LUNES 3

11
“LOS ECONOMISTAS NEOLIBERALES: Nuevos criminales de guerra”. Lanzamiento del nuevo libro del profesor Renán Vega Cantor noviembre 30, 2010 por colombiadesdeafuera Ofrecemos la introducción del nuevo libro de Renán Vega Cantor sobre los Economistas Neoliberales, autenticos ‘economic hit-men’. «El capitalismo destruye las dos fuentes de su propia riqueza: el hombre y la naturaleza. En ese sentido, el sistema neoliberal ‹es un real genocidio›, porque está acabando con capas enteras de la sociedad humana y del entorno natural». Francois Houtart, La Jornada, octubre 5 de 2004. 1 Hace unos pocos años escribí un artículo periodístico con el mismo título de este libro, tras haber leído un estimulante ensayo de Edward Herman sobre los crímenes económicos de guerra[1]. En la nota señalada, yo hacia alusiones directas a este tipo de criminalidad, pero, dado el carácter del escrito, no las acompañe con pies de página ni re

description

cuna

Transcript of LUNES 3

Page 1: LUNES 3

“LOS ECONOMISTAS NEOLIBERALES: Nuevos criminales de guerra”. Lanzamiento del nuevo libro del profesor Renán Vega Cantor

noviembre 30, 2010 por colombiadesdeafuera

Ofrecemos la introducción del nuevo libro de Renán Vega Cantor sobre los Economistas

Neoliberales, autenticos ‘economic hit-men’.

«El capitalismo destruye las dos fuentes de su propia riqueza: el hombre y la naturaleza. En ese

sentido, el sistema neoliberal ‹es un real genocidio›, porque está acabando con capas enteras de

la sociedad humana y del entorno natural».

Francois Houtart, La Jornada, octubre 5 de 2004.

1

Hace unos pocos años escribí un artículo periodístico con el mismo título de este libro, tras haber

leído un estimulante ensayo de Edward Herman sobre los crímenes económicos de guerra[1]. En

la nota señalada, yo hacia alusiones directas a este tipo de criminalidad, pero, dado el carácter

del escrito, no las acompañe con pies de página ni re

Page 2: LUNES 3

ferencias

bibliográficas, aunque me había documentado ampliamente para elaborarla. Algunas de las

personas a las que les envié el artículo me señalaron que, teniendo en cuenta la falta de

sustento bibliográfico, les parecía que las afirmaciones que hacia no estaban suficientemente

respaldadas, insinuando, en algunos casos, que debía volver a escribir el texto. Esta actitud

mostraba de alguna forma la resistencia a la manera como yo presentaba a los economistas

neoliberales, a los que dejaba de observar como simples tecnócratas ocupados en el manejo de

Page 3: LUNES 3

complicados sistemas de análisis o como gestores intelectuales de política económica, para

considerarlos como vulgares criminales de guerra.

Las críticas y sugerencias me empezaron a rondar la cabeza y reiteradamente me pregunte a mí

mismo si, en efecto, no debería presentar una visión más elaborada del asunto. Desde ese

momento la idea se convirtió en una obsesión que, luego de varios años, ha dado origen a este

libro. He decidido mantener el título del artículo mencionado, «Los economistas neoliberales:

nuevos criminales de guerra», porque creo que resume muy bien la idea central que aquí se

sustenta, además que compagina con mi intención de denunciar, espero que con bastantes

argumentos y con cierto rigor, el genocidio capitalista en curso.

En el transcurso de la investigación se fue reafirmando la estrecha relación entre neoliberalismo

y capitalismo. Al respecto, se hace necesario enfatizar que no es posible separarlos, como hacen

ciertos autores, ONG y hasta partidos políticos, planteando tácitamente que el neoliberalismo es

una negación del «capitalismo civilizado» existente hace algunas décadas en su versión

socialdemócrata, y que eso se ha debido a las políticas neoliberales, al desarrollo de las

telecomunicaciones y la informática y al despliegue incontrolado del capital financiero [2].

Algunos de los que difunden este tipo de análisis son los que proponen, empezando por ATTAC,

como algo trascendental, la imposición de un impuesto a los grandes movimientos financieros, la

llamada Tasa Tobin (a pesar que el economista que la propuso, James Tobin, hasta los últimos

años de su vida despreciara a los movimientos sociales y políticos que se han organizado en

diversos lugares del mundo para luchar contra la globalización; opinión comprensible pues ese

economista nunca abandonó la ortodoxia económica). Este tipo de analistas son antineoliberales

pero no anticapitalistas, suponiendo que puede llegarse a un capitalismo social sin los

incómodos «extremismos» de los «fundamentalistas de mercado». Por el contrario, a lo largo de

estas páginas mostramos que existe un vínculo indisociable entre capitalismo y neoliberalismo y,

por lo tanto, resulta obvio que la criminalidad de estos últimos no puede entenderse sin hacer

referencia a la barbarie capitalista. Por eso, el subtítulo de esta obra: El genocidio económico y

social del capitalismo contemporáneo.

La criminalidad neoliberal ha extendido las redes delincuenciales del capitalismo hasta niveles

impensables hace algunas décadas. En el mundo actual los neoliberales desempeñan el mismo

papel genocida que antaño cumplieron la iglesia católica y los misioneros, los piratas y

aventureros, los negreros y los colonizadores. Y no quiere decir que todos ellos no sigan

actuando, y en forma criminal, en el capitalismo contemporáneo sino que también se han

subordinado a la lógica neoliberal, cubriéndose con el nuevo manto criminal que ahora los arropa

Page 4: LUNES 3

a todos. Con el neoliberalismo, el capital ha ampliado su estructural carácter criminal a todo el

mundo y a los más diversos aspectos de la vida social y natural, lo que se constata en los más

diversos terrenos: el mundo del trabajo, la educación, el medio ambiente, la biotecnología, el

sistema de salud, las migraciones internacionales, la alimentación y el agua.

Esa ampliación de la criminalidad capitalista nos remite al análisis clásico y siempre perenne del

principal crítico no sólo del capitalismo sino de la economía política, a Carlos Marx. Su análisis de

la mercancía, junto con la criminalidad capitalista de su tiempo (esa es otra importante

dimensión de El Capital, no siempre considerada), es de una impresionante actualidad en el

mundo de hoy. El capitalismo convierte todo lo que encuentra en su camino en mercancía,

destruyendo sociedades, culturas, economías, tradiciones y costumbres, dejando a su paso

muerte y desolación. Eso se evidencia con la mercantilización de la naturaleza, de los genes, de

los órganos humanos, de los niños y las mujeres… y el neoliberalismo se ha convertido en el

legitimador «teórico» e ideológico de la brutal conversión de todos los valores de uso en vulgares

mercancías, con sus devastadoras consecuencias sobre los seres vivos. En estos momentos

estamos soportando el más despiadado genocidio que haya sufrido la humanidad en los últimos

cinco siglos como puede corroborarse con cifras elocuentes sobre pobreza y riqueza, sobre

hambre y obesidad, sobre sed y derroche hídrico, sobre analfabetismo y hastío informativo,

sobre explotación laboral y fabulosas ganancias de los empresarios capitalistas… Ese panorama

de antagonismos sólo ha podido ser erigido sobre la explotación intensiva de millones de seres

humanos y sobre la destrucción acelerada de los ecosistemas, lo que no hace más que

demostrar las afirmaciones de Marx a mediados del siglo XIX, en el sentido que el capitalismo

destruye constantemente los “dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador»[3]. La

conjunción de ese doble proceso destructivo explica la amplitud y variedad de los crímenes del

capitalismo y el papel que desempeñan los neoliberales, como legitimadores ideológicos de tal

proyecto genocida, pero también como copartícipes directos y responsables de esa guerra

contra los pobres del mundo. Como bien lo ha dicho Edward Herman:

“Identificar cualquier tipo de criminal de guerra es algo complicado, es habitual agarrar a los que

dan el golpe, o a los que dieron las órdenes Inmediatas, mientras se ignora a los que lo

planearon y a los que lo decidieron, a los que lo financiaron y a aquellos que dieron apoyo moral

e intelectual (…). Cuando tratamos la criminalidad económica incidimos en los mismos

problemas que encuentran los analistas del Sistema para identificar los crímenes de guerra

militares. ¿Quién es el responsable en un sistema complejo de división de tareas? ¿Buscamos

más allá de los gerentes medios y superiores, entre los grandes accionistas y banqueros que

Page 5: LUNES 3

pueden dirigirlo todo? ¿Nos detenemos en los líderes políticos que hacen y ejecutan las leyes o

buscamos entre los que financian elecciones, consejeros, planificadores e intelectuales que

defienden que se realicen los proyectos criminales? Recalcar la etiqueta de criminalidad sobre

individuos destaca el elemento invariable de tales crímenes -el hecho de que no son solo el

resultado de cómo trabaja el sistema, sino que muchas personas comparten la responsabilidad”.

[4]

Justamente, en esta investigación nos hemos concentrado en demostrar tanto la responsabilidad

del sistema capitalista como de los economistas neoliberales en la perpetuación de crímenes de

muy diversa naturaleza, resaltando que muchos de los delincuentes, con rutilantes títulos de

Doctores en Economía de prestigiosas universidades estadounidenses, planifican el asesinato en

masa de millones de seres humanos desde sus cómodas poltronas de burócratas en sus

tecnificadas oficinas del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional. Esos asesinatos se

materializan en la práctica cotidiana cuando se aplican las Armas Económicas de Destrucción

Masiva, como los Planes de Ajuste Estructural, contra pueblos enteros. Y, como siempre sucede

con los delincuentes, estos justifican sus crímenes con muy diversas argucias, en el caso de los

economistas con sofismas sobre modernización, crecimiento económico, éxito exportador,

eficiencia, eficacia, calidad, transparencia… y mil falacias más. Por si hubiera dudas, sólo

recuérdese lo acontecido en Argentina, Bolivia, Nicaragua, Rusia, Ghana, Zambia y otros 100

países. Estamos diciendo que criminales no son solamente los que aprietan el gatillo para matar

a sus víctimas sino también los que las seleccionan y planean como ejecutarlas. Esto, aplicado a

la economía capitalista contemporánea, significa que los asesinos no son solamente los políticos

que implementan los Planes de Ajuste Estructural o privatizan las empresas de servicios públicos

o firman Tratados de Libre Comercio para regalarle al capital imperialista los recursos de un país,

sino que detrás están los criminales de cuello blanco, que con sevicia preparan los asaltos y

atracos del patrimonio de los pueblos, el robo de sus recursos naturales y materias primas y la

eliminación de sindicatos y organizaciones de los trabajadores. Como lo afirma Michel

Chossudovsky,

“El ajuste estructural tiende a una forma de «genocidio económico» que se desarrolla mediante

la consciente y deliberada manipulación de las fuerzas del mercado. Cuando se compara con el

genocidio de los períodos anteriores de la historia colonial (esto es, trabajo forzado y esclavitud),

su impacto social es devastador. El programa de ajuste estructural afecta directamente la

sobrevivencia de más de cuatro mil millones de personas. Su aplicación en gran número de

Page 6: LUNES 3

países deudores individuales favorece la «internacionalización» de las políticas

macroeconómicas bajo el control directo del FMI y del Banco Mundial, que actúan en nombre de

poderosos intereses financieros y políticos (…). Esta nueva forma de dominación económica y

política -una forma de «colonialismo de mercado»- subordina a pueblos y gobiernos mediante la

interacción aparentemente «neutral» de las fuerzas del mercado. Los acreedores internacionales

y las corporaciones multinacionales han encargado a la burocracia internacional con sede en

Washington la ejecución de un proyecto económico global que afecta la vida de más del 80 por

ciento de la población mundial”.[5]

Los economistas neoliberales, testaferros a sueldo del capitalismo mundial, pretenden

presentarse como los nuevos oráculos que están capacitados con poderes divinos para

interpretar las «objetivas» e impersonales fuerzas del mercado, a nombre de las cuales

perpetran todos sus crímenes, de la misma forma que todos los ideólogos de los imperios

coloniales han justificado siempre sus delitos, a nombre de una razón suprema (bien fuera la

divinidad, la raza, la tecnología, la ciencia, el progreso o la «racionalidad»). Ahora la «mano

invisible» del mercado guía a los seres humanos por el camino del progreso y la prosperidad, y

los únicos que pueden interpretar correctamente los signos cabalísticos de esa fuerza suprema

son los neoliberales, lo que además, se nos asegura sin ningún pudor, es una expresión de la

superioridad moral del capitalismo. El francés Guy Sorman señala al respecto que «los

capitalistas no son necesariamente morales, pero el capitalismo por sus resultados económicos y

sociales, parece ser el más moral de los sistemas que existen. La mano invisible del mercado

promueve, en alguna medida la redistribución de la riqueza»[6]. ¡Que gran moralidad ha

mostrado el capitalismo a través de la historia, esclavizando seres humanos, asesinando niños,

exterminando indígenas, colonizando pueblos… como lo ha rubricado en los últimos años con los

millones de víctimas que ha producido en todos los rincones de la tierra!

A partir de los dogmas del «libre mercado», en los que se basa el supuesto de la globalización

como una realidad irreversible –una especie de «ley de gravedad social»–, los neoliberales

justifican todas sus acciones criminales con toda la impunidad del caso, incluso

responsabilizando a sus víctimas, a las que señalan con el dedo acusador por ser incapaces de

adecuarse a las sacrosantas leyes de la competitividad y del éxito. Uno de sus ideólogos, el

estadounidense Lawrence Mead, lo dice sin reparos cuando señala que las identidades de clase

no existen, porque ahora

Page 7: LUNES 3

“se designa a las personas como «ricas» si tienen modales convenientes y responsables, y como

«pobres» en caso contrario. Ninguna reforma estructural de la sociedad puede modificar esas

identidades, porque en la nueva política de hoy en día la cualidad decisiva de una persona es la

personalidad y no el ingreso o la clase. La gran factura de nuestra sociedad no es la que separa a

los ricos de los menos ricos, sino a quienes son capaces y quienes no son capaces de ser

responsables de sí mismos” [7].

La vulgata neoliberal sostiene que el hombre es egoísta por naturaleza, que el mercado es una

condición natural de los seres humanos, que la competencia premia a los triunfadores y castiga

a los perdedores, que en la sociedad como en la selva sobreviven los más aptos, y estos son los

mejores… Todas estas mentiras, cuidadosamente urdidas y difundidas por medios de

comunicación, editoriales, revistas, libros y universidades, son presentadas como la verdad

revelada, ante la que hay que someterse o perecer. Todo esto confirma que «el sistema

neoliberal y capitalista se está convirtiendo en un dios de sangre que decide quienes deben ser

sacrificados; cuenta con sus propios mecanismos de control para determinar la productividad,

regular el derecho de trabajo, transmitir la ideología dominante, utilizar el poder político, social y

aún religioso, y configurar la identidad de personas, grupos y países»[8].

2

Este es un análisis de los economistas neoliberales pero no ha pretendido ser un libro de

economía, por lo menos en el sentido convencional de la palabra, es decir, plagado de cifras, de

ecuaciones, de modelos y de gráficas, instrumentos que en el caso del economista ortodoxo se

usan no tanto para aclarar su pensamiento sino para ocultar su ignorancia. Ese tipo de escritura

de los economistas se convierte en gran medida en una barrera para el conocimiento de los

problemas económicos y sociales del mundo y en un mecanismo de desmovilización política de

la gente común y corriente.

No tiene ningún sentido escribir para los economistas, pues ya bastante ellos se escriben entre sí

y para sí mismos, porque eso significa utilizar un lenguaje hermético e incomprensible, alejado

de las expectativas inmediatas de los seres humanos. Sólo en el conocimiento académico se

genera esa terrible manía de dirigirse exclusivamente a los «miembros de la tribu», sin

esforzarse en lo más mínimo en comunicarse con el resto de mortales, con aquellos que no

tienen las credenciales de «especialistas», lo que limita el conocimiento y la amplitud intelectual.

Como bien lo dijo Günther Anders para el tema de la filosofía: «Escribir textos sobre moral que

leerían y entenderían sólo los colegas universitarios me hubiera parecido un sinsentido. Algo

Page 8: LUNES 3

cómico, si no inmoral incluso. Tan carente de sentido como si un panadero hiciese sus panes solo

para otros panaderos»[9]. Siguiendo tan sabio consejo, este libro no tiene como destinatario

principal ni exclusivo a los economistas ni ha sido escrito a partir de la lógica convencional de la

economía, cada vez más alejada del mundo real y de los problemas de los hombres y mujeres de

carne y hueso.

Pero cuando aquí se habla de economistas neoliberales no se está considerando solamente a los

detentadores de títulos de economía, sino a todos los neoliberales -sean estos de cualquier

profesión o disciplina del conocimiento- porque han asumido como suya la lógica estrecha y

mecánica de la ortodoxia de la «economía de mercado», o sea, la vulgata neoliberal. Dicha

vulgata es repetida como una letanía por abogados, pedagogos, sociólogos, investigadores y

técnicos cuando pretenden explicar el funcionamiento de las diversas instancias de la sociedad.

Por esta razón, los postulados básicos de todos los neoliberales se subordinan a la «racionalidad»

de los economistas, a partir de la cual pueden ser analizadas sus políticas criminales en los más

diversos terrenos de la realidad social. Los economistas neoliberales son, entonces, la piedra

angular para entender los crímenes económicos de nuestro tiempo, porque como ya lo

anunciaba la revistaBussines Week en marzo de 1977, venden sus habilidades profesionales

«sus contactos, su destreza, y, en opinión de algunos, hasta su alma, en el tenebroso mundo de

la política de Washington»[10].10 Como parte de esas habilidades de negociantes se destaca la

apertura de cátedras de «libre empresa» en universidades de todo el mundo con d fin manifiesto

de expandir la ideología del libre mercado, lo cual ha convertido al fundamentalismo neoliberal a

individuos y grupos procedentes de variadas profesiones y de distintos orígenes intelectuales y

políticos.

Por otra parte, en este libro se critica al discurso neoliberal como expresión mixtificada de la

economía vulgar, para emplear el término con el que Marx denominó a la apologética erigida

para legitimar el capitalismo después de la economía clásica (de Adam Smith a David Ricardo).

Para llevar a cabo esa tarea, hemos acudido a un cúmulo amplio de fuentes para redactar cada

uno de sus capítulos. A medida que conseguíamos información sobre los crímenes del nuevo

desorden mundial -en lo relacionado, para mencionar algunos temas explorados en los diversos

capítulos de esta obra, con la compra y venta de órganos humanos, la promoción comercial de

los genes de pueblos indígenas a través de Internet, la esclavitud infantil, la muerte de miles de

migrantes en la frontera entre México y los Estados Unidos y en el embravecido mar que separa

África de España, la exportación de residuos tóxicos a los países pobres y dependientes, la

explotación de hombres, mujeres y niños en las fábricas de la muerte- aumentaba nuestra rabia

Page 9: LUNES 3

e indignación. Pero también nos hemos indignado ante el cinismo de que hacen gala los

capitalistas y neoliberales de todo el mundo para justificar lo que moral y humanamente es

injustificable: la privatización del mar, el comercio de animales y de plantas de las selvas

tropicales, el culto fetichista al consumo desaforado, la conversión del agua en una mercancía

que genere cuantiosas ganancias a costa de la sed de media humanidad, las tecnoutopias

reaccionarias sobre la superación de todos los límites (incluyendo la muerte individual, puesto

que ya desde Estados Unidos y Europa se nos anuncia que en pocos años los seres humanos

alcanzaremos la inmortalidad)…

En cada uno de los tópicos tratados en los diversos capítulos se ha intentado realizar un

minucioso análisis, a partir de numerosas fuentes de información y apoyándonos en el

pensamiento crítico, tanto universal como de nuestra América, así no siempre citemos al pie de

la letra esas fuentes teóricas en las que nos hemos apoyado, entre las que se encuentran

diversas variantes de la tradición marxista y de la ecología social. Hemos querido aprovechar al

máximo la riqueza de la información consultada, con la perspectiva de presentar un inventario lo

más amplio posible sobre el universo de la criminalidad del capitalismo contemporáneo. Por eso,

hemos organizado la información con sumo cuidado, presentándola con lujo de detalles,

recalcando los mecanismos de explotación y opresión -los «nuevos» y los viejos-,

complementando el análisis con viñetas alusivas a los tópicos contemplados en el texto, y

destacando las consecuencias que entrañan para los seres humanos y para los ecosistemas la

universalización del capitalismo y el fetichismo de la mercancía que eso conlleva.

[1]. Edward Herman, «Criminales de Guerra (sección de economía) los 20 peores»,

en http://www.zmag. org/Spanish/ 0401crim.htm

[2]. Este tipo de visión se encuentra en los distintos libros y artículos de Ignacio Ramonet, como

puede constatarse en su  Abecedario subjetivo de la globalización, Editorial Seix Barral,

Barcelona, 2004.

[3]. Kart Marx, El Capital. Crítica de la economía política, Libro Primero, II, El proceso de

producción de capital, Siglo XXI Editores, México, 1988, p. 613

[4] .E. Herman, op. cit.

[5]. Michel Chossudovsky, Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial, Siglo XXI Editores,

México, 2002, pp. 28-29.

[6]. Guy Sorman, «Capitalismo y sociedad», El País, enero 19 de 1994. (Subrayado nuestro).

Page 10: LUNES 3

[7]. Citado en l,oic Wacquant, Las cárceles de la miseria, Editorial Manantial, Buenos Aires, 2000,

p. 49.

[8]. ]oan Martí, «El trabajo precario», La Vanguardia, octubre 12 de 1995.

[9].  Günther Anders, Llámese cobardía a esa esperanza (entrevistas y declaraciones), Besatarí,

Bilbao, 1995, p. 59, citado en Jorge Riechmann, Un mundo vulnerable. Ensayos sobre ecología,

ética y tecnociencia, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2000, p. 131. (Subrayado nuestro)

[10]. Citado en Eduardo Álvarez Puga, Maldito mercado. Manifiesto contra el fundamentalismo

neoliberal, Ediciones 3, Barcelona, 1996, p. 244.