Manejar La Frustracion en Niños

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Tolerancia a la Frustración. 5 Formas Sanas de Enseñarla ¿Qué es la tolerancia a la frustración? Por qué es bueno dar una dosis de frustración a nuestros hijos? Muchos padres de familia buscan complacer en todo a sus hijos. Se dicen frases como “Es mi hijo y si puedo se lo doy”, “No me gusta verlo así, y mejor se lo doy”, “Prefiero quedarme sin… pero que el este feliz” y una lista interminable de cosas que los padres y madres hacen por complacer a sus hijos. Y no está mal buscar lo mejor para nuestros hijos, el problema es buscar a toda costa evitar que ellos se sientan un poquito “mal” por no obtener lo que quieren. Los niños en general buscan obtener lo que quieren y si no sucede así en algunos casos pueden reaccionar de formas que no son aceptables incluso para un niño. ¿Esto por qué ocurre? En general los niños pequeños solo saben actuar sus emociones, si los niños van entendiendo que tal o cual emoción les ayuda a obtener lo que desean lo seguirán haciendo, total, si las figuras que más respeto me siguen cumpliendo lo que pido, pues el resto del mundo debería actuar igual. El problema aquí es que el mundo no reacciona así con ellos conforme van creciendo (si tal vez mientras sean pequeños habrá una que otra persona que diga, “déjalo, esta chiquito”,

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técnicas para el manejo de frustración en los niños

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Tolerancia a la Frustración. 5 Formas Sanas de Enseñarla

¿Qué es la tolerancia a la frustración? Por qué es bueno dar una dosis de frustración a

nuestros hijos?

Muchos padres de familia buscan complacer en todo a sus hijos. Se dicen frases como “Es

mi hijo y si puedo se lo doy”, “No me gusta verlo así, y mejor se lo doy”, “Prefiero

quedarme sin… pero que el este feliz” y una lista interminable de cosas que los padres y

madres hacen por complacer a sus hijos.  Y no está mal buscar lo mejor para nuestros hijos,

el problema es buscar a toda costa evitar que ellos se sientan un poquito “mal” por no

obtener lo que quieren.

Los niños en general buscan obtener lo que quieren y si no sucede así en algunos casos

pueden reaccionar de formas que no son aceptables incluso para un niño. ¿Esto por qué

ocurre? En general los niños pequeños solo saben actuar sus emociones, si los niños van

entendiendo que tal o cual emoción les ayuda a obtener lo que desean lo seguirán haciendo,

total, si las figuras que más respeto me siguen cumpliendo lo que pido, pues el resto del

mundo debería actuar igual.

El problema aquí es que el mundo no reacciona así con ellos conforme van creciendo (si tal

vez mientras sean pequeños habrá una que otra persona que diga, “déjalo, esta chiquito”,

“hay mira no pasa nada” pero conforme van creciendo esta simpatía se va perdiendo y

tienden a verse más como pequeños dictadores en lugar de los niños que deberían ser.

¿Qué pasa con un niño que crece sin esta tolerancia a la frustración? Fácil, son muchos

adultos que vemos que a la primera contingencia se derrumban, a la primera diferencia de

opiniones se sienten atacados, o los vemos como aquellas personas donde el tener un jefe o

figura de autoridad los hace cambiar de trabajo constantemente (un jefe muchas veces da

una que otra dosis de frustración al día, ¿no?)

¿Pero cómo ayudar a nuestros hijos y ser facilitadores de esta amorosa frustración?

Aquí hay algunas formas:

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Enséñele a identificar. Debemos enseñar a los niños pequeños a identificar el sentimiento

de frustración cuando aparezca: “¿Jorgito, ya te diste cuenta que cuando pierdes en el juego

te pones a aventar cosas?”.

- Indique al niño cuándo debe pedir ayuda y buscar sus propias soluciones. Muchos papas

con tal de no ver a su hijo llorar, o enojarse aunque sea en un juego, terminan por

resolverlo por ellos o incluso dejarse perder los papas en dicha actividad para hacerlos

sentir que ganaron. Mientras algunos niños son reacios a pedir ayuda, otros la piden de

inmediato. Debemos enseñar al niño a encontrar la solución primero. Se le dirá: “pruébalo

otra vez para mí”. Cuando el niño no sepa ya que más hacer, hay que decirle que pida

ayuda. Cuando nos demos cuenta que el niño se está frustrando con alguna tarea,

intervenga para enseñarle a evitar la frustración: “¿qué podrías hacer en lugar de enfadarte

o abandonarlo?”.

. Representación de papeles. Juegue a la frustración con su hijo, interpreten una pequeña

obra de teatro donde hay algo que los frustra, en una reaccionan mal y en otra opción

buscan como resolverla. Esto le enseñara a su hijo como también mama o papa se pueden

enfrentar a algo y como buscan resolverlo antes de rendirse.

. Se reforzarán las acciones apropiadas por parte del niño. Elógielo por haber retardado su

respuesta habitual de ira ante la frustración, y también cuando utilice una estrategia

apropiada. Establezca un sistema de recompensas para reforzar esa aptitud de madurez.

. Predique con el ejemplo. Si usted pasa por una situación real frustrante enséñele a su

hijo que es y cómo la aborda. Recuerde que los hijos son muchas veces el reflejo de los

padres

La pro- crastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro),

postergación o posposición es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones

que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

Se trata de un trastorno del comportamiento que tiene su ORIGEN en asociar las acciones

de cambio, dolor o incomodidad (estrés). Éste puede ser psicológico (en la forma de

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ansiedad o frustración), físico (como el que se experimenta durante actos que requieren

trabajo fuerte o ejercicio vigoroso) o intelectual. El término se aplica comúnmente al

sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente de concluir. El acto que se pospone

puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o

aburrido, es decir, estresante, por lo cual se auto-justifica posponerlo a un futuro sine die

idealizado, en que lo importante es supeditado a lo urgente.

También puede ser un síntoma de algún trastorno psicológico, como depresión o TDAH

(trastorno por déficit de atención con hiperactividad).

Baja tolerancia a la frustración

En la terapia racional emotiva conductual de Albert Ellis se utiliza a menudo el concepto de

baja tolerancia a la frustración o hedonismo a corto plazo que explican conductas

paradójicas de pro-crastinación y autodestrucción. Se define como la búsqueda del placer

inmediato o la evitación del dolor a costa del estrés y derrotismo a largo plazo. Los

comportamientos se derivan entonces a evitar los eventos frustrantes o de trabajo y nuevo

aprendizaje que, paradójicamente, conducen a aumento aún mayor de la frustración y del

estrés mental que se pretendía evitar.

En la TREC el constructo opuesto es “alta tolerancia a la frustración”.

Características

La baja tolerancia a la frustración tiene sus inicios desde la niñez debido al mal manejo de

los padres al brindar todo lo que el niño solicita sin esfuerzo alguno de su parte, por lo cual

los niños pueden llegar a creerse merecedores de todo lo que deseen con sólo pedirlo. No

sabe manejar tiempos ni horarios. Por lo cual crece con esa equivocada creencia que lo hace

ser una persona irritable, incapacidad para la solución de problemas. Al creer que la vida

debe ser fácil y placentera abandona sus proyectos personales o ciertas situaciones por no

saber cómo conducirse sin angustiarse.1 suelen interpretar la realidad de forma disfuncional

adoptando conductas infantiles. Creen que tienen que obtener todo lo que quieren y para

ello exigen, ordenan e insisten para que se satisfagan sus deseos a toda costa. Creen que es

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necesario que la vida sea siempre fácil y cómoda. Creen que cualquier dificultad, demora,

fracaso, etc., es demasiado horrible para soportarla. Confunden sus deseos con sus

necesidades.

Frustración y reforzamiento

La teoría de la frustración predice que cuando comienza la fase de extinción (la extinción

es un procedimiento para hacer que una conducta disminuya o incluso desaparezca;

Ejemplo: supongamos que un niño se niega a comer. Los padres, con buena voluntad y sin

darse cuenta, están reforzando esa conducta al prestarle atención aunque sea para

insistirle y reñirle, con lo que la conducta aumenta o, al menos se mantiene. La técnica de

la extinción sería no prestar atención al niño cuando se niega a comer para no reforzar, la

falta de atención propiciaría que la conducta desapareciera. No es así de simple, esta

técnica se usa en conjunción a otras) y, por tanto, no se refuerza la conducta, se producirá

una sensación de frustración que fortalecerá (aumentara) la conducta. Este efecto

paradójico está ampliamente documentado.

COMPRENDER LA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN INFANTIL

Los niños pequeños tienden a ser egocéntricos, a creer que el mundo gira a su alrededor,

desean obtener todo lo que quieren, en el momento en que lo quieren. No saben esperar,

porque no tienen el concepto de tiempo, ni la capacidad de pensar en los deseos y

necesidades de los demás. Por eso, cualquier límite o negativa, la sienten como algo injusto

y terrible; no pueden entender por qué no les dan lo que desean. No tienen las herramientas

para eliminar, disminuir o tolerar su malestar. Por tanto, es el adulto a cargo, quien debe

acompañarlos a aprender a “tolerar” la molestia que supone la espera o la negación de sus

deseos.

La falta de tolerancia está relacionada con la idea de que la vida debe de ser fácil, cómoda y

placentera todo el tiempo y que es horrible e intolerable sufrir cualquier molestia. La baja

tolerancia a la frustración está relacionada con una percepción equivocada y exagerada de

la situación que vive y la creencia de que es horrible vivir el malestar y no se soporta. Sin

embargo, enfrentar el malestar de la frustración, permite desarrollar fortaleza interior.

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¿De qué depende que unos niños toleren más sus frustraciones que otros?

De varios factores:

-       De su edad cronológica, los niños mayores generalmente tienen mayor madurez

emocional que los pequeños y suelen tolerar más frustración

-       Del desarrollo de sus habilidades emocionales, toleran mejor la frustración los que

comprenden y aceptan la realidad, los que reconocen sus emociones y las expresan y los

que consideran a los demás pueden ponerse en el lugar de los demás.

-       Depende también de la flexibilidad de pensamiento para cambiar de objetivo o de

camino para llegar a él.

-       También de la expectativa generada alrededor del hecho que no se cumple, si el niño

y por tanto la dimensión o cantidad de frustración vivida por el niño.

-       Del umbral de sensibilidad de cada niño y el “volumen” de su respuesta emocional,

cuando los niños sienten pocas amenazas y están más confiados en su entorno y no

necesitan controlarlo, se frustran menos.

-       Sin embargo, el factor más importante es la forma en que los adultos han actuado

al conocer el deseo del niño, siendo desfavorables ambos extremos: cuando los padres han

sido fuente de frustración permanente y cuando han intentado complacerlo en todo y

evitarle la frustración.

-¿Es cierto que los niños con baja tolerancia a las frustraciones reducen sus

habilidades para aprender, para tener amigos y hasta para responder a las demandas

de los adultos?

Absolutamente cierto, los niños con baja tolerancia a la frustración rechazan hacer algo

nuevo, porque saben que no lo van a lograr fácilmente y evitan confrontar sus limitaciones.

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El proceso de aprendizaje enfrenta a los niños con situaciones desafiantes que generan

ansiedad ya que conllevan ciertos pasos desconocidos. Se necesita seguridad emocional y

paciencia con uno mismo para desarrollar la mayor parte de aprendizajes y destrezas que

suponen perseverancia y práctica hasta lograrlo. La poca tolerancia a la frustración provoca

que, ante cualquier incomodidad, el niño se desmotive y  abandone sus metas y proyectos.

Asimismo, se requiere de tolerancia a la frustración para enfrentar las relaciones

interpersonales y aceptar los desencuentros y las negativas de los demás. Un niño con poca

tolerancia, suele preferir jugar solo para no tener una negativa de los demás. Le cuesta

esperar su turno porque quiere todo de inmediato, con frecuencia no acepta la voluntad e

iniciativa del otro y tiene dificultades para participar en el juego grupal ya que al no obtener

lo que desea, frecuentemente reacciona de manera impulsiva y agrede a los demás por no

complacerlo y les atribuye la responsabilidad de su malestar.

-¿De qué manera pueden aprender nuevas reacciones a la frustración?

Tolerar la frustración es una habilidad que debe desarrollarse en la infancia, ello significa 

enfrentar los problemas y limitaciones, así como las molestias o incomodidades que nos

causan. No se aprende a tolerar la frustración fácilmente, muchas veces es doloroso, pero

los adultos deben enseñar a los niños a aceptar la frustración como parte de la vida. No

podemos evitarla, pero si podemos aprender a manejarla y a superarla. Es importante

ayudarlos a aceptar la realidad, y que en ella, los deseos no serán siempre satisfechos, que

el mundo gira en independencia a sus deseos y a su voluntad.

La base del problema no está en la frustración que vive el niño, sino en la actitud ante ellos.

-       Cuando nos demos cuenta que el niño se está frustrando con alguna tarea, intervenga

para enseñarle a manejarla: “¿qué podrías hacer en lugar de molestarte o abandonarlo?”.

-       Enséñele a identificar el sentimiento de frustración cuando aparezca y oriéntelo con

paciencia: “Estás molesto porque no te ha salido bien, observa porque fallaste, inténtalo

nuevamente, tómate más tiempo, hazlo con calma”.

-       Enséñele a relajarse y a respirar con calma cuando las cosas no le salen bien.

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-       Indique al niño cuándo debe pedir ayuda. Mientras algunos niños son reacios a pedir

ayuda, otros la piden de inmediato y no intentan hacerlo solos. Debemos enseñar al niño a

encontrar la solución primero. Se le dirá: “pruébalo otra vez para mí”. Cuando el niño no

sepa ya que más hacer, hay que decirle que pida ayuda.

-       Enséñele al niño una forma alternativa de alcanzar el objetivo. Cuando sea posible, se

dividirá una tarea en pequeñas partes que puedan realizarse por separado.

-       Recuerde que el “no”, también ayuda a crecer, ponga límites, fije normas que le

enseñen que limitar sus deseos es parte de su desarrollo personal.

La tolerancia se fortalece, como cualquier músculo, trabajándola y practicando.

Ante ciertas molestias o incomodidades de su niño, no le de siempre solución inmediata,

dese  cuenta de que no pasa nada si se siente mal un rato. Todos podemos aguantar un poco

de malestar. ¿Es incomodo? Sí, pero el malestar pasa y la recompensa puede ser enorme a

largo plazo.

6 claves para enseñarle a perder

1. La primera y más importante es que no debemos dejarle ganar siempre, solo por el mero

hecho de que no se enfade, ¡esto es un gran error! Si le dejamos ganar siempre, acabará

pensando que las cosas deben para siempre como él las piensa. Pero tampoco nos

debemos pasar al otro extremo, hay que dejarle ganar en alguna ocasión, ya que

favorece que coja confianza y que aumente su autoestima, que también son importantes.

2. Cuando reaccione con mucho enfado o agresividad, lo mejor es ignorarlo por completo

cortar el juego y dejarle solo. Hay que explicarle las consecuencias de sus malas

reacciones y que el resto de sus iguales no va a querer compartir los juegos con él.

Luego se le deja solo hasta que la reacción se extinga.

3. Es bueno reforzarle el proceso de las cosas (del juego) y no solo los resultados que

obtenga. Hay que ir recalcando las cosas que va haciendo bien y recordárselas una vez

que finalizó el juego aunque el resultado del mismo fuera negativo para él.

4. Debemos de permitir que exprese su frustración cuando lo esté haciendo de forma

adecuada. No debemos inhibir sus sentimientos y su expresividad. Hay que hablar con

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él y preguntarle cómo se ha sentido, que le hubiera gustado, etc., y animarle a que siga

intentándolo.

5. No solo hablamos del juego, hablamos de todas sus actividades a diario. No conviene

dejarle que siempre haga lo que quiera o que siempre se salga con la suya. Tampoco

conviene un control estricto y férreo, hay que hallar el equilibrio, un punto intermedio.

6. El aprendizaje por observación es muy útil y eficaz, cuando podáis, observar el juego en

otros, bien en la calle, en la televisión, etc., remárcale las cosas positivas del juego, lo

bien que se lo pasan, la cooperación, la amistad… y no tanto el resultado de dicho

juego.

Ayuda de los padres

Hay que saber distinguir también lo que es una intolerancia a la frustración de una reacción

normal de un niño por haber perdido en un juego. Si su reacción no es desmesurada, si solo

expresa su malestar, si se desanima y no quiere seguir jugando, es completamente normal.

SIN EMBARGO JAMAS SE DEBE PERMITIR QUE EL NIÑO ABANDONE LA

ACTIVIDAD POR HABER PERDIDO, tampoco se debe obligar a continuar, el punto de

equilibrio consiste en alentarlo a continuar el juego diciéndole lo que hizo bien y lo que

hizo mal, y animarlo a que corrija lo que hizo mal y repita lo que hizo bien. Ahora Lo que

no es normal o exagerado es la agresividad, los gritos, insultos, el enfado, el no querer

jugar a algo porque saben que perderán, dejar el juego a la mitad.

Estas reacciones se producen por sentimientos de ira intensos que no saben cómo deben

gestionar. Es ahí donde las claves anteriores se deben poner en práctica para poder enseñar

y ayudar a tu hijo.

8 claves para los padres con hijos caprichosos

La mejor de las noticias para los padres, es que el tener hijos caprichosos es algo que puede

solucionarse. Hay que corregir la causa y habremos solucionado el problema. Veamos unas

sencillas pautas que pueden reconducir la situación:

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1. Hay que fijar límites en su educación, esto que no paro de repetir en muchos

artículos, es una de las bases de la educación de cualquier hijo. En el caso de los

caprichosos, es una forma de solucionar, pero también de prevenir. Estableciendo

normas claras, en las que el niño participe a la hora de fijarlas, flexibles en cierto

grado, acordes a su edad y su capacidad de comprensión, harán del niño conocedor

de lo que puede y de lo que no puede exigir a sus padres.

2. Los padres deben estar coordinados y unidos. También se repite mucho esta pauta a

lo largo de mis artículos. Es fundamental que habléis antes de los pormenores de la

educación de vuestros hijos, tenerlo todo bien atado, y apoyaros el uno al otro

delante de los niños. La coordinación y la comunicación entre vosotros será de lo

más importante.

3. Hay familiares como los abuelos que pueden darles caprichos. De siempre se ha

dicho que los abuelos para los caprichos y para educar los padres. Es normal que los

abuelos, tíos o amigos puedan concederles algún capricho, tampoco podemos pasar

al otro extremo, pero sí debemos hacerles entender que son situaciones

excepcionales, y que no pueden exigir lo mismo a los padres, ni tampoco cada vez

que vean al abuelo o abuela.

4. Como ya os he comentado, en muchas de las ocasiones un hijo es caprichoso porque

está reclamando mayor atención de los padres, con lo que si se la damos, se puede

solucionar el problema. En ocasiones los padres no tienen suficiente tiempo, pero si

se les da el que se tiene y se les da de calidad, podemos compartir muy buenos

momentos con ellos. Como muchas veces os digo, la infancia de los hijos se pasa

volando y el tiempo que paséis con ellos será parte de sus recuerdos para toda su

vida. Hacer un esfuerzo y dejar el fútbol, a las amigas… y dedicarles un rato de

juego cada día. Descubriréis la felicidad en esos pequeños ratos.

5. Hay que educarle para que aprenda a valorar sus juguetes y sus pertenencias. Si le

llenamos de juguetes cada vez que llega su cumpleaños o los Reyes Magos, no

sabrá apreciarlos, no le dará tiempo a jugar con todos ellos… Hay que enseñarle a

valorar sus cosas, a que las cuide, a que no se aburra y rápido la sustituya por una

nueva.

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6. Ambos padres deben educar de la misma forma. No podéis hacer uno de “poli

bueno” y el otro de “poli malo”. Uno no puede ser el que siempre permita y el otro

el que siempre regañe. Ya que de esta forma el hijo sabrá siempre a quién debe

pedir las cosas. Poneros de acuerdo y estableceros también entre vosotros unos

límites.

7. Cuando exija algo, hay que hacerle comprender lo que cuestan las cosas, y no me

refiero solo a su valor económico. Ponerle algún reto para que, si lo cumple,

obtenga esa recompensa. De esta forma le enseñáis lo que cuesta conseguir las

cosas, premiáis su esfuerzo, y el niño valorará más eso que en un principio había

exigido.

8. Manteneros firmes ante las constantes exigencias. Si os amenaza con montar el

espectáculo, coge una rabieta, llora, grita… para conseguir de vosotros algo que

consideráis que no debéis darle, manteneros firmes ante la presión. Puede tardar

menos, pero se acabará dando por vencido. No es una cuestión de autoridad, es una

cuestión de hacerle entender que no se puede tener todo, es una cuestión de ponerle

límites. Muchos padres hoy en día no le ponen límites a sus hijos ni a sus

exigencias, y luego esto se convierte en verdaderos problemas de educación que lo

pagan otros niños, u otras personas cuando ya son más mayores

Los límites y las normas son fundamentales porque:

• Otorgan a los hijos sentimientos de seguridad y protección.

• Los hijos van creando sus propios referentes y van adquiriendo unas pautas de lo que es y

no es válido, lo cual les ayudará a ir conformando su propia escala de valores.

• Ayudan a lograr una convivencia más organizada y promueven el sentido del respeto

hacia los demás y hacia uno mismo.

• Preparan a los hijos para la vida en una sociedad que se rige por restricciones y

obligaciones, que deberán aprender a cumplir, por el bien de todos

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Ponen restricciones y límites al comportamiento de los hijos y les ayudan a desarrollar, de

forma progresiva, la tolerancia a la frustración, es decir la capacidad para poder asimilar el

sentimiento de frustración que provocará el hecho de que no siempre les salgan las cosas

Como les gustaría.

1. Funciones del establecimiento de normas y límites

El espacio de libertad en el que pueden moverse los hijos, está condicionado por dos

aspectos fundamentales:

• La edad: a medida que los hijos crecen madurativamente, el margen de libertad ha de ser

mayor.

• El comportamiento: Conforme los hijos se comporten de forma responsable y tomen

decisiones adecuadas es preciso ampliar el espacio de libertad. Por el contrario, éste ha de

restringirse cuando las decisiones no sean las correctas o cuando el niño/a se muestre

irresponsable. Cuando los hijos son todavía pequeños, la indicación de las pautas ha de ser

directiva, porque en este periodo la moral es básicamente externa. Inicialmente el niño

cumple la norma, no porque la vea razonable, sino porque es impuesta. Aprende que es algo

que hay que hacer si quiere conseguir su objetivo (alabanzas, sonrisas...) pero lo hace

porque se lo mandan, no porque lo considere conveniente. Sin embargo, es aconsejable

comenzar desde edades tempranas a explicar “el por qué” de cada norma, para que

progresivamente comprendan su significado social. Al principio del aprendizaje de una

conducta se debe reforzar positivamente de manera constante y, a medida que se va

consolidando el comportamiento, disminuye la necesidad de premiar. Cuando los hijos

aprenden a hacer cosas que se consideran adecuadas dentro y fuera de la convivencia

familiar, se les debe hacer saber que actúan correctamente. Felicitar por conseguir objetivos

intermedios es muy importante para conseguir el comportamiento principal.

A medida que los hijos van creciendo se debe tratar de llegar a un acuerdo sobre las

normas, que satisfaga tanto a padres como a hijos, pero en el caso de que no sea posible

alcanzar un acuerdo, es fundamental señalar que siempre prevalecerá el criterio adoptado

por los padres.

Características y tipos de normas

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Normas y Límites

Para favorecer el cumplimiento de las normas que se establecen en la familia, debemos

tener en cuenta que éstas deben ser:

Realistas: las normas han de ser posibles de cumplir y estar ajustadas a la realidad, la

edad, habilidades y grado de maduración de los hijos.

Claras: las normas han de ser entendidas para poder ser cumplidas. Los hijos deben

saber exactamente qué es lo que se espera de ellos y qué clase de consecuencias pueden

esperar en caso de no cumplirlas.

Consistentes: la aplicación de las normas debe ser aproximadamente la misma,

independientemente del estado de ánimo, de la presencia de otra persona, de las

ocupaciones de ese momento

Coherentes: las normas han de ser coherentes entre sí. Los distintos miembros de una

familia tienen diferentes funciones y, por otro lado, también diferentes normas, pero

todas deben poder integrase dentro de un mismo sistema. Los padres deben tener muy

claras cuáles son las normas que consideran oportunas y necesarias, así como la

importancia que éstas tienen para ellos.

Además, podemos dividir las normas en:

Fundamentales: Tienen que ser pocas, muy claras, poco matizables en función de las

circunstancias y de cumplimiento obligado e innegociable. Ejemplo: Agresiones entre

hermanos, respeto.

Importantes: Deben ser poco numerosas y muy claras, pero son más matizables en

función de las circunstancias. Si bien, aunque su cumplimiento global debe ser

inevitable, algunos aspectos pueden negociarse. Ejemplo: Hora de llegada a casa, en

días de clase o las vísperas de fiesta.

Accesorias: Regulan los aspectos más circunstanciales de la vida doméstica. En muchas

ocasiones pueden negociarse sin afectar gravemente al funcionamiento familiar.

Ejemplo: Hacer la cama todos los días

Las normas son criterios que indican a una persona qué, cómo y cuándo realizar una acción

o tarea. Son, por tanto, una sugerencia de cambio de comportamiento que implica unas

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consecuencias positivas en caso de cumplimiento, y unas consecuencias negativas en caso

de su incumplimiento. El establecimiento de normas conlleva un proceso que se concreta en

distintos pasos: Mantener el control emocional: Los padres deben estar tranquilos y

calmados a la hora de establecer una norma. Valorar la edad y el grado de maduración de

los hijos: La educación sobre las normas tiene características diferentes en función de la

edad. Los niños pequeños cumplen las normas porque las viven como algo impuesto, no

porque las consideren razonables. En los primeros años de vida, lo importante es establecer

unas normas claras y consistentes. Basta con tener autoridad.

Cuanto más clara sea la norma, más seguridad tendrá el niño en su comportamiento y en su

relación con el entorno.

Cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia surgirá el enfrentamiento a la norma y hay

que ser capaz de argumentar los motivos y hacer ver la necesidad de la norma. En la

adolescencia es aconsejable la negociación de las normas accesorias, esto nos permitirá, por

un lado, conseguir un grado aceptable de cumplimiento, y en segundo lugar, enseñar a

nuestro hijo a tomar decisiones y a considerar los pros y contras de cada opción.

Pensar en la norma: Si los padres ya han evaluado la necesidad de la norma, es necesario

que sea de común acuerdo. Es conveniente que los padres analicen conjuntamente el

comportamiento que se quiere implantar.

Pueden servir de guía las siguientes preguntas:

¿Qué comportamiento queremos tratar?

• ¿Cómo deben actuar para cumplirla?

• ¿Cuándo entra en vigor la norma?

• ¿Cuándo se aplican las consecuencias?

• ¿Cuáles son las consecuencias del cumplimiento?

• ¿Cuáles son las consecuencias del incumplimiento?

Comunicar la norma: Es importante buscar un momento adecuado para hablar con ellos y

explicar por qué es necesaria esa norma. También las consecuencias positivas que se

derivarán de su cumplimiento o las consecuencias negativas en caso de incumplimiento.

Puesta en marcha.: Es el momento de mantenerse firmes, pero colaboradores, animando en

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el cumplimiento y destacando los avances y éxitos. Aplicando las consecuencias

previamente establecidas. Revisión y evaluación: La asunción de las normas y su

cumplimiento por parte de los hijos requiere la concesión de un margen de tiempo

Para llevar a cabo un adecuado seguimiento, se tendrán en cuenta las siguientes cuestiones:

• Si el comportamiento se ha conseguido, se felicitará al hijo.

• Si el comportamiento no evoluciona, volver a tratar el asunto. Si es necesario, se

endurecerán las consecuencias negativas, o se buscarán consecuencias positivas más

atractivas. Se define como castigo la presentación de una consecuencia negativa que sigue

una conducta y que disminuye la probabilidad de que esa conducta vuelva a repetirse. Se

puede utilizar el castigo si se hace adecuadamente, es decir, siempre y cuando:

• No sea el método exclusivo para el aprendizaje de las normas.

• No implique humillación ni descalificación de los hijos y buscando el momento y el lugar

adecuado.

• Se concrete con exactitud el motivo por el que se castiga para propiciar así la posibilidad

de subsanar el error.

• Se aplique lo más inmediatamente posible a la aparición de la conducta a eliminar.

• Se elija un castigo proporcional a la magnitud del comportamiento problema.

• Se elija el castigo en función del momento evolutivo de los hijos.

La responsabilidad supone la toma de conciencia e interiorización de las obligaciones y

compromisos contraídos, así como la capacidad para responder a las consecuencias de los

actos realizados. Esto requiere un conjunto de estrategias y habilidades que la persona va

desarrollando a lo largo de su vida. Ser responsable supone:

• Conocer y practicar las normas familiares.

• Tener suficientes habilidades de autocontrol.

• Disponer de autonomía suficiente para tomar decisiones propias, conociendo las

consecuencias tanto positivas como negativas de las mismas.

• Plantearse objetivos estables, concretos, bien delimitados y asequibles.

• Estar motivados para conseguir los objetivos que cada uno se propone.