Ámame sin más (Contemporánea) (Spanish Edition)

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PortadaDedicatoriaCapítulo1Capítulo2Capítulo3Capítulo4Capítulo5Capítulo6Capítulo7Capítulo8Capítulo9Capítulo10Capítulo11Capítulo12AgradecimientosBiografíaCréditos

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Atodaslaspersonasqueamansinmás

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Paróelcochecercadelarevuelta;desdeelinteriorseveíaaunaveintenade jóvenes manifestándose delante del Ministerio de Educación. Pablomiróconresignaciónasuamigoeinseparablecompañero;aquellonoerade su competencia, pero los altos cargos no querían llamar a los deantidisturbios, para no crear más animadversión hacia los políticos.Aunqueél,yseguroquetambiénsucompañero,estabadeacuerdoconloqueaquelloschicosreclamabanagritos,nopodíahacernadaalrespecto.Ellos acataban órdenes y ésta eramuy explícita: debían disolver aquellamarchaloantesposibleysinincidentes.Noestabansolos,trescochesmásdelaGuardiaCivilaparcaronasulado.

—¡Nonosmoverán!¡Noalosrecorteseneducación!—vociferaronalunísonolosjóvenes.

Los transeúntes se arremolinaban ante los gritos de aquellosuniversitarios.Variaschicasallíreunidasnodudaronendespojarsedesuscamisetasyenseñarsusatributosalagente;queríanqueleshicierancasoy ésa era otra manera de llamar la atención. Los sargentos Medina yRovira vieron aquella exhibición y, con sonrisas contenidas, fueron almaleteroacogervariasmantasparataparlas.

—¡La educación es el poder, no nos despojéis de él! —seguíancantando llenos de frustración ante los recortes que iba a realizar elgobierno.

—Ya está bien, chavales. Debéis marcharos —anunció el sargentoRovira, mientras sus compañeros hacían lo mismo, al tiempo que seacercabanpordistintospuntospararodearlos.

—Venga,chicas,seacabó.Ostenéisqueirdeaquí,notenéispermisopara hacer esta manifestación —explicó el sargento Pablo Medinaaproximándoseaunadeellas;erarubia,conunbonitocuerpo.

—¡Quieto!—exclamóElisabethfueradesí,alverqueseacercabaa

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ellaconlamanta.—Vamos, rubita, ya sehanenterado losdelministerio.Ya saben lo

quequeréis;ahoratápate,quetenemosquedarunpaseohastaelcuartel—susurró en tono tranquilo. No era la primera vez que disolvíamanifestacionesysabíaquedebíamantenerlacalma.

—¡Nomevoyamoverdeaquí!—gritóElisabeth,mirandodereojocómo a una de sus amigas se la llevaba un uniformado y maldiciendointeriormente;estoseleshabíaescapadodelasmanos.

—Yoacatoórdenesynoshandichoqueos tenéis quemarchar.Túeliges:¿porlasbuenasoporlasmalas?—comentóentonoseriomientrasabríalamantaparaintentartapareltorsodesnudodeaquellamuchacha.

PabloMedinalaobservó,eraunapreciosidad:teníalosojosclaros,aesadistanciaparecíangrises;supieleramuyblanca,parecíaalbina,ysuspechos eran perfectos, ni muy grandes ni muy pequeños, como a él legustaban. Desechó esos pensamientos de un plumazo y se centró en sutarea, que era sacar a aquellas chicas del centro de las miradas de lostranseúntes.

—¡Tendrás que llevarme a rastras! —amenazó ella con rabia sinachantarse—. Yo de aquí no me muevo —exclamó intentando huir deaquelhombre.

—Luego no me digas que no te di a elegir…—suspiró lleno defrustración.

Rápidamente el sargento Medina corrió en busca de la joven y laagarró;Elisabethintentózafarse,peroéleramuchomásfuerteynopudoevitarque le colocara lamanta alrededordel cuerpo, atrapando tambiénsusbrazos;nopodíamoverse.Comenzóagritarquelasoltaray,conunaseguridad aplastante, PabloMedina la apoyó en su hombro aferrándolaporlaspiernas;lacabezadeellacolgabaporlaespaldadelsargento,quesonreíasatisfechodesubuenhacer;entreinsultosypatadasdeella,selallevóalinteriordelcoche,paraconducirlaantesusuperior.

Elcaminoselehizoeterno;sentadajuntoasuamigaYolanda,enlaparte de atrás del vehículo verde y blanco, no dejaba de pensar en lasconsecuencias de aquel acto.Nohablaron en todo el trayecto, noqueríaquesuspalabraspudiesenserusadasparaincriminarlasmás.

Al llegar al cuartel de laGuardiaCivil, los hicieron pasar a todosjuntosaunasaladeesperavigiladaporvariosdelosuniformadosquelos

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habíanllevadoallí.Pocoapocolosibanllamandoparaqueentraseneneldespacho del teniente, quien les hacía varias preguntas rutinarias y losfichaba.

—Elisa,estoymuertademiedo…Comoseenteremipadre,memata—sollozóYolanda.Seguían tapadascon lasmantas; lascamisetashabíandesaparecidomisteriosamente.

—Notepreocupes,yaveráscomonoseentera…—susurróElisabethmirandodereojoalossargentos.

—Yonoqueríaquepasaraesto—murmurósuamigacon lágrimasenlosojos.

—Yoli, no te angusties ahora. Seguro que todo sale bien—musitóellaesperandoqueasífuera.

—Lacaradeesachicamesuenamucho,peronolaubico—susurróRoviraasubuenamigoMedina,queseencontrabaapoyadoenunapared.

—¿Cuáldeellas?—preguntómirándolasunaauna;habíasieteenlasala.

—Larubita.ElsargentoPabloMedinalavolvióamirar;desdequehabíanentrado

en el cuartel, sus ojos, instintivamente, se dirigían a esa muchacha tanpeculiar.Legustabalafrialdaddesumiradayelaspectodeduraquetenía;leencantósuosadíaalenfrentarseaél,cómopeleabapornoserarrestada.Nuncaantesunachicatanjovensehabíarebeladocontrasucargoycontraél.Eradecididayfuerte.Lohabíaimpresionado.

—Quepaseelsiguiente—seoyódesdedentrodeldespacho,mientrassalía un chico con una sonrisa dirigida a sus compañeros, que aúnaguardabanaserllamados.

Pocoapocofueronpasandotodos,unoauno;alacabar,seibanhaciasus casas.La sala, gradualmente, se fuevaciando; enellaquedaron sólolasdoschicas:ElisabethyYolanda.

—Quepaseelsiguiente—seoyódenuevodesdedentro.Yolandaselevantóy,tímidamente,entró.Elisabethobservóaquellasalafríadecolorestristes,ysetopóconla

miradadelguardiacivilquelahabíacogido.Eraalto,morenoyconlosojos oscuros, muy atractivo; enseguida desvió la vista. No comprendíaporquéestabanallí,nohabíanhechonadamalo,únicamente reivindicarsusderechos.AlpocosaliódelhabitáculounallorosaYolanda.Elisabethselevantócorriendoparaabrazarasuamiga.

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—Cuando salga, te llamo, ¿vale?—le dijo dándole un beso en lamejilla.

Conpasofirme,bajolaatentamiradadelsargentoMedina,entróeneldespachoparahablarconelteniente.

—Siéntese, por favor.—Le indicó la silla que había delante de lamesa—.Necesitosudocumentodeidentidad.

Elisabethlosacódelbolsillotraserodesupantalónvaqueroyselodio.

—¿Es usted Elisabeth Orange-Nassau? —preguntó sorprendido alleerlaidentificación.

Yaestabaacostumbradaaaquellareacción;poreso,desdequellegóaEspaña,siempreutilizabaelapellidodesumadreysunombreabreviado:Elisa.Necesitabapasardesapercibida,serunachicanormalenesepaís.Noqueríaqueempezaranatratarlademaneradistintaporserquienera.

—Sí—murmurócontristeza.—Señorita, lo siento mucho, pero ha alterado el orden público y

tengoqueficharla.—Nosepreocupe,sabíaaloquemeexponía.—Loquenoentiendoesporquéhahechoalgoasí.—¿Yporquéno?—preguntóconseriedad.—Yono estoy aquí para juzgarla. Es ustedmayor de edad y puede

hacerloquecreaoportuno.Despuésdeformularleunpardepreguntasmás, tuvoquefirmarun

papel.—Siquiere,lepuedodeciraalgunodemishombresquelalleveasu

casa…—No hace falta. Puedo coger un taxi —comentó Elisabeth

levantándosedelasilla.—No quisiera que le pasara nada…—El teniente se angustió ante

aquellaposibilidad.—No se preocupe, sé defenderme sola —dijo Elisabeth con

seguridad.—Porfavor,insisto…Noquisieratenerproblemas…—Como quiera; eso sí, le ruego que sea discreto, estoy aquí de

incógnitoyesperoseguirasíduranteuntiempo.—Poresonosepreocupe,señorita.Susecretoestáasalvoconmigo;

esosí,lepidoque,porfavor,noaltereotravezelordenpúblico.

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—Lointentaré.—Sonrió.EltenienteRivassaliódeldespachocongestocansadoyligeramente

preocupado; esperaba que aquel percance no llegara a la prensa; si no,aquella chica tendría serios problemas e incluso le podría salpicar a él.Esaclasedegentenoseandabaconremilgosalahoradeculparaunosoaotros.

—Sargento Medina. —El teniente Rivas llamó a su hombre deconfianza justo cuando abría la puerta del despacho—. Acerque a laseñoritaasucasa.Ellaleindicaráladirección.

—Sí,teniente.PabloMedina se asombró de la orden recibida. ¿Quién era aquella

chica para que la Guardia Civil la llevara a su casa? No era una cosahabitual, pero se trataba de una orden de su superior y, como tal, debíaacatarlasinpreguntar.Salierondelcuartellosdosjuntossindecirsenada.PabloseacercóasuvehículoyleabriólapuertadelcopilotoaElisabeth,quien,cogiendolamantaquelecubríaeltorso,entrócontodaladignidadquepudo.

—Dígame, ¿adónde la llevo, señorita? —preguntó arrancando elmotor.

—ALaMoraleja—susurrómientrassehundíaenelasiento.Pablo la observaba de reojo: estaba en silencio, mirando por la

ventanillaconlosojosclavadosenalgúnpuntoquenolograbaadivinar.Estababastanteintrigadoydeseosodebombardearlaconpreguntas,saberelporquédeaquel trato tandistintohaciaella,pero tuvoque tragarse lacuriosidad. Ante todo era un profesional y acataba sin rechistar lasórdenesdesusuperior.

—Esperoquesupadrenoseenfadeconusted—comentóPabloconamabilidad.

—Noselovoyacontar…—musitóellamirandoalfrente.—Usted no es de aquí —afirmó él mientras estaba atento a la

carretera.—¿Cómolohaaveriguado?—preguntólajovenirónicamente.—Unoquetienebuenojo—dijoconunasonrisa.—SoydelnortedeEuropa,estoyaquíparaaprenderelidioma.—Pueslohablamuybien…¿LlevamuchotiempoenMadrid?—Sólounaño.Esperoquedarmeotromás,megustaEspaña.—Pues quédese otro más—soltó mirándola furtivamente mientras

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conducía.—Si fuese tan fácil…Peronodependodemivoluntad—murmuró

conunatímidasonrisa—.Ahoragirealaderechaenelpróximocruce—indicóalllegaralaurbanizaciónmáslujosadelaciudad.

Elisabethloestuvoguiandohastallegaraunacasadepiedra,conunaverja dorada, que encerraba un enorme jardín de césped perfectamentecuidado.Elcocheparóenlapuertaprincipal;elsargentoMedinasaliódelvehículoparaabrirlelapuerta,peroellaseleadelantóysalióporsísola.

—Muchasgraciasporacompañarmeamicasa,sargentoMedina—dijoElisabethestrechándolelamano.

—No hay de qué, señorita—musitó pensando en la suavidad de lamanodeella.

Sacó del bolsillo del pantalón vaquero las llaves, abrió la verja ydesapareció por el verde jardín. El sargentoMedina supuso que aquellachicadebíadetenerunospadresadinerados,pueslacasadondevivíaeraenormey,porloquepudover,tambiénlujosa.Sesubiódenuevoalcocheyvolvióalcuartel.

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LosdíaspasaronyconellosllególatranquilidaddeElisabethalsaberqueelincidentenohabíatraspasadofronterasynohabíallegadoaoídosdesufamilia.Volvióadisfrutarde larutinade ira launiversidad,quedarconlosamigosygozardelavida.Temíaquealgúndíasupadreledijeraqueesapantomimadebíaacabar.Sepropusonovolveraexponersedenuevoaaquel tipo de cosas, pues el secreto de su identidad correría peligro, yesperabacontinuarmuchomástiemposiendoElisaOrange.

***

—¿Adónde me has traído, macho? —preguntó Jorge Rovira a sucompañero y amigo,mientras entraban en la sala de una discotecamuyfamosadelaciudad.

—¿No querías conocer chicas? Pues estás en una fiesta repleta deellas—dijomirandoasualrededor.

—Perotío,somoslosabuelosdellugar,sontodosuniversitarios.—¡Elabueloloserástú!—exclamóPabloconunasonrisa—.Somos

jóvenes,amigo.Treintaañoseslaedadperfectaparadisfrutardelavidaydelasmujeres.

—Túhasvenidoaquíparaversivuelvesaveralarubitadelotrodía—soltóJorgeadivinandolasintencionesdesucolega.

—Pero, Jorge, ¿no tepareceextrañoqueRivasmeordenaraque laacompañaraasucasa?Séquelatíatienepelas,porquelacasadondeviveesunadelasmejoresdeLaMoraleja.Peroloquemásmeextrañadetodoestoesque,unachicacomoésa,sepongaamanifestarseporlosrecortesde la educación. ¡Si ella puede estudiar en una universidad privada…!Todoresultamuyextraño.

—Nocreoquequierasvolveraverlasóloporeso.Atilamuchacha

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tehagustado.Laverdadesqueestábuena,unpocojovenparamigusto...—sequejótorciendoelgesto.

—Joder,tío.Esachicatendráyasusveintidóscumplidos.Tampocoestanjoven.

—¿Ytúcreesquelaencontrarásaquí?—Eso espero —susurró mientras paseaba la mirada por el local,

buscandoaesarubiaquenopodíaolvidar.Durante todos esosdías nohabía dejadodepensar en esa chica tan

peculiar; no entendía varias cosas de su comportamiento. Su mente noparabaderecordarla...sumiradadesafiante,sugestofríoytranquilo;noeralatípicamuchacha,noeraaloqueélestabaacostumbrado.Seestabahartandodemujeresvacíasyegocéntricas.Pablocreía,esperaba,queellanofueseasí.Algoensumiradase lodecíaynecesitabaaveriguarlo,nopensabaquedarseconladuda.

***

—¡Elisa!¡Corre,ven,queestoschicosnosinvitanachupitos!—gritóYolanda al lado de la barra de la discoteca,mientras agitaba los brazospara llamar laatencióndesuamiga.Eramenudaymorena,peroconsupotenteyafinadavozsehacíanotar.

Elisabeth estaba bailando en la pista con unos amigos y oyó, porcasualidad,lavozinconfundibledesucompañera.SeacercóaellayvioaunossonrientesmuchachosalladodeYolanda.

—Sésimpática,mehandichoquenosinvitabanalasdos—susurróYolandaaloídodesuamiga.

—Sisoylasimpatíapersonificada,mujer—dijoellaconunaforzadasonrisaobservandoaaquellosdoschicosquelamirabanconatención.

—Hola,guapa,mellamoJaviyésteesmiamigoRafa—sepresentóelmásaltode losdos,mientrasseacercabaaellaparadarleunbesoencadamejilla.

—Hola,mellamoElisa—saludóconlamejordesussonrisas.—Toma. —Javi le ofreció un vasito de chupito—. He pedido El

sorpresa,noloheprobadonunca.Elisabeth se fijó en que ellos ya habían elegido a la chica que les

gustaba.RafaseacercóaYolanda,conlaquehablabaanimadamente,yaella le tocó Javi: un chico moreno, de pelo largo hasta los hombros,

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larguiruchoydequienloquemásdestacabaerasuprominentenariz.—Dime,Elisa,túnoeresdeaquí,¿verdad?Resopló, no sabía las veces que había contestado esa absurda

pregunta.Senotabamuchoquenoeraespañolaynoentendíaporquéloschicosseloplanteabansiempre.Erarubiaysupielerablanca,casialbina.Sus ojos eran de un azul tan claro que a veces parecían grises,dependiendodelaluz.Pornodecirqueteníaunacentoalemánquenoseloquitabanadie.Peronada,elloserrequeerre,quesinoeradeallí.

—¿Cómo que no? Si soy andaluza, ¿no se nota? —contestó conironía.Javiserio.

—Puessí,sítieneselsaleroandaluz—repusosiguiéndoleeljuego.—¡Claro! Ojú —Intentó imitar el acento, pero le salió un poco

extrañoyserieron.—No te he visto por aquí antes, si no, te recordaría con toda

seguridad.¿Estásenlauniversidad?—Sí,enlaComplutense.—Nosoymuchodeiraesossitios,perolaverdadesque,sabiendo

que estás tú, me entran ganas hasta de matricularme —comentó Javiacercándoseaella;Elisabethsonrió.

—Elisa,vámonosya—lesusurróYolandaaloído.Lamirófijamentediciéndoleconlosojosquelehicieracaso.

—Javi, a ver si nos vemos otro día por ahí.—Le guiñó un ojo—.Muchasgraciasporlainvitación.Nostenemosqueir,acabamosdeveraunosamigosqueestábamosesperando—improvisóElisa.

—¿Tan pronto? Bueno, ya sé dónde estudias, me pasaré por allí averte…

—Deacuerdo.—ElisasonriómientrasYolandalaarrastrabalejosdeaquellosdos—.¿Quépasa?

—El pavo ese, queme ha dicho que nos vayamos a su coche a yasabesqué—contóYolandaindignada.Elisabethserio.

—Vamos a ver, nopasa nada.Si él te gusta y tú a él también, ¿quéproblemahay?

—Yo no soy así, ya lo sabes. Primero tengo que enamorarme dealguienparadaresepaso.

—¿Nomedirásquetodavíaeresvirgen?—preguntómientrassalíanalacalleysequedabanunpocoapartadasdelaentrada.

—¡Puessí!Y,mira,nomeavergüenzo.Prefieroquemiprimeravez

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seaconalguienaquienquiera,noconelprimeroqueme losugiera—soltóvisiblementeenfadada.

—Simeparecemuybien,pero...Yoli,queyatienesveintiúnaños…¡Yatetocasaberloquees!—exclamóconunasonrisa.

—Losé,peroesqueaúnnoheencontradoamipríncipeazul…—dijoellaapenada.

—Esonoexiste.Sólohayhombresasídeperfectosenlaspelículasoenlasnovelasrománticas.

—Yocreo que debe de haber alguien por elmundoque esté hechoparamíyyoparaél,ypiensoencontrarlo.

—Bueno,perohastaentonces,podríasdivertirteconlossaposdelacharca,¿no?—bromeó.

—Esotelodejoparati,Elisa.—Suamigasonrió.—¿Hasvisto?—preguntóaquéllasorprendidaalverelaparcamiento

deladiscotecarepletodegentehaciendoelbotellón—.Yolanda,vámonosparadentro,quesólonosfaltaquevengalaGuardiaCivilynosvuelvanaarrestar.

—Chica,quésensibleestásahoraconesetema.Aversinovamosapoderestarenlacalle.

—Porsiacaso,nosmetemosdentroyasínotentamosalasuerte—murmurócogiendoelbrazoasuamigayvolviendoalbulliciodelasala.

Tal como iban entrando,Elisabeth notó que alguien la aferraba delbrazoygirólacabezaparaverquiénera.Estabanjustoenlaentrada,enelguardarropa.

—¡¿Quieressoltarme?!—exclamóElisabethirritadamientrassedabalavueltaparaverquiénlaagarraba.

—¿Noteacuerdasdemí?—preguntóélconunairresistiblesonrisa.—¿Debería?—indagó ella intentando recordar aquella cara tan

atractiva.—Señorita,nocambiotantosineluniforme.Elisabeth se quedó congelada al oír aquel señorita: era el guardia

civil que la había cogido como si fuera un saco de patatas y después lahabíaacompañadoasucasa.Sesorprendióalcomprobarloatractivoqueera; aquel día estaba demasiado nerviosa para darse cuenta de nada ymenos para fijarse en el hombre que la había arrestado. Pero ahora,

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mirándolo con detenimiento, concluyó que el uniforme no le hacíajusticia;esacamisetablancapegadaalpecho,marcandosusmúsculos,yesos pantalones vaqueros gastados le daban un aspecto de chico malo.Tuvo que controlar sus pensamientos, a lo mejor estaba allí por algúnasuntolaboral;tragósalivaysearmódevalor.

—Novendrásadetenermeotravez,¿verdad?—soltóconvozsegura.—¿Hashechoalgomalo?—preguntóélaguantándoselarisa.Pablo

admirólobienquelequedabaesevestidocortoyelpelorecogidoenunacoletamuyalta.

—Hesidobuena,lojuro—informóella.—Tranquila,hoynoestoydeservicio—susurróelhombreconuna

sonrisa.—Menos mal, qué susto me habías dado… creía que ibas de

incógnito.—Miróaliviadaasuamiga,quelaesperabaasulado—.EllaesYolandayyomellamoElisa,supongoqueteacuerdastambiéndeella.

—Sí,claro—mintió;lesonabalacara,supusoquetambiénestabaeldíadelaltercado.

SesaludaronyPablopresentóaunincómodoJorgedeseosodesalirdeallí.Nolegustabaestarenaquellugar,repletodeveinteañerosllenosdehormonasyconganasdebronca,peroporPablohacía loque fuera;eranamigosdesdeniñosymuyamenudoseayudabanconlosligues.

—Chicas, os invitamos a una copa—propuso Jorge echándole unamano.

—Claro. —Yolanda sonrió tímidamente, impresionada por él; leencantóelhoyueloqueselemarcabaalsonreír.

Loscuatroseencaminaronalabarraypidieronlasbebidas.Jorge,alver que su amigo necesitaba intimidad, cogió aYolanda y se la llevó abailar. Ésta accedió encantada. Ya arreglaría cuentas con él; por lo queestabahaciendoaquellanoche,ledeberíaungranfavor.

—¿Qué haces en una fiesta universitaria? —preguntó Elisabethintrigada.

—Mi amigo, que me ha traído a rastras. ¡Qué casualidad que noshayamosencontrado!

—Sí.Laverdadesquenotehubierareconocido,cambiasmuchosineluniforme.

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—Túeresinconfundible—comentóélconunasonrisairresistible.—Claro,nohaymuchas rubiasplatinoporaquí—soltódándoleun

buentragoasubebida.—¿Te puedo hacer una pregunta? —planteó acercándose un poco

másaella,disfrutandodesuperfume.—Hazla,yadecidirésitelarespondoono.—Leguiñóunojo.—¿Por qué una chica pudiente como tú está en una universidad

públicay,además,semanifiestaencontradelosrecortes?—¿Porquéno?—Esonoesunarespuesta—susurróPabloentonoserio.—Digamosquenoquieroseguirel legadofamiliar…Quierohacer

lascosasamimanera,loquemeapetezca.¿Teparecebuenalarespuestaahora?

—Mepareceperfectayalavezmesorprende.—Entretúyyo,ahoraquenonosoyenadie...—seacercóalaoreja

dePablo—...megustaserdiferenteamifamilia—confesóconunapícarasonrisa.

El tenerla tan cerca, el sutil roce de su piel, el dulce aroma de superfumehizoqueresurgieraensuinteriorlanecesidaddetocarla;estoseleestabaescapandodelasmanos.Habíaidohastaallíparahablarconellay averiguar más cosas, pero sentía una fuerza incontrolable que loempujabaaella,aesapreciosachica,aesauniversitariatandistintadelasdemás; esto no era típico en él. Por regla general, debía quitarse deencimaalasmujeres;suamigoyéleranunosconquistadoresnatos.

—¿Tanmalaestufamiliaquenoquieresparecerteaella?—preguntómientrasleacariciabaelbrazoconsuavidad,maravillándoseconsutacto.

—Noes eso, peronoquiero comportarme comoellos…deseo seryo misma... sin que nadie me dicte lo que tengo que hacer —dijo sinapartarlamiradadeaquellosojososcuroscomolanoche.

Pabloseacercóaellaylabesó,sinmediarmáspalabras;legustabaesa chica, le atraíamás que cualquier otramujer que hubiese conocido.Elisabeth,alprincipio,sesorprendióalnotarloslabiosdeél,perofueunadeliciasentiraquellacaricia.Locogiódelanucayseestrechómáscontrasumusculosocuerpo.Debíavivirelmomento,nosabíahastacuándoibaapodercomportarsedeesamanera,noibaareprimiralgoqueleapetecía,aunquefueraunalocura,peroesehombreleatraía,nosabíasieraporelmorbodeserquieneraoporquelahabíaarrestadodíasatrás,peronotar

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suslabiossobreellahizoqueemergieradelfondodesucuerpouncalorabrasadorqueloenvolvíatodo.Pablolasaboreóconcalma,disfrutandodel roce de su lengua y de la suavidad de sus labios; era como siestuvieransolosenesagransalaabarrotadadegente.

—Vaya,sargento,besasmuybien—murmuróElisabethrozándoleellabioinferiorconeldedo.

—Tengomásespecialidades—dijoexcitado.—Nolodudo,porloquehenotado…—Recordóelbultoquehabía

sentidocontrasuvientre.Pablocogióconambasmanossucaraylavolvióabesar.Noquería

que aquel momento terminara. Necesitaba sentirla junto a él, tenía algoquelohipnotizaba.

—¿Vivessolo?—preguntóElisabethenunsuspiro.—Sí.Enunpisito enCarabanchel—comentó sin apartar lasmanos

del cuerpo de la joven, rozándole con las yemas la desnuda espalda ymaravillándoseconlatexturadeaquellapiel.

—Vamos—dijocogiéndoledelamano.—¿Enserio?—preguntósorprendidoanteladecisióndelajoven.—Claro—respondióconunasonrisa—.Tuamigopodrállevarami

amigaasucasa,¿verdad?—Sí, seguroqueno le importa—comentóPabloesperandoqueasí

fuera.Se acercaron a sus amigos, que bailaban en el centro de la pista.

Elisabeth habló con su amiga, que estaba encantada de quedarse encompañíadeaquelsargentotansimpático,yPablohablóconunservicialJorge, que le prometió que, esamenuday alegre chica, volvería de unapiezaasucasa.

Salieronlosdoscogidosdelamano.Pablolallevóasucoche;enelinteriordelhumildevehículolamiró,casinocreíaloqueestabaviendo;llevabapensando en ella desdeque la vio en lamanifestación, deseandoconocerlamejor.Ahora la teníaa su lado; sevolvióy labesódenuevocondevoción.

—Simesiguesbesandoasí,nosésillegaremosatucasa—susurróconcoquetería.

—Nomepuedoresistiratusencantos,princesa—dijoélguiñándoleunojoyponiendoel vehículo enmarcha.Ella sonrió cuandovio cómosalíaporlascallesconcurridasdeMadrid.

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Intentaronentablarunaconversaciónmientras llegabanasudestino.Hablarondecosasbanales,sinprofundizardemasiadoy,alfin,aparcóelcoche.

Elisabethentróenaquelhumildeedificioysubióenelascensor.Latensión se palpaba en el aire. Pablo apretó el botón del tercer piso y elelevadorsepusoenfuncionamiento.Elestarallílosdossolos,encerradosenunespaciotanpequeño,hizoqueelambientesecargaradeelectricidad.Semiraroncondeseo.Pablo, sinpoder remediar laatracciónquesentíaporaquellarubia,seacercóaellay,cogiéndolaporlacintura,labesóconintensidad, anheloy excitación.Con las respiraciones alteradas, salierondelascensorygiraronalaizquierda,dondeseencontrabasuapartamento.Loabrióydejópasarasuacompañante;luegocerrótrasdesí,encendiólaluzylamirófijamente:lepreocupabalareacciónquepodíatenerella,puesestabaacostumbradaaLaMoralejay sucasadistabamuchode serlujosa.

Elisabeth se sorprendió al ver el interior del piso; se lo esperabapeor,muchopeor.Peroestabamuybiencuidadoybastantelimpio.Paseólamiradaysefijóenqueerapequeñoperoestababiendistribuido.

—No estarás acostumbrada a casas tan pequeñas—dijo él con unasonrisamientrasentrabaenelsalón,conteniendolasansiasdecogerlayvolverabesarla.

—Estámuybien;¿llevasmuchotiempoviviendosolo?—Sí,unoscincoaños.¿Quierestomaralgo?—Sí,loquetútomes…—dijosentándoseenelúnicosofádelasala.Pablo se acercó con las copas, y le ofreció una, mientras se

acomodabaasulado.Elisabethselabebiócasideuntrago;elwhiskyleardíaenlagarganta,estabanerviosa,nosolíairseacasadedesconocidos.Perohabíadecididoqueaquellanocheibaairaportodas;aldíasiguientedebía lidiar con su padre: le había dicho aquella mañana que hablaríanseriamentedeuntemadesumaimportanciaynosabíacómoacabaríaesacharla.

—¿Quieresotra?—preguntóPabloalversucopavacía.—No,gracias.—Sonrió,dejándolasobrelamesadelcentro.Elisabethseacercóylobesó.Pablolacogióylasentóencimadeél,

sin separar los labios de los de ella. Los besos se hacían cada vezmásurgentesymásapasionados.LasmanosdePabloacariciabanelcuerpodeElisabeth, palpando cada centímetro, percibiendo la suavidad de su piel

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blanca bajo su mano. Ella estaba como en una nube, nunca la habíanbesado y tocado de aquella forma tan terrenal y pasional. De repente,Pabloselevantódelsofáconellaenbrazosysedirigióasuhabitación.Ladepositódepie,concuidado,alladodelacama.

Ella sequitóelvestidomientrasobservabacómoPablo sedeshacíadelacamiseta,mostrandosusperfectosabdominales;sequedóalucinadaal contemplar el cuerpo del sargento; tuvo que tragar saliva... eso no loveíatodoslosdías.

—¿Tomas la píldora?—preguntó Pablo acercándose con deseo alverlaenropainterior.

—No.—Espera,voyabuscaruncondón—bufómirandoporloscajonesde

lacómoda—.¡Mierda,mierda,mierda!—¿Quépasa?—preguntóellaviendocómosemovíanerviosoporla

habitación.—Notengopreservativos.Mira,voyunmomentoabajo,quehayuna

farmacia.Subiré enseguida.Nomuevasni unpelo—dijo acercándose aellaydándoleunrápidobesoenloslabios.

—Notardes…—murmurólajovenconunasonrisa.Pablo se volvió a poner la camiseta y salió de su casa como un

relámpago.Elisabethsetumbóenlacama;intentóponerseenunaposturasexiparaque,cuandolaviera,nohicieranfaltamáspreámbulos;cambióvarias veces de postura y al final optó por tumbarse de lado, con laspiernasunpocoencogidasparaqueloprimeroqueviesealentrarfuesesusugerentetrasero.

—¿Aquenohetardado?—preguntóélalentrarensuhabitación.Pablo sonrió al ver cómo su preciosa conquista se había quedado

dormidaensucama;sequitóloszapatosylosvaqueros,setumbójuntoaellaylatapó.Parecíaqueaquellanochenoibaaconseguirnadamásquedormirasulado.

Lo despertó la luz que entraba tímidamente por las rendijas de lapersiana y miró a su lado, buscando a esa rubia que lo tenía loco. Selevantódeunsalto,noestabaenlacama.Sefuehaciaelsalón,alpequeño

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aseoyhastalacocina,peronohabíanirastrodesuhermosaconquista.Alvolvera suhabitación, sediocuentadequehabíadejadounanotaen lacómoda.

«Sargento,semehahechotardísimoymehetenidoqueir.Losientoporlodeanoche.Noséquémepasó.E.»

Pablomaldijoparasí;sehabíaidosindespedirsedeél.

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—Medina,¿qué tal larubita?—preguntóJorgeRovira,dentrodelcochepatrulla.

—Yasabesquenohablodemisconquistas—musitóPabloconunasonrisa—.¿Cómotelopasasteconsuamiga?Parecíasimpática.

—Muybien.Essorprendentelomaduraqueesparasuedad.—Espero que te portaras correctamente—dijo él a sabiendas de la

reputacióndeligóndesuamigo.—¡Niunbeso!Mecomportécomounauténticocaballero,nocomo

otros—insinuóelsargentoRovira;sucompañeroserio—.¿Lavolverásaver?

—Esoespero…—susurrórecordandolanotaylanochefallida.

***

ElisabethyYolandasalíandelauniversidad,despuésdeunamañanafructífera. Ibanhablandode laúltimaasignaturaque leshabía tocado;almirar hacia la calle, aquélla se asombró al descubrir un coche de laGuardia Civil estacionado. Al verlo, empezó a notarse una especie decosquilleó en el estómago. Sonrió al comprobar que, apoyado en aquelcoche, un agente con gafas de sol de aviador la observaba desde ladistancia. Elisabeth oyó cómo su nuevo amigo levantaba pasiones entresuscompañeras;noparabandecuchichearacercadeloatractivoyguapoqueera,ymásdeunaaprovechópararobarleunafotoconsumóvil,paraluego compartirla en Facebook. Orgullosa de que fuera a ella a quienfueraaver,sedirigióhastadondeestabaél,nosinantescomentarleasuamigaquesemarcharasinella.

—Debo de ser una chica muy mala para que la Guardia Civil mevigile tan de cerca —susurró con picardía, acercándose al sargento

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Medina.—Malasíquehassido.Nomehagustadodespertarmeynovertea

milado—murmuróconseriedad;estabaimponente.—Semehizo tarde.Amí tambiénmehubiera gustado despertarme

contigoyterminarloquecomenzamos—musitóellaconcoquetería.—Me alegra oír eso; ya temía yo que, al verme esta mañana, te

hubierasarrepentido.—Estabas adorable durmiendo, que lo sepas—murmuró rozándole

elbrazo.—Tengodoshoraslibres,¿hascomido?—No,ahoraibaacasaacomer.—Teinvito,entraenelcoche,queconozcounsitiofantástico.—Nopuedonegarmeaunainvitacióntantentadora.Sesubieron,Pabloencendióelmotorysalierondeallí;enmenosde

diez minutos llegaron a unos preciosos jardines. Durante el trayectoestuvieronhablandode launiversidad,de lacarreraqueestudiabaellaydelbuentiempoquehacíaesemesdemayo.

—¿Adónde vamos a comer? —preguntó Elisabeth bajando delvehículo.

—Esunasorpresa—contestóélcogiendounamochiladelmaletero.SeadentraronporloscuidadosjardinesyPabloseparóalladodeun

pino,enunlugardiscretoenelquepodríandisfrutardeintimidad,dondenoseveíamuchagentepaseandoporallí.

—A sabiendas de que no podrías rechazar mi oferta, he decididocomer al aire libre. He hecho unos bocatas —señaló sacando de lamochiladosbocadillosenrolladosenpapeldealuminio,bebidayalgunossnacks.

—¡Meencanta!—exclamóella con entusiasmo,mientras se sentabaenelmullidocésped.

A Elisabeth aquella comida improvisada le fascinó; en aquel paísestabaviviendocosasquenuncahubieraimaginadoquepodríarealizar.Sesentíalibre,podíaserellamisma,sinmedirseenlasformas,sinestarbajoelfocodelaopiniónpública.

—Dime,apartedeestudiarparaserunafamosaabogada,¿quétehatraído a Madrid? —preguntó Pablo antes de darle un mordisco albocadillodejamónserranoconqueso.

—Siempre me ha gustado este país, debe de ser la calidez de sus

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gentes y su clima. Me chifla poder salir a pasear mientras el sol mecalienta,adorotomarmeunacervezaconunatapaenunaterrazarodeadade mis amigos… Lo malo es que sé que esta aventura tiene fin. Meencantaríaquedarmeaquíparasiempreynotenerquevolveramipaís.

—Elisa, no lo hagas. Quédate —le propuso él cogiéndole consuavidadlamano.

—Meencantaría,Pablo,peronoesunadecisiónquedependademí.—Elisa,noquieroquecreasquevoydetrásdetodaslasmanifestantes

quearresto.—Sonrió—.Sitesoysincero,medecantoporlasmujeresunpocomásmayoresque tú…Pero,desde esedíaquememiraste con tusojos claros, sin ningún temor por lo que te pudiera ocurrir… mecautivaste.

—Vaya…—susurróellaperdiéndoseenlaoscuridaddelamiradadePablo ymaravillándose por lo que había escuchado; era la primera vezque le decían algo así de bonito sin saber quién era en realidad. Estabaacostumbrada a halagos, pero forzados, de esos que se hacen por elnombredelapersonaynoporloqueesesapersonaenrealidad.

—Estanochemegustaríavolveraverte…Siquieres,claro.—Claroquequiero—dijoElisabethconefusividad.

Terminarondecomerypudierondescansartumbadosunoalladodelotroenlaverdehierba.Conversarondetodounpoco.PabloleexplicóaElisabeth que no era deMadrid; su familia vivía enValladolid, pero lehabíasalidotrabajoenlacapitaly,desdehacíacincoaños,estabaallí.Nohabíaidosolo,puesasuamigoJorgetambiénlocogieron.Alprincipiovivíanjuntosenunpisocompartido,perolanecesidaddetenerintimidadhizoquecadaunosebuscaraunapartamentoenelbarriodeCarabanchel.No pararon de hablar, de reírse por cualquier ocurrencia de Pablo.Estabanmuybienunojuntoalotro;descubrieronqueteníangustosafines:les agradabacorrerpor elparque, aunque llovieraohiciera frío.Se lespasó el tiempo volando, y Pablo tuvo que llevarla a su casa, casi aregañadientes; no le apetecía nada apartarse de ella, era fascinanteconocerla,escucharsumaneradehablar,dulceyconaquelacentoalemánqueloencandilaba,peroeldeberlollamaba:debíatrabajar.Enelinteriordelcoche,enfrentedelaverjadoradadelacasadeElisabeth,sedieronlosnúmerosdeteléfonoyPabloleprometióquelallamaríacuandoacabara

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su turno, para poder verse aunque fuera un rato. Ella le dio un suave yrápidobesoenloslabios,abriólapuertadelcopilotoysalióconmuchopesar.Antesdecerrar,leguiñóunojo.

—Esperotullamada,sargento—susurróconunasonrisa.Pabloesperóaqueentraraen lagranpropiedad;cuandovioquese

alejaba por el camino bordeado de césped, arrancó el coche y salió deaquellaurbanización.

Despuésdeunadura jornadade trabajo,Pablo llegóasucasaa lasdos de la madrugada. Al final no había podido ver a Elisabeth, se lecomplicóelturno.Unallamadaaúltimahorahizoquenopudierasaliralahoraprevistayleimpidióquedarconesauniversitariaquelequitabaelsueño.Leenvióunmensajediciéndolequeacababadellegar,sedesnudóysemetió en la ducha.Mientras el agua le caía por la cabeza y el torso,pensó en ella, en su risa contagiosa, en sus ojos provocadores, en susdulces labios... Después de una ducha relajante, se puso una camiseta yunos pantalones gastados, que usaba de pijama. Fue a la cocina y sepreparóunsándwich,estabahambriento.Seloempezóacomerconansiasy, mientras daba el último bocado, tuvo que levantarse, ya que habíasonado el timbre de la puerta. Se extrañó bastante, pues no esperaba anadie a esas horas. Fue al telefonillo y, al oír quién era, esbozó unasonrisa.

—Sabíaqueera irresistiblepara ti—dijoconunasonrisitaalverlaenelumbraldelapuerta.

Elisabethseacercóaély,sindecirlenada,lobesóconpasión.Pablocerró la puerta y la estrechó contra su cuerpo.Aquella tarde finalmentehabíahabladoconsupadre,yestabadesesperada.Nosabíacuántotiempopermaneceríaaúnenaquellaciudad,peroloquesíteníaclaroeraquelequedabapoco,muypoco,paravolverasufríaytristevida.Estuvoensucasa,encerradaensuhabitación,sinquererhablarconnadie,nisiquieraconLewis,lapersonaquesiemprelahabíacuidadoyprotegido.Loúnicoque deseaba era que su móvil se iluminara con la llegada del mensajeesperado.Necesitabavolveraverlo;éllehacíasentirsediferenteyesolegustaba.

El beso se volviómás intenso. Pablo la agarró por el trasero y laapoyóenlapuertamientrassuslenguasseacariciabanconanhelo.

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—Agárratebien,preciosa—lesusurróaloídoal tiempoquese ibaconellaasuhabitación—.Hoynotedaréopciónaquetequedesdormida—sentencióconunasonrisaarrebatadora.

La dejó en el suelo, al lado de la cama, y le quitó la camiseta,mientras ella se despojaba de su vaquero. Se quedó mirándola unosinstantes,reteniendoensumemoriaaquellaimagentantentadora...supelorevuelto; sus labioshinchadosycoloradosde losbesos recibidos,y susojosbrillantes.Sequitóelpantalónylatumbóenlacamadebajodeél.Ladeseabatanto…Labesóportodoelcuerpo.Elisabethjadeabaalnotarlamagistral lengua recorriéndola arriba y abajo; enloquecía a cadamordisquito.Cuandollegóasuspechos,ellacreyómorirsedelplacerelnotarcómolosmimabaylosestrujaba.

—Quiero sentirte dentro ya—apremió jadeanteElisabeth. Pablo, aloírla,sonrió;éltambiénloestabadeseando.

Delamesitadealladodelacamacogióunpreservativo,sequitóloscalzoncillos de una patada y se lo colocó. Ella lo miraba extasiada.Cuando lopercibiódentro,sesintió felizydichosa.Estuvierongozandocada embestida; de pronto el ritmo fue cada vez más rápido y másprofundo,yElisabethllegóaunmaravillosoorgasmo.Alnotarqueellahabíallegadoalclímax,éltambiénsedejóirycayeronlosdosexhaustos.

—Buenos días, preciosa—musitó con suavidad Pablo cerca de suoreja.

—Mmm… ¿Qué hora es? —preguntó Elisabeth bostezando ymirándolo con adoración; en la habitación entraban los rayos del sol eiluminabanlaestancia.

—Horadedesayunar—dijoPabloconunasonrisacolocandoencimadelacamaunabandejaconeldesayuno.

—¿Mehastraídoeldesayunoa lacama?—Seasombró—.¡Eresuncielo!

—Sí,melodicenmucho.—Sonriómientrassesentabaasulado—.Desayuna,quellegarástarde.

—¿Tardeparaqué?—preguntóelladándoleunsorboalcaféreciénhecho.

—Parairaclase.—¡Esverdad!—exclamóconungritomientrasmirabaelreloj.

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—¿Estatardetienesqueiralauniversidad?—No.—Perfecto. Yo tampoco tengo que ir a trabajar. Prepárate, porque

¡vasasudar!—¿Quémevasahacer?—preguntósonriente.—Voy a enseñarte mi sitio preferido. Ponte ropa deportiva. A las

cincoestaréentucasa—comentóélilusionado.—Estoydeseándolo.

Elisabeth no quería salir del coche, no quería que aquel sueño seesfumaraconlarealidad.Peroéldebíatrabajaryella,estudiar;despuésdesus obligaciones volverían a verse... Con muy pocas ganas, salió delvehículo, no sin antes darle un apasionado beso a su guardia civilparticular. Se dirigió, como todos los días, a la puerta principal de launiversidad, recordando la noche pasada y el maravilloso desayunocompartidoaquellamismamañana.Unasonrisadefelicidadenmarcabasurostro.Sesentíadichosayplena.Eracompletamentefelizporprimeravezensuvida.Yesadichateníaunnombre:Pablo.

Lashoraspasaronconbastante lentitud,pero llegó laesperadacita.Pabloparóenfrentedesucasa;ellayaseencontrabafuera,preparadaconsuropadeportiva:pantalonescortosdelycranegrosycamisetarojamuyajustadaasuatléticocuerpo;elpelo,perfectamenterecogidoenunacoletaalta.Éste,alverla,tragósaliva;teníaunserioproblemaconesachica,legustabademasiadoynosabíasiesoerabuenoomalo.Noacostumbrabaaquedartanseguidoconsusconquistas,peroconellaerainevitablequerermásymás.Conuna sonrisa, que hubiese sido capazde derretir el PoloNorte,Elisabethsubióalcocheylediounbesolargoyapasionado;estabadeseandoverlodenuevo.Condujohastalasafuerasdelaciudad,mientrasamboscantabanlascancionesqueponíanenlaradio,reíanybromeabande lo mal que entonaba uno u otro. Se dirigieron a una arbolada queconocíamuybien.Pablodejóelvehículocercadelacarreterayambossepusieron a correr hacia el interior de aquel lugar. Elisabeth se dejóenvolver por aquel sitio; poco a poco, a medida que avanzaban en sumarcha, losárboles los rodeabancadavezmás.Corríanporun sendero

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bordeado de maravillosa vegetación silvestre; respirar el aire fresco ypuroyestaracompañadaporesehombrequelamirabacondulzurahizoque se enamorara de ese lugar y de esa cita tan especial. Después decuarentaminutosdemarcha,llegaronaunmirador.Pablosesentóenunbanco de piedra próximo a ellos y sacó el agua. Los dos bebieron conganas, estaban agotados y sudorosos después de la carrera. Elisabeth sesentóasuladoycontemplólaespectacularvistaquesedivisabadesdeallí.Estabanlosuficientementearribaparapoderverlaciudadcomosideunaminiaturasetratara.

—Estoesprecioso—musitóElisabethembelesadaconelpaisaje.—Estaba deseando enseñarte mi lugar favorito —susurró él

cogiéndolelamano.—Gracias,nuncanadiehabíahechoalgotanespecialparamí…Este

sitio, el sonido de los pájaros, el aroma del viento y el estar aquícontigo…—murmuróemocionada.

—¿No salías con ningún chico en tu país?—preguntó Pabloextrañado de que a aquella atractiva chica no la hubieran bombardeadoconflores,bombonesycitasalaluzdelasvelas.

—Uf…—suspirónerviosaconuna tímidasonrisa—.Mividaallíestotalmentedistintaaladeaquí.Escomosifueraotrapersona…EnEspañaheempezadoasaberloquesignificaestarviva,enLuxemburgo…bueno,mesentíacomounamarioneta.

—Vaya…¿Esoporqué?—quisosaberPabloasombrado.—Mipadre…Élesunpocochapadoa la antiguaynomedeja ser

comosoyenrealidad.Tengounsinfíndenormas.—Sonrióconironía—.Porponerteunejemplo,sivieradóndeestoyyconquién,mecogeríadelbrazoymealejaríadetiydeestelugar…—comentócongranpesar.

—Menosmalquenoestá—bromeóél;noqueríaveraquellatristezaensusimpresionantesojosclaros.

—Pablo—dijoelladerepentecondecisión.—Dime,preciosa.—Ysi…—Hizounapausa, pensando si contarle la verdadono—.

Nada,eraunatontería…—¿Quémequeríasdecir?—preguntóélanimándola.—Cuéntame cómo llegaste a ser guardia civil —pidió con una

sonrisa.No se había atrevido; se sintió una cobarde en esemomento, pues

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habíaperdidolaoportunidaddesersinceraconesehombretanfantástico.Esperaba que algún día sería capaz de reunir el valor suficiente paracontarle quién era en realidad. Esperaba que aquello no hiciera quehuyera.Leestabaempezandoagustarmucho.

Despuésdevolvercaminandoalcoche,sefuerondirectamenteacasadePablo.Noqueríanqueaqueldíaacabara,cadavezestabanmásagustounoalladodelotro.Peroenelinteriordeellacrecíaunaangustia...queríacontarlelaverdadperonosabíacómo.

—¿Te apetece una ducha? —preguntó Pablo mientras dejaba sumochilaencimadelabancadadelacocina.

—Meencantaría—susurróellacontemplandocómoenesemomentosequitabalacamisetaydejabaversusesculpidosabdominales.Elisabethsemordióellabio:erairresistible.

—Ven, preciosa. Quiero enjabonarte todo ese lindo cuerpo,recorrerteconlosdedosylalenguayhacerquegritesminombre,unayotravez—murmurómientrasseacercabaaellaconunamiradalobuna;lacogiócomoaquelprimerdíaenlamanifestación:laapoyóensubrazoy,sujetándola del trasero, la alzó para llevársela hasta el cuarto de baño.Elisabethreíaencantadapensandoentodoloqueleesperaba.

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Sedespertóconunasonrisadefelicidad;aquellanochenohabíanparadodeamarseydegozarunayotravez.Eraninsaciablesyella,esahermosarubia que yacía a su lado, lo había embrujado de tal manera que sólodeseabasalirdeltrabajoparapoderestarasulado.Mirócómodormía,lequitóunmechóndepeloquelecaíaenlacaraylacontempló.

—Mmmmm….¿Quéhoraes,sargento?—ronroneóElisabeth.—Lahoradevolveralavidanormal.—Pues, entonces, déjame un rato más que disfrute de este

maravillososueño.—Vamos,preciosa,debemosponernosenmarcha.Cuandoacabeslas

clases, te recogeré y nos iremos, tú y yo, a pasear por El Retiro. ¿Teapetece?—comentóacariciándoleconsuavidadlaespalda.

—Meencantaría—musitólajoven.—¡Pueslevantaelculo!—exclamóéldándoleuncariñosocacheteen

lanalga.

Comoeldíaanterior,ladejóalaspuertasdelauniversidad;cadavezse hacía más costosa la despedida. Tras un beso más que apasionado,Elisabeth salió del coche dedicándole una de esas sonrisas que tanto legustaban.Antesdearrancarelvehículo,esperóavercómoentrabaporlapuerta.

Estacionó su Ford Focus azul en la zona reservada; con pasodecidido,entróenelcuartel.Sesentíadichoso;aunquesabíaqueeraunalocuraencapricharsedeunachicabastantesañosmásjovenqueél,noleimportaba.Ellaeraespecial,lohacíasentirsedistinto,másvivoquenunca,

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yaquellolegustaba.Estabapletórico.—SargentoMedina—dijoeltenienteRivasencuantolovioentrar.—Dígame.—Seacercó.—Vayade inmediatoa laUniversidadComplutenseconel sargento

Rovira.Acabandellamar,pareceserquehayalgúnrevuelo.—Salimos enseguida—dijonervioso, buscando con lamirada a su

amigo.AcababadedejaraElisabethallíhacíaunmomentoynohabíavisto

nada extraño. Se angustió; en el pecho se le formó un nudo... esperaba,anhelaba,queellaestuvierabien.Elcaminodelcuartelalauniversidadsele hizo eterno, cosa extraña porque estaban muy cerca uno del otro;parecíaquesuamigonosupieraconducirniacelerar.Estuvoapuntodearrebatarleelvolanteyponerseaconducirél.Estabanervioso,nosabíaloque se iba a encontrar. Lo peor de todo era que no tenía noticias deElisabeth. La había intentado llamar, le había enviadomensajes, pero loúnicoqueobtuvofuesilencio…

Al llegar al edificio, se extrañó al ver a tanta gente agolpada;tuvieronquedejarelcocheunacalleatrás,eraimposiblemeterseconél.Salieron con decisión hacia la puerta principal, intentando abrirse pasoentrelamuchedumbre.Enlapuertadeacceso,losesperabaelrector.

—Porfavor,acompáñenme—lesdijoalveralosdosuniformados.—¿Quéocurre?—preguntóJorgeRovira,siguiendoaaquelhombre

porlospasillosdelrecinto.—Todaesagentequevensonperiodistas—explicóelrectorconel

ceño fruncidopor lapreocupación—.Pasen,por favor—pidiómientrasabríalapuertadesudespacho.

Alentrar,PabloseencontróconlamiradapreocupadayafligidadeElisabeth.

—Elisa.¿Quéhacesaquí?—preguntósinsabermuybienquépensar.—¿Laconoce?—planteóelrectorasombrado.—Porfavor,¿nospuedenexplicarquéhacentantosperiodistasenla

puerta y qué hacemos nosotros aquí?—preguntó sin entender qué teníaqueverellaentodoeseasunto.

—Pablo, escúchame, yo no quería que te enteraras así…—sollozócongranpesar—.Te lo intentécontarayermismo,peromeacobardé…—Tomó aire para tranquilizarse, notaba su mirada expectante—. Esosperiodistasestánaquípormí.

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—¿Porti?—inquirióextrañado.—Sí.—Hizounapequeñapausay,mirándoloalosojos,continuó—:

Mi nombre completo es Elisabeth Orange-Nassau y soy la princesa deLuxemburgo.

—¡¿Princesa?! —exclamó mientras daba un paso hacia atrás,asombrado.

—Sí—susurróElisabeth,y ledolióenelalmavercómolamirabaahora.Lohabíaengañado,losabía,perohabíasidonecesarioparapodervivirunavidanormal.

—Poresomesonabatucara…—susurróJorgeRovira,recordandoquelahabíavistoalgunavezenunarevistadelcorazón.

—Nosotros no éramos conscientes de que entre nuestro alumnadohubieseunmiembrode lacasarealdeLuxemburgo;sihubiesesidoasí,les aseguro que este incidente no habría tenido lugar. Están aquí parasacarladelrecintoyllevarlaasucasa,ahoramismonopuedecontinuaren la universidad; por su seguridad, debe irse —informó el rectorsorprendidoaúnporlanoticia.

—Nosepreocupe,estáenbuenasmanos—dijoJorgeRoviraentonoprofesional.

—Nos tiene que indicar las salidas de emergencia del edificio;debemos averiguar cuál está libre. Hay que sacarla enseguida de aquí,antesdequeseenterentodoslosalumnos—reaccionóPabloMedina;antetodoeraunagentecompetentedelaBenemérita.

El rector sacó el plano de las instalaciones y les informó de lasdiversasposibilidades.Después, lossargentos fueronacomprobarsi lassalidas estaban despejadas, pero en todas ellas había algún periodista alacecho.

—Noospreocupéis.Yasabenqueestoyaquídentro.Lomejorseráque salga lo antes posible, antes de que aparezca mucha más gente—musitóElisabethcontristeza;selehabíaacabadosulibertad.

—Comoquiera—aceptóPabloMedina—.Prepárese,saldremosporestasalida.—Leindicóunaenelmapa—.Tenemoselcochepatrullamuycercadeahí,eslamejoropción.

Elisabeth se levantó de la silla donde estaba sentada y se acercó aPablo.

—Confíoenti—susurrótemblorosarozándoleelbrazo.—Vamos,entonces—tercióJorgeRovira,viendoelsemblantepálido

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desuamigo.Salieronporunadelaspuertaslateralesdelauniversidad;enlacalle

habíacincoperiodistas,quealverlasalirnodudaronenhacerlepreguntasy fotos sin cesar. Elisabeth únicamente sonreía y se agarraba fuerte delbrazodelsargentoMedina,quelallevabacasicorriendohaciaelvehículo.Laayudaronaentrarysubieronconprisasenelcocheparaconducirlaalagrancasa.

Durante el trayecto, no hablaron. El sargentoMedina, que le habíaquitadolasllavesasucompañero,conducíavelozmenteporlascallesdeMadrid, pensandoque la chicaque esamañana se había despertado a suladoeraenrealidadunaprincesa.Unaprincesadeverdad.

Al llegar a la propiedad, los dos hombres la acompañaron hasta lapuertadelaentradayesperaronaqueellaestuvieradentro.

—¡Elisabeth!—exclamó Lewis, el mayordomo, mientras salía arecibirla—.Estabamuypreocupadoporusted—dijoabrazándola.

—Estoybien,Lewis—bufólajoven.—MuchasgraciasporacompañaraElisabeth.Cuandovengaelgran

duque,lehablarédeustedes—dijoLewisllenodegratitud.—Nonosdé lasgracias, esnuestro trabajo—repusoPabloMedina

—. Espero que les vaya bien, nosotros nos vamos ya—se despidió altiempoquesevolvíaysalíaaljardín.

—¡Pablo, espera!—exclamó Elisabeth intranquila, avanzando unospasoshaciaél;nolehabíagustadoelcambioquehabíasufridoPablo,latratabademaneradistante.

—Dígame,princesaElisabeth—murmurómirándolaalosojos.—No, nome hagas esto…Nome trates con indiferencia.Necesito

explicarte…Quiero que sepas la razón de que te ocultara la verdad. Yoqueríaquetefijarasenmíporloquesoy,noporserunaprincesa.¿Notedascuenta?¡Estoesloquequieremipadre!

—¿Quétienequevertupadreentodoesto?—escupiómolesto.—Tecomentéayerqueeramuychapadoalaantiguaynoteimaginas

cuánto… —Hizo una pequeña pausa y se acercó un poco más a él—.Pablo,porfavor,queestoqueacabasdedescubrirnoimpidaquesigamosconociéndonos. Ámame sinmás, sin importarte quién soy, qué apellidotengooquiénesmipadre.Soylamisma,soyElisa.Olvidaquetementí;seré sincera contigo a partir de ahora, te lo explicaré todo, pero nomedejesasí...—lesusurrómientrasleacariciabaunbrazo.

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—Losiento,perotenemosqueirnos.Nopodemostardarmás.Adiós—dijo él en tono seco, apartándose de ella y saliendo de la propiedad,mientras a su lado caminaba su buen amigo y compañero, con el gestocontrariadoynegandoconlacabeza.

—Elisabeth, mañana llegará tu padre. Quiere hablar seriamentecontigo—comentóLewismientraslaacompañabahaciael interiordelacasa.

—Sí…Ya sé loquemeva adecir.Yno, ¡noquiero!Nomevoy acasarconelcondedeLiechtensteinporqueélmelodiga.¡Quierocasarmeporamor!—gritóconlágrimasderabiaenlosojos.

Estabahundida.Supadrehabíaconcertadoaquelcompromisohacíaunosmeses; ella era la última hija soltera y quería sacar provecho a suenlace,comohabíahechoconsusotroshijos.Noqueríanioírhablardelamor. Decía que eso eran tonterías, que lo importante era afianzar elEstado, crear lazos internacionales. Sospechó de su padre, seguro quehabía sido él el causante de que la universidad se hubiese llenado deperiodistas;éleracapazdeesoydemuchomásparasalirseconlasuya.Aquel día que habló por teléfono con él, le indicó que su excursión aEspañadebíaacabar,leordenóqueteníaquevolverasupaís.Peroellanoquería, acababa de conocer a Pablo, aquel hombre que le hacía sentirseunamujerynounacría.Recordólacaraqueselequedócuandosupolaverdad, la frialdad de su despedida. ¿Es que no habían significado nadaesosmaravillososdíasvividos?Sifueélquienlabuscó,¿porquéahorahuíadeella?Todosehabíaidoaltraste,todoporserquienera:lahijadelgranduquedeLuxemburgo.

***

—¡Mierda!—exclamóPablodandounpuñetazoaunsacodeboxeo.Aquella tarde, después de trabajar, se fue al gimnasio. Tenía que

quemartodaaquellarabiacontenida.Enesemismomomentodeberíaestarcon Elisabeth, paseando por el parque del Retiro, y no allí encerradogolpeandoesebultonegro.

—Comosigasdándoleasí,vasaromperelsaco—observóconunasonrisasuamigoJorge,queacababadeentrar.

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—¡Joder!—exclamópropinándoleunapatada.—¿Estas así de cabreado porque es una princesa o porque te ha

mentido?—preguntóparahacerlehablar.Sabíaquelonecesitabayquiénmejorparaesatareaqueél.

—Estoycabreadoporquehabíacreídoconoceraunachicafantástica,quemehacíasentircosasquenuncahabíasentidoantesyahoratodoesosehaidoalamierda.Estoyjodido.Mehetenidoquefijarenlaprincesitadelcuento.Dime,¿cómoacabaráéste?Yotelodigo:laprincesitaseiráasupaísdelasmaravillasacasarseconunprincipitoazul.¡Yamímedaránmorcillas!

—Síquetehadadofuerte…—Sé que es una locura, pero Elisa… digo, la princesa Elisabeth...

¡Joder! ¡Quémala suerte tengo en la vida!—Dio un fuerte puñetazo alsacoquehizoquesemovieradeun ladoaotrocon fuerza—.Nopodíahabersidohijadeunabogadoouncarpintero.No,esdescendientedeunrey…Estoy hecho un lío, Jorge…—susurró abatido, secándose con latoallaelsudordelacara—.Esachicamegusta,perotengoclaroquenopuedollegaranadaconella.

—Eso no lo sabes. Fíjate en el Príncipe Felipe, se casó con unaperiodistadivorciada.¿Porquénovasapodertenerunarelaciónconella?

—Esdiferente.—¡Quévaaserdiferente!Mira,siesachicategusta,¿quémásdaque

sea princesa o frutera?Ve a por todas.A veces, la vida no da segundasoportunidades…—comentóJorge.

—¿Quéquieres,quevayaasucasaymepongaderodillasdelantedeellaconunanilloenunacajadeterciopelonegro?Estonoesuncuentodehadas.Estoeslavidareal.

—Loqueesperoesque,siElisaesespecialparati,nolaapartesdeunplumazoporunanimiedad.Alfinyalcabo,ellanotienelaculpadeserquien es —expuso retándolo con la mirada. A veces su amigo eraautodestructivo.

—Jorge, la conozcodesdehacepoco, poquísimo, sólounosdías…¿Quéquieresquelediga?

—Tío,esolotienesquedecidirtú.Yosóloséquemehicisteasistiraunafiestauniversitariaparaverlayquedesdeentoncesnotehasseparadodeella…—comentóconunasonrisa.

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Aquellanochenopudoconciliar el sueño; en sumenteveía laoscurayfríamiradadePablo…Peroteníaotroproblema,ymuchomásserio:supadre.Elisabethtemíaenfrentarseaél;eraunapersonamuytozudaquenoatendíaarazonesy ledabamiedoverseenunfuturocasadaconalguienquenoamaba.Porlamañana,albajaradesayunar,setopóconeltemidoencuentro.EnelgrancomedorsehallabaelgranduquedeLuxemburgo,supadre.Alverla,lehizoungestoconlacabezaparaqueloacompañaraa la mesa. Era un hombre de complexión fuerte; el cabello lo llevabaperfectamentepeinadohaciaatrásyeradelmismocolorqueeldesuhija,pero a él se le empezaba a aclarar aún más, a causa de las canas. Susfacciones eran duras, serias; sus pequeños ojos eran azules y, cuandomiraban, denotaban el poder que destilaba aquel hombre. Elisabeth seacercóy se sentóenelotroextremo.Se sentía cansaday suaspectoeradeplorable:ojerosayconlosparpadoshinchadosdehaberllorado.

—Buenosdías,querida—saludóelgranduque.—Buenosdías,padre.¿Quétalelviaje?—preguntócongestoserioy

desganado.—Cansado. Pero había que hacerlo. Ha llegado amis oídos que te

estásviendoconunespañol.—¿Mehaespiado?—preguntómolesta.—¿Quépensabas?¿QueteibaadejarveniraEspañasinquesupiera

loqueestabashaciendo?No,querida.Túeresunaprincesa,tegusteono,ytienesquecomportartecomotal.Tedebesatupaísyatusobligaciones.Creo que todo eso se te ha olvidado, jovencita. También sé lo de laprotesta;cuandomeenteré,estuveapuntodehacertevolver.

—¿Yhaesperadoaquesusespíasmevieranconunchicoparaveniraquí?

—¿Esqueno te das cuenta de que estás prometida con el condede

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Liechtenstein?—Gracias por la información. ¡Ahora estoy prometida!—exclamó

sarcástica.—Ya sabías que vuestro compromiso estaba apalabrado, no me

vengasconironías.Comollegueasusoídosquehastenidoalgoconeseespañol,tevasaenterardequiénestupadre.

—¿Quémevaahacer,padre?¿Mevaadesheredar?Porque,siesasí,porfavor:¡hágaloya!—repusolevantandounpocolavoz.

—¡Elisabeth! —gritó el gran duque—. Eres mi hija. Quiero quetengasun futuroprometedor.Dime, ¿qué futuro tepuededaresepolicíamuertodehambre?—preguntóentonodespectivo.

—¡Es guardia civil! —exclamó alterada—. Y él me puede dar unfuturofeliz.Hevividoconélcosasquenuncaimaginé.Élmevecomosoyde verdad, no como un trofeo, como un apellido. Él me ve como unamujer.

—¿Ydóndeestáesehombretanmaravilloso?Porque,segúnmehaninformado,alsaberlaverdad,huyó—comentóconunasonrisatriunfal.

—¡Padre,nosabenada!—vociferóellaalavezqueselevantabadelasilla.

—Elisabeth, siéntate ahoramismo.Todavía nohemos terminadodehablar—soltóelpadreconfuriaenlosojos,apretandolosdientesporlarabiadeverasuhijapequeñasublevarseensupresencia.

—No quiero oír más. Estoy harta de que imponga su voluntad.¡Déjemevivirmivida!

—Te dejaré, querida. En cuanto te desposes con el conde deLiechtenstein,yanomevolveréameterentuvida.

—¡Nomevoyacasarconeseconde!¿Mehaoído?¡¡¡No!!!—gritólajovenconlágrimasenlosojos.

—Como no acates mi orden, se acabó el dinero, el lujo y lascomodidades—amenazóelgranduqueconlamiradafríaydistante.

—¡Hágalo!Nomeimportanadadeeso.Siesnecesariocambiarédeidentidad,haréloquehagafalta.

—¿Estaríasdispuestasaperderlotodoporeseinsignificanteespañol?—Estaríadispuestaaperderlotodosóloportenerunaoportunidadde

enamorarme—soltóElisabethaúnconlágrimascayendodesusojos.—Mesorprendes—musitóelgranduque.—Ensusmanoslodejo.Siaúncontinúaconladecisióndecasarme

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coneseconde,deberácumplirsupalabra.Yamelasapañaré.Muchagentesobrevive con poco, es sólo cuestión de acostumbrarse —comentóElisabethconvozserenaysemblanteserio.

Salió al jardín para despejarse, dejando desconcertado a su padre;notarlacalidezdelsollahizosentirbien;yahabíatomadounadecisiónyno se iba a echar atrás. Ahora le tocaba mover ficha a él. Se secó lasúltimaslágrimasderramadas;sehabíaquitadounpesodeencima,decirletodoaquelloasupadreprovocóqueseencontraramejor.Sesentóenunpequeñobancodepiedra, al ladodeunos rosales.Noqueríamarcharse,había descubierto un país fascinante. Y, además, había otra cosa que lareteníaallí:él.Queríavolveraverlo,hablarconélyexplicarleelporquédesumentira.CerrólosojosrecordandolacaraquehabíapuestoPablocuando se enteró de que ella era una princesa. ¿Cómo era posible queestuvieramásunidaaesehombrequeacababadeconocerqueasupropiopadre?Sidebíaescoger,loteníaclaro,nohacíafaltaponerenunabalanzalosprosyloscontras…Sufamiliasiemprehabíaestadopendientedelquédirán y le daba igual lo que ella opinara. No sabía lo que era tener unpadre normal; ella había vivido bajo cientos de normas, con la miradainquisidora del gran duque en su espalda; nunca se le había permitidohacer nada, todo era revisado mil veces antes de que se tomara unadecisión. Su madre… Ojalá hubiera estado su madre con vida, pensóapenada.Ella habría sido la única que la hubiera entendido y la hubieraayudado.Perohacíamuchosañosquelosdejósolos;muriódeuninfartocerebral cuando ella tenía diez años. Sus hermanos, todos varones, noreparaban en ella, era como si les estorbara su presencia. Vivir enLuxemburgo se había convertido en una tortura, todos los días igual…Lewis,elhombrequelahabíacriadocomoasupropiahija,eraelúnicoquesepreocupabaporsubienestar;poreso,cuandoconsiguióconvencerasupadredequeladejaraestudiarenMadrid,nodudóenpedirleaLewisqueviajaraconella.VivirenEspañahabíasidounaliberacióntotal.Poderser ellamisma, sinmedir las palabras ni las formas... poder reír, saltar,bailar, llorar y ser feliz, sinmás, sin dar explicaciones, sólo porque leapetecía.Y, sobre todo,poder amar, sin tener a losperiodistasdetrásdeellaparasaberconquiénseveíayconquiénno…¿Porquéerataninjustalavida?Ellaodiabaserprincesa.¿Porquénopodíaelegirconquiénpasarsuvida?

Con gran pesar, se fue al interior de la casa, sin mirar dentro del

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salónporsiestabasupadre.Yaestabatododicho,ahorasólolequedabaesperar.

Sedespertóporlamañanasinganasdenada;habíapasadoelfindesemanaencerradaenlacasa;nohabíarecibidonoticiasdePabloyesolaestabamatandopordentro.Supadretampocolehabíacomentadonadadeloquehabíanhablado,parecíaque seestuvieranevitando;desdeaquellamañananohabíanvueltoacoincidir.Sevistiócomotodoslosdíasybajóhastaelsalón,dondeleesperabasudesayuno.

—¿Adóndecreesquevas?—preguntóelgranduquemientrasentrabaenelsalónyobservabacómosuhijadevorabaconprisasunatostada.

—Alauniversidad—respondiódesafiante.—No,querida,atisetehaacabadolodeiraclase.Noesseguroque

vayasahora,todoelmundosabequiéneres.—En casa no me pienso quedar. Si lo prefiere, para estar más

tranquilo, Roger puede venir conmigo —comentó con gesto serio,señalandoalguardaespaldasquemirabacómosebebíasucaféconleche.

—Jovencita,cuandoacabesdedesayunartevasairarribaaprepararlasmaletas.Enunosminutossalimosdeestepaís.

—¡No!Ya le dije que no pienso renunciar a estar aquí.Aunquemedesherede,nomeimporta.

—Elisabeth,tenemosquevolveracasa.Mientrastúestabasjugandoaenamorarte,atuabuelalehadadouninfartoyestáingresada.

—¡¿Cómo?!—preguntópreocupada.—Estamañanamehan llamadopara comunicármelo, ahoramismo

estáenelhospital.Dicenqueestáestable,peronopodemosperdermuchomástiempo.Dateprisa,endiezminutosquierosalirhaciaelaeropuerto.

Se terminó sin ganas el desayuno y se fue hacia su habitación.Mientras iba echando en su maleta la ropa que se había llevado, en supechocrecíaungranpesar.SabíaquedebíaviajaraLuxemburgoparavera su querida abuelamaterna, el último vínculo que tenía con sumadre,peroleentristecía irseasí,sinhaberpodidohablarconeseguardiacivilquehabíaentradosinllamarensuvidayensucorazón.Cogiósumóvilymiró su número de teléfono. Debería llamarlo, por lo menos paracomentarlequesemarchaba…Unnudoenlagargantahizoquelotiraraencimadelacama,estabaapuntodeponerseallorar.Pablohabíahecho

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su elección, no quería verla nunca más. No era tonta, podía captar laindirecta.No le había dado la oportunidad de explicarse, se volvió y sefue, sin más… Estaba triste y preocupada por la salud de su adorableabuelayporaquelhombrequehabíadesaparecidodesuvidasinmás.

Conlasmaletaspreparadasensucuarto,bajóalsalónylecomentóaLewisqueyapodíansubirarecogersuequipaje.Ésteagachólamirada,imaginándosepor loquedebíadeestarpasandosuprincesa, laniñaquehabía criado.Esperó sentada en el jardín a supadre.Quería absorber elcalordelsolyeloloracéspedreciénregado. Ibaaechardemenosesacasa,Españay, sobre todo,aél.No tenía lamenor ideadecuándo ibaapoder regresar; ahora, sabiendo que no era importante para Pablo,seguramente no volvería enmucho tiempo. Cogió de nuevo el teléfonomóvil,buscóenlaagendayllamó.

—¡Alfin,tehedejadomilesdemensajes!—exclamóYolandadesdeelotroladodelalínea.

—Losé,Yoli,ylosientomuchísimo,peronomeapetecíahablar…—susurróElisabethconpena.

—¿HassabidoalgonuevodePablo?—No…—bufómirandoalcielo.Eldíaquesesupoquiéneraella,

estuvohablandoconYolandadurantehoras;lecontótodolosucedidoconelsargento.

—¡Cuantomásmayor,máscabezón!—exclamóYolandadesesperadaporloqueestabasufriendosuamiga.

—Ay, Yoli, te voy a echar mucho de menos… —murmuróconteniendoel llanto—.Me tengoque ir amipaís,mi abuela está en elhospital.

—¡Oh, vaya! Cuánto lo siento, Elisa. Espero que se ponga bienpronto.¿Cuándovolverás?Porquevolverás,¿no?

—Nolocreo…QuieroolvidarmedePablo,detodoloquesientoporél, aunque tengaqueestarbajo elmismo techoquemipadre.Séque, sivuelvo aquí, iré a buscarlo e intentaré que entre en razón, y no quieromendigar su amor, lo siento. Si él no puede aceptar quién soy, mefastidiaréypunto.

—PerotúledijisteatupadrequetequeríasquedarenMadrid…—lerecordóYolanda.

—Sí ,e iba a hacerlo, de verdad. Pero al enterarme de lo que le hasucedido ami abuela…No sé cómo explicártelo...—Hizo una pequeña

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pausa mientras observaba cómo un pájaro bebía agua de un pequeñocharco a su lado—. Sé que, cuando esté allí, me va a ser más difícilvolver…Séqueladistanciameayudaráaolvidarmedeél.

—¿Tecasarásconeseconde?—preguntóYolandapreocupada.—¡No!Porsupuestoqueno.Prefieromilvecesquemedesheredemi

padreacasarmeconalguienporconveniencia.—Menosmal, creíaque tehabíaabducidoelgranduque—bromeó

Yolandaaliviadaaloíreso.—Tetengoquedejar,Yoli—informóalverasupadresaliendodela

casa—.Seguiremosencontacto,¿vale?—Claroquesí.Esperoquetuabuelaserecuperepronto.—Gracias,unbeso.—Otroparati,másfuerte.Conunatristesonrisa,colgólallamada,seguardóelteléfonoenel

bolsoysaliódelapropiedad.

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6

Despuésdequincedíashospitalizada,a laabuelamaternadeElisabethledieron el alta. Le hicieronmil pruebas para verificar que sólo se habíatratadodeunsusto;losmédicoslerecetaronunaspastillasqueseteníaquetomartodoslosdías,paraquenovolvieraocurrir.Aquellosdíasnohabíadejado a su abuela sola en el hospital, se había quedado con ella, día ynoche,cuidándola.Nohabíatenidotiemponidemirarelmóvil;además,noteníafuerzasparaafrontarlarealidad:noibaarecibirningunallamadasuya,queeraloqueanhelaba.Asíqueintentódesconectardetodoaquellocentrándoseenlarecuperacióndesuabuela.Perosumenteysucorazónno estaban por la labor de ayudarla en esa empresa y no paraban derecordárselocontinuamente.Aquellamañana,despuésdeacompañarasuabuela a su acomodada casa, salió a pasear alrededor del precioso ygigantescojardíndelagrancasaducal,mientrassusdosperros,TaskyyFlapy,corríanysaltabanasualrededor.Empezabaa templarseelclima,sepodíapasearconunacamisetafinademangaslargas;elvientosoplabacon suavidad mientras Elisabeth miraba cómo jugaban sus mascotas.Recordó a su amiga Yolanda; tenía que llamarla, no era justo que noquisierahablarconellaparaevitarel temaquemásdañolehacíaenesemomento.Conpasodecidido,volvióa lapuertadeentradadelpreciosopalaciodepiedra,unaedificaciónantiguaquehabíapasadodegeneraciónengeneración.Acaricióconsuavidadlascabezasdesusqueridosperrosyentróenlacasa;subiólaescaleraconrapidezhastasuhabitación.Entróenlaampliaestanciaysefuedirectamentehastasucómodaybuscóporloscajones donde sabía que había dejado el móvil; los abrió uno a uno,rebuscandoensuinterior,peronohallónada.Confusaypreocupadaporno saber dónde lo había puesto, empezó a buscarlo por su espaciosa ylujosahabitación:elvestidor,repletodeprendasparatodaslasocasiones;porloscajonesdediversosmuebles,llenosdeaccesoriosyropainterior;

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enlamesilladenoche,dondeguardabaellibroqueestabaleyendoenesemomentoysusrecuerdos.Noloencontrabaporningúnsitio.SaliódelahabitaciónenbuscadeLewis;esonoeranormal,ellajuraríaquelohabíadejado en aquella cómoda, pero no estaba por ningún rincón de suhabitación…

—Lewis —llamó mientras bajaba de nuevo a la planta inferior—.¿Hasvistomimóvil?—preguntóviendoqueseacercabaaella.

—¿Cómo?—balbuceóelhombrenervioso.—Noencuentromiteléfono,¿lohasvisto?—reiteróobservandoque

élnoparabademirarentodaslasdirecciones.—Eh…yo…princesa—tartamudeóaproximándosemásaella.—Desembucha,Lewis—lepidióElisabethviendoqueescondíaalgo.—Supadrehizoqueseloquitarandesuhabitación,noqueríaquese

comunicaraconnadiedeEspaña—susurróLewis.—Pero¿porqué?Noloentiendo.SiPablonohaqueridosabernada

demídesdeeldíaqueseenteródelaverdad.¿QuéhaydemaloenpoderhablarconYolanda?Esmiamigayletengomuchocariño—dijoalterada.

—No grite, princesa. Se lo explicaré todo, pero en esta casa haymuchosoídosconganasdeescuchar—comentóLewisbajandolavoz.

—Quieroquemelocuentestodo—lepidióElisabeth.—Esta noche lo haré. Ahora disimule, que su padre viene hacia

nosotros—murmuródejandoaElisabethparadaenmediodelespaciosohall.

—Querida,estanochetenemosvisita.Quieroquetepongasdegala,es una persona muy importante —le comunicó el gran duque cuandoestuvocercadeella.

—¿Quésecelebra?—preguntóextrañada;norecordabahabervistoensuagendarealningunacenaparaesedía.

—Una visita de un buen amigo.Deseo verte espectacular, debemosquedarbienconnuestroinvitado.

—Porsupuesto…—susurró—.Simepermite,mevoyaretiraramihabitación.

—Sí, puedes irte —dijo su padre caminando en dirección a sudespacho.

Subiólospeldañosdelaescalerasinprisas,pensandoenlosmotivosque tenía supadreparaquitarleel teléfono,no loentendía. Inclusoél sehabíapercatadodequePablonoqueríanadaconella.¿Porquéahoraesa

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sustracción?Estabadeseandoquellegaraesanocheparaentenderlotodo,sabíaquepodíaconfiarenLewis.Élnuncalementiría.

PasóLatardeencerradaensucuarto,navegandoporInternetconlaesperanzadequesuamigatambiénlohiciera.Mientrasesperaba,sepusoaldíaensusredessociales,enlascualesusabaunpseudónimo.Nohubosuerte,Yolinoestabaconectada.Debíaarreglarseparalavisitadelamigodesupadre;ledejóunmensajeprivadoenFacebook,explicándolequenotenía sumóvil, que su padre se lo había quitado.Añadió que volvería aintentar hablar con ella más tarde. Se levantó y se fue a ducharse; suhabitacióncontabaconsupropioaseo.Sequitólaropayserelajódebajodelacálidalluviatransparente.Sólolequedabanunashorasparasaberlaverdad.

Despuésdesecarseelcuerpoyelcabello,seencaminóasuvestidory eligió un elegante vestido rosa pálido con cristales de Swarovski querelucíanconlaluz.SecalzóunospreciososManolosplateadosysefueaponerseunfinísimocolganteCartierdeoroblancoconunospendientesajuego. Se miró en el espejo que colgaba de una de las paredes; estabaespectacular,deesonocabíaduda,peronosesentíaellamisma.Eracomosisupadre jugaraa lasmuñequitas:ponteestoyesto,ybajaasonreíranuestro invitado. ¿Cómo iba a ser simpática y dulce si ni siquiera teníaganasdemiraralacaraasupropiopadre?

Saliódesuhabitacióncomounaautómataybajólosescalonesparadirigirse al gran salón, que sólo se usaba para celebraciones y fiestasvarias.

—¡Oh, querida! ¡Estás preciosa!—exclamó con efusividad el granduquealverlaentrarenelsalón.

Noestabasolo:unhombreatractivo,próximoaloscuarentaaños,lamiraba con una sonrisa tatuada en la cara. Era alto, de cabello rubio,complexiónatléticayojosclaros.

—Tenías razón, Philip, tu hija cada día es más bella—susurró elinvitadosinapartarsumiradaazuladadeella.

—Ya te lo decía yo, Henry. —El gran duque sonrió orgulloso—.Acércate,querida,ysaludaanuestroinvitado.

—Es un placer conocerla, princesa Elisabeth, su padre ha habladomaravillasdesupersona—comentóacercándoseaella;lecogiólamanoyselabesóconsuavidadsinapartarlamiradadeella.

—Elgustoesmío—susurrólajoven—.¿Mepuededecirconquién

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tengo el placer de hablar? —preguntó cada vez más molesta por lasmiradasdesupadreydesuamigo.

—¡Qué cabeza la mía!—exclamó el gran duque—. Querida, él esHenry,condedeLiechtenstein.

Unrayo laparalizóporcompleto:¿supadresehabíavuelto locoono atendía a razones? Aquel hombre que tenía delante era su supuestoprometido. Se asustó; su progenitor le había tendido una trampa y ellahabíacaídocomounatonta.

—Vayamosasentarnos,nosserviránlacenaenbreve—comentóelgran duque caminando hacia el lugar donde iban a cenar; el conde loseguíayElisabethsequedóclavadaenelsuelo.

Respiróconprofundidad,setranquilizóy,conpasodecidido,fuetrasellos.Desurostroseescapabaunasonrisamaliciosa.

—Querida, siéntate enfrente de nuestro invitado —ordenó el granduquepresidiendolaenormemesademaderanobleperfectamentevestidaparalaocasión.

Se sentódonde le había indicado supadrey colocó la servilleta delinobordadoconorosobresuregazo.

—Henrysequedaráunosdíascomoinvitadoennuestropalacio,teníamuchasganasdeconocerte…—comentóelgranduquemientraslehaciaunaseñalaLewisparaquecomenzaranaservirlacena.

—Elisabeth, tepuedo tutear, ¿verdad?—preguntóHenry sin apartarsuintensamiradadeella.

—Porsupuesto—contestóellaconunasonrisaforzada.—Heoídomaravillasde ti, estabadeseandoaveriguar si todaseran

ciertas—contóHenryconunasonrisa.—Nohayquehacercasodelashabladuríasdelagente,nuncasesabe

quéesciertoyquéno—murmuróElisabeth.—Porloqueveo,nohanmentidorespectoalohermosaqueeres.—Eso depende de los ojos quemiren…—susurró la joven viendo

cómoLewisconteníalarisamientrascolocabanjugososmanjaresdelantedeellos.

—Me ha comentado tu padre que estás estudiando Derecho, y meparececuriosalaeleccióndetucarrera.Meencantaríasaberelporqué.

—Megustaayudaralagenteyséque,siendoabogada,lolograré.—¿Tienesintencióndetrabajar?—preguntósorprendido.—Por supuesto, para eso estoy estudiando. Además, pretendo

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independizarme dentro de poco y necesito dinero para eso —comentóElisabethconunasonrisa.

—No creo que tengas problemas económicos que te obliguen atrabajarpordinero.Además,enbrevepodrásdedicarteaesoquetantotegustademanera altruista; eso, paraunapersonade tuposición, sería lomáscorrecto—susurróelhombrecontonoseductordándoleuntragoalvinotintoqueacababandeservirle.

—¿Aquéterefieresconlode«enbreve»?—preguntóElisabeth,queconocíayalarespuesta.

—Querida,Henry está aquí para hacer oficial vuestro compromisomatrimonial—informóelgranduquesinápicederemordimientos.

—Henry,teagradezcoquequierassatisfacermisdeseosdeayudarala gente —susurró con dulzura Elisabeth; el conde sonrió al escucharaquello—, pero debo declinar esta maravillosa propuesta, no quierocasarme contigo. No te ofendas, no es que me desagrades, pero no teconozcolosuficientecomoparaatarmea ti.Además,dentrodepocoyanoserétanbuenpartido:mipadremevaadesheredarydejarédesertaninteresante para ti o para cualquier otro duque o conde que pretendacasarseconmigo.

—¡Elisabeth!—exclamóhorrorizadoelgranduqueporlainsolenciadesuhija.Elcondeestabasorprendidoporlaspalabrasdeellayconteníalarisatrassucopa.

—¿Quéocurre,padre?Es laverdad.Yahablamosdeeste temay ledije lo que pensaba. Visto que sigue en sus trece y ha montado estaencerronaencantadora,aprovechoparainformarledequemañanaporlamañanamemarcharédepalacio—comentóconserenidad.

—¡Quéniñamásmalcriada!Perdóname,Henry,estonodeberíaestarpasandodelantedeti,peromihijaavecesmesacadequicio—sedisculpóelgranduqueavergonzado.

—Estohaocurridopornoprestaratenciónamisexigencias.Hasidoun placer conocerte, Henry—dijo Elisabeth levantándose de la silla. Elcondelamirabaperplejo;nuncahabíavistoaunaprincesaquesesaltaraelprotocoloylasórdenesdesupadretanalaligera.

—¿Adónde vas? ¡Siéntate ahoramismo!—gritó enfurecido el granduque.

—Mevoyamihabitaciónyno,nomevoyasentar.Buenasnoches,señores—soltó mientras salía del salón, con la cabeza erguida y paso

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seguro.Mientrassubíalaescalera,oíalosgritosenfurecidosdesupadre;ella

sólopodíasonreír,noibadejarquenadiejugaraconsuvida,noeraunamarioneta. Ya en su habitación, se quitó el vestido y se puso unospantalonesde telaanchosyunacamisetade lycra, se recogióelpeloenunacoletay,alpasarpordelantedelgranespejo,semiródenuevo:éstasíqueeraella.Sevolvióaloírquellamabanasupuerta;éstaseentreabriósinesperarrespuesta,eraLewis.

—Pasaycierra—dijoElisabethconunasonrisa.—Supadreestácomounlocoabajo—informóLewisconteniendola

risa.—Él se lo ha buscado. Ahora que se fastidie con lo que ha hecho.

¿Qué se creía que iba a hacer? ¿Callarme? Ni muerta —afirmó conseriedad.

—¿Quétienepensadohacerahora?Sabequeyosigoenestacasaporusted;siseva,yomeirédetrás.

—¡Oh, Lewis! No sé qué haría sin ti. Pero, vayamos por pasos,cuéntamelotodo.

—Sevaaenfadar,peroélmeobligóaestarcallado,meamenazóconecharmedeestacasa…

—Notepreocupes,nosabráquemelohascontado.Siéntate,Lewis,yhabla—pidióElisabethsentándoseenunsofá.

—Pocosdíasdespuésdenuestrallegada,PabloMedinasepresentóenestacasa.

—¡¿Cómo?!¿Pablo?—seasombró.—Sí,elguardiacivilquelaayudóasalirdelauniversidad…Intentó

hablarconsupadre,peroélnoatendíaarazones.Escuchécómoledecíaqueustedleimportabamuchoyquequeríaseguirconustedapesardeserquien era. Su padre le habló muy mal, lo insultó y le dijo que estabaprometidaconelcondedeLiechtensteinyquesehabíaidoavivirallíconél,porquelabodaibaacelebrarseenbreveydebíaprepararlotodo…

—¡Oh, no puede ser!—exclamó ella con angustia—. ¿Quédijo él?¿Quécarapuso?

—Al principio no se lo creyó, le pidió que le diera su número deteléfonoparaoírlodesuboca,peroelgranduquesenegó,diciéndolequeélnopodíapedirleaquellascosas,porqueustederaunaprincesayélundonnadie.Estuvieronvariosminutosdiscutiendo.Pablointentóaveriguar

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más cosas de usted, pero no obtuvo respuestas. Intenté, a hurtadillas,encontrarloporlaciudadparacontarlelaverdad,peroyasehabíaido…

—¡Oh,madremía!—emitióconangustia.—Lo siento mucho, Elisabeth. Debería habérselo contado antes, le

hubieraahorradoestemalrato.Peronoqueríadejarlasolaenestacasa…—comentóLewiscontristeza.

—No te preocupes—susurró ellamientras lo abrazaba con ternura—.Todosearreglará.Mañanairéabuscarlo.

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Porlamañanaselevantótemprano,sepreparóunapequeñamaletaybajóhasta la cocina. Allí la estaba esperando Lewis con una sonrisa y eldesayuno listo. La noche anterior había reservado el billete de avión;aunque su fiel amigo intentó convencerla para acompañarla, ella leexplicóqueeramejorqueélpermanecieraenpalacio,asísabríatodolosmovimientosdesupadre.

—CuandollegueaMadrid,llámeme—lepidióLewisconpesar.—Sí,notepreocupes.Cuandolleguemecompraréunteléfonoylo

haré.—Espereunsegundo,porquealomejornohacefaltaquesecompre

unmóvilnuevo—comentóconunasonrisitasaliendodelacocina.Elisabeth se quedó sola en la estancia mientras se terminaba el

desayuno;observólacocinainmaculadayrespiróelaromadesutazadecafé intentando tranquilizar esos nervios que afloraban en su estómago.Ahora empezaba una auténtica aventura para ella: primero, salir de esepaíssinserreconocida,ysegundo,encontraraeseespañolquelequitabaelaliento.

—¿Quéhacesaquítantemprano?—preguntóconmalacarasupadreirrumpiendoenlaestancia.

—Desayunando—contestócortante.—Tú no debes desayunar en la cocina, éste no es lugar para una

princesa.—Yanosoyprincesa,padre—informóaltiempoqueseterminabael

cafédeuntrago.—¿Seguimos con lo de anoche? —preguntó enfurecido el gran

duque.—Sí—dijoellamientrasselevantabaydejabalatazayelplatoenel

fregadero—.Usted lo ha querido.Le dije que no quería casarme con el

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condeniconnadieaquiennoamara…—Despiertaya,queridaniña.Estoeslavidareal,noexisteelamor,

niloscuentosdehadasdondelasprincesasencuentranasupríncipeazulantesdelamedianoche.Esoesunainvencióndelaspelículasylasnovelasrosaparaquelaschicasenamoradizascomotú, intentenbuscaralgoqueenverdadnuncaencontrarán.

—¿Noamabaamadre?—preguntómolestaporsuspalabras.—Tu madre y yo nos casamos por conveniencia, nos quisimos

despuésdeuntiempodeestarcasados…—Yoséquemamálequiso,melodijohacemucho.Pero,usted,creo

quenosabeloquesignificaesapalabra.Sólosequiereasímismoyasureino.

—Querida, tú no sabes nada. Me he preocupado siempre porvosotros,paraquenoosfaltaranada.Paraque,cuandoyonoestéenestemundo,podáisvivircómodamente.

—Pero, padre, no nos ha dado su cariño ni tampoco la opción deenamorarnos.Yesonosecompracondinero...elamorsurgedelanada;comounachispadeenergía,hacequemiremoslavidademaneradistinta,noshacesonreírsinmotivos,noshacesermejorespersonas.Elamorloestodo.Sinamorelmundosederrumbaría.

—Hija,esossentimientosson fugaces, intangibles.Nomesirvendenada.Loveoabsurdo.

—Paramínoloes.Mevoy,padre.Séquesevaaenfadar,séquemerepudiará. Pero no me importa. Quiero volver a ver de nuevo a eseespañol.

—¡¿Alpolicía?!—gritóenfurecido.—Guardia civil —le rectificó molesta—. Sí, lo quiero. No sé qué

ocurrirá,sillegaremosaalgomásono.Peroloquesítengoclaroesquenomevoyaquedaraquípensandoenloquepodríahaberpasadooloqueno.

—Si sales por esa puerta, te quedarás sin privilegios: dinero,seguridad,nombre…—amenazóelgranduque.

—Loséynomeimporta.—Todoporundonnadie…—No,todoporamor.—Yavendráspidiéndomequeteperdone.Estosaldrámalylosabes.—No, no lo sé. Pero le aseguro que, aunque salga mal, no me

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arrepentiré demi decisión.Hasta la vista, padre—se despidióElisabethantesdesalirdelacocina.

Cogió sumaletay,mirandoporúltimavezesa casa, se colocóunagorranegraparacamuflarasísurubiamelena,sepusounasgafasdesolgrandesysalió.

—Elisabeth—susurróLewiscorriendoporeljardíntrasella.—Creía que no iba a poder despedirme de ti. —Elisabeth sonrió

mientrassedetenía.—Tome, lo he encontrado —informó dándole su móvil; ella lo

guardósinmirarlosiquiera,noqueríaquelosupierasupadreyahíhabíademasiadasmiradascuriosas.

—Gracias—susurróylediountiernoabrazo.—Esperoqueseamuyfeliz.—Yalosoy,Lewis—dijoliberada.—Lehetraídounpocodedinero…—¡Oh,Lewis,nohacíafalta!—exclamósorprendidaycogióelsobre

blancoqueelhombreleofrecía.—Sí, sí que hace falta. Sin esto no va a poder moverse. Su padre

estará ya anulándole las tarjetas. Yo le iré ingresando dinero hasta quepuedatrabajar.

—Noséquéharíasinti—murmuróemocionada.—Corra,miniña.Vayaenbuscadesudestinoydeesechicoqueestá

locoporusted.—Laempujóparaquesemarchara.Elisabethlomiróporúltimavez,aélsíqueloecharíademenos.Se

ajustólagorraysalióalascallesdeLuxemburgo.Lomáscomplicadoerasalirdeallísinserreconocida,despuésdeaquellotodoseríamássencillo.Caminóconaparentetranquilidad;cogeríauntaxiunpocomáslejosdelagrancasaducal.Tenía lasensacióndeque lagente lamirabae intentabaque su cara casi ni se viera... pero luego pensó que debían de ser cosassuyasporquenadielaparóporlacalle.Adosmanzanasdelquehabíasidosu hogar, llamó a un taxi desde una cabina telefónica cercana. En unosminutoselcochelarecogióylallevóasudestino.Miróelreloj,ibabiende tiempo, el aeropuerto sólo estaba a cuatro kilómetros de la ciudad.Durante el trayecto estuvo tentada de mirar el teléfono, pero decidióhacerlo cuando llegara; no quería mostrar ningún tipo de sentimientodelantedeltaxista,necesitabaevitarserdescubierta.

Pagó el viaje y se encaminó a facturar su equipaje dentro de la

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terminal; era la primera vez que viajaba totalmente sola y de incógnito.Estabaasustada.Sabíaquehabíamuchagentequequeríaalarealeza,perotambiénloshabíaqueladetestaban.Sepusoenlacola,comounamás,aesperarsuturno.Sinpoderevitarlo,miróatodaaquellagente,intentandoaveriguar si alguien sabía quién era ella en realidad. Cuando llegó suturno,intentócambiarsuvozydiounpasaportefalso.Teníaclaroqueesoerailegal,peronopodíadarelverdadero.SelohabíaconseguidoLewis,quien, haciendo de tripas corazón, se había adentrado en barrios pocorecomendables para poder hacerle ese gran favor a su princesa. Laazafata, sin vacilación, le facturó el equipaje y le entregó su tarjeta deembarque.

Quedabaunamediahoraparaquellegaraelvuelo.Sesentócercadelapuertadeembarqueyencendiósuteléfonomóvil.SeencontróconqueteníamásdeveintellamadasperdidasdePabloyotrastantasdeYolanda,ademásdemensajesdetextoywhatsapps.Entodosellosdecíanlomismo:quequeríansaberdeella,quenecesitabanhablarconella…Sucorazónseaceleró;habíanestadopreocupadosporellatodosesosdías,mientrasellaestaba en el hospital con su abuela creyendo que lo había perdido parasiempre,pensandoqueserquieneralohabíaalejadoparasiempredesuvida.¡Quéequivocadaestaba!Todohabíasidounaestrategiaperfectaporpartedesupadre,paraquenoseenteraradelossentimientosrealesdeél.Una lágrima amenazaba con salir; intentó tranquilizarse, ya estabaponiendo remedio a eso. Llamó a Pablo por teléfono, pero no le dabalínea…¡Supadrelehabíacanceladolalínea!Estuvoapuntodeestrellarelaparato al suelo, a causa de la frustración. Pero ¿qué esperaba?El granduque se lo había dichomuy claro. Todo se acabaría si semarchaba…Suspiróresignada,teníaqueacostumbrarseaaquello.Guardóelteléfono.Estuvotentadadebuscarunacabinatelefónica,perotuvoquerechazarlaidea; pensar en escuchar su voz a miles de kilómetros de él eraangustioso,preferíaesperaraquesuvuelollegaraloantesposible.

Las horas dentro del aviónparecía quenopasaban.Estaba harta detenerpuestalagorraylasgafasdesol,deseabapisarsueloespañolparapoderdesprendersedetodoaquello.Lediotiempoapensarenloextrañaqueerasufamilia:supadreestabamáspendientedesupuebloquedesushijos;encuantoa sushermanos,cadauno ibaa supropiaconveniencia,sin reparar en nada más. Su abuela materna era con la que tenía másafinidad,peroeraunamujerquenecesitabasupropioespacioparapensar,

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no legustabanmucho lasmuestrasdeafecto,peroaunasí laqueríaporser lamadrede sumadre... laúnicaaquienqueríadeverdadyque,pordesgracia,loshabíadejadobientemprano…Sabíaquesuvidanohabríasido igual si ella hubiese estado entre ellos; la gran duquesa hacía quetodos, sushermanosy supadre, se sentaranalrededordeunamesaparacomerenfamilia…Desdequefalleciónohabíanvueltoareunirsetodosjuntos.Muchagentedesearíaponerseenlapieldeunaprincesa,peronosabían realmente lo que significaba. Veían la parte bonita de eso: losbailes, los vestidos, las fiestas, el dinero… Pero su vida siempre habíaestadovacíadeamor,deafecto,deatenciones.Siempre sehabía sentidosola… El único que le había dado afecto era su querido Lewis, elmayordomo; éste no se había casado y no tenía familia y, cuando llegóellaalagrancasa,sedesvivióporesaniñitarubiaquelesonreíatodoelrato.Asuladosesentíaunamás.

El avión aterrizó a las doshoras en el aeropuertodeBarajas.Bajóconunnudoenelestómago,estabadeseandoverdenuevoaPabloparapoderledecirloimportantequeeraparaella.Esperósumaletaysaliódeallí con una sonrisa; de nuevo estaba en ese país que tanto le gustaba.Cogió un taxi y le dio al conductor la dirección de la casa del guardiacivil;eradomingoporlamañanayesperabaencontrarloallí.

Eltráficoerafluidoypudollegaraesebarriohumildeeneltiempodeseado;pagólacarreraysedesprendiódesugorra,liberando,alfin,sucabello rubio. El corazón le latía a toda velocidad, iba a verlo. Pensabadecirlelaverdad,queloquería.Seacercóalapuertaquedabaaccesoalinterior del edificio y se asombró al comprobar que estaba abierta; sinvacilaryconelcorazónapuntodesalírseledelpecho,subióalascensoryledioalbotón indicadoparapoder llegaraesacasade laqueguardabatan buenos recuerdos. El elevador se abrió y se puso delante de ladesgastada puerta de la casa de Pablo. Respiró hondo para podertranquilizarse;yaestabaallí,ibaapodervolveraabrazarlo,asaboreardenuevosus labioscarnososyaperderseotravezen laprofundidaddesumiradaoscura.Conlamanotemblorosa,tocóeltimbreyesperóconunasonrisaenloslabios;estabaapuntodevolardefelicidad.

—¿Quién eres?—preguntó una chica morena al abrir; iba vestidasólo con una camiseta de hombre, sus pies estaban desnudos y su pelo,alborotado.

—Eh…—titubeóElisabethcomprobandoquenosehabíaequivocado

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depuerta—.¿Ytú?—susurrómientrasselecaíaelmundoencima.EnesemomentooyópasosdetrásdeesamorenayaparecióPablo,

con el torso desnudo y subiéndose los bóxers; iba despeinado y llevabaunamaravillosasonrisaque,alveraElisabeth,secontrajo.Endospasosllegóhastalapuerta.

—Mónica, ¿puedes dejarnos unosminutos solos?—musitóPablo aesaatractivajovensinapartar losojosdeElisabeth; lachicalesonrióy,antesdeirsehaciaelinteriordelpiso,acaricióconlasyemasdelosdedosel pecho de Pablo y le dio un sensual beso en la mejilla mientrasobservabadereojolareaccióncrispadadeElisabeth.

—Veoquetehepilladoenmalmomento—dijoéstamolesta.—Espera,Elisa.¿Quéhacesaquí?—preguntóPablocongestoserio

agarrándolelamano;ellasesoltódeunasacudida.—Nome toques, ¿vale?—escupió enfadada—. Creía que te ibas a

alegrardeverme…peromeheequivocado.—Pensabaque te ibasacasarconeseconde,noentiendoquéhaces

aquí…—murmuróconfuso.—¡Sorpresa!—exclamó ella con ironía—.Mi padre te engañó, yo

nunca acepté ese matrimonio. Pero eso ya da igual, veo que hasaprovechadoeltiempoenmiausencia.—Señalóenfadadahaciaelinteriordelacasa.

—¡Joder, Elisa! Fui a verte para poder hablar contigo, para quevolviéramosjuntos...Tupadremeechódetucasaymedijoqueteibasacasarconesehombreyyo…—explicótragándoselarabiaquesentía—.Tehellamadounmillóndevecesynoheconseguidomásquetusilencio.¿Quéqueríasquepensara?

—¡Quetevayabien,Pablo!—sedespidiócontristeza.—Elisa, no. Espera—suplicó saliendo al rellano y cogiéndole, de

nuevo,lamano.—Te he dicho que no me toques—dijo alzando la voz con rabia

mientras lo empujaba—. Escúchame bien, español engreído. No quierovolveravertenuncamás,noquierooírtunombrenuncamásymenostuvoz. ¡Olvídame! —soltó mientras se volvía y bajaba corriendo por laescalera.

—¡Elisa, por favor! —la llamó Pablo en vano—. ¡Joder! —gritóllenodefrustracióngolpeandoconlaparedconelpuño.

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Elisabeth salió corriendo a las calles soleadas deMadrid; tranquilizó elpasocuandocomprobóquenolaseguíanadie.Estabaapuntoderomperallorar,peronopodíahacereso,debíacalmarse.Sesentóenelbancodeunparquecercanoycerrólosojos.Debíapensarquéibaahacer;habíaidohasta allí para reencontrarse con él, para poder seguir viviendo supreciosa historia, pero… Tragó saliva, estaba claro que se habíaequivocado. Se había formado una idea errónea de él, creía que eradistinto,queeraalguienespecial.Al final eracomo todos, sólopensabaconlaentrepierna.¡Sehabíaacostadoconotra!Tantoquelaquería,tantoque decía que ella era especial...No entendía por qué había hecho aquelviajetanlargoparapoderhablarconella,pueslehabíademostradoconsuacciónqueellanoleimportaba.Siéllaquisieradeverdad,siélsupieraen realidad cómo era ella, habría sabido perfectamente que nunca sehubiese casado con alguien a quien no amaba. Pero, claro, Pablo no laconocía…Selevantódeaquelbancoabatida;nopodíairaotrolugar,enesepaíssóloteníaconfianzaendospersonas.Ahorasóloenuna:Yolanda.Cogióuntaxiyledioladireccióndelacasadelospadresdesuamiga;notenía a otra persona a quien recurrir y necesitaba hablar, necesitabaexplicaraquelloquelaahogabaporcompleto.

SindarsecuentallegóalapuertadeYolanda;habíahechoeltrayectocomounazombi,sinvernioírnisentirnada.

—¡Yoli!—exclamóalverlacuandoabriólapuerta.—Nopuedeser—murmuróéstaemocionadaabrazandoasuamiga.—¡Cuántoteheechadodemenos!—expresóElisabethmientrassele

resbalabanlaslágrimassinpoderreprimirlas.—Anda,yyo,que tehe llenadoelmóvildemensajesy llamadas—

dijo emocionada Yolanda—. ¿Qué te pasa? —Se preocupó al verla enaquelestado.

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—Perdóname,mipadremequitóelmóvilyhastahoynohevistolasllamadasperdidas…—leexplicóentrehipos.

—Venga,entraycuéntamequéteocurre—susurróYolandamientraslaabrazabayseadentrabanensucasa.

Lallevódirectamenteasuhabitacióny,cuandocerrólapuerta,entresollozos,leexplicóloqueacababadepresenciar.

—No me lo puedo creer —musitó Yolanda ofreciéndole otropañuelo.

—Créetelo…—susurróconpesar.—Escúchame,Elisa,estodebessaberlo,debesserconscientedepor

todo lo que ha pasado Pablo. Cuando te fuiste vino a la universidad abuscarte;alnoverte,seangustiómuchoymeconfesóquesesentíamalporhabersecomportadocomounimbécilcuandoseenteródequiénerasenrealidad.Estabahechopolvo,telopuedoasegurar,estabaarrepentidoporhabertardadotantoendarsecuentadesussentimientoshaciati.Desdeese día empezamos a llamarte; Pablome telefoneaba de vez en cuandopara saber si yo tenía alguna novedad, pero era como si se te hubieratragadolatierra.PoresodecidióirseaLuxemburgo,lecarcomíalaculpa,queríaseguircontigo…Meconfesóquetequeríayqueharíaloquefueraporestara tu ladootravez.Volviópeordecomosehabía ido…Estabaroto,hechotrizas;seculpabadetumatrimonio,yparecíaunlococuandolenombrábamosaesecondeoeseenlace…Hacedíasquenosénadadeél,laverdad.Desdequesupoaquello,tirólatoallayabandonólaideadequealgúndíapodríaestarcontigo—leexplicóYolanda—.Laverdadesquenoentiendocómohallegadoahacereso.Estabalocoporti,enserio.Eramaravillosovercómosenotabaquetequería…

—Es sencillo, Yoli: Pablo era un sapo con piel de príncipe… —bromeóElisabeth—.Esmejor así, prefieroenterarmedeestoahoraquedentrodeunosaños,cuandomeduelamás.Élyaestáconotrachica,yamehaolvidado…Senotaquesuspalabrasselashallevadoelviento,quetodoloquehahechohasidoefímero.

—¡Cuántolosiento,Elisa!—dijoYolandaabrazándola.—Yotambién losiento,creíahaberencontradoalamordemivida.

—Sonrió con pesar—. Yoli, ¿puedo quedarme aquí unos días? Ya nopuedo volver a la que era mi casa, mi padre me ha quitado todos misprivilegios.

—Claroquesí.Eltiempoquetehagafalta.

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Pasóunasemanaparaolvidar.Todoloqueveíalerecordabaaél,eracomo rememorar aquella mañana una y otra vez. En su cabeza sereproducía la imagen de aquella atractiva morena, cómo lo tocaba yrozabaconsutilezaloslabiosenaquelrostroqueadoraba...Porlasnochesllorabaensilencio,destrozadaporsussueñosrotos,poraquelloquehabíacreídoquepodíaseryquealfinalnofue.Sesintióestúpidaportodoeso;ellapensabaqueeradiferente,quenoeraunapersonafácildeenamorar,quepodíamanejaresetipodesituaciones.Peroseequivocó,sesentíamal,perdida en ese país que tanto le gustaba, a un paso de poder ver a esehombre que amaba tanto y que tanto la había herido. Aprovechó paraadquirir otro teléfono móvil y así poder hablar cuando quisiera conLewis.Echóvarios currículos por la ciudad; esperabapoder trabajar enalgo pronto, pero todavía no había recibido respuesta. No le gustabadependerdesubuenamigo.

—Elisa, no seas tonta. Te va a venir bien salir un poco. Estásencerradaenestacasadesdeeldomingopasado.¡Terecuerdoquehoyessábado!—exclamóYolandaconvozcantarina.

—Nomeapetecesalir,Yoli…—murmurótumbadaenlacamadesuamiga.

—No digas tonterías. Anda, ponte guapa que vamos a darnos unavuelta por ahí. Hazlo por mí, porfa —suplicó en tono lastimero—. Hequedado en verme con alguien en ese pub y necesito tenerte cerca parasentirmesegura.

—¿Unacita?—preguntóconunasonrisa.—No es una cita, es un encuentro más bien —explicó Yolanda

nerviosa.—Cuéntamemásdeeseencuentro.¿Quiénesél?¿Loconozco?—Sí—susurrómordiéndoseellabio.—¿Quiénes?—preguntócadavezmásintrigada.—Jorge…—ledijoavergonzada.—¿QuéJorge?—preguntósincaerenquiénera.—ElamigodePablo—leinformó—¿Elguardiacivil?—planteóincrédula.

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—Sí…Esperoquenotemoleste,perovinoavermehaceunosdíasy,bueno,medijoquemeinvitabaaunacopaelsábado.

—Esto no será una encerrona, ¿verdad? —quiso saber ellatemiéndosealgoporpartedesuamiga.

—No, Elisa. No vas a ver a Pablo, tranquila… —murmuró contristeza.

—Noquieroverlo,¿deacuerdo?—Lo sé. No es nada de eso. Te lo prometo. Vamos a ir a un pub

dondeestaránnuestroscompañerosde launi,podrásquedarteconellos.NohacefaltaniqueveasaJorge,sinoquieres.Perotenecesitoallí,tengomiedo…

—¿Porquétienesmiedo?—Esmuchohombreparamí.—Yolandasonrió.—Ay,Yoli,¡si túpuedesconesoymuchomás!Vale,irécontigo—

claudicólevantándosedelacamamientrassereíaporlaocurrenciadesuamiga.

Lasdoschicassepusieronguapas:semaquillaron,sepeinaronysevistieron con cortísimos vestidos. Salieron de la casa. Elisabeth intentóanimarse,noqueríaarruinarlelanocheasucompañera.Sefueronaunazonadepubsmuyconocidade la capital; entraron enunoque, como lehabía dicho Yolanda, estaba lleno de compañeros de la universidad.Esperaba que nadie se acordara de su secreto… Se fueron a la barra ypidieronsusbebidas.Conlacopaenlasmanos,empezaronabailaralsonde lamúsica delmomento.Cadaminuto que pasaba se sentíamás libre,más contentadehaber salido aquellanoche... comenzabaadivertirse.Alrato, Yolanda la dejó, acababa de llegar su cita. Elisabeth lo vio desdelejos, lo saludó con la cabeza y continuó bailando rodeada de suscompañeros, a quienes parecía que no les importaba que ella fuera unaprincesa,inclusoalgunobromeabaconeso.

—Elisa,¿eres tú?—preguntarondetrásdeella.Alvolverse,sonrió;seacordabadeaquelchico.

—¡Hola,Javi!—exclamóconefusividaddándoleunpardebesos.—Creíquenoibasaacordartedemí—dijoélconunasonrisa.—Claroquemeacuerdodeti,meinvitasteaunchupitoaquellanoche

enladiscoteca—comentóElisa.—Tehebuscadoporlauniversidad,peronohetenidosuerte.¿Quées

detuvida?

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—¿No te has enterado?—preguntó sorprendida de que su secretosiguieraasalvo.

—¿Dequé?—preguntóJaviextrañado.—Metocóvolvermeamipaís,miabuelasepusomala.Peroyaestá

bien.—Disimuló lomejor quepudo; si podía seguir con su anonimato,mejor.

—Noteníaniidea.—Javisonrió—.Mealegrodequeyaestésaquí.¿Hasvueltoaclase?

—Ojalá. Hasta el curso que viene no podré hacerlo. Problemasfamiliares,yasabes.

—Me lo puedo imaginar. Me alegro de volver a verte—dijo Javirozándoleelbrazoconlasyemasdelosdedos.

—Yotambiénmealegro.—Sonrióencantadaporelencuentro.—Te invito a una copa, esto hay que celebrarlo —comentó

acercándosemásaella.Elisabethsonrióencantadaysedejóllevarhastalabarraporél.Vioa

suamigayaJorge,quelamirabansorprendidos.Ellalesdedicabaunadesus mejores sonrisas. También tenía derecho a estar con otros chicos,¿no? Javi la cogíade la cintura,mientraspedía al camarerounas copas.Elisabethsedejaballevarintentandoolvidaraqueldolorquelaangustiaba.

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9

—¿Quieres aflojar el ritmo?Me vas a matar—resopló Jorge mientrascorríaporelparquedelRetirojuntoasuinseparablecompañero.

—¿Sabesalgodeella?—preguntósinaminorarelpaso.—Sí, pero lo que sé no te va a gustar… —contestó

entrecortadamente.—¿Estábien?—preguntóconelrostrodemacradoportodasaquellas

malasnoches.—Sí,estámejor;aunquesiguesinquererverte.Letieneprohibidoa

suamigadecirtunombre…—Séquelacagué,yabasedebien—comentóresentido.—Elisahaempezadoasalirconotrochico,Pablo…—leinformó.—¡Joder,mecagoenlaputa!—soltócabreadodeteniéndose—.Melo

merezco, sé que me lo merezco. Por ser un auténtico imbécil, por nohaberhechomás,porhabermeacostadoconesa tía.Pero,Jorge, te juroquecreíaqueellaseibaacasarconotro.Estabamal,losabes...yconocíaesachicaenunbar,fuesólounpolvo.Nohasignificadonadaparamí…Nisiquieralahevueltoaver.

—Losé,tío.Séqueestásjodidodesdeentonces.—Soy un desgraciado. Cuando la vi delante de mi puerta, creí

morirme.Ellahabíavenidoavermeyyomeestabacepillandoaotra.Soylopeor,unascodehombre,unaescoria.Merezcoestarsolotodamividayqueellaseafelizsinmí.

—Noempecemos,Pablo.Séquenolobordaste,perotampocosabíasqueellanoseibaacasarconeseconde.Notefustiguesmás.Loquetienesque hacer es pensar en cómo la vas a recuperar. Te gusta, eso nadie lopuede dudar. No te rindas ahora, no te rindas por un niñato que se hafijadoenella.Luchaporloquequieres,luchaporesarubia.

—Dime,¿quéhago?Noquierevermenihablarconmigo.¿Laatoyla

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obligoaquemeperdone?Estoesunamierdaycadavezestoymásmetidoenella.

—Debemos pensar en algo, en alguna situación en la que ella nopuedasalirhuyendoyquetepermitaexplicarte.

—Dimelaverdad,Jorge,¿cómoesesechico?—Unniñato,Pablo…

Los días pasaban y con ellos la inquietud de Pablo crecía. Paradesprenderse de aquella frustración, no cesaba de hacer ejercicio: semachacabaenelgimnasioydabalargospaseoscorriendo.Entretanto,suamigoyYolandaintentabantramarunplanparavolverajuntarlos.Hubomuchos,quePablorechazóalverlopocoefectivosqueresultarían;sólotendríaunaoportunidady,sifracasaba,loperderíatodo.

—Ponte guapo, colega —comentó Jorge mientras Pablo abría lapuertadesucasa.

—¿Paraqué?—preguntóhaciéndolopasar.—Macho,hemosencontradoelplanperfectoparaquetuprincesate

escuche.—Sonrióconsatisfacción.—Aver,sueltaprenda.—No,esunasorpresa.Dateunaduchaycámbiatederopa,quevamos

areconquistaraunarubia.—Miedomedas—dijomientrasseibahaciaelúnicoaseodesucasa.Después de una ducha rápida y de ponerse su mejor vaquero y su

camisetadelasuerte,salieronalacalle.Jorgehabíallevadosucoche,yPablosesubiópococonvencidodeloqueibaahacer,peronoperdíanadaporintentarlo.

—¡Qué original, Jorge! —exclamó Pablo mientras entraba—. Nohabíacaídoyoentraerlaaunbarparainvitarlaaunrefresco—comentócongestoseriomientrasocupabanunamesavacíaalfondodeaquellocal.

—Esquenoesunbarcualquiera,tío.Aquítrabajaturubita.—Señalóconlacabezahacialabarra.

Una sonrisa se le dibujó en la cara cuando la vio: ahí estaba, tanguapacomosiempre.Lanotóunpocomásdelgada,perodebíadeserporelestrésdelnuevoempleo.Estavezsuamigosehabíalucido,estabaclaroqueeraellugarperfectoparahablarconella;deberíaescucharloquisieraono,puesnopodíaabandonarsupuestodetrabajoconcualquierexcusa.

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Pabloestuvoobservandosusmovimientos;seveíaqueestabanerviosa,nocontrolabaaúneloficionilosprocedimientos.Elbarestabacercadelasfacultades;porlotanto,muchosestudiantesibanaalmorzaroacomerallídespuésdeclase.Ladecoraciónera sencillaybastante rústica;graciasados grandes ventanales, la estancia se llenaba de luz natural. Al final,Elisabeth se dio cuenta de su presencia. Su rostro se paralizó con unamueca y se sonrojó mientras apretaba la mandíbula. No había otracamarera,sóloestabaellaparaatendertodaslasmesas.

—¿Quéhacesaquí?—preguntóElisabethdemalasmanerascuandoestuvocercadeellos.

—Veníamosatomarnosunascañas—informóPabloconunasonrisa—.Nosabíaquetrabajabasaquí.

—Puesyalosabes—ledijomientrastomabanotaensubloc—.¿Doscañasentonces?

—Sí—susurrófrenandolosdeseosdecogerlaybesarla.Elisabethsediolavueltayvolvióalabarra;Pablonoperdíadetalle

desusmovimientos,sabíaporJorgequeelpadredeellalehabíacerradoelgrifocuando senegóacasarseconeseconde.Laadmirópor ser tantenazynoimportarleponerseatrabajarcomolagentedeapie.Conlasbebidasenunabandejaplateadayunplatito conaceitunas, sedirigiódenuevohaciaellos.Noibamuydeprisa;Pablosospechóquenoqueríaqueselecayeranadaalsuelo.

—Aquítenéis—comentóElisabethdejandolosolicitadoenlamesa.—¿Eres siempre tan simpática con todos tus clientes? —preguntó

Pablomirándoleaesosojosclaroscomoelcielo.—Soysimpáticaconquienamímedalagana—cortó.—Quierohablarcontigo,Elisa…—murmuró.—No hay nada de lo que hablar, Pablo. Ya está todo dicho —

sentenciómolestadándoselavueltayvolviendoalabarra.—Joder,¡quécaráctertienelarubita!—exclamóJorgeentrerisas.—Nosabesloquemegustacuandoseponeasí—susurrósinquitarle

lavistadeencima.—¿Qué vas a hacer?—preguntó Jorge viendo cómo su amigo se

levantabadesuasientoconlacervezaenlamano.—Hevenidoahablarconella,¿no?—Leguiñóunojomientrasse

dirigíahaciaella.—¿Ahoraquéquieres?—soltómolestamientrasdejabauntrapocon

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elqueestabasecandolosvasos.—Es que nome gusta la cerveza con tanta espuma—informó con

seriedad.—¡Trae!—dijoquitándoleelvasode lamanoydejándolosobre la

encimeradedetrásdelmostrador.Cogióotrovasoy, tumbándolomucho,empezóaechardenuevola

cerveza.—Aquellachicanoeranadie,sóloocurrióesanoche…—comenzóa

decirPablo;Elisabethapretó lamandíbulaaloírlo—.Estabamal,hechounamierda,creíaqueteibasacasarconesehombreyyonopodíahacernada por evitarlo. Ella fue mi distracción, aunque no sirvió de nada,porquesiemprehasestadolatenteenmimente.Séquetehicedañoymeculpo por eso todos los días. No fuemi intención, créeme. He sido ungilipollascontigo,nohesabidodecirtedesdeelprimermomentoquemegustasseasquienseas.Medaigualquetengassangreazuloroja,loúnicoqueséesque,cuandonoestoyatulado,unapartedemísemarchita.Túhacesqueestévivo,quetengaganasdesaliralacalleconunasonrisa.Noséloquemehashecho,princesa,peroestoyrendidoatuspies.

—Aquítienes.—Letendióelvasoconlacervezacongestoserio—.No hace falta que me des explicaciones, eso ya no importa; tómate lacervezaysaldemivida.

—Porfavor,dameotraoportunidad.Séque tepuedohacer feliz,séquetúyyocongeniamosentodoslossentidos—lesuplicóPablo.

—Ya es tarde para eso, salgo conun chicomaravilloso y soymuyfelizasulado—informóElisabeth.

—Esperoquetevayabienconesechico…—musitóPablodolido—.Aun así, quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea.Puedesllamarmealahoraquequierasoveniramicasa…

—Gracias,perono,gracias—soltóvolviéndoseysiguiendoconsutarea.

Pablo,congestocansado,regresóalamesadondeJorgeloesperaba;porlacaraquellevaba,sabíaquelaoportunidaddevolverconesachicasehabíaesfumado.

No sabía qué era peor: ser consciente de que podía tener algunaoportunidadconellao,comoahora,haberlaperdidoporcompleto.Estaba

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mal,nuncaantesunamujerlohabíarechazadoconesafrialdad.Losdíaspasaronentreeltrabajoyelgimnasio.Nohacíaotracosaysuamigosepreocupó,noerabuenoseguirenesalínea.Debíacambiarlamentalidad,dejardeperseguiresecasoperdido.Debíapasarpáginacuantoantes.

—¿Qué vas a hacer luego? —preguntó Jorge mientras caminabanhaciaelcochepatrulla;yahabíanacabadosuturnoyvolvíanalcuartel.

—Nada—susurrólevantandoloshombros.—¡Macho,essábadoporlanoche!Laschurrissemuerendeganasde

pillar a un uniformado y llevárselo a la cama —le comentó con unasonrisa.

—Melasoplaqueseasábado.Comosieslunes.Ynomehablesdemujeres,voyaestaruntiempounpocoalejadodeellas—comentóserio.

—Joder,tío,quéraroteestásvolviendo.Siereselligóndelbarrio,nopuedesdejarvacanteesepuestoparacualquierpanoliquepaseporahí.

—Me retiro, Jorge. Paso ya de lasmujeres, de sus problemas y detodaesamierda.¡Estoyharto!Cansadodepensarenellaycabrearmeporhacerlo.Meestoyvolviendoloco,tío.Estoestáacabandoconmigo.Yonoera así. Me ligaba a una tía diferente cada fin de semana. Podía pasarpáginaconrapidez,sinnisiquieramancharmelacamisa.Ahoraparezcounllorica.

—Menosmalquetelodicestútodo—bromeóJorge—.Esunamalatemporada,Pablo.Además,yasabeseldicho:unclavosacaotroclavo—ledijomientrasleguiñabaunojo.

—Nomeapetece…—Anda,macho,nomejodashoy.Michurrisevadenochedechicas

ynoquieroquedarmesoloencasa—murmuródándoleuncodazo.—SetevebienconYoli…Mealegro,senotaqueesbuenachica.—Es mejor que eso, chaval —comentó con una sonrisa llena de

picardía.—Anda, guarro, nome cuentes nadamás.Una copa, ¿eh?Nada de

bailesnidiscotecasninadaporelestilo.—Prometido—aceptóJorgecontento.Después de dejar el coche, se fueron a sus respectivas casas a

cambiarse.Quedaronenunapizzeríadelbarriodondecenaronyluegosefuerondecopas.

—¿Adónde me has traído? —preguntó Pablo extrañado al noreconocereselocal.

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—Esunpubquehan abiertohacepoco, lamúsica es tranquila y lagentevieneasentarse,ahablarconsuscolegasmientrassetomaunacopa.¿Tegusta?—explicóJorgeavanzandoporellocal.

Estabailuminadoconbajaintensidad,perolosuficienteparaverlosrostros de la gente; lamúsica que se oía eran éxitos internacionales delrock.Llegaronaunamesaaltacondostaburetesalosladosysesentaronallí.Pabloobservóelestablecimiento,todogirabaentornoalrock&roll,le gustaba aquello. Había gente de todas las edades que, como ellos,disfrutabadeunabuenacervezaodealgunacopa.

—¿Qué quieres tomar?Te invito—dijo Jorge de pie al lado de suamigo.

—Unacerveza.—Ahoravengo.—Lesonriómientrassedirigíaalabarra.Paseó la mirada por las personas que estaban en aquel pub; era

curioso cómo aquel ambiente podía reunir a gente tan variopinta. Deprontosequedóclavadoensuasiento.Enelotroextremodellocal,vioaElisabeth en actitudmuy cariñosa con un chicomoreno; éste se volvióparahablarconellayasípudoverlebienlacara.Nopodíaser.Nopodíatener tan mal ojo para elegir novio. Elisabeth estaba saliendo con lopeorcito de Madrid, con ese chaval que tenía a sus espaldas tantísimasdenuncias.Seagarróalamesa,conganasdecogerlayllevárseladeallíloantesposible,lejosdeesetipoqueleacariciabalapierna.Debíasepararladeesetipejo,noerabuenejemploparaella.Podíameterlaensumundoyesoseríahorrible.

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—¿Qué te está pasando, Elisa?—preguntóYolanda cuando vio entrar ahurtadillasasuamigaenlacasa.

—Nada—susurró ella aguantándose la risa. Iba con los zapatos detacón en la mano y el vestido negro todo arrugado; el pelo lo teníarevueltoypegadoalacara.

—Cierralapuerta,tenemosquehablar—comentóentonoserio.—Buf…Tengosueño.Hablamosdespués,¿vale?—No,estonopuedeseguirasí.Metienesmuypreocupada.Desdeque

salesconJavieresotrapersona,casinitereconozco.—Pues soy la misma —informó dejándose caer en su cama; la

habitacióndesuamigateníaunacamanidoyelladormíaenladeabajo.—¿Noteves?Sales todos losdías, llegaspor lamañanadehacera

saber qué. Hueles a humo y a alcohol. Estás más irascible. Incluso hasperdido el trabajo por llegar tarde y no atender tus obligaciones. Nopuedesseguirasí.

—Reconozco que perder el trabajo fue un fallo, lo sé. Y seguirébuscando hasta encontrar otro. Pero, Yoli, ¿qué tiene de malo que medivierta?Lonecesito—murmurótumbadabocaabajo,mientrassepeleabaconsigomismapornocaerdormida.

—Elisa,telotengoquedecir…nomegustaJavi—confesóYolanda.—Mejor,alaquetienequegustarleesamí.—Sonrió.—Sabesaloquemerefiero…—Losé,peromedaigualloquepienses.Mediviertoconélyhace

quemisproblemassedesvanezcan.—¿Tehasacostadoconél?—preguntóarrugandolanariz.—Yoli, llevosaliendoconJavimásdeunmes.Porsupuestoqueha

habidosexo.—Elisasonrió.—¿Es mejor que Pablo en la cama? —preguntó molesta con su

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amiga.—Nomerecuerdesaesapersona—susurródolida.—Esa persona le da mil vueltas a ese tiparraco con el que estás

saliendo.Ándateconojo,nomegustanadaloqueestoyviendo…—¿Yquéestásviendo?—preguntóElisabethalzandolavoz.—Queteestásmetiendoenalgoconloquenoquierotenernadaque

ver…—murmuróseria.—¿Quémeestásinsinuando?—repusoaladefensiva.—Noteinsinúonada,telodigobastanteclaro:noquieroquevayas

poresecamino,sino…—¿Me echarás de tu casa?—Se levantó de la cama alterada—.No

ereslaprimeraquelohace;además,tedigounacosa:novoyaesperaraquelohagas,mevoyyo.

—Elisa,noseastonta.—No,Yoli,nolosoy.Peroestoyhastaelmoñodequetodoelmundo

medigaloquetengoyloquenotengoquehacer—comentócogiendosumaletayabriéndolaparametersuscosas.

—Elisa,notevayas.Quieroayudarte,quieroquecomprendasqueteestásmetiendoenunembrollo.Necesitasayudayyo…

—No,Yoli, no necesito ayuda.Mevalgo pormímisma.Tranquila,estarébien.SéqueJavisepondrálocodecontentocuandolecomentequevoyavivirconél.

—¿Enesepisocochambroso?—preguntóYolandaconcaradeasco.—Sí, pero por lo menos es suyo y no de sus padres —murmuró

enfadadaparaherirla.—Notevayasconél,porfavor…—Losiento,Yoli.Veoqueaquítemolestoymemarchoconquiende

verdadmequiere.Cerró su maleta y salió de la habitación, dejando a su amiga

contrariadaytristeporloqueacababadepasar.Caminóconrumbofijoacasadelqueeraahorasunovio,esechicoquesiempreestabapendientedeella, que la cuidaba y la ayudaba a diluir sus problemas. Con él habíadescubiertootromundo,unomásdivertidoypeligroso.Estabaprobandocosasnuevas,sustanciasquelaayudabanaborrarelpasadoyadivertirse.Sabía que se estaba metiendo en un ambiente distinto al acostumbrado,peronoleimportabanada.SesentíaagustoconJavi,eramuybuenoconella,laescuchabaylaconsolaba.Hacíaqueseolvidaraporunratodeél,

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deesehombrequellevabaclavadoensucorazón.Lehabíaenseñadootraclasedediversión,unaquelograbahacerdesaparecertodoaqueldolorysufrimiento.Alprincipiofueelalcohol;seemborrachabanhastaperderlacordurayelsentido.Ahoraempezabaatomarotrassustanciasquejamáspensó que pudiera probar. Le hacían desinhibirse, divertirse sin pensarmásalládelmomentopresente.Ayudabaaquedolieramenoselrecuerdo,siemprelatente,deeseguardiacivilquelahabíatraicionado.

—Hola,chorbita—saludóJavicuandoleabriólapuertaaElisabeth.—Vengoaquedarme,chato—comentóéstaconunasonrisamientras

ledabaunrápidobesoenloslabios.—Deseaba que llegara este día —dijo cogiéndola de la cintura y

atrayéndolahaciaél;conlapiernacerrólapuerta.

Se sentía mareada y aturdida, no sabía qué hora era ni en qué díaestaba.Comopudo,selevantódelenvejecidosofáverdemilitar;sobreélaún dormía Javi. En la mesilla del centro habían dejado todas lasevidenciasdeloquesehabíantomadohorasatrás.Tambaleándose,llegóalúnicocuartodebaño,abrióelgrifodeaguafríayselavólacaraparadespejarse.Semiróenelespejomohosoyresquebrajado;noteníabuenacara,habíaadelgazadovarioskilosysuslabioshabíanperdidoesecolorrosáceonatural,losteníablanquecinos.Susojos,enmarcadosengrandesojeras, habían dejado de ser tan brillantes y el azul claro se habíaconvertido en un gris opaco.El pelo lo tenía sucio y pegado al cogote,daba asco. Sin pensar mucho en lo que iba a hacer, salió de ese pisomugriento; necesitaba respirar aire fresco, el ambiente allí estabademasiado cargado. La luz del sol hizo que le dolieran los ojos; comopudo, cambió de acera para no tenerlo enfrente. Se puso a caminar, sinsaber adónde, sólo por placer. La gente la miraba de manera pocoamistosa e incluso se apartaban de ella, algo que a Elisabeth no leimportaba.Loúnicoquequeríaeradespejarse,salirdeesacuevaoscuraenlaquesehabíaconvertidoelpisodeJavi.

—SeñoritaElisabeth—ledijoalguienasulado;conunatranquilidadespantosa,sevolvióparaverquiénlehabíahablado.

—¿Quiéneres?—preguntóarrastrando laspalabrasyperdiendounpocoelequilibrio.

—Mehaenviadosupadre—susurróagarrándoladelbrazoparaque

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nosecayeraalsuelo.—Puf…¿Mipadre?—soltóentrerisas—.¿Yahoraquéquiere?—Quierequedejedeveraesechico,quierequedejeelalcoholylas

drogas. La están destruyendo —le comentó aquel hombre de unoscincuentaaños,congafasdesolyaspectoserio.

—¿Ahora sepreocupapormí?—Se rio—.¿Onoquierequenadiemereconozcaparanohumillarlo?

—Desde que se vino a España sola, ando vigilándola; él está alcorrientedetodoloqueestáhaciendo.Lepuedoasegurarquesepreocupamucho por usted. Hoyme ha enviado a que le diga que vuelva a casa,quierequevengaconmigoaLuxemburgo.Allílapodráayudar,lapodráapartardeestemundotanpeligroso.

—Dileamipadrequeestoybien.¡Másquebien!Estoydeputamadre.—Seriodesuspropiaspalabras—.Nomehacefaltaayudadenadanidenadie.

—Pero ¿ha visto cómo ha salido a la calle? —preguntó el espíaseñalandosuatuendo.

—¿Qué tiene de malo mi ropa? —repuso mirándose los piesdescalzos.

—Vacomounaandrajosa.Lacamisetaestárotaysucia;lospequeñospantalonesquellevaestánllenosdeagujerosdecigarrillo,yvadescalza—leinformódetallándolesuaspecto.

—Puf…Amíplin—dijoentrecarcajadas—.DileamipadrequenovoyavolvernuncamásaLuxemburgo—susurróapartándosedeél.

—Supadremehadadounaordenydebocumplirla.Tienequevenirconmigo,legusteono—lesusurróentonoconciliador.

—Mira, mi padre ya ha perdido el derecho de obligarme a hacernada. Como me toques o intentes llevarme en contra de mi voluntad,formoaquíunpitotequevienehasta lapolicía.Dile amipadrequemedejeenpaz,sino,iréconestaspintasacualquierrevistaotelevisiónylesdiréquiénsoy,paraquemeveatodoelmundodeestaguisa.¿Deacuerdo?—expusoacalorada;elespíalevantólasmanosenseñalderendición.Noqueríaqueesasituaciónsalieraalaluzpública.

—Tenga cuidado, señorita. Las drogas son peligrosas y usted estájugando con fuego—le advirtió el hombre viendo cómo reanudaba supaseomientrassetambaleabadeunladoparaotro.

Siguió caminando, no estaba cansada, se notaba con fuerzas

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suficientesparaandaryandarsinparar.Derepentesedetuvoenmitaddelacalle,sinprevioaviso;unviandantetuvoqueesquivarlaparanotoparsecon ella. «¿Acabo de hablar con un espía enviado por mi padre?—sepreguntó dándose cuenta al fin—. ¿O ha sido todo un sueño?»Miró elcielo; por el color de éste pudo deducir que era por la tarde. Se dio lavueltaydeshizosucamino.Estoseleestabaescapandodelasmanos.Nosabíaporquésesentíaasídeextraña,hacíaunmomentoestabatranquila,todoledabaigual.Enesemomento,laavergonzabahabersalidoconesaspintas tan horribles a la calle, se culpaba de tener a su padre tanpreocupado,hastatalpuntoquelehabíaenviadoaunespía;seahogabaalpensarenquéseestabametiendo.Estabanerviosa,frenética,unaoleadadecalor subía por su cuerpo, las piernas empezaban a fallarle más de lacuenta, sus manos le sudaban y su visión comenzaba a nublarse.NecesitaballegarcuantoantesalladodeJavi...élsabríaquéhacer,debíaquitarse estos pensamientos, no quería sentirse culpable, no podíarecordartodoloqueestabahaciendo.Sucuerpocadavezlepesabamás,era como si de repente se hubiera quedado sin pilas o se le hubieseacabado labatería.Creíaque ibaadesmayarseenmitadde laacera.Porfinpudoverelportaly,casiarastras,llegóasudestino.

—Javiiiiii —murmuró entrando mientras se daba golpes con lasparedes.

—¿Quéquieres?—preguntóéldesdeelsofá.—Algo me pasa… Me siento rara, no sé lo que es —informó

mientrassedeslizabahastacaeralsuelo.—¿Dónde estabas? —Se levantó para verla; estaba apoyada en la

pared,sentadaenelsuciosuelo.—Me he ido a pasear; estaba bien pero ahora me late demasiado

rápidoel corazón, tengoganasde llorarporquemivida esunamierda,porquenoséquéestoyhaciendoconellay...

—Toma, chorbi, esto hará que te encuentresmejor—comentó contranquilidad,pasándoleunespejoconunpolvoblancosobreél.

—Pero ¿eso no hará que empeore?—planteó asustadamientras desusojossedeslizabanlaslágrimassincontrol.

—No,bomboncito.Estoharáqueteolvidesdetodo.—Sonrióyseloacercó.

Elisabeth locogióconmanos temblorosasy,observando lacaradeseguridaddeJavi,loesnifóporcompleto;esoladejóparalizada,conlos

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ojos fijos en la pared de enfrente. Habían desaparecido los nervios, eldolorylaculpa.

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Selevantócomotodaslasmañanas;desdehacíacasidosmeseslohacíademanera automática.Sepreparópara ir al trabajo; estaba exhausto, debíaempezaradejardebuscarla,nopodíaseguirconeseritmo:duranteeldía,trabajaba, y por la noche, intentaba localizarla. Se sentíamal, no podíahacer nada... ella no quería verlo, no quería que le hablara ni que laayudara.Eraincreíblecómoesachicaselehabíametidotanadentro;sabíaqueeraabsurdosentirseasí,puesnolaconocíadesdehacíamucho.Hacíaya tiempoquehabíadejadodecuestionarse.Laquería,esoeraunhechoirremediable, ydeseabaqueno lepasaranadaymenos cuandoél podíahaceralgoparaayudarla.

Llegó al cuartel; por lo menos allí se podía evadir un poco de laangustiaquesentíaalsaberqueElisabethestabaenunpeligroconstante.

—Pablo,ven—dijoJorgeencuantolovioentrar.—¿Qué ocurre?—preguntó extrañado por la cara de preocupación

desuamigo.—Acompáñame—pidiómientrassevolvíaycomenzabaaandar.Pablolosiguió.Ibanhaciaelfondodelcuartel,dondeseencontraban

las celdas de castigo para las personas que apresaban; estaban allí hastaque pasaban a disposición judicial, momento en que los fichaban ydecidían si debían pasar algún tiempo en la cárcel o no. Miraba a sucompañero,queteníaelsemblanteserio;debíadeseralgoimportanteloquequeríadecirle.Estuvocaminandoasuladosinhablar,hastaquellegóaunade las tres celdas que teníandispuestas en el cuartel de la guardiacivil.Pablosequedóparalizado;mirabaymirabasinpestañear.

—¿Quéhaceellaaquí?—preguntóenunsusurro.—Anochelacogieron,lapillaronvendiendodrogaporLavapiés;la

dejarontiradacuandovieronalaGuardiaCivil…—Joder. ¿Porquénome llamasteanoche?—preguntó tocándoseel

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pelo,nervioso.—Haceunpardehorasque lahemosmetidoen lacelda; sabíaque

ibasallegarenseguida,poresonotehellamado.Lahemosfichado,sóloestaráaquíunashorasmásylapondremosenlibertad.

—No,Jorge,escúchame.Quédateaquívigilándola,voyahablarconeltenienteRivas.Tengoquecomentarleunacosayahoramismovuelvo.Noledigasqueyoséqueellaestáaquí—comentóPabloenvozbaja.

—Tranquilo,mequedoconellahastaquevengas.—Gracias,colega—musitódejándoloallí.Tenía un plan, uno que debía consultar, no quería hacerlo a

escondidas. Sabía que necesitaba el visto bueno de su superior, esto yahabía pasado de castaño a oscuro. Elisabeth no podía continuar en esalíneay,queestuvieraallí,eraunaseñalparaqueélpudierahaceralgoporella.

—Queríahablarconusted,tenienteRivas—lepidiómientrasentrabaeneldespacho.

—Dígame,sargento.—EsenreferenciaalaprincesaElisabeth…—susurró.—Menudolíotenemosencima.Primerofuelamanifestaciónilegaly,

ahora, tráfico de drogas —señaló con gesto cansado—. He intentadohablarconlaembajadadesupaísparaponersobreavisoasupadreyloúnicoquemehandichoesquenotienenconstanciadequeellaestéaquí…

—Mire,teniente.Hetenidounaideaparaquelaprensanointerfierayparaqueellaempiecearecuperarseyvolveraserloqueera…

—Empieceahablar.Loúltimoquequieroesqueestosenosvayadelasmanos.Noséquéestarápasandoporesarubiacabecita,peronoquierotenerproblemasconlamonarquíaniconlaembajadadeLuxemburgo.

—Quiero llevármela a mi casa, para poder ayudarla a salir de lasdrogas—explicóPablo.

—¿A su casa? Pero eso es una locura. Podríamos tener aún másproblemas.

—Escúcheme:ellayahaestadoenmicasa,envariasocasiones…—musitó.

—¿Cómo? No le entiendo —comentó el teniente mirando a suhombredeconfianza—.¡Ah!¿Ustedyella…?—preguntócayendoen loobvio.

—Sí.

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—Peroahoranoestán…—No.—Ah…—susurrópensativo.—Séquelapuedoayudar.Conmigoestarábien;loúnicoquenecesito

esquemedéelvistobueno.—Siacepto,serábajosuresponsabilidad—comentóconseriedad.—Losé.—¿Aunasíestádispuestoaayudaraesachica?—Sí,selodebo.—Vistoqueenlaembajadanomehacennicaso,yquecreoquesería

una irresponsabilidad por nuestra parte dejarla de nuevo sola con esosantecedentes,consideroque lomejoresqueestéconusted…Hablarédenuevoconellosparaquesepandóndevaaestarlaprincesa,quien,segúnellos,continúaenlacasaducal,yquehaganloquecreanoportuno.

—Gracias,muchasgracias.Queríapedirleotracosa…necesitoquemedévacacionesya—dijoconunasonrisa.

Salió con paso decidido del despacho del teniente Rivas; estabasatisfecho con lo logrado, por lo menos podría tener la concienciatranquilayayudaraesamuchacha;dabaigualqueellayanoloquisiera,almenospodríasubsanarsuserrores.

—Jorge,preparaanuestrainvitadadelujo,quemelallevoadarunpaseo.Necesitotuayuda—comentócuandollegóalazonadeceldas.

—Sabesquepuedescontarconmigo,lomaloesquenuestrainvitadanoquieracooperar…—musitómirándoladereojo.

Elisabethseencontrabatiradaenelsuelo,conlasmanoscolgandodelasrejasylacabezaapoyadaenellas;suaspectoeradeplorable.

—Bueno, piensaquenosotros somosdosy ella, una.—Sonrió condeterminaciónacercándoseaElisa—.Vamos,rubia,levanta.

—¡¿Quéhacestúaquí?!—gritómolesta.—Terecuerdoquetrabajoaquí—comentócontranquilidad.—Jorge,tehepedidoquenoledijerasnada.¿Porquémehashecho

esto?—soltóElisabethapuntodeecharseallorar.—Losiento,Elisa.Hasidounaordendelteniente—improvisoJorge.—¿Adónde me lleváis? —preguntó mientras se levantaba con

esfuerzo.

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—A tu casa; anda, sal —mintió Pablo. Al abrir la celda tuvo quesujetarlaporquesecaíaalsuelo.

—Sí… llevadme con Javi, estará preocupado…—susurrómientrascaminabacondificultadapoyadaenPablo.

—Sí, creo que está que no cabe en sí de la preocupación—ironizóJorgesiguiéndolos.

Salieron a la calle y metieron a Elisabeth en la parte trasera delcoche;Pablonoquisodejarlasolaysesentóatrásconella;Jorgeyasabíahaciadóndeteníaqueir.Eramejorquesellevaralasorpresa,asíelviajeresultaríamástranquilo.Alverlatandecerca,seasustómás:estabaenloshuesos, llena de roña y suciedad, incluso su delicioso perfume se habíaconvertidoenunolornauseabundo.Susojosestabahundidos;supiel,fríay acartonada. Esos dos meses la habían hecho envejecer varios años.Llegaron al piso de Pablo y éste agradeció ver que su amiga se habíaquedado dormida en sus brazos.De forma sigilosa, salió, con ayuda deJorge, que le abría las puertas, y subió a su rubia en brazos hasta laseguridad de su casa. Ahora era responsabilidad de él, y conseguiría,aunquetuviesequeremovercieloytierra,queesachicavolvieseaserlaque era. La dejó encima de su cama y la tapó con la sábana, aunqueestuviese haciendo un calor impresionante en la calle, pues ella estabahelada.AntesdeirseJorge,lepidióquesequedaraunossegundosallíconella,ybajóacomprarcomida,bebidasyalgoderopaparaella.Cuandosubió,suamigosemarchó;ledeseósuerteyquelomantuvierainformadode lasnovedades.Pablocomenzóapreparar la casapara cuandoella sedespertara: cerró bien la puerta con llave y la guardó para que no laencontrase, cerró también ventanas y persianas, y encendió el aireacondicionado; le daba igual gastarse lo que fuera en electricidad, y setemíaquesudespertarnoseríamuyamistoso…

—Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh —oyóPablogritaryfuecorriendohacialahabitación.

—¿Quéteocurre?—preguntópreocupado.—¡¿Quéhagoaquí?¿Porquéestoyentucama?¿Porquénomehas

llevado con Javi?! —preguntó Elisabeth a gritos—. Lo necesito, lonecesito,lonecesito…—susurrómeciéndosesentadaenlacama.

—Escúchame, Elisa: no vas a volver a ver a ese tipo, porque él esquien te está matando, él te ha metido en una mierda que te estádestruyendo.¿Noloves?Nolonecesitasaél,necesitasloqueélteda—

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comentósentándoseasulado.—¡No!Noesverdad.Élmequiere…yoloquiero…somosfelices—

dijoentreresoplidos,sinpararsusmovimientos,sindetenersubalanceo.—Escúchamebien,Elisa—exigióPablocogiéndoladelosbrazos—:

siéltequisiera,notehabríadejadosola,nohabríahuidocomounasuciaratadealcantarillacuandoapareció laGuardiaCivil.¿Esqueno loves?Noleinteresas,tehausadoparaquevendierasdroga,paraqueelpaquetelecayeraaotroynoaél.

—No, no es verdad… Me tengo que ir, me estará buscando —comentó levantándose con dificultad de la cama—. Necesito estar a sulado,asíestarémejor,meencontrarémejor.Si…

—Te has convertido en una yonqui, Elisa—confirmó con tristezaPablo.

—No digas tonterías… Quiero irme, me voy a ir —sentenciómientras,apoyadaenlasparedes,caminabahastalapuertadelacalle.

—Losiento,Elisa,peronopuedeshacerlo—musitóélsiguiéndola.—Claroquepuedo.Miracómolohago—comentó intentandoabrir

lapuerta—.¡¡Estácerrada!!—exclamóentreasombradayfuriosa,conlosojosmuyabiertos.

—Sí, te he dicho que no puedes irte. Ahora estás bajo miresponsabilidad.

—¡Yunamierda!Yomevoyaunquemetengaquetirarporlaventana—saltócomounalocaElisabethempujandoaPablo.

—Óyeme bien, Elisa. Quieras o no, te voy a ayudar a salir de lasdrogas. Te guste o no, vas a tener que verme todos los días y a todashoras. ¿Sabes por qué? Porqueme niego a ver cómo destruyes tu vidadelantedemisnarices.

—¿Y a ti quémás te da que yo haga conmi vida lo queme dé lagana?¿Acasoestuvida?¡No!Puesdéjamemorir,siesloquequiero.

—Nodigasesonienbroma.Séquetienesproblemas,séqueenpartees pormi culpa. Pero no quiero verte así. Elisa, tú no eres así. Eres lavitalidadenpersona...túhacíasqueyovieramividademaneradistintayahoraereslasombradetodoaquello.

—Joder,Pablo,no.Noquieroestarcontigoaquíencerrada.¡No!Nopuedo soportar verte, no puedo soportar escucharte… ¡¡Duele!! —exclamóenunsollozo.

—Es bueno que duela, significa que aún sigues viva —susurró

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intentandoacercarseparaabrazarla.—¡Nome toques!Noquiero notar tu piel…Necesito ver a Javi—

dijonerviosa—.Lonecesito,llámalo.Élsabequémesucedeyenseguidame dará algo para que todo esto pase, para poder dejar de sentir estapresiónenmipecho.Sí,enseguidaestarébienynopensaré,nidoleráninada.Corre,Pablo,guapo.Hazlopormí—musitóentonomeloso.

—No, rubita mía. Vamos a pasar el mono tú y yo juntitos. Ven,volvamosalacama—comentóconserenidad.

—¡Queno!¿Esquenomeescuchas?¡¡¡QuieroquevengaJavi!!!—gritódesafiándolo.

Pablo sonrió y negó con la cabeza, iba a ser un díamuy largo.Ladejógritarmilveces,insultarloconpalabrasnuncapronunciadasporesaboca,ladejóllorar,pegarfrustradasutorso,gritarelnombredeotro…Loaguantó todo, impasible,sinalzarle lavoz;conpalabrascariñosas leexplicaba lo que le estaba ocurriendo, que su cuerpo necesitaba esassustancias, que debía pasar ese calvario para poder curarse, para podervolver a ser ella. Elisabeth estaba sudorosa, fuera de control; le dolióverla así, pero era preciso para su recuperación. Al final se quedódormidaenelsuelo,lavolvióacogerenbrazosyselallevóasucama.

Aquel día lo pasó así, entre gritos de ella y silencios de él. A lamañana siguiente, la obligó a ducharse. Ella no quería, pero, sin darleopcióna réplica, lacogióenbrazosy se la llevóa suaseo.LadesnudómientrasElisabethlo insultabayledabapuñetazos,casisinfuerza,enlaespalda.Abrióelgrifodeagua fríay lametiódegolpe.Susalaridosseoyeronhastaenlacalle.Después,pocoapoco,fuetemplandoelagua.Laenjabonócondulzura,quitándoletodaesasuciedad,dejándolalimpia.Leenjabonó con esmero su preciosamelena rubia. Elisabeth, al final, optóporcallarse;noconseguíanadagritandoyluchando.Despuéslaenvolviócon cuidado en una esponjosa toalla, le desenredó el cabello y la vistiócon la ropa nueva que le había comprado. La miró; estaba callada,mirándoseenelespejo,conlosojosfijosenellamisma.Concuidado,laayudóalevantarseyselallevóalsalón,lasentóenelsofáysefuehacialacocinaaprepararlealgodecomer.Necesitabaalimentarse;estabamuydébil y demasiado delgada. Le preparó un sándwich, algo ligero paraempezar;suestómagonoestabamuyacostumbradoacomer.Elisabeth,al

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verlo,lodevoróconansias.—¿Quétienespensadohacerconmigo?—lepreguntóenvozbaja.—Cuidarte—susurrósentándoseasulado.—¿Yyaestá?—preguntóconfusa.—Demomento,sí.Pablosonriómientrassellevabaelplatoyelvasoalacocina.

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Los días pasaron con la misma rutina: él la ayudaba en todo, siempreestaba a su lado, sin quejarse, sin decir ninguna palabra fuera de lugar.Ellaeraunamontañarusadeemociones:oestabaencalmaoestallabaconfuria. Con el paso de los días comenzó a sentir menos esa necesidadinsana.Sesentíacadavezconmásfuerzas.Pablosepreocupabasiemprede su alimentación, de que comiera para recuperar el peso perdido.Muchas noches se despertaba con terribles pesadillas, llorando condesconsuelo;éllaabrazabaylesusurrabapalabrasaloídoparaqueellasecalmarayvolvieraadormir.Dormían juntos,unoal ladodelotro,peronuncasepropasóconella.Incluso,alprincipio,Elisabethlobuscabaparapodersalirseconlasuya,parapoderescapardeallíyvolveraesemundodedesfase.Éllarechazabaconeducación,alegandoqueledolíalacabezaocualquierotracosaqueseleocurriera.Noseseparódeellaenningúnmomento. Jorge loayudabahaciéndole la compraenel supermercadoyasíPablonoteníalanecesidaddesaliralacalle.

Laluzdelsolentrabaenlahabitación;abriólosojos,conscienteporprimeravezdesuentorno.AsuladodormíaPablo;lomiróysonrió.Selevantóconcuidadoysefuehaciaelcuartodebaño,semojólacaraconabundante agua fría, hacía calor. Se quedó quieta, helada por la imagenqueelespejoledevolvía;algunasgotasdeaguacaíanporsumentón.Eraella. Sí. Se reconoció al fin. Se tocó, incrédula, el rostro; sus mejillashabían vuelto a tener ese color rosáceo, sus labios ya no estabanblanquecinos,susojosseguíansiendoazules,sucabelloestabasedoso…Desusojoscayeron incontrolables lágrimas; eracomosi sucerebro sehubiera vuelto a reactivar, como si todo ese tiempo lo hubiera tenidoadormilado.

—¿Elisa?—preguntóPablodesde lacama; se levantódeunsaltoyfueabuscarla—.¿Quétepasa?—susurróalverla.

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—Pablo,yo…—murmuróabalanzándoseaélparaabrazarlo—.Losientotanto,tanto…Noséquémepasó,nolosé.

—Yaestá,preciosa.Estoyaquícontigo—lesusurróaloídomientraslaestrechabaconfuerza.

—¿Javisehapreocupadopormí?—preguntóconcuriosidad.Pabloseseparódeellamolestoporoírdenuevoesenombre,creíaqueesoyaestabaolvidado.

—Tuqueridísimoyperfectonovioestáhaciendocajacontigo.Desdeque alguien se fue de la lengua y contó que te habían apresado, Javi seenteródequiénerasyandavendiendofotosdetiensituacionesbastantesembarazosas—contóPablosaliendodelcuartodebañoyregresandoconunarevistadelcorazónparaenseñársela.

Elisabeth lacogióentresusmanos temblorosas;enprimerapágina,estabaellademacrada,andrajosa,sonriendoalobjetivomientrassujetabaunabotelladevodkayorinabaenelváter.Sequedópetrificada;aquelloerapeordeloquecreía,yahabíasalidoenlaprensa.Pensóensufamilia,enlavergüenzaquedeberíandeestarpasando.Lomiróconlosojosmuyabiertos,conelrostrosonrojado.Sesentíamal,culpabledetodoeso,desucabezaloca,deser tanimpulsivaydejarsellevarporelcaminofácil,eseque le estaba trastocando lavida, esequeporpoco lehaceperdersecomopersona.Lomiróaesosojososcurosquehabíaañoradoysediocuenta de muchas cosas al hacerlo. Un suspiro le salió desde dentro;Pablo,desdehacíamuchotiempo,sabíaquiéneraenrealidadynuncalohabíausadoparasubeneficio.Aúnmás,lahabíaayudadocomonadieenestemundo.Habíaconseguidosacarladeesecírculoviciosoenelquesehabíaconvertidosuvida.

—Pablo,losiento…—¿Porqué?¿Pornombrarmealmalnacidodetunovio?—No, por usar a la persona equivocada para olvidarte—comentó

contristeza.—Elisa —musitó acercándose a ella y rodeándola con sus fuertes

brazos—.Elquetetienequepedirperdónsoyyo—susurróensuoído—.Lo siento tanto…Me odio a mí mismo desde entonces, por no pensarmejor lascosase intentarolvidar tu recuerdocon laprimeraque semecruzó.

—Pablo… Javi nunca ha significado nada para mí, lo he utilizadoparanoacordarmedeti,paraquemeayudaraadejareldolorquesentíaal

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notenertecerca…Lessobresaltóeltimbredelapuerta;semiraronconfusos;desdeque

ellaestabaallínadiehabíaidodevisita.Pablosefuehaciaeltelefonilloyaveriguóquiénera;congestoseriosevolvióylamiró.

—¿Quiénes?—preguntóasustadaporsusemblante.—Tupadre.—Voyacambiarmederopa…—musitóasombradadesuvisita.Se fue a la habitación de Pablo, se quitó el pijama y se puso un

pantalónvaqueroyunacamiseta;luegosecepillóelpelo.Estabaasustadaporlavisitadesupadre,noentendíaquéhacíaélallí.Alverdenuevolarevistasobreellavabo,supusoqueacudiríaareprocharlesuconducta.Seesperabaunabuenareprimenda…Alllegaralsalón,élyaestabaallí,depiejuntoalaparadordeltelevisor,mirandocongestoserioaPablo.Ésteestabarelajado;cuandosupadresefuera,queríaseguirhablandoconél,sobreellos…

—Hola,padre—saludóconseriedad.—Te encuentromejor, hija…—señalómirándola detenidamente—.

Muchomejor…—Loestoy.—Supondrásaloquevengo,¿verdad?—preguntóconsequedad.—No…—Te vas a venir conmigo a Luxemburgo, creo que ya has jugado

bastanteenestepaís.—Padre,noquieromarcharme.—Medalomismoloquedesees.Hedichoquevuelvesconmigoylo

harás.Nohaymásquediscutir.—Padre, sé que lo he hecho mal. Sé que he puesto en peligro la

corona.Losiento,losientomuchísimo.—Tú no sabes nada. Quería darte un escarmiento, pero me lo has

dado tú a mí. No sabes cuánto me dolía cuando mis informadores meenseñabanfotosdetihaciendocosasqueesperoolvidarpronto;vercómo,poco a poco, te iba perdiendo. No sabes lo mal que lo pasé cuandohablasteconmihombredeconfianza,aquienlepedíquetellevaraacasapara poder ayudarte a salir de todo eso, y él me contó que tú, mi hijapequeña,lohabíaamenazadoaél.

—Losientotanto…—sollozóElisabeth.—Cuando me enteré de que te habían cogido al fin, que te iban a

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meter en la cárcel, me alegré. Sí, lo reconozco, porque quería que teasustaras y que volvieras con nosotros. Pero alguien metió la nariz enmedio—comentó mirando con seriedad a Pablo, que estaba expectantemientrasescuchabaloqueéldecía—.Estuveapuntodeveniresemismodía,perolediunvotodeconfianzaaestehombre.—Hizounapausa,losmiróalosdosysuspiró—.Estoyendeudacontigo,Pablo.Hehabladocontu superior y me ha contadomaravillas de ti. Gracias por ayudar a mipequeña,graciasporvolveratraerladenuevoconnosotros.

—Nohacefaltaquemedélasgracias;nolohehechoporusted,sinoporella—sentencióPabloentonoseco.

—Losé,mehasdemostradoqueteimporta.—Elgranduquesonrió.—Más que eso: la amo —afirmó Pablo mirando a los ojos de

Elisabeth.Ellacreyóestarenelcieloytocarelparaísoconlosdedos:acababa

deescucharaesehombrequelahabíacuidadoylehabíaaguantadotodassusrabietas,quelehabíalimpiadotodalaporqueríaquellevabaencima,que había soportado que lo insultara... que la amaba.A ella. Se lo habíadichodelantedesupadre,deesehombrequehabíaintentadocasarlaconotro,deesequelehabíamentidoparaqueseolvidaradeella,deesequenoqueríaoírhablardelamor.

—Padre,nopiensovolveraLuxemburgo—susurróperdiéndoseenlaoscuridadinfinitadelosojosdePablo—.Nopuedosepararmedeél,nopuedo vivir sin tenerlo cerca… Lo quiero, siempre lo he querido ysiempreloquerré,eslomejorquemehapasadoenlavida.—Seacercóaélylocogiódelamano;Pablo,alnotarla,selaestrechópletórico.

—Querida, me hubiera encantado verte prometida con un conde,pero,sinotengomásremedioqueconformarmeconunplebeyo,prefieroa éste, que sé que te quiere a ti y no a nuestro dinero—murmuró conresignación—. Eso sí, aquí no podéis seguir. Elegid destino, dondevosotros queráis, y os iréis. Necesito saber que estás segura y que laprensanoteacecha.Alfinyalcabo,eresunaprincesa,tegusteono.—Sonrió.

—Entonces¿aceptasqueestéconPablo?—Sí,mehademostradoqueesunbuenhombre,quesabecuidarte.—¡Oh,padre!—exclamóemocionada.—Tenéiseldíadehoyparapensaradóndeosvaisair.Mañanaquiero

veros fuera de este piso demalamuerte—comentómirando la casa de

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Pabloconcaradeasco—.Esperotullamada,querida.Elgranduqueseacercóasuhija,ylediounbesoenlafrente,yle

ofreciólamanoaPablo,elcualselaestrechócongusto.Sedespidióylosdejódenuevosolos.

—Nomelocreo…—susurróemocionadaElisabeth—.Pablo,¿estoysoñando?

—No, preciosa. No estás soñando… —Sonrió mirándola condulzura.

—Pablo,me da igual irme a donde sea si tú estás ami lado, es loúnicoquemeimporta.Mehasdemostradotantascosasenestosdíasquemehastenidoencerrada…

—Elisa,amormío,tequiero.Nomeimportaqueseasprincesa,quetupadreseaunogro,queseasmásricaqueyo,quetehayasidoconotro,que hayas tenido problemas…Meda igual todo eso. Porque te amo sinmás.Ereslarazóndemiexistencia;desdequeteconocínohedejadodepensarenti.Quierocompartirlotodocontigo,lomaloylobueno.Rubitamía,sitúquieres,notedejaréescaparnuncamás.

—Nomedejesescapar,sintinosoynada.Pabloseaproximóy,acariciándole lanuca, laacercóaély labesó

con pasión, saboreando sus labios suaves y jugando con su lengua.Deseabaqueeltiemposepararaenaquelinstantemágico,cuandoelamorlos envolvía en su manto, creando el precioso recuerdo de su unión.Cuando el amor es de verdad, se pueden superar todas las barrerasdictadasporelhombre,porqueelamoreslamayorfuerzaqueposeemos.

Al día siguiente los esperaba un coche blindado con las ventanillasahumadas.Sesubieronsinservistospornadieysedirigieron,cogidosdela mano, hacia su nuevo destino, una isla con encanto, un sitio dondeseguir con su historia de amor sin ser espiados; se fueron rumbo aMallorca.Desde entonces no han vuelto a separarse y se aman cada díamás.JorgeyYolanda,cuandopueden,vanavisitarlosa lapreciosacasaconvistasalmarMediterráneo.Pablonohadejadodetrabajarenloquerealmentelegusta,serguardiacivil,yElisabethharetomadosusestudiosdeDerecho.Siguensusvidasunpocoalmargendelacasareal.DevezencuandoviajanaLuxemburgo,paraasistiraalgúneventoquerequieresupresencia.Perointentanpasardesapercibidos,prefierenelanonimato;lesencantapasearcogidosdelamanoporlasblancasarenasdelasplayasdeMallorca,sinserfotografiadospornadie,sinserperseguidosporningún

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periodista.Sóloellosdosysugranamor.

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Agradecimientos

Gracias,amormío,porestarsiempreamilado,porcomprenderme,poralentarme a seguir, por animarme cuando lo necesito. Sin ti, esto seríaterriblementedifícil.¡Teamo!

Amishijos,graciasporhacermereír,porayudarmeasercadadíamejormadre.¡Osquieroconlocura!

Gracias a mi gran familia, por vuestras palabras de ánimo. A mimadreyamitíaEsther,porayudarmetantoenestahistoria.Alasmamisdel cole, por vuestro apoyoy por ser siempre las primeras en comprarmislibrosparaluegocomentarmequéoshanparecido.¡Soisfantásticas!

Nomepuedoolvidardeesasmaravillosaspersonasaquienes tratosóloatravésdelasredessociales,aunque,pocoapoco,voyempezandoaconocerlaspersonalmente;mehacenllegarsucariñoyafecto.Graciasatodaslasintegrantesdemigrupodelectoras,amischicasCococala,alasIndasex,amischicasdelnorte…Atodasvosotras,graciasporestaramilado. En especial a Beatriz, Marta, Estefanía, Susana y Susy; gracias,chicas, por todo. Por ser como sois, por vuestras palabras y por todovuestrocariño.¡Soislabomba!

Por último, pero no por esomenos importante, quiero agradecer aEstherEscoriza,mi editora, su cariñoy sus palabras de aliento; graciasporconfiardenuevoenmíyporofrecermeesta fantásticaoportunidad.TambiénquieroagradeceralgrupoPlanetatodosutrabajo,laspreciosasportadas que diseñan y el pulido que hacen de nuestros textos para quequedenperfectos.

Graciasatodosvosotrosporhacerquemissueñossehaganrealidad,sinvosotrosestonoexistiría.

¡¡Gracias!!LolesLópez

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Biografía

Loles López nació un día de primavera de 1981 en Valencia. Pasó suinfanciaysujuventudenunpequeñopueblocercanoalacapitaldelTuria.Su actividad laboral siempre ha estado relacionada con el sector de laóptica, en el cual conoció al amor de su vida.Actualmente reside enunpueblocosteroalsurdeAlicante,consumaridoysusdoshijos.

Desdemuypequeñasupasiónhasidolaescritura,peronofuehastaelaño2013cuandosepublicósuprimeranovelaromántica,Enmediodenada,alaquesiguieronÁmamesinmás,NoteenamoresdemíyPerdiendo

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elcontrol.Encontrarás más información sobre la autora y sus obras en:

www.loleslopez.wordpress.com

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ÁmamesinmásLolesLópez

Nosepermitelareproduccióntotaloparcialdeestelibro,nisuincorporaciónaunsistemainformático,nisutransmisiónencualquierformaoporcualquiermedio,seaésteelectrónico,mecánico,porfotocopia,porgrabaciónuotrosmétodos,sinelpermisoprevioyporescritodeleditor.Lainfraccióndelosderechosmencionadospuedeserconstitutivadedelitocontralapropiedadintelectual(Art.270ysiguientesdelCódigoPenal).

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Primeraedición:juliode2015

ISBN:978-84-08-14323-9Conversiónalibroelectrónico:VíctorIgual,S.L.www.victorigual.com