Lucía Outeiral, Leonor Santamaría, I Congreso Nacional Galicia

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Santiago de Compostela, se convirtió, el pasado fin de semana en sede del I Congreso Nacional de Protocolo en Galicia. Es la segunda vez en lo que va de año, que esta ciudad acoge un acto destinado a profesionales del protocolo. Esta vez, ha sido un acto abierto a todos los estudiosos del protocolo. La Escuela Internacional de Protocolo ha sido, una vez más, protagonista del encuentro a través de su representación, gracias a la asistencia de alumnos y profesores, que pone de manifiesto su compromiso con este tipo de actos. Dicho congreso organizado por la EGP constó de tres intensas jornadas, en las que para finalizar se recogieron las conclusiones en siete puntos, que, a mi juicio, no concretan nada nuevo y más bien se sintetizaron en conclusiones de poco calado. (ver artículo de Rebeca Santamarta) Dicho congreso ha dejado varios posos al respecto de la situación del protocolo. 1. La capacidad, potencialidad y los apoyos institucionales con los que puede contar Galicia para acoger un congreso de protocolo. 2. La gran presencia de la EIP en los eventos nacionales e internacionales, y por lo tanto, su peso como Escuela. 3. La necesidad de unidad en la gestión de congresos. Este congreso se celebró casi en paralelo al de Budapest, y aunque contó con el apoyo de la Asociación Española de Protocolo como entidad colaboradora a través de la presencia de su presidente, Juan Ángel Gato y de varios de sus asociados, no se le reconoció completamente su participación. En los tiempos tan difíciles que corren es sabido por todos, que la unión hace la fuerza, por lo que lo mejor para que no empiecen a proliferar los congresos de protocolo que no busquen fines útiles a esta profesión, es siempre estar unidos para la mejora continua de nuestro oficio y buscar el apoyo de todas las instituciones que luchan por el reconocimiento de esta profesión. 4. La no restricción de los actos. Siguiendo con el punto anterior, se debería fomentar el compañerismo y el reciclaje. 5. Sensibilización tanto a nivel público como privado de la necesidad de profesionales en protocolo. A groso modo, son algunas de las percepciones personales que he derivado de este Congreso, que, a pesar de la situación actual, animan a seguir adelante, para que esta labor se valore como se merece, seguir aprendiendo, luchando por la valoración e intentando hacerse un hueco a nivel profesional.

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Santiago de Compostela, se convirtió, el pasado fin de semana en sede del I Congreso Nacional de Protocolo en Galicia. Es la segunda vez en lo que va de año, que esta ciudad acoge un acto destinado a profesionales del protocolo. Esta vez, ha sido un acto abierto a todos los estudiosos del protocolo.

La Escuela Internacional de Protocolo ha sido, una vez más, protagonista del encuentro a través de su representación, gracias a la asistencia de alumnos y profesores, que pone de manifiesto su compromiso con este tipo de actos.

Dicho congreso organizado por la EGP constó de tres intensas jornadas, en las que para finalizar se recogieron las conclusiones en siete puntos, que, a mi juicio, no concretan nada nuevo y más bien se sintetizaron en conclusiones de poco calado. (ver artículo de Rebeca Santamarta)

Dicho congreso ha dejado varios posos al respecto de la situación del protocolo.

1. La capacidad, potencialidad y los apoyos institucionales con los que puede contar Galicia para acoger un congreso de protocolo.

2. La gran presencia de la EIP en los eventos nacionales e internacionales, y por lo tanto, su peso como Escuela.

3. La necesidad de unidad en la gestión de congresos. Este congreso se celebró casi en paralelo al de Budapest, y aunque contó con el apoyo de la Asociación Española de Protocolo como entidad colaboradora a través de la presencia de su presidente, Juan Ángel Gato y de varios de sus asociados, no se le reconoció completamente su participación. En los tiempos tan difíciles que corren es sabido por todos, que la unión hace la fuerza, por lo que lo mejor para que no empiecen a proliferar los congresos de protocolo que no busquen fines útiles a esta profesión, es siempre estar unidos para la mejora continua de nuestro oficio y buscar el apoyo de todas las instituciones que luchan por el reconocimiento de esta profesión.

4. La no restricción de los actos. Siguiendo con el punto anterior, se debería fomentar el compañerismo y el reciclaje.

5. Sensibilización tanto a nivel público como privado de la necesidad de profesionales en protocolo.

A groso modo, son algunas de las percepciones personales que he derivado de este Congreso, que, a pesar de la situación actual, animan a seguir adelante, para que esta labor se valore como se merece, seguir aprendiendo, luchando por la valoración e intentando hacerse un hueco a nivel profesional.