Maffesoli Michel - El Tiempo de Las Tribus

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Arte y Filosofia - Estanislao Zuleta

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    MICHEL MAFFESOLI

    EELLTTIIEEMMPPOODDEELLAASSTTRRIIBBUUSS

    El ocaso del individualismo

    en las sociedades posmodernas

    Traduccin deDANIEL GUTIRREZ MARTNEZ

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    siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIN COYOACAN. D4310. MXICO. D.F.

    siglo XXl editores, argentina, s.a.

    TUCUMN 1621. 7 N. C1050AAG, BUENOS AIRES. ARGENTINA

    cultura Libre

    edicin al cuidado de ricardo valds r.portada de ivonne murillo

    primera edicin en espaol, 2004 siglo XXI editores, s. a de c. v.

    isbn 968-23-2529-3

    primera edicin en francs, 2000 la table ronde, parsttulo original: le temps des tribus michel maffesoli, 1988

    impreso y hecho en Mxico

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    Para Raphalle, Sarah-Marie,Emmanuelle, Gabrielle

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    EL MERCADEO Y EL TRIBALISMO POSMODERNOPREFACIO A LA PRESENTE EDICIN

    Las sociedades modernas son policueturaelrs.son99004(rs.)]TJE-62135-642108T,

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    TE ED3DER9

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    volvindose as, un metadiscurso alrededor del cual se ha referido la mayor parte de losanlisis sociolgicos del siglo pasado. Se trata de un mito que sin duda alguna hanforjado las sociedades occidentales que conocemos y que parecen diseminarse cada vezms en un vaivn societal contemporneo, entre lo insumido y lo subterrneo. Noobstante, la metfora del tribalismo, que para los etnlogos ms ortodoxoscorrespondera a las tribus primitivas estudiadas, ha mostrado que ya no son lasgrandes instituciones las que prevalecen en la dinmica social, sino aquellas pequeasentidades que han estado (re)apareciendo progresivamente. Se trata de microgruposemergiendo en todos los campos (sexuales, religiosos, deportivos, musicales, sectarios).Regresamos as, a algo anterior al llamado mito del progreso, a la gran estructuracinsocietal constituida a partir del siglo XIX. As, la imagen del tribalismo en su sentido

    estricto simboliza el reagrupamiento de los miembros de una comunidad especfica conel fin de luchar contra la adversidad que los rodea. Haciendo referencia a la jungla deasfalto que est muy bien representada por las megalpolis contemporneaslatinoamericanas, verbigracia la Ciudad de Mxico, San Paulo, Tijuana, Ro de Janeiro,Caracas, Cartagena, Buenos Aires, etctera, es evidente observar cmo se reestructuranesas pequeas entidades grupales. Estas "selvas de piedra" no son ms que uno detantos ejemplos, en donde se observa que la dinmica social se da ms que nada en elinterior de las mismas sociedades, dentro de las mismas megalpolis. Se hierven enellas dinmicas tan importantes como lo es el "sentimiento de pertenencia", es decir, unreconocimiento mutuo, es el hecho de ceirse y codearse unos con otros, donde sefavorece una forma de solidaridad. Esta idea del tribalismo contina teniendo as, unagran importancia y marcar sin duda la dinmica de las sociedades en los prximosdecenios.

    Asimismo, nos referimos a una especie de paradoja que se encuentra entre latradicin y la modernidad, entre el salvaje y el civilizado, entre la parte "originaria" delas sociedades tradicionales y esa parte progresista de "la racionalidad prometeica". Estaparadoja es sin duda una marca del cambio, y no se la puede asociar apresuradamentecon lo ilgico, lo irracional. La paradoja es una dinmica, ciertamente contradictoria,pero complementaria a la vez. Para ilustrarlo que el tribalismo representa en laposmodernidad, tomemos la imagen del medioda y de la medianoche; ambas paraexistir necesitan de su contrario, es decir, para que una jornada completa se cumpla senecesita del da y de la noche, el medioda tiene necesidad para existir de la vida mismade la noche, as como la medianoche la tiene del mismo da. En otras palabras, unajornada en su totalidad necesita de dinmicas contradictoriales para existir y para sercomprendida. En suma, la paradoja es la marca esencial de los momentos cruciales y de

    los cambios histricos.En Amrica Latina tal parece que las paradojas han sido una constante en suhistoria. En efecto, el continente americano muestra en su cotidiano histrico unconjunto de pases, vasto en unificaciones nacionales pero conteniendo en ellas unagran diversidad de culturas, contraponindose en ocasiones unas a otras, ya sea que setrate de Estados-Nacin renegando su diversidad tnica como los pases del Cono Sur(Argentina, Chile, Uruguay), ya sea que se trate de naciones que trataron de absorber laidentidad indgena a travs de la promocin unificadora de la ciudadana estatal (Mxico,Guatemala, Bolivia). Pases con grandes efervescencias econmicas, pero al mismo

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    tiempo con grandes desigualdades sociales, gritando discreta y paulatinamente lahistoria de su contradiccin. Contradicciones que van desde el debate de Valladolid quediscuta acerca de la carencia de alma en las poblaciones autctonas, y que hoy formanparte de su atractivo cultural, hasta los momentos posmodernos donde se esbozancontrastes econmico-sociales y culturales deslumbrantes. Llegamos a algo que pareceser la revancha de su historia.

    En este sentido, la Paradoja en Amrica Latina; en Mxico, en Brasil, en Colombia,en la Argentina, etctera, as como en las sociedades contemporneas en general, entanto nocin heurstica en las ciencias sociales, nos permite entender lo que sucede enla actualidad, en la era posmoderna. Es decir, comprender "la cosa y su contrario'', laimagen del espejo a la inversa. La paradoja es una manera de comprender la

    posmodernidad, en las sociedades contemporneas, pero tambin lo fue a lo largo delos tiempos. Ejemplo de esto lo podemos encontrar en tiempos mesoamericanos endonde el mercado era lugar de encuentros e intercambios, era tambin el lugar de laadministracin del poder. Asimismo, en los tiempos de Maquiavelo era en elpensamiento de la plaza pblica, encontrbamos dicha lgica: el mercadeo. Hoy esposible encontrar dichos paralelismos con los refranes populares, las redes informticasde las charlas virtuales, los chismes que se vuelven rumores y luego noticias, etctera.Todo ello siempre en una dinmica de contracorriente a la del pensamiento oficial, delpensamiento racionalista, en donde la sociedad es concebida ms bien de maneraorganizativa por el bien del pueblo, al mismo tiempo que acta contra el pueblo, esdecir, sin tomar realmente en cuenta al vulgo. En este sentido, estamos por un ladofrente a un pensamiento que refleja una lgica de tipo dialctico, que trata de superar laanttesis, a partir de una construccin racional, y por el otro el pensamiento del

    mercado, de la plaza pblica, el pensamiento popular, lugar donde uno se da cuenta deque las cosas no estn completamente divididas y ya predeterminadas, lugar donde lavida en su vastedad se reencuentra.

    En este sentido, ya no se trata de definir algo negro o blanco, sino de entender elvaivn en el seno de la vida social, entender el claroscuro de la dinmica social, esprecisamente aqu, donde encontramos la referencia a la ambivalencia, a laambigedad. Es esto lo que se encuentra en la paradoja intrnseca de la vida social endonde uno no se puede dividir de manera tajante, dicotmica, donde siempre existe unaida y vuelta entre un polo y otro, entre una circunstancia y otra venidera.

    En Europa, por ejemplo, se empieza a aceptar que las sociedades estn entrandoen una lgica ms compleja, que aquella circunscrita en una dualidad progresista. Eneste sentido Baudrillard o Edgar Morin han recalcado sobre el hecho de la heterodoxia

    del pensamiento e insistieron sobre el lado abstracto del pensamiento acadmico oficial.Por la fuerza de los eventos, uno puede darse cuenta forzosamente de la lgica de estaparadoja, y usarla as, como una herramienta metodolgica y epistemolgica que nospermita comprender la pluralidad, la complejidad, la heterogeneizacin de la vida social.

    En Amrica Latina este pensamiento popular (proveniente incluso de diversosmitos) se haba intentado borrar por medio del gran discurso mtico del progreso. Estepensamiento del cotidiano, no obstante, est a punto de afirmarse serenamente, demostrarnos que es posible, tericamente, afirmar la existencia de algo y su contrario enuna espiral paralela, en un mismo espacio-tiempo. En ese sentido, en nuestras

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    sociedades hispanoamericanas encontramos elementos que pueden servir y dar dehecho a las problemticas de las ciencias sociales europeas instrumentos para pensar suparadoja, para pensar lo paradjico que se vive en la vida cotidiana. De esta manera, sepuede decir que Amrica Latina ha retroalimentado la sociologa europea en los ltimosdecenios.

    En el fondo de las cosas, podramos preguntamos modestamente, qu es unpensamiento interesante en las Ciencias Humanas, si no aquel que se inscriba en unpensamiento que permanece arraigado en la vida y en el cotidiano? Es aqu, donde

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    pretenden ocultar su aburrimiento y desesperanza por medio de actividades ldicas,deportivas y culturales, las sociedades en Amrica Latina, tratan por el contrario deenmascarar el sufrimiento y la desesperanza por medio de su actitud contradictorial quese esboza en un ambiente de esperanza y fiesta.

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    en el Espritu del tiempo contemporneo en un ambiente ms bien trgico. En estesentido los pases de Amrica Latina son indudablemente un conservatorio sociolgicode lo trgico y habra que ver hasta qu punto esta actitud la podemos encontrar en unainfluencia espaola, en donde tambin se puede encontrar el sentimiento trgico de lavida, el sentimiento trgico de la existencia.

    En esta perspectiva, Miguel de Unamuno analiz bastante bien lo que sera unaforma de expresin mayscula, macroscpica, exagerada en Amrica Latina. Un ejemplopalpable de esta herencia y que por cierto no deja de mostrar sentimientosambivalentes y paradjicos, es la Corrida, tan comn en Espaa, como en Mxico y enalgunas otras partes de Amrica Latina y el sur de Francia. Ah, encontramos unamuestra, sin duda alguna, de la dinmica eminentemente trgica.

    Asimismo, en la ciudades de Amrica Latina y en todo el continente en generalencontramos una especie de paradoja entre un sedentarismo momentneo y lo quellamamos la circulacin social. Se trata de una paradoja que se establece en el mundourbano, en donde es evidente observar una especie de nomadismo fragmentado ylocalizado y un sedentarismo pasajero. Si a esto se le agrega el hecho de que tendemoscada vez ms a establecernos en el mundo urbano, sin duda podemos vislumbrar unaespecie de sinergia social cada vez mayor en las pocas venideras. Hablaremos as, deuna metfora paradjica expresada bajo el nombre del nomadismo-sedentarizado, cuyaexpresin est ntidamente traducida por la metfora del tribalismo.

    Todo esto que acabamos de mencionar, no son ms que pistas para comprenderlas sociedades posmodernas, de donde el desafo para las ciencias socialeslatinoamericanas estriba en la capacidad que pueda tener cada pensador para adaptarsus herramientas heursticas a las paradojas, a las dinmicas contradictoriales, a los

    movimientos subterrneos que hierven en su localidad, en su misma sociedad. Nosencontramos en una dinmica polismica, que es necesario traducir, comprender,desmenuzar con precaucin de manera metafrica.

    Finalmente, en este principio de siglo cuatro metforas aqu propuestas nosayudan entonces a comprender lo que est sucediendo en Amrica Latina en el marcode la reflexin de la sociologa del cotidiano.

    Primeramente, el brbaro que inyecta la sangre nueva en las sociedadescontemporneas. No se trata solamente de brbaros que se podran categorizar pormedio de los movimientos sociales, sociedad civil, grupos tnicos reivindicativos,etctera. No se trata de la imagen asociada a la barbarie en Amrica latina o en la EdadMedia en Europa, o al clsico debate entre el mundo europeo progresista y civilizado y elmundo americano retrgrada y brbaro de donde la legitimidad del colonialismo se

    construy alrededor precisamente de la dicotoma brbaro-civilizado y que en laactualidad se ha extrapolado en su forma eufemista a partir de la dicotomadesarrollado-subdesarrollado. Se trata aqu de otra visin completamente diferente delbrbaro, no en el sentido peyorativo construido durante la modernidad o por un sabererudito, sino en el sentido de lo que va a romper la monotona, el encierro de los valoresestablecidos y desgastados. ste, el brbaro, permanece de hecho en nuestraimaginacin, en nuestros marcos colectivos de la memoria.1

    1 Los remitimos a M. Halbwachs, Les cadres socaux d e la mmoire. Pars, Albn Michel, 1997, y La mmoire co llective, Pars, puf, 1968.

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    En Amrica latina, por ejemplo, el brbaro se encuentra en una dobleinterpretacin: entre el esquema de la marginalizacin y la atraccin extica-folclrica, yel carcter reivindicativo de la pluralidad cultural. Cualquiera que sea la interpretacindada al brbaro, ya sea sta la del marginal, ya sea la del poblador originario, cierto esque en Amrica latina el brbaro encuentra hoy su lugar de seduccin claramenteinstitucionalizado por los medios de comunicacin, las instituciones culturales, etctera.Cabe recordar, sin embargo, que el brbaro contiene ms que nada el carcterdionisaco de la dinmica social, es decir, se trata de la actitud a veces espontnea, aveces estratgica de renovacin de la norma establecida o el contornamiento de lasreglas instituidas. As, la metfora del brbaro es bastante interesante ya que retomaimportancia en los pases europeos y encuentra un gran reconocimiento en los pases de

    Amrica Latina, donde en realidad su silueta nunca haba desaparecido. El brbaro estambin la idea de la sed por el otro-all, es la expresin de alejarse del lugar quepromueve un enclaustramiento en sus propios valores, y por lo contrario, buscar larenovacin por medio de los valores externos.

    Al mismo tiempo, en la metfora de la sed por el otro-all, encontramos ladinmica establecida desde los pioneros en las llanuras de los Estados Unidos, hasta losmillones de migrantes que llevan en su imaginario una ola con la cuesta dirigida haciaarriba del continente, que expresa una sed de la conquista, no nada ms del bienestarsocial, sino tambin de un mundo lejano, de un mundo en donde se anhela la conquistade lo movible, de lo pasajero, de lo imponderable.

    Por otro lado, el policulturalismo, es tambin sin duda una metfora fuertementeusada en estos tiempos, a veces con abuso, a veces con desdn, pero que traduce entodo caso la aceptacin de una realidad arcaica, la legitimacin ya mencionada por Max

    Weber del politesmo de valores. En esta perspectiva, no slo son representativos pasescomo Guatemala, Mxico o Brasil. En el continente europe47.280.0uspaa es un ejemploemblemtico, n.280.o nada ms por la administracin ms o menos impulsada y organizadacon respecto a la diversidad cultural, sino tambin porque refleja el enriquecimientoexistente entre sociedades fuertemente diferenciadas pero compartiendo un estar-juntos. Ciertamente, aunque en esta realidad permanecen fuertes indicios de conflicto,tambin es cierto que el intercambio cultural, la circulacin social de los valores,producen nuevas dinmicas que aqu se pretenden comprender. En todo caso, quiendice policulturalismo, hace referencia tambin al desacuerdo social que puede surgir, y,que al final de cuentas es esto lo que da cabida al cambio histrico.

    Finalmente, la figura de la anomia tan utilizada en la sociologa durkheimiana,encuentra su riqueza analtica, sobre todo cuando nos referimos al continente

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    por ejemplo, es aquel que se va a buscar al otro lado del Mediterrneo, cuando la ciudadentra en crisis. Este, Dionisio, el brbaro vuelve a dar un Alma a la ciudad que porelitismo o desprecio de lo popular, tiende a acabar viviendo en la endogamia, en lareproduccin de s mismo.

    Por otro lado, desde un punto de vista antropolgico, los valores exgenos,pueden rectificar la vida en un momento dado. Por ejemplo, en los pases europeosdurante la Edad Media o incluso en el mismo imperio romano, encontrbamos que,precisamente cuando las sociedades estaban en estado moribundo, el otro-all delbrbaro vena a dinamizar, volva a dar sentido y sangre nueva a la sociedad. Hay unavirtud, una virtud del brbaro que puede evitar toda forma de encierro. Se trata de unarelacin entre el brbaro, Dionisio y la sed por el otro-all, relacin que se encuentra

    lejana a lo esttico, un vnculo que impide que la costumbre se transforme en unmortfero hbito. Esto refleja sin duda, un paralelismo con respecto a la polisemia, elmulticulturalismo o el policulturalismo, poco importa el trmino, ya que lo que es delorden de la evidencia en estas nociones es que se trata aqu de la expresin de todoaquello que no va a reducirse a la unidad. Se trata de la heterogeneidad en dondeactualmente encontramos en una diversidad de trminos, el esfuerzo intelectual de nodesdear el carcter de lo movible, el hervidero cultural que yace ah.

    En este sentido, actualmente nos damos cuenta que ya no es posible reconocersea partir de los valores del trabajo, la fe en el porvenir, en el progreso si no se haceforzosamente referencia a los valores arraigados, localistas, cotidianos, en suma, a losvalores del mercadeo. En esta perspectiva, encontramos en Amrica Latina unaverdadera fuerza en las afirmaciones localistas. Incluso, las diversas ciudadesestablecidas en estas sociedades reivindican su localismo, en contra de las grandes

    centralidades: San Paulo, Monterrey, Santa Fe, Cartagena, son vivos ejemplos de estasreivindicaciones localistas. Recordemos inclusive cmo durante todo el siglo XX, elmantenimiento de las dinmicas centrales tenan que pasar necesariamente por unabuena administracin y negociacin con las instancias locales, con los caciquismos dellugar. Hablamos de una especie de reafirmacin y refuncionalidad de lo local, que es, sinduda, una de las grandes caractersticas de la posmodernidad, impulsada por lasaturacin social del universalismo. As, parece ser indispensable partir de lo que sesiente por el otro, de sus olores, de su manera de comer, todo esto siendo unareferencia al entorno, el cual es necesario comprender a partir de un sentimiento depertenencia y un arraigamiento dinmico. Esto refleja, una manera de vivir laheterogeneidad galopante de nuestras sociedades. Esto culmina con la idea tomada deDurkheim, pero encontrada primeramente en los poetas alemanes del siglo XIX, bien

    conocidos por Nietzsche: la anomia, que es hoy lo que parece ser, lo cannico delmaana, es decir, una energa contenida en la necesidad del exceso, del desorden,necesidad de lo que viene a romper con el encierro, en las sociedades demasiadoensimismadas en una lgica de ruptura analtica.

    Es en la anomia precisamente que encontramos el resumen metodolgico de lasmetforas del Brbaro, de la sed del otro-all, del policulturalismo, de laheterogeneidad, de la polisemia. La anomia es la expresin de la vida, que no seencierra en un valor, es como dira Fernando Pessoa, "la intranquilidad del ser". Estaintranquilidad de la existencia, ms all del sentimiento de seguridad, de la ideologa

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    esceptizada en toda sociedad, es un sentimiento de necesidad del desorden. As, afuerza de querer una primaca, una dominacin del orden nos vemos conducidos a laintranquilidad, a la muerte. Y como sabemos, el cadver no se mueve, es incluso laperfeccin misma de lo esttico. La idea de anomia nos da cu0.8(i)16.1leveaasi0.8 q1(d)7ui stadr96.1(e)4.9(

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    ENCONTRAR LAS PALABRAS

    PREFACIO A LA TERCERA EDICIN FRANCESA

    Cada vez que se derrumban las evidencias, el poeta contesta

    aplaudiendo al porvenir. REN CHAR

    UN ARCASMO JUVENIL

    La poca no carece de inters, por lo menos para aquellos que se diviertenobservando sus convulsiones. La figura conjunto de todo esto es muy simple. Laencontramos, por cierto, en todos los periodos de profundas mutaciones. De un ladoestn algunos propietarios de la sociedad; aquellos que poseen el poder de decir y dehacer. Ronronean en sus habituales rganos de expresin y otros "centros de decisin".Se responden unos a otros por medio de sus diversos boletines parroquiales, yconsultan en stos, prioritariamente, una informacin esencial: la seccin necrolgica.Del otro lado se encuentra la vida salvaje, un tanto anmica, desordenada en todo caso.La mayora pictrica. En suma, tenemos as el poder instituido, bajo sus diversasformas: cultural, religiosa, social, econmica, contra la potencia instituyente.

    Esta dicotoma, ciertamente, demasiado marcada, merece ser matizada. Pero aveces hay que "filosofar a martillazos". La caricatura es til, ya que atrae la atencinsobre estas evidencias demasiado obvias para que uno est consciente de ellas.Digamos la palabra: el rey est desnudo. En su ltimo avatar: al haber sido tomadostodos los poderes por la generacin de las revueltas europeas de 1968, la lite modernano "representa" nada ms que a ella misma. Esta se abstrajo, literalmente, de unarealidad social que ya no la reconoce como tal.

    Habiendo vendido su alma por un plato de lentejas, esta generacin se encuentra,de manera ms o menos consciente, amargada, triste e infecunda. Se conforma conrepetir las recetas filosfico-polticas que la condujeron al poder. Recetas elaboradas en

    un siglo XIX que se acababa apenas de terminar y cuya pertinencia ya no es nadaevidente. Recetas republicanas, ciudadanas, democrticas: la lista de losencantamientos es bastante larga, y que culmina en el "pensamiento nico"conformista, moralizador, que dicta y repite ad nauseam lo que convendra hacer, lo quelas cosas tendran que ser. Es precisamente sobre esta lgica del "deber ser" en la quese cimienta el resentimiento y la rabia del polica, del juez y del cura dormitando entodos aquellos que quieren, o que afirman querer, realizar la felicidad de los dems ensu lugar y, a veces, en contra de ellos.

    Amargados, he dicho, tristes, aquellos que traicionaron un bello sueo. Se

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    volvieron notarios en lugar de los notarios que aborrecan. De ah el mecanismohabitual, de la proyeccin que consiste en ver al mundo ms miserable de lo que es, conel fin de hacerse cargo de l y salvarlo. Pero, puede ser salvado por esos viejosgruones que, a lo largo de artculos, de programas de televisin y de libros edificantes,sermonean a la "gente" para que no se convierta en lo que ellos mismos se convirtieron:espritus malvolos, esencialmente preocupados por sus privilegios, simblicos omateriales, recin adquiridos?

    "Sin objetividad ni subjetividad." Es as como Georges Lukcs defina a losperiodistas. Esta frmula puede en su momento, ser aplicada al conjunto de la litemoderna. Es esto mismo lo que constituye su abstraccin, su desarraigo; lo que fundasu arrogancia y tambin su cinismo. Cosas que secretan pensamientos convencionales,

    que suscitan buenos sentimientos y alguno que otro "moralismo" que son lo propio delas "bellas almas" que se mantienen en lo alto del adoqun social. La mediocridad de lamediocracia es ahora evidente. La roca Tarpeya se encuentra, como se sabe, cerca del

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    los tiempos aseguran su poder, y el de la superficialidad apresurada que un cierto tipode periodismo tiende a privilegiar. Si el tribalismo es una tendencia de fondo, esnecesario, ms all de una sociologa de las circunstancias, elaborar un pensamientodestinado a perdurar.

    Nos encontramos aqu, lo reconozco, ante una verdadera paradoja: indicar unadireccin precisa con "palabras" que no poseen, en absoluto, la precisin del concepto.Quizs habr que aprender a aceptar, y a vivir, esta paradoja. En vez del machaqueo,de los encantamientos referidos ms arriba: repetir, sempiternamente, las palabrasclaves del siglo XIX, tenemos que aprender a contentarnos con metforas, conanalogas, con imgenes, cosas difusas que serian los medios menos torpes posiblespara poder expresar "lo que es", lo que se encuentra al estado naciente. Es cmodo, en

    efecto, "entretenernos con la cantaleta" democrtica o republicana. Y es a esto a lo quese dedica la mayor parte de los intelectuales, periodistas, polticos, trabajadores socialesy otras bellas almas que se sienten "responsables" de la sociedad. Sea cual fuere lasituacin, sean cuales fueren los protagonistas, no se les ocurren ms que lasexpresiones de ciudadana, repblica, estado, contrato social, libertad, sociedad civil.Esto es completamente honorable e incluso bien amable. Sin duda, pero he aqupalabras que parecen venidas del planeta Marte para la mayor parte de los jvenes, aquienes no les interesa la poltica, y ni siquiera lo social. La abstencin durante laselecciones es particularmente reveladora a este respecto, ya que muestra que elmecanismo de representacin ya no tiene ninguna relacin con lo que es vivido.

    Para evitar repetirme (aunque la redundancia sea inherente al mito, y las "ideasobsesivas" lo sean para las obras creativas), sintetizar las "palabras" nuevas a lo largode dos grandes ejes esenciales: por una parte el que pone en relieve los aspectos a la

    vez "arcaicos" y juveniles del tribalismo. Por la otra, el que subraya su dimensincomunitaria y la saturacin del concepto de individuo. Aqu tenemos, me parece, las dosraces del tribalismo posmoderno. He aqu, pues, lo que debe tomar en consideracin unpensamiento radical.

    Desconfiar del hocico de los pensadores establecidos. Ensucian todo lo que tocan.Ms vale, con ligereza, participar en aquello que he llamado un "conocimientoordinario": el saber de los intersticios en las palabras y en las cosas. En ciertosmomentos, el verdadero saber se encuentra en lo que se mueve, en el aspectotembloroso y estremecedor de lo que vive. Ah se esconde lo poco de verdad, la verdadaproximativa a la cual es posible pretender. Hay en esta paradoja una verdaderaexigencia intelectual que va al encuentro del espritu del tiempo, que se esfuerza portomar en serio los sueos colectivos, sin tener, por esto mismo, que encerrarlos en el

    cepo de los prejuicios tericos.Bergson lo mostr perfectamente: siempre encontramos una intuicin en el fondode todo pensamiento creativo. Este puede, por cierto, ser considerado como tal si seencuentra en congruencia con la intuicin creativa de una poca determinada.Recordemos: la intuicin es aquella "visin interna" que ve, lo ms cerca posible, laenerga propia de un individuo, una situacin o un conjunto social dado. Por mi parte, la

    Vase M, Maffesoli, El conocimiento ordinario, Mxico, FCE [T.].

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    intuicin que est presente en todos mis anlisis es la de la potencia societal1 La hellamado socialidad, centralidad subterrnea; poco importa el trmino. Se trataba deatraer la atencin sobre esta fuerza interna, que precede y funda a, qu1.9rza int podla bqu1.9jotesus1

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    "ingresin" que favorecen una nueva revivificacin social. (1.7) que nos incita a operaruna verdadera inmersin en el inconsciente colectivo. Quiero decir con esto, tomar enserio los fantasmas comunes, las experiencias onricas, las manifestaciones ldicas pormedio de las cuales nuestras sociedades vuelven a expresar lo que las liga al sustratoarquetipal de toda naturaleza humana.

    Esto no dejar, quiz, de sorprender a los protagonistas de la msica tecno, de losdesfiles urbanos o de las raves parties. Pero hay algo en esas histerias comunes quedebe ser puesto en relacin con el mecanismo de la reminiscencia platnica.Reminiscencia que corre a la par con la revivificacin. Es esto lo nativo, lo brbaro, lotribal: dice y redice el origen, y por esto otorga de nuevo vida a aquello que habatendido a anquilosarse, a aburguesarse, a institucionalizarse. En este sentido, el regreso

    a lo arcaico en numerosos fenmenos contemporneos expresa, la mayor parte deltiempo, una fuerte carga de vitalidad.Como he indicado frecuentemente, se puede encontrar este vitalismo en las

    efervescencias musicales, pero se puede, de igual modo, observarlo en la creatividadpublicitaria, en la anomia sexual, en el regreso a la naturaleza, en el ecologismo enboga, en la exacerbacin

    del vello, de la piel, de los humores y los olores, en suma, en todo lo que recuerdaal animal en lo humano. Ensalvajamiento de la vida! He aqu precisamente la paradojaesencial de la posmodernidad, que pone en escena el origen, la fuente, lo primitivo y lobrbaro. Y, as, al redinamizar, de manera no siempre consciente, un cuerpo social untanto envejecido, la fidelidad a las fuentes es garanta de porvenir. En este sentido, eltribalismo es la expresin de un arraigamiento dinmico.

    Enlace entre el arcasmo y la vitalidad, he aqu la primera clave de este libro. Es

    tambin la primera paradoja de la posmodernidad. Aun si no lo indico ms quealusivamente, nos encontraremos con el mito del puer aeternus. Aquel nio eterno,aquel viejo infante que encontramos presente en ciertas culturas. Digo pertinentementemito, o tambin figura emblemtica, ya que esta juventud no es, simplemente, unproblema de estado civil. Es cierto que las jvenes generaciones viven de maneraparoxstica estos valores hedonistas. Pero, por un proceso de contaminacin, todo elconjunto del cuerpo social queda implicado.

    Ciertos de mis crticos han considerado que el tribalismo, que ya no se puede,empricamente, negar, era la particularidad de un grupo de edades, aquella de laadolescencia prolongada. sta es, en mi opinin, otra forma de negar el profundocambio de paradigma que se est llevando a cabo. El lenguaje joven, el vestirse joven,el cuidado del cuerpo, las histerias sociales, son ampliamente compartidas. Cada cual,

    sea cual fuere su edad, su clase, su estatuto social, est, en mayor o menor medida,contaminado por la figura del "nio eterno". En una palabra, ya que esto forma parte demi reflexin actual, me parece que la estructura patriarcal vertical est siendo sucedidapor una estructura horizontal, fraternal. La cultura heroica, caracterstica del modelojudeocristiano y despus moderno, se cimentaba sobre una concepcin del individuoactivo, "dueo de s mismo", dominndose y dominando la naturaleza. El adultomoderno es la expresin acabada de tal herosmo. G. Durand ve en l el viejo

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    "arquetipo cultural constitutivo del Occidente".1 Hay que encontrar, aqu tambin, la palabra adecuada para designar la vitalidad

    no activa de las tribus posmodernas. Vitalidad, as pues, del "nio eterno", un pocoldico, un tanto anmico. Utilizando una expresin de Guy Debord, esta "prodigiosainactividad", un tanto amenazadora respecto al orden establecido, no concerna ms quea algunos grupos vanguardistas, bohemios, marginales o excluidos voluntariamente. Yano es ste el caso. Toda ocasin es buena para vivir, en grupo, esta prdida de s en elotro, de la cual aquel perpetuo nio que es Dionisio, y las bacanales que suscita,constituyen ejemplos acabados.

    Evocando el Tour de Francia y sus montaas, Alain Pessin habla de un "regreso ala infancia". La expresin es juiciosa y caracteriza pertinentemente el imaginario de esta

    competencia deportiva con toda su carga, manera ms o menos barroca, de fantasas,de sueos, de alegra de estar juntos2 y de ludismo compartido. Pero tal "regreso"puede ser aplicado a las muchedumbres contemporneas. stas no son ms que unasucesin de tribus que expresan de todo corazn el placer de la horizontalidad, elsentimiento de la fraternidad, la nostalgia de una fusin preindividual.

    Escucho aqu a los "virtuistas" de todo tipo ponerse a dar de gritos con granfuerza. Veo a los psicoanalistas de todas las escuelas ponerse a invocar la "ley delpadre". Y, quiz, no se equivocan. El puer aeternus es un tanto amoral. Podra ser, aveces, hasta francamente inmoral. Pero este inmoralismo puede ser tico por el hechode soldar en conjunto y fuertemente a los diversos protagonistas de talesefervescencias. El "regreso a la infancia" no es nicamente individual. Hace cultura.Induce otra relacin respecto a la alteridad, respecto a ese otro que es el prjimo, a eseotro que es la naturaleza. Relacin que ya no es heroica sino que se contenta con lo que

    la alteridad es para lo que es. Hay en el "viejo infante" una tolerancia, una generosidadinnegables que extraen su fuerza de aquella memoria inmemorial de la humanidad que"sabe", con un saber incorporado, que ms all o ms ac de las convicciones, de losproyectos de todo tipo, de las metas ms o menos impuestas, est la vida y suinagotable riqueza, la vida sin fina

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    anmicas, que ponen en relieve el aspecto pagano, ldico, desordenado de la existencia.As, es hacia nuestras sociedades racionalizadas a ultranza, aseptizadas por excelencia,que se aplican a anular todo riesgo posible cual sea que ste fuere; es a estassociedades a las que el brbaro regresa. Es esto tambin, el sentido del tribalismo.

    Por cierto, por poco que sepamos entenderlo con profundidad, este regreso delbrbaro no es algo malo. Recordemos aqu lo que deca Le Play: "Las sociedadesperfectas permanecen incesantemente sometidas a una invasin de 'pequeos brbaros'que acarrean sin cesar todos los malos instintos de la naturaleza humana." Dejemos aun lado la calificacin moral que no presenta inters alguno. En cambio, veamos cmoes recurrente un fenmeno particular, en el que regularmente vuelven las fuerzas vivasal seno mismo de lo que est demasiado institucionalizado. Los "pequeos brbaros" de

    Le Play, las "pequeas hordas" de Charles Fourier no dejan de evocar a los juniors y otros "salvajones", que nos recuerdan, pertinentemente, que un lugar en donde se trocel morir de hambre por el morir de aburrimiento, no merece llamarse "ciudad".1

    Frente a la anemia existencial suscitada por un social demasiado racionalizado, lastribus urbanas destacan la urgencia de una socialidad emptica: compartir emociones,compartir afectos. Lo recuerdo, el "comercio", fundamento de todo estar-juntos, no es,simplemente, intercambio de bienes; es tambin "comercio de ideas", "comercioamoroso". Expresndolo en trminos un poco ms antropolgicos, hay momentos enque se observa un deslizamiento importante, el paso de la "polis" al "tiaso", el de unorden poltico a un orden fusional. Es ste el paso que describe El tiempo de las tribus.Nos encontramos lejos del universalismo moderno, el de la Ilustracin, el de Occidentetriunfante. Universalismo que no era, de hecho, ms que un etnocentrismo particulargeneralizado: los valores de un pequeo cantn del mundo extrapolndose en un

    modelo vlido para todos. El tribalismo nos recuerda, empricamente, la importancia delsentimiento de pertenencia, a un lugar, a un grupo, como fundamento esencial de todavida social.

    EL IDEAL COMUNITARIO

    Otra clave o "carcter esencial" del neotribalismo posmoderno es precisamente ladimensin comunitaria de la socialidad. Es importante insistir sobre este punto, puestoque es tan frecuente leer, y or, que el individuo y el individualismo seran la marcaesencial de nuestro tiempo. Esto es otro ndice del desfasamiento de la inteliguentsiarespecto a la realidad. Aqu, se limita a proyectar sus propios valores sobre el conjuntosocial. Bastara ver la importancia de la moda, del instinto de imitacin, de las pulsiones

    1 Cf. P. Tacussel. Charles Fourier, le jen des passions, Pars, Descle de Brouwer, 2000.

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    gregarias de todo tipo, de las mltiples histerias colectivas, de las muchedumbresmusicales, deportivas, religiosas de las que he hablado frecuentemente, paraconvencerse de lo contrario.

    La cosa es an ms divertida cuando observamos que, acarreada por el espritu

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    manera de proyectar hacia el exterior una "sombra" que nos habita. Satanizando yatribuyndoles a otros ciertos valores que consideramos malignos, negamos quetambin son nuestros. De hecho, secta y clan poltico poseen una estructura idntica: elsentimiento de pertenencia.

    Universidad, prensa, poltica, sindicato, podramos continuar la lista:administracin, clubes, formacin, trabajo social, patronato, iglesias, etctera. Elproceso tribal ha llegado a contaminar el conjunto de las instituciones sociales. Y es enfuncin de gustos sexuales, de solidaridades de pensamiento, de relaciones amistosas,de preferencias filosficas o religiosas que van a instalarse las redes de influencias, loscompadrazgos y otras formas de ayuda mutua de las que ya se ha hablado, queconstituyen el tejido social. "Redes de redes", como lo muestro posteriormente, en las

    que el afecto, el sentimiento, la emocin bajo sus diversas modulaciones desempeanun papel esencial. No viene al caso decir si esto est bien o mal. Ms vale reconocerque, contrariamente a un social racionalmente pensado y organizado, la socialidad no esms que una concentracin de pequeas tribus que tratan, como pueden, deconjuntarse, de entenderse, de arreglrselas. Heterogeneizacin, politesmo de valores,estructura hologramtica, lgica "contradictorial", organizacin fractal? El trminoempleado importa poco. Lo que es seguro es que ya no es a partir del individuo,poderoso y solitario, fundamento del contrato social, de la ciudadana deseada o de lademocracia representativa defendida como tal, que se constituye la vida en sociedad.sta es, ante todo, emocional, fusional, gregaria. Gregarismo que no deja de serchocante, pero que es necesario pensar.

    De hecho, en todas las instituciones que acabamos de mencionar, el tribalismo,ms o menos "enmascarado", es de rigor. Y si pude parecer polmico al describirlo,

    solamente fue as porque la mayor parte del tiempo es negado. Por esto no es nadaintil, incluso para aquellos mismos actores de esta parodia, de darles "el olor de supropio excremento". Pedagoga un tanto primaria pero, vaya usted a saber, que a vecespuede resultar til. En lugar de recitarnos, de manera hipcrita, los beneficios deluniversalismo, quiz deberan mejor reconocer que son miembros de una tribu y que secomportan como tales. Slo podemos ganar cuando las cosas son claras. El libreexamen, la crtica individual, distan mucho de ser valores contemporneamente activos.El pensamiento y la accin son, ante todo, clnicos. ste es el gran cambio deparadigma.

    En efecto, en todos los ejemplos que acabo de citar, y en todos aqullos, bastantenumerosos, que, empricamente, constituyen nuestra vida cotidiana, podemos decir queel individuo, y el individualismo terico que le sirve de fundamento terico, ya no

    funcionan. Se ha efectuado una saturacin, en el sentido ms amplio del trmino, delelemento fundamental de todos lo sistemas tericos occidentales. El "tiempo de tastribus" es el revelador de tal saturacin. sta es la leccin del "arcasmo" posmoderno:estamos volviendo a actuar, en todos los dominios, la pasin comunitaria. Podemosrehusarlo, ofuscarnos, negarlo, protegernos de l, no importa, la tendencia est ah ynos empuja hacia el prjimo, quien nos incita a imitarlo. Volverse moda del mundo: yosoy pensado ah en donde creo pensar, yo soy actuado ah en donde creo actuar.

    En el fondo, esto es la revancha de lo "dionisaco", es esto el ambiente ertico dela vida social, es esto la importancia otorgada a la "proxmica cotidiana", es esto lo que

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    est en juego en el mito del puer aeternus. El imperativo categrico kantiano,imperativo moral, activo y racional, es sucedido, utilizando una expresin de Ortega yGasset, por un "imperativo atmosfrico", que podemos entender como un ambienteesttico en el que nicamente importa la dimensin transindividual, colectiva, y hastacsmica.

    Esto es la saturacin del sujeto, la subjetividad de la masa, que he llamado el"narcisismo de grupo" y otras formas del Urgrund colectivo. Es decir, lo que constituyeel fondo, tambin podramos decir el fundos, de todo estar-juntos: esto es lo que lesirve de soporte, su capital bsico.

    Ah se encuentra el punto nodal filosfico del tribalismo. Hay que tenerlo muypresente en la mente, ya que son todava insospechadas sus consecuencias sociales.

    Evocando un anlisis de Gilbert Simondon, yo dira que lo que est en juego es lo MSQUE UNO. LO que hace que cada uno de nosotros participe en una especie depreindividualidad. El mundo y el individuo, a partir de entonces, ya no pueden serpensados a partir de la reductio ad unum1 cuyo esquema fue diseado por Gomte y que,volens nolens, constituye la base de los diversos sistemas sociolgicos que lesucedieron. Hay que volver al mecanismo de participacin mgica: con los otros(tribalismo), con el mundo (magia), con la naturaleza (ecologa). En cada uno de esoscasos, ya no se trata de encerrarse en la fortaleza de su mente, en su identidad (sexual,ideolgica, profesional) intangible sino, todo lo contrario, de la prdida de s mismo, delgasto y otros mecanismos de prdida que ponen en relieve la apertura, el dinamismo, laalteridad, la sed del infinito.

    El tribalismo, ms profundamente, es una declaracin de guerra al esquemasustancialista que ha marcado al Occidente: el Ser, Dios, el Estado, las Instituciones, el

    Individuo, podramos continuar si quisiramos la lista de las sustancias que sirven defundamento a todos nuestros anlisis. Quermoslo o no, seamos o no conscientes, laONTOLOGA es el punto de partida. En suma, slo

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    sucede con el sujeto actuante, as como con el ciudadano actor voluntario de uncontrato social racionalmente regulado. El universalismo, del sujeto, de la razn, avalarde un Dios trascendente, cede su sitio a razones y a afectos locales, particulares, ensituacin. En pocas palabras, ya no es la verticalidad del cerebro lo que prevalece, sinoel despertar de la persona en su totalidad, lo que requiere, como ya he indicado(instante eterno), un "pensamiento del vientre". Un pensamiento que sepa encargarsede los sentidos, las pasiones y las emociones comunes.

    En esta perspectiva encontramos un fondo arquetipal de alegras, de placeres, dedolores tambin, que se arraigan en la naturaleza (naturaleza natural, naturalezahumana, naturaleza social). "El alma de la campia" (Cari Gustav Jung) que eljudeocristianismo, y luego el burguesismo no borraron completamente, tae de nuevo.

    Retoma fuerza y vigor en las junglas de asfalto de nuestras ciudades, pero tambin enlos claros de los bosques cuando, de manera paroxstica, las tribus tecno, durante susraves pisan extasiadas aquel barro con el que todos estamos hechos. Nos encontramosaqu en el corazn mismo del tribalismo posmoderno: la identificacin primaria,primordial en cuanto a aquello que de humus hay en lo humano.

    Resulta que este tomar en consideracin lo sensible, del humus, del cuerpo, esalgo comn y corriente en numerosas culturas. Es lo que nos puede hacer decir que elmilenio que se inaugura ante nuestros ojos no ser tan catastrfico como algunospredicen. Sin embargo, marca, sin lugar a dudas, el fin de una poca. La de un mundoorganizado a partir del primado del individuo. Individuo, recordmoslo, capaz de ser elamo de su historia y as pues de realizar, junto con otros individuos con la mismacaracterstica, la historia del mundo. El regreso avasallador del destino, del cual somostributarlos, es correlativo al de la comunidad.

    Destino comunitario, comunidades de destino, he aqu la "marca" del tribalismo.Esto no va sin producir cierto temor, ya que estbamos acostumbrados a la mecnica dela sociedad como se haba ordenado desde el principio de los tiempos modernos. Es estetemor lo que suscita el catastrofismo a la moda, y que ve en el tribalismo el retorno dela barbarie. Sin embargo, por una parte, la barbarie ha sido frecuentemente la ocasinpara regenerar un cuerpo social lnguido y debilitado despus de un largo periodo deendogamia. Y, por otra parte, por qu un ideal comunitario sera ms nocivo que elideal societario? Podemos, en todo caso, constatar que genera calor humano. Laproxmica conforta los afectos. La horizontalidad fraternal, propia del tribalismo, escausa y efecto de lo que he llamado "lo ertico social".

    Echarse una mano, encontrar nuevas formas de solidaridad, de generosidad,instalar dispositivos caritativos, todas estas son oportunidades para vibrar juntos, para

    expresar ruidosamente el placer de estar juntos o para emplear una expresin algotrivial frecuente en las jvenes generaciones: "reventarse". Expresin pertinente sitenemos en cuenta que destaca el fin de la fuerte identidad individual. Nos reventamosen la efervescencia musical, en la histeria deportiva, en el calor religioso, peroigualmente en una ocasin caritativa o, tambin, en una explosin poltica.

    Estaramos, por cierto, bien inspirados si prestramos atencin a esas explosionescalificadas demasiado rpidamente de polticas. En efecto, contrariamente a la lgicapoltica, lgica moderna por excelencia, en la que todo est programado, en la que laaccin se inscribe dentro de un mecanismo tctico y estratgico, si no es que previsto,

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    por lo menos preparado, las explosiones sociales contemporneas son tan violentascomo repentinas. Son, tambin, efmeras. No es ste un sitio para analizarlas, bastaindicar que expresan, de manera paroxstica, el papel de las pasiones, la importancia delas emociones compartidas. Se trci un a puesta en escena en la que el papelprincipal no le toca a un individuo racional, sino a una persona quesaesempea,

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    En todo caso, frente a las mentes lastimeras, est lo que aprend de la leccingenerosa de mis maestros y de la experiencia. Es lo que transmito a mis estudiantes.As lo dijo, con ms belleza, Rainer Mara Rilke:

    Con ms arte plegara las ramasde los saucesAquel que, de los sauces aprehendieralas races.(Sonetos a Orfeo, 1,6)

    Son las cosas mismas las que nos ensean lo que son y, muy a menudo, para

    pensarlas convenientemente necesitamos saber llevarle la contraria a los pensamientosconformes.Tal como lo deca al principio, esto no se hace sin dificultad. Zarpar, con rumbo a

    alta mar, de la tranquila certeza de las teoras establecidas, siempre es doloroso.Igualmente, cavar para buscar las races requiere un esfuerzo. Pienso haberme aplicado.Ahora le toca al lector proseguir este esfuerzo. Y esto, lo repito, sin juicios a priori, sinpensamientos preconcebidos. De esta manera se podr ver en el sorprendentemimetismo tribal otra manera de pensar o, en todo caso, de vivir la relacin con laalteridad. Este esfuerzo podr, asimismo, darle el sentimiento de que la vida, a pesar detodo, perdura. Y que esta vitalidad es asumida, volens nolens, por las tribuscontemporneas que se ocupan de ella. En lo que me concierne, es esto lo que meconvierte en espectador conmovido de esta pobre mueca simiesca, espectadorenternecido de este pobre y noble gesto humano.

    Les Chalp-Cervires21 de julio de 2000

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    A MODO DE INTRODUCCIN

    ALGUNAS PRECAUCIONES USUALES

    Ambiente, he aqu un trmino que aparecer a menudo a lo largo de este libro,por eso quiz sea de utilidad decir en algunas palabras lo que ha presidido suelaboracin.

    Comenc una obra anterior apadrinado por Savonarola... Esta vez invocar a

    Maquiavelo, haciendo referencia a lo que l llama "el pensamiento de la plaza pblica".Para aquellos que leen, o que saben leer, en este momento en donde llega a su fin laera moderna, se persigue de este modo una reflexin de largo alcance, que por mediode las nociones de poder, socialidad, cotidiano, imaginario, pretende estar atenta aaquello en lo que se cimienta profundamente la vida corriente de nuestras sociedades.Actualmente, la preparacin del terreno permite orientar firmemente el rumbo hacia lacultura, que debe entenderse en el sentido ms amplio del trmino y que hoy prevalecesobre el proceso econmico-poltico. El nfasis que se da a los diferentes rituales, la vidabanal, la duplicidad, los juegos de apariencia, la sensibilidad colectiva, el destino, enpocas palabras a la temtica dionisaca, que, aunque se haya prestado a broma, no dejade utilizarse a menudo de diversas maneras en numerosos anlisis contemporneos, Esnormal, pues la historia del pensamiento muestra claramente que, junto conmimetismos intelectuales o autolegitimaciones apriorsticas, existen legitimidades que severifican con el uso. Algunos administran un saber capitalizado, otros, en el sentidoetimolgico del trmino, "inventan", es decir, sacan a la luz lo que ya existe pero quenos cuesta trabajo discernir.

    Sin embargo, no hay motivos para mostrarse triunfalistas. Este discernimiento noes nada fcil. Expresin de una prudencia sin duda necesaria pero a menudo demasiadomortfera, el espritu de lo solemne domina nuestras disciplinas. Por otro lado, esinteresante notar cmo a veces hace buen equipo con la desenvoltura ms pretenciosa.Existe acaso una gran diferencia entre lo que Max Weber llamara el "pequeoengranaje" de un pensamiento tecnocrtico y la indiferencia que obtiene beneficio endetrimento de lo que l (u otros) sembraron tiempo atrs? En realidad ambas cosas nohacen sino confortarse mutuamente, y el hecho de que sean ensalzadas por un pblicoembobado merece atencin. Se debe entonces, como hacen algunos, vilipendiar una

    poca aptica y un tanto ignorante? No ser yo quien caiga en esta solucin simplista.Es normal que algunos representen el papel de bufones ante periodistas apresurados.Despus de todo, esto tambin forma parte del legado social, pero se puede igualmenteimaginar que exista alguien con ambiciones distintas: dirigirse a aquellos que quierenpensar por s mismos y que hallan en tal libro, o en tal anlisis, una ayuda o uninstrumento que les permita presenciar la Epifana de su propio pensamiento,Ingenuidad, pretensin? El tiempo lo dir. Slo algunos espritus sagaces sabrnanticiparlo.

    Ya se habr comprendido que la ambicin de la presente obra es dirigirse

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    misteriosamente, sin falsa simplicidad ni intil complicacin, a la comunidad de espritusque, al margen de capillas, camarillas y sistemas, entiende aquella "hommerie"1de quehablaba el sabio Montaigne y que es tambin su suerte y predicamento. Mentes libres,

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    semejante comparacin, o cuando menos aplicarla a tipos de polaridad cercanos. Esto loexplicar de manera ms detallada en el captulo final, pero me parece que nosencontramos ante una paradoja fecunda, adems de muy til a la hora de apreciarconfiguracionesd par cen

    48n2a)52E8(ta5(neuntrmJt(one)69a51g4615(3999007Tc0 3629Tw[087p)-56(me2 5(8(r)-63y)6ma25(8(e25(4(ant) )-horav)6( 0)]dp6(e4()52ET25(4(Reg4615(55250047Tc0 0319Tw[08ptu)6ferrse-hora)) )-horav1(e)ge6 r5(5(s)88)1g46 0863956 44531r9894ref298299 009 82994728 64160035346 4000009Tc0 214Tw[(0499)-56(s)6 1arresg)doJpa)6)5)5(e(necoJpa)6nduc)

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    opone al Poder de lo econmico-poltico. Concluir esta primera aproximacin con unaclarificacin aportada por la cbala, para la cual las "potencias" (Sefirot) constituyen ladivinidad. Segn G. Schofem, estas potencias son los elementos primordiales "en lo quese funda todo lo real", as, "la vida se propaga hacia el exterior y vivifica la creacinpermaneciendo al mismo tiempo en el interior de manera profunda; y el ritmo secretode su movimiento, de su pulso, es la ley de la dinmica de la naturaleza".1Este pequeoaplogo permite resumir lo que es, a mi juicio, el papel de la socialidad: ms ac o msall de las formas instituidas, que siempre existen y que a veces dominan, existe unacentralidad subterrnea informal que garantiza el perdurar de la vida en sociedad. Eshacia esta realidad que conviene volver nuestras miradas. No estamos acostumbrados aella, nuestros instrumentos de anlisis estn un poco anticuados, sin embargo, mltiples

    indicios, que intentar formalizar en este libro, nos dicen que ste es el continente quetenemos que explorar. Nos encontramos ante un verdadero desafo para los deceniosvenideros. Ya lo sabemos, siempre empezamos a reconocer lo que es post festum, anes necesario mostrarnos lo suficientemente lcidos y desprovistos de prejuiciosintelectuales para que esta demora no resulte demasiado importante.

    QUOMODO

    En efecto, es preciso adecuar, en la medida de lo posible, nuestras maneras depensar y los objetos (re)nacientes a los que pretendemos acercarnos. Cabe hablar aeste respecto de revolucin copernicana? Puede ser. En todo caso, hay que demostraruna buena dosis de relativismo, aun cuando slo sea para mostrarnos receptivos a unnuevo estado de las cosas.2

    En un primer planteamiento, y para ir a contrapelo de una actitud harto difundidaen la modernidad, quizs haya que aceptar ser deliberadamente intiles; prohibirsecualquier corto circuito con la prctica y negarse a participar en un conocimientoinstrumental. Recuerdo a este respecto el ejemplo, curiosamente olvidado, de los padresfundadores de la sociologa, quienes, segn la frase de aquel gran historiador de la

    disciplina que es R. Nisbet, "no dejaron jams de ser artistas". Y no olvidaremos que lasideas que posteriormente pueden estructurarse como teora, resultan ante todo "delmbito de la imaginacin, de la visin, de la intuicin"3. El consejo es oportuno, pues fue

    1 G. Scholem, La mystique juive, Pars, Cerf, 1985, pp. 59 ss.

    2 Yo he dedicado un libro a este problema: M. Maffesoli, La connaissance ordinaire, Pars,Meridiens Klincksieck, 1985. Cf. tambin, loge de la raison sensible, Pars, Grasset, 1996.

    3 R. Nisbet, La tradition sociologique, Pars, PUF, 1981, p. 33

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    as como, a finales del siglo pasado, los pensadores aludidos, en la actualidad autorescannicos, fueron capaces de proponer sus pertinentes y plurales anlisis de lo social.Aunque slo fuera por la fuerza de las cosas, es decir, cuando nos vemos confrontados acualquier (re)novacin social, es de suma importancia practicar cierto "dejar" terico,sin que por ello, segn seal, renunciemos al espritu o favorezcamos la pereza y lafatuidad intelectual. En la tradicin comprensiva, que es la ma, se procede siempremediante verdades aproximativas. Esto es tanto ms importante cuando se trata delmbito de la vida corriente. Aqu, con ms razn que en otros mbitos, no tenemos porqu preocuparnos de lo que podra ser la verdad absoluta, La verdad en este caso esrelativa, dependiente de la situacin. Se trata de un "situacionismo" complejo, pues elobservador est a la vez, aunque slo sea parcialmente, integrado en la situacin

    concreta que describe. La competencia y la apetencia van a la par, y la hermenuticasupone que "se es" de eso mismo que se describe, necesita una "cierta comunidad deperspectiva".1 Los etnlogos y los antroplogos han insistido ociosamente en estefenmeno, ya es hora de que lo aceptemos para las realidades que nos tocan de cerca.

    Pero como todo lo que nace es frgil, incierto y plagado de imperfecciones,nuestro acercamiento ha de tener tambin estas mismas cualidades. De ah laapariencia de ligereza. Un terreno movedizo requiere un andar consecuente con l, porlo que no es ninguna vergenza practicar surf sobre las olas de la socialidad. Es, incluso,una cuestin de prudencia, que adems no deja de revelarse eficaz. A este respecto, lautilizacin de la metfora es perfectamente pertinente, ms all de sus ttulos nobiliariosy de su uso en las producciones intelectuales de todos los periodos de efervescencia,permite las cristalizaciones especficas que son las verdades aproximativas ymomentneas. Se ha dicho que Beethoven sola encontrar en la calle los motivos de sus

    ms bellos temas. El resultado es innegable. Por qu no esTJ(r)5gniiosce e-4( todo)t.8(lt)8metnoa eTw[

    s ) 9 62 5 T f 2 2 8 8 9 5 T D - 0 2 3 49 T c 0 t v os s 4 1 2 - 6 p p n a ( s) 1 3 (s ( 12 - 6 y c o ) - 3 9 n s (s 4 ) 5 e rv a r v - 6 ) 1 1 n t su s

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    veces prefiri "utilizar palabras antiguas confirindoles un sentido nuevo o hacindolasentrar en combinaciones originales que rompieran con la pesadez de los

    neologismos".1 Preferir los "miniconceptos" o las nociones a las certidumbresestablecidas, aun cuando esto pueda resultar chocante, es, a mi juicio, testimonio deuna actitud mental que pretende situarse lo ms cerca posible de esta desordenadamarcha caracterstica de toda vida social.

    OBERTURA

    As queda esbozado a grandes rasgos el marco general en el que se movern lasdiversas consideraciones sociolgicas siguientes. El ambiente de una poca es, enconsecuencia, el de una investigacin. sta se extiende a lo largo de varios aos. Demanera regular, sus resultados provisionales fueron "probados" por varios colegas y porvarios jvenes investigadores tanto en Francia como en numerosas universidades en elextranjero. Se basa sobre una paradoja esencial:

    El constante vaivn que se establece entre la masificacin creciente y el desarrollode los micro grupos que llamar "tribus".

    Se trata aqu de una tensin fundadora, que creo caracteriza la socialidad de estefin de siglo. A diferencia del proletariado o de otras clases, la masa, o el pueblo, no

    descansa sobre una lgica de la identidad; al no tener un objetivo preciso, no es elsujeto de una historia en marcha. La metfora de la tribu permite, como tal, dar cuentadel proceso de desindividualizacin, de la saturacin de la funcin que le es inherente yde la acentuacin del papel que cada persona2est llamada a desempear en su seno.Se da por supuesto que, as como las masas se hallan en perpetua ebullicin, las tribusque se cristalizan en ellas no son estables y que las personas que componen estas tribuspueden cambiar de una a otra.

    Se puede dar una idea del deslizamiento que est producindose en la actualidady de la tensin que ste suscita en el esquema siguiente:

    1 V. Hannerz, op. cit. p. 2632 Recordemos que en griego "persona" significa mscara o nadie [T].

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    Es en funcin de esta doble hiptesis (deslizamiento y tensin) que, fiel a mimanera, har intervenir diversas lecturas tericas o investigaciones empricas que me

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    conviene perfectamente al "conocimiento" ordinario que elaboramos aqu y que seconforma con detectar y re-citar la eflorescencia y el abigarramiento repetitivo de unvitalismo que, de manera cclica, lucha contra la angustia de la muerte repitiendo lomismo.

    Pero esta teora del recital, un tanto esttica, no est hecha para quienes creenque es posible esclarecer la accin de los hombres, y menos an para quienes,confundiendo al estudioso con el poltico, piensan que es posible actuar. Es, ms bien,una determinada forma de quietismo, que se conforma con re-conocer lo que es, lo quesucede. Una valoracin del primum vivere en cierta manera. Como ya he dicho, estaspginas estn forzosamente reservadas a unos happy few. Re-conocer la nobleza de lasmasas y de las tribus es patrimonio de una cierta aristocracia del espritu. Quiero

    precisar, no obstante, que dicha aristocracia no necesariamente est reservada a unadeterminada capa social ni a un determinado gremio, y menos an a especialistas.Debates, coloquios y conversaciones me han enseado que se encuentraequitativamente repartida entre un gran nmero de estudiantes, de trabajadoressociales, de hombres con decisin, de periodistas, sin olvidar, por supuesto, a aquellosque son, simplemente, de cultura. Es a todos ellos a quienes me dirijo, hacindoles laindicacin de que el presente libro no pretende ser sino una simple iniciacin parapenetrar lo que es. Si es ficcin, es decir, si va hasta el lmite de una cierta lgica, no"inventa" ms que lo que existe; lo que, desde luego, le prohbe proponer algunasolucin para los tiempos por venir. Por el contrario, al tratar de plantear diversascuestiones, que pretenden ser esenciales, propone un debate en el que no tienen cabidalas evasivas, las aprobaciones mediocres ni mucho menos los silencios truculentos.

    Hay pocas que viven en la efervescencia y que tienen necesidad de

    impertinencias roborativas, yo espero haber contribuido a ello. Son asimismo perodosen donde las utopas se banalizan, se realizan, y en donde abundan los sueosdespiertos. Quin dijo que estos momentos soaban los siguientes? Tal vez menoscomo proyecciones que como ficciones hechas de retazos dispersos, de construccionesinacabadas, de tentativas ms o menos logradas. Conviene, por supuesto, hacer unanueva interpretacin de estos sueos cotidianos. Es sta la ambicin de este libro.Soadora sociologa!

    obsesivas" utilizado anteriormente, cf. C Mauron, Des mtaphones obsdantes au myths personnel, Pars,J. Cort, 1962.

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    1. LA GOMUNIDAD EMOCIONAL

    ARGUMENTOS DE UNA INVESTIGACIN

    EL AURA ESTTICA

    Aunque adopte a veces una forma lancinante, habr que volver regularmentesobre el problema del individualismo, aun cuando slo fuera porque obnubila, demanera ms o menos pertinente, toda la reflexin contempornea. Como tal, o bajo unaforma derivada cuando se habla de narcisismo, se halla en el centro de numerososlibros, artculos y tesis que lo abordan desde un punto de vista psicolgico,naturalmente, pero tambin desde un punto de vista histrico, sociolgico o poltico. Es,

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    observaciones o ancdotas, que, si bien sern impertinentes, no carecern totalmentede fundamento.

    El teatro de Beckett nos indica el camino al destruir la ilusin de un individuodueo de s y de su historia. De la manera ms paroxstica y algo poco premonitoria,muestra la contingencia, el aspecto efmero de todo individualismo, a la vez que subrayala facticidad del proceso de individuacin y el hecho de que ste conduce a una prisin.El individualismo es un bunker obsoleto y, como tal, merece ser abandonado; esto es loque nos sugiere Beckett. Postura que no carece de originalidad roborativa dentro delconsenso del pensar moderno prefabricado; postura que debi escapar a muchos de susseguidores, pero que no deja de hallarse en perfecta congruencia con aquel antiguosaber que hace de cada individuo el simple punctum de una cadena ininterrumpida, o

    que incluso se le atribuye una multiplicidad de facetas que hacen de cada quien unmicrocosmos, cristalizacin y expresin del macrocosmos general. Reconocemos aqu laidea de persona, de la mscara que puede ser cambiante y que, sobre todo, se integraen una variedad de escenas, de situaciones que slo tienen valor por ser representadasfrente a otros.

    La multiplicidad del yo y el ambiente comunitario que induce servirn de teln defondo para nuestra reflexin. He propuesto llamarle a esto el "paradigma esttico", en elsentido de experimentar o de sentir en comn. En efecto, mientras que la lgicaindividualista descansa sobre una identidad separada y encerrada en s misma, lapersona no tiene valor ms que por su relacin con los dems. Haciendo la sociologa dealgunos autores modernos (W. Faulkner, T. Mann), Gilbert Durand habla a este respectode una "potencia de impersonalidad" que slo permite existir en "la mente de losdems".1 Tal perspectiva nos obliga a superar la clsica dicotoma entre el sujeto y el

    objeto que sirve de fundamento a toda la filosofa burguesa. El acento no est puestosobre lo que une, sino en lo que separa. Tampoco en la historia que construcontractualmente asociada con otros individuos racionales, sino en un mito en el queparticipo. Los hroes, los santos o las figuras emblemticas pueden existir, pero son encierto modo ideales-tipo, "formas" vacas, matrices que permiten a cada quienreconocerse como tal y comulgar con los dems. Dionisio, Don Juan, el santo cristiano oel hroe griego; se podran desgranar hasta el infinito las figuras mticas y los tipossociales que permiten una "esttica" comn y sirven de receptculo a la expresin del"nosotros". La multiplicidad de tal o cual emblema favorece infaliblemente la emergenciade un fuerte sentimiento colectivo. Esto es algo que vio bastante bien P. Brown alanalizar el culto de los santos en la Antigedad tarda.2 Al crear una cadena deintermediarlos, este culto permiti desembocar en Dios. La persona desmembrada y

    esas nudosidades especficas que son los santos: tales son los elementos que forman ladeidad y el colectivo eclesistico que le sirve de vector.Se puede aplicar este anlisis a nuestro asunto: hay momentos en los que lo

    1 Cf. G. Durand, "Le retour des immortel", Le temps de la rflexions, Pars, Gallimard, 1982, pp.207, 219. Sobre el "paradigma esttico", cf. mi libro, Au creux des apparences (1990), Pars, Le Livre dePoche, 1995, cf. igualmente T. Adorno, Notes sur la littrature, Pars, Flammarion, 1984, p. 210, sobre elbunker del individualismo.

    2 P. Brown, Le culte des saints, Pars, Cerf, 1984, p. 72.

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    "divino" social toma cuerpo por medio de una emocin colectiva que se reconoce en talo cual tipificacin. El proletariado, el burgus pudieron ser "sujetos histricos" quetenan una tarea por realizar. Tal o cual genio terico, artstico o poltico pudo entregarun mensaje cuyo contenido indicara la direcci

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    atencin; servir de criterio para medir la calidad de los intercambios y para decidiracerca de su prosecucin o del grado de su profundizacin. Ahora bien, si nos referimosa un modelo de organizacin racional, qu cosa hay ms inestable que el sentimiento?

    De hecho, parece necesario operar un cambio en nuestra manera de apreciar losreagrupamientos sociales. A este respecto, se puede utilizar con provecho el anlisissociohistrico que hace M. Weber a propsito de la "comunidad emocional" (Gemeinde).El autor precisa que se trata de una "categora", es decir, de algo que nunca ha existidocomo tal pero que puede servir de revelador de situaciones presentes. Las grandescaractersticas atribuidas a estas comunidades emocionales son su aspecto efmero, la"composicin cambiante", la inscripcin local, la "ausencia de organizacin" y laestructura cotidiana (Veralltglichung). Weber muestra igualmente que, con distintas

    apelaciones, estos reagrupamientos se encuentran en todas las religiones y, en general,al lado de las rigideces institucionales.1 Es la eterna historia del huevo y la gallina:resulta difcil establecer una anterioridad, pero de su anlisis se desprende precisamenteque del lazo entre la emocin compartida y la comunalizacin abierta se suscita estamultiplicidad de grupos que llegan a constituir una forma de lazo social al final decuentas muy slido. Se trata aqu de una modulacin que, cual un hilo rojo2 querecorriera el cuerpo social, no es por ello menos permanente. Permanencia einestabilidad son los dos polos alrededor de los cuales se articular lo emocional.

    Conviene precisar desde un principio que la emocin de la cual aqu se trata nopuede asimilarse a ningn tipo de pathos. Me parece errneo interpretar los valoresdionisacos a los que remite esta temtica como si fueran la manifestacin suprema deun activismo colectivo propio del burguesismo. Primero fue la marcha comn hacia elEspritu, luego hacia el dominio concertado de la naturaleza y del desarrollo tecnolgico

    y, por ltimo, tendramos la instrumentacin coordinada de los afectos sociales. Estaperspectiva es demasiado finalizada o dialctica. No cabe duda de que algunasrealizaciones como el "paradigma" constituido por el Club Mediterrane,3militan en estesentido. Pero nuestro anlisis debe estar atento al hecho de que lo que predomina demanera masiva en la actitud grupal es el desgaste, el azar, la desindividualizacin,aquello que no permite ver en la comunidad emocional una nueva etapa de la pattica ylineal marcha histrica de la humanidad. Las conversaciones con el filsofo italianoMario Perniola, atrajeron mi atencin sobre este punto.4 Y prolongando, desde un puntode vista sociolgico, sus trabajos, yo dira que la esttica del "nosotros" es una mezclade indiferencia y de energa puntual. De manera paradjica, encontramos aqu un

    1 M. Weber, conomie et socit, Pars, Plon, 1971, por ejemplo, pp. 475-478.

    2 Metfora que hace alusin al hilo rojo que se amarra a las cuerdas usadas por los marinos, elcual significa en este caso, el hilo conductor que permite guiarse en las bsquedas difciles, y llegarfinalmente a lo profundo de la idea que se est esbozando [T.].

    3 Club Mediterrane es uno de los primeros clubes tursticos que inventaron los viajesorganizados, en donde se proponen mltiples actividades en grupo de tipo cultural, tambin esconsiderado una asociacin de encuentros. En la actualidad hay centros de recepcin en casi lodo elmundo sobre todo en los lugares paradisacos [T].

    4 M. Perniola, Transiti, Bolonia, Capela, 1985.

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    curioso desdn hacia toda actitud proyectiva y una innegable intensidad en el actomismo. Es lo que caracteriza la potencia impersonal de la proxmica.

    A su manera, Durkheim hizo tambin hincapi en este hecho. Y si, comoacostumbraba, se muestra bastante prudente, no por ello deja de hablar de la"naturaleza social de los sentimientos" y de destacar con fuerza su eficacia. "Nosindignamos en comn", escribe, y su descripcin evoca claramente la proximidad delbarrio y su misteriosa "fuerza atractiva", que hace que algo tome cuerpo. Es en estemarco en donde se expresa la pasin, donde se elaboran las creencias comunes o,simplemente, se busca la compaa "de los que piensan y de los que sienten comonosotros.1Estas observaciones, por triviales que parezcan, pueden aplicarse a mltiplesobjetos, y destacan, sobre todo, el aspecto insuperable del substrato cotidiano. ste

    sirve de matriz, a partir de la cual se cristalizan todas las representaciones: intercambiode sentimientos, tertulias de caf, creencias populares, visiones del mundo y demsparloteos sin consistencia que constituyen la solidez de la comunidad de destino. Yaque, contrariamente a lo que hasta hace poco era apropiado admitir, podemos ahoraconcordar que la razn ocupa muy poco sitio en la elaboracin y en la divulgacin de lasopiniones. La difusin de stas, ya sea que se trate de los primeros cristianos o de losobreros socialistas del siglo XIX, le debe mucho ms a mecanismos de contagio delsentimiento o de la emocin vividos en comn. Ya sea dentro del marco de una red depequeas clulas sociales, ya

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    as tenemos el aura teolgica de la Edad Media, el aura poltica del siglo XVIII o el auraprogresista del siglo XIX; incluso es posible que estemos asistiendo a la elaboracin deun aura esttica, en la que se encontrarn, en proporciones diversas, elementos queremiten a la pulsin comunitaria, a la propensin mstica o a una perspectiva ecolgica.A pesar de lo que pueda parecer, existe una slida relacin entre trminos tan distintos.Cada uno, a su manera da cuenta de la organicidad de las cosas, de ese glutinum mundique hace que, pese a (o a causa de) la diversidad, el conjunto tome cuerpo

    Esta solidaridad orgnica no deja de expresarse de mltiples maneras, y esciertamente en este sentido que hay que interpretar el resurgimiento del ocultismo, delos cultos sincrticos y, de manera ms comn, la importancia que se le concede a loespiritual o a la astrologa. Esta ltima en particular, no es practicada ya nicamente por

    seoritas soadoras. Numerosas investigaciones en curso dan fe de su doble inscripcincultural y natural. Gilbert Durand muestra, a este respecto, que la astrologa centradaen el individuo es de origen reciente, toda vez que la astrologa clsica tena "comoprimera meta el destino del grupo, de la ciudad terrenal".1 La astrologa se inscribe enuna perspectiva ecolgica figurada por las "casas" que predisponen a cada uno a vivir enun entorno natural y social. Sin desarrollar a fondo esta cuestin, se puede afirmar queparticipa claramente del aura esttica (aisthesis) que se cimienta sobre la unin, porms precisa que sta sea, entre el macrocosmos y los microcosmos, y entre cada unode stos a su vez. Lo que nos puede ensear este ejemplo, as como otros ligados a l,es que son stos los reveladores del clima holstico subyacente al resurgimiento delsolidarismo o de la organicidad de todas las cosas.

    As, contrariamente a la connotacin que se le suele atribuir con demasiadafrecuencia, la emocin o la sensibilidad deben considerarse en cierto modo como una

    mezcla de objetividad y de subjetividad. En mi reflexin sobre "la importancia de laproxmica" (cf. captulo 6), propongo calificar esto de espiritualidad materialista. Es unaexpresin un tanto gtica, que remite a esa que A. Berque, a propsito de la eficacia delmedio, llama la relacin "trayectiva" (subjetiva y objetiva). Ya es hora, en efecto, deobservar que la lgica binaria de la separacin que ha prevalecido en todos los mbitosno puede seguir aplicndose como tal. El alma y el cuerpo, el espritu y la materia, loimaginario y la economa, la ideologa y la produccin -la lista podra seguiralargndose- ya no se oponen de manera estricta. De hecho, estas entidades, junto conlas minsculas situaciones concretas que representan, se conjugan para producir unavida cotidiana que se escapa cada vez ms a la taxonoma simplificadora a la cual noshaba acostumbrado cierto positivismo reductor. Su sinergia produce una sociedadcompleja que merece a su vez un anlisis complejo. "Lo multidimensional y lo

    inseparable", por utilizar una expresin de Morin,2

    nos introducen en una "espiral" sin fin1 G. Durand, La foi du cordonnier, Pars, Denol, 1983, p. 222, cf. igualmente la tesis en curso sobre laastrologa de E. Teissier, CEAQ-Pars V. Las investigaciones del Centro de estudios sobre el actual y elcotidiano (CEAQ), Paris V, pueden ser consultadas en: www.univ-Paris5.fr/(CEAQ) o (CEAQ)@univ-Pars5.fr. Se podra hablar asimismo de "transmigracin" de las almas en la cbala, que se inscribe en laperspectiva holstica aqu desarrollada. A este respecto cf. G. Scholem, op. cit., pp. 215 y 253 ss.

    2 A. Berque, "Expressing korean" mediante coloquio The conditions and visions of Korea'sbecoming an advanced country, Sel, septiembre 1988. Conviene remitir aqu de nuevo al notable anlisisde E. Morin, el cual debera inquietar a los ms honestos de tus detractores: La mthode 3, laconnaissance de la connaissance/1, Paris, Seuil, 1986; sobre "la nocin de enmedio", cf. J.-F. Bernard-

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    que va a tornar obsoleta la tranquila y muy aburrida contabilidad de los notarios delsaber.

    Es en funcin de las precauciones y de las precisiones aportadas que se le puedeatribuir a la metfora de la sensibilidad o de la emocin colectiva una funcin deconocimiento. Es un instrumento metodolgico

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    su parte, una esttica y secretar una tica.Ya hemos visto cmo la comunidad emocional es inestable, abierta, lo que puede

    tornarla en numerosos puntos anmica respecto a la moral establecida. Al mismotiempo, no deja de suscitar un estricto conformismo entre sus propios miembros. Existeuna "moral del hampa", a la que resulta bastante difcil sustraerse. Se conocen susaspectos paroxsticos: la mafia, las organizaciones criminales; pero se olvida con muchafrecuencia que un consenso parecido reina en el mundo de los negocios, en el mediointelectual y que uno podra, a placer, multiplicar los ejemplos. Obviamente, en estosdiferentes medios, como el grado de pertenencia se halla diferenciado, la fidelidad paracon las reglas del grupo, a menudo no dichas, est de por s sujeta a mltiplesvariaciones. Sea como fuere, es importante, de manera no normativa, apreciar sus

    efectos, su fuerza compulsiva y tambin, tal vez, su dimensin prospectiva. En efecto, apartir de la doxa individualista de que he hablado antes, la persistencia de un ethos degrupo aparece muy a menudo considerada un arcasmo en vas de extincin. Pareceraque en la actualidad estuviera producindose una evolucin al respecto. As, desdepequeos agrupamientos productivos, cuyo emblema sera el Silicon Valley, hasta esoque yo llamo el "grupismo" en el seno de la empresa japonesa, nos percatamos de quela tendencia comunitaria puede correr a la par con la alta operatividad tecnolgica oeconmica. Tomando buena nota de diversos estudios a este respecto, A. Benquepuntualiza que "el grupismo se diferencia del gregarismo por el hecho de que cada unode los miembros del grupo, conscientemente o no, se esfuerza ante todo por servir alinters del grupo en vez de buscar simplemente refugio en l".1El trmino "grupismo",aunque no resulte particularmente eufnico en francs, posee empero el mrito deponer en relieve esa fuerza del proceso de identificacin que permite la solicitud que

    conforta lo que es comn a todos.Tal vez sea prematuro extrapolar la significacin de algunos ejemplos an aislados

    o de una situacin particular, como la de Japn; que si no valen ms, tampoco valenmenos que aquellos otros ejemplos que privilegian el narcisismo contemporneo y que,adems, se centran en la esfera de la economa, fetiche preferido, al menos an ennuestros das, de la ideologa dominante. Por mi parte, veo en ellos una ilustracin msdel holismo que se dibuja ante nuestros ojos: forzando las puertas de la privacy, elsentimiento toma lugar, o en ciertos pases conforta su presencia en el espacio pblico,produciendo as, una forma de solidaridad que ya no se puede ignorar. Por supuesto, esnecesario recalcar que sta, ms el desarrollo tecnolgico, invade de nuevo la formacomunitaria que se crea superada.

    Podemos interrogarnos acerca de la comunidad, de la nostalgia que le sirve de

    fundamento o de las utilizaciones polticas que se pudieron hacer de ella. Por mi parte,vuelvo a repetir que se trata de una "forma" en el sentido que he dado antes a estetrmino.2Que sta haya o no existido en tanto tal importa poco, basta que a manera de

    1 A. Berque, Vivre lespace au Japon,Pars, PUF,1982, pp. 167 y 169.

    2 En el momento de terminarse este libro, acaba de aparecer un anlisis agudo ydesenmohecedor: J.-L. Nancy, La commun aul dsoruvre, Pars, C. Bourgois, 1986; sobre el"formismo", vase mi libro, M. Maffesoli, La connaissance ordinaire, Pars, Klincksieck, 1985. Sobre eltribalismo y la tecnologa, cf. la tesis de F. Casalegno, Cybersocialits, Pars V, junio 2000.

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    teln de fondo esta idea permita hacer resaltar tal o cual realizacin social, que puedeser imperfecta, e incluso puntual, pero que no por ello deja de expresar la cristalizacinparticular de sentimientos comunes. Desde esta perspectiva "formista", la comunidad secaracterizar menos por un proyecto (projectum) orientado hacia el futuro que por larealizacin in actu de la pulsin del estar juntos. Haciendo referencia a expresiones de lavida cotidiana como darse calor, codearse, rozarse, pueden ser stas, tal vez, elfundamento ms simple de la tica comunitaria. Algunos psiclogos han subrayado queexiste una tendencia gliscomrfica en las relaciones humanas. Sin pretender pronunciarningn juicio, me parece que es esta viscosidad lo que se expresa en el estar juntoscomunitario. De esta manera, e insisto en ello para evitar toda desviacin moralizante,por la fuerza de las cosas, porque existe la proximidad (promiscuidad), es porque se

    comparte un mismo territorio (sea real o simblico), vemos nacer la idea comunitaria yla tica que es su corolario.Recordemos que este ideal comunitario se encuentra en la ideologa populista y,

    ms tarde, en la anarquista, cuya base es precisamente el agrupamiento proxmico.Para estos ltimos, y en particular para los rusos Bakunin y Herzen, la comunidadaldeana (obscina o mir) constituye la base misma del socialismo en marcha. Completadapor las asociaciones de artesanos (artels), prepara una civilizacin fundada sobre elsocialismo.1 El inters de esta visin romntica supera la habitual dicotoma propia delburguesismo del momento, tanto en su versin capitalista como en la marxista. Enefecto, el devenir humano aparece considerado como un todo. Es esto lo que presta a laobscina su aspecto prospectivo. Notemos, asimismo, que esta forma social pudo, conrazn, parangonarse con el furierismo y, ms en concreto, con el falansterio. F. Venturi,en su libro ya clsico sobre el populismo ruso del siglo XIX, no deja de hacer este

    acercamiento. Y, cosa que atae ms de cerca a nuestro asunto, seala la conexin queexiste entre esta.0013 0 97 gc0ista4(r)6.8(m0aTw299 473.8(1(ltua labsqc)]TJ24.3033 0 TD0.0074 Tc0.04

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    consiste en confortar el sentimiento que tiene de s mismo un grupo dado. Es bastanteilustrativo, a este respecto, el ejemplo de las fiestas "corrobori" que ofrece Durkheim. Elritual proclama el retorno de lo mismo. Ms concretamente, por medio de lamultiplicidad de los gestos rutinarios o cotidianos, el ritual recuerda a la comunidad que"toma cuerpo". Es intil verbalizarlo, pero sirve de anamnesis de la solidaridad y, comoindica L.-V. Thomas, "implica la movilizacin de la comunidad". Como he dicho un pocoantes, la comunidad "agota" su energa en su propia creacin. El ritual, por surepetitividad, es el indicio ms seguro de este agotamiento, pero por ello mismoasegura el perdurar del grupo. Esta paradoja la ha visto bastante bien el antroplogo dela muerte a propsito del ritual funerario, el cual sita en un puesto de honor el "idealcomunitario, que reconcilia(ra) al hombre con la muerte, y con la vida".1 Como lo

    explicar ms adelante, hay pocas en donde la comunidad de destino se experimentacon particular acuidad, siendo entonces cuando, por condensacin progresiva, se dirigela atencin a lo que une. Unin pura, en cierto modo, sin contenido preciso; y uninpara afrontar juntos, de manera casi animal, la presencia de la muerte, la presencia enla muerte. La historia, la poltica y la moral la superan en el drama (dramein), queevoluciona en funcin de los problemas que se plantean, y tambin los resuelve, ointenta resolverlos. El destino, la esttica y la tica, en cambio, la agotan en un trgicoque se apoya en el instante eterno y secreta por ello mismo una solidaridad que le espropia.

    Vivir la propia muerte cotidiana podra ser el resultado de un sentimiento colectivoque ocupa un lugar privilegiado en la vida social. Es esta sensibilidad comn la quefavorece un ethos centrado en la proximidad; es decir, hablando con ms sencillez, unamanera de ser que puede ser alternativa tanto en lo que atae a la produccin como al

    reparto de los bienes (econmicos o simblicos). En su anlisis de las muchedumbres, aveces algo somero pero lleno de apreciaciones brillantes, G. Le Bon seala que "lasreglas derivadas de la equidad terica pura no pueden conducir" las muchedumbres, yaque generalmente la impresin juega un papel no desdeable.2 Lo que equivale a decirque la justicia misma est subordinada a la experiencia cercana, y que la justiciaabstracta y eterna est relativizada por el sentimiento (sea ste de odio o de amor)vivido en un territorio dado. Son numerosos los sucesos, ya hablen de atrocidad o degenerosidad, que ilustran esta temtica general. El comerciante, fundamentalmenteracista, proteger al rabe de la esquina, mientras que determinado pequeo burguspreocupado por la "seguridad ciudadana" no denunciar al raterillo del barrio, y assucesivamente. La ley del silencio no es solamente una especialidad de la mafia, y estolos policas de tal o cual pueblo o barrio lo saben de sobra. Ahora bien, el denominador

    comn de estas actitudes (que mereceran un desarrollo especfico) es precisamente lasolidaridad surgida de un sentimiento compartido.Ensanchando un poco el territorio, encontramos, gracias a los medios de

    comunicacin, reacciones similares en la escala de la "aldea global". No es una ley de

    1 L.-V Thomas, Riles de mort, Pars, Fayard, 1985, pp. 16 y 277. Se puede notar igualmente queJ.L. Nancy, op. cit., pp. 42 ss., establece una aproximacin entre comunidad y muerte. Sobre el aspectocclico y trgico del ritual, remito a mi libro, M. Maffesoli, La conqute du prsent, Pars, DDB, 1998.

    2 G. Le Bon, Psychologie des foules, Pars, Retz, prf. A. Akoun, 1975, p. 42.

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    justicia abstracta la que favorece el desarrollo de los hogares de asistencia alimentariapara necesitados, o de que un grupo de amigos se hagan cargo de los desempleados, ode otras manifestaciones caritativas. Se puede incluso decir que, desde una perspectiva

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    trata claramente de un aura cuyo orbe, ms o menos extendido, sirve de matriz a esarealidad siempre y continuamente sorprendente que es la socialidad.

    Es desde esta perspectiva que hay que apreciar el ethos de la comunidad. Lo quellamo aqu aura nos evita pronunciarnos sobre su existencia o su no existencia. Resultaque todo funciona "como si" ella existiera. Es en este sentido que hay que entender elideal-tipo de la "comunidad emocional" (M, Weber), la categora "orgistico-exttica" (K.Mannheim) o aquello que he llamado la forma dionisaca. Cada uno de estos ejemploscaricaturiza, en el sentido llano del trmino, esta salida de s mismo, xtasis, que sehalla en la lgica del acto social.1 Resulta que dicho "xtasis" es mucho ms eficazcuando atae a grupos pequeos, volvindose por este hecho ms perceptible para elobservador social. Es para dar cuenta de este conjunto complejo que propongo emplear,

    de manera metafrica, los trminos de "tribu" o de "tribalismo". Sin acompaarlos cadavez de comillas, pretendo de este modo insistir en el aspecto "cohesivo" del compartirsentimental de valores, lugares o ideales, que estn a su vez completamentecircunscritos (localismo) y que encontramos, bajo modulaciones diversas, en numerosasexperiencias sociales. Es este constante vaivn entre lo esttico (espacial) y lo dinmico(devenir), lo anecdtico y lo ontolgico, lo ordinario y lo antropolgico, lo que convierteal anlisis de la sensibilidad colectiva en un instrumento de primer orden. Para ilustraresta observacin epistemolgica, me limitar a dar un solo ejemplo, aquel del pueblojudo.