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. . Este informe sociológico constituye en la obra de Amando de Miguel otro eslabón en la extensa saga de sus in- formes sociológicos sobre la sociedad española, que se inicia con los infor- mes de FOESSA, en el año 1964. Como el autor es el mismo, pudiera pensarse que los actuales repiten esti- lo y metodología. Lo cual, en cierto sentido, es verdad si lo reducimos a una hábil combinación de datos cen- sales (secundarios) y datos de encues- ta (primarios). Esta es la fórmula que Amando de Miguel introdujo en Es- paña con sus informes sociológicos, pero que ahora se presenta con la notoria mejora de técnicas de análisis más depuradas, y, sobre todo, con una extensa producción propia sobre aspectos específicos de la sociedad española, que le proporcionan al autor una amplia perspectiva global —nutrida de estudios monográfi- cos— que enriquecen estos nuevos informes. Pero, como todo hay que decirlo, el autor, desde los tiempos en que era alumno de la Facultad, publi- có una antología de textos de don Benito Pérez Galdós, que le propor- cionaron una visión de la estructura social de España que han sido su guía en todas sus investigaciones so- ciológicas, según él mismo confiesa. No es mala guía la de Pérez Galdós, excelente novelista donde los haya, pero también el mejor conocedor de la sociedad española actual, desde sus orígenes en el siglo XIX, que tan mal o nada conocen los españoles, hasta los inicios del siglo XX. Por supuesto, ahora estamos a finales de este siglo, pero muchas de las estructuras del pasado o permanecen o no se pueden explicar y comprender sin rastrear sus 66/94 pp. 201-229 CRITICA DE LIBROS AMANDO DE MIGUEL La sociedad española, 1993-94. Informe sociológico de la Universidad Complutense (Madrid, Alianza Editorial, 1994)

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Este informe sociológico constituyeen la obra de Amando de Miguel otroeslabón en la extensa saga de sus in-formes sociológicos sobre la sociedadespañola, que se inicia con los infor-mes de FOESSA, en el año 1964.Como el autor es el mismo, pudierapensarse que los actuales repiten esti-lo y metodología. Lo cual, en ciertosentido, es verdad si lo reducimos auna hábil combinación de datos cen-sales (secundarios) y datos de encues-ta (primarios). Esta es la fórmula queAmando de Miguel introdujo en Es-paña con sus informes sociológicos,pero que ahora se presenta con lanotoria mejora de técnicas de análisismás depuradas, y, sobre todo, conuna extensa producción propia sobreaspectos específicos de la sociedadespañola, que le proporcionan alautor una amplia perspectiva global

—nutrida de estudios monográfi-cos— que enriquecen estos nuevosinformes. Pero, como todo hay quedecirlo, el autor, desde los tiempos enque era alumno de la Facultad, publi-có una antología de textos de donBenito Pérez Galdós, que le propor-cionaron una visión de la estructurasocial de España que han sido suguía en todas sus investigaciones so-ciológicas, según él mismo confiesa.No es mala guía la de Pérez Galdós,excelente novelista donde los haya,pero también el mejor conocedor dela sociedad española actual, desde susorígenes en el siglo XIX, que tan mal onada conocen los españoles, hasta losinicios del siglo XX. Por supuesto,ahora estamos a finales de este siglo,pero muchas de las estructuras delpasado o permanecen o no se puedenexplicar y comprender sin rastrear sus

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AMANDO DE MIGUEL

La sociedad española, 1993-94.Informe sociológico de la Universidad Complutense

(Madrid, Alianza Editorial, 1994)

antecedentes. Ahora está de moda lallamada «sociología histórica», pero,desgraciadamente, ni los sociólogos,ni siquiera la mayor parte de la genteque llamamos ilustrada, conoce nues-tra propia historia. Sólo sobre el telónde fondo de esa historia —reciente opasada—, que Amando de Miguelconoce muy bien, se puede pretenderanalizar la actualidad. La «sociologíade la actualidad», propuesta en Ale-mania, primero por René König ydespués por Ralph Dahrendorf, y losexcelentes trabajos de ambos en esadirección, para algunos sociólogosespañoles ha sido recibida en Españacomo «periodismo», en lo que seequivocan porque en la sociología dela actualidad, como cualquier otrocampo de la sociología, la cuestiónreside en la cantidad científica de loque se investigue, y no es su aparentesemejanza con otros géneros literariosno sociológicos en sus planteamientos.

El libro que criticamos de Amandode Miguel viene precedido de unPrólogo de Francisco Murillo Ferrol,que por su enorme interés no pode-mos dejar de comentar. El profesorMurillo hace un diagnóstico de lasciencias sociales actuales (y tal vez delas de siempre y para siempre) en que,tratando de resumir la almendra de suargumentación, nos dice que «Lavisión de la realidad y su creación quesupone el etnocentrismo (y de laideología que a veces puede trascen-derlo) es impermeable a toda com-probación o demostración empírica.Los hechos, los famosos hechos, seconvierten en datos dóciles para lainterpretación, condicionada natural-mente por la ideología». Este es undiagnóstico acaso muy radical, pero

del que no escapa mucho de lo que seescribe en sociología y en cienciapolítica. Sin embargo, Amando deMiguel, consciente de estos mecanis-mos de ocultación de la realidad ver-dadera, hace esfuerzos, que apenas senotan, por superar esta situación.

La sociedad española de finales desiglo está sometida a un proceso ace-lerado de cambio; esto se ha converti-do —el decirlo— en un tópico. Perotratar de demostrar qué es lo quecambia y lo que permanece es la tareaque se ha impuesto Amando deMiguel. No es tarea fácil, porque loshechos de la estructura y el cambioestán siendo ideológicamente, más queocultados directamente, sustituidospor representaciones colectivas (en elsentido del término durkheimiano,como opuesta a la conciencia colec-tiva), que vehiculizadas por los me-dios de comunicación aparecen comola realidad del momento, y no sonsino lo que ahora se llama la realidadvirtual. Distinguir con este panoramalo que es real de lo que, apareciendocomo real no es sino ficción (ficciónideológicamente interesada), es lo quese ha propuesto Amando de Miguelen su libro, según yo lo entiendo.

Pero los hechos cantan y, por ejem-plo, en la España oficialmente laica,el dato que más explica y comprendees la variable religiosa: indiferentes (olo que sea) y creyentes católicos no secomportan de la misma manera (porsupuesto, tampoco piensan o creen dela misma manera), y el estudio siste-mático de esta variable religiosa realdesenmascara la realidad que apareceen los medios, que sólo podemos cali-ficar de ficción interesada. Dicho deotra manera, el laico o descreído

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piensa que todos lo son, y, en conse-cuencia, se cree que tiene derecho aimponer sus criterios (en ocasioneslegislativos, es decir, normativos), yesto pertenece a lo que hemos desig-nado como «representación colecti-va», que es, según Durkheim, muycambiante, mientras permanece la«conciencia social», que se ha forma-do históricamente, y que no se cam-bia tan fácilmente como se imaginanlos medios de comunicación.

Aunque el mismo autor lo hadicho, esta investigación de Amandode Miguel no es un libro de consultade datos aislados, porque tiene unatrabazón interna de unos datos conotros muy estrecha, y el que aísle undato de otro puede encontrarse conque ese dato aislado, en su contexto,quiere decir exactamente lo contrario.Y el contexto es el libro entero. Susgrandes epígrafes —Población ysalud, Familia y movilidad, Bienestar,alimentación y estilos de vida, Vidacotidiana, Creencias y valores ,Problemas sociales, Educación y tra-bajo, Medios de comunicación,Cultura política, Los mayores, Losmayores en residencias— representanun amplio abanico de aspectos de larealidad española, pero —repito—que no pueden tomarse a placer aisla-damente. Cada uno de esos epígrafeses una monografía de por sí, pero queson capítulos de un libro, que muchome temo que sólo algunos especialis-tas lo vamos a leer entero —el librotiene 1.063 páginas—.

He empezado en esta recensión conel dato de que este libro pertenece auna saga o serie de estudios similaresdel mismo autor. Ello significa que elautor tiene una perspectiva temporal

larga, que le permite comparar datosen una serie temporal bastante exten-sa, para lo que suele ser habitual enlas investigaciones sociológicas; nor-malmente, sólo reflejan un momentoestructural. Lo que los estudios deAmando de Miguel aportan es unenfoque dinámico, diacrónico, dialéc-tico, de cambio; en una palabra, quele permiten, como desde una perspec-tiva privilegiada, observar lo quecambia y lo que permanece, e inclusocómo y cuándo algunas cosas cam-bian. En el cómo, mi propio puntode vista, es que en la sociedad españo-la se están superponiendo o solapan-do dos planos —uno tradicional yotro de modernidad— que, de mo-mento, pretenden convivir al mismotiempo, y eso no es posible, si quere-mos que la sociedad española funcio-ne como una sociedad moderna. Esenormemente revelador, en este senti-do, el epígrafe sobre la Vida cotidia-na. Hay que tener en cuenta que fueAmando de Miguel el que introdujoen España el campo de investigaciónde la «vida cotidiana», hoy bastantegeneralizado, junto con el estudio delos «estilos de vida». Pero esto —sedice— es «microsología», no dándosecuenta que la «macrosología» se nu-tre, en un porcentaje muy alto para lamayoría de la población, de su vidacotidiana. Y, en este orden de cosas,la valoración que encuentra Amandode Miguel de los aspectos de la vidacotidiana —familia, amigos—, frentea la desvaloración de los aspectos ins-titucionales, es eso lo que refleja, aun-que habrá que decir también que losque tienen como fin «movilizar» laopinión pública —especialmente, lospartidos políticos, según nuestra

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Constitución— o no hacen nada alrespecto o lo hacen muy mal.

Siguiendo en los asuntos del párra-fo anterior, quisiera ahora hacerreferencia al Epílogo de José Luis Pi-nillos, donde dice: «En ciertas cosasEspaña me parece un país moderno,incluso más que moderno; en otras loveo aún premoderno, y en algunasme suena a “postmoderno”, si se mepermite usar este neologismo queaquí choca tanto, pero que en reali-dad se inventó el siglo pasado.» Estoes que yo he querido expresar con laidea del solapamiento de lo tradicio-nal y lo moderno en la España actual.Pinillos lo expresa mejor y más am-plio que yo.

La presentación del libro es uno delos aspectos que quiero destacar,sobre todo porque facilita la lectura.No se han ahorrado recursos gráficos,resúmenes al margen, tablas de fácillectura, etc. Es deber anotarse en elhaber de Alianza Editorial.

Además, el hecho de que la investi-gación haya sido apoyada por la Uni-versidad Complutense, y especial-mente por su Rector, a través de suFundación, los honra y dignifica; deotro modo, me temo, la saga dinámi-ca, que antes he destacado, se hubiera

visto interrumpida, y me permitosugerir que, ahora recobrada, no sepierda en el futuro. También hay quedestacar el amplio equipo investiga-dor que Amando de Miguel ha sabidoorganizar; su experiencia desde lostiempos fundacionales de «Data»están también presentes en la obra,porque también son una muestra decontinuidad. En realidad, esa «Data»de los orígenes fue el primer equipoinvestigador sociológico que hubo enEspaña, y rastrear esos orígenes es almismo tiempo indagar en los oríge-nes de la investigación sociológicaempírica en la España actual. Delequipo actual, yo le debo mucho aIñaki de Miguel, porque, aparte de laamistad, él me introdujo en la infor-mática, y soy deudor a sus enseñan-zas.

En sociología empírica, llena denumerosas e ingeniosas observacio-nes, donde el dato se encarna en inge-nio y talento, Amando de Miguel esel maestro. Y este libro que recensio-namos, una obra de madurez, contodo el bagaje anterior que hemosquerido ir enumerando en sus rasgosmás fundamentales.

José JIMÉNEZ BLANCO

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Las matemáticas han sido conside-radas, tradicionalmente, como unámbito ajeno e impropio del análisisde las ciencias sociales. Contempladascomo un cuerpo de verdades queexisten per se e independientes a laposesión de su conocimiento, losenunciados matemáticos parecen per-sistir al margen de la vida humana.Hasta hace escaso tiempo, la únicadisciplina legitimada para abordar elestudio de las matemáticas ha sido lafilosofía. Una de las asunciones bási-cas de ésta es la idea de que el conoci-miento matemático se fundamenta enel descubrimiento de hechos objetiva-mente verdaderos. Esta afirmación hasido el tema fundamental de la filoso-fía de las matemáticas desde Platónhasta nuestros días y su disección haestado a cargo de tres corrientes teóri-cas básicas. Por una parte, estaríanaquellos que creen que las afirmacio-nes matemáticas son ciertas en tantose refieren al mundo físico (empiris-tas). Por otra, aquellos que creen enla existencia de un mundo matemáti-co específico y genuino (el mundoeterno de las formas o las ideas dePlatón, y de ahí el sobrenombre deidealistas o platonistas). Y, por últi-mo, la escuela intuicionista basada enlos trabajos de Kant, según los cualeslas afirmaciones matemáticas sonciertas en tanto se refieren a la «formade nuestra intuición». En cualquiercaso, la filosofía de las matemáticasha mantenido la idea de que éstasdescubren verdades pertenecientes a

un ámbito a-social reducido a unospocos iniciados. Esta visión restringidade las matemáticas alejó en su mo-mento (e hizo autoexcluirse, en mu-chos casos) a los científicos sociales,puesto que, parafraseando a KarlMannheim, debían considerar a lasmatemáticas como la representacióndel dominio de «la verdad como tal».

Sin embargo, desde nuestra pers-pectiva presente como sociólogos, ¿esla resignación, y de aquí la mera cele-bración, lo único que nos resta cuan-do nos enfrentamos con el conoci-miento matemático? O, por contra,podemos preguntarnos, por ejemplo—tal como hace David Bloor—,«¿qué puede decir el sociólogo delconocimiento de 2+2=4?» (Política ySociedad, próxima aparición). Puesbien, salvando la literalidad de estacuestión, en el libro que aquí se pre-senta, su autor —el profesor Emma-nuel Lizcano— intenta dar respuestaa este último reto. En concreto, elobjetivo de Lizcano es «indagar hastaqué punto las matemáticas, discursode la pureza por excelencia, no nacenya armadas y enteras como Atenea dela cabeza de Zeus; intentar ver cómoemergen contaminadas por las signifi-caciones imaginarias colectivas quelaten en la razón común propia decada época y cada cultura» (p. 13). Laafirmación y, por tanto, hipótesis detrabajo de su autor es concluyente: lamatemática es un producto cultural y,por ende, es un conocimiento históri-co y social. Por este motivo, es perfec-

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EMMANUEL LIZCANO

Imaginario Colectivo y Creación Matemática(La construcción social del número, el espacio y lo imposible en China y Grecia)

(Barcelona, Gedisa, 1993)

tamente accesible al análisis de lasciencias sociales (y más en concreto,al examen de la sociología del conoci-miento).

Ahora bien, aun siendo esta hipóte-sis lo más brillante y revolucionariodel libro, existen al menos otros dosaspectos que deberían ser considera-dos con mucha atención. El primerode ellos es, como ya se adelanta en sutítulo, lo peculiar de su tema para serabordado desde una disciplina comola sociología. La matemática comoforma de conocimiento ha recibidoespecial atención por parte de cientí-ficos y filósofos, que han tratado debuscar en ella el espacio puro delpensamiento humano racional porexcelencia, preservado de cualquiertipo de contaminación social (esto es,de cualquier irracionalidad). Desde elámbito de las ciencias sociales, losestudios al respecto han sido escasos yen su mayoría rara vez han consegui-do romper con las pautas imperantesestablecidas por la filosofía tradicionalde las matemáticas. Por este motivo, esuna satisfacción contar dentro denuestro ámbito académico con unafigura como la de Lizcano, que vieneinvestigando desde hace tiempo enun campo tan complejo como el delas matemáticas y cuyos magníficosresultados aquí se presentan. El se-gundo aspecto a tener en cuenta tieneque ver con la riqueza y el rigor delsaber que atesoran las páginas de estelibro, que va más allá de lo estricta-mente sociológico y de lo puramentematemático. Se puede decir que estaobra es mucho más que un estudio desociología del conocimiento centradoen el examen de un aspecto concretode las matemáticas.

Pero vayamos por partes. En pri-mer lugar, ¿por qué tanto interés yenconado esfuerzo en establecer unanálisis del hecho matemático desdelas ciencias sociales? Vencidos ciertosobstáculos que impedían los análisisdel conocimiento científico para lasciencias sociales (gracias a los trabajosiniciales en la sociología del conoci-miento científico y su posterior con-solidación en los denominados Estu-dios Sociales de la Ciencia), sólo res-taría la disciplina matemática por serinvestigada bajo el prisma de las cien-cias sociales. En segundo lugar, ¿quéperseguirían los científicos socialescon esta acción? Fundamentalmente,demostrar que la tan pretendida in-existencia de «trazas sociales» en lasmatemáticas (al igual que en el cono-cimiento científico) no es tal. Másbien todo lo contrario. El discursomatemático no es un universo cerra-do, tautológico y autorreferente almargen de lo social. Al contrario, esun tipo de conocimiento generado yconformado por personas insertas ensociedades, culturas y civilizaciones.Y, por este motivo, los análisis desdelas ciencias sociales son tan legítimoscomo los realizados por la filosofía.Veamos, pues, cómo son desarrolladaslas anteriores afirmaciones en el libroen cuestión.

En el primer capítulo del libro seacomete, justamente, toda esta pro-blemática. Las matemáticas, a pesarde ser consideradas legendariamentecomo un «discurso sagrado» para lasciencias sociales e imposible de serpenetrado por sus análisis, no parecenni mucho menos merecerse tal consi-deración. La intención de Lizcano enestas primeras páginas es realizar una

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reconstrucción del intento de desa-cralización de las matemáticas provo-cado por los escasos embates de histo-riadores, sociólogos, antropólogos,etcétera, que han intentado plantearaproximaciones analíticas alternativasa la filosofía-historia oficialista de lasmatemáticas. Sin embargo, por razo-nes diversas, estas descripciones analí-ticas alternativas se han convertido,paradójicamente, en reminiscenciasde la propia historia oficialista de lasmatemáticas, o en críticas superfluasa determinados capítulos de esa histo-ria, o en justificar la existencia deramas del conocimiento humano no-matemático dedicadas a estudiar lasmatemáticas con los mismos métodosque tratan de desmitificar. Incluso,hasta el intento de erigir una herme-néutica simbólica del discurso mate-mático ha convergido con los mismosdefectos y resistencias que todos losintentos previos en el establecimientode un asalto a la fortaleza del conoci-miento matemático.

Es evidente que, a la vista de losvanos intentos anteriores, este trabajode investigación aspira a convertirseen una muestra notoria de lo quedebería ser una sociología (del conoci-miento) de las matemáticas. Para talfin, debemos retrotraernos a su Intro-ducción. Como su propio autor ad-vierte, sus deudas teóricas son diver-sas y abarcan desde la «arqueologíadel saber» foucaultiana, pasando porlos trabajos de Serres sobre la historiade las matemáticas, los desarrollos deBloor y de su Programa Fuerte, Ladecadencia de Occidente, de Spengler(e inspirada por ésta, La idea de prin-cipio en Leibniz, de Ortega y Gasset);los conceptos de «imaginario social» y

«magma» en los trabajos sobre mate-máticas de Castoriadis (que se acerca-r ían al concepto de epi s teme enFoucault —o, como Lizcano recono-ce, al concepto de «modo de pensar»en Ortega—), hasta la ineludible uti-lización del análisis de texto/discurso(tan empleado dentro de los EstudiosSociales de la Ciencia). Y, por supues-to, no podía faltar el estímulo produ-cido por la «iconoclasta» y tan pocoortodoxa obra wittgensteiniana sobrelas matemáticas. En suma, entre todasestas fuentes de inspiración, el profe-sor Lizcano conforma lo que a él lehubiera gustado titular también como«Una arqueología de las matemáticas»(p. 22) y que nosotros entendemos,de una manera laxa, como una socio-logía histórica del conocimiento mate-mático*.

Con este armazón teórico, Lizcanoafronta el estudio del caso en cues-tión, esto es, el concepto de negativi-dad y de número negativo en dos cul-turas tan contrapuestas como la chinaantigua y la griega clásica. Con susindagaciones, intenta demostrar lareiterada, pero bastante denostada,hipótesis de que la matemática es unconstructo social.

A lo largo del segundo capítulo seva desmenuzando el concepto de«negatividad» en la cultura china de ladinastía Han, cuyo posible origen seencontraría en el álgebra zheng/fu/wu,resultado de un método de cálculodenominado fang cheng. Este métodode cálculo se basaba en la manipula-

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* Al respecto, véase J. R. BLANCO (1994),«Las Relaciones entre Ciencia y Sociedad:Hacia una Sociología Histórica del Conoci-miento Científico», Política y Sociedad (enprensa).

ción de unos palillos de colores en untablero y, además de su estr ictoempleo en operaciones de cómputo,también se utilizaba, por ejemplo,para consultar el I Ching. Esta cues-tión confería a este tipo de cálculouna dimensión ciertamente simbólicaque, a su vez, tendría una repercusiónfundamental en el desarrollo de estemétodo de cálculo en la propia mar-cha del álgebra. La base filosófica deestas operaciones se fundamenta en elcomplejo simbólico yin/yang/dao(cuya traducción literal respondería ala estructura algebraica posi t ivo/negativo/cero). El tablero en cuestiónpresentaba una disposición que ennuestra cultura occidental se denomi-naría posteriormente de disposiciónmatricial.

Sin embargo, tanto método comotablero en la episteme china presenta-ban una gran diferencia con respectoa la episteme griega. El espacio alge-braico chino no tenía demasiado quever con el espacio extensional aristo-télico-euclídeo. La diferencia funda-mental es que en la cultura china eltablero respondía a un espacio simbó-lico, un espacio en el que se confierensignificados distintos a sus diferenteslugares que, a su vez, vienen determi-nados por su mutua relación interna.Es más, como Lizcano apunta, si enGrecia los «principios de identidad» y«no-contradicción» son los determi-nantes de la construcción de los con-ceptos matemáticos y de los resulta-dos (admisibles o desechables), enChina los criterios de «equivalencia»y de «oposición» son los que así loestablecen (al menos, como matricespreconceptuales) (p. 144).

En el capítulo tercero se aborda la

cuestión matemática en la Grecia clá-sica y en el posterior período alejan-drino de Diofanto. Aquí la hipótesises, justamente, la contraria a la delcapítulo anterior, es decir, no existeun concepto de negatividad en la cul-tura griega, tal como ocurría en lachina. Según Lizcano, las razonesserían dos. Primera, el modo de pen-sar griego procede «por abstracción».Y segunda, este modo de pensar partede «cosas sensibles» (un modo depensar que opera clasificando la reali-dad y los saberes sobre ella en unasucesión de géneros y especies, y deesta manera, quedarían incomunica-das aritmética y geometría, comosaberes diferenciados de la magnituddiscreta y la continua, respectivamen-te). En el modo de pensar aristotéli-co-eucl ídeo es la misma acción,expresada por el mismo verbo (aphai-réõ), la que da lugar a la diferenciaespecífica y a la diferencia de magni-tudes. Se sustraen magnitudes comose abstrae el género de la especie:separando donde, necesariamente,había más. Para el griego, sustraer esabstraer, dos modos de una mismaactividad extractiva. Se trata, pues, deuna operación intrínsecamente positi-va. No puede sustraerse de donde «nohay», como tampoco puede sustraersemás de lo que «ya hay». Y la herenciade este paradigma encaminará laindagación occidental sobre la negati-vidad a planteársela en términos deposibilidad-imposibilidad de sustrac-ción (p. 194).

En el capítulo cuarto, la oposiciónentre la episteme china y la griega ten-drá su contrapunto en la época ale-jandrina tardía con el caso de Dio-fanto. Esta situación vendría a repre-

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sentar unas circunstancias teñidas porla inestabilidad y decadencia del idealmatemático aristotélico-euclídeo ypor su mestizaje con otras tradicionesmatemáticas (egipcia, babilónica,pitagórica, logística). Esta época seconstituiría como un paso intermediohacia la generación de la primeraforma occidentalizada de negatividadbasada en un juego de oposiciones,que surge de tratar de pensar mate-máticamente una «ausencia» que nose deja sustantivar ni en los datos nien los resultados de los problemas,sino tan sólo en el discurrir de lasoposiciones intermedias. Diofantointrodujo lo que se podría considerarcomo el concepto de negatividad enel término leîpsis («falta»-«formaausente») para los términos negativosy su opuesto hyparxis («existencia»)para los términos positivos de susecuaciones (pp. 236 y ss.).

Con este sucinto resumen se hanintentado poner de manifiesto losaspectos básicos de esta obra, que, enúltimo extremo, aspira a poner demanifiesto la diversidad existente en-tre los imaginarios sociales de cultu-ras tan diferenciadas como la china yla griega, que se plasma, incluso, enformas de conocimiento tan especiali-zadas como lo son las matemáticas.Como el propio Lizcano apunta, «a lapostre, las matemáticas hunden susraíces en los mismos magmas simbó-licos en que se alimentan los mitosque aspiraba a desplazar. Cada mate-mática echa sus raíces en los distintosimaginarios colectivos y se construyeal hilo de los conflictos que se des-atan entre los varios modos de repre-sentar-inventar esa ilusión que cadacultura llama realidad. La desmistifi-

cación de las matemáticas que ha ani-mado estas páginas niega así los nue-vos nombres del destino, al tiempoque afirma otros modos posibles derealidad» (p. 268). En último ex-tremo, la influencia de y en las mate-máticas es tal que hasta la literaturaha recogido algunos casos de la expe-riencia social de la matemática, talcomo pone de manifiesto Lizcano enun Epílogo con las obras de Musil(Las tr ibulaciones del e s tudianteTörless) y de Stendahl (Vida de HenryBrulard).

Poco resta ya por decir de una obrade este cariz e interés. Tan sólo unpar de breves apuntes. En primer lu-gar, al inicio de esta recensión se ha-cía una alusión a una interjección deDavid Bloor sobre las posibilidadesde la sociología del conocimiento yde su tratamiento de las matemáticas.Una de las posibles respuestas es, sinduda, esta obra. En segundo lugar,quizá alguien pueda preguntarse porqué meterse en problemas como los queLizcano trata con una temática tancomplicada y aparentemente ajenaa la sociología. Personalmente, creoque la respuesta ya nos la avanzóWittgenstein cuando, al preguntarsepor qué 2+2=4, concluía que su im-portancia radica en que tal enunciadono lo utilizamos como una descrip-ción, sino como una regla. El desarro-llo de esta sentencia, de alguna mane-ra, nos corresponde, y de ahí que sur-jan trabajos sobre este tema como elaquí presentado. En suma, habráquienes piensen que este libro es unarareza, otros pensarán que es dema-siado especializado y otros que es unaobra descabellada. Además de todo loanteriormente reseñado, tan sólo resta

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por decirse que éste es un trabajoinesperado dentro de nuestro panora-ma sociológico y que, entre otrasmuchas cosas, viene a demostrar lacapacidad y potencialidad de la socio-

logía (en este caso, del conocimiento)en un momento de supuesta crisis yagonía intelectual.

J. Rubén BLANCO

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JAVIER DE LUCAS

El desafío de las fronteras.Derechos humanos y xenofobia frente a una sociedad plural

(Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1994)

El libro que presentamos está escri-to por Javier de Lucas, catedrático defilosofía del derecho y director delDepartamento de Filosofía del Dere-cho, Moral y Política de la Univer-sidad de Valencia. Desde 1990 dirigeel grupo de estudios sobre Inmi-gración, Racismo y Minorías, encar-gado de coordinar los doce informesnacionales de los países miembros dela Comunidad Europea durante 1994y de realizar, para la Comisión Euro-pea, el informe sobre medidas jurídi-cas contra el racismo y la xenofobiacorrespondiente a España. El libro deJavier de Lucas muestra alguna de lasclaves para poder entender las políti-cas restrictivas que están tomando lamayoría de los países de la UniónEuropea (incluida España) respecto alos inmigrantes, así como de otros te-mas que no me detendré en esta brevereseña (por ejemplo, los derechoshumanos y el pluralismo cultural).

Con estupor y rabia recibo la últi-ma resolución que han tomado losministros de Justicia e Interior de losDoce: la Unión Europea antes de1996 cerrará las puertas a los trabaja-

dores procedentes de terceros paísesen busca de un empleo estable. La re-solución supone un giro de 180 gra-dos en las políticas seguidas por losEstados más ricos en los que la apela-ción a la mano de obra extranjera pa-ra trabajos particularmente sacrifica-dos ha sido una práctica habitual. Enconsecuencia, los países de la UE secomprometerán a aplicar la denomi-nada preferencia comunitaria parasatisfacer la cobertura de empleos quelos diferentes sistemas productivosnacionales puedan generar, si bien lospaíses de la EFTA quedarán homolo-gados a los comunitarios, en virtudde los derechos que les son reconoci-dos por el Tratado sobre el EspacioEconómico Europeo (EEE).

¿Por qué esta discriminación hacialos inmigrantes que huyen de la mise-ria y el hambre?

El Consejo de la UE, aun recono-ciendo la contribución de los trabaja-dores emigrantes al desarrollo econó-mico de sus respectivos países de aco-gida, constata que actualmente nin-gún país miembro lleva a cabo unapolítica de inmigración y que, por

motivos sociales y económicos, todoshan restringido la posibilidad de unainmigración legal duradera.

Estas son las respuestas oficiales,que distan de ser reales; por el contra-rio, son interesadas y egoístas por loque vamos a exponer. Desde un prin-cipio, el autor reconoce que no pode-mos negar la existencia de un progre-so real en los derechos humanos. Almenos, la expresión histórica de laidea de justicia tiene una aceptacióncasi universal. La necesidad del respe-to a los derechos humanos se ha tras-ladado al orden internacional. Así sedemuestra en la orientación de ladiplomacia practicada, no sólo porlos EE.UU., sino también por laUnión Europea (a pesar de todas lassombras, como demuestra el conflictode la ex Yugoslavia).

Pero uno de los desafíos que van aafectar al cumplimiento de los dere-chos humanos es el círculo de lamiseria. Me refiero concretamente alque divide el Norte del Sur. Los da-tos, pese a ser conocidos y repetidos,no dejan de tener un dramatismocruel: 40.000 niños mueren de ham-bre todos los días a un ritmo que, deseguir así , en el año 2000 habrásupuesto la muerte de 200 millonesde personas; todos los años muerencasi 13 millones de niños antes decumplir los cinco años de edad; laFAO, en el informe correspondiente asu Conferencia anual de 1993, hadestacado cómo los 47 países menosdesarrollados registraron un descensoeconómico espectacular en este año,con una caída de la producción agrí-cola que en Africa superaba el 6 por100. El Sur se hace más pobre cadavez, lo que significa que las necesida-

des básicas estarán paulatinamentemenos satisfechas en esos países, querepresentan la abrumadora mayoríade la población del planeta.

«De ese modo, la sentencia parados terceras partes de los aproximada-mente 550.000 seres humanos quenacerán en países pobres durante unasemana cualquiera —la próxima, porejemplo— es la miseria: apenas con-tarán con una renta equivalente acien pesetas diarias, no encontrarántrabajo y tres de cada cinco permane-cerán en el más absoluto analfabetis-mo» (pp. 26-27). Por otra parte, losderechos de los ciudadanos que hansalido o pretenden salir de esos paíseshacia Occidente se ven acosados porotros riesgos no menos importantes:ante todo, Europa se repliega y así sedesvirtúan mecanismos como el refu-gio o el asilo —la última esperanza delos desesperados—. Como he reseña-do anteriormente, la última resolu-ción de la Unión Europea ha sido lade imposibilitar la contratación detrabajadores de terceros países. Comoqueda demostrado, la actitud deEuropa es la de estrechar el embudoque permita entrar a los inmigrantesen el paraíso de los derechos.

Pero esto no acaba ahí; quienesconsiguen acceder de modo establehan de hacer frente a una oleada dexenofobia y racismo, de discrimina-ción y recorte en los derechos de losextranjeros —especialmente los inmi-grantes extracomunitarios—. Lainternacionalización de los derechoshumanos aún no ha superado la últi-ma barrera para la universalidad: la quetodavía distingue, a la hora de los dere-chos, entre los nacionales y los extran-jeros. Hay una limitación de la concep-

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ción de los derechos humanos, ligada ala distinción entre hombre y ciudadanoen la medida en que está vinculada almodelo de Estado Nacional.

Por una parte, los derechos huma-nos serían aplicables tanto al hombrecomo al ciudadano; en cambio, losderechos fundamentales que no sonuniversales se reservarían al que reúnela condición de ciudadano. A travésde esta distinción se está favoreciendola institucionalización de la exclusión:«¿Acaso no es cierto que para estable-cer los derechos que les son propios alos hombres de una civilización (...)han de quedar al margen de estosderechos los no ciudadanos, es decir,otros hombres? (...) se puede ser máso menos hombre en la medida en quese es más o menos ciudadano y quienno es ciudadano no es un hombrecompleto. Entre el hombre y el ciu-dadano existe una cicatriz: el extran-jero. ¿Es un hombre completo si no esciudadano? Si no goza de los derechosde ciudadanía, ¿tiene los derechos delhombre? Si conscientemente se con-ceden a los extranjeros todos los dere-chos del ciudadano» (p. 119). Inclu-so, como afirma Javier de Lucas, lasdefiniciones de extranjero son básica-mente negativas: extranjero es quienno es ciudadano, quien no es miem-bro de la comunidad nacional (o su-pranacional, como sucede en el ar-tículo 1 del Convenio de Schengen:el extranjero hoy, en la Unión Euro-pea, es el no comunitario).

Estoy de acuerdo con el autor cuan-do hace la siguiente propuesta parasuperar la dicotomía entre hombre yciudadano: «De ahí que tengamos quehablar, aunque sea como idea regulati-va (o sencillamente, como utopía), de

la dimensión cosmopolita de la ciu-dadanía social» (p. 139). El objetivohoy de la Unión Europea parece serconseguir la estabilidad social de lapoblación extranjera y alcanzar unaestricta adecuación entre las admisio-nes de inmigrantes y la coyunturasociolaboral de cada momento, me-diante la aplicación de criterios res-tr ictivos. Esta es la «f i losofía deSchengen». De todas maneras, elConvenio de Schengen ha recibidocríticas como la que representa laResolución del Parlamento Europeo,de 14 de junio de 1990, respecto altratamiento del derecho de asilo y delestatuto de refugiado. Incluso elConsejo de Estado holandés (por pri-mera vez) formuló un informe negati-vo sobre un pacto internacional suscri-to ya por su gobierno, precisamenterespecto al acuerdo de Schengen, porconsiderar que el texto está en contra-dicción con los acuerdos internaciona-les sobre refugiados. Las políticas res-trictivas, como la que llama Javier deLucas (p. 156) el mensaje de «emer-gencia social», que consiste en propo-ner que la presencia de extranjerosquede equiparada a otras «alarmas» opatologías, como la criminalidad o ladroga; y de forma que, por ejemplo, elracismo aparezca como un subproduc-to «con cierto fundamento». En elfondo, se nos dice, se trata de actuarante un estado de conciencia socialque todavía se mueve en el ámbito dela preocupación, pero bordea el recha-zo y la pulsión xenófoba y racista. Porconsiguiente, y aquí está la falacia,hay que eliminar los factores de ries-go: no se debe acoger a más de los quese puede integrar para mantener elmodelo de una sociedad tolerante

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ante la diferencia y rechazar a quienesutilizan fraudulentamente institucio-nes como el asilo. Más adelante mereferiré al problema de los refugiadosy de los asilados, pero ahora voy a tra-tar el caso español (siguiendo a Javierde Lucas) y empiezo haciéndome lasiguiente pregunta: ¿por qué el incre-mento del endurecimiento de las polí-ticas restrictivas respecto a la inmigra-ción, al refugio y al asilo, y el recortede los derechos?

¿Se trata de la consecuencia de lacrisis económica, que nos impide sersolidarios no ya con los más lejanos,sino con quienes pretenden entrar ennuestro país? ¿Hemos alcanzado ya ellímite de la capacidad de acogida ycon estas precauciones en realidad sepone coto a nuevos brotes de xenofo-bia y racismo y se practica la únicasolidaridad «posible»? (p. 161).

Los datos nos muestran lo falaz deciertas «amenazas» que nos quierenpresentar para justificar políticas res-trictivas ante los inmigrantes. Losextranjeros extracomunitarios ennuestro país representan, en este mo-mento (1993), menos del 0,7 por 100de la población activa. Si se compa-ran estos datos con Francia, Alemaniao Italia, resultan casi ridículos. Espa-ña todavía está en la primera fasecomo país receptor de inmigración.En lo que sí estamos homologados esen la existencia de un porcentaje deinmigración clandestina o irregular.La situación de esta población es dra-mática; estudios llevados a cabo porCáritas en España demuestran cómoun 10 por 100 de los niños en edadescolar, hijos de inmigrantes delTercer Mundo, no está escolarizado;más del 80 por 100 de los trabajado-

res extranjeros por cuenta ajena perci-be un sueldo por debajo del salariomedio español, ingresos inferiores a50.000 pesetas. Dentro de este colec-tivo de inmigrantes del Tercer Mun-do, el 35 por 100 se encontraría ensituación de «extrema pobreza» y el50 por 100 serían «pobres» (rentainferior a la media).

«El problema con los derechos delos extranjeros es que no sólo sonobjeto de exclusión, sino que sufren,aún más que lo sufrieron las clasestrabajadoras, un proceso de crecientevulnerabilidad. Esta situación nomejora, precisamente, porque estánsometidos no a un sistema de garan-tías atribuido a los órganos jurisdic-cionales ordinarios, sino al poder eje-cutivo, a la administración y a la poli-cía. El poder de la administraciónpara apreciar, interpretar y modificarmediante reglamentos y decretos lalegislación vigente, conduce a que elderecho de los extranjeros sea, en pa-labras de Loschak, un “derecho conrecortes”» (p. 178).

Por último, me voy a referir al pro-blema del refugio y asilo. Empezaréhaciendo una descripción sobre lasituación de los refugiados. En 1970,el Alto Comisionado de NacionesUnidas para los Refugiados (ACNUR)calculaba el número de refugiados en2,5 millones; en 1980 había alcanza-do los 8 millones, y hoy, en 1994, secalcula en unos 20 millones (19,7), aun ritmo de incremento de casi10.000 al día. Hay también otro datoimportante; en esta década se produ-ce una inversión respecto a la proce-dencia de esas demandas: si antes losoriginarios de países del TercerMundo suponían el 35 por 100, hoy

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superan el 75 por 100. Y otro datoque nos hace pensar: del total de lassolicitudes de refugio o asilo, más del80 por 100 se encuentra en países delTercer Mundo, mientras que los querecibe Europa no suponen más del5,5 por 100 del total. Según datos delACNUR de 1992, Irán cuenta con4.151.700 (procedentes de Irak yAfganistán), Pakistán con 1.629.000(en su mayoría de origen afgano),Malawi con 1.058.500 (mozambi-queños) y Sudán casi 800.000 (proce-den de Somalia y Etiopía). El primerpaís occidental es Alemania, con1.111.800; Francia, con 212.900;Suecia, con 189.000; Suiza, con136.800, y e l Reino Unido, con112.000. Por tanto, el problema delos refugiados y asilados es un proble-ma que afecta sobre todo al TercerMundo. Resulta paradójico cómo elderecho de asilo no tiene como titulara los individuos, no es un derechosubjetivo, sino un derecho propio delEstado ante el que se solicita, que loejerce discrecionalmente dentro deunos límites que derivan del propioDerecho Internacional. Algo seme-jante ocurre con el concepto o estatu-to de refugiado (p. 215). En 1993, enEspaña, siguiendo la línea trazada porAlemania y Francia, el Congreso delos Diputados somete a trámite elproyecto de ley enviado por el Go-bierno para modificar el marco legalanterior. La justificación para hacereste cambio es la necesidad de evitarel uso fraudulento del asilo por partede quienes son inmigrantes econó-micos. Es claro que esta ley represen-ta un atraso. «En cualquier caso, ladesaparición del derecho de asilo nopuede dejar de tener consecuencias

negativas y el problema radicará,sobre todo, en la ausencia de garantí-as efectivas —hablando de derechos,no hay garantía efectiva si no se pro-porciona la tutela efectiva, y eso exigela presencia de la instancia jurisdic-cional en la tramitación de urgencia ala hora de examinar la solicitud derefugio y, sobre todo, en caso dedenegación de la misma...—. Todoello resulta más difícil de entender siatendemos a las cifras desnudas: en elaño 1992 se formularon 7.357 solici-tudes de asilo, de las que sólo seadmitió el 4 por 100» (p. 225).

Surge otra cuestión que Javier deLucas plantea de una manera clara ycontundente: ¿son tan diversas lasnecesidades de quien emigra porhambre o por problemas políticos co-mo para justificar consecuencias tandiferentes? Así podríamos seguir pro-fundizando en la temática de estelibro; antes de terminar recomiendovivamente la lectura del libro de Ja-vier de Lucas.

Quisiera terminar transcribiendouna cita de Platón (Las leyes) queviene en el libro de Javier: «Respectoa los extranjeros, conviene arraigar enel alma que las relaciones con ellostienen un carácter particularmentesagrado, porque todas las faltas come-tidas por los extranjeros y contraellos, mucho más que aquellas que secometen entre ciudadanos, tienenuna estrecha dependencia con un diosvengador. En efecto, el extranjero,aislado como está, sin compañeros niparientes, inspira más piedad a loshombres y a los dioses y de ahí quequien puede vengarlo ponga másempeño en su ayuda y quien puedehacerlo de forma eminente, en cual-

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quier ocasión, es el genio o dios delos extranjeros, que forma parte de lacorte de Zeus Hospitalario. Por tanto,es necesario que todo hombre, porpoco prudente que sea, ponga mucho

cuidado en no cometer falta algunacontra los extranjeros a lo largo de suvida» (p. 177).

Alberto GUTIÉRREZ MARTÍNEZ

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PHILIPPE LEJEUNE

El pacto autobiográfico y otros estudios(Madrid, Megazul Endymion, 1994)

La vasta producción bibliográficasobre la teoría autobiográfica con laque, a comienzos de los setenta, ini-ció su andadura Philippe Lejeunequeda recogida en la selección de tex-tos hecha por Angel G. Lourerio bajoel título El pacto autobiográfico y otrosestudios. La compilación de los textos,lejos de ser una arbitraria y deshilva-nada elección, se rige por los criteriosde coherencia discursiva teórica, clari-dad y complementariedad. La obra,incluida en la colección «La Autobio-grafía», supone un aporte teórico-metodológico importante, ya quedesde mediados de los setenta asisti-mos, en España, a una explosiónautobiográfica antes no conocida. EnFrancia, la tradición se remonta mu-cho más atrás, como lo ponen de ma-nifiesto colecciones como «Terra Hu-maine», englobando relatos de vida ynovelas autobiográficas basados en larecogida de datos orales y escritos porequipos de sociólogos, historiadores,psicólogos sociales, lingüistas, etc. Lainiciativa de seleccionar textos delautor y publicarlos en un mismo vo-lumen también ha sido seguida enEE.UU. bajo la dirección de Paul J.

Eakin, autor de la introducción dellibro que comentamos. La sistemati-zación de la teoría del género auto-biográfico, la consideración de lamisma como objeto de investigacióncientífico-social y las confidencias deLejeune, descubriéndose investigadory autobiógrafo al mismo tiempo («heelegido trabajar, como universitario,sobre la autobiografía, porque deforma paralela quería trabajar en mipropia autobiografía», p. 142), intro-ducen, por parte de Paul J. Eakin, allector en páginas en las que tendráque interrogar a la Historia (condi-ciones), a los interlocutores (elemen-tos) y a la producción literaria (texto)para asistir a la creación y funciona-miento del género autobiográfico.

Las tres partes que estructuran laobra: la poética, la crítica y la histo-ria, son el desarrollo paso a paso deuna reflexión teórica que, partiendode la definición de pacto autobiográfi-co, nos proporciona los elementospara reconstruir el proceso de crea-ción y funcionamiento de los génerosentendidos como «fenómenos históri-cos complejos que sólo existen en elsistema» (cit., p. 296). En las condi-

ciones de producción y reproduccióndel género literario involucradas en sunacimiento cobran especial relevancialos «horizontes de espera». Términoaportado por Jauss que le sirve alautor para ir haciendo la historia de laliteratura tradicional, analizando cuá-les son los horizontes establecidos omodificados en ese momento y asípoder «ir estableciendo poco a pocomodelos de funcionamiento de laliteratura como sistema» (cit., p. 309).Los horizontes de espera, entendidoscomo la clasificación y normalización(incorporación) por parte del públicoy de los críticos de lo que se recibe enbase a lo ya establecido anteriormen-te, integran el contenido y la formade los modelos, así como el alcancesocial de los mismos. Los modos delectura que origina la recepción de lostextos, las críticas y las creencias queformalizan un género dentro de unamplio campo literario, y el objetivode establecer leyes de funcionamientode los sistemas literarios, son los dosejes centrales de su metodología deinvestigación. La introducción dellector como agente que propicia yparticipa, con su lectura crítica y sudemanda, en y del pacto autobiográfi-co, lleva al autor a un acercamiento aldiscurso autobiográfico desde su na-turaleza sociológica. Se trata no sola-mente de analizar el texto o de haceruna fenomenología y ontogénesis deldiscurso, sino de incorporar el con-texto como elemento indispensableen la producción y funcionamientodel género. Las críticas de ser dema-siado formalista e idealista al preten-der establecer «leyes de funciona-miento» de los sistemas literariospierden su fuerza si entendemos que

estas leyes son extraídas del análisissocial del momento y encuadradasdentro de la relatividad y variabilidadhistórica propia del desarrollo cultu-ral. La rigurosidad analítica de su teo-ría le lleva a sistematizarla en «leyes»o modos de funcionamiento que, sinpretensiones universalistas ni explica-ciones totalitarias, den cuenta de lapragmática literaria desde la discipli-na sociológica y el estudio de la ideo-logía. En definitiva, con el términode «pacto autobiográfico», considera-do como un sistema socialmenteconstruido (y en el que, como tal sis-tema, se pueden analizar los elemen-tos y su funcionamiento), lo quebusca es «simplemente aclarar y des-cribir las posiciones y creencias nece-sarias para el funcionamiento de estesistema» (cit., p. 141) y no explica-ciones causalistas, idealistas o forma-listas. El diálogo que entabla con losque lo critican, las reflexiones sobresu teoría y su método, así como losconceptos sobre los que ha venidotrabajando, son revisados en el capí-tulo tercero («El pacto autobiográficobis»), en el que invita al lector a que,a la luz de las reflexiones críticas, ini-cie una nueva lectura con los concep-tos aportados y ponga en práctica lavigilancia epistemológica necesariapara su comprensión.

La historia de la vida individual yde su personalidad plasmada en laautobiografía que una persona realhace, no es la historia de un «yo» tras-cendental e intemporal, sino que esuna historia de vida construida y de-terminada culturalmente. El discursoautobiográfico del yo es un discursoestructurado por la clase social, loscódigos y las convenciones del len-

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guaje; quienes escriben no son indivi-duos autónomos que actuaran cual side mónadas aisladas se tratara, sonconstruidos y construyen la realidadde la que participan. Las instanciasdel yo se expresan en el léxico y en laenunciación a través de juegos grama-ticales en los que los distintos puntosde vista sobre la persona se ponen enmanos de un tercero con el que seestablece un diálogo ficticio o se leconvierte en testigo, desdoblándose,distanciándose el yo para ser el otrosocial. En el segundo capítulo, «Laautobiografía en tercera persona»,analiza los mecanismos disponiblespara hablar de uno mismo pensándo-se como otro en un tercero. En«Autobiografía, novela y nombre pro-pio» (cap. 4.º), apoyado en las obrasde Leiris y Sartre, va un poco más alláen el análisis de quién es ese yo queescribe y que es escrito, desde dóndelo hace y cómo se (le) reconoce suindividualidad (los principios inter-pretativos con los que, a través delhabitus como sistema de disposicio-nes incorporadas, el individuo valora,percibe y actúa y le s irven pararepresentarse ese mundo con el que seinterrelaciona —retomando la teoríadel sentido práctico de Bourdieu—).Según Lejeune, las obras de Sartre yLeiris contribuyen a la formalizaciónde la autobiografía porque, además deversionarse (ellos en la historia devida) originalmente desde la inven-ción de nuevas estructuras de relato,aportan innovando otras técnicasautobiográficas que parten de mode-los de explicación y descripción delhombre desde la antropología.

En los capítulos 5.º y 6.º pone enpráctica el análisis teórico y la crítica

autobiográfica, trabajando la estruc-tura y la semántica de Les Mots, deSartre, y los relatos de infancia. Losdistintos órdenes (cronológico, lógi-co, temático, dialéctico) de la compo-sición, la dialéctica y la temporalidad,unido a la densidad del relato, son losejes centrales en la obra de Sartre.Lejeune se detiene en ella por la «fun-ción revolucionaria» de la misma. Elinvestigador, su método y su objetode estudio son hijos de la mismasociedad que analiza; por ello se hacenecesaria una labor dialéctica de revi-sión y análisis, intentando desmarcar-se de la ideología contemporáneapara comprender mejor su funciona-miento e incorporarla al análisis, cri-ticarse uno mismo y su tarea. Esto eslo que se hizo en Les Mots, aun noreconociéndose hasta ahora esta revo-lucionaria técnica autobiográfica. Enlos relatos de infancia pone de mani-fiesto cómo los juegos semánticos(ironías), los intercambios entre lavoz del narrador y del personaje (esti-los directo e indirecto) y las figurasliterarias son artificios que usa el na-rrador para crear efectos de variedad,verosimilitud, intensidad, coherenciay soltura. Lejeune pone aquí, sobre eltapete, los límites a los que se enfren-ta esta técnica y los efectos contrariosque a veces logran. La confusión y lano identificación de los personajespresentan un relato enrevesado en elque esa «voz fabricada» es más forzadaque natural; los juegos retrospectivos,con el tiempo, lejos de introducirdinamicidad en el relato, nos llevan ala imprevisibilidad e inestabilidad, aun caos secuencial que supera al lector.

La tercera parte, «Autobiografía,historia y cultura popular», es la que

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más interesante puede resultar para lacomunidad de sociólogos, antropólo-gos e historiadores. Partiendo de lapremisa que defiende en toda suobra, esto es, los géneros entendidoscomo fenómenos históricos comple-jos que no tienen una existencia autó-noma en sí, sino que existen en y porel sistema en el que funcionan, la his-toria literaria se entenderá «en el sen-tido de la evolución de la literaturaen tanto que sistema» (p. 279). Elpapel del género autobiográfico, enun contexto social estudiado a la luzdel sistema literario en su conjunto,nace con algunas pretensiones iluso-rias en abstracto que hay que contex-tualizar en cada momento. Los térmi-nos del contrato —identidad, autor,narrador, personaje y sinceridad—crean la ilusión de comunicación depersona a persona con aspiraciones deeternidad. El interlocutor varía con eltiempo y, con él, las condiciones decreación de la obra; toda lectura hade hacerse reconstruyendo las dimen-siones sociotemporales dentro delmarco histórico literario, integrandoa su vez los análisis de forma y conte-nido de la misma, evitando —enpalabras del autor— las trampas delidealismo intemporal y las del socio-logismo puro.

El capítulo octavo («La autobiogra-fía de los que no escriben») es una delas mejores aportaciones al tema.Haciendo un análisis fenomenológicode la situación de entrevista comomedio para escribir «autobiografías»,plantea la discusión en términos noya del protagonismo de «quién» es elautor, sino del «qué» es un autor. Delmismo modo, introduce la idea depersona construida en una autobio-

grafía, el cambio en el mito del YOoccidental, puesto ahora en boca delos «sin voz», y de las relaciones depoder que se establecen en la entre-vista. Las biografías y autobiografíaseran efecto y representación de laideología burguesa de la época, ser-vían para legitimar una posición y unmodelo de sociedad. Las verdaderashistorias dignas de ser contadas eransólo las de los héroes de la nobleza ypersonajes excelsos del mundo de lasartes y de la cultura burguesa. Con laaparición de los relatos de vida decampesinos, artesanos, obreros, a par-tir de Los hijos de Sánchez (1963), deOscar Lewis, la tendencia autobiográ-fica cambió de rumbo. Otras clasessociales tuvieron la oportunidad deexpresarse aun «no teniendo nada quecontar»; la explosión autobiográficade este tipo que surgió en Francia enlos años setenta vino de la mano deuna serie de cambios políticos y so-ciales que conmocionaron la ideolo-gía social. Los investigadores socialesquerían dar cuenta de todo ello ce-diendo la palabra a los más afectadosy separados del sistema. Por tanto,una revisión de cómo se construyó lahistoria social de este discurso obrero,campesino, artesano, no puede desli-garse de la ideología e historia en laque nace. Por otra parte, la «autobio-grafía compartida» entre quien escri-be el relato y quien lo cuenta fluye enunas relaciones de poder entre entre-vistador y entrevistado; no sólo sondistintas personas, sino posicionesdesde las que parten; el narrador tie-nen que vérselas ante un público quepreviamente ha pactado la veracidadde lo contado, identifica al personajecon el autor aunque no sean de su

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puño y letra, tiene que producir untexto legible y vendible que respondaa las expectativas del lector. El entre-vistador dirige la entrevista, recogelos datos, los sistematiza y los presen-ta en un trabajo elaborado que es laautobiografía; el protagonista tieneque confiar en él para que se establez-ca una comunicación fluida, unaempatía entre ambos, una metamor-fosis del yo en el que escucha, comosi se operara una transferencia en elinvestigador. Es este papel terapéuti-co, liberador, de la entrevista que des-emboca en una conexión comunicati-va sin dirección del entrevistador, elpunto culmen deseable para la fluidezy éxito de la misma. Al otro lado, seenfrenta el investigador a una dialéc-tica constante, a una búsqueda delequilibrio entre su papel como entre-vistador —exterior al libro— y comonarrador —interior— del mismo. Elsaber tensar acertadamente esta situa-ción garantizará resultados satisfacto-rios para uno y otro bando.

Por último, en «Enseñar a la gentea escribir su vida» hace un inventariode las ofertas de aprendizaje propues-tas por universidades, gabinetes depsicología e iglesias en países comoEE.UU. y Francia. En el mercado dela autobiografía (poco conocido ennuestro país) se ofertan guías paraaprender a escribir y manuales deautobiografías e historia familiar;

toda esta orquestación de medios,instituciones y manuales para enseñara escribir la vida y personalidad de un«yo real» forma parte de un movi-miento social en el que se trata de lla-mar la atención del individuo sobre símismo, hacer un recuento pensándo-se en cómo se ha vivido y el superarlas barreras de la escritura, dominan-do estilos, vocabularios, recreaciónpoética autobiográfica en definitiva,para así, por las propiedades terapéu-ticas del acto, los conflictos persona-les salgan a la luz y se solucionenhaciendo partícipe al lector en esteparto de un yo nuevo y conocido.

El amplio campo de investigaciónque se abre ante la comunidad cientí-fica queda de manifiesto con los inte-rrogantes que el autor va haciendo alo largo de la obra. Nos inicia en uncampo apasionante y nos pasa el relevopara contestar a todas ellas. La proliji-dad de la obra, frescura del discurso,rigurosidad analítica y reflexiones críti-cas con sus interlocutores y consigomismo hacen de este libro un deleitede lectura que, lejos de apoltronarnoscon convicciones tajantemente asenta-das, presenta provocadores mediospara «hacernos salir de la evidenciaopaca del presente» (p. 436), nos inci-ta a cuestionar métodos y teoríassociales y nos ilumina en nuestra tareacomo investigadores sociales.

Susana CASTILLO RODRÍGUEZ

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En este compendio de artículos, laEuropean Foundation for the Improve-ment of Living and Working Condi-tions hace público su esfuerzo en re-coger los datos sobre los presupuestostemporales de los ciudadanos de dis-tintos países y para diversos períodosde tiempo. E intenta demostrar lasposibilidades que ofrece disponer deun archivo multinacional de datossobre presupuestos temporales.

El primer artículo, firmado porJonathan Gershuny, viene a subrayarla relevancia de los presupuestos tem-porales en las ciencias sociales, ya quepermiten describir y planificar toda laextensión de las actividades humanas.Los presupuestos temporales se consi-guen mediante la técnica del diario detiempo, que requiere, por parte de losencuestados, mantener un diario quedescriba la secuencia exacta de las acti-vidades, indicando el inicio y el fin.

Prosigue el autor relatando una bre-ve historia de los presupuestos tempo-rales. A continuación hace referencia ala construcción de un archivo de datosmultinacionales, a su codificación y ala adecuada elección metodológica.

Para concluir, Gershuny mantieneuna interesante hipótesis sobre cómo,en el caso de los hombres, a mayorrenta per capita, menor es el tiempodedicado a trabajo remunerado. En elcaso de las mujeres, la explicación esmucho más compleja. Las mujeres delos países del Este, con una tradicio-nal alta tasa de participación en eltrabajo remunerado, le dedican me-

nos tiempo, pero en los países ricosde Europa occidental y Norteaméricase observa que, a mayor riqueza, mástiempo dedica la mujer al trabajoremunerado. Simple consecuencia dela mayor participación de la mujer enel mercado laboral, que empezó enEuropa después de la Segunda GuerraMundial.

Otras hipótesis giran en torno altrabajo doméstico, esto es, si un países más rico, menos trabajo domésticorealizarán las mujeres. Y también, simás rico es un país, más trabajodoméstico realizarán los hombres.

El artículo de Susan Lingsom estárelacionado con los cambios recientesen el comportamiento de los distintosgrupos de edad en países comoDinamarca, EE.UU., Noruega, Cana-dá y Reino Unido. Para ello, elige losgrupos de entre 20-29 años, 40-49años y 60-64 años, grupos que repre-sentan etapas de transición en el rollaboral y en el rol familiar.

Comparando los cambios produci-dos en los distintos grupos de edad sepuede aprehender la compleja rela-ción entre edad y cambio social. Así,distingue entre dos tipos de cambioen el uso del tiempo. Por un lado, loscambios causados por los cambiosproducidos en la composición de lapoblación respecto al status de em-pleo, familiar, etc., y que llama cam-bio estructural. Y, por otro lado, elcambio causado por nuevos modelosde comportamiento, y que l lamacambio comportamental.

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WENDY O’CONGHAILE y EBERHARD KÖHLER (eds.)The Changing Use of Time

(Luxembourg, Office for Official Publications of the European Communities,1991)

Para llegar a esta descomposición,se efectúa el siguiente procedimiento.Se estandarizan las muestras respectoa su composición estructural y se cal-culan los nuevos promedios del usodel tiempo, teniendo en cuenta quelas tasas de empleo y la composiciónfamiliar son las mismas en el segundoestudio que en el primero. Compa-rando los cambios observados y loscambios que resultan después de laestandarización de la composiciónestructural de las muestras, se puedeestimar cómo de grande es el efectotanto de los cambios estructuralescomo comportamentales que se hanproducido en el uso del tiempo.

Para el grupo entre 20 y 29 años,los hombres aplazan la entrada en elmercado de trabajo, disminuyendo eltiempo empleado en el trabajo remu-nerado. Las mujeres, por el contrario,incrementan el tiempo pasado en eltrabajo remunerado. En gran medida,esto es el resultado del crecimiento delos DINKS (Dual Income, No Kids)en algunos países. En cuanto al traba-jo doméstico, los hombres tienden ausar más tiempo, a diferencia de lamujer, que utiliza menos. El tiempolibre de los hombres desciende paraDinamarca y e l Reino Unido yaumenta para el resto de los países.Para las mujeres, el t iempo libreaumenta en todos los países menospara Dinamarca, que desciende lige-ramente.

Para el grupo de edad comprendidoentre 40 y 49 años, decrece el trabajoremunerado para los hombres enDinamarca, Canadá y Reino Unido.Para las mujeres, el trabajo remunera-do aumenta excepto para EE.UU. yReino Unido. El tiempo de trabajo

doméstico de las mujeres decae paraDinamarca, Canadá y Noruega. Paralos hombres, el trabajo domésticocrece en Dinamarca y en el ReinoUnido.

En el grupo de entre 60 y 64 años,el tiempo dedicado al trabajo remu-nerado decrece para los hombres enlos cinco países. Para las mujeres,decrece el trabajo remunerado sólo enEE.UU. En cuanto al tiempo emplea-do en el trabajo doméstico, se haincrementado para los hombres en lospaíses donde el tiempo de trabajoremunerado ha decrecido. SiendoCanadá una excepción, ya que el tra-bajo doméstico no se incrementa apesar del declive sufrido en el trabajoremunerado.

Concluye la autora afirmando quelas diferencias de género en el trabajodoméstico decrecen en Dinamarca,EE.UU. y Reino Unido, y siguenestables en Canadá y Noruega.

El artículo de Andrew S. Harveytrata del uso del tiempo de las perso-nas en paro. Pasa revista a las princi-pales aportaciones que se han produ-cido en los últimos años, como con-secuencia del amplio y crecientenúmero de estudios sobre el cambian-te uso del tiempo a nivel nacional yentre distintos países. De las investi-gaciones que él mismo realiza, resultacierto declive general en el trabajoremunerado para los hombres y en eltrabajo doméstico para las mujeres.Esto ha ocurrido al mismo tiempoque se produce un incremento en eltrabajo remunerado de las mujeresy en el trabajo doméstico de loshombres.

Descubre igualmente que, para losdesempleados, el trabajo doméstico

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ha decaído unos treinta minutos pordécada. El tiempo para la educación,así como el ocio, se han incrementa-do; sin embargo, el tiempo dedicadoa la comida se ha reducido.

Con la utilización del Análisis deClasificación Múltiple, controla losefectos de las distintas variables si-multáneamente, de forma que em-pleo, sexo y status familiar surgencomo variables que juegan un impor-tante papel en la configuración de laasignación temporal. También el díade la semana en que se mantiene eldiario es una importante variableinterviniente.

En su artículo, John P. Robinsondestaca el tiempo como un importan-te indicador del bienestar de la gente,que utiliza para llevar a cabo un aná-lisis comparativo entre siete paísesindustriales durante el período 1961-1985. Para realizar la comparacióncuida meticulosamente las posiblesdiferencias metodológicas que se pue-den producir entre los distintos estu-dios, destacando la idoneidad de losdiarios de tiempo.

Los resultados a los que llega mues-tran, por lo general, que los hombresdisponen de más tiempo libre que lasmujeres. Destaca también la relacióncurvilineal que existe entre edad ytiempo libre. Predominando el ver latelevisión. En algunos países, el incre-mento del tiempo libre ha sido arran-cado al tiempo de las comidas o altiempo de dormir. Pero estas ganan-cias en tiempo libre no se distribuyenhomogéneamente entre los días deentre semana, sábados y domingos.

El artículo de Jonathan Gershuny yJohn P. Robinson trata de la clásicadivisión del trabajo en el hogar, desde

una perspectiva multinacional. Sepasa revista a las explicaciones nor-mativa y tecnológica de por qué lasmujeres dedican tanto tiempo al tra-bajo doméstico. Y se formulan algu-nas consideraciones sobre la validezdel diario tiempo como instrumentode recogida de los datos para los pre-supuestos temporales.

Para profundizar en el análisis, seutiliza igualmente el cambio estructu-ral y el cambio comportamental. Detodo ello surge un claro modelo en elque las mujeres emplean menos tiem-po en el trabajo doméstico, mientrasque los hombres usan más tiempo,aunque el tiempo absoluto del trabajodoméstico del hombre queda bienpor debajo del de las mujeres.

Realizar un trabajo remunerado ycuidar de un hijo tienen un efectosustancial en la asignación de tiempoal trabajo doméstico. La educación yotros factores de clase social tienenun efecto menor.

El artículo de Caroline Roy subra-ya el interés que ha surgido en ciertonúmero de países por las encuestas depresupuestos temporales, instrumentoprivilegiado para una primera aproxi-mación de la producción de los hoga-res. El resultado de las investigacionesrealizadas sobre las encuestas de 1975y 1985 de Francia permite afirmarque se dispone de más tiempo libre, sededica menos tiempo al trabajo profe-sional, el trabajo doméstico y las nece-sidades fisiológicas no sufren grandescambios, y las comidas se acortan.

En cuanto al tiempo libre, el au-mento se centra especialmente en latelevisión, luego en los deportes y enfrecuentar los espectáculos y, final-mente, en los juegos.

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De todo ello podemos pronosticarque si se sabe de una persona si es unhombre o una mujer, su edad y siejerce o no una actividad profesional,se pueden prever los grandes trazos de

su empleo del tiempo. Los ingresos,la categoría social y los diplomas tie-nen una influencia secundaria sobrela organización de la vida cotidiana.

Eduardo V. RALDÚA MARTÍN

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ALAIN TOURAINE

Crítica de la modernidad(Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1993 —ed. original: Fayard, 1992—)

Otrora fuimos dobles: cuerpo yalma, razón y pasión, objeto y sujeto.Pero la modernidad sustituyó el dua-lismo de raíz cristiana por un monis-mo que ha entronizado el primerpolo de las anteriores dicotomías.Según el relato de Touraine, la sendade la racionalización conduce a lajaula de hierro y a los totalitarismosdel siglo XX. En el camino, la sensibi-lidad humana y el pensamiento socialresultan mutilados.

Esta es la historia que Tourainenarra en este libro, cuyas dos prime-ras partes, «la modernidad triunfante»y «la modernidad en crisis», constitu-yen una «historia de las ideas mora-les» de los últimos cuatro siglos. Noes tímida la empresa. Ni humilde elestilo, parco en referencias (al puntoque uno se pregunta a menudo a quépensador, escuela o polémica se refie-re el autor) y absolutamente carentede notas. La hipótesis es la siguiente:la modernidad se ha identificado conel avance de la razón, la conquista dela naturaleza y el triunfo de la ciencia,esto es, con el progreso y la moderni-zación. Asociada a la destrucción dela tradición y ligada a la seculariza-

ción, la modernidad se definió sobretodo de forma negativa, como críticaal pasado. Pero, en su camino, perdiósu dimensión creativa y liberadora,as í como su contenido posit ivo.Perdió nada menos que a su protago-nista, el sujeto. Es hora de rastrear susorígenes y de recuperarlos. Conviene,además, deshacerse de viejos esquemassociológicos —del tipo Gemeinschaft/Gesellschaft— para entender mejornuestros días. Al intento de defini-ción del sujeto y a la necesidad deentender la coexistencia de moderni-dad y tradición, universalismo y par-ticularismo, se dedica la última —y,en mi opinión, decepcionante—parte de este libro. Vamos, de mo-mento, con las dos primeras.

La modernidad no es sólo, ta lcomo la Ilustración, el historicismo,la sociología clásica y el funcionalis-mo nos han hecho creer, el avance dela razón, sino también, y paralela-mente, la del sujeto. Racionalizacióny subjetivización corren paralelasdesde el alba de los tiempos moder-nos hasta hoy. El problema es que, apartir del siglo XVIII, el sujeto se bateen retirada y el modernismo (que

Touraine considera la ideología de lamodernidad, desdeñando los esfuer-zos de autores como Bell o Berman,por ejemplo, en distinguir conceptos)deviene un antihumanismo. Tourainenarra, desde un conocimiento pro-fundo del pensamiento occidental, laprogresiva separación de las dos carasde la modernidad, de un hiato que sedecanta a favor del polo objetivante.Y, sin embargo, tal divorcio entreracionalización y subjetivización estápreñado de tensiones, iluminado pormomentos históricos y autores señe-ros que interpretaron su tiempo desdelas dos perspectivas. Es esa miradadual de la modernidad la que hay querecuperar.

A efectos de claridad, reconstruiréel hilo histórico de la modernidadtriunfante. Ello no es sencillo, pues eltexto de Touraine contiene numero-sas repeticiones y saltos en el tiempo,lo que dificulta entender cuándo ypor qué tuvo lugar el divorcio entreracionalización y subjetivación. Engeneral, se vincula modernidad y pro-greso, una concepción del mundo enla cual la Naturaleza, orden de expli-cación de los fenómenos y referentemoral abstracto, ha sustituido al uni-verso cristiano de trascendencia. Lavisión naturalista del mundo se impo-ne en un nuevo tipo de conocimiento(en el mecanicismo de Helvetius o deHobbes, en el organicismo deSpencer o Comte, en el sistemismode Parsons), de modelo de hombre(centrado en la producción, comoproclamará Marx) y de referente mo-ral. Muerto Dios, o al menos desma-yado sobre inventos racionalistas co-mo el deísmo ilustrado o el evolucio-nismo, la sociedad se transforma en

principio de explicación y evaluaciónde conductas. Este «sociologismo», alque alude una y otra vez, resulta clavepara el entierro del sujeto. El proble-ma es que Touraine no concreta có-mo tuvo lugar éste y quiénes fueronsus sepultureros.

Uno de ellos es Maquiavelo, quefunda la ciencia política haciendo delEstado el núcleo a partir del cual seamoraliza la conducta del gobernante,pero también se llena de sentido lavida del ciudadano. Touraine aludede pasada a esta duplicidad, peroobvia su complejidad. Y ello porquecree que la identificación entre hom-bre y ciudadano es una de las sendasde la modernidad objetivizadora ytotalitaria. Otra voz de este sociolo-gismo que él condena es la deRousseau, al que Touraine no sabecómo tratar. A veces es un antimoder-no: en su crítica a la desigualdad ilus-trada, en su solución comunitaria ycreadora —dice Touraine muy expre-s ivamente— del mito de la Citétransparente, de una comunidadhecha de inmediatez y unanimidad.La apuesta de Rousseau por laGemeinschaft y su desconfianza de lasociedad civil, ámbito del pluralismo,y por tanto del conflicto, hacen delginebrino un adalid del antimoder-nismo. Pero, en la página siguiente(p. 35)*, Rousseau no es un comuni-tario antimoderno, no se sabe bienpor qué. Acaso por las continuasreferencias a la Naturaleza, bien queesta idea beba más —cosa queTouraine parece no recordar— en lavirtud cristiana que en el orden new-

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* Todas las páginas se refieren a la ediciónoriginal.

toniano. Más le hubiera valido aTouraine situar a Rousseau, siempretan esquivo a las etiquetas, en esabuena tradición dualista preñada detensiones. O, al menos, destacar supapel seminal en el «giro expresivista»—siguiendo a Charles Taylor— queinaugura el descubrimiento de la sub-jetividad a través del sentimiento. Elcaso es que Touraine relaciona aRousseau con Kant, que une en suteoría del conocimiento y en su éticarazón y voluntad, ley y libertad. Enesta línea dualista reivindicada, Kantentiende la libertad pública comosumisión al orden, mientras que lalibertad privada es la obediencia auna moral autoimpuesta.

Pero volvamos al sociologismo,aliado de la modernidad objetivante.Montesquieu, que sería uno de susclaros artífices, está inexplicablemen-te ausente, mientras que aparece repe-tidamente la figura de Hobbes, cuyomecanicismo —en modo algunosociologismo— fundamenta socie-dad, Estado y moral. En realidad,atribuir —como hace Hobbes— a laconvención el origen de vínculos yvalores pone las bases de un indivi-dualismo radical que rompe con lasjerarquías tradicionales y conecta sólomuy forzadamente con esa Objeti-vidad asfixiante que Touraine denun-cia. Quizá el problema radique entrazar una línea, desde Maquiavelo ala teoría de sistemas, demasiado grue-sa, la de la sociología sin actor. SiTouraine entiende el sociologismocomo la definición del ser humanocomo una criatura exclusivamentesocial, la comprensión del bien y delmal desde criterios de utilidad públi-ca, la imagen de la sociedad como un

cuerpo y el destino de la humanidadcomo una empresa ciega, parece queel utilitarismo, el historicismo y elfuncionalismo tendrían que repartirselas culpas. Así que dejemos en paz arenacentistas e ilustrados, inocentesde desafueros teóricos posteriores.

Pero, frente a una primera moder-nidad materialista y sociologista,Touraine destaca otra, espiritualista ysubjetivista, que, aunque paralela aaquélla, ha sido postergada. Es la queencarnan figuras tan poco sociológi-cas como las de San Agustín, Lute-ro, Montaigne, Pascal o Descartes.Frente al monismo naturalista, dichatradición recoge el dualismo cristianoy lo moderniza, a través del descubri-miento y cultivo de la subjetividad.Touraine destaca la figura de Des-cartes, que reivindica la razón comocentro de conocimiento de sí y de lanaturaleza y, a la vez, constituye elcentro de un sujeto libre y responsa-ble. Lo que Touraine no dice es queel yo cartesiano, para ser libre en loprivado, necesita adherirse acrítica-mente a una moral pública o «provi-sional». Trucos de la subjetividad.

En esta preilustración dualista tam-bién brilla Locke, que constituye «lalínea burguesa de la subjetivación». Sisu psicología es naturalista, su teoríapolítica pinta un individuo que seerige en límite moral del Estado. Ladefensa de los derechos naturalesrecuerda la fundación individualistade la sociedad (por eso Locke no es«sociologista») y previene contra peli-grosas identificaciones entre actorhumano y sociedad política, ciudada-no y comunidad. Esa será la tarea dela Revolución francesa, que une aLocke con Rousseau, al burgués con

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el ciudadano, a los derechos naturalescon la soberanía popular. A partir delXVIII el sujeto se esconde. Y al calorde la revolución industrial irrumpe elhistoricismo.

El siglo XIX es la época de las gran-des épicas. La modernidad se identifi-ca con el triunfo de la razón en la his-toria. Los actores se subsumen enfuerzas naturales anónimas o devie-nen seres públicos desprovistos desubjetividad. Para Hegel, el sujetohabla por boca del Estado y del ciu-dadano; para Marx, se oscurece en eldevenir del capital ismo, y paraComte, desaparece en el avance delpositivismo. Frente al canto histori-cista de la modernidad se alzan vocesaisladas, como la de Tocqueville, crí-tico tanto de la revolución como desu natural continuación, la democra-cia, horizonte preñado de ambiva-lencias.

La segunda parte del libro quecomentamos, «la modernidad en cri-sis», continúa la fuerza y la brillantezexpositiva de la sección anterior. Es elturno del canto del cisne de la mo-dernidad. Touraine destaca dos líneasfrontales de ataque, la crítica al indi-viduo y la crítica a la razón. La pri-mera dinamita el corazón alrededordel cual se articula el racionalismooccidental. El cogito cartesiano, elfuero interno luterano o el individuolockeano se sustituyen por la irrup-ción del Deseo, noción que nuclearála postmodernidad. Nietzsche rechazauna modernidad identificada a lamoral burguesa y a la integraciónsocial. Por su parte, Freud disuelve lacontinuidad entre individuo y socie-dad en la que se asentaba la Ilustra-ción. Para empezar, el individuo care-

ce de interioridad compacta alguna,tensada por fuerzas contradictoriasque el yo controla sólo en parte. Ladisolución de una interioridad autó-noma se acompaña tanto de una vi-sión pesimista de la naturaleza huma-na —o lo que queda de ella— querompe definitivamente con el opti-mismo antropológico ilustrado, comode una consideración de la sociedadcomo conjunto de instituciones queesconden relaciones de dominación.

El segundo dardo que el siglo XIX

lanza contra la modernidad se dirige ala idea de razón. El período clásico dela sociología expresa el desencanto delprogreso y rompe con el optimismode las Luces. Frente a la muy poste-rior vulgata funcionalista, la sociolo-gía nace pesimista, dice Touraine.Influidos por el pensamiento irracio-nalista germano, Durkheim, Simmel,Weber o Pareto señalan la doble natu-raleza del hombre, tensado entre larazón y el recién descubierto deseo.Diríase que tal dualismo continúa encierta medida aquel pensamientopreilustrado que permitía ahondar eldesarrollo de la subjetividad. PeroTouraine no entronca a los padresfundadores con su querida tradicióndualista. Sin embargo, en la obra deaquéllos coexiste la herencia ilustrada,racional y objetivante con el malestarante la modernidad historicista yorgánica que estudian. Será que hayque defender la hipótesis de la larganoche del sujeto. Lo que Tourainedestaca es que el reconocimiento de ladoble faz del hombre, razón y sinra-zón, impide a la sociología clásicapensar en una correspondencia per-fecta entre motivaciones individualese instituciones sociales. La alienación,

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la anomia, la tragedia de la cultura, lajaula de hierro o los residuos siempreacechan.

Si en el período de la vuelta desiglo y la teorización de la Gesellschaftel sujeto apenas asoma, donde verda-deramente yace sepultado es en lainterpretación que de la modernidadhace la Escuela de Frankfurt, a la queTouraine vapulea s in piedad. Lasociedad moderna es la encarnaciónde la razón instrumental, que toma laforma de la industria, la técnica y lacultura de masas. Perdido el optimis-mo del marxismo, el actor socialdesaparece tras una cultura alienantey una técnica potencialmente totalita-ria. En realidad, la crítica global delos frankfurtianos contribuye a perpe-tuar «un mundo cerrado donde elpoder se expande sin resistencia comoun gas tóxico» (p. 187). Así, la Escue-la Crítica pone un eslabón más en lainterpretación de la modernidadcomo racionalización, y su conceptomonolítico de sociedad se aproxima,en versión de izquierda, al estatismofuncionalista.

Un último representante de la críti-ca a la modernidad es Foucault, here-dero antihumanista de Nietzsche yteórico de la idea ubicua de poder.Señalando su renovada actualidad(frente a sus olvidados compañerosestructuralistas de la sociología sinactor) en el mundo académico anglo-sajón, Touraine destaca la honestidadteórica del último Foucault, que seenfrentó al final de su obra con lagenealogía de lo que su pensamientosiempre había negado, la subjetividad.

Finalizado el repaso a la historici-dad del pensamiento social (que lelleva más de doscientas páginas), lle-

gamos al «nacimiento del sujeto»,última y peor parte de esta Crítica dela modernidad. En ella trata de definirqué es ese sujeto cuya progresivaausencia ha narrado, así como deesbozar las tensiones que atraviesannuestro tiempo. Para definir la no-ción de sujeto, que constituye la ma-teria de una concepción positiva —yno meramente crítica— de la moder-nidad, Touraine comienza diciendo loque no es el sujeto. Este no puedeentenderse como sujeción de laspasiones —a lo estoico— ni con lapura racionalidad calculadora —se-gún la teoría de la elección racional—.Tampoco ha de identificarse conmacroconceptos reduccionistas tipoClase, Historia, Etnia o Nación. Otraestrategia para abordar la especifici-dad de la noción es distinguirla deotras afines, tales como individuo yactor. Con respecto al primero,Touraine nos recuerda que si la no-ción de individuo se asocia a la pri-mera modernidad (aquella que co-rresponde a la eclosión del retrato y lanovela burguesa), la del sujeto se alíacon la literatura de conciencia y conuna pintura que refleja la descompo-sición interna (cubismo o expresio-nismo, entre otros estilos). Además,advierte Touraine, el tema del «retor-no al sujeto» no es el del individualis-mo, ya como fenómeno cultural(como aparece en los diagnósticos deLipovetsky sobre el vacío contempo-ráneo o en los análisis de Giddenssobre la reflexividad moderna, entreotros citados), ya como explicaciónde la acción, tal como persigue larational choice theory. En este intentode deslindar conceptos, se propone elde subjetivación, la transformación

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del individuo en sujeto. ¿Cómo?Parece que mudándose en actor.

Si la noción de individuo se vincu-la claramente con el liberalismo —delque Touraine se distancia—, la delactor se concreta sólo a través de unmero voluntarismo, al suponer aquélla modificación del entorno, natural ysocial. En cuanto al sujeto, se entien-de como la «construcción del indivi-duo como actor». Mientras que lasvueltas que da Touraine a las tríadasde Yo, Ello y Superyó o I, Self y Meson confusas y estéri les (aunqueTouraine diga que hace su libro «a lasombra de Freud»), lo poco que que-da claro con respecto al sujeto (que,en mi opinión, es sobre todo unanoción contra esa modernidad objeti-vante y racionalizadora que anula lacapacidad de acción de los hombresconcretos) es que es un «principio delibertad y responsabilidad personal».Es decir, una categoría moral. Porello, el sujeto se construye tanto a tra-vés del «reencuentro con uno mismo»como por el «reconocimiento delotro». (Personalmente, hubiera agra-decido que, en vez de citar a Lévinasy detenerse en el vínculo amoroso yamistoso como referente, Tourainehubiera citado a Walzer y su trata-miento de la ciudadanía como mediode reconocimiento.)

La cara del esquivo sujeto la poneel resistente, el disidente (Tourainenombra a Shajarov o a los anónimosestudiantes de Tiananmen): «el sujetoes siempre un sujeto malo, rebelde a laregla y a la interacción, buscandoafirmarse y gozar de sí mismo, y es através de la resistencia al poder cómotransforma esta afirmación de sí envoluntad de ser sujeto» (p. 319), una

«exigencia de libertad, en un extremosin contenido, pero con una grancapacidad de defensa, de lucha y devoluntad de liberación» (p. 394).Hasta ahora, el sujeto es un principioinconcreto de voluntad. Es también«un modo de construcción de laexperiencia social» asociada al conflic-to. «El sujeto sólo existe como movi-miento social» (p. 273). Quizá por-que éste ha sido el centro de otrasobras (El postsocialismo o El retornodel actor, entre otras), el caso es queTouraine, una vez arribado a la solu-ción del enigma de su sujeto, sólodice que hoy los movimientos socialesno se centran ya en cuestiones socia-les, sino culturales (principalmente, ladefensa de los derechos humanos y lamejora de la calidad de vida) y perso-nales.

Irresuelta la definición y la concre-ción sociológica del sujeto, más nosvale repasar el lúcido diagnóstico quehace de la tensión que atraviesa nues-tra contemporaneidad. Es tiempo desuperar las dicotomías clásicas comoGemeinschaft /Gese l l schaft , tradi-ción/modernidad, y aceptar la com-pleja combinación entre dos fuerzasen pugna. De un lado, está la heren-cia de la modernidad ilustrada yracionalizadora, el universalismo; deotro, el resurgir de la tradición, elparticularismo. La primera l íneadefiende los derechos de todos, laextensión de la ciudadanía (queTouraine quiere secular y sin apegoalguno a conciencias colectivas) y laenseña de la tolerancia. Pero esteorden —de los «países ricos del Nor-te», dice el autor— es coextensivo,por ejemplo, con un moralismo vacío—la charity business a escala interna-

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cional— que no logra paliar las des-igualdades intra e intersocietales.

Por su parte, el particularismo, rei-vindicado por «los países pobres delSur», vuelve los ojos a la religión o ala nación como enclaves de identidad.La intolerancia, el racismo y los con-flictos entre culturas se yerguen, pues,frente a tranquilos «fines de la histo-ria». Tales conflictos entre grupos ycivilizaciones precisarán de una nuevaintegración que exige repensar y pro-fundizar la democracia. En su análisisdel presente y del porvenir, Touraineincluye el movimiento de lo politi-cally correct —«izquierdismo diferen-cialista», lo llama atinadamente— enesta búsqueda de la identidad, seacultural, étnica o personal. Es decir,que la modernidad universalista pare-ce, como otrora el sujeto, batirse enretirada.

En resumen, Crítica a la moderni-dad es un libro desigual y largo enexceso. El exhaustivo repaso a la his-toria de la sociología que hace suautor tiene fuerza y profundidad. Suproyecto de recuperar esa otra moder-nidad que se nos ha hurtado tras lapoderosa sombra de la teoría social

sin actor (de la metáfora arquitectóni-ca de Montesquieu —aunque no locite— a la abstracción funcionalista,del Espíritu hegeliano a Poulantzas)sigue los pasos de Habermas, deCharles Taylor y de otros grandespensadores interdisciplinares. Lástimaque, a la hora de fijar la naturaleza deese sujeto que la sociología ha derecuperar, la empresa de Tourainenavegue entre la inconcreción y elvoluntarismo del movimiento social.En todo caso, esta obra se s i túavoluntariamente por encima de lasmodas ya pasadas —la microsociolo-gía— o presentes —la elección racio-nal—, de una sociología del actor sinsistema o de un pensamiento pura-mente crítico. Además, el autor tieneel coraje de reconocer pasados errores(identificar el hombre con el produc-tor, por ejemplo) y la claridad deapostar, frente a la revolución, por lademocracia. Por una democracia queha de incorporar la dimensión de per-tenencia y recuperar un dualismo deraíces profundas. Y, así, evitar malospasos de índole teórica y, lo que espeor, histórica.

Helena BÉJAR

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