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141 RLA. Revista de Lingüística Teórica y Aplicada Concepción (Chile), 48 (2), II Sem. 2010, pp. 141-161. CL ISSN 0033 - 698X LÉXICO DEL COLOR EN SANTIAGO DE CHILE COLOR LEXICON IN SANTIAGO DE CHILE ALBA VALENCIA Universidad de Tarapacá. Arica, Chile. [email protected] RESUMEN A partir de un corpus que aplica la metodología de centros de interés y cálculo de índice de disponibilidad léxica del Proyecto Panhispánico de Disponibilidad Léxica, se intenta conocer la estructura del vocabulario cromático de una muestra de hablantes santiaguinos, estratificada por edad, género y nivel sociocultural. El tema de la categorización lingüística del color ha sido abordado, entre otros, por lingüistas, antropólogos, etnolingüistas y sico- lingüistas, de cuyos aportes se nutre el análisis del presente corpus. Aparte de la cantidad y calidad de las unidades cromáticas elicitadas, se trata de establecer cuáles son los recursos asociativos que emplea el sujeto para responder al estímulo dado. Palabras clave: Color, nombres de colores, disponibilidad léxica, español de Chile. ABSTRACT This work attempts to ascertain the structure of the vocabulary for color terms from a sample of santiaguinos, stratified by age, gender and sociocultural level. The methodology utilized is centers of interest and calculus of the lexical availability index of the Proyecto Panhispánico de Disponibilidad Léxica. Linguistic categorization for color has been examined by linguists, anthropologists, etnolinguists and psycholinguists. The present analysis utilizes the outcomes of these studies. The goal of this paper, besides the quantity and quality of the elicited color terms, is to establish the associative ressources exploited by the subjects to respond to a given stimulus. Keywords: Color, color terms, lexical availability, Chilean Spanish. Recibido: 02/07/2009. Aceptado: 12/03/2010

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RLA. Revista de Lingüística Teórica y AplicadaConcepción (Chile), 48 (2), II Sem. 2010, pp. 141-161.

CL ISSN 0033 - 698X

LÉXICO DEL COLOR EN SANTIAGO DE CHILE

COLOR LEXICON IN SANTIAGO DE CHILE

ALBA VALENCIAUniversidad de Tarapacá. Arica, [email protected]

RESUMEN

A partir de un corpus que aplica la metodología de centros de interés y cálculo de índice de disponibilidad léxica del Proyecto Panhispánico de Disponibilidad Léxica, se intenta conocer la estructura del vocabulario cromático de una muestra de hablantes santiaguinos, estratificada por edad, género y nivel sociocultural. El tema de la categorización lingüística del color ha sido abordado, entre otros, por lingüistas, antropólogos, etnolingüistas y sico-lingüistas, de cuyos aportes se nutre el análisis del presente corpus. Aparte de la cantidad y calidad de las unidades cromáticas elicitadas, se trata de establecer cuáles son los recursos asociativos que emplea el sujeto para responder al estímulo dado.

Palabras clave: Color, nombres de colores, disponibilidad léxica, español de Chile.

ABSTRACT

This work attempts to ascertain the structure of the vocabulary for color terms from a sample of santiaguinos, stratified by age, gender and sociocultural level. The methodology utilized is centers of interest and calculus of the lexical availability index of the Proyecto Panhispánico de Disponibilidad Léxica. Linguistic categorization for color has been examined by linguists, anthropologists, etnolinguists and psycholinguists. The present analysis utilizes the outcomes of these studies. The goal of this paper, besides the quantity and quality of the elicited color terms, is to establish the associative ressources exploited by the subjects to respond to a given stimulus.

Keywords: Color, color terms, lexical availability, Chilean Spanish.

Recibido: 02/07/2009. Aceptado: 12/03/2010

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1. INTRODUCCIÓN

Las comunidades humanas se apropian del mundo de los objetos construyendo lingüísticamente su cosmovisión. La relación comunidad-mundo es cultural

y, por lo tanto, se expresa lingüísticamente en forma diferente en las distintas len-guas. Revisaremos esta relación en uno de los sectores en los que se hace patente: el de la designación de los colores. El corpus lo obtendremos de una muestra de hablantes de Santiago de Chile.

Según sabemos, para tener la experiencia del color se requiere de la luz y de una visión sin anomalías. Sin embargo, aunque la conformación fisiológica del ojo humano, con sus conos y bastoncillos, posibilita en las personas una reacción similar a las longitudes de las ondas electromagnéticas que emiten los objetos iluminados, se puede constatar que las lenguas recogen repertorios cromáticos diferentes. Esto sucede porque la percepción es resultado de una actividad mental del individuo, cuya orientación está determinada por la cultura de la comunidad a que pertenece.

El hecho ha llamado la atención de antropólogos y lingüistas, entre otros pro-fesionales. Se ha comprobado que la nómina de colores no ligados a objetos es-pecíficos, en lenguas como el español y el inglés, p.ej., se remite a describir la gradación cromática del espectro solar, presentando un listado bastante reducido si se lo compara con otras lenguas, como la maorí, que tiene nombres para tres mil colores (Schulte-Hebrüggen 1963:30). En el otro extremo están el swaheli, que distingue tres: eúsi ‘negro’, eúpe ‘blanco’, ekundu ‘rojo’, y el bassa, de Liberia, que presenta dos únicas categorías: zīza y hui. Zīza designa en bassa lo que en español se distingue como “rojo, naranja, amarillo”; en tanto que hui designa el segmento “verde, azul, púrpura” de la comunidad hispanófona (Gleason, 1970:11). Por su parte, el tarahumara, lengua indoamericana de México, y el rapanui, de Isla de Pascua, lengua polinésica de Chile, no disponen de una distinción léxica entre el verde y el azul como las lenguas indoeuropeas mencionadas.

Los ejemplos citados ponen de relieve la hipótesis del relativismo lingüístico acuñada por Whorf, con acusada influencia del pensamiento de Sapir, esto es, que los modelos lingüísticos determinan la aprehensión de los contenidos relevantes para la comunidad y, por consiguiente, las categorías lingüísticas con que ellos se designan. Este proceso que, en última instancia, es el que vehicula la cultura del grupo, se desarrolla de forma inconsciente para el individuo, aunque constituye parte importante de su identidad:

Los fenómenos del lenguaje son fenómenos de fondo de experiencia, de los que

no se dan cuenta las personas que hablan […] Estos modelos automáticos e in-

voluntarios del lenguaje no son los mismos para todos los hombres, sino que son

específicos de cada lengua y constituyen la parte formalizada de la lengua […] De

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este hecho se deriva lo que yo he llamado el ‘principio de relatividad lingüística’,

que significa […] que las personas que utilizan gramáticas acusadamente diferentes

se ven dirigidas por sus respectivas gramáticas hacia tipos diferentes de observa-

ción y hacia evaluaciones diferentes de actos de observación externamente similares

(Whorf, 1971:250).

Es necesario puntualizar que la ejemplificación en distintas lenguas, dada más arriba, muestra sólo el estatus de los términos específicos para los colores. No hay duda de que, para referirse a la policromía circundante y dar cuenta de los matices que advierten, los hablantes ponen en juego los diversos recursos lingüísticos que les ofrecen sus respectivos sistemas lingüísticos. Con motivación en estas reflexio-nes, quisimos sumarnos a otros estudios del color en el mundo hispanófono, averi-guando cuál y cómo es el repertorio del color de que disponen, espontáneamente, los hablantes de Santiago de Chile; analizar cuáles son las estrategias lingüísticas que emplean; determinar si hay diferencias en la captación del mundo del color en los estratos de la muestra investigada; intentar describir algunas manifestaciones de los procesos mentales subyacentes a las asociaciones cromáticas.

2. ESTUDIOS SOBRE EL COLOR

La teoría sobre la denominación universal de colores de los antropólogos Berlin y Kay (Berlin y Kay, 1969) es ampliamente conocida. Ellos investigaron más de cien lenguas, y llegaron a determinar que en todos los sistemas lingüísticos se encuen-tran presentes, de alguna manera, 11 términos con significado básico de color: negro, blanco, rojo, verde, amarillo, azul, marrón, violeta, rosa, naranja y gris. Este modelo, que aplica el enfoque de la semántica estructural, se ha convertido en un lugar común sobre el tema y ha tenido numerosas revisiones. Kay recuerda que en dicho trabajo, ellos destacaron el hecho de que las distintas lenguas tienen dife-rente número de términos para los colores básicos y, en consecuencia, no pueden ser universales los límites del vocablo que designa el color (Kay, 2005: 39). Berlin y Kay también establecieron una jerarquización de los colores apoyándose en da-tos lingüísticos, la que más tarde fue refrendada por otros investigadores, gracias a estudios sobre la percepción del color que probaron la secuencia negro-blanco, por una parte, y luego rojo, verde, amarillo y azul. En el año 2000 se produce una nueva comprobación, pues los datos aportados por Levison sobre los nombres de colores en yélî dnye, y de Roberson et alii. en berinmo1, aún sin proponérselo re-

1 Ambas son lenguas habladas en Papua Nueva Guinea: el yélî dnye, en la Isla Rossel, y el berin-mo, por una tribu de cazadores recolectores, en la ribera del río Sepik. Las fuentes citadas por Kay (2005) son Stephen A. Levinson (2000) y Roberson, Davies y Davidoff (2000).

A. VALENCIA

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fuerzan la teoría de la existencia de restricciones universales para la denominación de los colores (Kay, 2005: 51).

La antropóloga Debi Roberson (2005) examina las relaciones entre la cultura, el lenguaje, la cognición y la percepción, a la luz de las últimas investigaciones sobre la denominación del color. El tema de la influencia del lenguaje sobre el pensamiento sigue presente en las discusiones científicas, con defensores y de-tractores, y la categorización del color ha sido señalada como un caso extremo de esta relación de dependencia. La autora declara que le interesa comprobar si los hablantes pueden tener más, y diferentes, categorías cromáticas de las que tie-nen en su lengua, porque la existencia de categorías cognitivas independientes del lenguaje permitiría postular divisiones perceptuales de categoría en un nivel más primitivo y, además, indicaría un menor peso cultural en el proceso de categoriza-ción. Roberson da cuenta de experimentos en contextos transculturales realizados por antropólogos, y también menciona trabajos de psicolingüistas que investigan el tema en niños. Por su parte, ella razona:

If, however, human (and primate) visual systems are so ordered that a continuum

of physical stimuli with many just-noticeable differences in hue, lightness, and sa-

turation is perceived, and it is cultural salience, through language, that determines

where the boundaries between color categories are set, then cognitive categories

of color might be expected to vary cross-culturally to the same degree as linguistic

categories. Moreover, individual variation in color perception within a popula-

tion would not necessarily lead to differential use of color terms (Roberson, 2005:

65)2.

Se cuenta sólo con algunas evidencias de la independencia de la percepción ca-tegorial y su expresión lingüística. Es más, resultados de investigaciones recientes tienden a reafirmar la supremacía de la designación verbal. Todo lleva a pensar que los hablantes utilizan de un modo automático e inconsciente las voces referidas al color. A pesar de los avances en el tema, la autora concluye:

The question as to whether cultural differences in linguistic categories are driven

by differing environmental experience or differences in cognitive categories are dri-

ven by differences in cultural salience of visual contrasts within that environment

remains open (Roberson, 2005: 66)3.

2 Sin embargo, si los sistemas visuales de humanos y primates están ordenados de tal manera que perciben un continuo de estímulos físicos con muchas diferencias de matices, luminosidad y satura-ción, y que son los aspectos culturales los que determinan, por medio de la lengua, dónde se ubican los límites entre las categorías de color, es esperable que las categorías cognitivas del color varíen interculturalmente en la misma proporción que las categorías lingüísticas (Trad. de H. Ortiz).

3 Queda aun sin respuesta la pregunta: las diferencias culturales en las categorías lingüísticas son

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En el trabajo de Roberson recién expuesto, se puede constatar la vigencia de las ideas de Sapir y Whorf en los trabajos de antropólogos y lingüistas.

Desde la vertiente lingüística, como apoyo teórico a nuestro trabajo, cabe men-cionar el artículo de Violeta Demonte (1999), donde analiza el adjetivo en el espa-ñol, y dedica parte de su atención al examen de los “adjetivos de color”. Reconoce que conforman un “conjunto relativamente abierto” en el que distingue los sub-conjuntos: (i) términos básicos designadores de color; (ii) adjetivos aproximativos derivados de ellos; (iii) los compuestos a que dan lugar; (iv) los sustantivos espe-cializados y lexicalizados en significados adjetivos de color, así como los derivados de estos sustantivos; (v) los compuestos sintagmáticos formados por un adjetivo de color básico seguido de un sustantivo distinguidor o de un adjetivo que indica matiz (Demonte, 1999:178-179).

Avel.Lina Suñer (1999) subraya la característica de los nombres de color en español que consiste en la posibilidad de funcionar sintácticamente como adje-tivos o sustantivos. Acota que, además de modificadores adjetivos como claro, oscuro, se utilizan nombres en aposición para precisar una determinada tonalidad, atribuyendo a los nombres de color las propiedades del objeto mencionado por el nombre en aposición, p.ej., azul turquesa. La autora cita ejemplos literarios para mostrar la creatividad que se expresa mediante aposición, como en “verde fies-ta”, “amarillo pánico” (Suñer, 1999: 533). En nuestro corpus encontramos, como creaciones individuales, entre otras: “negro eclipse”, “verde playa”, “verde inglés”. Otros fenómenos sintácticos de este tipo como “rojo sangre”, “blanco hueso”, “verde hierba”, que Suñer incluye en sus ejemplos literarios, son comunes en el español de Chile.

Florentino Paredes analiza el léxico del color a partir de un corpus de disponi-bilidad léxica de estudiantes madrileños. Su trabajo resulta muy interesante por-que, además de los análisis tradicionales, incorpora los aportes de la psicolingüís-tica para estudiar los mecanismos de evocación de las unidades léxicas. Profundiza en las relaciones entre los lexemas, representándolas con un doble eje asociativo, tal como había sido sugerido por Michéa en los primeros trabajos sobre disponi-bilidad: el primer eje compuesto por las palabras asociadas directamente con el estímulo; el segundo, por las apoyadas en las que ya han sido recordadas (Paredes, 2006: 39). La disposición de estos ejes de modo horizontal y vertical, respectiva-mente, permite visualizar la simplicidad o complejidad de los procesos de evoca-ción en cada sujeto. Sin duda, este trabajo va un paso más allá en la investigación interdisciplinaria del léxico.

gatilladas por la experiencia del entorno o al revés: las diferencias en las categorías cognitivas son gatilladas por diferencias culturales responsables de contrastes visuales en ese entorno (Trad. de H. Ortiz).

A. VALENCIA

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3. ESTRATIFICACIÓN DE LA MUESTRA Y CARACTERIZACIÓN DE LOS INFORMANTES

Para indagar la percepción que los santiaguinos tienen del color, encuestamos a 288 personas, constituyendo una muestra estratificada por género, edad y nivel sociocultural, parámetros usuales en estudios de variación sociolingüística. La en-cuesta se realizó entre los años 2006 y 2008, y fue aplicada a 12 informantes por estrato.

Los informantes son hombres y mujeres, en igual proporción, nacidos y resi-dentes en Santiago de Chile; la variable etaria considera cuatro grupos: 16 a 20 años (adolescentes), 20 a 30 años (adultos jóvenes), 40 a 64 años (adultos) y 65 años en adelante (adultos mayores). Los adolescentes son estudiantes preuniversi-tarios, cursan el IV año de Educación Media; los adultos jóvenes son estudiantes universitarios de distintas carreras; los adultos son personas incorporadas a la vida del trabajo. Los adultos mayores son personas que, en su mayoría, están acogidas a jubilación.

Los encuestados pertenecen a los niveles socioculturales alto, medio y bajo, pertenencia determinada mediante la tabla usada en los estudios de disponibilidad léxica, que considera la escolaridad y la condición laboral del informante o de sus padres, según corresponda.

Tabla I. Estratificación de la muestra.

EdadGénero

AdolescentesH M

Adultos jóvenesH M

AdultosH M

Adultos mayoresH M Totales

NSC Alto

12 12 12 12 12 12 12 12 96

NSCMedio

12 12 12 12 12 12 12 12 96

NSCBajo

12 12 12 12 12 12 12 12 96

Totales 36 36 36 36 36 36 36 36 288

4. CORPUS LINGÜÍSTICO, VALIDACIÓN Y PROCESAMIENTO INFORMÁTICO

El material lingüístico se obtuvo de la siguiente manera: El del grupo adoles-cente procede de las respuestas al centro de interés “Los colores” dadas por 72 estudiantes de 4º año Medio, a quienes se aplicó la encuesta de disponibilidad léxica estudiantil de la Región Metropolitana, trabajo actualmente en desa-

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rrollo. Se trabajó con 12 de esas encuestas, seleccionadas aleatoriamente. Los informantes de las otras tres categorías etarias fueron encuestados en pequeños grupos o en forma individual, solicitándoles responder al estímulo “Anoten (Digan) todas las palabras que se relacionen con colores”, en un lapso de 2 minutos, es decir, con la metodología de recolección empleada en los estudios de disponibilidad léxica, en este caso, para explorar un solo y único centro de interés.

Para la edición de los materiales, esto es, su preparación para el procesamiento informático, se optó por mantener la respuesta tal y como la entregó el informan-te, corrigiendo sólo la ortografía. De ahí que aparezcan en el listado escarlata y rojo escarlata, así como esmeralda, azul esmeralda y verde esmeralda. Las decisiones adoptadas obedecen a la consideración de que el hablante trata de expresar los matices que percibe utilizando distintas estrategias. En las respuestas con el mismo signo en singular y plural, se incluyeron las dos formas, señalándolas así: cuadro(s); color(es); lápiz/lápices. No se procedió de ese cuando el contexto léxico sugería que se trataba de signos distintos: óleo, pintura, en tanto ‘materiales para dar color’ y óleos, pinturas, que se refieren a ‘obras de arte’.

Los vocablos naranja y naranjo se mantuvieron, aunque ambos designan el color naranja. Se trata, al parecer, de una variable generacional, ya que la tendencia juvenil es a decir naranjo, sin detenerse a pensar que el significante representa el color de la cáscara del fruto maduro del árbol llamado “naranjo”, y que este árbol es de follaje perenne, de color verde.

Las respuestas Colo Colo, La U 4 se conservaron en el listado en atención a la evocación que despiertan en el sujeto, ya que corresponden a clubes deportivos mencionados metonímicamente por el color de su camiseta. Colo Colo se conoce como el club albo, La U es el club azul. Se mantuvieron también en el listado las voces azzurro, yellow y blue, escritas por los informantes en italiano e inglés, ade-más de las palabras designantes de objetos o fenómenos relacionados con el signi-ficado ‘color’ (pigmento, pincel, acuarela, penumbra, cromoterapia, alegría); con la tonalidad o intensidad (brillante, profundo, plateado).

Una vez preparado el material, fue sometido a procesamiento informático con el programa LexiDisp creado en la Universidad de Alcalá de Henares para calcular el índice de disponibilidad léxica (Moreno Fernández, Moreno Fernández y Gar-cía de las Heras, 1995)5. Dicho índice (IDL) es un indicador que expresa el grado de disponibilidad de un término en la mente del hablante, para que éste pueda

4 El Club Deportivo Colo Colo lleva el nombre de un importante jefe mapuche de la época de la colonización española. El Club Deportivo de la Universidad de Chile es llamado por sus hinchas La U, usando el recurso de abreviación juvenil.

5 El procesamiento informático fue efectuado por el equipo del Dr. José A. Bartol, de la Univer-sidad de Salamanca, a quien agradezco su invaluable colaboración.

A. VALENCIA

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utilizarlo cuando el tema o la situación lo ameriten. El IDL comprende no solo la frecuencia del vocablo, sino también su posición en el listado que proporciona el sujeto. La fórmula para este cálculo fue propuesta, inicialmente, por Loran y López Morales (1983). Diversos trabajos estadísticos posteriores, entre los que se destaca el de López Chávez y Strassburger (1991), han contribuido a refinar y per-feccionar la fórmula hasta llegar a LexiDisp, programa con el que se ha realizado el tratamiento estadístico de los numerosos trabajos sobre la disponibilidad léxica en lengua española del Proyecto Panhispánico6.

LexiDisp entrega, expresados en porcentajes, los cálculos de frecuencia relati-va (las veces que se emite el término en relación al total), su aparición (porcen-taje de sujetos que mencionan la palabra), y la frecuencia acumulada (suma de frecuencias relativas). Otros datos que arroja el programa son el total de palabras (TP) dadas por los informantes; las palabras diferentes o vocablos conocidos por el grupo muestral (PD); el promedio de respuestas por informante (PR); y el índice de cohesión (IC). Este último fue propuesto por Max Echeverría, O. Herrera, P. Moreno y P. Pradenas, en 1978, y es un indicador del grado de coincidencia en las respuestas en un rango de 0 a 1, lo que permite cuantificar la homogeneidad del léxico compartido por el conjunto de informantes. Si la mayoría de las palabras aparece en las listas de la mayoría de los sujetos, habrá un alto IC en el campo nocional correspondiente, un léxico homogéneo. Por el contrario, si las respuestas corresponden a pequeños grupos o a informantes in-dividuales, se tendrá un bajo IC que se interpreta como manifestación de léxico disperso.

5. RESULTADOS CUANTITATIVOS

El análisis de los estadísticos resultantes de la aplicación del programa permite indicar que los 288 informantes de la muestra mencionaron un total de 5.351 términos, de los cuales 405 son vocablos o palabras diferentes. El número de vo-cablos da cuenta de la riqueza léxica del grupo muestral, es decir, de la cantidad de asociaciones que sugiere en el grupo el estímulo que se le ha presentado. El prome-dio de respuestas por informante fue de 18,59. El índice de cohesión que presenta el léxico de los colores que examinamos es de 0,05, por lo que puede estimarse como un léxico aglutinado. Puesto que no disponemos de espacio para mostrar los listados completos, presentamos los 20 vocablos más mencionados por el grupo.

6 Con este proyecto, liderado por Humberto López Morales, se persigue –entre otros objetivos–la determinación de la norma léxica del español. Informaciones detalladas sobre el proyecto, en Samper, Bellón y Hernández 2003.

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Tabla II. Vocablos más mencionados.

Posición Vocablo IDL % f Relativa % Aparición % f Acumulada

1 rojo 0.84771 5.173 95.833 5.173

2 azul 0.81920 5.080 94.097 10.253

3 amarillo 0.74642 4.892 90.625 15.145

4 blanco 0.70429 4.761 88.194 19.906

5 verde 0.69603 4.574 84.722 24.480

6 negro 0.64016 4.574 84.722 29.054

7 café 0.51193 4.124 76.389 33.178

8 celeste 0.50256 3.936 72.917 37.114

9 rosado 0.43911 3.524 65.278 40.638

10 morado 0.37057 2.962 54.861 43.600

11 naranja 0.29137 2.156 39.931 45.756

12 gris 0.28715 2.549 47.222 48.305

13 plomo 0.26148 2.287 42.361 50.592

14 fucsia 0.25959 2.174 40.278 52.766

15 violeta 0.22877 1.818 33.681 54.584

16 lila 0.21703 1.799 33.333 56.383

17 naranjo 0.17926 1.350 25.000 57.733

18 beige 0.17273 1.481 27.431 59.214

19 calipso 0.17075 1.518 28.125 60.732

20 azul marino 0.14557 1.368 25.347 62.100

Si se compara este listado con el de los 11 términos básicos de color de Berlin y Kay, mencionados al comienzo de este artículo, se podría aceptar que se co-rresponden con ellos, salvo uno: celeste. Los antropólogos citados anotan la voz “marrón”, para cuyo color el español de Chile usa comúnmente “café”, que ocupa la posición 7; marrón se ha abierto paso en los últimos años y, principalmente, en la generación adolescente. Por otra parte, rosado es el derivado preferido por la po-blación para mencionar el tono rosa, al igual que morado para designar un violeta oscuro. El color divergente en la lista es celeste, que en la posición 8 desplaza al gris, que aparece en la 12. También se puede advertir que es este conjunto de colores los que presentan la mayor frecuencia entre los términos recolectados. El vocablo número 13 de la lista general corresponde a poco más del 50% del total de pala-bras emitidas por los sujetos. A la luz de los datos obtenidos, es posible afirmar que los hablantes santiaguinos de la muestra presentan un repertorio léxico cromático ampliamente compartido, y en él, las mayores coincidencias corresponden a los colores primarios: rojo, azul, amarillo.

Conviene destacar la alta frecuencia del color naranja que se posiciona como

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naranja en el lugar 11 y como naranjo, en el 17, por la tendencia que menciona-mos más arriba.

5.1. Incidencia de los factores extralingüísticos

Con el fin de determinar el grado de influencia de las variables extralingüísticas sobre el léxico cromático en los estratos de la muestra, examinamos los resultados obtenidos en número de vocablos o palabras diferentes (PD), promedio de res-puestas (PR) e índice de cohesión (IC.) Por razones de espacio nos limitaremos a analizar los resultados generales, dejando pendiente el estudio de cada variable y del cruce entre ellas.

5.1.1. Variable género

En los datos de la variable género se observa que los hombres conocen más vocablos, pero las mujeres presentan, en promedio, listados ligeramente más altos y un léxico más compacto que el de ellos. Sin embargo, las diferencias no son significativas.

Tabla III. Variable género.

Género PD PR IC

Hombres 312 18.38 0.06

Mujeres 265 18.80 0.07

5.1.2. Variable nivel sociocultural

Los índices resultantes en la variable nivel sociocultural diferencian claramente tres sociolectos: El nivel Alto presenta los índices mayores, lo que significa que los sujetos del grupo conocen más términos cromáticos que el resto. El sociolecto Bajo presenta un léxico considerablemente menor, con la particularidad de que esos 178 términos están disponibles para todos los informantes del grupo, es un vocabulario aglutinado. El Nivel Medio se ubica entre ambos.

Tabla IV. Variable sociocultural.

Nivel sociocultural PD PR IC

Alto 287 21.09 0.07

Medio 250 18.63 0.07

Bajo 178 16.05 0.09

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5.1.3. Variable etaria

En cuanto a la variable etaria, se advierte que el mayor PR lo tienen los adolescen-tes, y el menor, los adultos mayores, a importante distancia del resto. Esto significa que son los estudiantes preuniversitarios los que entregan, en promedio, los lista-dos más extensos y los de los adultos mayores son, con mucho, los más reducidos. Si se observa la columna PD, es el grupo de adultos el que manifiesta conocer la mayor cantidad, aventajando ligeramente a los adolescentes, cuyo léxico, en contraparte, aparece como más aglutinado. Los adultos jóvenes entregan solo una palabra más que los adultos mayores y un repertorio altamente homogéneo. Los adultos mayores manejan el léxico cuantitativamente más pequeño y con menor coincidencia en las respuestas.

Tabla V. Variable etaria.

Rango de edad PD PR IC

16-20 (Adolescentes) 205 20.86 0.10

21-29 (Adultos jóvenes) 192 18.89 0.10

30-64 (Adultos) 216 19.07 0.09

65 ® (Adultos mayores) 191 15.54 0.08

5.1.4. Síntesis de resultados cuantitativos

Respecto de las variables extralingüísticas, se puede decir que los índices del factor género no muestran diferencias significativas entre los grupos. Cabe señalar que es la misma tendencia que se manifiesta en otros estudios de disponibilidad léxica.

La variable NSC establece una marcada diferencia entre los sociolectos im-plicados: hay una estrecha relación entre el léxico que utiliza el sujeto y su perte-nencia a un nivel sociocultural. Esta relación también se ha comprobado en otros córpora del área hispánica.

La variable etaria, que introdujimos en el presente estudio, permite afirmar que el factor edad es determinante del léxico disponible: los adolescentes presentan, en promedio, listados más extensos y léxico más compacto, pero son los adultos quienes muestran mayor conocimiento en el campo del color, aunque con un léxico un tanto más heterogéneo que el de los adolescentes. Los adultos jóvenes se sitúan en tercer lugar por su promedio de respuestas y el número de palabras diferentes, aunque su léxico es altamente cohesionado. Los adultos mayores están en el último lugar en todos los índices, lo que podría explicarse, eventualmente, por problemas de memoria, grado de concentración, dificultad para establecer co-

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nexiones asociativas con relativa rapidez, poca experiencia en este tipo de pruebas. De hecho, el listado más pequeño –solo 6 respuestas– corresponde a un informan-te de 76 años, de nivel sociocultural bajo, es decir, se asocian en este caso los dos factores con mayor incidencia en la cantidad y calidad del léxico espontáneo.

6. ANÁLISIS DEL LÉXICO CROMÁTICO

En español como en otras lenguas, para la denominación de la gama cromática se utilizan recursos morfológicos, sintácticos y léxicos: derivación, composición, metonimia, préstamos de otras lenguas. A continuación, analizaremos el corpus lingüístico del color solo en el listado general de disponibilidad léxica, sin con-siderar las diferencias que resultan al analizar los cruces de las distintas variables, por ahora, pues excederíamos el espacio con que contamos. No obstante, las alu-diremos esporádicamente.

6.1. Clasificación del léxico del color

En el total de 405 unidades léxicas obtenidas de los informantes santiaguinos7 encontramos, además de nombres de colores, 51 términos relacionados con el ám-bito del color. Estos últimos se asocian de distintos modos al estímulo presentado en la encuesta, p.ej., semánticamente: luz, luminosidad, penumbra, gama, cromo-terapia, tono, arco iris; por adyacencia: lápiz, pincel, brocha, mezclador, témpera; por las sensaciones que el color provoca en el observador: alegría, tristeza, o por lo que simboliza para la comunidad: cálidos, fríos, amor. Estas 51 voces las hemos excluido del cómputo, con el fin de clasificar las unidades cromáticas siguiendo, parcialmente, a Demonte (1999). De este modo, nos quedamos con un total de 354 términos referidos al color.

Tabla VI. Categorías del léxico color.

Categorías N %

a) nombres designantes de color 43 12,1

b) adjetivos que indican matices 21 6

c) nombres metonímicos 91 25,7

d) derivados 29 8,2

e) compuestos por fusión 5 1,4

f ) compuestos sintagmáticos 165 46,6

Totales 354 100

7 Recuérdese que sólo intervinimos los listados a nivel ortográfico.

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La Tabla VI muestra claramente la preferencia de los informantes por el uso de compuestos sintagmáticos para la mención del color: casi un 50% de los 354 lexemas; los nombres específicos para colores ocupan un tercer lugar. Las formas con menor rendimiento son los compuestos por fusión.

6.1.1. Nombres designantes de color

Corresponden a los nombres básicos de color: rojo, azul, amarillo, verde, etc. Con-forman un grupo comparativamente pequeño que constituye un 12,1 % del total. Nos parece interesante comentar que en el lugar 19 del listado general ordenado por IDL, se menciona el color calipso. Para los chilenos, el calipso es un color verde azulado brillante. Constatamos que no se registra esta acepción en la última edi-ción del DRAE. Otros vocablos que en nuestro medio designan también colores son canela, mostaza, terracota y otros, pero el significado respectivo no se incluye en el DRAE, tal vez porque son usos metonímicos, pero no se mantiene el criterio con salmón, sepia, ocre, p.ej., en los que sí se explicita la acepción “color”.

Como se dijo en otro lugar, los vocablos azzurro, blue y yellow se incluyeron en este grupo, pues los informantes los escribieron deliberadamente en la lengua de origen, y no tienen categoría de préstamos en el español de Chile.

6.1.2. Adjetivos que indican matices

Para expresar matices de tonalidad o intensidad, los informantes usan adjetivos solos o en estructuras sintagmáticas. En el presente grupo hemos contabilizado únicamente los que aparecen aislados, p.ej., claro, oscuro, profundo, opaco, fosfo-rescente, brillante, puro, mate, chillón, neutro, pastel, etc. Se puede apreciar que su peso en el conjunto es bastante reducido.

6.1.3. Nombres metonímicos

Como se sabe, son vocablos pertenecientes semánticamente a otras esferas, que la comunidad ha especializado para designar color. En esta muestra representan el 25,7% de las ocurrencias y proceden de la flora, la fauna, la minería y de objetos varios, naturales o producto de la industria humana. De la flora encontramos, p.ej., genéricos: hoja, pasto; nombres de flores: fucsia, lila, violeta, rosa, malva, lavanda, jacinto, geranio; de árboles: nogal, roble; de frutos: damasco, durazno, na-ranja, sandía, manzana, aceituna, ciruela, frutilla8, palta9. Hay dos menciones de

8 Es la Fragaria chilensis.9 Fruto del Persea gratissima. Palta es el quechuismo con que se designa en el Cono Sur de Amé-

rica este fruto que en otras comunidades hispanófonas se conoce con el nahuatlismo “aguacate”.

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melocotón y dos de oliva, voces que no son comunes Chile, pues se usan durazno y aceituna, respectivamente; de hortalizas: betarraga, zapallo. Una vez aparece tabaco que, por supuesto, no alude a la planta sino al color de sus hojas secas. También se menciona en el listado la resina fósil llamada ámbar. De la fauna, aparece el gené-rico hueso; nombres de animales: salmón, ostra, coral, púrpura, y partes de animales, como marfil que apunta a los colmillos de los elefantes. De la minería registramos nombres de minerales: oro, plata, cobre, aluminio, petróleo, cobalto, terracota, arena, ocre, tierra, y de piedras preciosas o semipreciosas: amatista, esmeralda, turquesa, aguamarina, lapislázuli, granate, jade, topacio.

Otro subgrupo que favorece la metonimia es el de nombres de objetos (natura-les o artificiales) cuyo cromatismo se transfiere, metafóricamente, para expresar el color que desea el hablante. Ejemplo de esto son: sol, cielo, mar, miel, nieve, choco-late, crema, mostaza, pizarra, humo, mantequilla, tinto10. Aquí se incluyen también las metonimias generadas por el color de las camisetas de los clubes deportivos Colo Colo y La U, ya aludidos, por “blanco” y “azul”, respectivamente.

6.1.4. Derivados

En el corpus se puede observar que la derivación se expresa, mayoritariamente, mediante sufijos: amarillento, ceniciento, grisáceo, rojizo, azulado, azulino, verdoso, colorín, a los que se agrega el chilenismo cafesoso, y las formas diminutivas rosadito, celestito. Con prefijo y sufijo aparecen los términos anaranjado e incoloro. Los de-rivados son el 8,2% de los nombres de color.

6.1.5. Compuestos por fusión

Los compuestos por fusión están escasamente representados en el corpus: aguama-rina, aurinegro, blanquinegro, infrarrojo, ultravioleta y pelirrojo. No se consideran en el cómputo los patrimoniales lapislázuli, que se clasifica como nombre meto-nímico, y ultramar, que sólo aparece como “azul ultramar” y está contabilizado como compuesto sintagmático.

6.1.6. Compuestos sintagmáticos

Los compuestos sintagmáticos registrados en el corpus examinado presentan es-tructuras como (a) [adjetivo designante de color + adjetivo de intensidad o matiz]: naranja claro, café rojizo, gris metálico, rosa viejo; (b) [adjetivo + sustantivo en aposición con función adjetiva], para cuya composición los informantes recurren a sintagmas sancionados por la comunidad en los que el sustantivo en aposición

10 Del color rojo oscuro del vino.

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que precisa el matiz tiene distintas fuentes. La fauna: blanco ostra, verde cata11, amarillo canario, amarillo pato o amarillo patito, que es más común; la flora: ama-rillo limón, verde musgo, verde palta, verde manzana, verde olivo12; la minería: verde agua, azul piedra, azul petróleo, gris perla, rojo óxido, verde esmeralda; objetos: rojo ladrillo, azul cielo, verde botella, negro humo, blanco nieve, azul ceniza; (c) [sus-tantivo ‘color’ + sustantivo metonímico en aposición con función adjetiva]: color burro, color leche, son los dos registrados con el sustantivo explícito. (d) Como bien dicen Piera y Varela 1999: 4380, los “nombres de color permiten modificadores y complementos en una sucesión no restricta que los acerca más a las formaciones sintácticas que a las morfológicas”. Es lo que se encuentra en azul paquete de vela donde el adjetivo de color “azul” aparece modificado por un sintagma en función adjetiva cuya estructura es [sustantivo + complemento nominal con preposición]: paquete de vela. Lo mismo ocurre en amarillo yema de huevo. Se encuentra también elisión del adjetivo de color, p.ej., en concho de vino, té con leche, donde es frecuen-te que sólo se explicite el sintagma modificador y se elidan los adjetivos “rojo” y “café”, respectivamente.

6.2. El conocimiento del entorno social y cultural

El listado general de IDL permite comprobar que la mayoría de los sujetos res-ponden con términos tradicionales usados por la comunidad como rojo, azul, amarillo, colorado13, verde agua, concho de vino14, té con leche. Pero algunos incor-poran nomenclaturas específicas de esferas como el arte, la industria de pinturas, la industria de cosméticos, por ejemplo. Así, del arte tenemos: degradé, esfumado, texturado, trama, saturación y otros; de la industria de pinturas encontramos nom-bres de fantasía: blanco titanio, marrón africano, rojo colonial, amarillo cadmio, azul metálico, alizarina, también incoloro y otros; de la industria cosmética: rubio ceniza, rubio dorado, negro mediano. Otros crean expresiones nuevas, de las que destacaremos algunas muy especiales como negro eclipse, negro espurio, verde playa, verde piscina, que pueden corresponder a la transferencia de un matiz emocional, o ser resultante lúdico espontáneo; en todo caso, con su única ocurrencia muestran que se trata de algo estrictamente individual favorecido por la circunstancia.

Se registran también algunos vocablos con restricción semántica impuesta por el referente, como moreno, trigueño, mulato, que se aplican al color de la piel hu-

11 Cata es un chilenismo para ‘cotorra, loro pequeño’. Según el DRAE también se usa en Boli-via.

12 Alude al verde de las hojas del árbol olivo, no al fruto, pues en el español chileno se prefiere “aceituna” a “oliva”.

13 En el español de Chile equivale, inequívocamente, a rojo.14 Concho de vino designa un color rojo de matiz oscuro similar al color del vino que queda en el

fondo de una botella. Concho es un quechuismo que significa ‘sedimento’, ‘poso’.

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mana; rubio, castaño, colorín, pelirrojo, rubio dorado, negro mediano, para el color del cabello; alazán, bayo, colorado, overo, rosillo, tordillo, para el pelaje de los ca-ballos.

Principalmente en las construcciones sintagmáticas aparecen designaciones donde la precisión semántica del color se explica por el conocimiento medioam-biental. Un ejemplo de esto es verde paco que corresponde al color del uniforme del Cuerpo de Carabineros de Chile, la policía uniformada del país, a cuyos inte-grantes, coloquialmente, y con matiz despectivo, se les dice pacos. Es por eso que un informante adulto, aporta con verde carabinero, forma hiperculta y humorísti-ca. También aparece un extraño verde milico, ya que el uniforme de los militares es gris. Por otro lado, encontramos rojo comunista, por las banderas del partido político, y rojo colonial, por el color de las construcciones españolas de esa época.

También están las asociaciones de los nombres de colores con lugares geográfi-cos, por motivaciones diversas: amarillo Nápoles, verde Nilo, azul de Prusia, azul de Francia; con las vestimentas o símbolos de personas que ostentan alguna jerarquía: azul rey, azul real, amarillo rey, rojo mandarín, obispo y cardenal; o con caracterís-ticas de entes identificables por el colectivo: rojo diablo. En palo de rosa, concho de vino, verde botella, es evidente la experiencia directa con el objeto que describe el color, así como en rojo furioso se enfatiza la intensidad del color aludiendo a la manifestación física de una fuerte emoción.

6.3. Préstamos

En este corpus se registran préstamos de otras lenguas que vienen a enriquecer el léxico español, el que, a su vez, también contiene préstamos, muchos de los cuales son del árabe, y que hemos heredado junto con la lengua hispana. Pero aquí sólo citaremos los préstamos reconocibles en el español actual de Chile. En ese mar-co, encontramos los anglicismos cian, caqui y mango; los italianismos marengo, terracota, magenta, amareto y el de mayor data: café, que designaba al cafeto, pero que entre nosotros pasó a denominar el color “marrón”, galicismo que está en proceso de popularización. Los extranjerismos más numerosos en los listados son, precisamente, los galicismos. Aparte de marrón, entre ellos se registran: gris, lila, bermellón, granate, canela, lavanda, fresa, mate, champaña, jade, pistacho y beige15. Del alemán procede fucsia, pues recibió su nombre en honor del botánico Fuchs; posiblemente, también sea germanismo la voz guinda. Las voces procedentes de lenguas indoamericanas que hemos encontrado son, del caribe: caoba y loro (en verde loro); del taíno: maní; del nahua: chocolate; del mapudungún: Colo Colo, y del quechua: lúcuma, palta, zapallo y concho (en concho de vino). Además, hay una

15 Es oportuno comentar que en la lengua hablada, la pronunciación de beige imita a la francesa. La forma hispana beis no se usa en Chile.

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voz polinésica: kiwi (en verde kiwi), del maorí.

6.4. Otras observaciones

Algo que llama la atención es la aparición de tres ocurrencias de amareto como nombre de color. Seguramente, los sujetos evocaron la coloración café dorada de este licor. Igualmente sorprende la utilización del cromatismo de frutos tales como mango, maní y pepino, los dos últimos con frecuencia única. No los hemos detectado anteriormente en el español de Santiago. Mango aparece en las listas de varios informantes, y suponemos que se refieren al color de la pulpa, pues la piel

Aun cuando no es posible presentar aquí el análisis detallado del corpus, como

hemos indicado, resulta interesante señalar que la voz magenta, en el lugar 55 de la lista general de IDL, con escasa frecuencia en el español de Chile –y también en este corpus– fue anotada sólo por mujeres adolescentes, hombres adultos jóvenes y adultos mayores. No aparece en las listas de los adultos, lo que indica que no es parte del vocabulario de los santiaguinos de 30 a 64 años, al menos hasta ahora y con el testimonio de esta muestra. Las voces cerúleo, glauco y zarco, p.ej., son empleadas, eventualmente, por personas del estrato culto de la población. En la muestra, cerúleo fue anotada por un adulto joven de nivel sociocultural medio; glauco y zarco presentan una sola ocurrencia, y ambas se encuentran en el listado de un adulto mayor de nivel sociocultural alto.

7. MECANISMOS ASOCIATIVOS PARA LA EVOCACIÓN DE NOMBRES DE COLORES

Puesto que los tests de disponibilidad léxica recurren a la memoria del informante y a su capacidad de asociación para evocar los lexemas requeridos por el estímulo dado, es legítimo utilizar estos resultados para tratar de comprender el mecanismo de las conexiones léxicas en la mente. Aun cuando los listados individuales difie-ren tanto como las asociaciones y las vivencias de cada uno, el estudio de cohortes estadísticamente confiables permite establecer asociaciones válidas para el grupo. Nuestras observaciones irán en esa dirección, registrando y tratando de interpretar los datos aportados por las encuestas en su conjunto.

En el listado general ordenado por IDL de la Tabla II, se comprueba que los colores que acuden de inmediato a la mente de la mayoría de los sujetos son rojo, azul, amarillo, y así también ha sido en otros estudios de disponibilidad en español. Postulamos que en ésta y en otras secuencias asociativas se deja sentir la escolaridad. Pensamos en la mención de la escala cromática y la clasificación en colores primarios, secundarios y terciarios; la noción de que blanco y negro no son

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colores, como nos lo hacen saber algunos informantes; en la cantidad de vocablos aprendidos en el aula que anotan: prisma, rosa cromática, refracción, intensidad, tono, pigmento, saturación, trama, y otros, además de la explicación científica del arco iris. Otra secuencia cultural que sirve de apoyo a la evocación en nuestros informantes, es rojo-blanco-azul, en cualquier combinación, pues son los colores de la bandera nacional. Como en todos los símbolos heráldicos, estos colores por-tan un fuerte significado para la comunidad y se aprenden a temprana edad. Esto explica por qué la voz “tricolor” para el chileno, espontáneamente, sólo puede significar la confluencia de blanco-azul-rojo.

Sin pretender determinar la motivación individual del mecanismo de evoca-ción de colores, sino sólo intentar descubrir algunos de los mecanismos empleados para la recuperación de palabras, examinamos las secuencias asociativas en los listados de las 288 encuestas.

El recurso más empleado por los sujetos es la relación “nombre de color”: celeste-blanco-rojo-amarillo, en la que los lexemas comparten el sema ‘color’. Al-canza un 38,4% de los procedimientos de evocación que registramos. Resulta interesante agregar que con este tipo de asociación se registran 53 apariciones de la secuencia rojo-azul-amarillo, los colores primarios, y 34 de rojo-blanco-azul, el tricolor nacional.

El segundo porcentaje más alto: 33,7%, lo alcanza la secuencia de colores con-tiguos en la escala cromática: verde-azul, o que constituyen series tonales: celeste-azul; blanco-gris-negro. Luego, los porcentajes bajan ostensiblemente. Un 10,2% presenta la asociación de términos opuestos como blanco : negro, claro : oscuro, que se relacionan por antonimia, y otros cuya oposición se marca culturalmente como en plata : oro, celeste : rosado16, naranja : limón.

El recurso de expresar matices mediante un complemento, ya sea adjetivo o sustantivo, aparece en la muestra con un 9,1%: café-café oscuro-café claro; azul ma-rino-azul profundo-azul esmeralda. Los casos en los que el nexo entre los términos lo constituye un sufijo, alcanzan un 3,4%: dorado - plateado; rosado - morado. La asociación de un color y su complementario en la escala cromática es empleada en un 2,3% de los casos: rojo-verde; azul-naranja. Los procedimientos menos usados para el recuerdo de colores son la sinonimia: café marrón; gris plomo, con un 1,3%; la derivación: rosa rosado, azul azulino, con un 0,8%, al igual que la serie de voces con restricción semántica: rubio, rubio dorado, aplicadas sólo al cabello humano; alazán, bayo, rosillo, sólo al pelaje de caballos.

De acuerdo con este resultado, tendríamos que decir que los santiaguinos de este grupo muestral almacenan su repertorio cromático de manera tal que, cuan-do deben recordarlo, la primera asociación es con “color”, por lo que la mención

16 En la ropa para recién nacido, tradicionalmente, se usa el color celeste para varón y el rosado para niña.

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de un nombre de color básico gatilla la mención de una unidad semánticamente similar, y así sucesivamente. La segunda posibilidad es recurrir a los conocimien-tos escolares, siguiendo órdenes preestablecidos como el de la escala cromática o la gradación tonal. Los otros mecanismos de evocación se utilizan en menor medida.

8. CONCLUSIONES

Examinado el léxico del color en la muestra que presentamos, podemos ver que se trata de elementos cuya estructura semántica está grandemente influenciada por factores culturales de la comunidad, aun cuando su base sea la percepción indivi-dual. Especialmente desde la antropología surge el interés por estudiar la relación lenguaje-cognición cromática, comparando lenguas tipológicamente distintas. Desde la lingüística, los listados de disponibilidad léxica permiten estudiar la ex-presión del color en español y dan pistas para la tarea de desentrañar la estructura y el funcionamiento de este especial campo léxico-semántico.

El análisis estadístico de la muestra indica que los 288 sujetos poseen un reper-torio cromático cohesionado de 405 vocablos, con un promedio de 18,59 palabras por individuo. Al aplicar el análisis por variable de estratificación, hemos com-probado que la diferencia de género resultó no ser significativa, en tanto que la variable nivel sociocultural agrupó a los sujetos en tres niveles bien diferenciados: los de nivel alto, con los mejores índices, lo que significa que conocen más térmi-nos que el resto, seguidos de los sujetos de nivel medio, con índices aceptables. Los de nivel bajo, con un vocabulario menor pero compartido por el grupo. Estos resultados corroboran los obtenidos en otras investigaciones del área hispanófona en el sentido de que la condición sociocultural de los sujetos discrimina también respecto de la cantidad y calidad del léxico, en tanto que el género no arroja índi-ces significativos.

La variable etaria, incorporada en este estudio, es francamente decisiva en su influencia sobre el léxico disponible para expresar los estímulos visuales que ana-lizamos. Los adultos (30-64 años) demuestran poseer un repertorio mayor en 11 lexemas que el de los otros grupos, aunque más heterogéneo que el de los adolescentes (16-20 años), que es altamente cohesionado y cuyos listados indi-viduales tienen mayor longitud. Los adultos jóvenes (21-29) muestran un léxico tan homogéneo como el de los adolescentes, pero numéricamente mucho menor, aventajando sólo en un lexema al grupo de adultos mayores (desde 65 años), que presenta un léxico más heterogéneo y los listados individuales menos extensos.

El análisis cualitativo del corpus indica que (i) los sujetos de la muestra expre-san los colores, preferentemente mediante compuestos sintagmáticos, en segundo término, con nombres metonímicos y, en tercer lugar, con unidades que desig-

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nan colores básicos, las que no sobrepasan la cincuentena. (ii) Para dar cuenta de matices no canónicos, los sujetos recurren a su conocimiento medioambiental y, eventualmente, a su imaginación. (iii) En el listado general se encuentran présta-mos lingüísticos del francés e inglés, principalmente, pero también hay algunas voces de origen indoamericano y una polinésica. (iv) Entre los mecanismos para actualizar el léxico de este campo, el más utilizado por el grupo muestral es el de “lexema con el sema ‘color’”. La gran mayoría recuerda, espontáneamente, la secuencia rojo-azul-amarillo, al igual que ocurre en otras investigaciones sobre el tema. La segunda opción asociativa que usan es la de elementos adyacentes en la escala cromática, o bien con gradación de tonos. El uso de los otros mecanismos de evocación presenta porcentajes notablemente menores.

En esta primera aproximación al estudio de la expresión del cromatismo, de suyo incompleta, hemos podido constatar el potencial del uso de la metodología de disponibilidad léxica para elaborar un perfil descriptivo del uso lingüístico de los grupos sociales de la comunidad, como para conocer algo más sobre la es-tructura de un vocabulario específico y asomarse a los procesos que gobiernan la cognición del color en hablantes de nuestra ciudad. Naturalmente, queda mucho por hacer17.

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17 Habíamos dado fin a esta presentación cuando tuvimos noticia del análisis computacional en grafos propuesto por Max Echeverría y su equipo.

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