio de castigo. PeroJonás toma la dirección contraria. Huye de su misión.Más tarde lo justificará alegando saber que Dios eracompasivo y que la amenaza no llegaría a efecto. Estole irrita. Así que toma un barco que se dirige hacia Tar-sis, en España. Durante la travesía se levanta una fuertetormenta y el barco está a punto de naufragar. Los mari-neros echan a suertes para saber quién es el culpable de

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aquel desastre. La suerte recae sobre Jonás. Contra suvoluntad, ha de confesar que huye de Yavé. Por ordensuya, los marineros le arrojan al mar, e inmediatamenteel mar comienza a tranquilizarse. Sin pretenderlo, Jonásconvierte a los marineros. Éstos ofrecen un sacrificio alDios de Israel y le hacen promesas (cf Jon 1, 3-16).

Un gran pez se traga a Jonás y lo vomita en tierra des-pués de tres días. Se trata de una imagen frecuente en losmitos de héroes. El héroe es tragado por un monstruo,en cuyo interior se acrisola y madura. Nace de nuevo.Jonás recibe una vez más por parte de Dios la misión deir a Nínive. Ahora obedece el mandato de Dios. Recorrela ciudad y proclama: "Dentro de cuarenta días Níniveserá destruida" (Jon 3, 4). Con gran sorpresa por partedel profeta, o mejor, con irritación, los habitantes de Ní-nive toman en serio su predicación y se convierten. Hatenido éxito con su predicación. Pero él no se siente sa-tisfecho. Hubiera preferido, sin duda, ver que la ciudadquedaba convertida en escombros y ceniza. Lleno deirritación ante su imprevisto éxito como predicador deconversión, Jonás se queja ante Dios: "Ya sabía yo quetú eres un Dios clemente, compasivo, paciente y miseri-cordioso, que te arrepientes del mal. Así que ya puedes,Señor, quitarme la vida, porque prefiero morir a seguirviviendo" (Jon 4, 2-3). Es una reacción sorprendente.Desearía morir sólo porque los habitantes de Nínive sehan decidido por la vida. La irritación de Jonás se haceaquí un poco humorística y grotesca. Jonás es como unpayaso de circo que se obstina conscientemente en suenfado y su lamento, cuando hacia fuera todo discurre alas mil maravillas. Reacciona precisamente al contrariode como esperan los espectadores.

La bufonada sigue adelante en el libro. Jonás se diri-ge a las afueras de la ciudad, se construye una choza yse sienta a la sombra para observar lo que allí sucedía.

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Lleno de ternura, Dios se preocupa por el profeta y haceque crezca un ricino "para darle sombra y librarlo de suenojo" (Jon 4, 6). Jonás puede incluso alegrarse de esto.Pero cuando un gusano roe el arbusto y éste se seca,Jonás se desea la muerte. Y cuando Dios le pregunta sirealmente le parece bien irritarse por la planta de ricino,la respuesta es tajante: "Sí, me parece bien enfadarmehasta la muerte" (Jon 4, 9). Jonás es aquí como un niñopequeño que tercamente se acurruca en un rincón de lacasa. Los mayores no pueden menos que contemplarlocon una sonrisa. No lo toman en serio. Quizá ni siquie-ra Jonás toma en serio su comportamiento desorbitado.Representa una tragedia aun sabiendo en sus adentrosque se trata propiamente de una comedia.

El libro de Jonás es para mí algo más que una meraconfirmación de la "voluntad salvífica universal deDios, sin ninguna clase de barreras", como se dice enlas palabras introductorias de la traducción ecuménica.A mí me resulta saludable precisamente la forma hu-morística de este libro. Introduce el humor en la relacióncon Dios. No toma demasiado en serio ni la predicaciónni el comportamiento de Jonás. Siempre que los hom-bres toman con demasiada seriedad todos sus planes,siempre que trabajan con obstinación por hacerlo todocorrectamente, su vida termina siendo aburrida. Lesfalta la sorpresa y la vitalidad. El humor es condiciónindispensable para que uno pueda aceptarse a sí mis-mo con serenidad. Y nos impide también perseguiruna espiritualidad demasiado seria. Nuestros librosespirituales respiran a veces excesivo patetismo. Ellibro de Jonás no conoce el patetismo, igual que no loconoce tampoco el bufón. El bufón desenmascara elpatetismo como huida de la realidad de nuestra vida,que frecuentemente es banal y mediocre. El humor

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es la aceptación de la mediocridad y la cotidianidad,pero una aceptación amorosa y serena, no con losdientes apretados. Esto lo aprecié siempre en mi pa-dre. Cuando algo salía de forma diversa a como habíapensado, en lugar de enfadarse se reía. Cuando nues-tro negocio iba mal y mis padres no podían regalarnosmuchas cosas por Navidad, mi padre lo compensabaexplicando pacientemente, por ejemplo a mi hermanapequeña, lo hermosas que eran las muñecas sin pelo.Mi hermana, en esta ocasión, quedó poco convencidade la explicación, y no tardó en arrojar la muñeca alrincón. Mi padre hizo un nuevo intento, pero tampocotuvo éxito. Sin embargo, no regañó a mi hermana. Seechó simplemente a reír. La testarudez de mi hermanaanuló sin duda sus dotes discursivas.

Hay tres imágenes arquetípicas de bufón. Por unaparte está el bufón tetramorfo, como el coyote entre losindios. Hoy, en muchas películas de dibujos animados,el bufón, en forma de animal, celebra su triunfo y hacereír a los espectadores. Según C. G. Jung, el bufón tetra-morfo nos hace recordar nuestra brutalidad primitiva.Mientras nos hace reír, nos está llevando con humor adecir sí a nuestro instinto animal. Quien reniega de suparte animal se verá cada vez más dominado por ella.El bufón tetramorfo nos enseñará la sabiduría, comosucede en muchos cuentos con los animales.

Con frecuencia se presenta el bufón en forma hu-mana, y nos desvela nuestras sombras. Es como undespertador humano que suena una y otra vez, preci-samente cuando nos sobreviene la tentación de iden-tificamos con nuestro papel. No nos permite que nosacostumbremos a algo.

El bufón es, finalmente, una figura espiritual. Nospreserva de vanagloriamos de nuestra fe y de situar-nos por encima de los demás. Nos recuerda que no

somos más que hombres. "El humor, que permite auno reírse de sí mismo, es un rasgo característico deuna fe sana; la mojigatería rígida domina, por el con-trario, en la religiosidad enfermiza"'. En la Edad me-dia, la Iglesia celebraba una fiesta de bufones. Habíaun niño obispo y un Papa bufón. Es indudable que lareligión necesita bufones para no desviarse hacia eldogmatismo o hacia palpitaciones fundamentalistasbasadas en la tradición.

Los griegos tenían a Hermes como bufón divino.Era el más hábil embustero. Ya el día de su nacimientorobó el pequeño Hermes a su hermano Apolo los bue-yes. Cuando Apolo, con su sabiduría, llega hasta la gru-ta de Hermes a través de unas huellas cuidadosamenteborradas y sospecha allí del robo, disculpa a Hermes.Siendo un niño pequeño, envuelto en pañales, él no loconsideró como un robo. Quien en su interior entra encontacto con Hermes se distinguirá por su tendencia ala broma, por su astucia y por su capacidad de cambiarsu figura. Como todo arquetipo, también éste tienedos caras. Quien se deja dominar por este arquetipose convertirá en ladrón lleno de fantasías y en astutoembustero. Pero Hermes era también entre los griegosel director espiritual. Comprende los enredos del almay es el único dios que vigila continuamente los tres es-pacios: el cielo (Olimpo), la tierra y los infiernos. Tieneacceso a los conocimientos espirituales más profun-dos. Desciende al abismo del Hades, al mundo de laspropias sombras, para traer a la luz todo lo que está es-condido en lo más profundo de nosotros mismos. Éstees el verdadero alcance y significado del bufón divino:desvelamos de forma humorística la propia verdad y

1. P. M. ARNOLD, Mrinnliche Spiritualita Der Weg zur Stiirke, Muni ch991, 215.

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darnos valor para descender con humildad (humilitas)al reino tenebroso de nuestra alma para sacar a la luztodo lo que deseamos eliminar.

Cuando los hombres se reúnen, se ponen con fre-cuencia a contar chistes. Las mujeres se extrañan aveces de que puedan reírse con chistes tan superficia-les o groseros. Pero los hombres sienten la necesidadde gastarse bromas. Aun cuando esos chistes sean acosta de las mujeres o de los poderosos, se expresaasí la necesidad de no tomar la vida demasiado enserio, de abandonar el duro mundo de la profesión,de dejar el patetismo de una espiritualidad rígida,que se toma demasiado en serio a uno mismo. El hu-mor es un rasgo propio de la masculinidad. El hom-bre necesita dentro de sí al bufón para vivir a gustoen este mundo. Sin el bufón, se enojaría cada vez másante la situación. Pero, naturalmente, el bufón tienetambién una parte sombría. Puede convertir todo enbroma y desentenderse de toda responsabilidad. Ne-cesita siempre combinar ambos polos: la disposicióna luchar contra toda clase de injusticia en el mundoy la libertad interior que el bufón representa frente atodo. El verdadero bufón desenmascara toda false-dad e justicia en el mundo. Y esta acción conlleva confrecuencia más fuerza que el encontronazo violento.Quien lucha encarnizadamente contra algo sucumbea veces en la batalla y no sigue adelante. Quien des-enmascara la injusticia arrebata a ésta todo su poder.El humor es una fuerza subversiva. De ahí que losestados totalitarios teman tanto al humor. Pero lospolíticos prefieren seguir presentándose con granpatetismo. Se hace necesaria la función crítica delbufón, que desenmascara el patetismo como intentode manipulación.

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Pedro: la roca

Pedro es visto por todos los evangelistas como1 el apóstol que desempeña una función direc-

tiva en el grupo de los discípulos. Pero es presentadoa la vez como un hombre con fallos y debilidades. Je-sús le da el nombre de Roca. La roca habla de firmezae inmutabilidad. La Biblia designa como roca a Dios,que nos protege. En la roca puede uno apoyarse. Laroca proporciona una situación de seguridad. PeroPedro, la roca, deja más bien una impresión de versa-tilidad. Es cobarde y huye. Simón tiene que recorrerun largo camino de maduración hasta que llega a serroca para los demás. De muchos hombres decimosque son como una roca en el oleaje. Admiramos aesos hombres. La historia de Simón Pedro nos mues-tra que también nosotros, con nuestras cobardías ydebilidades, podemos lograr el objetivo de ser rocapara los demás si emprendemos el camino de la con-versión, ese camino que los Evangelios nos trazan alhablar de Simón.

En el Evangelio más antiguo, Jesús llama en pri-mer lugar a Simón y a su hermano Andrés. Ambospertenecen a la clase más pobre de pescadores. Noposeen ninguna barca; sólo una red. Santiago y suhermano Juan, por el contrario, ocupan un lugar más

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elevado en el entramado social. Son también pescado-res, pero ellos explotan una flota pesquera con barcas(Mc 1, 16-20). Lucas difumina las diferencias sociales.Pedro pertenece para él a la clase media. Inmediata-mente después de su llamada, pasa a ocupar el puestocentral. Cuando los discípulos, siguiendo la orden deJesús, logran capturar una abundante pesca, Pedrocae a los pies de Jesús diciendo: "Señor, apártate demí, que soy un pecador" (Lc 5, 8). En el encuentro conJesús, Pedro reconoce su propia realidad y tiene queconfesar que es un pecador. No pertenece al grupo depiadosos que siguen a Jesús, al grupo que se encuentrasobre un camino espiritual. Pecador designa en griegoa un hombre que ha perdido el rumbo, que lleva unavida desordenada.

Más tarde aparece Pedro como portavoz del gru-po, por ejemplo en la transfiguración de Jesús (Lc 9,33). Pedro es, por una parte, impulsivo. Tan prontocomo Jesús hace una pregunta, Pedro responde al ins-tante de forma espontánea. El lugar más conocido esla escena en que Jesús pregunta a los discípulos por laopinión que tiene la gente sobre el Hijo del hombre.Inmediatamente sale de la boca de Pedro: "Tú eres elMesías, el Hijo del Dios vivo" (Mt 16, 16). Jesús le alabapor esa respuesta: "Bienaventurado tú, Simón, hijo deJuan, porque no te lo ha revelado la carne ni la sangre,sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo: Túeres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y elpoder del abismo no prevalecerá contra ella" (Mt 16,17-18). Pedro se convierte en roca para la Iglesia porreconocer el misterio de Jesús y por confesarle comoel Mesías y el Hijo del Dios vivo. Los hombres que semantienen firmes en la fe son roca para los demás. Losindecisos pueden apoyarse siempre en ellos.

Pero Pedro no hace justicia al papel de roca queJesús le ha confiado. Cuando Jesús habla de la pasióny de la muerte violenta que le aguarda en Jerusalén,Pedro le toma aparte y le disuade: "Dios no lo quiera,Señor; no te ocurrirá eso" (Mt 16, 22). La pasión deJesús resulta irreconciliable con su imagen de Dios ycon su imagen del Mesías. Pedro desearía encajar aJesús en su imagen de Mesías triunfante. Piensa queDios debería preservarle del sufrimiento. No en vanoes su Hijo. Pero Jesús le replica con fuerza: "¡Pontedetrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo,porque tus pensamientos no son los de Dios, sino losde los hombres" (Mt 16, 23). Es una reprimenda durala que Pedro tiene que dejar caer sobre él. Jesús le ase-gura que no tiene en su cabeza otra cosa que sus pro-pias ideas, siendo incapaz de comprender lo que es lavoluntad de Dios. Le reprocha igualmente que, lejosde ser la roca sobre la que él pueda descansar, es unapiedra de tropiezo con la que se encuentra en su cami-no. Pedro, que debe desempeñar en la comunidad deJesús una tarea de dirección, se muestra incapacitado

ara comprender el sentido de la pasión de Jesús.Finalmente, Pedro hace un papel indecoroso a lo

largo de la pasión de Jesús en todos los Evangelios.Cuando Jesús dice a los discípulos en la noche de supasión que todos se han de escandalizar por su cau-sa, Pedro responde muy seguro de sí: "Aunque todosfallen por tu causa, yo no fallaré" (Mt 26, 33). Jesúsle anuncia proféticamente que por tres veces le hade negar en esa noche. Pedro lo descarta y subrayacon gran seguridad y fuerte patetismo: "Aunque ten-ga que morir contigo, yo no te negaré" (Mt 26, 35).Pero pocas horas más tarde Pedro se acobarda anteuna simple criada. Parece inocua la situación en la

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que la criada le dirige la palabra y le delata como unode los que estaban con Jesús. Si los sumos sacerdoteshubieran querido que también se arrestara a los discí-pulos de Jesús, lo habrían hecho ya en el momento dearrestar a Jesús. Pero ellos querían sólo a Jesús, no asus discípulos. Pedro toma la observación inofensivade la criada como motivo para negar a Jesús: "No séde qué me hablas" (Mt 26, 70). Su negación es másfuerte la segunda vez: "Yo no conozco a ese hombre(Mt 26, 72). Él, que por tres años ha ido recorriendocon Jesús el país, niega conocerlo. La tercera vez, Pe-dro comienza incluso a echar imprecaciones y a jurarque no conocía en absoluto a aquel hombre. El miedoy la cobardía quedan bien patentes en estas palabrasde Pedro. Quisiera que le dejaran en paz. No puedeconcentrarse. Pedro no niega sólo a Jesús. Se niegatambién a sí mismo. Quiere calentarse en el fuego desus adversarios. Desea estar caliente y sentirse bien enmedio de la noche fría. El calor de hombres extrañoses para él más importante que la amistad con Jesús, dequien estaba tan fascinado. Cuando el gallo canta, seda cuenta de lo que ha hecho. "Y saliendo fuera, lloróamargamente" (Mt 26, 75). Johann Sebastian Bach hadado un tono conmovedor a estas palabras. Para elsolista que las canta es siempre un reto expresar ade-cuadamente el dolor de Pedro.

Juan presenta a Pedro a su manera. Cuando, des-pués del discurso sobre el pan, abandonan muchosdiscípulos al Maestro, Jesús pregunta a los doce:"También ustedes quieren dejarme?" Simón Pedro leresponde: "Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras danla vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eresel Santo de Dios" (Jn 6, 68-69). También aquí es Pedro elportavoz del grupo. Está a favor de Jesús. Junto a Jesús

es como ha llegado a la fe. Sus ojos se le han abierto.Puede percibir que en ese Jesús se manifiesta el mismoDios y que sus palabras conducen realmente a la vida.En las palabras de Jesús, Pedro ha experimentado lavida. Cuando Jesús hablaba, él se sentía lleno de vitali-dad. Por eso habla como portavoz de los demás após-toles. Pero también en el Evangelio de Juan traicionaPedro a Jesús en el transcurso de la pasión. Después dela muerte de Jesús, Juan describe algunas escenas enlas que Pedro juega un papel importante, siempre des-de luego en conjunción con el discípulo al que Jesúsamaba. Los exegetas piensan que Juan quería mostrarasí la vinculación de su comunidad, que se retrotrae aldiscípulo amado, con la gran Iglesia, en la que Pedrogozaba de un relieve singular. A mí me interesa más lacaracterización de Pedro.

Cuando María de Magdala descubre la tumba vacíay lleva la noticia a los discípulos, Pedro y el discípuloamado echan a correr. El discípulo amado es más rá-pido que Pedro, pero respeta su primacía. Pedro entraen el sepulcro y observa los hechos: "Comprobó quelas vendas de lino estaban allí. Estaba también el pañoque habían colocado sobre la cabeza de Jesús, pero nocon las vendas, sino doblado y colocado aparte" (Jn20, 7). Pedro constata lo que ve, pero no comprende susentido. Del discípulo amado se dice, sin embargo, que"vio y creyó" (Jn 20, 8). Pedro es aquí el hombre so-brio, que se limita a constatar los hechos, sin pretenderinterpretarlos. Es también el hombre impulsivo y a lavez torpe. El discípulo amado es más rápido que él.

Esto se hace igualmente perceptible en el encuen-tro del Resucitado con los discípulos junto al lago deTiberíades. Pedro es de nuevo aquí el portavoz. Dicea los demás discípulos: "Me voy a pescar". Ellos le

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responden: "Nos vamos contigo" (Jn 21, 3). Pedro esel hombre activo. Toma decisiones en la vida. Pero losdiscípulos no pescan nada aquella noche. Cuando Pe-dro actúa contando sólo con sus propias fuerzas, sutrabajo es un fracaso total. Cuando los discípulos, a laorden del hombre de la orilla, se adentran una vez másen el lago y se llena de peces la red, el discípulo ama-do hace enseguida esta observación: "¡Es el Señor!"(Jn 21, 7). Reconoce en aquel hombre extraño de laorilla al Resucitado. La reacción de Pedro responde asu temperamento impulsivo: "Al oír Simón Pedro queera el Señor, se ciñó un vestido, pues estaba desnudo,y se lanzó al agua" (Jn 21, 7). No parece tener muchosentido ponerse un vestido para lanzarse al lago. Peroes evidente que Pedro no se atreve a presentarse des-nudo ante Jesús. Prefiere llegar a él con una vestimentaempapada. Todavía no puede afrontar abiertamente suverdad, su traición. Con la vestimenta empapada ex-presa, sin embargo, que algo ha cambiado en él, queen la pasión de Jesús se ha visto sumergido en el bañode la purificación. Y la vestimenta mojada apunta aque la autosuficiencia de Pedro ha quedado ablanda-da. Jesús recibe a Pedro tal como está y tiene con ély con los otros discípulos una comida a la brasa, im-pregnada de una atmósfera singular: "A ninguno se leocurrió preguntar: ¿Quién eres tú? Pues sabían muybien que era el Señor" (Jn 21, 12).

Después de la comida, Jesús pregunta por tres vecesa Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que és-tos?" Por tres veces declara Pedro su amor: "Sí, Señor,tú sabes que te amo". Pero la tercera vez, "Pedro se en-tristeció, porque Jesús le había preguntado por terceravez si le amaba, y le respondió: Señor, tú lo sabes todo;tú sabes que te amo" (Jn 21, 15-17). La pregunta tres

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veces repetida de Jesús a Pedro recuerda claramentesu triple negación. Pedro reconoce ahora que no pue-de confesar su amor confiando sólo en sí mismo. Poreso muestra a Jesús toda su verdad: "Señor, tú lo sabestodo. Tú sabes que fui cobarde, que te traicioné sólo porcalentarme en el fuego de mis adversarios. No quierojustificarme. No hay nada que disimular. Así era yo.Yo te traicioné. Pero, a pesar de todo, tú sabes que teamo, que en el fondo de mi alma, mucho más al fondoque la cobardía —que con tanta frecuencia invade micorazón— se esconde el amor por ti. Y yo quisiera vivirtotalmente de este amor". Pedro tiene que afrontar suverdad. Permite que Jesús escudriñe profundamentesu corazón. Le duele que en su corazón haya cobardíay traición. Pero cuando Pedro expone a Jesús toda suverdad es cuando deja de menospreciarse. No se incul-pa, pero tampoco se exculpa. No se achica, pero tampo-co se envalentona, como lo había hecho en el pasado.Ahora él es lo que es: cobarde, pero también lleno deamor; miedoso, pero también lleno de confianza. Hatraicionado a Jesús, pero desea serle fiel en adelante.Esa fidelidad no la puede ya jurar. Sabe que es débil,que en su corazón se esconden impulsos egoístas, queha confundido su amistad hacia Jesús con su propioafán de grandeza. Pero él confía en que Jesús ve másallá, en que él ve, detrás de la cobardía, el corazón queansía amor y fidelidad, un corazón que está apegadoal Maestro con verdadero amor. De ese amor, Pedrono puede ya alardear. Pero confiesa con su respuestaque, a pesar de la traición, hay en él algo de auténtico,que en el fondo de su corazón se esconde un amor ver-dadero y limpio. A impulsos de este amor es como enadelante quiere vivir. Y Jesús le confía su comunidad:"Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 17).

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Pedro es la roca sobre la que Jesús construye su Igle-sia. La roca parece quebradiza. Pero en este mensajehay algo consolador para nosotros. Si nosotros recono-cemos, como Pedro, la verdadera identidad de Jesús,nos convertiremos igualmente en roca para los demás.En medio de nuestras debilidades, con nuestras cobar-días y traiciones, hemos de ser roca para los demás.Sobre una roca uno puede erguirse. Se tiene base firmesobre los pies. Muchos hombres ofrecen una base así.Junto a ellos conseguimos valor para enfrentarnos anosotros mismos. A su lado encontramos seguridad, ynada es capaz de hacemos fácilmente zozobrar. En unaroca uno se puede también apoyar. Se trata de algo quetodos necesitamos. Las mujeres necesitan hombres enquienes puedan apoyarse. Y frecuentemente se quejande que sus maridos no les proporcionan ese apoyo, queno les pueden considerar como roca, sino como algoendeble, que siempre cede. Una roca protege ademásdel temporal. A su sombra, uno se siente seguro.

Mi padre fue para mí una roca de la que me podíafiar. Apenas tuve oportunidad de levantarme sobre élfísicamente. Pero, con su serenidad, fue para mí comouna roca en medio de las olas. No era fácil que se al-terara por nada. Cuando algo nos preocupaba a noso-tros, él lo relativizaba. Tenía capacidad de resistenciae ideas claras. Su solidez le permitía también asentiro disentir, sin aferrarse a su opinión. En las discusio-nes, dejaba clara su postura. Pero podía admitir tam-bién la nuestra. Actuaba con seguridad. La roca estásencillamente ahí. No tiene necesidad de afianzarseconstantemente. Desde esta firmeza ofrece a la vezsosiego y tranquilidad. La experiencia de mi padre meha enseñado a no asumir nunca sin más las propuestasteológicas más deslumbrantes. Quien tiene solidez no

necesita muchas razones para justificar su vida. Estáen pie, porque está en pie. Es lo que es.

Más tarde fueron los hermanos religiosos mayoresquienes dejaron su impronta en mi vida juvenil dentrodel convento. Cuando ellos murieron, los eché en falta.Descubrí que tenía que seguir sus huellas por mí mis-mo. Aunque, a mis 58 años, necesito todavía apoyarmeen hombres mayores, cargados de sabiduría, siento ala vez el reto de sostenerme por mí mismo y de con-vertirme en roca para los demás. De todos modos, yono puedo proponerme como roca. Será siempre un mi-lagro de Dios el que, en determinadas situaciones, yopueda ser roca para otros. También aquí vale: No deboidentificarme con la imagen arquetípica de la roca. Ental caso, me enaltecería y pasaría a ser una roca oscilan-te, que transmite sólo un apoyo ficticio. Sólo si, comoPedro, asumo mis propias debilidades y mis sombrasy las presento humildemente ante Dios, podré, si Dioslo quiere, ser roca que ofrezca seguridad a otros.

Junto a una roca podemos experimentar protección.Cuando sobreviene un temporal, uno se cobija en lamontaña junto a una roca que le resguarde de la lluvia,del viento y del desprendimiento de piedras. En otrasocasiones, cuando el sol abrasa, la roca arroja sombra.Ésta es también una imagen arquetípica para nosotros.Cada cual puede llegar a ser roca para los demás, con-siguiendo encontrar a su lado descanso para reponer-se, sintiendo protección, amparo y seguridad. Uno nopuede hacerse a sí mismo roca. Tras la experiencia de sutraición, Pedro renunció sin duda al más mínimo deseode presumir ante los demás apóstoles y de presentarsecomo roca. Hubo de experimentar agradecido que pre-cisamente él, que había traicionado a Jesús de maneratan cobarde, debía ser roca sobre la cual encontrarían

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los demás una base firme, sobre la cual se podrían apo-yar y bajo cuya protección podrían sentirse amparadospor el mismo Dios, la verdadera roca.

¿Cómo aprendo yo a ser hombre en la figura de Pe-dro? Para mí es importante, en el encuentro con Pedro,el hecho de que tampoco yo tengo que ser perfecto.No se trata aquí de impecabilidad, sino de la dispo-nibilidad para emprender el camino que Dios me haseñalado con todo mi apasionamiento, pero tambiéncon mis cobardías y mis miedos. Los Evangelios noponen ante mis ojos a un Pedro aburrido, sino a unPedro impulsivo, que salta en cuanto se le pregunta yen cuanto él ve cuestionada su entrega. Pedro prefierequemarse los dedos a actuar con cautela, cavilando elmodo de salir del apuro sin despeinarse siquiera. Des-vela su corazón, sus sentimientos, aun cuando no esténen consonancia con la perspectiva de Jesús. Aprendeen la confrontación. En todos los altibajos de su vida,sale a mi encuentro un hombre que no se esconde. Sucorazón deja traslucir todo lo que él hace. Este corazónconoce todos los sentimientos más recónditos que tam-bién yo experimento dentro de mí: anhelo, amor, y a lavez cobardía, miedo, desconfianza, traición. Llegaré aser hombre no si me escondo, sino cuando me presentetal como soy, aun con el peligro de verme criticado,aun a riesgo de tener que confesar públicamente unafalta ante la cual todos los moralistas queden indigna-dos. Pedro asume el riesgo de ser herido. Pero luchapor lo que siente. Y esto es para mí un aspecto esencialde la masculinidad: mostrarse, en lugar de esconderse;quemarse los dedos, en lugar de retirar la mano; abrirel corazón, en lugar de cerrarlo para salir ileso. El hom-bre que esquiva la vida será siempre una caricatura dehombre. Quizá consiga tener prestigio y triunfar. Peronunca llegará a ser un hombre de verdad.

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Pablo: el misionero

De ningún apóstol nos ofrece Lucas un cuadrotan detallado como de Pablo. Además, por

las propias cartas de Pablo conocemos no sólo su teo-logía, sino también su personalidad. Pablo creció enTarso, una ciudad de cultura griega, donde se dabancita las más diversas religiones. Pablo fue educado enla filosofía griega y en la retórica. Conocía el griego,el hebreo y el latín. Ya de joven fue a Jerusalén paraser discípulo de Gamaliel, un fariseo de tendenciamoderada. Es de suponer que estaría en una especiede internado, donde fue instruido y adoctrinado en laenseñanza farisea. Y llegó a ser un celoso defensor dela Ley. Puede afirmar de sí mismo: "Aventajaba dentrodel judaísmo a muchos compatriotas de mi edad comofanático partidario de las tradiciones de mis antepasa-dos" (Gál 1, 14). Desde un punto de vista psicológico,se podría decir que Pablo tenía una estructura rígida.Necesitaba normas claras en las que él pudiera susten-tarse. Para él, que había crecido en una sociedad mul-ticultural, estos principios firmes eran probablementeimportantes para no hundirse en el relativismo. Peroentonces tropieza Pablo con el nuevo camino que pro-pagaban los cristianos, sobre todo Esteban, que aparececomo representante de los judeocristianos helenistas.

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Esteban predicaba la libertad de la Ley. Estaba fascina-do por la libertad que en Jesús había experimentado.Pablo persigue esta orientación hasta el derramamien-to de sangre. Evidentemente, algo de esta enseñanzahabía tocado su corazón. De lo contrario no hubieraperseguido a la Iglesia primitiva con tanta vehemen-cia. Tiene lugar, sin embargo, el acontecimiento quetransformaría completamente su vida.

Lucas narra la historia de la conversión de Pablopor tres veces. En la primera describe por su cuentalo acontecido a las puertas de Damasco. Después dejaque Pablo relate su propia conversión, primero en undiscurso ante sus correligionarios judíos (Hech 22,1-21) y luego en un discurso ante el rey Agripa y el go-bernador romano Festo (Hech 26). En estos términosdescribe Lucas el momento en que Saulo se vio envuel-to ante Damasco en una luz resplandeciente: "Cayó atierra y oyó una voz que decía: Saulo, Saulo, ¿por quéme persigues?" (Hech 9, 4). Cuando Saulo preguntaquién es aquel que le habla, le responde Jesús: "Yo soyJesús, a quien tú persigues" (Hech 9, 5). Cuando Saulose levanta y abre los ojos, "no veía nada" (Hech 9, 8).Se había quedado ciego. Todo su plan de vida se vinoabajo. Él cayó a tierra y se eclipsó su imagen de Dios,de sí mismo y de su vida entera. Un monje interpretóasí esta experiencia: "Cuando Pablo no vio nada, en-tonces vio a Dios". Cuando desaparecieron de él todaslas imágenes que se había formado de Dios, quedó li-bre para ver al verdadero Dios. En la oscuridad se lereveló el Dios de Jesucristo. Ahora se convierte Pabloen el mayor apóstol de la Iglesia primitiva. Lo queantes había perseguido, ahora lo predica con pasión.Pasa a ser el apóstol de la libertad. Ha reconocido queél, por sí mismo, no se puede hacer justo; que toda la

observancia de los mandamientos no le acerca más alverdadero Dios. El misterio de Dios se le ha desveladoen Jesucristo, que nos abre los ojos a la auténtica rea-lidad, a la luz de Dios, que resplandece para nosotrosen Cristo. Pero Pablo sigue siendo el de antes, inclusodespués de su conversión. Su temperamento apasio-nado, su parte respondona y agresiva, su estructurainflexible, marcan también al convertido. No obstan-te, Pablo procede ahora de otra manera con su apasio-namiento. No lo utiliza ya para destrozar la vida, sinopara hacerla más agradable. Como antes había com-batido apasionadamente contra los cristianos, ahoralo hace contra todos los que tergiversan el Evangelio.Sobre sus adversarios escribe a los Gálatas en el col-mo de su irritación: "¡Más valiera que se mutilaran deltodo esos que los perturban!" (Gál 5, 12).

Pablo podía escribir de manera muy convincen-te, lleno de fuerza y pasión y, además, con claridade impresionante expresividad. Pero no hay duda deque en el cara a cara se mostraba más bien débil. Sunombre "Paulus" significa "el pequeño". Todo hacepensar que era pequeño de estatura, y quizá algo en-corvado. Padecía también una extraña enfermedad.Heinrich Schlier piensa que pudo ser epiléptico. A losGálatas les describe su enfermedad en estos términos:"Ya saben que fue una enfermedad la que me dio laoportunidad de anunciarles el evangelio por primeravez. Y aunque mi enfermedad fue una dura pruebapara ustedes, no me despreciaron ni me rechazaron,sino que me acogieron como si fuera un mensajero deDios, como si del mismo Cristo se tratara" (Gál 4, 13-14). Literalmente se dice: "No me escupieron". Escu-pir era un gesto de rechazo frente a enfermedades delespíritu, como la locura y la epilepsia. Es obvio que

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a Pablo le atormentaba aquella enfermedad. Quizá lacontrajo a raíz de la lapidación que tuvo que sufrir o araíz de otros muchos castigos que recibió en el serviciode la predicación. Cualquiera que sea el modo en quese interprete la enfermedad de Pablo, no hay duda deque el apóstol era, de cara al exterior, no el hombreseguro que se sitúa por encima de todo, sino alguienque sufre en su interior. Rogó a Dios que le librara deaquella espina de su enfermedad, interpretada porél como un ser abofeteado por un agente de Satanás."He rogado tres veces al Señor para que apartase demí a ese agente de Satanás, y otras tantas me ha dicho:Te basta mi gracia, ya que la fuerza se hace patente enla debilidad" (2 Cor 12, 8-9).

Lo que Pablo percibió en el encuentro con Jesúsfue que, gracias a Jesús, estamos ya justificados y que,consiguientemente, no tenemos que justificarnos conel cumplimiento de los muchos preceptos. Estamos yajustificados. Somos ya aceptados y amados sin condi-ciones. No tenemos ya que probar nuestros méritos.La cruz de Jesús fue para Pablo la contraindicación desus normas religiosas y de su camino espiritual, se-gún el cual él tenía que ganar el amor de Dios a basedel cumplimiento escrupuloso de los mandamientos.En la cruz de Jesús percibió él la libertad que Jesús lehabía traído, la libertad de todos los esfuerzos con-vulsivos por una vida recta, la libertad de todo anhelode reconocimiento y amor. La cruz es la experienciade un amor incondicional. Dios nos acepta tal y comosomos. Esto es lo que Pablo percibió en la cruz de Je-sús. De ahí que luchara tan apasionadamente por estaidea. Ella había cambiado su vida. Le había liberadode su empecinamiento, de su miedo a no ser lo sufi-cientemente bueno.

Pero Pablo no fue sólo, entre los apóstoles, el teó-logo que anunció el mensaje de Jesús en la lengua dela cultura helenística del momento, haciéndolo asícomprensible y atractivo para un amplio ámbito delImperio romano. Pablo es también el místico, que haexperimentado personalmente a Cristo. "Estoy cruci-ficado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cris-to quien vive en mí. Ahora, en mi vida mortal, vivocreyendo en el Hijo de Dios, que me amó y se entre-gó por mí" (Gál 2, 19-20). La cruz canceló su mundoconceptual, marcado por la búsqueda constante dehacer todo correctamente ante Dios. Todo esto no esya importante. Lo decisivo es que Jesucristo le amasin condiciones. En la cruz se ha hecho patente esaaceptación sin condiciones. Lo que importa ahora esque este Jesús vive dentro de él. Pablo encontró en Je-sús una nueva identidad. No se definirá ya desde elhombre, desde su valía y su entrega, sino desde Jesús.Él ha llegado a ser plenamente él mismo. El apóstolexperimenta a Jesús como el centro de su interioridad.Ha llegado a ser uno con Jesús.

Este camino hacia la interioridad, en medio detoda lucha exterior, es una maravillosa imagen paraexpresar la autorrealización de la masculinidad. Pablono es un místico que se retire del mundo. Al contrario,se sumerge en ese mundo. Pablo recorre el mundoentero. Los exegetas han calculado que hizo unos16, 000 kilómetros a pie y en barco. Se expuso en pú-blico. Luchó y buscó la confrontación. Fue arrestadoen bastantes ocasiones o fue expulsado. No tuvo unavida tranquila, Él mismo señala los peligros internosy externos por los que pasó: "Los aventajo en fatigas,en prisiones, no digamos en palizas y en las muchasveces que he estado en peligro de muerte. Cinco ve-

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ces he recibido de los judíos los treinta y nueve golpesde rigor; tres veces he sido azotado con varas, unavez apedreado, tres veces he naufragado; he pasadoun día y una noche a la deriva en alta mar. Los viajeshan sido incontables; con peligros al cruzar los ríos,peligros provenientes de salteadores, de mis propioscompatriotas, de paganos; peligros en la ciudad, endespoblado, en el mar; peligros por parte de falsoshermanos" (2 Cor 11, 23-26). Pablo compaginó lucha ycontemplación, mística y política. Afrontó virilmentelos peligros que le acarreaba su entrega a la joven Igle-sia. Se adentró sin miedo en situaciones que pudieroncostarle la vida. Sin embargo, en medio de toda suactividad, se mantuvo en su centro. Constantementeestuvo en contacto con el "Cristo dentro de él". EsteCristo fue el auténtico móvil de toda su vida. Estabaen su corazón. Desde este centro, se dirigía hacia fue-ra. De esta fuente interior brotaba su acción.

Pablo es el típico misionero que, impulsado poruna gran conciencia de misión, recorre todo el mun-do entonces conocido y se expone a los más variadospeligros. Misioneros son los hombres que se sientenenviados. Despliegan con frecuencia una gran fuerzade persuasión para convencer a los demás del mensa-je que transmiten. Es una fuerza que impregna todasu vida. No reparan en dificultades ante el cumpli-miento de su misión. Parecen tener a veces una fuentecasi ilimitada de fortaleza. Pero también este arqueti-po encierra sus peligros. Cuando alguien se dirige amí diciendo tener conciencia de envío misionero, mesiento preocupado. Conozco a hombres que creen te-ner que convertir a todo el mundo. Pero cuando llegoa conocerlos con más profundidad, saco la impresiónde que, sin su ímpetu misionero, no son nada. No tie-

nen apoyo en sí mismos. Se definen sólo por su envíomisionero. He de confesar que casi siempre me ponennervioso. Y llego a la conclusión de que pretenden di-simular su propia inseguridad y sus dudas de fe conel intento de convertir a otros a su fe. Detrás de sucelo misionero se esconde a menudo el miedo a quesu propia fe pueda ser un espejismo. Para eludir estemiedo, tienen que convencer de su propio camino atodos aquellos que salen a su paso. El "típico misio-nero" no acepta como válida mi opinión. Se sienteimpulsado a aclararme con detalle cómo tengo quecreer y a qué movimiento me tengo que apuntar, quémétodo de meditación debo necesariamente practicary cómo me he de alimentar. De lo contrario, todo iráde mal a peor. Tales misioneros dejan con frecuenciatras de sí una mala conciencia cuando uno se cierraa su mensaje. No es nada fácil distanciarse de ellos yconfiar en el propio instinto.

A pesar de todos los peligros que encierra, este ar-quetipo del misionero es esencial para nosotros, y pre-cisamente en cuanto hombres. Los hombres necesitantener una misión en su vida. No están aquí solamentepara sentirse a gusto y para examinar una y otra vezsus propios sentimientos, observando si van de acuer-do con uno mismo o necesitan atención. Muchos ca-minos espirituales que hoy se propagan conllevan unacierta dosis de narcisismo. Dan vueltas siempre y sólosobre sí mismos. El arquetipo del misionero nos quieremostrar esto: Tú tienes con tu vida una misión. No hasde avasallar a los hombres con un mensaje. Tu misiónno consiste sólo en emitir palabras con las que puedasconvencer a los demás. Tu misión es sobre todo la degrabar en este mundo tu huella originaria y personal,siendo consciente de que posees una fuerza de irra-

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diación que solamente sale de ti. Si vives tu misión, tuvida será fecunda. Te sentirás vivo, porque de ti brotala vida. La vida permanece viva sólo cuando fluye. Lamisión es esencial en ti. Es algo que intuyen los hom-bres leales. Normalmente ellos se sienten impulsadospor una conciencia de envío misionero. Cuando se mi-ran en el espejo del gran misionero Pablo, se liberan delos peligros que encierra el arquetipo del misionero yse abren a la misión que Dios les encomienda, a travésde la cual su vida se hace fecunda y puede convertirseen fuente de bendición para los demás.

Ser hombres ante la figura de san Pablo significapara mí, en primer lugar, entrar en contacto con mipropia misión. Lo fascinante en Pablo es para mí que,externamente, no responde al modelo típico de hom-bre. Era pequeño, contrahecho, enfermizo. No cumplecon los cánones del modelo parcial de hombre, conlos cánones de la "belleza corporal". Su figura físicano deja ninguna impresión especial. Pero había en éluna fuerza y una resistencia increíbles. Quizá algunospsicólogos actuales le catalogarían dentro del modeloestructural neurótico, como persona inflexible o consusceptibilidad excesiva. Pero esto no impidió a Pa-blo llevar a cabo su misión. Él sufrió consigo mismo.Pero no cayó en la autocompasión. Se aceptó tal comoera. No llevó a cumplimiento un ideal cualquiera, ni elideal del típico empresario ni el del típico misionero. Élllevó a cabo su misión con su propia persona, tal comoera, con todos los rasgos tan poco atractivos físicamen-te. Puso su piel en venta. Se mostró tal como era, consu enfermedad y con sus defectos físicos. Precisamenteasí interiorizó lo más exterior y fue capaz de realizarmás que los demás apóstoles, la mayoría de los cualesle aventajaban con mucho en masculinidad corporal.

Pabló transformó sus debilidades corporales enfuerza espiritual. Irradiaba tal fuerza y pasión que di-fícilmente podía uno sustraerse a ellas. Así era enton-ces y así sigue siendo todavía hoy, casi dos mil añosdespués. Ante Pablo se dividen los espíritus. Unosquedan fascinados por él. Otros se escandalizan de él.Pablo dejó fructificar para otros su propia historia vital.Se convirtió. Como él observa, no quedó atrapado ensu fanatismo. Al contrario, dejó que todo su proyectode vida se derrumbara para comenzar a construirla denuevo desde abajo. Pero él creyó también en la fuerzaque Dios le otorgaba. Tenía una resistencia extraordi-naria. Medio muerto, él se levanta de nuevo y prosi-gue su camino. Ni la cárcel, ni las piedras, ni los golpesle impiden continuar su camino de predicación. Es asícomo este hombre, ridiculizado de muchas maneras,puede echar su mirada atrás y contemplar unos logrosque ni todos los sabios del mundo son capaces de re-gistrar en sus libros. Pues Pablo, con todo lo que era, seentregó de lleno a la llamada que sintió dentro de sí.

Esto es lo que para mí significa ser hombre: No larealización de un ideal cualquiera de masculinidad,sino la aceptación, con todo lo que soy y con todo loque Dios me ha dado, de esa llamada que escucho enmi interior a llegar hasta el límite para descubrir todala fuerza que se esconde dentro de mí. Conozco cadadía a hombres que tienen miedo de hacer demasiadode cara a la galería. Se imponen ciertas restriccionesy terminan paralizados. Son incapaces de descubrirtoda la fuerza que llevan dentro. Pablo me enseña uncamino distinto. Cuando yo llego al límite, Dios metiende su mano. Él es la fuente en la que yo puedobeber. No he de concebir a Dios de manera raquíticay tampoco he de subestimarme a mí mismo. Conozco

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mis debilidades y limitaciones. Pablo tuvo que experi-mentarlas muy dolorosamente. Pero, en lugar de estarsiempre dando vueltas en torno a ellas, lo que he dehacer es ponerme en camino con Dios hacia los límitesa los que él me conduce, que están mucho más lejos delo que muchos se imaginan.

Pablo ofrece también a los hombres una posibili-dad de identificación que no corresponde al ideal ac-tual de masculinidad. No se trata de estar físicamentesano y vigoroso. Hombres aparentemente endeblesdespliegan a veces más energía que los sanos. Lo handemostrado los numerosos científicos que no cejanpor nada de perseguir su objetivo.

Pablo estaba soltero. Conozco a muchos solteros quehan logrado asumir perfectamente su soltería. Pero co-nozco también a otros que sufren su soledad. Realmentesuspiran por una mujer. Pero no se atreven a dirigirse alas mujeres por miedo a aparecer ante ellas como fra-casados. Tampoco han conseguido todavía conciliarsecon su cuerpo. Al no amar su cuerpo, tampoco puedencreer que una mujer podría amarles. Se encierran asícada vez más en sí mismos. Pablo fue amigo de contac-tos. No tuvo reparo en acercarse a las personas. Los dospolos de la lucha y el amor los vivió él también comosoltero. Luchó por la libertad que Cristo nos trajo. Amóa su comunidad. Y amó a Cristo. Cuando él habla de surelación con Cristo, su lenguaje adquiere una tonalidaderótica. Se advierte que Pablo no era un hombre a me-dias, sino que, siendo como era, luchó por los hombres,se sentía enviado a ellos. Porque los amaba, porque que-ría anunciarles el mensaje que lleva a la verdadera viday a la verdadera libertad, se entregó a ellos con toda supasión y, en su lucha, consiguió mucho más que otroshombres aparentemente mejor dotados.

16Juan Bautista: el hombre selvático

Juan Bautista responde al arquetipo del hombre selvático. Ya su modo de presentarse infundió

miedo en algunos. Marcos lo describe así: "Juan lleva-ba un vestido de pelo de camello, con una correa decuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y demiel silvestre" (Mc 1, 6). Dejó tras él toda civilización yvivió como los beduinos en el desierto. El cinturón decuero recuerda al profeta Elías, que vestía de manerasimilar. Vive en el desierto, no sólo con las fieras sal-vajes, sino también con atuendo de pelo de camello.En algunos manuscritos se dice incluso que su vestidoera de piel de camello. Esto contravendría las leyesjudías referentes a la pureza, y Juan surgió del círcu-lo de aquellos que observaban las leyes externas, lasleyes que representaban la cultura del país. La piel decamello mostraría que él había integrado dentro de sílo animal, la vitalidad, la sexualidad, la fuerza motrizde los animales. Juan es el hombre selvático, que tieneacceso a todo lo selvático dentro de él y en torno a él.Lo selvático le sirve como fuente de fuerza para anun-ciar a los hombres su mensaje de parte de Dios y parallamarlos a la conversión.

Su predicación se armoniza con su porte. Es hosca,sin consideración con la sensibilidad de sus oyentes.

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A los fariseos, tan apreciados por el pueblo, les espeta:"¡Raza de víboras! ¿Quién les enseñó a escapar del jui-cio inminente? Den frutos que prueben su conversión,y no crean que basta con decir: Somos descendientesde Abrahán" (Mt 3, 7-8). Juan no pretende halagos denadie. Dice lo que siente en su interior. Se presentasin hacerse lacayo de ningún ser humano. Él sabe queestá sólo al servicio de Dios. Es interiormente libre.Su libertad le lleva a atacar incluso al rey Herodes, re-prochándole haberse casado con Herodías, la mujerde su hermano Filipo. Herodes ordena entonces quelo encarcelen. Su mujer prefiere verlo muerto. Sin em-bargo, "Herodes respetaba a Juan, sabiendo que eraun hombre recto y santo, y lo protegía. Cuando le oía,quedaba muy perplejo, pero le escuchaba con gusto"(Mc 6, 20). El poderoso rey tiene miedo ante el hombreselvático. No obstante, se siente atraído por él. Percibeen ese hombre una fuerza interior y una libertad queecha de menos en sí mismo. Sabe además que Juan esun hombre recto y santo. Es recto en sí. Está en pie,sin miedo ante los hombres. No se deja doblegar. Y essanto, es decir, no disponible, fuera del círculo de losdemás hombres. No se le puede dominar, pues poseeotra fuerza, una fuerza sagrada. Herodes habla a gus-to con Juan y se siente a la vez intranquilo y perplejo.Vislumbra en él algo genuino, algo auténtico. Tieneincluso la sensación de que le haría bien confiarse aeste hombre selvático. Pero tiene miedo a cambiar suvida, a descender de su trono real y a enfrentarse consu propia verdad. Sin embargo, el hombre selváticono se deja intimidar. Obliga a cada cual a ocuparse desu propio corazón, a reconocer lo selvático y lo bravíoque hay en él, pero también la fuerza y la sinceridadque encierra.

Jesús habla en el Evangelio de Mateo sobre Juan,que le envía mensajeros a preguntarle si es él de ver-dad el que esperan los piadosos judíos: "¿Qué salierona ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre lujosamente vesti-do? Los que visten con lujo están en los palacios de losreyes. ¿Qué salieron entonces a ver? ¿Un profeta? Sí, ymás que un profeta. Éste es aquel de quien está escri-to: Yo envío mi mensajero delante de ti; él prepararáel camino. Les aseguro que entre los hijos de mujerno ha habido uno mayor que Juan el Bautista" (Mt 11,7-11). Es una buena caracterización la que Jesús haceaquí sobre Juan. No se agita como una caña, sino quese mantiene firme. No se rige por las opiniones de loshombres. No es ningún torcecuellos, que gira según elviento. No se preocupa de su vestimenta. Jesús piensaseguramente en el contraste con Herodes, que tantoempeño ponía en presentarse con los más lujosos ves-tidos. Herodes es el contrapunto del hombre selvático.Por una parte, vive en un lujo desorbitado; es afemi-nado. Al mismo tiempo, sin embargo, es terriblemen-te despiadado; ordena asesinar de manera bellaca atodos sus adversarios. Y este hombre aparentementetan poderoso es en realidad un hombre manipuladopor las mujeres. Lo muestra la escena en la que pro-mete a Salomé la mitad de su reino. Por Salomé y porsu madre se deja arrastrar hasta ordenar la muerte deJuan, desoyendo así la voz de su propio corazón. Juanes claro e inequívoco, selvático y vigoroso en aparien-cia, pero con un corazón lleno de ternura y de bondad.Lejos de herir a los hombres, los pone en pie. No tienemiedo a nadie. Dice lo que piensa.

Juan no necesita dar importancia alguna a su as-pecto exterior porque se siente en armonía por dentro.

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No necesita ninguna máscara. Es como es. Jesús des-cribe después su misión: Ha de prepararle el camino.Ésta es la misión histórica en relación con Jesús. Peroes también una misión psicológica, que tiene siem-pre validez. El hombre selvático desbroza el caminoa nuestro verdadero yo interior. Nos libera de todoslos roles y máscaras con los que disfrazamos nuestrogenuino yo. Echa abajo las fachadas que hemos levan-tado para parecer bien hacia fuera. Destruye todo loexterior para que encontremos el camino hacia el inte-rior, hacia nuestro núcleo auténtico, hacia nuestro yo,hacia "Cristo en nosotros".

Juan encarna al hombre selvático del que hablasiempre Richard Rohr en sus conversaciones de hom-bres y al que describe Robert Bly en su interpretaciónde los cuentos de Eisenhans (Iron John). Eisenhans novive en el desierto, sino en un pantano. Devora a todoaquel que osa acercarse a la orilla del pantano. Pero, apesar de su aparente instinto destructor, hay en él unagran fuerza al servicio de la vida. Eisenhans ayuda aun joven a emanciparse de su madre y a emprendersu propia vida. El joven va con Eisenhans al bosque.Cuando el joven no consigue llevar a cabo la tarea queEisenhans le encomienda, el hombre selvático lo envíaal mundo. El joven entra en un palacio y comienzaa trabajar allí, primero como empleado de cocina ydespués como jardinero. Cuando el rey se marcha ala guerra, el joven pide ayuda a Eisenhans. Éste poneen sus manos un caballo salvaje y todo un ejército decaballería, con el cual vence al enemigo. El joven es in-troducido por Eisenhans en la masculinidad. Primerolo convierte en guerrero y después en amante. Esto sepone de manifiesto en el juego que la hija organiza.Quien consiga hacerse con su manzana de oro será su

marido. El joven es quien se apodera de la manzana yse casa con la hija del rey. Sus padres acuden a la fies-ta. En medio de los invitados aparece Eisenhans, peroahora como rey poderoso. Ya que el joven ha cumpli-do su tarea de llegar a ser hombre, Eisenhans vuelvede nuevo a su estado selvático.

Para Robert Bly, este cuento describe la iniciaciónen la masculinidad. Esta iniciación pasa normalmentepor cinco fases: 1. La emancipación de la madre. 2. Lavinculación con el padre y, después, la emancipaciónde él. 3. Un consejero que hace caer en la cuenta al jo-ven de su propia grandeza y de su capacidad. 4. Tiem-po de aprendizaje, en el que el joven bebe de la fuentede energía de una figura arquetípica. 5. La boda conla reina. El hombre selvático libera al joven de las ata-duras de la madre y del padre. Le muestra el caminode sus propias posibilidades. Es como una fuente deenergía, de la que puede beber. Y le introduce en elarte del verdadero amor y en la alianza con la mujer,con su anima. Sólo si el hombre selvático no se quedaestancado en su agresividad, sino que se hace capazde amar, conseguirá ser realmente hombre. El hombreselvático no está al final del proceso de la autorrealiza-ción masculina. Un paso importante es que un conse-jero introduzca al joven en el arte de ser hombre. Perodel arquetipo del hombre selvático no puede prescin-dir aquel que quiera ser realmente hombre. El hombreselvático introduce al joven en el arte de la vida y en elarte del amor. Al final del cuento no aparece ya en suestado selvático, sino como un hermoso rey que parti-cipa en la boda del joven príncipe.

En Juan el Bautista puede aprender el hombre apermitirse lo selvático y lo espacioso, lo inadaptadoy lo indeseado por los poderosos. Juan tiene unolfato

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to singular para lo esencial. Lucha por ello a tiempoy a destiempo. Confía más en su voz interior que enlas voces que le llegan de fuera, voces que desearíanencorsetarle en los clichés de la decencia. Afrontalos peligros. Encarna un aspecto esencial de la es-piritualidad masculina, pues él irradia fuerza. Laenergía masculina de Juan el Bautista podría ayudara los hombres a encontrar su propia identidad. Loshombres se sienten interpelados por Juan. Su figuratoca una fibra de su alma, la fibra selvática y vigo-rosa, pero también el ansia de libertad, el ansia endefinitiva de romper con las expectativas del mundocircundante y de hacer aquello que le pide su alma.Pero Juan no pasa de ser el precursor que anuncia lavenida del Mesías. Juan apunta, por encima de él, alhombre integral, al ungido, que colma nuestros de-seos de plenitud masculina.

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Juan: el amigo y el anciano sabio

a os Evangelios sinópticos nos presentan a Juancomo hermano de Santiago e hijo del Zebedeo.Ambos hermanos son denominados hijos del trueno.Pueden mostrarse abiertamente muy agresivos y noreparan en aspirar a los primeros puestos en el reino deJesús. "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otroa tu izquierda en tu gloria" (Mc 10, 37). Los otros dis-cípulos se indignan contra los dos que reclaman parasí los primeros puestos. Jesús les plantea la siguientepregunta: "¿Pueden beber la copa de amargura que yohe de beber o ser bautizados con el bautismo con queyo voy a ser bautizado?" Ellos responden: "Podemos"(Mc 10, 38). Son, pues, conscientes de lo que dicen.Confían en poder recorrer el mismo camino de dolorque Jesús y en no echarse atrás ante la muerte.

El Evangelio de Juan, que según la antigua tradi-ción de la Iglesia se remonta al hijo del Zebedeo, noshabla del discípulo al que Jesús amaba. Es verdad queno dice cómo se llamaba este discípulo amado por Je-sús, pero la tradición lo identificó con Juan. Aunqueesto sea hoy discutido, yo lo acepto aquí de acuerdocon esa tradición espiritual de Juan como el discípuloamado. Al menos, este discípulo amado es claramenteel hombre de garantía al que remite el Evangelio de

160 1616. Luchar y Amar

Juan. Y tanto del Evangelio como de las Cartas de Juanse puede deducir cómo pensaba y sentía este discípu-lo. No es sólo el discípulo al que Jesús amaba. Escribeademás una y otra vez sobre el amor.

Los exegetas piensan que el discípulo amado esuno de los dos discípulos que primero recibieron lallamada de Jesús. Juan el Bautista les mostró a Jesús, yJesús les preguntó: "¿Qué buscan? Ellos contestaron:Rabí —que significa Maestro—, ¿dónde vives? Él lesrespondió: Vengan y lo verán. Se fueron con él, vierondónde vivía y pasaron con él aquel día. Eran comolas cuatro de la tarde" (Jn 1, 38-39). Todas las palabrasde este relato de vocación están llenas de misterio.Lo que a los dos discípulos les interesa no es sólo ellugar geográfico donde Jesús vive, sino su verdaderamorada, que es el Padre. Las preguntas "¿de dóndevienes?, ¿dónde vives?, ¿dónde está tu casa?, ¿quiéneres tú?" son fundamentales en el Evangelio de Juan.Sin responder a estas preguntas, nadie logra conocersu verdadera identidad. Jesús dice a los discípulos:"¡Vengan y lo verán!" Quiere enseñarles el verdaderover. Han de mirar más allá de las cosas. Han de ver logenuino, el auténtico ser de las cosas. Para esto han dedejar a un lado lo que hasta ahora atraía su atención.Han de dejarse a sí mismos e ir con él. Cuando ellosven dónde vive y de dónde viene, no contemplan yasolamente el ser de Jesús, sino también el misterio delhombre y el misterio de Dios. Cuando contemplan aJesús, perciben su ser, perciben que viene de Dios yque está en Dios. Y reconocen en Jesús quiénes sonellos mismos. Reconocen que también ellos tienen unorigen divino. Los discípulos se quedan con él. Eramás o menos la hora décima. Diez es el número de laplenitud. Mientras permanecen con Jesús, llegan a ser

ellos mismos. Lo múltiple en ellos queda unificado yconsiguen estar al unísono con su verdadero ser. Eldiscípulo amado es presentado en todo el Evangeliocomo el que "ve", el que contempla en profundidad,el que reconoce el misterio de Jesús.

Un papel importante juega el discípulo amado enla pasión y resurrección de Jesús. En la última cena sedice de él: "Uno de ellos, el discípulo al que él tantoquería, estaba recostado a la mesa sobre el pecho deJesús" (Jn 13, 23). Jesús había anunciado que uno letraicionaría. Esto deja perplejos a los discípulos. Poreso, Pedro le hace señas al discípulo amado "para quele preguntase a quién se refería. Entonces, el discípuloque estaba recostado sobre el pecho de Jesús le pre-guntó: Señor, ¿quién es?" (Jn 13, 24-25). Esta escenainspiró en la Edad media a muchos artistas el llamado"amor de Juan". Juan es representado descansando enel pecho de Jesús o apoyando su cabeza en el rega-zo de él. Es la representación de un amor entrañableentre ambos, la representación de una amistad íntimaentre dos hombres. Uno descansa en el otro. Jesústiene a veces puesta su mano cariñosamente sobre lacabeza de Juan. A los hombres les resulta siempre di-fícil mostrar sus sentimientos. La representación delamor de Juan ha animado a muchos a manifestar y apreservar sus más íntimos sentimientos de amistad.En la Edad media, el amor de Juan fue un tema de lamística. Estas representaciones pueden hoy alentar amuchos hombres a aceptar con gratitud su amor haciaotro hombre y a vivir ese amor como un lugar dondese vislumbra el amor de Dios.

Bajo la cruz, Juan está junto a María, la madre deJesús. "Jesús, al ver a su madre y, junto a ella, al dis-cípulo que él tanto quería, dijo a su madre: Mujer, ahí

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tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: Ahí tienesa tu madre. Y desde aquel momento, el discípulo larecibió como suya" (Jn 19, 26-27). Los exegetas handesarrollado sobre esta escena las más diversas in-terpretaciones. La mayoría de ellos está de acuerdoen que es una escena simbólica. El Evangelio de Juandescribe al comienzo de la obra de Jesús las bodas deCaná. La encarnación de Dios en Jesús significa queDios celebra sus bodas con el hombre, transformandoasí nuestra vida. Nuestra insípida agua se convierteen vino. Adquiere un nuevo sabor. La cruz es paraJuan la consumación de las bodas. La palabra griegatélos, que es la que emplea siempre Juan en la descrip-ción de la cruz, no significa sólo "consumación, obje-tivo, cumplimiento"; significa también "boda". En lacruz llegan a cumplimiento las bodas entre Dios y elhombre, ya que Jesús llena de vida divina y de amordivino todo lo humano, incluida la muerte, y así loinserta todo en la unión con Dios. Y en la cruz celebratambién el hombre su boda, su alianza, con todo loque hasta entonces estaba disgregado en él. Hombrey mujer, animus y anima, quedan unidos bajo la cruz.El hombre se hace pleno, llega a su perfección, llegaa su plenitud. Celebra las bodas con su anima. Juanrecibe a María "como suya" (eis tà ídia). Se conviertepara él en algo propio, pasa a ser algo suyo, una solacosa con él.

Las escenas de mujeres son siempre en el Evan-gelio de Juan escenas de amor. María es la fuentedel amor. En María, Juan ha de recibir el amor ensu casa, en lo más profundo de su corazón. El hom-bre se capacita para el verdadero amor sólo cuandoentra en contacto con el anima, con la fuente de sucapacidad de amor.

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El discípulo amado juega también un papel impor-tante en la resurrección de Jesús. Se nos narra en pri-mer lugar la carrera pascual entre Pedro y Juan. MaríaMagdalena había anunciado a los discípulos que sehabían llevado del sepulcro al Señor. El discípulo ama-do es más rápido que Pedro. Pero en el sepulcro dejaa Pedro la prioridad. Mientras que Pedro solamenteve lo que hay, sin comprenderlo, de Juan se dice: "En-tonces entró también el otro discípulo, el que habíallegado primero. Vio y creyó" (Jn 20, 8). Creer significaaquí: ver lo verdadero, lo que explica todo; percibirel misterio. El encuentro de María Magdalena con elResucitado es una historia de amor. Juan la describeconscientemente sobre el trasfondo del Cantar de losCantares. En esta historia de amor, el discípulo amadojuega un papel fundamental. Él ve y cree. Entiendelo que significa la resurrección: la victoria del amorsobre la muerte.

También en el llamado "epilogo del Evangelio" jue-ga el discípulo amado un papel importante. Es uno delos siete discípulos que, a instancias de Pedro, pasantoda la noche pescando. Cuando después, a la ordendel hombre que se encuentra en la orilla, echan otra vezla red y apenas pueden sacarla por la cantidad de pecescapturados, el discípulo amado es de nuevo el que ve ycree: "Entonces, el discípulo a quien Jesús tanto queríale dijo a Pedro: ¡Es el Señor!" (Jn 21, 7). Juan reconocela situación. Él, que está lleno de amor, reconoce al quees el amor: Jesús, el Resucitado. En la última escenadel Evangelio aparecen una vez más Pedro y el discí-pulo amado. Pedro pregunta a Jesús por el camino yel destino del discípulo amado. Jesús le responde: "Siyo quiero que permanezca hasta que yo vuelva, a ti¿qué?" (Jn 21, 22). Normalmente se traduce así: "que

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él permanezca hasta mi vuelta". Pero la traducción co-rrecta de la expresión héos érchormai sería: "mientras yovoy". Con esta frase Jesús quiere describir el modo deseguimiento del discípulo amado. Él es sencillamenteel que permanece mientras Cristo va a él de maneramística. El discípulo amado sigue a Jesús de un mododistinto a Pedro, que ha de transformar el mundo consu actividad. Juan es aquel que en todo momento estáabierto a Cristo, que va a él para morar en él. El discípu-lo al que Jesús ama y que está lleno de amor no necesitahacer muchas cosas de cara al exterior. Él transforma elmundo como místico, como alguien que permite entrara Dios en su corazón y que deja espacio dentro de sípara el amor. Quien descansó en el pecho de Jesús viveahora, incluso después de su muerte, como uno quemantiene abierto su corazón para él, de modo que encualquier momento pueda entrar y habitar en él. Viveen comunión con aquel a quien ama. Esto da a su exis-tencia un sabor especial, el sabor del amor y la ternura,de la atención y el cuidado.

En Juan, el discípulo amado, los hombres apren-den el secreto de la amistad. La amistad es sin dudauno de los bienes más preciados que los hombres pue-den experimentar en el camino de su realización comohombres. Desde siempre han cantado los hombres elelogio de la amistad. El Evangelio de Juan es uno delos testimonios más hermosos sobre el secreto de laamistad. Jesús dice al despedirse de sus discípulos:"No existe mayor amor que dar la vida por los ami-gos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo lesmando. En adelante, ya no los llamaré siervos, por-que el siervo no conoce los pensamientos de su señor.Desde ahora los llamo amigos, porque les he dado aconocer todo lo que oí de mi Padre" (Jn 15, 13-15). En

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estas palabras nos desvela Jesús la esencia de la amis-tad. El verdadero amigo se entrega por su amigo, si esnecesario, hasta la muerte. No utiliza al amigo en suprovecho, sino que se entrega a favor de él. De manerasimilar pensaban los griegos, para quienes la esenciade la amistad estaba en la disposición a inmolarse porcompleto a favor del otro, incluso hasta dar la vida. Ya la amistad pertenece la intimidad, la sinceridad, elcompartir con el otro todo lo que pasa por el corazón.En la amistad entre Jesús y Juan podemos percibir queJesús le abre su corazón de hombre. No se encierra ensu ser divino, sino que le abre su corazón y permite alamigo contemplarlo por dentro.

El amor hacia una mujer hechiza al hombre, siendoesto algo que forma parte de su ser. Pero también laamistad forma parte del hombre maduro. Hay hombresque sólo se dejan asombrar por las mujeres, pero queson incapaces de entablar una amistad con hombres.Sospechamos que a tales hombres les falta algo esen-cial. La amistad entre hombres tiene un valor propio.Muchos hombres están en continua rivalidad con losdemás. Sienten a flor de piel la necesidad constantede defenderse y justificarse. Quien se embarca en laamistad renuncia a afirmar su posición. Abre su co-razón y se hace así vulnerable. No repara en dar a co-nocer sus sentimientos. Va incondicionalmente con elotro. Se muestra confiado y digno de confianza. Estosson valores que caracterizan al hombre maduro. Lacapacidad de amistad es un criterio esencial para me-dir la madurez de un hombre. Juan, que descansa enel pecho de Jesús, invita a todo hombre a no refrenarsus sentimientos afectuosos y a emprender el caminode la amistad, que les conducirá a la verdadera bellezade ser hombres.

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Finalmente, en el discípulo amado yo diviso toda-vía otra imagen que me parece importante: la del an-ciano sabio. El Evangelio de Juan fue escrito en tornoal año 100. El discípulo amado era ya un anciano. Laleyenda dice sobre él que siempre repetía lo mismo:"Hijos, ámense los unos a los otros". Juan es para míun modelo del anciano cargado de sabiduría. Cuandoun hombre llega a una ancianidad sabia, irradia segu-ridad y ternura. Se sienta, y a su alrededor se sientanlos demás. No habla mucho. Pero lo que dice, lo dicedesde la sabiduría y la amplia experiencia. Está yamás allá de todo estrecho dogmatismo. Está en armo-nía consigo mismo y con la vida. Ha experimentadoen su propia carne todas las alturas y profundidadesdel ser humano. Ahora contempla todo con una mira-da dulce. Destella una luz otoñal, una luz suave queilumina todo lo que él ofrece. Estos ancianos sabiosindican la meta de nuestra realización como hombres.Pero no deja de haber también muchas imágenes dis-torsionadas de la ancianidad. Está el hombre insatis-fecho y siempre remolón, o el anciano que no quiererenunciar a su juventud. Otros ancianos no hacen másque hablar del pasado. Fue el único tiempo en el queellos realmente vivieron. C. G. Jung habla de los "pa-téticos ancianos que siempre tienen que desenterrarsus tiempos de estudiantes y que sólo pueden apagarla llama de la vida pensando en sus epopeyas homé-ricas, pero que en lo demás están fosilizados en unfilisteísmo sin esperanza"1.

En la década de 1980 se habló en la Iglesia alema-na de los ancianos enojados. Se pensaba en teólogoscomo Karl Rahner y Heinrich Fries. Estos hombres,

1. C. G. JUNG, GW 8, Olten 1971, 455.

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que no tenían ya nada que perder, no repararon enmanifestarse públicamente contra el dogmatismo ro-mano. El anciano enojado tiene sin duda una impor-tante función tanto en la Iglesia como en la sociedad.Pero para mí no es ésta la meta del viaje hacia la plenarealización de la masculinidad. El objetivo es el an-ciano sabio, capaz de sobrepasar incluso los conflictosdentro de la Iglesia y de la sociedad. Puede llamar alos problemas por su nombre. Pero cuando dice la ver-dad, ésta no suena ya a mordaz ni a enojada. Uno pre-siente más bien que, efectivamente, así es. Y en todaverdad siempre se deja sentir también la sabiduría. Lapalabra latina de donde viene sabiduría es "sapientia".Sabio es aquel que ha saboreado la vida, que conoceel sabor de la vida. Aunque la vida tenga a veces unsabor amargo, en el anciano sabio ha adquirido yaun nuevo sabor, un sabor dulce. La palabra alemana(Weisheit) viene del verbo latino vidi, que significa ver.Sabio es el que ve las cosas desde la base, el que tras-pasa las apariencias para ver la realidad. En todo escapaz de ver al mismo Dios. Por eso se siente tran-quilo, porque los juegos humanos de poder no son lodefinitivo. Por debajo de toda injusticia y maldad, éldirige su mirada a la base, y allí ve a Dios en acción,capaz de transformarlo todo. Hombres así, ancianossabios, necesita hoy nuestra Iglesia y nuestra sociedadcon más urgencia que nunca.

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18Jesús: el Salvador

Jesús es el hombre que reúne en sí todos los arquetipos descritos hasta ahora. Es el profeta

que anuncia a los hombres la voluntad de Dios. AntePilato es el verdadero rey, que no se deja avasallarpor nadie. En su pasión es el justo sufriente y el már-tir, que sale fiador de su mensaje. Es el luchador quecombate indignado y con fuerza contra la dureza decorazón de los fariseos (cf Mc 3, 1-6). Jesús es amigopara sus discípulos. Y es el amante, no sólo en rela-ción con Juan, sino también en relación con MaríaMagdalena. Él tiene con las mujeres un modo de pro-ceder muy distinto del que tenían los rabinos judíosde su tiempo. Sintiéndose plenamente libre, las acep-ta como discípulas y las trata con cariño y sin miedoal contacto físico con ellas. Jesús es el bufón, que des-cribe con humor la situación de los hombres tantoen sus parábolas como en sus ingeniosas imágenes.Jesús es el hombre integral, el hombre completo, queune en sí anima y animas, amor y agresividad, Diosy hombre, luz y tinieblas, cielo y tierra. Hanna Wolfha escrito sobre Jesús, presentándolo como el hom-bre integral. Franz Alt, en la misma línea, ha vistoen Jesús al hombre nuevo. Cada uno puede ver enJesús otros muchos aspectos de la identidad masculi-

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na. Cada cual puede contemplar en Jesús, el hombre,aquello que para él mismo es importante en su con-dición de hombre.

C. G. Jung ve en Jesús el verdadero arquetipo delyo realizado. Y piensa que por haber encarnado Jesúsese arquetipo en su forma más pura es por lo que haejercido en los hombres un influjo tan fuerte a lo largode los siglos. Como arquetipo del yo, Jesús tiene, tan-to para los hombres como para las mujeres, un efectointegrador en su camino hacia la propia realizaciónpersonal. Cuando yo contemplo al hombre Jesús, talcomo lo presentan los cuatro Evangelios, me fascinansobremanera tres aspectos concretos:1. Jesús está presente con todo su ser: Cuando hace

acto de presencia, él está sencillamente allí, y estácon toda su fuerza. Nadie puede pasar de él.Cuando habla, es imposible dormirse. Sus pala-bras tocan el corazón y despabilan.

2. Jesús es interiormente libre: Es libre del afán porponer su ego en el centro. Dinero, poder y fama no tie-nen para él ninguna importancia. Es libre para decirlo que siente. No toma en consideración el efecto quepuede ocasionar en los hombres o las consecuenciasque sus palabras y sus acciones pueden acarrear.

3. Jesús es un hombre pleno, veraz y sincero, inta-chable. Irradia algo originario y puro. Está en relacióncon su verdadero yo. Está enraizado en Dios. Estole libera de todo miedo ante la soledad o la muerte.Jesús descansa en sí, o lo que es lo mismo, en Dios.No se deja intimidar o apabullar. Es insobornable.Estos tres aspectos son para mí rasgos de un hom-

bre auténtico, de un hombre que dice sin miedo lo quepiensa, que se presenta lleno de fuerza, que a nadie

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deja indiferente. O se deja uno contagiar por su ener-gía o se ve obligado a confrontarse con él.

Renuncio aquí a describir al hombre Jesús en to-das y cada una de sus facetas. Deseo solamente fijarla atención en un arquetipo que me parece central:el arquetipo de salvador. Salvar es algo que sólo selo puede permitir aquel que ya está personalmentesalvado y que ha integrado en sí toda la altura y laprofundidad, toda claridad y oscuridad. Los cuatroEvangelios nos hablan de que Jesús salvó a los hom-bres. Pero cada evangelista interpreta a su manera esasalvación llevada a cabo por Jesús.

En Marcos, Jesús es el exorcista, que con poder ex-pulsa los demonios. Los demonios son fuerzas inter-nas, complejos que se apoderan de los hombres. Sonespíritus perturbadores que contaminan el pensamien-to del hombre, que nos llevan a la confusión interior.Con ellos no podemos ya pensar con claridad. Nues-tros pensamientos quedan empañados por la amargu-ra, la decepción, el enojo. Jesús es el médico poderosoque, con la fuerza de su palabra, libera a los hombresde estos poderes extraños. Como salvador, integra elarquetipo del mago. En la curación del ciego, Jesús apa-rece como un mago que, con saliva e imposición de ma-nos, hace desaparecer la ceguera (Mc 8, 22-26). Marcospresenta a Jesús como un salvador masculino, que confuerza masculina lucha contra el poder de los demo-nios y los vence. En su lucha contra los demonios sus-cita la oposición de los poderes de este mundo. Estos loatrapan en sus garras y lo matan. De este modo, en sulucha por la vida, Jesús pone en juego su propia vida.La victoria sobre los demonios le cuesta la vida. Peroen la impotencia de la muerte es precisamente dondeél lleva a plenitud su victoria sobre los demonios. El

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fuerte grito de Jesús en la cruz es un grito de victoria.Al morir, Jesús expresa en un grito sonoro su victoriasobre el poder de las tinieblas en el mundo. En Marcos,Jesús cura no con afabilidad y mansedumbre, sino con"una energía masculina que se impone, una energía vi-gorosa, firme y determinante" 1•

En Mateo aparecen en primer plano otros dos as-pectos de la salvación. Son, por una parte, la culpa y,por otra, la fe. Para Mateo van unidas enfermedady culpa. La conexión no deja de tener cierta justifica-ción pero no se puede ver como algo categórico. Si asífuera, nos encontraríamos con graves dificultades. EnMateo, Jesús cura interpelando y actuando sobre lascausas más profundas de la enfermedad; cura igual-mente transmitiendo al que no puede aceptarse a símismo, que Dios lo acepta de manera plena e incon-dicional. De este modo, en los hombres que dudan desí mismos, Jesús despierta una confianza nueva, unafe que les proporciona estabilidad. Lucas es visto enla tradición como médico. La actuación de Jesús vienepresentada por él con frecuencia en un lenguaje es-pecífico de la medicina. Jesús es para él el verdade-ro médico, que supera con creces a los otros médicosque ha podido conocer en su ambiente griego. Jesússe preocupa de dejar a los hombres sanos y salvos.De ahí que aparezca en Lucas la raíz griega "saos"(= salvo, íntegro, sano) con más frecuencia que en nin-gún otro Evangelio. La enfermedad subyuga y postraal hombre por tierra. Jesús levanta a los enfermos yles devuelve su dignidad inviolable, una dignidadque ellos ven menoscabada con la enfermedad. Eslo que sucede con la mujer encorvada, que se sien-

1. P. M. ARNOLD, De; Weg zur Stiirke, Munich 1991, 249.

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te atada y abrumada por la carga de su vida. Jesúsla pone en pie, despertando en ella la conciencia desu dignidad divina (cf Lc 13, 10-17). Junto a Jesús, loshombres dejan a un lado su resignación. Se sientenvalorados y apreciados por Jesús, tratados con delica-deza y aceptados. Vuelven a encontrar su integridad.Cuando Jesús cura a los enfermos, tiene lugar la nue-va creación. En la curación, Jesús hace patente cómoes el hombre a los ojos de Dios. Cuando Dios hubocreado al hombre, vio que todo era bueno. Esto es loque Jesús quiere transmitir al enfermo: "Es bueno quetú estés ahí, y es bueno que tú seas como eres. Tú eresbueno". Este mensaje vuelve a poner en pie al hombreencorvado y le hace ver su hermosura originaria.

Juan percibe como causa de la enfermedad la des-vinculación con la fuente divina. El hombre está sanosolamente cuando la vida divina le impregna por com-pleto. Jesús cura al paralítico y al ciego de nacimientoen una fuente. Pero Jesús no tiene necesidad de llevar aestos enfermos a la fuente. Con su palabra, él los haceentrar en contacto con la fuente interior, con la fuentede la vida divina, que brota dentro de ellos. Quedarásano todo aquel que entre en contacto con esta fuente.Recobrará la confianza para ponerse en pie y recorrersu camino. Recibirá fuerzas para abrir los ojos y queda-rá capacitado para ver la realidad, para ver el trasfondode las cosas, para ver a Dios, que está en todo.

¿Cómo llega Jesús a ser salvador? Ésta es para míla cuestión decisiva. La respuesta teológica —que élpuede salvar en cuanto Hijo de Dios— no me parecesuficientemente satisfactoria. Jesús no fue salvadordesde el principio. Él fue desarrollando en su interior elarquetipo de salvador. Para mí, los Evangelios señalanmomentos importantes en este proceso. El primer mo-

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mento lo constituye el bautismo de Jesús. Fue claramen-te una experiencia de iluminación. Marcos nos dice queel cielo se abrió sobre Jesús cuando él salió del agua delJordán. El bautismo es para Marcos un ritual divino deiniciación en la masculinidad. Jesús emerge como hom-bre nuevo de las aguas del Jordán. La identidad del hijodel carpintero la ha dejado hundida en el Jordán. Seha sumergido en el agua, en el recinto del inconscien-te. Nuestra vida se seca sin la fuente del inconsciente.Para Lucas es importante otro aspecto del bautismo deJesús. En el bautismo, Jesús quedó lleno del EspírituSanto. Jesús —así nos lo dice Lucas ya en los relatos dela infancia— es Hijo de Dios desde el nacimiento. Peroes en el bautismo donde él toma conciencia de su ver-dadera identidad: Él es el Hijo amado de Dios, dotadode la fuerza de su Espíritu. Todo lo que Jesús hace apartir de este momento —su misión de anunciar y decurar— manifiesta que él está plenamente colmado delEspíritu de Dios. El Espíritu de Dios es una fuerza de laque Jesús dispone para curar y liberar.

Pero siempre hay hombres que tienen experienciassimilares del Espíritu y se aprovechan de ellas paraenvanecerse y situarse por encima de los demás. Unmomento importante para Jesús en el proceso hacia suplena realización como hombre es cuando el Espíritule conduce al desierto. En Marcos se dice literalmenteque el Espíritu impulsó a Jesús al desierto. Lo que Je-sús experimenta no es una acción suave, sino enérgi-ca, del Espíritu Santo. "Allí permaneció cuarenta días,siendo puesto a prueba por Satanás. Estaba con las fie-ras, y los ángeles le servían" (Mc 1, 13). Los cuarentadías señalan el período de la prueba psíquica que Je-sús ha de afrontar en el desierto. Jesús se encuentra enel desierto con su propia verdad. El desierto es para

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Marcos el ámbito donde dominan los demonios. Jesússe enfrenta en este ámbito con los demonios. Se sitúafrente a ellos. Intima con ellos y adquiere poder sobreellos. Marcos expresa esto con la imagen de los ani-males salvajes y de los ángeles. Jesús hace experien-cia en su propia carne del animal salvaje. No huye deél, sino que intenta conciliarse con lo salvaje y con loanimal. Simultáneamente, Jesús experimenta a los án-geles junto a sí. Cada hombre tiene también una parteangelical. Puede incluso predominar. Pero si uno vesolamente esta parte angelical, corre el peligro de des-truir su masculinidad, siguiendo un camino espiritualque le hace perder pie. Esto no es bueno para el alma.Los primeros monjes eran conscientes del peligro. Aun joven que parecía volar al cielo en su camino es-piritual le aconseja un anciano padre que se agarre alos talones y aterrice. Jesús integra en su estancia en eldesierto los dos polos: la parte animal y la parte ange-lical. Vive pacíficamente con los animales salvajes y, almismo tiempo, le sirven los ángeles. Los ángeles sonseres espirituales que contemplan a Dios. Conciliadocon la parte animal, Jesús contempla a Dios. En lossueños, los animales representan siempre la sabiduríade los instintos, lo impulsivo y la sexualidad. Todo esteámbito queda integrado en la persona de Jesús. Nole impide la visión de Dios, sino que es precisamenteel campo abonado donde crece la espiritualidad. Laimagen de los animales salvajes y de los ángeles dicetodavía algo más: "En el lugar más peligroso sobre latierra, Jesús se encontraba seguro y protegido. Ahorapodía él marchar a cualquier parte. Ahora ya no se lepodía sobornar, ni intimidar, ni tentar, ni doblegar" 2.

2. lb, 247.

Quisiera entresacar de los Evangelios todavía algu-nas escenas más, que nos muestran por qué Jesús sesiente inducido a curar. Sigo aquí sobre todo el Evange-lio de Marcos. Cuando Jesús predicó por primera vez enla sinagoga de Cafarnaún, los oyentes quedaron muyimpactados de su enseñanza: "Pues los enseñaba conautoridad (divina), y no como los maestros de la ley"(Mc 1, 22). Jesús habla de Dios de tal manera que loshombres presienten: éste no sólo habla de Dios; en suspalabras se hace presente el mismo Dios; Dios resplan-dece en ellas. Era un discurso arrollador y un hablarauténtico. Ya este hablar de Jesús sobre Dios posibilitala curación de los hombres. Cuando Jesús estaba ha-blando adecuada y claramente de Dios, un hombre enla sinagoga se puso a gritar. Era un hombre poseído porun espíritu inmundo. Se podría decir: Tenía una imagendemoníaca de Dios. Cuando Jesús habla de Dios, estaimagen demoníaca de Dios se despierta. Quizá habíareducido a Dios a un sistema de seguridad personal. Oquizá lo había utilizado para imponerse a los demás.Dios le servía como peldaño para elevar su autoestima.Jesús saca a la luz estas imágenes demoníacas. Teníanque despabilarse. Y el hombre aquel terminó por esta-llar. Advirtió que se ahogaba. Cuando estas imágenesdemoníacas ya no le sirven, todo su proyecto de vidase le viene abajo, Jesús ordena al espíritu inmundo:"¡Cállate y sal de él!" (Mc 1, 25). Y el espíritu salió deél dando un fuerte alarido. La reacción de los hombresfue de temor y de asombro: "¿Qué es esto? ¡Una doc-trina nueva llena de autoridad! ¡Manda incluso a losespíritus inmundos y éstos le obedecen!" (Mc 1, 27).Un hombre es curado mientras Jesús habla adecuada-mente de Dios. Las imágenes enfermizas de Dios hacenenfermar al hombre. Por el contrario, cuando uno llega

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a conocer al verdadero Dios mediante la experiencia desu propia verdad y habla de él con autenticidad, cura alos hombres dominados por imágenes demoníacas deDios. Salvar es aquí, sobre todo, liberar al hombre defuerzas extrañas, de demonios, de modelos de vida yde representaciones de Dios y del mundo que llevan auna situación de enfermedad.

La segunda escena que tiene para mí una impor-tancia singular en orden a contemplar al hombre Jesúscomo salvador se encuentra en el relato de la curaciónde un hombre en sábado (Mc 3, 1-6). Hay un hom-bre con una mano seca. Se trata evidentemente de unhombre que ha renegado de su masculinidad. Se haacostumbrado a retirar la mano para no quemarse losdedos. Es incapaz de una comunicación auténtica. Noentra en contacto con los demás. Se sienta en el rincón,como simple espectador. Es la caricatura de un hom-bre. Jesús cura a este hombre ordenándole: "Levántatey ponte ahí en medio" (Mc 3, 3). La enfermedad de estehombre consiste en mantenerse alejado de todo. Ahoratiene que dejar finalmente su papel de espectador y si-tuarse en el centro. Allí será visto por todos. Tiene quesoportar las miradas y permanecer en pie. Jesús se diri-ge entonces a los fariseos, antes de seguir ocupándosede aquel hombre: "¿Qué está permitido en sábado: ha-cer el bien o hacer el mal, salvar una vida o destruirla?"(Mc 3, 4). Jesús desafía a los fariseos. Sabe que le estánobservando con escrupulosidad por si cura en sábado,algo que para los fariseos está permitido sólo en peli-gro de muerte. Estas prescripciones insignificantes sonpara Jesús mortales. Todo aquel que da más importan-cia a las normas que al hombre hace el mal, destruyela vida. Se hace patente aquí la libertad de Jesús. A élle importan los hombres, no las prescripciones. Ante el

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silencio cobarde de los fariseos, Jesús "lanza sobre ellosuna mirada de indignación y de pena por la dureza desu corazón" (Mc 3, 5). Jesús se encuentra solo frente almuro de hombres endurecidos, que se esconden tras supoder y sus normas. Los sentimientos de Jesús aflorancon fuerza. Su indignación es enérgica. En su indigna-ción, lejos de estallar en un arrebato de ira, se distanciade sus adversarios. No les da ninguna autoridad. Pue-den seguir con su dureza. Es su problema. Jesús tienela conciencia tranquila. La indignación es para él lafuerza que le posibilita mantenerse firme y sentirse li-bre frente al poder de los otros. Para mí, Jesús es aquí elhombre totalmente presente. Está plenamente inmersoen la situación del momento y es plenamente dueñode sí mismo. No se deja determinar por esperanzas,temores y amenazas externas, sino sólo por su propiaconvicción. Está en armonía consigo mismo. Y por estaarmonía consigo mismo y con Dios, no se deja arrastrarpor nadie, tampoco por corazones endurecidos y hosti-les. Pero Jesús, además de indignado, está apenado. Engriego se dice: syllypoúmenos. El verbo significa "afli-girse con, condolerse". Jesús se distancia en su indig-nación, pero se adentra al mismo tiempo en el corazónde los adversarios. Siente el modo que ellos tienen dever las cosas. Deplora que llegue tan lejos la dureza desu corazón y que estén tan exasperados, hasta el puntode permitir que se extinga en ellos todo sentimientohumano. Su corazón es un corazón muerto. Puesto queJesús se siente interiormente firme, tiene a su vez elvalor de mirar el corazón del otro, aun cuando allí nopueda ver más que caos, oscuridad y maldad.

Jesús es consciente de la atmósfera hostil que le ro-dea. A pesar de todo, hace lo que le pide su corazón. Nose deja determinar por los demás. Actúa por su propia

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cuenta. Ordena al hombre: "Extiende tu mano". Ha detener el coraje de tomar en su mano las riendas de suvida, de extender su mano para dársela a otros y tam-bién para empuñar los problemas que se le presenten.En este relato de curación sale a mi encuentro la fuertehumanidad de Jesús. Jesús es un hombre que se man-tiene firme, aunque todo el ambiente se ponga en sucontra. Hace lo que siente en su interior, sin miedo ala reacción hostil de los demás. Esto me fascina. Jesúslucha por el hombre que ha renegado de su masculini-dad. Lucha por la vida. Está presente de tal forma quelos demás no pueden permanecer indiferentes. Ni losenfermos ni los despiadados fariseos pueden pasar deél. Tienen que tomar postura. Jesús es tan claro queante él se desvela la falsedad de los hombres que lerodean. Junto a Jesús queda iluminado todo lo que seesconde en el corazón humano. Jesús obliga a la ver-dad. Nadie puede cerrar los ojos a su propio interior ya su propia verdad cuando Jesús está ante él.

En el relato sobre la estancia de Jesús en el desiertohemos visto que él se reconcilió allí con sus sombrasy que integró dentro de sí lo animal. El culmen de laintegración se hace perceptible en la cruz. La cruz esun símbolo primordial de la unidad de todos los con-trarios. En la cruz abarca Jesús todos los recintos delcosmos: la altura y la profundidad, la tierra y el cielo,la luz y la tiniebla, lo consciente y lo inconsciente, elhombre y la mujer. Los cuatro evangelistas nos dicenque las mujeres estaban junto a la cruz. Jesús se dife-renció de los rabinos judíos por aceptar que las mujeresle siguieran. Jesús procedió, pues, de manera distintacon las mujeres. Hanna Wolf ha descrito a Jesús comoel hombre integral, el hombre que integró en sí tambiénel anima. Esto se podría mostrar teniendo en cuenta su

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comportamiento con las mujeres. Jesús conversó sinrecelos con mujeres. Manifestó ante mujeres sus senti-mientos y lo hizo sin tomar en consideración los temo-res de sus discípulos. Los discípulos se sorprendieronde que él hablara con una samaritana. "Pero ningunose atrevió a preguntarle qué quería de ella o de quéestaban hablando" (Jn 4, 27). Jesús dejó que se acercaraa él una mujer que con sus lágrimas lavó sus pies y losenjugó con sus cabellos mientras los besaba (Lc 7,3 8).Él no estableció a las mujeres en ningún puesto. Peroapreció la hospitalidad de Marta, igual que la actitudcontemplativa de María, que le escuchaba sin más, de-seando entender su misterio (Lc 10, 38-42).

Lucas presenta a Jesús en la cruz como el hombrejusto. Esta presentación evoca un pasaje del filósofogriego Platón (428-348 a.C.) en su obra La República(Politeia). Platón piensa que un hombre realmente justopronto se convertirá en blanco de críticas en un mundoembustero. Escribe Platón: "En tal ambiente, el justoserá azotado, atormentado, encadenado y cegado ensus dos ojos; finalmente, después de todos los tormen-tos, será colgado en la cruz". Ya Clemente de Alejandría,en torno al año 210 d.C., vio estas palabras de Platóncomo una interpretación anticipada de la muerte de Je-sús en la cruz. Y antes que él, así las comprendió Lucas.Jesús fue un hombre justo, un hombre recto e íntegro.Fue recto en todo. Integró en sí toda antinomia. Lucasutiliza con frecuencia el adjetivo "justo" en el sentidode intachable. En los Hechos de los Apóstoles describeasí a Jesús: "Ustedes negaron al Santo y al Justo" (Hech3, 14). Jesús es el hombre justo, recto, intachable, quehace justas en su ser personal todas las dimensiones delhombre. Es el hombre integral, que unifica en sí todo loque pertenece a la condición humana.

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Jesús es para Lucas el hombre totalmente él, elhombre que vive desde su centro más íntimo y quedesea llevarnos al contacto con nuestro verdadero yo.Jesús resplandece como arquetipo del yo en una es-cena al atardecer del día de Pascua. Se hace presenteal grupo de discípulos y les muestra sus manos y suspies: "Soy yo en persona» (Lc 24, 39). En griego se dice:"Egó eimi autós". Para los filósofos estoicos "autós" ex-presa el verdadero yo, el santuario interior del hom-bre, donde nadie tiene acceso sino Dios. Es el espaciointerior de la libertad y la autenticidad, el verdaderoyo, el verdadero núcleo de la persona. El Resucitadoquiere conducirnos a nuestro verdadero yo. Hace a losdiscípulos esta invitación: "Tóquenme y convénzansede que un fantasma no tiene carne ni huesos, comoven que yo tengo" (Lc 24, 39). En el encuentro con elResucitado debe quedarles claro a los discípulos queellos no son simples espíritus, sino personas. ComoJesús, ellos son de carne y hueso. Pero en el interiorse encuentra el "autós", el santuario, el verdadero yo,donde Dios mora en nosotros. En el proceso hacia laplena realización de la masculinidad el objetivo esentrar en contacto con el yo íntimo, con ese espaciode quietud, donde Dios mora en nosotros como en untemplo, con ese lugar del silencio, donde nosotros so-mos nosotros mismos, libres de las expectativas de losdemás, libres de la presión del propio trabajo.

Jesús es capaz de salvar a los hombres por ser ple-namente él mismo, por ser auténtico, porque vive ensu santuario interior, en su "autós". Jesús invita a loshombres y mujeres a alcanzar su verdadero yo. En-tonces saldrá de ellos también algo salvífico y algoque lleva a la plenitud. Quien está dividido en su in-terior, sólo puede contagiar división a su alrededor.

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Quien está perturbado por demonios sólo origina ensu entorno niebla y oscuridad. Proyecta sobre los de-más lo sombrío y enfermo que hay dentro de él. Je-sús es libre de todos los mecanismos de proyección.Él se ve tal como es. Por eso puede ver también a loshombres tal como son. Porque él descansa sobre suyo, desvela también a los demás dónde está su verda-dero centro. Salvación significa: entrar nuevamente encontacto con ese núcleo divino. Pero para Jesús signi-fica igualmente: decir sí a su corporalidad. El caminohacia el santuario interior pasa por el cuerpo y por lapropia carne. Sólo el hombre que dice sí a su cuerpoy se reconcilia con él puede entrar en contacto con suverdadero yo, con el espacio interior donde habita laauténtica e intacta imagen de Dios.

De nosotros mismos no podemos decir que seamossalvadores. Hay hombres que tienen un don curativo.Se trata siempre de un regalo de Dios, un regalo fuerade nuestro alcance. Lo que nosotros podemos apren-der en Jesús es el modo de alcanzar nuestro verdaderoyo. Alcanzado esto, brotará de nosotros algo salvífico.Sería peligroso que nos identificáramos con el arque-tipo del salvador. El peligro lo experimento una y otravez en mí mismo. Cuando, en la dirección espiritual,alguien me cuenta que ha llevado a cabo algunas te-rapias que no le han ayudado en nada, enseguida seanuncia en mí el arquetipo del salvador con la frase:"Yo le puedo ayudar. El camino espiritual que yo levoy a mostrar le salvará". Pero si yo me dejo atraparpor el arquetipo del salvador, me ciego para ver mispropias necesidades. Deseo demostrar mi capacidadde salvar. Deseo probar a los terapeutas que el caminoespiritual posee más fuerza curativa que los métodospsicológicos. Todo esto oscurece mi espíritu. No podré

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ya ver al otro tal como es, y la presión me embargará.No advierto que el arquetipo del salvador me inducea perder mi mesura, a asignarme más de lo que mecompete, a representar ante el cliente mis necesidadesde cercanía y reconocimiento. Jesús, el salvador, mepreserva de identificarme con el arquetipo de salva-dor. Jesús quiere llevarme a entrar en contacto con lasfuerzas curativas que hay en mí. Pero quiere sobretodo ayudarme a descubrir mi verdadero yo. Enton-ces saldrá también de mí aquello que salva.

Hay muchas mujeres que se sienten a gusto entrelos enfermos y que los salvan con sus tiernos cuida-dos. No pocas mujeres me dicen que tienen manossalvadoras. Es algo que rara vez se oye entre los hom-bres. Cuando el hombre es salvador, su salvaciónes de otra calidad. Salva con su fuerza masculina ycon su lucidez. Existen muchos médicos y terapeutasbuenos, muchos pastores de almas y directores espi-rituales, que llevan a sus clientes a entrar en contactocon sus propias fuerzas. Han aprendido de Jesús elmétodo terapéutico de confrontación. Confrontan alenfermo con sus propios recursos. Despiertan en él supropia fuerza. Los hombres pueden aprender de Jesúsa descubrir sus fuerzas salvadoras. El presupuesto in-dispensable para ello es que, con Jesús, emprendan elcamino hacia la realización plena de la masculinidad,un camino en el que han de integrar en su condiciónde hombres todo lo que emerge en ellos: lo selváti-co y lo apacible, lo duro y lo blando, lo masculino ylo femenino, lo claro y lo oscuro. En el encuentro conJesús desaparece de ellos lo inauténtico y las simplesapariencias. Entran entonces en contacto con su ver-dadero yo. Y sólo desde ese yo íntimo les es posiblesalvar a los demás.

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Resumen

Caminos para llegar a ser hombres

L os hombres de la Biblia que he presentado nosimpulsan a enfrentarnos con nuestra propiaverdad. No podemos limitarnos a contemplar su his-toria como simples espectadores. Los hombres de laBiblia están llenos de fuerza. No se puede pasar anteellos distraídos. Ellos nos interpelan, nos provocan ydespiertan en nosotros la fuerza masculina. Pero loshombres de la Biblia no son figuras ideales que noso-tros podamos imitar sólo con mala conciencia. Ellosmismos han recorrido caminos extraviados y equi-vocados. Han tenido que sufrir contratiempos. Hanexperimentado incluso caídas. Ellos quieren decirnos:"No se trata de que tú lo hagas todo perfecto, sino deque te atrevas a vivir la vida. No se trata de no co-meter ningún error. No escondas tus errores, aprendede ellos. No es malo caer. Pero no permanezcas caído.Cuando hayas caído, levántate. Si luchas, una y otravez quedarás herido. No hagas caso omiso de tus he-ridas. Forman parte de tu camino. Ellas te capacitanprecisamente para amar, pues no hay ningún amor sinheridas. Entra en contacto con tu fuerza masculina,con tu agresividad, con tu sexualidad, con tu disci-plina, pero también con tus pasiones. Ellas te preser-varán de una vida aburrida. Lucha por los hombres

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y por su vida. Entrégate con todo lo que tienes a tudisposición. Encontrarás entonces gusto a tu masculi-nidad. Te capacitarás entonces, como hombre, para unamor que despierta vida, para un amor que está llenode pasión y que te encantará a ti y a tus seres queridos.Y llegarás a reconocer que merece la pena emprenderel camino hacia la plena realización como hombre, lle-vando a cabo en este camino algo propio de Dios, algoque sólo a través de ti puede surgir".

El análisis de los hombres de la Biblia invita a de-sarrollar una espiritualidad masculina que correspon-da a los arquetipos representados por estos hombres.Prescindiendo de que la Iglesia católica haya excluidohasta ahora del ministerio sacerdotal a las mujeres, seha de reconocer que su espiritualidad es más femeni-na que masculina. Virtudes pasivas como la compren-sión, la compasión y la humildad son alabadas en esaespiritualidad, mientras que la lucha agresiva por lajusticia y la entrega apasionada por el amigo pasanmás bien a un segundo plano.

Espero que las reflexiones de este libro acrecientenla inquietud de los hombres por encontrar su cami-no originario, el camino de su propia identidad, perotambién su camino espiritual, que no excluye la fuerzay la pasión, sino que las encauza desde el dinamismode la energía masculina. La espiritualidad masculi-na, tal como se pone de manifiesto en las 18 figurasbíblicas escogidas, aborrece un sistema férreo y todaclase de ideología. Los hombres se muestran escép-ticos frente a todo ideal demasiado elevado, frente aun lenguaje excesivamente solemne. En los hombresde la Biblia descubrimos caminos para entrar en con-tacto con Dios y para entregarnos plenamente a loshombres. Encontramos en ellos a hombres vigorosos,

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que han ido pasando por todas las alturas y profundi-dades, que se han confrontado con su propia verdad,que han integrado su sexualidad y su vitalidad, peroque con frecuencia se han visto también zarandeadosen una dirección u otra por sus múltiples ambicionesinternas. La espiritualidad masculina se opone a todasistematización e idealización. Es concreta, orientadahacia la acción y el compromiso, llena de fuerza y lle-na de pasión.

He encuadrado a los hombres de la Biblia en 18 ar-quetipos diferentes. Pero se trata siempre de hombresconcretos, con su historia específica. Los hombres dela Biblia no son superhombres. Son hombres de carney hueso, hombres con una historia de éxitos y una his-toria de fracasos. En su desarrollo han experimentadorupturas. Son hombres llenos de vigor. Sin embargo,de vez en cuando no dejan también de ser débiles.Caen. Pierden en la batalla. Pero se levantan de nuevotras la caída. Son además hombres capaces de amar,aun cuando en su camino de amor vivan altibajos,aciertos y fallos. Espero que las 18 figuras masculinasayuden a los lectores a desarrollar su propia mascu-linidad y a aceptarse como hombres, con todas lasfuerzas y con todas las debilidades. Los hombres de laBiblia nos invitan a asumir la propia vida quebradizay a modelarla según la forma que Dios tiene pensadapara cada uno. No tenemos que ajustamos a ningúnesquema. Se trata más bien de emprender el caminopor el que Dios nos envía a cada uno.

Ningún hombre responderá con precisión a nin-guna de las 18 figuras que he presentado. Pero cadacual descubrirá, en una o en otra, semejanzas consigomismo. Estas figuras se convierten así en una invi-tación a orientar cada uno sus propias fuerzas, pero

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también a percibir las dificultades, a descubrir las po-sibilidades con las que cuenta en su interior e inclusoa entrever las caídas que le esperan. A la luz de ellas,cada uno ha de reconocer además dónde se encuentraconcretamente en su camino de desarrollo y cuáles sonlos pasos que ha de dar. Cada hombre tiene la misiónde recorrer su camino totalmente personal, el caminoque sólo Dios le señala. Pero, al confrontarse con estos18 hombres de la Biblia, descubrirá dentro de él recin-tos que hasta ahora le estaban sellados.

Los hombres descritos en el libro han desarrolladosiempre en su interior dos elementos diversos: la lu-cha y el amor. No hay camino posible hacia la plenarealización de la masculinidad sin estos dos elemen-tos. El hombre que se limita a luchar se convierte confacilidad en un "broncas", que necesita constante-mente adversarios para sentirse con vida. El hombreque prescinde de la lucha y se prescribe sólo el amorno entenderá nunca lo que significa realmente amar.Recientemente me contaba una mujer que su maridola amaba muchísimo, pero que ella no podía saborearese amor. Era un amor pegadizo, lánguido, de mu-chos abrazos, pero sin desafío ni fuerza provocativa.El amor necesita también fuerza para poder desarro-llar todo su potencial en seducción y felicidad.

Cada hombre ha de encontrar su balanza personalentre la lucha y el amor. No existe el hombre estándar.No hay ningún modelo universal para la realizaciónpersonal de la masculinidad. El equilibrio entre luchay amor tiene que ser evaluado y renovado en cadaetapa de la vida. Varía con el paso de los años. Así,pues, querido lector, te deseo que encuentres tu modode armonizar, precisamente ahora, lucha y amor. Tedeseo que, al compás de la lectura, percibas tu fuerza

masculina, que te alegres de sentirte con bríos para de-sarrollar esa fuerza y que seas hombre de buen grado.Te deseo además que no desarrolles tu masculinidada costa de la mujer, sino que suscites en la mujer la cu-riosidad por conocer qué aspecto y qué sabor tiene unhombre auténtico; que te dejes fascinar siempre en tucamino hacia la plena realización de la masculinidadpor el misterio de la mujer, que despierta lo nuevo quehay en ti. Es un camino apasionante el que te espera,un camino que te conducirá por alturas y profundi-dades, por oscuridades y experiencias luminosas. Tedeseo que, corno hombre, tengas ganas de luchar porla vida y de amar la vida. E invita también a otros aluchar y a amar contigo.

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Introducción .......................................................................... 5

1á-arquetipos masculino4

1. Adán: hombre y mujer ....................................... 142. Abrahán: el peregrino ........................................ 253. Isaac: el huérfano de padre ................................. 344. Jacob: el padre ................................................... 435. José: el mago ...................................................... 556. Moisés: el guía .................................................. 637. Sansón: el guerrero ............................................ 768. David: el rey ...................................................... 869. Salomón: el amante ............................................ 96

10. Jeremías: el mártir ............................................. 10511. Elías: el profeta .................................................. 11512. Job: el justo sufriente .......................................... 12213. Jonás: el bufón .................................................... 12914. Pedro: la roca ..................................................... 13515. Pablo: el misionero ............................................. 14516. Juan Bautista: el hombre selvático ...................... 15517. Juan: el amigo y el anciano sabio ........................ 16118. Jesús: el Salvador ............................................... 170

Resumen: Caminos para llegar a ser hombres ............. 185

Bibliografi'd ............................................................................ 190

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hace dos décadas da vueltas en laconciencia personasla pregunta por la identidad deltratamiento feminista ha fortificado la autocon-

jeres. Sin embargo esto ha suscitadoseguridad en los hombres. A la luz de

licúasmasculinas, Anselm Grün quierepueden los hombres encontarar su pro-do dos elementos: la lucha y el amor.e lucha, corre el peligro de volverse duro

len solamente ama, propende a potenciarectiva de ternura.tualidades pertenecen a la masculinidad., el hombre es capaz de amar. Y su luchaor, para que no se convierta en un combatelego.

ISBN: 978-970-685-169-7

9 7 89706 851697